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Libro%20PUDAHUEL

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la última cuesta hasta el plano es mucho más breve y acentuado<br />

que la subida. El estero Pudahuel es el único mal paso que aún<br />

resta en el camino, con un vado muy peligroso, porque las arenas<br />

se mudan con frecuencia y se alejan del sitio del paso. Después<br />

de cada aguacero grande, el vadero o cuidador del vado tiene la<br />

obligación de cruzar el estero a caballo y señalar el lugar en que<br />

puede pasarse con la mayor seguridad.”(Vowell: 1923: 177) En<br />

tanto, Eduard Poeppig, quien estuvo en Chile, entre 1826 y 1829,<br />

consigna que: “Contemplado desde este alto mirador, se asemejaba<br />

a un jardín verdeante, pues la población más densa ha obligado a<br />

introducir cultivos más cuidadosos de la tierra, y dos caudalosos<br />

ríos, repartidos sobre todo el territorio por un enjambre de canales,<br />

lo han hecho posible y rentable. Los campos están divididos por<br />

álamos italianos en potreros casi iguales, y la cantidad de viviendas<br />

dispersas en el llano, que tienen un aspecto más agradable que<br />

todas las conocidas anteriormente, es infinita, e interrumpen su<br />

uniformidad, está cubierto de sementeras de maíz y trigo y de<br />

viñedos...” (Poeppig: 1960:181)<br />

En el invierno de 1832, un oficial de la marina de los<br />

EE.UU., de visita en Santiago, describe su paso por el “Simplón de<br />

América” como llamó a la cuesta Lo Prado, señalando: “Aunque tan<br />

bueno como ha sido posible hacerlo, es peligroso, más de un coche<br />

se ha precipitado desde arriba hasta el fondo de la quebrada (...)<br />

Teníamos a la vista la grandiosa cadena de la Cordillera de la Sierra<br />

Nevada (...) A nuestros pies se alcanzaba a ver la capital, mas sus<br />

torres y templos parecían insignificantes ante la colosal montaña,<br />

el Mapocho a mano derecha, deslizábase reluciente sobre la vega,<br />

el Maipo nos traía a la memoria la gloriosa lucha que decidió que<br />

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el destino de Chile era avanzar en su marcha hacia la libertad.”<br />

(Ruschenberg: 1956:66)<br />

Este fue el paisaje que por más de cien años, entre 1713<br />

y 1832, transitaron los viajeros europeos y norteamericanos que<br />

visitaron Chile, describiendo el territorio, el ambiente en que se<br />

desenvolvía la sociedad y las vicisitudes políticas. Muchos recorrían<br />

el mundo al servicio de sus países, por motivos comerciales,<br />

científicos o diplomáticos. Y tal como Chile era paso marítimo<br />

obligado para los navegantes en América del Sur, el antiguo Camino<br />

Real lo fue para quienes entraban o salían de Santiago.<br />

Vecina de Peralito en moto, medio de transporte habitual en las zonas rurales de Pudahuel.<br />

Fotografía Álvaro Hoppe.

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