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El Nombre de la Rosa

Pequeño pasaje de "El nombre de la Rosa" como una estrategia de introducción a la metodología científica.

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A continuación te presentamos un pequeño pasaje literario extraído <strong>de</strong>l libro:<br />

<strong>El</strong> <strong>Nombre</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Rosa</strong> <strong>de</strong> Umberto Eco,<br />

Léelo cuidadosamente<br />

Era una hermosa mañana <strong>de</strong> finales <strong>de</strong> noviembre. Durante <strong>la</strong> noche había nevado un<br />

poco, pero <strong>la</strong> fresca capa que cubría el suelo no superaba los tres <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> espesor. A<br />

oscuras, enseguida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cinco <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana, habíamos oído misa en una al<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l<br />

valle. Luego, al <strong>de</strong>spuntar el sol, nos habíamos puesto en camino hacia <strong>la</strong>s montañas.<br />

Mientras trepábamos por <strong>la</strong> abrupta vereda que serpenteaba alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l monte, vi <strong>la</strong><br />

abadía. No me impresionó <strong>la</strong> mural<strong>la</strong> que <strong>la</strong> ro<strong>de</strong>aba, simi<strong>la</strong>r a otras que había visto en todo<br />

el, mundo cristiano, sino <strong>la</strong> mole <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>spués supe que era el Edificio. Se trataba <strong>de</strong><br />

una construcción octagonal que <strong>de</strong> lejos parecía un tetrágono. Sin embargo, no diré que me<br />

produjo sentimiento <strong>de</strong> júbilo. Me sentí amedrentado, preso <strong>de</strong> una vaga inquietud. Dios<br />

sabe que no eran fantasmas <strong>de</strong> mi ánimo inexperto, y que interpreté correctamente<br />

inequívocos presagios inscritos en <strong>la</strong> piedra el día en que los gigantes mo<strong>de</strong><strong>la</strong>ron, antes <strong>de</strong><br />

que <strong>la</strong> ilusa voluntad <strong>de</strong> los mojes se atreviese a consagrar<strong>la</strong> a <strong>la</strong> custodia <strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra<br />

divina.<br />

Mientras nuestros mulos subía trabajosamente por los últimos repliegues <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

montaña, allí don<strong>de</strong> el camino principal se ramificaba formando un trivio, con dos sen<strong>de</strong>ros<br />

<strong>la</strong>terales, mi maestro se <strong>de</strong>tuvo un momento, y miro hacia un <strong>la</strong>do y hacia otro <strong>de</strong>l camino,<br />

miro el camino y por encima <strong>de</strong> éste, los pinos <strong>de</strong> hojas perenes que, en aquel corto tramo,<br />

formaban un techo natural, b<strong>la</strong>nqueado por <strong>la</strong> nieve.<br />

- Rica abadía –dijo–. Al Abad le gusta tener buen aspecto en <strong>la</strong>s ocasiones públicas.<br />

Acostumbrado a oírle <strong>de</strong>cir <strong>la</strong>s cosas más extrañas, nada le pregunte. También<br />

porque, poco <strong>de</strong>spués, escuchamos ruidos y, en un recodo, surgió un grupo agitado <strong>de</strong><br />

monjes y servidores. Al vernos uno <strong>de</strong> ellos vino a nuestro encuentro diciendo con gran<br />

cortesía:<br />

- Bien venido, señor. No os asombréis si imagino quien sois, porque nos han avisado<br />

<strong>de</strong> vuestra visita. Yo soy Remigio <strong>de</strong> Varagine, el cillerero <strong>de</strong>l monasterio. Si sois, como<br />

creo, fray Guillermo <strong>de</strong> Baskerville, habrá que avisar al Abad. ¡Tú –or<strong>de</strong>no a uno <strong>de</strong>l<br />

grupo-, sube a avisar que nuestro visitante está por entrar en el recinto!<br />

Os lo agra<strong>de</strong>zco, señor cillerero –respondió cordialmente mi maestro- y aprecio aún<br />

mas vuestra cortesía porque para saludarme habéis interrumpido <strong>la</strong> persecución. Pero no<br />

temáis, el caballo ha pasado por aquí y a tomado el sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>recha. No podrá ir muy<br />

lejos, porque al llegar al estercolero tendrá que <strong>de</strong>tenerse. Es <strong>de</strong>masiado inteligente para<br />

arrojarse por <strong>la</strong> pendiente.<br />

- ¿Cuándo lo habéis visto? –pregunto el cillerero–

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