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REVISTA CATOLICA
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<strong>FAMILIA</strong><br />
La Sagrada Familia | Houston<br />
Dios es el dueño de la vida: “¿No saben que<br />
su cuerpo es santuario del Espíritu<br />
Santo que han recibido de Dios y que<br />
no se pertenecen?” (1 Cor 6,19).<br />
Debemos respetar la vida siempre, bajo<br />
cualquier circunstancia, porque Dios lo manda<br />
en el Quinto Mandamiento: No matarás.<br />
Somos guardianes de nuestros hermanos,<br />
especialmente de los más pequeños, inocentes<br />
e indefensos: “Cuanto hiciste a unos de<br />
estos hermanos míos más pequeños, a<br />
mí me lo hiciste” (Mt 25,40).<br />
Dios nos hizo superiores a los animales;<br />
nuestra vida vale mucho más que la de ellos:<br />
“Tengan autoridad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre<br />
todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” (Gen 1, 28).<br />
El sexo es parte de nuestra naturaleza; nacemos siendo hombre o mujer y no dejamos de<br />
serlo al usar un disfraz. Somos diferentes, pero complementarios. Para cuidar los tesoros de<br />
un cofre se necesita una cerradura y una llave. “Dios creó al hombre a imagen suya,<br />
a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gen 1,26). La sexualidad<br />
es buena, porque Dios la creó: “Dios vio que todo cuanto había hecho era muy<br />
bueno” (Gen 1,31).<br />
Dios instituyó el Sacramento del Matrimonio para que formemos una familia: “Por eso el<br />
hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y pasan a ser<br />
una sola carne” (Gen 2, 24).<br />
Dios quiere que tengamos hijos, somos co-creadores: “Dios los bendijo, diciéndoles: ‘Sean<br />
fecundos y multiplíquense’” (Gen 1, 28).<br />
El primer hogar del ser humano es el vientre de su mamá. El primer día de nuestra vida parecíamos<br />
una pelota de fútbol tan pequeña como un granito de azúcar. Nuestro corazón comenzó a latir el<br />
día 18 de nuestra existencia, antes de que mamá supiera que estaba embarazada. A la semana<br />
parecíamos una mora y al mes un granito de arroz. A los dos meses éramos un bebé del tamaño de<br />
un ojo: “Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo<br />
porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé<br />
muy bien! Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era<br />
yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido. Tus ojos<br />
vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se<br />
estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos” (Sal 139, 13-16).<br />
Debemos cuidar nuestro cuerpo. Hay partes del cuerpo que solo los padres pueden<br />
tocar para asearlas cuando los hijos son pequeños. Son partes que llamamos privadas<br />
y las cubre la ropa interior o el traje de baño. Si alguien toca, dice, enseña o hace<br />
algo inapropiado que haga sentir incomodidad hay que retirarse inmediatamente y<br />
contarlo a ambos padres: “¡Ay de aquel por quien vienen! Más le vale que<br />
le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que<br />
escandalizar a uno de estos pequeños” (Lc 17, 1-2).<br />
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