REAL CONCEPTS FEB 2018
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14<br />
TESTIMONIO DE FE<br />
MILAGROS AL ATARDECER<br />
Se pone el sol en la playa de San Bartolo, al sur de Lima, Perú,<br />
y produce los matices más bellos de rojos y amarillos que<br />
uno puede ver libremente en el cielo. Estando sentada en<br />
la arena de la playa que ya va quedando vacía, no puedo evitar<br />
disfrutar este alegre momento mientras recuerdo otros nada<br />
felices cuando el hombre que se casó conmigo en el año 2000<br />
dejó a los dos hijos que tuvimos sin sus cuidados e intercambió<br />
paz, tiempos de familia y la poca estabilidad emocional que<br />
teníamos por soledad, penas y momentos amargos. Aquel<br />
hombre, quien hoy es mi prometido, está a mi lado disfrutando<br />
la puesta de sol luego de un tiempo doloroso de separación,<br />
luchas de todo tipo y dos milagros que merecen ser contados.<br />
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al<br />
que llama, se le abrirá. Mateo 7:8. Todo niño imagina historias<br />
dichosas. A mis 2 años soñaba con un baile interminable en el<br />
lago de los cisnes de Tchaikovski, a los 10 con pintar aves de las<br />
reservas naturales sobre las que leía en libros de biología de la<br />
biblioteca de mi tío y a los 15 con la posibilidad de hacer una<br />
vida propia, a mi estilo, lejos de los problemas que aquejaban<br />
a mi familia en esa época escolar que hice viviendo con ellos en<br />
Lima desde mis 4 años, difícil tiempo en el que mi padre murió<br />
en un accidente aéreo y en el que aprendí a luchar. Ignoraba<br />
muchas cosas pero de lo que estaba segura es que en casa no<br />
encontraría la paz que buscaba desde muy pequeña. Estaba<br />
resuelta a dejar todo para construir mi propio espacio en el<br />
momento que llegó a mi vida, mediante una conversación<br />
en internet, quien se convertiría en mi compañero de viaje y<br />
en mi esposo. Partimos a la ciudad de Cusco juntos a escribir<br />
nuestra historia sin saber que me ponía a mí misma un yugo<br />
desgastante: él tenía depresión y adicción a las drogas.<br />
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz<br />
y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.<br />
Apocalipsis 3:20. Nos casamos en las fuentes incaicas de<br />
Tambomachay una mañana de nieve inesperada el día 23<br />
del mes de setiembre del año 2000. Iniciaba mi carrera de<br />
guía y profesora mientras que mi esposo se apoyaba en mi<br />
fuerza productiva y saltaba de trabajo en trabajo como de la<br />
marihuana al hachís y a la cocaína y mostraba reacciones tan<br />
impredecibles como violentas. Mi carácter terco y mi orgullo<br />
me hacían actuar como terapeuta salvadora y me cegaban<br />
ante la inminente coadicción. Llegó nuestro primer hijo, el<br />
país atravesaba una crisis política debido a la corrupción<br />
en el gobierno de turno y el mundo una crisis económica y<br />
psicológica a raíz del atentado 9/11. Regresamos a casa de<br />
nuestras familias en Lima a recibir al bebé en un lugar seguro.<br />
Sin embargo, ya había una gran puerta abierta: mi esposo era<br />
adicto y ya empezaba a decaer no llegando a casa por muchas<br />
noches y tomando dinero o pertenencias ajenas. Fue entonces<br />
que decidí meditar profundamente, buscando respuestas a la<br />
miserable situación de mi matrimonio en todas las enseñanzas<br />
que podía absorber de tribus milenarias como las nativas<br />
norteamericanas, los chamanes de la selva, los hinduistas y<br />
las cartas de mi abuela Edith basadas en la biblia. Entonces<br />
comprendí que yo misma cargaba con las consecuencias de<br />
las acciones de mis antepasados y de toda mi familia y con<br />
traumas coleccionados desde el vientre de mi madre. Así,<br />
decidí dejar de ser mi propia salvadora y clamé a Dios por<br />
sabiduría y sanidad de mi alma.<br />
“Porque todo aquel que pide, recibe; y el que<br />
busca, halla; y al que llama, se le abrira”á”<br />
Milagro 1<br />
Vengan a mí todos los que estén trabajados y cargados, y yo los<br />
haré descansar. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de<br />
mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán descanso<br />
para sus almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.<br />
Mateo 11: 28-30. Recibí a Cristo en el año 2004. Aprendí que el<br />
perdón y la gracia son un regalo divino que es dado a quien lo<br />
pide. En mis intentos por pasar más tiempo de calidad con mis<br />
hijos y darme más tiempo a mí misma, emprendí tres negocios,<br />
salí con algunos hombres y me enamoré de uno de ellos hasta<br />
el punto de hacer planes de vida juntos. Pero Dios ya tenía<br />
otros planes. Por diferentes circunstancias, mis tres negocios<br />
no fructificaron como planeado. Siendo el 2013 y sintiéndome<br />
entre la espada y la pared endeudada hasta el cuello, tomé<br />
una decisión radical por fe: vivir en la selva con mis dos hijos<br />
comenzando de cero. Sufrimos los tres. Moldeamos carácter.<br />
Vimos los más bellos arcoíris y bufeos. Construí muebles, pinté<br />
paredes, removí la tierra húmeda con nidos de tarántulas de<br />
la pequeña casa que unos familiares me prestaron, aprendí a<br />
soportar el calor, diseñé y dicté centenas de horas de clase<br />
y logré hacerme de una reputación respetable en la ciudad<br />
de Pucallpa mientras disfrutaba de mis hijos. Hice amigos de<br />
por vida. Fue entonces, en medio de lágrimas e ilusiones que<br />
mi novio dejaba Perú con un pasaje sin retorno a Europa y se<br />
iniciaba nuestra relación a distancia mientras que mi hijo mayor<br />
daba un estirón en estatura que le traería dolores intolerables<br />
de espalda y el deseo de volver a Lima.<br />
Mi esposo, entre hoteles de mala muerte y drogas,<br />
experimentaba una lucha espiritual al verse al espejo, con<br />
veinte kilos menos, una piel gris, oscuras ojeras y una voz<br />
interior que le decía que necesitaba fuerzas para salir del<br />
hoyo en el que se hallaba. Imaginaba a su familia y caía de<br />
rodillas pidiendo a Dios la fortaleza que no tenía para dejar<br />
de drogarse y salir a trabajar por su hogar. Un intenso día del<br />
2014, salió en búsqueda de su hermano y le pidió un puesto<br />
de trabajo en su restaurante. De día, el local se convirtió en su<br />
campo de creatividad donde daba rienda suelta a su talento<br />
culinario, y de noche era su celda, la cual su hermano cerraba<br />
con llave por fuera para que no pudiera salir a drogarse.<br />
Milagro 2<br />
Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y<br />
aceite. Y les restituiré los años que comió la oruga, el saltón,<br />
el revoltón y la langosta. Joel 2:24-25. Me debilitaba un severo<br />
agotamiento de los varios años trabajando y atendiendo a<br />
mis dos hijos sola. Una noche del 2015, recibí una llamada<br />
de mi esposo, cuya voz decidida me cayó como un latigazo<br />
al orgullo y como antídoto a la añoranza de quien se fue. El<br />
mensaje fue claro: “No busco ni quiero regresar contigo pero<br />
en oración el Señor me manda a recuperarte, y no me atrevo<br />
a desobedecer a quien me ha salvado de morir. El pondrá el<br />
deseo en ambos, nuestro matrimonio se restaurará y nuestros<br />
hijos florecerán. Regresa a Lima.” Entré en meditación<br />
profunda y le pedí a Dios que me mandara señales si es que ya<br />
era mi tiempo de dejar la selva. Fueron claras. En noviembre<br />
del 2015 compré y vendí un terreno para solventar mi mudanza<br />
a Lima y celebramos navidad los cuatro en una primorosa casa<br />
alquilada a una cuadra del trabajo de mi esposo con un jardín<br />
de sábila, bugambilias y poncianas. Hace solo unos días, se<br />
reivindicó con mi familia pidiendo mi mano en reunión. Nos<br />
casaremos por civil en unos meses y seguiremos sembrando y<br />
cosechando, pero esta vez verdaderamente de a dos.<br />
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,<br />
Que da su fruto en su tiempo,<br />
Y su hoja no cae;<br />
Y todo lo que hace, prosperará.<br />
Salmos 1:3<br />
Por:<br />
Ines Slater