RUPESTRE Digital octubre 2020
Revista Digital Ruprestre de la Secretaria de Cultura de Baja California correspondiente al mes de octubre de 2020
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NAHUI OLIN
LA MIRADA INFINITA
ómo será eso de morir
Cde belleza. Jorge Luis Borges
refería que su amigo Rafael Cansinos
Assens, quien vivía abrumado por
ella, formuló esta extraña plegaria:
“¡Oh, Señor, que no haya tanta
belleza!” Cómo duelen de pronto los
esplendorosos ojos que revuelan
frente a uno, por las calles, como en
parvada. Sobre todo, en aquellos en
que no nos sumergiremos nunca.
Hubo unos ojos verdes, oreados de
belleza, que fascinaron una época.
Fueron como una ventana que se
abrió para inundar mil novecientos
veintiocho con su luz.
Lo que miraron los ojos de Nahui
Olin (1893-1978) se llenó de intensos
colores: el teatro Lírico, la plaza de
toros, los salones de baile… Miró
desde perspectivas vertiginosas, a
veces es una mirada que parece
volar al lado del Dr. Atl. Abro el libro
de sus obras al azar, veo su rostro en
una xilografía, el cual a su vez me
m i r a e n u n á n g u l o o b l i c u o ,
ocultando uno de sus ojos, lo cual me
recuerda que es tan importante lo
que muestra como lo que oculta. Al
pintar, encubría. En vida y en obra
hay misterio, algo que no se revela:
una forma del encubrimiento. De
hecho, mucho de lo que sabemos de
ella nos llega como una resonancia
de unas palabras que no se sabe
cuándo se produjeron. Se sabe, se
afirma, se cree saber que Nahui vio a
Manuel Rodríguez Lozano en un
baile y le pidió a su padre, el general
Manuel Mondragón, casarse con él.
La familia completa se exilió en San
Sebastián, España (el general había
par ticipado en la usurpación
huertista): Nahui y Rodríguez Lozano
volverían divorciados y el odio mutuo
se prolongaría toda la vida.
Se pensaba que su hijo había muerto
en Europa, hasta que hace poco fue
encontrada el acta de defunción
levantada en la Ciudad de México,
antes del exilio. Así que si puede
pisarse en el terreno firme de la obra
pictórica, no ocurre así en los
aspectos biográficos que rodean
v a p o r o s a m e n t e u n a o b r a
desordenadamente dispuesta.
Pisaré sobre terreno aparentemente
seguro. En estas páginas se levanta
de Nahui el velo biográfico para
mirar la obra, el mecanismo artístico
de su producción. Un mecanismo
c u r i o s a m e n t e m a t e m á t i c o y
astronómico. Un mundo científico
que curiosamente sigue un camino
de degradescencia energética, que
va de la energía del cosmos, se vuelve
energía sexual y encarna en las
formas rosadas de los amantes o en
las redondeces del mundo. Hay algo
en toda la obra de Nahui que se
mueve, en la memoria las ramas de
sus árboles se mecen. En sus cuadros
las cosas están transcurriendo. Y esos
ojos, ¿son pararrayos? Concentran el
universo y lo articulan. Tienen
atmósfera, meridianos, solsticios.
Hay aquí una trampa para el ojo: no
olvidemos que la obra de arte aquí se
llama Nahui Olín, lo que quiere decir
que lo que admiramos en estas obras
se llama de este modo, tiene esta
corporalidad y esta personalidad.
Como sea, atrae nuestra atención y la
coloca en el centro, así sea en un
autorretrato o en una fotografía.
Como si dijera: el arte soy yo. Arte en
Pável Granados*
todas sus manifestaciones, en la vida
y hasta en el sueño. Su principal
conocedor, Tomás Zurián, guarda
nada menos que el pelo de esta
artista en una cajita de cristal. Me
contó que cuando la obtuvo, soñaba
que la trenza de la artista salía de su
caja, volaba por los pasillos e
intentaba ahorcarlo. Con que Nahui
aún concentra las fuerzas cósmicas
para deambular por las pesadillas.
Nahui Olin. La mirada infinita.
México, INBA, 2018.
* El autor es director general
de la Fonoteca Nacional de México.
Facebook.com/ pavel.granados