Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Librodot La mujer rota Simone de Beauvoir<br />
Medianoche. Tengo tanta prisa por verlo, por ahogar esta cólera que todavía<br />
protesta dentro de mí, que dejo los ojos clavados en el reloj de péndulo. La aguja no<br />
avanza: me exaspero. La imagen de Maurice se deshace; ¿qué sentido tiene luchar<br />
contra la enfermedad y el sufrimiento si uno trata a su propia mujer con tanta<br />
despreocupación? Eso es indiferencia. Dureza. Es inútil rabiar. Basta. Si los análisis<br />
de Colette son desfavorables, mañana voy a necesitar de toda mi sangre fría.<br />
Entonces debo tratar de dormir.<br />
Domingo 26 de setiembre<br />
Así que ocurrió. Me ocurrió.<br />
Lunes 27 de setiembre<br />
¡Pues sí! Me sucedió. Es normal. Debo persuadirme de eso y controlar esta<br />
cólera que me ha sacudido durante todo el día de ayer. Maurice me mintió, sí; eso<br />
también es normal. Hubiera podido continuar en lugar de hablarme. Aunque tardía,<br />
debo agradecerle su franqueza.<br />
El sábado terminé por dormirme: de vez en cuando, tendía la mano hacia la cama<br />
gemela; la sábana estaba lisa. (Me gusta dormirme antes que él, mientras trabaja en su<br />
escritorio. A través del sueño, oigo correr el agua, huelo un ligero olor a agua de<br />
colonia, tiendo la mano, su cuerpo abulta bajo las sábanas y naufrago en la beatitud.)<br />
La puerta de entrada sonó ruidosamente. Grité: "¡Maurice!" Eran las tres de la<br />
mañana. No habían trabajado hasta las tres, habían bebido y charlado. Me erguí en la<br />
cama:<br />
-¿A qué hora vuelves? ¿Qué hora es?<br />
Se sentó en un sillón. Tenía un vaso con whisky en la mano.<br />
-Son las tres, ya sé.<br />
-Colette está enferma, yo me muero de inquietud, y tú regresas a las tres. No<br />
trabajaron hasta las tres. -¿Colette empeoró?<br />
-No mejora. ¡No te importa! Evidentemente, cuando uno se ha hecho cargo de la<br />
salud de toda la humanidad, una hija enferma no pesa mucho.<br />
-No seas hostil.<br />
Me miraba con una gravedad algo triste, y me derretí como me derrito siempre<br />
que él me envuelve en esa luz sombría y cálida. Pregunté con dulzura:<br />
-Dime por qué vuelves tan tarde. No contestó nada.<br />
-¿Estuvieron bebiendo? ¿Jugando al póquer? ¿Salieron? ¿Te olvidaste de la<br />
hora?<br />
Continuaba callado, con una especie de insistencia, haciendo girar el vaso entre<br />
sus dedos. Lancé al azar palabras absurdas para hacerlo salir de las casillas y arrancarle<br />
una explicación:<br />
-¿Qué sucede? ¿Hay una mujer en tu vida? Sin dejar de mirarme, dijo:<br />
-Sí, Monique, hay una mujer en mi vida.<br />
(Todo era azul arriba de nosotros y bajo nuestros pies; a través del estrecho se<br />
percibía la costa africana. El me abrazaba. "Si me engañaras, me mataría. -Si tú me<br />
engañaras, no tendría necesidad de matarme. Moriría de pena." Hace quince años.<br />
Librodot<br />
6<br />
6