Reportaje Telares

pero El Salvador transmitió
el hilo a Guatemala y desde
ahí empezamos a tejer”.
La mujer de 76 años ya no se
viste como pancha, con la
“nagüilla” todos los días, solo
en ocasiones especiales y para
aparecer como “cara” del
pueblo de Panchimalco, vendiendo
sus creencias, apareciendo
en fotografías de “El
Salvador impresionante” o en
videos de anuncios de bebidas
gaseosas y reportajes
universitarios, comercializando
sus creencias pero ella
siente que al menos un poco
de su cultura sigue viva si
alguien más conoce de ella.
Y aunque es reconocida por
algunas personas, a quienes
ayudó estos la han dejado en
el olvido “La profesora que
está en la casa de la Cultura
yo le he dado el don para estar
allá sentada, yo regale mi
trabajo a esa muchacha para
que se levantara y estuviera
ahí”, pero “Claudia” solo utilizó
los conocimientos de la
niña Tella, y las pocas mujeres
que aprendieron a trabajar
en telar ni siquiera han
reproducido sus conocimientos,
solo se metieron a un taller
más.
Hoy en día Eleuteria recurre
a vender bufandas y pañuelitos
para tortillas, gastando
dos semanas para bordar
sus pocos pedidos pero no le
da una ganancia: los hilos
que compra en reventa son
muy caros, para un refajo
gasta cuarenta dólares, vendiendo
su producto al mismo
precio, solo para seguir viendo
pañuelitos en las casas de
los vecinos y que su oficio no
se pierda. Pero vale la pena
explicar los inicios de este
oficio.
Mis hijas no quisieron
aprender, de estar de
hilito en hilito no vamos
a comer” -
Eleuteria Rivera.
La génesis de los hilos
en El Salvador
Telar convencional de, este se usa en el
suelo y se sostiene por palos de escoba.
No se sabe exactamente
desde cuando existen los
telares, en el 2001 CON-
CULTURA en sus estudios
estimaban que los tejidos
hacían referencia al siglo
XVII pero se debatía este
tema porque también se
menciona que surgieron a
finales del siglo XIX, provenientes
del sur de España;
lo que sí sabemos es
que durante la década de
los 30, el telar de mano se
modificó y dio paso a los
telares de caja, que fueron
inventados por un sacerdote
de apellido Olmedo,
con el apoyo de dos carpinteros
originarios de
San Sebastián.
Además la Dirección del
Patrimonio Cultural dice
que el mayor apogeo de
esta artesanía tuvo lugar
en 1942, cuando el entonces
Presidente de la República,
General Maximiliano
Hernández Martínez, ordenó
que los uniformes, sábanas
y accesorios de tipo
textil utilizados por el ejército
fueran elaborados en
el pueblo de San Sebastián,
en el departamento
de San Vicente.
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