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Los signos del zodíaco (Louise Huber) - Api Ediciones

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desarrollar un poco más esta idea, podemos imaginar<br />

que la Tierra es un gran organismo vivo y que la humanidad<br />

y los reinos animal, vegetal y mineral son formas de<br />

expresión de esta gran entidad. En los textos esotéricos<br />

esta gran entidad se conoce como el Logos Planetario,<br />

el Anciano de los Días o Sanat Kumara. Ese gran ser, <strong>del</strong><br />

cual nos resulta imposible formarnos una imagen real,<br />

y en el que, no obstante, «vivimos, nos movemos y tenemos<br />

nuestro ser», es el espíritu de la Tierra. Estamos en<br />

un permanente intercambio vital con esta entidad y participamos<br />

en sus grandes «movimientos energéticos»,<br />

en sus procesos cíclicos y en su desarrollo. Todas las<br />

grandes religiones <strong>del</strong> mundo se han originado a partir<br />

de este hecho y también a partir de la idea <strong>del</strong> «Padre<br />

divino», cuyos hijos somos y a cuya imagen y semejanza<br />

fuimos creados, como nos recuerda la frase: «Yo y el<br />

Padre somos uno».<br />

Para conseguir una comprensión más profunda de los<br />

<strong>signos</strong> <strong>del</strong> <strong>zodíaco</strong> debemos utilizar el pensamiento analógico<br />

que, como sabemos, se fundamenta en el principio:<br />

«Como es arriba, es abajo». Expresándolo de forma<br />

distinta: «Como es en lo pequeño, es en lo grande». Según<br />

esto, podemos establecer la siguiente analogía: así<br />

como en el horóscopo el sistema de casas simboliza el entorno<br />

en el que nace el individuo, el <strong>zodíaco</strong> (o la división<br />

en doce partes <strong>del</strong> círculo que rodea de la Tierra) es el entorno<br />

cósmico en el que se desarrolla la vida en la Tierra.<br />

No somos más que el microcosmos en el macrocosmos.<br />

La analogía nos permite concluir que existe una similitud<br />

entre la constitución de nuestro planeta y la <strong>del</strong> ser<br />

humano. Pensemos por un momento en el horóscopo:<br />

el círculo <strong>del</strong> centro es nuestro verdadero yo y a su alrededor<br />

están los planetas con sus aspectos, el <strong>zodíaco</strong><br />

y las casas. De forma análoga, podemos imaginarnos la<br />

Tierra como un globo en el centro de un horóscopo, como<br />

muestra la figura de la página 30. Las doce casas <strong>del</strong><br />

horóscopo <strong>del</strong> ser humano corresponden a los doce <strong>signos</strong><br />

zodiacales <strong>del</strong> Logos Planetario. En la antigüedad<br />

los <strong>signos</strong> <strong>del</strong> <strong>zodíaco</strong> se llamaban «casas celestes» y<br />

se consideraba que el Sol «habitaba» en ellas de forma<br />

consecutiva a lo largo de los doce meses <strong>del</strong> año.<br />

También debe hacerse una clara distinción entre las<br />

constelaciones de estrellas fijas <strong>del</strong> espacio exterior y el<br />

cinturón zodiacal. Las constelaciones son agrupaciones<br />

de estrellas fijas que el hombre ha realizado de forma<br />

subjetiva para su localización y estudio. En cambio, el<br />

cinturón zodiacal representa el camino <strong>del</strong> Sol alrededor<br />

de la Tierra. En el Tetrabiblos (obra que recopila los<br />

conocimientos y las consideraciones de los astrólogos<br />

de la antigua Babilonia), Ptolomeo ya hace una estricta<br />

distinción entre estos dos <strong>zodíaco</strong>s y establece que el<br />

pensamiento astrológico se basa en el <strong>zodíaco</strong> solar, es<br />

decir, en nuestro <strong>zodíaco</strong>.<br />

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