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Antonio José

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<strong>Antonio</strong> <strong>José</strong>, el poeta músico<br />

La cronista burgalesa María Cruz Ebro visitó a <strong>Antonio</strong> <strong>José</strong> y nos dejó un retrato muy simpático<br />

del compositor y de la habitación que ocupaba en casa de su hermano Julio: era un<br />

cuarto atestado de libros, partituras, fotos y obras artísticas, donde no faltaban imágenes de<br />

Mozart y Beethoven. La habitación estaba presidida por su piano Bernareggi, muy parecido<br />

(¡qué casualidad!) al que usó García Lorca, con quien <strong>Antonio</strong> <strong>José</strong> está hermanado por su<br />

sensibilidad, su amor por el folclore y por su muerte trágica, ambos víctimas inocentes de la<br />

barbarie. ¡Cuántas melodías populares se interpretaron en esos pianos gemelos de Lorca y de<br />

<strong>Antonio</strong> <strong>José</strong>! Quizá a veces cantaron los dos artistas, a la vez, el uno en Granada, el otro en<br />

Burgos, esas letras graciosas que tanto les gustaban. «En el café de Chinitas / dijo Paquiro a<br />

su hermano: / “Soy más valiente que tú, / más torero y más gitano”», empezaría Lorca; «Yo sé<br />

cantar y bailar / y tocar la pandereta, / que me lo enseñó mi madre / cuando me daba la teta»,<br />

me imagino respondiendo a <strong>Antonio</strong> <strong>José</strong>.<br />

Pero volvamos a aquella habitación donde trabajaba nuestro músico. María Cruz Ebro remata<br />

así la descripción: «Sobre la mesa, un pequeño atril y una montaña de papeles. Entre los papeles,<br />

un ramo de flores y... una calavera».<br />

Con qué emoción leemos hoy estas líneas, escritas con cariño («¡Qué extravagantes son estos<br />

artistas!», nos parece querer decir) y que acabaron siendo estremecedoras. En esa pequeña<br />

«vanitas» del cuarto de <strong>Antonio</strong> <strong>José</strong> vemos la premonición de la muerte del músico, entonces<br />

insospechada para él y para su grupo de amigos, esos intelectuales republicanos tan ilusionados<br />

por el progreso y el cambio, tan amantes de Castilla y del arte.<br />

En su mesa había también flores. Nosotros no podemos llevarlas a su tumba, pero sí podemos<br />

escuchar la música de <strong>Antonio</strong> <strong>José</strong>. Con ella, florece su recuerdo y sentimos que su vida no fue<br />

vana, que somos muchos los que amamos las mismas cosas que el amó y quienes le recordamos<br />

con agradecimiento y emoción.<br />

Óscar Esquivias

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