ESCAPULARIO diciembre 2019
Revista ESCAPULARIO diciembre 2019
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C arisma y Testigos
EL CARMELO Y LA ESPIRITUALIDAD DE
LA MONTAÑA
L
a sagrada escritura considera la
montaña como un lugar teológico,
el espacio del encuentro del hombre
con Dios: “El Señor tiene su morada en la
montaña santa y ama las puertas de Sión
más que todas las moradas de Jacob” (Sal
86,1-2). Clama el salmista: “¿De dónde
me vendrá el auxilio? Levanto mis ojos a
los montes: el auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra” (Sal 120,1-2).
Dios se manifiesta en la altura de las cimas que tocan el cielo. Numerosos relatos
bíblicos revelan que es en el silencio misterioso de las alturas donde el
hombre contempla al Dios que se da a conocer, que lo abraza y lo envuelve
con su amor de marera gratuita, por pura gracia, para lo cual sólo le pide que
se ponga en camino y se deje conducir hacia la cima.
Tras de recibir el hijo de la promesa, el Señor dice a Abraham: “Toma a tu
hijo, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécelo allí en holocausto, en
uno de los montes, el que yo te diga” (Gn 22,1). La carta a los Hebreos revela el
sentido del hecho, horrible a simple vista: Abraham confiaba en que poderoso
es Dios para resucitar a un muerto. Por eso recobró a Isaac para que fuera figura
(He 11,17-19). Jesús mismo hizo esta aplicación: Abraham se regocijó pensando
ver mi Día; lo vio y se alegró (Jn 8,56). En Cristo resucitado pierde la muerte su
absurdo aguijón y el hombre se abraza a Dios.
Moisés, en la montaña del Sinaí, recibió la Alianza que Dios establecía con su
Pueblo: “Al tercer mes después de la salida de Egipto, Moisés subió hacia Dios, que le
habló desde el monte y le dijo: Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos
de Israel” (Ex 19,1). Moisés animó a guardarla, era el vínculo de unión con Dios.
Elías, después de exterminar a los falsos profetas, huye, y cansado hasta el
punto de desearse la muerte, es confortado para llegar al Horeb, al encuentro
con el Dios de su historia: “Sal, ponte en el monte ante Yahvé” Y he aquí que Yahvé
pasaba [no estaba en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego]. Tras el
fuego, el susurro de una brisa suave. “¿Qué haces aquí, Elías?” Él respondió: “Ardo
de celo por Yahvé”. Yahvé le dijo: “Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto
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