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De Gallaecia a la eurorregión
a modo de cubrición. A muchas de
las mámoas se accedía mediante un
corredor, igualmente delimitado por
grandes piedras. Algunos conservan
muestras de pintura en las losas de
la cámara, relacionadas con el mundo
funerario y el paso al más allá.
Esta cámara funeraria no estaba pensada
para permanecer a la intemperie,
sino que se ocultaba con su montículo
de tierra. El nombre popular de
“mámoa”, precisamente, deriva de su
forma, por su parecido con un pecho
femenino. A su vez, este montículo de
tierra se recubría con piedra, habitualmente
losas de cuarzo blanco, lo que
hacía que resaltasen todavía más en el
paisaje circundante. La mayor parte de
ellas, además, se construyeron en entornos
muy destacados de por sí, con
lo que esta coraza blanca las volvería
especialmente visibles.
La cultura megalítica
galaico-portuguesa
​Es elevado el número de mámoas (más conocidas como antas al sur de la
frontera) encontrados en toda la Eurorregión. En territorio portugués, Mirandela,
Matosinhos, Guimarães, Barcelos o Viana cuentan con interesantes ejemplos de
megalitos entre su patrimonio inventariado.
Destaca el Dolmen do Padrão en Paredes, que con pinturas en rojo y negro
se representan figuras humanas y astrales Muy cerca, en Penafiel, el viajero
podrá visitar el Anta de Santa Marta (o Forno dos Mouros). En el vecino
municipio de Baião se encuentra una importante zona de concentración megalítica
con cerca de cuarenta mámoas: la Serra da Aboboreira.
El itinerario continúa en el ámbito gallego, en donde existen tres grandes
áreas de concentración. Una de ellas, con más de cien monumentos, se encuentra
en las sierras de Leboreiro, Xurés/ Gerês y el valle del río Limia;
tierras que marcan la frontera gallega y portuguesa.
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