You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
{ mar<br />
2017<br />
le otorgaba a su perro Chihuahua a<br />
menudo echado a sus pies, y hablaba del<br />
genio que anidaba en la cabeza de su<br />
hija, al tiempo que su lenta mano de<br />
largos dedos recorría los rizos dorados.<br />
-¿Ya la escucharon cuando interpreta<br />
el solo del concierto para violin de Beethoven?<br />
Seguramente que Oistrakh no le pondría<br />
peros a la ejecución de mi niña. Siento<br />
que los ángeles bajan del cielo para inspirarla.<br />
Y Marianita sonreía y ladeaba su fina<br />
cara y nosotros seguíamos ignorantes,<br />
del timbre de su voz. Tía Soledad nos observaba<br />
se detenía apenas unos instantes<br />
para medir el efecto que causaría la<br />
siguiente parte del monólogo.<br />
- Si ustedes supieran- continuaba-,<br />
los nueve meses que traje a Marianita<br />
dentro del vientre intuí que había concebido<br />
a un alma excelsa. Eso compensaba<br />
todos mis sufrimientos, mis vómitos, mis<br />
malestares, el encierro en un cuarto<br />
oscuro con las cortinas siempre cerradas<br />
porque la luz me provocaba náuseas- y al<br />
evocarse en transes semejantes dejaba<br />
que sus palabras acarrearan implícito un<br />
estremecimiento apenas perceptible,<br />
apenas advertido por quienes la atendíamos<br />
sin interrupciones fastidiosas.<br />
Desde alguna parte de la estancia<br />
sonaba un reloj. Tía Soledad consultaba<br />
uno que usaba en el brazo, nos pedía disculpas,<br />
se levantaba erguida, buscaba<br />
Narraciones<br />
Ficticias<br />
una aguja hipodérmica y procedía a ponerle<br />
una inyección a Marianita. No se<br />
trataba de aplicar una sustancia sino de<br />
efectuar una sangría, dos o tres centímetros<br />
cúbicos de sangre joven. Creíamos<br />
que Mariana iba a resistirse, a sublevarse<br />
o fingir un desmayo; sin embargo, con<br />
una docilidad ilimitada, luego de un leve<br />
aturdimiento acataba la voluntad de su<br />
madre. Una sonrisa en sus labios delgados<br />
era toda su respuesta.<br />
Tía Soledad para que entendiéramos<br />
nos explicaba cuánto adoraba a su criatura,<br />
a la que convirtió en razón suprema<br />
de su existencia, consuelo espiritual de<br />
una viuda. Claro que a semejanza de<br />
otros jóvenes a veces se rebelaba, desobedecía,<br />
se desinteresaba de sus lecciones<br />
o lloraba por las sangraduras soportadas<br />
cada media hora; pero aquello significaba<br />
un correctivo, un método infalible<br />
para educarla, una fórmula científica<br />
destinada, a restarle energía, ¿De otro<br />
modo cómo sería tan virtuosa?<br />
Después tía Soledad consideraba cumplida<br />
con éxito su parte en la representación<br />
y cedía el lugar a quien amaba<br />
tanto, al pedazo de sí misma.<br />
-Hijita, ¿Por qué no amenizas nuestra<br />
tarde? De seguro tus primas desean oír<br />
algún bello trozo musical.<br />
Y alta, esplendida en sus cincuenta<br />
años, se levantaba señorial como una<br />
princesa, daba unos pasos hasta una<br />
cómoda de marquetería, tomaba el