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EL RÍO DEL OLVIDO - Plan Nacional de Lectura - Educ.ar

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–Ssí... Pero no tanto. Eleodoro me importa más–respondieron los <strong>de</strong> Nahuel.La abuela suspiró y sonrió. Se sentía orgullosa <strong>de</strong>su nieto.–Tal vez tu elefantito está en el Continente Deloquesepier<strong>de</strong>–pronunció, por fin.–¿En dón<strong>de</strong>?–En el Continente De-lo-que-se-pier-<strong>de</strong>. Allí van ap<strong>ar</strong><strong>ar</strong> los objetos perdidos.–¿Y dón<strong>de</strong> queda eso? ¿Puedo ir a busc<strong>ar</strong>lo?–Es un poco difícil. Te voy a cont<strong>ar</strong> una historiavieja, vieja, que me contó mi abuelo:Cuando era chico, aunque un poco más gran<strong>de</strong>que vos, mi abuelo perdió a su oso Tulipán. Era unosito <strong>de</strong> tela, relleno <strong>de</strong> semillas, con ojos <strong>de</strong> botonesy sonrisa <strong>de</strong> hilo rojo, que tenía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre.Lo buscó por todas p<strong>ar</strong>tes, pero el oso no estaba. Miabuelo lloró mucho, porque Tulipán era muy importantep<strong>ar</strong>a él. Y, como vos, tuvo un sueño. Soñó queTulipán estaba en el Continente Deloquesepier<strong>de</strong>, unlug<strong>ar</strong> que se encuentra justo entre la memoria y l<strong>ar</strong>ealidad, don<strong>de</strong> los objetos hablan, sienten y pue<strong>de</strong>ncamin<strong>ar</strong>. Allí van a p<strong>ar</strong><strong>ar</strong> las cosas que uno quieremucho, cuando las pier<strong>de</strong>. Y p<strong>ar</strong>a viaj<strong>ar</strong> a ese lug<strong>ar</strong>,hay que ir hacia a<strong>de</strong>ntro, y record<strong>ar</strong>.Seguramente vos ya perdiste otras cosas. Algunamedia, o un soldadito, o un c<strong>ar</strong>amelo justo cuandomás ganas tenías <strong>de</strong> comértelo. Pero también estoysegura <strong>de</strong> que no eran tan importantes como Eleodoro.Al menos no te interesó recuper<strong>ar</strong>los. Porque2


solo los objetos que llevamos prendidos al corazónnos llevan hacia el Continente Deloquesepier<strong>de</strong>.Como te <strong>de</strong>cía, Nahuel, mi abuelo soñó con ese sitioy, al <strong>de</strong>spert<strong>ar</strong>, trató <strong>de</strong> dibuj<strong>ar</strong> todo lo que habíasoñado. Pero ojo, no todos tenemos que lleg<strong>ar</strong> allídibujando; hay mil caminos. Eso es lo que él me dijo.Lo importante es record<strong>ar</strong>. Mantener viva la memoria,esforz<strong>ar</strong>nos por no olvid<strong>ar</strong> los <strong>de</strong>talles que hacenúnico nuestro sentimiento.Lo que pasa es que mi abuelo recordaba las cosasasí, con dibujos. Hizo unas pinturas bellísimas, peromuy tristes. Después te las voy a mostr<strong>ar</strong>. Hace más<strong>de</strong> cincuenta años que las tengo gu<strong>ar</strong>dadas. Cuantosmás dibujos hacía, más <strong>de</strong>talles recordaba. Cuantomás pensaba en ese lug<strong>ar</strong>, más cerca lo sentía. Cuantomás recordaba a Tulipán, más se aproximaba a unRío asqueroso, podrido y con olor a basura: el Río <strong>de</strong>lOlvido, el paso obligado p<strong>ar</strong>a recuper<strong>ar</strong> a su oso.La abuela continuó su relato hasta que terminó.Nahuel hacía rato que se había dormido, escuchándola.Pero su abuela siguió hablando, porque sabíaque cuando uno escucha con el corazón, el manto<strong>de</strong>l sueño no tapa los oídos.Más t<strong>ar</strong><strong>de</strong>, en el camino <strong>de</strong> regreso a casa, mientrascaminaba <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> su abuela, Nahuel pensómucho en lo que ella le había contado. Sobretodo en que record<strong>ar</strong> nos lleva a otros continentes.Luego, se concentró en Eleodoro. ¿Est<strong>ar</strong>á solo? ¿Meva a ret<strong>ar</strong> por olvid<strong>ar</strong>lo? ¿Y si se busca otro dueñoporque me lo olvidé?3


Cuando lleg<strong>ar</strong>on, corrió a abraz<strong>ar</strong> a su mamá. Sin saberpor qué, se l<strong>ar</strong>gó a llor<strong>ar</strong>. La mamá miró a la abuelaprimero y a su hijo <strong>de</strong>spués; le preguntó que le pasabay Nahuel, con vergüenza, dijo que extrañaba a Eleodoro.La mamá lo abrazó fuerte, dijo “No te preocupes,ya va a ap<strong>ar</strong>ecer”, y lo llevó a su habitación.Esa noche a Nahuel le cocin<strong>ar</strong>on su comida preferiday su papá le contó historias <strong>de</strong> b<strong>ar</strong>cos y piratashasta que se le curó un poco la tristeza. Cuando quisoest<strong>ar</strong> solo, se hizo el dormido y, entre las pestañas,vio cómo su papá se m<strong>ar</strong>chaba y apagaba la luz.“La abu dijo que cada uno <strong>de</strong>bía encontr<strong>ar</strong> su caminoal Continente”, se dijo Nahuel, a oscuras, entredormido y <strong>de</strong>spierto. “Lo que hay que hacer es record<strong>ar</strong>.Ir hacia a<strong>de</strong>ntro, pero <strong>de</strong> verdad”.Estaba ro<strong>de</strong>ado por tinieblas y tuvo la impresión<strong>de</strong> que los muebles se agrandaban. “Esto p<strong>ar</strong>ece <strong>de</strong>Alicia”, pensó Nahuel recordando la historia que habíaleído hacía poco. Todo era oscuro.A lo lejos, algo comenzó a brill<strong>ar</strong>. Fue hacia allí.Al acerc<strong>ar</strong>se, notó que el brillo era la luz <strong>de</strong> incontablesvelas encendidas.“¿Me falt<strong>ar</strong>á poco?”, se preguntó Nahuel. Siguiócaminando hacia a<strong>de</strong>ntro. Camin<strong>ar</strong> con la mente eramucho más difícil que camin<strong>ar</strong> <strong>de</strong> verdad. Se esmeróen ser sigiloso como una pantera. Se escuch<strong>ar</strong>onvoces lejanas y extrañas que <strong>de</strong>cían su nombre. Fuehacia las voces. Provenían <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong> un ríotan ancho como el Río <strong>de</strong> la Plata. Un río formadopor pedazos <strong>de</strong> trapos sucios, hojas <strong>de</strong> periódicoshechas pasta, brea espesa, agua podrida, gases que4


lo hacían llor<strong>ar</strong>, olores nauseabundos y otro montón<strong>de</strong> cosas imposibles <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntific<strong>ar</strong>. Las voces que llamabana Nahuel se mezclaban con los sonidos <strong>de</strong>lrío, que eran tan horribles como todo lo <strong>de</strong>más.–¿Quién me llama? –preguntó, con voz <strong>de</strong> gigante.Habl<strong>ar</strong> con la mente también era diferente a hacerlocon la boca. Se hablaba con la voz que uno quería.–Eleeeooooodooorooo...“¡Esa es la voz <strong>de</strong> Eleodoro!”, pensó Nahuel. Era lavoz que él había imaginado p<strong>ar</strong>a su elefante. “Deboest<strong>ar</strong> cerca <strong>de</strong>l Continente Deloquesepier<strong>de</strong>”.–Eleodoro, ¿qué tengo que hacer?–¡Seguííííí creyeeendoooooo en míííííííííí!¿Cómo iba a <strong>de</strong>j<strong>ar</strong> <strong>de</strong> creer justo ahora, que todole estaba pasando?Sin saber qué hacer, Nahuel se sentó sobre unapiedra a esper<strong>ar</strong> que Eleodoro ap<strong>ar</strong>eciera por algúnlado. ¿Saldría <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong> ese río inmundo? ¿Vendríapor el aire? ¿O ap<strong>ar</strong>ecería a sus espaldas?P<strong>ar</strong>a mantenerse concentrado, se puso a cant<strong>ar</strong> lacanción que había inventado p<strong>ar</strong>a su elefante cuandoestaba en J<strong>ar</strong>dín. La melodía era como la <strong>de</strong>l cumpleañosfeliz, pero, bueno, ¡él no era músico!:Eleodoro feliz,con tu trompa am<strong>ar</strong>i.Que te tiro,que te ag<strong>ar</strong>ro,Eleodoro, vení.5


to el chicle como la hebilla sabían que eran pocoslos que habían logrado cruz<strong>ar</strong> el Río <strong>de</strong>l Olvido. Peroellos estaban dispuestos a intent<strong>ar</strong>lo. Mientras Nahuelpermaneciera <strong>de</strong>l otro lado, apoyándolos, nadaera imposible.–Vamos a lleg<strong>ar</strong>, Eleodoro, lo más importante esNahuel. Y él está esperándolo. Escuche cómo canta.¡Fíjese, eligió la voz <strong>de</strong> un ruiseñor, nada menos!Confíe en nosotros –dijo el chicle, mirando a su compañerodirecto a los ojos.El chicle comenzó a aspir<strong>ar</strong> gran<strong>de</strong>s bocanadas <strong>de</strong>aire. Poco a poco fue inflándose hasta convertirseen un globo mediano. Continuó tomando aire hastaque no pudo mantenerse en el piso. En ese momentohizo señas a la hebilla, que lo sujetó con fuerza. Eleodorose sentó sobre ella, enganchó su cola a la p<strong>ar</strong>temetálica p<strong>ar</strong>a no caerse y fueron levantando vuelo.–¡Eleodoro, mueva sus orejas p<strong>ar</strong>a impedir que elglobo se <strong>de</strong>sinfle! –gritó la hebilla.Eleodoro hizo caso. El chicle iba soltando poquito apoco el aire en dirección al Continente Deloquesepier<strong>de</strong>,provocando así un impulso hacia la orilla opuesta.–¡Lo veo, lo veo! ¡Allí está Nahuel! ¡Nahuel! ¡Nahuel!Nahuel escuchó la voz <strong>de</strong> Eleodoro cruzando elaire. Miró hacia el río y vio el extraño globo an<strong>ar</strong>anjadoen el que venía su elefante.–¡Eleodoro! –exclamó Nahuel.–Eleodoro, dígale a Nahuel que nos ayu<strong>de</strong> –pidióel chicle.El elefante lo hizo y Nahuel comenzó a camin<strong>ar</strong> encírculos, sin saber qué hacer. ¿Qué era lo que había7

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