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de las diócesis de Honduras. Esto animó a Monseñor Virgilio a<br />
proponer al Consejo Presbiteral la realización de una Santa<br />
Misión en la Diócesis de <strong>Trujillo</strong>. “Necesitamos -dijo- una misión<br />
que sea base y semilla de las comunidades cristianas y una<br />
reflexión en todas las parroquias que invite a la vida en<br />
comunidad”. La Asamblea aprobó la propuesta y se acordó<br />
iniciar el proceso organizativo para que 1993 fuera el año de la<br />
Santa Misión. El 9 de junio de 1992 -después de un acto políticoreligioso<br />
en memoria de los seis meses del asesinato de Chungo<br />
Guerra-, el Consejo Presbiteral aprobó el primer paquete<br />
metodológico y temático para poner en marcha la organización<br />
y la formación a nivel diocesano y en cada una de las parroquias.<br />
En aquella reunión se hizo una opción: el pueblo creyente sería<br />
quien definiría activamente el proceso, elaborando<br />
conjuntamente con los sacerdotes métodos y temas.<br />
A finales de julio de 1992 se realizó el primer taller diocesano,<br />
en donde se definió la Santa Misión como “pobre, laica y<br />
enraizada en la realidad” y con una metodología participativa,<br />
creativa, popular y multiplicadora. El objetivo de la actividad<br />
misionera: “Impulsar una extraordinaria movilización misionera<br />
que anuncie la Buena Nueva de Jesús, que fortalezca y renueve<br />
la fe de los bautizados, activos y adormecidos, en el compromiso<br />
eclesial para crear espacios más humanos y comunitarios en la<br />
construcción del Reino de Dios”. Este objetivo general tendría<br />
una consigna o lema que en los años siguientes sería la<br />
identificación de la Diócesis de <strong>Trujillo</strong>: “Despierta pueblo, Dios<br />
habla y camina contigo”.<br />
La Santa Misión contribuyó a fortalecer la identidad de la Iglesia<br />
diocesana, a consolidar el papel de los laicos y a confirmar la<br />
trayectoria y metodología de educación popular en las diversas<br />
pastorales parroquiales. De aquella experiencia, los miembros<br />
de la diócesis descubrieron la fuerza interna de la propia Iglesia.<br />
Descubrieron que buscar respuestas venidas de afuera o<br />
esperar querer “misioneros” de otros lugares para encender la<br />
luz del Evangelio, es como querer buscar a Dios renunciando al<br />
misterio de la encarnación y quedarse esperando que Dios caiga<br />
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