Una cosecha de té.

aromas de los tés de otras marcas. Ahora nos tocaba a nosotros. Abrir el envase y
encontrarte con un soplo de aroma cálido, intenso, como una nube invisible. Ya no
podíamos esperar a infusionarlos. Sonrisas, pero no de carcajada. Sonrisas de
orgullo, de esa que te entra cuando sientes que lo que tienes delante es bueno.
Muy bueno. Que se puede esperar cuando la canela, la fresa o la hierbabuena es
seleccionada por ti mismo. Cuando no te importa el cuánto y te preocupa el qué y
el cómo.
Infusionamos los dos clones a 100º durante 6 minutos. Poniéndolos al límite. Uno
redondo y otro con aristas. Uno amargo y otro dulce. Un mismo proceso y dos
sabores totalmente diferentes. Los primeros tés blancos de Galicia y sabían a té.
Lo habíamos conseguido, tenían personalidad propia. Eran únicos. Disfrutamos el
momento, aunque de forma diferente a lo que habíamos sentido momentos
antes. Siendo conscientes de que el camino no había hecho más que empezar.