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en grupo. Son fotos de protestas. Sobre la mesa también hay un<br />
ejército de niñas, siluetas de cartón negro sobre las que se han<br />
escrito consignas, y que sé que sirvieron para una acción de<br />
denuncia por la muerte de 49 niñas en un incendio en Guatemala.<br />
Los cuerpos de quienes ya vivían en situaciones precarias son los<br />
desechos de un sistema que se sostiene porque capitaliza tanto la<br />
vida como la muerte. Pero contra éste —miro el ejército de niñas<br />
que nos observa desde la mesa— la resistencia despliega sus armas<br />
más poderosas: el cuidado, la esperanza, el amor.<br />
Réplicas<br />
I.<br />
Una de las primeras cosas en las que pienso, cuando me encuentro<br />
en la explanada central después del simulacro del 19 de septiembre<br />
pasado, es en mis compañeras del taller. Me viene a la mente Gaba,<br />
que pasó el temblor pasado con susto. Pienso en Julia —cuando<br />
fue el terremoto en Chile en 2010 una compañera del trabajo sufrió<br />
la pérdida de unos amigos en su natal Talca—. Además, estoy en<br />
la biblioteca de la Universidad Iberoamericana, donde estuvimos<br />
reunidas hace unas pocas semanas. “El 85” apareció varias veces<br />
en la boca de Ana Victoria Jiménez. La imagino, con su camarita<br />
Kodak, tomando fotos y haciendo carteles de todo lo que se movió<br />
después: una ciudad que estaba dejando de ser ella misma.<br />
II.<br />
Al releer mi sueño me percato de un detalle: el cuarto lleno de<br />
peces negros preservados en formol me inquieta. Acabo de leer<br />
que los árboles con tela son una ocurrencia frecuente en varias<br />
partes del mundo. Es una práctica asociada a rituales mágicos<br />
de curación —se ata una prenda para pedir un deseo y se toma<br />
una tela que el árbol ya ha sanado—. En Medio Oriente y el<br />
Mediterráneo el árbol pertenece a la familia de las terebintáceas:<br />
de éstas se extrae una especie de sabia, la pez, que se destila para<br />
convertirla en aguarrás. El color negro, pienso, no es gratuito:<br />
evoca el color de la tinta. Sé que la pez también fue utilizada<br />
durante la Edad Media como un aditivo para que las partículas<br />
de pigmento suspendidas en un líquido se peguen unas con otras.<br />
No deja de llamarme la atención esta paradoja: en el mismo árbol<br />
están los elementos que conforman la química de la tinta y del<br />
aguarrás, imprimir y diluir. Ésta también es mi experiencia con<br />
los archivos: son capaces de recordar, de traer a la memoria, pero<br />
también pueden sumir a algo, o alguien, al olvido. Archivar es<br />
guardar y borrar.<br />
III.<br />
Los viernes en la noche vienen unos amigos a casa. Hemos<br />
formado un grupo que se llama Compañía diletante de espectros y<br />
luciérnagas. Nos juntamos a leer textos sobre la supervivencia de<br />
las imágenes. En el ensayo que estamos leyendo, Georges Didi-<br />
Huberman habla sobre la quema de archivos. Aparece, en medio<br />
de las cenizas de lo que el autor ha quemado, conceptualmente<br />
hablando, esta frase en la que explica un pasaje de un texto de<br />
Walter Benjamin: “esta pequeña chispa de azar, de aquí y de<br />
ahora, de la que, en lo sucesivo, tenemos frente a los ojos una<br />
frágil huella visual. ¿En qué consiste el resultado? Benjamin lo<br />
denomina un ‘agujero’, que debe ser literalmente comprendido<br />
como un agujero producto de una quemadura-. ‘Lo real -escribe-,<br />
para decirlo de algún modo, ha quemado un agujero en la<br />
imagen’”.<br />
Fracturas<br />
I.<br />
En la esquina de Bolívar y Chimalpopoca hay un agujero, pero<br />
cuando visito el sitio, la madrugada del 23 de septiembre, yo<br />
todavía no lo sé: los escombros del edificio han sido retirados<br />
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