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Revista Feten 5

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El Imperio de los

El Imperio de los Sentidos la pareja, los juicios de valor sobre diferentes situaciones y personas. Hasta que un día despiertas. En ese momento te preguntas: ¿Quién soy yo? ¿Qué es lo que me hace feliz? ¿En qué creo? ¿Cuáles son mis valores? y, lo más importante que apunto con una afirmación: Cómo quiero vivir mi vida. Le pese a quien le pese. Exponerme, decir lo que pienso, lo que siento, lo que me ha ido bien, lo que me ha ido mal, sin dramatizar, no soporto el drama, compartir lo que me ha servido para avanzar por si a alguien le pude ayudar, es el objetivo de mi sección. Sentir en positivo es un aprendizaje, es un ejercicio que practico a diario porque me ha sacado de lo erróneamente aprendido y me ha traído justo dónde estoy hoy. Me gustaría mucho poder llevaros un paso atrás, a un lugar común, donde no es necesario forzar los estados de ánimo, cuando la meditación venía sola. Ese es el único lugar, el sitio exacto al que hay que regresar. Cuando solo vivíamos a través de los sentidos. Huele a verano. El aroma es algo dulzón, mezcla de especias, limón y canela. Una luz anaranjada, cálida y húmeda, envuelve la noche. Hay luna llena. Las hojas se tiñen con tonalidades hueso y plata. Observo el patio de muros cubiertos de hiedra clara y de repente mi mente regresa. Entro en la casa grande a través de la puerta de madera roja. Junto a la ventana de mi habitación crece un limonero. Huele a los días y a las noches, a los dulces veranos, a mi infancia. La casa duerme bajo el velo de la inocencia. Los grillos cantan. Mi respiración es alegre, tranquila, despierta, acompasada. Siento pájaros en el estómago. Mis hermanos pequeños duermen junto a mí. Me levanto con sigilo y bajo las escaleras hasta llegar al salón. La chimenea de piedra está encendida. Chico reposa en el suelo frente a mi abuela que se ha quedado dormida en su sillón de cuero viejo. Al acercarme, levanta la cabeza y al mirarme, su rostro esboza una sonrisa burlona. Una vez me habían contado la historia de Chico. Un pastor alemán con mezcla de mastín que el hermano de mi abuela, José María de León y Pizarro, General de División, llevaba consigo hasta que un perdigón lo dejó tullido, desde entonces lo cuidaba mi abuela. Los observo a los dos y me siento segura. Una sensación de paz invade mi alma. Es algo nuevo, muy diferente al ritmo del día a día de la ciudad, de las obligaciones, de las normas. Aquí, en el campo, en la finca de Murcia, me siento libre. Observo el plato de migas sobre la mesa auxiliar junto a mi abuela y aquel olor, como de leña, absorbe de nuevo mis sentidos. Pruebo las migas y me como el flan con nata casero que estaba sin empezar. Luego me dirijo a la biblioteca y elijo un libro al azar. Me siento junto a ellos y comienzo a leer una historia. En ese momento escucho una voz, una voz que viene de muy adentro y que me dice: soy feliz. LA FELICIDAD ESTÁ EN LAS COSAS SENCILLAS. SE EN- CUENTRA AL ALCANCE DE TODOS, EN EL DISFRUTE DE LOS SENTIDOS. 26 Fetén 2023

Y TÚ,¿QUÉ OPINAS? Por: CAROLINA PÉREZ https://carolina-perez.es/ Instagram:@carolinaperez_actriz EL DESAPEGO Ya ha pasado el verano y comienza de nuevo el sonido del despertador, la “Rebequita”, los días más cortos… Nos disponemos a vaciar la maleta y guardarla en el altillo hasta la próxima escapada. Esa expresión ya dice mucho sobre lo atrapados que estamos todos, ¿verdad? Una maleta vacía de enseres, pero nos llevamos recuerdos inolvidables, fotos de atardeceres y paellas, quizá un romance de verano que sea capaz de soportar un otoño y quizá un duro invierno. Mi verano para mí ha sido el verano del desapego. He estado un mes y medio en una autocaravana en un monte de la sierra, rodeada de toros, vacas y caballos. Una experiencia vital importante, sin duda. Me he dado cuenta de que simplificar mi vida me ha dado una sensación de libertar y de conexión brutal. Todo se reduce a un espacio mínimo. Teniendo lo esencial, una cocinita, mini nevera, un retrete y una cama. Rodeada de naturaleza y con la compañía de todo tipo de fauna y flora. El desapego de las cosas innecesarias a las que nos aferramos y acumulamos en nuestra casa. Casas llenas de adornos, llenas de tecnología último modelo. ¡Acumulamos tantas cosas! La adicción a las compras compulsivas que nos hacen sentir bien, pero esa sensación es efímera, ya que quizá compramos cosas para intentar llenar un vacío que no es físico, sino emocional. Me he dado cuenta de que menos es más, que liberarme de todo me ha hecho sentirme más libre. Agudiza mis sentidos, oigo a los pájaros, les presto atención, huelo las flores y plantas que me rodean, diferencio los olores, observo los insectos y me camuflo en su hábitat. No necesito nada más y eso es la clave de todo. Necesitar es la cuna de la ansiedad. Ansiar tener algo es venderse a lo material y obviar lo que nuestra alma necesita. Todos deberíamos pasar una temporada alejados de lujos y placeres. Con lo indispensable para vivir. Con unas chanclas, unos bañadores, sin horarios, sin redes sociales. Olvidando el móvil en un cajón y reconectar con nuestra esencia primitiva o innata. Limpiar nuestra vida de polvo y paja. Como decía Antonio Gala -a quien he admirado tantísimo y que nos ha dejado un legado inmenso de citas, reflexiones y obras magníficas- al ser preguntado por el periodista Jesús Quintero -otro grande de los grandes-: -“Señor Gala ¿qué es lo más inteligente que se puede hacer en la vida?” Gala respondió: -“Irse a una playa. Pero en el fondo, de verdad, tengo que decirle que salir de esta especie de laberinto en que nos han metido, una vida que no es la nuestra y que no es la mandada.” Y así lo pienso yo. Quiero una vida estando presente en el ahora y alejada de la vorágine de los horarios, las alarmas, la presión, la ansiedad. Quiero esa vida para no tener que decir: “Vivo sin vivir en mí” replicando a Santa Teresa de Jesús. Y tú, ¿qué opinas? 27 Fetén 2023

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