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Ribera News Marzo 2017

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2 <strong>Marzo</strong> <strong>2017</strong><br />

OPINIÓN<br />

Editorial : Sentido común<br />

Lo ocurrido con los vecinos de la calle Xúquer<br />

de Alzira y la falla Nou Penalet, de lo cual informamos<br />

en la página 3, es un ejemplo paradigmático<br />

del porqué hay quien detesta ciertos<br />

aspectos de las Fallas. Unos vecinos se enteran<br />

a escasos días de la plantà de que a partir de<br />

ahora van a tener una falla y una enorme carpa<br />

cortando la calle, porque así lo han decidido un<br />

puñado de falleros. Nadie les avisó de nada ni<br />

les consultó si querían tener una falla pegada<br />

a sus casas y una carpa con música a todo volumen<br />

hasta altas horas de la madrugada. La<br />

opinión de los que allí viven no importa.<br />

Y es que estamos acostumbrados a que los falleros<br />

se conviertan estos días en amos y señores<br />

de todo, con el beneplácito, demasiadas veces,<br />

de las autoridades municipales, más preocupadas<br />

en congratularse con la fiesta que atender al<br />

bienestar del resto de los contribuyentes.<br />

En cambio, Diego Gómez nos ha sorprendido.<br />

Ya lo hizo iniciando el pasado año controles de<br />

alcoholemia a los conductores de las carrozas<br />

y demás vehículos de la cabalgata multicolor.<br />

Ahora lo ha hecho interviniendo ante el enfado<br />

de unos vecinos por la ubicación de una falla<br />

que hacía peligrar la integridad de sus viviendas<br />

el día de la Cremà. A pesar de tener delegadas<br />

las competencias de Fiestas en la socialista<br />

Isabel Aguilar, Gómez se ha preocupado<br />

por el problema, ha evitado la habitual posición<br />

de genuflexión ante el mundo fallero que se ha<br />

dado en otros tiempos y ha tomado cartas en el<br />

asunto, dando la razón a los vecinos, haciendo<br />

prevalecer el sentido común y pasando por encima<br />

de conflictos geográficos o de territorialidad<br />

entre fallas.<br />

Cambios urbanísticos<br />

Nuestros pueblos necesitan más árboles. Eso<br />

está claro. En el caso de Alzira se necesitaría<br />

plantar el triple de los que hay ahora para estar<br />

en los ratios que recomienda la Organización<br />

Mundial de la Salud. Árboles que den sombra<br />

y no se dejen morir como se ha hecho en Alzira<br />

con las palmeras. El otro día me decía un<br />

amigo que se dedica a esto de la jardinería que<br />

el tema de Alzira con las palmeras es a estudiar,<br />

porque por la dejadez de algunos puede<br />

que sea este uno de los lugares donde más a<br />

arrasado el picudo rojo. Pero bueno, volviendo<br />

al asunto de la necesidad de árboles, el Ayuntamiento<br />

está dispuesto a llevar adelante su Pla<br />

d’Arbratge con todas sus consecuencias y ha<br />

comenzado con polémica. La transformación<br />

de la calle Benito Pérez Galdós ha soliviantado<br />

a los comerciantes que aseguran verse ninguneados.<br />

Y es que en este asunto asoman las<br />

flaquezas que suelen tener los tripartitos, y es<br />

cuando cada partido político, con sus respectivas<br />

competencias, hace la guerra por su cuenta.<br />

La Asociación Empresarial reclama que la<br />

transformación urbana del centro de la población<br />

debería ir acompañada de un plan de<br />

dinamización comercial, pero cada tema corresponde<br />

a competencias distintas y es más<br />

complicado que vayan de la mano. Pero el<br />

sector del pequeño comercio debe ser tratado<br />

con mucho cuidado, que ya bastante maltrecho<br />

está.<br />

Fallas y alcohol<br />

Por José M. Vila Ribes / Abogado<br />

En la cabalgata de este año varias comisiones falleras nos han sorprendido agradablemente, tomando la valiente<br />

decisión de no repartir alcohol durante el desfile. Sería deseable que esta noticia suponga en realidad un punto<br />

de inflexión, un cambio en la tendencia a los excesos que se han venido produciendo en los últimos años, donde<br />

algunos participantes ofrecían un espectáculo verdaderamente lamentable.<br />

No se trata de iniciar una campaña moralizante y mojigata en contra del consumo de alcohol. El alcohol forma<br />

parte integrante de nuestra cultura y en consecuencia tiene su reflejo en nuestras fiestas y tradiciones. Pero una cosa es que se consuma<br />

alcohol con normalidad en nuestras fiestas, y otra muy distinta es convertirlo, de una manera casi exhibicionista, en un elemento<br />

esencial alrededor del cual gira todos lo demás. Donde el acto en sí queda relegado a un segundo plano, ante la perspectiva<br />

de la borrachera que inevitablemente se va a producir. Se puede beber para estar en la fiesta pero no se está en la fiesta para beber.<br />

Pero si positiva ha sido esta decisión de no proporcionar alcohol a los participantes, más relevancia adquiere por haber sido<br />

adoptada de forma libre y voluntaria por distintas comisiones falleras, sin ningún tipo de imposición o prohibición por parte de<br />

las autoridades. Esto demuestra que existen muchas personas que integran la Fiesta de las Fallas con sentido común y que tienen<br />

claras las líneas a seguir para conseguir su dignificación.<br />

Esperemos que en el futuro cunda el ejemplo y sean la mayoría de las comisiones las que sigan por esta línea que a buen seguro<br />

redundara en beneficio de la fiesta.<br />

El derecho a intentar ser feliz<br />

Por David Mascarell / Profesor tutor de Grado en Derecho UNED<br />

Llega marzo y llega la fiesta. Al igual que la luz del día va ganando horas a la noche, regalándonos tardes luminosas<br />

mediterráneas, la alegría se va implantando en nuestras calles poco a poco, paso a paso, preparando la<br />

entrada de la primavera. Las fallas suponen el pistoletazo de salida a toda una manifestación de cultura, fiesta<br />

y diversión que continua con la Semana Santa, Pascua, San Juan y, finalmente, el radiante verano.<br />

En la fiesta fallera encontramos una explosión de felicidad colectiva, que supone la culminación de un trabajo<br />

que durante meses prepara una semana de celebración. Como decía Joan Manuel Serrat, en la fiesta, el noble<br />

y el villano, el prohombre y el gusano, bailan y se dan la mano sin importarles la facha. Son días de felicidad<br />

donde todo se mezcla. Los pueblos y ciudades se visten de alegría.<br />

Y este cúmulo de bienestar general debería vislumbrar más que algo circunstancial o temporal, deberíamos ser capaces de tener<br />

una sociedad que mirara además de por el interés común, por la felicidad colectiva. Las revoluciones Francesa y Americana, además<br />

de suponer el paso de Estados absolutistas a Estados democráticos, llevaban aparejadas la consecución para los ciudadanos de<br />

toda una serie de derechos como son la igualdad, la libertad, la justicia, la democracia o la dignidad del ser humano. Pero además<br />

suponía el reconocimiento de que el ser humano puede y debe lograr en su vida ser feliz. Ya no estamos en un valle de lágrimas<br />

que nos prepara para ser felices en una prometida vida futura, sino que tenemos derecho a alcanzar nuestra felicidad y la de los<br />

que nos rodean, y por tanto a que nos permitan intentarlo.<br />

Dice el artículo 9.2 de nuestra Constitución que corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad<br />

y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten<br />

su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.<br />

Y es por ello que nuestros gobernantes, aquellos que dirigen los poderes públicos, deberían tener en cuenta, cuando realizan sus<br />

funciones de gobierno, que está dentro de sus obligaciones el intentar que los ciudadanos participemos y nos identifiquemos en la<br />

vida y la sociedad que nos rodea. Si además del interés general y la correcta gestión de los recursos públicos fijáramos como objetivo<br />

lograr la felicidad colectiva, sin duda nuestra sociedad mejoraría. No es estar siempre de fiesta, sino generar en la sociedad<br />

la misma felicidad que genera la fiesta. Debería reconocerse el derecho a intentar ser feliz.<br />

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