Revista de comunión sacerdotal, caridad pastoral y formación ...

es ineludible
que el
llamado tiene
un carácter
personal y
por tanto, una
respuesta
personal
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reducir a un episodio o iniciativa aislada, sino que comprende
todo el ministerio y vida del presbítero. Es decir,
todo en la vida de la comunidad, vivido sacerdotalmente,
ofrece una valiosa ayuda a la Formación Permanente de
sus sacerdotes. Para ello, la misma comunidad de fieles
«debe dejar a los sacerdotes espacios de tiempo para el estudio
y la oración; pedirles aquello para lo que han sido
enviados por Cristo y no otras cosas; ofrecerles colaboración
pastoral, sobre todo en lo que se refiere al ámbito de la
caridad y la promoción humana; establecer relaciones cordiales
y fraternas con ellos; ayudarles a ser conscientes de
que no son dueños de la fe, sino colaboradores» (PDV 78).
b) El sacerdote mismo
Por más que la Exhortación esclarece y subraya la
responsabilidad eclesial y comunitaria de la Formación
Permanente, es ineludible que el llamado tiene un carácter
personal y por tanto, una respuesta personal. Recalca
que cada sacerdote es el primer responsable en la Iglesia
de su formación, pues sobre cada uno recae el deber –derivado
del sacramento del Orden– de ser fiel al don de
Dios y al dinamismo de conversión diaria que nace del
mismo don.
Puede haber un sinnúmero de propuestas institucionales-externas
que si no son internalizadas responsablemente
por el destinatario particular libre y consciente,
de poco servirán para una auténtica Formación Permanente.
El deseo de la comunión con Cristo y la caridad pastoral,
conservados y alentados constantemente por cada
sacerdote, son la tierra buena en la que caen las semillas
de Formación, que luego germinarán en frutos de eficacia
y éxito pastoral. El plan de vida personal, llevado a cabo
con diligencia y un buen seguimiento, es la concreción
de los planes grupales, decanales y diocesanos. Ahí se
pueden concretar las propuestas generales y se engarzan
debidamente con las intenciones, los deseos y los propósitos
de cada sacerdote, según su situación particular de
edad, preparación, historia, etcétera.
Dicho plan de vida personal debe abarcar todas las
dimensiones establecidas por la PDV, y otras que con-
sidere oportunas de acuerdo con las propuestas por la
Iglesia Particular o surgidas de las necesidades del mismo
sacerdote: Humana, Espiritual, Pastoral, Intelectual,
Familiar, Profesional, Fraterna, Misionera, etcétera.
c) El Obispo en comunión con el presbiterio
La Exhortación Apostólica que nos ocupa fundamenta
la responsabilidad del Obispo en la Formación
Permanente de su presbiterio en el hecho de que los presbíteros
reciben su sacerdocio a través de él y comparten
con él la solicitud pastoral por el Pueblo de Dios.
Cuando la PDV habla del obispo en comunión con
su presbiterio como responsables de esta formación, se
refiere al hecho de que se apoye en un EQUIPO DIO-
CESANO de sacerdotes que garanticen los programas
integrales, los momentos, los espacios, los contenidos
para llevar a cabo la Formación Permanente como algo
sistemático y estructurado, favoreciendo una verdadera
CULTURA en este ámbito. El Equipo Diocesano ha de
estar integrado por los nombrados por el Obispo para
ser Responsables de cada Dimensión (Integralidad); los
enero-febrero 2013
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