Revista de comunión sacerdotal, caridad pastoral y formación ...

Revista de comunión sacerdotal, caridad pastoral y formación permanente
Año XXI • No. 103
eneRo
febReRo

El autor aborda, a la luz del Evangelio,
serios cuestionamientos, y descubre
a nuestra mirada el hermoso regalo de
la vida celibataria de los elegidos del Maestro,
que con su ejemplo nos enseñó que
ser célibe es una libre elección.
México: 2623 · 1219
LADA: 01 · 800 087 · 2722
elarca.com.mx
editorial
P. Rafael Jácome, L.C.
Director del Centro Sacerdotal Logos
Año de la fe y conversión
El n° 6 de la «Porta fidei» dice: «el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada
conversión al Señor». Esta invitación que hace el Papa a todos los fieles cristianos del orbe,
aplica, sobre todo, a nosotros sacerdotes. Es evidente que la renovación de la Iglesia pasa necesariamente
por la acción pastoral de los presbíteros. Participando en un congreso recientemente
en Guadalajara uno de los expositores decía que: «El verdadero reto que la Iglesia enfrenta es la
decadencia espiritual de sus miembros, particularmente en el medio presbiteral».
A primera vista, me pareció un poco exagerada esta afirmación, pero analizando detalladamente
la cuestión debo concluir que, si bien la afirmación es fuerte, la verdad es que así es.
Una Iglesia mediocre es producto, sobre todo, de la falta de conversión de sus pastores. El Papa
se los decía a los seminaristas y sacerdotes del seminario Romano: «Existe un no conformismo
del cristiano, que no se deja conformar. Esto no quiere decir que nosotros queramos huir del
mundo, que a nosotros no nos interese el mundo; al contrario, queremos transformarnos nosotros
mismos y dejarnos transformar, transformando así el mundo». La tentación que todos
tenemos es la de amoldarnos a los aires y corrientes de este mundo, perdiendo así la identidad
cristiana y presbiteral. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta.
¿Qué significa para un sacerdote convertirse en este año de la fe? Para responder repaso
PDV 48, en donde en primer lugar nos habla de la necesidad urgente de redescubrir la belleza y
la alegría del sacramento de la penitencia, en voz activa y en voz pasiva. Es decir, estar disponible
para ser instrumento de la misericordia de Dios y hacer la experiencia del perdón del Padre.
Conversión también significa vivir el sacerdocio bajo el signo de la ascesis y de la disciplina
interior, el espíritu de sacrificio y de renuncia, la aceptación de la fatiga propia del ministerio y,
en definitiva, aceptar la cruz redentora de Jesús. No hay que olvidar que nos toca vivir en una
sociedad sumamente hedonista y pansexualista. El contacto con el mundo, querámoslo o no,
necesariamente nos salpica con estas formas de pensar y de vivir.
La conversión también puede significar, a ejemplo de Cristo, buen pastor, «la donación radical
de sí mismo» propia del sacerdote en el servicio desinteresado a todos sus fieles. En muchos
sacerdotes jóvenes se viene estilando lo que podríamos llamar «el burócrata de la fe», es decir, el
sacerdote que vive su vocación como una profesión, y no como una vocación de servicio a Dios
y a las almas.
Sabemos que la conversión es una realidad polifacética porque cada
uno sabe qué pieza de su vida debe acomodar para que sea fiel
reflejo de Jesús. Hay que aprovechar este tiempo de gracia para
ser agentes de la nueva evangelización en la transmisión de la fe.
enero-febrero 2013
1

contenido
comunión sacerdotal
3 SeRviCio
Hombre elegido entre
los hombres para servicio
de los hombres
† Mons. G. Francisco escobar Galicia
7 voCaCión
Dificultades del celibato
sacerdotal
† Mons. José Luis amezcua Melgoza
caridad pastoral
12 RenovaCión
Cincuenta años después
del Concilio Vaticano II
Colaboración del Semanario
El Observador
redacción
Director P. Rafael Jácome, L.C.
Coordinación Editorial Enrique Ramírez Ramos
Coordinadora gráfica Elisa López Castañeda
Consejo † Mons. Marcelino Hernández R., P. Rafael
Jácome, L.C., Mtro. Manuel Álvarez, Lic. Carlos Trillas,
Pbro. Ramón Duarte, Pbro. Daniel Valdés
Colaboradores Alberto García, P. Fernando Pascual,
L.C., P. Juan Pablo Ledesma, L.C., Antonio Gaspari,
Jorge Enrique Mújica, L.C. P. Paolo Scarafoni, L.C., P.
Antonio Rivero, L.C., P. José María Antón, L.C.,
P. Gonzalo Miranda, L.C., P. José Antonio Caballero, L.C.,
P. Álvaro Correa, L.C.
18 PeRSonaLiDaD
Madurez afectiva (Parte V)
Claudia Tarasco Michel
formación permanente
25 ReSPueSTa
Responsables de la formación
permanente
Pbro. Miguel Domínguez
33 CoMPRoMiSo
Formación permanente,
para sacerdotes de todas
las edades y en situaciones
especiales
† Mons. J. ulises Macías Salcedo
38 libros
Distribución México, Grupo El Arca; Brasil, P. Salvador
Maciel, L.C.; Colombia y Venezuela, P. Roberto Naranjo, L.C.
Oficinas en Colombia Calle 81 Sur # 65-1 Santa María
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9004 Tel./Fax: (55) 5359 9005 *150
Impresión Esta obra se terminó de imprimir en noviembre
de 2012.
Sacerdos, revista de comunión sacerdotal, caridad pastoral y formación permanente, Año XXI No. 103, enero-febrero 2013, es una publicación bimestral
editada por Editorial El Arca, S.A. de C.V. Prado Norte núm. 565, col. Lomas de Chapultepec, C.P. 11000 México, D.F., Tel.: (55) 5359 9004
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por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2012-070513023700-102. Número de Certificado de Licitud de Título: (en trámite). Número de Certificado
de Licitud de Contenido: (en trámite). Se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2012 en los talleres de Heredia & Hernández, S.A. de C.V.
Norte 85 núm. 449, col. Electricistas, México, D.F., C.P. 02060, Tel.: 2474-5951 con un tiraje de 1250.
comunión sacerdotal
† Mons. G. Francisco Escobar Galicia
Obispo de Teotihuacán
Hombre elegido entre los hombres
para servicio de los hombres
SeRviCio
Con este tema entramos de lleno en el capítulo quinto de
la carta a los hebreos: «Todo sumo sacerdote es tomado
de entre los hombres y es establecido para ser su representante
ante Dios. Le corresponde presentar ante Dios
ofrendas y víctimas por el pecado» (Heb 5, 1).
La gracia de todo sacerdote, su privilegio, es haber
sido elegido, «y nadie puede arrogarse este privilegio si
no es llamado como Aarón» (Heb 5, 4).
La vocación es una iniciativa de Dios: «No me habéis
elegido vosotros, soy yo que os ha elegido» (Jn 15,
15). La iniciativa viene siempre de Él. «Llamó a los que él
quiso» (Mc 3, 13) «para que estuvieran con él» (Mc 3, 14).
Un Hombre cercano
En primer lugar el sacerdote es llamado. Por tanto no se
llama a sí mismo, no inventa él su propio camino y su
quehacer. Su identidad y misión nacen de su vocación.
Por eso el llamado debe trabajar por la salvación de los
demás.
Si bien esto es verdad, también es conveniente reconocer,
que el llamado comparte, al igual que todos los
Profetas y Apóstoles, un contexto muy concreto que es el
de su propia cultura, así como los conocimientos personales
adquiridos.
La elección de la cual se es objeto no es para constituir
una separación, no es para sentirse superiores, sino
por el contrario, para ser más sencillos y solidarios con
todos sus hermanos, a semejanza de Aquel que asumió
nuestra condición humana y se hizo solidario con todos,
enero-febrero 2013
3

Cuando las
personas se
sienten solas
y angustiadas,
recurren al
sacerdote,
porque saben
que él puede
ayudarles.
4 comunión sacerdotal
alguien muy humano. Siempre que se pregunta a la gente
qué es lo que más espera de un sacerdote, ésta es la respuesta.
Muchos son los errores que le pueden pasar por
alto, menos que trate con desprecio a su comunidad.
La figura sacerdotal que se requiere es, en primer lugar,
la de un hombre cercano a los suyos, que se identifica
con ellos, que los entiende, que se compadece, que no se
ha subido a un pedestal, desde donde solamente observa
la vida de los demás, sino por el contrario, que los mira
como iguales, porque finalmente también él es un hombre.
De las virtudes que más debe pedir un sacerdote en
la oración tiene que ser la humildad y la sencillez.
Un regalo de Dios para el mundo
En segundo lugar, él está para servir a los hombres
en lo que se refiere a Dios, no simplemente como
un profesionista o un servidor público, ni mucho
menos como un burócrata de las cosas sagradas,
sino para ser puente entre Dios y los hombres, a
través del servicio de la Palabra y los sacramentos,
si algo lo separa de sus hermanos, es que se debe
a ellos.
El Concilio Vaticano II estableció el Sacerdocio
ministerial en función del sacerdocio común
de los fieles (LG 10). De modo que si no se ordena
uno al otro pierde su sentido. El sacerdote, como
Cristo es un hombre público con una referencia
explicita a la iglesia y al mundo. Tomando el lenguaje
de San Pablo decimos: ser «administrador de
los misterios de Dios» (1 Co 4, 1-2).
Nunca se debe olvidar, como se dijo anteriormente,
que no es el llamado quien inventa su propio
camino y quehacer, pues éste ya está señalado.
El modelo de todo servicio y referencia a la humanidad,
lo presentó Cristo el Sumo y eterno sacerdote,
Buen Pastor. Él nos mostró el único modo válido de
entrega y servicio, entregando aun su propia vida como
expresión plena y total de amor al Padre y a sus hermanos
los hombres.
Entonces tiene que haber una conciencia plena que
la elección es para regresar donde su pueblo y servirlo.
Moisés, no se quedó en la casa del Faraón, mirando desde
allí el sufrimiento de sus hermanos, retornó a ellos. A
quienes servimos, les gustaría que este hombre elegido,
sea diverso de los demás, en cuanto que es capaz de enseñarles
algo nuevo, algo diferente a lo que cualquier ser
humano les puede mostrar, que les hable de algo distinto,
que les ofrezca caminos de esperanza, luz en su oscuridad,
lo mismo que hizo José con sus hermanos en Egipto.
Si esto no sucede no se percibe la misión sacerdotal.
En el sacerdote, todos quieren ver el rostro de Dios,
tal como se reflejaba en Moisés, y no le piden algo extraño
o ajeno que no pueda dar; que refleje la faz
de Cristo, que es en realidad a quien él representa.
Con frecuencia esto se olvida y se cae
en la separación de lo que se cree, con aquello
que se hace y se vive. Jesucristo terminó con
esa separación que predominaba antiguamente:
del culto y la vida, Él mismo es el Sacerdote
y la Víctima, el culto es vida, ya no puede haber
separación entre la fe y la vida, se muestra
lo que se es y dondequiera que se vaya.
La gente quiere ser escuchada por su sacerdote,
porque tiene este derecho, es exigente
con él, de ahí que no le toleren sus faltas y sus
errores, lo quieren un hombre de Dios, maduro,
que tenga a Dios como fundamento y
cultive una amistad con Cristo. Pero a cambio
de eso le ofrecen su amistad, lo tienen en gran
estima. Hay mucha gente que ama a sus sacerdotes,
los apoya, los defiende, los comprende.
Cuando las personas se sienten solas y angustiadas,
recurren al sacerdote, porque saben que él puede ayudarles.
Tal vez no comprendan mucho de la teología de la
carta a los Hebreos, pero saben que sobre las cosas que se
refieren a Dios, él es el experto, es la persona más indicada
para ofrecer oraciones y súplicas.
De ahí que resulte tan indispensable que aquel que
habla a la gente de Dios, primero él hable con Dios de la
gente, que descubra mediante la oración y la meditación
de la Palabra aquello que debe comunicar a sus fieles,
quienes están ávidos de esa palabra.
De las virtudes
que más
debe pedir
un sacerdote
en la oración
tiene que ser la
humildad y la
sencillez.
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5

El sacerdote es un regalo de Dios para el mundo, es
la mejor forma de expresar la misión sacerdotal. Un don
de Dios para los demás. En ellos el Señor quiere mostrar
todo su amor y compasión a los hombres, especialmente
a los pobres y extraviados. «El sacerdote es un don del corazón
de Cristo: un don para la Iglesia y para el mundo»
(Benedicto XVI, Ángelus 13.06.10). Un buen pastor, según
el corazón de Dios es el mejor regalo que Dios puede
conceder a una parroquia.
Con toda razón afirma el documento de Aparecida,
que solamente un sacerdote enamorado de Cristo puede
transformar una comunidad, pues seguramente
de aquí surgirá su caridad pastoral. Si el sacerdote
se mueve la iglesia se mueve, cuánta responsabilidad
recae sobre él.
Finalmente, el sacerdote es un hombre
como los demás con las grandezas y miserias de
todo hombre. Hombre sí, pero también presencia
de Dios en nuestras vidas. Su indignidad está
envuelta en lo sublime de su ministerio. Vasijas
de barro que portan tesoros incalculables.
La lucha diaria y el esfuerzo de cada sacerdote
están en saber equilibrar su persona, su
sacerdocio. A menudo hay muchos que aprovechan
el status que les da su ministerio para sacar
ventaja en detrimento de sus mismos fieles,
aprovechándose de las ovejas, olvidando que todas
las acciones que realizan, los fieles las miran
como acciones sacerdotales y por lo mismo encaminadas
a edificar el pueblo de Dios que se les
ha confiado.
No olvidamos que los sacerdotes son hombres
de su tiempo y su mundo, envueltos por tanto también
ellos en fragilidades y pecados, y por lo mismo en
una lucha constante, más aún si consideramos que su
misión la llevan a cabo en medio de un mundo descristianizado
y secularizado, que muchas veces minimiza su
función o incluso la ve innecesaria, mas a pesar de esto
no puede dejar de seguir convocando a todos los hombres
y descubrirles las promesas de Dios, suscitando la
esperanza en la llegada del Reino.
comunión sacerdotal
† Mons. José Luis amezcua Melgoza, obispo de Colima
Responsable de la Dimensión de Seminarios de la CeM
Dificultades del celibato sacerdotal
voCaCión
Hablar del celibato no parece fácil en el mundo de hoy, en
el que si no se habla de libertad sexual y se defiende que
todo se puede, se está fuera de todo contexto de «normalidad»
y se juzga que, quien toca este punto, también es
un «desequilibrado». Hablar del celibato puede entenderse
un poco si quien escucha es gente de Iglesia, aunque
no dejará de ser tema controvertido y que se presta para
muchas diferencias. Tal vez resulte menos difícil hablar
de este asunto si nos encontramos entre aquellos que se
forman para descubrir si Dios les concede este don, y poder
servir a la Iglesia a través del sacerdocio. En primer
lugar consideremos qué es lo que quiere la Iglesia.
1. La voluntad de la Iglesia en torno al celibato
Podemos partir de la determinación que ha hecho la Iglesia
desde siempre. Ella se muestra convencida –a pesar
de que se hayan presentado en su historia casos negativos–
de la necesidad y conveniencia de mantener la ley
del celibato, y por ello confirma de distintas maneras y
en diversos documentos, así antiguos como recientes, su
«firme voluntad de mantener el celibato», libremente escogido
y perpetuo «para los candidatos a la ordenación
sacerdotal en el rito latino». Y afirma que «es un don, que
la Iglesia ha recibido y quiere custodiar, convencida de
que éste es un bien para sí misma y para el mundo» (Directorio
para el ministerio y la vida de los presbíteros, 57).
Desde hace cincuenta años el Concilio Vaticano
II ha subrayado y defendido con firmeza e insistencia
esta convicción, además de reiterarla en diferentes do-
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el futuro
presbítero debe
reflejar en sí
mismo aquella
perfección
humana que
brilla en el Hijo
de Dios hecho
hombre
8 comunión sacerdotal
cumentos posteriores al Concilio. La Iglesia se muestra
convencida de las motivaciones teológicas y pastorales
que existen entre celibato y sacerdocio y que son serias y
profundas. Aunque aparecen tormentas y agresiones que
presionan para que cambie de posición, ella se mantiene
firme en sostener lo que ha sido una exigencia milenaria.
2. ¿Qué hace la Iglesia para formar a los candidatos
al sacerdocio?
Si se desea la asimilación de esta exigencia señalada anteriormente,
la Iglesia como institución está obligada a
prever y programar lo que debe hacer para que los candidatos
al sacerdocio comprendan los requisitos para descubrir
este don y cumplir este compromiso.
Vale la pena hacer un breve recorrido sobre las medidas
que, como parte formativa, va realizando en torno
a los candidatos al sacerdocio. Conociendo lo que hace,
se obviarán las dificultades, o al menos se podrá conocer
con claridad lo que se pretende. Quien recibe el sacramento
del Orden acepta con plena conciencia y libertad
todo lo que conlleva un proceso que habrá conocido y
llevado durante varios años de formación, de modo que,
después de una profunda reflexión y oración asidua, invita
a los candidatos a que, en un acto solemne ante la
comunidad, se comprometa a asumir el celibato como lo
entiende la Iglesia y para toda la vida.
Los pasos que va dando la Iglesia durante los años
de la formación sacerdotal son significativos y parten de
la exigencia de radicalidad evangélica que es condición
para todo seguidor de Cristo en el sacerdocio, y se acentúa
más tratándose de quienes orientan su vida por este
sendero (PDV 27).
La primera afirmación que se anota desde la etapa
en la que se trabaja en la búsqueda de los signos vocacionales,
es la del convencimiento de que la formación
humana del candidato al sacerdocio es indispensable, y
se enfatiza que: «sin una adecuada formación humana
toda la formación sacerdotal estaría privada de su fundamento
necesario» (PDV 43). Esta afirmación expresa
«una exigencia que encuentra sus motivos más profundos
y específicos en la naturaleza misma del presbítero y
de su ministerio» (ib). El candidato podrá comprobar si
es capaz de llevar las exigencias en la vida diaria y el peso
de las responsabilidades pastorales. Por ello es necesario
impulsarlo para que ame la verdad, la lealtad, el respeto
a la persona, el sentido de la justicia, la fidelidad a la palabra
dada, la coherencia, etc. El futuro presbítero debe
reflejar en sí mismo aquella perfección humana que brilla
en el Hijo de Dios hecho hombre y que se transparenta
con singular eficacia en sus actitudes hacia los demás,
será necesario que, por sus cualidades humanas, «sirva
de puente y no de obstáculo a los demás en el encuentro
con Jesucristo». El futuro presbítero «deberá cultivar una
serie de cualidades humanas que son necesarias para la
formación de personalidades equilibradas, sólidas y libres»
(PDV 43).
El cuidado de la formación en la dimensión humana,
conlleva la atención que se ofrece cada día para que
haya un esmerado cuidado en la vida afectiva, la atención
a través de la dirección espiritual seria, y la atención que
aparece cada día más cuidadosa, para auxiliar en la línea
psicológica. Es interesante observar cómo, en los últimos
años ha nacido una significativa inquietud por reunir a
los psicólogos que colaboran en los seminarios para que
en torno a la Organización Mexicana de los Seminarios
de México o de otras instituciones se pueda mantener un
constante contacto y propiciar una mejor ayuda.
Esta vocación, que tiene su origen en el misterio de
Dios, requiere en primer lugar ser percibida y acogida en
la fe. Se puede asentar que de aquí arranca todo llamado,
pero al mismo tiempo el que es llamado deberá involucrarse
para ser protagonista insustituible y dócil en
el acompañamiento formativo. Deberá ponerse especial
cuidado en «la madurez afectiva, promoviendo la educación
en el amor oblativo que conduzca su afectividad y
sexualidad, haciéndole consciente del papel determinante
del amor en la existencia humana» (NBFSM 150).
A lo largo de ocho o más años el formador, que deberá
ser cercano al formando, estará haciendo el camino
junto con el formando, en una cercanía constante, de
modo que pueda observar la asimilación y la vivencia que
va haciendo de los valores y el crecimiento de los mismos
«La madurez
afectiva supone
ser conscientes
del puesto
central del amor
en la existencia
humana»
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9

La castidad
perfecta
es un don
«insustituible de
Dios a la iglesia
y representa un
valor profético
para el mundo
actual»
10 comunión sacerdotal
al pasar de los primeros años de la juventud y caminar
hacia la madurez. No puede pensarse que quien comenzó
en las aulas del seminario menor y continúa en las del
seminario mayor, se manifieste con el mismo grado de
asimilación y de madurez que en los primeros años. La
cercanía del acompañante espiritual, la ayuda del asesor
en la dimensión humana y la convivencia constante con
los demás miembros de la comunidad, hacen que, en esa
vivencia permanente se vaya logrando la madurez y asimilación
de las necesidades y las exigencias de una vida que
tendrá que ser celibataria y deberá mostrar tales signos.
«La madurez afectiva supone ser conscientes del
puesto central del amor en la existencia humana» (PDV
44). El beato Juan Pablo II afirmaba que «el hombre no
puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser
incomprensible, su vida está privada de sentido si no se
le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo
experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente»
(Rh 274).
3. Las dificultades del celibato sacerdotal
La primera que vendría a la mente sería la de querer el
sacerdocio sin comprender y aceptar que el celibato es
un carisma que da Dios, que se debe pedir con humildad,
comprobar, reconocer, probar y trabajar. Que no se tiene
de una vez para siempre sino que es necesario mantenerse
en la lucha.
En segundo lugar, señalamos la posible no aceptación
del candidato, a lo largo de los años de la formación
en el seminario o casa de formación, del acompañamiento
formativo necesario y franco, fiel y constante en la dimensión
humana y en la espiritual. Eso haría ininteligible
su presencia en la institución y sería signo de que ese no
es el camino.
El no pedir con humildad a Dios que le conceda este
don, creer que basta con la posesión de otras cualidades
y pensar que es factible llevar una vida doble, es decir,
ejerciendo el sacerdocio y buscando los goces de la vida
sexual. Al mismo tiempo habría que señalar la no aceptación
de ayuda especializada, sea en la línea psicológica
o en otra dirección, si fuere necesaria o dejarse llevar
por la idea de que el celibato es, simplemente, una norma
canónica. La castidad perfecta es un don «insustituible
de Dios a la Iglesia y representa un valor profético para
el mundo actual» (PDV 29), es un signo del Reino que
no es de este mundo, «signo del
amor de Dios a este mundo y
del amor del sacerdote a Dios
y al pueblo de Dios» (ib 29).
Igualmente la frecuencia de
lugares no adecuados o de personas
que no ayudan de modo
alguno a la conservación y cuidado
de la vocación, minusvalorando
el riesgo que tiene para
la conservación de la vida celibataria
así como la frecuencia a
espectáculos inadecuados o el
manejo de algunos medios de
comunicación de modo no acertado.
Igualmente dejarse llevar
por la corriente pansexualista o
hedonista que indican lo contario
y me llevan a aceptar otras
corrientes como el relativismo.
¡Cómo servirá que desde el
seminario o casa de formación
se favorezca la creación de un ambiente adecuado que
cunda en el presbiterio y viceversa, para aceptar la vocación
celibataria como consecuencia de un seguimiento
radical de Jesucristo!
Podría señalarse como última idea, que se torna objeción
para el celibato y que sintetizara todo, el NO cuidado
del presbítero por su formación permanente. Si se
permite que se introduzca en la vida sacerdotal el desinterés
por la FORMACIÓN PERMANENTE se estará a
un paso de afirmar que el celibato es una ley inhumana,
injusta y que lleva a la ruina. ¡Cuántos problemas se ahorraría
la Iglesia! Podría afirmarse que se sintetiza todo si
hablamos de que el celibato es cuestión de pura radicalidad
evangélica y nada más.
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caridad pastoral
Colaboración del Semanario El Observador
Cincuenta años
después del Concilio Vaticano II
RenovaCión
La santa «locura» de un vicario de Cristo que se pensaba
que no haría nada más que morirse pronto, resultó en un
paso de increíble trascendencia para la Iglesia y el mundo,
que a su sucesor le tocó concretar.
El día 25 de enero del 1959 el Papa Juan XXIII sólo
llevaba tres meses ocupando la silla de Pedro. Por sorpresa,
al finalizar las oraciones del octavario por la unidad
de los cristianos, en el día de la conversión del apóstol
san Pablo, el Papa comunicaba a los allí presentes la convocatoria
de un concilio ecuménico para toda la Iglesia.
Muchos temblaron ante este anuncio improvisado. Las
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La iglesia asiste
en nuestros
días a una grave
crisis de la
humanidad, que
traerá consigo
profundas
mutaciones
14 caridad pastoral
palabras del anciano Roncalli fueron claras: para restaurar
algunas formas antiguas de afirmación doctrinal y de
prudente ordenamiento de la disciplina eclesiástica que
en otro tiempo dieron frutos de extraordinaria eficacia.
Aquel día de enero de 1959 el Pontífice Juan XXIII
(1881-1963) acababa de consumar un paso de increíble
trascendencia para la Iglesia y el mundo. El concilio Vaticano
II había sido arrojado a la tierra de la cosecha como
una pequeña semilla por el sembrador evangélico, destinada
a convertirse en grandioso árbol de frutos permanentes.
Casi tres años después de este hecho, en el día de
Navidad de 1961, la bula papal Humanae salutis anunciaba
solemnemente lo que hasta entonces no había tomado
cuerpo legal. Se ponía así en marcha un nuevo concilio
cuando oficialmente no se había aún clausurado el concilio
Vaticano I. Recordamos y celebramos la santa locura
del que decían ser un Papa de transición.
LA BULA HUMANAE SALUTIS
Poner en marcha un concilio ecuménico no es nada fácil.
Juan XXIII no lo tenía tampoco demasiado fácil. Eran
muchas las resistencias de la curia romana y de algunos
sectores de la Iglesia. Posiblemente el Papa debió sufrir
muchas presiones para que olvidara tan descabellado
proyecto. Pero siguió adelante.
Convocar un concilio exige proclamar un documento
oficial de la Iglesia, una constitución apostólica. El
texto de la bula Humanae salutis expresa los motivos de
esta convocatoria, los objetivos del Concilio y algunos de
los medios para llevarlos a cabo.
Los siguientes son fragmentos de dicho texto:
«1. El Reparador de la salvación humana, Jesucristo,
quien, antes de subir a los Cielos, ordenó a sus Apóstoles
predicar el Evangelio a todas las gentes, les hizo también,
como apoyo y garantía de su misión, la consoladora promesa:
“Mirad que yo estoy con vosotros todos los días
hasta la consumación de los siglos” (Mt 28, 20).
2. Esta gozosa presencia de Cristo, viva y operante
en todo tiempo en la Iglesia santa, se ha advertido sobre
todo en los períodos más agitados de la humanidad. En
tales épocas, la Esposa de Cristo se ha mostrado en todo
su esplendor coma maestra de verdad y administradora
de salvación y ha hecho ver a todos el poder extraordinario
de la caridad, de la oración, del sacrificio y del
dolor soportados por la gracia de Dios; todos los cuales
son medios sobrenaturales y totalmente invencibles y son
los mismos que empleó su divino Fundador, quien, en la
hora solemne de su vida, declaró: “Confiad, yo he vencido
al mundo” (Jn 16, 33).
LA GRAVE CRISIS DE LA HUMANIDAD
3. La Iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de
la humanidad, que traerá consigo profundas mutaciones.
Un orden nuevo se está gestando, y la Iglesia tiene ante
sí misiones inmensas, como en las épocas más trágicas
de la historia. Porque lo que se exige hoy de la Iglesia es
que infunda en las venas de la humanidad actual la virtud
perenne, vital y divina del Evangelio. La humanidad
alardea de sus recientes conquistas en el campo científico
y técnico, pero sufre también las consecuencias de
un orden temporal que algunos han querido organizar
prescindiendo de Dios. Por esto, el progreso espiritual del
hombre contemporáneo no ha seguido los pasos del progreso
material. De aquí surgen la indiferencia por los bienes
inmortales, el afán desordenado por los placeres de la
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el próximo
Concilio
ecuménico
está llamado
a ofrecer al
mundo la
posibilidad,
para todos los
hombres de
buena voluntad,
de fomentar
pensamientos
y propósitos de
paz
16 caridad pastoral
tierra, que el progreso técnico pone con tanta facilidad al
alcance de todos, y, por último, un hecho completamente
nuevo y desconcertante, cual es la existencia de un ateísmo
militante, que ha invadido ya a muchos pueblos.
4. …La visión de estos males impresiona sobremanera
a algunos espíritus que sólo ven tinieblas a su
alrededor, como si este mundo estuviera totalmente envuelto
por ellas. Nos, sin embargo, preferimos poner toda
nuestra firme confianza en el divino Salvador de la humanidad,
quien no ha abandonado a los hombres por Él
redimidos…
5. Por lo que a la Iglesia se refiere, ésta no ha permanecido
en modo alguno como espectadora pasiva ante la
evolución de los pueblos, el progreso técnico y científico
y las revoluciones sociales; por el contrario, los ha seguido
con suma atención. Se ha opuesto con decisión contra
las ideologías materialistas o las ideologías que niegan los
fundamentos de la fe…
6. Ante este doble espectáculo, la humanidad, sometida
a un estado de grave indigencia espiritual, y la Iglesia
de Cristo, pletórica de vitalidad, …juzgamos que formaba
parte de nuestro deber apostólico el llamar la atención
de todos nuestros hijos para que, con su colaboración a la
Iglesia, se capacite ésta cada vez más para solucionar los
problemas del hombre contemporáneo. Por ello, acogiendo
como venida de lo alto una voz íntima de nuestro espíritu,
hemos juzgado que los tiempos estaban ya maduros
para ofrecer a la Iglesia católica y al mundo el nuevo don
de un concilio ecuménico… para incrementar en el espíritu
de los fieles la gracia de Dios…
UN CONCILIO PARA DAR VIDA A LA HU-
MANIDAD
7. Así, pues, el próximo sínodo ecuménico se reúne felizmente
en un momento en que la Iglesia anhela fortalecer
su fe y mirarse una vez más en el espectáculo maravilloso
de su unidad…
8. En un tiempo, además, de generosos y crecientes
esfuerzos que en no pocas partes se hacen con el fin de rehacer
aquella unidad visible de todos los cristianos…, es
muy natural que el próximo concilio aclare los principios
doctrinales y dé los ejemplos de mutua caridad que harán
aún más vivo en los hermanos separados el deseo del
presagiado retorno a la unidad y le allanarán el camino.
9. Finalmente, el próximo Concilio ecuménico está
llamado a ofrecer al mundo, extraviado, confuso y angustiado
bajo la amenaza de nuevos conflictos espantosos, la
posibilidad, para todos los hombres de buena voluntad,
de fomentar pensamientos y propósitos de paz; de una
paz que puede y debe venir sobre todo de las realidades
espirituales y sobrenaturales, de la inteligencia y de la
conciencia humana, iluminadas y guiada por Dios, Creador
y Redentor de la humanidad».
enero-febrero 2013
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18
caridad pastoral
Claudia Tarasco Michel
Psicóloga
Madurez afectiva (Parte V)
2. Adicciones: Alcohol, Drogas diversas
A. Abuso de drogas
Desde los comienzos de la historia, la humanidad ha buscado
aliviar las enfermedades que agobian al cuerpo y al
alma, acrecentando el desarrollo de un verdadero arsenal
de medicinas. Las personas siempre han confiado en las
drogas para aliviar la infelicidad y la mala salud, así como
para dar ánimo a sus vidas. Los antiguos griegos tomaban
alcohol; la marihuana se empleaba en China e India desde
antes de Cristo. La cocaína era un producto básico de
uso general entre los incas en el siglo XVI.
PeRSonaLiDaD el alcoholismo
es una
enfermedad
crónica,
progresiva y
potencialmente
letal
enero-febrero 2013
19

20 caridad pastoral
Si las drogas se han utilizado desde
siempre, ¿por qué la preocupación actual
por su consumo? La razón es porque actualmente,
muchas personas están usando
las drogas a una edad cada vez más temprana.
Y aunque el empleo moderado de
ciertas drogas, puede no ser nocivo, los
adolescentes no son propiamente «moderados».
En estos momentos de crisis
de identidad, con frecuencia recurren a
las drogas, como respuestas inmediatas
para sus problemas. Pero al tiempo que
ponen en riesgo su salud física y psicológica,
fracasan en su intento por resolver
sus problemas. La curiosidad impulsa a
la mayoría a experimentar con las drogas;
muchos las prueban, y luego dejan de hacerlo.
Sin embargo, quienes mantienen el
consumo de manera prolongada, además
de afectar su salud física, tienden a tener
rasgos de personalidad que denotan cierta
patología: tienden a ser mayores que sus
compañeros de escuela, además también
beben, obtienen bajas notas en el colegio,
y no les interesa ir a la universidad. Tienen
amistades que consumen drogas, y son
sexualmente activos. Tienen historial de
dificultades con la policía, y generalmente, son infelices
(Milman, y Su, 1973).
Utilizar drogas, tanto en adultos como en adolescentes,
para aliviar las tensiones de la vida, es un patrón
peligroso; dado que optar por una solución química ensombrece
la naturaleza real de los problemas que debe
enfrentar la juventud, y puede impedir el discernimiento
necesario para modificar los sistemas sociales o para
crear un nuevo orden social (Lennard, 1971).
Alcohol:
El alcohol es la droga de la que más se ha abusado desde
hace varias décadas a la fecha. Los estudios muestran que
la mayor parte de los adolescentes bebe de forma mode-
rada y no tiene problemas, pero algunos (igual que en los
adultos), no pueden manejar el alcohol.
«El abstemio tiende a provenir de un hogar abstemio;
el bebedor moderado, de un hogar en el cuales los
padres beben moderadamente, y el bebedor en exceso, de
un hogar en el cual la pauta ha sido beber excesivamente»
(Akers, 1979).
B. Vista general del alcoholismo y el abuso del
alcohol
El alcohol es tanto una droga como un producto alimenticio,
compuesto de carbono-hidrógeno-oxígeno.
Es absorbido directamente por el aparato digestivo hacia
el torrente sanguíneo. Suprime el Sistema Nervioso
Central (SNC). Hace más lento el funcionamiento
intelectual. Deteriora la coordinación de músculo-nervio.
El alcohol tiene la propiedad de crear
tolerancia (cada vez se necesita mayor
cantidad para tener el mismo efecto). Los
efectos dependen de: peso corporal, velocidad
de absorción, comida, condición
física, estado de ánimo. El SNC se
adapta al efecto sedativo del alcohol, por
lo que requiere del mismo alcohol para
funcionar.
Frente a esta problemática es importante
definir algunas cosas que incluyen una o
varias de las siguientes consideraciones:
• Nivel de consumo de alcohol.
• Consecuencias adversas del alcohol a
nivel físico y social.
• Evidencia de la dependencia del alcohol.
enero-febrero 2013
21

22 caridad pastoral
A veces no queda claro el punto en el que un individuo
se mueve de ser un «bebedor fuerte» a un «bebedor
problemático», y de allí a ser «un alcohólico». Sin embargo,
la clave para el «alcoholismo» es el uso continuo de
alcohol, a pesar de las consecuencias negativas. Clínicamente,
tanto el abuso del alcohol como el alcoholismo,
requieren intervención y evaluación objetiva.
El alcoholismo es una enfermedad crónica, progresiva
y potencialmente letal. Está caracterizada por la tolerancia
y dependencia físicas, o cambios patológicos en
diversos órganos, o ambos. Todo ello como consecuencia
directa o indirecta de la ingesta de alcohol.
Algunos estudios nos indican que cuando este problema
se presenta entre los adultos,
los bebedores que suelen tener
problemas en su forma de beber
(incluye alcoholismo) son al menos
1 de cada 10. Entre los jóvenes
(de los 14 y 19 años) el porcentaje
de bebedores problemáticos es de
19%. Las personas de edad avanzada
(mayores de 60 años), el 10%
son alcohólicos.
Necesidad de Intervención:
Para el alcohólico promedio, hay
un decremento de 10 a 12 años,
en su expectativa de vida. El 20%
de los gastos en cuidados hospitalarios,
está relacionado con el
bebedor problema y en el caso de
las muertes por incendio, caídas o
accidentes automovilísticos el porcentaje
aumenta hasta un 50%.
C. Signos y síntomas de la
enfermedad
Cuando una persona depende del
alcohol, y deja de beber, presenta
síndrome de abstinencia, cuyos síntomas
pueden ser leves o severos.
Fase 1: Enfermedad Temprana:
se identifica porque el olor a alcohol
es evidente.
Se presentan temblores evidentes
casi continuos de 0 a 48 horas,
después de dejar el consumo de alcohol.
Además se pueden presentar
algunos de los siguientes síntomas:
ansiedad y agitación; rubor en la
piel; sudoración; somnolencia y ansiedad;
pueden producirse ataques
durante las primeras 48 horas, con
una frecuencia máxima de 13-18
horas. Los ataques pueden continuar
apareciendo hasta cinco días
más.
Fase 2: Alucinaciones tempranas:
se identifica porque se presentan alucinaciones
visuales y auditivas pero orientadas a tiempo, lugar y persona.
En esta fase se presenta una intensa agitación psicomotora
(fácilmente sobresaltado, temblores, movimientos
bruscos) y una ansiedad aguda.
Fase 3: Delirium tremens.
Los síntomas de delirium-tremens empiezan de repente
y se acentúan tres días después de la última bebida.
Existe también paranoia y desorientación en cuanto a
tiempo, espacio y persona. El síntoma clave son las alucinaciones
y ansiedad intensas, acompañadas de fiebre,
taquicardia e hiperventilación, sudoración abundante y
cualquiera de los síntomas de las fases 1 y 2.
D. Asesoría e identificación
La identificación temprana de la problemática con el alcohol
está basada en cambios de conducta, incluido el
desarrollo de la relación del paciente con el alcohol. La
identificación temprana no está basada en hallazgos físicos
o patología orgánica. Mucha gente alcanza las fases 1
y 2 de la enfermedad entre los 20 y 30 años de edad.
enero-febrero 2013
23

Cuando una
persona
depende del
alcohol, y deja
de beber,
presenta
síndrome de
abstinencia,
cuyos síntomas
pueden ser
leves o severos
Desafortunadamente, no hay un procedimiento de
diagnóstico sencillo para detectar el alcoholismo. Como
parte rutinaria dentro de la historia de desarrollo de un
individuo, la búsqueda de problemas de alcohol, toma de
uno a dos minutos.
Búsqueda de Problemas con el Alcohol:
• Patrón y duración del uso de alcohol (bebedor/
no-bebedor, tipo, cantidad, frecuencia).
• Cualquier problema relacionado con el uso de
alcohol.
• Cualquier preocupación del paciente o de su familia,
alrededor del alcohol.
• Ser directo y específico, y motivar al paciente a
admitir el uso excesivo de alcohol.
Signos sobre Posibles Problemas con el Alcohol:
• Cualquier historial del paciente y/o familiar alrededor
del alcohol.
• Presencia de problemas relacionados con el uso
del alcohol, por ejemplo: multas automovilísticas,
arrestos, accidentes, golpes, problemas laborales,
etcétera.
• Uso continuo de alcohol en la fase de contraindicación
médica, conocida por el paciente.
• Cualquier intento del paciente, como autoayuda,
para aliviar las dificultades, por ejemplo: cualquier
esfuerzo por parar la ingesta, haciendo
cambios de bebidas.
Barreras para la Identificación Temprana:
• Actitudes.
• Falta de conocimiento.
Tratamiento:
• El mejor tratamiento implica la identificación de
las necesidades del individuo, y entonces orientarlo
al tipo de terapia adecuado. Desde luego, la
eficacia del apoyo de los grupos de AA es muy
clara e importante.
ReSPueSTa
formación permanente
Pbro. Miguel Domínguez
Padre espiritual del Colegio Mexicano en Roma, italia
anteriormente Responsable del oSMeX
Responsables de la formación
permanente
Hablar de responsables de la Formación Permanente es
hablar de respuesta a la vocación sacerdotal. De una respuesta
que se realiza aquí y ahora, en fidelidad al don recibido
y se despliega con la enorme riqueza del Espíritu
en que fuimos consagrados. Respuesta que implica seria
responsabilidad, aunque parezca una afirmación cacofónica
y obvia.
La Formación Permanente es una forma de vivir
dicha responsabilidad. Es una prioridad de la cual nos
ha hecho conscientes de modo renovado la Exhortación
Apostólica Pastores Dabo Vobis. El tema que nos ocupará
en estas líneas es tratado sobre todo en los números 78 y
79 del Capítulo VI.
Trataré de compartir junto a la doctrina sólida y
motivante de dicha Exhortación, algunos conceptos surgidos
de mi experiencia en la Formación Permanente de
mi diócesis y en la entonces llamada Comisión Episcopal
del Clero, sumando 16 años de ministerio sacerdotal dedicados
a esta hermosa y difícil labor.
1. El ámbito y el ambiente de la respuesta al
don del sacerdocio
El sacerdocio, como todos los dones de Dios, son para su
glorificación, manifiesta sacramentalmente en la Iglesia
de Cristo. Por tanto, es la Iglesia Universal, vivenciada
sobre todo la Iglesia Particular Diocesana, la que ha de
generar el ambiente propicio para la Formación Permanente,
Integral, Estructurada y Sistemática del sacerdote.
Es en ese ámbito concreto donde el sacerdote vive
24 caridad pastoral enero-febrero 2013 25

el sacerdocio,
como todos
los dones de
Dios, son para
su glorificación,
manifiesta sacramentalmente
en la iglesia de
Cristo
26 formación permanente
su entrega cotidiana al pueblo de Dios y es por tanto la
comunidad cristiana quien, consciente del don del sacerdocio
ministerial, tiene el deber de impulsar y favorecer
la formación de sus sacerdotes, desde que ingresan
al seminario (Formación Inicial), hasta que consumen
su vida en todas y cada una de las encomiendas que la
Iglesia les delega para el bien de los fieles (Formación
Permanente).
Por tanto, más que un evento o serie de eventos aislados,
organizados de buena gana con un calendario, la
Formación Permanente de los presbíteros es una forma
de ser, una forma de vivir el sacerdocio en comunión con
todo el pueblo de Dios, abiertos a participar de la vida
y salvación de Cristo y dejándose instruir y convertir
gustosamente por el Espíritu Santo a través del ejercicio
cotidiano del ministerio sacerdotal con sus mil y una actividades
a favor de los hijos de Dios, con sus sorpresas
constantes que envuelven innumerables regalos, enseñanzas,
testimonios y gracias de lo alto.
Desde luego que la Formación Permanente requiere
tiempos, programas, espacios, contenidos, sistemas, normativas,
pedagogías, etc. Todo ello es condición irrenunciable
y surgida del carácter encarnado de la Iglesia de
Cristo. Pero no bastaría si la separásemos de la comunión
con la vida de Dios que transita y pervive el misterio
de la Iglesia. Éste es el ámbito y el ambiente propio de la
Formación Permanente: la comunidad eclesial, conectada
sacramentalmente a su Fundador y también al mundo
con sus concretas coordenadas y circunstancias. Esto
libra la identidad de la Formación Permanente de varias
tentaciones como: el individualismo, la fragmentación, el
angelismo desencarnado vs. el sociologismo, la ideologización
de los proyectos y programas, etc. Es la fe y el dinamismo
surgido del sacramento del orden, vividos para
la Iglesia y desde la Iglesia, los que dictan la inspiración,
el ideario y las metas de la Formación Permanente de los
llamados por Dios al sacerdocio ministerial.
Con este presupuesto teológico, hilvanado con las
sugerencias concretas y hasta operativas, la Pastores Dabo
Vobis habla con gran libertad y sabiduría de los sujetos
en los cuales recae la responsabilidad de la Formación
Permanente, sin pretender agotar en ellos dicha responsabilidad,
aunque también sin poder prescindir de ellos.
2. ¿Quiénes son los principales responsables?
Algunas funciones
La Exhortación menciona los siguientes sujetos:
a) La Iglesia particular, bajo la guía del Obispo
Es toda la Iglesia particular la que, bajo la guía del
Obispo, tiene la responsabilidad de estimular y cuidar de
diversos modos la Formación Permanente de los presbíteros
(PDV 78). Es el mismo Pueblo de Dios el que ayuda
al sacerdote a crecer y madurar en todas las dimensiones,
pues «el mismo ejercicio del ministerio pastoral lleva a un
continuo y fecundo intercambio recíproco entre la vida de
fe de los presbíteros y la de los fieles».
Hay en esta reflexión una referencia al principio de
TOTALIDAD de la formación, enmarcado en la experiencia
de comunidad que realiza una aportación fundamental
a la Formación Permanente, que no se puede
enero-febrero 2013
27

es ineludible
que el
llamado tiene
un carácter
personal y
por tanto, una
respuesta
personal
28 formación permanente
reducir a un episodio o iniciativa aislada, sino que comprende
todo el ministerio y vida del presbítero. Es decir,
todo en la vida de la comunidad, vivido sacerdotalmente,
ofrece una valiosa ayuda a la Formación Permanente de
sus sacerdotes. Para ello, la misma comunidad de fieles
«debe dejar a los sacerdotes espacios de tiempo para el estudio
y la oración; pedirles aquello para lo que han sido
enviados por Cristo y no otras cosas; ofrecerles colaboración
pastoral, sobre todo en lo que se refiere al ámbito de la
caridad y la promoción humana; establecer relaciones cordiales
y fraternas con ellos; ayudarles a ser conscientes de
que no son dueños de la fe, sino colaboradores» (PDV 78).
b) El sacerdote mismo
Por más que la Exhortación esclarece y subraya la
responsabilidad eclesial y comunitaria de la Formación
Permanente, es ineludible que el llamado tiene un carácter
personal y por tanto, una respuesta personal. Recalca
que cada sacerdote es el primer responsable en la Iglesia
de su formación, pues sobre cada uno recae el deber –derivado
del sacramento del Orden– de ser fiel al don de
Dios y al dinamismo de conversión diaria que nace del
mismo don.
Puede haber un sinnúmero de propuestas institucionales-externas
que si no son internalizadas responsablemente
por el destinatario particular libre y consciente,
de poco servirán para una auténtica Formación Permanente.
El deseo de la comunión con Cristo y la caridad pastoral,
conservados y alentados constantemente por cada
sacerdote, son la tierra buena en la que caen las semillas
de Formación, que luego germinarán en frutos de eficacia
y éxito pastoral. El plan de vida personal, llevado a cabo
con diligencia y un buen seguimiento, es la concreción
de los planes grupales, decanales y diocesanos. Ahí se
pueden concretar las propuestas generales y se engarzan
debidamente con las intenciones, los deseos y los propósitos
de cada sacerdote, según su situación particular de
edad, preparación, historia, etcétera.
Dicho plan de vida personal debe abarcar todas las
dimensiones establecidas por la PDV, y otras que con-
sidere oportunas de acuerdo con las propuestas por la
Iglesia Particular o surgidas de las necesidades del mismo
sacerdote: Humana, Espiritual, Pastoral, Intelectual,
Familiar, Profesional, Fraterna, Misionera, etcétera.
c) El Obispo en comunión con el presbiterio
La Exhortación Apostólica que nos ocupa fundamenta
la responsabilidad del Obispo en la Formación
Permanente de su presbiterio en el hecho de que los presbíteros
reciben su sacerdocio a través de él y comparten
con él la solicitud pastoral por el Pueblo de Dios.
Cuando la PDV habla del obispo en comunión con
su presbiterio como responsables de esta formación, se
refiere al hecho de que se apoye en un EQUIPO DIO-
CESANO de sacerdotes que garanticen los programas
integrales, los momentos, los espacios, los contenidos
para llevar a cabo la Formación Permanente como algo
sistemático y estructurado, favoreciendo una verdadera
CULTURA en este ámbito. El Equipo Diocesano ha de
estar integrado por los nombrados por el Obispo para
ser Responsables de cada Dimensión (Integralidad); los
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29

Como iglesia
doméstica,
la familia de
origen tiene
un papel
preponderante
e indispensable
para el
crecimiento y el
desarrollo del
sacerdote
30 formación permanente
Representantes de cada Etapa de la vida sacerdotal (Permanente);
los Representantes Decanales para garantizar
en este ámbito eclesial tan rico y concreto el dinamismo
formativo; Responsables de otras circunstancias específicas
(sacerdotes en misión, enfermos, con problemas especiales,
estudiando fuera, etc.).
Todos conforman un solo Equipo Diocesano de
Formación Permanente como parte de la Pastoral Presbiteral,
en armonía con los demás planes de trabajo pastoral
y las demás instituciones eclesiales, con el Obispo a
la cabeza y en total armonía con sus directrices y las de la
Iglesia Universal.
d) La provincia eclesiástica
Tomando en cuenta la subsidiariedad, la comunión
y la solidaridad entre las diversas Iglesias Particulares
de una Provincia Eclesiástica, éstas se pueden unir para
ofrecer iniciativas de mayor calidad y verdaderamente
atractivas para la Formación Permanente (PDV 79). Se
puede conformar para tal caso, un Equipo Provincial que
programe y lleve a cabo tales iniciativas, en acuerdo pleno
con los obispos de dicha región.
En México se tiene la experiencia de un Equipo
Nacional que ofrece espacios para formar los Equipos
Diocesanos y otras iniciativas para la animación de tales
equipos, como Congresos, Cursos, etc. Dicho Equipo
Nacional se conforma con los 18 Representantes de
Provincia, algunos Representantes de cada Dimensión y
de cada Etapa. Lo hace todo bajo el auspicio de la Dimensión
Episcopal del Clero, con un Obispo Responsable
nombrado por la Conferencia del Episcopado Mexicano.
Y siempre teniendo en cuenta su función subsidiaria.
e) Las familias
Como Iglesia doméstica, la familia de origen tiene
un papel preponderante e indispensable para el crecimiento
y el desarrollo del sacerdote. Aunque hay que
reconocer que, cada vez más, las familias pierden consistencia
humana y cristiana en el concurso general de la
Iglesia y la sociedad, debilitando su desempeño en temas
como el que ahora estamos reflexionando.
3. Perfil humano y espiritual de los agentes sacerdotes
de Formación Permanente
Mencionaré algunos rasgos del perfil de estos agentes, deducidos
del mismo Documento PDV, a saber:
• Un gran aprecio por la vocación sacerdotal y por
el cuidado de la misma, desde sus inicios hasta
el final.
• Conciencia de la situación actual de la Iglesia y
del mundo para contextualizar los programas,
contenidos y metas de la FP (Formación Permanente).
• Sabiduría y fortaleza para sortear las dificultades
de una verdadera FP, tales como: resistencias al
cambio y la conversión, interdisciplinariedad de
los contenidos ofrecidos, manejo adecuado de
los tiempos vs. activismo sacerdotal, individualismo
vs. trabajo en comunión y fraternidad, etcétera.
• Ideas claras respecto a la identidad de la FP.
• Capacidad para unir la vida ordinaria del ministerio
con los eventos programados en la FP y no
contribuir a un desfase entre ambas realidades,
pues una debe llevar a la otra.
enero-febrero 2013
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32
• Inteligencia de la integralidad y la continuidad
entre todas las dimensiones y sus diversas etapas
(por edades), e instancias (personal, decanal,
diocesana, grupal, provincial, etc.), haciendo
confluir todo en las principales características
del clero diocesano: caridad pastoral, diocesaneidad,
fraternidad sacramental, configuración
con Cristo, etcétera.
• Proponer la Cultura de la FP como una opción
del corazón y contribuir a su internalización personal
de parte de cada sacerdote.
Así de grandes y emocionantes son los retos que
nos presenta la Pastores Dabo Vobis que, desde 1992 ha
venido iluminando e incentivando nuestro compromiso
en esta tarea prioritaria de la Iglesia. Hemos dado pasos
grandes e interesantes en el logro de los objetivos que ahí
se nos proponen, pero no podemos ni queremos pensar
que todo está hecho. La FP sigue siendo una tarea pendiente
de muchas diócesis y de muchos presbíteros y
presbiterios, que mientras no comprendan que es parte
de su fidelidad a la Iglesia de Cristo y al mismo don sacerdotal
recibido, no están respondiendo con la fidelidad
que requiere el mundo de hoy y en él, Dios mismo.
formación permanente
† Mons. J. ulises Macías Salcedo
arzobispo de Hermosillo
Formación permanente,
para sacerdotes de todas las edades
y en situaciones especiales
CoMPRoMiSo
La etapa que vivimos como Iglesia, en tiempos de desafíos
y promesas, puede convertirse en nuestras manos y
por la gracia del Señor en un verdadero kairos, tiempo
providencial, de gracia y sabiduría, siempre que seamos
capaces de captar los «murmullos del Espíritu». Sin duda,
una de estas gracias del Espíritu Santo es la formación
presbiteral permanente, con la que se intenta acompañar
a todos los sacerdotes con un programa que integre
servicios para su vida y quehacer presbiteral. Sí, siempre
y en cualquier periodo y situación de su vida, como en
los diversos cargos de responsabilidad eclesial que se les
confíe, debe acompañárseles, teniendo en cuenta posibilidades
y características propias de la edad, condiciones
de vida y tareas encomendadas.
Los sacerdotes jóvenes
Es muy significativo que el Señor, siempre que encomendaba
alguna misión a sus discípulos lo hacía, no en una
aventura solitaria, sino en una misión a realizar con otros.
Tratándose de sacerdotes jóvenes, es muy bueno hacerlo
acompañar por un hermano sacerdote mayor, que le
ayude a insertarse plenamente a la actividad apostólica,
y desde esa pequeña comunidad presbiteral, aprenda a
compartir las fatigas y alegrías de su vida y ministerio sacerdotales.
Hay que aconsejar a los jóvenes que, para vivir con
plenitud su amor, entusiasmo y entrega a Cristo, se hagan
acompañar de un guía espiritual.
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Hay que
aconsejar a
los jóvenes
que, para vivir
con plenitud
su amor,
entusiasmo
y entrega a
Cristo, se hagan
acompañar
de un guía
espiritual.
34 formación permanente
Claro está que el guía espiritual, no es prerrogativa
para esta edad, sino que todas las etapas de la vida sacerdotal
deberán ser acompañadas con esta ayuda pero, sin
duda, sobre todo en esta primera delicada fase inicial de
los sacerdotes jóvenes.
Resulta importantísimo tener una gran atención
para el primer destino de los recién ordenados, para que
logren encontrar: «Un espíritu de acogida, franqueza,
apertura de mente y corazón, disponibilidad de amplias
miras para fomentar el espíritu fraterno…» (PDV 76).
La formación permanente es un deber, especialmente,
para los sacerdotes jóvenes y ha de tener aquella
frecuencia y programación de encuentros que, a la vez
que prolongan la seriedad y solidez de la formación recibida
en el seminario, lleven progresivamente a los jóvenes
presbíteros a comprender y vivir la singular riqueza del
don de Dios… e insertarse cada vez más en el presbiterio
(Cf. PDV 76).
Un auténtico programa de formación permanente
presbiteral que tenga en cuenta a los sacerdotes jóvenes
crea un ambiente y clima de acogida y estima dentro del
presbiterio. Los jóvenes aportan su capacidad de entrega,
de entusiasmo y de un sincero servicio y deseo para renovar
ciertos estilos de pastoral. Es necesario superar la
fácil presunción de considerarse ya formados y se deben
atender más las relaciones comunitarias, para ahuyentar
así ciertas formas de alejamiento y cerrazón.
Los sacerdotes de edad media
En esta etapa sienten a menudo la tentación del desengaño
por la pobreza de los resultados y llegan, a veces,
a sentir un cansancio interior peligroso, como fruto de
dificultades y fracasos apostólicos. Es ahí donde debe
responder la formación permanente, revisando las actividades,
buscando constantes motivaciones y medios para
mejorar los servicios y tareas de la misión. Habrá que lograr
que el sacerdote mismo sea capaz de realizarse a sí
mismo y se dedique a buscar constantemente motivaciones
para la propia misión. Es importante acompañarlos
en esta etapa, ya que el desencanto da lugar a procesos
un auténtico
programa de
formación
permanente
presbiteral que
tenga en cuenta
a los sacerdotes
jóvenes crea
un ambiente
y clima de
acogida y
estima dentro
del presbiterio.
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36 formación permanente
ambiguos y desorientadores, que arrastran a la rutina, se
automarginan o se desquitan con la hiperactividad. Debe
ser la etapa de la búsqueda de lo esencial, elegir lo mejor
y que responda al desafío y lo más realista para que se
siga logrando mayor eficacia
en su vida y ministerio. Hay
que volver con frecuencia al
gusto de la vida interior, la
soledad que el Señor quiere
para nosotros y la oración.
Los sacerdotes de edad
madura
La vida, con los años y la
experiencia pastoral, da al
sacerdote una paternidad espiritual
que lo deja agradecido
y contento pero, también,
al comprobar que las fuerzas
disminuyen y las capacidades
no son las mismas, vienen
otras series de crisis y ciertas expectativas, favoreciendo
la posibilidad de que se presenten algunas desilusiones,
por los resultados escasos que se obtienen.
Un gran riesgo es la pretensión de no aceptar más
formación, ya que se cree tener suficiente madurez y esta
actitud favorece al individualismo. La PDV No. 77 nos
dice que «el sacerdote, por la edad avanzada, sufre una
especie de cansancio interior peligroso… y al mismo
tiempo, la experiencia y conciencia de las propias fuerzas
menguadas, lo colocan en una nueva posición ante la
realidad».
Se debe entonces ofrecer atención y estimularlos
para evitar, por una parte, que esa presunción de esterilidad
los haga encerrarse en sí mismos y, por otra parte,
aceptar el tener que depender cada vez más de las personas
que los rodean. Hay que ayudarles a recuperar un
nivel más alto de vida espiritual y apostólica, para que
se ofrezcan a Dios con mayor generosidad y se den a los
hermanos a la altura real de su capacidad que, sin duda
alguna, es aún mucha.
Los sacerdotes de edad avanzada
La última etapa existencial, de 60 o 65 años para adelante,
es compleja y tiene como denominador común el
acercamiento a la recta final. Es una continua memoria
de «ese día tremendo y glorioso». Siguen muy fieles a la
Iglesia y no les gusta ser compadecidos y soportados, sino
acompañados y apoyados. El sacerdote no es sólo para
hacer, sino sobre todo para ser. Esto anima a superar ciertas
formas de soledad y aparente inutilidad que afecta la
vejez o el estado de enfermedad de algunos sacerdotes.
La formación permanente, en esta etapa, debe ayudar a
aceptar la ley inexorable e inminente de la vejez, y también
aprender a vivir este paso como un acontecimiento
de gracia en el plano espiritual y una aceptación gozosa
en el plano psicológico. Será el momento de la espera del
Señor y se ofrece una mayor posibilidad de configurarse
con Cristo. Cuando venga el final se culminará ese precioso
proceso de formación
iniciado mucho tiempo atrás.
La muerte se convierte en el
acto supremo de amor y autoentrega.
Retirarse de la actividad
es una situación difícil. Es importante
que el retiro no sea
total, sino que siga dedicado
a servicios pastorales, en la
medida de lo posible, al bien
de la comunidad y de sus mismos
hermanos sacerdotes.
Deberán ser tratados
con gestos de gratitud por
su fiel servicio a la Iglesia y a
Cristo. La formación permanente,
para ellos, no significará
un compromiso de estudio,
actualización o diálogo cultural,
sino una confirmación serena y alentadora de la
misión que aún están llamados a llevar y reconocer lo valioso
de sus vidas como testigos, maestros y formadores
de otros nuevos sacerdotes.
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38 libros
Gabriel amorth - roberto Ítalo Zanini,
Más fuertes que el mal. El demonio: reconocerlo,
vencerlo y evitarlo,
San Pablo, Madrid 2011, 248 pp.
El padre Amorth, ya octogenario, es uno de los exorcistas con más
experiencia en la Iglesia; ciertamente el más conocido en Italia. En
esta obra, Zanini, periodista, ha descrito sus experiencias acompañando
al padre Amorth en numerosos exorcismos y ha recogido
cuantiosos casos y testimonios de personas aquejadas por el Maligno
de diversos males (posesiones, vejaciones, infestaciones). En la
narración se van intercalando las palabras del padre Amorth, que
relata acontecimientos, comenta pasajes del Evangelio, aconseja, advierte.
La obra trata también de las causas más frecuentes que abren
la puerta a la acción del demonio, como son el confiarse a magos,
hechiceros o a cualquier forma de adivinación. «El problema del
mal es de todos los pueblos y de todas las épocas; sabemos que éste
depende del demonio. Un conocimiento que nos viene por medio de
la Revelación» (p. 33). «Esto es precisamente lo que quiere Satanás.
La primera arma del mundo contra el cristianismo es justamente la
de hacerlo tibio, insípido, insignificante […]» (p. 197).
Giacomo PereGo,
Nuevo testamento y vida consagrada,
San Pablo, Madrid 2010, 288 pp.
Como religioso y especialista en Sagrada Escritura, el autor ofrece
una valiosa síntesis sobre la relación entre Nuevo Testamento y vida
de consagración. La obra se divide en dos grandes partes. En la primera
se explican los elementos básicos que caracterizan la vida religiosa:
la consagración como pertenencia a Dios, la vocación como misión
de seguir a Cristo y la vida comunitaria como ideal de vida y realidad
concreta. La segunda trata de los votos de castidad como reflejo del
amor infinito de Dios a ejemplo de Cristo, de pobreza como despojamiento
necesario para escoger ininterrumpidamente seguir a Cristo,
de obediencia como participación en el misterio pascual del Hijo de
Dios. Son muy interesantes las reflexiones acerca de cómo el consagrado
debe configurarse a Cristo Eucaristía, vivir una vida eucarística
y hacer de la Eucaristía la fuente de toda su vida espiritual y de consagración.
No se escogen solo unos cuantos textos, sino que se toma el
Evangelio entero y a Cristo en toda su persona, actuación y enseñanza,
para tratar de comprender lo que ha de ser la vida consagrada y su
participación en su misión redentora y de servicio al mundo.
libros
José-Jaime rico iribarne,
Comprometerse con el amor auténtico. Las claves del matrimonio,
Palabra, Madrid 2011, 238 pp.
La revolución sexual de los años sesenta puso de moda el «amor libre».
Los resultados muestran que este ensayo ha sido un completo
fracaso. El matrimonio sigue siendo un tema de acuciante actualidad,
aunque no deja de suscitar profundas inquietudes: ¿Qué hace
una institución en medio de una historia de amor? ¿Es posible que el
amor sea proclamado en una ceremonia, que sea objeto de un contrato
y que un papel lo certifique? ¿Acaso es un sistema legal lo más
apropiado para organizar el amor? Con un lenguaje sencillo, el autor,
especialista en temas de familia, trata de dar respuesta a estas preguntas
a lo largo de los diez capítulos de la obra. Comienza poniendo
de relieve la necesidad que tenemos de amar y ser amados, y el «problema»
del amor en relación con los sentimientos y el sexo. Explica,
luego, qué es y qué no es el matrimonio, y «quién lo inventó». Revisa
a continuación el laboratorio ideológico del siglo xx. Finalmente expone
qué significa casarse («obligarse» al amor auténtico) y el fracaso
de las alternativas. No falta un capítulo muy práctico sobre los conflictos
y cómo resolverlos, y sobre las enseñanzas de la Iglesia.
Jesús manuel santiaGo VáZqueZ,
La teología litúrgica del Tertuliano. Continuidad y conflicto
con la tradición precedente,
Facultad de Teología San Dámaso, Madrid 2011, 416 pp.
Pagano de nacimiento (hacia 155 d.C.), Tertuliano es uno de los autores
más importantes —y complejos— de la antigüedad cristiana,
con una riquísima teología en continua evolución.
La obra contiene dos partes. En la primera, el autor estudia el
pensamiento de Tertuliano en relación con el misterio de la persona
de Cristo, sacerdote, templo y víctima. Con dicho presupuesto
cristológico como base, expone en la segunda parte la dimensión antropológica
de la cuestión: cómo el discípulo de Cristo puede llegar
a participar del culto ofrecido agradablemente al Padre, convirtiéndose
él también en sacerdote, templo y víctima. Se trata del culto
continuo de la vida obediente al Espíritu en unión con Cristo, un
culto no impedido por lugares o tiempos, sino tan sólo por el pecado.
Aunque es principalmente un libro para estudiosos de teología
patrística y de liturgia —la liturgia prenicena ha sido poco estudiada—,
puede ofrecer abundantes luces a quienes deseen renovar su
amor a la liturgia y su sentido más profundo.
enero-febrero 2013 39

40 libros
Juan luis lorda iñarra,
La señal de la Cruz,
Rialp, Madrid 20112, 192 pp.
La señal de la cruz es el signo del cristiano por antonomasia. Estas
páginas —escribe el autor— nacieron como reflexiones evocadas por
las escenas del Via Crucis, aunque no están pensadas para seguir esta
práctica cristiana. Son un esfuerzo por ahondar un poco en la divina
paradoja de la Cruz del Señor, donde podemos entrever la hondura de
su amor, la gravedad del pecado y el sentido del sufrimiento humano. El
padre Lorda es, además, un buen literato y el texto le ha surgido en columna,
con ritmo. En esta segunda edición ha añadido una colección de
sonetos y la traducción rimada de algunos himnos eucarísticos en latín.
alfonso lóPeZ quintás,
Llamados al encuentro. Fuente inagotable de alegría,
Ciudad Nueva, Madrid 2011, 192 pp.
Como de costumbre en sus numerosas obras, el autor, sacerdote y filósofo,
nos lleva al núcleo de cuestiones decisivas casi sin darnos cuenta,
con un estilo cercano y sugestivo. Se trata de una serie de meditaciones
centradas en la idea de la unidad como ideal del cristiano y clave de
bóveda de la vida espiritual, según enseña san Juan. Con este hilo conductor
van sucediéndose las reflexiones sobre temas tan relevantes en
la vida cristiana como la liberación interior, la oración (mental y vocal,
personal y comunitaria-litúrgica), la vida en comunión, la alegría, los
valores y las virtudes, el silencio y, sobre todo, la figura de Jesús. «Jesús
creó con nosotros una relación de generosidad absoluta. Nosotros hemos
de crear con Él un vínculo de amor incondicional» (p. 76).
manuel ruiZ Jurado,
Jerónimo Nadal. El teólogo de la gracia de la vocación,
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2011, 320 pp.
Jerónimo Nadal (1507-1580) fue uno de los colaboradores más cercanos
de San Ignacio de Loyola y ha sido llamado por algunos «segundo
fundador de la Compañía» (desarrolló una profunda teología sobre la
vocación y el carisma del fundador y de los institutos religiosos). En
esta amena y detallada biografía se nos describe muy bien no sólo su
vida, sino también su ambiente y circunstancias históricas. La relevante
figura de Nadal y sus viajes por todo el territorio europeo, nos
ponen en contacto con la situación religiosa, política y social de su
tiempo y nos ayudan a entender algunos aspectos de la evolución sufrida
por Europa en el siglo xvi, crucial para su configuración actual.
C
M
Y
CM
MY
CY
CMY
K
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Diplomado en Orientación Pastoral
dirigido a sacerdotes
Elementos fundamentales de psicología aplicados a la Pastoral Matrimonial
impartido por la Universidad Anáhuac del Poniente
1ª. Parte: Del lunes 27 al viernes 31 de mayo de 2013
2ª. Parte: Del lunes 17 al viernes 21 de junio de 2013
Horario: 9:00 a 19:30 hrs.
Costo: $ 9,500.00 (nueve mil quinientos pesos)
Hospedaje sugerido, reservar en: Centro Cultural y de Asistencia Sacerdotal, A.C. (CCyAS)
Puebla No. 79, col. Roma, México, D.F. Tel. (55) 5514 5591
información e inscripciones en:
Centro Sacerdotal Logos
Sra. Gaby Sordo. Tel. (55) 5520 1377 y 5520 5411 / Fax (55) 5520 5585
logos@caesc.com
Curso de renovación sacerdotal en Jerusalén
Peregrinación a Tierra Santa para renovar el carácter sacerdotal recibido en la Ordenación,
en el lugar donde Cristo instituyó el sacerdocio
Fechas: Verano del 15 de julio al 3 de agosto 2013
Costo: € 1,750 y € 310 adicionales, si desea habitación individual. Seguro de gastos médicos,
de aproximadamente 20 dólares, a cubrir en Jerusalén. No incluye pasaje aéreo
Curso sobre el exorcismo y la oración de liberación
Fecha: Del lunes 15 al sábado 20 de abril de 2013
Lugar: Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, Via degli Aldobrandeschi, 190, 00163,
Roma Tel. (+39) 06 665 431
Costo: Por determinar (aproximadamente € 250)
inscripción: si es sacerdote, basta enviar un e-mail para confirmar la participación
Si es laico: solicitamos una breve explicación dando las razones del porqué se desea participar,
además de la carta del propio párroco en la que otorga el Nihil Obstat
Para cualquier aclaración, contactar a P. César Truqui, L.C. (ctruqui@legionaries.org)
información e inscripciones:
Sra. Valeria Cusi. Tel. (55) 5520 5411 / Fax (55) 5520 5585 valeriacusi@gmail.com
Suscripciones a Sacerdos:
Suscripciones D.F. y zona metropolitana: a Sacerdos: 01 (55) 2623 1219
D.F. int. de y zona la República: metropolitana: 01 800 01 087 (55) 2722 2623 o por 1219 internet: elarca.com.mx
int. de la República: 01 800 087 2722 o por internet: elarca.com.mx