Fredy Marrufo ¡a juicio político!

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NIDO DE
VÍBORAS
POR KUKULKÁN
EN TIEMPOS feudales la riqueza estaba directamente
relacionada con la posesión de la tierra, y aunque en el
siglo 21 esa idea se encuentra erosionada (la posesión de
conocimiento suele generar mayores dividendos) todavía
resiste en la escala de valores de muchísima gente. Los
Borge (y amigos) por ejemplo, que mientras estuvieron
en la cocina se despacharon con la cuchara grande, pues
más vale asegurar el sustento antes de que lleguen los
tiempos de escasez. Es así que se agenciaron de gran
cantidad de terrenos en zonas de alta plusvalía y a precios
de ganga.
PERO LO barato sale caro y ahora 25 de esos predios,
repartidos en siete municipios, están asegurados por la
PGR mientras da cauce a las denuncias en contra del ex
mandatario. Lo que destaca en todo caso es la confusión
y falta de información que hay entre algunos de los
involucrados involuntarios, como la Dirección del Santuario
de la Tortuga Marina de Xcacel-Xcacelito, que dice no tener
notificación oficial sobre aseguramiento alguno en su zona
de influencia; o el de un terrenito en la parte continental
de Isla Mujeres, cuya situación legal era desconocida por el
presidente municipal de la demarcación.
DESATAR EL nudo y ver a dónde lleva cada hebra tomará
su tiempo. Pero su correcta y satisfactoria resolución en
términos de justicia (que no de venganza) son primordiales
para que Quintana Roo deje atrás la Edad Media y se instale
en el tercer milenio de nuestra era.
. . .
LA NOTA pretende ser una de esas “curiosidades” que
encuentra uno en los periódicos: un hombre con el torso
desnudo y en bermudas sostiene un arma de grueso calibre
mientras dos elementos de la policía lo flanquean para la
foto. El escenario: la Quinta Avenida en Playa del Carmen.
La imagen, que circula en redes sociales, no pasaría de ser
sólo eso, una imagen curiosa si no fuera porque por un lado
hace cuestionar qué hacen los uniformados prestando su
armamento aunque sea para una foto; hay que ser amables
con el turista, pero hay límites. Además de que la escena
refuerza la imagen de país violento y bananero que nos
adjudican gentes como el presidente gringo, Donald “el
amigo de todos” Trump.
. . .
EL BORLOTE en el Partido de la Revolución Desmadrosa
(PRD) parece ya se salió de control. Lo que empezó
como una “travesura” de su ex coordinador en el Senado,
Miguel Barbosa, al llamar a unirse con AMLO, ahora
escala un peldaño más cuando se da a conocer que la
presidenta nacional del partido, Alejandra Barrales, tiene
un departamentito valuado en 14 milloncitos de pesos en
Miami, mismo que no fue asentado por la diputada en su
declaración 3de3.
CLARO QUE Barrales tiene derecho a hacerse de un
patrimonio, lo que haga con su dinero es cosa suya, pero el
que una legisladora de izquierda mantenga una propiedad
aunque sea de medio pelo en un polo vacacional extranjero
no habla muy bien de quien se dice luchar por los intereses
del pueblo. Sin embargo la contradicción da parque a
quienes les encanta atizar el fuego de la polémica y tratan de
llevar agua a su molino.
POR LO pronto, los dedos acusatorios ya comenzaron a
señalar posibles culpables de haber filtrado la información
sobre la propiedad de Barrales, que si fue el hereje Barbosa
o la Contraloría del Senado, o quizá la vieja Inés; el caso
es que las declaraciones cruzarán el cielo de la Cámara
Alta por varios días más y seguramente seguirán saliendo
“revelaciones”.
. . .
HOMBRE TRABAJANDO. Dicen que ese es el letrero que
cuelga afuera del Palacio de Gobierno en Toluca, donde
despacha Eruviel Ávila. Y es que el priista ha andado muy
ocupado en las semanas recientes inaugurando obras y
presentando programas sociales, lo cual no es bien visto
por la bola de criticones que lo acusan de hacer campaña
encubierta a favor del tricolor en la inminente contienda
electoral para sucederlo en el cargo.
A LO cual señala que para nada, que es hombre de trabajo
y eso es lo que ha estado haciendo, trabajar, por lo que pide
atentamente a la oposición y a los candidatos a mandamás
del Estado de México, que lo dejen gobernar en paz. Hombre,
haberlo dicho antes.
. . .
EL TRAMPOLÍN. Así es como se conoce a la Procuraduría
Federal del Consumidor, instancia que se ha convertido en
una gran agencia de colocaciones para quienes ocupan su
jefatura. Y es que en lo que va de la Administración de Peña
Nieto han pasado cuatro directores por la dependencia.
¿Cuál es el problema?, ¿mucha presión?, ¿excesiva carga
de trabajo?, ¿algún desafortunado suceso inesperado?
No, la cosa es simple: sus ex titulares se van a otro cargo,
usualmente mejor remunerado o de mayor visibilidad en el
currículo.
EN ESE tenor, Ernesto Nemer es el más reciente ex
procurador Federal del Consumidor, responsabilidad que
deja para coordinar la campaña de Alfredo del Mazo para
gobernador del Estado de México. Antes de él ocuparon la
silla Rafael Ochoa, quien repetirá de manera interina; Lorena
Martínez, quien tiró la toalla para buscar la gubernatura de
Aguascalientes (que perdió); Alfredo Castillo, que se fue
luego de comisionado para la Seguridad y Desarrollo Integral
de Michoacán y después a la Conade; y Humberto Benítez,
despedido tras el oso de su hija, #LadyProfeco, en abril de
2013.
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vacantes a cada rato.
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Se encienden en la noche y el
efecto es de que hubieras atrapado
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Foto: Agencia Reforma/Cortesía
RICARDO SILVA ROMERO
BOGOTÁ – Colombia fue hasta hace poco el
país en el que Germán Vargas Lleras iba a
ser presidente. Pero teniendo en cuenta los
últimos sucesos –el milagroso acuerdo de paz con
las Farc, la noticia de que la constructora Odebrecht
sobornó a varios alfiles de la vieja clase política,
una encuesta que muestra a una ciudadanía que
está odiando a sus instituciones– no es claro ya
qué clase de país es. El jueves pasado en la noche,
en una presentación con vocación de show, Vargas
Lleras se despidió de la vicepresidencia de Colombia
e hizo el balance de su efectiva gestión en un
gobierno al que le dedicó seis años y siete meses.
Fue el primer acto de la campaña presidencial de
un candidato listo a venderse como el gerente que
sacó a la nación del atraso. Pero, en un país harto
de su elite política, vaticinarle el triunfo, que hasta
hace poco era tan obvio como que dos más dos son
cuatro, suena prematuro.
Vargas Lleras iba a ser presidente, como lo fue su
abuelo, el liberal Carlos Lleras Restrepo entre 1966
y 1970, hasta que en diciembre del año pasado –en
un arrebato de ira durante una de sus correrías por
el país– le dio un coscorrón a uno de sus escoltas. Ya
no es el 66: alguien estaba grabando. Y la imagen,
que era la de una estirpe que se ha permitido lo
que le ha venido en gana en uno de los países más
desiguales del mundo, convirtió en un tiranuelo al
favorito para reemplazar a Santos en la presidencia.
Buena parte del electorado aún lo respeta, y hasta
lo admira, pero según la encuesta Gallup de principios
de marzo su imagen negativa ha llegado por
primera vez en su carrera al 44 por ciento. Gustará
a algunos que mire de reojo el proceso de paz. Pero
en campaña tendrá que ser convincente a la hora
de rechazar los escandalosos cuestionamientos que
les ha hecho la justicia colombiana a seis miembros
de su enlodado partido de derecha: Cambio Radical.
Vargas Lleras nació en febrero de 1962 en Bogotá.
Creció en el poder: una foto de diciembre de 1968
lo muestra, a los seis, de pie sobre una mesa del
Palacio de Nariño junto su abuelo el presidente,
quien lo mira con ojos risueños; una foto de agosto
de 1989 lo capta, a los veintisiete, acompañando al
líder liberal Luis Carlos Galán Sarmiento a la tarima
en la que será asesinado segundos después. Fue
concejal de Bogotá y senador de la república por
el liberalismo, pero en 2002, cuando el electorado
pasaba por otro período de hastío e incredulidad
–y terminó eligiendo, contra una dinámica política
que incluía a las Farc, a Álvaro Uribe Vélez–, Vargas
Lleras comenzó a convertirse en el líder absoluto
del cada vez más poderoso Cambio Radical. Para
Colombia es una sociedad
desacostumbrada
a la paz y cansada de
su propia malicia.
El candidato perfecto para
una presidencia improbable
probarlo, consiguió 1.473.627 deslumbrantes votos
en las presidenciales de 2010 que lo acercaron a la
segunda vuelta.
Y tras ser su rival electoral, entró al gobierno
de Juan Manuel Santos como su ministro estrella,
luego de ser el legislador disciplinado e irascible
que sobrevivió de milagro a un libro bomba de las
Farc; el heredero de la política colombiana del siglo
XX, hecha de apellidos, de patrones y de siervos,
que vigorizó su carrera respaldando el implacable
plan de seguridad de Uribe Vélez, pero se negó a
apoyar al caudillo para una segunda reelección
de republiqueta que –como la primera– no existía
en la constitución. Sobreviviente de un tumor
cerebral benigno, Vargas Lleras se despidió anoche
de la vicepresidencia con un balance mucho más
técnico que político de su gestión –la innegable
reanimación de la infraestructura colombiana–
ante la mirada de un presidente odiado por una
derecha que lo eligió para la guerra, pero redimido
por cierto progresismo que lo reeligió para la paz.
Vargas Lleras es hoy el candidato de un orden
político que parece resignado al apoyo de los sórdidos
caciques que manejan a su antojo las elecciones
en sus regiones; es hoy el candidato de un establecimiento
que trata de reconfigurarse ahora que el
fin de las Farc ha puesto al país a hallar un nuevo
enemigo: los corruptos enquistados en el Estado.
Vargas Lleras sale de un gobierno impopular
presidido por un Nobel de la Paz a un país en el que
el 91 por ciento aborrece a los partidos políticos,
pero, ya que ha estado en campaña desde aquella
foto del 68, parece que sigue siendo el hombre a
vencer en las elecciones de 2018.
¿Qué clase de candidato será?: ¿el liberal irritable?,
¿el autoritario que no parece tener lugar en la
derecha virulenta que trata de reunirse alrededor
de Uribe Vélez? Colombia es una sociedad desacostumbrada
a la paz y cansada de su propia malicia;
le sentaría bien el discurso de reconciliación
e integridad e inclusión de los principales rivales
de Vargas Lleras. El exgobernador Sergio Fajardo,
la senadora Claudia López y el negociador de paz
Humberto De la Calle, por ejemplo, parecen más
libres de las lógicas de poder que han gobernado a
Colombia. Pero sigue en pie la lección de 2016: no
desdeñes la efectividad del discurso de la derecha.
Y quizás haya sido por eso, para no perder a los
liberales ni a los conservadores por el camino que
empieza a recorrer con miras al 2018, que se haya
despedido como si solo fuera un administrador que
logró empujar un país varado.
*Publicado en The New York Times en Español
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