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Prólogo<br />
MI PRIMERA VEZ – Vidal Rioja<br />
Han pasado más de veinte años desde entonces, todavía recuerdo intensamente<br />
mi primera ruta en bici de montaña por el macizo de Fuentes Carrionas.<br />
Disponíamos de aquel enorme mapa del Instituto Geográfico Nacional,<br />
en el que salía toda la montaña palentina a escala 1:50.000, y sobre el que<br />
mi mente no paraba de trazar imaginarios recorridos por todas las cumbres<br />
y valles que veía en él. Había muchas candidatas posibles para aquella<br />
“primera”, pero en aquel momento, a todo el mundo al que preguntaras del<br />
mundillo montañero palentino, hacía referencia al mítico valle de Pineda<br />
y lo maravilloso de recorrerlo con las recientemente aparecidas bicicletas<br />
de montaña. Este enorme valle también estaba en boca de todos por otros<br />
motivos menos agradables. Y es que, un nuevo despropósito amenazaba<br />
estas montañas en forma de pantano cerca del pueblo de Vidrieros que, en<br />
caso de llevarse a cabo el proyecto, inundaría gran parte del valle de Pineda.<br />
No llegó a construirse el muro, y por suerte ésa es una historia que no<br />
tenemos que contar. Así que estaba decidido. Echamos nuestras flamantes<br />
bicicletas al coche y pusimos rumbo al pequeño pueblo de Resoba. Todo el<br />
mundo nos había dicho que lo mejor era empezar la ruta en Vidrieros, pero<br />
para chulos nosotros. Sobre nuestro mapa del IGN vimos que desde Resoba<br />
salía una pista que entraba en el valle de Pineda a través del collado de las<br />
Doncellas y decidimos ir a la aventura. En aquel collado nos equivocamos<br />
de pista y seguimos por otra que ganaba altura por un panorámico cordal,<br />
hasta que nos dimos cuenta de nuestro error. En lugar de volver hacia atrás<br />
decidimos hacer un “tó tieso” por el valle del Arroyo del Calar que después<br />
de un par de volteretas nos permitió conectar con la pista del valle de Pineda.<br />
No recuerdo muy bien hasta dónde llegamos aquel día, pero lo que es<br />
seguro es que no fuimos capaces de llegar hasta el Pozo Curavacas. Si hubiéramos<br />
continuado hasta allí, nada nos habría librado de pasar la noche<br />
a la intemperie. Pero no acaba aquí la aventura. Recuerdo que de vuelta se<br />
nos ocurrió variar el itinerario y cruzar el Carrión por aquel puente Pucherín<br />
que marcaba nuestro mapa para volver por Santibáñez de Resoba. Pagaría<br />
dinero a día de hoy para ver la cara de tontos que se nos debió quedar<br />
al llegar donde debió estar aquel puente de madera y descubrir que no<br />
quedaba ni rastro de él. Años más tarde me enteré de que una riada lo había<br />
arrastrado corriente abajo. Pero lejos de variar nuestra ruta decidimos<br />
vadear el río al más puro estilo trampero canadiense. Continuamos la ruta,<br />
eso sí, mojados de cintura para abajo, y terminamos nuestro recorrido sin<br />
más contratiempos.<br />
Una sonrisa se dibuja en mi cara al recordar aquella primera vez. No es solo<br />
una sonrisa por revivir los momentos divertidos que tuvimos en nuestra<br />
aventura. Esta sonrisa también es la satisfacción de ver que aún con la gran<br />
evolución de las bicicletas de montaña, la enorme cantidad de información<br />
que tenemos disponible en forma de cartografía, publicaciones y páginas<br />
de internet y el auge de los deportes al aire libre vivido estos últimos años,<br />
el valle de Pineda sigue ahí, igual que cuando lo conocí, esperando a que<br />
algún ciclista se decida a trazar su propia ruta y viva su propia aventura. Me<br />
encantaría que dentro de otros tantos años nuestros hijos puedan disfrutar<br />
de sus propias aventuras en la Montaña Palentina porque hayamos sabido<br />
transmitirles los valores necesarios para que todas estas zonas de montaña<br />
sigan, si no mejor, por lo menos igual que las conocemos hoy.<br />
Introducción<br />
MONTAÑA PALENTINA<br />
La Montaña Palentina se sitúa en el norte de la provincia, aproximadamente<br />
a 100 km de la capital. Limita con las provincias de León al oeste, Cantabria<br />
al norte y Burgos al este. Dentro de la cordillera Cantábrica ocupa una<br />
posición centrada, situándose al sur y relativamente cerca de los Picos de<br />
Europa. Los grupos montañosos de la Montaña Palentina se han subdividido<br />
habitualmente en los macizos de Fuentes Carrionas, La Peña, La Pernía,<br />
La Braña y La Lora.<br />
La montaña palentina presenta numerosas fallas y gran diversidad de litologías<br />
que conforman un paisaje de sorprendentes contrastes. La aparición<br />
en la superficie de brillantes rocas calizas grises junto a otro tipo<br />
de rocas como esquistos, conglomerados o pizarras, forman un apreciado<br />
conjunto geomorfológico. Además, durante el cuaternario la actividad de<br />
los glaciares fue muy intensa, como puede apreciarse en los numerosos<br />
circos, umbrales, valles en artesa y sistemas morrénicos que han modelado<br />
gran parte del paisaje.<br />
La montaña palentina posee un entorno de gran valor natural, paisajístico,<br />
faunístico y botánico, que se encuentra preservado en una gran parte bajo<br />
tres figuras de protección: Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente<br />
Cobre-Montaña Palentina, Espacio Natural de Covalagua y el Espacio Natural<br />
de Las Tuerces.<br />
Los hayedos y robledales albares pueblan numerosas laderas de las montañas<br />
del norte palentino, así como alamedas de álamo temblón, abedulares,<br />
encinares, sabinares albares y tejedas. Por otra parte, destacan el pinar<br />
autóctono de Velilla por haber resistido intacto desde su origen y los tejos<br />
del valle de Tosande con una importante población de ejemplares centenarios.<br />
Además, la montaña palentina alberga un sabinar de gran interés.<br />
Avellano, espino albar, endrinos, piornos, acebos y brezos son especies arbustivas<br />
con gran presencia en la zona.<br />
La especial situación geográfica de la montaña palentina, a caballo entre el<br />
clima atlántico y mediterráneo, convierte esta zona en un espacio de gran<br />
diversidad faunística. Por ejemplo, aquí habitan especies típicas del clima<br />
atlántico como son los picos mediano y negro, el urogallo, el gorrión alpino,<br />
el treparriscos, la liebre de piornal, la víbora de Seoane; junto a otras especies<br />
de dominio mediterráneo como la culebra bastarda, el lagarto ocelado<br />
o el avión roquero. Sin embargo, el gran protagonista de estas montañas es<br />
una especie emblemática y en peligro de extinción: el oso pardo.<br />
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