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Prefacio<br />
Se cuenta que un hombre muy rico reunió a sus empleados en el día de su cumpleaños.<br />
Quería darles un regalo.<br />
–¿Qué quieres tú? –le peguntó al joven que cuidaba su caballo–. Elige entre la Biblia y estos<br />
$1.000 reales.<br />
–Si supiera leer, preferiría la Biblia. Pero, como no sé leer, el dinero me será más útil.<br />
–Muy bien, entonces toma el dinero.<br />
–¿Y tú? ¿Cuál es tu elección: la Biblia o los $1.000 reales? –le preguntó al jardinero.<br />
–Mi esposa está enferma. En este momento necesito el dinero –respondió el hombre.<br />
–Marta, ya que tú sabes leer, pienso que elegirás la Biblia, ¿es así?<br />
–Yo nunca tengo tiempo para leer un libro. Además, con el dinero quiero comprarme un<br />
vestido nuevo.<br />
Faltaba solo el cadete.<br />
–Guillermo, ¿qué prefieres tú, el dinero o la Biblia?<br />
–Mi madre me enseñó a leer y guardar los Diez Mandamientos. Ella siempre decía que la<br />
Palabra de Dios vale más que todo el oro y la plata del mundo. Si a usted no le importa, me<br />
quedaré con la Biblia.<br />
–Dios te bendiga, muchacho, y haga que tu elección produzca riquezas, honra y una vida<br />
larga.<br />
Guillermo recibió la Biblia. Al abrirla, una moneda de oro cayó al piso, y hojeando rápidamente<br />
las páginas del Libro Sagrado, descubrió que había muchos billetes de dinero. Mientras<br />
tanto, los otros tres empleados, al comprender su elección equivocada, se fueron tristes y cabizbajos.<br />
Leer la Biblia siempre es una experiencia enriquecedora. Sus orientaciones, consejos y mandamientos<br />
iluminan nuestro camino, dan sentido a nuestra experiencia y nos preparan para el<br />
encuentro con su Autor. Pero leer la Biblia no puede ser un ejercicio apresurado o superficial. Al<br />
contrario, es necesario dedicarle lo mejor de nuestro intelecto y de nuestro tiempo.<br />
Los invito a esta fascinante aventura: leer y meditar en las Escrituras, preferentemente en las<br />
primeras horas del día. Después de todo, Dios debe ocupar el primer lugar en nuestra vida. Ese<br />
encuentro diario nos habilitará para tener relaciones saludables, y, claro, cumplir la misión de<br />
manera cabal.<br />
Lea las Escrituras, medite en ellas. Escuche la voz de Dios, y permita que esta experiencia lo<br />
transforme.<br />
Pastor Adolfo S. Suárez<br />
Brasilia, marzo de 2016.<br />
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