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Número 2.<br />

Marzo 2012.<br />

ISSN: 2254-8726.<br />

REVISTA HISTORIA AUTÓNOMA<br />

REVISTA MULTIDISCIPLINAR DE LA<br />

ASOCIACIÓN HISTORIA AUTÓNOMA<br />

Dirección: Juan Carlos Merino y Marcos Marina.<br />

Asesoría Editorial: Yolanda Sánchez.<br />

Comité de Redacción: Alicia Montero, Ana Llorente, Concha Cortés, Cristina León,<br />

David Díaz, Juan Luis Delgado, Marcelo Luzzi, Tomás Aguilera.<br />

Comité Asesor: Agustín Ramón Rodríguez (Real Academia de la Historia), Alfredo<br />

Mederos (Universidad Autónoma de Madrid), Carlos Ayala (Universidad Autónoma de<br />

Madrid), Carlos Reyero (Universitat Pompeu Fabra), Carmen del Cerro (Universidad<br />

Autónoma de Madrid), Concepción Abad (Universidad Autónoma de Madrid), Darina<br />

Martykanova (Universität Potsdam), Eduardo Sánchez-Moreno (Universidad Autónoma<br />

de Madrid), Feliciano Páez-Camino (IES Blas de Otero, Madrid), Felipe Pereda (Johns<br />

Hopkins University, Baltimore), Fermín Miranda (Universidad Autónoma de Madrid),<br />

Fernando Andrés (Universidad Autónoma de Madrid), Fernando Quesada (Universidad<br />

Autónoma de Madrid), Fernando Valdés (Universidad Autónoma de Madrid), Isabel<br />

Rubio (Universidad Autónoma de Madrid), Javier Baena (Universidad Autónoma de<br />

Madrid), Jesús María Carrillo (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid),<br />

José Nieto (Universidad Autónoma de Madrid), María José López (Universidad<br />

Autónoma de Madrid), Mauro Hernández (Universidad de Educación a Distancia),<br />

Pilar Toboso (Universidad Autónoma de Madrid), Soledad Milán (Universidad<br />

Autónoma de Madrid), Yolanda Guerrero (Universidad Autónoma de Madrid).<br />

Corrección de Estilo: Ernesto Ortíz, Miguel Ángel López y Natalia Fernández.<br />

Este número ha sido editado por la Dirección de la Revista Historia Autónoma.<br />

Fotografía de portada de Rafa Aparicio.


ÍNDICE<br />

Echar a andar................................................................................................................5<br />

Relación de autores ...................................................................................................9<br />

Artículos<br />

La guerra en la Beturia céltica: del siglo V a.C. a la derrota de Viriato.<br />

Pablo Paniego ................................................................................................................13<br />

Vinculación ideológica de la Roma medieval con los monumentos clásicos.<br />

Víctor Úbeda ..................................................................................................................29<br />

Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista de Al-Ándalus.<br />

Javier Albarrán.................................................................................................................45<br />

Aportación a la divulgación zoológica valenciana del siglo XVII. El Tratado de los<br />

animales terrestres y volátiles de Jerónimo Cortés (1613).<br />

Francisco Javier Peris.....................................................................................................59<br />

Caída y persecución del ministro Urquijo y de los jansenistas españoles.<br />

Aleix Romero ..................................................................................................................75<br />

Objetivos y limitaciones de la política exterior española en Marruecos: la batalla de<br />

Tetuán (1859-1860).<br />

Rocío Velasco ..................................................................................................................93<br />

La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974). Una aproximación a la financiación<br />

de la oposición franquista a la evolución del franquismo.<br />

Juan Manuel González..................................................................................................107<br />

La democracia posberlanga. La idea de posdemocracia de Colin Crouch a través de<br />

Atilano, presidente (1998).<br />

Garikoitz Gómez............................................................................................................127<br />

El paradigma género y mujeres en la historia del tiempo presente.<br />

Esther Mora .................................................................................................................143<br />

Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica por una hermenéutica histórica de<br />

la muerte.<br />

Daniel Ovalle ...............................................................................................................161


Reseñas<br />

El Imperio Romano no dejó de ser una sociedad esclavista.<br />

Alberto González............................................................................................................177<br />

En busca de mejor fortuna: los inmigrantes españoles en Buenos Aires desde el Virreinato<br />

a la Revolución de Mayo.<br />

Fernando Gómez...........................................................................................................181<br />

Ingenieros, estado y circulación del conocimiento en la perfieria mediterránea.<br />

Ximo Guillem-Llobat.....................................................................................................185<br />

Interacciones entre el movimiento obrero y el franquismo: una visión globalizadora.<br />

Joel Sans ......................................................................................................................189<br />

Crónicas<br />

Gestión forestal y sostenibilidad: experiencias históricas / Forest management and<br />

sustainability: historical experiences. IV Encuentro de Historia Forestal, Vitoria-Gasteiz,<br />

18-19 de octubre de 2012 .<br />

Iñaki Iriante y Álvaro Aragón........................................................................................195<br />

Edad Media y sociedad contemporánea. VI Jornadas de Historia Medieval, Madrid 6, 7 y<br />

8 de noviembre de 2012.<br />

Aurora González ..........................................................................................................201<br />

Entrevista<br />

La Prehistoria entre España y Alemania. Entrevista con el profesor Thomas Schuhmacher.<br />

Cristina León y Yolanda Sánchez.....................................................................................207


Un paso más<br />

La publicación de nuestro segundo número, que tiene el lector ante sus ojos, supone<br />

dar un paso más en el camino que iniciamos el pasado mes de septiembre, fecha en que salió<br />

a la luz la Revista Historia Autónoma. En su momento ya dijimos que ese acontecimiento<br />

significaba cerrar una larga etapa de preparación, pero a su vez era el punto de arranque<br />

de esta revista, que ahora continúa y, esperamos, lo siga haciendo durante muchos años.<br />

El trabajo de este equipo editorial ha estado encaminado a seleccionar unos contenidos<br />

de calidad, que representen fructíferas líneas de investigación dentro de los estudios<br />

sobre el pasado y que han acabado cristalizando en los diferentes trabajos publicados<br />

en estas páginas. Manteniendo como claves de nuestra tarea el espíritu crítico, el rigor<br />

metodológico y la capacidad de análisis, junto a contenidos ya presentes en el primer<br />

número como artículos o reseñas hemos introducido dos novedades a fin de enriquecer<br />

la publicación. Se ha incluido una entrevista con el profesor Thomas Schumacher, de<br />

la Universidad Autónoma de Madrid, a través de la cual se ha pretendido comparar la<br />

situación de la arqueología en dos países con tradiciones tan dispares como España y<br />

Alemania. Por otro lado, figuran dos crónicas de reuniones científicas de reciente<br />

celebración, intentando dar a conocer cómo transcurrieron, cuáles fueron los principales<br />

temas tratados en ellas y qué aportaciones dejaron. En suma, un segundo número con el<br />

que buscamos ofrecer nuevas aportaciones al conocimiento histórico y dejar patente la<br />

importancia de los jóvenes investigadores dentro de la disciplina.<br />

Queremos terminar la presentación de este segundo número agradeciendo su labor a<br />

aquellos responsables del Comité de Redacción que cesan en sus cargos una vez cumplido<br />

su periodo de trabajo. Estos compañeros han sido fundamentales a la hora de fundar<br />

esta revista y nunca podremos recompensar totalmente el papel que han desempeñado,<br />

deseándoles muchos éxitos en sus carreras investigadoras.<br />

Desarrollar una investigación en la actualidad es enormemente difícil. En un<br />

contexto dominado por la incertidumbre más absoluta, en el que las sombras están mucho<br />

más presentes que las luces, emprender una investigación, llevarla a cabo, culminarla<br />

y encontrar un puesto laboral fruto de ella son, posiblemente, unas de las decisiones<br />

más valientes que puedan tomarse. Más si cabe teniendo en cuenta que la actual crisis<br />

económica que todo lo envuelve hace todavía más difícil embarcarse en un proyecto de<br />

tales características. Todo este panorama convierte al investigador en una profesión de<br />

riesgo, en peligro de extinción si no se toman las medidas adecuadas para impedir su<br />

desaparición, todavía que se está a tiempo de ello. Si el mundo de la investigación dejase<br />

de existir, se acabaría con una de las grandes vías de progreso con que han contado las<br />

sociedades humanas, condenando su evolución de una manera prácticamente irreversible.


Esta situación es común a todas las áreas de conocimiento, pero particularmente<br />

intensa en el campo de las ciencias sociales y las humanidades, dentro del cual se<br />

encuentra la disciplina histórica. La devaluación de este tipo de estudios no solo tendrá<br />

graves consecuencias para sus profesionales, sino que alcanzará al conjunto de la<br />

población. El paulatino abandono de tales ámbitos hará que los individuos dejen de contar<br />

con herramientas fundamentales que les han permitido desarrollarse como personas e<br />

interactuar con la sociedad de la que forman parte. Por lo tanto, se hace necesaria la<br />

reivindicación de los saberes humanísticos y sociales y del papel que juegan dentro<br />

de la investigación, sin entrar en su consideración o no como ciencia. De lo contrario,<br />

estaríamos abocados a perder referentes básicos de nuestra cultura, de nuestra forma de<br />

entender el mundo y, en definitiva, de nuestra propia existencia.<br />

A nuestro juicio, los diferentes obstáculos a los que ha de enfrentarse una persona<br />

que quiera emprender una trayectoria investigadora pueden agruparse en tres grandes<br />

ámbitos.<br />

Para empezar, los que uno debe superar de entrada, para poder iniciarla. El<br />

incremento del precio de los estudios universitarios, tanto de grado como de máster,<br />

impiden que una parte del alumnado, incapaz de hacer frente a los mismos, pueda acceder<br />

a la educación superior. Como consecuencia, el número de potenciales investigadores<br />

queda reducido desde bien temprano, eliminando la igualdad de oportunidades entre los<br />

ciudadanos y haciendo que solo puedan formarse quienes puedan costearse su etapa como<br />

estudiante.<br />

También pueden observarse dificultades durante el periodo investigador. Uno de<br />

los más importantes es la reducción presupuestaria, que conlleva un fuerte descenso de<br />

becas y ayudas. El disfrute de éstas, incompatible con el desempeño de un puesto de<br />

trabajo, queda restringido, nuevamente, a las personas con una posición económica más<br />

holgada. Merece la pena destacar un tipo de subvenciones en serio peligro, las destinadas<br />

a la movilidad de los investigadores, ya sea dentro del país como hacia el extranjero.<br />

Su supresión tendrá serias repercusiones en tanto que dificultará el contacto con otras<br />

realidades sociales, culturales y académicas, acabando con una de las más poderosas<br />

vías de enriquecimiento formativo con las que hasta el momento contaban los futuros<br />

investigadores.<br />

La tercera categoría corresponde a los problemas de salida, aquellos que deben<br />

afrontarse al finalizar el periodo investigador. La disminución de puestos docentes en las<br />

universidades incide directamente en las posibilidades de que los investigadores que han<br />

concluido su etapa doctoral puedan obtener una plaza en ellas. A este fenómeno hay que<br />

unir los recortes sufridos por otros centros de investigación y que no contribuyen a mejorar<br />

el panorama, sino todo lo contrario. De nada sirve que una persona decida comenzar una<br />

carrera investigadora si cuando la termine tiene escasas opciones de poder continuarla<br />

desde dentro del mundo académico, viéndose obligado a reciclarse laboralmente para<br />

poder ganarse la vida en otra profesión.


Frente a ello, creemos que existen soluciones para impedir que las medidas adoptadas<br />

en los últimos tiempos se conviertan en un camino de no retorno que acabe condenando<br />

la investigación en general, y el estudio del pasado en particular. Las frecuentes alusiones<br />

hechas al factor económico hacen indispensable que existan los recursos financieros<br />

necesarios para que haya una investigación puntera, de la máxima calidad y de la que<br />

formen parte los mejores profesionales de todas y cada una de las áreas de conocimiento.<br />

A su vez, es preciso que la sociedad tome conciencia de lo que significa contar con<br />

investigadores de primer orden, capaces de devolver en forma de conocimiento los años<br />

de formación que han dedicado. En un mundo que camina hacia la vulgaridad, el placer<br />

inmediato y la banalización de la cultura, conviene que se alce la voz para reivindicar<br />

la aportación trascendental que el mundo de la investigación lleva a cabo día a día, en<br />

ámbitos de nuestra vida cotidiana que por lo general pasan desapercibidos pero que son<br />

fruto de años y años dedicados a investigar. Una situación más grave aún en el caso de<br />

los estudios humanísticos, los cuales poseen una menor consideración social. Se hace<br />

imprescindible destacar sus funciones para el conjunto de la población como vía para<br />

evitar su condena al ostracismo, la marginalidad o su directa desaparición, con las graves<br />

repercusiones que ello tendría.<br />

La oleada de movilizaciones que se están produciendo como respuesta a las<br />

decisiones adoptadas por el gobierno y que lesionan gravemente el panorama investigador<br />

está mostrando que buena parte de la comunidad universitaria está en contra de las<br />

mismas. Este clima de rechazo y sus múltiples manifestaciones deben convencernos de<br />

la necesidad de dar un paso más no solo para denunciar la situación sino para proponer<br />

alternativas que conduzcan a la mejora de la red investigadora española. El fin de un<br />

sistema de investigación potente, público y que responda a las necesidades de la sociedad<br />

nos condenará a todos mucho más de lo que podemos imaginarnos. Pocas veces se dice<br />

que la investigación es posiblemente la salida más eficaz para la crisis económica que<br />

padecemos y la mejor garantía para tener un futuro próspero. Obviarlo significará que<br />

todos acabaremos perdiendo.<br />

Desde esta plataforma, pedimos que impere la cordura y la búsqueda del bien<br />

común no se vea subordinada a la obtención del beneficio económico instantáneo. La<br />

formación es una inversión, pero cuyos resultados se materializan a largo plazo. Respetar<br />

los tiempos que ello conlleva y comprender la potencialidad de contar con un sistema de<br />

investigación de primer nivel son claves para situar a éste en el lugar que le corresponde<br />

en nuestra sociedad. Es necesario sembrar para luego poder recoger una cosecha de<br />

considerable calidad, y los resultados de las investigaciones no surgen por generación<br />

espontánea. Los ajustes presupuestarios acabarán provocando la merma de la comunidad<br />

investigadora, puesto que es imposible hacer más con menos. Tendrán además graves<br />

consecuencias para los profesionales que están comenzando su formación, que verán<br />

frenadas sus aspiraciones porque los intereses responderán a las necesidades del mercado


y no a las demandas de la sociedad, al fin y al cabo, la matriz de la que surge y a la que<br />

debe servir el mundo de la investigación. Su pérdida solo hará que demos un paso atrás<br />

que nos costará mucho tiempo y esfuerzo recuperar.<br />

Y no queremos concluir sin hacer nuestro particular homenaje al profesor Julio<br />

Aróstegui que lamentablemente falleció el pasado mes de enero. Muchos nos iniciamos<br />

en la investigación a partir de sus textos y seguirá siendo referente para las generaciones<br />

venideras.<br />

Juan Carlos Merino y Marcos Marina. Directores de la Revista Historia Autónoma


Relación de autores<br />

Pablo Paniego: Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha<br />

participado en diversos proyectos y excavaciones, entre las que pueden destacar el<br />

Proyecto Alconétar o yacimientos como los de Netróbriga o Cerro Borreguero.<br />

Víctor Úbeda: Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido<br />

ponente de las Jornadas de Investigación en Historia Antigua, y ha publicado en Stilus.<br />

Sus líneas de investigación se centran en la historia de Roma y su legado en la Edad<br />

Media.<br />

Javier Albarrán: Becario del Área de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de<br />

Madrid, ha cursado estudios de árabe en la Universidad de Jordania y sus investigaciones<br />

han girado en torno a las relaciones islamo-cristianas en el ámbito medieval, habiendo<br />

participado en eventos como el “VI Simposio Internacional de Jóvenes Medievalistas” o<br />

las “VII Jornadas hispanoportuguesas de Historia Medieval”.<br />

Francisco Javier Peris: Licenciado en Ciencias Biológicas y Máster en Biodiversidad:<br />

conservación y evolución. Es autor de artículos aparecidos en revistas como Saitabi,<br />

Asclepio, Tiempos Modernos, Boletín de la Asociación Española de Entomología y otras<br />

internacionales, y también ha publicado distintos libros.<br />

Aleix Romero: Licenciado en Humanidades, DEA en Historia Moderna y reciente doctor<br />

en Historia Contemporánea por la Universidad de La Rioja. Ha sido también becario FPI<br />

por la misma universidad. En su tesis doctoral ha abordado la biografía de Mariano Luis<br />

de Urquijo (1769-1817), a la que ha dedicado varios artículos y de la que próximamente<br />

publicará un libro.<br />

Rocío Velasco: Profesora de la Universidad de Extremadura. Entre sus principales líneas<br />

de investigación se encuentra la historia de las relaciones hispano-marroquíes, con<br />

especial dedicación al Protectorado. Ha publicado en Hispania Nova, Norba, Revista de<br />

Historia Actual y Cuadernos de Historia Contemporánea. Es autora de la monografía<br />

Nacionalismo y colonialismo en Marruecos. El general Valera y los sucesos de Tetuán<br />

(2012).


Juan Manuel González: Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Navarra,<br />

Licenciado en Ciencias de la Información y Máster en Marketing por la Universidad del<br />

País Vasco. Sus principales líneas de investigación (violencia política, Iglesia católica y<br />

medios de comunicación) se centran en el tardofranquismo y la Transición. Ha publicado<br />

sus investigaciones en revistas como Historia Actual On Line, Revista Universitaria de<br />

Historia Militar o El Argonauta Español.<br />

Garikoitz Gómez: Licenciado en Historia por la Universitat de València. Máster en Historia<br />

Contemporánea por la y la Universidad Autónoma de Madrid. El miembro del colectivo<br />

editor de la revista de estudios culturales Ecléctica y del Critical Studies Research Group<br />

de la Universidad de Brighton, donde actualmente prepara un doctorado que explora las<br />

relaciones entre espacio, trauma, memoria y afectividad en Irlanda del Norte y España.<br />

Esther Mora: Licenciada en Historia por la Universidad de Murcia. Máster en Historia<br />

Social Comparada. Relaciones políticas, familiares y de género en España y América<br />

Latina por la Universidad de Murcia. Actualmente doctoranda en Historia Social<br />

Comparada. Sus líneas de investigación se centran en la Historia, memorias e identidades<br />

en las relaciones de género contemporáneas en España y la Región de Murcia.<br />

Daniel Ovalle: Magister en Historia, mención historia económica y social por la Pontificia<br />

Universidad Católica de Valparaíso y Licenciado en Educación por la Universidad de<br />

Playa Ancha de Ciencias de la Educación. Especialist en historia cultural y epistemología<br />

de la historia, ha publicado en revistas especializadas acerca de las representaciones de la<br />

muerte en Chile (siglos XVI al XIX) y los aportes de Paul Ricoeur a la tarea historiográfica.<br />

Alberto González: Licenciado en Historia por la Universidad de León. Máster en Historia<br />

y Ciencias de la Antigüedad por la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad<br />

Complutense de Madrid. Doctorando en Estudios del Mundo Antiguo por la Universidad<br />

Complutense de Madrid, con una tesis titulada “La inflación en el Imperio Romano Tardío<br />

(ss. IV-VII)”.<br />

Fernando Gómez: Licenciado en Historia por la Universidad de Buenos Aires, donde<br />

actualmente es docente de Historia Argentina I y cursa sus estudios de doctorado con<br />

una tesis titulada “Religión y política en los intentos de construcción de legitimidad en el<br />

Río de la Plata posrevolucionario”. Cuenta con publicaciones sobre el virreinato del Río<br />

de la Plata y la etapa revolucionaria. Participa además en dos proyectos de investigación<br />

dedicados a esta temática.


Ximo-Guillem Llobat: es profesor ayudante doctor del Departament d’història de la<br />

ciencia i documentació de la Universitat de València y miembro del Institut d’Història de<br />

la Medicina i de la Ciència López Piñero (CSIC-UVEG). Su investigación se ha centrado<br />

en la regulación de la seguridad alimentaria, y más recientemente de la salud ambiental,<br />

entre finales del XIX y principios del XX. Sus últimas publicaciones han analizado la<br />

regulación de la sacarina y han aparecido en revistas internacionales como Annals of<br />

Science y Appetite.<br />

Joel Sans: Licenciado en Historia por la Universitat Autònoma de Barcelona, y Máster<br />

en Historia Contemporánea por esta misma universidad. Ha publicado varios trabajos<br />

relacionados con la situación de las organizaciones de izquierda, tanto durante la Segunda<br />

República como durante los años setenta y el proceso de transición. Es editor de la revista<br />

La Hiedra.<br />

Iñaki Iriante: Profesor Titular de la Universidad de Zaragoza, Departamento de Estructura<br />

e Historia Económica y Economía Pública. Editor de “Investigaciones de Historia<br />

Económica”, recientemente ha publicado los siguientes trabajos de historia forestal:<br />

“Forests, Fuelwood, Pulpwood, and Lumber in Spain, 1860-2000: A Non-declensionist<br />

story”, Environmental History, (2013), 1-27; “Not only subterranean forests: Wood<br />

consumption and economic development in Britain (1850–1938)” Ecological Economics,<br />

(2012) 77, 176-184 (Con María Isabel Ayuda).<br />

Álvaro Aragón: Profesor agregado de la Universidad del País Vasco, Departamento<br />

de Historia Medieval, Moderna y de América. Sus líneas de investigación forestal se<br />

centran sobre la evolución y transformaciones de las técnicas forestales en Gipuzkoa<br />

y su repercusión sobre las masas forestales durante los siglos XVI y XVII, así como<br />

en el estudio y evolución de la técnica del trasmocho en Época moderna, de lo cual ha<br />

publicado varios artículos en revistas nacionales y extranjeras.<br />

Aurora González: Estudiante de tercer curso del grado de Historia, especialidad Edad<br />

Media. Como líneas de investigación principales estarían la Alta Edad Media, tanto<br />

peníncular como del mundo islámico así como la relación del Islam con otras culturas y<br />

sociedades.


La guerra en la Beturia céltica: del siglo V a. C. a la muerte de<br />

Viriato<br />

PABLO PANIEGO DÍAZ<br />

Universidad Autónoma de Madrid<br />

Fecha de recepción: 2 de julio de 2012<br />

Fecha de aceptación: 30 de noviembre de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

Resumen: Este trabajo pretende abordar diversos aspectos concernientes a la guerra<br />

entre los pueblos célticos asentados en la Beturia, estudiando sus sistemas defensivos, sus<br />

armas y su forma de combate, así como recordando los pasajes de las fuentes en las que<br />

se menciona, o infiere, su participación.<br />

La mayor parte de los datos conocidos se centran en los momentos finales,<br />

coetáneos a las guerras con Roma o inmediatamente anteriores. La definición cronológica<br />

se ha hecho a tenor de los datos, que permiten hablar de importantes cambios acaecidos<br />

entre estas gentes tras la muerte de Viriato, siendo claro el influjo de Roma de forma<br />

directa e indirecta, a través de los contingentes de auxiliares que acompañaban a las<br />

legiones. Es posible que el asentamiento de auxilia celtibéricos en las ciudades célticas<br />

y su aculturación es lo que llevase a ciertos autores clásicos a hablar de que el origen de<br />

los célticos del suroeste se encuentra en la Celtiberia, pues culturalmente estos auxiliares<br />

seguirían pareciéndose más a sus compatriotas de la Celtiberia que a los romanos para<br />

quienes luchan.<br />

Palabras clave: guerra céltica, Beturia, sistemas defensivos, armamento, tácticas.<br />

Abstract: This paper pretends to tackle various aspects of Celtics wars that took place<br />

in La Beturia –where Celtics were settled– through the study of their defensive systems,<br />

their weapons and their ways of fighting, as well as remembering different sources where<br />

the participation of Celtics is mentioned or can be inferred.<br />

Most of data known are focused on the final moments, which were contemporary or<br />

just immediately previous to wars against Rome. The chronological definition has been<br />

made from those data, which allow to talk about important changes in Celtic people after<br />

the defeat of Viriato. It keeps clear the influence of Rome, directly and indirectly, through<br />

auxiliary contingents of legions. It is possible that the settlement of auxilia Celtiberians in<br />

celtic towns and their acculturation in the celtic society are the reasons why some classic


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

authors set the origin of Celtics in the southwest in Celtiberia, since in terms of culture<br />

they are more similar to their compatriots than to the Romans, for whom they fight.<br />

Keywords: Celtic war, Beturia, defensive system, weapons, tactics.<br />

1. La Beturia y los célticos<br />

Más allá de la región conocida y dominada por los romanos antes de mediados del<br />

siglo II a. C., se extendían unas tierras pobladas por gentes indoeuropeas que los autores<br />

clásicos llaman celtici o keltoi. Estos compartirían con los turduli (túrdulos) un territorio<br />

sin ningún tipo de unidad política, lingüística o étnica, llamada Baeturia. Esta región<br />

está emplazada aproximadamente en la cuenca del río Ana (Guadiana), hasta los límites<br />

de la del Baetis (Guadalquivir), ocupando el sector occidental los célticos, una tierra<br />

montañosa, boscosa y rica en filones férricos, muy apropiada para una economía con gran<br />

importancia de la ganadería.<br />

Los célticos del suroeste, que se extienden más allá de la Beturia, llegan a la Beturia<br />

hacia el siglo V a. C. 1 , coincidiendo con la llamada crisis del 400 que supone un importante<br />

cambio en la región extremeña y cuyo máximo paradigma son las destrucciones de los<br />

edificios señoriales de la Cuenca Media del Guadiana como Cancho Roano o La Mata de<br />

Campanario 2 .<br />

Figura 1: La Beturia céltica, según Berrocal Rangel, Luis, Los pueblos… op. cit., p. 59<br />

1 La celtización o continentalización es un proceso acumulativo que se produce desde el Bronce Final pero<br />

alcanza su máximo exponente en este momento. Rodríguez Díaz, Alonso, “La Segunda Edad del Hierro<br />

en la Baja Extremadura: problemática y perspectivas en torno al poblamiento” en Saguntum, 22 (1989),<br />

pp. 165-224; Berrocal Rangel, Luis, Los pueblos célticos del suroeste de la Península Ibérica, Madrid,<br />

Universidad Complutense, 1992; Ídem, La Baeturia, un territorio prerromano en la baja Extremadura,<br />

Badajoz, Diputación de Badajoz, 1998, pp. 128-131.<br />

2 Rodríguez Díaz, Alonso, “Algunas reflexiones sobre el fin de Tartessos en la cuenca media del Guadiana:<br />

la crisis del Cuatrocientos y el desarrollo de la Beturia” en CuPAUAM, 21 (1994), pp. 9-34.<br />

14


15<br />

El contacto con el mediodía peninsular es continuo pero parece intensificarse<br />

en época bárquida y durante la segunda guerra púnica, cuando la fachada occidental<br />

peninsular mantiene unas buenas relaciones con los cartagineses, a quienes parece surtir<br />

de contingentes militares e incluso ser lugar de refugio para los púnicos durante algunas<br />

fases de la contienda con Roma 3 .<br />

2. Los acontecimientos militares<br />

Los datos aportados por las fuentes clásicas han de ser contrastados y en algunos<br />

casos reinterpretados, aunque de ellos se deduce que la región estuvo plenamente inmersa<br />

en las guerras contra Roma desde el siglo II a. C.<br />

Pablo Paniego, “La guerra en la Beturia céltica...”<br />

Los célticos parecen ser confundidos por estos autores con los lusitanos en<br />

determinadas ocasiones, porque es posible que en algunos momentos, como durante el<br />

conflicto de Viriato, el término lusitano llegase a englobar a realidades diferentes como<br />

son los célticos, siendo plausible que fuesen estos últimos protagonistas principales de<br />

las guerras contra Roma 4 . No habría que descartar tampoco una presencia lusitana en<br />

territorio céltico antes de la reordenación romana de la región.<br />

Estos célticos y lusitanos no viven aislados del mundo mediterráneo como parecen<br />

insinuar las fuentes cuando hablan del caudillo Viriato o de sus predecesores Púnico,<br />

Césaro o Cauceno entre otros. La influencia cartaginesa parece ser muy fuerte, como<br />

demuestra la antroponimia en el caso de uno de los caudillos citados. Se ha llegado a<br />

plantear que Cartago estuviese directamente detrás de algunas de las correrías célticolusitanas,<br />

especialmente de aquellas que abandonan la península para realizar sus actos<br />

de pillaje y saqueo, e incluso de sitio, en el norte de África 5 . En las guerras de estos<br />

líderes indígenas contra Roma parece claro, al menos para el caso de Viriato, que su<br />

principal base de operaciones, e incluso es posible que su patria natal, fue la Beturia,<br />

cuyas ciudades apoyaron su lucha y fueron castigadas por esto en los momentos finales<br />

de la contienda 6 . La arqueología demuestra que la Beturia fue un importante centro en la<br />

3 Ciprés Torres, María Pilar, Guerra y sociedad en la Hispania indoeuropea, Vitoria, Universidad del País<br />

Vasco, 1993, pp. 75-76.<br />

4 Pérez Vilatela, Luciano, “Procedencia geográfica de los lusitanos de las guerras del siglo II a. C. en los<br />

autores clásicos (154-139 a.C.)”, en Actas del VII Congreso español de estudios clásicos (Madrid 20-24<br />

abril de 1987), vol. 3, Madrid, Universidad Complutense, 1989, pp. 257-262; Ídem, “Identificación de<br />

Lusitania (155-100 a.C.)” en Sanchís Llopis, Jorge (coord.), Homenatge a José Esteve Forriol, Valencia,<br />

Universitat Valencia, 1990, pp. 133-140; Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit., pp. 72-73;<br />

Lorrio Alvarado, Alberto, “Los celtas en occidente” en Ruíz Zapatero, Gonzalo y Jesús Álvarez Sanchís<br />

(eds.), Castros y verracos. Las gentes de la Edad del hierro en el occidente de Iberia, Ávila, Institución<br />

Gran Duque de Alba, 2011, pp. 45-100.<br />

5 Ciprés Torres, María Pilar, Guerra y sociedad… op. cit., pp. 76-77.<br />

6 García Moreno, Luis Agustín, “Infancia, juventud y primeras aventuras de Viriato, caudillo lusitano”<br />

en Pereira Menaut, Gerardo (coord.), Actas 1er. Congreso Peninsular de Historia Antigua: Santiago de<br />

Compostela, 1-5 julio 1986, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1988, pp.<br />

373-382.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

lucha contra Roma, más allá de las citas de las fuentes sobre ciudades de este territorio,<br />

como demuestran las destrucciones e importantes cambios sufridos en el castro de Capote,<br />

en fechas similares a las que las fuentes dan para la toma de Nertóbriga.<br />

La valoración que hacen las fuentes sobre estos céltico-lusitanos es negativa,<br />

considerándoles continuamente como bandidos, no creyéndoles nunca más allá que<br />

simples salteadores. Desprecian su forma de combatir y no entienden que los soldados de<br />

sus ejércitos procedan de diferentes ciudades sin que ninguna de ellas sea la que organice<br />

la lucha. Generalmente evitan los enfrentamientos directos ya que prefieren utilizar su<br />

velocidad y conocimiento del terreno, táctica que se ha de buscar en su mentalidad, además<br />

de ser un acierto como demuestran las diferentes victorias. En los enfrentamientos con<br />

los ejércitos romanos las tropas céltico-lusitanas no se encuentran en inferioridad, como<br />

parece inferirse de las fuentes, pues derrotan en varias ocasiones a ejércitos romanos,<br />

de rango consular en algún caso. A pesar de que es a los indígenas a quienes se acusa<br />

de rehuir el enfrentamiento directo, algunos comandantes romanos llegan a utilizar este<br />

recurso, como Vetilio cuando está refugiado en Carpesso 7 .<br />

En el 185 a. C., según Livio, los cónsules de la Citerior y la Ulterior se reúnen con<br />

sus respectivas tropas en la región con el fin de atacar a los ejércitos enemigos acampados<br />

en la Carpetania. Esta primera incursión supondrá un punto de inflexión y un cambio en la<br />

política que adoptarán los romanos, pues a partir de este momento contemplarán la Beturia<br />

como una barrera que hay que controlar para proteger la Bética 8 . Esta nueva estrategia<br />

de presencia se caracterizará por acciones militares por ambos bandos, de las que se<br />

pueden destacar ciertos hitos como las campañas del 155-153 a. C. del caudillo lusitano<br />

Púnico que contará además con tropas vettonas y que derrotará y dará muerte a Terencio<br />

Varrón. Este mismo ejército será controlado por Césaro a la muerte de Púnico. Estas<br />

tropas indígenas destacan por su capacidad de ataque, pues los romanos son superados en<br />

numerosas ocasiones, por lo que en muchos momentos únicamente se defienden. También<br />

se caracterizan por lograr reunir a grandes cantidades de combatientes que llegan a derrotar<br />

a auténticos ejércitos romanos, infligiéndoles numerosas bajas, baste de ejemplo los 9000<br />

romanos comandados por Mummio muertos por Césaro 9 . Por parte romana destaca la<br />

campaña de Marco Atilio en el 152 a. C. que concluirá con la destrucción de Nertóbriga,<br />

lo que permite asegurar que la acción bélica se desarrolló en la Beturia céltica 10 . Un año<br />

7 Ibídem, pp. 378-381. Dicho autor sitúa esta ciudad en la Turdetania, y sería el lugar donde las tropas<br />

romanas buscarían refugió tras una derrota frente a Viriato, a quien permiten saquear las inmediaciones por<br />

no atreverse a salir de las murallas en busca de enfrentamiento hasta la llegada del pretor C. Plautio con<br />

10000 infantes y 1300 jinetes.<br />

8 Berrocal Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa en el territorio céltico durante la época republicana”,<br />

en Morillo Cedán, Ángel et al. (coord.), Defensa y territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto:<br />

(espacios urbanos y rurales, municipales y provinciales): coloquio celebrado en la Casa de Velázquez (19<br />

y 20 de marzo de 2001), Salamanca, Universidad de León y Casa de Velázquez, 2003, pp. 185-218.<br />

9 Almagro Gorbea, Martín, “Guerra y sociedad en la Hispania céltica” en García Castro, Juan Antonio et<br />

al., La guerra en la antigüedad: Una aproximación al origen de los ejércitos en Hispania. [Exposición],<br />

Madrid, 29 de abril - 29 de junio 1997, Madrid, Ministerio de Defensa, 1997, pp. 207-221.<br />

10 García Moreno, Luis Agustín, “Infancia, juventud…” op. cit., p. 376.<br />

16


17<br />

después Galba será derrotado y buscará refugio en Carmona, tras lo que tendrá lugar<br />

la treta de Galba para acabar con los lusitanos. Esta estratagema romana fracasará y no<br />

será hasta la muerte de Viriato cuando se consiga estabilizar relativamente la situación<br />

en la región, enviándose fuertes contingentes militares de forma estable más allá de los<br />

territorios béticos. Esto supondrá que se funden los primeros campamentos militares a<br />

partir del 139-138 a. C. con Cepión y Bruto, en las tierras del interior más allá de la<br />

Bética 11 .<br />

Los datos más abundantes son los que se refieren a la guerra de Viriato, del que como<br />

ya se mencionó anteriormente cabe la posibilidad de que su origen estuviese en la Beturia<br />

céltica, y se confirma que por lo menos esta fue su principal base de apoyo y la región<br />

en la que se encontraba seguro. Sobre Viriato se sabe que llega al poder tras la traición<br />

de Galba y que tiene en la Beturia su retaguardia, pues sus actuaciones se centran en la<br />

Turdetania y Sierra Morena, lugares que raramente abandonará y que demuestra que las<br />

hostilidades fueron para los lusitanos realmente una guerra ofensiva en la que las acciones<br />

bélicas se llevan a cabo lejos de su territorio. Se podrían destacar las fechas seguras del<br />

146 a. C. en la que Viriato hace refugiarse a Vetilio que decide esperar refuerzos mientras<br />

los hombres del caudillo céltico-lusitano saquean el territorio circundante, hasta que llega<br />

el pretor Plautio con su ejército al que posteriormente, ese mismo año, derrotará. Misma<br />

suerte tendrá en el 143 a. C. Quinctio. En el 141 a. C., cinco ciudades de la Beturia serían<br />

saqueadas por Serviliano debido a su fidelidad a Viriato, quien en los años finales de<br />

su poder, cuando en peor situación se encuentra con Roma, decide buscar refugio en la<br />

ciudad de Arsa, en la Beturia 12 .<br />

Tras Viriato cambia la dinámica en la zona y los romanos comienzan a asentarse,<br />

con yacimientos documentados como Hornachuelos, El Castrejón y San Pedro, estos<br />

últimos entre Valencia del Ventoso y Segura de León. Este nuevo momento se caracteriza<br />

por una pujanza económica de los yacimientos indígenas existentes previamente. Dicha<br />

situación de bonanza concluirá con el inicio de las guerras civiles en las que la Beturia<br />

céltica forma parte del bando sertoriano 13 .<br />

3. Los sistemas defensivos<br />

Sobre los modos de hacer la guerra destaca que esta región no se diferencia de<br />

otras contemporáneas en el ámbito peninsular y que, por lo tanto, hasta la llegada de<br />

los ejércitos semitas o romanos, el asedio, sitio y toma de ciudades, salvo por un golpe<br />

11 Aunque las fechas se podrían llevar hasta los momentos finales de la contienda según algunos autores para<br />

algún campamento como el de El Pedrosillo II, Fernández-Tejeda Vela, José Francisco, “Pedrosillo II, ¿un<br />

campamento romano de entrenamiento en la provincia de Badajoz?”, en Revista de Estudios Extremeños,<br />

67-1 (2011), pp. 11-34.<br />

12 García Moreno, Luis Agustín, “Infancia, juventud…” op. cit., p. 377.<br />

13 Berrocal Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa…” op. cit.<br />

Pablo Paniego, “La guerra en la Beturia céltica...”


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de mano, no se considera factible. Las murallas se preparan para enfrentarse al peligro<br />

conocido de mayor envergadura, pero en muchas ocasiones estas imitaciones locales no<br />

son realmente efectivas, como parecen demostrar las fuentes y la arqueología, y en su<br />

complejidad parecen más producto de la ostentación o la disuasión que realmente su<br />

uso práctico, hasta fechas bastante avanzadas (aunque siempre hay que recordar que la<br />

finalidad de cualquier muralla o sistema defensivo es la protección de la comunidad, a<br />

la cual cohesiona). Que su primera función es la defensa parece quedar claro cuando se<br />

analiza el esfuerzo, tanto en trabajo como en materiales, que suponen la construcción y<br />

la continua remodelación y adaptación a los nuevos sistemas defensivos, sin negar otras<br />

funciones complementarias 14 .<br />

Las construcciones defensivas y su evolución están muy relacionadas con el contacto<br />

con el exterior y este se puede dividir en hasta tres fases para el periodo estudiado. La<br />

primera fase se desarrolla hasta finales del siglo III a. C. y se caracteriza por la ausencia<br />

de influencia púnico-helenística o romana en las construcciones. A partir de ese momento<br />

y hasta mediados del siglo II a. C. se produce una evolución de las fortificaciones que,<br />

aunque indígena, adopta ideas del exterior, especialmente desde el 185 a. C., cuando<br />

se producen las primeras actuaciones romanas en este territorio. La última fase puede<br />

identificarse con el periodo de la guerra de Viriato y que concluye con la anexión teórica<br />

de la región. Este tercer periodo se caracteriza por la adecuación de los indígenas a la<br />

forma de hacer la guerra de los romanos y se constata en las innovaciones de Capote. Es<br />

posible que en otros yacimientos esta remodelación y adecuación a los nuevos tiempos<br />

fuese anterior aunque no hay datos que permitan afirmarlo. En los momentos posteriores a<br />

la derrota de Viriato se constata una presencia cada vez más importante del factor romano<br />

que concluirá con la completa asimilación 15 .<br />

3.1 Hasta finales del siglo III a. C.<br />

Un análisis más detallado permite conocer la evolución de las formas de defensa<br />

en la Beturia. En un primer momento, durante los siglos V, IV y III a. C. se observa una<br />

clara tradición local, basándose la defensa en la ocupación de enclaves de fácil defensa y<br />

en la construcción de murallas elementales, un simple lienzo que aprovecha la topografía<br />

natural, con torres y/o bastiones macizos en algunos casos. En los momentos postreros<br />

a esta fase, coincidiendo con el cambio de siglo, se observa una influencia púnica en el<br />

interior, no solo en la Beturia, que se refleja en una mayor complejidad 16 .<br />

14 Gracia Alonso, Francisco, “Análisis táctico de las fortificaciones ibéricas”, en Gladius, 20 (2000), pp.<br />

131-170; Berrocal Rangel, Luis, “La defensa de la comunidad: sobre las funciones emblemáticas de las<br />

murallas protohistóricas en la Península Ibérica”, en Gladius, 24 (2004), pp. 27-98.<br />

15 Berrocal Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa…” op. cit.; Ídem, “Las ‘fortalezas de entrada’”, un<br />

elemento de la poliorcética castreña desde el enfoque de la conquista romana”, en Norba. Revista de<br />

Historia, 18 (2005), pp. 11-31.<br />

16 Como se puede observar en el Cerro de las Cabezas y La Bienvenida, en Berrocal Rangel, Luis, “Las<br />

“fortalezas de…” op. cit.<br />

18


19<br />

El yacimiento que más información aporta es el de Castrejón de Capote, con<br />

una primera fase (denominada Fase 4) que arranca desde al menos el siglo IV a. C. y<br />

posiblemente desde finales del siglo V a. C., con una muralla de aparejo de piedra de tamaño<br />

medio que no duda en aprovechar los grandes afloramientos rocosos en su construcción.<br />

La puerta principal, situada en el lugar más accesible, está protegida por bastiones huecos<br />

y un foso, y posiblemente desde los primeros momentos se iría reforzando el sistema<br />

defensivo 17 . Se podría hablar de una fortaleza de entrada desde los orígenes del castro 18 .<br />

Del yacimiento de la Ermita de Belén se conoce otra muralla, de cronología incierta<br />

entre los siglos IV a. C. y la época altoimperial aunque bien pudiera encuadrarse en la<br />

primera de estas fechas. 19 . Se caracteriza por tener una anchura máxima de 3,4 m y estar<br />

construida a base de una doble hilada de piedras desbastadas por uno de sus lados y<br />

relleno de pequeñas piedras sin disposición alguna que se asienta directamente sobre la<br />

roca sin preparación previa 20 .<br />

3.2 Desde finales del siglo III a. C. hasta el 185/152 a. C.<br />

Pablo Paniego, “La guerra en la Beturia céltica...”<br />

La horquilla cronológica de esta fase se debe a la escasez de conocimiento<br />

arqueológico para esta zona. Los datos llevarían la cronología hasta mediados del siglo<br />

II a. C., coincidiendo con las fuentes, pero es posible que los cambios en las estructuras<br />

defensivas, debido a la influencia militar romana, fuesen anteriores en otros yacimientos.<br />

No obstante, los cambios en estos siempre serían posteriores al 185 a. C., coincidiendo<br />

con la primera actuación romana en tierras betúricas que haría realidad un peligro antes<br />

potencial.<br />

Entre los ejemplos conocidos para el periodo inmediatamente anterior al 185/152<br />

a. C., y en los que ya se deja notar la influencia mediterránea están los Castillejos 2<br />

de Fuente de Cantos, un sistema defensivo con estancias adosadas a las murallas, que<br />

parece ser una imitación a las casamatas 21 , aunque es posible que esta construcción sea<br />

posterior y enlace con la época republicana. El material empleado para la construcción de<br />

la muralla es piedra traída del río cercano, como cuarcitas, diabasas o pizarras, dispuestas<br />

en sillarejo, de la que desconocemos si hay cimentación, aunque se ha comprobado para<br />

algunas zonas que la roca natural era limada y sobre ella se asentaba el lienzo de la<br />

muralla. En los flancos más vulnerables de la estructura, que es de forma pentagonal,<br />

17 Berrocal Rangel, Luis, “El poblado fortificado de El Castrejón de Capote y su paisaje: la fortificación<br />

de lo sagrado” en Berrocal Rangel, Luis y Pierre Moret, Paisajes fortificados de la Edad del Hierro: las<br />

murallas protohistóricas de la meseta y de la vertiente atlántica en su contexto europeo. Actas del coloquio<br />

celebrado en la Casa de Velázquez, (Octubre de 2006), Madrid, Casa de Velázquez, 2007, pp. 255 y 280.<br />

18 Berrocal Rangel, Luis, “El asentamiento ‘céltico’ de Castrejón de Capote (Higuera La Real, Badajoz)”,<br />

en CuPAUAM, 16 (1989), pp. 245-296; Ídem, “El poblado fortificado de…” op cit.; Ídem, “Poblamiento y<br />

defensa…” op. cit.<br />

19 Berrocal Rangel, Luis, Los pueblos célticos… op. cit., p. 303.<br />

20 Rodríguez Díaz, Alonso, La Ermita de Belén (Zafra, Badajoz). Campaña de 1987, Mérida, Editorial<br />

Regional Extremeña, 1991, p. 71.<br />

21 Berrocal Rangel, Luis. “La defensa de…” op. cit., p.45; Ídem, “Las “fortalezas de…” op cit., pp. 15-16.


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se dispusieron cuerpos macizos de planta rectangular que pueden ser torres, bastiones o<br />

simplemente refuerzos de estabilidad 22 .<br />

Para el periodo anterior al 185/152 a. C. se conoce la Fase 3 de Castrejón de Capote,<br />

que se desarrolla entre los siglos IV y II a.C. Permite ver un desarrollo exponencial del<br />

sistema de defensa con una continuidad respecto a la Fase 4 como los bastiones huecos y<br />

el foso de 11 m de anchura por 3,5-4 m de profundidad máxima y perfil en V. Es posible la<br />

presencia de piedras hincadas en esta fase, en un momento en que ya parte del foso estaría<br />

colmatado y era necesario reforzar el sistema defensivo. El ala norte del recinto, junto a<br />

la fortaleza de entrada, cuenta para las Fases 4, 3 y 2 con un foso, piedras hincadas y una<br />

torre hueca/maciza con una cimentación a base de pizarra machacada de gran dureza 23 .<br />

En los bastiones huecos de esta Fase 3 se pueden constatar mechinales de 25-30 cm para<br />

vigas prismáticas de madera muy gruesas que dan al menos una altura de 2 m para los<br />

bastiones 24 y que responderían a una solución técnica más que a un elemento importado<br />

de Centroeuropa 25 . En el sector sur del recinto amurallado, se observa desde la Fase 3,<br />

una muralla de cajones de 4 m de anchura siendo el grosor del muro exterior de 0,75 m<br />

y el interior de 0,5 m y los muros interiores de 0,30-0,35 m. Las defensas se reforzarían<br />

con un adarve exterior protegido por un antemuro de 1,5 m de anchura y zarpa, el cual<br />

es necesario para salvar el desnivel. Esta muralla sur destaca por su posición en una zona<br />

muy escarpada, lo que demuestra la capacidad constructiva de los célticos, que logran<br />

salvar este desnivel y construir unos potentes muros defensivos que posiblemente estarían<br />

jalonados por bastiones 26 .<br />

Al final de esta fase, de mediados del siglo II a. C., aparece una capa de cenizas que<br />

podría relacionar la destrucción de Nertóbriga con la de Capote pues las cronologías y la<br />

cercanía lo harían factible, aunque no es posible asegurarlo con total certeza.<br />

3.3 Desde el 185/152 a. C. hasta el 139/138 a. C.<br />

La tercera y última fase estudiada sería la desarrollada tras la destrucción del<br />

poblado de Capote a mediados del siglo II a. C. y el saqueo de Nertóbriga por los romanos<br />

en el 152 a. C. Este periodo coincide temporalmente con las guerras de Viriato, aunque<br />

los datos son tan escasos que podría ser que se pudiese retrotraer la fecha una treintena<br />

de años, con las primeras acciones romanas en la región. Esta fase coincide con la 2a del<br />

yacimiento de Castrejón de Capote, constatada tras un nivel de cenizas.<br />

Nuevamente es este yacimiento emblemático el que aporta la información. Se puede<br />

22 Cerrillo Cuenca, Enrique, et al. “Los castillejos de Fuente de Cantos: un conjunto fortificado de la época<br />

protohistórica en el sur de Badajoz”, en Revista de Estudios extremeños, 60-3 (2004), pp. 913-924; Berrocal<br />

Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa…” op. cit.<br />

23 Berrocal Rangel, Luis, “El asentamiento “céltico”…” op. cit., pp. 252-253; Ídem, “Las “fortalezas de…”<br />

op. cit., pp. 14-15; Ídem, “El poblado fortificado…” op. cit.<br />

24 Berrocal Rangel, Luis, “El poblado fortificado…” op. cit., pp. 263-267.<br />

25 Berrocal Rangel, Luis, “La defensa de…” op. cit., p. 38.<br />

26 Berrocal Rangel, Luis, “El poblado fortificado…” op. cit., p. 267.<br />

20


21<br />

observar en la Fase 2 un cambio en los sistemas defensivos como el soterramiento del<br />

foso. La muralla de doble paramento y de 3 m. de anchura, que se data para estas fechas de<br />

mediados del siglo II a. C. y estaría en uso hasta época sertoriana. Aunque para la Fase 2a<br />

parece que los bastiones continúan huecos es seguro que en la Fase 2b, ya bajo el control<br />

romano y con una posible guarnición de auxiliares celtíberos en Capote, se hicieran<br />

macizos, al menos en la parte exterior. La explicación al hecho de que se macicen los<br />

muros puede encontrarse en una rueda dentada de cabestrante de bronce y de un extremo<br />

de brazo, también de bronce, que junto con una serie de clavos de cabeza semiesférica<br />

parecen confirmar la existencia de artillería de torsión que usaría los bastiones como<br />

plataforma 27 . Lo que se puede fechar seguro para la Fase 2a es la aparición del antemuro<br />

que se asienta sobre la roca madre y la creación así de un camino de ronda exterior,<br />

defendiéndose la línea de defensa avanzada con un nuevo foso de pequeña entidad. Estas<br />

innovaciones se deberían a la adecuación del sistema defensivo a los nuevos tiempos<br />

pues, como demuestra la fase de destrucción, las anteriores defensas no pudieron frenar<br />

a los atacantes 28 . Por su parte el sector meridional es posible que tuviese una muralla<br />

aunque no se puede asegurar con total seguridad.<br />

Se podría aseverar que es a partir de esta fase cuando la influencia romana se deja<br />

sentir en los sistemas defensivos indígenas, en parte debido al mayor contacto de estos<br />

con las defensas de las ciudades y campamentos romanos, pues hay que recordar que la<br />

mayor parte de la guerra que enfrentó a las tropas multiétnicas de Viriato con los romanos<br />

se desarrolló dentro de las fronteras romanas.<br />

Pablo Paniego, “La guerra en la Beturia céltica...”<br />

Figura 2: Planimetría de Capote y de la puerta principal, según Berrocal Rangel, Luis, “El poblado<br />

fortificado…” op. cit., pp. 261-262<br />

Finalmente queda abordar la cuestión de las piedras hincadas, de las cuales es<br />

27 Berrocal Rangel, Luis, “Las “fortalezas de…” op. cit., pp. 16-17.<br />

28 Ibídem, pp. 17-18; Berrocal Rangel, Luis, “El poblado fortificado…” op. cit.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

dudosa su cronología, aunque es posible que fuesen usadas desde el Bronce Final-Hierro<br />

I y que destacan por su presencia en zonas del interior y dentro del ámbito cultural celta 29 .<br />

Para el yacimiento de Peñas de Aroche (Huelva), se ha destacado que probablemente<br />

servían para encauzar a la población hacia la entrada principal del poblado más que como<br />

defensa efectiva frente a un ejército invasor, en parte por la distancia de estas respecto al<br />

poblado, unos 200 m. Las piedras estaban talladas en granito y situadas a unas distancias<br />

de entre 0,5 y 1 m 30 [fig. 3]. En otros casos, como en Castrejón de Capote, su función<br />

sí que sería defensiva aunque las cronologías de su uso no están confirmadas y bien<br />

podrían corresponder a momentos de entre el siglo IV y el II a. C. o incluso pertenecer a<br />

momentos posteriores como serían las guerras sertorianas. Están talladas en cuarcita y se<br />

situarían en el espacio vacío entre el foso y la muralla.<br />

Figura 3: Yacimiento de Las Peñas de Aroche y ubicación de las piedras hincadas, según Berrocal<br />

Rangel, Luis, “La defensa de…” op. cit., p. 59<br />

En conclusión, los sistemas defensivos de la Beturia céltica se caracterizan<br />

generalmente por estar adaptados al terreno, empleando la piedra como recurso principal<br />

en la construcción de la fortificación aunque posiblemente también la madera, como se<br />

evidencia en Capote. Las murallas eran construidas a base de mampuestos de piedra<br />

de diferente tipo y respondiendo a la piedra local. Además de la muralla los sistemas<br />

defensivos se completaban con fortalezas de entrada, torres y/o bastiones y sistemas<br />

de defensa adelantados, como pueden ser los antemuros, fosos y las piedras hincadas.<br />

Tampoco habría que obviar a aquellos yacimientos que no tienen defensas artificiales<br />

pero que por su ubicación se pueden considerar fácilmente defendibles 31 .<br />

La evolución de los sistemas defensivos tienen dos grandes hitos, por un lado la<br />

influencia mediterránea sobre las construcciones de raigambre indígena que se da a partir<br />

de la presencia bárquida y, por otro lado, la invasión romana que hace que las poblaciones<br />

29 Berrocal Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa…” op. cit.; Ídem, “La defensa de…” op. cit.; Berrocal<br />

Rangel, Luis y Pierre Moret, “Las fortificaciones protohistóricas de la Hispania céltica: cuestiones a debate”,<br />

en Berrocal Rangel, Luis y Pierre Moret, Paisajes fortificados de la Edad del Hierro… op. cit., pp. 15-34,<br />

30 Berrocal Rangel, Luis, “Poblamiento y defensa…” op. cit., p. 227; Ídem, “La defensa de…” op. cit., p. 40.<br />

31 Berrocal Rangel, Luis, “Oppida y castros en la Beturia céltica”, en Complutum, extra 4 (1994), pp. 189-<br />

242.<br />

22


23<br />

indígenas se hayan de adaptar a la nueva forma de hacer la guerra impuesta por Roma,<br />

documentándose los primeros asedios y las primeras formas efectivas de hacer frente a<br />

ellos, como en la Fase 2b de Capote, que se inicia tras la derrota de Viriato [fig. 4].<br />

Figura 4: Los sistemas defensivos en la Beturia céltica.<br />

PERIODO CARACTERÍSTICAS<br />

Siglo V-Siglo III a. C. Tradición local y cierta complejidad.<br />

Siglo III a. C.-185/152 a. C.<br />

185/152 a. C.-139-138 a. C.<br />

Llegada de influencias mediterráneas,<br />

adaptaciones no del todo efectivas. Aumento<br />

de la complejidad de los elementos defensivos<br />

(antemuros, defensas adelantadas…).<br />

Autentico peligro al que hacer frente con<br />

las innovaciones, que ahora aumentarán en<br />

efectividad y complejidad de los elementos de<br />

defensa.<br />

4. Estructura militar, tácticas y armas<br />

Pablo Paniego, “La guerra en la Beturia céltica...”<br />

Los autores grecolatinos no llegaron a comprender del todo la forma de combatir<br />

indígena, considerada bárbara por ellos. Respondía a unos patrones diferentes, pues se<br />

basaba en un asalto rápido e impetuoso, en cierto modo desordenado, donde la lucha<br />

es individual y dispersa y que no duda en ceder terreno al encontrarse ante un rival que<br />

opone resistencia, con una disciplina y una vigilancia escasas. Hay una dualidad en su<br />

comportamiento, siendo a la par temerario y voluble e inconstante 32 .<br />

Entre los celtas en general, y posiblemente entre los célticos, hay una estratificación<br />

social que se refleja en el ejército a través de diferentes tipos de combatientes. A diferencia<br />

del mundo griego o romano, no responden a la idea de ciudadano-soldado. Cuando<br />

Estrabón o Diodoro describen al guerrero lusitano, que como se apuntó anteriormente<br />

es más que posible que englobasen también a los célticos en esta adscripción cultural,<br />

se refieren al infante de armamento ligero, aunque uno de los rasgos más destacados por<br />

las mismas fuentes es la capacidad de movilizar tropas a caballo. A esta diferenciación,<br />

entre combatientes a pie y a caballo, habría que sumar aquella por el armamento que<br />

portan, especialmente el defensivo, como aquellas tropas que visten cota de lino y casco<br />

de tendones frente al pequeño número de guerreros que se protegen con cota de malla<br />

32 Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit.; Almagro Gorbea, Martín, “Guerra y sociedad…”<br />

op. cit.; Marco Simón, Francisco, “Feritas Celtica: imagen y realidad del bárbaro clásico”, en Falque Rey,<br />

Emma y Fernando Gascó La Calle, Modelos ideales y prácticas de vida en la Antigüedad clásica, Sevilla,<br />

Universidad de Sevilla y Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1993, pp. 141-166; Muñiz Coello,<br />

Joaquín, “La ‘desnudez’ del galo y otros guerreros. Unas notas comparadas”, en Espacio, Tiempo y Forma<br />

Serie II, Historia Antigua, 13 (2000), pp. 229-242.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

y casco de triple cimera 33 . Sería común además el uso de cnémides entre los infantes<br />

lusitanos 34 .<br />

Figura 5: Guerrero céltico, según Berrocal Rangel, Luis, La Baeturia… op. cit., p. 122<br />

Por tanto, parece que los ejércitos de los que los célticos formaban parte desde al<br />

menos el siglo II a. C., se caracterizaban por tener un líder carismático y fuerte, capaz<br />

de conducir a sus hombres a la victoria y brindarles protección, como sería el caso de<br />

Viriato, según la descripción que hacen de él las fuentes, e incluso de Sertorio, a pesar<br />

de ser romano 35 . Otro rasgo sería cierta estratificación social en el seno del ejército que<br />

se caracteriza en la panoplia y la forma de combatir. El infante armado a la ligera es el<br />

característico, y junto a la caballería, permitía a los ejércitos tener una gran movilidad, lo<br />

que sumado al conocimiento del terreno llevaría a estos a afrontar la guerra de determinada<br />

manera no acorde a con los conceptos romanos.<br />

Las tácticas 36 desarrolladas por estos contingentes son las que las fuentes clásicas<br />

no dudan en desprestigiar tildando a estos ejércitos de simples bandidos. La guerra de<br />

guerrillas, en la que priman la velocidad y el conocimiento del terreno, además de la<br />

panoplia característica de los soldados, que se corresponde con la infantería ligera, hace<br />

que estos pueblos tendiesen a rápidos golpes de mano y ataques en tres movimientos en<br />

33 Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit.<br />

34 Baquedano Beltrán, María Isabel y Encarnación Cabré de Morán, “Caudillos celtas y armamento de<br />

parada”, en García Castro, Juan Antonio et al., La guerra en la antigüedad… op. cit, pp. 261-270.<br />

35 Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit.; García Huerta, Rosario, “La guerra entre los pueblos<br />

célticos…” op. cit., pp. 223-230.<br />

36 Entendida como la forma de actuar de pequeñas unidades sobre el terreno y diferenciada de estrategia,<br />

que se concibe como la dirección de operaciones a nivel global, incluyendo el nivel económico, logístico,<br />

político…<br />

24


25<br />

los que se hace un rápido e impetuoso ataque, se simula la huida y entonces se vuelve a<br />

caer sobre el enemigo 37 .<br />

Los sitios y asedios parecen haber sido inexistentes antes del siglo II a. C., pero<br />

la situación cambia con la presencia romana. Así es posible ver a las tropas de Viriato<br />

sitiando a ejércitos romanos, aunque ello no implica que tuviesen la capacidad de aislarles<br />

completamente, y mucho menos que pudiesen llegar a tomar por asalto las posiciones<br />

en las que se refugiaban. Cierto es que, según Apiano, los lusitanos ya habían sitiado<br />

ciudades con anterioridad, en la expedición al norte de África. No obstante, serían los<br />

romanos generalmente los que pudiesen tener la capacidad de sitiar y expugnar ciudades.<br />

Otro aspecto que las fuentes destacan de los guerreros bárbaros, y que los célticos<br />

también practicarían, serían las danzas y cantos previos al combate, invocando estos a<br />

héroes guerreros antepasados, en un afán de protección. Parece que la misma función<br />

desempeñarían los tatuajes y pinturas de guerra, que adornaban tanto a los guerreros<br />

como a sus monturas, siendo además posible que hubiese augures encargados de realizar<br />

ciertos sacrificios adivinatorios 38 .<br />

Sobre el mercenariado 39 no hay referencias directas de la contratación de célticos<br />

en los ejércitos mediterráneos o turdetanos, aunque puede que como se argumentó antes,<br />

referencias generales a tropas lusitanas o celtas contratadas incluyese a estos celtici. A<br />

favor de su papel como mercenarios está el yacimiento de Alcácer do Sal, que se cree<br />

un punto importante de contratación de mercenarios debido a los restos materiales<br />

encontrados 40 , como también lo sería el Portus Hannibalis 41 , en unas regiones ocupadas<br />

por los célticos o muy próximas geográficamente. Parece que los cartagineses irían<br />

enrolando a tropas interiores con el paso del tiempo, especialmente durante la segunda<br />

guerra púnica, pudiendo estar entre estas contingentes de celtici, dato que encuentra su<br />

apoyo en que fueron sus tierras donde los cartagineses buscaron refugio ante los reveses<br />

militares.<br />

Pablo Paniego, “La guerra en la Beturia céltica...”<br />

El último aspecto a tratar es el referente al armamento. Los restos arqueológicos son<br />

escasos aunque muy significativos. Permiten estudiar la forma de guerrear y los posibles<br />

37 Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit.; García Huerta, Rosario, “La guerra entre…” op.<br />

cit.; Almagro Gorbea, Martín, “Guerra y sociedad…” op. cit.; Muñiz Coello, Joaquín, “La ‘desnudez’ del<br />

galo…” op. cit.<br />

38 Aunque los augures documentados pertenecerían a los lusitanos es posible que la confusión de las fuentes<br />

entre célticos y lusitanos incluyese este aspecto, en Ciprés Torres, María Pilar, “La guerra en…” op. cit.;<br />

Baquedano Beltrán, María Isabel y Encarnación Cabré de Morán, “Caudillos celtas y…” op. cit., p. 264;<br />

Muñiz Coello, Joaquín, “La “desnudez” del galo…” op. cit.<br />

39 Incluyendo a partir de la presencia bárquida a las tropas aliadas reclutadas con cierta coerción para servir<br />

a los grandes ejércitos mediterráneos. Sobre este aspecto, Quesada Sanz, Fernando, “Vías de contacto entre<br />

la Magna Grecia e Iberia. La cuestión del mercenariado”, en Vaquerizo Gil, Desiderio (coord.), Arqueología<br />

de la Magna Grecia, Sicilia y la Península Ibérica, Córdoba, Diputación Provincial de Córdoba, 1994,<br />

pp. 191-246; y Gracia Alonso, Francisco, La guerra en la protohistoria: héroes, nobles, mercenarios y<br />

campesinos, Barcelona, Ariel, 2003, pp. 85-88.<br />

40 Este yacimiento es mal conocido, pero de una importancia extraordinaria, ya que han aparecido armas que<br />

no son propias de este ámbito geográfico, entre las que podríamos destacar las falcatas. Berrocal Rangel,<br />

Luis, Los pueblos célticos… op. cit. y Quesada Sanz, Fernando, “Vías de contacto…” op. cit.,, p. 204.<br />

41 Quesada Sanz, Fernando, “Vías de contacto…” op. cit., p. 204.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

estratos sociales y también hablan de influencias culturales y hasta de movimientos<br />

poblacionales.<br />

Las puntas de lanza se caracterizan en la región y, para la cronología estudiada, por<br />

un importante desarrollo longitudinal y nervio central suavemente marcado, como son<br />

las de Capote, Los Castillejos 2 o Cantamento de la Pepina, que suelen acompañarse de<br />

regatones cónicos de escaso desarrollo longitudinal. El número de regatones, mayor que<br />

el de puntas de lanza, lleva a pensar que estos pudieron ser utilizados como extremos<br />

de picas. Los restos de jabalina son muy escasos y el único datado parece referirse a un<br />

contexto posterior, posiblemente relacionado con la conquista de finales del siglo II a. C.<br />

Dos son los soliferrea hallados en la zona hasta el momento, uno de los cuales estaría<br />

datado en un momento posterior, mientras que el otro ha sido fechado a finales del siglo<br />

III a. C. 42 .<br />

Cabe destacar una posible espada de La Tène, que ha sido interpretada como un<br />

arma inutilizada con fines rituales al hallarse sin filo y agujereada 43 . De finales del siglo II<br />

a. C. y fuera de esta cronología serían la falcata y los puñales dobleglobulares hallados de<br />

Capote, y posiblemente relacionados con la llegada de contingentes celtibéricos 44 .<br />

De otros elementos apenas sí se tienen restos, como el posible umbo de caetra de<br />

Capote y los atalajes y espuelas, de bronce y hierro, del mismo yacimiento extremeño 45 .<br />

Los restos del equipo de monta bien podrían hablar de la diferenciación social en dicho<br />

yacimiento, pues como han señalado Baquedano y Cabré corresponderían a una casta<br />

superior en lo social y lo militar, denominada por las fuentes como equites 46 .<br />

Figura 6: Cuchillos y armas procedentes de Capote, según Berrocal Rangel, Luis, “El asentamiento<br />

“céltico”…” op. cit. pp. 266-267<br />

42 Berrocal Rangel, Luis, Los pueblos célticos… op. cit., pp. 154-155.<br />

43 Ibídem, p. 158.<br />

44 Ibídem, pp. 157-160; Berrocal Rangel, Luis, “La falcata de Capote y su contexto: aportaciones a la fase<br />

tardía de la cultura céltico-lusitana”, en Madrider Mitteilungen, 35 (1994), pp. 258-291.<br />

45 Berrocal Rangel, Luis, Los pueblos célticos… op. cit., pp. 160-161.<br />

46 Baquedano Beltrán, María Isabel y Encarnación Cabré de Morán, “Caudillos celtas y…” op. cit.<br />

26


27<br />

Una última cuestión serían los posibles signa equitum celtibéricos, de los que se<br />

conocen 3 en Capote 47 , y que si bien podrían hablar de una presencia de celtíberos en<br />

momentos anteriores a la muerte de Viriato, no es menos cierto que bien pudieran ser<br />

trofeos militares arrebatados a los auxiliares romanos, lo cual concordaría con la idea<br />

de la inutilización ritual de la espada de La Tène, que habría de ser entendida como un<br />

trofeo, siendo normal que sea una espada el arma ultrajada pues es sabida su importancia<br />

en el mundo céltico, como la de los estandartes.<br />

5. Conclusiones<br />

Para las poblaciones célticas del suroeste peninsular, concretamente de la región<br />

llamada Beturia, la guerra fue un elemento muy presente en su sociedad. Esto se<br />

demuestra en sus ciudades, con importantes sistemas defensivos, que reciben influencias<br />

mediterráneas y se intentan adaptar a las nuevas necesidades surgidas del conflicto con<br />

Roma. Este influjo es claro y palpable, al menos para el yacimiento paradigmático de<br />

Castrejón de Capote, donde se puede ver un auténtico cambio en el modo de concebir los<br />

sistemas defensivos. Tras la muerte de Viriato los cambios se agudizarán aún más y se<br />

puede hablar de una auténtica revolución en los sistemas defensivos, pues se incorporan<br />

las últimas innovaciones y modas helenísticas, como puede ser el empleo de maquinaria<br />

de torsión en las defensas. Esta evolución, ligada a los cambios en el registro material,<br />

permitiría hablar de la llegada de nuevas poblaciones vinculadas estrechamente al nuevo<br />

dominio romano.<br />

Por otra parte, la élite social estaba fuertemente relacionada con la actividad guerrera<br />

y era capaz de plantar cara a Roma, consiguiendo numerosas victorias y resistiendo<br />

muchos años a sus legiones. A pesar de ser considerados simples bandidos, se ve que<br />

sus ejércitos eran poderosos e incluso muy numerosos, y las difamaciones vertidas por<br />

los autores grecolatinos son debidas a su forma de combatir, alejadas de los cánones<br />

mediterráneos. Estos ejércitos que se denominan lusitanos estarían compuestos por un<br />

gran número de guerreros célticos, siendo probablemente en algunos de ellos el elemento<br />

central y más numeroso.<br />

Los restos de armas procedentes de contextos prerromanos en la región nos<br />

permiten hablar de una preeminencia de armas como lanzas o picas, las armas ofensivas<br />

más utilizadas en la Antigüedad, con una ausencia generalizada de espadas. La evidencia<br />

material no ha dejado apenas rastro de armas arrojadizas, y que si bien la falta de evidencia<br />

no implica su desconocimiento o que no fuesen empleadas, puede ponerse en relación con<br />

los datos conocidos en otras regiones, como en la fachada mediterránea peninsular, donde<br />

diversos autores afirman que el uso de armas arrojadizas era marginal y no digna de los<br />

47 Lorrio Alvarado, Alberto, “Los celtas en…” op. cit., p. 65.<br />

Pablo Paniego, “La guerra en la Beturia céltica...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

guerreros según la mentalidad imperante, al menos hasta los momentos anteriores a las<br />

guerras con Roma o Cartago 48 . Sobre el armamento defensivo tampoco hay demasiados<br />

datos, pero la ausencia de cascos, armaduras o umbos de escudo, salvo el posible ejemplar<br />

de Capote, nos estaría hablando de una panoplia defensiva compuesta por elementos<br />

perecederos, como el cuero, la madera o los tendones a las que se refieren las fuentes<br />

de las que estarían compuestos los cascos de los lusitanos. Por tanto, podemos afirmar<br />

a tenor de los datos materiales y de las informaciones grecolatinas, que los guerreros<br />

céltico-lusitanos irían armados de forma ligera, con escudos no excesivamente pesados<br />

y armaduras de elementos perecederos que les permitían tener una gran movilidad, cuya<br />

arma principal sería la lanza o la pica y con una ausencia generalizada, aunque no total,<br />

de armas arrojadizas.<br />

Respecto a los sistemas defensivos podríamos hablar de cierta concomitancia con<br />

el mundo mediterráneo peninsular. La forma de guerrear estaría muy relacionada con el<br />

tipo de fortificaciones que se requieren, así la batalla en campo abierto parece la habitual,<br />

como indican las fuentes y los restos materiales, donde las armas para la lucha cuerpo a<br />

cuerpo son las características. Las defensas de los asentamientos no estaban preparadas<br />

para resistir grandes asedios, pero porque tampoco sería necesario, pues el conocimiento<br />

poliorcético de estas poblaciones era limitado y la expugnación de ciudades mediante<br />

el empleo de maquinaria de asedio no se concebía hasta la llegada de las potencias<br />

mediterráneas, siendo además la regla que los defensores salieran a enfrentarse a los<br />

ejércitos atacantes 49 .<br />

A pesar de la imagen que a veces transmiten los autores grecolatinos, esta región<br />

no estaba aislada y llega a participar, de forma secundaria, en los grandes conflictos de<br />

finales del siglo III a. C. También se puede asegurar que llega a suponer un autentico reto<br />

para Roma en los dos siglos posteriores, lo que hablaría de un importante potencial bélico<br />

de la región, en la que la mentalidad guerrera estaría arraigada.<br />

48 Quesada Sanz, Fernando, “En torno al análisis táctico de las fortificaciones ibéricas. Algunos puntos de<br />

vista alternativos”, en Gladius, 21 (2001), pp. 145-154.<br />

49 Ibídem, p. 150.<br />

28


Vinculación ideológica de la Roma medieval con los monumentos<br />

clásicos<br />

VÍCTOR ÚBEDA MARTÍNEZ<br />

Universidad Autónoma de Madrid<br />

Fecha de recepción: 12 de junio de 2012<br />

Fecha de aceptación: 27 de diciembre de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

Resumen: La afirmación que hace Francesco Petrarca en su obra en torno al conocimiento<br />

que poseían los romanos de época medieval sobre el pasado imperial de su propia ciudad<br />

es categórica: nusquam minus Roma cognoscitur quam Romae. Sin embargo, es difícil<br />

pensar que la población de la ciudad del Tíber no fuera consciente de su antigua gloria,<br />

especialmente cuando tenía a su alcance tan numerosos y variados monumentos de<br />

época clásica. Por este motivo, el objetivo de este artículo no será tratar la afirmación del<br />

humanista italiano, sino el estado de conservación de las antigüedades del periodo clásico<br />

y su utilización y su repercusión en la vida de la urbe.<br />

Palabras clave: Roma medieval, ideología, monumentos clásicos.<br />

Abstract: The affirmation that Francesco Petrarch makes in his work about the knowledge<br />

possessed by the medieval Romans about the imperial past of their own city is categorical:<br />

nusquam minus Roma cognoscitur quam Romae. Nevertheless, it is too difficult to think<br />

that the population of the city of the Tiber was not aware of its ancient glory, especially<br />

when they had within reached so many and varied monuments of classical times. For this<br />

reason the aim of this paper will not discuss the affirmation of the Italian humanist, but<br />

the state of conservation of the antiquities in the classical period and its use and impact<br />

in the life of the city.<br />

Keywords: Medieval Rome, ideology, classical monuments.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

Introducción<br />

Al escribir Francesco Petrarca en su obra la frase nusquam minus Roma cognoscitur quam<br />

Romae 1 , inmediatamente nos transmite la idea de que entre la población de Roma se perdió<br />

el recuerdo de lo que significó el antiguo Imperio romano. Sin embargo, es difícil creer<br />

tal afirmación, pues aún se encontraban en pie muchas de las grandes estructuras clásicas,<br />

las cuales no podían pasar desapercibidas en el paisaje urbano. Por ello, haré un pequeño<br />

recorrido sobre el estado de conservación de los monumentos clásicos y su repercusión<br />

en la vida de la urbe 2 .<br />

Antes de poder analizar la situación de las antiguas construcciones, hay que tener<br />

en cuenta una serie de factores que condicionan su estado en época medieval. Brevemente<br />

expondré los más importantes:<br />

–La pérdida de poder político por parte de la ciudad de Roma, ya que al desaparecer<br />

el Imperio, los territorios occidentales escaparon al control de la ciudad. Esta situación<br />

provocó que llegasen menos recursos a la urbe, lo que determinó un cambio de orientación<br />

económica hacía una producción local y eminentemente agrícola.<br />

–El descenso de la población durante buena parte del periodo medieval: se calcula<br />

que durante el siglo IV Roma pudo tener unos 500 000 habitantes 3 , en época de Gregorio<br />

Magno estuvo ocupada por menos de 100 000 personas 4 y en el siglo VI la cifra sería<br />

aún más pequeña 5 . Durante el exilio del papado (siglo XIV), momento en el que muchos<br />

monumentos pasaron a manos privadas, y el Gran Cisma de la Iglesia, la población de<br />

la ciudad se resintió y bajó de 35 000 a 17 000 6 . Cuando los pontífices regresaron a<br />

Roma, los residentes subieron hasta los 30 000 7 y durante los años jubileos alcanzaron la<br />

cifra de 100 000. La pérdida poblacional se traduce en menos impuestos y, por lo tanto,<br />

menos recursos para el mantenimiento de todos los monumentos. También hay que tener<br />

en cuenta que con el descenso demográfico muchas zonas de la ciudad van a quedarse<br />

deshabitadas, como el Palatino 8 .<br />

1 Petrarca, Francesco, Le Familiari, edizione critica per cura di Vittorio Rossi, Florencia, G.C. Sansoni,<br />

1968, p. 58.<br />

2 La historia de las edificaciones clásicas durante la Edad Media ha sido objeto de estudio en varios trabajos,<br />

entre los que destacan: Greenhalgh, Michael, The Survival of Roman Antiquities in the Middle Ages, Londres,<br />

Duckworth, 1989. «http://rubens.anu.edu.au/new/books_and_papers/survival.publish/» [Consultado el 20<br />

de diciembre de 2012]; Gregorovius, Ferdinand, History of the City of Rome in the Middle Ages, Nueva<br />

York, Italica Press, 2004; Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a City, 312-1308, Nueva Jersey, Princeton<br />

University Press, 1980; Lanciani, Rodolfo, Storia degli Scavi di Roma e Notizie Intorno le Collezioni<br />

Romane di Antichità (1000-1530). Volume Primo, Roma, Edizioni Quasar, 1989.<br />

3 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., sin paginar (en adelante s.p.).<br />

4 Ibídem; Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 62.<br />

5 Casiodoro, Variae, 11, 39.<br />

6 Partridge, Loren, El Renacimiento en Roma, Madrid, Akal, 2007, p. 15.<br />

7 Ibídem, p. 16.<br />

8 Palladio, Andrea, Las antigüedades de Roma, traducido por José Riello Velasco, Madrid, Akal, 2008, p. 61.<br />

El abandono de algunas partes de la ciudad es fácilmente reconocible gracias a los mapas que conservamos<br />

de la ciudad como el de Urgo Pinardo, elaborado en 1555.<br />

30


31<br />

–El triunfo del cristianismo: la religión se plasmó en numerosas construcciones, en<br />

las cuales utilizaron en muchas ocasiones los materiales de la antigua Roma. También la<br />

moral cristiana influyó, pues los usos de algunos edificios como las termas chocaban con<br />

el nuevo pensamiento religioso.<br />

–Factores externos a la ciudad: uno de ellos es la guerra Gótica (siglo VI), que tuvo<br />

un gran impacto sobre los muros Aurelianos y sobre los acueductos, como podremos ver.<br />

Incluso la naturaleza influye en ocasiones, ya que son numerosas las inundaciones que<br />

sufre Roma por la crecida del Tíber o por las lluvias.<br />

Pese a estos factores, que en principio parecen indicar un abandono respecto a los<br />

monumentos de época romana, hay que decir que muchas estructuras fueron restauradas e<br />

incluso reutilizadas. Sin embargo, no hay que pensar que sería una práctica generalizada,<br />

sino que la reutilización, restauración o, en el peor de los casos, la destrucción, respondían<br />

a unas necesidades de la sociedad. También hay que tener en cuenta que solamente me<br />

centraré en los usos que hicieron las altas capas de la sociedad, pues únicamente este<br />

grupo estaba capacitado para reutilizar estos espacios y elaborar una ideología del poder<br />

al poseer el control de los monumentos.<br />

1. Monumentos con una continuidad medieval<br />

1.1 Estructuras con sus funciones originales<br />

Una vez que hemos visto qué factores determinan las condiciones de las estructuras<br />

romanas, hemos de hacer una distinción dentro del conjunto monumental atendiendo a su<br />

función durante el periodo medieval. En primer lugar, nos encontramos con una serie de<br />

estructuras que continuaron operando con su función original: los muros Servianos, los<br />

acueductos y los puentes.<br />

Los muros Servianos se utilizaron durante todo el Medievo, ya que la ciudad<br />

se sintió amenazada constantemente. Durante el siglo VI se produjo la guerra entre<br />

bizantinos y ostrogodos, y posteriormente el Papado se enfrentó políticamente, y también<br />

militarmente, al Sacro Imperio, lo que desencadenó el Saco de Roma en el año 1527.<br />

Tampoco hay que olvidar la amenaza que supuso para los pontífices la expansión de la<br />

religión islámica, ya que propició la construcción de los muros Leoninos.<br />

Las restauraciones que se aplicaron a los muros no eran una novedad, pues sabemos<br />

que durante el Bajo Imperio ya se realizaron algunas intervenciones de este tipo 9 . La<br />

primera restauración de la que tenemos noticia tras la caída de Roma se produce en 502,<br />

bajo dominio ostrogodo, debido a un terremoto que había dañado la estructura 10 . Cuando<br />

9 La última gran intervención que se realiza en los muros durante la época imperial data de los años 402-<br />

403, con los emperadores Honorio y Arcadio en el poder.<br />

10 Coates-Stephens, Robert, “The Walls and Aqueducts of Rome in the Early Middle Ages”, en The Journal<br />

of Roman Studies, 88 (1998), p. 167.<br />

Víctor Úbeda, “Vinculación ideológica de la Roma medieval...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

estos se enfrenten a los bizantinos, Totila destruirá una parte del recinto amurallado para<br />

que una vez que Roma sea tomada por Belisario no le sea de utilidad. Sin embargo, los<br />

daños no debieron ser muy grandes ya que el general bizantino logró repararlos en tan<br />

solo 25 días 11 .<br />

Posteriormente, ya en época plenamente medieval, las intervenciones en los<br />

muros Aurelianos se realizaron por encargo del Papado. Las obras más importantes se<br />

produjeron durante los siglos VII y VIII y consistieron en reparar algunos sectores de la<br />

muralla, Adriano I reparó torres y muros 12 , y en el desenterramiento de algunas secciones,<br />

como nos demuestran los casos de los papas Sinesio, Gregorio II y Gregorio III entre los<br />

años 708 y 740 13 . La última reparación sobre la que tenemos constancia se llevó a cabo<br />

en 1157 14 .<br />

Pese a que, como vemos, las intervenciones fueron repetidas, solamente se repararon<br />

algunos sectores, pues la ciudad carecía de los recursos necesarios para mantener en<br />

pleno funcionamiento toda la estructura. También hay que tener en cuenta el tamaño<br />

de la propia muralla, ya que era una estructura imposible de mantener por el pequeño<br />

número de habitantes que residían en la ciudad y por ello solamente se intervino en zonas<br />

concretas. Incluso sus materiales fueron expoliados para reutilizarse en otras estructuras,<br />

como podremos ver más adelante.<br />

Tras el siglo XII no se intervino más en los muros. La situación que vivía la ciudad<br />

y que acabaría con el exilio de los papas en Aviñón (1305-1378), hace que comience<br />

un proceso de decadencia en algunas estructuras, como podremos observar también<br />

con los acueductos. El enfrentamiento con los aristócratas locales hizo que la posición<br />

de los pontífices fuera débil, lo que se tradujo en la ausencia de reparaciones y como<br />

consecuencia de ello, en una decadencia de estos monumentos.<br />

Al igual que los muros Aurelianos, algunos acueductos siguieron funcionando en<br />

época medieval. Su función hizo que fueran un recurso fundamental para la supervivencia<br />

de la población y por ello estas construcciones sufrieron numerosas intervenciones, pues<br />

no podemos olvidar que durante este periodo Roma es una ciudad eminentemente agrícola.<br />

La primera mención de la que tenemos constancia es de Procopio 15 . Nos dice que en su<br />

época había catorce acueductos, aunque es posible que exagerase o que también contase<br />

las principales ramificaciones o algunos que ya no estaban en funcionamiento, como el<br />

aqua Virgo 16 . Sin embargo, sí sabemos que la mayoría continuaban en funcionamiento,<br />

11 Procopio, De bellis, 8, 24, 3-6.<br />

12 Liber Pontificalis, 97, 52.<br />

13 Ibídem, 89, 2; 91, 2; 92, 15.<br />

14 Miller, William, Mediaeval Rome, from Hildebrand to Clement VIII, 1073-1600, Nueva York, G. P.<br />

Putnam’s Sons, 1902, p. 51.<br />

15 Procopio, De bellis, 5, 19, 13.<br />

16 Martínez Jiménez, Javier, “El uso y el suministro de agua a la ciudad de Roma en el periodo ostrogodo:<br />

476-55 d. C.”, en García, Alfonso (coord.), Espacios urbanos en el occidente mediterráneo (S. VI-VIII),<br />

2010, Toledo, Toletvum Visigodo, p. 268.<br />

32


33<br />

Víctor Úbeda, “Vinculación ideológica de la Roma medieval...”<br />

como los que llevaban el agua a las termas de Caracalla 17 , el aqua Alexandrina, o los que<br />

hacían trabajar los molinos estatales situados en el Trastevere 18 , el aqua Alsietina. Esta<br />

continuidad entra en contradicción con lo que se creía anteriormente, ya que se pensaba<br />

que la caída del Imperio suponía el fin de estas estructuras 19 .<br />

La primera reparación de la que tenemos noticia la realizó Teodorico, debido a<br />

que pretendió presentarse como continuador del Imperio romano. Casiodoro nos<br />

transmite la idea que tenía el rey ostrogodo sobre esta acción: “no es útil consolidar<br />

[las construcciones] desde los inicios si el descuido puede destruirlas, (…) la perfección<br />

loada es adquirida a través del mantenimiento” 20 , y en otro pasaje vemos cómo trata de<br />

vincular a su pueblo con el Imperio romano: “¿Qué es, en fin, más loable que mantener<br />

las reparaciones de aquel lugar [Roma] el cual claramente contiene la gloria de nuestro<br />

Estado?” 21 . Con Teodorico va a ser el último momento en el que los acueductos cuenten<br />

con un cuerpo ciudadano dedicado a su mantenimiento, la comitiva formarum urbis, y<br />

a partir de este momento solamente se producirán reparaciones esporádicas. La función<br />

de esta institución consistiría en mantener en buen estado los acueductos y que no se<br />

cometieran irregularidades, como el robo de agua 22 . Durante el periodo ostrogodo tenemos<br />

constancia de la reparación de seis acueductos: el aqua Alexandrina, el aqua Claudia, el<br />

aqua Marcia, el aqua Tepula, el Anio Novus, el aqua Traiana y el Anio Vetus 23 .<br />

Hemos visto cómo Teodorico utiliza la reconstrucción de los acueductos con<br />

fines ideológicos aunque es interesante detenerse en el motivo por el cual eligió estas<br />

construcciones para legitimarse frente a otras con una mayor carga simbólica. El rey<br />

ostrogodo había sido reconocido como delegado imperial en Occidente y por ello por<br />

ello pretendía presentarse como continuador del pasado imperial. Esta idea la representó<br />

a través de los acueductos, principalmente por dos motivos: su tamaño y su función. La<br />

envergadura de estas construcciones hacía que fueran visibles desde cualquier punto de la<br />

ciudad pero también transportaban agua, un recurso básico para la vida. En la conjunción<br />

de estas dos razones encontramos el motivo por el cual repara los acueductos frente a<br />

otros monumentos, como pueden ser los arcos triunfales, que habían servido durante la<br />

época imperial para difundir la ideología de los gobernantes.<br />

Con la guerra Gótica (535-554), algunos acueductos sufrieron destrucciones<br />

intencionadas con el objetivo de perjudicar al enemigo. Procopio nos informa de que<br />

los godos los cortaron, al mismo tiempo que Belisario los bloqueaba 24 . Los bizantinos<br />

17 CIL, 15, 1665, 2; 15, 1669, 7.<br />

18 Casiodoro, Variae, 11, 39, 1-2; Procopio, De bellis, 5, 19, 8-19.<br />

19 La idea de ruptura funcional se puede ver en la célebre obra de Richard Krautheimer: Rome: Profile of<br />

a… op. cit., p. 110.<br />

20 Casiodoro, Variae, 1, 25, 1.<br />

21 Ibídem, 3, 30, 1.<br />

22 Martínez Jiménez, Javier, “El uso…” op. cit., p. 269.<br />

23 Coates-Stephens, Robert, “The Water-supply of Early Medieval Rome”, en Brunn, Christer y Ari<br />

Saastamoinen (eds.), Technology, Ideology, Water: From Frontinus to the Renaissance and Beyond, Roma,<br />

Institutum Romanum Finlandiae, 2003, p. 83.<br />

24 Procopio, De bellis, 5, 19, 13-18.


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también cegaron el cruce de los acueductos Marcio y Claudio, la zona que hoy se conoce<br />

como Tor Fiscale, para que sirviera de fortaleza 25 . Sin embargo, parece lógico que no se<br />

cortara por completo el suministro de agua debido a que los bizantinos tenían la intención<br />

de permanecer en Roma tras tomarla. La continuidad en el suministro de agua se confirma<br />

gracias a una carta de Gregorio Magno, en la cual escribe que en el año 602 los acueductos<br />

funcionaban correctamente 26 .<br />

Posteriormente los papas también utilizaron los acueductos para sus<br />

propiosobjetivos. Crearon una ramificación en un acueducto para que el agua llegase al<br />

Vaticano y transformaron algunos baños en iglesias, como Santa Agnese 27 . Sin embargo<br />

el suministro de agua no duró durante toda la Edad Media, ya que en los siglos XII y XIII<br />

los acueductos comenzaron un periodo de decadencia 28 del que ya no se recuperaron, tal<br />

y como nos transmite la obra de Palladio, quien nos habla del estado de estas estructuras<br />

durante el siglo XVI 29 .<br />

La desaparición de las reparaciones en los monumentos se da en los prolegómenos<br />

del exilio de los papas en Aviñón y del Gran Cisma, momento en el que la posición del<br />

Pontificado es muy débil. Con la marcha de la máxima autoridad eclesiástica a Francia,<br />

Roma perdió una figura centralizadora y la mayoría de los monumentos pasan a manos<br />

privadas, cuyos objetivos eran únicamente personales. A partir de este momento, y hasta<br />

el regreso del papado, la ciudad comenzó un periodo en el que el agua se convierte en<br />

un elemento escaso. Este dato nos ayuda a explicar cómo la población baja de 35 000 a<br />

17 000 habitantes. El problema del suministro del agua no se solucionó hasta que en el<br />

periodo renacentista se comiencen a construir fuentes por todo el recinto urbano.<br />

Al igual que los acueductos y los muros, la mayoría de las calzadas y algunos puentes<br />

y puertas fueron reconstruidos 30 . A continuación, solamente hablaré, brevemente, de los<br />

puentes. Durante la época medieval van a sobrevivir varias de estas estructuras, como el<br />

Ponte Salario, reparado en 565 y posteriormente en 1867 31 , y el Ponte Nomentano, que<br />

fue almenado durante el siglo V 32 . También se repararon otros puentes de época romana<br />

durante el periodo medieval, como el Pons Cestius 33 o el Pons Aurelius, conocido como<br />

Ponte Sisto desde que Sixto IV lo reconstruyera en 1475 34 .<br />

Los puentes adquirieron una apariencia eminentemente militar y serían, junto con<br />

los muros, uno de los puntos defensivos más importantes de la ciudad, cuyo objetivo sería<br />

25 Ibídem, 6, 3, 1-7.<br />

26 Cf. Coates-Stephens, Robert, “The Walls …” op. cit., p. 171.<br />

27 Martínez Jiménez, Javier, “El uso…” op. cit., p. 268.<br />

28 Coates-Stephens, Robert, “The Walls …” op. cit., pp. 172-173.<br />

29 Palladio, Andrea, Las antigüedades… op. cit., p. 63.<br />

30 En este artículo no trataré las diferentes puertas de la ciudad, pues no resultan relevantes en nuestro<br />

estudio. Para conocer el estado de las mismas véase: Palladio, Andrea, Las antigüedades… op. cit., pp.<br />

57-59.<br />

31 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 64.<br />

32 Ibídem, p. 64.<br />

33 Ibídem, p. 238.<br />

34 Palladio, Andrea, Las antigüedades… op. cit., p. 60.<br />

34


35<br />

mantener al enemigo en la otra margen del río. Otros puentes se van a colapsar y no se<br />

reconstruyen, como el Pons Agrippae o el puente Triunfal 35 .<br />

La reparación de estas vías de paso responde en gran medida a la disposición de<br />

los habitantes de Roma, ya que la mayoría de las zonas por donde transcurre el Tíber<br />

se encuentran ocupadas. Esta distribución de la población hizo que un buen sistema de<br />

comunicaciones fuera vital para el funcionamiento de la ciudad.<br />

Como hemos podido observar, las estructuras que continuaron operando con su<br />

función original van a ser aquellas que resulten útiles para la vida cotidiana de la ciudad.<br />

Todas ofrecían unos servicios básicos a Roma, como el suministro de agua o la defensa<br />

de la ciudad. No parece pues, salvo en el caso de Teodorico, que la utilización de estos<br />

elementos fuera en consonancia con una ideología política que tratase de vincular a la<br />

Roma medieval con su pasado imperial. Tampoco se intenta dotar a estar estructuras de<br />

una imagen de grandiosidad, sino que algunas partes de los monumentos incluso fueron<br />

reutilizadas en otras construcciones, como podremos ver más adelante.<br />

1.2 Estructuras con nuevas funciones<br />

Víctor Úbeda, “Vinculación ideológica de la Roma medieval...”<br />

Una vez analizado el primer grupo, hay que hablar de otros conjuntos monumentales<br />

que se continuaron utilizando pese a variar su función primigenia. En este apartado<br />

destacaré los espacios que tuvieron una relevancia especial durante la historia de Roma,<br />

como los Foros, el mausoleo de Adriano o el anfiteatro Flavio.<br />

El primer ejemplo de esta clase lo encontramos con el mausoleo de Adriano. Este<br />

se incorporó al recinto urbano durante los siglos IV-V para convertirse en una fortaleza<br />

en el periodo de las guerras Góticas 36 , función que no perderá ya durante el resto del<br />

Medievo aunque su propiedad fue variando, pues perteneció a la familia Orsini antes de<br />

que se convirtiera en un bastión papal. Estuvo ocupado por diferentes pontífices, como<br />

Benedicto IX, que provenía de una familia que intentó recuperar el pasado clásico de<br />

Roma, como se verá en las siguientes páginas. La primera fortificación del recinto se<br />

produjo con León IV 37 y la principal intervención se corresponde con las obras realizadas<br />

por Alejandro VI, el cual cercó la estructura con fosos y bastiones 38 . Va a ser una plaza<br />

muy importante para los pontífices, como se puede apreciar en los diferentes proyectos<br />

de unir el Castel Sant’Angelo con la basílica de San Pedro y con el Palacio Vaticano 39 .<br />

Hay que destacar la erección de una escultura de bronce de San Miguel como signo<br />

de que la plaga que asolaba Roma durante el pontificado de Nicolás V había finalizado y<br />

35 Ibídem, p. 60.<br />

36 Procopio, De bellis, 5, 22, 12-25.<br />

37 Partridge, Loren, El Renacimiento… op. cit., p. 22.<br />

38 Palladio, Andrea, Las antigüedades… op. cit., pp. 87-88.<br />

39 El primer proyecto corresponde a Nicolás V, que quiso conectar Castel Sant’Angelo y San Pedro y el<br />

Palacio del Vaticano mediante el uso de calles rectas, aunque finalmente el proyecto no se lleva a cabo.<br />

Sobre la evolución de las relaciones entre el Castel Sant’Angelo y el área vaticana véase: Krautheimer,<br />

Richard, Rome: Profile of a… op. cit., pp. 261-269.


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en conmemoración de la aparición del arcángel al papa Gregorio Magno 40 . La estatua se<br />

encuentra en la parte superior del conjunto y supone la cristianización de un monumento<br />

que se encontraba muy vinculado con el mundo pagano al ser el enterramiento de un<br />

emperador romano, al igual que ocurrió con la columna de Trajano o la de Marco Aurelio,<br />

en las que se colocaron esculturas de San Pedro y San Pablo, respectivamente.<br />

Pese a que el levantamiento de la figura de San Miguel sea importante simbólicamente,<br />

las principales intervenciones hemos visto que se realizaron atendiendo a la seguridad<br />

papal. Su principal función fue proteger a los pontífices, como demuestra la estancia del<br />

papa Clemente VII durante el Saco de Roma. La elección de esta construcción por parte<br />

del Papado para crear su fortaleza no se relaciona con su pasado imperial. El principal<br />

motivo se encuentra en su situación espacial, ya que es fácilmente defendible debido a la<br />

cercanía al río y especialmente porque se sitúa cerca de la antigua basílica de San Pedro,<br />

pues las principales obras se realizaron cuando el Papado se traslada definitivamente a la<br />

zona vaticana durante el pontificado de Nicolás V.<br />

El siguiente espacio en el que nos detendremos es uno de los más simbólicos de<br />

Roma: el Foro. En esta zona se reconvirtieron estructuras clásicas en nuevas iglesias,<br />

aunque nunca antes del siglo VI. El respeto hacia su estado original se dio mientras existió<br />

una autoridad imperial en Occidente, ya que los emperadores trataron de conservar el área<br />

del Foro y todas sus estructuras por el alto valor ideológico que contenían. Sin embargo,<br />

no hay que pensar que una vez se comenzaron a construir iglesias dentro del recinto<br />

desaparecieron todas las antiguas edificaciones, pues el número de templos cristianos de<br />

esta zona no era muy alto, debido a que era un espacio poco habitado durante la Edad<br />

Media. Tampoco hay que olvidar que durante el siglo VII se levantó el último monumento<br />

de tipo clásico en el Foro: la columna de Focas. Se erigió en 608 sobre el pavimento del<br />

siglo III 41 en honor al emperador bizantino, que había llegado al trono tras el asesinato<br />

de su predecesor. Por lo tanto, la Columna sería un elemento de propaganda del nuevo<br />

gobernante que trata de legitimar su posición mediante la creación de un monumento en<br />

un recinto tan simbólico.<br />

Algunos ejemplos de reconversión de estructuras clásicas son los de la curia y el<br />

templo de Antonino y Faustina. La Curia se convirtió en la iglesia de San Adriano en el<br />

foro Romano, la cual se construyó durante los años 625 y 638 42 con mármoles de época de<br />

Diocleciano 43 . La nueva estructura se conservó hasta los años treinta del siglo XX cuando<br />

Mussolini ordenó que volviera a su estado original, dentro de su programa para recuperar<br />

la gloria de la antigua Roma 44 .<br />

40 Partridge, Loren, El Renacimiento… op. cit., p. 23.<br />

41 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 67.<br />

42 Ibídem, p. 75.<br />

43 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit.<br />

44 Sobre el programa ideológico de Mussolini al respecto de las estructuras romanas véase: Manacorda,<br />

Daniele, “Per un’Indagine sull’Archeologia Italiana durante il Ventennio Fascista”, en Archeologia<br />

Medievale, 9 (1982), pp. 443-470.<br />

36


37<br />

El templo de Antonino y Faustina también fue intervenido, y ya en el siglo XI se<br />

utilizo su cella como cierre de San Lorenzo in Miranda, ya que la cubierta original había<br />

desaparecido 45 . A partir de este momento se produjo un contraste claro entre el estado<br />

de conservación de la iglesia cristiana y el templo pagano, debido a que San Lorenzo in<br />

Miranda siguió siendo intervenida para su conservación, mientras que el templo de época<br />

imperial se fue descuidando con el paso del tiempo.<br />

La construcción de estructuras cristianas dentro del Foro tiene una gran carga<br />

ideológica. Supone cristianizar el corazón de la antigua Roma y distanciarse del pasado<br />

pagano señalando el comienzo de una nueva etapa, acorde con el pensamiento extendido<br />

en la Alta Edad Media, pues se creía que la ciudad había sido castigada por Dios debido<br />

a su soberbia y a las persecuciones hacia los cristianos 46 .<br />

El espacio ocupado por el foro de Trajano también fue utilizado a lo largo del<br />

Medievo. Durante el siglo VII servía de punto de encuentro de reuniones literarias 47 y en<br />

los siglos XII-XIII se levantó sobre su pavimento Santa Maria in Campo Carleo 48 , que se<br />

derribó en 1931 por orden de Mussolini. También se levantaron otras iglesias, como San<br />

Bernardo della Compagnia, destruida en 1736 49 , o el monasterio dello Spirito Santo, el<br />

cual se derribó en 1812 debido a las excavaciones napoleónicas 50 .<br />

Vemos que es un espacio que se reutiliza mucho para nuevas construcciones<br />

eclesiásticas, lo que provocó que la mayor parte del pavimento y de las estructuras clásicas<br />

desaparecieran, excepto algunos elementos aislados, como la Columna de Trajano.<br />

En cuanto al foro de César, decir que sufrió una expoliación en 1431, cuando su<br />

mármol es reutilizado en el Palazzo Apostolico 51 . Sin embargo, mucho antes ya había<br />

sido abandonado, como bien podemos observar en la obra de Menenghini y Santangeli<br />

Valenzani, quienes nos narran la historia de todos los foros imperiales 52 . Sabemos que ya<br />

durante en el siglo VI parece que los romanos comienzan a enterrarse bajo su pavimento.<br />

Durante los ss. VIII y IX se expolia y parece que también su pudo utilizar como zona<br />

de cultivo hasta el s. IX, momento en el que se construye un pequeño asentamiento.<br />

Posteriormente, en el s. XI se abandona definitivamente la zona y se comienza a expoliar<br />

la zona.<br />

Víctor Úbeda, “Vinculación ideológica de la Roma medieval...”<br />

45 Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la Antigüedad restaurada: de la Antigüedad al Renacimiento,<br />

La Coruña, Universidade da Coruña, Servizo de Publicacións, 2008, p. 134.<br />

46 Marcos Casquero, Miguel-Antonio, Roma como referencia del mundo medieval, León, Universidad de<br />

León, Área de Publicaciones, 2010, p. 21.<br />

47 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 67.<br />

48 Meneghini, Roberto, “Roma - Nuovi dati sul medioevo al Foro e ai Mercati di Traiano”, con “Appendice”<br />

di C. Marangoni, L. Marini”, en Archeologia Medievale, 25 (1998), p. 127.<br />

49 Lanciani, Rodolfo, Storia degli Scavi di Roma e Notizie Intorno le Collezioni Romane di Antichità (1000-<br />

1530). Volume Primo, Roma, Edizioni Quasar, 1989, p. 53.<br />

50 Ibídem, p. 57.<br />

51 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 57.<br />

52 Meneghini, Roberta y Riccardo Santangeli Valenzani, Roma nell’altomedioevo. Topografia e urbanistica<br />

della città dal V al X secolo, Roma, Istituto poligrafica e zecca dello Stato, 2004.


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El resto de foros sufren una suerte similar: del foro de Nerva se deben destacar dos<br />

ejemplos de arquitectura doméstica de los siglos VIII y IX, que representan una ruptura<br />

con las formas de la tardoantigüedad 53 ; por su parte, el Templum Pacis se convirtió durante<br />

el siglo V en una necrópolis y su zona septentrional sirvió para desechar los detritos de<br />

la ciudad y en los siglos IX y XI se usó como área de cultivo 54 ; por último, en el foro de<br />

Augusto se construyó, entre los siglo IX-X, la iglesia de San Basilio sobre el templo de<br />

Mars Ultor. También se expoliaron materiales de la zona, pues uno de los elogia de los<br />

summi viri del Foro se utilizó para restaurar el Panteón en época de Gregorio III (731-<br />

741) 55 .<br />

La última edificación dentro de este grupo de monumentos es una de las más<br />

representativas del Imperio romano: el anfiteatro Flavio. Es una construcción particular,<br />

ya que por su recorrido histórico bien podría formar parte de los monumentos que cambian<br />

de función pero también de los abandonados. No dejó de usarse tras hundirse el Occidente<br />

imperial, aunque su función fue diferente. Hasta finales del siglo V, el Coliseo se continuó<br />

utilizando, pero sus espectáculos pierden el componente religioso y la asociación con la<br />

muerte debido a la nueva moral cristiana, con la excepción de la corrida de toros realizada<br />

en 1332 56 . En el siglo XIV su estructura se encontraba dañada debido a los diversos<br />

terremotos que había tenido que soportar, como el de 1231 57 , aunque también sufrió<br />

reparaciones, lo que nos indica que su uso aún sería importante. Su propiedad varió en<br />

diversas ocasiones durante el Medievo, ya que, hasta que Gregorio VII fue expulsado de<br />

la ciudad, la edificación era propiedad de la Iglesia para posteriormente pasar a manos<br />

de los Frangipane, cuya titularidad será disputada por los Anibaldi 58 . Mientras que los<br />

primeros tuvieron el control del edificio, este se reconvirtió en una fortaleza hasta que en<br />

1312 volvió a convertirse en patrimonio eclesiástico 59 . A partir de este momento comenzó<br />

a producirse un expolio constante para reutilizar sus materiales en otras estructuras 60 .<br />

Incluso Pío V se planteó demolerlo aunque finalmente cambió de idea para ensalzar a los<br />

mártires cristianos 61 . Años más tarde Sixto V pensó también en destruirlo para completar<br />

sus proyectos urbanísticos 62 . Esta situación no cambia hasta que en 1749 Benedicto XIV<br />

53 Santangeli Valenzani, Riccardo, “Edilizia residenziale e aristocrazia urbana a Roma nell’altomedioevo”,<br />

en Gelichi, Sauro (ed.), I Congresso Nazionale di Archeologia Medievale. Auditorium del Centro Studi<br />

della Cassa di Risparmio di Pisa (Pisa, 29-31 maggio 1997), Florencia, All’Insegna del Giglio, 2000, pp.<br />

66.<br />

54 Menenghini, Roberto y Riccardo Santangeli Valenzani, “I Fori Imperiali nell’alto medioevo”, en Arena<br />

Maria Stella et al., Roma dall’antichità al medioevo. Archeologia e Storia, Electa, Milán, 2001, pp. 35-36.<br />

55 Ibídem, pp. 34-35.<br />

56 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit.<br />

57 Gregorovius, Ferdinand, Roma y Atenas en la Edad Media, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1982,<br />

p. 117.<br />

58 La disputa entre los Frangipane y los Anibaldi por la propiedad del anfiteatro se encuentra brevemente<br />

expuesta en: Luciani, Roberto, Le Colisée: Architecture, historie, spectacles et curiosités de l’amphitêátre<br />

flavien, le plus célèbre des monuments de l’antiquité romaine, Novara, De Agostini, 1990, p. 45.<br />

59 Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la… op. cit., p. 148.<br />

60 Di Macco, Michela, Il Colosseo: Funzione simbólica, storica, urbana, Roma, Bulzoni, 1971, pp. 50-52.<br />

61 Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la… op. cit., p. 148.<br />

62 Luciani, Roberto, Le Colisée… op. cit., p. 46.<br />

38


39<br />

consagra el monumento, dando paso a nueva etapa en el que el Anfiteatro es más respetado<br />

aunque su aspecto ya era bastante ruinoso.<br />

Por lo tanto, en el Anfiteatro se pueden distinguir dos etapas separadas por 1312.<br />

Hasta ese momento, los Frangipane construyen un recinto amurallado, en el que se integra<br />

también el arco de Constantino 63 , y aprovechan la cercanía del Coliseo para convertirlo<br />

en una gran fortaleza debido a su tamaño y a su resistente estructura. El complejo se<br />

utilizó como tal hasta que posteriormente pasó a convertirse en una cantera. El abandono<br />

y continuo expolio que sufre el monumento seguramente se debió al recuerdo pagano<br />

que evocaba en los cristianos. Como se puede ver en la obra de J. A. Jiménez Sánchez 64 ,<br />

el cristianismo miró rápidamente con recelo los espectáculos circenses, lo que provocó<br />

que una vez que el Papado controló la ciudad tanto el Coliseo como los teatros y circos<br />

cayeran en el olvido y no se volviesen a usar, al contrario que en Oriente, donde el poder<br />

imperial aún era fuerte y continuó utilizando el circo como elemento de propaganda.<br />

1.3 Un caso especial: los templos<br />

Víctor Úbeda, “Vinculación ideológica de la Roma medieval...”<br />

Por último hay que tratar los antiguos templos. Son estructuras que no varían<br />

su función pero sí su contenido. Hemos visto ya el ejemplo del templo de Antonino y<br />

Faustina, pero el caso más significativo es el del Panteón.<br />

Este edificio fue donado por Focas en 602 a Bonifacio IV. Al año siguiente el<br />

pontífice convirtió el templo pagano en uno cristiano dedicado a la Virgen María y a<br />

todos los mártires. Sabemos que los cambios que se realizaron no fueron muy importantes<br />

visualmente, salvo los dos campanarios que erigió Bernini durante el siglo XVII en la<br />

parte superior de la fachada y que no se derribaron hasta el siglo XIX 65 . Va a ser, junto con<br />

la basílica de Majencio, el monumento de la Antigüedad que más influencia va a ejercer<br />

sobre los artistas, especialmente durante el Renacimiento 66 .<br />

La reconversión del Panteón es muy importante porque supone la cristianización<br />

de uno de los templos más importantes de la Roma imperial, lo que enlaza con la política<br />

papal de eliminar las referencias paganas de las principales zonas de la ciudad, como<br />

ocurrió con el Foro. Sin embargo, su nueva situación no va a impedir que algunas zonas<br />

del templo se expolien, como posteriormente veremos.<br />

El Panteón no va a ser el único templo pagano reconvertido en cristiano aunque han<br />

de pasar unos 300 años hasta que esto vuelva a ocurrir. Entre el 872 y el 882, el templo<br />

de Fortuna Virilis se va a convertir en iglesia, lo que supuso que cambiara parcialmente<br />

su aspecto con el fin de parecerse a un espacio cultual cristiano, hasta que a principios del<br />

siglo XX la estructura recupere su forma original 67 .<br />

63 Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la… op. cit., p. 145.<br />

64 Jiménez Sánchez, Juan Antonio, Los juegos paganos en la Roma cristiana, Roma, Viella, 2010.<br />

65 Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la… op. cit., p. 128.<br />

66 Partridge, Loren, El Renacimiento… op. cit., p. 43.<br />

67 Soraluce Blond, José Ramón, Historia de la… op. cit., p. 123.


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Hay otros ejemplos como la reconversión del Templum Pacis en SS. Cosma<br />

e Damiano o, como ya hemos visto, el templo de Antonino y Faustina en el Foro que<br />

se convierte durante el siglo XI en San Lorenzo in Miranda aunque, también van a ser<br />

muchos los templos que se abandonen para no volver a ser ocupados, como el templo de<br />

Iuppiter Optimus Maximus 68 .<br />

Los motivos por los cuales se reutilizaron algunos templos responden a criterios<br />

religiosos y económicos, ya que era más rentable que volver a construir una nueva<br />

estructura. Por este mismo motivo tampoco se destruirían los edificios abandonados<br />

ya que sus materiales podían volver a utilizarse para reparar otras estructuras en<br />

funcionamiento. En el apartado religioso se trataba de eliminar las antiguas referencias al<br />

paganismo mediante una transformación que culminaría en un espacio urbano netamente<br />

cristianizado. También es posible que se utilizaran estos recintos ya que tenían una larga<br />

tradición religiosa y, por lo tanto, su conversión era mejor asumida por la población 69 .<br />

2. El abandono y la reutilización de los materiales<br />

Finalmente hay que hablar de los expolios y del abandono que sufren algunos<br />

monumentos. Como ya hemos visto brevemente, y tampoco pretendo extenderme<br />

demasiado en este punto pues todos los ejemplos son similares, algunas construcciones<br />

sufrieron expoliaciones durante toda la Edad Media para reutilizar sus materiales. El<br />

transporte de materiales se observa durante todo el Medievo, aunque no es un fenómeno<br />

nuevo de esta época ya que durante la historia de Roma hay varios ejemplos de ello 70 .<br />

Durante la época medieval, el saqueo de materiales se produjo incluso en edificios<br />

que continuaban en funcionamiento, como le ocurrió al Panteón. Como hemos visto, en<br />

el año 603 se convierte en una iglesia cristiana, lo que no impidió que algunos de sus<br />

bronces, y de los del templo de Venus y Roma, fueran empleados en diferentes iglesias,<br />

incluso en la basílica Vaticana 71 . Este hecho no es nuevo, pues un decreto imperial del 630<br />

permitió al papa retirar materiales de bronce para embellecer San Pedro 72 . El templo de<br />

Venus y Roma se saqueó de nuevo en 1450, cuando se le expolia el mármol para llevarlo<br />

a Santa Maria Noua 73 .<br />

Los muros Aurelianos, que como hemos visto tuvieron muchas atenciones, también<br />

van a ver cómo en ocasiones sus mármoles son expoliados y utilizados para la construcción<br />

de algunas iglesias como S. Prassede o SS. Quattro Coronati 74 .<br />

68 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., s.p.<br />

69 Esta política ya se había utilizado anteriormente con las festividades religiosas, como la conversión de la<br />

fiesta dedicada al Sol Invictus al natalicio de Cristo.<br />

70 Un claro ejemplo de reutilización de materiales antiguos durante la historia de la antigua Roma se puede<br />

ver en: Zanker, Paul, Augusto y el poder de las imágenes, Traducido por Pablo Dicner Ojeda, Madrid,<br />

Alianza Editorial, 1992, pp. 284-285.<br />

71 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., s.p.<br />

72 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 72.<br />

73 Lanciani, Rodolfo, Storia… op. cit., p. 61.<br />

74 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., s.p.<br />

40


41<br />

Pio II utilizó grandes columnas del pórtico de Octavia para la logia de Benedicto<br />

en 1461 75 , y en los muros Leoninos también se observan materiales procedentes de época<br />

romana ya que contienen algunos sarcófagos romanos de mármol 76 .<br />

En cuanto a los monumentos abandonados, un ejemplo claro es la zona de los foros<br />

Imperiales. Solamente en el foro de Trajano se levanta alguna iglesia mientras que el resto<br />

caen en el olvido. El foro de César se abandona y sufre una expoliación en 1431, cuando<br />

su mármol es reutilizado en el Palazzo Apostolico 77 . También se van a abandonar las<br />

termas, pues no estaban en consonancia con la moral cristiana 78 . Las de Nerón, Caracalla o<br />

Agripa se encontraban en ruinas mientras que otras como las Gordianas o las Novacianas<br />

habían desaparecido ya completamente en época de Palladio 79 . Sin embargo, también ha<br />

de tenerse en cuenta que el suministro de agua no fue continuo durante todo el Medievo,<br />

por lo que estos complejos termales tampoco pudieron ser abastecidos, como hemos visto<br />

anteriormente al tratar el estado de los acueductos.<br />

Finalmente, hemos de señalar que las principales razones que nos explican el<br />

descuido hacia estas edificaciones abandonadas lo encontramos en su emplazamiento, ya<br />

que la mayoría se encuentran en zonas que tienen una densidad demográfica muy baja, en<br />

su funcionalidad, que resultaría nula para el periodo medieval y en la escasez de recursos<br />

de la ciudad, que no pudo atender a las necesidades de todos los edificios.<br />

3. Conclusiones<br />

Víctor Úbeda, “Vinculación ideológica de la Roma medieval...”<br />

A lo largo del texto hemos podido ver que no se puede hablar de una continuidad<br />

de los monumentos de época romana, aunque tampoco de ruptura. Las limitaciones de<br />

la ciudad y las nuevas mentalidades religiosas priman a unas estructuras sobre otras,<br />

lo que determina el futuro de cada construcción así como su posterior conservación o<br />

destrucción.<br />

Si exceptuamos los acueductos y los puentes, el resto de edificaciones tenían un<br />

carácter esencialmente pagano durante el periodo del Imperio romano, algo que cambia<br />

durante el Medievo, pues se trató de cristianizar la ciudad mediante reconversiones;<br />

destruyendo o abandonado las estructuras; o mediante la reutilización de materiales. A<br />

este respecto es muy significativo el caso del Panteón, símbolo de los antiguos dioses<br />

romanos, y que a partir del siglo VII se convierte en una de las iglesias más impresionantes<br />

de la ciudad en un intento de cristianizar el corazón de la antigua Roma.<br />

75 Rubinstein, Ruth, “Pius II and Roman Ruins”, en Renaissance, vol. 2, 2 (1988), p. 199.<br />

76 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., s.p.<br />

77 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 57.<br />

78 Esta idea se debe principalmente a que los eclesiásticos temieron que las termas se convirtieran en nuevos<br />

centro de idolatría. Sobre este tema véase: Jiménez Sánchez, Juan Antonio y Jordina Sales Carbonell,<br />

“Termas e iglesias durante la Antigüedad Tardía: ¿reutilización arquitectónica o conflicto religioso? Algunos<br />

ejemplos hispanos”, en Sacralidad y Arqueología, Antig. Crist., 21 (2004), pp. 185-201.<br />

79 Palladio, Andrea, Las antigüedades… op. cit., pp. 64-65.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

Estas acciones también nos informan del deseo de distanciamiento que hay por parte<br />

de un gran sector poblacional frente a la antigua capital del Imperio, pues muchas veces<br />

podían ver en sus monumentos el reflejo de una sociedad pagana y enemiga de Dios. Los<br />

romanos no manifestaron una preocupación por su pasado y los mayores estudiosos de los<br />

monumentos de Roma van a ser personajes extranjeros, como los autores de los Mirabilia.<br />

Si bien los ciudadanos romanos no muestran inquietud por su pasado, tampoco se va a<br />

perder en la conciencia colectiva lo que significó el Imperio, ya que como demuestra R.<br />

Lanciani en su obra 80 , las excavaciones sobre los antiguos monumentos romanos son<br />

constantes, por lo que tampoco se pierden los modelos del arte clásico. Por ejemplo,<br />

durante la época medieval se descubren las piezas que actualmente se encuentran en el<br />

Museo delle Terme 81 .<br />

Esta idea podría entrar en conflicto con la evidente reutilización de materiales<br />

romanos. Esta tendencia no se daría por una pretendida vinculación con el pasado sino<br />

por motivos económicos, lo que se manifestó en el abandono de algunos monumentos<br />

importantes como el circo Máximo, o el expolio de grandes estructuras públicas como<br />

el Panteón, aun habiéndose convertido en un templo cristiano. Además, no se volvieron<br />

a utilizar algunas estructuras cuya función simbólica era más evidente, como los arcos<br />

triunfales. Es este motivo el que más condicionó la suerte de las estructuras, pues las<br />

razones religiosas se esgrimieron fundamentalmente para el abandono de los edificios de<br />

espectáculos. También influyó en la reconversión de los templos, pero en esas acciones la<br />

economía siempre estuvo muy presente.<br />

Pese a ser el sentimiento general de la población de la ciudad, también hay<br />

excepciones que intentaron recuperar la gloria romana. En este grupo estaría, por<br />

ejemplo, el padre de Benedicto IX, Alberico, quien se autotituló Senator Romanorum y<br />

a su mujer la proclamó Senatrix 82 . También tenemos otro ejemplo durante el siglo XII,<br />

cuando en 1143 se proclamó en Roma una república comunal, cuyo principal órgano de<br />

gobierno sería un Senado formado por cincuenta y seis miembros, al mismo tiempo que<br />

se comenzaron a utilizar los títulos honoríficos de patricius, senator o senatrix 83 . El nuevo<br />

gobierno senatorial creó el cuerpo de magistri aedificiorum 84 , encargado de velar por el<br />

mantenimiento de los monumentos. El último intento importante por recuperar el pasado<br />

romano antes del Renacimiento lo encontramos en Cola di Rienzo, que en 1347 tomó el<br />

cargo de tribuno del pueblo romano y su objetivo era establecer un gobierno republicano<br />

inspirado en la República romana, aunque ninguna de estas iniciativas fructificaron.<br />

La funcionalidad, como hemos visto, también es un elemento clave que determinó<br />

la continuidad de algunas estructuras. Tanto los puentes, los acueductos y los muros<br />

80 Lanciani, Rodolfo, Storia… op. cit.<br />

81 Greenhalgh, Michael, The Survival… op. cit., s.p.<br />

82 Krautheimer, Richard, Rome: Profile of a… op. cit., p. 152.<br />

83 Ibídem, p. 152.<br />

84 Luciani, Roberto, Le Colisée… op. cit., p. 45.<br />

42


43<br />

Víctor Úbeda, “Vinculación ideológica de la Roma medieval...”<br />

Aurelianos poseían una función que los hacía básicos para el mantenimiento de una ciudad,<br />

lo que provocó que gran parte de los escasos recursos que poseía Roma se destinaran a<br />

ellos, como hemos podido ver, frente a otras estructuras de carácter más monumental pero<br />

menos útiles.<br />

Finalmente hay que hacer una reflexión sobre la idea de Petrarca. Realmente hay un<br />

descuido hacia el pasado romano aunque no un desconocimiento total. La preparación y el<br />

deseo de este personaje por recuperar la antigua gloria del Imperio romano hacen que vea<br />

la situación cultural que vivía la ciudad de una manera negativa, e incluso sabemos que<br />

participó en el gobierno establecido por Cola di Rienzo. Sin embargo, pese a los factores<br />

que condicionan al propio autor, sí que creo que la ciudad romana no manifiesta una<br />

preocupación por su pasado y trata de distanciarse de él de manera consciente, como en el<br />

caso del Coliseo o claramente con los antiguos templos. Los intentos de recuperación del<br />

pasado antes del Renacimiento son escasos y en ningún caso llegaron a ser tan importantes<br />

para cambiar la tendencia que vive la ciudad, aunque también se dieron. A este respecto,<br />

quizás conviene destacar el caso de la columna de Trajano, para la que en 1162 el Senado<br />

emite un edicto con el fin de protegerla de posibles agresiones 85 .<br />

Las situaciones políticas y sociales de la ciudad también condicionan este proceso.<br />

No hay que olvidar que durante el siglo XII en algunas zonas de Europa se produjo<br />

un primer renacimiento, aunque este no tuvo una gran repercusión en los monumentos<br />

clásicos de Roma e incluso algunas estructuras comenzaron su decadencia, como en el caso<br />

de los acueductos 86 . Las razones seguramente se encuentran en la constante inestabilidad<br />

que presenta el Papado desde el siglo X y que culminarán a comienzos del siglo XIV con<br />

su exilio en Aviñón. Durante esta época se sucede el Siglo de Hierro del Pontificado, la<br />

querella de las investiduras, el gobierno comunal romano y finalmente la marcha de los<br />

papas a territorio francés. Como consecuencia de ello, hemos visto que algunas estructuras<br />

pasaron a manos privadas y las que aún controla el Papado son descuidadas.<br />

Por lo tanto, los factores más decisivos que condicionaron la conservación de los<br />

monumentos clásicos fueron los económicos y los religiosos, más que una ideología<br />

interesada en vincularse con el pasado romano. Sin embargo, también sería interesante<br />

relacionar todo este proceso con los títulos pontificios o con algunos ritos eclesiásticos,<br />

como la posseso 87 , que recuerda al antiguo triunfo de los generales romanos. Sin embargo<br />

no es posible tratarlo aquí ya que merecerían un estudio propio.<br />

85 Cavallaro, Anna, “‹‹Una colonna a modo di campanile facta per Adriano imperare››. Vicende e<br />

interpretazioni della colonna Traiana tra Medioevo e Quattrocento”, en Macchioni, Silvana y Bianca<br />

Tavassi La Greca (eds.), Studi in onore di Giulio Carlo Argan, Roma, Multigrafica, 1984-1985, pp. 71-90.<br />

86 Otros aspectos de la ciudad sí que fueron afectados, en un momento donde se remodelan casi todas<br />

las basílicas mayores y se asiste, por ejemplo, a la eclosión de nuevos talleres marmorarios, los famosos<br />

Cosmati, que dinamizarán una rica producción decorativa, sobre todo en el ámbito arquitectónico.<br />

87 Sobre esta ceremonia, su recorrido y simbolismo véase: Temple, Nicolas, Renovatio Urbis: Architecture,<br />

Urbanism and Ceremony in the Rome of Julius II, Nueva York, Routledge, 2011, pp. 58-65.


Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista<br />

de al-Ándalus<br />

JAVIER ALBARRÁN IRUELA<br />

Universidad Autónoma de Madrid<br />

Fecha de recepción: 16 de diciembre de 2011<br />

Fecha de aceptación: 23 de abril de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

Resumen: Son muchos los huecos que faltan por rellenar en la reconstrucción de los<br />

hechos que sucedieron en el verano del año 711, cuando un ejército musulmán conquistaba<br />

la Península Ibérica. Para intentar abordar esta inmensa tarea, es tremendamente necesario<br />

acudir a las fuentes más antiguas que nos hablan de ese hito histórico. En este estudio se<br />

pretende recopilar la información, contenida en dos crónicas, que resulta de gran utilidad<br />

para comprender ese pasaje de nuestra historia. Ambas crónicas son mozárabes, y ambas<br />

las más antiguas fuentes que recogen la invasión islámica: la Crónica bizantina-arábiga<br />

del 741 y la Crónica mozárabe del 754. Aportan dos visiones diferenciadas de la conquista:<br />

en la primera crónica, la de un posible colaboracionista con las autoridades musulmanas,<br />

lo que pone de relieve una realidad de los cristianos de al-Ándalus. En la segunda, la de<br />

un cristiano que sentía la “pérdida de Hispania”, una pérdida político-militar, ya que no<br />

alude en ningún momento a conflictos religiosos.<br />

Palabras clave: conquista musulmana, al-Ándalus, crónica, mozárabe.<br />

Abstract: There are many gaps that still need to be filled in the reconstruction of the<br />

events that happened in the summer of 711, when a Muslim army conquered the Iberian<br />

Peninsula. In order to try to tackle this huge task, it is extremely necessary to resort to<br />

using the first sources that talk about that historical milestone. This study aims to gather<br />

the most useful information in order to understand that passage in our history by means<br />

of two chronics. Both of them are Mozarabic chronicles and the most ancient sources<br />

that collect the Islamic invasion: Byzantine-Arabic Chronicle of 741 and the Mozarabic<br />

Chronicle. They provide two different visions of the conquest: the first chronicle deals<br />

with a possible collaboration with the Muslim authorities and highlights the reality of<br />

some of the Christians in al-Andalus. In the second one, the vision of a Christian who<br />

felt the “loss of Hispania,” a political-military loss, since he refers to religious conflicts<br />

at any time.<br />

Keywords: Muslim conquer, al-Andalus, chronicle, Mozarabic.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

Introducción: La importancia de las primeras fuentes<br />

La conquista de al-Ándalus por parte de las huestes musulmanas en el año 711, y la<br />

consiguiente desaparición del Reino visigodo de Toledo, es uno de los capítulos con más<br />

interrogantes de nuestra historia. ¿Cuántos soldados componían el ejército musulmán?,<br />

¿dónde se produjo la batalla definitiva?, ¿cuál era la situación del Reino godo en el<br />

momento de la conquista?, ¿sucedieron o no los relatos de Julián y los witizanos? Son<br />

solo algunas de las preguntas que giran alrededor de este hecho crucial para el devenir<br />

de la historia española, un suceso que permitió la entrada a la Península Ibérica de unas<br />

gentes que, junto a los habitantes autóctonos de la antigua Hispania, crearon un estado y<br />

una civilización hispano-musulmana.<br />

Para la reconstrucción de cualquier hecho histórico, lo primero que se debe realizar<br />

es acudir a las fuentes más antiguas, bien sean restos materiales o documentales. Este<br />

trabajo pretende extraer y analizar de las crónicas más próximas al año 711 la información<br />

que pueda ser de utilidad para el estudio de la conquista. No se va a realizar una<br />

reconstrucción, sino solo un análisis de la información contenida en esas obras. Además,<br />

los fragmentos de estos relatos seleccionados no abarcarán más que los momentos<br />

inmediatamente posteriores al año 711, limitando cronológicamente así el estudio, que de<br />

otro modo resultaría demasiado extenso.<br />

Las fuentes que trataremos son dos crónicas de mediados del siglo VIII, las más<br />

antiguas en tratar la conquista musulmana de la Península Ibérica, elaboradas en latín,<br />

presumiblemente por mozárabes que vivían ya bajo autoridad islámica en al-Ándalus,<br />

y que cuentan un relato mediatizado por su situación personal y sus propias vivencias,<br />

muy cercanas en el tiempo a los sucesos ocurridos en el año 711. Son, ordenadas<br />

cronológicamente, la Crónica bizantina-arábiga del año 741, y la Crónica mozárabe<br />

del año 754. No trataremos un interesantísimo himno litúrgico llamado Tempore Belli 1 ,<br />

porque realmente merece un estudio pormenorizado. Parece que podría tratarse de un<br />

himno compuesto poco tiempo después de la conquista islámica de la Península Ibérica,<br />

en el que se lloran las desgracias del pueblo cristiano, causadas por un terrible ejército<br />

de innumerables soldados, que había llegado a través del mar 2 . Además, parece que ya<br />

introduce la idea providencialista que formará parte de la lógica reconquistadora según<br />

1 Díaz y Díaz, Manuel Cecilio, “Noticias históricas en dos himnos litúrgicos visigóticos”, en Antigüedad<br />

y cristianismo. Monografías históricas sobre la Antigüedad tardía, 3 (1986), pp. 443-456. Luis Agustín<br />

García Moreno incluye un breve estudio sobre este interesante himno en García Moreno, Luis Agustín,<br />

“Fuentes no islámicas de la invasión y conquista de España por el Imperio árabe-islámico”, en García<br />

Moreno, Luis Agustín y María Jesús Viguera Molins (coords.), Del Nilo al Ebro. Estudios sobre las fuentes<br />

de la conquista islámica, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2009, pp. 185-187.<br />

2 García Moreno, Luis Agustín, “Fuentes no islámicas...” op. cit., p. 449.<br />

46


47 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...”<br />

la cual la invasión musulmana sería un castigo divino por los pecados de los visigodos,<br />

cuando dice, en los versos 69-72 “merecemos estos grandes males por nuestros pecados<br />

(…)” 3 .<br />

1. Crónica bizantina-arábiga del 741<br />

La llamada Crónica bizantina-arábiga es una breve crónica que comienza con la<br />

noticia de la muerte de Recaredo en el año 601 y finaliza con el fallecimiento del califa<br />

omeya Yazīd II en el año 724. Pese a concluir en este año, la obra se fecha tradicionalmente<br />

hacia el 741 porque en su capítulo treinta y nueve se incluye la noticia de la ascensión al<br />

poder del emperador León III (717-741), y da cuenta de la duración completa del gobierno<br />

de éste. La tradición manuscrita transmite siempre esta obra como una continuación de<br />

la Crónica de Juan de Bíclaro, que termina precisamente en tiempos del rey Recaredo I,<br />

con cuya muerte comienza la Crónica bizantina-arábiga 4 . El título de Chronica Byzantia<br />

Arabica 5 le viene dado por su contenido, pues, después de los primeros catorce capítulos,<br />

en los que incluyen varias noticias sobre el Reino visigodo, a partir del reinado de Suintila<br />

(621-631) se centra exclusivamente en la historia bizantina y musulmana. No es una<br />

crónica centrada por tanto en la conquista musulmana de la Península Ibérica, de hecho<br />

sólo la menciona en un párrafo, que será el que analicemos.<br />

Las fuentes que utiliza el autor para confeccionar la crónica son diversas. Parece<br />

claro el uso de las Historias de los Godos de Isidoro de Sevilla, así como las siguientes<br />

fuentes orientales: para la mayor parte de las noticias sobre la historia del norte de África<br />

en el siglo VII, la Crónica universal del obispo Juan de Nikiu, escrita en griego en Egipto<br />

a finales del siglo VII, y cuya traducción al árabe se realizó pronto; una crónica bizantina<br />

de origen sirio que conocemos de forma parcial por haber sido fuente de la Crónica<br />

bizantina de Teófanes, y quizás inspiración también para el autor de la Crónica mozárabe<br />

del año 754, que más adelante veremos; y una historia árabe, puede que fuente también<br />

de la Crónica mozárabe del año 754 6 . Parece seguro, además, que nuestro autor dispuso<br />

de fuentes orales de tradición árabe, además del conocimiento más directo de los hechos<br />

acaecidos en la Península Ibérica.<br />

3 Traducción propia. “Hoc peccata malum grande merentur / uere nostra, Deus, plurima, sancte; / sed nunc<br />

suppliciter poscimus omnes, / iam Clemens fámulos aspice tristes”. Díaz y Díaz, Manuel Cecilio, “Noticias<br />

históricas en dos himnos…”. Ibídem, pp. 443-456.<br />

4 Blanco Silva, Rafael, “Una crónica mozárabe a la que se ha dado en llamar arábigo-bizantina de 741: un<br />

comentario y una traducción”, en Revista de filología de la Universidad de La Laguna, 17 (1999), p. 154.<br />

5 El título se lo otorgó Mommsen, en Mommsen, Theodor, Monumenta Germaniae Historica: Auctores<br />

Antiquissimi, Berlín, Weidmann, 1894, pp. 323-369.<br />

6 Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica”, en e-Spania, 1 (2006). «http://e-spania.revues.<br />

org/329?lang=es&&id=329» [Consultado el 19 noviembre de 2011].


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

Sobre la procedencia y origen del cronista se ha escrito mucho. El padre Flórez 7<br />

piensa que fue hispano porque computa con la era hispánica y menciona a los reyes<br />

godos. Hay otros autores que colocan a nuestro anónimo personaje mucho más lejos,<br />

en Siria y también en Alejandría. Dubler 8 , por razones fonéticas, cree que la crónica se<br />

escribió en algún lugar del levante español, lo que ayudaría además a que tuviese algún<br />

conocimiento de la lengua griega, aunque fuese de forma rudimentaria. Además postula<br />

que, por los elogios vertidos hacia Muḥammad en algunos momentos de la obra, el autor<br />

sería un recién convertido al Islam. Díaz y Díaz 9 no cree, sin embargo, que el cronista<br />

tuviese que ser un levantino de origen cristiano convertido al Islam. Para él fue sin duda<br />

un hombre culto, conocedor del griego, que tenía a su disposición una rica biblioteca en la<br />

que disponía de las fuentes de origen sirio y egipcio. Por ello, la crónica podría haber sido<br />

escrita en cualquiera de los centros culturales de importancia de mediados del siglo VIII<br />

hispánico, tales como Sevilla, Córdoba o Mérida, caracterizados además por mantener<br />

estrechos contactos desde antiguo con el mundo siríaco. Gil Egea recoge la posibilidad<br />

de que la obra fuese escrita en Egipto, traducida al latín en el Norte de África, y que ya en<br />

Hispania se le hubiesen añadido las noticias acerca del Reino godo 10 . La tesis que parece<br />

más verosímil es la que da José Carlos Martín, que habla de un mozárabe convertido al<br />

Islam con amplios conocimientos del árabe, o bien de un mozárabe al servicio de algún alto<br />

funcionario musulmán afincado en la Península Ibérica, poseedor de una buena biblioteca<br />

de textos orientales. El fin de la crónica sería entonces claramente propagandístico y<br />

apologético, pues su redacción en latín delata que estaba destinado a ambientes cristianos.<br />

El hecho de que se usen fuentes orientales en griego y quizás también en árabe, y el hecho<br />

de que no destaca el uso de muchas obras visigodas, parecen descartar su redacción en un<br />

centro de cultura visigodo, y nos acerca a ese levante peninsular 11 .<br />

De las dos posibilidades que propone José Carlos Martín, un converso al Islam o<br />

un mozárabe al servicio de un funcionario musulmán, atendiendo a un análisis de varios<br />

pasajes de la crónica, nos resulta más plausible la segunda. Es cierto que en varios pasajes<br />

elogia a la figura de Muḥammad, diciendo que provenía de un noble linaje, que era un<br />

varón muy sabio, y que sus escritos afirmaban que era un apóstol de Dios y profeta:<br />

7 Flórez, Enrique, España Sagrada, VI, Madrid, ed. por Antonio Marín, 1750.<br />

8 Dubler, Cesar Emil, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península<br />

Ibérica”, en Al‑Andalus, 11 (1946), pp. 283-349.<br />

9 Díaz y Díaz, Manuel Cecilio, De Isidoro al siglo XI. Ocho estudios sobre la vida literaria peninsular,<br />

Barcelona, El Albir Universal, 1976, pp. 206-207.<br />

10 Gil Egea, María Elvira, “África del Norte en vísperas de la conquista árabe. Introducción a las fuentes<br />

grecolatinas I. Las fuentes hispanas”, en García Moreno, Luis Agustín y María Jesús Viguera Molins<br />

(coords.), Del Nilo al Ebro… op. cit., p. 132. Esta hipótesis la había planteado Luis Agustín García Moreno,<br />

detallando que el autor de la primera versión sería un greco parlante de Egipto, poco perjudicado por la<br />

conquista musulmana de la región del Nilo, y que habría podido contar, con facilidad, con fuentes islámicas.<br />

García Moreno, Luis. Agustín, “Elementos de tradición bizantina en dos Vidas de Mahoma mozárabes”,<br />

en Pérez Martín, Inmaculada y Pedro Bádenas de la Peña (eds.), Bizancio y la Península Ibérica. De la<br />

Antigüedad Tardía a la Edad Moderna, I, Madrid, CSIC, 2004, pp. 252-260.<br />

11 Para más información de todo el debate acerca de la procedencia del autor, véase Blanco Silva, Rafael,<br />

“Una crónica mozárabe…” op. cit., p. 155; y Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica” op.<br />

cit., pp. 3-12.<br />

48


49 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...”<br />

“Tras reunirse una numerosísima multitud de sarracenos, invadieron las provincias de<br />

Siria, Arabia y Mesopotamia, ejerciendo el principado entre ellos Mahmet, nacido en<br />

el seno de una tribu de nobilísimo linaje entre las de ese pueblo, varón muy sabio y<br />

conocedor de antemano de todo lo que había de ocurrir” 12 .<br />

“El citado príncipe de los sarracenos, Mahmet, cumplidos ya los diez años de su<br />

reinado, llegó al fin de su vida. A éste desde entonces y hasta nuestros días lo honran<br />

con tan gran honor y respeto que en todos sus sacramentos 13 y sus escritos afirman que<br />

fue un apóstol de Dios y su profeta. En substitución de éste al frente de los sarracenos<br />

es elegido por los suyos Habubecar, cuyo origen era el mismo que el de su predecesor.<br />

Éste llevó a cabo una gran expedición contra los persas, devastó sus ciudades, y se<br />

apoderó de numerosas fortalezas y plazas fuertes de éstos” 14 .<br />

Pero esto se explica también por estar el autor al servicio de un funcionario<br />

musulmán. Ningún mozárabe colaboracionista insultaría a Muḥammad, es más, solía ser<br />

tratado con mucha aceptación. La expresión que hace que pensemos en un autor cristiano<br />

aparece en el fragmento sobre la conquista musulmana de la Península Ibérica, donde dice<br />

que el califa al-Walīd no contaba con la ayuda de Dios. Para un musulmán, de tendencia<br />

pro-omeya además como muestra esta obra, esto sería inconcebible.<br />

Como ya se ha comentado, para el estudio de la conquista musulmana de la<br />

Península Ibérica solo es de utilidad un párrafo de toda la crónica que, eso sí, contiene<br />

mucha información:<br />

“Hulit 15 obtuvo a continuación el cetro del reino de los sarracenos, según lo que había<br />

establecido su padre, sucediendo a éste en el reino. Reina durante nueve años. Fue<br />

un varón de una gran sabiduría a la hora de desplegar sus tropas, hasta tal punto que,<br />

aun viéndose privado del favor divino, destruyó los ejércitos de casi todos los pueblos<br />

vecinos a él 16 . Y debilita especialmente al Imperio romano con continuas incursiones,<br />

y a las islas las llevó casi a la extenuación. Sometió con sus conquistas los territorios<br />

de la India. Y en las regiones de Occidente, por medio del general de su ejército<br />

de nombre Musa 17 invadió y sometió el reino de los godos en Hispania, reino firme<br />

y poderoso desde antiguo; y tras echar abajo este reino, hizo a los godos súbditos<br />

12 Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica” op. cit., p. 33.<br />

13 Aquí, sin embargo, Rafael Blanco Silva, en su estudio ya citado, interpreta el término “sacramenti”<br />

simplemente como “escritos”, algo que parece más razonable debido a la ausencia de sacramentos en el<br />

Islam.<br />

14 Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica” op. cit., p. 37.<br />

15 Califa omeya Al-Walid ibn Abd al-Malik o Al-Walid I (668-25 de febrero del 715) gobernó entre 705 y<br />

715.<br />

16 El autor elogia al califa, pero a la vez remarca que no contaba con el favor divino, lo que, como ya hemos<br />

indicado, hace pensar que el cronista no era musulmán.<br />

17 Mūsā ibn Nuṣayr, gobernador árabe del norte de África, y primer gobernador musulmán de facto, sin<br />

nombramiento califal, de al‑Ándalus, entre 711 y 714. Para Gil Egea, el hecho de que solo se le cite por el<br />

nombre propio, sin usar el patronímico, indica cierta independencia de las fuentes árabes, ya que en estas<br />

siempre aparece el nombre completo. Gil Egea, María Elvira, “África del Norte…”, op. cit., p. 138.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

suyos 18 . Llevando así a cabo prósperamente todas estas guerras, durante el noveno<br />

año de su reinado, tras haber sido mostradas ante él riquezas procedentes de todos los<br />

pueblos tal y como él lo había imaginado, llegó al final de su vida” 19 .<br />

La frialdad con la que relata el hecho de la conquista de la península, tratándose<br />

probablemente de un hispanogodo, hace pensar que su situación no había empeorado<br />

nada, por no decir mejorado, tras la invasión. Parece claro, por tanto, que se trata de<br />

alguien cercano a las autoridades islámicas establecidas, colaboracionista con ellas.<br />

Destaca la descripción que realiza del Reino visigodo, como reino firme, lejos de esa<br />

visión de inestabilidad que tradicionalmente se ha achacado al momento de la conquista<br />

islámica, así como el hecho de que sólo aparece Mūsā como comandante de las tropas<br />

musulmanas. Todo esto hace pensar que la conquista no fue algo traumático para toda<br />

la población que habitaba Hispania, sino que se debió producir más por un proceso de<br />

pactos y negociaciones que mejorarían mucho las condiciones de los que se acercasen<br />

a esa autoridad musulmana. Al-Walīd “hizo a los godos súbditos suyos”, es decir, los<br />

convirtió en tributarios mediante unos pactos de sobra conocidos. Desde los primeros<br />

momentos de la penetración islámica los conquistadores habían mantenido la política<br />

que ya se practicó en la expansión en Oriente y en el Norte de África y que tan buenos<br />

resultados había dado. Se basaba en considerar a la Gente del Libro que no se convertía al<br />

Islam como protegidos, estatus que se lograba mediante el pago de un impuesto personal<br />

y otro territorial, dependiendo de las propiedades de cada uno 20 . Además de esos tributos<br />

y una serie de normas sobre las relaciones entre la comunidad musulmana y la comunidad<br />

conquistada, los cristianos pudieron mantener su religión, su condición personal, su<br />

hacienda, sus costumbres e incluso sus leyes y magistrados, lo que les otorgaba cierta<br />

autonomía en relación con la comunidad mahometana. Por supuesto, los pactos se<br />

basaban en la aceptación de la superioridad del Islam, como demuestra el conocido pacto<br />

de Tudmir o Teodomiro 21 , igual que se venían realizando en Oriente.<br />

18 “In occiduis quoque partibus regnum Gothorum antiqua soliditate firmatum apud Spanias per ducem sui<br />

exercitus nomine Musae adgressus edomuit et regno abiecto uectigales fecit”. Gil, Juan, Corpvs Scriptorum<br />

Mvzarabicorvm, I, Madrid, Instituto Antonio de Nebrija, 1973, p. 13.<br />

19 Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica” op. cit., p. 56.<br />

20 La Gente del Libro eran considerados así protegidos o ḏimmíes, y debían pagar el impuesto personal o<br />

ŷizya y el basado en la propiedad o jarāŷ.<br />

21 Al final del Reino godo, Teodomiro era un comes de la parte sureste peninsular, cuyos dominios no son<br />

conocidos con precisión pero que debían ser extensos formando un triángulo entre las ciudades de Lorca,<br />

Hellín y Alicante. Después de la conquista árabe, la región que recibe el nombre de Tudmir es enorme,<br />

incluyendo el sur de la provincia de Valencia, el sureste de la de Albacete, y las de Alicante y Murcia al<br />

completo. Para más información acerca de Teodomiro y el pacto que alcanzó con los árabes, véase Cruz<br />

Hernández, Miguel, El Islam de Al-Ándalus. Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional,<br />

1992, p. 483; y Chalmeta Gendrón, Pedro, Invasión e islamización. La sumisión de Hispania y la formación<br />

de al-Ándalus, Jaén, Publicaciones de la Universidad de Jaén, 2003.<br />

50


51 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...”<br />

2. Crónica mozárabe del 754<br />

La Crónica Mozárabe del 754 es, sin duda alguna, la fuente escrita de mayor<br />

utilidad que existe sobre la conquista islámica de la Península Ibérica, y debe ser el<br />

centro de cualquier estudio que se precie sobre este hito de la Historia. La riqueza y<br />

verosimilitud de los datos que aporta el autor son muy precisas y detalladas, un cronista<br />

al que solo separa una generación de los hechos. Contrasta con los datos ofrecidos por las<br />

fuentes árabes, más de medio siglo posteriores en el mejor de los casos. Sin embargo, es<br />

una tarea historiográfica necesaria la comparación de esta fuente con las arabo-islámicas<br />

posteriores. De hecho, para Roger Collins, solo se debe dar algún crédito a las obras<br />

históricas árabes sobre la conquista de al-Ándalus, puestas en relación con este relato<br />

mozárabe 22 .<br />

La Crónica Mozárabe aporta datos muy fiables en cuanto a cronología, lugares<br />

geográficos y nombres propios. A pesar del complejo sistema de datación que presenta<br />

(con la cronología de los califas, los emperadores bizantinos y la era hispánica), esta<br />

crónica ofrece un conjunto de fechas fiables para el reinado de Rodrigo y la posterior<br />

conquista de Mūsā Ibn Nuṣayr, aunque no por ello esté exenta de errores,. También<br />

ofrece información sobre nombres propios, como Ṭāriq, al-Walīd, ‘Abd al-‘Azīz, al-Ḥur,<br />

Teodomiro, Sinderedo, etc. Además, ofrece datos geográficos concretos e interesantes<br />

como una posible localización de la batalla en la que el rey visigodo cayó derrotado en<br />

manos musulmanas.<br />

La autoría de la crónica está llena de controversias y diferentes posturas, tres<br />

principalmente. La primera de ellas, con historiadores como Dozy 23 , Tailhan 24 o Colbert 25 ,<br />

considera al escritor cordobés, basándose en dos razones: el título de Patricia que se le<br />

da a la ciudad andaluza, y la importancia concedida a esta provincia. No parecen pruebas<br />

suficientes, ya que el hecho de que la ciudad sea denominada Patricia representa un<br />

cliché literario fijado ya en época romana, y la importancia que se le otorga a la provincia<br />

radica en el hecho de que la ciudad es el centro de la nueva autoridad musulmana, por lo<br />

que debe ocupar una posición central también en el relato. La segunda postura considera<br />

al autor toledano, y es algo más mayoritaria. La defienden estudiosos como Mommsen 26 ,<br />

22 Collins, Roger, La conquista árabe. 710-797, Barcelona, Crítica, 1991, p. 31<br />

23 Dozy, Reinhart, Recherches sur l’histoire et la litterature de l’Espagne pendant le moyen age, 2 vol,<br />

París, Maisonneuve, 1881.<br />

24 Tailhan, Jules, Anonyme de Corduve. Chronique rime des derniers rois de Tolède et de la conquête de<br />

l’Espagne par les árabes, París, Imprimerie National, 1885.<br />

25 Colbert, Edward, The Martyrs of Córdoba (850-859): A Study of the Sources, Washington, Catholic<br />

University of America Press, 1962.<br />

26 Mommsen, Theodor, Monumenta… op. cit.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

Madoz 27 , Sánchez-Albornoz 28 , Díaz y Díaz 29 , Gil 30 y Collins 31 , esgrimiendo básicamente<br />

el argumento de la preocupación del cronista por todo lo concerniente a la Iglesia de<br />

Toledo. Pero esta explicación tampoco parece muy convincente, ya que ese interés resulta<br />

natural habiendo sido Toledo el centro político y eclesiástico del Reino visigodo. La<br />

tercera postura parece la más acertada, aunque realmente su argumentación es también<br />

más hipotética que segura. Investigadores como López Pereira localizan al autor en algún<br />

punto del sureste peninsular, entre Murcia y Guadix. Concluyen que la atención que le<br />

presta a Teodomiro, el Tudmir de las fuentes árabes, y a su heredero Atanagildo, y la<br />

mención de Fredoario, obispo de Guadix, solo pueden explicarse por el contacto directo<br />

del narrador con esa realidad 32 . Lo que parece claro es que se trata de un clérigo con<br />

vastos conocimientos de la doctrina eclesiástica, así como de la Historia de la Iglesia.<br />

La estructura de la obra distingue tres espacios, tres mundos diferenciados pero<br />

relacionados entre sí por razones militares y políticas: el Imperio bizantino, el mundo<br />

árabe y el Reino visigodo (y posteriormente hispano-árabe). Cada uno de los tres mundos<br />

se presenta de forma paralela e igualitaria hasta que se produce la conquista islámica de<br />

la Península Ibérica, momento en el que se constata una clara supremacía de los aspectos<br />

hispanos, y se pierde el carácter de historia universal que tenía. Contar los hechos de la<br />

invasión y su posterior desarrollo es el objetivo principal del autor.<br />

El cronista estaba bien al tanto de la historiografía que le había precedido. Así,<br />

hay referencias de la utilización de obras de pensadores como Isidoro o Julián de<br />

Toledo, y de otros pensadores de la literatura canónica para los temas relacionados con<br />

la Iglesia visigoda. Parece que pudo usar también la propia Crónica del 741 para los<br />

acontecimientos político-militares, o una fuente de uso común en ambas crónicas, ya que<br />

se observan diversas diferencias entre ambas, sobre todo en las noticias referidas al Imperio<br />

bizantino 33 . Para los acontecimientos políticos de Hispania parece clara la utilización<br />

de la Crónica y las Historias de Isidoro, así como sus Etimologías, las Sentencias de<br />

27 Madoz, José, “La literatura en época mozárabe”, en Díaz-Plaja, Guillermo (coord.), Historia general de<br />

las literaturas hispánicas, vol. 1, Barcelona, Editorial Barna, 1949.<br />

28 Sánchez-Albornoz, Claudio, Investigaciones sobre historiografía hispana medieval (siglos VIII-XIII),<br />

Buenos Aires, Instituto de Historia de España, 1967.<br />

29 Díaz y Díaz, Manuel Cecilio, “La historiografía hispana desde la invasión hasta el año 1000”, en La<br />

storiografia altomedievale. Settimane di studio del Centro italiano di studi sull’alto Medioevo, 17 (1970),<br />

pp. 313-355.<br />

30 Gil, Juan, Corpus Scriptorum Muzarabicorum, vol. 1, Madrid, Instituto Antonio de Nebrija, 1973, pp.<br />

15-54.<br />

31 Collins, Roger, La conquista… op. cit., p. 22.<br />

32 Para más información sobre el debate de la autoría véase López Pereira, José Eduardo, Continuatio<br />

Isidoriana Hispana. Crónica Mozárabe de 754. Estudio, edición crítica y traducción, León, Centro de<br />

Estudios e Investigación “San Isidoro”, 2009, pp. 55-61.<br />

33 A pesar de las diferencias, también se observan claros parafraseados, por ejemplo en la narración de la<br />

conquista islámica de Hispania. Como hemos visto anteriormente, dice la Crónica bizantina-árabe: “Y<br />

en las regiones de Occidente, por medio del general de su ejército de nombre Musa invadió y sometió el<br />

reino de los godos en Hispania, reino firme y poderoso desde antiguo ; y tras echar abajo este reino, hizo a<br />

los godos súbditos suyos”. A su vez, en la Crónica del 754 se puede leer: “También en Occidente sometió<br />

al reino godo asentado en España con una solidez ya tradicional […] que fue destruido gracias a Muza,<br />

general del ejército allí enviado, y hecho tributario.”<br />

52


53 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...”<br />

Tajón y el Biclarense. No cabe duda también del posible manejo de fuentes locales, así<br />

como su propia experiencia contemporánea a los hechos inmediatamente posteriores a<br />

la conquista, lo que constituye un excelente filón. Para lo acaecido en el Imperio árabe,<br />

parece que utilizó alguna fuente de procedencia siria que habría llegado a la península<br />

tempranamente, debido a su opinión favorable de los califas omeyas 34 .<br />

Aunque el autor comienza su crónica en la era 649 (es decir, a principios del siglo<br />

VII, con el gobierno del emperador Heraclio), el análisis a realizar se centrará en un<br />

capítulo, el séptimo. Este apartado es el directamente relacionado con la invasión islámica<br />

de la Península Ibérica y sus años posteriores inmediatos. Hemos seleccionado varios<br />

fragmentos, los más importantes, en torno a los cuales girará el estudio.<br />

Desde el primer momento se observa el buen conocimiento que tiene el cronista de<br />

los invasores, ya que está al tanto de la datación cronológica islámica basada en la hégira,<br />

así como del orden y nombres de los califas que se van sucediendo en el trono de Damasco.<br />

Conoce además su religión, o al menos sabe que no son cristianos, sin poder aventurar<br />

el grado de erudición que este hispano podía tener de la doctrina islámica. Dice así del<br />

califa omeya al-Walīd, Ulit como lo llama el cronista: “Fue hombre de tan extraordinarios<br />

conocimientos militares, que aun faltándole la ayuda divina, destrozó los ejércitos de<br />

casi todas las provincias limítrofes, y sobre todo debilitó la Romania con devastaciones<br />

constantes” 35 . El desconocido autor, al igual que hacía el de la Crónica bizantino-árabe,<br />

recalca el hecho de que el gobernante musulmán no contaba con la ayuda de Dios, del<br />

Dios cristiano, dejando así claro que su religión era otra. Llama también la atención los<br />

elogios vertidos hacia el califa en este extracto, alabanzas que hacen pensar en el uso de<br />

fuentes sirias por parte del autor, de fuentes pro-omeyas. También es cierto que el uso<br />

de estas queda un tanto en entredicho cuando el autor evidencia, en uno de los pasajes<br />

del texto, su desconocimiento, al menos parcial, de la lengua árabe: “En tiempos de este,<br />

era antes indicada, Ulit Amir Almuminin, expresión real que en su lengua significa el<br />

que todo lo hace con éxito (…)” 36 . En realidad, esa expresión significa, en lengua árabe,<br />

Príncipe de los Creyentes, titulación de todo califa, por lo que o estaban traducidas esas<br />

fuentes sirias, o alguien ayudó en su lectura a nuestro cronista, o no las usó.<br />

Tras este breve acercamiento al califa bajo el cual se conquistó al-Ándalus, el autor<br />

pasa a introducir la invasión de la Península:<br />

“También en Occidente sometió el reino godo asentado en España con una solidez ya<br />

tradicional –lograda en casi 350 años, desde su origen y principio en la era 400–, y<br />

que desde Leovigildo se había ido extendiendo pacíficamente por toda España durante<br />

140 años hasta llegar a la era 750 en que fue destruido gracias a Muza, general del<br />

ejército enviado allí, y hecho tributario” 37 .<br />

34 Para más información sobre las fuentes usadas por el autor, López Pereira dedica su capítulo III de López<br />

Pereira, José Eduardo, Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit. a un excelente y completísimo estudio<br />

sobre el tema.<br />

35 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 223. Aquí estamos ante otro parafraseado claro de la Crónica<br />

del 741, como se puede ver en el apartado dedicado a esta fuente.<br />

36 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 231.<br />

37 Ibídem, p. 225. “In occiduis quoque partibus regnum Gothorum antiqua soliditate pene per trecentos


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

Destaca la descripción que hace de la expansión visigoda por todo el territorio<br />

peninsular desde Leovigildo, expansión a la que tacha de pacífica. Se sabe que no fue del<br />

todo pacífica, ya que se sucedieron campañas contra los pueblos del norte o contra los<br />

bizantinos, por lo que esta expresión puede ser una pista de la procedencia ideológica y<br />

cultural del autor. Podemos estar ante un clérigo adscrito a la teología política ministerial 38 ,<br />

ideología de poder en la que la guerra no tiene un papel protagonista, al contrario que las<br />

teorías derivadas de la teología eusebiana, como el caudillismo 39 . Encontramos este mismo<br />

tratamiento de la guerra en las obras de uno de los padres del sistema ministerial, san<br />

Isidoro, obras como la Historia de los Godos. En esta introducción a la conquista aparece<br />

ya el nombre de Muza, es decir, Mūsā Ibn Nuṣayr, y también se hace referencia al hecho<br />

de que los conquistadores impusieron tributos a los conquistados, como ya aparecía en la<br />

Crónica bizantina-arábiga. Y nuestro narrador realiza también una referencia al pacto de<br />

Teodomiro con ‘Abd al-‘Azīz 40 , que aun estando fuera de los capítulos concernientes a la<br />

conquista, merece ser destacada: “Por la misma época, en la era 782, murió el belicoso<br />

Teodomiro, quien en diversas zonas de España había ocasionado considerables matanzas<br />

de árabes y, después de pedir con insistencia la paz, había hecho con ellos el pacto de paz<br />

que debía” 41 .<br />

De Rodrigo, rey visigodo que ocupaba el trono en el momento de la conquista<br />

islámica, el autor apunta un par de datos interesantes: “(…) a ruegos del Senado 42 ocupa<br />

Rodrigo el trono en virtud de una revuelta” 43 . Parece que nos está hablando del conflicto<br />

que se produjo en el Reino godo tras la muerte de Witiza, entre los descendientes del<br />

difunto rey y el monarca elegido por ese Senado del que habla la crónica, que sería ese<br />

cuerpo formado por la aristocracia laica y eclesiástica, y que en el IV y sobre todo en el<br />

VIII Concilio de Toledo se había erigido como elector del rey. Continúa así la crónica:<br />

“Reina un año, pues en el quinto del imperio de Justiniano, nonagésimo tercero de los<br />

árabes, sexto de Ulit y 750 de la era, tras reunir un gran ejército contra los árabes y<br />

los moros enviados por Muza, esto es, Taric Abuzara y otros, que estaban realizando<br />

incursiones a la provincia que hacía tiempo le estaba encomendada y devastaban<br />

quinquaginta annos, ab era quadringentesima ab exordio et principio sui firmatum, aput Spanias uero a<br />

Liuugildo pene per CXL annos pacifice usque in era DCCL, porrectum per ducem sui exercitus nonime<br />

Muze adgressum edomuit et regno ablato uectigale fecit”. Ibídem, pp. 222 y 224.<br />

38 Reydellet, Marc, “La conception du soverain chez Isidore de Séville”, en Díaz y Díaz, Manuel Cecilio,<br />

Isidoriana. Estudios sobre san Isidoro de Sevilla en el XIV centenario de su nacimiento, León, Centro de<br />

Estudios San Isidoro, 1961, pp. 457-466.<br />

39 Para más información sobre sobre esta teología de poder véase la obra McCormick, Michael, Eternal<br />

Victory. Triumphal Rulership in Late Antiquity, Byzantium and the Early Medieval West, Cambridge,<br />

Cambridge University Press, 1986.<br />

40 ‘Abd al-‘Azīz, hijo de Mūsā Ibn Nuṣayr, dirigió varias campañas en la dominación de la Península Ibérica<br />

y fue gobernador de facto, sin nombramiento califal, del año 714 al 716.<br />

41 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 271. “Per idem tempus in era DCCLXXXII uite terminum<br />

dedit uir belliger nomine Theudimer, qui in Spanie partes non modicas Arabum intulerat neces et, diu<br />

exageratos, pacem cum eis federat habiendus”. Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 270.<br />

42 Para Roger Collins, aquí el término senatus hace referencia a la aristocracia palatina. Collins, Roger, La<br />

conquista… op. cit., p. 32.<br />

43 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 225. “(…) Rudericus tumultuose regnum ortante senatu<br />

inuadit”. Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 224.<br />

54


55 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...”<br />

muchas ciudades, se fue a las montañas Transductinas para luchar contra ellos y cayó<br />

en esta batalla al fugarse todo el ejército godo que por rivalidad y dolosamente había<br />

ido con él sólo por la ambición del reino” 44 .<br />

A pesar de equivocarse en un año (pospone la invasión al año 712), vemos que<br />

la cronología es bastante exacta. Realiza el cronista una interesante distinción entre<br />

árabes y moros, Arabas y Mauros en la versión latina, diferenciación que sin duda atañe<br />

a la variada composición del ejército musulmán invasor, principalmente formado por<br />

tropas bereberes en sus inicios. Una de las cosas más llamativa de este extracto es que no<br />

menciona al general del ejército que venció a Rodrigo, Ṭāriq Ibn Ziyād 45 , y sin embargo<br />

sí menciona a Ṭarīf Abū Zar’a, un personaje de discutible veracidad histórica que puede<br />

que realizase algunas breves incursiones de saqueo previas a la definitiva conquista, como<br />

cuenta nuestro mozárabe.<br />

De suma importancia es la referencia al lugar donde tuvo lugar la catastrófica<br />

batalla para los visigodos, ya que se inserta dentro del debate sobre la localización de<br />

este hito histórico. El texto habla de las montañas Transductinas, que como ya hizo<br />

Sánchez-Albornoz 46 , se suele identificar, de forma coherente, con la Julia Traducta, cerca<br />

de Gibraltar, probablemente Algeciras 47 . No vamos a entrar en la polémica sobre el lugar<br />

en el que se produjo la batalla, debate que oscila desde las teorías más tradicionales sobre<br />

Guadalete, hasta la teoría de Joaquín Vallvé 48 (según la cual la batalla se habría producido<br />

en la actual Comunidad murciana), pero lo que parecería claro es que fue Rodrigo quien<br />

buscó al ejército musulmán para el combate. Este dato nos lleva a concluir que la batalla<br />

tuvo lugar cerca del campamento de los invasores, o bien en un lugar elegido por estos,<br />

por lo que contarían así con una clara ventaja frente al ejército visigodo.<br />

En este fragmento aparece también la idea de que en las filas del ejército godo<br />

se produjo una traición que hizo que las tropas se fugaran, precipitando así la derrota y<br />

la muerte del rey Rodrigo. Esta traición se habría producido, según cuenta el cronista,<br />

debido a las rivalidades internas que había en el Reino godo, enemistades basadas en<br />

la ambición por el trono. Nos lleva esto de nuevo a esos posibles enfrentamientos entre<br />

los seguidores de Rodrigo y los witizanos, con Agila a la cabeza, confrontaciones que<br />

se enmarcarían dentro de un contexto de decadencia del Reino visigodo de Toledo en el<br />

cual las distintas facciones lucharían por el poder. Nuevas tesis, como la expuesta por<br />

44 Ibídem, p. 225. “Regnat anno uno. Nam adgregata copia exercitus aduersus Arabas una cum Mauros<br />

a Muze missos, id est Taric Abuzara et ceteros, diu sibi prouinciam creditam incursantibus simulque et<br />

plerasque ciuitates deuastantibus, anno imperii Iustiniani quinto, Arabum nonagésimo tertio, Ulit sexto,<br />

in era DCCL Transductinis promonturiis sese cum eis confligendo recepit eoque prelio fugatum omnem<br />

Gothorum exercitum, qui cum eo emulanter fraudulenterque ob ambitionem regni aduenerant, cecidit”.<br />

Ibídem, p. 224.<br />

45 Sin embargo, el autor sí deja claro que el ejército no estaba comandado por el propio Mūsā, ya que este<br />

es quien lo envía.<br />

46 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 225.<br />

47 Chalmeta Gendrón, Pedro, Invasión... op. cit., p. 135.<br />

48 Vallvé, Joaquín, Nuevas ideas sobre la conquista árabe de España. Toponimia y onomástica, Madrid,<br />

Real Academia de la Historia, 1989.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

Javier Arce en su obra Esperando a los árabes 49 , buscan mitigar esta idea de decadencia<br />

visigoda. En relación a esos conflictos entre visigodos se puede hacer también referencia<br />

al siguiente fragmento:<br />

“Después de arrasarla hasta Toledo, la capital del reino, y azotar despiadadamente<br />

las regiones circundantes con una paz engañosa, condena a algunos nobles señores<br />

varones, que allí se habían quedado, al patíbulo, por haberse escapado de Toledo el<br />

hijo del rey Egica, Opas, y por esta causa los pasa a todos a espada” 50 .<br />

Aparece aquí la figura del misterioso Opas, hijo de Égica para algunos y de Witiza<br />

para otros, pero siempre colaboracionista con los musulmanes. Vemos sin embargo,<br />

cómo en este pasaje, los nobles habrían sido ejecutados por haber ayudado a escapar a<br />

Opas de Toledo, algo que no concuerda con esa visión traidora de Opas, y que tampoco<br />

concuerda con la anterior traducción de López Pereira, del año 1980, en la que Opas<br />

aparecía ayudando a los musulmanes a ajusticiar a los nobles 51 .<br />

Como sabemos, después de la expedición victoriosa de Ṭāriq, desembarcó en la<br />

Península Ibérica Mūsā, que deseaba ver con sus propios ojos el resultado cosechado:<br />

“(…) mientras devastaban España los ya mencionados expedicionarios y ésta se<br />

sentía duramente agredida no sólo por la ira del enemigo extranjero, sino también por<br />

sus luchas intestinas, el propio Muza (…) atravesando el estrecho de Cádiz penetra<br />

en ella, injustamente destrozada desde tiempo atrás y la invade para arruinarla sin<br />

compasión alguna” 52 .<br />

Además de la llegada de Mūsā, vemos también en este fragmento una alusión a<br />

los posibles conflictos internos del Reino godo ya comentados, así como otra ubicación<br />

geográfica sobre el lugar por el que podían pasar los contingentes musulmanes. Pero lo<br />

más importante de estas líneas es que ya se ve claramente la idea de la ruina de Hispania<br />

que los invasores han iniciado con sus actos, y el dolor del autor ante los hechos, al<br />

contrario que en la Crónica del 741. Se produce claramente una deploratio, un llanto por<br />

Hispania, algo que se ve muy bien en otro de los fragmentos:<br />

49 Arce, Javier, Esperando a los árabes. Los visigodos en Hispania (507-711), Madrid, Marcial Pons, 2011.<br />

50 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 227. “(…) atque Toleto urbem regiam usque inrumpendo<br />

adiacentes regiones pace fraudifica male diuerberans nonnullos seniores nobiles uiros, qui utqumque<br />

remanserant, per Oppam filium Egiche regis a Toleto fugam arripientem gladio patibuli iugulat et per eius<br />

occasionem cunctos ense detruncat”. Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 226.<br />

51 López Pereira, José Eduardo, Crónica mozárabe de 754. Edición crítica y traducción, Zaragoza, Anubar<br />

Ediciones, 1980, p. 71.<br />

52 Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 227. “(…) dum supra nominatos missos Spania uastaretur et<br />

nimium non solum hostili, uerum etiam intestine furore confligeretur, Muze et ipse, ut miserrimam adiens<br />

per Gaditanum fretum (…) iam olim male direptam et omnino impie adgressam perditans penetrat (…)”.<br />

Continuatio Isidoriana Hispana... op. cit., p. 226.<br />

56


57 Javier Albarrán,“Dos crónicas mozárabes, fuentes para el estudio de la conquista...”<br />

“¿Quién podrá, pues, narrar tan grandes peligros? ¿Quién podrá enumerar desastres<br />

tanto naufragio sin puerto? Pues aunque todos sus miembros se convirtiesen en lengua,<br />

no podría de ninguna manera la naturaleza humana referir la ruina de España ni tantos<br />

ni tan grandes males como ésta soportó” 53 .<br />

Además, en los pasajes que tratan sobre el avance de los musulmanes y la devastación<br />

que van produciendo sobre el territorio, según el autor, vemos cómo nuestro cronista<br />

no sentía ningún aprecio por los conquistadores, a los que consideraba bárbaros: “Con<br />

el fuego deja asoladas hermosas ciudades, reduciéndolas a cenizas; manda crucificar a<br />

los señores y nobles y descuartiza a puñaladas a los jóvenes y lactantes (…) Así, sobre<br />

esta España desdichada, en Córdoba (…) establecen un reino bárbaro” 54 . Pero a pesar de<br />

este poco aprecio, en ningún momento el anónimo narrador, como vemos, menciona un<br />

conflicto de origen religioso. No hay aquí ninguna quema ni saqueo de iglesias, ninguna<br />

imposición religiosa. Si los conquistadores hubiesen sido cristianos, la descripción que<br />

haría el cronista probablemente sería la misma. Sin embargo sabemos, como ya se ha<br />

comentado, que el autor conocía la religión de los invasores, por lo que solo cabe una<br />

explicación: no se produjo ninguna persecución religiosa a lo largo de la conquista. Los<br />

musulmanes, como sabemos, no impusieron su doctrina. No se habla de enemigos de<br />

Dios porque los mahometanos no se comportaron como tal. La percepción que tuvieron<br />

los cronistas de una generación posterior a la invasión no estaba todavía impregnada de<br />

una clara ideología religiosa. Únicamente existe un rechazo a la ocupación política y<br />

militar.<br />

El último fragmento que interesa en lo relativo a la conquista es uno en el cual<br />

parece que se hace referencia a otro de los personajes legendarios de la invasión islámica,<br />

don Julián:<br />

“Muza, admitiendo el consejo de Urbano, hombre de muy noble estirpe, de una región<br />

africana, educado en la doctrina católica, que había ido con él por las provincias<br />

españolas, acepta gustosamente pagar la multa impuesta, sin importarle nada, pues<br />

dada su gran riqueza, incluso le parecía pequeña” 55 .<br />

Muchos autores, entre ellos Sánchez-Albornoz 56 , han identificado a este Urbano<br />

con don Julián, documentando así la existencia de este personaje, que no sabemos si es<br />

53 Ibídem, p. 229. “Quis enim narrare queat tanta pericula? Quis dinumerare tam importuna naufragia? Nam<br />

si omnia menbra uerterentur in linguam, omnino nequaquam Spanie ruinas uel eius toth tantaque mala<br />

dicere poterit humana natura”. Ibídem, p. 228.<br />

54 Ibídem, p. 229. “(…) ciuitates decoras igne concremando precipitat, seniores et potentes seculi cruci<br />

adiudicat, iubenes atque lactantes pugionibus trucidat (…) Adque in eandem infelicem Spania Cordoba in<br />

sede dudum Patricia (…) regnum efferum conlocant”. Ibídem, p. 228.<br />

55 Ibídem, p. 233. “Quo dille, consilio nobilissimi uiri Urbani Africane regiones sub dogma catholice fidei<br />

exorti, qui cum eo cunctas Spanie aduentauerat patrias, accepto, complendum pro nichilo exoptat atque pro<br />

multa opulentia parum impositum honus existimat”. Ibídem, p. 232.<br />

56 Sánchez-Albornoz, Claudio, Orígenes de la nación española. Estudios críticos sobre la Historia del reino<br />

de Asturias, t. I, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1972.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

o no histórico 57 . Lo que parece claro es que en una crónica cuarenta años posterior a la<br />

conquista, aparece la figura de un noble católico de una región africana, que acompañó a<br />

Mūsā en sus campañas por la Península Ibérica, y que tenía tales riquezas que pudo pagar<br />

la multa impuesta por el califa al-Walīd al gobernador de Ifrīqiya.<br />

La conclusión que se puede extraer de esta crónica es, como ya se ha adelantado,<br />

que representa la mejor fuente para el estudio de la conquista y los años posteriores, es<br />

decir, los de los emires dependientes de Damasco. Atendiendo a lo que narra nuestro<br />

autor, los invasores no habrían utilizado la religión como estandarte en su conquista, la<br />

firma de pactos entre invasores e invadidos habría sido frecuente, la situación del Reino<br />

visigodo era de profunda inestabilidad, Mūsā Ibn Nuṣayr llegaría después de la derrota<br />

de Rodrigo, el ejército musulmán estaría formado por árabes y bereberes, y el puente<br />

entre norte de África y la Península Ibérica habría sido la zona gaditana. También hay<br />

que destacar esa idea de ruina de Hispania que no aparecía en la Crónica bizantina-<br />

arábiga, lo que pone de relieve la fractura que se estaba produciendo dentro de la propia<br />

mozarabía, con cristianos que colaboraban con las autoridades islámicas, y otros más<br />

reticentes. Una desunión que se pondría de total manifiesto a mediados del siglo IX con<br />

el movimiento de los mártires voluntarios 58 .<br />

57 Para Roger Collins, sin embargo, el argumento de la confusión paleográfica que se suele esgrimir para<br />

identificar a este Urbano con Julián, es absurdo: “Se ha sostenido que la diferencia de nombre podría<br />

explicarse por confusión paleográfica, aunque se necesitaría un escriba considerablemente borracho para<br />

haber cometido semejante error”. Collins, Roger, La conquista… op. cit., p. 39.<br />

58 Para más información sobre este movimiento véase Wolf, Kenneth Baxter, Christian martyrs in muslim<br />

Spain, Cambridge, Cambridge University Press, 1988.<br />

58


Aportación a la divulgación zoológica valenciana del siglo XVII.<br />

El Tratado de los animales terrestres y volátiles de Jerónimo<br />

Cortés (1613)<br />

FRANCISCO JAVIER PERIS FELIPO<br />

Laboratorio de Entomología y Control de plagas, Instituto Cavanilles de<br />

Biodiversidad y Biología Evolutiva, Universitat de València<br />

Fecha de recepción: 19 de octubre de 2011<br />

Fecha de aceptación: 15 de abril de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

Resumen: Este artículo profundiza en el contenido de la obra de divulgación zoológica<br />

de Jerónimo Cortés, un escritor de carácter enciclopédico del que resulta especialmente<br />

loable su intento de sistematizar unos saberes, ordenarlos y hacerlos accesibles a un<br />

público no especializado, que aúna el interés de incidir tempranamente en un campo<br />

escasamente desarrollado en el momento de su publicación y de constituir una destacada<br />

contribución valenciana a la historia de la ilustración biológica del siglo XVII.<br />

Palabras clave: Jerónimo Cortés, divulgación zoológica, Valencia, siglo XVII.<br />

Abstract: The zoological popularization work of Jerónimo Cortés has been explored in<br />

this dissertation. His work is encyclopaedic and deserves particular praise for his attempt<br />

to systematize and make knowledge accessible to a non-specialist audience. This work<br />

combines early interest in a poorly developed field at the time of its publication with<br />

an outstanding Valencian contribution to the biological illustration history in the 17th<br />

century.<br />

Keywords: Jerónimo Cortés, zoological popularization, Valencia, 17 th century.<br />

Afirmaba el profesor López Piñero que la Historia Natural constituye uno de los<br />

aspectos más destacados de la actividad científica española de los siglos XVI-XVII.<br />

Abordada desde diversas perspectivas 1 , entre ellas resultan todavía poco frecuentes los<br />

1 López Piñero, José María, Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII, Barcelona,


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

estudios zoológicos. Como más notables sitúa este investigador los de Francisco Vélez de<br />

Arciniega, autor de Libro de los Quadrúpedos y serpientes terrestres, recebidos en el uso<br />

de la medecina (1597), que amplió en Historia de los animales más recebidos en el uso<br />

de la medecina (1613). Por otra parte, si bien los tratados de zoología con independencia<br />

de sus aplicaciones médicas corresponden a periodos posteriores, ya en 1605 Jerónimo<br />

Cortés imprimió su Libro y Tratado de los Animales terrestres y volátiles, un texto de<br />

divulgación científica, del que cabe destacar su interés por incidir en la zoología y su<br />

indudable valor como contribución valenciana a la historia de la ilustración biológica de<br />

los primeros años del siglo XVII 2 .<br />

1. El autor y su legado intelectual<br />

La primera noticia que disponemos sobre Jerónimo Cortés nos la proporciona su<br />

coetáneo P. A. Morla, quien lo presenta como “insigne investigador de los prodigios de la<br />

naturaleza en la facultad de las matemáticas” 3 , información que recogería N. Antonio 4 , y<br />

constituiría la base de anotaciones posteriores. Así, J. Rodríguez 5 y V. Ximeno 6 se refieren<br />

a él como natural de Valencia, astrólogo, matemático, astrónomo e “investigador de la<br />

Naturaleza”. V. Salavert añade su propia autodenominación como maestro de cálculo al<br />

definir su profesión, en su Compendio de reglas breves para las monedas de Valencia<br />

y otros Reynos 7 . Por nuestra parte, apenas podemos añadir que al parecer, durante un<br />

tiempo, Cortés residió en Gandía 8 , que casó con Ángela Rull de Cortés, con la que tuvo<br />

cinco hijos, y que falleció en 1611.<br />

En todo caso, es el legado intelectual de Cortés lo que nos interesa destacar. Al<br />

respecto, fue autor de una prolífica obra, en la que se pueden distinguir cuatro grandes<br />

orientaciones. Destaca particularmente su producción aritmética conformada por obras<br />

relacionadas con la actividad contable –Tratado del computo por la mano, muy breve y<br />

necesario para los Ecclesiásticos (1591) y Compendio de reglas breves para las monedas<br />

de Valencia y otros Reynos (1594)– que culminó con la edición de Arithmética Práctica<br />

Editorial labor, 1979, pp. 279-308.<br />

2 López Piñero, José. María y Felipe Jeréz, La imagen científica de la vida. La contribución valenciana a la<br />

Ilustración Médica y Biológica (siglos XVI-XIX), Valencia, Organismo Público Valenciano de Investigación,<br />

1999.<br />

3 Morla, Pedro Antonio, Emporium vtrisque Iuris quaestionum in usu forensi admodum frequentium,<br />

Valentiae, per Aluarum Franco, & Didacum de la Torre... in domo Auctoris, & eiusdem expensis, 1599, f.<br />

68..<br />

4 Antonio, Nicolás, Biblioteca Hispana Nova, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999.<br />

5 Rodríguez, José, Biblioteca Valentina, Valencia, Librerías París-Valencia, 1980.<br />

6 Ximeno, Vicente, Escritores del Reyno de Valencia, Valencia, 1747, vol. 1.<br />

7 Salavert, Lluís Vicent, Introducció a un estudi de les matemàtiques al País Valencià en el segle XV.<br />

L’aritmetica pràctica de Geronymo Cortés (Valencia 1604), Tesis de Licenciatura, Universitat de València,<br />

1979, p. 162.<br />

8 Cortés, Gerónimo, Libro y tratado de los animales terrestres y volátiles, con la historia, y propiedades<br />

dellos .... Valencia, Impresso en casa de Juan Chrysóstomo Garriz, 1613, f. 239.<br />

60


61<br />

Francisco Javier Peris, “Aportación a la divulgación zoológica valenciana...”<br />

en 1604, analizada por Lluís Vicent Salavert 9 . La segunda, se incluye en la corriente de<br />

pronósticos astrales y la integran Lunario y pronóstico perpetuo, general y particular,<br />

(Valencia, 1594, 1596, 1598) y Lunario Nuevo, perpetuo y general y pronóstico de los<br />

tiempos (Madrid, 1598), un pequeño libro que se inscribe en el género de los Almanaques<br />

del que Salavert contabiliza ochenta y siete ediciones, la última de ellas en Méjico en<br />

1972, además de multitud de traducciones, pese a las prohibiciones inquisitoriales sobre<br />

la Astrología Judiciaria. Precisamente por ello, en él Cortés tuvo particular cuidado de<br />

descartarla afirmando, de acuerdo con la doctrina católica del libro albedrío, “que las<br />

estrellas pueden inclinar a los hombres, pero no forzarles” 10 . En grupo aparte se sitúa el<br />

libro de Phisonomía Natural y varios efectos de naturaleza (Valencia, 1598), resumen<br />

de los conocimientos de las ciencias naturales de la época, que llegó a tener sesenta y<br />

siete ediciones en varios idiomas, la última de ellas en Madrid en 1906 11 . Por último,<br />

dentro del movimiento de renovación de las ciencias naturales y más exactamente de la<br />

zoología 12 , en 1605 publicó el Libro y Tratado de los Animales terrestres, y volátiles, con<br />

las propiedades, y virtudes que nos enseñan, que sería reeditado en 1613, 1615 y 1672.<br />

En un intento de valoración de estas aportaciones, Picatoste y Rodríguez califica<br />

a Cortés más como colector que como inventor de sus obras 13 , si bien señala que se<br />

encuentran en ellas aplicaciones útiles que le han valido ser interpretado en otras lenguas<br />

y aún ser copiado modernamente, en particular por lo que se refiere a sus pronósticos.<br />

Por su parte, López Piñero, Navarro Brotons y Portela Marco lo consideran como uno de<br />

los autores representativos de la “subcultura científica extraacadémica” 14 por cuanto sus<br />

libros corresponden a la literatura científica de consumo propio de la época, destinada a<br />

los estratos medios de las ciudades. A ello añade López Piñero que su obra adquirió gran<br />

difusión en España, Francia e Italia, debiendo su popularidad principalmente a Lunario<br />

Perpetuo y el Libro de Phisonomía natural y varios efectos de naturaleza; dos libros de<br />

divulgación, en la línea de los textos renacentistas de varia lección, aunque con claros<br />

elementos procedentes de las enciclopedias bajomedievales. Para este autor, también su<br />

obra sobre animales, con especial insistencia en lo extraordinario y curioso, se ajusta a los<br />

moldes predominantes en la época.<br />

9 Salavert, Lluís Vicent, Introducció… op. cit., p. 209.<br />

10 López Piñero, José María, Ciencia y técnica… op. cit., pp. 194-195.<br />

11 Salavert, Lluís Vicent, Introducció… op. cit., p. 165.<br />

12 Tatón, Rene, Historia General de las Ciencias. La ciencia moderna: (de 1450 a 1800), Barcelona,<br />

Destino, 1972, vol. II, pp. 184-191.<br />

13 Picatoste y Rodríguez, Felipe, Apuntes para una biblioteca científica española del siglo XVI (Estudios<br />

biográficos y bibliográficos en ciencias exactas, y naturales y sus inmediatas aplicaciones en dicho siglo),<br />

Madrid, Imprenta y fundición de M. Tello, 1891, pp. 57-58.<br />

14 López Piñero, José María et al., Materiales para la historia de las Ciencias en España, siglos XVI-XVII,<br />

Valencia, Pre-Textos, 1976.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

2. El tratado de los animales<br />

2.1 El contexto histórico<br />

Durante el Renacimiento las obras zoológicas tienden a conectar directamente<br />

con los autores de la Antigüedad clásica, cuyas doctrinas, favorecidas por el desarrollo<br />

de la imprenta, alcanzarían una difusión hasta entonces desconocida. Paralelamente,<br />

comenzaron a surgir las primeras críticas a las autoridades clásicas, al tiempo que los<br />

viajes de exploración expandían los límites de la disciplina. Sin embargo, la reacción<br />

ante la llegada de estos “nuevos mundos” no fue modificar los modelos vigentes sino<br />

dar cabida en ellos a los recientes fenómenos mediante la aplicación al estudio de los<br />

nuevos animales de los modelos de la Antigüedad 15 . Desde esta perspectiva, quizás<br />

fuera Plinio quien conectara de modo excepcional con los intereses humanistas, y su<br />

Historia Natural encontró un espacio intelectual apropiado por su atención a los rasgos<br />

morales, la intención ejemplarizante, la confluencia de costumbres, creencias populares<br />

y perfiles exóticos, o la exhibición de relaciones analógicas de simpatía y antipatía.<br />

Por ello su obra se reveló como un modelo eficaz para comunicar la atracción por lo<br />

extraordinario 16 . Simultáneamente, se desplazó lo invisible y se confirió prioridad a lo que<br />

los ojos llegaban a ver. Por ello, la representación adquirió gran relevancia y las palabras<br />

tendieron a ajustarse a la naturaleza. Ello propició que, frente a las toscas figuras de los<br />

textos medievales, se impusiera un retorno a la naturaleza, que dependió lógicamente de<br />

la posibilidad de observar cada especie biológica.<br />

Partiendo de estos supuestos, la renovación zoológica renacentista se basó en los<br />

estudios de las especies exóticas, sobre todo americanas, pero también contribuyeron a<br />

ella algunas monografías y enciclopedias zoológicas. Las obras de grandes naturalistas<br />

como Gessner o Aldovrandi constituyen ejemplos destacados en este sentido 17 . En cambio,<br />

no se publicaron en España estudios zoológicos similares durante este periodo 18 . López<br />

Piñero apenas menciona la obra de Francisco Vélez y el Tratado de Jerónimo Cortés,<br />

objeto de nuestro estudio 19 . Se trata de una reunión de materiales dirigida a un público<br />

poco exigente, de pretensiones divulgativas, que se inscribe en la línea de la Historia<br />

Natural fuertemente moralizada y alegorizada, inspirada en Plinio esencialmente, que<br />

ofrece el interés de ser una de las pocas escritas en España en este periodo.<br />

15 Dear, Peter, La revolución de las ciencias. El conocimiento europeo y sus expectativas, (1500-1700),<br />

Madrid, Marcial Pons, 2007, pp. 192-197.<br />

16 Pimentel, Juan, El Rinoceronte y el Megaterio. Un ensayo de morfología histórica, Madrid, Abada, 2010,<br />

pp. 59-63.<br />

17 López Piñero, José María, Los animales en la ciencia y la vida humana. Ilustraciones zoológicas de un<br />

milenio (siglos XI-XX), Valencia, Fundación Bancaja, 2001, pp.24-34.<br />

18 Ver Navarro Brotons, Víctor y William Eamon (eds.), Más allá de la Leyenda Negra. España y la<br />

revolución científica, Valencia, Instituto de Historia de la Ciencia y Documentación López Piñero, 2007,<br />

p. 49.<br />

19 López Piñero, José María, Ciencia y técnica… op. cit., p. 302.<br />

62


63<br />

2.2 Las licencias de impresión<br />

El libro fue impreso por primera vez en Valencia por Crisóstomo Gárriz en 1605,<br />

según figura al final de la Tabla de los capítulos y cosas notables de la edición de 1613 20 .<br />

No obstante, la licencia de publicación debió quedar limitada a los reinos de la Corona de<br />

Aragón. De hecho, el 30 de mayo de 1611, fallecido ya Jerónimo Cortés, a petición de su<br />

viuda, Ángela Rull de Cortés, Felipe III expidió un documento, que afectaba a Portugal,<br />

por el que hacía saber que:<br />

“(…) en hey por ben e me praz de dar licença a Ángela Rul de Cortés, viuda de<br />

Hyerónimo Cortés da cidade de Valença para que por sy on pella persona que para isso<br />

tiner seu poder possa imprimir, por tiempo de dez annos, que se começaron a contar da<br />

data deste mediante, nos meus Reynos e senhorios da coroa de Portugal, o livro que o<br />

dito seu marido compos antitulado: das propiedades dos animaes terrestre e volátiles,<br />

e que durante o dito tempo de dez annos nenhua outra pessoa de qualquier estado ou<br />

condiçaon que seya possa por si, nem pro intreposta perssoa imprimir nem mandar<br />

imprimir o dito livro, nem mandalo trazer impreso de fora du dito Reyno (…)” 21 .<br />

Poco después, el 8 de enero de 1612, la viuda de Cortés, exponiendo que estaban<br />

próximas a expirar las licencias concedidas a su marido para la impresión de todas sus obras<br />

en la Corona de Aragón, incluido el Tratado de los animales, y aduciendo la necesidad de<br />

sustentar a sus cinco hijos, solicitó y obtuvo de Felipe III –mediante documento fechado<br />

el 22 de septiembre de 1612– prórroga de las licencias por diez años, además del permiso<br />

de impresión en Castilla y de poder vender el libro durante un término de cuatro años.<br />

En estas condiciones, el 14 de noviembre de 1612 Antonio de Olmedo, escribano de<br />

cámara del rey, a petición de Ángela Rull y de Cortés, dio fe de haber visto el libro de<br />

Cortés que, impreso con licencia y privilegio, constaba de treinta pliegos, que a razón de<br />

tres maravedís, se tasó en noventa maravedís, como precio al que se debía vender. Por<br />

su parte, don Francisco López de Mendoza, por comisión y licencia del doctor Genís de<br />

Casanova, oficial y vicario general del arzobispado de Valencia, expidió la preceptiva<br />

autorización. Y el 20 de diciembre de 1612, Bartolomé Cortés, hijo de Jerónimo, dedicó<br />

la obra al doctor Domingo Ximeno de Llobera, visitador general del arzobispado de<br />

Valencia por el prelado Isidoro Aliaga. Finalmente, la segunda edición, con privilegio<br />

de impresión en Castilla, Aragón y Portugal, fue publicada en Valencia por Crisóstomo<br />

Gárriz en 1613. Todavía la obra sería objeto de dos ediciones más en Valencia, la de 1615,<br />

también impresa por Crisóstomo Gárriz y la última en 1672 por Benito Macé, a cargo de<br />

Francisco Duart. Para nuestro estudio utilizamos la impresión de 1613 que se conserva en<br />

la Biblioteca Valenciana. No obstante, este ejemplar carece de algunos folios, que hemos<br />

completado con la edición de 1672 que se conserva en la Biblioteca Serrano Morales de<br />

Valencia 22 .<br />

Francisco Javier Peris, “Aportación a la divulgación zoológica valenciana...”<br />

20 No hemos podido localizar ningún ejemplar de la primera edición.<br />

21 Cortés, Gerónimo, Libro y tratado… op. cit., s.f.<br />

22 Biblioteca Valenciana, XVII/777; Biblioteca de Serrano Morales, SM 10/327.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

2.3 El contenido<br />

La obra consta de un total de 469 folios distribuidos en dos partes. La primera,<br />

dedicada a los animales terrestres –denominación que en la época abarcaba desde los<br />

leones a las hormigas– está conformada por veintiocho capítulos que ocupan 346 folios.<br />

La segunda, distribuida en treinta capítulos que se ocupan de los que denomina animales<br />

volátiles –expresión que incluía desde las águilas a las abejas–, es mucho más reducida.<br />

La mayoría de las especies que trata son europeas, tanto domésticas como silvestres, si<br />

bien incorpora algunas exóticas y también tres fantásticas habitualmente incluidas en los<br />

tratados zoológicos renacentistas, caso del dragón, el unicornio y el Ave Fénix. En cada<br />

capítulo, el autor aporta la descripción y comportamiento del animal, sus propiedades<br />

naturales, sus provechos para el ser humano, sus aplicaciones medicinales y su historia.<br />

Además, ilustra la obra con treinta y seis grabados xilográficos de calidad muy diversa, ya<br />

que junto a varios excelentes hay otros esquemáticos y algunos de gran tosquedad 23 . En<br />

este aspecto, Cortés confiere a su obra un valor eminentemente didáctico, al completar el<br />

texto con la imagen visual que permite reforzar su contenido. Participa así –no obstante<br />

su carácter divulgativo– de una orientación, la del impreso ilustrado con grabados de<br />

animales, que adquiere cada vez mayor impronta en la literatura zoológica. Por lo demás,<br />

las fuentes en las que se inspira son la observación (sobre todo en el caso de las especies<br />

domésticas y silvestres más conocidas) las comunicaciones personales y una amplia serie<br />

de textos que comprende la Biblia y las obras de los Padres de la Iglesia, autores clásicos<br />

como Aristóteles, Columela, Plinio, Solino, Eliano y Dioscórides, y algunos medievales<br />

y renacentistas, si bien, expresión evidente de su intención esencialmente divulgadora, es<br />

la ausencia –salvo en raras excepciones– de referencias de las obras de las autoridades<br />

que cita, habitual en los escritos de mayores pretensiones eruditas. Sobre este propósito<br />

del tratado nos habla el propio autor cuando, al referir la controversia existente respecto a<br />

la identificación del unicornio con el rinoceronte remite a los autores implicados en ella,<br />

asegurando que “mi intento en esta obrezilla no es tratar quistiones, sino tan solamente<br />

hablar desta materia desnuda y senzillamente lo que a la naturaleza, propiedades, historia<br />

y las virtudes que a cada animal pertenecen” 24 . En todo caso, una de las principales<br />

aportaciones del libro es la divulgación del conocimiento sobre el comportamiento<br />

animal, a partir de un amplio número de tratadistas, tanto clásicos como modernos.<br />

No obstante, estos saberes son completados con conocimientos propios en los casos de<br />

aquellos especímenes que personalmente ha podido observar: hormigas, bueyes, gatos,<br />

perros…, además de algunas incursiones en el ámbito específico valenciano, caso, entre<br />

otros muchos, de la denominación de cabots que en Valencia se aplica a los renacuajos,<br />

expresión fehaciente de la intención eminentemente didáctica de la obra.<br />

23 La edición que manejamos incluye las ilustraciones del león, asno, camello, lobo, cordero y carnero, cabra,<br />

perro, zorra, cochino, ciervo, gato, buey, hormigas, dragón, elefante, tigre, castor, unicornio, ratón, rana,<br />

mono, lince, liebre, conejo, salamandra, entre los que incluye en la primera parte. De la segunda, incorpora<br />

grabados del águila, paloma, aves diversas, grulla, golondrina, pavón, avestruz, ave fénix y abejas.<br />

24 López Piñero, José María y Felipe Jeréz, La imagen científica… op. cit., p. 263.<br />

64


65<br />

Francisco Javier Peris, “Aportación a la divulgación zoológica valenciana...”<br />

2. 3. 1 Descripción y comportamiento<br />

2. 3. 1. 1 Los animales terrestres<br />

Ante la polémica planteada entre los autores respecto a la consideración de<br />

principal entre los animales, que enfrentaba al elefante con el león, Cortés se decanta por<br />

la superioridad del último, con el que abre la obra. De él refiere sus cualidades naturales,<br />

descripción física, características morfológicas y biológicas, así como sus destrezas y<br />

comportamiento animal, dentro de la línea de lo que hoy constituiría la etología, en una<br />

exposición en la que no faltan incursiones cosmológicas y cosmográficas. Se ocupa a<br />

continuación de la naturaleza y complexión del asno, que ofrece seguida de una extensa<br />

loa compuesta por 198 versos, que culminan con una pregunta curiosa formulada en dos<br />

versos, a la que otros cuatro dan respuesta, conformando un conjunto en el que tienen<br />

cabida sus atributos y usos, para ocuparse posteriormente de sus provechos en la agricultura<br />

y en el transporte. Le siguen el camello, sobre el que insiste en su carácter libidinoso; el<br />

lobo, cuyo comportamiento extrae de Pitágoras, Porta y San Ambrosio; el cordero, el<br />

carnero y la oveja, que aúna bajo la denominación de ovejunos, y cuyas características<br />

físicas considera generalmente conocidas (motivo por el que incide especialmente en los<br />

provechos que reportan al hombre su carne –de la que considera mejor la de carnero–<br />

lana, cuero, pieles, leche, intestinos, sebo o pellejos, extendiéndose ampliamente en sus<br />

aplicaciones); la cabra y macho cabrío, de los que apenas aporta unas breves nociones.<br />

Mucho más se extiende en la consideración del perro, del que refiere sus hábitos,<br />

denominación y cualidades de los diferentes tipos y particular aplicación; las señales para<br />

reconocer el buen perro, siguiendo a Plinio; y también las señales para determinar si tiene<br />

rabia –punto sobre el que manifiesta su oposición a algunas afirmaciones de Aristóteles–;<br />

los remedios naturales para evitar la rabia –siguiendo a Columela– y para luchar contra<br />

las pulgas, gusanos y sarna. Apartado especial dedica al vómito del perro, inducido por la<br />

ingesta de hierbas, remedio curativo reconocido por Plinio, Avicena e Hipócrates como<br />

aplicable a los humanos, incluyendo la receta mediante la cual provocarlo y la fórmula<br />

para confeccionar los denominados polvos de la gera –que formaban parte de ella– que<br />

asegura haber tomado de un afamado médico.<br />

Los capítulos siguientes se ocupan de la zorra, de la que Jerónimo de Cortés destaca<br />

la astucia, el engaño y la traición; del cochino denominación bajo la cual también engloba<br />

al jabalí, considerado como cochino montés; y del ciervo, cuyas características toma de<br />

Aristóteles. Mayor atención le merece el gato, del que distingue tres tipos, que afirma<br />

que se pueden encontrar en el momento en que escribe en España: el doméstico, al que<br />

denomina cerval –que califica de indómito y del que realiza una descripción comparativa<br />

con el anterior– y el de Algalia, sobre el que se extiende en su uso para la obtención del<br />

preciado y caro licor de su mismo nombre y los importantes ingresos que de él se pueden


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

obtener por su aplicación en el cuero y tejidos. Mucho más interesantes resultan las<br />

páginas que Cortés dedica al buey. A su descripción, comportamiento animal y provecho<br />

como animal de tiro y alimento humano, el autor añade la exposición de lo que califica<br />

de caso raro de la naturaleza, que recoge el procedimiento de obtener abejas a partir<br />

del buey muerto, siguiendo a Crecentino, Aben Cenif y Palladio. Pero, además, añade<br />

la observación personal de la aparición de insectos en otros animales muertos, caso de<br />

escarabajos que por tiempo vienen a tener alas en el asno; moscardones en los caballos,<br />

moscas en las frutas y mosquitos en los álamos, como medio de afrontar la incredulidad<br />

de los lectores:<br />

“todo esto he dicho al propósito de que no nos maravillemos ni pongamos en duda<br />

que del buey muerto se engendran las abejas, especialmente diciéndolo tan abonados<br />

autores, que por decirlo ellos se les debe dar mucho crédito; y si no, manos a la<br />

experiencia, que es madre de desengaños, pues es fácil de probar y no muy costosa<br />

la prueva” 25 .<br />

Supone ello, por tanto, una llamada temprana a la observación como medio de<br />

conocimiento.<br />

También el capítulo dedicado a las hormigas participa de la indagación, tanto personal<br />

como verbalmente transmitida por coetáneos, lo que le permite a Cortés extenderse mucho<br />

más que en otros animales en su conducta. Añade a ello la minuciosa descripción de la<br />

morada en la que habitan, su cuidosa construcción y ordenada distribución interna. Pero<br />

su admiración por estos diminutos insectos no le impide incidir también en su faceta de<br />

demoledor de las cosechas, lo que le induce a anotar también algunos remedios contra las<br />

tristes hormigas, entre los que –tomados de Plinio y Aristóteles– predominan el azufre,<br />

los polvos de orégano, la cal viva, el girasol y el aceite de enebro. El capítulo dedicado<br />

al dragón, partiendo de los escritos de Aristóteles, Plinio, San Agustín, San Isidoro y<br />

Alberto, que remiten sus noticias a Etiopia y a la India Oriental, resulta especialmente<br />

fantasioso en lo que se refiere a la piedra de vidrio veneciano llamada draconites, de<br />

la que dice disponer en la cabeza y a la que atribuye virtudes no menos imaginarias.<br />

También el elefante suscita un especial interés en Cortés, que dedica un amplio espacio<br />

a su descripción y conducta, en particular al apareamiento y al modo de huir de los<br />

cazadores que persiguen sus colmillos de marfil. Suceden a estos los apartados que dedica<br />

al caballo, en el que diserta sobre sus atributos naturales: el brío y la fortaleza; al tigre o<br />

pantera, entre los que no establece distinción, si bien sí hace notar la diferencia entre la<br />

pantera y la especie que algunos autores denominan pardal, que difieren en condición y<br />

hermosura; al castor, cuya información extrae de Fisiólogo; y al unicornio en el que se<br />

ocupa del cuerno y los procedimientos de caza, tan insólitos que él mismo, además de<br />

25 Cortés, Gerónimo, Libro y tratado… op. cit., ff. 171-172.<br />

66


67<br />

aludir a la polémica sobre la asimilación al rinoceronte, reconoce que “muy difficultoso<br />

negocio de creer ha parecido a muchos la invención y modo de caçar los unicornios que<br />

trae San Isidoro” 26 .<br />

Mayor interés adquieren los capítulos que, dedicados a especies personalmente<br />

observadas, permiten a Jerónimo de Cortés hacer consideraciones propias. Así, aunque<br />

en la descripción de ratón –siguiendo a Plinio, Eliano, Aristóteles y Plutarco– incide con<br />

particular énfasis en su rápida multiplicación, añade un apartado que, bajo el título de<br />

Remedios contra los ratones, anota algunos apuntes tomados seguramente de las prácticas<br />

habituales de su tiempo. De las ranas, a la descripción y conducta de la mano de San<br />

Isidoro, Plinio, Aristóteles, añade su propia estimación de ser animales molestos<br />

“porque siempre están garrulando y cantando a tiempos sin cansar y son tan pesados<br />

con sus molestos cantos que muchos han dejado de vivir y habitar en pueblos, casas,<br />

masadas y alquerías que suelen estar juntas y cerca de lagunas o estanques de aguas<br />

donde ellas habitan” 27 .<br />

Del mono o ximio afirma que “se puede contar entre los monstruos, porque en muchas<br />

partes exteriores de su cuerpo es semejante al hombre, aunque algo feo y monstruoso” 28 .<br />

En su relación de la liebre, subraya su hermafroditismo, afirmación respecto a la cual<br />

aporta el testimonio de autores coetáneos que así se lo habían comunicado:<br />

“Desta verdad ay oy en día muchos testigos caçadores que lo han visto y experimentado;<br />

y esto me lo afirmó un cavallero desta ciudad de Valencia, grande hombre desta caça<br />

y de otra más noble y aventajada, que se llama don Luys Sanz, el qual tiene hecho de<br />

su mano un libro de caça muy curioso y doctamente escrito en donde dize grandes<br />

cosas deste tímido animal, y entre ellas cuenta lo que vamos narrando como testigo<br />

de vista” 29 .<br />

Pero, obviamente, Cortés se ve obligado a distanciarse y recurrir a los autores<br />

habitualmente utilizados cuando se refiere a especies que probablemente no ha visto.<br />

Es el caso del lince, sobre el que, a la descripción y comportamiento animal, añade el<br />

método de caza, e insiste en la obtención de la piedra denominada lincurio a partir de<br />

su orina, siguiendo a Plinio, Dioscórides, Isidoro y Cristóbal de Eucelio, asunto sobre<br />

el que recoge también la contradicción –con la que asegura no estar de acuerdo por no<br />

haber demostrado lo contrario– que la opinión de estos autores ha generado. Respecto al<br />

cocodrilo, las características (extraídas de los escritos de Plinio, San Isidoro, Aristóteles,<br />

Plinio y Solino) se completan con la conducta de los que habitan las riberas del Nilo. Las<br />

anotaciones sobre el camaleón parten de las obras de Isidoro, Aristóteles, Avicena, Plinio<br />

26 Ibídem, f. 265.<br />

27 Ibídem, f. 286.<br />

28 Ibídem, ff. 298-299.<br />

29 Ibídem, f. 314.<br />

Francisco Javier Peris, “Aportación a la divulgación zoológica valenciana...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

y Solino, confiriendo especial énfasis en su capacidad de adquirir diversos colores. Más<br />

crítico se muestra con la creencia de que la salamandra no muere cuando se la introduce<br />

en el fuego. Recoge al respecto opiniones extraídas del libro De Natura Rerum y de<br />

Plinio; y añade:<br />

éste,<br />

“Bien sé que los modernos son de contrario parecer, y Diascórides con ellos, y no<br />

pueden llevarlo con paciencia ni persuadirse que dicho animal viva y esté en el<br />

fuego sin quemarse. Yo digo que no tienen razón pues otros autores tan graves como<br />

Diascórides tienen lo contrario, como son Aristóteles, Plinio y Eliano en sus historias<br />

de animales, y aún lo confirma san Isidoro como se refiere en el libro De Naturis<br />

rerum…” 30 .<br />

Es más, abunda en esta idea afirmando que existen ejemplos tan increíbles como<br />

“de los quales hallaran algunos en nuestro libro de Fisonomía natural y varios secretos<br />

de naturaleza. Y aunque en dicho libro me maravillo desta maravilla y la niego, pero<br />

considerando bien las obras de naturaleza quán grandes y prodigiosas sean, vengo<br />

a concederlo que puede ser lo que hombres tan doctos y graves escribieron y con<br />

tanta eficacia confirmaron. Y finalmente digo que sapientis est mutare concilium in<br />

melius” 31 .<br />

2. 3. 1. 2 Los animales volátiles<br />

Esta segunda parte de la obra resulta no solo más reducida en número de folios<br />

sino también más parca en la descripción y comportamiento de los animales que incluye<br />

en ella. El autor comienza con el águila, siguiendo a Plinio, para ocuparse después de la<br />

paloma, basándose en Aristóteles. De ella, se extiende en la descripción de los quince<br />

tipos que afirma que existen, pormenorizando las características y colores de su plumaje.<br />

Se ocupa también del alción, del que apenas anota la puesta de huevos; las ánades, de<br />

las que presenta una breve relación de su morfología y reproducción y escasas virtudes<br />

curativas, tomadas de Avicena; de las ocas y ánsares, con unas sucintas notas sobre sus<br />

habituales graznidos que califica de molestos; de la berneca o barliata de la que incide<br />

en su nacimiento en los árboles cercanos a las riberas del mar y en su alimento a base de<br />

hojas y frutos; y de los carbates, que se engendran a partir de la fruta podrida en lugares<br />

cercanos al mar, y no serían aves sino insectos, dado que los compara con los mosquitos.<br />

Le sucede un capítulo que titula Aves que se suelen enjaular para recreo del oído y vista del<br />

hombre sobre el que apenas aporta una escueta descripción y entre cuya relación de aves<br />

incluye a caderneras, canarios, ruiseñores, paxareles, lueres, gafarrones y verderoles,<br />

además de papagayos, tordos y picaças de los que añade su capacidad de hablar.<br />

30 Ibídem, f. 343.<br />

31 Ibídem, f. 344.<br />

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69<br />

Bajo la denominación de Aves de rapiña abre un nuevo capítulo en el que Cortés<br />

incluye el azor, los lugares donde se cría y el modo de cazarlo; el halcón, del que distingue<br />

cuatro tipos y destaca su habilidad para cazar; el neblis, que usan los señores para la caza<br />

de perdices, lechuzas, garzas… y que se adquiere en Flandes y América; los baharis,<br />

que se crían en Ibiza, Mallorca, Menorca, Pirineos, Aragón (montes de Jaca), Castilla,<br />

Valencia y otras muchas partes y se usan para la caza de grullas, garzas y cernícalos; los<br />

tagoretes, que, procedentes de África, llegan a España por Orán y Argel; las alfaneques,<br />

que se introducen en España por Orán y Argel y que son juzgadas como buenas cazadoras<br />

de perdices, conejos, liebres…; los bornis, que se crían en Navarra, Asturias y en los<br />

montes de Liébana, aunque también se traen de Flandes; los sacres, usados para la caza<br />

de garzas, milanos, liebres y conejos; los girifaltes, aves caras que se crían “hacia el<br />

norte y en parte que el día no tiene más de quatro horas” 32 y se usan para cazar milanos;<br />

esmerejones, cazadores de perdices; el gavilán, que Cortés define como ave más hidalga<br />

que otras de caza; los alcotanes, también destinados a la caza; y los aletos que, traídos de<br />

Perú, se usan para cazar perdices y picazas. No obstante, las aves son tratadas de modo<br />

superficial, sin citar siquiera los autores de los que extrae su somera información. Mayor<br />

atracción siente Jerónimo de Cortés por el gallo sobre el que sigue a Dioscórides, san<br />

Gregorio y San Ambrosio. Insiste en el canto y sus razones, asunto sobre el que asegura<br />

haber indagado acerca de su puntualidad en la hora del canto, que atribuye a la influencia<br />

del sol. Añade a ello las que estima señales del gallo castizo y bueno, que recoge de<br />

Alonso de Herrera. También el libro de agricultura de este autor constituye la base de su<br />

descripción de la gallina.<br />

Siguen después un conjunto de capítulos en los que Cortés ofrece una sucinta<br />

referencia sobre otras aves. Es el caso del capón, del que anota cuatro formas de capar;<br />

de las grullas, las golondrinas, el cuervo, el pito, el pelícano, la tortolilla o la abubilla.<br />

Mayor consideración le merecen los provechos y descripción de los tres tipos de perdices<br />

que defiende que existen; la conducta del pavón; el buitre; la calandria, ave blanca que<br />

se suele encontrar en los patios y casas grandes de los reyes; el Ave Fénix y la leyenda<br />

de renacer, respecto a la cual se inclina por la opinión de Ambrosio, que califica de más<br />

natural y conforme a razón y menos inverosímil. Añade a estas descripciones las de la<br />

cigüeña, los gorriones, el búho, el mochuelo, el cluquillo, el cubet y la corneja, de la que<br />

destaca su condición de ave pronosticadora del tiempo. Mayor atención presta al cisne,<br />

sobre el que se extiende en el que evidentemente es su rasgo más distintivo, el canto. Pero<br />

tampoco omite una consideración sobre los provechos de sus plumas, basada en su propia<br />

experiencia. Con todo, son las abejas, con las que culmina la obra, las que le merecen un<br />

trato más especial. La elogiosa y detallada descripción de su comportamiento, se completa<br />

con un amplio apartado sobre la producción de cera y miel, que incorpora los diversos<br />

pareceres sobre el proceso de elaboración, decantándose por Plinio y Dioscórides.<br />

32 Ibídem, f. 387.<br />

Francisco Javier Peris, “Aportación a la divulgación zoológica valenciana...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

Concluye con un apartado que, bajo la denominación de propiedades de las abejas, reúne<br />

observaciones diversas que incluyen rasgos de comportamiento animal –siguiendo a<br />

Plinio, Avicena y Palladio–; remedios contra las picaduras; provechos y usos de la cera y<br />

de la miel, esta última para medicamentos, confituras y potajes; y métodos para obtener<br />

abejas, cautivarlas y criarlas 33 .<br />

2. 3. 2 Las propiedades medicinales<br />

Tampoco podía faltar un apartado, habitual en este tipo de obras, dedicado a las<br />

propiedades medicinales de diferentes partes del cuerpo de los animales. En este caso,<br />

Cortés incorpora a su obra las de la mayoría de los que conforman la primera parte del<br />

tratado, de los que quedan excluidos el mono y la salamandra. De la segunda, exceptúa<br />

el alción, la berneca, las aves enjauladas y las de rapiña –salvo el halcón–, así como el<br />

cuervo, el pito, el pelícano, el Ave Fénix, el gorrión, el búho, el cluquillo, la corneja, el<br />

cisne y las abejas. Se trata de propiedades y aplicaciones medicinales que Cortés extrae<br />

de Adamo, Alberto, Aristóteles, Arnau de Vilanova, Aben Cenif, Avicena, Berchorio,<br />

Columela, Crecentino, Diáfanes, Dioscórides, Esculapio, Evax, Fisiólogo, Galeno, Haly,<br />

Helinandus, Herrera, Hil de Gardis, Isac, Jorat, Lactancio, Logrero, Lusitano, Pitágoras,<br />

Plateario, Plinio, Plutarco, Rabanus, Rafis, Serapión, Suetonio, Teofastro y Vélez de<br />

Arciniega.<br />

2. 3. 3 La simbología moral<br />

En los siglos XVI y XVII, junto a los estudios preocupados por la realidad científica<br />

del animal, persisten los impregnados de la tradición acumulada durante varios siglos<br />

de historia. Por ello, en la mayoría de tratados la investigación zoológica y la creencia<br />

popular comparten páginas; al tiempo que la preocupación por el animal incorpora<br />

también los exemplum, en cuanto seres inferiores al hombre al que ofrecían modelos a<br />

imitar para corregir comportamientos pecaminosos. De esta manera, la atracción por la<br />

naturaleza, unida a la popularización de materiales fabulísticos tradicionales, potenció que<br />

los animales fueran utilizados como prototipos en relación con la virtud y el vicio. Desde<br />

esta perspectiva, la ciencia se dejaba influir por la simbología, en la que la presencia de la<br />

Biblia era primordial. De hecho, en una obra de tan amplia difusión como la de Gessner, a<br />

la descripción detallada de cada especie se suma su aplicación al ámbito de las enseñanzas<br />

morales, la religión, la heráldica y las fábulas. También será así en la obra de Cortés. En<br />

el capítulo dedicado al león, un apartado final le sirve para, a partir de las que considera<br />

sus principales virtudes –la fortaleza y el agradecimiento– anotar con evidente intención<br />

moralizante las máximas que respecto a ellas dejaron escritas santos y graves autores.<br />

33 Sobre su aportación sobre las abejas, ver Jaime Lorén, José María de y José de Jaime Gómez, Historia de<br />

la apicultura española 2. Desde 1492 hasta 1808, edición del autor, Calamocha, 2002.<br />

70


71<br />

Francisco Javier Peris, “Aportación a la divulgación zoológica valenciana...”<br />

Se trata, en definitiva, de anotaciones cuyo fin último es incorporar una enseñanza final:<br />

la exigencia del agradecimiento. En el caso del asno, considerando su principal virtud o<br />

excelencia la obediencia, el autor se sirve de máximas y pensamientos, para concluir con<br />

una reflexión moral sobre sus beneficios. Del camello destaca el respeto hacia su madre,<br />

lo que le induce a aportar una relación de sentencias sobre la alabanza.<br />

Contrariamente a lo ocurrido con los ejemplares tratados hasta aquí, Cortés no<br />

encuentra en el lobo condición alguna que pueda ser digna de elogio sino de vituperio;<br />

y de ellas, de manera especial, su voracidad, que le invita a reflexionar sobre la gula.<br />

Al cordero le atribuye la virtud de la humildad. La necedad y el peligro serían, por el<br />

contrario, los distintivos de la cabra. Amistad y lealtad, son las excelencias que atribuye al<br />

perro, y que ensalza mediante máximas relacionadas con la amistad auténtica. En cambio,<br />

no haber encontrado valor alguno en la zorra le da pie a recoger sentencias sobre la<br />

traición y sus negativas consecuencias. En el cerdo no ve más que pereza y la necesidad<br />

de huir de ella, considerada como pozo donde se ahogan todas las virtudes. El ciervo<br />

le incita a meditar sobre el temor, en su doble vertiente de provecho y daño, aplicado<br />

respectivamente al temor a Dios y al temeroso que vive atormentado. El gato le evoca<br />

el amor mundano y sensual y sus negativos efectos. En el buey no ve más que malicia,<br />

demostrada en los juegos de toros. Dos son las excelencias que atribuye a la hormiga:<br />

la paz y el buen gobierno. El dragón no le inspira más que juicios sobre el veneno y las<br />

plantas y animales de los que se obtiene. Adulación y lisonja en su faz más negativa son<br />

las ideas que le sugiere el elefante. La vanagloria y el daño que causa es el defecto sobre<br />

el que le lleva a reflexionar el caballo. La crueldad del tigre es denunciada mediante<br />

alusiones a Aristóteles, Mexias, Séneca, Tito Livio o Marco Aurelio. El castor le invita<br />

a describir el corazón, como órgano principal del hombre y de los animales, siguiendo a<br />

Aristóteles, y también como lugar en el que se conciben los pensamientos.<br />

La costumbre, referida a la fuerza que imprime, es la excelencia que, aplicada al<br />

unicornio, sirve de pretexto a Cortés para incorporar los escritos de diversos autores sobre<br />

este tema. El ratón le lleva a pensar en la naturaleza. Silencio y secreto son las dos virtudes,<br />

sobre las que, por contraposición, le invita a reflexionar la rana, con el objeto de extraer una<br />

enseñanza sobre los grandes provechos que se siguen del silencio y el enorme perjuicio que<br />

trae consigo hablar demasiado. El engaño, extraído de los procedimientos embaucadores<br />

con que el hombre lo captura, es la idea que le suscita el mono. Por la diligencia con<br />

que encubre su orina para que los hombres no se aprovechen de ella, atribuye al lince la<br />

envidia, reflexionando sobre los males que acarrea. Inspirado en su tendencia a mover<br />

constantemente los labios, la liebre le incita a criticar la murmuración, su poco provecho y<br />

mucho daño. La bendición, relacionada con la fecundidad y generación, es el atributo que<br />

le inspira el conejo. La lengua, referida al modo de hablar como indicador de la bondad y<br />

de la maldad, es la excelencia asignada al cocodrilo. Dada su escasez en el camaleón, la<br />

sangre es la sustancia que le evoca, a partir de Aristóteles y Galeno. Unas consideraciones


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

sobre el fuego y sus especies –entre ellas el infernal– con referencia a sus virtudes y<br />

propiedades, de la mano de Aristóteles y San Agustín, son el objeto de inspiración de la<br />

salamandra. Idéntico esquema aplica Cortés a los animales que incluye en la segunda<br />

parte de la obra. Así, los provechos de la buena compañía y la conveniencia de huir de<br />

la mala –como de pestilencia– es la reflexión moral que le inspira el águila; la necesidad<br />

de conocimiento de sí mismo, como medio de perfeccionamiento, es la excelencia que<br />

aplica a la paloma. Los celos y sus efectos negativos, inspirados en Ludovico Celio y San<br />

Bernardo, constituyen la moraleja que le suscita el gallo. La hermosura es la excelencia<br />

que atribuye al pavón. Por último, dos son las virtudes que nota en las abejas: la diligencia<br />

y la castidad.<br />

2. 3. 4 Las historias<br />

Siguiendo la que era práctica habitual entre los autores de este tipo de obras,<br />

también Cortés incorpora un apartado que, bajo la denominación de historias reúne una<br />

serie de relatos en los que se entremezclan experiencias personalmente vividas o contadas<br />

por coetáneos, narraciones extraídas de otros autores, fábulas…, todas ellas con una<br />

pretensión eminentemente ilustradora y didáctica. Respecto al león, extrae de las obras de<br />

Plinio, San Jerónimo, Eliano y otros autores diversos relatos a través de los cuales intenta<br />

mostrar su capacidad de agradecimiento, narrados con evidente intención moralizante.<br />

Con similar pretensión reúne historias relativas al asno –procedentes de Sagrados<br />

Doctores, San Agustín, Plutarco– y al camello, que centra en una narración tomada de<br />

Aristóteles relacionada con su fuerte tendencia libidinosa y en la demostración de que<br />

nunca se aparea con su madre. En el caso del lobo refiere, probablemente por haberlos<br />

escuchado, sucesos ocurridos en Penáguila (Valencia) y en Cataluña. A ellos, de la mano<br />

de Lucio Florio, Tito Livio y San Agustín, Cortés añade la conocida leyenda de Rómulo<br />

y Remo, que concluye con unos poemas extraídos de la Eneida de Virgilio. Estos relatos,<br />

encuentran en el caso del cordero un referente de excepción en la alusión a diferentes<br />

pasajes bíblicos en los que su figura adquiere especial significación y protagonismo. Los<br />

relacionados con la cabra y el macho cabrío encuentran su apoyo en el linaje noble de los<br />

Marcuses de Cataluña, y en un caso acontecido en Calabria a partir de las narraciones de<br />

Ludovico Celio y Bolaterano. Para el perro, sus fuentes son fray Luis de Granada, Plinio<br />

o Plutarco. Pero en este caso desarrolla de forma especialmente pormenorizada sucesos<br />

acaecidos en Valencia o la Cartuja de Valdecristo, además de otros de los que asegura haber<br />

sido testigo de vista, y que inciden en la fidelidad. Asimismo, incorpora narraciones sobre<br />

el cerdo, a partir del Evangelio de San Mateo y cierta historia relacionada con el linaje de<br />

los Porcells de Barcelona; el ciervo, del que anota sucesos ocurridos en una cueva cercana<br />

al río Ródano, obtenidos de la Historia de la vida de san Gil Abad; el gato doméstico<br />

sobre el que narra un hecho, que ubica en la Casa de la Compañía de Jesús de Gandía, que<br />

72


73<br />

acompaña de un enigma que pone en boca de un maestro de gramática como enseñanza a<br />

sus estudiantes. En el caso del buey son sus propias vivencias relacionadas con los juegos<br />

y corridas de toros las que le aportan la información que desea transmitir: “diré solamente<br />

dos o tres casos dellos por haver acaecido en mis días” 34 . Se trata del sucedido en 1561<br />

en una corrida de toros en Pego y otro en la calle Barcelona de Valencia, todos ellos<br />

causados por nuestros gustos y vanos plazeres y vinculados con las corridas de toros, de<br />

cuyo peligroso placer advierte su texto. Respecto a las hormigas, aunque refiere noticias<br />

tomadas de Eliano, más interesantes resultan las observaciones personales del señor de<br />

Sans acerca de su comportamiento 35 . También consigna los experimentos realizados por<br />

su coetáneo, y catedrático de la Universidad de Valencia, Lorenzo Palmireno, con estos<br />

insectos. Además, abre un apartado sobre las hormigas gigantes que viven en determinadas<br />

cuevas de la India septentrional a partir de las noticias de Pedro Mexia.<br />

Por otra parte, tomadas de Pedro Damiano y del libro Hortu Sanitatis y siempre<br />

situadas en Armenia, sus historias sobre el dragón son especialmente fantasiosas. Sus<br />

relatos sobre el elefante proceden de Eliano, en relación con su pretendido aborrecimiento<br />

del adulterio; del doctor Miedes, obispo de Albarracín, sobre sus demostraciones circenses;<br />

de la Historia de las Indias de Acosta, de quien recoge varias acciones ingeniosas; de<br />

Julio Front de quien toma episodios sobre las guerras de Aníbal. Sobre el caballo, extrae<br />

narraciones de las obras de Plinio, Solino, Eliano o Eugelio, relativos a los caballos del rey<br />

Nicomedes o de Alejandro, y sobre sus cualidades para la danza, que él mismo aseguraba<br />

haber comprobado en un ejemplar de Felipe II. Respecto al tigre, anota historias extraídas<br />

de Plinio, relacionadas con sus cazadores y métodos de caza, así como con su uso por<br />

los romanos en las luchas de gladiadores. Las referidas al castor están relacionadas con<br />

su caza mediante el uso de perros. Sobre el ratón, de la mano de Aristóteles, insiste en<br />

su abundancia y fácil reproducción y anota un relato que sitúa en la calle San Vicente de<br />

Valencia y otro en el “patio de la ciudad de Valencia en el que los pelayres de Valencia<br />

extienden sus paños para que se enxuguen y enfortalezcan” 36 , relacionado con un ladrón,<br />

figura con la que compara al ratón.<br />

Respecto a la rana, escribe que, no habiendo encontrado una historia verdadera<br />

relacionada con ella, aporta una fábula con la pretensión de que<br />

“nos dé algún aviso discreto e importante para todos aquellos que, con ansias y<br />

cuidados y aún con letigios y pendencias, procuran el cargo, mando y señorío, siendo<br />

muchas vezes causa de su total ruina y perdición, como lo declara y manifiesta la<br />

presente historia fabulosa de la rana” 37 .<br />

34 Cortés, Gerónimo, Libro y tratado… op. cit., f. 172.<br />

35 Ibídem, ff. 190-191.<br />

36 Ibídem, f. 279.<br />

37 Ibídem, f. 291.<br />

Francisco Javier Peris, “Aportación a la divulgación zoológica valenciana...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

También narra ciertos sucesos acontecidos a dos personajes valencianos, el maestre<br />

de Montesa y el vicecanciller Frígola, que tenían en su casa sendos monos. Prescinde en<br />

el caso del lince de aportar alguna historia por asegurar que “deste género de animales<br />

no se sabe historia alguna y si la ay no ha llegado a mi noticia porque no he dejado de<br />

inqueririrla en quantos autores dél han escrito” 38 . En relación con la liebre recurre a una<br />

fábula en verso cuya moraleja pretende ser el esfuerzo y ánimo que debe permanecer en<br />

todo trance 39 . Asimismo, en el caso del conejo escribe una fábula en verso, titulada Del<br />

conejo sagaz y la mosca, advirtiendo que “me ha parecido traerla fabulosa y exemplar<br />

para que por ella se entienda que quien no quisiere oyr mal de sí, no ha de dezir mal de<br />

otri, ni menosprecie a nadie si no quiere ser menospreciado” 40 . Se trata de un poema<br />

compuesto por cuarenta versos que concluye con una declaración.<br />

Mucho menos prolijo se muestra en la presentación de historias de los animales<br />

volátiles de los que apenas recoge noticias sobre el águila tomadas de diversos autores; la<br />

paloma, de la que incluye un relato de la obra de Mandavila, y otro acaecido en el pueblo<br />

valenciano de Museros con unas palomas que, procedentes de Mallorca, devastaron el<br />

cultivo de un campo; el gallo, sobre el que refiere una pelea de gallos en un lugar que para<br />

ello tenía destinado Enrique VIII de Inglaterra, tomada de Dioscórides además de un caso<br />

sucedido en Santo Domingo de la Calzada relacionado con un matrimonio y su hijo que<br />

peregrinaban a Santiago de Compostela; las cigüeñas, sobre las que refiere una noticia<br />

acaecida en una fortaleza de Castilla; y las abejas, sobre las que aporta la historia y caso<br />

milagroso de las castísimas abejas, extraída de Antonino, arzobispo de Florencia.<br />

3. Conclusiones<br />

Se trata, en definitiva, de una obra de carácter enciclopédico de la que resulta<br />

especialmente loable su intento de sistematizar unos saberes, ordenarlos y hacerlos<br />

accesibles a un público no especializado. Es cierto que adolece de falta de originalidad,<br />

aspecto, por otra parte, habitual en un periodo en el que la tradición clásica y medieval<br />

continuaba constituyendo la base del cultivo de las diferentes áreas científicas, tanto en<br />

España como en el resto de la Europa occidental. Pero no puede dejar de reconocerse que<br />

nos encontramos ante un libro pedagógicamente muy válido, pensado para los lectores<br />

de estratos medios a los que va dirigido, que se enfrentan al tema por primera vez. Buena<br />

prueba de ello es su notoria difusión, que determinó que fuera objeto de cuatro ediciones<br />

a lo largo del siglo XVII.<br />

38 Ibídem, f. 308.<br />

39 Ibídem, ff. 316-318.<br />

40 Ibídem, f. 324.<br />

74


Caída y persecución del ministro Urquijo y de los jansenistas<br />

españoles<br />

ALEIX ROMERO PEÑA<br />

Universidad de La Rioja<br />

Fecha de recepción: 16 de mayo de 2012<br />

Fecha de aceptación: 26 de octubre de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

Resumen: La destitución de Mariano Luis de Urquijo, secretario de Estado durante<br />

el reinado de Carlos IV (1798-1800) precipitó la persecución inquisitorial contra los<br />

denominados jansenistas. Esta constatación plantea diversas cuestiones sobre la naturaleza<br />

de la relación entre ambos sucesos, como el apoyo que brindaron los jansenistas a la<br />

actuación política de Urquijo o la posibilidad de que este último fuera realmente jansenista.<br />

En las siguientes páginas ofreceremos algunas respuestas que ayuden también a entender<br />

mejor el faccionalismo cortesano de la época.<br />

Palabras clave: Jansenista, Mariano Luis de Urquijo, facción cortesana, persecución,<br />

Auctorem fidei.<br />

Abstract: The dismissal of Mariano Luis de Urquijo, Secretary of State during the reign<br />

of Charles IV (1798-1800), hastened an inquisitorial persecution against some clerics<br />

called jansenistas. This verification raises a lot of questions about the relation between<br />

both events: the fact that the jansenistas lent Urquijo their support or the possibility that<br />

he was a jansenista. We offer some answers which also help to understand the court<br />

division in those times.<br />

Keywords: jansenistas, Mariano Luis de Urquijo, court division, persecution, Auctorem<br />

fidei.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

1. El jansenismo español y Urquijo<br />

La existencia de un jansenismo español ha sido un hecho controvertido para la<br />

historiografía española. En un apartado titulado significativamente “El ‘fantasma’ del<br />

jansenismo español”, Teófanes Egido cuestionaba la rigurosidad del término y situaba el<br />

jansenismo al mismo nivel que la masonería, el volterianismo, el filosofismo o el ateísmo,<br />

algunas de las diversas etiquetas con que desde las filas tradicionalistas se ha tachado a los<br />

ilustrados españoles. Hasta entonces diversos autores habían venido haciendo hincapié en<br />

la trascendencia del jansenismo que, como corriente religiosa de la Iglesia española de<br />

carácter marcadamente reformista, empezó a hacerse notar a mediados del XVIII alentado<br />

por triunfos regalistas como el Concordato de 1753, y terminó haciéndose dominante a<br />

finales de la centuria 1 . Incluso se ha apuntado que la dimisión del príncipe de la Paz de la<br />

Secretaría de Estado –que fue, exactamente, el 28 de marzo de 1798– desencadenó lo que<br />

se ha denominado “ofensiva jansenista” 2 . T. Egido considera en cambio que los resultados<br />

de las investigaciones eran “escuálidos” y que el jansenismo “sencillamente no existió”;<br />

el regalismo sería el principal aglutinante de las inquietudes reformistas 3 .<br />

Otros autores han apoyado las tesis de Egido. Como no es nuestra pretensión<br />

realizar un recorrido bibliográfico completo, nos remitiremos a las palabras de Gérard<br />

Dufour, para quien el tratamiento de jansenistas dispensado a los ilustrados españoles<br />

del siglo XVIII resulta “absurdo”, teniendo en cuenta que la mayoría, e incluso tal vez<br />

ninguno, habría leído las proposiciones del teólogo neerlandés Cornelius Jansen 4 . Sin<br />

necesidad de valorar las afirmaciones del profesor G. Dufour, ciertamente no apreciamos<br />

en las políticas de Mariano Luis de Urquijo, señalado como uno de los más connotados<br />

jansenistas, un programa de corte teológico, sino regalista. Menéndez Pelayo acusó a<br />

Urquijo de resucitar la doctrina de Tamburini, Pereira y Febronio cuando se aprobó el<br />

famoso decreto de 5 de septiembre de 1798, por el que era devuelta a los obispos españoles<br />

la facultad de otorgar dispensas matrimoniales –que vendría a ser el acto más destacado<br />

del jansenismo español, un supuesto intento de cisma que en realidad no fue tal– 5 . Los<br />

documentos han demostrado que este decreto tenía como precedente una demanda real<br />

solicitada en 1796 –cuando Godoy estaba al frente de la Secretaría de Estado– para<br />

1 Véase Mestre, Antonio, “Religión y cultura en el siglo XVIII español”, en Mestre, Antonio, Historia de<br />

la Iglesia en España: la Iglesia en la España de los siglos XVII y XVIII, Madrid, Biblioteca de Autores<br />

Cristianos, tomo IV 1979, pp. 586-754.<br />

2 Herr, Richard, España y la revolución del siglo XVIII, Madrid, Aguilar, trad. Elena Fernández Mel, 3ª<br />

edición, 1968, pp. 350-362.<br />

3 Egido, Teófanes, “La religiosidad de los ilustrados”, en Batllori, Miquel, La época de la Ilustración. El<br />

Estado y la cultura (1759-1808), Madrid, Espasa Calpe vol. I, 1987, pp. 418-426.<br />

4 Dufour, Gérard, Lumières et Ilustración en Espagne sous les règnes de Charles III et de Charles IV (1759-<br />

1788), París, Ellipses, 2006, p. 119.<br />

5 Menéndez Pelayo, Marcelino, Historia de los heterodoxos españoles, Madrid, CSIC, vol. II 1992, p. 645.<br />

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Aleix Romero, “Caída y persecución del ministro Urquijo y de los jansenistas...”<br />

obtener las citadas dispensas 6 . Si no estamos en disposición de poder tratar a Urquijo como<br />

jansenista en un sentido doctrinal, aunque el propio Carlos IV no dudara en calificarlo<br />

como “Janséniste et chef de secte” 7 , lo mismo cabría decir de otros personajes de quienes<br />

solo conocemos su filiación jansenista por declaraciones ajenas y con frecuencia hostiles.<br />

Resulta imprescindible por tanto seguir el consejo de Joël Saugnieux de no usar jamás los<br />

términos jansenista o jansenismo referidos al caso español sin comillas 8 . Y, podríamos<br />

añadir, procurar darle un sentido político, no teológico.<br />

En la segunda mitad del siglo XVIII, jansenista era principalmente una coletilla<br />

acuñada en las controversias sobre la renovación de la Iglesia y aplicada a los partidarios<br />

de las posiciones reformistas, de la misma forma que a los ultramontanos se les motejaba<br />

por lo general como jesuitas. Los enfrentamientos entre unos y otros se habían agravado<br />

a raíz de la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767: los reformistas defendían un<br />

cambio en profundidad en la organización y disciplina eclesiásticas, así como un nuevo<br />

modelo de religiosidad que conectara con los tiempos primitivos de la Iglesia. A partir<br />

del tratado suscrito con la república francesa y el giro ilustrado que emprendió Godoy<br />

en 1796, estos reformistas se convirtieron en un apoyo insoslayable del gobierno y la<br />

alianza con Francia –no perdamos de vista la connotación galófoba que posee el término<br />

jansenista–. La política manifiestamente regalista de Godoy soliviantó a los sectores<br />

ultramontanos, que pasarían a conformar la oposición cortesana 9 .<br />

El gobierno de Mariano Luis de Urquijo, que sucedió al rápido paso por la<br />

Secretaría de Estado de Francisco de Saavedra, supuso una vuelta más de tuerca en<br />

este giro ilustrado. Medidas como la desamortización de los bienes de obras pías, el<br />

decreto ya comentado sobre dispensas matrimoniales y las censuras a los abusos de celo<br />

inquisitoriales provocaron una polémica continua tanto en las cátedras y púlpitos como en<br />

la corte. Los reformistas fueron los defensores de las medidas gubernamentales; dejando<br />

a un lado el debate sobre los límites de las reformas propiciadas por Urquijo, su gobierno<br />

se presenta como el más ilustrado del siglo XVIII 10 , una imagen labrada, claro está, a<br />

costa de una polarización desestabilizadora.<br />

6 Sierra Nava, Luis, La reacción del episcopado español ante los decretos de matrimonios del ministro<br />

Urquijo, Bilbao, Estudios de Deusto, 1964, pp. 1-17. La tentativa fracasa ante el pesimismo del embajador<br />

español en Roma, José Nicolás de Azara.<br />

7 “Jansenista y jefe de la secta”. Alquier a Talleyrand. Bayona, 15 de Nivoso, año IX (5 de enero de 1801).<br />

Weil, commandant, Godoy à l´apogée de sa toute-puissance. Le baptême de sa fille. La disgrâce d´Urquijo.<br />

Mémoire lu à l´Academie Royale de l´Histoire par son correspondant –Ignacio Bauer– aux soins duquel<br />

a été confié cette publication, Madrid, Imprenta de G. Hernández y Galo Sáez, [1921], p. 34. Traducción<br />

propia del autor.<br />

8 Saugnieux, Joël, Un prélat éclairé: Don Antonio Tavira y Almazán (1737-1807). Contribution à l´étude<br />

du jansénisme espagnol, Toulouse, Universidad de Toulouse, 1970, p. 10, n. 1.<br />

9 La Parra, Emilio, “Iglesia y grupos políticos en el reinado de Carlos IV”, en Hispania Nova, 2 (2001-<br />

2002). «http://hispanianova.rediris.es/general/articulo/022/art022.htm» [Consultado el 23 de octubre de<br />

2012].<br />

10 Roura i Aulinas, Lluis, “La crisis del Antiguo Régimen”, en Domínguez Ortiz, Antonio (dir.), Historia de<br />

España, Barcelona, Planeta, 1988, tomo IX, p. 127.


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2. La vulnerabilidad del gobierno de Urquijo<br />

Godoy achacó en sus Memorias la brevedad del ministerio de Urquijo a las<br />

consecuencias perturbadoras que había ocasionado la aplicación de su programa<br />

reformista, que llegaron al extremo de herir la sensibilidad religiosa del monarca 11 . Esta<br />

explicación no refiere sin embargo las intrigas cortesanas que precipitaron la caída de<br />

Urquijo, indudablemente relacionadas con las disputas entre ultramontanos y reformistas,<br />

a las que aquel tuvo que hacer frente cuando solo era un oficial mayor habilitado para<br />

despachar los asuntos de la Secretaría de Estado.<br />

A finales de 1798 apareció un libro titulado La liga de la teología moderna con la<br />

filosofía en daño de la Iglesia de Jesucristo, traducción castellana de un opúsculo italiano<br />

en el que se atacaba a la teología moderna. Se ha dicho que detrás de la obra se encontraban<br />

ex jesuitas que habían retornado a España bajo el amparo del príncipe de la Paz 12 . En<br />

respuesta a La liga apareció otro escrito que lo satirizaba, El pájaro en la liga, Epístola<br />

gratulatoria al traductor de la liga de la teología moderna con la filosofía. Su autor,<br />

Juan Fernández de Rojas, era un fraile agustino de renombrado prestigio académico. La<br />

querella literaria se barruntaba tan incendiaria que la circulación de ambas obras quedó<br />

prohibida mediante una real orden de enero de 1799. Urquijo censuró las intenciones<br />

de La Liga, señalando que no eran otras que las de “establecer una guerra religiosa,<br />

atacando las autoridades soberanas cuyas facultades (…) se han recogido y defendido en<br />

tiempos claros y de ilustración por los teólogos que el autor llama modernos”. El texto<br />

de Fernández de Rojas le parecía en cambio “escrito con oportunidad” y que entendía<br />

que atacaba “del modo que se merece refutándola por el ridículo y el desprecio”; pero<br />

reconocía también que podía dar lugar “a que en el cotejo haya partidos y disputas, y se<br />

engolfe la gente en profundidades peligrosas en vez de ser útiles y obedientes vasallos” 13 .<br />

Urquijo adoptó una posición prudente, aunque probablemente se debiera al hecho<br />

de que entonces no creía contar con respaldo suficiente. Meses más tarde, ya conseguida<br />

la interinidad en la Secretaría –el 21 de febrero de 1799, concretamente–, intervendría de<br />

forma más activa en pro de la impresión de las obras jansenistas, si bien su actitud fue<br />

más voluntarista que efectiva. El presbítero Francisco de Cáseda y Muro tradujo sendos<br />

libros de Pereira y Cestari, que trataban respectivamente sobre las potestades de los<br />

obispos para otorgar dispensas y expedir bulas de confirmación en caso de estar vacante<br />

la sede papal 14 . Su publicación tenía como fin ilustrar sobre el sentido del decreto de 5 de<br />

septiembre de 1799, que no había suscitado precisamente gran entusiasmo entre las filas<br />

11 Godoy, Manuel, Memorias, edición a cargo de Emilio La Parra y Elisabel Larriba, Alicante, Universidad<br />

de Alicante, 2008, pp. 731-744.<br />

12 Mier, fray Servando Teresa de, Memorias, Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1994, p. 123.<br />

13 Torres Amat, Félix, Apéndice á la vida del Ilmo. Sr. D. Félix Amat, Madrid, Imprenta de Fuentenebro,<br />

1838, p. 130<br />

14 Cáseda a Urquijo. Retiro, 30 de septiembre de 1799. Archivo Histórico Nacional [en adelante AHN],<br />

Estado, leg. 3014. “Sobre la publicacion de la Obra del Abate Cestari y de la disertacion del portugues<br />

Pereira, sobre la jurisdiccion eccª en la consagracion de los Obispos”.<br />

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del episcopado español. Con ese fin Cáseda elevó una solicitud al Consejo de Castilla a<br />

finales de septiembre de 1799, pero la resolución permaneció en el limbo durante varios<br />

meses.<br />

Aleix Romero, “Caída y persecución del ministro Urquijo y de los jansenistas...”<br />

El Consejo de Castilla dilató el veredicto con diversos subterfugios, como trasladar<br />

consulta al cabildo de curas de la corte. Finalmente, después de cuatro instancias<br />

realizadas por Urquijo, el 22 de abril de 1800 el Consejo emitió su dictamen prohibiendo<br />

la publicación por atentar contra la pureza de la fe católica y ser su contenido contrario a<br />

las regalías del rey y a la paz y tranquilidad de los reinos 15 . Antes de que fuera decidida<br />

la sentencia Cáseda ya había advertido a Urquijo que, según pudo enterarse, siete de los<br />

ocho consejeros y dos de los tres fiscales no querían admitir su publicación, “sin haber<br />

leído ni podido leer mas que los títulos”, pues calificaban de “poco razonable” el decreto<br />

sobre las dispensas. Que la oposición al mismo fuera tan manifiesta incluso en los propios<br />

órganos de gobierno de la monarquía refleja la debilidad política de Urquijo. Cáseda<br />

sospechaba que los consejeros y fiscales disconformes pretendían prolongar la resolución<br />

hasta que fuese elegido un nuevo papa, lo que les permitiría declarar entonces que la<br />

publicación de los libros era inútil 16 .<br />

A partir de 1800 el enfrentamiento entre jansenistas y ultramontanos se desató con<br />

una agresividad inusitada. En febrero, la Universidad de la Salamanca escenificó una<br />

auténtica batalla ideológica entre agustinianos, defensores de la plenitud del poder de los<br />

obispos, y tomistas. Los debates fueron tan intensos que poco faltó para que llegaran a las<br />

manos y los agustinianos –entre los que estaba Fernández de Rojas– se sintieron obligados<br />

a recurrir a Urquijo en busca de protección 17 . El 31 de marzo de 1800, después de ser<br />

nombrado papa Pío VII, quedó definitivamente revocado el decreto sobre las dispensas<br />

matrimoniales, pese a los esfuerzos diplomáticos emprendidos por el embajador español<br />

Pedro Gómez Labrador para que el nuevo pontífice reconociera a los obispos españoles la<br />

gracia de otorgar dispensas. Este fracaso comprometió la posición de Urquijo.<br />

Los cambios acaecidos en Francia tras el golpe de Brumario frenaron la deriva<br />

revolucionaria y eliminaron los factores internacionales que habían fomentado el<br />

giro ilustrado español. La aproximación de la Francia consular a Roma, autorizando<br />

oficialmente el culto católico, cuestionaba las reformas regalistas introducidas por<br />

Urquijo, que amagaban con provocar la ruptura entre España y la Santa Sede y que habían<br />

sido apoyadas por los sectores franceses más progresistas, los cuales alentaron también la<br />

actuación reformista de Urquijo. Así, el decreto real de 11 de octubre de 1799 que vedaba a<br />

la Inquisición actuar contra las personas y las propiedades de los diplomáticos extranjeros<br />

fue saludado por Le Moniteur como una “victoire nouvelle” sobre la superstición, causando<br />

“la plus grande sensation dans cette ville et dans l´Espagne entière” 18 . El obispo de Blois<br />

15 Colección eclesiástica española, Madrid, Imprenta de E. Aguado, tomo XIII 1824, .<br />

16 Cáseda a Urquijo, s. f. AHN, Estado, leg. 3014. “Sobre la publicacion de la Obra del Abate Cestari”.<br />

17 Peset, José Luis y Mariano Peset, Carlos IV y la Universidad de Salamanca, Madrid, CSIC, 1983, pp.<br />

192-197.<br />

18 “una nueva victoria (…) la más grande sensación en esa ciudad [Madrid] y en España entera”. La Gazette


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Henri-Baptiste Grégoire, eminente representante de la Iglesia galicana, ya había solicitado<br />

en una carta destinada al inquisidor general y publicada en los Annales de la religion en<br />

febrero de 1798 la “destruction” del Santo Oficio por ser “honteuse pour l´Espagne et<br />

affligeante pour la religion” 19 . Parecía como si el eclesiástico marcara la tarea que debía<br />

acometer Urquijo, lo cual perjudicaba más que ayudaba al ministro español.<br />

Mientras la corte española acogía las novedades impuestas por Napoleón con gran<br />

entusiasmo, Urquijo las recibía con recelo 20 . Estas mudanzas en el país vecino coincidieron<br />

con la aparición de críticas a su gestión al frente de los negocios con Francia, provenientes<br />

en este caso de José Nicolás de Azara, antiguo embajador en el país vecino y enemigo<br />

declarado del secretario de Estado después de su destitución fulminante. Azara se vengó<br />

de Urquijo denunciándole ante quienes más podían hacerle daño: el príncipe de la Paz y<br />

Napoleón Bonaparte. Al primero le escribió una carta donde le acusaba de ser agente del<br />

gobierno inglés y jacobino 21 . En cuanto al general corso, le dio cuenta detallada antes de<br />

que protagonizara el golpe de Brumario de sus desavenencias con Urquijo 22 . Azara sabía<br />

que estaba sembrando cizaña, pues una vez erigido Napoleón en Primer Cónsul llegó a<br />

inquirir por qué Urquijo no era removido de la Secretaría de Estado y sustituido por el<br />

príncipe de la Paz 23 .<br />

Poco a poco, los jansenistas fueron tomando conciencia de la amenaza que les<br />

rodeaba. El 26 de marzo de 1800 Gaspar Melchor de Jovellanos dirigió una representación<br />

al rey. El ilustrado asturiano fue informado de que un extranjero había comentado en Gijón<br />

que existía una traducción al castellano de El contrato social, de Jean-Jacques Rousseau,<br />

con unas notas “peligrosas y subversivas” que “censuraban el Gobierno de España y la<br />

conducta de los ministros de V.M.”. La representación de Jovellanos tenía entre sus fines<br />

prevenir el ánimo de Carlos IV sobre “la calumnia” dirigida contra Urquijo y él mismo.<br />

Tan alarmado se mostró que Urquijo le contestó en una carta particular llamándole a la<br />

serenidad: si la reputación dependiera de un ministro dependiera de los elogios o los<br />

vilipendios de los extranjeros “seríamos bien infelices y nuestro estado muy precario” 24 .<br />

Durante las negociaciones que alumbraron el Tratado de San Ildefonso del 1 de<br />

octubre de 1800 Urquijo opuso algunas resistencias. Según cuenta Adolphe Thiers en<br />

Nationale ou Le Moniteur Universel, 60, 30 de Brumario, año VIII. Traducción propia del autor.<br />

19 “destrucción del Santo Oficio (…) vergonzoso para España y doloroso para la religión”. Sciutti Russi,<br />

Vittorio, “El «citoyen» Grégoire y el debate sobre la Inquisición española y las reservas pontificias al final<br />

del siglo XVIII”, en Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, 13 (2005), pp. 56-57.<br />

20 La Parra, Emilio, “Les changements politiques en Espagne après Brumaire”, en Annales historiques de<br />

la Revolution française, 318 (octubre-noviembre 1999). «http://arf.revues.org/295» [Consultado el 22 de<br />

octubre de 2012].<br />

21 Azara al príncipe de la Paz. Barcelona, 22 de noviembre de 1799. Azara, José Nicolás de, Epistolario<br />

(1784-1804), edición de María Dolores Gimeno Puyol, Madrid, Castalia, 2010, pp. 786-795.<br />

22 Sánchez Espinosa, Gabriel, Memorias del ilustrado aragonés D. José Nicolás de Azara, Zaragoza,<br />

Institución Fernando el Católico, 2000, pp. 433-434.<br />

23 Mazarredo a Urquijo. París, 29 de diciembre de 1799. AHN, Estado, leg. 4047.2.<br />

24 Representación de Jovellanos al rey. Gijón, 26 de marzo de 1800. Carta de Urquijo a Jovellanos. Aranjuez,<br />

2 de abril de 1800. Jovellanos, Gaspar Melchor de, Obras completas, tomo III, Correspondencia (julio<br />

1794-marzo 1801), Oviedo, Centro de Estudios del Siglo XVIII, pp. 518-519, nº 1.268 y 1.269 y nota 3.<br />

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su clásica historia sobre el Consulado y el Imperio, el secretario de Estado consideró<br />

desventajoso canjear la colonia española de la Luisiana por la conversión del ducado de<br />

Parma en reino y su engrandecimiento territorial. Los intereses dinásticos, que preferían<br />

aumentar la influencia española en Italia a preservar un territorio lejano, difícil de explotar<br />

y de defender, y el temor a desairar a Napoleón le convencieron para que desistiera 25 .<br />

Estaríamos por tanto ante una prueba del grado de erosión que en el otoño de 1800 tenía<br />

el ascendiente de Urquijo sobre los reyes. Su destitución sería cuestión de tiempo y<br />

oportunidad.<br />

Aleix Romero, “Caída y persecución del ministro Urquijo y de los jansenistas...”<br />

3. Las intrigas cortesanas<br />

Manuel Godoy, príncipe de la Paz, fue uno de los actores principales en la caída<br />

de Urquijo y la persecución de los jansenistas. El cese le acarreó una desgracia política<br />

que le llevó a estar alejado durante unos meses de la corte. Después de que sus rivales<br />

Saavedra y Jovellanos perdieran sus cargos en el gobierno, Godoy restableció un<br />

canal de comunicación directo y personal con los monarcas, carteándose con ellos, en<br />

especial con la reina María Luisa. Volvía así al papel donde se sentía más cómodo, el<br />

de vasallo ideal, ofreciéndose como desinteresado consejero áulico. Esta circunstancia<br />

fue pronto apreciada por el entorno cortesano, que volvió a dirigirse al príncipe de la<br />

Paz como personaje cercano a los reyes para conseguir alguna gracia de los soberanos:<br />

nombramientos, sueldos, honores, concesiones de gracia, etc.<br />

Fuentes diplomáticas franceses advierten que, al menos desde finales de 1798,<br />

Godoy frecuentaba la oposición cortesana, denominándola “partido católico” o “beato” 26 .<br />

Esta vinculación se vería reforzada tras la agria discusión que mantuvieron Urquijo y el<br />

nuncio del Vaticano Filippo Casoni, arzobispo de Perges, como consecuencia del decreto<br />

de 5 de septiembre. Para justificar su relación con Casoni, el príncipe de la Paz reprochó a<br />

Urquijo en sus Memorias pretender expulsarle del reino, lo que supuestamente se habría<br />

llevado a efecto de no ser por su mediación 27 . Hasta la prensa francesa se hizo eco de<br />

estos alineamientos. El Moniteur recogía el rumor de que se estaba formando un poderoso<br />

partido contrario a Urquijo, a cuya cabeza se encontraba el fanático arzobispo de Zaragoza<br />

y general de los franciscanos Joaquín de Company, del cual se recordaba que durante la<br />

Guerra de la Convención propuso a Carlos IV armar un ejército de 40 mil hombres que<br />

dirigiría el eclesiástico para aniquilar a los enemigos del altar y el trono. El Moniteur<br />

terminaba denunciando el apoyo que dicho partido recibía del príncipe de la Paz 28 .<br />

25 Thiers, Marie Adolphe, Histoire du Consulat et de l´Empire, París, Paulin, tomo X 1845, pp. 122-123.<br />

26 La Parra, Emilio, Manuel Godoy. La aventura del poder, Barcelona, Tusquets, 2002, pp. 223-224.<br />

27 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., p. 702.<br />

28 La Gazette Nationale ou le Moniteur Universel, 75, 15 de Frimario, año VIII (6 de diciembre de 1799).


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Al reanudar su relación con los reyes, Godoy fue acaparando nuevas prerrogativas.<br />

El 4 de agosto de 1799 se retiró la tacha de morganático al enlace habido entre el infante<br />

Luis de Borbón y María Teresa de Vallabriga, reconociendo además para sus descendientes<br />

la grandeza de primera clase y posibilitándoles que usaran el apellido y las armas de los<br />

Borbón. Godoy, casado con una hija de dicho matrimonio, pasaría así a formar parte de<br />

la familia real. En el otoño de 1800 Carlota Luisa, la hija de Godoy, era bautizada en la<br />

cámara de María Luisa y se le concedía la Orden de la Reina, reservada a las infantas<br />

de España 29 . Cuando se rumoreó la posibilidad de que Godoy fuera también reconocido<br />

como infante, Urquijo salió al paso negando las habladurías y apelando a formalidades<br />

legales; Alquier, embajador francés, comenta que Urquijo incluso llegó a expresar su<br />

intención de dimitir 30 .<br />

Pero ni el príncipe de la Paz se convirtió finalmente en infante, ni tuvo lugar la<br />

dimisión de Urquijo. Sí se percibe, en cambio, que a partir de este momento Godoy pasa<br />

a considerar en sus cartas con la reina al secretario de Estado como uno de sus mayores<br />

enemigos. En una misiva fechada el 5 de septiembre de 1800 y dirigida a María Luisa<br />

mencionaba a un partido “antigodoísta”, cuyos miembros “respaldados en sus empleos<br />

[,] tienen la osadía de hablar con poco respeto de mi”. Se refería en concreto a cuatro<br />

personajes, entre los cuales Urquijo quedaba en tercer lugar por debajo del secretario de<br />

Guerra Antonio Cornel y el intendente de Infantería Oquendo. José Espiga, capellán del<br />

rey, era el último integrante del cuarteto. Godoy aludió también en la misma carta a “ese<br />

bribón” que le habría impedido ver una locución del papa trataban sobre el nombramiento<br />

del infante don Luis, su cuñado, como cardenal 31 . El “bribón” era Urquijo, que como<br />

secretario de Estado había dirigido desde España las operaciones diplomáticas para que<br />

don Luis de Borbón obtuviera el capelo cardenalicio.<br />

La hostilidad que Godoy sentía hacia Urquijo pasó de lo personal a lo político,<br />

convirtiendo a Urquijo en responsable directo de los males que aquejaban a la Monarquía<br />

hispánica, como se ve en la epidemia de la fiebre amarilla que dejó miles de muertos<br />

en Andalucía. El príncipe de la Paz no solo le culpó de la ineficacia de las medidas de<br />

seguridad –aislamiento de las zonas afectadas mediante cordones sanitarios–, sino que le<br />

reprochó ser el principal causante del brote de fiebre, haciéndose para ello eco de distintos<br />

rumores que apuntaban que el virus lo portaba una nave infectada en la que viajaba el<br />

intendente de La Habana, José Pablo Valiente, que saltó a tierra sin guardar la cuarentena.<br />

A pesar de no ser más que habladurías, Carlos IV ordenó realizar averiguaciones sobre la<br />

supuesta real orden que recibió Valiente para desembarcar. Tomás de Morla, gobernador<br />

29 Alquier a Talleyrand. Escorial, 26 de Vendimiario, año IX (18 de octubre de 1800). Weil, Godoy à<br />

l´apogé... op. cit., pp. 21-23.<br />

30 Alquier a Talleyrand. San Ildefonso, 20 de Termidor, año VIII (8 de agosto de 1800). Ibídem, p. 16.<br />

31 Godoy a María Luisa. 5 de septiembre de 1800. Pereyra, Carlos, Cartas confidenciales de la reina María<br />

Luisa y de don Manuel Godoy, con otras tomadas del Archivo Reservado de Fernando VII, del Histórico<br />

Nacional y del Indias, Madrid, Aguilar, 1936, p. 343.<br />

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de Cádiz, fue instruido en este sentido y para que, en caso de no constar su presencia, se<br />

tomara confesión de los fiscales 32 .<br />

Valiente y el médico Igartaburu permanecieron presos alrededor de un año por<br />

órdenes de Morla hasta que al final fueron declarados inocentes y absueltos 33 . Si bien<br />

el gobierno pudo mostrarse negligente en la prevención de las enfermedades, hay que<br />

hacer notar que la imprudencia fue la norma general en una época que no tenía los<br />

conocimientos científicos de la nuestra y en la que las normas de seguridad no se seguían<br />

con tanto celo. Cuando los primeros casos de fiebre aparecieron en Sevilla, don Luis de<br />

Borbón, arzobispo metropolitano, quiso huir al norte, más allá de los férreos cordones<br />

sanitarios. En la misma carta en que informaba a la reina de los rumores que corrían<br />

sobre la propagación de la peste, manifestaba que su cuñado sería sometido a cuarentena<br />

para evitar a la “gavilla de ladrones pagada para levantar el grito” 34 . Las investigaciones<br />

ordenadas por el rey no arrojaron ningún resultado. Cuando se supo en la corte, el príncipe<br />

de la Paz manifestó a Urquijo que la acusación no se había lanzado contra él, sino sobre<br />

Gregorio García de la Cuesta, el gobernador del Consejo de Estado, como presidente que<br />

era también de la Junta Suprema de Sanidad. Urquijo quiso hacer público que nada había<br />

resultado de las pesquisas, pero la reina María Luisa lo impidió. En ese momento cuenta<br />

que tuvo claro que no gozaba de ninguna confianza y presentó la dimisión, pero Carlos<br />

IV no la aceptó 35 .<br />

La situación se presentaba del tenor siguiente. María Luisa apoyaba al príncipe de<br />

la Paz, mientras que Carlos IV se mostraba aún remiso. No hay que agrandar el carácter<br />

de estas diferencias en la pareja regia. Antonio Calvo Maturana nos recuerda que la reina<br />

María Luisa era un instrumento político del monarca, que buscaba ofrecer una imagen<br />

lejana de las intrigas de palacio 36 . Era preciso buscar un motivo de peso para destituir a<br />

Urquijo. Roma ofrecería el argumento perfecto. Desde su nombramiento, el papa Pío VII<br />

manifestó temor a que la Francia del Consulado no respetara sus derechos temporales<br />

en Italia y que la Monarquía hispánica aprovechara la ocasión para impulsar las regalías<br />

en sus territorios 37 . El pontífice, que estaba al tanto de la honda piedad del rey español,<br />

aprovechó un correo de Italia que llevaba cartas del duque de Parma para incluir a Carlos<br />

IV otra escrita de su puño y letra, en la que se lamentaba de las innovaciones realizados<br />

32 Soler a Godoy, s. f. Archivo General de Palacio [en adelante AGP], Papeles reservados de Fernando VII,<br />

t. 93, f. 324.<br />

33 María, Alfonso de, El contagio discutido, é impotencia de las sanidades. Papel à todos interesante,<br />

Cádiz, Imprenta de D. Antonio Murguía, 1820, p. 9.<br />

34 Godoy a María Luisa. 5 de septiembre de 1800. Pereyra, Carlos; Cartas confidenciales… op. cit., p. 343.<br />

35 Urquijo, Mariano Luis de, Apuntes para la memoria sobre mi vida política, persecuciones y trabajos<br />

padecidos en ella, Logroño, Sin Índice, 2010, p. 83.<br />

36 Calvo Maturana, Antonio, “Floridablanca, Aranda, Godoy y el «partido de la reina»: la influencia política<br />

de María Luisa en los primeros gobiernos de Carlos IV (1788-1796)”, en Revista de historia moderna, 28<br />

(2010), pp. 142-146.<br />

37 Alquier a Talleyrand. Bayona, 15 de Nivoso, año IX (15 de enero de 1801). Weil, Gody à l´apogée… op.<br />

cit., p. 34.<br />

Aleix Romero, “Caída y persecución del ministro Urquijo y de los jansenistas ...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

por algunos de sus consejeros 38 . De la carta conocemos lo que Godoy comenta en sus<br />

Memorias, donde se menciona que Pío VII pidió al rey que apartara de su lado a aquellos<br />

que aspiraban “a excitar aquel espíritu de independencia que, empezando por resistir al<br />

blando yugo de la Iglesia, acababa después por hacerse beber todo freno de obediencia y<br />

sujeción a los gobiernos temporales” 39 . Estaba acusando a Urquijo no ya solo de promover<br />

un cisma, sino toda una revolución política en España.<br />

La carta debió de llegar a manos de Carlos IV a finales de noviembre. El 30 de<br />

noviembre la reina escribió a Godoy –quien, por su parte, estaría al tanto de todo a través<br />

de Casoni–: “ya está aqui creo q. lo de Pistoga (sic)” 40 . Al día siguiente, en otra carta,<br />

María Luisa hablaba sobre una misteriosa reunión que habrían de mantener los reyes<br />

con el príncipe de la Paz el día 6 de diciembre para tratar “de todo”, señalando que “las<br />

ordenes estan dadas para q. no falte nada” 41 . Seguramente estas órdenes incluían el plácet<br />

real a la impresión de la bula Auctorem fidei, que había sido promulgada por Pío VI en<br />

1794 y cuya publicación fue retenida en España por el ataque que contenía contra el<br />

regalismo. La divulgación de la bula condenaría a los jansenistas y, por ende, supondría<br />

la destitución de quien era tenido por su líder, Urquijo.<br />

El único testimonio que poseemos de la reunión del 6 de diciembre es el que<br />

suministran las Memorias de Godoy. Según se recoge, Carlos IV mandó llamar al<br />

príncipe de la Paz y, de forma trastornada, le expresó que sus intenciones eran separar<br />

a Urquijo, enviar a Roma a obispos y eclesiásticos acusados de promover las nuevas<br />

doctrinas y separar de sus empleos a todos los laicos que hubiesen participado en las<br />

disputas eclesiásticas. Además, informado a través de “documentos, cartas y manuscritos<br />

perniciosos”, que obraban en poder del secretario de Gracia y Justicia José Antonio<br />

Caballero –cuyo concurso, irónicamente, fue fundamental para que se aplicara la política<br />

regalista de Urquijo–, Carlos IV citó como perturbadores a Jovellanos, Tavira, Palafox,<br />

Lizana, Espiga, Llorente o los hermanos Cuesta, así como a los canónigos San Isidro, que<br />

habrían convertido los Reales Estudios en una “escuela de jansenistas” 42 .<br />

Eran acusaciones que el príncipe de la Paz ya conocía. Las denuncias habían<br />

comenzado con un sermón de Baltasar Calvo, canónigo de San Isidro, donde habló de las<br />

tertulias que mantenían sus compañeros de los Reales Estudios en la casa de la condesa<br />

de Montijo, tachándolas de conciliábulo de herejes jansenistas 43 . Ante la gravedad de sus<br />

38 Ibídem, p. 33.<br />

39 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., p. 735.<br />

40 Se refiere al sínodo de Pistoia (1786), que aprobó diversas reformas eclesiásticas que fueron condenadas<br />

por Pío VI. Da la impresión de que María Luisa alude a la carta del papa Pío VII.<br />

41 María Luisa a Godoy. San Lorenzo, 30 de noviembre de 1800 y 1 de diciembre de 1800. Pereyra, Carlos,<br />

Cartas confidenciales… op. cit., pp. 382-384.<br />

42 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., pp. 735-736.<br />

43 Llorente, Juan Antonio, Historia crítica de la Inquisición en España. Obra conforme a lo que resulta de<br />

los Archivos del Consejo de la Suprema y de los tribunales de provincias, Madrid, Imprenta del censor,<br />

1822, p. 206.<br />

84


85<br />

palabras y temiendo que los infamados representaran al rey, Calvo buscó la protección de<br />

Godoy. Ambos se conchabaron con el inquisidor general, que a la sazón era un amigo y<br />

hechura del príncipe de la Paz, Ramón José de Arce, concertando que Calvo elevaría una<br />

súplica al rey que enviaría por medio de Godoy 44 . Este último escribió una carta a María<br />

Luisa el 26 de noviembre para convencerla de la necesidad de recibir en el reino la bula<br />

Auctorem fidei, cuya urgencia quedaba patentizada con las acusaciones de Calvo sobre la<br />

“secta jansenista” del cabildo de San Isidro.<br />

En la misma carta señalaba que Caballero le había escrito instruyéndole sobre<br />

“varios manexos” de Meléndez Valdés. Inocentemente, añadía: “yo no sé nada pero lo<br />

creo todo sgn las pruevas qe me ha dado anteriormente y deve avergiuarse pr si como creo<br />

tienen relacion con Jovellanos y Saabedra” 45 . El 2 de diciembre, caldeando el ambiente<br />

para la famosa reunión que tendría lugar cuatro días más tarde, el príncipe de la Paz<br />

volvía a mencionar los “papelotes” de Caballero, con acusaciones contra los “jansenistas”,<br />

añadiendo un extracto de la delación de Calvo 46 . Curiosamente, años más tarde Godoy y<br />

Caballero renegarían de aquella colaboración. El antiguo secretario de Gracia y Justicia<br />

escribiría una carta, publicada por Juan Antonio Llorente en la que acusaba a su cómplice<br />

de ser el responsable de todos los males de España, lo que implícitamente suponía<br />

señalarle como responsable de las persecuciones 47 . Por el contrario, en las Memorias de<br />

Godoy el nombre de Caballero habría de aparecer constantemente, tachándole siempre<br />

como el responsable de endurecer los decretos y causar la perdición de las personas.<br />

En definitiva, si bien el príncipe de la Paz abrigaba una visible animadversión<br />

personal contra Urquijo, cuando precipitó su caída actuó como instrumento de los<br />

reyes, ejerciendo de intermediario entre el nuncio y los soberanos. Posteriormente en<br />

sus Memorias expurgadas de pasajes oscuros, Godoy señalaría que solo propuso la<br />

publicación de la bula después de recibir el encargo real de satisfacer las reclamaciones<br />

de Pío VII. Es decir, reconoció que fue una solución convenida con el nuncio 48 .<br />

Según García de León y Pizarro, Urquijo había presentido durante los últimos<br />

tiempos su aciago destino al comprobar el grave semblante de la reina; en el Escorial,<br />

una vez recibida la carta de Pío VII, ya notó los síntomas en el mismo rey 49 . Por aquellas<br />

ocurrió un incidente entre el marqués de Branciforte y el príncipe de la Paz que reveló<br />

la robustez de la posición de este último y, en contraste, la fragilidad de Urquijo. Godoy<br />

paseaba por la Sala de Guardias del Sitio cuando tropezó con su cuñado Branciforte, que<br />

se encontraba sentado. Rodeados por los guardias según el uso, Branciforte ni se levantó,<br />

44 Casoni a Consalvi. Madrid, 15 de diciembre de 1800. Cit. en Sierra Nava, Luis, La caída del primer<br />

ministro Urquijo en 1800, Madrid, CSIC, 1963, p. 15.<br />

45 Godoy a María Luisa. 26 de noviembre de 1800. Pereyra, Carlos, Cartas confidenciales… op. cit., p. 378.<br />

46 Godoy a María Luisa. 2 de diciembre de 1800. Ibídem, p. 385.<br />

47 “Lettre du marquis Caballero, du 15 mai 1805 (sic), à l´auteur de ces mémoires”. Nellerto, Mémoires pour<br />

sevir à l´Histoire de la révolution d´Espagne, avec des pièces justificatives, París, t. III 1819, nº CXXXVIII<br />

48 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., p. 737.<br />

49 García de León y Pizarro, José, Memorias, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,<br />

1999, p. 96.<br />

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negándose a saludarle, actitud que repitió cuando Godoy atravesó instantes después la<br />

sala acompañado del cardenal don Luis de Borbón. Irritado, el príncipe de la Paz reclamó<br />

con vehemencia ante la reina por ese desplante a uno de los familiares más próximos<br />

del rey. María Luisa hizo llamar sobre el campo a un Urquijo enfermo y le inquirió con<br />

severidad si había permitido dar nuevas órdenes a la Guardia. Apenas “balbuceó” que<br />

no existía ninguna innovación y, excusándose, dijo desconocer lo que había ocurrido. El<br />

episodio, que terminó con la desgracia del marqués 50 , tuvo lugar pocos días antes de la<br />

destitución de Urquijo.<br />

El 13 de diciembre, tres días después del decreto que autorizaba la divulgación de la<br />

bula Auctorem fidei, un Urquijo enfermo fue cesado de la Secretaría de Estado 51 .<br />

4. La persecución<br />

Alrededor de cien personas conocidas y magistrados fueron víctimas de la<br />

persecución “jansenista”, según los cálculos de Georges Demerson 52 . El real decreto<br />

de 10 de diciembre de 1800 que autorizaba la salida de la Auctorem fidei dispuso los<br />

instrumentos oficiales para la persecución de los jansenistas, “sin excepción de estado y<br />

clases”, según advertía el decreto 53 . La persecución quedó en manos de la Inquisición, que<br />

se sirvió de la delación como medio para identificar a los jansenistas. Teniendo en cuenta<br />

la incidencia de la secta entre los altos empleos de la administración, las jerarquías de la<br />

Iglesia y los estados más elevados, los confidentes se convirtieron en sinceros católicos<br />

merecedores de reconocimiento y protección. Ramón Guerrero, dominico y prior del<br />

convento del Rosario; Antonio Torres, salvatoriano; el canónigo Baltasar Calvo; Joaquín<br />

Murcia; Francisco Acedo y Eustaquio Moreno merecieron por su intervención en defensa<br />

de la bula Auctorem fidei el agradecimiento del papa 54 . Al príncipe de la Paz, protector de<br />

delatores no solo se le tributó el homenaje sino que también se le agasajó con el título de<br />

columna de la fe. Sin embargo, detrás de los chivatazos se escondían oscuras “pasiones<br />

personales”, como denunció Juan Antonio Llorente hablando de Baltasar Calvo 55 .<br />

La persecución contra los jansenistas no pretendió ser una causa general contra<br />

las ideas modernizadoras. Precisamente uno de sus promotores, el príncipe de la Paz,<br />

50 Alquier a Talleyrand. Bayona, 15 de Nivoso, año IX (15 de enero de 1801). Weil, Godoy à l´apogée…<br />

op. cit., p. 31.<br />

51 Urquijo cuenta que tuvo un último enfrentamiento con el príncipe de la Paz, durante el cual le espetó que<br />

no le daba parte en los negocios porque “éstos exigían mucho secreto y que SS. MM. eran dueños de él, y<br />

yo no”. Urquijo, Mariano Luis, Apuntes… op. cit., p. 96.<br />

52 Demerson, Georges, Juan Meléndez Valdés y su tiempo (1754-1817), Madrid, Taurus, 1976, p. 572.<br />

53 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., pp. 741-742.<br />

54 Archivo Secreto Vaticano [en adelante ASV], Spagna, 417. Díaz de Cerio, Franco, Noticias sobre España<br />

en el fondo “Secretaría de Estado: SS (249)” del Archivo Vaticano (1800-1817), nº 50 (20 de diciembre de<br />

1800) y 56 (10 de febrero de 1801).<br />

55 Llorente, Juan Antonio, Historia crítica..., op. cit., p. 428.<br />

86


87<br />

se mostró siempre como un “empedernido regalista” 56 . Vittorio Sciuti Russi habla del<br />

triunfo de la victoria definitiva del “partido inquisitorial” sobre los intentos de Urquijo<br />

en suprimirla eliminando sus abusos 57 , pero esta no dio inicio a una gran causa contra el<br />

jansenismo. La primera persecución no pasó a mayores y los acusados recibieron por lo<br />

general la absolución o penas muy moderadas. Hay casos realmente paradigmáticos.<br />

La condesa de Montijo junto con su marido Estanislao de Lugo, director de los<br />

Reales Estudios de San Isidro, y el obispo de Salamanca Antonio Tavira habían mantenido<br />

una correspondencia muy activa sobre temas religiosos con el obispo Grégoire. Las<br />

ideas expresadas en cartas y escritos, preñadas de una espiritualidad opuesta a las<br />

visiones más ultramontanas –defendían el retorno a una Iglesia primitiva, de carácter<br />

más episcopalista, criticaban a los jesuitas por haber adulterado la religión con su moral<br />

relajada y acomodaticia y manifestaban prevenciones hacia las órdenes monásticas,<br />

especialmente dominicos, franciscanos y capuchinos 58 – les convirtieron en defensores de<br />

las reformas de Urquijo. El caso más significativo es el de Tavira, quien no solo escribió<br />

al secretario de Gracia y Justicia una interesante carta alabando la reintegración a los<br />

obispos de la facultad de otorgar dispensas como un medio legítimo y necesario, sino que<br />

acompañó la circular a su diócesis de un edicto anunciando su disposición a dispensar en<br />

los impedimentos al matrimonio 59 .<br />

La Inquisición empezó a inquietar al grupo en 1799, investigando a Tavira y al<br />

capellán del rey Espiga. De este último se comenta que había redactado el decreto de<br />

5 de septiembre, aparte de presentar a Carlos IV una exposición histórica “picante,<br />

animada y entretenida” sobre las bulas de Roma 60 . Entonces pudo pararse el golpe. Un<br />

año más tarde, no hubo nada que hacer. Las delaciones de Calvo y Guerrero mancharon<br />

a la condesa y sus amigos: Antonio Palafox, obispo de Cuenca y cuñado de la condesa;<br />

Tavira; Juan Antonio de Rodrigálvarez, arcediano de Cuenca, provisor y vicario general<br />

de su diócesis; y Joaquín de Ibarra y Antonio Posada, canónigos de San Isidro 61 . También<br />

fueron señalados otros eclesiásticos como Victoriano López Gonzalo, obispo de Murcia;<br />

Antonio de la Cuesta, arcediano de Ávila; y Jerónimo de la Cuesta, canónigo penitenciario<br />

de Ávila 62 .<br />

Aleix Romero, “Caída y persecución del ministro Urquijo y de los jansenistas ...”<br />

Esa misma Inquisición, cuyo exceso de celo trató de refrenar Urquijo durante su<br />

ministerio, tuvo en este caso una reacción que Menéndez Pelayo calificó de “aparente”<br />

por la benevolencia de los castigos recibidos 63 . Era previsible pues el mismo inquisidor<br />

56 Dufour, Gérard, “Godoy y la Iglesia”, Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 3 (2004),<br />

pp 125-134.<br />

57 Sciuti Russi, Vittorio, Inquisizione espagnola e riformismo borbonico fra sette e ottocento. Il dibatitto<br />

europeo sulla soppressione del “terrible monstre”, Firenze, Leo S. Alschki, 2009, pp. 248-259.<br />

58 Demerson, Paula de, María Francisca de Sales Portocarrero: una figura de la Ilustración, Madrid,<br />

Editora Nacional, 1975, pp. 261-284.<br />

59 Saugnieux, Joël, Un prélat éclairé..., op. cit., pp. 207-211.<br />

60 García de León y Pizarro, José, Memorias, op. cit., p. 95.<br />

61 Llorente, Juan Antonio, Historia crítica..., op. cit., p. 206.<br />

62 Ibídem, pp. 118-119.<br />

63 Menéndez Pelayo, Marcelino, Historia de los heterodoxos..., op. cit., p. 654.


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general, Ramón de Arce, había manifestado su apoyo al decreto de 5 septiembre 64 . Para<br />

Palafox –muerto en 1802–, Rodrigálvarez, Posada e Ibarra las acusaciones no pasaron a<br />

mayores, y eso que Rodrigálvarez y Posada atacaron a sus delatores en una memoria. Los<br />

hermanos Cuesta en cambio lo tuvieron más difícil, quedando Jerónimo encarcelado y<br />

debiendo huir Antonio a Francia, aunque al final fueran declarados inocentes 65 . A Tavira<br />

tampoco le ocurrió nada 66 . El marido de la condesa, Lugo, no fue molestado a pesar de<br />

tener un papel central tanto en el cenáculo madrileño como en los Estudios Reales. Para<br />

la condesa el proceso quedó “en germen” 67 .<br />

A Espiga se le mandó a Lleida como arcediano de la iglesia de Benasque 68 . Por sus<br />

empleos y condición tuvo una relación más estrecha con Urquijo y, al igual que otros<br />

personajes relacionados con el antiguo secretario de Estado, se vio confinado a la caída<br />

de aquel. Esta persecución de carácter netamente político afectó a todos los ramos de la<br />

administración, pero fue especialmente dura en la Secretaría de Estado, realizándose una<br />

purga en sus covachuelas porque se había impuesto de la idea de que “estaba compuesta<br />

o de ignorantes o de intrigantes partidarios de Urquijo”. García de León y Pizarro cuenta<br />

que por esta razón los oficiales Castro y Santibáñez fueron desplazados y destinados a<br />

legaciones extranjeras 69 .<br />

Dos fueron los casos más llamativos de la persecución política, los de Jovellanos<br />

y Urquijo, que no solo destacan por sus posiciones políticas sino por el cruel castigo<br />

que recibieron. En 1801 María Luisa escribió al príncipe de la Paz que quienes más<br />

habían destruido la Monarquía eran los “pícaros” de Jovellanos y Saavedra y el “intruso<br />

o ente” de Urquijo 70 . Estas palabras fueron una premonición. Aunque retirado en Gijón,<br />

Jovellanos se mantenía atento a la situación política; cuando recibió en Gijón la noticia<br />

de la autorización de la Auctorem fidei, la acogió con hostilidad, como lo refleja una<br />

anotación de su diario del 19 de enero de 1801: “Decreto para admitir la Auctorem fidei,<br />

orden para su observancia. Azotes al partido llamado jansenista. ¡Ah! Quién se los da,<br />

Dios mío. Pero ya sabrá vengarse”. El 13 de marzo de ese mismo año sería apresado y<br />

conducido a Mallorca, donde permanecería encarcelado hasta 1808 71 .<br />

Es bien conocido que Godoy y Jovellanos nunca tuvieron buenas relaciones, pese<br />

a que el primero recordara en sus Memorias los esfuerzos que realizó para que abriese<br />

en Gijón el Instituto de Náutica y Mineralogía, en el que tanto empeño había puesto<br />

el ilustrado asturiano, o su mediación para que fuese nombrado secretario de Gracia y<br />

64 Dufour, Gérard, “Don Ramón de Arce, Arzobispo de Zaragoza, Patriarca de las Indias e Inquisidor<br />

General”, Tres figuras del clero afrancesado, Aix-en-Provence, Université de Provence, 1987, pp. 147-193.<br />

65 Demerson, Paula de, María Francisca de Sales… op. cit., pp. 299-300.<br />

66 Saugnieux, Joël, Un prelat éclairé..., op. cit., p. 238.<br />

67 Demerson, Paula de, María Francisca de Sales… op. cit., p. 300.<br />

68 Villanueva, Joaquín Lorenzo, Vida literaria, Londres, Dulau & cía., tomo I 1825, p. 63.<br />

69 García de León y Pizarro José, Memorias, op. cit., pp. 97-100.<br />

70 María Luisa a Godoy. 11 de febrero de 1802. Cit. en Sierra Nava, Luis, La caída del primer... op. cit., p.<br />

23.<br />

71 Caso Fernández, José Miguel, “Notas sobre la prisión de Jovellanos en 1801”, Archivum: Revista de la<br />

Facultad de Filología, 12 (1962), pp. 217-237.<br />

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89<br />

Aleix Romero, “Caída y persecución del ministro Urquijo y de los jansenistas ...”<br />

Justicia, en sustitución de Eugenio Llaguno 72 . En sus Diarios Jovellanos reprodujo un<br />

famosísimo episodio que desvela hasta qué extremo se repelían. El asturiano, recién<br />

nombrado ministro, acudió a una comida invitado por el príncipe de la Paz, que se presentó<br />

a la mesa con su mujer a un lado y al otro la amante, Pepita Tudó. El puritano Jovellanos<br />

sintió tal estupor que, como escribió, huyó de allí. A la tarde tuvo una acalorada discusión<br />

con su amigo el conde de Cabarrús sobre la repugnancia moral sufrida. Quizás se tocó<br />

también la posible salida de Godoy, aunque quedaría todo en cábalas pues en su diario<br />

escribió: “no hay remedio, el sacrificio es forzoso” 73 .<br />

A partir de aquel entonces Jovellanos participó en las intrigas que se desataron<br />

contra el príncipe de la Paz. García de León y Pizarro le recuerda debatiendo con la reina<br />

María Luisa dónde lo enviarían desterrado mientras el rey esperaba la ocasión de firmar<br />

el decreto de exoneración 74 . En París, un locuaz Cabarrús dijo que la caída de Godoy<br />

fue obra suya, de Jovellanos y de Saavedra, y que trabajaban desde hacía varios meses<br />

para derribarle 75 . Al príncipe de la Paz no le faltaban entonces motivos para actuar contra<br />

Jovellanos, pero lo mismo parecía ocurrirles a los reyes, si nos atenemos a las palabras<br />

de María Luisa ya citadas. Según Godoy el responsable del proceso contra el asturiano<br />

fue José Antonio Caballero, que presentó a Carlos IV una multitud de documentos<br />

“verdaderos o apócrifos” –nos parece oír aquí el eco de los elogios de la traducción de El<br />

contrato social– que señalaban a Jovellanos como jefe de una secta enemiga de la Iglesia<br />

y de la Monarquía 76 . Cuesta creer en la idea de un secretario de Gracia y Justicia actuando<br />

por cuenta propia, en la ignorancia o el engaño de los reyes, sobre todo después de las<br />

referencias a los “papelotes” de Caballero que Godoy consigna en las cartas.<br />

El caso de Urquijo refleja mejor que el anterior el grado de persecución política al<br />

conservarse más testimonios. El 13 de diciembre de 1800 José Antonio Caballero expidió<br />

el decreto por el que Pedro Cevallos, primo político del príncipe de la Paz, era nombrado<br />

sucesor de Saavedra al frente de la Secretaría de Estado. Urquijo ni siquiera es mencionado<br />

en ese papel. A las once y media de la noche de ese día 13 un alcalde de casa y corte se<br />

presentaba en casa de Urquijo con dos decretos, el del nombramiento de Cevallos y otro<br />

firmado por este que le prescribía salir por la mañana temprano de la corte, prohibiéndole<br />

ver a los reyes y prescribiéndole que entregara las llaves de la Secretaría por medio de una<br />

persona de confianza. La correspondencia personal que guardaba –cartas de príncipes y<br />

personajes relevantes de Europa, así como del príncipe de la Paz– iba a ser retenida por<br />

Cevallos. Urquijo hubo de esperar en Las Rozas a conocer qué destino se le deparaba,<br />

72 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., pp. 499 y 798.<br />

73 Seco Serrano, Carlos, “Godoy y Jovellanos”, Archivum: Revista de la Facultad de Filología, 12 (1962),<br />

p. 259.<br />

74 “Jovellanos era de opinión que al salir [Godoy] se le llevara de un tirón a la Alhambra de Granada,<br />

conociendo los peligros que presentaba el débil conocido de la reina”. García de León y Pizarro, José,<br />

Memorias, op. cit., p. 69<br />

75 Corona Baratech, Carlos, Revolución y reacción en el reinado de Carlos IV, Madrid, Rialp, 1957, pp.<br />

322-323.<br />

76 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., pp. 499 y 798.


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comunicándosele allí que sería confinado en Bilbao 77 .<br />

Al confinamiento le siguió el proceso político. El 17 de marzo de 1801 –cuatro<br />

días después de que Jovellanos fuera arrestado– un alcalde de casa y corte fue a Bilbao<br />

a prenderlo y llevarlo prisionero a la cárcel de la ciudadela militar de Pamplona. Se<br />

sospechaba que mediante un criado suyo mantenía correspondencia con embajadores<br />

extranjeros 78 . Durante un año Urquijo se mantuvo en régimen de aislamiento, “en los<br />

mismos terminos en que estubo el Conde de Floridablanca”, como literalmente dicen los<br />

oficios 79 . La expresión, que nos remite forzosamente al proceso que sufrió aquel, inserta<br />

la desgracia de Urquijo en el contexto político característico del reinado de Carlos IV; por<br />

cierto que si bien resulta un régimen duro, al menos se desechó la propuesta que lanzó la<br />

reina en una carta al príncipe de la Paz para enviar a Urquijo en buque neutral a Cavite y<br />

encerrarlo allí 80 .<br />

De los interrogatorios a los que fue sometido Urquijo no han sobrevivido documentos.<br />

Cuando posteriormente este trató de recopilarlos junto con otros papeles relativos a su<br />

desgracia, y no los encontró, consignó: “los malvados Godoy y Cevallos han ocultado<br />

los de las ridiculas preguntas qe. me hicieron y mis resptas. qe. les confundieron” 81 . En<br />

1802, con motivo del matrimonio entre el príncipe de Asturias y la infanta María Antonia<br />

de Nápoles, se le conmutó la prisión por el confinamiento en Bilbao 82 . Pero esa medida<br />

de gracia no supuso que Urquijo perdiera su consideración de enemigo potencial para la<br />

corte española. Cuando dos años más tarde estallara un motín en el Señorío de Vizcaya,<br />

conocido como la Zamacolada, Urquijo ejerció un papel de pacificador para evitar que el<br />

levantamiento deviniera en conflicto armado; una vez finalizado el incidente, junto con su<br />

padre y su buen amigo el almirante José de Mazarredo, fue desterrado del Señorío, pese<br />

a demostrarse que su conducta “no habia sido criminosa” 83 .<br />

5. Conclusión<br />

La caída y persecución de los jansenistas españoles fue el producto de una intriga<br />

cortesana urdida con el objeto de precipitar la caída de Urquijo; coincidimos aquí con<br />

Claude Morange cuando apunta que se trató de un problema de índole política, no<br />

religiosa 84 . Cuando Godoy relata en sus Memorias los trabajos que le costó aplacar<br />

77 Urquijo, Mariano Luis, Apuntes… op. cit, pp. 87-89.<br />

78 Ibídem, pp. 90-94.<br />

79 Marqués de las Amarillas a Cevallos. Pamplona, 23 de marzo de 1801. AHN, Estado, leg. 3440, expediente<br />

nº 18.<br />

80 María Luisa a Godoy. San Ildefonso, 17 de agosto de 1801. AGP, Papeles reservados de Fernando VII,<br />

t. 94.<br />

81 BN, mss. 7744, f. 72.<br />

82 Cevallos a Caballero. Minuta. Barcelona, 5 de octubre de 1802. AHN, Estado, leg. 3440, expediente nº<br />

18.<br />

83 Véase Romero Peña, Aleix, “Mariano Luis de Urquijo: testigo y protagonista involuntario del motín de la<br />

‘Zamacolada’ (1804)”, en Brocar. Revista de investigación histórica, 33 (2009), pp. 115-147.<br />

84 Morange, Claude, Paleobiografía (1779-1817) del “Pobrecito holgazán”. Sebastián de Miñano y Bedoya,<br />

Salamanca, Ediciones Universidad, 2002, p. 116.<br />

90


91<br />

el rigor de Caballero contra los obispos, a quienes el secretario de Gracia y Justicia<br />

quería enviar a Roma para que fuesen allí juzgados, la condesa de Montijo, Meléndez<br />

Valdés o Llorente 85 , consideramos que demuestran que la cuestión del jansenismo no le<br />

preocupaba sinceramente. El hincapié que se ha hecho en este como fenómeno religioso<br />

ha ensombrecido en parte la persecución política que se desató contra los partidarios de<br />

Urquijo. El decreto de 1799 fue la excusa para la represión, y la bula Auctorem fidei su<br />

instrumento.<br />

Aleix Romero, “Caída y persecución del ministro Urquijo y de los jansenistas ...”<br />

La responsabilidad última de la persecución contra los jansenistas recae en los<br />

reyes y Godoy. Un gran conocedor de las intrigas palaciegas en aquella época, como es<br />

A. Calvo Maturana, señala que eran María Luisa y Godoy quienes gestionaban y daban la<br />

cara en asuntos que habían sido previamente decididos por los tres 86 . Las cartas recogidas<br />

por Pereyra e incluso el testimonio más vago e impreciso de las Memorias así lo ratifican,<br />

quedando además acreditada la inquina que la reina y el príncipe de la Paz sentían por<br />

Urquijo y quienes le eran más íntimos en la corte, que no eran necesariamente quienes<br />

fueron acusados de jansenistas o mantenían posturas reformistas. Una vez neutralizado<br />

Urquijo y sus cercanos, el furor contra los jansenistas perdió fuelle, pero la vigilancia<br />

siguió latente. La condesa de Montijo recomendaba en 1802 a Meléndez Valdés que se<br />

recluyera, pues “las recaídas en lo político, como en lo físico y en lo moral, son mortales” 87 ;<br />

tres años más tarde sería desterrada en Logroño.<br />

85 Godoy, Manuel, Memorias, op. cit., pp. 799-800.<br />

86 Calvo Maturana, Antonio, “Floridablanca, Aranda, Godoy...” op. cit., pp. 143-144.<br />

87 Demerson, Paula de, María Francisca de Sales… op. cit., p. 116.


Objetivos y limitaciones de la política exterior española en<br />

Marruecos: la batalla de Tetuán (1859-1860)<br />

ROCÍO VELASCO DE CASTRO<br />

Universidad de Extremadura<br />

Fecha de recepción: 2 de febrero de 2012<br />

Fecha de aceptación: 3 de julio de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

Resumen: Al cumplirse el centenario de la implantación del Protectorado hispano-francés<br />

en Marruecos nos planteamos profundizar en los términos y condiciones bajo los cuales<br />

se produjo la participación española en el reparto colonial del norte de África. Con esta<br />

finalidad pretendemos abordar la política ejercida durante el período pre-colonial para<br />

encontrar en ella no sólo las causas de la débil posición española frente a las grandes<br />

potencias europeas del momento, sino también las líneas de actuación con respecto a<br />

Marruecos, ya que estas últimas volverán a repetirse, con mayor o menor acierto, durante<br />

el ejercicio del régimen de protección. De manera colateral, este artículo persigue también<br />

subrayar la importancia del aprendizaje y conocimiento de una historia común que no ha<br />

de aislarse de su contexto y continuidad natural.<br />

Palabras clave: Marruecos pre-colonial, batalla de Tetuán, relaciones hispano-marroquíes,<br />

reparto colonial, Protectorado hispano-francés.<br />

Abstract: Due to the anniversary of the implantation of French-Spanish protectorate in<br />

Morocco, we consider deepening into the terms and conditions under which there took<br />

place the Spanish participation about the colonial distribution in North Africa. With this<br />

purpose we try to approach the politics practiced during the pre-colonial period to find in<br />

it not only the reasons of Spanish weak position opposite to the great European powers<br />

of the moment, but also to find the lines of action regarding to Morocco. These lines will<br />

be repeated more or less successfully during the protectorate regime. In a collateral way,<br />

this article also pursues to underline the importance of learning and knowing a common<br />

history that should not be isolated from its context and its natural continuity.<br />

Keywords: Pre-Colonial Morocco, Battle of Tetuan, Spanish-Moroccan relations,<br />

colonial apportionment, Franco-Spanish protectorate.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

1. La encrucijada española: África, panacea de todos los males<br />

Desde 1805, año en el que la marina española fue aniquilada en Trafalgar, hasta 1815<br />

en que se celebró el Congreso de Viena, España pasó de ser una de las tres potencias más<br />

importantes en la esfera internacional, junto con Francia y Gran Bretaña, a convertirse en<br />

una potencia de segundo orden y meramente nominal 1 .<br />

Nuestro país estaba arruinado por la guerra, carecía de ejército y de territorios en<br />

ultramar (pues lo poco que quedaba de él se perdería ocho años más tarde), y su situación<br />

empeoraba paulatinamente fruto de la sucesión de unos gobernantes poco cualificados y<br />

carentes de la visión política suficiente para desplegar, dentro de las limitaciones internas<br />

y externas, una política que salvaguardara los intereses españoles en Marruecos. Así pues,<br />

éramos un país sin recursos y aislado en el concierto internacional en un momento en el<br />

que, precisamente, se aspiraba a la expansión colonial como medio de fortalecer o de<br />

hacerse con una posición de fuerza en Europa.<br />

La búsqueda de nuevas fuentes de ingresos, de otros mercados y de enclaves<br />

geoestratégicos que defendieran los intereses comerciales establecidos, además de<br />

actuar como elemento disuasorio o decisorio –según el caso– ante posibles conflictos,<br />

impulsaban la expansión colonial al continente africano.<br />

Francia ya había hecho gala de sus intenciones, pues la ocupación de Argel, en<br />

1830, solo había sido el primer paso de un ambicioso proyecto expansionista que incluía<br />

Túnez y Marruecos. Resurgía entonces en España la tradición secular de crear un área<br />

de influencia o hinterland en torno a Ceuta y Melilla con el objetivo de salvaguardar los<br />

intereses comerciales, pero también, y muy especialmente, la seguridad nacional ante el<br />

creciente dominio francés de las costas norteafricanas, cuestión que algunos autores han<br />

considerado como factor fundamental del cambio experimentado 2 .<br />

En realidad, tendríamos que hablar de la conjunción de una serie de factores,<br />

internos y externos, para explicar el viraje experimentado, y en el que las aspiraciones<br />

sobre Marruecos pretendían ser empleadas por parte de la clase política del momento<br />

como cortina de humo que desviara la atención de los males nacionales.<br />

Se trató de una postura a todas luces errónea, pues inauguró una tradición política<br />

que continuó hasta el final del franquismo: la concepción de Marruecos como un medio,<br />

1 Para más información sobre la proyección exterior española y su papel en el campo de las relaciones<br />

internacionales durante los siglos XIX y XX, véase el detallado análisis de Morales Lezcano, Víctor,<br />

España, de pequeña potencia a potencia media. Un ensayo sobre el dilema de su proyección exterior,<br />

Madrid, UNED, 1991, pp. 27-49.<br />

2 Opinión sustentada, entre otros, por Salas Larrazábal, Ramón, El Protectorado de España en Marruecos,<br />

Madrid, Mapfre, 1992, p. 321.<br />

94


95<br />

no como un fin en sí mismo y, en consecuencia, la adopción de una línea de actuación<br />

fluctuante –y en no pocos casos contradictoria–, en función de los intereses coyunturales<br />

del gobierno de turno.<br />

Rocío Velasco, “Objetivos y limitaciones de la política exterior española...”<br />

La ausencia de una política colonial resultó tan perjudicial para los intereses españoles<br />

en Marruecos como para el devenir político de la propia metrópoli. La segunda mitad del<br />

siglo XIX se presentaba como un tiempo de honda crisis de la sociedad española, aún no<br />

recuperada de los efectos de la invasión napoleónica, la caída del Antiguo Régimen, la<br />

decadencia de la dinastía reinante, la intromisión del Ejército en los asuntos políticos y la<br />

ya anunciada debacle en Hispanoamérica, que culminaría con el desastre del 98. A este<br />

desolador panorama contribuyeron el aumento de la corrupción política, una economía<br />

nacional fuertemente resentida por la situación y los problemas de subsistencia que<br />

comenzaban a sufrir los ciudadanos.<br />

En suma, todo un cúmulo de circunstancias adversas ante las cuales, y en un viejo<br />

ejercicio de cinismo político, nuestros representantes optaron<br />

“por la senda del aventurismo y de las acciones de falso prestigio que apartaran la<br />

vista de los españoles de aquellos malestares que les aquejaban realmente. El África<br />

cercana, tan ligada a la historia de España desde hacía mil años, ofrecía una gran<br />

ocasión para ese género de política irresponsable” 3 .<br />

Es entonces cuando se insta a retornar “a lo africano” 4 , pues era allí donde se<br />

encontraba el porvenir de España 5 . Pero, como afirmaba García Figueras, “la España<br />

oficial estaba totalmente desentendida de Marruecos” 6 , lo que denotaba que su actuación<br />

no respondía a un proyecto político elaborado en torno a los intereses españoles en<br />

Marruecos, sino a la necesidad de salir de la encrucijada en la que se encontraba el país, y<br />

ante la que la clase política había dado sobradas muestras de su incapacidad. El capítulo<br />

que se reabría ahora, con Marruecos como protagonista, ofrecería numerosos ejemplos, a<br />

cual más execrable, de que la actuación no mejoraría.<br />

La solución marroquí no contaba, por tanto, con seguidores significativos ni entre la<br />

opinión pública general, ni entre determinados sectores de la sociedad, como el industrial<br />

o el Ejército, por ejemplo.<br />

Para subsanar este contratiempo, se procedió a la concienciación social de la<br />

empresa colonial en términos comerciales a través de las sociedades geográficas 7 , desde<br />

3 De la Serna, Alfonso, Al sur de Tarifa. Marruecos-España: un malentendido histórico, Madrid, Marcial<br />

Pons, 2001, pp. 174-175.<br />

4 García Figueras, Tomás, “La puesta en valor del continente africano (España ante el problema)”, en García<br />

Figueras, Tomás, Labor de España en África, Barcelona, Bosch, 1946, p. 19.<br />

5 García Figueras, Tomás, La acción africana de España en torno al 98. De la crisis de la política africana,<br />

1898, al Protectorado de Marruecos, 1912, Madrid, Instituto de Estudios Africanos, vol. 1 1966, p. 101.<br />

6 García Figueras, Tomás, Marruecos (La acción de España en el Norte de África), Barcelona, Ediciones<br />

Fe, 1944, p. 75.<br />

7 Sobre las sociedades geográficas y su papel en el ideario africanista y en el proyecto político y económico<br />

del colonialismo, véanse tres autores fundamentales. El primero, con cinco estudios en los que analiza


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

donde también se formó y desarrolló una proyección militar y política hacia Marruecos,<br />

que era presentado como el escenario idóneo para ejercer la acción colonizadora y definir<br />

sus pretensiones y su potencial en los tres ámbitos citados.<br />

En consecuencia, mientras que desde el siglo XVIII y hasta principios del siglo XIX<br />

la posición española había estado básicamente condicionada por la voluntad de preservar<br />

las posiciones útiles para los intereses comerciales, los acontecimientos que tanto a nivel<br />

nacional como internacional se fueron sucediendo, desencadenaron un cambio en las<br />

motivaciones y aspiraciones españolas con respecto a su política exterior y al papel que<br />

pretendía desempeñar en el reparto colonial europeo 8 .<br />

África pasaría a ser percibida como el lugar donde el espejismo de una colonización<br />

de nuevo tipo podía concretarse y hacer olvidar el drama noventayochista; donde se<br />

resarciría al maltrecho Ejército de una gloria perdida; se abrirían nuevas oportunidades<br />

al comercio; se cumplirían los designios expansionistas planteados en el testamento de<br />

Isabel la Católica; el país se unificaría en torno a una empresa exterior con la que se<br />

contribuiría a paliar, o al menos minimizar, los efectos de una convulsa y caótica realidad<br />

política del momento, etc.<br />

Los responsables políticos españoles se vieron en la tesitura de romper su aislamiento<br />

mediante su adhesión al reparto colonial, aún siendo conscientes de la subordinación a<br />

la que estarían sometidos en función de las directrices adoptadas por Francia y Gran<br />

Bretaña.<br />

la dimensión cultural, política y económica de estas sociedades es Morales Lezcano, Víctor, España y el<br />

Norte de África: El Protectorado en Marruecos (1912-1956), Madrid, UNED, 1986, pp. 63-106; Ídem,<br />

Africanismo y orientalismo español en el siglo XIX, Madrid, UNED, 1988; Ídem, “El africanismo español<br />

del ochocientos (semblanza histórica y balance profesional)”, en Actas del Congreso Internacional El<br />

Estrecho de Gibraltar, Ceuta, vol. 3 1988, pp. 287-308; Ídem, “El Norte de África, estrella del orientalismo<br />

español”, en Awrāq, 11 (1990), pp. 17-34; Ídem, El colonialismo hispano-francés en Marruecos (1898-<br />

1927), Universidad de Granada, Centro de investigaciones Ángel Ganivet, 2002, pp. 35-90. El segundo<br />

autor nos ofrece tres estudios centrados en cuestiones geográficas y económicas: Villanova, José Luis,<br />

“Las sociedades geográficas y otras asociaciones en la acción colonial española en Marruecos”, en Nogué,<br />

Joan y José Luis Villanova (eds.), España en Marruecos. Discursos geográficos e intervención territorial,<br />

Lleida, Milenio, 1999, pp. 183-224; Ídem, “Las sociedades geográficas españolas como impulsoras del<br />

colonialismo español en Marruecos”, en Transfretana: Revista del Instituto de Estudios Ceutíes, 5 (1999),<br />

pp. 133-148; Ídem, “La Sociedad Geográfica de Madrid y el colonialismo español en Marruecos (1876-<br />

1956)”, en Documents d’Anàlisi Geogràfica, 34 (1999), pp. 161-187. Un interesante análisis de las distintas<br />

tendencias ideológicas de la corriente africanista en su dimensión política, cultural y militar es el que realiza<br />

Gil Grimau, Rodolfo, “Corrientes ideológicas internas en el africanismo español”, en Ripoll, Eduardo (ed.),<br />

Actas del Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, Ceuta, UNED, vol. 3 1987, pp. 277-285.<br />

8 Sobre el proceso seguido en el cambio de directrices de la política exterior, véanse cinco estudios que<br />

consideramos fundamentales y que citamos por orden cronológico, pues ofrecen una revisión de los<br />

planteamientos tratados con anterioridad: Jover Zamora, José María, “Caracteres de la política exterior<br />

de España en el siglo XIX”, en Jover Zamora, José María, España en la política internacional (siglos<br />

XVIII-XX), Madrid, Marcial Pons, 1999, pp.111-172; Niño, Antonio, “Política de alianzas y compromisos<br />

coloniales para la regeneración internacional de España, 1898-1914”, en Tusell, Javier et. al. (eds.), La<br />

política exterior de España en el siglo XX, Madrid, UNED-Biblioteca Nueva, 2000, pp. 31-94; Ramiro de<br />

la Mata, Javier, Origen y dinámica del colonialismo español en Marruecos, Ciudad Autónoma de Ceuta,<br />

Archivo Central, 2001, pp. 18-89; Morales Lezcano, Víctor, El colonialismo hispano-francés... op. cit., pp.<br />

35-136; y Ponce Marrero, Javier, “La política exterior española de 1907 a 1920: entre el regeneracionismo<br />

de intenciones y la neutralidad condicionada”, en Historia Contemporánea, 34 (2007), pp. 93-115.<br />

96


97<br />

Así, desde 1859 en adelante, las tentativas de expansión hacia Marruecos (sin<br />

olvidar el golfo de Guinea) se encarrilaron por los derroteros clásicos del colonialismo<br />

europeo del siglo XIX: “afirmación de la supremacía militar y de las áreas de influencia<br />

y proyección de un espacio apto para la inversión de capitales y para el trato preferente al<br />

comercio nacional” 9 .<br />

2. La batalla de Tetuán o guerra de África (1859-1860)<br />

La batalla de Tetuán, elevada en la historiografía española –que no en la marroquí–<br />

a la categoría de guerra, constituyó el punto de partida de la nueva actitud española con<br />

respecto a Marruecos.<br />

De esta forma, el vecino ribereño se convirtió en panacea y remedio de todos los<br />

males, pues se presumía como solución a los problemas internos del país y al desastre que<br />

supuso la pérdida de buena parte de las colonias americanas.<br />

Esta opción, ampliamente cultivada y reflejada en la mayor parte de los textos de<br />

la época, tuvo en Pedro Antonio de Alarcón y en Benito Pérez Galdós, dos de sus más<br />

fieles exponentes 10 . El primero afirmaba que “La guerra de África, en principio, es una<br />

gran cuestión nacional para España, porque reúne en un interés común a sus mal avenidos<br />

hijos” 11 .<br />

En esta misma línea, Galdós, profundizaba en las motivaciones que habían llevado<br />

a que Marruecos se hubiera convertido en una prioridad para el erosionado régimen<br />

isabelino. Al constituir un elemento unificador en torno al honor nacional perdido por el<br />

desastre americano y las desavenencias internas, se erigía en el mejor medio para conseguir<br />

desviar la atención de los problemas que aquejaban al país. En consecuencia, aunque la<br />

empresa fue presentada como un deber patriótico, las auténticas razones afloraban en la<br />

mente de cualquier español que no se dejara llevar por las arengas oficiales:<br />

“También en el viejo Ansúrez hervía la efusión patriótica; mas no eran sus<br />

demostraciones tan infantiles como las del Halconero. Su espíritu reflexivo, dotado<br />

de tanta claridad y agudeza que fácilmente penetraba en la entraña de todas las cosas,<br />

ponía en el examen de la anunciada guerra el sentido más puro de la realidad […]<br />

Debemos alabar al señor de O´Donnell por la idea de llevar nuestros soldados al<br />

África; que así echamos la vista y el rostro fuera de este patio de Tócame Roque en<br />

que vivimos” 12 .<br />

9 Martín Corrales, Eloy (ed.), Marruecos y el colonialismo español (1859-1912). De la guerra de África a<br />

la “penetración pacífica”, Barcelona, Bellaterra, 2002, p. 9.<br />

10 Véase al respecto la panorámica que traza González Alcantud, José Antonio (ed.), Pedro Antonio de<br />

Alarcón y la Guerra de África. Del entusiasmo romántico a la compulsión colonial, Barcelona, Antrophos,<br />

Editorial del Hombre, 2004.<br />

11 Alarcón, Pedro Antonio de, Diario de un testigo de la guerra de África, Madrid, Gaspar y Roig Editores,<br />

1859, p. iii.<br />

12 Pérez Galdós, Benito, Aita Tettauen, en Episodios nacionales, vol. 5-6, Madrid, Editor Sucesores de<br />

Hernando, 1920, p. 15.<br />

Rocío Velasco, “Objetivos y limitaciones de la política exterior española...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

Ahora bien, el hecho de que un país políticamente dividido y económicamente<br />

empobrecido se aventurara a emprender esta maniobra propagandística presentada<br />

como campaña militar, no obedecía únicamente a factores endógenos. En este sentido,<br />

afirmaciones del tipo “fuimos a la guerra de África por motivos de política interna, ajenos<br />

completamente a las necesidades reales de nuestra acción africana” 13 , no responden a la<br />

complejidad del momento. Como bien afirma Martín Corrales, la lectura de este conflicto<br />

no ha de hacerse exclusivamente en clave de política interior, sino también dentro del<br />

contexto internacional de la época 14 .<br />

En dicho concierto, España había perdido importancia como potencia colonial al<br />

tiempo que Francia y Gran Bretaña desplegaban un amplio abanico de objetivos dentro de<br />

sus aspiraciones coloniales. De forma que, la actuación española estaba en buena medida<br />

motivada por la necesidad de seguir la estela de estas dos grandes potencias.<br />

En este marco hemos de situar la respuesta española a la ocupación francesa de Argel,<br />

en 1830; la ocupación de las islas Chafarinas, en 1848; y la gestación y magnificación<br />

de la citada batalla de Tetuán, cuyas consecuencias incluirían la firma de dos acuerdos<br />

comerciales, en 1861 y 1863 15 . Sendas acciones han de contemplarse como dos de los<br />

primeros pasos que daba España con la intención de hacerse un hueco en el reparto de<br />

influencias y territorios en el continente africano.<br />

Así pues, tanto a nivel interno como internacional, la guerra de Tetuán se presentó<br />

como un episodio favorable en cuanto a las consecuencias que podían derivarse de él para<br />

España.<br />

Desde el punto de vista militar, la guerra de 1859-1860 constituyó la primera<br />

tentativa exitosa que no obedecía a una anexión territorial sino a recomponer, entre<br />

otras muchas fracturas existentes, el quebrantado prestigio militar tras el fracaso de las<br />

empresas atlánticas. De hecho, la carrera de ascensos, méritos y hazañas de los sucesivos<br />

militares africanistas comenzó precisamente en esta guerra y se prolongó hasta mediados<br />

del siglo XX.<br />

En cuanto a la cuestión ideológica, estrechamente vinculada al elemento económico<br />

a través de la corriente africanista, la guerra de Tetuán y sus preparativos levantaron una<br />

gran expectación en España en torno al mundo árabe, hasta el punto de que el orientalismo<br />

de la literatura y pintura de la época, adquirió unos notables tintes africanos 16 . De esta<br />

13 García Figueras, Tomás, Marruecos… op. cit., p. 75.<br />

14 Martín Corrales, Eloy, “El Protectorado español en Marruecos (1912-1956). Una perspectiva histórica”,<br />

en Nogué, Joan y José Luis Villanova (eds.), España en Marruecos... op. cit., p. 146.<br />

15 Las cláusulas del tratado de 20 de noviembre de 1861 pueden consultarse en Repollés de Zallás, José y<br />

Arturo García Agud (dirs.), Historia de las campañas de Marruecos, Madrid, Servicio Histórico Militar,<br />

1981, vol. 1, pp. 324-325 y apéndice XLI. Los términos del acuerdo del 20 de agosto de 1863 se incluyen<br />

en López Oliván, Julio, Legislación vigente en la Zona de Protectorado español en Marruecos, Madrid,<br />

Artes Gráficas Marinas, vol. 1 1931, pp. 108-114.<br />

16 González Alcantud, José Antonio, Lo moro: las lógicas de la derrota y la formación del estereotipo<br />

islámico, Barcelona, Antrophos, Editorial del Hombre, 2002, p. 121, señala la importancia de esta época<br />

en la formación del estereotipo islámico en España y la relevancia de esta guerra y de las dos décadas que<br />

la precedieron en el análisis de la confluencia del orientalismo y el costumbrismo, que tiene en Estébanez<br />

98


99<br />

forma, la situación en el Norte de África fue contemplada y manejada desde una óptica<br />

muy particular en la que, al exotismo de lo orientalista y a la justificación del colonialismo,<br />

se unía una recuperación, interesada y parcial, de nuestra historia con relación al sur 17 .<br />

En dicho proceso de recuperación histórica, en el que los arabistas desempeñaron<br />

un importante papel aun no comulgando con los presupuestos colonialistas 18 , el legado<br />

del testamento de Isabel la Católica, en el que se instaba a sus sucesores a continuar<br />

con el espíritu de cruzada en la conquista de África, constituía una misión de obligado<br />

cumplimiento 19 . Se trataba de una cuestión moral y de un compromiso adquirido a través<br />

de la historia, pues es nuestro deber emprender la misión civilizadora del moro: “(…)<br />

Podemos aspirar a que la conquista o el influjo pacífico de nuestra cultura deparen a<br />

nuestros hijos o a nuestros nietos la completa realización de la obra civilizadora que ellos<br />

solos deben cumplir” 20 .<br />

Rocío Velasco, “Objetivos y limitaciones de la política exterior española...”<br />

La conjunción de un legado medieval inacabado, de un espíritu de cruzada<br />

exacerbado 21 y del principio civilizador generó la concepción de que durante siglos<br />

habíamos adquirido unos “derechos innegables en Marruecos” 22 , otro de los argumentos<br />

coloniales más explotados tanto a nivel interno como externo 23 .<br />

A esta visión también contribuyeron el enaltecimiento del patriotismo y<br />

consideraciones de tipo providencialista, como la de Cánovas del Castillo:<br />

“Hay una ley histórica que hemos venido observando a través de los siglos en el<br />

Mogreb al-Aksa, la cual dice claro que el pueblo conquistador que llegue a dominar<br />

en una de las orillas del estrecho de Gibraltar, antes de mucho tiempo dominará en la<br />

Calderón uno de sus máximos representantes con un drama orientalista titulado Morayma (1829).<br />

17 Gil Grimau, Rodolfo, “Evolución del pensamiento africanista español ante la descolonización del Magrib,<br />

durante el período 1945-1975”, en Gil Grimau, Rodolfo, La frontera al Sur de al-Andalus. Estudios sobre<br />

la Península Ibérica y sus relaciones históricas con Marruecos, Tánger, Asociación Tetuán Asmir, 2002,<br />

p. 38.<br />

18 Véase en Marín, Manuela, “Los arabistas españoles y Marruecos: de Lafuente Alcántara a Millás<br />

Vallicrosa”, en Nogué, Joan y José Luis Villanova (eds.), España en Marruecos… op. cit., pp. 73-97,<br />

la contribución del arabismo a la ideología e intereses coloniales de España en Marruecos a través de la<br />

trayectoria de Codera o Ribera, continuada a partir de la guerra civil por Ruiz Orsatti, Asín Palacios, García<br />

Figueras, Gil Benumeya o Millás Vallicrosa.<br />

19 Véase la cita completa de la famosa cláusula en Maura Gamazo, Antonio, La cuestión de Marruecos<br />

desde el punto de vista español, Madrid, M. Romero impresor, 1905, p. 1; e Ibn Azzuz Hakim, Mohamed,<br />

El testamento de Isabel la Católica y sus nefastas consecuencias en las relaciones hispano-marroquíes, en<br />

Salhi, Mohammed (ed.), Huellas comunes y miradas cruzadas: mundo árabe, ibérico e iberoamericano,<br />

Rabat, Universidad Mohamed V, 1995, pp. 118-119.<br />

20 Cánovas del Castillo, Antonio, Apuntes para la Historia de Marruecos, Málaga, Algazara, 1991 (reimp.<br />

1851), p. 287.<br />

21 García Figueras, Tomás, Marruecos… op. cit., p. 77, menciona dicho espíritu de cruzada junto con<br />

las reminiscencias del testamento de Isabel la Católica como dos de los peores, “inoportunos, injustos y<br />

notoriamente improcedentes” ideales que se le asignaron erróneamente a la empresa bélica española.<br />

22 Maura Gamazo, Antonio, La cuestión de Marruecos… op. cit., p. 14.<br />

23 Derechos históricos que, según Ibn ‛Azzūz Ḥakīm, Muḥammad, Mawqif al-šarīf al-Raysūnī min alisti‛mār<br />

al-faransī, Tetuán, Dispress, 1981, p. 15, conformaron las bases ideológicas del imperialismo<br />

español y fueron adquiridos en virtud de la presencia de enclaves españoles en la costa norteafricana y de<br />

la ocupación de algunos territorios marroquíes. Véase este mismo argumento en una de sus monografías<br />

en castellano, La actitud de los moros ante el alzamiento. Marruecos 1936, Málaga, Algazara, 1997, p. 80.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

orilla opuesta. Esta ley no dejará de cumplirse. Y si no hay en España bastante valor<br />

o bastante inteligencia para anteponerse a las otras naciones en el dominio de las<br />

fronteras playas, día ha de llegar en que sucumba nuestra independencia y nuestra<br />

nacionalidad desaparezca quizás para no resucitar nunca (…)” 24 .<br />

100<br />

Todos estos planteamientos que hemos expuesto fueron adoptados como base de la<br />

política exterior española durante la Restauración y posteriormente recuperados durante<br />

el régimen franquista. En virtud de dichas tesis, en apenas una década el africanismo<br />

romántico en torno a la guerra de África dio paso a un relativo pragmatismo colonial 25<br />

que acabó triunfando como justificación de la acción y gestión colonial en nuestra zona<br />

de protectorado.<br />

Como hemos apuntado en líneas anteriores, incluso durante el apogeo del africanismo<br />

romántico se desarrollaría una corriente crítica que ponía en entredicho las idealizadas y<br />

románticas razones que se esgrimían como legitimadoras del proceder español. De nuevo<br />

es Galdós quien esbozaba un certero panorama:<br />

“Fueron los españoles a la guerra porque necesitaban gallear un poco ante Europa<br />

y dar al sentimiento público, en el interior, un alimento sano y reconstituyente.<br />

Demostró el general O´Donnell gran sagacidad política inventando aquel ingenioso<br />

saneamiento de la psicología española (…). De Francia trajimos también una remesa<br />

de imperialismo casero y modestito, que refrescó nuestro ambiente y limpió nuestra<br />

sangre viciada por las fracciones” 26 .<br />

Dicho panorama fue evolucionando en torno a “la especulación y los intereses<br />

mineros confusos, la necesidad vital de una supuesta expansión española, las corrupciones,<br />

la rivalidad con Francia en beneficio de Inglaterra, el regeneracionismo español y el amor<br />

de algunos por Marruecos” 27 .<br />

Inmersos en esta coyuntura, se hace necesario al menos mencionar la percepción<br />

marroquí de los acontecimientos. Dentro de la lógica unanimidad mostrada en el rechazo<br />

y condena del ataque, se expresa a través de distintos estadios que van desde la repulsa y<br />

la más extrema hostilidad a España y a lo hispano 28 , pasando por la crónica histórica 29 y el<br />

24 Cánovas del Castillo, Antonio, Apuntes… op. cit., p. 282.<br />

25 López García, Bernabé, Contribución a la historia del arabismo español. Orientalismo y colonialismo en<br />

España 1840-1917, Tesis Doctoral, Universidad de Granada, 1974, p. 11. «http://www.uam.es/otroscentros/<br />

TEIM/archivos/documentos/resumentesis_blg.pdf» [Consultado el 28 de enero de 2011].<br />

26 Pérez Galdós, Benito, Aita Tettauen op. cit., pp. 45-46.<br />

27 Gil Grimau, Rodolfo, “Evolución…” op. cit., p. 38.<br />

28 Representada en el testimonio anónimo del marroquí que Ricardo Ruiz Orsatti recuperó para su artículo<br />

“La guerra de África de 1959-1860, según un marroquí de la época”, en Al-Andalus, vol. II, fasc. 1 (1934),<br />

pp. 57-88.<br />

29 Véanse tres de los autores marroquíes más representativos. El primero, Nasiri Selami, Ahmad, al-Kitāb<br />

al-Istiqsà, traducido por Clemente Cerdeira bajo el título Versión árabe de la Guerra de África, años<br />

1859-60 (traducción castellana del Kitāb al-Istiqsà del Xej Ahamed ben Jaled Ennasiri Esselami), Madrid,<br />

Tipografía Moderna, 1917. Contamos con una reedición, “Lo que sucedió en la campaña del 60 según la<br />

opinión de los críticos árabes”, publicada en Clemente Cerdeira: Traducciones y Conferencias, Archivo


101<br />

análisis de las circunstancias históricas y políticas que llevaron a ambas orillas a ejercer-<br />

padecer la condición de atacante-atacado 30 , hasta el estudio de las consecuencias que se<br />

derivaron de dicha empresa en la historia y sociedad tetuaníes 31 .<br />

Con objeto de ceñirnos al desenlace de la empresa y a las consecuencias que tuvo en la<br />

política exterior española dentro del proyecto colonial europeo sobre el Magreb, debemos<br />

terminar aquí con este recorrido por el interesante debate ideológico e historiográfico<br />

que suscita la cuestión. Queda pues, pendiente de análisis la revisión de este episodio<br />

de nuestra historia común mediante el cotejo más profundo y detallado desde la óptica<br />

marroquí 32 , de la que sólo hemos apuntado unas breves muestras.<br />

2.1. Origen y desenlace de la batalla<br />

Respecto al estallido de la guerra, encontró una forzada génesis en uno de los<br />

numerosos incidentes fronterizos provocados por el intento de los españoles de levantar<br />

nuevas fortificaciones en los alrededores de la plaza 33 , lo que dio lugar a la incursión<br />

de marroquíes en el territorio ceutí. Un episodio en absoluto novedoso que contaba con<br />

numerosos precedentes, dado que desde 1844 las relaciones con España se encontraban<br />

bastante deterioradas.<br />

La ocupación de las islas Chafarinas en respuesta a la expansión francesa provocó<br />

a su vez la reacción marroquí en forma de ataques esporádicos a los presidios españoles.<br />

Una circunstancia por la que los responsables políticos de Madrid habían comenzado<br />

a sopesar desde mediados de siglo la posibilidad de emprender una respuesta bélica a<br />

dichas agresiones 34 .<br />

Rocío Velasco, “Objetivos y limitaciones de la política exterior española...”<br />

Central de Ceuta, 2006, pp. 16-99. El segundo autor es Dāwd, Muḥammad, Tārīj Tiṭāwin, Tetuán, Maktaba<br />

al-Mahdīya, 1948. Por lo que respecta al tercero, es el que cuenta con un mayor número de estudios y<br />

monografías sobre la cuestión en árabe y en castellano: Ibn ‛Azzūz Ḥakīm, Muḥammad, Fuentes árabes<br />

para la historia de la Guerra de África, Imprenta Tetuán, 1969; Ídem, Otro manuscrito tetuaní sobre<br />

la Guerra de África, Málaga, Imprenta Artes Gráficas, 1971; Ídem, Diario de un testigo marroquí de la<br />

Guerra de África, Rabat, Imprenta Litoral, 1971; Ídem, Ensayo bibliográfico sobre la Guerra de África,<br />

Tánger, Imprenta Lunes, 1979; Ídem, Aṭlas Ḥarb Tiṭāwin (1860) / Atlas de la guerra hispano-marroquí de<br />

1860, Tiṭwān, Šūyaj, 2006.<br />

30 Véase Mechbal, Adnan, Los orígenes de la Guerra de África, Tesis doctoral, Universidad Nacional de<br />

Educación a Distancia, Madrid, 1993.<br />

31 Véase Ibn Azzuz Hakim, Mohamed, Las negociaciones hispano-marroquíes para la evacuación de<br />

Tetuán (1860-1862), Imprenta Larache, 1969; Ídem, Geografía urbana de Tetuán (notas de toponimia),<br />

Melilla, Imprenta La Española, 1972.<br />

32 Reclamada repetidamente por Víctor Morales Lezcano en España y el Norte... op. cit., p. 263; y en<br />

Ídem, Las relaciones hispano-marroquíes en el marco de la historia de las relaciones internacionales<br />

contemporáneas, Madrid, UNED, 2004, p. 29.<br />

33 Como señala Madariaga, Rosa María de, En el barranco del Lobo: las guerras de Marruecos, Madrid,<br />

Alianza, 2005, p. 16, esta redefinición fronteriza respondía a la aplicación de la Convención de Larache<br />

de 1845 en virtud de la cual se ratificaba lo estipulado en el Tratado de Mequinez (Meknes) de 1799: el<br />

restablecimiento de los límites de la plaza cuya línea de demarcación había sido derribada por los anyerinos<br />

en 1837.<br />

34 Villalobos, Federico, El sueño colonial. Las guerras de España en Marruecos, Barcelona, Ariel, 2004,<br />

p. 17 menciona que en 1855 el gobernador de Melilla, el brigadier Buceta, presidió una comisión de<br />

reconocimiento de la costa rifeña entre el peñón de Vélez de la Gomera y la desembocadura del río Muluya,


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

102<br />

Entretanto, las continuas fricciones con la cabila fronteriza de Anyera habían<br />

motivado la decisión de construir una línea de fuertes avanzados para proteger Ceuta. El<br />

gobierno español se consideraba legitimado para emprender las obras, “situadas dentro<br />

de los límites fijados por los tratados y convenios en vigor” 35 , mientras que los anyerinos<br />

negaban el derecho a levantar construcciones permanentes. Los marroquíes conminaron,<br />

en vano, a que se demoliera lo construido, por lo que la noche del 10 al 11 de agosto de<br />

1859, un grupo de anyerinos destruyeron parte de lo edificado.<br />

Se inició así una espiral de actos hostiles que dieron lugar a unas negociaciones<br />

diplomáticas estériles que culminaron con un ultimátum español y un nuevo convenio<br />

por el que se ampliaban los términos jurisdiccionales de Melilla y se pactaban nuevas<br />

medidas de seguridad para garantizar la seguridad de los presidios menores 36 . El sultán<br />

Mulay Muhammad accedió a satisfacer las reclamaciones españolas, pero dos días antes<br />

de recibir oficialmente la respuesta del soberano, el presidente del Consejo y ministro de<br />

la Guerra, el capitán general O´Donnell, declaraba de forma precipitada la guerra.<br />

De esta forma, el gobierno emprendía una escalada bélica sin un objetivo político<br />

ni militar claro. Y lo hizo sólo después de garantizar a Francia e Inglaterra que no<br />

emprendería una guerra de conquista, ni se lesionarían los intereses de ninguna nación<br />

europea 37 y que, en caso de que se ocupara Tánger, sería algo temporal 38 . Una muestra<br />

bastante significativa de las limitaciones españolas y de la aceptación de su papel como<br />

actor secundario en el reparto colonial.<br />

Como afirma Morales Lezcano 39 , este episodio constituye la primera de las cuatro<br />

rupturas entre el gobierno español y el marroquí en poco más de medio siglo con Ceuta<br />

y Melilla como detonantes. A la batalla de Tetuán le sucedieron la llamada campaña<br />

patriótica de Melilla de 1893, la guerra de Melilla de 1909 con el desastre del Barranco<br />

del Lobo (justo cincuenta años después del episodio tetuaní) y, finalmente, el fatídico<br />

Annual de 1921 durante la campaña de pacificación.<br />

En cuanto a la empresa bélica tetuaní, que transcurrió desde octubre de 1859<br />

hasta marzo de 1860, se desenvolvió bajo un cúmulo de condiciones adversas. La poca<br />

previsión logística –dificultades de movilización y transporte de las tropas debido a la<br />

falta de vías rápidas de comunicación, escasez de barcos, carencia de diques y muelles en<br />

con el objeto de estudiar posibles puntos de desembarco en una eventual campaña.<br />

35 Cerdeira, Clemente, Versión árabe… op. cit., p. 18.<br />

36 Convenio firmado en Tetuán el 24 de agosto de 1859 cuyas cláusulas pueden consultarse en Ibn Azzuz<br />

Hakim, Mohamed, Compendio de los pactos internacionales de Marruecos, Tetuán, Editora Marroquí,<br />

1949, p. 27.<br />

37 En el caso de Francia, no ofreció tantos reparos como Inglaterra, ya que la empresa española le ofrecía<br />

la posibilidad de entrar hasta la frontera natural del Muluya y ocupar el sur del país. De esta forma se<br />

establecería un corredor desde Argelia hasta Senegal de dominio ininterrumpido francés, como expone<br />

Alaoui, Moulay Abdelhadi, Le Maroc face aux convoitises européennes (1830-1912), Salé, Imp. Beni<br />

Snassen, 2001, p. 64.<br />

38 Véase al respecto, Ibídem, p. 63; Jover Zamora, José María, España en la política... op. cit., p. 148; y<br />

Villalobos, Federico, El sueño… op. cit., p. 19.<br />

39 Morales Lezcano, Víctor, Las relaciones…, op. cit., p. 27.


103<br />

Rocío Velasco, “Objetivos y limitaciones de la política exterior española...”<br />

Algeciras y Ceuta, equipamiento inapropiado, falta de aprovisionamiento, etc.–, unida<br />

a las debilidades tácticas –el desconocimiento del terreno de operaciones, la escasa<br />

preparación de los reclutas–, fue uno de los factores que motivaron que las cifras de<br />

pérdidas humanas fueran muy elevadas. Aún así, no puede compararse con los numerosos<br />

casos de cólera declarados y que algunas fuentes españolas cifran en más de la mitad del<br />

total del ejército 40 , a consecuencia del deplorable estado sanitario e insalubres condiciones<br />

higiénicas en las que se encontraban los soldados y campamentos españoles.<br />

Por lo que se refiere al desarrollo de la campaña militar, tras producirse el desembarco<br />

de tropas y el primer enfrentamiento en Castillejos (Fnideq), se procedió a bombardear<br />

los puertos de Larache y Arcila, se ocupó Río Martín (Martil) y finalmente Tetuán, el 6<br />

de febrero de 1860. Las refriegas continuarían hasta la segunda batalla, la de Wadi Ras<br />

o Wadrás, el 23 de marzo de 1860, por la que el Sultán acabó aceptando las condiciones<br />

exigidas por los españoles mediante el armisticio rubricado dos días más tarde 41 .<br />

Si realizamos una lectura de lo que supuso la operación, el resultado no puede ser más<br />

desolador. El ejército español necesitó cinco meses para recorrer no más de 42 kilómetros<br />

sin mayor oposición que la de las carencias de la propia empresa española, pues sólo se<br />

produjeron una decena de acciones armadas y dos batallas de pequeña envergadura cuyos<br />

elevados costes humanos y económicos eran, a todas luces, injustificables, a pesar de la<br />

relevancia que trató de imprimirse a la campaña.<br />

2.2. Un nuevo paso del imperialismo europeo en Marruecos<br />

Desde el punto de vista político y diplomático, el tratado de paz hispano-marroquí<br />

no se firmó hasta el 26 de abril de 1860 42 . A dicho acuerdo le siguió el tratado de comercio<br />

de 20 de noviembre de 1861, cuyas ventajas se hicieron extensivas a las demás potencias,<br />

dotando a Francia y a Inglaterra de nuevos instrumentos para consolidar su penetración<br />

40 Según fuentes españolas el número de contingentes oscilaría entre los 45 000 de Salafranca, Jesús, El<br />

sistema colonial español en África, Málaga, Algazara, 2001, p. 95, y los 55 000 de Villalobos, Federico, El<br />

sueño… op. cit., p. 20. Este último aporta la cifra de 33.000 afectados por el cólera, lo que supondría más<br />

de la mitad del total del Ejército. Por lo que respecta a las fuentes marroquíes, sitúan la cifra entre los 50000<br />

de Laroui, Abdallah, Historia del Magreb. Desde los orígenes hasta el despertar magrebí. Un ensayo<br />

interpretativo, Madrid, Mapfre, 1994, p. 304 y los 34 990 de Ibn ‛Azzūz Ḥakīm, Muḥammad, Aṭlas… op.<br />

cit., pp. 3 y 8, cuya concisión le lleva a incluir un cuadro con las cifras de muertos y heridos en la campaña,<br />

aunque no incluye dato alguno sobre los efectos del cólera. Podría concluirse que los datos de Villalobos se<br />

complementan con los de Ibn Azzuz al aludir el primero al total de tropas desplazadas a territorio marroquí<br />

y el segundo a las que entraron en combate.<br />

41 Compuesto por nueve artículos, sentó las bases preliminares para la celebración del tratado de paz<br />

posterior por el que se puso fin a la guerra hispano-marroquí. Véase al respecto Ibn Azzuz Hakim, Mohamed,<br />

Compendio… op. cit., p. 27.<br />

42 Tratado de Paz y Amistad firmado en Tetuán el 26 de abril de 1860 y compuesto por 16 artículos que<br />

fueron ratificados por ambas partes un mes más tarde. Véanse al respecto: Cordero Torres, José María,<br />

Textos básicos de África, vol. 1 Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1962, pp. 13-20; Ibn Azzuz Hakim,<br />

Mohamed, Compendio… op. cit., p. 27; y Gómez-Jordana, Francisco, La tramoya de nuestra actuación en<br />

Marruecos, Madrid, Editora Nacional, 1976, pp. 249-151.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

104<br />

a expensas de España, que en palabras de García Figueras “fue la nación que menos<br />

provecho sacó de él” 43 .<br />

En cualquier caso, estos acuerdos no sólo evidenciaban el cambio producido<br />

en las relaciones hispano-marroquíes, sino que coadyuvaron al acelerado proceso de<br />

debilitamiento del poder y autonomía del soberano marroquí 44 . En este sentido, como<br />

bien apunta Burke, las consecuencias de la derrota de Isly (1844) unidas al shock de la<br />

guerra de Tetuán, forzaron a la elite marroquí a enfrentarse con la realidad del país y a la<br />

necesidad de emprender una serie de reformas frente a la acuciante crisis política, social<br />

y económica que, desde finales del siglo XIX –y fruto, en buena parte de las condiciones<br />

de los armisticios rubricadas por el gobierno marroquí–, estaba llevando progresivamente<br />

al colapso del sistema y a la entrega del país a manos extranjeras 45 .<br />

En virtud del tratado de 1860, España conseguía no solo que el sultán Mulay<br />

Muhammad ratificara la soberanía española sobre Ceuta, Melilla, Peñón de Alhucemas<br />

e islas Chafarinas, sino que aceptara la ampliación de los límites de Ceuta y Melilla y se<br />

comprometiera a organizar una fuerza regular que evitara o, llegado el caso, castigara<br />

las acciones hostiles de las cabilas limítrofes a las de las plazas españolas. Asimismo,<br />

el sultán otorgaba, con carácter de concesión perpetua, un enclave para la formación de<br />

un establecimiento pesquero en el Atlántico: Santa Cruz del Mar Pequeña (Ifni), cuya<br />

ocupación no se haría efectiva hasta 1934. De esta forma se iniciaba el estacionamiento<br />

español en torno al hinterland de Canarias (Ifni y Sáhara) y, con ello, el desmembramiento<br />

de Marruecos.<br />

Asimismo, la Hacienda cherifiana se comprometía a pagar en cantidades aplazadas<br />

una indemnización de veinte millones de reales españoles en concepto de gastos de<br />

guerra 46 , ofreciendo como garantía de pago la ciudad de Tetuán. Esta fue ocupada por los<br />

españoles hasta el 30 de abril de 1862 47 .<br />

La posibilidad de que España ocupara permanentemente Tetuán fue rápidamente<br />

abortada por Inglaterra, que veía peligrar sus intereses comerciales al perder el puerto<br />

de Río Martín. Pero el sultán no podía hacer frente al desembolso de semejante suma en<br />

las cantidades y plazos convenidos durante las negociaciones. De forma que sólo se hizo<br />

efectivo el primero de los pagos acordados, cuya cantidad era de veinticinco millones de<br />

pesetas, un cuarto del total de la indemnización 48 .<br />

43 García Figueras, Tomás, Marruecos op. cit., p. 87.<br />

44 Ben Mlih, Abdellah, Structures politiques du Maroc colonial, París, L´Harmattan, 1990, p. 69.<br />

45 Burke, Edmund, Prelude to Protectorate in Morocco: Precolonial Protest and Resistance, 1860-1912,<br />

University of Chicago Press, 1976, p. 20.<br />

46 Ibn ‛Azzūz Ḥakīm, Muḥammad, Compendio… op. cit., p. 8.<br />

47 Para más información, véanse cinco monografías de Ibn Azzuz Hakim, Mohamed, Las negociaciones<br />

hispano-marroquíes para la evacuación de Tetuán (1860-1862), Larache, Imprenta Larache, 1969; Ídem,<br />

Historia menor de Tetuán durante la ocupación española, Rabat, Imprenta Aguedal, 1971; Ídem, El Norte<br />

de Marruecos a través de su historia, Rabat, Imprenta Litoral, 1973;Ídem, Fuentes para la historia de<br />

Tetuán y notas sobre su fundación, Imprenta Tetuán, Tetuán 1973; Ídem, Aportación española a la historia<br />

general de Marruecos, Rabat, Imprenta Aguedal, 1980.<br />

48 Alaoui, Moulay Abdelhadi, Le Maroc face… op. cit., pp. 70-71.


105<br />

Es entonces cuando Inglaterra vuelve a intervenir: presiona a Marruecos para que<br />

acepte un préstamo con el que poder hacer frente al resto de la cantidad comprometida, y<br />

al mismo tiempo conmina a España a condonar veinticinco millones de la deuda marroquí.<br />

Tras estas medidas, la situación para Marruecos había empeorado y la compensación<br />

española se había visto reducida, mientras Inglaterra había sacado un triple beneficio<br />

con su actuación al asegurarse unos beneficios económicos, el cumplimiento del acuerdo<br />

por parte marroquí (aunque con ello condenaba su precaria economía a depender de los<br />

empréstitos europeos), y la salida de España de los territorios ofrecidos como garantía<br />

ante el posible impago.<br />

En estas circunstancias, aún quedaban por satisfacer cincuenta millones a España<br />

y diez a Inglaterra en concepto de intereses (5%) y de comisiones (15%) del préstamo<br />

realizado. Marruecos tuvo que hacer frente a estos débitos, que sólo pudo saldar<br />

veinticinco años más tarde, pero a corto plazo se vio obligada a enajenar las rentas<br />

aduaneras portuarias para satisfacer las exigencias españolas, lo que constituyó el origen<br />

del futuro e irreversible endeudamiento del Estado 49 .<br />

Como apuntaba Ahmed Nasiri a propósito de lo acontecido:<br />

“Esta guerra de Tetuán fue la que, despojando el velo de respeto que cobijaba a este<br />

territorio marroquí, le expuso a su invasión por los cristianos, aniquilando a los<br />

musulmanes en forma tal que ningún desastre le puede ser similar en su magnitud.<br />

Aumentaron las protecciones extranjeras, resultando de ello grandes perjuicios” 50 .<br />

3. Conclusiones<br />

Rocío Velasco, “Objetivos y limitaciones de la política exterior española...”<br />

A través de estas páginas hemos tratado de exponer y analizar cómo la batalla de<br />

Tetuán fue una guerra colonial, concebida y planeada como tal, pero mal hecha “por<br />

acomplejada y quebradiza” 51 , que fue utilizada por los sectores políticos, económicos y<br />

militares con el objetivo de colmar una insatisfacción nacional. Paradójicamente, algunos<br />

de ellos la calificarían a su término de “un acto de estéril y perjudicial quijotismo” 52<br />

que “ni aumentó en términos de consideración nuestra prestigio, ni nos reportó ventaja<br />

positiva” 53 . No estaban desencaminados en sus consideraciones.<br />

49 Entre 1862 y 1884, los españoles intervinieron las aduanas marroquíes para asegurar el pago de la<br />

indemnización. Los efectos de esta injerencia en la balanza económica y comercial del Majzen fueron<br />

estrepitosos, como afirma, entre otros, Martín Corrales, Eloy, Marruecos… op. cit., p. 169, y se colige de<br />

los análisis de Ayache, Germain, “Aspects de la crise financière au Maroc après l´expédition espagnole de<br />

1860”, Revue Historique, 220 (1958), pp. 271-310; Ídem, Études d´Histoire Marocaine, Rabat, Société<br />

Marocaine des Editeurs Reunis, 1979, pp. 97-137; y Rodríguez Esteller, Omar, “El comercio de Marruecos<br />

según la intervención aduanera española, 1862-1884”, en Martín Corrales, Eloy (ed.), Marruecos… op.<br />

cit., pp. 79-132.<br />

50 Cerdeira, Clemente, Versión árabe… op. cit., p. 85.<br />

51 Gil Grimau, Rodolfo, “El concepto de ‘guerra romántica’ como impulso de las campañas coloniales<br />

españolas desde la guerra de Tetuán”, en Gil Grimau, Rodolfo, La frontera…, op. cit., p. 37.<br />

52 Maura Gamazo, Antonio, La cuestión de Marruecos… op. cit., p. 14.<br />

53 Cordero Torres, José María, La misión africana de España, Madrid, Ediciones de la Vicesecretaría de


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

106<br />

A nivel económico, además de miles de muertos, la guerra costó quinientos<br />

millones de pesetas lo que, para aquellos tiempos y dado el precario estado de las finanzas<br />

españolas, era una suma que sobrepasaba con sumo sus posibilidades.<br />

En el plano político, las repercusiones adquirieron un profundo alcance al provocar<br />

la caída de varios gobiernos, acelerar la descomposición del régimen liberal y contribuir<br />

de manera decisiva al advenimiento de la dictadura del general Primo de Rivera. En este<br />

sentido, la actuación española en Marruecos resultó decisiva para el futuro de la metrópoli.<br />

La ocupación de Tetuán supuso un punto de no retorno en el proceso de implantación<br />

y progresivo fortalecimiento de los españoles en el territorio, y más concretamente del<br />

elemento militar. El golpe de Estado de 1936, en el que el Protectorado se convirtió en la<br />

plataforma y posterior retaguardia de los militares africanistas sublevados, constituye el<br />

paradigma de todo este proceso, cuya génesis podría situarse en este episodio.<br />

Por lo que respecta al ámbito internacional, la entrada de las tropas españolas en<br />

Tetuán y los términos y secuelas del armisticio contribuyeron a que las relaciones hispanomarroquíes<br />

vivieran, a partir de entonces, bajo el signo de un antagonismo permanente.<br />

Asimismo, supuso un nuevo impulso en la consolidación de Francia y Gran Bretaña como<br />

potencias coloniales decisivas en el futuro de Marruecos.<br />

Este último sufrirá un recorte de sus atribuciones territoriales, vivirá bajo el gravamen<br />

del endeudamiento y padecerá la socavación de su autoridad sobre un creciente número<br />

de súbditos del Imperio: los protegidos, tema clave en las negociaciones posteriores.<br />

Se iniciaba así un proceso irreversible de desgaste y balcanización de Marruecos<br />

que culminaría medio siglo más tarde, en 1912, con la implantación del Protectorado<br />

hispano-francés y la internacionalización de Tánger y su hinterland.<br />

Cuando se cumple el primer centenario de esta efeméride, incidimos en la necesidad<br />

de analizar los objetivos y limitaciones españoles con respecto a Marruecos, puesto que<br />

van a marcar la evolución de los acontecimientos posteriores hasta la segunda mitad del<br />

siglo XX.<br />

Bien es cierto que la situación geoestratégica de España le confería un renovado<br />

valor a su posición con respecto a las costas norteafricanas, pero su debilidad como nación<br />

le llevó a desempeñar un papel subordinado a la evolución de la confluencia o rivalidad<br />

de los intereses franco-británicos en la región.<br />

No obstante, esta limitación no justificaría por sí sola la carencia de una política<br />

marroquí por parte de los responsables políticos españoles. El episodio de Tetuán<br />

demuestra que Marruecos fue utilizado en clave interna para apaciguar los problemas<br />

existentes. Poco después, la “campaña patriótica” de Melilla, seguiría estos mismos<br />

derroteros. Y años más tarde, la utilización de tropas marroquíes durante la guerra civil<br />

o la internacionalización e instrumentalización del Protectorado durante el aislacionismo<br />

del franquismo volverían a evidenciar que poco o nada había cambiado en la concepción<br />

española de su presencia en Marruecos.<br />

Educación Popular, 1941, p. 71.


La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974): Una<br />

aproximación a la financiación de la oposición franquista a la<br />

evolución del franquismo<br />

JUAN MANUEL GONZÁLEZ SÁEZ<br />

Universidad de Navarra<br />

Fecha de recepción: 5 de junio de 2012<br />

Fecha de aceptación: 21 de noviembre de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

Resumen: En este artículo se analiza la publicidad insertada entre 1966 y 1974 en la<br />

revista Fuerza Nueva, principal altavoz de la oposición política a cualquier apertura<br />

o reforma del régimen franquista. El objetivo es estudiar y describir los actores que<br />

contribuyen económicamente al sostenimiento de esta publicación durante este periodo.<br />

En definitiva, este artículo pretende contribuir a un mayor conocimiento de la organización<br />

y financiación del denominado búnker franquista.<br />

Palabras clave: Fuerza Nueva, publicidad política, “búnker franquista”, extrema derecha.<br />

Abstract: This article analyses the advertising inserted between 1966 and 1974 in the<br />

magazine Fuerza Nueva, the main political speaker against Franco’s regime reforms. The<br />

aim is to study and describe the actors who contribute financially to the maintenance of<br />

this publication during this period. Ultimately, this work aims to contribute to a better<br />

understanding of the organization and financing of the so-called francoist bunker.<br />

Keywords: Fuerza Nueva, political advertising, francoist bunker, far right.<br />

1. Introducción<br />

La editorial Fuerza Nueva se constituyó en 1966 ante un franquismo que comenzaba<br />

a mostrar signos de aperturismo y una sociedad que en las universidades, las fábricas o<br />

las iglesias empezaba a mostrar una contestación pública, aunque minoritaria, frente al


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

108<br />

régimen. Esta iniciativa lanzó una revista que se convirtió en la bandera de la oposición<br />

a cualquier cambio institucional o social que supusiese lo que se consideraba traición o<br />

abandono de los ideales del 18 de julio.<br />

Esta publicación, impulsada fundamentalmente por el notario Blas Piñar, fue un<br />

altavoz de las posiciones inmovilistas franquistas en los años setenta del siglo pasado y<br />

actuó en la práctica, pese a su rechazo al asociacionismo planteado por los aperturistas del<br />

régimen, como una asociación política. La revista surge coincidiendo con el inicio de la<br />

pugna política dentro del régimen franquista entre aperturistas, reformistas e inmovilistas 1 .<br />

Estas corrientes, cuyos protagonistas van cambiando o matizando sus posturas a lo largo del<br />

tardofranquismo, representan distintos proyectos ante un futuro sin Franco. El aperturismo,<br />

que englobaba a fuerzas heterogéneas, era partidario de una liberalización controlada<br />

del régimen que favoreciese la participación política de los ciudadanos. El reformismo<br />

planteaba un futuro modelo político democrático de tipo occidental, con algunos límites<br />

como la negativa a la aceptación de los partidos comunistas. El inmovilismo rechazaba<br />

la evolución del sistema. Dentro de esta corriente también existían diferentes tendencias:<br />

los tecnócratas defensores del desarrollo económico y de la eficacia del Estado por<br />

encima de la participación política de los ciudadanos a través de partidos 2 ; las posturas<br />

azules, como las representadas por José Utrera Molina o José Antonio Girón, abiertas a<br />

un asociacionismo restringido dentro del Movimiento 3 ; y los grupos de opinión de cierta<br />

relevancia pública, como Fuerza Nueva, opuestos radicalmente a las asociaciones y a<br />

cualquier alteración de las esencias del régimen del 18 de Julio 4 . Distintos elementos de<br />

estas tendencias reactivas al cambio formaron lo que periodísticamente se denominó,<br />

de forma peyorativa en referencia al último refugio de Adolf Hitler, como búnker. Este<br />

término, según José Luis Rodríguez, hace referencia “a un conjunto de personas afectas<br />

a posicionamientos inmovilistas y asentadas en las instituciones del Estado”. El concepto<br />

responde más que a un programa concreto a “una forma de defender unos intereses políticos<br />

y económicos” así como a una mentalidad “ligadas al esquema de valores impuestos<br />

en los primeros años del franquismo por los vencedores de la guerra civil” 5 . Rodríguez<br />

Jiménez señala que “este conglomerado político, militar, económico y eclesiástico” no<br />

1 Una visión global de los conflictos internos entre estas tendencias durante el tardofranquismo en Soto<br />

Carmona, Álvaro, ¿Atado y bien atado? Institucionalización y crisis del franquismo, Madrid, Biblioteca<br />

Nueva, 2005. Sobre el aperturismo y el reformismo véase Palomares, Cristina, Sobrevivir después de<br />

Franco. Evolución y triunfo del reformismo, 1964-1977, Madrid, Alianza, 2006.<br />

2 La figura clave de este conservadurismo burocrático es Gonzalo Fernández de la Mora, partidario de<br />

la “racionalización” de la vida social y política. El régimen de Franco era un “Estado de obras” cuya<br />

legitimidad radicaba en su eficacia. Véase González Cuevas, Pedro Carlos, Historia de las derechas<br />

españolas. De la Ilustración a nuestros días, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp. 399-404.<br />

3 Véase el análisis del proyecto de reformismo limitado de Utrera y Girón frente al inmovilismo de Piñar<br />

en Gallego, Ferrán, Una patria imaginaria, La extrema derecha española (1973-2005), Madrid, Síntesis,<br />

2006, pp. 55-76.<br />

4 Según Piñar, uno de los síntomas del proceso de liquidación del régimen del 18 de julio fue el asociacionismo<br />

político. Véase Piñar, Blas, Escrito para la Historia (I), Madrid, Fuerza Nueva, 2000, p. 175.<br />

5 Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios y golpistas, La extrema derecha en España: del<br />

tardofranquismo a la consolidación de la democracia (1967-1982), Madrid, Consejo Superior de<br />

Investigaciones Científicas, 1994, pp. 168-169.


109 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...”<br />

se identifica en su conjunto con la militancia en la extrema derecha. Sin embargo, como<br />

observa Xavier Casals, la propia ultraderecha asumió el término en los años setenta 6 .<br />

Blas Piñar y su revista se integran en esta corriente inmovilista total e identificada con la<br />

defensa numantina de los valores del franquismo primigenio.<br />

Este trabajo analiza la publicidad insertada en Fuerza Nueva entre el número 0<br />

(diciembre de 1966) y el número 416 (diciembre de 1974). Los objetivos de este análisis<br />

son descubrir cuáles son los principales anunciantes que contribuyen a mantener la<br />

publicación de la revista; cuáles son las relaciones entre estos anunciantes y el poder<br />

franquista; y finalmente cuál es la reacción de estos anunciantes ante los cambios del<br />

régimen y la inamovible línea ideológica de esta publicación.<br />

Para situar el objeto de este trabajo se realiza una breve descripción introductoria<br />

sobre la génesis y evolución de Fuerza Nueva. La metodología empleada ha sido la<br />

lectura, recuento y catalogación de todos los anuncios insertados durante el periodo<br />

analizado. Hemos tenido acceso a todos los ejemplares de la revista, salvo los números<br />

secuestrados 163 y 319. La publicidad insertada en los otros tres números secuestrados<br />

a lo largo de este periodo sí ha podido ser contabilizada 7 . No hemos tenido en cuenta el<br />

tamaño de las inserciones realizadas por los anunciantes dado que en las veinte primeras<br />

entidades anunciantes la inserción corresponde normalmente a una página, salvo en el<br />

caso del Banco Exterior cuyos anuncios son, en términos generales, de media página y el<br />

del Banco General del Comercio y la Industria, de un cuarto de página.<br />

Queremos resaltar la dificultad en algunos casos de identificar como publicidad algunas<br />

inserciones ya que no tenemos la capacidad de definir si son publicity, publirreportajes<br />

o publicidad efectivamente pagada. Esta situación se produce especialmente en algunos<br />

reportajes sobre las Cajas de Ahorros o algunas noticias del Instituto Nacional de Industria.<br />

En líneas generales, hemos considerado como publicidad los contenidos en los que, tras<br />

un análisis de sus textos e imágenes, hemos podido deducir que existió un pago de tarifa<br />

publicitaria. En cualquier caso, estas inserciones son poco relevantes respecto del total<br />

analizado por lo que entendemos que algún error en esta catalogación no modifica las<br />

conclusiones a las que se pueda llegar a través de esta investigación.<br />

2. Orígenes de Fuerza Nueva Editorial<br />

La idea de fundar la editorial y la revista Fuerza Nueva nació entre algunos de los<br />

asistentes a unos ejercicios espirituales celebrados en mayo de 1964, en el monasterio<br />

franciscano de San Miguel de las Victorias en Priego (Cuenca) 8 . La desideologización del<br />

6 Casals i Meseguer, Xavier, La tentación neofascista en España, Barcelona, Plaza y Janés, 1998, pp. 32-33.<br />

7 La colección de la revista ha sido consultada en la Biblioteca Nacional de España y en las bibliotecas del<br />

Ayuntamiento de Bilbao y de la Diputación de Bizkaia. Los números secuestrados pertenecen al archivo<br />

del autor. Estos ejemplares pueden consultarse también en la sede madrileña de la editorial Fuerza Nueva.<br />

8 Sobre los orígenes de Fuerza Nueva véase Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios… op. cit., pp.<br />

122-129; Casals i Meseguer, Xavier, La tentación… op. cit., pp. 31–48; Piñar, Blas, Escrito para… op.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

110<br />

régimen impulsada por los tecnócratas, la evolución progresiva de un sector de la Iglesia<br />

hacia posturas críticas con el franquismo y el incremento de las acciones subversivas de<br />

la oposición inquietaban a los sectores más identificados con los ideales del 18 de julio.<br />

Según el historiador Francisco Torres, gran conocedor del piñarismo por su militancia<br />

política, de aquella reunión surgió el proyecto –no explicitado en el momento– de crear, en<br />

palabras de Blas Piñar, un “movimiento político nacionalista y cristiano”, cuyo objetivo<br />

sería enfrentarse a las tres “revoluciones anticristianas y antinacionales: la liberal, la<br />

marxista y la erótica” 9 .<br />

Posteriormente algunos de los asistentes a esos ejercicios, junto con miembros<br />

de las fuerzas armadas y personalidades destacadas del gobierno como Federico Silva<br />

Muñoz, mantuvieron distintas reuniones con el objeto de preparar el terreno, según<br />

señala la historiadora Cristina Palomares, para la continuidad del régimen en una era<br />

posfranquista 10 . Fruto de estos encuentros, algunos asistentes decidieron la creación de<br />

la Hermandad Nacional Universitaria, como elemento de defensa frente a la oposición<br />

estudiantil; la organización del Centro de Información y Orientación (CIO), una agencia<br />

de noticias que editaría un boletín de denuncia de las actividades de la oposición; y la<br />

fundación de una editorial y una revista que defendiese las esencias del 18 de julio.<br />

Finalmente Fuerza Nueva Editorial firmó su escritura de constitución el 2 de mayo<br />

de 1966, fecha elegida, como señaló su presidente, por su “significado patriótico” 11 . Por<br />

iniciativa de Blas Piñar, tomó su nombre de un pequeño movimiento político argentino<br />

dirigido por el militar Juan Francisco Guevara. La revista y la editorial contaron con<br />

una Junta de Fundadores encargada de velar por los ideales fundacionales. Esta junta la<br />

constituyeron: Blas Piñar (presidente), Ángel Ortuño Muñoz (presidente del Consejo de<br />

Administración) y los vocales Javier Bustamante Sánchez, Miguel Corsini Marquina,<br />

Antonio Martínez Cattaneo, Álvaro Lacalle Leloup, y Jaime Montero y García de<br />

Valdivia. Posteriormente se ampliaría con otros miembros como Waldo de Mier o José<br />

Ignacio Escobar Kirpatrick.<br />

3. La revista Fuerza Nueva<br />

Para la puesta en marcha de la revista Blas Piñar consiguió reunir seis millones de<br />

pesetas de distintos colaboradores, justo la mitad del capital que esperaba reunir en un<br />

cit., pp. 435-475; Torres García, Francisco, “La alternativa neofranquista: el intento de concreción política<br />

durante la construcción del sistema de partidos en la Transición (Fuerza Nueva 1966-1982)”, en Aportes,<br />

45 (2001), pp. 49-76; Gallego, Ferrán, Una patria… op. cit., pp. 19-39.<br />

9 Torres García, Francisco, “La alternativa…” op. cit., p. 52.<br />

10 Palomares, Cristina, Sobrevivir después de… op. cit., pp. 66-67.<br />

11 Su domicilio social se encontraba en la calle Velázquez número 17 de Madrid. La editorial fue inscrita<br />

en el registro Mercantil de Madrid, en el folio 1, tomo 1.989 general, 1.377 de la Sección 3ª del libro de<br />

Sociedades, inscripción 1ª, así como en el registro de empresas periodísticas del Ministerio de Información<br />

y Turismo.


111 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...”<br />

principio 12 . Según la propia publicación, Fuerza Nueva comenzó “mediante una aportación<br />

totalmente independiente y voluntaria, sin ayudas oficiales, ni paraoficiales” 13 . La revista<br />

tenía carácter semanal y sus principales objetivos eran defender el catolicismo tradicional,<br />

censurar las actitudes de los sectores de la Iglesia que progresivamente se despegaban del<br />

régimen franquista, advertir de las actividades de la oposición antifranquista y entorpecer<br />

cualquier clase de aperturismo o reformismo político dentro del propio régimen 14 .<br />

3.1 Lanzamiento<br />

El número 0 se publicó el 14 de diciembre de 1966 coincidiendo significativamente<br />

con la celebración del referéndum para la aprobación de la ley orgánica del Estado. Esta<br />

edición ofreció un adelanto de los contenidos del primer número que se lanzó el 14 de<br />

enero de 1967.<br />

semanario:<br />

En el editorial titulado “Nuestra razón de ser” se presentó la línea ideológica del<br />

“Fuerza Nueva, como semanario aspira a ser portavoz de una línea clara de pensamiento<br />

tradicional y revolucionario de la que muchos han desertado; pero también quiere<br />

servir a una amplia corriente de opinión que, por desgracia, se siente afónica, confusa<br />

e indignada por el desecho progresivo, y a veces descarado, de dicho pensamiento, y<br />

por la influencia creciente en todos los ámbitos de las tesis que, hasta hace muy poco,<br />

se consideraban y vituperaban como nocivas” 15 .<br />

3.2 Difusión y suscripciones<br />

El número 0 de la revista se publicó con una tirada de 6 000 ejemplares 16 . En 1970<br />

se imprimían 20 000 ejemplares de cada número llegando a los 40 000 ejemplares en<br />

1974, cifra que subiría hasta los 45 000 en 1979.<br />

Su financiación se basaba prioritariamente en las suscripciones. Su número era de<br />

6 851 a finales de los años sesenta. En 1979 se alcanzaron las 13 000 suscripciones y<br />

14 000 en 1982 17 . Blas Piñar se encargó inicialmente de buscar apoyos económicos. Por<br />

12 Piñar, Blas, Escrito para la Historia… op. cit., p. 436.<br />

13 Resumen de la conferencia en “Breve historia de Fuerza Nueva”, Fuerza Nueva, 10 de noviembre de<br />

1974, pp. 30-31.<br />

14 El director de la revista Luis Fernández de Villamea, al explicar los orígenes de Fuerza Nueva, señaló<br />

como principal motivación la lucha contra el aperturismo afirmando que la publicación había surgido<br />

“para cubrir abandonos de aquellos que, tras ganar la guerra, abrieron compuertas que se creían cerradas<br />

definitivamente”. Ibídem, p. 30.<br />

15 Piñar, Blas, “Nuestra razón de ser”, en Fuerza Nueva, 14 de diciembre de 1966, p. 3.<br />

16 Los datos de difusión y número de suscripciones se han obtenido de distintas fuentes: Torres García,<br />

Francisco, “La alternativa…” op. cit., pp. 49-76; Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios… op. cit.,<br />

p. 209; Piñar, Blas, Escrito para la Historia… op. cit., p. 441.<br />

17 En 1969 la propia revista señalaba que contaba con cerca de 7 000 suscriptores. Véase “Noticiario de la<br />

revista”, en Fuerza Nueva, 16 de agosto de 1969, p 32.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

112<br />

ejemplo, visitó a Manuel Fal Conde quien le facilitó un listado de mil carlistas a los que<br />

se recomendó la suscripción en nombre del dirigente tradicionalista.<br />

Entre los suscriptores, en los años inmediatamente posteriores a la fundación de la<br />

revista, se encontraban numerosos locales del Movimiento, bases de las fuerzas armadas<br />

y distintos grupos religiosos. La revista, más allá de su tirada, resultaba influyente ya que<br />

era leída en los ambientes militares y entre gran parte de la clase política franquista 18 .<br />

Fuerza Nueva se convirtió en el altavoz de la corriente de opinión más inmovilista del<br />

régimen, la cual todavía conservaba una importante capacidad de decisión e influencia<br />

durante los años del tardofranquismo.<br />

4. La publicidad en Fuerza Nueva (1966-1974)<br />

La publicidad es una de las principales fuentes de financiación de los medios de<br />

comunicación. Sin embargo, las publicaciones vinculadas a movimientos políticos o<br />

con posicionamiento ideológicos muy explícitos siempre cuentan con problemas para<br />

captar anunciantes dispuestos a utilizar sus soportes. El riesgo de la vinculación entre<br />

anunciante e ideología del medio dificulta las inversiones publicitarias. Por el contrario,<br />

se puede afirmar que la presencia publicitaria en un medio extremadamente ideologizado<br />

representa un apoyo explícito a esas concepciones políticas.<br />

En líneas generales la publicidad en Fuerza Nueva no parece buscar tanto el impacto<br />

comunicacional en los lectores dirigido a provocar una compra o crear una imagen de<br />

marca más favorable, como ser una muestra de apoyo a una orientación política que en<br />

un momento dado cuenta con respaldo de personalidades muy cercanas a Franco, como<br />

el almirante Luis Carrero Blanco, y que forma parte del muro de contención frente a una<br />

subversión creciente. Fuerza Nueva es un freno con el que colabora, como vamos a poder<br />

comprobar en esta investigación, parte de las élites políticas y económicas de nuestro país<br />

para retardar o impedir la apertura.<br />

Fuerza Nueva se encuentra en una posición paradójica. Por una parte, es una<br />

combativa publicación defensora a ultranza del franquismo, identificando este con los<br />

valores inamovibles de los triunfadores de la Guerra Civil. Por otra parte, sus crecientes<br />

críticas a las tímidas iniciativas aperturistas sitúan a la revista en una posición de<br />

enfrentamiento con determinadas personalidades de los gobiernos de Franco. En primer<br />

lugar, con algunos ministros vinculados al Opus Dei como, por ejemplo, con Gregorio<br />

López Bravo. La revista considera que sus proyectos tecnócratas son responsables del<br />

vaciado de los principios ideológicos del Movimiento. Desde sus páginas, Fuerza Nueva<br />

18 Arias Navarro, por ejemplo, leía con atención los editoriales de las publicaciones reaccionarias Iglesia<br />

Mundo y Fuerza Nueva. Véase Tusell, Javier y Genoveva Queipo de Llano, Tiempo de incertidumbre.<br />

Carlos Arias Navarro entre el franquismo y la Transición (1973-1976), Barcelona, Crítica, 2003, pp. 127-<br />

128.


113<br />

Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva(1966-1974)...”<br />

denuncia que la despolitización –entendida como la pérdida de la socialización política<br />

de la sociedad española en los valores del franquismo del 18 de julio– es un riesgo para<br />

el futuro del régimen. Posteriormente, tras la muerte de Carrero Blanco, Fuerza Nueva<br />

endurece sus posturas frente a cualquier aperturismo y se producen fuertes desencuentros<br />

con el gobierno de Arias Navarro, especialmente con su proyecto de asociacionismo<br />

presentado en febrero de 1974.<br />

La revista, sobre todo a partir del año 1970 cuando en España existe una creciente<br />

actividad subversiva en la universidad, en la Iglesia y en el mundo obrero coincidente con<br />

ciertas medidas aperturistas del gobierno, denunciará activamente desde sus páginas y en<br />

sus actos públicos las desviaciones gubernamentales de lo que se considera las esencias<br />

del régimen franquista. Para Blas Piñar, como se advertía en la portada del número 0, el<br />

18 de julio “ni se pisa, ni se rompe”. De alguna manera, por la beligerancia de las críticas<br />

a los gobiernos, con el tiempo Fuerza Nueva se convirtió en una oposición dentro del<br />

franquismo a la evolución del propio franquismo 19 . En este sentido, el periodista Emilio<br />

Romero escribió sobre el líder de Fuerza Nueva definiéndole como “la heterodoxia de la<br />

ortodoxia” 20 . Como observa González Cuevas, el inmovilismo total de Blas Piñar “hizo<br />

pasar por progresistas a las miembros de Gobierno” 21 .<br />

Su posicionamiento crítico frente al régimen supondrá el secuestro de cinco ediciones<br />

de la revista entre 1970 y 1974. En concreto, por orden del Ministerio de Información y<br />

Turismo fueron secuestrados los siguientes números: el nº 163, de 21 de febrero de 1970,<br />

por la reproducción de unos folletos del Partido Comunista; el nº 251, de 30 de octubre de<br />

1971, por publicar un discurso de Blas Piñar donde se criticaba la política del Ministerio<br />

de Asuntos Exteriores en relación a Gibraltar; el nº 318, de 10 de febrero de 1973, por<br />

las críticas del director Manuel Ballesteros al ministro López Bravo; el nº 319, de 17<br />

de febrero de 1973, por una crónica sobre el secuestro del industrial navarro Huarte; y<br />

el nº 324, de 24 de mayo de 1973, por la carta de Blas Piñar al embajador de la China<br />

nacionalista tras el reconocimiento de la China comunista por el régimen franquista.<br />

Por otra parte, el contenido del nº 190, de 29 de agosto de 1970, supondría un<br />

expediente administrativo al semanario. El nº 207, de 26 de diciembre de 1970, sufrió<br />

la amputación de dos párrafos de una crónica sobre una concentración en la plaza de<br />

Oriente en la que aparecía una fotografía de una pancarta cuyo texto era “Dios nos libre<br />

de los Gobiernos débiles”. Asimismo en junio de 1973 fueron prohibidos algunos actos<br />

públicos de “afirmación nacional” organizados por la editorial 22 .<br />

Su primera posición de defensor del régimen le facilitó, en una primera etapa, obtener<br />

el reconocimiento y el premio de los poderes del Estado en forma de apoyo puntual a sus<br />

actos (presencia de cargos públicos, cesión de locales, etc.) y, como podemos comprobar<br />

19 Fuerza Nueva se configuró como oposición interna a los gobiernos de Franco “con la relativa excepción<br />

del periodo Carrero”. Véase Torres García, Francisco, “La alternativa…” op. cit., p. 51.<br />

20 Pueblo, 22 de mayo de 1974. Citado en Piñar, Blas, Escrito para la Historia… op. cit., p. 168.<br />

21 González Cuevas, Pedro Carlos, Historia de las derechas… op. cit., p. 414.<br />

22 Véase Fuerza Nueva, 16 de junio de 1973, p. 2.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

114<br />

en esta investigación, publicidad para su revista procedente de las empresas vinculadas al<br />

Estado. El propio Blas Piñar reconoce que Fuerza Nueva contaba con el apoyo de Carrero<br />

Blanco dentro del Gobierno franquista aunque siempre ha negado que este soporte se<br />

materializase en ayudas económicas, salvo en el caso de la financiación de la edición<br />

del libro ¿Qué el comunismo? del exiliado rumano Horia Sima 23 . El testimonio de José<br />

Ignacio San Martín 24 , responsable del Servicio Central de Documentación de Presidencia<br />

del Gobierno (SECED), confirma esta sintonía entre el líder de Fuerza Nueva y Carrero:<br />

“El almirante tenía simpatía por Blas Piñar. Ideológicamente coincidía con él. Y estoy<br />

seguro de que le habría hecho ministro de Justicia si el dirigente de Fuerza Nueva<br />

hubiese adoptado una actitud de moderación y prudencia, y no de denuncia continua,<br />

pero el notario de Madrid veía, con razón, que el régimen se tambaleaba desde dentro,<br />

y de ahí su intransigencia.”<br />

El segundo posicionamiento de la publicación, a partir del año 1970 y de forma<br />

especial a partir del gobierno Arias en 1974, abiertamente crítico con la evolución del<br />

sistema, supondrá también la reducción o supresión de las ayudas publicitarias. En este<br />

sentido, durante los años del régimen, y a excepción del periodo del gobierno Carrero,<br />

varios ministros utilizaron su influencia para que se retirara la publicidad de las grandes<br />

empresas o de los organismos oficiales 25 .<br />

Parece claro que los poderes financieros y empresariales vinculados al Estado,<br />

una vez se comienza a percibir que el régimen tiene sus días contados y que la apertura<br />

está cercana, dejan de apoyar esta iniciativa franquista ante los posibles riesgos futuros.<br />

A partir de 1974 esta situación es evidente y durante la Transición se observará, como<br />

señala Rodríguez Jiménez, en las élites políticas y financieras que han contribuido al<br />

sostenimiento del franquismo un rápido proceso de adaptación a la nueva situación:<br />

“Varios de los representantes de la extrema derecha tenían, lógicamente, estrechas<br />

relaciones con el denominado ‘bunker económico’, pero pese a los lazos de camaradería<br />

y coincidencia ideológica existente en muchos casos, los representantes del mundo<br />

financiero afectos al inmovilismo se fueron vinculando paulatinamente a las fuerzas<br />

políticas herederas del franquismo que aceptaban el gradual proceso reformista” 26 .<br />

23 Casals i Meseguer, Xavier, La tentación… op. cit., pp. 46-48; Rodríguez Jiménez, José Luis,<br />

Reaccionarios… op. cit., pp. 128-129.<br />

24 San Martín, José Ignacio, Servicio especial. A las órdenes de Carrero Blanco (de Castellana a El Aaiún),<br />

Barcelona, Planeta, 1983, p. 245.<br />

25 Torres García, Francisco, “La alternativa…” op. cit., p. 53.<br />

26 Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios… op. cit., p. 169, nota 2.


115 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...”<br />

4.1 Volumen publicitario<br />

Fuerza Nueva tuvo, como ha señalado Torres, serios problemas para obtener<br />

financiación a través de la captación de publicidad en su revista 27 . Durante los años<br />

analizados (1966-1974) el volumen total de inserciones publicitarias fue de 1 735 anuncios<br />

para un total de 417 números publicados 28 .<br />

Un desglose temporal de las inserciones publicitarias [fig. 1] muestra cómo la<br />

revista mantiene durantes su tres primeros años un volumen de anuncios siempre cercano<br />

a los 230-250 y cómo este número a partir de 1971 desciende progresivamente siendo<br />

notable el decremento en el año 1974 29 .<br />

FIGURA 1: Número de inserciones publicitarias por año<br />

Año Número de inserciones<br />

Número<br />

publicados<br />

Inserciones por<br />

número (Media)<br />

1966 8 (sólo se publica el nº 0) 1 8<br />

1967 241 52 4,63<br />

1968 256 52 4,92<br />

1969 232 52 4,46<br />

1970 250 52 4,81<br />

1971 226 52 4,35<br />

1972 200 52 3,85<br />

1973 186 52 3,58<br />

1974 136 52 2,62<br />

FUENTE: Elaboración propia.<br />

Este volumen publicitario supone una media estimada de cuatro anuncios por<br />

número publicado. La revista tiene entre 36 y 40 páginas, dependiendo de la época y<br />

dejando de lado los números extraordinarios, lo que implica que la publicidad representa<br />

aproximadamente un 9-10% del espacio físico de la revista, un porcentaje bajo respecto<br />

a otros medios impresos. Sin embargo, el desglose por años nos indica cómo la presencia<br />

de la publicidad es más intensa en los inicios de la revista y cómo desciende a partir de<br />

los años setenta, siendo en 1974 el número de inserciones menor a tres anuncios por<br />

número 30 .<br />

La causa del descenso publicitario a partir del año 1971 puede explicarse, como se<br />

ha señalado, por el creciente posicionamiento crítico de la revista con distintas decisiones<br />

del régimen (caso Matesa, proceso de Burgos, reconocimiento de la China comunista,<br />

asociacionismo, aperturismo, etcétera) lo que provocó el secuestro de la publicación<br />

27 Torres García, Francisco, “La alternativa…” op. cit., p. 53.<br />

28 Hemos podido analizar 415 números ya que nos ha resultado imposible localizar los números secuestrados<br />

163 y 319. Como se ha señalado en la introducción, el recuento pude variar ligeramente, ya que algunos<br />

contenidos con apariencia publicitaria pueden ser realmente publicity.<br />

29 En el año 1975 el descenso publicitario se acentúa, según un muestreo realizado sobre veinte números<br />

elegidos al azar, y prácticamente la publicidad, salvo algunos anuncios bancarios, desaparece.<br />

30 Los números 0-14 cuentan con 32 páginas. Otros números especiales como, por ejemplo, el 200 cuentan<br />

con 50 páginas.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

116<br />

en cinco ocasiones entre 1970 y 1973. No solo las páginas fueron el escaparate de las<br />

críticas de la revista hacia el poder, sino que Fuerza Nueva realizó numerosos actos<br />

públicos por toda España y participó activamente en manifestaciones y concentraciones<br />

que utilizó como altavoz de su malestar frente a la evolución del país (manifestaciones<br />

conmemorativas del 1 de abril en 1971; algaradas en 1972 contra la estancia del ministro<br />

de Asuntos Exteriores británico Douglas Home en nuestro país; manifestación del 2 de<br />

mayo de 1973 en protesta por el asesinato de un policía por el Frente Revolucionario<br />

Antifascista y Patriótico; etcétera).<br />

En los primeros años de la publicación existe un apoyo de relevantes figuras<br />

civiles y militares a Fuerza Nueva pero, una vez el inmovilismo y la intransigencia<br />

fuerzanuevista comienzan a resultar incómodos, desaparecen los telegramas de adhesión<br />

de las personalidades del régimen y la presencia de gobernadores y miembros del aparato<br />

del Movimiento en los actos de la editorial 31 .<br />

A partir de 1974, tras el asesinato de Carrero Blanco en diciembre de 1973,<br />

quien mantenía, como se ha indicado, simpatías por Blas Piñar, el fuerte descenso de la<br />

publicidad probablemente va unido al endurecimiento de las posturas de Fuerza Nueva<br />

ante el gobierno de Arias Navarro. Las críticas son continuadas en los textos y discursos<br />

de Piñar. Los aperturistas son calificados de traidores, y se acusa al gobierno de debilidad<br />

ante la subversión. Fuerza Nueva llega a romper explícitamente con el gobierno Arias<br />

tras la publicación el 28 de septiembre de 1974 en su número 403 del artículo “Señor<br />

Presidente” de Blas Piñar: “Nos autoexcluimos de su política. No podemos, después de<br />

lo que ha dicho, colaborar con usted, ni siquiera en la oposición (…). Pues bien, nosotros<br />

no queremos ni obedecerle ni acompañarle” 32 .<br />

La consecuencia es clara. Los anunciantes huyen de los conflictos con el poder.<br />

Además una publicación no puede enfrentarse con sus anunciantes y más si, como se<br />

expone en esta investigación, el propio poder es, en gran medida, el anunciante.<br />

4.2 Principales anunciantes<br />

En el periodo estudiado 125 anunciantes insertan publicidad en la revista. Sin<br />

embargo, aquellos que pueden ser considerados significativos por el número de inserciones<br />

o inversión publicitaria a lo largo de los 417 números publicados nos son más de quince.<br />

Los anunciantes más relevantes [fig. 2] son entidades financieras (Confederación<br />

Española de Cajas de Ahorro, Banesto, Banco Exterior de España, Banco de Vizcaya<br />

o Banco General del Comercio y de la Industria); empresas del INI o participadas por<br />

él (Empresa Nacional Calvo Sotelo, Seat, Iberia, Repesa, Astano…) y empresas de los<br />

monopolios del Estado (RENFE).<br />

31 Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios… op. cit., p.129.<br />

32 Sobre el escándalo provocado por este artículo véase Piñar, Blas, Escrito para la Historia... op. cit., pp.<br />

579-595; Gallego, Ferrán, Una patria… op. cit., pp. 63-64; Rodríguez Jiménez, José Luis, Reaccionarios…<br />

op. cit., p. 173; Tusell, Javier y Genoveva Queipo de Llano, Tiempo de incertidumbre… op. cit., pp. 128-<br />

129.


117 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...”<br />

La Confederación Española de Cajas de Ahorros es un grupo de presión creado<br />

en 1928. Agrupaba a más de ochenta instituciones de ahorro popular que en su conjunto<br />

contaban con cerca de veinte millones de clientes. Su presidente durante los últimos<br />

años sesenta fue Luis Coronel de Palma, marqués de Tejada, procurador en Cortes y<br />

políticamente cercano a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNDP).<br />

En 1967 dirigía la Hermandad Nacional Universitaria, asociación estrechamente<br />

vinculada al régimen, que defendía la presencia católica en la educación española y en<br />

la que parte de sus miembros mantenían relaciones muy cercanas con Fuerza Nueva.<br />

Posteriormente, de 1970 a 1976, Coronel de Palma sería presidente del Banco de España.<br />

Por sus especiales características las Cajas de Ahorros tenían importantes lazos con el<br />

Estado, sus instituciones o sus empresas públicas. Por definición las Cajas podían ser<br />

de carácter público (estatal, provincial o municipal) y fundacional privado. Además,<br />

desde 1959 las Cajas estaban obligadas a invertir el 65% del crecimiento intermensual de<br />

sus depósitos en títulos de empresas públicas. Posteriormente este porcentaje se redujo<br />

progresivamente hasta alcanzar un 40% en 1973 33 .<br />

Figura 2: Principales anunciantes por número de inserciones (1966-1974)<br />

Orden Anunciante<br />

Número de<br />

inserciones<br />

1<br />

Confederación Española de Cajas de Ahorro<br />

(CECA)<br />

238<br />

2 BANESTO 217<br />

3<br />

Empresa Nacional Calvo Sotelo. Refinería<br />

Puertollano<br />

117<br />

4 Banco Exterior de España 93<br />

5 SEAT 91<br />

6 REPSOL-REPESA 82<br />

7 RENFE 81<br />

8 IBERIA 69<br />

9 Banco de Vizcaya 54<br />

10 ASTANO 51<br />

11 Schweppes 48<br />

12 Banco General del Comercio y la Industria 46<br />

13 British Leyland-Austin 31<br />

14 ENASA-PEGASO 30<br />

15 CAMPSA 29<br />

16 Standard Eléctrica-ITT 26<br />

17 Butano 22<br />

18 Tabacalera 20<br />

19 Menú del Día (Campaña institucional) 20<br />

20 Feria Española del Mueble 19<br />

FUENTE: Elaboración propia.<br />

33 Tamames, Ramón, Estructura económica de España. Tomo 2, Madrid, Alianza Universidad, 1978, p. 996.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

118<br />

Banesto es la principal entidad crediticia española por su cifra de depósitos en el<br />

periodo estudiado (1967-1974) y a partir de 1971 se convierte en el segundo anunciante<br />

más importante de la revista 34 . El presidente del banco a comienzos de los setenta es José<br />

María Aguirre Gonzalo que pasa por ser, según Tamames, uno de los integristas más<br />

convencidos de la oligarquía financiera y que es procurador en las Cortes franquistas 35 . En<br />

su consejo de administración participaron distintos ministros del franquismo, entre ellos,<br />

Federico Silva Muñoz.<br />

La Empresa Nacional Calvo Sotelo de combustibles líquidos y lubricantes,<br />

posteriormente incluida en ENPETROL, pertenece al INI 36 . Este organismo se creó por la<br />

ley de 25 de septiembre de 1941, con la finalidad de “propulsar y financiar, en servicio de<br />

la nación, la creación y resurgimiento de nuestras industrias”. Dentro de la dirección de<br />

las empresas del INI podemos encontrar a numerosas personas procedentes del Ejército<br />

y de la organización sindical franquista. Por ejemplo, Antonio Martínez Cattaneo,<br />

excombatiente de la División Azul, falangista y miembro de la Junta de Fundadores de<br />

Fuerza Nueva, es un relevante directivo del INI.<br />

Como se puede comprobar, en los principales anunciantes de la revista siempre<br />

encontraremos entidades dirigidas por personajes de las élites financieras estrechamente<br />

vinculados al poder franquista. Otros ejemplos ilustrativos son el Banco Exterior de<br />

España, parte de la Banca Oficial del Estado, que está presidido por el exministro Manuel<br />

Arburúa; el Banco de Vizcaya, cuyo presidente es Pedro Careaga y Basabe, conde de<br />

Cadagua, miembro de la alta burguesía bilbaína, familiar de Pilar Careaga, alcaldesa<br />

de Bilbao y fuerte apoyo para Fuerza Nueva 37 ; CAMPSA, cuyo presidente es Federico<br />

Silva Muñoz, exministro de Obras Públicas; Butano, con Luis Valero Bermejo, de la<br />

Confederación Nacional de Excombatientes; o Astilleros del Norte, S.A. (ASTANO),<br />

empresa promovida por Barrié de la Maza, presidente del grupo de Fuerzas Eléctricas del<br />

Noroeste, S.A. (FENOSA), aristocratizado por Franco con el título de conde de Fenosa y<br />

que, tras su muerte y ante los problemas de la empresa, el 60% de su capital fue adquirido<br />

en 1972 por el INI 38 . La presencia como anunciante del Banco General del Comercio y de<br />

la Industria es más comprensible si descubrimos que Blas Piñar se sienta en su Consejo<br />

de Administración 39 .<br />

34 González Temprano, Antonio et al., La Banca y el Estado en la España contemporánea (1939-1979),<br />

Madrid, Gráficas Espejo, 1981, p. 58.<br />

35 Tamames, Ramón, La oligarquía financiera en España, Barcelona, Planeta, 1977, p. 17. Era también<br />

procurador en Cortes por designación directa de Franco. Véase Cabrera, Mercedes y Fernando del Rey, El<br />

poder de los empresarios, Política y economía en la España contemporánea (1875-2010), Barcelona, RBA,<br />

2011, p. 320.<br />

36 El INI era un organismo con capacidad económica y personalidad jurídica (adscrito a la Presidencia<br />

del Gobierno hasta 1968 y, desde entonces, al Ministerio de Industria) y que para sus empresas utilizaba<br />

los métodos de las sociedades anónimas. Véase Tamames, Ramón, Estructura económica… op. cit., p.<br />

359. También Schwartz, Pedro y Manuel-Jesús González, Una historia del Instituto Nacional de Industria<br />

(1941-1976), Madrid, Tecnos, 1978.<br />

37 Tamames, Ramón, La oligarquía financiera... op. cit., p. 69.<br />

38 Ibídem, p. 29.<br />

39 Véase “Inauguración de las nuevas oficinas del Banco General, en Barcelona”, en Fuerza Nueva, 27 de


119 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...”<br />

Como hipótesis a estudiar en otros trabajos planteamos que un porcentaje de la<br />

publicidad en la revista Fuerza Nueva puede tener origen en la estrecha amistad y cierta<br />

simpatía ideológica de Federico Silva Muñoz, pese a representar a la familia democristiana<br />

y estar dentro del sector reformista del régimen, con Blas Piñar. La figura de Silva podría<br />

ayudar a comprender la presencia publicitaria de anunciantes como RENFE, Campsa y<br />

Banesto 40 .<br />

4.3 Los anunciantes y su vinculación con el Estado<br />

Los datos analizados muestran que el poder franquista, presente en todas las empresas<br />

con vinculaciones al Estado, sean monopolios o participadas del INI, es el principal<br />

soporte publicitario de la revista. Asimismo la banca privada, que por las características<br />

del capitalismo franquista tiene estrechos lazos con el Estado, es el otro gran apoyo<br />

publicitario. De los quince primeros anunciantes en la revista nueve entidades son<br />

empresas vinculadas al INI o a los monopolios estatales, cuatro son bancos u organismos<br />

financieros y solo dos empresas no bancarias privadas [fig. 3].<br />

Figura 3: Principales anunciantes por área de actividad y vinculación al Estado<br />

Orden Anunciante Actividad<br />

Vinculación al<br />

Estado<br />

Número de<br />

inserciones<br />

1 CECA Banca No 238<br />

2 BANESTO Banca No 217<br />

3 Empresa Nacional Calvo Sotelo Energía Sí, INI 117<br />

4 Banco Exterior de España Banca Sí, banca oficial 93<br />

5 SEAT Automoción Sí, INI 91<br />

6 REPSOL (REPESA) Energía Sí , INI 82<br />

7 RENFE Transporte<br />

Sí, monopolio<br />

estatal<br />

81<br />

8 IBERIA Transporte Sí, INI 69<br />

9 Banco de Vizcaya Banca No 54<br />

10 ASTANO<br />

Transformación<br />

naval<br />

Sí, INI<br />

(a partir 1972)<br />

51<br />

11 Schweppes Bebidas No 48<br />

12<br />

Banco General del Comercio y la<br />

Industria<br />

Banca No 46<br />

13 British Leyland-Austin Automoción No 31<br />

14 ENASA-PEGASO Automoción Sí, INI 30<br />

15 CAMPSA Energía<br />

Sí, monopolio<br />

estatal<br />

29<br />

FUENTE: Elaboración propia.<br />

enero de 1968, p. 36.<br />

40 Silva Muñoz propuso, según López Rodó, a Blas Piñar como posible ministro de Información y Turismo en<br />

mayo de 1967. Siendo ya aperturista y uno de los fundadores de Alianza Popular, tras las primeras elecciones<br />

democráticas y ante su rechazo a la aprobación de la Constitución, creó Derecha Democrática Española,<br />

junto con Gonzalo Fernández de la Mora, y mantuvo, aunque no fructificaron, numerosos contactos con<br />

Fuerza Nueva con el objeto de formar una coalición de cara a la convocatoria electoral de 1979. Sobre las<br />

relaciones entre Blas Piñar y Federico Silva Muñoz véase Piñar, Blas, Escrito para la Historia... op. cit.,<br />

pp. 168, 408 y 518; Ídem, Por España entera, Segunda parte de Escrito para la Historia, Madrid, Fuerza<br />

Nueva, 2001, pp. 211-230; y Silva Muñoz, Federico, Memorias políticas, Barcelona, Planeta, 1993, p. 270.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

120<br />

Profundizando en el análisis, si observamos las veinte primeras empresas españolas<br />

por volumen de ventas en 1975 [fig. 4] los datos muestran que diez habían sido anunciantes<br />

de Fuerza Nueva en años anteriores 41 . Este número prueba que, pese a su tirada limitada,<br />

la revista tenía capacidad de atracción de anunciantes relevantes. 4243<br />

Figura 4: Ranking de las 20 primeras empresas españolas por volumen de ventas en 1975.<br />

Orden Entidad<br />

Ventas<br />

(millones pts)<br />

Anunciante en<br />

Fuerza Nueva<br />

Número de<br />

inserciones<br />

1 CAMPSA 269 523 Sí 29<br />

2<br />

Empresa Nacional Calvo<br />

Sotelo<br />

87 943 Sí 117<br />

3 CEPSA 70 687 No --<br />

4 ENSIDESA 42 63 781 No --<br />

5 SEAT 55 808 Sí 91<br />

6 Compañia Telefónica (CTNE) 53 742 Sí 10<br />

7 Unión explotación Río Tinto 45 789 No --<br />

8 IBERIA 43 654 Sí 69<br />

9 Dragados y Construcciones 43 642 No --<br />

10 El Corte Inglés 43 501 No --<br />

11 RENFE 38 150 Sí 81<br />

12 PETRONOR 36 783 No --<br />

13 Astillero Españoles 43 34 640 Sí 8<br />

14 FASA-RENAULT 32 582 No --<br />

15 IBERDUERO 28 069 No --<br />

16 Hidroeléctrica 27 698 No --<br />

17 Standard Eléctrica-ITT 27 317 Sí 26<br />

18 Butano 27 105 Sí 22<br />

19 Tabacalera 26 296 Sí 20<br />

20 Altos Hornos de Vizcaya 24 675 No --<br />

FUENTE: Elaboración propia.<br />

Si analizamos el ranking de las empresas con participación estatal mayoritaria<br />

[fig. 5], nuevamente nos demuestra que estas entidades tuvieron presencia notable como<br />

anunciantes. Entre las diez primeras empresas de esta tipología nueve han estado presentes<br />

en Fuerza Nueva 44 .<br />

41 Tamames, Ramón, La oligarquía financiera… op. cit, pp. 212-213.<br />

42 Ensidesa, junto a Repesa y la Empresa Nacional Calvo Sotelo, participa en la comercializadora de<br />

fertilizantes Cofer que realizará dieciséis inserciones publicitarias en la revista durante el periodo analizado.<br />

Véase Fuerza Nueva, 19 de diciembre de 1970, p. 19.<br />

43 Astilleros de Cádiz, parte del grupo Astilleros Españoles, publica otros cinco anuncios en el periodo<br />

estudiado.<br />

44 Tamames, Ramón, La oligarquía financiera… op. cit., p. 216.


121 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...”<br />

Figura 5: Ranking de empresas con participación estatal mayoritaria dentro de las diez<br />

primeras empresas por volumen de ventas en 1975<br />

Orden Entidad Anunciante en<br />

Fuerza Nueva<br />

Número de<br />

inserciones<br />

1 Empresa Nacional Calvo Sotelo Sí 117<br />

2 ENSIDESA No --<br />

3 SEAT Sí 91<br />

4 CTNE Sí 10<br />

5 IBERIA Sí 69<br />

6 RENFE Sí 81<br />

7 Astillero Españoles Sí 8<br />

8 Butano Sí 22<br />

9 Tabacalera Sí 20<br />

10 Comercial PEGASO Sí (como<br />

ENASA)<br />

30<br />

FUENTE: Elaboración propia.<br />

Por el contrario, de las diez primera empresas independientes en el ranking por<br />

volumen de ventas en 1975 [fig. 6] el análisis arroja que ninguna de estas entidades ha<br />

sido anunciante 45 .<br />

Figura 6: Ranking de empresas independientes por volumen de ventas en 1975.<br />

Orden Entidad<br />

Anunciante en<br />

Fuerza Nueva<br />

Número de<br />

inserciones<br />

1 El Corte Inglés No --<br />

2 Galerías Preciados No --<br />

3 Entrecanales y Távora No --<br />

4 Huarte y Compañía No --<br />

5 Fomento de Obras y Construcciones No --<br />

6 MZOV No --<br />

7 Cubiertas y Tejados No --<br />

8 Vall Companys No --<br />

9 Tabacos de Filipinas No --<br />

10 Fábrica Española de Magnetos No --<br />

FUENTE: Elaboración propia.<br />

Estos datos parecen confirmar la opinión –en tono descalificador– que lanzaba en<br />

mayo de 1970 la revista Cuadernos para el Diálogo quien acusaba al Estado y a la banca<br />

privada de financiar los “exabruptos del incomparable semanario Fuerza Nueva”. Frente<br />

a las acusaciones de financiación a través de “publicidad intrínsecamente estatal o, en<br />

su caso, paraestatal” la publicación de Blas Piñar admitió como lógica la publicidad de<br />

empresas que habían nacido al amparo del régimen en una revista que era firme defensora<br />

del Estado franquista 46 .<br />

45 Ibídem, p. 217.<br />

46 Piñar, Blas, Escrito para la Historia... op. cit., p. 448. La respuesta a las acusaciones en “Nuestra<br />

permanencia”, Fuerza Nueva, 27 de junio de 1970, p. 25.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

122<br />

Es importante resaltar que la banca privada española estaba presente en el aparato<br />

estatal tanto en los organismos económicos (Instituto Nacional de Industria, Consejo<br />

de Economía Nacional y Consejo Superior Bancario) como en los políticos de carácter<br />

legislativo y consultivo (Cortes, Consejo del Reino, Consejo de Estado y Consejo<br />

Nacional del Movimiento) y ejecutivo (ministros, subsecretarios y directores generales).<br />

Por ejemplo, entre 1969 y 1975, Banesto contaba con miembros en el Consejo de Estado,<br />

supremo cuerpo consultivo de la Administración, en las Cortes, en el Consejo del<br />

Movimiento, etcétera 47 . Las vinculaciones Banca-Estado franquista también se demuestran<br />

observando la presencia de veintinueve ministros de Franco –aproximadamente un 25%<br />

del total– en los consejos de administración de entidades bancarias antes y/o después de<br />

su participación en los gobiernos 48 .<br />

4.4 Evolución de los principales anunciantes<br />

Como hemos señalado, a lo largo del periodo estudiado los principales anunciantes<br />

son la Confederación Española de Cajas de Ahorros, Banesto y la Empresa Nacional<br />

Calvo Sotelo. Sin embargo, un análisis detallado por año nos muestra que hasta 1971<br />

la Confederación Española de Cajas de Ahorros es el principal anunciante de la revista,<br />

pero que su apoyo decrecerá progresivamente, quizás explicado por la salida de Coronel<br />

de Palma de la institución, cesando sus anuncios en 1973. Banesto a partir de 1971 –<br />

desde 1970 José María Aguirre Gonzalo sustituye al frente de la entidad al marqués<br />

de la Deleitosa– mantiene una presencia publicitaria creciente publicando un anuncio<br />

prácticamente en cada ejemplar convirtiéndose en el primer anunciante.<br />

En cualquier caso, el análisis demuestra que prácticamente todos los años los<br />

cinco principales anunciantes son empresas del INI, monopolios del Estado o entidades<br />

financieras. El análisis temporal también deja claro que este apoyo del Estado se irá<br />

recortando progresivamente según vayan avanzado las posturas reformistas dentro del<br />

franquismo y probablemente según se produzcan cambios en el propio INI 49 y otras<br />

entidades [fig. 7].<br />

47 González Temprano, Antonio, et al., La Banca y Estado… op. cit., pp. 155-229.<br />

48 Véase Sánchez Soler, Mariano, Ricos por la patria (Grandes magnates de la Dictadura, altos financieros<br />

de la Democracia), Barcelona, Plaza y Janés, 2001, pp. 238-239.<br />

49 Por ejemplo, en 1974 es nombrado presidente del INI Francisco Fernández Ordóñez, posteriormente<br />

ministro con el Gobierno socialista de Felipe González, quien ejerce su cargo de febrero a noviembre de<br />

ese año.


123 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...”<br />

Figura 7: Ranking de los ocho principales anunciantes por número inserciones y año.<br />

1967 1968 1969 1970<br />

CECA 29 CECA 52 CECA 55 RENFE 52<br />

SEAT 25 IBERIA 33 REPSOL-REPESA 19 CECA<br />

REPSOL-<br />

52<br />

IBERIA 19 E. Nac. Calvo Sotelo 29 Banco Exterior 15 REPESA 24<br />

E. Nac. Calvo Sotelo 16 Standard Eléctrica 15 Astano 15 BANESTO 14<br />

E. Nac. Calvo Banco<br />

ADARO 16 REPSOL-REPESA 11<br />

Sotelo 14<br />

Ibérico 12<br />

Banco<br />

IPSA 15 BANESTO 11 IBERIA 13 Exterior 12<br />

Portland Valderrivas 14 Banco Exterior 10 BANESTO 13 ASTANO 9<br />

INCOBESA 12 RENFE 8 SEAT 11 SEAT 8<br />

1971 1972 1973 1974<br />

CECA 41 BANESTO 55 BANESTO 52 BANESTO 42<br />

E. Nac. Calvo Banco<br />

BANESTO 30 Schweppes<br />

British Leyland-<br />

30<br />

REPSOL-REPESA 27<br />

Menú del día (campaña<br />

Sotelo 33<br />

Vizcaya 30<br />

Austin 21 CAMPSA 25 SEAR<br />

Fundación<br />

19<br />

ministerial) 20 ASTANO 15 Banco Exterior 15<br />

Schweppes 18 Banco Exterior 12 Banco Vizcaya 15<br />

Tabacalera 13 RENFE 11 Banco G. Comercio 14<br />

Cofer 12 CECA 9 SEAT 12<br />

Banco Exterior 10 Feria E. Mueble 8 DYC 5<br />

FUENTE: Elaboración propia.<br />

4.5 Otros anunciantes<br />

G. Franco 13<br />

E. Nac.<br />

Calvo Sotelo 11<br />

Banco<br />

Exterior 9<br />

Banco G.<br />

Comercio 4<br />

Bernabé<br />

Chamorro 3<br />

De este análisis realizado también se deduce que esta publicación no aparece como<br />

un soporte publicitario atractivo para empresas privadas, ajenas a las vinculaciones<br />

estatales, salvo en el caso relevante de Schweppes (48 inserciones).<br />

Por otra parte, Fuerza Nueva es soporte para la publicidad ocasional de pequeños<br />

anunciantes de carácter local y escasa inversión. Podemos observar una publicidad que<br />

seguramente es atribuible a simpatizantes de la editorial que publican sus anuncios como<br />

ayuda voluntariosa a la revista (el agente de la propiedad José María Espona, el mayorista<br />

de drogas y productos químicos industriales Bernabé Chamorro Martín, el transportista<br />

Ramón Iuretagoyena, la ingeniería Ataio 50 …).<br />

50 Un ejemplo de publicidad militante es el anuncio publicado por Ataio Ingenieros: “Continuamente tenemos<br />

puestos de trabajo para personas escogidas de la verdadera reserva espiritual española…necesitamos pues:<br />

(…). Secretarias bilingües buenas, educadas, señoritas con una buena educación, que sepan que hay que<br />

trabajar. Lo mismo los hombres: caballeros con dignidad profesional, dedicación y sentido de lealtad.”<br />

El logotipo de la Ingeniería imita al identificador de Fuerza Nueva (cuadrado bicolor dividido por una<br />

diagonal). Véase Fuerza Nueva, 14 de diciembre de 1974, p. 18.


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124<br />

En este análisis hay que resaltar una estrategia desarrollada por Fuerza Nueva no<br />

sabemos si con un fin periodístico o puramente como medio de captación de publicidad<br />

centrada en la dedicación de extensos reportajes a distintas provincias o ciudades donde<br />

se describen los avances y éxitos del desarrollismo en esos territorios. Estos números<br />

especiales siempre van acompañados de anuncios de las Cajas de Ahorros provinciales o<br />

empresas de carácter local (Ciudad Real en el nº 39 de 1967; Bilbao en el nº 80 de 1968;<br />

Guipúzcoa en el nº 205 de 1970…).<br />

5. Propaganda de Fuerza Nueva<br />

Según se reduce progresivamente la publicidad en la revista, aumenta el espacio<br />

propagandístico de la publicación dirigido a promocionar la venta de libros de la propia<br />

editorial o de otras ideológicamente afines, los discursos en cinta casete de Blas Piñar, la<br />

captación de suscripciones o la promoción de los distintos actos de afirmación nacional<br />

organizados por el movimiento piñarista. Este fenómeno es especialmente significativo,<br />

como se puede comprobar en la tabla adjunta [fig. 8], a partir del año 1974 cuando el<br />

descenso publicitario es muy acusado en la revista.<br />

Figura 8: Evolución autopublicidad Fuerza Nueva.<br />

Año Número de inserciones<br />

1967 12<br />

1968 51<br />

1969 26<br />

1970 4<br />

1971 23<br />

1972 15<br />

1973 49<br />

1974 122<br />

Total general 302<br />

FUENTE: Elaboración propia.<br />

Entre los libros distribuidos por la revista podemos encontrar las obras del jesuita<br />

Adro Xavier, cuya biografía novelada Carlos María sobre un participante en la Cruzada,<br />

alcanza notable popularidad; publicaciones de la editorial Caralt, de carácter falangista,<br />

como La paz dura quince días de Rafael García Serrano o Las dos barajas de Ángel Ruiz<br />

Ayúcar; libros religiosos de la Editorial Coculsa como El cristiano, alma del mundo de<br />

Díaz Presa; o libros editados por la propia Fuerza Nueva como José Antonio, biografía<br />

apasionada, de Felipe Ximénez de Sandoval y con prólogo de Blas Piñar, Obras de Juan<br />

de la Cosa, recopilación de artículos escritos bajo seudónimo por el presidente asesinado<br />

Luis Carrero Blanco, El hombre cristiano y la acción política de Horia Sima, Derrota<br />

Mundial de Salvador Borrego, La sierra en llamas de Ángel Ruiz Ayúcar sobre la lucha


125 Juan Manuel González, “La publicidad en la revista Fuerza Nueva (1966-1974)...”<br />

contra el maquis o Proceso a la democracia de Jean Haupt.<br />

A diferencia de la revista la publicación de libros fue una actividad que ofreció<br />

rentabilidad a la editorial y supuso otra de las bases de financiación de la asociación<br />

política. Numerosos textos de los publicados conocieron reediciones a lo largo de los<br />

años como, por ejemplo, las obras de Blas Piñar Combate por España o la biografía de<br />

José Antonio de Ximénez Sandoval. Asimismo los discursos de Piñar, editados en casete,<br />

también tuvieron una notable aceptación.<br />

6. Conclusiones<br />

La revista Fuerza Nueva es el altavoz de las posturas más inmovilistas del franquismo<br />

desde su nacimiento a finales de 1966. Esta publicación comparte un posicionamiento<br />

de defensa del régimen y las esencias del 18 de Julio con un enfrentamiento con las<br />

posturas aperturistas o reformistas del propio franquismo. Pese a su difusión limitada es<br />

importante resaltar su capacidad de influencia como creadora de opinión en los ambientes<br />

franquistas.<br />

La financiación de esta publicación descansa en los ingresos obtenidos por la<br />

venta de ejemplares, las suscripciones, la venta de libros publicados por la editorial,<br />

las aportaciones de simpatizantes y, en mucha menor medida dado su volumen, por la<br />

publicidad insertada en sus páginas. Parece que no existe una financiación estatal directa,<br />

pese a las simpatías de Carrero Blanco por Blas Piñar, aunque el Estado, como hemos<br />

comprobado en este trabajo, se encuentra de forma indirecta detrás de gran parte de la<br />

publicidad insertada en Fuerza Nueva.<br />

Los principales anunciantes de la revista desde su orígenes en 1966 hasta finales<br />

del año 1974 son entidades financieras con estrechos lazos con el régimen (CECA,<br />

Banesto y Banco Exterior de España) y empresas monopolios del Estado (Renfe) o<br />

vinculadas al Estado a través del INI (Empresa Nacional Calvo Sotelo, Seat, Repesa,<br />

Iberia…). El análisis de estas entidades y de sus cuadros directivos demuestra que el<br />

soporte publicitario de Fuerza Nueva se encuentra, en gran medida, en personalidades<br />

del propio régimen o con estrechas vinculaciones con el mismo, así como en ciertas<br />

élites financieras que apoyan el sistema franquista. La evolución del propio régimen, la<br />

percepción de la clase política franquista de los inevitables cambios políticos inminentes,<br />

percepción agudizada tras el asesinato de Carrero Blanco, y la creciente actitud critica de<br />

Fuerza Nueva frente a las decisiones gubernamentales franquistas suponen la progresiva<br />

disminución de la publicidad insertada por los anunciantes con vinculaciones al Estado,<br />

siendo esta circunstancia especialmente remarcable a partir de 1974.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

126<br />

En cualquier caso, la conclusión clara es que el semanario del movimiento piñarista<br />

fue financiado, de forma limitada e indirecta, a través de publicidad, por determinadas<br />

personalidades del régimen que comulgaban con sus presupuestos ideológicos. Este<br />

apoyo en forma de publicidad pagada, que se estima bajo y que en futuras investigaciones<br />

debe ser cuantificado a través del estudio de las tarifas publicitarias abonadas por los<br />

anunciantes, fue reduciéndose con el tiempo según la postura de Fuerza Nueva resultaba<br />

más incómoda frente al inminente desenlace del franquismo. Asimismo la revista, por<br />

su propia belicosidad ideológica, fue incapaz de atraer un volumen significativo de<br />

anunciantes, sin vinculaciones directas o indirectas con el Estado, más allá del pequeño<br />

apoyo testimonial de publicidad de negocios de algunos militantes o simpatizantes.


La democracia posberlanga: la idea de posdemocracia de Colin<br />

Crouch a través de Atilano, presidente (1998)<br />

GARIKOITZ GÓMEZ ALFARO<br />

Universitat de València<br />

Fecha de recepción: 7 de mayo de 2012<br />

Fecha de aceptación: 18 de noviembre de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

Resumen: Este trabajo parte de la crítica de la democracia formal que se deriva de la<br />

crisis estructural de la representación en los sistemas democráticos actuales. Realizando<br />

una lectura del cine español de finales de 1990 se pretende, siguiendo a Colin Crouch,<br />

rastrear los síntomas del malestar democrático contemporáneo. Se aborda tanto la crítica<br />

de la democracia formal como la colonización de lo público por parte de los sectores<br />

privados como consecuencia del consenso neoliberal de la última mitad del siglo XX.<br />

Se procura aunar el análisis político con el estudio de la industria cultural española,<br />

ofreciendo algunas claves para estudiar el potencial que el cine tiene para la denuncia<br />

social, sirviéndome para ello del largometraje Atilano, presidente (1998).<br />

Palabras clave: democracia, cine, política, desafección.<br />

Abstract: This paper begins with the critique of the limits of formal democracy, which<br />

stems from the approaches of the structural representation crisis within western democratic<br />

systems. Following Colin Crouch, this paper discusses how Spanish cinema in late 1990<br />

tracks the symptoms of modern democratic malaise. It addresses both the critique of<br />

formal democracy and the colonization of the common by the private sector as a result<br />

of the last half century’s neoliberal consensus. It is intended to combine political analysis<br />

with the study of Spanish culture industry, offering some keys to study cinema’s capacity<br />

to foster social criticism, which I’ll try to illustrate using Atilano, presidente (1998).<br />

Keywords: democracy, cinema, politics, disaffection.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

128<br />

“Me gustas democracia porque estás como ausente con tu disfraz parlamentario, con tus<br />

1. Introducción<br />

listas cerradas, tu rey tan prominente (…)”<br />

Javier Krahe 1<br />

La paradoja de la posdemocracia es tan inquietante como sencilla de formular:<br />

mientras que el número de regímenes democráticos se ha multiplicado sustancialmente<br />

desde la II Guerra Mundial 2 , su legitimidad está en entredicho por, entre otras cosas, la<br />

baja participación electoral o la colonización de lo común por el sector privado. El caso<br />

español puede servir de ejemplo si aceptamos, como defiende Huntington, que nuestro<br />

país se sitúa dentro de la tercera oleada democrática que tuvo lugar entre 1974 y 1990 3 .<br />

La contribución patria al sonado fin de la Historia se produce, no obstante, a través de<br />

una rupforma repleta de ambigüedades que dejaba atrás la dictadura franquista desde<br />

la titubeante vía pactada. Años más tarde, el derrumbe de la hilera de fichas de dominó<br />

que conformaba el bloque soviético permitió al politólogo Francis Fukuyama levantar el<br />

brazo del boxeador de calzas azules situado a la derecha del ring: la democracia liberal y la<br />

economía de mercado saludaban a un público embelesado 4 . Este triunfo aparente permitía<br />

a los Estados Unidos sentar cátedra. En efecto, el ejemplo del mundo libre parecía la<br />

única fórmula para el éxito económico y la libertad política 5 . Sin embargo, se preguntaban<br />

algunos, ¿era esta democracia tan robusta como parecía?<br />

Un año después del ensayo de Fukuyama, Jean-Marie Guéhenno formulaba la<br />

siguiente cuestión: ¿Sobrevivirá la democracia en el año 2000? En esencia, el diplomático<br />

francés argumentaba que la disolución de los Estados-Nación en un contexto global<br />

conllevaría el final de las garantías democráticas 6 . Su escepticismo no era novedoso.<br />

Estaba conectado con la tradición pesimista de la escuela crítica de Frankfurt que, entre<br />

1 Krahe, Javier, Toser y Cantar (CD), Madrid, 18 chulos, 2010.<br />

2 Las fuentes varían según la descripción –nunca aséptica– de régimen democrático. Todas las fuentes<br />

consultadas convenían en que el número de países había aumentado. Dos ejemplos: según la ONG (muy)<br />

estadounidense Freedom House, los países libres fueron 60 en el año 1988, mientras que en 2008 había<br />

89, vid. «http://www.freedomhouse.org/report/countries-crossroads-2011/essay-freedom-world-2009setbacks-and-resilience»<br />

[consultado el 1 de marzo de 2012]. The Economist es más duro con sus resultados:<br />

para el año 2010 solo admite como democracias completas (26) y democracias deterioradas (53), es decir,<br />

un total de 79 (el 49,5% del total de países). “Democracy index 2010. Democracy in retreat”. Disponible<br />

en «http://graphics.eiu.com/PDF/Democracy_Index_2010_web.pdf» [consultado el 21 de junio de 2011].<br />

3 Huntington, Samuel P., La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX, Barcelona, Paidós,<br />

1994.<br />

4 Las referencias a Fukuyama aparecen aquí a raíz de la lectura del artículo del profesor Wieviorka,<br />

Michel, “El futuro de la democracia” en La Vanguardia, 12 de septiembre de 2010. Disponible en «http://<br />

hemeroteca-paginas.lavanguardia.com/LVE05/PUB/2010/09/12/LVG201009120291LB.pdf» [Consultado<br />

el 1 de marzo de 2012]. Para profundizar en sus tesis del autor de origen nipón vid. Fukuyama, Francis, El<br />

fin de la historia y el último hombre, Barcelona, Planeta, 1992.<br />

5 Jáuregui, Gurutz, La democracia planetaria, Oviedo, Ediciones Nobel, 2000, pp. 45-48.<br />

6 Guehenno, Jean, El fin de la democracia. La crisis política y las nuevas reglas del juego, Barcelona,<br />

Paidós, 1995, pp. 35-49.


129<br />

otros aspectos, venía denunciando la necesidad de acometer reformas en los sistemas<br />

liberales 7 . Es en estas coordenadas donde se inserta el trabajo de Colin Crouch, Post-<br />

Democracy, un diagnóstico nada risueño sobre la salud de las democracias liberales 8 . En<br />

ella, el sociólogo británico justifica su dictamen denunciando el distanciamiento de un<br />

modelo ideal denominado momento democrático. Desde su punto de vista, la democracia<br />

es víctima de una globalización en la que la organización de los intereses colectivos queda<br />

obstaculizada por el despliegue de la esfera de unos intereses económicos que trascienden<br />

el marco de actuación política del Estado. En este contexto, mientras que el marco formal<br />

de la democracia se mantiene, la ciudadanía pierde gran parte de su autonomía real. En el<br />

paisaje político esbozado por Crouch la desafección política cunde entre una población<br />

que da remachadas muestras de languidez política.<br />

Si bien su estudio tiene vocación generalista, sus ejemplos suelen centrarse en los<br />

países anglosajones. Así pues, me pregunto: ¿es posible aplicar el esquema de Colin<br />

Crouch a la democracia española? En esta dirección apuntaba el político catalán Albert<br />

Alay cuando describía a la monarquía parlamentaria española como una democracia coja,<br />

con una separación de poderes insuficiente y una élite política que requiere una profunda<br />

reforma moral 9 . Este hipotético desencanto de la democracia española, que podría ser<br />

interpretado como el corolario de una transición incompleta, puede comprenderse además<br />

desde el agotamiento del paradigma liberal de politólogos que, como Huntington, asumen<br />

que la consolidación de las elecciones libres supone el síntoma definitivo de una salud<br />

democrática de hierro 10 . Pese a estar inmersa en el tedio, la ciudadanía española puede<br />

–según Huntington– al fin presumir de ser completamente democrática. Así pues, parece<br />

que la desafección política no está reñida con la legitimidad, ya que pese a la decepción<br />

ante la incapacidad de la democracia formal para responder ante ciertas demandas de<br />

la ciudadanía, esta se considera generalmente como el mejor régimen posible 11 . En<br />

consecuencia, ¿es factible aplicar la teoría de la parábola de la democracia de Colin<br />

Crouch a la trayectoria descrita por la política española? Considero muy probable que<br />

así sea.<br />

Garikoitz Gómez, “La democracia posberlanga. La idea de posdemocracia...”<br />

Este ensayo tiene la voluntad de ser una pequeña provocación. Por otro lado, aspira<br />

a servir de introducción general al problema del enquistamiento de las instituciones<br />

democráticas sirviéndose para ello de un lenguaje pedagógico y ameno 12 . Tal aspiración,<br />

7 Entre muchos otros, Habermas ya había criticado en la década de los setenta la lógica engañosa de<br />

un capitalismo burocrático cuya racionalidad instrumental comenzaba a dar síntomas de agotamiento,<br />

proponiendo en su lugar una democracia deliberativa. Vid. Habermas, Jürgen, Teoría de la acción<br />

comunicativa, Madrid, Trotta, 2010.<br />

8 En España, el libro de Crouch se publicó al año siguiente. Crouch, Colin, Posdemocracia, Madrid, Taurus,<br />

2004.<br />

9 Alay, Albert, La democracia coixa, Barcelona, Editorial Pòrtic, 1995.<br />

10 Huntington, La tercera ola… op. cit., pp. 230-231.<br />

11 Montero Gibert, José Ramón et al., “Actitudes hacia la democracia en España: legitimidad, descontento y<br />

desafección” en Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, 83 (1998), pp. 9-49. Disponible en<br />

«http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=757677» [Consultado el 16 de enero de 2011].<br />

12 De ahí la elección del trabajo de Crouch, un autor más llano y accesible que brillante u original.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

130<br />

no obstante, no debería de justificar la ingenuidad. Pérez-Díaz ha advertido sobre la<br />

facilidad con la que la Academia produce nuevos -ismos que se apresuran a dibujar líneas<br />

imaginarias, límites y etiquetas 13 . Con todo, una provocación no es, desde luego, un<br />

ejercicio de prudencia. De ahí que haya buscado un terreno algo más flexible e imaginativo<br />

–quizás también más ambiguo– para mi trabajo: el cine. De acuerdo, la pantalla ha dejado<br />

de ser tierra virgen para la Academia, pero no por ello ha dejado de ser un terreno fértil 14 .<br />

En mi afán por distanciarme de la dialéctica entre textos canónicos, he escogido una<br />

película española para ilustrar las tesis de Crouch: Atilano, presidente (Santiago Aguilar<br />

y Luis Guridi, 1998) 15 . Esta sátira política refleja unas elecciones desde la perspectiva de<br />

un heterodoxo candidato que realiza un descenso dantesco hacia las profundidades de<br />

la sima posdemocrática. Ya Marc Ferró señaló que la imagen cinematográfica, muchas<br />

veces sin proponérselo, revela aspectos desconocidos de las sociedades que la produce.<br />

En efecto, aquí me interesa más aplicar una discusión teórica en un marco de significados<br />

común –el cine– para mantener un mínimo nexo referencial con el espacio público 16 .<br />

2. Posdemocracia<br />

El británico Colin Crouch es uno de los nombres más repetidos en el extenso debate<br />

sobre la crisis del sistema democrático contemporáneo 17 . Probablemente, el planteamiento<br />

de su Posdemocracia destaca más por su concisión que por su profundidad, más por su<br />

claridad que no por su sofisticación. Crouch ofrece una más que solvente introducción<br />

desde una perspectiva que se sitúa a la izquierda –pero no demasiado lejos 18 – de la tercera<br />

13 Pérez-Díaz, Víctor, El malestar de la democracia, Barcelona, Crítica, 2008, pp. 10-11.<br />

14 Doy por sentado que el cine queda legitimado como ámbito de discusión académico. La bibliografía que<br />

iniciara Marc Ferro en los setenta hoy en día es inabarcable. Por dar algunos nombres: Sand, Schlomo,<br />

El Siglo XX en pantalla, Barcelona, Crítica, 2004; Camarero, Gloria (ed.), La mirada que habla: cine e<br />

ideologías, Madrid, Akal, 2002; Zimmer, Christian, Cine y política, Salamanca, Sígueme, 1975; y, sobre<br />

todo, Rosenstone, Robert A., El pasado en imágenes: El desafío del cine a nuestra idea de la historia,<br />

Barcelona, Ariel, 1997.<br />

15 Que la película sea prácticamente desconocida no responde a ninguna intención por mi parte. Berlanga<br />

queda lejos, lamentablemente; el cine español no es dado a cultivar ese género tan estadounidense conocido<br />

como thriller político.<br />

16 En estas líneas estoy siguiendo la introducción de Henry A. Giroux en su libro Cine y entretenimiento.<br />

Elementos para una crítica política del filme, Barcelona, Paidós, 2003, pp. 13-29. Por otro lado, quizás sea<br />

conveniente apuntar que al emplear una película española no pretendo demostrar que la teoría de Colin<br />

Crouch sea aplicable al Estado español, tampoco que su análisis histórico, social y político sea verdadero;<br />

simplemente defenderé su utilidad para discernir algunos de las taras de nuestro sistema democrático.<br />

17 Un autor de corte liberal como Ralf Dahrendorf se ha hecho eco del planteamiento de Posdemocracia<br />

de forma paradójica. Mientras que la tilda de “panfleto”, reconoce luego que Crouch ilustra “quizá mejor<br />

que muchos otros, las transformaciones que se están produciendo (…)”. Dahrendorf, Ralf, Después de la<br />

democracia. Entrevista de Antonio Polito, Barcelona, Crítica, 2002. Hay que tener en cuenta que Dahrendorf<br />

se refería a una versión anterior del trabajo de Crouch, publicado originalmente como artículo en “Coping<br />

with Post-democracy”, Fabian Ideas, 598 (2000).<br />

18 Se puede decir que Crouch no va más allá de un liberalismo clásico que respete y refuerce la esfera de<br />

lo público. No critica el modelo capitalista, ni el desvanecimiento de lo común como consecuencia de la<br />

privatización; solo pretende mantener su influencia fuera de un estado de bienestar. Antes bien, a lo largo


131<br />

Garikoitz Gómez, “La democracia posberlanga. La idea de posdemocracia...”<br />

vía de Giddens. A continuación elaboraré un breve resumen de los contenidos de su<br />

ensayo para mostrar el mapa teórico que dispongo para el análisis de los filmes.<br />

En primer lugar hemos de tener en cuenta la definición que Crouch da del propio<br />

concepto que nos ocupa; desde su punto de vista el término posdemocracia es útil para<br />

describir las “situaciones en las que el aburrimiento, la frustración y la desilusión han<br />

logrado arraigar tras un momento democrático, y los poderosos intereses de una minoría<br />

cuentan mucho más que los del conjunto de las personas” en la oferta de política.<br />

Además, continúa Crouch, sirve para “otras situaciones en las que las élites políticas<br />

han aprendido a sortear y a manipular las demandas populares y las personas deben<br />

ser persuadidas para votar mediante campañas publicitarias” 19 . Crouch es consciente<br />

de que las categorías cerradas de democracia y no democracia son demasiado rígidas<br />

para describir situaciones limítrofes y cambios internos. Por tanto, opta por definir una<br />

trayectoria que puede conducirse hacia varias direcciones. Desde un origen semimítico,<br />

el momento democrático, que Crouch sitúa en algún punto de entreguerras y posguerra 20 ,<br />

el autor propone tres tiempos ideales: predemocrático, democrático y posdemocrático.<br />

Su finalidad es servir como puntos de referencia para indicar nuestra situación respecto<br />

a un ideal. En vez de optar por una mecánica gradual evolutiva, Crouch emplea una<br />

dialéctica flexible; esto es, más que para una definición de la actualidad, el concepto de<br />

posdemocracia nos sirve como descripción de la trayectoria que dibujamos. Para explicar<br />

el movimiento de las democracias posmodernas el sociólogo británico diseña una parábola<br />

en la que los Estados como España pasan de un momento pre-democrático a un punto<br />

democrático, para dirigirse posteriormente hacia el paradigma posdemocrático. No es un<br />

retroceso. Crouch no ignora los trabajos de, por ejemplo, North sobre la dependencia de<br />

los Estados de su propia trayectoria institucional 21 . Consiguientemente, es más fácil de<br />

comprender esta tendencia como la recuperación de algunos aspectos del momento pre-<br />

democrático con otros de corte novedoso inspirados por la globalización 22 .<br />

Como ya he señalado, el momento democrático estaría apuntando hacia el periodo<br />

de entreguerras. La ética sobre el servicio público, el auge del capitalismo industrial (que<br />

no competía con el Estado en materia de servicios) y el papel activo de los trabajadores<br />

de cuello azul a través de los sindicatos, son para Crouch algunos de los elementos<br />

que facilitaron un desarrollo más pleno de la democracia. En la posguerra se registró<br />

una participación más templada, pero el autor insiste en que el triunfo de las políticas<br />

keynesianas redistributivas habría compensado, al menos en un primer momento, el auge<br />

del libro resuenan las simpatías hacia el modelo keynesiano. Así pues, las limitaciones de su análisis son<br />

predecibles; en Posdemocracia no hay hostilidad alguna hacia el “comportamiento capitalista, sino un<br />

reconocimiento de sus límites apropiados y de la ética y el código de conducta específicos de los servidores<br />

públicos”. Crouch, Colin, Posdemocracia, op. cit., p. 135.<br />

19 Ibídem, p. 35.<br />

20 Ibídem, pp. 15-24.<br />

21 North, Douglas Cecil, Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, México, Fondo de<br />

Cultura Económica, 1993.<br />

22 Crouch, Colin, Posdemocracia, op. cit., p. 169.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

132<br />

de un discurso conservador como respuesta a la tensión respecto a Moscú. Este equilibrio<br />

duró poco; la crisis del Estado de Bienestar a raíz de la transformación del capitalismo<br />

industrial en capitalismo financiero y de servicios habría dinamitado las bases de un sistema<br />

desbordado en sus competencias 23 . Hasta aquí nada nuevo, desde luego, por lo que resulta<br />

imprescindible abordar los factores de este viraje más detenidamente. Podemos extraer al<br />

menos tres aspectos clave a lo largo y ancho de este proceso: el principal es el auge del<br />

modelo de la empresa trasnacional como institución ante el Estado-Nación, del cual se<br />

derivan los otros dos; a saber, la comercialización de servicios públicos y las estrategias<br />

de marketing de los nuevos partidos políticos 24 . Antes de confrontar este esquema con el<br />

contexto español actual me detendré brevemente en aquellas tres cuestiones.<br />

En efecto, el colapso del paradigma keynesiano en la década de 1970 trajo consigo<br />

una avalancha de críticas por parte de unas empresas que comenzaban a presionar para<br />

competir con el Estado en áreas antes circunscritas al dominio de este. Un sector privado<br />

en la encrucijada entre Estado y trabajadores demostraba poder ganar algunos pulsos al<br />

materializar algunas de sus exigencias, como por ejemplo, en el caso británico, la llamada<br />

cartera a la baja en la legislación laboral 25 . La globalización reforzó la competencia<br />

creando un caldo de cultivo ideal para el darwinismo económico. Como apunta David<br />

Harvey, el consenso neoliberal se atrinchera tras los ideales políticos de dignidad y<br />

libertad, valores estos aparentemente incompatibles con una intervención estatal que<br />

amenazaría la libertad de elección de los individuos 26 . Paralelamente, la empresa daba el<br />

gran salto desvinculándose de los Estados, factor que expuso todavía más la soberanía de<br />

los pueblos a la inestabilidad y la fluctuación de los mercados 27 .<br />

Aún así, la cultura de la empresa independiente, flexible y dinámica, se antoja<br />

para muchos como la solución perfecta para dar solución a los problemas que puedan<br />

surgir de la globalización. Crouch se basa en Naomi Klein para comparar los regímenes<br />

democráticos posmodernizados con una empresa que, esforzada en mantener su imagen<br />

de marca, exterioriza el resto del proceso productivo para minimizar gastos y aumentar la<br />

rentabilidad. Consecuentemente, la política se asemeja cada vez más a un producto cuyo<br />

éxito depende de la publicidad (estableciendo así un diálogo no racional que impide el<br />

debate o la respuesta). En este contexto el sociólogo británico entiende que los límites<br />

entre Estado y empresa comienzan a difuminarse con la aparición de la privatización y<br />

subcontratación de servicios públicos, un fenómeno que denomina la mercantilización del<br />

23 Sobre la transformación del capitalismo hacia la abstracción financiera, vid. Lapavitsas, Costas, El<br />

capitalismo financiarizado: Expansión y crisis, Madrid, Maia Ediciones, 2009.<br />

24 Cabe señalar que en su trabajo Crouch menciona también otros factores de gran relevancia como los<br />

movimientos y las transformaciones sociales, elementos que por motivos de espacio quedan fuera del<br />

presente análisis.<br />

25 Lapavistas, Costas, El capitalismo…, op. cit., pp. 56-58.<br />

26 Harvey, David, Breve historia del neoliberalismo, Madrid, Akal, 2005, p. 11.<br />

27 Sobre el publicidio neoliberal vid. Villasante, Tomás R., Las democracias participativas. De la<br />

participación ciudadana a las alternativas de la sociedad, Madrid, Hoac, 1995; Jáuregui, Gurutz, La<br />

democracia… op. cit.; Guéhenno, Jean Marie, El fin de... op. cit.; Alay, Albert, La democracia coixa… op.<br />

cit.


133<br />

Garikoitz Gómez, “La democracia posberlanga. La idea de posdemocracia...”<br />

gobierno. Desde este momento, estos bienes son accesibles ya no en tanto que las personas<br />

son ciudadanos sino por su capacidad para adquirirlos en el mercado. La igualdad de iure<br />

se ve afectada, una vez más, por la desigualdad de facto. La colonización de lo público<br />

por la empresa rompe con la ética del periodo de mayor sensibilidad democrática en el<br />

que ambas esferas, la pública y la privada, estaban bien diferenciadas 28 . Esto supone –a<br />

medio y largo plazo– no solo una relación de dependencia entre el Estado y las empresas<br />

que ofrecen tales servicios, sino también un virtual distanciamiento entre ciudadano y<br />

servicios. Especial mención requieren dos problemas de esta gestión de lo público desde<br />

el modelo empresarial: la distorsión y la residualización. El primero surge a raíz de la<br />

aplicación de indicadores económicos para tasar los servicios públicos. La evaluación se<br />

presta a veces a estimaciones y distorsiones del valor a largo plazo: tipos de cambio en<br />

monedas, eficiencia y costes en servicios públicos (mercados ocultos) y, especialmente,<br />

capitalismo financiero 29 . El segundo problema, la residualización, implica que al haber<br />

confusión entre lo público y lo privado, este último procurará centrarse en un segmento<br />

del mercado concreto. El ciudadano, por tanto, pasa a ser un target; los servicios que no<br />

interesan al sector privado quedan así bajo la responsabilidad de un Estado que ofrece<br />

servicios de mala calidad a una población de “baja influencia política” 30 .<br />

La relación entre votantes y partidos, máxime aquellos que alcanzan el Gobierno,<br />

también se ha visto terciarizada. Para Crouch, el ideal de partido democrático, aquel que<br />

se desarrolla en base a círculos concéntricos que van desde el más grande (el electorado)<br />

al más pequeño (los líderes y sus asesores), pasando por todo un sinfín de grados<br />

intermedios (activistas, parlamentarios, simpatizantes, etc.) que están en contacto entre<br />

sí para fortalecer la interacción, no pasa por su mejor momento. Antes al contrario, la<br />

cúpula se reduce y se fortalece, siendo necesarias técnicas de marketing electoral para<br />

nuevas alternativas: bien consultar a estos grupos mediante sondeos y encuestas (es decir,<br />

fomentando la pasividad) o bien incorporando a nuevos grupos de interés ajenos a la base.<br />

En ambos casos, el resultado es la debilidad del punto intermedio de control que conecte la<br />

esfera superior con una militancia activa. Las élites políticas configuran el juego electoral<br />

28 Crouch, Colin, Posdemocracia, op. cit., p. 72. Los puntos básicos de esta diferencia apuntaban hacia la<br />

necesidad de mantener espacios como la educación, la sanidad o la jubilación al margen del mercado. Un<br />

ejemplo de la confusión de límites a día de hoy es el popularmente conocido como proceso de Bolonia; vid.<br />

Pardo, José Luís, “La descomposición de la Universidad”, en El País, 10 de octubre de 2008. Disponible<br />

en «http://elpais.com/diario/2008/11/10/opinion/1226271612_850215.html» [Consultado el 1 de marzo<br />

de 2012]. Algunos pilares que sostienen a duras penas esta distinción son el derecho a un juicio justo o<br />

el derecho a voto, elementos estos que, por decirlo de algún modo, no se venden. Siguiendo el modelo<br />

de Crouch, vemos que esto puede ser relativizado a medida que el éxito de un juicio puede depender de<br />

la calidad del abogado (calidad que puede ser directamente proporcional a su precio). El cine español<br />

puede darnos algún ejemplo en este sentido, siendo sin duda el mejor ejemplo la película-documental De<br />

nens (2003), en la que se disecciona un juicio real que conmocionó a la sociedad catalana, poniendo de<br />

manifiesto la absoluta relevancia que los medios jugaban como agentes distorsionadores. Al respecto, vid.<br />

Romero, Emilio G., Otros abogados y otros juicios en el cine español, Barcelona, Editorial Laertes, 2006.<br />

29 Llama la atención la explicación que da Crouch, cargada de ironía: “si un número suficientemente elevado<br />

de personas cree que el valor de las acciones es indicativo de algo importante, las acciones se venderán y el<br />

valor se habrá justificado a sí mismo”. Crouch, Colin, Posdemocracia, op. cit., pp. 123-124.<br />

30 Ibídem, p. 125.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

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mediante campañas masivas en las que encauzan demandas populares con el único fin de<br />

atraer votantes. En este escenario, la propaganda electoral es la nueva ultima ratio regis.<br />

Es precisamente este aislamiento de la élite política lo que ha llevado a Hermet a tildar el<br />

Gobierno de la posdemocracia de “gobernanza” populista 31 . A su vez, uno de los últimos<br />

trabajos de Ronsavallon se centra también en este mismo punto exigiendo de los partidos<br />

una mayor cercanía con el electorado, es decir: horizontalidad 32 . Hay un último factor<br />

clave para la relación entre grupos de intereses económicos y el Estado: si el electorado de<br />

base, como hemos visto, va teniendo cada vez menos importancia, entonces –se pregunta<br />

Crouch– ¿quién financia las campañas electorales? La respuesta es obvia. Se entiende, por<br />

tanto, que la penetración de la inversión privada en lo público se produce no sin obtener<br />

algo más a cambio. Ese algo, concluye Crouch, es la influencia sobre la agenda política.<br />

Como vemos, la estructura formal se mantiene, pero “es difícil concederle la<br />

dignidad de democracia, a tenor del gran número de ciudadanos que han sido reducidos<br />

en él al papel de participantes ocasionales, manipulados y pasivos” 33 . La consecuencia<br />

que de esta interpretación se desprende es la siguiente: no hay democracia que no esté<br />

afectada por el capitalismo salvaje, la globalización y la falta de regulación al mercado de<br />

divisas. Este desequilibrio es una tendencia que, si bien es difícil de frenar, según Crouch<br />

puede atajarse a través de tres iniciativas: políticas de control sobre la influencia de los<br />

intereses empresariales; la reforma del ejercicio de la propia política; y, por último, la<br />

aprobación de medidas que permitan a los ciudadanos interesados intervenir y participar<br />

en el propio proceso 34 .<br />

Finalmente, creo conveniente rescatar un último aspecto que será útil para el<br />

análisis de los largometrajes. Desde el punto de vista del autor de Posdemocracia, es<br />

necesaria una estructura política más flexible que los actuales partidos para manejar la<br />

política. Los movimientos sociales organizados desde fuera de la vida parlamentaria han<br />

de combinarse con la renovación de la política de partidos al uso. De lo contrario, estarían<br />

imitando las prácticas de los lobbies económicos pero desde una perspectiva mucho más<br />

débil. Al fin y al cabo, dice Crouch, aunque el activismo es una postura sólida, no es un<br />

modelo que se pueda globalizar con la misma facilidad 35 . Sin duda, hay que volver a la<br />

democracia por la vía de la democracia radical, fundamentalista si hace falta. El apoyo<br />

31 Hermet, Guy, El invierno de la democracia, Barcelona, Los libros del lince, 2008.<br />

32 Rosanvallon, Pierre, La legitimidad democrática. Imparcialidad, reflexividad y proximidad, Barcelona,<br />

Paidós, 2010.<br />

33 Crouch, Colin, Posdemocracia, op. cit., p. 38.<br />

34 Pero el ejemplo más radical es la propuesta de la asamblea de ciudadanos (mezcla del sistema de<br />

democracia directa suizo, los tribunales populares anglosajones). Ciudadanos al azar examinarían propuestas<br />

legislativas de grupos parlamentarios y podrían decidir si se transforman en leyes o no.<br />

35 Me gustaría pensar que se están produciendo avances en este aspecto. El activismo cibernético goza de<br />

una salud en los últimos años que probablemente tenga consecuencias en la política ortodoxa. En España<br />

ya hay ejemplos de ello: El Partido de Internet y el Partido Wiki, que promueven la democracia directa.<br />

Esto, sin olvidar los innumerables modelos de democracia asamblearia puestos en práctica por distintas<br />

asociaciones y colectivos. Los nuevos cauces de la política afectiva abiertos por el movimiento 15-M han<br />

puesto en práctica algunas de las ideas de pensadores tales como Hardt y Negri. Vid. Hardt, Michael y<br />

Antonio Negri, Multitud, Barcelona, Debate, 2004.


135<br />

de los ciudadanos suele crecer en importancia a medida que se constituye como algo<br />

condicionado, como una negociación en la que efectivamente sus demandas políticas se<br />

ven recogidas de forma efectiva. Ahora bien, no hay que olvidar que Crouch no se detiene<br />

a analizar si acaso una democracia radical no es incompatible con un sistema de mercado.<br />

Como ya he dicho, a pesar de sus límites analíticos el modelo teórico de Crouch<br />

puede servir como punto de partida para analizar nuestro país. España, situada según<br />

The Economist en el puesto número 18 del ranking mundial 36 , probablemente entró en<br />

la parábola descrita por Crouch en la última legislatura del Partido Socialista Obrero<br />

Español (PSOE), que acabó con lo que Powell ha bautizado como “la legislatura de la<br />

crispación” 37 : 1993-1996. Ya al inicio de la campaña de 1993, un 51% de los españoles<br />

declaraba, según el Eurobarómetro, que “no tenían «ninguna influencia» en la agenda<br />

política de la clase dirigente” 38 . El tema es de candente actualidad. Una encuesta hecha<br />

por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de diciembre de 2010 revelaba que<br />

a causa de los últimos escándalos de corrupción en los partidos, estos son vistos por<br />

los españoles como la institución que menos confianza inspira, con un digno segundo<br />

puesto para “el Gobierno” 39 . Veamos una serie de ejemplos y datos tan elocuentes como<br />

divertidos. El año pasado, la segunda cadena de televisión privada española se jactaba<br />

de contar con una copresentadora que, de presentarse a las próximas elecciones, se<br />

convertiría en la tercera fuerza política del Estado 40 . Cargados de acidez, los titulares de<br />

la mañana siguiente anunciaban que la intención de voto superaría a Izquierda Unida y se<br />

colocaría en una posición clave como partido bisagra entre los dos grupos mayoritarios.<br />

En las pasadas elecciones autonómicas de Cataluña (noviembre de 2010), un partido<br />

(Coordinadora Reusenca Independent) encabezado por un conocido travesti que proponía<br />

“construir aeropuertos para los OVNI” obtuvo más del doble de votos que la lista catalana<br />

del partido encabezado por Rosa Díez, Unión Progreso y Democracia 41 . En las mismas<br />

elecciones, el voto en blanco alcanzó récords históricos (2,94%, frente al 2,02%) mientras<br />

que la participación se mantuvo baja, rondando el 60% 42 . El desánimo entre el electorado<br />

se deja ver semanalmente entre los columnistas de la prensa. Maruja Torres escribía con<br />

36 Me refiero a “Democracy index 2010. Democracy in retreat”. Vid. supra nota 1.<br />

37 Powell, Charles, España en democracia, 1975-2000, Barcelona, Plaza Janés, 2001, p. 519.<br />

38 El promedio europeo es de 39%. Montero, José Ramón et al., “Actitudes hacia la democracia….” op.<br />

cit., p. 21.<br />

39 “Los ciudadanos no confían en los partidos, según el CIS” en El País, 10 de diciembre de 2010. Disponible<br />

en «http://elpais.com/diario/2010/12/10/espana/1291935615_850215.html» [Consultado el 1 mayo de<br />

2011].<br />

40 El sondeo lo realizó la compañía Sigma Dos a petición de la cadena Telecinco. El porcentaje de votos<br />

sería del 7,9%. Para más datos y comentarios de personajes diversos: «http://www.telecinco.es/salvame/<br />

detail/detail25223.html» [Consultado el 15 de enero 2011]. La copresentadora es célebre entre otras cosas<br />

por haber sido la pareja de un popular torero español.<br />

41 “Carmen de Mairena obtiene más votos que Rosa Díez” en Público, 29 de noviembre de 2010.<br />

Disponible «http://www.publico.es/espana/349056/carmen-de-mairena-obtiene-mas-votos-que-rosa-diez»<br />

[Consultado el 1 de marzo de 2012].<br />

42 «http://www.vozbcn.com/2010/11/28/44053/seguimiento-elecciones-28-noviembre/» [Consultado el 23<br />

de diciembre de 2010].<br />

Garikoitz Gómez, “La democracia posberlanga. La idea de posdemocracia...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

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su brocha gorda en la tribuna de los domingos que “hace tiempo que no voto a favor de,<br />

sino en contra de” 43 . La Comunidad Valenciana no sale mejor parada; el mismo mes en<br />

el que las elecciones catalanas tuvieron lugar, el columnista Josep Torrent escribía un<br />

artículo titulado “Política basura” en el que se marcaba una descripción antológica del<br />

panorama político valenciano:<br />

“Una realidad que se construye como si fuera un programa del corazón en televisión,<br />

en el que las Cortes Valencianas, el propio Palau de la Generalitat y las distintas sedes<br />

del PP, se configuran como auténticos platós de televisión donde los líderes populares<br />

se esfuerzan en convertirse en émulos de Belén Esteban. La política, entendida como<br />

un programa de televisión basura, acaba por convertirse en un gallinero donde todos<br />

gritan, nadie entiende a nadie y las amenazas de querella vuelan por los platós como<br />

justificantes de honores calderonianos mancillados (...)” 44 .<br />

Sin embargo, hemos de tener en cuenta algunas señas de identidad dentro del<br />

diagnóstico de la democracia posmodernizada. En el estudio de Montero, Torcal y<br />

Gunther hay dos fractales que considero relevantes. En primer lugar, España forma<br />

parte de la llamada tercera ola de democracia diseñada por Huntington 45 . Esto significa,<br />

como ya he dicho anteriormente, que en la crisis del estado de bienestar de 1973 y la<br />

posterior vuelta hacia el neoliberalismo en economías capitales España todavía contaba<br />

con una dictadura. Los primeros síntomas de desgaste de la democracia en países de larga<br />

tradición coincidían en el tiempo con el arranque de la española, que sin embargo pronto<br />

se ha sumado al desánimo. En segundo lugar, el Estado español presenta un laboratorio<br />

político excepcionalmente rico. Desde la Transición la andadura política ha sido<br />

particularmente conflictiva: terrorismo, corrupción, problemas de continuidad política,<br />

desempleo, autonomías regionales, etc. Pese a todos estos problemas, ha sido mucho más<br />

sencillo para estos autores distinguir y valorar el vector legitimidad dado que al ser una<br />

democracia de la tercera ola cualquier comparación con su antecedente no-democrático<br />

basta como certificación moral, algo que no ocurre en otros países como Gran Bretaña, en<br />

los que la fatiga del sistema democrático tiene la tara de no contar con un contra-modelo.<br />

De hecho, la canción de Javier Krahe con la que iniciaba el presente artículo continúa su<br />

letra sobre la democracia diciendo(le) que: “(…) te toco poco últimamente, pero al fin: ahí<br />

está; mucho peor sería que te esfumaras (…) como antiguamente” 46 .<br />

43 Torres, Maruja, “Pócimas para votar” en El país semanal, 16 de enero de 2011. Disponible en «http://<br />

elpais.com/diario/2010/11/21/eps/1290324407_850215.html» [Consultado el 1 de marzo de 2012].<br />

44 Torrent, Josep, “Política basura”, El País, 21 de noviembre de 2010. Disponible en «http://elpais.com/<br />

diario/2010/11/21/cvalenciana/1290370682_850215.html» [Consultado el 28 de mayo de 2011].<br />

45 Montero, José Ramón et al., “Actitudes hacia la….” op. cit., p. 11.<br />

46 Krahe, Javier, Toser y cantar, op. cit.


137<br />

Garikoitz Gómez, “La democracia posberlanga. La idea de posdemocracia...”<br />

3. Posdemocracia en el cine español<br />

El cine español, como cualquier otro medio, ha sido uno de los vehículos de<br />

expresión en los que se han librado batallas políticas. Como artefacto ideológico, ofrece<br />

un relato repleto de símbolos y significados a un espectador que, no obstante, jamás los<br />

descifrará siguiendo un esquema prefijado. Ahora bien, dejando de lado las –sin duda<br />

importantísimas– teorías de la recepción, me interesa esbozar aquí la posibilidad de<br />

indagar en la exploración de un deseo político no cumplido, es decir, de una insatisfacción<br />

o desengaño político en el lenguaje cinematográfico de una España a las puertas del siglo<br />

XXI que ya ha asentado su sistema parlamentario 47 .<br />

El cine es un buen lugar donde indagar en la creación y la reproducción de una<br />

nueva gramática política. Uno de los ejemplos mejor estudiados nos lo da el propio<br />

proceso de la transición española, durante la cual el cine español pudo beneficiarse de una<br />

“progresiva ampliación de lo decible” siendo muy frecuentes en las tramas los referentes<br />

sociopolíticos 48 . Uno de los mejores ejemplos de esta contestación estética es la versión<br />

cinematográfica de Los santos inocentes (1984), dirigida por Mario Camus. En El Cine<br />

Español de la Democracia el historiador J. M. Caparrós Lera realiza un estudio sobre<br />

el cine producido entre la muerte del dictador y el año 1989 49 . En su recorrido por estos<br />

catorce años identifica tres fases. La primera estaría marcada según el profesor de la<br />

Universitat de Barcelona por un revanchismo en la medida que el cine español, si bien<br />

no quedaba totalmente exento de tabúes, sí se liberaba de las restricciones políticas y<br />

estéticas de las anteriores décadas. La segunda fase, iniciada aproximadamente en torno a<br />

la llegada de Felipe González a Moncloa, estuvo caracterizada por el auge de las narrativas<br />

sobre la guerra civil española y, en menor medida, con el surgimiento del cine catalán y<br />

vasco. Tras los ocho años de gobierno socialista, el panorama cinematográfico español es<br />

definido por Caparrós Lera como un cine de desencanto. De aceptar esta periodización,<br />

tendríamos que la película que examinaré aquí (Atilano, presidente) se encuentra<br />

precisamente en esta estela de descontento y desafección que se deja ver también en otros<br />

largometrajes, entre los cuales se encuentran dos de los filmes de Antonio Giménez Rico<br />

(El disputado voto del Sr. Cayo, de 1986 y Soldadito español, de 1988) o en el propio<br />

Luis García Berlanga con Todos a la cárcel (1993). Este último filme registra asimismo<br />

la adopción de convenciones comerciales de un director que no renunciaba sin embargo<br />

47 Para una excelente revisión sobre las diferentes teorías que, desde la teoría política y los cultural studies,<br />

se han acercado al cine como medio de comunicación susceptible de ser analizado como artefacto político,<br />

vid. Trenzado Romero, Manuel, “El cine desde la perspectiva de la ciencia política”, en Reis: Revista<br />

española de investigaciones sociológicas, 92 (2000), pp. 45-70.<br />

48 Ejemplo de ello son los trabajos de Trenzado Romero, Manuel, Cultura de masas y cambio político: El<br />

cine español de la transición, Madrid, CIS, 1999; y Hernández Ruiz, Javier y Pablo Pérez Ruiz, Voces en<br />

la niebla, El cine durante la Transición española (1973-1982), Barcelona, Paidós, 2004. La cita es de este<br />

último, p. 4.<br />

49 Caparrós Lera, José María, El cine español de la democracia. De la muerte de Franco al “cambio”<br />

socialista (1975-1989), Barcelona, Anthropos, 1992.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

138<br />

a su estilo personal ni a la crítica social dura de películas como Plácido (1961). Así las<br />

cosas, Atilano, presidente, dirigida por Santiago Aguilar y Luis Guridi, se estrena en una<br />

década en la que las referencias sociopolíticas del cine eran cada vez menos frecuentes<br />

y, lo que es más importante, menos mordaces. El cine español ha de competir durante<br />

estos años con un cine comercial importado de Estados Unidos, por lo que adopta ciertas<br />

fórmulas comerciales de la industria de Hollywood. Curiosamente, este periodo convive<br />

con lo que siguiendo a Crouch podríamos llamar la posdemocracia española. No por<br />

casualidad, en ese mismo 1998 en el que se estrena Atilano, presidente, Santiago Segura<br />

estrenaría la primera película de la saga Torrente, conocida por ser una sátira del antihéroe<br />

nacionalista español, homófobo, xenófobo y, en definitiva, toda una sarta de atributos que<br />

caracterizaban a la sociedad franquista.<br />

Pasaré ahora a centrarme en la comedia a la que ya he hecho referencia: Atilano,<br />

presidente (1998), desde la óptica de las teorías de Crouch anteriormente expuestas. La<br />

película fue un desastre económico: con un presupuesto de 1 500 000 €, recaudó solo<br />

257 565 € 50 . Forma parte de una trilogía que pretendía satirizar la España democrática en<br />

homenaje al cine del célebre director español Luis García Berlanga. Con todo, hay que<br />

decir que las otras dos primeras películas tuvieron más éxito: Justino, un asesino de la<br />

tercera edad (1994), y Matías, juez de línea (1996). En la película se narra el ascenso de<br />

un personaje desconocido, Atilano, funcionario de nivel 12 de los servicios funerarios<br />

que se dedica a intentar adueñarse del contenido de las cuentas de los cadáveres que<br />

llegan a su negocio. La trama nos presenta de forma paralela a un grupo de personas,<br />

todos ellos vinculados a la banca privada, que conspiran para intervenir en los resultados<br />

electorales. Ante los problemas para determinar el rumbo de las elecciones, este lobby<br />

plantea una estrategia a dos bandas. Por un lado, siguen apoyando públicamente al partido<br />

del Gobierno, por el otro, y de forma secreta, planean formar un nuevo partido para, una<br />

vez recortada la diferencia entre el Gobierno y la principal oposición, vender los votos<br />

obtenidos con el nuevo partido a una oposición que estaría totalmente rendida a sus pies.<br />

Hasta aquí podemos ver la descripción ideal de los grupos de presión económica descritos<br />

por Crouch y Hermet.<br />

Resulta interesante que durante la votación para establecer la hoja de ruta descrita,<br />

los asistentes no comuniquen su conformidad sino con una serie de gestos ambiguos (tosen,<br />

mueven los ojos, etc.). Es un claro gesto hacia la política de bambalinas que esquiva el<br />

proceso electoral al uso. Cabe advertir ya de entrada que la comedia está repleta de recursos<br />

manidos y desafortunados, como por ejemplo el recurso gratuito a la violencia para reflejar<br />

la corrupción dentro de la competencia entre candidatos. Ahora bien, tampoco sería justo<br />

decir que estamos ante una película sin ápice de inteligencia 51 . De hecho, hay algunos<br />

50 «http://www.mundocine.net/Atilano-presidente-pelicula-34660.html» [Consultado el 14 de enero de<br />

2011]. La web de crítica cinematográfica Filmaffinity le suspende con un 4,1 sobre 10.<br />

51 Todo lo contrario que Dos rivales casi iguales (Miguel Ángel Calvo Buttin, 2007), una película en<br />

la que dos gemelos se presentan a las elecciones por el Gobierno en un drama que pretende enlazar el


139<br />

Garikoitz Gómez, “La democracia posberlanga. La idea de posdemocracia...”<br />

guiños históricos interesantes. Al recurrir a un jefe de marketing de baja popularidad, uno<br />

de los banqueros se queja: “¿Ortega? ¡Pero si Ortega es un desgraciado!” A lo que replica<br />

un compañero suyo: “Sí, pero al menos es nuestro desgraciado”, en clara analogía con la<br />

definición de Sadam Hussein por parte de Washington 52 .<br />

Cuando los encargados de diseñar la nueva campaña electoral se encuentran con<br />

Atilano, que oficia un discurso fúnebre, descubren sus dotes políticas. El protagonista<br />

intentará hacerse con el dinero de la cuenta de uno de los asesinados por las intrigas<br />

políticas, por lo que se envían agentes en su busca. Al ser llevado ante los conspiradores,<br />

Atilano expone un discurso tan convincente que el director de marketing electoral les<br />

convence para presentarlo como candidato. Atilano se resiste: “No me interesa la política”,<br />

les informa. “A nosotros tampoco”, le responden 53 . En efecto, las élites económicas solo<br />

estarían involucradas en la esfera política por interés personal. No obstante, el nuevo<br />

candidato se adapta bien y lo mira desde una perspectiva utilitarista, dándose cuenta de<br />

las enormes retribuciones económicas que conlleva seguir el juego. Inmediatamente, los<br />

amigos de Atilano se benefician de la influencia de este.<br />

La campaña de Atilano se desarrolla exitosamente. Su programa incluye temas tan<br />

populares para el electorado como “clonar a aquellos presos que no puedan cumplir por<br />

edad sus penas, para que cumplan con la condena”; de hecho, su éxito es tal que desencadena<br />

una serie de fervor popular al dirigir a la ciudadanía con los bancos 54 . Candidato por el<br />

PR (que ha sido Partido Reformista, Partido Renovador y Partido Radical “cuando a un<br />

publicista idiota no se le ocurrió otra cosa”), se enfrenta a un PC (Partido Conservador)<br />

cuyo lema es “para que nada cambie” y un “NO tienes NADA que perder” 55 cuyo líder –<br />

claramente una caricatura de Fraga– contesta a las preguntas de los periodistas repitiendo<br />

lo que sus asesores le soplan desde detrás. Se trata de una parábola de la cúpula política<br />

que ha intercambiado la militancia de base por una estructura privada que le ayuda a<br />

administrar con técnicas empresariales el mundo de la política. Como si el mundo de la<br />

política elitista esbozado por Weber hubiese alcanzado una dimensión mediada a través<br />

de los medios de comunicación.<br />

Una de las metáforas recurrentes a lo largo de la película es la de los trileros.<br />

Se crea una abierta analogía entre estos juegos de manos y el ejercicio de la política.<br />

Consecuentemente, el engaño y el juego sucio están presentes a lo largo de toda la<br />

pueblo, la familia y la política de forma tan políticamente correcta que cae en un desmesurado ejercicio<br />

pretendidamente gracioso que es imposible de defender. Con todo, la lectura política que de esta película<br />

(que se entiende mejor en cuanto que remake de una anterior y exitosa versión estadounidense) arroja<br />

conclusiones similares a las extraídas en este artículo a través de Atilano, presidente.<br />

52 Aguilar, Santiago y Lui Guridi, (dirs.), Atilano, presidente (DVD), Madrid, Shangri-La Producciones<br />

Cinematográficas, 1998, min. 11.<br />

53 Ibídem, min. 22.<br />

54 Es necesaria una aclaración. No se cuestiona a la banca privada como tal, solo en tanto que los banqueros<br />

están detrás de la conspiración política. Si Atilano exhorta a los votantes a que ataque las sedes de los<br />

bancos es por su frustración ante la rapidez con la que estos vaciaban las cuentas de los difuntos antes de<br />

que él pudiera echarles mano. Ibídem, min. 37-40.<br />

55 En el cartel, las letras “no” y “nada” están en negrita.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

140<br />

campaña electoral. Los distintos partidos se roban minutos en los debates televisivos<br />

(incluso pantalones), se fingen atentados terroristas, etc. Lo cual también muestra que los<br />

medios de comunicación tienen, en la posdemocracia que aparece en Atilano, presidente,<br />

un papel fundamental en las estratagemas de los políticos. Pero es que, además, Atilano<br />

demuestra un enorme desprecio por la política en todo momento. Ante un periodista que<br />

le pregunta sobre el desarrollo de la campaña, Atilano contesta: “Es un asco. Terminas<br />

besando a los niños en sitios públicos cuando preferirías estar besando a sus madres en<br />

algún rincón oscuro” 56 . Finalmente, Atilano vence con un 95% de los votos sirviéndose de<br />

un discurso crítico con las instituciones financieras en un clima de tensión en el que hasta<br />

los niños atacan las sucursales bancarias con bombas de pintura. Sin embargo la violencia<br />

desatada durante el proceso convence a Atilano de que debe volver a fingir su muerte y<br />

retirarse de la carrera.<br />

De este final abrupto podemos distinguir al menos dos conclusiones o, a decir<br />

de Henry A. Giroux, dos pedagogías públicas 57 : por un parte, vemos que el ciudadano<br />

medio que se ve involucrado en la política rápidamente se adapta aprovechando cualquier<br />

posibilidad de extraer beneficio de ella. Es una lógica incuestionable que no admite otro<br />

tipo de alternativas (política vocacional en lugar de profesional, dedicación política como<br />

obligación moral, etc.). En segundo lugar, en un último acto de salvación moral, Atilano<br />

se retira. Eso sí, no queda inmune: pierde a su novia, que es asesinada por sus enemigos<br />

políticos. Es decir, la política aparece como una actividad por definición truculenta en la<br />

que la implicación personal acaba pasando factura a quienes se inmiscuyen en ella.<br />

La película es una sátira más bien templada que renuncia al radicalismo extremo<br />

de la democracia llevada hasta la última consecuencia. Por supuesto, la simpleza de los<br />

planteamientos no agota la complejidad del ensayo de Crouch. No es esta su pretensión;<br />

en ella está presente, no obstante, buena parte de los cimientos de la crítica. Los dos<br />

rasgos principales que vemos en Atilano, presidente son, primero, la banalización de<br />

los servicios públicos (y de la política, por extensión) y, segundo, las estrategias de<br />

marketing de los grupos parlamentarios. En este último aspecto la sátira es incluso<br />

inteligente. Los nombres de los partidos están invertidos 58 , señalando la irrelevancia del<br />

color político de las formaciones políticas. La película nos permite ver, por tanto, los<br />

síntomas de una posdemocracia con bastante claridad. Aunque no aparezca el problema<br />

de la globalización, queda claro cuál es el principal obstáculo que interfiere en el libre<br />

desarrollo de la política: el interés privado. La película articula con bastante idoneidad la<br />

crisis de la Cultura de Transición, problematiza la cohesión, denuncia el surgimiento del<br />

56 Aguilar, Santiago y Guridi, Luis (dirs.), Atilano…, op. cit., min. 55.<br />

57 Giroux define a las pedagogías públicas como dispositivos de creación de significado, opinión, identidad<br />

y experiencia. Giroux, Henry A., Cine y entretenimiento... op cit., p. 19.<br />

58 El PC, partido conservador es fonéticamente pecé, pero en la película es pronunciado alargando la última<br />

vocal: peceé (PCE: Partido Comunista Español). El PP, partido progresista, hace referencia claramente al<br />

Partido Popular de, por aquel entonces, José María Aznar.


141<br />

Garikoitz Gómez, “La democracia posberlanga. La idea de posdemocracia...”<br />

entertaiment democrático, la estetización de una política que lastrada por la norma, por<br />

la rigidez de los contornos que definen qué es y qué no es político, ha desalojado de lo<br />

cotidiano la afección necesaria para significar, para afectar la acción política 59 .<br />

4. A modo de conclusión<br />

“Cuando un ciudadano tira una piedra contra un banco, lo está arrojando clarísimamente<br />

contra los mismos cimientos del sistema”<br />

Atilano, Atilano, presidente 60<br />

Como hemos visto, el nuevo horizonte socioeconómico parece imposibilitar la<br />

ampliación y renovación de la democracia; en el mundo globalizado pierde parte de sus<br />

cualidades y se vuelve menos capaz de organizar la vida colectiva. Es decir, se debilita,<br />

queda vacía de contenido. Al mismo tiempo, las democracias modernas se autojustifican<br />

en tanto que son racionales y satisfacen a unos ciudadanos que no parecen poder imaginar<br />

algo mejor. Se da aquí la paradoja diseñada por Žižek del exceso constitutivo de la<br />

representación sobre lo representado 61 . El filósofo esloveno denuncia que, en la retórica<br />

actual, una democracia y unos derechos humanos de baja latencia son el pretexto último<br />

para cualquier objetivo político. El objetivo de este trabajo ha sido señalar la validez de<br />

este enfoque para explicar la desafección con respecto a la política formal por parte de<br />

la población española. Al emplear un documento audiovisual se ha querido subrayar el<br />

importante papel que los medios juegan en la posdemocracia. Con todo, como advierte<br />

Crouch, no hay por qué matar al mensajero. Aunque es el poder económico organizado en<br />

enormes grupos de intereses quien firma las noticias con las que desayunamos; fenómeno<br />

que Dahrendorf ha tildado de “efecto CNN”, los espectadores continúan reinterpretando,<br />

escapando al control absoluto de la industria de la información 62 .<br />

Las lógicas exteriores de la globalización económica, las leyes y decisiones<br />

importantes que vienen de la ONU, del FMI, del Banco Mundial o de la Unión Europea<br />

han arrinconado a un Estado de bienestar que necesita de un impulso desde abajo, desde<br />

la población; no para renovar el pacto social, sino para reactivar la interacción de los<br />

ciudadanos en un espacio de decisión en el que poder deliberar. Ya he apuntado hacia<br />

la posibilidad de la democracia directa a través de las nuevas tecnologías, pero no hay<br />

que olvidar que cualquier resistencia lo que aquí hemos denominado posdemocracia ha<br />

de basarse en la lentitud y, sobre todo, en la solidaridad horizontal, lógicas ajenas al<br />

59 Fernández-Savater, Amador, “El arte de esfumarse, crisis e implosión de la cultura consensual en España”<br />

en Estado Mental, 1 (2011).<br />

60 Aguilar, Santiago y Luis Guridi, (dirs.), Atilano…, op. cit., min. 67-68.<br />

61 Žižek, Slavoj, La suspensión política de la ética, Buenos Aires, FCE, 2005, p. 99.<br />

62 Dahrendorf, Ralf Después de la… op. cit., pp. 96-98.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

142<br />

mercado. Quizás merezca la pena explorar este campo, aunque concuerdo con Jáuregui<br />

cuando afirma que la idea de que este tipo de sistemas necesitan al mismo tiempo una<br />

reducción de las adscripciones regionales 63 . Una vuelta al municipio en tanto que núcleo<br />

de la política no para reformular una comunidad socialmente homogénea, sino para<br />

reforzar los órganos intermedios, los eslabones de la cadena política que se han perdido<br />

a lo largo de la parábola posdemocrática. Debemos atrevernos a responder la siguiente<br />

cuestión: ¿Qué es más importante: la mejora de la eficiencia todo riesgo, o la consecución<br />

de los objetivos? De no actuar, estaremos dando la razón a un Gustavo Bueno cuando<br />

afirma en su ensayo Telebasura y democracia que “que cada pueblo tiene la televisión<br />

que se merece” 64 .<br />

63 Jáuregui, Ramón, La democracia… op. cit. p. 216.<br />

64 Bueno, Gustavo, Telebasura y democracia, Madrid, Ediciones B, 2002, p. 194.


El paradigma género y mujeres en la historia del tiempo presente<br />

ESTHER MORA BLEDA<br />

Universidad de Murcia<br />

Fecha de recepción: 19 de junio de 2012<br />

Fecha de aceptación: 19 de octubre de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

Resumen: El objetivo de este artículo es el análisis de la evolución y recorrido que la<br />

historia de las mujeres, en relación al género, ha tenido en las últimas décadas, tanto<br />

desde la perspectiva histórica de este sujeto colectivo como de la propia disciplina. Para<br />

conseguir el objetivo propuesto en el artículo se aborda la situación actual del paradigma<br />

género y mujeres en la historia del tiempo presente a través de los estudios sobre la<br />

historia de las mujeres y de la situación actual de las mujeres en la sociedad española,<br />

atendiendo a las transformaciones sociales, políticas, culturales… que se han producido<br />

desde la década de los setenta hasta la fecha, y tomando como referencia los resultados<br />

de la última convocatoria electoral del pasado día 20 de noviembre de 2011. Se pretende<br />

contribuir a la historia del tiempo presente mostrando el peso que la historia pasada tiene<br />

en los acontecimientos actuales: se profundiza en la disciplina histórica y su evolución<br />

como fenómeno relacionado y conectado a los hechos sociales, cuestionando temas como<br />

la crisis de la historia y antiguos y nuevos modelos históricos, para incidir en la historia<br />

de las mujeres y la historia de las relaciones de género como nuevos paradigmas, sus<br />

temáticas, conceptos, fuentes y carácter interdisciplinar, para contextualizar, en el último<br />

apartado del artículo, el protagonismo femenino en la última convocatoria electoral en<br />

España.<br />

Palabras clave: democracia, feminismo, historia contemporánea, historiografía, historia<br />

de las mujeres y de género.<br />

Abstract: The aim of this article is the analysis of Women and Gender’s history in the<br />

last decades from the historical perspective of this collective subject such as the own<br />

discipline. The sources are specialised bibliography for social scientists and the results of<br />

the last general election which was held on 20 November 2011. The article deals with the<br />

present-day position of the paradigm Gender and Women and it also clarifies the situation<br />

of Spanish women nowadays through elections. This study shows the weight of the past


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

144<br />

in the present events; it goes more deeply into the historical discipline and its evolution<br />

such as phenomenon related and connected to the social facts in order to criticize themes<br />

such as the present The End of History and ancient and new paradigms. That is why this<br />

work is focused on Women’s and Gender History as new paradigms of interdisciplinary<br />

character.<br />

Keywords: Democracy, Feminism, Contemporary History, Historiography, Women’s<br />

and Gender History.<br />

1. Introducción: la Historia como campo de estudio<br />

La historia, como ciencia y disciplina, permite abordar un inmenso campo de<br />

saberes y conocimientos a los que se accede con las herramientas de investigación y<br />

analíticas adecuadas. La historia es una ciencia rica y nutrida en su vinculación con otras<br />

ciencias sociales (antropología, sociología, política, filosofía, lingüística…) y posibilita<br />

un amplio abanico en contenidos, temáticas, interrogantes o perspectivas. Actualmente<br />

estamos imbuidos en el proceso de la globalización donde resulta fácil encontrar esa<br />

interdisciplinariedad, tanto entre las ciencias sociales como en las ciencias naturales y<br />

ciencias de la información y tecnología.<br />

La historia debe ser vista como la ciencia que permite a la Humanidad conocer,<br />

aproximarse o palpar su pasado, su presente y su futuro; posiblemente es la ciencia que<br />

permite a los seres humanos estar en contacto directo con lo que éramos y somos. Pero<br />

esta ciencia ha tenido que afrontar, en su evolución y desarrollo, muchos desafíos, de los<br />

cuales ha salido victoriosa. Unas victorias que se traducen en transformación y adaptación<br />

del quehacer historiográfico en el tiempo como respuesta a su evolución científica.<br />

Nos encontramos, por consiguiente, ante una ciencia sustentada sobre unos pilares<br />

o superestructuras fundamentales, que permiten desarrollar el discurso histórico a lo largo<br />

del tiempo y espacio; y unos pilares, más flexibles y moldeables, que permiten adaptarse a<br />

la gran diversidad de interrogantes y planteamientos temáticos por estudiar, que hacen del<br />

ser humano un individuo, un sujeto, un ciudadano en continua redefinición de sí mismo y<br />

de sus espacios, lo que conlleva a que la historia tenga que estar abierta a estos cambios<br />

y a replantearse su papel en cada momento. Así pues, no nos debe de extrañar que, ante<br />

determinadas circunstancias, el campo historiográfico, conformado por historiadores<br />

e historiadoras, se plantee: ¿hacia dónde va la historia?, ¿qué cuestiones teóricas y<br />

metodologías nos preocupan?, ¿qué actitudes debemos de afrontar ante los cambios?,<br />

¿cómo convergen los clásicos paradigmas históricos con los nuevos? Interrogantes que<br />

nos llevan a debatir y dialogar con la finalidad de definir el campo histórico y cómo


145<br />

convergir la historia tradicional, la historia política y la historia social con los nuevos<br />

modelos (propuestos desde el postestructuralismo y posmodernismo) con los que surge<br />

la denominada crisis de la historia 1 , denominación que Carlos Barros prefiere modificar<br />

haciendo uso de otros conceptos, como “dificultad o mutación” 2 .<br />

Con estas líneas iniciales se pretende contextualizar, historiográficamente, el<br />

momento en el que aparece, como nuevo campo de esta coyuntura, la historia de las<br />

mujeres y la historia de la relaciones de género 3 . En esta situación florecen nuevas críticas,<br />

como el giro lingüístico, la historia cultural o la historia postsocial, con sus nuevas<br />

reflexiones y propuestas, que surgen ante el agotamiento de los viejos marcos teóricos,<br />

que van a permitir desarrollar nuevos pilares en los que sustentar el conocimiento de la<br />

ciencia histórica y de las ciencias en general. Esta circunstancia no fue específica para la<br />

historia, sino que fue un proceso en el que las ciencias sociales se vieron implicadas. Así<br />

pues, nos ubicamos en un tiempo de transformaciones y cambios para la sociedad que<br />

repercuten, de forma directa, en las ciencias. Los hechos o acontecimientos que acaecen<br />

en la década de los setenta-ochenta no pasan desapercibidos para las ciencias sociales, y<br />

de manera directa o indirecta suponen un cuestionamiento de las percepciones y de los<br />

modelos considerados inmutables hasta ese momento. Esta situación generó la necesidad<br />

de buscar soluciones ante nuevas situaciones, problemas y cuestionamientos sociales, que<br />

tendrán como respuesta el auge de nuevos supuestos teóricos, temáticos, herramientas,<br />

discursos… históricos. Por consiguiente, los cambios producidos en la sociedad en las<br />

últimas décadas del siglo XX constituyen el motor de las transformaciones de las ciencias.<br />

Esta coyuntura histórica afectó a la historia en los siguientes aspectos: crisis de las<br />

escuelas historiográficas tradicionales y de sus viejos paradigmas; crisis en la definición<br />

de historia y la historia como ciencia; especialización o desgajamiento 4 ; surgimiento de la<br />

corriente filosófica posmoderna; y entrada en escena de nuevas formas de hacer historia,<br />

entre otras cuestiones de carácter teórico y metodológico. De esta situación ha resurgido<br />

una ciencia histórica con un carácter más interdisciplinar, con nuevas preocupaciones y<br />

protagonistas que se traduce en un mayor campo de investigación, nuevas herramientas y<br />

planteamientos; con interés no solo en las cuestiones del pasado sino en temas actuales; en<br />

1 Fukuyama, Francis, El fin de la Historia y el último hombre, Barcelona, Planeta, 1992.<br />

2 Barros, Carlos, “Hacia un nuevo paradigma historiográfico”, en Kapsoli Escudero, Wilfredo (comp.),<br />

Historia e historiadores, Universidad Ricardo Palma, Lima, 2001, p. 44. En estas líneas el autor señala<br />

que se trata de “una dificultad/mutación” más que de una “crisis de la historia” que afecta a la práctica<br />

de la Historia (la manera de investigar y escribir la Historia), a la teoría de la Historia (los conceptos y<br />

planteamientos teóricos que subyacen en nuestro trabajo), y a la función social de la misma. Guerrero-<br />

Alonso, Pablo, “Historia a Debate y la Historiografía del siglo XXI”, en El Futuro del Pasado, 2 (2011),<br />

pp. 313-334.<br />

3 Borderías Mondéjar, Cristina (coord.), Joan Scott y las políticas de la historia, Barcelona, Icaria, 2006;<br />

Val Valdivieso, María Isabel del, “A modo de introducción. La Historia en los albores del siglo XXI”, en<br />

Val Valdivieso, María Isabel del et al. (coords.), La Historia de las Mujeres: Una revisión historiográfica,<br />

Valladolid, Universidad de Valladolid, 2004.<br />

4 Dosse, François, La historia en migajas: de “Annales” a la “nueva historia”, México, Universidad<br />

Iberoamericana A.C., 2006.<br />

Esther Mora, “El paradigma género y mujeres...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

146<br />

definitiva, una historia como ciencia y disciplina más rica, flexible, abierta y crítica, que<br />

permite realizar investigaciones, estudios, o análisis más profundos, desde la perspectiva<br />

comparada y desde una visión en retrospectiva.<br />

2. La historia de las mujeres como paradigma histórico. El género<br />

En el contexto científico de la segunda mitad del siglo XX se produce una<br />

convergencia entre antiguos y nuevos paradigmas históricos que conllevará a una<br />

importante redefinición de sus planteamientos. Este proceso transformador, que afecta a<br />

los distintos niveles académicos y científicos, se encuentra en estrecha relación con los<br />

procesos sociales que se desarrollan en la década de los sesenta y setenta en los países<br />

occidentalizados. Esta situación, y en lo concerniente a las ciencias sociales, se traduce<br />

en el desarrollo de controversias y nuevos planteamientos filosóficos, lingüísticos,<br />

sociológicos… que critican los planteamientos tradicionales. La respuesta a esta situación<br />

se traduce en nuevas corrientes de pensamiento, posmodernismo y postestructuralismo 5 ,<br />

que están identificadas con determinados pensadores, como Jean-François Lyotard 6 ,<br />

que ponen en tela de juicio las metanarrativas; Jacques Derrida y su concepto de<br />

desmantelamiento o deconstrucción 7 ; o Michel Foucault 8 , con sus ideas sobre el discurso y<br />

el poder, entre otros. Pero, posiblemente, estos son los pensadores que han influido de una<br />

forma más directa en las teorías feministas, como se puede apreciar en las investigaciones<br />

sobre mujeres y género 9 .<br />

Este proceso de redefinición de las ciencias viene motivado y acompañado<br />

por los procesos y el contexto social que emerge en los años setenta, protagonizado<br />

por movimientos sociales (feminismo, ecologismo, pacifismo…) que demandan<br />

transformaciones y cambios, que afectan a los pilares institucionales existentes y a nivel<br />

internacional. En este punto entre mundo científico y sociedad, se produce la permutación<br />

del movimiento feminista en disciplina académica. Este proceso se dio paulatinamente,<br />

convergiendo teoría y práctica. Así pues, las demandas y reivindicaciones del movimiento<br />

se fueron trasladando al ámbito científico, donde estas se cuestionaban y se plantearon<br />

desde una teoría propia, atendiendo a las nuevas propuestas teóricas y metodológicas que<br />

5 Giddens, Anthony, “El estructuralismo, el post-estructuralismo y la producción cultural”, en Turner,<br />

Jonathan y Anthony Giddens, La teoría social, hoy, Madrid, Alianza Editorial, 1995, pp. 255-289.<br />

6 Lyotard, Jean-François, La condición postmoderna: informe sobre el saber, Madrid, Cátedra, 2008.<br />

7 Derrida, Jacques et al., Teoría literaria y deconstrucción, Toledo, Arcos-Libros D.L., 1990.<br />

8 Foucault, Michel, El orden del discurso, traducido por Alberto González Troyano, Barcelona, Tusquets,<br />

1999.<br />

9 Lauretis, Teresa de, La tecnología del género, traducido por Ana María Bach y Margarita Roulet, en<br />

Disidencia Sexual, 2009, pp. 6-34. ‹‹http://www.disidenciasexual.cl/wp-content/uploads/2009/03/<br />

Tecnologias_del_Genero.pdf›› [Consultado el 13 de diciembre de 2011]; Parpart, Jane L. “¿Quién es<br />

la «otra»? Una crítica feminista postmoderna de la teoría y la práctica de mujer y desarrollo”, en Entre<br />

Mujeres, (1994), pp. 327-356; Zambrini, Laura y Paula Ladevito, “Feminismo filosófico y pensamiento postestructuralista:<br />

teoría y reflexiones acerca de las nociones de sujeto e identidad femenina”, en Sexualidad,<br />

Salud y Sociedad, 2 (2009), pp. 162-180.


147<br />

Esther Mora, “El paradigma género y mujeres...”<br />

abrían paso al estudio del conjunto de la sociedad y, en especial, de los grupos marginales,<br />

donde se encontraban las mujeres. Sonya O. Rose nos indica a este respecto:<br />

“El feminismo fue clave para estimular el interés y generar enfoques analíticos acerca<br />

de la historia de las mujeres. (…) La idea de que las mujeres deberían disfrutar, en<br />

todos los casos, de las mismas ventajas que los hombres impulsó a las investigadoras<br />

feministas a recuperar la historia no contada de las vidas de las mujeres en el pasado,<br />

a revelar las razones de la subordinación de las mujeres y a preguntarse acerca de la<br />

aparente omisión o exclusión de las mujeres en el relato histórico” 10 .<br />

Desde ese momento se inició un proceso de redescubrimiento y visibilización de las<br />

mujeres en la historia que consistió en darles voz y sacarlas a luz. Así se rescataron del<br />

olvido a Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft, o Harriet Taylor Mill y su marido John<br />

Stuart Mill, pues, hubo hombres que, adelantados a su tiempo, reconocían a la mujer, no<br />

desde la desigualdad o discriminación, sino en las mismas condiciones que el varón, como<br />

es el ejemplo de Polain de la Barre 11 . También se recuperaron figuras de principios del<br />

siglo XX que constituyen una referencia obligatoria para la historia de las mujeres, como<br />

son: Virginia Woolf, conocida por dos de sus obras, Una habitación propia (1929) y Tres<br />

Guineas (1938); y Simone de Beauvoir, con su famosa cita: “no se nace mujer: se llega<br />

a serlo (…)” en el Segundo Sexo (1949). Y en la actualidad, contamos con numerosas<br />

referencias desde los diversos feminismos (radical, de la diferencia, de la igualdad 12 , teorías<br />

queer y ciberfeminismos) y disciplinas académicas (historia, sociología, antropología,<br />

medicina…), que han conseguido afianzar los estudios de mujeres y de género dentro de<br />

sus respectivas ciencias.<br />

Así pues, se fue configurando una disciplina paso a paso, que se revistió con<br />

categorías, conceptos, métodos y teorías. Las teorías propuestas desde esta nueva<br />

perspectiva femenina o de las mujeres afectaron, inicialmente, a todas las ciencias, pues<br />

se cuestionó, en primer lugar, el carácter androcéntrico con el que se habían asentado sus<br />

discursos, desde el control y el poder masculino. Paralelamente influenciadas/os por los<br />

pensadores posmodernistas y postestructuralistas, comenzaron a cuestionar y a plantearse<br />

alos modelos y los conceptos existentes, y a buscar nuevas fuentes.<br />

Posiblemente el concepto o la categoría género es la que más ha contribuido y a<br />

la vez, más debate ha generado y genera en las ciencias, en la historia, en el feminismo<br />

y en los estudios de mujeres, y sobre el que existen considerables escritos 13 , pues no<br />

10 O. Rose, Sonya, ¿Qué es Historia de Género?, Madrid, Alianza Editorial, 2012, p. 22.<br />

11 Sánchez Muñoz, Cristina, “Genealogía de la vindicación”, en Beltrán, Elena et al., Feminismos. Debates<br />

teóricos contemporáneos, Madrid, Alianza Editorial, 2008, pp. 17-34.<br />

12 Scott, Joan Wallach, “Igualdad versus diferencia: los usos de la teoría postestructuralista”, en Debate<br />

Feminista, 5 (1992), pp. 85-104.<br />

13 Sobre el concepto género hay muchos trabajos escritos y desde las distintas ópticas del feminismo y desde<br />

la gran diversidad de disciplinas científicas existente. En este punto solo se están mencionando algunas de<br />

las obras analizadas a nivel personal y que pueden resultar de interés para aproximarse al término referido<br />

en estas líneas. Mi intención en este trabajo no es profundizar sobre esta cuestión, así pues, véase: Amelang,<br />

James S. y Mary Josephine Nash, Historia y género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea,<br />

Valencia, Universidad de Valencia, 1990; Butler, Judith, El género en disputa. El feminismo y la subversión


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

148<br />

solo se cuestiona las relaciones de poder entre hombres y mujeres, sino que pone en tela<br />

los discursos que justificaban la inferioridad y la discriminación femenina atendiendo a<br />

las diferencias biológicas y sexuales. Actualmente estos planteamientos están superados<br />

relativamente, pues se ha escrito mucho sobre el tema, y sobre las construcciones<br />

culturales, sociales… realizadas desde la visión del pensamiento androcéntrico sobre el<br />

sexo femenino y su sexualidad; y cómo lo cultural ha invadido el ámbito de lo natural<br />

mediante esos discursos para que no se cuestionasen las relaciones de poder ni las<br />

diferencias sexuales.<br />

Actualmente está consolidado el pensar que las diferencias entre mujeres y hombres<br />

no atienden a sus características sexuales sino que se deben a las construcciones culturales<br />

del pasado que se justificaban en la biología; y que el sexo no viene determinado por<br />

nuestro cuerpo, por nacer con unas determinadas características genitales, sino que es<br />

el propio sujeto quien construye su sexualidad y puede disfrutar de ella en sus propios<br />

términos.<br />

Aunque este trabajo no está enfocado a analizar ni debatir sobre la categoría de<br />

género, sí que debe mencionarse el creciente papel que ha adquirido en la historia,<br />

desarrollándose y consolidándose como disciplina. Actualmente existe un prolifero campo<br />

de historiografía de género y de las mujeres, pero no debe caerse en simplificaciones de<br />

tratar ambos conceptos como sinónimos, pues no es lo mismo hacer historia de género<br />

(ámbito anglosajón) 14 , que de las mujeres (caso español), aunque en este último caso, se<br />

tenga consciencia de dicha perspectiva. Como nos indica la historiadora y catedrática<br />

de Historia Contemporánea, Elena Hernández Sandoica “ambas versan sobre el mismo<br />

objeto, pero no [son] idénticas” 15 . Y desde la década de los años ochenta hasta la actualidad<br />

se ha podido apreciar un mayor interés por este tipo de estudios, lo cual se evidencia en<br />

obras tan importantes como Historia de las mujeres en Occidente, de George Duby y<br />

Michellet Perrot; o Historia de las mujeres en América Latina, de Juan Andreo y Sara<br />

Beatriz Guardia; o Las mujeres en la historia de España, siglos XVIII-XX de Pilar Díaz<br />

Sánchez y Pilar Domínguez Prats; o la Historia de las mujeres en España y América Latina,<br />

de la identidad, Barcelona, Paidós Ibérica, 2007; Hawkesworth, Mary, “Confundir el género”, en Debate<br />

feminista, 20 (1999), pp. 3-48; Llamas, Marta, (comp.), “Usos, dificultades y posibilidades de la categoría<br />

género”, en Papeles de población, 21 (1999), pp. 147-178; Madrid Izquierdo, Juana María, “Sobre la<br />

construcción psicosocial de los géneros: contribuciones epistemológicas del Feminismo a la teoría del<br />

conocimiento pedagógico”, en Anales de pedagogía, 19 (2011), pp. 51-64; Molina Petit, Cristina, “Debate<br />

sobre el género”, en Amorós Puente, Celia, Feminismo y Filosofía, Madrid, Síntesis, 2000, pp. 255-286;<br />

Ramos Escandón, Carmen, El género en perspectiva, de la dominación universal a la representación<br />

múltiple, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa, 1992; Scott, Joan Wallach, “El<br />

género: una categoría útil para el análisis histórico”, en El género: la construcción cultural de la diferencia<br />

sexual, México, PUEG., 1996, pp. 265-308.<br />

14 Scott, Joan Wallach, Género e historia. México, México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México,<br />

2008.<br />

15 Borderías, Cristina, La Historia de las mujeres. Perspectivas actuales, Barcelona, Jería, 2009; Hernández<br />

Sandoica, Elena, “Historia, historia de las mujeres e historia de las relaciones de género”, en Val Valdivieso,<br />

María Isabel del (coord.), La Historia de las mujeres... op. cit., p. 40.


149<br />

de Isabel Morant 16 . En el ámbito nacional, no solo se ha producido un mayor número de<br />

trabajos e investigaciones, sino que además se ha asistido a un proceso de mayor oferta<br />

de cursos, seminarios, jornadas, como estudios de máster y programas de doctorado; y<br />

de investigaciones más especializadas y diversas introduciendo nuevas temáticas, fuentes<br />

y estrechando lazos interdisciplinares. Este crecimiento en la producción es incentivado<br />

también por un mayor interés de las revistas científicas tradicionales en introducir en sus<br />

publicaciones cuestiones de este tipo, y por otro lado, se asiste al nacimiento de nuevas<br />

revistas dedicadas a esta disciplina. Para la historiadora y profesora de la Universidad de<br />

Vigo, Purificación Mayobre, este proceso “es debido a la demanda social provocada por<br />

la exigencia de distintos organismos internacionales europeos a favor de la igualdad de<br />

oportunidades entre hombres y mujeres (…)” 17 .<br />

Pero la historia de género y la historia de las mujeres no solo queda constituida o<br />

conformada por estos dos conceptos (género y mujeres) que acompañan a historia, sino<br />

que existe un amplio campo conceptual que ha sido necesario para poder cuestionar la<br />

historia existente y tener la capacidad de generar una nueva visión de la misma. Por<br />

consiguiente, se han abarcado otras temáticas también muy necesarias para explicar la<br />

evolución, desarrollo y transformación de la sociedad. Entre los campos o categorías<br />

analíticas se pueden señalar: el patriarcado y capitalismo 18 ; la memoria y la experiencia<br />

vivida como elementos configuradores de identidad 19 ; el sexo, la sexualidad y el cuerpo<br />

tanto como construcción cultural como discursiva del poder 20 ; la ciudadanía y la lucha<br />

por los Derechos Civiles como reconocimiento y conformación del sujeto 21 ; o la crítica<br />

colonial y feminismo comparativo 22 , entre otros.<br />

16 Andreo, Juan y Sara Beatriz Guardia (coords.), Historia de las Mujeres en América Latina, Murcia,<br />

Universidad de Murcia y Centro de Estudios de la Mujer en la Historia de América Latina, 2002; Díaz<br />

Sánchez, Pilar y Pilar Domínguez Prats, Las mujeres en la historia de España, siglos XVIII-XX, Madrid,<br />

Ministerio de Cultura- Instituto de la Mujer, 1988; Duby, George y Michelle Perrot (coords.), Historia de<br />

las mujeres en Occidente, Madrid, Taurus Minor/Santillana, 2000; Morant, Isabel (coord.), Historia de las<br />

mujeres en España y América Latina, Madrid, Cátedra, 2005.<br />

17 Mayobre, Purificación, “Las mujeres, los saberes y los estudios de las mujeres”, en Web profesional:<br />

Feminismos, Géneros e Identidades, p. 11. «http://webs.uvigo.es/pmayobre/indicedearticulos.html»<br />

[Consultado 15 de noviembre de 2011].<br />

18 Lerner, Gerda, La creación del patriarcado, Barcelona, Crítica, 1990.<br />

19 Llona, Miren, “Memoria e identidades. Balance y perspectivas de un nuevo enfoque historiográfico”,<br />

en Borderías, Cristina (coord.), La Historia de las mujeres... op. cit., pp. 355-390; Muraro, Luisa, “El<br />

Pensamiento de la experiencia”, ponencia presentada en XII Simposio de la “Internationale von<br />

Philosophinnen” (Roma, 31 de agosto-3 de septiembre de 2006)”; Scott, Joan Wallach, “Experiencia”, en<br />

Revista de Estudios de Género. La Ventana, 23 (2001), pp. 42-73.<br />

20 Butler, Judith, Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del sexo, Buenos Aires,<br />

Paidós Ibérica, 2003; Cameron, Deborah y Don Kulick, “Hablar de sexo y pensar en sexo: la lingüística<br />

y la construcción discursiva de la identidad”, traducido por Andrés Felipe Castelar, en La manzana de la<br />

Discordia, 3 (2007), pp. 91-117; Foucault, Michel. El orden del… op. cit.; Rubin, Gayle,”El tráfico de<br />

mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, en Revista Nueva Antropología, 30 (1986), pp. 95-145.<br />

21 González Luna, Lola, “La representatividad del sujeto mujer en el feminismo de la Transición”, en<br />

Fagoaga, Concha, 1898-1998. Un siglo avanzado hacia la igualdad de las mujeres, Madrid, Comunidad<br />

de Madrid, 1999, pp. 235-249; Ídem, “La historia feminista del género y la cuestión del sujeto, en Boletín<br />

Americanista, 52 (2002), pp. 105-121.<br />

22 Kaplan, Temma, “El feminismo comparativo”, en Lectora: revista de dones i textualitat, 12 (2006), pp.<br />

85-90.<br />

Esther Mora, “El paradigma género y mujeres...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

150<br />

Por consiguiente, y a colación de todo lo expuesto hasta el momento, hay que señalar<br />

que la historia de género o de las mujeres no debe de separase de las perspectiva de la<br />

historia en general, así como su pertenencia a la historia social y cultural (o nueva historia<br />

social), de la que puede beneficiarse a través de su relación con la historia de la familia, de<br />

las mentalidades, etc. En definitiva, este breve recorrido historiográfico ha sido realizado<br />

con la finalidad de ubicar al lector o lectores, y dotarles de algunas herramientas para<br />

aproximarse a la cuestión que se plantea a continuación desde la historia actual y de las<br />

mujeres en España.<br />

3. Retrospectiva femenina: de la historia presente a la historia pasada y<br />

viceversa<br />

Entre los nuevos paradigmas o planteamientos que surgen a finales del siglo XX,<br />

vinculados de forma muy estrecha con el movimiento feminista, los Women´s Studies, la<br />

historia de las relaciones de género y la historia de las mujeres, se consolidan como una<br />

disciplina propia, teniendo una repercusión e incidencia en todos los ámbitos académicos<br />

y esferas de la sociedad. Estos estudios e investigaciones sobre las mujeres y el género<br />

permiten contextualizar las circunstancias que, actualmente, permiten a las mujeres<br />

españolas acudir a las urnas a ejercer su derecho al voto. El objetivo de este estudio es el<br />

análisis de la evolución y recorrido que la historia de las mujeres, en relación al género 23 ,<br />

ha tenido en las últimas décadas, tanto desde la perspectiva histórica de este sujeto<br />

colectivo como de la propia disciplina, tomando como elemento nuclear del análisis las<br />

elecciones de noviembre de 2011. En efecto, el acontecimiento histórico seleccionado<br />

para analizar la situación actual de las mujeres, tanto en su relación consigo mismas como<br />

con el hombre, es la convocatoria electoral del día 20 de noviembre de 2011, fecha en la<br />

que un total de 35 779 491 electores españoles acudieron a las urnas a ejercer su derecho<br />

de participación, como aparece recogido en el artículo 23 de la Constitución Española<br />

de diciembre de 1978. De esa cifra, 34 297 301 fueron electores españoles residentes en<br />

España, y 1 479 314 residentes en el extranjero. En función de la cifra ofrecida para los<br />

electores residentes en España por la Oficina del Censo Electoral para las elecciones de<br />

noviembre de 2011, sabemos que 17 662 503 eran mujeres, y 16 634 798 varones 24 . Con<br />

estos datos no solo cabe indicar el mayor número de mujeres votantes o electoras, lo cual<br />

23 Beatriz Guardia, Sara, “Un acercamiento a la Historia de las Mujeres”, en Andreo García, Juan y Sara<br />

Beatriz Guardia (coords.), Historia de las mujeres... op. cit., pp. 489-499; Bock, Gisela, “La historia de las<br />

mujeres y la historia del género: Aspectos de un debate internacional”, en Historia Social, 9 (1991), pp.<br />

55-77; Hernández Sandoica, Elena, “Historia, Historia de las...” op. cit., pp.373-391. Estos tres trabajos nos<br />

permiten realizar una aproximación sobre la situación actual de la Historia de las Mujeres y de Género a<br />

nivel internacional y nacional.<br />

24 Página web de la Oficina del Censo Electoral: “Elecciones a Cortes Generales de 20 de noviembre de<br />

2011”. «http://www.ine.es/jaxi/menu.do?type=pcaxis&path=/t44/p09/a2011&file=pcaxis» [Consultado 28<br />

de noviembre de 2011].


151<br />

por sí solo es significativo, sino justificar por qué esa cifra realmente es tan simbólica<br />

desde la perspectiva histórica.<br />

Figura 1. Resultados elecciones 2011 por edad y sexo<br />

FUENTE: elaboración propia a partir de los datos obtenidos de la Oficina de<br />

Censo Electoral para “Elecciones a Cortes Generales de 20 de noviembre de<br />

2011”.<br />

Para llegar hasta 17 662 503 mujeres electoras, han sido muchos los silencios, las<br />

luchas o cortapisas, que las mujeres han encontrado en su recorrido histórico, tanto en<br />

España como en otros países, y que hoy en día todavía se pueden encontrar atendiendo<br />

a posibles contextos. Pero aunque las mujeres españolas mayores de 18 años puedan<br />

acudir en igualdad de derechos a las urnas, no podemos hablar de una igualdad real o<br />

efectiva. El primer elemento discordante se encuentra en los propios partidos políticos y<br />

en las candidaturas femeninas: el sistema de cuotas (si bien es verdad que ha favorecido<br />

la participación femenina en los partidos, también lo es que aún quedan cuestiones<br />

pendientes) 25 . Así, si a nivel europeo podemos contar con una figura femenina de las<br />

más importantes en el panorama político actual, como es Angela Merkel, parece que en<br />

España todavía queda cierto trabajo por hacer, aunque es evidente la mayor presencia de<br />

las mujeres en cargos ministeriales. Pero como podrá verse más adelante, la tradición está<br />

aún latente. En definitiva, los órganos representativos de los ciudadanos son exactamente<br />

eso: una representación y reflejo de la sociedad.<br />

Esther Mora, “El paradigma género y mujeres...”<br />

En segundo lugar, analizando la gráfica de la Figura1 y los datos recogidos en<br />

la misma, si atendemos el eje de abscisas de años cumplidos se observa que desde el<br />

intervalo de 45 a 49 años hasta llegar a los 85 y más hay un superior índice de participación<br />

femenina respecto al masculino. Si este intervalo de los 45 años hasta más de 85 se traduce<br />

25 Cobo Carrasco, Mercedes et al., “La participación en política de la mujer: un estudio de caso”, en Revista<br />

de Sociología y política, 38 (2011), pp. 187-203. Este artículo permite profundizar en las medidas adoptadas<br />

por los partidos políticos para conseguir la participación y representación femenina, analizado desde el caso<br />

concreto de Asturias; González Esteban José Luis, “La base electoral de Obama, redes sociales virtuales<br />

y reales: los casos de generation engage y moms for Obama”, en Revista Mediterránea de Comunicación<br />

social, 1 (2010), pp. 25-35; Valobra, María, “La ciudadanía política de las mujeres y las elecciones de<br />

1951”, en Anuario del Instituto de Historia de Argentina, 8 (2008), pp. 53-89; Verge Maestre, Tània, “Mujer<br />

y partidos políticos en España: las estrategias de los partidos y su impacto institucional, 1978-2004”, en<br />

Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, 115 (2006), pp. 165-196.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

152<br />

en datación cronológica, estaríamos hablando de un período que va desde 1966 hasta<br />

1926 aproximadamente. ¿Qué quiere decir esto? Que nos encontramos con una población<br />

femenina que ha vivido uno de los periodos de la historia de España posiblemente más<br />

difíciles a nivel económico, político, social..., concretamente la Guerra Civil Española y<br />

la dictadura franquista. Un período donde la vida de la mujer se sustentaba en un modelo<br />

que promovía los valores tradiciones de la familia y el papel de esta como el ángel<br />

del hogar y esposa-madre 26 . Así mismo, es de este conglomerado de donde surgen las<br />

mujeres españolas que lucharon y se levantaron contra los dictámenes discriminatorios<br />

del sistema político y de la sociedad. Estas voces femeninas actuaron como madres,<br />

esposas, trabajadoras... y se relacionaron mediante vínculos o lazos de sororidad entre<br />

ellas; adquirieron conciencia e identidad de sí mismas, de ser mujeres 27 .<br />

En contrapartida, de la misma gráfica se observa cómo las edades de las electoras<br />

femeninas que nacieron con el final del régimen franquista, proceso de la transición e<br />

institucionalización de la actual democracia, representan una fuerza menor respecto a la<br />

masculina. En esta cuestión consideramos que juega un papel muy importante el no haber<br />

luchado por esos derechos de igualdad, reconocimiento, representación y aceptación<br />

social (posiblemente por motivos de edad) que, directamente, nos han sido dados a las<br />

generaciones posteriores. En parte considero que esto supone un vacío que no debería de<br />

existir, pues ante todo, si en este 21 de noviembre de 2011, las mujeres como electoras,<br />

hemos podido ejercer nuestros derechos, es gracias a esas generaciones que hemos<br />

dejado caer en el olvido. Una voces que, realmente, deberían de tenerse presente en todo<br />

momento, pues demuestran lo realmente valioso que es disponer de una legislación y una<br />

democracia que procura luchar contra la desigualdad y la discriminación por sexo. Las<br />

circunstancias históricas de las actuales generaciones, de vivir en un estado democrático,<br />

no significan que no debamos de aprender la valía y el significado que tienen nuestros<br />

26 Dueñas Cepeda, María Jesús, “Modelos de mujer en el franquismo (1940-1960)”, en Rosa Cubo, Cristina<br />

de la, La voz del olvido: Mujeres en la Historia, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2003, pp. 93-112.<br />

27 En relación a estas cuestiones se recomienda los siguientes trabajos: Díaz Sánchez, Pilar, “Del taller<br />

de costura a la fábrica. El trabajo de las mujeres en la confección-textil madrileña”, en Cuadernos de<br />

Historia Contemporánea, 21 (1999), pp. 279-293; Ídem, El trabajo de las mujeres en el textil madrileño.<br />

Racionalización industrial y experiencias de género (1959-1986), Málaga, Servicio de Publicaciones de la<br />

Universidad de Málaga, 2001; Ídem, “Balance de los estudios sobre el trabajo de las mujeres en la España<br />

contemporánea”, en Valdivieso, María Isabel del et al., La Historia de las mujeres… op. cit.; Ídem, “Las<br />

luchas de las mujeres en el tardofranquismo: los barrios y las fábricas” en Gerónimo de Uztariz, 21 (2005),<br />

pp. 39-54; Ídem, “El trabajo en la confección-textil: un oficio de mujeres”, en Espacio, Tiempo y Forma,<br />

19 (2007), pp. 371-392; García Nieto, María Carmen, “Trabajo y oposición popular de las mujeres durante<br />

la Dictadura Franquista”, en Duby, George y Michelle Perrot (dirs.), Historia de las Mujeres. Tomo V. El<br />

siglo XX, Madrid, Taurus, 1993, pp. 722-735; Martínez Ten, Carmen et al., El movimiento feminista en<br />

España en los años 70, Madrid, Cátedra, 2009; Moreno Preciado, Rita y José Babiano Mora, ¿Invisibles?<br />

Mujeres, trabajo y sindicalismo en España (1939-2000), Madrid, Comisiones Obreras, 2004; Muñoz Ruiz,<br />

María Carmen. “Género, masculinidad y nuevo movimiento obrero bajo el Franquismo”, en Bibiano, José,<br />

Del hogar a la huelga: Trabajo, género y movimiento obrero durante el Franquismo, Madrid, Catarata,<br />

2007, pp. 245-297; Pérez Pérez, José Antonio, “La construcción y transmisión de la identidad política<br />

antifranquista. Una aproximación desde la historia oral de las mujeres de Basauri”, en Vasconia, 35 (2006),<br />

pp. 387-405.


153<br />

derechos y deberes de ciudadanos y ciudadanas, y para ello es necesario no sólo recurrir<br />

a la historia, sino transmitirla.<br />

Actualmente estamos insertos en un sistema democrático que podríamos catalogar<br />

de paritario, pues legislativamente ha buscado y pretendido consolidar lo dispuesto en el<br />

artículo 9 y 14 de la Constitución Española 28 , para conseguir no sólo la igualdad a través<br />

de la ley, sino también la aplicación de la misma 29 . Para ello se han establecido medidas<br />

legales como: la LO 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad Efectiva de Mujeres y<br />

Hombres (en especial art. 1 y 3 LI 30 ), la Ley española 15/2005, de 8 de julio que modifica<br />

el CC y la LEC en materia de separación y divorcio, la LO 1/2004, de 28 de diciembre,<br />

de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, la LO 9/1985 de<br />

despenalización del aborto (reformada en la LO 2/2010) o el 15 de agosto de 1981 entraba<br />

en vigor la ley de Divorcio (reformada por la Ley 15/2005, de 8 de julio de 2005).<br />

¿Qué importancia tiene toda esta legislación desde la perspectiva histórica para<br />

las mujeres? Muchos de los conceptos recogidos en la legislación presente nos remiten<br />

a las cuestiones feministas y a las relaciones entre hombres y mujeres. Esta normativa<br />

evidencia que la tradición cultural, mental y social del pasado late en la sociedad actual.<br />

Pero se puede hablar de una igualdad formal, no real. Las medidas mencionadas son<br />

logro de las reivindicaciones de todas aquellas mujeres que desde la década de los<br />

sesenta y setenta comenzaron a organizarse y movilizarse mediante asociaciones, grupos,<br />

colectivos, etc., contra los problemas sociales del momento, como la discriminación, la<br />

pobreza, la carencia de estructuras, entre otros; y que desde el año 1975 se volcaron a la<br />

calle bajo emblemáticos eslóganes como: “yo soy adúltera”, “yo también he abortado”,<br />

“si los hombres parieran las píldoras se venderían en los kioscos”, “abajo la maternidad<br />

impuesta”, “lo personal es político”, “contra la violencia, castración”, “la cena Manolo<br />

te la haces tú solo”, etc. Eslóganes que transmiten por sí solos cuáles eran las carencias<br />

sociales y demandas femeninas.<br />

Esther Mora, “El paradigma género y mujeres...”<br />

28 Constitución Española de Diciembre de 1978, Titulo Preliminar, art. 9.2: “Corresponde a los poderes<br />

públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que<br />

se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar<br />

la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”; Art. 14: “los<br />

españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón misma de<br />

nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Para<br />

esta cuestión también deben de tenerse en cuenta los artículos 1.1, 10.1, 19, 23, 24.1, 27 y 30 (que permite<br />

la participación de las mujeres en las Fuerzas armadas).<br />

29 Valpuesta, Rosario, “La violencia contra las mujeres. Un problema de igualdad”, en Ruiz Tagle, Ana<br />

María y Rosario Valpuesta (eds.), Ni el aire que respiras. Pensamiento científico contra la violencia de<br />

género, Sevilla, Sevilla Cajasol Fundación, 2008, pp. 33-67.<br />

30 LO 3/2007, art 1. Objeto de la ley: “Las mujeres y los hombres son iguales en dignidad humana, e<br />

iguales en derechos y deberes. Esta Ley tiene por objeto hacer efectivo el derecho de la igualdad de trato<br />

y de oportunidades entre mujeres y hombres, en particular, mediante la eliminación de la discriminación<br />

de la mujer, sea cual fuere su circunstancia o condición, en cualesquiera de los ámbitos de la vida y,<br />

singularmente en las esferas política, laboral, económica, social y cultural para, en desarrollo de los<br />

artículos 9.2 de la constitución, alcanzar una sociedad más democrática, más justa y más solidaria”. Art.<br />

3. “El principio de igualdad de trato entre mujeres y hombres supone la ausencia de toda discriminación,<br />

directa o indirecta, por razón de sexo, y, especialmente, las derivadas de la maternidad, de la asunción de<br />

obligaciones familiares y el estado civil”.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

154<br />

Así pues, estamos hablando de un periodo histórico de cuarenta años<br />

aproximadamente, en el que resultan palpables los cambios mentales y sociales de las<br />

generaciones actuales y pasadas, pero en el que se debe hablar de una transformación<br />

parcial, pues si bien en ese transcurso histórico se han asentado pilares muy importantes<br />

para el desarrollo de las mujeres, no menos importante resulta observar cómo perduran los<br />

viejos fantasmas del pasado, cómo una tradición cultural fundamentada en la separación<br />

de los espacios, de los roles y los papeles de los sexos, de discriminación laboral y salarial,<br />

la doble moral hacia la mujer… son hoy en día patentes.<br />

Por un lado contamos con una importante legislación que, si bien promueve la<br />

igualdad entre hombres y mujeres en el mundo laboral mediante medidas de acción<br />

positiva, fomentado el acceso, contratación e iniciativa de empleo femenino y adoptando<br />

soluciones a las cuestiones de la maternidad, por otra parte nos encontramos con una red<br />

compleja de relaciones entre los intentos de compaginar la vida laboral y doméstica para<br />

las mujeres: el problema real se encuentra oculto en la cultura y tradición. Si miramos<br />

hacia el pasado, hacia las mujeres de la década de los sesenta y setenta del siglo XX,<br />

y la mujer actual, vamos a encontrar importantes diferencias, sobre todo en el tipo de<br />

actividades desempeñadas, en la diversidad de ofertas, en las condiciones del trabajo, en<br />

los puestos y cargos que ocupan, en la iniciativa e incluso en el tipo de relaciones que se<br />

producen entre las propias mujeres y mujeres-hombres o viceversa 31 .<br />

Durante mucho tiempo, las mujeres, cuando se relacionaban en determinados<br />

campos o actividades cotidianas, generaban unos lazos o vínculos de sororidad 32 que<br />

pueden resultar apreciables en obras como El Revolver de Emilia Pardo Bazán 33 , o en las<br />

propias experiencias de las trabajadoras, obreras de las fábricas, servicio doméstico…<br />

de las últimas décadas del franquismo y del siglo XX español. Esos lazos o ese vínculo<br />

que se generó entre ellas se traducirá en la construcción de una identidad femenina<br />

individual y colectiva que desembocará en organizaciones, asociaciones o en el propio<br />

movimiento feminista. Sin embargo, en la actualidad, estos lazos, según ascendemos<br />

en niveles profesionales, parece que se hacen más finos o estrechos, cuesta más poder<br />

31 Lagarde y de los Ríos, Marcela, “Propuestas para una nueva organización social corresponsable”,<br />

(ponencia presentada en Jornadas del Servicio de Mujer del Módulo Psicosocial de Deusto-San Ignacio,<br />

12 de mayo de 2010). En este discurso la autora considera que “se está a favor de ciertos aspectos de la<br />

igualdad, pero no de una igualdad sustantiva, de una igualdad real. No basta el lenguaje incluyente, se<br />

requieren cambios radicales, profundos en el pensamiento”.<br />

32 En Italia se utiliza el concepto de Affidamento para referirse a la sororidad y se utiliza para “evocar<br />

cierta idea de solidaridad entre mujeres, la idea de un entendimiento que solo puede surgir entre personas<br />

que comparten ciertas experiencias de vida, que tienen una forma semejante de afrontar situaciones o<br />

problemas”, Álvarez, Silvina, “Diferencia y Teoría feminista”, en Beltrán, Elena et al., Feminismos.<br />

Debates teóricos contemporáneos, Madrid, Ciencias Sociales-Alianza Editorial, 2008, p. 262.<br />

33 Pardo Bazán, Emilia, “El Revólver”, en Pardo Bazán, Emilia, Obras Completas, vol. II, Madrid, Aguilar,<br />

1947. «http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/pardo/Revolver.htm» [Consultado el 15 de abril de<br />

2011]. Mencionar que Emilia Pardo Bazán fue una fructífera escritora del siglo XIX y en la obra referida,<br />

la autora realiza un formidable trabajo caracterizado por el realismo de su narración, de sus diálogos,<br />

del contexto… y por la importancia del tema en cuestión, pues no solo queda representado el concepto<br />

sororidad, sino que es un relato que refleja la violencia hacia la mujer tanto psicológica como física.


155<br />

Esther Mora, “El paradigma género y mujeres...”<br />

disiparlos y en gran medida es debido a que las mujeres, en su incorporación al mundo<br />

laboral en igualdad con el hombre, han tenido que despojarse de ciertas capas que podían<br />

considerarse como lo femenino, y asumir otras en relación a la masculinidad. Este hecho<br />

o fenómeno se puede incluso constatar a través del análisis o estudio del discurso de<br />

la prensa, así como la representación de la figura femenina en esta o en cualquier otro<br />

medio de comunicación 34 . Lo que nos lleva a plantearnos ¿qué podemos considerar por<br />

femenino y masculino? 35 Estos conceptos ayudan a comprender la separación de espacios<br />

(público y privado), la diferenciación de roles o papeles entre hombres y mujeres en<br />

esos espacios, y qué supone o conlleva introducir cambios o transformaciones en dichos<br />

parámetros. En primer lugar, destacar que aquello que entendemos como “femenino” y<br />

“masculino” está representado por “la mujer” y “el hombre” y son el resultado de unas<br />

construcciones culturales, políticas, sociales… realizadas básicamente desde una postura<br />

o visión androcéntrica 36 que actualmente se somete a revisión y cuestionamiento.<br />

Así pues, si atendemos a “lo femenino” desde dicho punto androcéntrico se hace<br />

referencia a las virtudes que “la mujer” debe desarrollar como madre, esposa e hija, cuya<br />

vida se desarrolla en especial en el ámbito del hogar o espacio doméstico (que es lo<br />

privado), siempre en relación al hombre, sin autonomía propia y fundamentado en unos<br />

valores familiares y patriarcales tradicionales. Mientras que “lo masculino” se vincula al<br />

espacio público, a los valores varoniles de dominación y responsabilidad, pero ante todo<br />

con la posesión o control del poder. En general, esta es la dualidad tradicional que tiene<br />

matizaciones atendiendo al contexto histórico, raza, edad, etnia, cultura… pero grosso<br />

modo, esta compartimentación de los espacios 37 , de las actividades, de las relaciones,<br />

34 Mora Bleda, Esther, La mujer en Papel. Análisis de la figura femenina en el Diario La Verdad de Murcia.<br />

Año 1975, trabajo fin de máster, Universidad de Murcia, 2011; Herrero Faúndez, Rocío, La imagen de<br />

la mujer en la prensa entre 1910-1915 y 2000-2005: Estudio comparado, tesis doctoral, Universidad<br />

Complutense de Madrid, 2010; Rovetto Gonem, Florencia, La representación del trabajo de las mujeres en<br />

la prensa: Análisis comparativo y cualitativo de la información en la actualidad, tesis doctoral, Universidad<br />

de Barcelona, 2010; Sesgado Boj, Francisco, “Un tópico perpetuado. La imagen de la mujer y el feminismo<br />

en el humor gráfico de la prensa diaria durante la transición (1974-1977), en Zer (Revista de estudios de<br />

Comunicación), 27 (2009), pp. 203-224.<br />

35 Thuren, Britt-Marie, El poder generizado: el desarrollo de la antropología feminista, Madrid, Universidad<br />

Complutense, 1993. Para B. M. Thuren lo femenino y lo masculino son “productos socioculturales,<br />

construcciones diversas sobre el principio de las diferencias biológicas. El género englobaría la diferenciación<br />

social, cultural e histórica”.<br />

36 Procedo a detallar algunas definiciones sobre androcentrismo. Primera acepción: González Luna, Lola:<br />

“La ciencia ha sido hecha y divulgada por los hombres sin la participación de la mujer, o dicho de otro<br />

modo, el androcentrismo es la manifestación del patriarcado en el campo del saber”, en Brujas: las mujeres<br />

escriben, Medellín, Abril, 1985, p. 13; segunda acepción: Sau, Victoria: “El enfoque de un estudio, análisis<br />

o investigación desde la perspectiva masculina únicamente, y utilización posterior de los resultados como<br />

válidos para la generalidad de los individuos. Este enfoque unilateral se ha llevado a cabo sistemáticamente<br />

por los científicos, lo cual ha deformado ramas de la ciencia tan importantes como la Historia, Etnología,<br />

Antropología, Medicina, Psicología, y otras…”, en Un diccionario ideológico feminista, Barcelona, Icaria<br />

editorial, 2000, p. 45. Otro estudio en relación a este concepto es: Moreno Sardá, Amparo, “La realidad<br />

imaginaria de las divisiones sociales: una aproximación no-androcéntrica”, conferencia del curso Nuevos<br />

Enfoques Teóricos y Metodológicos del Programa de Doctorado Mujeres y Sociedad, 1990, pp. 87-99.<br />

37 Esta dicotomía tradicional de los espacios fue sometida a revisión en el trabajo de: Barbieri, Teresita<br />

de, Público y privado o por dónde se mueven las mujeres. Instituto de Investigaciones Sociales, México<br />

UNAM, 1990; Pateman, Carole, “Feminismo y democracia”, en Debate feminista, 1 (1990), pp. 7-28.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

156<br />

de los valores… en mayor o menor media es genérica para toda aquella sociedad que se<br />

influenció del ideario burgués del siglo XVIII, donde se consolida, atendiendo a cuestiones<br />

de ciudadanía, cuál es el espacio de hombres y mujeres atendiendo a su sexo. Pero este<br />

modelo o ideario fue cuestionado desde un primer momento por algunas mujeres cuyas<br />

voces fueron mantenidas en silencio, pero sus escritos, sin embargo, a través del tiempo,<br />

han seguido hablando por ellas. El siglo XX puede considerarse en líneas generales el<br />

siglo de las mujeres a nivel internacional y nacional. Se produce la incorporación de la<br />

mujer al ámbito masculino, es decir, no solo se introduce en el mundo laboral, sino que<br />

consigue invadir los espacios que hasta el momento eran exclusivos para hombres. Se<br />

inicia así un proceso de feminización de la sociedad, que conlleva el reconocimiento de<br />

las mujeres y la redefinición de los espacios y de los sujetos. Así pues, un ejemplo de esta<br />

transformación se constata en el rol materno que se va cuestionando conforme la mujer<br />

está más presente en el ámbito público.<br />

En la medida en que las mujeres se incorporan al espacio público, se produce un<br />

empoderamiento 38 sobre el mismo y se asiste a la masculinización de las mujeres, que<br />

es compaginado con la responsabilidad de la maternidad. Estas situaciones conllevan<br />

a nuevas demandas que en la actual sociedad deben de ser respondidas por el Estado<br />

democrático y de bienestar. Pero cabe preguntarnos: ¿cómo se ha llegado a este proceso?,<br />

¿qué soluciones se plantean? y ¿realmente se llega al equilibrio?<br />

Respecto a la primera cuestión se han esbozado algunas ideas o respuestas a la misma<br />

en este discurso, pero es conveniente incidir sobre el empoderamiento y feminización<br />

de la sociedad. El movimiento feminista y el feminismo cuestionaban el sistema<br />

tradicional del patriarcado y la disposición de los papeles entre los sexos. Reclamaron<br />

transformaciones en las instituciones y estructuras con la finalidad de que las mujeres<br />

fuesen reconocidas como ciudadanas de pleno derecho, sin discriminaciones, y les fuesen<br />

reconocidos una serie de derechos sobre su propio cuerpo, como son la sexualidad y la<br />

maternidad, o el acceso al ámbito laboral en igualdad de condiciones con el hombre. En<br />

ese proceso de incorporación al espacio público, de incorporación al trabajo, puestos y<br />

cargos laborales… en equidad/paridad de condiciones entre ambos sexos, las mujeres<br />

han tenido que abarcar un doble proceso de redefinición de sí mismas. Por un lado, se<br />

han producido cambios en lo concerniente a ser mujer y aquello que se entiende por<br />

femenino o feminidad 39 . Se han introducido matizaciones, nuevos valores, costumbres,<br />

actitudes, perspectivas… que eran propios del ser hombre. Además, esta incorporación<br />

38 Batliwala, Srilatha, “El significado del empoderamiento de las mujeres: nuevos conceptos desde la<br />

acción”, en León, Magdalena, Poder y empoderamiento de las mujeres, Santa Fé de Bogotá, T/M Editores,<br />

1997, pp. 187-211.<br />

39 Lagarde, Marcela, Identidad Femenina, en http://webs.uvigo.es/xenero/profesorado/purificacion_<br />

mayobre/identidad.pdf [Consultado 11 de Diciembre de 2011]. La autora establece que: “La feminidad<br />

es la distinción cultural históricamente determinada que caracteriza a la mujer a partir de su condición:<br />

genérica y la define de manera contrastada, excluyente y antagónica frente a la masculinidad del hombre.<br />

Las características de la feminidad son patriarcalmente asignadas como atributos naturales, eternos y<br />

ahistóricos, inherentes al género y a cada mujer”.


157<br />

trae consigo el reclamo de que lo masculino se vincule con el ámbito privado, es decir,<br />

que se produzca una interconexión entre ambos espacios y sexos con la finalidad de que<br />

se produzca un equilibrio y llegar a un punto de auténtica equidad. Pues los espacios ya<br />

no son definidos desde la visión androcéntrica únicamente, sino que ahora las otras y la<br />

alteridad contribuyen a su conformación.<br />

Para referirse a este proceso hay que posicionarse desde la perspectiva actual, pues<br />

es un fenómeno que se está produciendo de forma pormenorizada en nuestra historia<br />

presente y se hace visible en los distintos campos que conforman a la sociedad, una<br />

sociedad plural y diversa que reclama servicios que permitan compaginar las actividades<br />

y responsabilidades laborales, familiares y de ocio, entre otras.<br />

Pero en esta redefinición de los espacios, no solo debe de contribuir el Estado<br />

respondiendo a las demandas de los ciudadanos y ciudadanas, sino que tanto hombres<br />

y mujeres deben de buscar un espacio común en el que poder interrelacionarse, porque<br />

no es suficiente que las mujeres se vinculen en el ámbito de lo público y privado, porque<br />

eso conlleva una doble carga, sino que los hombres deben de realizar el mismo proceso.<br />

Si las mujeres se masculinizan, los hombres deben de feminizarse, pues en eso consisten<br />

las relaciones sociales, políticas o culturales…, en relaciones de reciprocidad donde el<br />

lenguaje, la comunicación y el discurso sirven de intermediarios.<br />

Así pues, tan importante es que las mujeres puedan participar en ámbitos vetados<br />

para el hombre, como puede ser formar parte del Ejercito o la Armada, como que los<br />

hombres puedan ejercer su derecho a la paternidad. Las cuestiones pendientes hasta llegar<br />

a la igualdad efectiva son todavía considerables, y el camino recorrido hasta el momento<br />

no ha sido fácil ni sencillo, así no solo debemos de valorar (tanto hombres como mujeres)<br />

la importancia que tiene el poder acudir a las urnas, sino el poder y controlar nuestra<br />

sexualidad, nuestro cuerpo; disfrutar de nuestros derechos, de la libertad de actuar,<br />

expresarse, organizarse…<br />

El tener presente estos logros, no supone que no se deba prestar atención a aquello por<br />

lo que todavía se debe luchar, pues la discriminación sigue siendo real y palpable. En una<br />

sociedad tan plural como la actual, las diferencias y particularidades culturales hacen que<br />

estemos ante un puzzle con muchas piezas pendientes de encajar, pues cuando hablamos<br />

de mujeres, e incluso de las relaciones de género, no hay que perder la perspectiva de<br />

clase, etnia, edad, raza… ni el contexto histórico.<br />

Entre los comportamientos que perduran cabría mencionar que el acceso de las<br />

mujeres al espacio público no supone “el fin del patriarcado” 40 , pues como argumenta<br />

Celia Amorós, simbólicamente continúan las diferencias y sigue vigente en las estructuras<br />

de las mentalidades; así pueden explicarse cuestiones o problemas como la violencia<br />

doméstica contra las mujeres. Este hecho no es solo un problema de las víctimas, sino<br />

también de la democracia, que debe de adoptar las medidas correctoras para zanjarlo.<br />

40 Amorós, Celia, “La política, las mujeres y lo iniciático”, en El viejo topo ¿Qué Democracia?, 100 (1996),<br />

pp. 63-71.<br />

Esther Mora, “El paradigma género y mujeres...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

158<br />

¿Cómo se justifica que en nuestra sociedad actual la violencia doméstica esté al<br />

orden del día? Está demostrado que el maltrato a la figura femenina no aparece por la<br />

incorporación de la mujer al mundo laboral, o por el mayor flujo de relaciones personales<br />

con la sociedad, sino que puede concebirse como un dañoso derecho que el hombre ha<br />

dispuesto sobre la mujer durante siglos 41 , pues las relaciones se fundamentaban en la<br />

desigualdad entre estos, una desigualdad fundamentada y justificada por las instituciones<br />

políticas que promovían los valores tradicionales sobre los que se sustentan la desigualdad<br />

y la discriminación sexual; valores que perviven en determinadas mentalidades de<br />

nuestro presente. La cuestión a plantearse es si llegará el día en el que las relaciones entre<br />

las personas alcanzarán un punto de equilibrio y de igualdad donde no sea necesario la<br />

violencia del más fuerte para someter al más débil. Pero hasta entonces será necesario<br />

seguir trabajando en la modificación de las pautas culturales, mentales y sociales, pues<br />

como se evidencia, es un camino que se va transformado paulatinamente, y que requiere<br />

en ocasiones cuestionarse teorías, fundamentos, ideologías… aceptadas como universales.<br />

Además, otro lastre que podemos encontrar enmascarado en la evolución y transformación<br />

de la sociedad española es la doble moral. La moralidad y los prejuicios morales continúan<br />

sopesando más en las mujeres que en los hombres, sobre todo en cuestiones como qué<br />

dirán, eso no está bien que lo haga una mujer, o eso no está bien visto… frases que<br />

actualmente se siguen escuchando y, que instintivamente, son incorporadas en nuestro<br />

subconsciente, por lo que continuamos siendo portadores de discursos fundamentados en<br />

actitudes y posicionamientos machistas.<br />

La historia del tiempo presente confirma que las feministas consiguieron hacer<br />

realidad la demanda de: “Lo personal es político” 42 . Con su lucha trasladaron al espacio de<br />

lo público cuestiones como la dominación patriarcal, el papel de la familia, la sexualidad<br />

y la reivindicación del control del cuerpo, que hasta esas fechas eran consideradas<br />

personales o privadas. A través de esa vía se mostró que el género también es político, y<br />

que las relaciones vienen determinadas por la ostentación y ejercicio del poder.<br />

En líneas generales, los cambios introducidos en las últimas décadas en la sociedad<br />

española son: ciudadanía y derechos, escolaridad y acceso al ámbito académico,<br />

independencia económica, control de la sexualidad, del propio cuerpo y de la fecundidad,<br />

a no depender del otro, tener autodeterminación… pero, sin embargo, el movimiento<br />

feminista no late como entonces. Ha dejado de ser un movimiento de la calle para ascender<br />

a otras esferas sociales, como la académica, sindical, política… desde las que se trabaja<br />

por consolidar los logros obtenidos y por conseguir aquellos que, como se ha podido<br />

apreciar, continúan presentes a través de la simbología, la cultura, la tradición, etc. Por<br />

41 Rodríguez Sánchez, Ángel, “El poder familiar: La patria potestad en el Antiguo Régimen”, en Chronica<br />

Nova, 18 (1990), pp. 365-380; Gómez Carrasco, Cosme Jesús y María Jesús Cebrero Cebrián, “Poder<br />

familiar y violencia conyugal en el antiguo régimen. Notas sobre un caso concreto, Chinchilla siglo XVIII”,<br />

en Revista de la Facultad de Educación de Albacete, 19 (2004), pp. 115-128.<br />

42 Escario, Pilar et al., Lo personal es político. El movimiento feminista en la transición, Madrid, Instituto<br />

de la Mujer, 1996.


159<br />

consiguiente, la frontera 43 continua visible, y hay que seguir trabajando hasta hacerla tan<br />

estrecha que resulte inapreciable, para lo cual es necesario educar en valores como la<br />

igualdad, el respecto, la diversidad… e introducir nuevas estrategias que contribuyan a la<br />

efectividad de las medidas no-discriminatorias.<br />

En definitiva, los movimientos sociales, feministas y de mujeres, de finales del<br />

franquismo y de la Transición española, iniciaron un proceso de reconstrucción y<br />

redefinición de las identidades individuales y colectivas que llega hasta nuestros días.<br />

Porque la identidad es una cuestión flexible, abierta y receptiva a modificaciones, nos<br />

permite asistir actualmente a un ciclo de continuos cambios sociales caracterizado por su<br />

rica amalgama de identidades.<br />

4. Conclusiones<br />

Esther Mora, “El paradigma género y mujeres...”<br />

En este trabajo se ha procurado analizar y realizar un recorrido de la ciencia histórica,<br />

desde la perspectiva de la historia de las mujeres y de género, en un intento de establecer la<br />

evolución y transformación acontecida en las últimas décadas del siglo XX y comienzos<br />

del XXI, con el objetivo de definir la situación actual para dicha materia. Por otra parte,<br />

en un intento de mostrar el peso que tienen los hechos y, como estos se transforman en<br />

objeto de estudio histórico, se ha elegido un acontecimiento concreto, las elecciones del<br />

20 de noviembre de 2011. Por consiguiente, se ha considerado oportuno contextualizar,<br />

en primer lugar, la ciencia histórica, en segundo plano la disciplina y, finalmente, el hecho<br />

en sí, con tal finalidad se ha seguido un eje lineal, desde lo más amplio hasta lo concreto,<br />

pero en todo momento se procura mantener un flujo de comunicación vinculado entre<br />

las tres partes. El objetivo y fin era conseguir mostrar cómo la historia, cada proceso o<br />

sujeto histórico de un determinado espacio y tiempo, no pueden desarrollarse sin estar en<br />

contacto con su pasado e influenciar en su futuro. Es decir, mi yo presente con una serie<br />

de derechos, obligaciones, responsabilidades, entre otras cuestiones, no evoluciona ni<br />

tiene la misma perspectiva de sí mismo si tiene presente su yo pasado, lo cual además se<br />

plantea desde una visión positiva para diseñar el futuro y partícipe de la historia 44 .<br />

Entre las cuestiones planteadas destacar aquella que nos muestra la historia en<br />

un proceso de continua construcción y redefinición. Los historiadores e investigadores<br />

se hallan sumidos continuamente en la tarea de interrogarse, debatir y discernir sobre<br />

las teorías y metodologías existentes, sobre los campos o caminos que nos llevan a<br />

analizar las fuentes y la información; escribir esta ciencia sin obviar la búsqueda de la<br />

43 Martínez de la Escalera, Ana María, Fronteras: tres notas inquietas, México, Productos culturales S. A.,<br />

2007.<br />

44 Barros, Carlos, “La historia de las mujeres en el nuevo paradigma de la Historia”, mesa redonda en el<br />

Seminario “La historia de las mujeres en el nuevo paradigma de la Historia”, organizado por el Instituto de<br />

Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid, 29 de octubre de 1996.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

160<br />

objetividad, como indica Julio Aróstegui “el camino de la ciencia se va construyendo en la<br />

exploración continuada de su propio campo y objeto” 45 . Así pues, categorías o conceptos<br />

historiográficos clásicos, como el de clase, que incorporaron la perspectiva del género o<br />

de las mujeres tuvieron que someterse a una reconceptualización que muestra el constante<br />

proceso de reciclaje y conformación de los términos de estudio. Pero si conceptos como<br />

el de clase debió de redefinirse, no menos importante fue el proceso de deconstrucción<br />

del término mujeres pues como señala Denise Riley “se ha construido históricamente,<br />

discursivamente, y siempre en relación a otras categorías ellas mismas cambiantes” 46 .<br />

Así pues, al final tendemos a incorporar nuevas perspectivas, a ver la historia desde una<br />

visión no eurocentrista, no androcéntrica ni sesgada sino desde unos ojos que buscan dar<br />

respuestas a viejos y nuevos planteamientos y, que debe proponerse llegar a la sociedad<br />

pues somos una ciencia social y humana.<br />

45 Aróstegui, Julio, “La Historia del Presente, ¿Una cuestión de método?”, en Navajas Zubeldía, Carlos<br />

(coord.), Actas de IV Simposio de Historia Actual, , Instituto de Estudios Riojanos, 2004, Logroño, pp.<br />

41-75.<br />

46 Riley, Denise, “Does a Sex a have a History? ‘Women’ and Feminism”, New Formations, 1 (1987), p. 35.


Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica por una<br />

hermenéutica histórica de la muerte<br />

DANIEL OVALLE PASTÉN<br />

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso<br />

Fecha de recepción: 20 de abril de 2012<br />

Fecha de aceptación: 21 de septiembre de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

Resumen: El trabajo que se presenta asume la historicidad de la muerte vista como una<br />

articulación del lenguaje que permite realizar lo que en la hermenéutica se ha denominado<br />

comprensión; la materia prima por tanto, más que la fuente misma del documento, viene<br />

a ser una discusión teórica acerca de la muerte en vía de un acceso inteligible para una<br />

hermenéutica histórica de la misma, dentro de lo que hoy conocemos como historia<br />

cultural. El sustento teórico para tal efecto estará dado por la hermenéutica propuesta por<br />

el filósofo Paul Ricoeur observado en su largo recorrido filosófico, en especial la tesis<br />

central de su obra Temps et récit. La clave de nuestra propuesta es posicionar la muerte<br />

como fenómeno histórico no desde la óptica empírica, sino más bien como articulación<br />

del lenguaje humano (de la intersubjetividad) visto en la narración. Se articula por tanto,<br />

una propuesta no solo reflexiva desde la teoría de la historia, sino también epistemológica.<br />

Palabras clave: muerte, hermenéutica, Paul Ricoeur, narración, tiempo humano.<br />

Abstract: The following work pretends to see historicity of death as an articulation<br />

of the language that makes it possible to perform what is known in Hermeneutics as<br />

comprehension. Therefore, the material, more than being the source of the document,<br />

becomes a theoretical argument about death in its own way of an intelligible access<br />

for death’s hermeneutic history, within what we know today as cultural history. The<br />

theoretical support will be given by the hermeneutic theory of Paul Ricouer, seen along<br />

his philosophical path, especially in the central thesis of his work Temps et récit. The key<br />

to our thesis is to position death as a historic phenomenon not from an empirical view, but<br />

as an articulation of human language seen in account. Therefore, it is articulated a thesis<br />

not only reflective from the theory of history, but epistemological as well.<br />

Keywords: death, hermeneutics, Paul Ricoeur, narrative, human time.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

1. Introducción<br />

162<br />

El hombre libre no piensa en absoluto en la muerte<br />

y su sabiduría es una meditación,<br />

no de la muerte, sino de la vida.<br />

B. Spinoza 1<br />

El análisis que aquí se emprende, planteado a modo de reflexión teórica, se<br />

posiciona historiográficamente desde la filosofía del lenguaje –específicamente desde la<br />

hermenéutica de Paul Ricoeur– lo que constituye un desafío novedoso en la historiografía<br />

chilena, acostumbrada a tener poco diálogo con la filosofía del lenguaje. Constituye<br />

un desafío no solo metodológico, sino también epistemológico, en la medida que se<br />

configurara un objeto que no es la muerte como fenómeno empírico, sino la muerte<br />

entendida como un acaecer narrado. El asumir la muerte como un hecho narrativo la<br />

configura como un acto de habla que se vive socialmente en la pragmática comunicativa<br />

(o la intersubjetividad del lenguaje siguiendo la tesis de Habermas), lo cual no solamente<br />

tiene una dimensión socio-antropológica de carácter sincrónico, sino que también posee<br />

una dimensión histórica que no es comúnmente asumida en los trabajos históricos.<br />

Para tal efecto, creemos necesario un rápido repaso a los cambios que se han<br />

suscitado en la forma de hacer historia, los mismos que le dan sentido a nuestra propuesta.<br />

Luego, cerraremos estas líneas propositivas, explicando nuestra visión de la historicidad<br />

de la muerte desde la narración de la realidad como aporte metodológico para los estudios<br />

de la historia de la muerte.<br />

2. La Nueva Teoría de la Historia: la impronta del lenguaje<br />

La noción de teoría de la historia se la debemos a la búsqueda del llamado status<br />

científico propio del siglo XIX y su horizonte particular: la epistemología o filosofía de<br />

la ciencia 2 . En palabras de Richard Rorty, la cuestión fundamental del conocimiento en<br />

aquella época, fue la búsqueda de los principios cognitivos que clarificaran la realidad en<br />

tanto conocimientos científicos: por tanto, verdaderos 3 .<br />

1 Espinoza, Baruch, Ética, IV parte, proposición 67.<br />

2 Betancourt Martínez, Fernando, “La fundamentación del saber histórico en el siglo XX: investigación<br />

social, metodología y racionalidad operativa”, en Estudios de historia moderna y contemporánea de<br />

México, 40 (2010), p. 94.<br />

3 Rorty, Richard, La filosofía y el espejo de la naturaleza, traducción de Jesús Fernández, Madrid, Cátedra,<br />

1983, p. 127.


163<br />

Daniel Ovalle, “Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica...”<br />

El problema de la verdad es un sinfín filosófico del cual no podemos hacernos<br />

parte en su totalidad en este momento 4 . Solo diremos para separar aguas, que la dirección<br />

hacia donde se apuntan los párrafos que siguen, asumen la problemática de la verdad<br />

heredera de la modernidad filosófica, sus postulados y las posteriores (e interminables)<br />

discusiones del fin de una época filosófica y el comienzo de otra. Nos referimos con<br />

esto último a la posmodernidad –concepto cada vez más puesto en duda– y la filosofía<br />

pragmática anglófona. La tensión básica de la modernidad y las dos últimas, se reduce al<br />

problema de saber si los fenómenos son o no problemas en sí mismos. La verdad como<br />

correspondencia de la naturaleza –el hombre sometida a esta– puede y debe ser adquirida,<br />

dicen los modernos y cientificistas; las tradiciones posnietzscheana (Derrida y Foucault,<br />

entre otros) y pragmática (William James y posteriormente Richard Rorty) nos dice lo<br />

contrario, en la medida que consideran tal postulado un dogmatismo filosófico del que<br />

hay que desprenderse. Asumen estos últimos una visión algo más humilde, en la medida<br />

que ven en la investigación de los hechos, tanto físicos como políticos, una instancia de<br />

conversación 5 .<br />

Ahora bien, ya para el siglo XIX, la noción teoría de la historia pasó a tomar<br />

un lugar privilegiado, asumiendo el rol de mostrar la posición científica de la misma<br />

por medio de la fundamentación que no dejara dudas a los principios generales de la<br />

producción de su saber, independientes de la disciplina misma. De esta manera se accedía<br />

al centro del problema científico: dar cuenta de representaciones verdaderas al modo de<br />

las ciencias naturales o también llamadas empíricas. Así, intentó fundar el conocimiento<br />

del pasado en dos grandes tipos de problemas que guardaban relación con la episteme en<br />

tanto pensamiento filosófico: la justificación del historiador frente a su campo empírico<br />

(su campo objetual) y la validación de los juicios historiográficos emitidos. Su tarea, por<br />

tanto, fue mostrar las condiciones que permitían establecer relaciones sujeto-objeto, al<br />

tiempo que acreditaba de manera formal la naturaleza objetiva de las representaciones<br />

historiadoras. Con todo, su trabajo se enmarcaba dentro del núcleo de afirmaciones<br />

invariables que justificaban el marco del conocimiento científico. De esta manera encontró<br />

cabida –por lo menos hasta los tres primeros decenios del siglo XX– la idea de que todo<br />

conocimiento posible remite a un estrato universal, necesario y a priori 6 .<br />

También existieron posturas que intentaron romper con la tradición. En especial<br />

el llamado neopositivismo lógico al estilo del Círculo de Viena o bien la hermenéutica<br />

idealista de Dilthey y su correlativo en Collingwood, formas de pensamiento que no<br />

terminaron por romper con la forma dominante 7 .<br />

4 Para el lector interesado ver desde el plano filosófico Gadamer, Hans-Georg, Verdad y método, traducción<br />

de Ana Agud y Rafael de Agapito, Salamanca, Ediciones Sígueme, 1993; desde un plano más específico<br />

centrado en la filosofía del lenguaje ver el trabajo de Davidson, Donald, De la verdad y de la interpretación.<br />

Fundamentales contribuciones a la filosofía del lenguaje, traducción de Guido Filippi, Barcelona, Gedisa,<br />

2001; y desde las ciencias sociales, el clásico de Habermas, Jürgen, La lógica de las ciencias sociales,<br />

traducción de Manuel Jiménez Redondo, Madrid, Tecnos, 2009.<br />

5 Rorty, Richard, Filosofía y futuro, traducción de Javier Calvo, Barcelona, Gedisa, 2008, p. 102.<br />

6 Betancourt, Fernando, “La fundamentación del saber…” op.cit., p. 95.<br />

7 Ankersmit, Frank, Historia y Tropología. Caída y ascenso de la metáfora, traducción de Ricardo Martín


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

164<br />

Fue así como se hizo evidente que la fundamentación del saber histórico no podía<br />

realizarse desde el interior de la disciplina, sino desde su exterioridad. Es lo que Rorty<br />

recuerda para la tradición contemporánea de la filosofía, al plantear que el pensamiento<br />

desde Descartes, Locke y Kant introdujo la verdad ineludible para todo científico,<br />

en donde la búsqueda del conocimiento se produce dentro de un marco que se puede<br />

aislar antes de toda conclusión de investigación 8 . Se alzaba la objetividad del discurso<br />

historiográfico como bandera de lucha en vías de una ciencia a la altura de las llamadas<br />

ciencias duras. Su metodología, basada en la ya famosa tesis de Seignobos la historia se<br />

hace con documentos, tomaba posición de privilegio dotando al documento histórico el<br />

valor de huella científica, a pesar de la relación indirecta del documento con su cambo<br />

objetual: el pasado.<br />

Dilthey resultó ser un caso paradigmático en aquella carrera por lograr criterios<br />

de objetividad. En su Introducción a las ciencias del espíritu, fundó la crítica de la<br />

razón histórica, que no fue otra cosa que la crítica de la razón pura kantiana, aquella en<br />

razón de las ciencias naturales, pero en ese momento para las ciencias humanas. Para<br />

su hermenéutica, el trabajo de fundamentación del conocimiento era independiente de<br />

la realidad a la que respondía, pues aislaba toda idea de orden trascendental. Con todo,<br />

la base fundacional de la ciencia histórica del siglo XX se proyectaba en una serie de<br />

procedimientos a partir de los cuales se delimitaban los objetos de investigación, las<br />

hipótesis, el método y los resultados puestos en un nivel de sustentación teórica previa.<br />

El panorama mostraba la disputa entre las ciencias nomológicas y las hermenéuticas, o<br />

bien sintéticas versus analíticas, sin dar todavía espacio a la relación que tiene hoy la<br />

fundación del conocimiento y la disciplina que ordena y produce ese discurso.<br />

Para la segunda mitad del siglo pasado, la disputa parecía no tener sustento gracias<br />

a los avances fructíferos de las ciencias humanas que cada vez más tomaban una posición<br />

diferenciada frente a las de la naturaleza. Habermas muestra esta dualidad de las dos<br />

ciencias en las figuras relevantes a la filosofía de la ciencia de K. R. Popper del lado<br />

analítico, y H. G. Gadamer de la hermenéutica filosófica, en donde el poco entendimiento<br />

entre ambas –nos dice– no parecía molestar a ninguna de las partes, recordándonos<br />

también que bajo el techo de las ciencias sociales es menester siempre dirimir entre las<br />

dos tensiones: la analítica y la hermenéutica 9 .<br />

El cambio sucedido para la segunda mitad del siglo XX estuvo dado, para nuestro<br />

objeto, en un nuevo planteamiento epistemológico para la historia. Cual es que ahora la<br />

reflexión consiste en describir los niveles que conforman su propia base disciplinaria, así<br />

como las complejas interacciones sistemáticas. Intenta mostrar las distintas funciones<br />

operativas que sustentan su lógica de investigación, así como los espacios sociales que<br />

Rubio, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 115. Para tal efecto ver en especial el cap. II titulado<br />

“El dilema de la filosofía de la historia anglosajona contemporánea”, pp. 91-150.<br />

8 Rorty, Richard, La filosofía y el espejo… op.cit., pp. 17-18.<br />

9 Habermas, Jürgen, La lógica de las ciencias… op.cit., pp. 82-86.


165<br />

Daniel Ovalle, “Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica...”<br />

permiten su retórica discursiva. Acá es necesario resaltar, dentro de este ámbito, el inmenso<br />

aporte de Paul Ricœur a la explicación epistémica del hacer historiográfico en su obra La<br />

historia, la memoria, el olvido. Siguiendo las líneas trazadas por Michel de Certeau en su<br />

llamada operación historiográfica, el filósofo francés explora sistemáticamente el proceso<br />

de producción del discurso historiador siempre dotándolo de un carácter científico. En<br />

su monumental obra, los historiadores debemos agradecer la diferenciación metódica y<br />

reflexiva de la epistemología de la historia y la metodología de la misma.<br />

Para entrar de lleno en esta idea es necesario alejarse de esa teoría de la historia<br />

más arriba descrita y situarse en una teoría reflexiva, en cuanto tal la historiografía –<br />

entendida como escritura de la historia–, juega también un rol diferente. Aporta desde su<br />

paradigma (o matriz disciplinar al estilo de Jörn Rüsen) la autocomprensión respecto de<br />

la escritura de la historia y de los procesos metódicos desde los cuales se produce. Como<br />

explica Betancourt, se entiende como la revisión de los vocabularios factuales generados<br />

y utilizados por los historiadores 10 .<br />

En este sentido, el aporte de Ricœur a la reflexión historiográfica está dado por<br />

centrar la mirada fundacional del escribir la historia no tanto en un discurso sobre otro<br />

discurso, como lo entendió Foucault, sino más bien en una operación escrituraria desde<br />

el presente hacia el pasado en el rescate de la memoria. En este contexto cobra relevancia<br />

la idea de una producción histórica siempre supeditada al espacio tiempo del historiador<br />

que mira el pasado en rescate de la memoria. ¿Acaso no es la muerte contemporánea la<br />

que llama la atención al historiador por ser tan ajena a la suma de actitudes en sociedad,<br />

en comparación con siglos anteriores? Volveremos sobre esto en el segundo apartado.<br />

Es así como en términos generales podemos decir que la trasformación que tuvo<br />

lugar en la filosofía del siglo XX apuntó hacia el despojo paulatino del papel que desde<br />

Descartes se le había asignado, cual era darle la tarea que, desde el plano teórico, dilucidara<br />

todo fundamento del conocimiento, de la moral y de la vida. Betancourt es preciso al<br />

detallar que al referirse a fundamentos, se hace pensando en los procedimientos reflexivos<br />

que tienen por objeto desvelar la unidad del mundo de la conciencia. La nueva mirada<br />

enfoca ahora no la conciencia o el cogito cartesiano, sino el uso de lenguaje. “Lo que está<br />

en juego ahora es el contexto del diálogo y de los intercambios lingüísticos, esto es, la<br />

naturaleza hermenéutica del lenguaje” 11 . Nos referimos sin duda al cúmulo interminable<br />

de líneas llamado giro lingüístico, del cual solo nos hacemos parte –en pro de cerrar<br />

bien el marco de nuestro trabajo sin pretender entrar en la discusión historiográfica<br />

posmoderna, de la cual dejamos en claro que no somos parte– en la medida que da cuenta<br />

del cambio filosófico del que hemos estado hablando. Nos quedamos con la idea de que<br />

tal giro anula la idea de una conciencia total. A partir de este, todo pensamiento solo<br />

10 Betancourt, Fernando, El retorno de la metáfora en la ciencia histórica contemporánea. Interacción,<br />

discurso historiográfico y matriz disciplinar, México, Universidad Autónoma de México, 2007, p. 32. El<br />

texto corresponde a la tesis doctoral del mimo autor. Le agradecemos enormemente la facilitación del libro<br />

y los comentarios académicos hechos vía correo electrónico.<br />

11 Ibídem, p. 67.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

166<br />

podrá existir objetivado para el análisis social en la medida que se base en emisiones<br />

lingüísticamente construidas. De esta manera fue que el a priori de la conciencia vino<br />

a ser reemplazado por el a priori del lenguaje. Es indudable la impronta de una visión<br />

pragmática en la medida que la disciplina histórica tiene la necesidad, hoy en día, de<br />

hacer altos en el camino investigativo para desarrollar momentos de autodescripción<br />

disciplinar (este trabajo asume tal problemática). La historiografía ahora, adquiere la<br />

impronta de establecer los criterios de la tarea historiadora sin estar sujeta a verdades<br />

a priori. Siguiendo a Habermas, tales criterios expresan la lógica de investigación por<br />

tanto son a posteriori. Se alzan así los intereses del conocimiento como motivaciones<br />

prácticas, y no inmanentes a la teoría de la ciencia 12 . Es en este contexto epistemológico<br />

en donde centraremos las líneas que siguen. La muerte como fenómeno histórico debe<br />

tener un sustento teórico que la defina: para tal efecto, la postularemos como un fenómeno<br />

narrativo y que por tanto pide ser interpretado en su propia temporalidad.<br />

3. Tiempo humano y muerte<br />

Se ha visto que la historicidad de la muerte proviene de los historiadores franceses,<br />

en especial de Michele Vovelle y Philippe Ariès (iconos de la llamada tercera generación<br />

de Annales, junto con figuras como Jacques le Goff o Georges Duby) quienes elevaron la<br />

condición de los estudios de la misma a un nivel casi revolucionario de las nuevas formas<br />

de hacer historia en los años setenta. El primero, por su metodología contundente basada<br />

en la interpretación de un gran corpus documental, y el segundo, por lograr una visión<br />

holística en la larga duración de la historia de Occidente.<br />

No solo es rescatable desde la historiografía el estudio de las actitudes ante la<br />

muerte (como lo fueron el testamento, los gestos funerarios, la fundación de obras pías,<br />

los lugares de enterramiento, etc.), también le debemos a ella el ver en el fenómeno<br />

mismo una historicidad propia y de importancia vital; a saber, que la historia individual<br />

de cada ser nace y parte de la conciencia de una temporalidad irrevocable. Somos parte<br />

de las palabras de Pierre Chaunu (otro de los grandes historiadores de la muerte) y su<br />

noción del se debe morir, la que, en su interpretación, dio origen a la conciencia de la<br />

vectorialdad de la duración: la conciencia del tiempo 13 . Volveremos sobre eso en seguida.<br />

Como se ha dicho no pocas veces 14 , las visiones de estos dos historiadores íconos<br />

de la historiografía de la muerte son una especie de manual introductorio para todo<br />

12 Habermas, Jürgen, La lógica de las ciencias… op.cit., p. 33.<br />

13 Cruz de Amenabar, Isabel, La muerte transfiguración de la vida, Santiago, Ediciones de la Pontificia<br />

Universidad Católica de Chile, 1997, p. 26.<br />

14 Una buena síntesis de la historiografía de la muerte en Azpeitía Martín, María, “Historiografía de la<br />

historia de la muerte”, en Studia histórica. Historia medieval, 26 (2008), pp. 113-132. « http://campus.usal.<br />

es/~revistas_trabajo/index.php/Studia_H_Historia_Medieval/article/viewFile/1235/1311» [Consultado el<br />

7 de agosto de 2011].


167<br />

Daniel Ovalle, “Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica...”<br />

quien entre de lleno en el fenómeno histórico de la muerte, y que para nosotros vienen<br />

a representar dos caras de la misma moneda para nuestro propósito, pues aunque con<br />

metodologías antagónicas, corresponden a dos planteamientos que pusieron en evidencia<br />

la necesidad de historiar la muerte como proceso cultural. La primera, la visión de Ariès,<br />

con su posterior crítica y ambigüedad 15 , representa la posibilidad de historiar la muerte<br />

en su conjunto. La larga duración propuesta nos remite a que las actitudes ante la muerte<br />

puedan ser vistas como uno de esos fenómenos del tiempo largo braudeliano, aquellos<br />

procesos y estructuras del tiempo largo o de la larga duración histórica que, recorriendo<br />

siempre curvas superiores a un siglo, corresponden a esas realidades persistentes dentro<br />

de la historia que hacen sentir efectivamente su presencia en el decurso de los procesos<br />

humanos, y que al establecer los límites de lo posible y lo imposible, se constituyen<br />

como verdaderos protagonistas determinantes del devenir específico de las sociedades.<br />

Dentro de esta visión entendemos y valoramos que estudios como el de Isabel Cruz –para<br />

el caso chileno 16 – acudan sin problemas a Ariès dentro de su fundamentación, pues la<br />

muerte barroca (centro del análisis de esta brillante, y poco reconocida a nuestro juicio,<br />

historiadora chilena) sin duda se impuso dentro del imaginario social y del devenir (por lo<br />

menos desde los siglos XVI al XVII) histórico de la sociedad colonial chilena.<br />

La segunda –el otro lado de la moneda– lo viene a dar la visión historiográfica<br />

de Michele Vovelle. Con sus tres dimensiones de la muerte acude, metodológicamente<br />

hablando, a un panorama de las actitudes ante la muerte más efectivo y plausible de<br />

sintetizar: la muerte sufrida (la mort subie), la muerte vivida (la mort vécue) y el discurso<br />

sobre la muerte (discours sur la mort):<br />

“mort subie: mort du démographe, celle des courbes et des registres paroissiaux mort<br />

vécue…celle de la pratique quotidienne, au niveau proprement dit des attitudes et des<br />

comportements, dominés ou inconscients; discours sur la mort, celui des églises, de<br />

ceux qui les content, discours aussi, sur un autre registre, de l´expression littéraire” 17 .<br />

El primero de estos niveles aborda el plano demográfico de la muerte: cuántos<br />

mueren, esperanza de vida, la vida breve y sus consecuencias y actitudes ante la vida<br />

diaria. En el segundo observamos los ritos, los gestos, las representaciones, el imaginario<br />

15 Nos referimos especialmente a la existencia, según Ariès, de un inconsciente colectivo, concepto difícil<br />

de sintetizar en un estudio histórico. Preferible es sin duda hablar del imaginario colectivo o social. Ver en<br />

especial Ariès, Philippe, Historia de la muerte en occidente, traducción de Francisco Carbajo, Barcelona,<br />

El Acantilado, 2000, pp. 299-301.<br />

16 Destacan en la historiografía chilena tres libros sobre la muerte. Por un lado la excelente obra de Isabel<br />

Cruz de Amenabar La muerte transfiguración de la vida, Santiago, Ediciones de la Pontificia Universidad<br />

Católica de Chile, 1997; por otro, Horvitz, María Eugenia con su estudio de las capellanías de misas<br />

titulado Memoria del Nombre y Salvación Eterna. Los Notables y las Capellanías de Misas en Chile 1557-<br />

1930, Universidad de Chile, Departamento de ciencias históricas, 2007; y León, Marco Antonio en su libro<br />

Sepultura sagrada, tumba profana. Los espacios de la muerte en Santiago de Chile 1883-1932, Santiago,<br />

LOM, 1997. Para el caso latinoamericano ver Von Wobeser, Gisela, Cofradías, Capellanías y Obras Pías<br />

en la América Colonial, México, Universidad Autónoma de México, 1998.<br />

17 Vovelle, Michele, “Les attitudes devant la mort: problèmes de méthode, aproches et lectures diffèrentes<br />

(note critique)”, en Annales. Écomomies, Societés, Civilisations, 31e année, 1 (1976), p. 122.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

168<br />

y las sensibilidades de las actitudes de los vivos ante el fenómeno de la muerte. El tercero<br />

corresponde al discurso sobre la muerte (que Ariès denominó las ideas claras 18 ), no solo<br />

al que proponía la Iglesia con respecto a esta, sino también a la literatura, la filosofía y las<br />

expresiones estéticas 19 . Calificamos este pensamiento de forma vertical, pues concretiza<br />

la visión sobre la muerte en parámetros bien establecidos, sin dejar espacio a vacíos<br />

como lo es el supuesto inconsciente colectivo, evitando de esta manera una explicación<br />

mecanicista al modo de Ariès. Por ejemplo –como explica François Dosse en su libro<br />

sobre Annales– al hablar del discurso de la muerte Vovelle “restituye las orientaciones<br />

de ideologías coherentes frente a la muerte, la significación de éstas para la Iglesia y los<br />

poderes” 20 . Con miles de testamentos a su haber, nuestro historiador se funde en el cambio<br />

de la muerte pomposa barroca a una más civil, menos ceremonial. Comprueba la baja en<br />

las peticiones de misas por los muertos. Demuestra una realidad descristianizadora que<br />

abarca todo el siglo XVIII y que es demostrada por el análisis testamentario (el mismo<br />

camino recorrido después en nuestro país por los trabajos de Horvitz y, en parte, Cruz de<br />

Amenabar). Para el caso de la región de Provenza Vovelle demuestra la decadencia de una<br />

forma de piedad que el mismo autor denomina la piedad barroca 21 .<br />

Ahora volvamos un poco a la reflexión evocada un poco más arriba de Chaunu.<br />

Si la damos por cierta, veremos que la muerte como hecho no solo histórico sino más<br />

bien antropológico es una fenómeno único. Sabemos que moriremos y con certeza. No<br />

sabemos nada más a la hora de nacer. La única seguridad de la vida es la muerte. Y eso,<br />

como hecho antropológico, es un vector de nuestra realidad social muchas veces poco<br />

considerado. Digámoslo con sus propias palabras, nuestra conciencia del tiempo parte<br />

ante nuestra peor debilidad: la muerte. Es lo que algunos llaman escatología personal 22 ,<br />

pues ante muchas inseguridades que pueda presentar el caminar humano, el único<br />

fenómeno que escapa a esa realidad es la muerte. La noción de se debe morir, aunque<br />

pueda ser aceptada o rechazada no da espacio a equívocos. Es aquí donde nuestra mirada<br />

hacia la muerte y su historicidad toman un nuevo camino. ¿Cuál es el nuevo camino que<br />

traza nuestra propuesta? Intentemos explicarlo. Claves para tal explicación son la idea de<br />

escatología personal y tiempo humano.<br />

Como se ha dicho somos seres que moriremos. En palabras del filósofo Martin<br />

Heidegger, somos ese Dasein que es a la vez un ser-para-la-muerte: seres arrojados en un<br />

mundo de posibilidades, donde en cada una de esas posibilidades está el poder morir 23 .<br />

18 Ariès, Philippe, Historia de la muerte… op.cit., p. 299.<br />

19 Vovelle, Michel, “Historia de la Muerte”, en Cuadernos de Historia, 22 (2002), p. 18.<br />

20 Dosse, François, La historia en migajas. De Annales a la nueva historia, traducción de Francesc Morató,<br />

México, Universidad Iberoamericana, 2006, p. 195.<br />

21 Tipo de piedad estructurada especialmente después de la Contrarreforma.<br />

22 Usamos tal concepto para diferenciarlo de la Escatología, aquella doctrina que designa los fines últimos.<br />

Nos referimos al cúmulo de creencias referidas al destino último del hombre y el universo. Para su<br />

introducción ver Le Goff, Jacques, El orden de la memoria. El tiempo como imaginario, traducción de<br />

Higo F. Bauzá, Barcelona, Paidos, 1991, pp. 46-83.<br />

23 Heidegger nos habla de dos tipos de existencias: la existencia auténtica y la inauténtica, las cuales se<br />

diferencian expresamente en que la segunda vive para negar la posibilidad de muerte, mientras que la<br />

segunda la asume como la posibilidad cierta e irrevocable. En Heidegger, Martín, Ser y tiempo, traducción


169<br />

Daniel Ovalle, “Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica...”<br />

La posibilidad de muerte constituye al Dasein pues es un ser ante todo para la muerte.<br />

Para Heidegger el hombre es posibilidad, el ser-ahí del hombre es posibilidad. La muerte<br />

lo que hace es aniquilar la posibilidad de ser, pues aniquila toda posibilidad. De esta<br />

manera, la muerte abruma la realidad y se transforma en dejar de ser. El ser-ahí ante la<br />

muerte deja de ser posibilidad. Esta mirada filosófica que bien podríamos depositar en la<br />

escatología personal tiene su asidero más profundo en la concepción del tiempo humano.<br />

Esta relación nos dará la clave para nuestra fundamentación teórica.<br />

Nuestra conciencia del tiempo está determinada por la muerte. Si seguimos a<br />

Heidegger, diremos que toda posibilidad de ser se fundamenta en la temporalidad del<br />

Dasein. La idea de la importancia vital de la temporalidad en el ser que somos señala<br />

la relación de este ser con el ser, en cuanto ser. El aporte de Heidegger es fundamental,<br />

pues –como explica Gadamer– apunta a la comprensión en el accionar humano, acto que<br />

se explica en la realización del estar ahí-humano, en tanto que ser-en-el-mundo 24 . Somos<br />

seres en tanto existimos en el tiempo. Esto se corrobora en la medida que la escatología<br />

personal se termina con la muerte: esa verctorialidad a la que hacíamos referencia al<br />

recordar las palabras de Chaunu. Existe una duración: la vida, la cual termina de ser<br />

posibilidad cierta para el ser en el momento que la muerte llama al ser. Gadamer apunta<br />

una cuestión fundamental y que parece obvia: nos avocamos a la compresión del accionar<br />

humano. A lo que nosotros sumamos, la muerte como herramienta para tal comprensión.<br />

Nuestro problema es sin dudas una problemática de la temporalidad, y es aquí donde el<br />

aporte filosófico de Ricœur toma la medida que merece. Ricœur propone una filosofía<br />

reflexiva que asume el injerto de la hermenéutica en la fenomenología 25 , proyecto que<br />

logra resolver acercándose a una teoría de la narratividad humana, dotando la narración<br />

como herramienta fundacional de la existencia temporal.<br />

La tesis central en Temps et récit se articula bajo la aporía de la temporalidad,<br />

pero acerca su entendimiento en la medida que se establezca el análisis bajo la lupa<br />

de la narración y la configuración de la trama (sea esta de ficción o, para nuestro caso,<br />

verdaderamente histórica). En sus propias palabras,<br />

“qu´il existe entre l´activité de raconter une histoire et le caractèr temporel de<br />

l´expèrience humaine une corrélation qui n´est pas purement accidentelle, mais<br />

présente une forme de nécessité transculturelle: que le temps devient temps humain<br />

dans la mesure où il est articulé sur un mode narratif, et que le récit atteint sa<br />

signification plénière quand il devient una condition de l´existence temporelle” 26 .<br />

de Jorge Eduardo Rivera, Santiago, Editorial Universitaria, 2005, p. 170.<br />

24 Gadamer, Hans-Georg, El problema de la conciencia histórica, traducción de Agustín Domingo Moratalla,<br />

Madrid, Tecnos, 1993, p. 72.<br />

25 Ver para esta relación, su famosa vía larga. El injerto que hace de la hermenéutica en la fenomenología<br />

es un intento encomiable de análisis y resultado filosófico por proyectar una mayor comprensión del ser<br />

humano desde las teorías de Heidegger y Husserl. Ver en especial Ricœur, Paul, “Existencia y hermenéutica”<br />

en El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de Hermenéutica, traducción de Alejandra Falcón, Buenos<br />

Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008, pp. 9-27.<br />

26 Ricoeur, Paul, Temps et récit I. L´intrigue et le récit historique, Paris, Seuil, 1983, p. 105. Traducido


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

170<br />

Para Ricoeur tiempo vivido y tiempo narrado son las dos caras de una misma<br />

moneda fenomenológica, pues no hay experiencia del tiempo sin narración y a la vez, lo<br />

que toda narración narra, es una experiencia temporal. Se trata de una moneda necesaria:<br />

transcultural 27 .<br />

¿Qué relación guarda la tesis ricoeuriana con el tema de la muerte? Como hemos<br />

dicho, el fenómeno de la muerte marca nuestra concepción temporal. Escatología<br />

personal y tiempo humano son dos aspectos fenomenológicos unidos irrevocablemente.<br />

Si damos por cierta la tesis de Ricoeur, la narración de la muerte en la historia nos dará<br />

la clave para el análisis de los cambios que las actitudes ante la muerte puedan presentar.<br />

De momento tenemos que sustentar esta relación entre temporalidad y narración bajo la<br />

filosofía ricoeuriana y su relación con la narración de la muerte.<br />

Para sustentar la tesis de que tiempo y narración son dos caras de la misma moneda<br />

nuestro autor acude al rescate de un concepto aristotélico para que su análisis no se pierda<br />

en las aporías de la fenomenología del tiempo: la mímesis. Ricoeur apunta a san Agustín y<br />

su concepción del tiempo, en donde no existe una verdadera respuesta a la problemática. El<br />

problema se transforma en una aporía: ¿Qué es entonces el tiempo? –pregunta Agustín–.<br />

“Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicárselo a quien me lo pregunta, ya no lo<br />

sé” 28 . Para Ricoeur el argumento escéptico agustiniano es bien conocido “le temps n´a<br />

pas d`être, puisque le futur n´est pas encore, que le passé n´est plus et que le présent ne<br />

demeure pas” 29 . Para Agustín la respuesta está en la distensión del espíritu. Para él, los<br />

tiempos son tres: “presente de las cosas pasadas, presente de las cosas presentes, presente<br />

de las cosas futuras. Las tres existen en cierto modo en el espíritu y fuera del él no creo que<br />

existan (…). Veo pues, que el tiempo es una distensión o dilatación del espíritu mismo” 30 .<br />

Esta es la aporía inicial que abre el largo recorrido de los tres tomos de Temps et récit, la<br />

misma que la vez entrega la posibilidad a la mímesis de aportar respuestas. Veamos cómo<br />

nos la explica Ricoeur y de qué manera nos permiten ser una herramienta en nuestra re-<br />

interpretación de la historiografía de la muerte.<br />

El tema central en Temps et récit es la relación entre narratividad y temporalidad. La<br />

estrategia argumentativa usada por Ricoeur para sustentar la tesis más arriba expresada<br />

es la de mostrar la forma en que la historia escrita y la ficción entretejidas dan lugar al<br />

tiempo humano, que no es otra cosa que el tiempo narrado. Será entonces le récit la que<br />

como “entre la actividad de narrar una historia y el carácter temporal de la existencia humana existe una<br />

correlación que no es puramente accidental, sino que presenta la forma de necesidad transcultural. Con<br />

otras palabras: el tiempo se hace tiempo humano en la medida que se articula en un modo narrativo, y la<br />

narración alcanza su plena significación cuando se convierte en una condición de la existencia temporal.”<br />

La traducción es nuestra y la cursiva del autor.<br />

27 He discutido largamente el aporte de Temps et récit al análisis historiográfico en Ovalle, Daniel,<br />

“Le´travail de la memorie en Paul Ricoeur: la significación como aporte epistemológico para el estudio de<br />

la Historia”, Historia 396, vol. 1, 2 (2011), p. 265-280.<br />

28 San Agustín, Confesiones, capítulo XI, 14,17, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1987.<br />

29 Ricoeur, Paul, Temps et récit… op. cit., p. 25. Traducido como “el tiempo no tiene ser, puesto que el<br />

futuro no es todavía, el pasado ya no es y el presente no permanece”. La traducción es nuestra.<br />

30 Néspolo, Jimena, “El problema de la identidad narrativa en la filosofía de Paul Ricoeur”, en Orbis Tertius,<br />

13 (2007), p. 3.


171<br />

ofrecerá una respuesta a la insoluble aporética de la fenomenología de la temporalidad<br />

abierta por Agustín. La clave para el filósofo francés es que la narratividad pone en<br />

evidencia la imposibilidad de poder pensar el tiempo humano, pero a la vez, es el medio<br />

más adecuado para acercarnos a la experiencia humana. Así, el concepto eje de la obra es<br />

el de mímesis (emitido desde la Poética de Aristóteles). Para Ricoeur la función mimética<br />

no se realiza solamente en el interior de un texto narrativo (sea de ficción o de historia).<br />

Se inicia en la pre-comprensión del mundo de la acción, y solo llega a su culminación en<br />

la “intersección del mundo del texto y el mundo del lector” 31 . Esta es la función mimética<br />

ricoeuriana, denominadas mímesis uno, dos y tres; y que corresponden a la prefiguración,<br />

a la configuración y a la refiguración del tiempo respectivamente, que en conjunto dan<br />

lugar a la transfiguración, y así a la realidad humana.<br />

¿Por qué ocupar la mímesis como argumento? Lo que hace Ricœur es recuperar<br />

el concepto aristotélico y diferenciarla inmediatamente de la idea de mera copia. Lo que<br />

intenta es adentrarnos desde la metáfora hacia una fenomenología del lenguaje, apuntando<br />

a una visión –heredera de Heidegger– ontológica del ser-en-el-mundo. Visión que se ve<br />

reflejada en la capacidad metafórica del mismo: “esa capacidad del lenguaje de ir más allá<br />

de sí mismo” 32 . Ya sabemos: no hay tiempo si no hay narración; y si esto sucede, no habría<br />

mímesis. De esta manera, toda realidad hermenéuticamente puede ser abordada mediante<br />

el análisis del lenguaje en tanto “medio significante que pide ser referido a la misma<br />

existencia humana” 33 . En nuestro caso una de estas realidades será el de las actitudes ante<br />

la muerte.<br />

Daniel Ovalle, “Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica...”<br />

Ricoeur reconoce en la temporalidad humana el carácter determinante de la<br />

experiencia, la cual a su vez se observa desde las ciencias humanas en el lenguaje. Para<br />

su explicación, Ricœur acude –como hemos dicho– a san Agustín. La solución planteada<br />

a la aporía agustiniana está dada por la relación entre la construcción de la trama (mythos)<br />

y la actividad mimética (mímesis) en Aristóteles 34 . Ricœur recuerda que en Aristóteles<br />

no hay aspectos temporales en la construcción de la trama, es por esto que enlaza estos<br />

dos conceptos en la mediación del tiempo y la narración, poniendo énfasis en el papel<br />

mediador de la construcción de la trama en el proceso mimético 35 .<br />

Para poder acercarnos al aporte epistemológico a la historia de nuestro autor<br />

debemos a lo menos explicar dos cosas. La primera es la correlación directa de su trabajo<br />

con la hermenéutica de Heidegger. La segunda, la relación de tiempo y narración en la<br />

refiguración de la existencia humana: tarea que se desarrolla en la triple mímesis que para<br />

nuestro propósito son dos caras de la misma moneda transcultural.<br />

31 Ricoeur, Paul, Temps et récit… op. cit., p. 145.<br />

32 Martínez Sánchez, Alfredo, “Invención y Realidad. La noción de mímesis como imitación creadora en<br />

Paul Ricoeur”, en Diánoia, 57 (2006), p. 133.<br />

33 Ricoeur, Paul, El conflicto de las interpretaciones… op. cit., p. 20.<br />

34 Conceptos que a su vez deben ser entendidos, recuerda Ricoeur, como operaciones y no estructuras.<br />

35 El sentido original del concepto de mímesis es el de imitar o representar algo. Para Ricoeur va más<br />

allá: “la imitación o la representación es una actividad mimética en cuento produce algo: precisamente, la<br />

disposición de los hechos mediante la construcción de la trama”. Ricoeur, Paul, Temps et récit… op. cit.,<br />

p. 71.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

172<br />

El aporte de Ricœur a nuestra tarea es una filosofía reflexiva para el hacer<br />

historiográfico centrado en una ontología del ser histórico. Este ser es heredero del Dasein<br />

de Heidegger, que viene a ser parte integral del análisis y aporte del filósofo francés en la<br />

búsqueda de contribuciones epistemológicas para la historia como pacto de verdad con el<br />

lector 36 . La directriz que Ricœur toma de Heidegger es la idea de la importancia vital de<br />

la temporalidad en el ser que somos: “señala la relación de este ser con el ser, en cuanto<br />

ser” 37 . Este Dasein tiene una doble dimensionalidad para Ricœur: la temporalidad y su<br />

accionar en la narración: el ser-en-el-tiempo es la forma temporal de ser-el-mundo 38 .<br />

Toda esta metateoría de la existencia tiene una respuesta práctica en el accionar<br />

humano como refigurador de la existencia. La teoría de la triple mímesis viene a sumar al<br />

carácter temporal, la narración de la acción en el obrar humano. Grosso modo, esta teoría<br />

explica que la construcción de la trama en el accionar comunicativo del ser-en-el-mundo<br />

tiene el poder de configuración de la realidad. Esta construcción se halla entre la pre-<br />

comprensión del mundo de la acción (mímesis I) y la refiguración por recepción (mímesis<br />

III): recorrido del antes y después de mímesis II.<br />

Si hay que explicar por partes, habría que decir que mímesis I, es la pre-comprensión<br />

del campo de la acción. Contamos acciones que están articuladas en signos, reglas y<br />

normas que siempre mediatizamos simbólicamente 39 y que exigen ser contadas. De esta<br />

manera se levanta la construcción de la trama, y con ella la mimética. Pasamos así a<br />

mímesis II: la función mediadora en la construcción de la trama y que hace de mediadora<br />

por tres razones según Ricœur: porque se inserta entre acontecimientos individuales de<br />

una historia tomada como un todo; por integrar factores heterogéneos (agentes, fines,<br />

medios, circunstancias, etc.); y por su carácter temporal. El término del recorrido, mímesis<br />

III, está dado por la intersección del mundo del texto en el mundo del oyente o lector,<br />

donde el obrar humano toma el carácter de referencia en la refiguración dialéctica. De esta<br />

manera, solo al término del caminar de mímesis la tesis central ya evocada toma forma:<br />

“la narración tiene su pleno sentido cuando es restituida al tiempo de obrar y padecer en<br />

mímesis III”. El argumento central es que la mediación entre tiempo y narración está en<br />

la construcción de la trama 40 .<br />

Como explica nuestro autor, lo que evoca la triple mímesis es la relación del accionar<br />

humano en el tiempo. Tiempo que no se explica sino mediante la narración de nuestro<br />

devenir y que a fin de cuentas se proyecta en algún horizonte en la re-significación.<br />

36 Hacemos el llamado de atención: los aportes epistemológicos de Ricoeur apuntan siempre a la búsqueda<br />

de una historia verdadera, alejada de la imaginación como recurso para su escritura. Podemos asociar su<br />

filosofía al llamado giro lingüístico, pero no debemos confundirlo con los presupuestos de otras escuelas<br />

que abogan por la imposibilidad de ver en la historia una ciencia de lo que realmente pasó en el pasado.<br />

37 Ovalle, Daniel, “Le travail de la memoire...” op. cit., p. 270.<br />

38 Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, traducción de Agustín Neira, Buenos Aires, Fondo de<br />

Cultura Económica, 2008, p. 494.<br />

39 Cabe anotar la concepción del autor de símbolo: “no es una operación psicológica destinada a guiar la<br />

acción, sino una significación incorporada a la acción y descifrable gracias a ella por los demás actores del<br />

grupo social”. En Ricoeur, Paul Temps et récit… op. cit., p. 113.<br />

40 Para una lectura sistemática: Ibídem, pp. 105-162.


173<br />

Daniel Ovalle, “Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica...”<br />

Entonces, ¿dónde comprendemos todo este aparataje teórico en la temática de la<br />

muerte? Si entendemos las fases de mímesis uno, dos y tres como el recorrido en la<br />

construcción de la trama, diremos que la construcción de la trama de la muerte en la<br />

historia nos dará la posibilidad de interpretarla desde una óptica historiográfica.<br />

El recorrido de la trama de la muerte –entendiendo trama de la muerte en la red<br />

conceptual de cómo el hombre en sociedad ha afrontado la temática– comienza, siguiendo<br />

la teoría ricoeuriana, con la pre-comprensión del mundo de la acción. Ricoeur nos recuerda<br />

que vivimos contando acciones, pues articulamos las mismas bajo signos y normas<br />

sociabilizadas. Sin duda la muerte está simbolizada en cada época con características<br />

propias. Como símbolo, la muerte articula experiencia social. Para nuestro trabajo, la<br />

muerte como símbolo cultural corresponde a una verdadera significación incorporada a la<br />

acción y descifrable gracias a ella por los demás actores del grupo social. De esta manera,<br />

para Ricoeur, el obrar humano de toda acción –entre ellas ponemos las actitudes ante la<br />

muerte– se comprende bajo su realidad simbólica y su temporalidad. Sobre esta “pre-<br />

comprensión de levanta la construcción de la trama” 41 , y con ella mímesis II.<br />

Para llegar a la refiguración del tiempo humano (mímesis III) se debe concretizar<br />

la función mediadora de mímesis II. Media, como hemos dicho, entre acontecimientos o<br />

incidentes individuales y una historia tomada como un todo. La muerte, mirada desde este<br />

prisma ricoeuriano, asoma como una posibilidad de interpretación en la configuración del<br />

tiempo humano bajo la mirada de la narración. Narramos la muerte conforme la vamos<br />

configurando en nuestra experiencia fenomenológica, donde la tarea del investigador será<br />

entrelazar desde una óptica hermenéutica-histórica, las características simbólicas que han<br />

hecho de la muerte un fenómeno histórico. Ahora bien, ¿cómo es que podemos hablar de<br />

una hermenéutica histórica de la muerte?<br />

Partimos de la premisa que lo propio de la esfera de la experiencia histórica es la<br />

compresión del sentido de lo humano mediado por los signos culturales. Este es el impulso<br />

heideggeriano que conecta el problema mismo a las manifestaciones lingüísticas. Los<br />

aportes de Ricoeur son parte de este esfuerzo filosófico. En palabras de Fernando Betancourt<br />

“gran parte de este esfuerzo ha consistido en poner el énfasis en las dos dimensiones que<br />

comporta dicho acontecimiento: la materialidad del lenguaje y la inmanencia social del<br />

sentido” 42 . La hermenéutica que tratamos aquí es aquella que adopta el lenguaje como<br />

centro de todas sus preocupaciones 43 . Es por esto que proponemos la teoría ricoeuriana<br />

como herramienta de análisis. Se plantea la posibilidad de una hermenéutica histórica<br />

apoyándose en una filosofía reflexiva al estilo de Ricoeur 44 , para quien la hermenéutica “es<br />

41 Ibídem, p. 125.<br />

42 Betancourt, Fernando, El retorno de la metáfora… op.cit., p. 140.<br />

43 Para Ricoeur y su filosofía hay una exigencia central: la autocomprensión debe ser una tarea filosófica que<br />

rompa con la filosofía de la conciencia, aquel paradigma central de la filosofía moderna desde Descartes,<br />

hasta Kant y Hegel.<br />

44 “Los problemas filosóficos que una filosofía reflexiva considera más importantes se refieren a la posibilidad<br />

de la compresión de uno mismo como sujeto de las operaciones cognoscitivas, volitivas, estimativas, etc.”.<br />

En Ricoeur, Paul, Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, traducción de Pablo Corona, México,


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

174<br />

un gesto humilde de reconocimiento de las condiciones históricas a la que está sometida<br />

toda compresión humana bajo el régimen de la finitud” 45 . Es esta compresión humana de<br />

la muerte la que queremos –desde una mirada historiográfica– proponer. ¿Qué mejor que<br />

la muerte como temática histórica de finitud?<br />

4. A modo de conclusión<br />

Dicho todo lo anterior, será el símbolo de la muerte puesto a prueba bajo la sombra<br />

del tiempo el vehículo interpretativo. Aquel que nos habla de modos culturales de enfrentar<br />

la muerte y que con el tiempo fueron cambiando. Somos parte de esa comprensión que<br />

mira al pasado pensando siempre en el presente. Nuestra reflexión no ha querido tener<br />

un afán historicista, sino más bien pretende una búsqueda de respuestas a los cambios<br />

sucedidos con respecto a la muerte desde el pasado hacia nuestro presente. La muerte<br />

debe ser estudiada no sólo para dar cuenta de las distintas realidades que ha tenido en<br />

el tiempo (que es como creemos que se ha venido estudiando), sino más bien para dar<br />

una respuesta al porqué hoy en día vivimos bajo lo que otros han llamado la pornografía<br />

de la muerte o la muerte como tabú. Al hombre contemporáneo le cuesta hablar de la<br />

muerte. Parece necesaria la ocurrencia de lamentables sucesos de muerte para que la<br />

comuniquemos como algo normal de la vida. El historiador que bien sabe que en otros<br />

tiempos esto ha sido de otra manera, debe ante todo alzar la voz en la búsqueda de<br />

respuestas que den una explicación al cambio. ¿De qué sirve nuestra disciplina si no es<br />

para darle un sentido al presente? El propósito más profundo acerca de la tarea que como<br />

historiadores tenemos, es la convicción de que nuestro trabajo –que proviene de la mirada<br />

del hombre en el tiempo– se sustenta en la articulación del saber histórico sobre el trabajo<br />

de la memoria: en el presente mismo de la historia. En palabras de Bernard Lepetit “es<br />

en la transformación del valor del presente donde se encuentra el origen del cambio de<br />

situación del pasado” 46 . Es el presente y su relación con la muerte lo que sustenta esta<br />

reflexión, sobre todo considerando que la historia de la muerte en Occidente nos muestra<br />

que ha pasado del hecho íntimo, doméstico y natural a ser causa y sensación de fracaso.<br />

Por no decir motivo de profundo rechazo en nuestra sociedad contemporánea.<br />

Como buenos observadores del presente sabemos que de la muerte poco se habla.<br />

O se la banaliza en la cotidianidad o se la considera desde la medicina como un accidente<br />

al que hay que combatir con la técnica de la biotecnología. Si antes era la Iglesia católica<br />

la encargada de todo el aparataje imaginado y social de la muerte para prácticamente<br />

la totalidad de la sociedad, ahora es la medicina y la medicalización de la muerte en<br />

Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 28.<br />

45 Ricoeur, Paul, Hermenéutica y acción. De la hermenéutica del texto a la hermenéutica de la acción,<br />

traducción de Mauricio M. Prelooker, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008, pp. 172-173.<br />

46 Lepetit, Bernard, “Le présent de l´histoire”, en Ricoeur, Paul, La memoria… op.cit., p. 498.


175<br />

lugares como el hospital las que se han encargado del morir. ¿Cómo y por qué hemos<br />

llegado hasta esto? Creemos, con mucho respeto a la historiografía especializada, que<br />

es necesaria una visión como la que hemos propuesto para mirar más allá de la simple<br />

secularización de la vida cotidiana. El estudio histórico del lenguaje de la muerte nos<br />

puede dar pistas más concretas de un proceso social complejo. La narración vista como se<br />

ha mostrado, no pretende ser más que el vehículo para una historia cultural como rescate<br />

de la memoria histórica.<br />

Daniel Ovalle, “Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica...”


El Imperio Romano no dejó de ser una sociedad esclavista<br />

Reseña de: Harper, Kyle, Slavery in the Late Roman Mediterranean, AD<br />

275-425, Cambridge, Cambridge University Press, 2011, 620 páginas.<br />

ALBERTO GONZÁLEZ GARCÍA<br />

Universidad Complutense de Madrid<br />

Fecha de recepción: 3 de junio de 2012<br />

Fecha de aceptación: 25 de noviembre de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

En esta obra, el profesor Kyle Harper, de la Universidad de Oklahoma, aborda las<br />

dimensiones económicas, sociales e institucionales de la esclavitud durante el Imperio<br />

Romano Tardío. Su ámbito temporal abarca ciento cincuenta años, desde 275 hasta 425,<br />

aproximadamente desde Diocleciano hasta Honorio.<br />

Como primer mérito, cabe destacar que se trata de un tema poco estudiado,<br />

descuidado por sucesivas monografías generales sobre la esclavitud en la Antigüedad.<br />

El libro se estructura en tres partes. La primera integra la exposición de los<br />

precedentes historiográficos y de los modelos metodológicos elegidos por el autor para<br />

afrontar el estudio (Introducción), trata el panorama general de la esclavitud tardoantigua<br />

(cap. 1), las fuentes y el comercio de esclavos (cap. 2), la importancia doméstica de la<br />

esclavitud (cap. 3) y su imprescindible labor en la producción a gran escala de bienes de<br />

consumo (cap. 4).<br />

La segunda parte aborda el objeto y las técnicas de dominación (cap. 5), los distintos<br />

aspectos de la vida cotidiana de los esclavos (caps. 6 y 7) y su inserción en las familias de<br />

los propietarios (cap. 8).<br />

El tercer bloque del libro estudia el estado civil de los esclavos tras la promulgación<br />

de la Constitutio Antoniniana y a lo largo del período (cap. 9), la venta de niños expósitos<br />

(cap. 10), la explotación sexual de los esclavos (cap. 11) y la manumisión y las relaciones<br />

entre patrones y libertos (cap. 12).<br />

El objetivo principal del autor es demostrar que a lo largo del siglo IV el Imperio<br />

Romano no estuvo en transición alguna, sino que continuó siendo una sociedad esclavista,


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

178<br />

una idea que venía planteándose desde hace cierto tiempo. Su principal argumento es<br />

que la esclavitud estaba inextricablemente ligada al sistema imperial romano, siendo<br />

indispensable para la producción agrícola y textil, y que no se puede argumentar la falta<br />

de insumos procedentes de la guerra, ya que el crecimiento natural de la población esclava<br />

bastaba para mantenerla estable.<br />

Esta hipótesis es, a nuestro juicio, demostrada más allá de toda duda razonable. El<br />

autor se expresa con claridad y concisión, manejando con gran erudición e inteligencia las<br />

fuentes antiguas y desplegando ocasionales modelos teóricos y estadísticos. No obstante,<br />

se echa en falta un análisis más profundo en algunas secciones, que se encuentran lastradas<br />

precisamente por el planteamiento de base.<br />

Es muy de lamentar que Harper limite arbitrariamente el rango cronológico al año<br />

425. De modo que nos quedamos sin saber si las invasiones bárbaras del siglo V dieron<br />

lugar a un nuevo periodo de auge de la esclavitud, como intuyó de forma genial Henri<br />

Pirenne 1 y defendió, pero no acertó a demostrar, el continuista Charles Verlinden 2 , que se<br />

centró en la institución como tal, dejando de lado las cuestiones socioeconómicas. Para<br />

Harper, el colapso del sistema imperial en Occidente significó la pérdida de importancia<br />

de la mano de obra esclava en los sectores de mayor importancia, el agrícola y textil, donde<br />

se empleaba de forma masiva, de modo que dejó de ocupar una posición tan preeminente<br />

en sus estados sucesores (p. 66).<br />

La conclusión del libro no es tal, sino un apéndice dedicado a la esclavitud entre los<br />

siglos V y VII. Sostiene que la tendencia en los reinos romano-germánicos, entre 450 y<br />

650, fue a la reducción de la población esclava (pp. 499-506), pero, a la contra que en el<br />

resto de su obra, basa tal afirmación en evidencias extremadamente limitadas. Lo cierto<br />

es que el sistema imperial pervivió, aunque a menor escala, en las monarquías romanogermánicas<br />

de Occidente 3 . Así por ejemplo, más de la mitad de las disposiciones legales<br />

del Fuero Juzgo visigodo hacen referencia a esclavos, y son mucho más severas que las<br />

leyes romanas 4 . La posesión de esclavos cristianos por parte de potentiores judíos fue un<br />

gran problema social en la España visigoda, que generó considerables dificultades 5 . Lo<br />

1 Pirenne, Henri, Mahoma y Carlomagno, Madrid, Alianza, 1978, pp. 79-82.<br />

2 Verlinden, Charles, L’esclavage dans l’Europe médiévale I: Péninsule Ibérique, France, Brujas, De<br />

Tempel, 1955; e ídem, L’esclavage dans l’Europe médiévale II: Italie, colonies italiennes du Levant,<br />

Levant, latin, Empire Byzantin, Gante, Rijksuniversiteit te Gent, 1977.<br />

3 A nivel económico, el testimonio más extremo sería la obra del hipercontinuista Durliat, Jean, Les finances<br />

publiques de Dioctétien aux Carolingiens (284-889), Sigmaringen, Thorbecke, 1990. A nivel políticoinstitucional,<br />

ya se ha señalado repetidas veces que las monarquías romano-germánicas fueron asimilándose<br />

a la monarquía imperial romana, cf. McCormick, Michael, Eternal Victory: Triumphal Rulership in Late<br />

Antiquity, Byzantium and the Early Medieval West, Cambridge, Cambridge University Press, 1986, pp. 260-<br />

361; Valverde Castro, María, Ideología, simbolismo y ejercicio del poder real en la monarquía visigoda,<br />

Salamanca, Universidad de Salamanca, 2000; González García, Alberto, “La imperialización de los reinos<br />

romano-germánicos: los casos vándalo y visigodo”, en Antesteria, 1 (2011), pp. 341-351.<br />

4 Cf. Ureña y Smenjaud, Ramón, La legislación gótico-hispana (Leges antiquiores – Liber iudiciorum).<br />

Estudio crítico, Madrid, Idamor Moreno, 1905, pp. 403-404 et pássim.<br />

5 González Salinero, Raúl, “Una élite indeseable: los potentiores judíos en la España visigoda”, en Sánchez-<br />

Lafuente Párez, Jorge, y José Luis Avello Álvarez, El mundo judío en la Península Ibérica: sociedad y<br />

economía, Cuenca, Alderabán, 2012.


179<br />

cual es indicativo del mantenimiento y de la importancia de la institución, aunque esta<br />

última pudiera hallarse o no en crisis.<br />

También surge otra cuestión de importancia: ¿qué pasó en la Roma que no cayó?<br />

En la pars orientalis subsistió el sistema imperial romano y la demanda de esclavos.<br />

Pero el autor se limita a indicar que la esclavitud no fue tan importante en la cuenca<br />

oriental del Mediterráneo, lo cual es altamente discutible 6 , y que probablemente pervivió<br />

con total estabilidad, sin entrar en detalle alguno (pp. 504-6). Los estados islámicos<br />

que sucedieron a los bizantinos en el dominio del Cercano Oriente mantuvieron la gran<br />

propiedad esclavista y fueron notorios por el desarrollo de burocracias y ejércitos de<br />

esclavos 7 . Modernos estudios sostienen que, entre los años 700 y 900, el comercio de<br />

esclavos europeos experimentó un notabilísimo auge para abastecer los voraces mercados<br />

de los califatos omeya y abasí, así como de sus estados sucesores 8 .<br />

En la segunda parte del libro, Harper se suma al extendido y discutido prejuicio de<br />

que la Iglesia no atacó la esclavitud, sino que se acomodó a ella sin mejorar las relaciones<br />

entre amos y esclavos (pp. 209-214). Sin embargo, estimamos que la patrística cristiana<br />

y la literatura que ha generado el tema son demasiado voluminosas como para pretender<br />

despacharlas con tal ligereza.<br />

El apartado dedicado a las fuentes de esclavos (pp. 78-83) y el capítulo de niños<br />

expósitos (pp. 391-423) tratan de la venta, secuestro y esclavización de la población<br />

infantil romana. El autor mantiene que las leyes de Constantino eran un intento pragmático<br />

de resolver los problemas provocados por la universalización de la ciudadanía romana y<br />

la necesidad de un input constante de nuevos esclavos, que se pretendía satisfacer desde<br />

dentro del Imperio. Un aserto que, de hecho, contradice en cierta medida su propio<br />

modelo paramétrico, con el que pretende demostrar que la estructura demográfica de la<br />

población esclava aseguraba la pervivencia del sistema sin necesidad de nuevos aportes<br />

externos de esclavos (pp. 69-74). Además, en este apartado echamos en falta un estudio<br />

más detallado de la esclavitud provocada por las deudas, al vender los padres a sus hijos.<br />

Sólo es mencionada de pasada, cuando en realidad, a la luz de las fuentes coetáneas,<br />

parece haber constituido un acuciante problema social y una gran preocupación para los<br />

Padres de la Iglesia 9 .<br />

6 Cf. Sartre, Maurice, El oriente romano. Provincias y sociedades provinciales del Mediterráneo oriental,<br />

de Augusto a los Severos (31 a.C. - 235 d.C.), Tres Cantos, Akal, 1994, pp. 84-87, 142-143, 227-231, 261-<br />

262, 302-309, 347-356 y 393-395.<br />

7 Biddle, David White, The Development of the Bureaucracy of the Islamic Empire during the Late Umayyad<br />

and the Early Abbasid Period, Austin, University of Texas Press, 1972; Pipes, Daniel, Slave Soldiers and<br />

Islam. The Genesis of a Military System, New Haven, Yale University Press, 1981; Ayalon, David, Islam<br />

and the Abode of War: Military Slaves and Islamic Adversaries, Aldershot, Variorum, 1994.<br />

8 Constable, Olivia Remie, “Muslim Spain and Mediterranean Slavery: the medieval slave trade as an<br />

aspect of Muslim-Christian relations”, en Waugh, Scott L. y Peter D. Diehl, (eds.), Christendom and its<br />

Discontents. Exclusion, Persecution, and Rebellion, 1000-1500, Cambridge, Cambridge University Press,<br />

1996, pp. 264-284; McCormick, Michael, Orígenes de la economía europea. Viajeros y comerciantes en la<br />

Alta Edad Media, Barcelona, Crítica, 2005, pp. 699-721.<br />

9 Cf. Depeyrot, George, Crisis e inflación entre la Antigüedad y la Edad Media, Barcelona, Crítica, 1996,<br />

pp. 42-43, 147-150, 239 y 292-293.<br />

Alberto González, “El Imperio Romano no dejó de ser...”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

180<br />

Creemos que el aspecto más relevante de la obra de Harper, con gran diferencia, es<br />

su ruptura definitiva con los viejos mitos marxistas sobre la decadencia de la esclavitud<br />

clásica. Además de demostrar la pervivencia e importancia de la esclavitud en el siglo IV,<br />

su investigación determina que la institución dependió de las leyes económicas de oferta<br />

y demanda, rechazando expresamente y superando la manida lucha de clases y los falaces<br />

modos de producción marxistas; la romana era una economía excepcionalmente compleja,<br />

no un sistema primitivo, y puede ser comprendida en términos económicos modernos<br />

(pp. 3-200) 10 . Asimismo, el autor rebate exitosamente la idea de que los pobres libres y<br />

los esclavos fueron asimilándose hasta hacerse indistinguibles a partir del siglo III (pp.<br />

367-390), lo cual es radicalmente opuesto a las teorías sobre la presunta descomposición<br />

y fin del régimen esclavista. El colapso del régimen esclavista no provocó la ruina del<br />

Estado romano y la sociedad antigua, sino que el fin del Imperio en Occidente provocó un<br />

cambio en las relaciones esclavistas.<br />

No podemos dejar de vincular este hecho con otra institución sobre la que han corrido<br />

ríos de tinta, y a la cual se atribuye esa presunta igualación social: el colonato. Uno de<br />

sus mayores estudiosos, Jean-Michel Carrié, lo considera una institución exclusivamente<br />

fiscal, y destaca que su relación con el espurio concepto de “modo de producción feudal”<br />

no pasa de ser un puro mito historiográfico 11 . La obra de Harper, al superar el paradigma<br />

marxista, refuerza tal interpretación.<br />

En conclusión, y a pesar de las deficiencias que hemos señalado, consideramos la<br />

obra del profesor Harper una de las mayores, mejores y más originales aportaciones de<br />

los últimos tiempos a los estudios tardoantiguos, un paso de gigante a la hora de desterrar<br />

viejos tópicos que han sido repetidos de forma acrítica e incesante a lo largo del último<br />

siglo.<br />

10 E. g., AA.VV., El modo de producción esclavista, Tres Cantos, Akal, 1986.<br />

11 E. g. Carrié, Jean-Miche, “Colonato del Basso Impero’: la resistenza del mito”, en Lo Cascio, Elio (ed.),<br />

Terre, proprietari e contadini dell’impero romano. Dall’affitto agrario al colonato tardoantico, Nápoles,<br />

Universidad de Nápoles, 1997, pp. 96 y ss. (una de las más recientes de sus diversas aportaciones a tal<br />

respecto). Sobre colonato, cf. Bravo Castañeda, Gonzalo, “El estatuto sociopolítico del colono en la génesis<br />

de la sociedad bajoimperial”, en Memorias de Historia Antigua, 2 (1978), pp. 59-70; González Blanco,<br />

Antonino, “Bibliografía sobre el colonado romano y sus problemas”, en Memorias de historia antigua, 2<br />

(1978), pp. 229-237; Mirkovic, Miroslava, The Later Roman Colonate and Freedom, Filadelfia, American<br />

Philosophical Society, 1997; Scheidel, Walter, “Slaves of the Soil”, en Journal of Roman Archaeology, 13<br />

(2000), pp. 727-732.


Tras los pasos de los inmigrantes españoles en Buenos Aires en<br />

vísperas de la Revolución de 1810<br />

Reseña de: Pérez, Mariana Alicia, En busca de mejor fortuna: los inmigrantes<br />

españoles en Buenos Aires desde el Virreinato a la Revolución de Mayo,<br />

Buenos Aires, Prometeo Libros, 2010, 262 páginas.<br />

FERNANDO DANIEL GÓMEZ<br />

Conicet, Universidad de Buenos Aires<br />

Fecha de recepción: 2 de marzo de 2012<br />

Fecha de aceptación: 2 de agosto de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

Los estudios sobre inmigración son recurrentes en la historiografía argentina. El<br />

importante aporte poblacional que significó la inmigración masiva producida a fines<br />

del siglo XIX marcó las inquietudes de los cientistas sociales contemporáneos a dicha<br />

inmigración y configuró una matriz que diversos historiadores entenderían como esencial<br />

en la construcción de la Argentina moderna. En este sentido, el concepto de Argentina<br />

aluvial desarrollado por José Luis Romero sigue siendo una referencia ineludible 1 .<br />

Sin embargo, el foco puesto en la inmigración de fines del siglo XIX ha desbalanceado<br />

los análisis sobre lo sucedido en otros períodos históricos. En busca de mejor fortuna: los<br />

inmigrantes españoles en Buenos Aires desde el Virreinato a la Revolución de Mayo viene<br />

entonces a ocupar un lugar central en la tarea de completar la ausencia de investigaciones<br />

sobre períodos anteriores, al tomar como centro de estudio a los inmigrantes españoles en<br />

Buenos Aires, en tiempos previos a la Revolución de Mayo. Además, es necesario destacar<br />

que el aporte cobra mayor relevancia en la medida que se tiene en especial consideración<br />

a los españoles pobres que llegan a Buenos Aires, trascendiendo la estereotipada imagen<br />

que vinculaba a los peninsulares simplemente con la burocracia virreinal o los grandes<br />

comerciantes.<br />

1 Romero, José Luis, “La conformación de la Argentina aluvial”, en Romero, José Luis, Las ideas políticas<br />

en la Argentina, Buenos Aires, FCE, 1992, pp. 173-188.


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

182<br />

Producto de una investigación doctoral, el libro sigue con vehemencia las más<br />

rigurosas reglas de la disciplina. De todos modos, su autora, Mariana Pérez, ha logrado<br />

darle fluidez a la prosa permitiendo una lectura amena.<br />

Entrando en los contenidos, vemos que la categoría de españoles europeos pobres<br />

utilizada por la autora, considera las características socioeconómicas y comprende a<br />

aquellos que cuentan con escasos o nulos recursos materiales y recursos relacionales,<br />

tan necesarios para delimitar las posibilidades de los españoles alejados de su lugar de<br />

origen. Como suele suceder, el estudio de estos sujetos enfrenta una ausencia de registros<br />

documentales importante y plantea el desafío de componer un corpus documental que<br />

permita solucionar dicho problema. Para ello la autora trabaja, con acertada criticidad,<br />

fuentes nominativas y cualitativas o subjetivas entre las que podemos enumerar: censos,<br />

padrones virreinales, juicios, informes de soltura, relaciones y relatos de viajeros, actos<br />

administrativos e informes militares. A las mencionadas se suman fuentes literarias,<br />

destacándose obras de teatro dirigidas a un público popular que le permiten observar<br />

ciertos estereotipos sobre los inmigrantes.<br />

La autora propone un recorrido que en sus inicios se podría pensar en paralelo<br />

al sendero trasuntado por los inmigrantes. De este modo, comienza describiendo las<br />

estrategias migratorias considerando en primer lugar las motivaciones que llevaban a<br />

emprender el viaje hacia un nuevo destino y en segundo lugar, las maneras de efectuar<br />

dicho viaje. Entre las motivaciones advierte la llegada de noticias auspiciosas sobre la<br />

economía y el nivel de vida de la población de Buenos Aires a partir del crecimiento<br />

económico de la segunda mitad del siglo XVIII y, particularmente, a partir de la liberación<br />

del comercio efectuada en 1778. Por su parte el viaje era muy costoso y aquellos que no<br />

podían enfrentar el alto valor de los pasajes buscaban viajar como polizones, criados<br />

de algún notable o tripulantes y marineros. La forma de emprender el viaje no dejaba<br />

mayor mella, tal como afirma Pérez, “(…) en el reconocimiento social de un inmigrante<br />

peninsular no importaba como había llegado a las indias” 2 .<br />

En el segundo capítulo, la autora aborda la integración de los inmigrantes españoles<br />

a la sociedad local indicando que se trataba en su mayoría de hombres que buscaban<br />

desarrollar rápidamente actividades laborales. Gran parte de ellos encontraba ocupaciones<br />

en el comercio y el resto se dedicaba a trabajos diversos entre los que sobresalían los<br />

artesanos, los militares y aquellos relacionados con la navegación. Para entender el<br />

predominio de los comerciantes, la autora destaca los estímulos que generaban los lazos<br />

de paisanaje sobre los recién llegados para incorporarse en actividades similares a las que<br />

desarrollaban sus coterráneos residentes en el Río de la Plata. Este tipo de ocupaciones<br />

permitía a la generalidad de los españoles europeos ubicarse entre los sectores medios<br />

bajos de la sociedad, distanciándose tanto de la elite como de los sectores más pobres, con<br />

quienes igualmente compartían más tiempo en su vida cotidiana.<br />

2 Pérez, Mariana Alicia, En busca de mejor fortuna: los inmigrantes españoles en Buenos Aires desde el<br />

Virreinato a la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2010, p. 64.


183<br />

El ascenso social anhelado por los inmigrantes fue conseguido solo por unos pocos<br />

afortunados. La búsqueda de enriquecimiento llevó a buena parte de los recién llegados<br />

de la península a desplegar una movilidad geográfica y ocupacional considerable. Esta<br />

movilidad es trabajada por la autora en el tercer capítulo.<br />

En los capítulos cuatro y cinco, Pérez desarrolla dos aspectos centrales en la<br />

suerte de los inmigrantes: las relaciones personales y las prácticas matrimoniales. Entre<br />

las primeras se observa una solidaridad significativa en la medida que un gran número<br />

compartía ocupaciones y no pocos compartían morada. Con fina agudeza, la autora advierte<br />

en este punto que la solidaridad mencionada no era absoluta y no faltaban los casos donde<br />

compatriotas se denunciaban ante las autoridades por distintas irregularidades, entre las<br />

que sobresalían los casos de bigamia.<br />

Por su parte, los matrimonios concertados de inmigrantes españoles con mujeres<br />

americanas se ubicaban como una forma más de integración social en la medida que<br />

posibilitaban ciertas ventajas, tales como una mejor consideración por las autoridades<br />

judiciales, nuevos lazos de parentesco y cierto avecindamiento en la comunidad. Según<br />

indica la autora, en términos generales, los españoles europeos se encontraban bien<br />

posicionados en el mercado matrimonial debido a su irrefutable limpieza de sangre.<br />

Justamente por ello eran codiciados en todos los estratos sociales y principalmente entre<br />

las mujeres de las castas que anhelaban ascender en la jerarquía estamental del momento.<br />

Sin embargo no faltaban los casos en los que ciertos españoles no eran bien recibidos por<br />

la familia de la contrayente debido, sobre todo, a la pobreza del candidato.<br />

El último capítulo, Pérez lo dedica al estudio de los soldados inmigrantes. Allí<br />

revela las estrategias de los soldados que buscaban evitar el regreso a la península para<br />

afincarse en el Río de la Plata. En términos legales podían contraer matrimonio o aludir<br />

incapacidad física para enfrentar el extenuante regreso. Otra posibilidad era desertar y<br />

enfrentar los riesgos de ser prófugo de un sistema de justicia que si estaba lejos de ser<br />

eficiente no por eso dejaba de castigar a quienes caían luego de cometer este tipo de<br />

delitos.<br />

Fernando Gómez, “En busca de mejor fortuna: los inmigrantes españoles...”<br />

Las conclusiones son sumamente interesantes puesto que trascienden la<br />

condensación de los principales aspectos relevados, para abordar, a la luz de estos,<br />

una problemática sustancial como es la compleja y hostil relación entre la plebe de<br />

Buenos Aires y los españoles europeos luego de la Revolución de Mayo. Tal como<br />

señala la autora, las rispideces parecen venir desde tiempos anteriores y se vincularían<br />

a la condición de prestamistas, comerciantes y pulperos de los españoles europeos pero<br />

también a los beneficios y distinciones como el trato deferente que recibían de la justicia<br />

o la preeminencia que mencionamos en el mercado matrimonial.<br />

Antes de cerrar esta reseña nos parece oportuno señalar que una aproximación<br />

inicial al libro despierta dos reparos al objeto de estudio construido. En primer lugar,<br />

la conformación de una unidad analítica que incluye a los españoles europeos como


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

184<br />

globalidad más allá de sus particulares orígenes. En segundo lugar, la conceptualización<br />

como inmigración –y la consecuente utilización de tal enfoque historiográfico– para<br />

entender el desplazamiento dentro de un conjunto geográfico comprendido por una única<br />

soberanía, como era la Monarquía española.<br />

Sin embargo, En busca de mejor fortuna… rebate estos reparos con solvencia en<br />

la medida que, en las páginas iniciales, se aclara la utilización de la categoría inmigrante<br />

para considerar a quienes “decidieron voluntariamente establecerse en el Río de la Plata<br />

para «mejorar fortuna»”. 3 Más allá de la categoría en sí, las trabas legales y económicas<br />

que enfrentaban a quienes quisiesen trasladarse desde la península hacia América, ponen<br />

en claro que compartir una soberanía distaba enormemente de facilitar la movilidad<br />

espacial como sucede en la mayoría de los estados modernos.<br />

Ahora bien, si estas trabas unificaban a los españoles europeos, no borraban sus<br />

distinciones originarias. La autora no desatiende la problemática y en variados pasajes de<br />

su trabajo desagrega el origen de los peninsulares para lograr una mayor comprensión de<br />

las relaciones personales establecidas en el Río de la Plata. A fin de cuentas, En busca de<br />

mejor fortuna… permite una aproximación novedosa conjugando el entramado identitario<br />

de cada región específica con una percepción de conjunto de la inmigración desde la<br />

península española.<br />

Desde los trabajos de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, la primigenia<br />

historiografía profesional argentina ha planteado una anacrónica disputa entre peninsulares<br />

y criollos –a quienes pensaba como argentinos– para comprender la política revolucionaria.<br />

Estas premisas han formado parte del sentido común histórico de la población argentina<br />

a fuerza de un discurso escolar estandarizado que, sin analizarla con detenimiento,<br />

encontraba en dicha disputa la explicación de múltiples sucesos. Contrariamente En<br />

busca de mejor fortuna… revela de forma certera las bases de la hostilidad que la plebe<br />

de Buenos Aires supo tener con los españoles europeos. Este aporte cobra valor porque<br />

insinúa un fructífero diálogo con quienes estudiaron el destino de los españoles europeos<br />

luego de la Revolución de Mayo.<br />

3 Íbidem, p. 25.


Ingenieros, Estado y circulación del conocimiento en la periferia<br />

mediterránea<br />

Reseña de: Martykánová, Darina, Reconstructing Ottoman engineers:<br />

archaeology of a profession (1789-1914), Pisa, Plus, 2010.<br />

XIMO GUILLEM-LLOBAT<br />

Universitat de València<br />

Fecha de recepción: 30 de octubre de 2012<br />

Fecha de aceptación: 3 de diciembre de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

En los últimos tiempos la historiografía de la ciencia y la tecnología ha tratado de<br />

suplir deficiencias pasadas mediante estrategias diversas. Entre ellas, sin duda, podríamos<br />

incluir un creciente énfasis en estudios de casos ligados a las tradicionales periferias, una<br />

mayor insistencia en los procesos de circulación de los conocimientos y las prácticas<br />

y un renovado interés por el estudio de la figura del experto científico. Todos ellos son<br />

elementos centrales en esta monografía de Darina Martykánová. Una obra que, como<br />

comentaremos, conecta con las perspectivas historiográficas más frescas sin renunciar<br />

a cuestiones tradicionales, que no por ello menos vigentes. Así, en este último sentido,<br />

el libro aborda cuestiones como los procesos de profesionalización de las ciencias, el<br />

papel del militarismo en el desarrollo tecnológico o las múltiples identidades (no solo<br />

profesionales sino también nacionales, religiosas, políticas, etc.) de los ingenieros.<br />

Martykánová centra su estudio en el Imperio otomano del largo siglo XIX, un<br />

contexto que desde las perspectivas difusionistas tradicionales de George Basalla, Edward<br />

Shils y tantos otros, hubiera sido tachado de periférico y por ende de poco relevante para<br />

una historiografía general de la tecnología. Sin embargo, no son pocos los historiadores<br />

de la ciencia y la tecnología que, en los últimos años, han mostrado la importancia<br />

del estudio de las periferias para avanzar hacia las tan reivindicadas Big Pictures. En<br />

este sentido, ha sido especialmente activa la red de investigadores STEP (Science and<br />

Technology in the European Periphery) a la cual permanece unida Darina Martykánová a<br />

través del grupo de investigación Experts in the Periphery. STEP no solo ha argumentado<br />

que la división centro/periferia es cambiante en el tiempo y en función de disciplinas,


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

186<br />

sino que ha insistido en el hecho de que las periferias no son pasivas en su relación con el<br />

conocimiento científico y tecnológico. Su rol activo queda al menos plasmado en procesos<br />

de apropiación de conocimientos que debemos distinguir de los tradicionales procesos de<br />

recepción. De esta forma, se ha reivindicado el interés de contextos periféricos como<br />

los que analiza Martykánová y para ello se han desarrollado categorías analíticas, como<br />

apropiación y circulación, que quedan recogidas en esta obra, aun sin profundizar en los<br />

límites y virtudes de dichas categorías.<br />

Los procesos de circulación (con los que se insiste en la multidireccionalidad de<br />

los mismos frente a la unidireccionalidad de los procesos de difusión, transmisión, etc.)<br />

han sido también un elemento central tanto en la historiografía STEP como en algunos de<br />

los trabajos más citados en los últimos tiempos (como es el caso de aquel Knowledge in<br />

Transit de James Secord). En el libro de Martykánová esta circulación de conocimientos<br />

se plasma de manera muy diversa, con referencias constantes al papel de expertos<br />

extranjeros, la salida de estudiantes para formarse en Europa, etc., y con un claro énfasis<br />

en las implicaciones de estos procesos. Así, por ejemplo, la autora insiste en la masiva<br />

presencia de ingenieros extranjeros, especialmente franceses, pero argumenta que este<br />

hecho no puede interpretarse de manera directa e inequívoca como un signo de atraso y<br />

dependencia.<br />

La dicotomía entre ingenieros locales y extranjeros constituye también una de las<br />

múltiples aproximaciones a otra de las cuestiones clave del libro, la de la identidad de los<br />

ingenieros. Su identidad se discute de manera extensa tanto en relación a su procedencia<br />

nacional, como étnica y religiosa, su condición de civil o militar, su adscripción ideológica<br />

o sobre todo su nivel de profesionalización y de reconocimiento social. El análisis de la<br />

identidad de los ingenieros en sus diversas concepciones, nuevamente entronca con una<br />

aproximación prioritaria en el ámbito de la historia de la tecnología. En las principales<br />

publicaciones del área como Technology and Culture y History and Technology abundan<br />

los trabajos sobre tecnología e identidad nacional, pero también sobre la identidad<br />

profesional de ingenieros y tecnólogos.<br />

Esta última perspectiva tiene sin duda ondas raíces en la historiografía sobre<br />

profesionalización en ciencia y tecnología y Martykánová parece construir su estudio<br />

dentro de esta tradición con el análisis de un periodo especialmente rico en este sentido.<br />

Pero posiblemente todavía podría haber ido un paso más allá con una mayor incorporación<br />

de cuestiones y perspectivas de la más reciente historiografía sobre expertos y profanos<br />

–apoyándose, por ejemplo en Tal Golan, Harry Collins y Robert Evans o sus críticos:<br />

Sheila Jasanoff, Graeme Gooday y tantos otros–.<br />

Otro de los elementos transversales más destacados del libro es aquel que hace<br />

referencia a la militarización de la ingeniería y a la conexión entre modernización de la<br />

ingeniería y construcción del Estado. En este sentido, la autora se refiere extensamente a<br />

la fuerte vinculación entre militares e ingenieros en los inicios del largo siglo XIX; una


187<br />

vinculación que le lleva al debate sobre los posibles orígenes militares de los procesos de<br />

modernización. Pero también aborda la progresiva emergencia de una ingeniería civil que<br />

llegaría a suplantar a aquella anterior. En todo aquel proceso la consolidación del Estado<br />

moderno tendrá un papel muy destacado como plantea de manera detallada y sugerente<br />

este libro.<br />

El libro está organizado en cuatro capítulos y un apartado final de conclusiones.<br />

En cada uno de ellos se abordan desde una u otra perspectiva las ideas transversales<br />

que hemos comentado hasta el momento. Los capítulos son temáticos e internamente se<br />

organizan cronológicamente. En ellos se analizan respectivamente y de manera detallada<br />

la vinculación específica de la ingeniería otomana a contextos políticos, los modelos<br />

educativos, las identidades y el mundo laboral. Siendo el resultado de una tesis doctoral,<br />

el libro muestra todas las virtudes y limitaciones de este tipo de trabajos. Son muchos<br />

los datos que se incluyen en un estudio muy detallado del caso que solamente en el<br />

capítulo de conclusiones asume una perspectiva más amplia. En todo caso, no cabe duda<br />

del enorme potencial del trabajo que puede constituir un sólido punto de partida para<br />

contribuir a muchos de los grandes debates de la historiografía internacional.<br />

En el capítulo de conclusiones la autora plantea de una manera más explícita la<br />

conexión del estudio con debates más amplios (debates como aquellos que comentábamos<br />

anteriormente). Por otro lado, en este apartado también se hace evidente que la autora<br />

realizó su investigación original con una perspectiva que superaba los límites del caso<br />

otomano. El último capítulo incluye referencias constantes a casos como el español o el<br />

francés para los cuales probablemente la autora toma prestadas las conclusiones a las que<br />

le llevaron aquellas investigaciones adicionales.<br />

Por último, puede resultar de interés hacer notar que la colección en que se ha<br />

publicado esta obra, la CLIOHRES series, constituye uno de los productos fundamentales<br />

de la red de excelencia de mismo nombre. La fuerte implicación de Darina Martykánová<br />

en esta red internacional de investigadores y el sólido encaje de su trabajo en el proyecto<br />

de la red constituyen nuevos indicios de la calidad de la obra. Una obra que resulta, sin<br />

duda, de lectura obligatoria para profundizar en la ciencia y tecnología de un territorio<br />

todavía poco estudiado.<br />

Ximo Guillen-Llobat, “Reconstructing Ottoman engineers: archaelogy...”


Interacciones entre el movimiento obrero y el franquismo: una<br />

visión globalizadora<br />

Reseña de: Domènech Sampere, Xavier, Cambio político y movimiento<br />

obrero bajo el franquismo. Lucha de clases, dictadura y democracia (1939-<br />

1977), Barcelona, Icaria, 2012, 247 páginas.<br />

JOEL SANS MOLAS<br />

Universitat Autònoma de Barcelona<br />

Fecha de recepción: 5 de marzo de 2012<br />

Fecha de aceptación: 13 de junio de 2012<br />

Fecha de publicación: 1 de marzo de 2013<br />

En las dos últimas décadas ha habido una positiva expansión de los estudios sobre el<br />

movimiento obrero durante el franquismo y el cambio político que llevó a la democracia.<br />

Desde obras pioneras de Sebastian Balfour, José Babiano o Carme Molinero y Pere Ysàs<br />

en los años noventa, hasta un gradual incremento de monografías centradas en un ámbito<br />

local que han recabado con mucho detalle la configuración de los patrones de protesta y<br />

su desarrollo. Recientemente se ha publicado un nuevo libro sobre movimiento obrero, el<br />

de Xavier Domènech Sampere, Cambio político y movimiento obrero bajo el franquismo.<br />

Lucha de clases, dictadura y democracia (1939-1977). El mismo título ya da cuenta de su<br />

carácter global, tratando el movimiento obrero pero yendo más allá a través de su relación<br />

con el régimen y el cambio político a lo largo de todo el periodo del franquismo. Es una<br />

obra que se sustenta en la dilatada labor de investigación del autor hacia el movimiento<br />

obrero y también, como el mismo Domènech señala en la introducción del libro, en los<br />

numerosos trabajos de muchos otros historiadores en los últimos años.<br />

Xavier Domènech Sampere ha escrito con anterioridad dos libros sobre el<br />

movimiento obrero, el primero centrado en Sabadell (Quan el carrer va deixar de ser seu.<br />

Moviment obrer, societat civil i canvi polític. Sabadell, 1966-1976) y el otro abarcando<br />

la evolución del movimiento en todo el estado entre los años cincuenta y sesenta (Clase<br />

Obrera, antifranquismo y cambio político. Pequeños grandes cambios, 1956-1969).


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

190<br />

Además, ha escrito numerosos artículos y otros libros alrededor de la clase obrera, la<br />

transición, el antifranquismo o el PSUC y el PCE. En el título de su nuevo libro sobre<br />

el movimiento obrero vuelve a parecer el concepto de cambio político, seguramente, en<br />

parte, por su voluntad de evitar un concepto como el de transición, problemático, que se<br />

ha usado de una forma demasiado extensa que no comparte, pero también para mostrar<br />

que el franquismo es un régimen político que se transforma, y es obligado a cambiar por<br />

los efectos que tiene en él la actividad de la oposición.<br />

Como comenta el autor en la introducción, lo que le impelió a escribir el libro<br />

fueron los interrogantes y debates aislados que iban aflorando en distintos momentos<br />

de sus investigaciones y la necesidad de hacerlos converger en un marco explicativo<br />

para resolver la cuestión de por qué emergió un nuevo movimiento obrero en medio de<br />

enormes dificultades y las causas que expliquen las formas que adoptó. El libro recoge<br />

el trabajo de muchos otros autores, pero también cuenta con nuevo material y una fuerte<br />

base de fuentes primarias. Si bien se trata en un sentido de una obra de síntesis, va más<br />

allá. El análisis que propone Domènech –aunque el autor lo cualifica modestamente de<br />

“aproximativo”– tiene un carácter globalizador y de búsqueda de respuestas a varios<br />

debates que hay alrededor del movimiento obrero.<br />

Varios puntos forman el marco conceptual en el que desarrolla Domènech su estudio:<br />

la convicción de que no se puede estudiar un actor histórico como el movimiento obrero<br />

de forma autónoma al contexto (el régimen franquista); la centralidad del conflicto; la<br />

dimensión de la lucha de clases; y una visión del movimiento obrero como sujeto social<br />

activo que no solamente es influenciado por los acontecimientos, sino que también los<br />

modifica. En las fuentes que utiliza, además de los documentos escritos de la oposición<br />

y las instituciones franquistas y de los datos de conflictividad, destacan las historias de<br />

vida y las entrevistas a militantes, que dan una información cualitativa sobre los motivos<br />

y evolución de la militancia y de su cultura política en general.<br />

El libro se divide en cinco capítulos, con una cierta periodización cronológica, pero<br />

donde prima en cada uno de ellos un enfoque determinado del contenido.<br />

El primero, “Vino viejo en copas nuevas”, trata los efectos de la instauración del<br />

franquismo sobre el movimiento obrero y, más específicamente, la cultura obrera. Si bien<br />

la imposición represiva del régimen conlleva un corte brutal entre el viejo y el nuevo<br />

movimiento obrero y sus organizaciones, se produciría una transmisión de la cultura<br />

obrera que permitiría una pervivencia de la tradición, con una reelaboración y adecuación<br />

a nuevos contextos. La experiencia de la república y de la guerra civil no quedarían en el<br />

olvido, sino que formarían parte del imaginario de los nuevos activistas. Esta transmisión<br />

de cultura obrera práctica se daría, sobretodo, en los años cincuenta en el marco de los<br />

conflictos, con la acción como el motor de la formación y reformulación de actitudes<br />

obreras.


191<br />

Joel Sans, “Cambio político y movimiento obrero bajo el franquismo...”<br />

En el siguiente capítulo, dedicado al “Cambio económico y emergencia del<br />

movimiento obrero”, entra en el debate del papel que tiene el crecimiento económico<br />

en impulsar el movimiento obrero. El autor discute la tesis de la modernización según la<br />

cual el crecimiento económico, en sí mismo, llevaría a la formación de una clase obrera<br />

con una voluntad democrática (que entroncaría con su supuesta autocontención durante<br />

la transición). Para el autor hace falta analizar con más detalle los cambios sociales y<br />

productivos que se producen durante el crecimiento. Uno de los aspectos que remarca<br />

en este sentido es cómo las migraciones, que más allá de lo económico tienen también<br />

motivaciones políticas (huyendo de un campo asfixiante), configuran nuevas comunidades<br />

obreras, homogéneas socialmente y con personas de referencia que llevan un bagaje<br />

politizado. Así, en los años cincuenta, con la transmisión de una cultura obrera anterior<br />

mediada por la conflictividad y con el impacto de las nuevas redes migratorias, tendríamos<br />

la aparición de unas comunidades obreras cohesionadas que serían un medio cálido para<br />

la nueva militancia. Sería ya en esta década cuando se pondrían las bases para el nuevo<br />

movimiento obrero. Este desarrollaría entre 1956 y 1962 una primera etapa caracterizada<br />

por un modelo de protesta por olas de huelga. La respuesta del régimen con la ley de<br />

Convenios de 1958 (aplicada más ampliamente a partir de 1962) terminaría conllevando<br />

la desactivación de este modelo de conflictividad al fragmentar la negociación en el<br />

ámbito local. Con este ejemplo vemos cómo hay una relación en dos direcciones entre los<br />

conflictos obreros y las políticas del régimen.<br />

En el tercer capítulo, “La conflictividad obrera bajo el franquismo”, se desarrolla<br />

un análisis de la morfología de la conflictividad obrera. Una de las cuestiones en la<br />

que entra en más profundidad es el debate, recurrente en la historiografía, sobre si las<br />

causas de la conflictividad serían económicas o políticas. Domènech plantea que bajo<br />

un régimen como el franquista –en el que el modelo de explotación empresarial depende<br />

de la coerción del régimen– es inseparable el marco económico del político y, por lo<br />

tanto, también lo serían las causas económicas de las políticas. Este tema lo elabora con<br />

una solvente crítica metodológica a la taxonomización estadística de las motivaciones<br />

de los conflictos. Entre otros aspectos, la motivación del conflicto (salarial, política,<br />

de negociación colectiva, etc.) no nos daría una información directa sobre el grado de<br />

politización de la plantilla. Además, los datos existentes parten de las motivaciones<br />

iniciales de una protesta, cuando solían cambiar en el transcurso de la misma. El capítulo<br />

enlaza este debate con la movilización obrera creciente en la última fase del periodo<br />

franquista. Justamente después de la muerte del dictador se observa, entre noviembre de<br />

1975 y enero de 1976, un crecimiento exponencial de la conflictividad en la provincia de<br />

Barcelona. Es un indicador de cómo la desaparición de Franco abre unas expectativas de<br />

conquistar un cambio político a través de la profusión de huelgas.<br />

En el cuarto capítulo, “El factor inesperado. Movimiento obrero y cambio político”,<br />

el autor plantea que el régimen agota los recursos para intentar sofocar la creciente protesta


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

192<br />

obrera. Los intentos del régimen de conseguir una mayor base social en los años sesenta,<br />

fomentando las elecciones sindicales, se saldan con la infiltración exitosa de la oposición<br />

en el sindicato vertical franquista. Pese a la durísima represión de las comisiones obreras<br />

entre 1967 y 1969, el arraigo conseguido permite al movimiento su supervivencia. Así, el<br />

relevo continuo de nuevos activistas hace que las detenciones sean inefectivas a la hora<br />

de terminar con las protestas y que la conflictividad aumente en los setenta y se expanda<br />

a otros territorios sin anterior tradición.<br />

El último capítulo, “El cambio político. Lucha de clases, Franquismo” es la cúspide<br />

de la argumentación que plantea el libro. Es una recapitulación de los distintos momentos<br />

del movimiento obrero desde los años cincuenta –y de los cambios de orientación de<br />

las fuerzas políticas, especialmente del PCE (y PSUC)– y de su efecto acumulativo que<br />

lleva a que, durante los años setenta, el tejido social de la oposición antifranquista se<br />

diversifique y amplíe enormemente. La implicación en este momento de trabajadores de<br />

servicios, de profesionales, del mundo de la cultura, o el arraigo del movimiento vecinal,<br />

entre otros, conduce a que el régimen franquista pierda su hegemonía social y se quede<br />

solamente con el sustento de una represión incapaz de frenar una movilización que<br />

está conquistando el espacio público. Durante el primer semestre de 1976 la explosión<br />

huelguística tiene un impacto directo en impedir la pervivencia del régimen en el primer<br />

gobierno de la monarquía y forzará a que, en julio de 1976, Suárez lleve a cabo una<br />

amnistía que supone el inicio del desmantelamiento del franquismo. Así, según Domènech,<br />

la oposición antifranquista, con el movimiento obrero en su centro, es el actor clave a la<br />

hora de provocar el cambio político que pone fin a la dictadura. Sin embargo, a mediados<br />

de 1976 la centralidad del movimiento obrero cedería paso a la negociación política, el<br />

momento cambiaría con lo que una parte significativa de las expectativas y demandas de<br />

los movimientos no serán integradas en el diseño de la transición.<br />

Esta nueva obra de Domènech es un libro sólido, bien tramado, sobre la morfología<br />

de la conflictividad obrera a lo largo de todo el franquismo y de su interacción con los<br />

factores políticos, económicos, sociales y culturales. Hay algunas cuestiones que habría<br />

sido interesante haber entrado en mayor detalle, como el papel de las fuerzas políticas<br />

durante la transición, especialmente la visión del PCE que le llevó a abandonar la<br />

centralidad de la conflictividad obrera y substituirla por la negociación. A otro nivel, si<br />

bien el autor señala el impacto que a medio plazo tendrá la crisis económica en los años<br />

setenta, con una subida del paro que erosionará la fuerza del movimiento obrero, no<br />

señala, inversamente, el efecto de confianza que habría tenido sobre la clase trabajadora<br />

el crecimiento económico de finales de los años cincuenta y años sesenta y que podría<br />

haber ayudado al despegue de la conflictividad. Pero más allá de estos aspectos laterales<br />

el hilo argumentativo del libro construye una visión de gran potencia explicativa en la<br />

que se ensamblan muchas piezas que permiten una visión muy precisa sobre la relación<br />

movimiento obrero-franquismo y el cambio político resultante.


193<br />

Joel Sans, “Cambio político y movimiento obrero bajo el franquismo...”<br />

Las conclusiones que plantea el libro van más allá de la discusión historiográfica.<br />

Para Domènech, el hecho de que las narrativas más extendidas sobre la transición han<br />

dejado de lado la centralidad que tuvieron los movimientos sociales en el cambio político<br />

tendría su efecto sobre el presente. Obviar los efectos que tuvo la conflictividad obrera no<br />

sería una visión inocente debido a que, en sus palabras, “lo que era un problema entonces<br />

también lo es ahora y lo que era una solución entonces también lo es ahora”.


Gestión forestal y sostenibilidad: experiencias históricas / Forest<br />

management and sustainability: historical experiences.<br />

IV Encuentro de Historia Forestal, Vitoria-Gasteiz, 18-19 de<br />

octubre de 2012.<br />

IÑAKI IRIARTE GOÑI<br />

Coordinador del grupo de Historia Forestal de la SECF<br />

ÁLVARO ARAGÓN RUANO<br />

Miembro del grupo de Historia Forestal de la SECF<br />

Los días 18 y 19 de octubre de 2012 se celebró en Vitoria-Gasteiz la IV Reunión del<br />

Grupo de Trabajo de Historia Forestal de la Sociedad Española de Ciencias Forestales,<br />

organizado por la propia SECF y la Universidad del País Vasco, y con el patrocinio de<br />

ambas entidades, además del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz y de la Universidad de<br />

Zaragoza.<br />

El encuentro llevaba por título Gestión forestal y sostenibilidad: experiencias<br />

históricas / Forest management and sustainability: historical experiencies, ya que el<br />

objetivo básico era llevar a cabo una primera reflexión acerca del grado de sostenibilidad<br />

de las variadas formas de aprovechamiento y gestión forestal que se han desarrollado<br />

a lo largo de la historia. Uno de los elementos más destacables del encuentro fue su<br />

carácter multidisciplinar. De hecho, las comunicaciones presentadas procedían de<br />

ámbitos muy diversos de investigación como la arqueología, la geografía física aplicada,<br />

la ingeniería forestal, la historia económica, la historia moderna y contemporánea, la<br />

historia ambiental o la paleobotánica. Creemos que ese carácter multidisciplinar es uno de<br />

los activos del grupo de trabajo de historia forestal que, en este sentido, rompe los moldes<br />

a veces demasiado rígidos de la especialización científica actual y puede abrir nuevas<br />

perspectivas combinadas interesantes.<br />

El Encuentro recogió tres ponencias y diecinueve comunicaciones que pasamos<br />

a comentar brevemente. Las ponencias estuvieron a cargo de investigadores senior en<br />

historia forestal que dieron muestras de la variedad de temas y de perspectivas con las<br />

que se puede abordar la evolución de los bosques a lo largo del tiempo. La primera<br />

de ellas (José Ignacio Jiménez Blanco) abordó la evolución de una actividad forestal


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

196<br />

peculiar, como es la explotación de los alcornocales, centrándose en algunas de las fincas<br />

que gestionó durante décadas la familia Larios en Cádiz. Cabe resaltar la diversidad de<br />

variables tenidas en cuenta para el análisis, que van desde la evolución de los mercados<br />

internacionales del corcho a lo largo del tiempo, hasta la evolución de las sacas concretas<br />

de ese producto en las fincas estudiadas, pasando por la evolución de las formas concretas<br />

de trabajo aplicado a la actividad. A través de la combinación de esos elementos el autor<br />

trazó una panorámica interesante de la evolución de una actividad intensiva en mano de<br />

obra, que mantuvo su rentabilidad hasta la segunda mitad del siglo XX a pesar de que<br />

apenas fue objeto de cambio técnico. El mantenimiento de precios elevados del corcho en<br />

una situación de oferta limitada y demanda elevada (por el incremento de la productividad<br />

en la industria transformadora) explicaría esa peculiaridad.<br />

La segunda ponencia (Eduardo Rico) tuvo un carácter eminentemente práctico, ya<br />

que en ella se realizó una exposición detallada de los principales repertorios documentales<br />

en los que puede beber la historia forestal en el caso de España. Obviamente (y luego<br />

diremos algo más acerca de esto) las fuentes que pueden informar sobre los diversos<br />

aspectos de la historia forestal son muy variadas y su enumeración detallada es difícil<br />

de integrar en una simple ponencia. Por ello Eduardo Rico se centró básicamente en<br />

las fuentes emanadas de la Administración pública, especialmente la Administración<br />

forestal. Las principales conclusiones de esta ponencia fueron que pese a que no siempre<br />

las diferentes administraciones han llevado a cabo una labor de conservación de fuentes<br />

adecuada, y a pesar también de que hasta el momento no se ha conseguido establecer<br />

una unidad de archivo que recoja los principales repertorios de historia forestal, existen<br />

numerosas secciones (Planes de aprovechamiento forestal, Ordenaciones, Servicio<br />

hidrológico-forestal, incendios, etc.) en las que se puede ir avanzando en el conocimiento<br />

de la historia de los bosques desde muy diferentes perspectivas. Una conclusión añadida<br />

es que el investigador debe siempre contextualizar las fuentes, ponerlas en perspectiva,<br />

acercarse a ellas con un espíritu crítico sin caer en el error de creer a pies juntillas los<br />

datos, sean cuantitativos sean cualitativos, que aparecen reflejados en ellas.<br />

La tercera ponencia (Cristina Montiel), se centró en el estudio de los incendios<br />

forestales, un problema que en España está, por desgracia, de especial actualidad cada<br />

verano y a cuya mejor comprensión pueden contribuir sin duda los estudios de historia<br />

forestal. Una de las principales líneas argumentales de la ponencia se basó en que, en<br />

el caso del monte mediterráneo, el fuego ha tenido una presencia histórica constante<br />

como forma de manejo de los recursos. Desde esta perspectiva la investigación del grupo<br />

de la profesora Montiel se centra básicamente en dos frentes. Por un lado, realizar un<br />

rastreo sistemático de diferentes fuentes históricas que permitan documentar de la manera<br />

más completa posible esa presencia histórica del fuego, incluyendo también pruebas de<br />

la existencia de grandes incendios. Por otro, analizar el problema de los incendios en<br />

relación con los cambios en el modelo forestal predominante en España. En este último


197<br />

sentido parece que los años cincuenta del siglo XX representan un antes y un después en<br />

ese modelo forestal y constituyen también un cambio bastante radical en la manera en la<br />

que se manifiestan, se entienden y se combaten los incendios forestales.<br />

Las diecinueve comunicaciones presentadas abarcaron una temática muy variada que<br />

no resulta fácil de catalogar en compartimentos estanco. En cualquier caso se dividieron<br />

en tres sesiones que respondían básicamente a: 1) aprovechamientos forestales antes del<br />

establecimiento de la Administración forestal; 2) actuaciones de la Administración forestal<br />

a partir de mediados del siglo XIX; y 3) montes como valores naturales históricamente<br />

singulares.<br />

Iñaki Iriarte y Álvaro Aragón, Gestión forestal y sostenibilidad: experiencias...<br />

De la primera sesión cabe destacar dos ideas fuerza que resultan de sumo interés.<br />

La primera de ellas es la variedad de fuentes a través de las cuales se puede abordar el<br />

análisis de los aprovechamientos forestales, más allá de la documentación que empezó a<br />

generar la Administración forestal a partir del siglo XIX (objeto, como hemos visto, de la<br />

ponencia de Eduardo Rico). En este sentido, la aportación que quizás puede resultar más<br />

novedosa es la utilización de la antracología, esto es, el estudio de la madera recuperada<br />

de yacimientos arqueológicos, que como muestra la comunicación de Moreno-Larrazabal<br />

y Lydia Zapata, a través de diversas técnicas de laboratorio puede dar una idea bastante<br />

aproximada del tipo de bosque predominante e incluso de los usos a los que se dedicaba<br />

en el entorno de yacimientos prehistóricos. Otra aproximación novedosa para la<br />

reconstrucción histórica de los tipos de bosque y sus aprovechamientos tradicionales es<br />

la que utilizan en su comunicación Cesar López Leiva y Jorge Cuevas, que para el caso<br />

de La Rioja, van rastreando de forma sistemática la toponimia, combinándola con la<br />

información cartográfica disponible y haciendo propuestas bien fundadas acerca de los<br />

usos del suelo y los tipos de bosque en el pasado. También en lo referido a las fuentes,<br />

la comunicación de Francisco Allende Gómez Mediavilla, López Estébanez y Sobrino<br />

García, apuesta por el análisis sistemático de las ordenanzas que tienen que ver con lo<br />

forestal. Una documentación que a nivel local puede ofrecer sin ninguna duda una visión<br />

tremendamente rica de las formas de uso y, lo que es más importante, de su evolución a<br />

lo largo del tiempo.<br />

La otra idea fuerza de este primer conjunto de comunicaciones es el papel<br />

absolutamente primordial que desempeñaba el bosque en el funcionamiento de lo que<br />

se podría denominar como sociedades de base orgánica (esto es, sociedades que no<br />

habían incorporado a su sistema económico el uso sistemático de fuentes de energía y de<br />

materiales de carácter fósil o inorgánico). En este sentido, tanto la comunicación de Álvaro<br />

Aragón sobre los cambios en la gestión forestal de los bosques de Guipuzcoa durante<br />

la Edad Moderna, como la de Javier Hernando sobre el abastecimiento de combustible<br />

vegetal a Madrid en el mismo periodo, ponen de manifiesto las tensiones entre usos de<br />

los bosques y cambios económicos en el sentido amplio del término. Unas tensiones que<br />

tanto en el caso guipuzcoano como en el caso del área circundante a Madrid obligaron


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

198<br />

a ir cambiando las formas de gestión a fin de acomodar la explotación a las necesidades<br />

cambiantes generadas por el crecimiento demográfico, los cambios en los cultivos,<br />

los usos industriales basados en el bosque, etc. Esos cambios en la gestión trataban de<br />

implementar unos usos sostenibles que garantizaran los suministros sin esquilmar la<br />

riqueza forestal. Cuestión aparte es que realmente lo consiguieran.<br />

La segunda sesión de comunicaciones se dedicó básicamente a analizar diferentes<br />

formas de intervención de la Administración forestal desde su creación a mediados del<br />

siglo XIX. Algunos de los trabajos como los de Ignacio García Perede, Inés García-Doncel<br />

y Luis Gil (el primero de ellos realizado también por Javier Donés) revisan, precisamente,<br />

algunos aspectos desconocidos de esos inicios de la Administración forestal. El primero<br />

entra a analizar las primeras actuaciones sobre los pinares de Valsaín, descubriendo que,<br />

en contra de lo que algún ingeniero decimonónico había afirmado, Agustín Pascual llevó a<br />

cabo trabajos de ordenación en los mismos. El segundo estudia la intervención de ciertos<br />

ingenieros forestales de las primeras promociones en montes privados, un aspecto que<br />

hasta el momento era también desconocido, y muestra cómo se llegaron a ordenar algunos<br />

de ellos, siguiendo precisamente las directrices técnicas del propio Agustín Pascual. En<br />

otra perspectiva, el trabajo de Raquel González, Nieto, Frochoso y Allende analiza los<br />

planes de aprovechamiento en los montes de Cantabria a finales del siglo XIX, tratando<br />

de explicar las fluctuaciones (con clara tendencia a la disminución) de las extracciones<br />

de productos forestales. Los cambios en la demanda de tipos de madera, los problemas<br />

de acceso a la explotación de los montes y la competencia de maderas importadas se<br />

plantean como las principales variables explicativas de lo que cabe considerar como un<br />

escaso éxito de la Administración forestal en esa zona.<br />

Otro grupo de comunicaciones de esta segunda sesión se centró en el análisis de<br />

las intervenciones de la Administración en los montes explotados para la obtención de<br />

resina. Así, el trabajo de Juan Luis Delgado trata de reconstruir la formación del método<br />

de resinación forestal en España, frente a los métodos de resinación tradicionales que se<br />

venían realizando antes de la actuación de la Administración. La supuesta convergencia<br />

entre prácticas tradicionales y método forestal convivieron, según el autor, con la<br />

emergencia de tensiones de diverso tipo en torno al cambio en las formas de gestión<br />

de los pinares. Con una perspectiva a más largo plazo, el trabajo de Guillermo Jové,<br />

Carlos del Peso, Javier Gordo y Felix Pinillos rastrea los resultados de la resinación en<br />

las ordenaciones de dos montes de Utilidad Pública durante un periodo de 120 años,<br />

analizando de forma minuciosa las revisiones de los planes de ordenación. Una manera<br />

también novedosa de acercarse a los cambios en los criterios técnicos de gestión de los<br />

ingenieros y a los resultados de una ordenación en el largo plazo.<br />

Un último grupo de comunicaciones de la segunda sesión se dedicó a analizar<br />

proyectos de restauración hidrológico-forestales. Se trata de dos comunicaciones<br />

prácticamente gemelas de Jorge Mongil Manso, Joaquín Navarro Hevia, Virginia Díaz


199<br />

Iñaki Iriarte y Álvaro Aragón, Gestión forestal y sostenibilidad: experiencias...<br />

Gutiérrez y Verónica Cruz Alonso, y de Joaquín Navarro Hevia, Jorge Mongil Manso y<br />

José Carlos de Araújo. En ambas se rastrea la degradación histórica de dos zonas forestales,<br />

achacando dicho deterioro a la sobrexplotación relacionada con los usos tradicionales,<br />

y en ambas se describen brevemente las labores de restauración implementadas por la<br />

Administración forestal y la recuperación del paisaje que las mismas consiguen a lo largo<br />

del tiempo. Comprobar que la degradación ambiental es algo que puede tener marcha<br />

atrás si se aplican las medidas adecuadas, es sin duda algo alentador.<br />

La tercera sesión resultó un poco más heterogénea. Tres de las comunicaciones<br />

presentadas en ella se podrían integrar en el tema genérico de catalogación de los montes<br />

públicos y cambios en los derechos de propiedad y aprovachamiento de los mismos.<br />

Así, el trabajo de Luis Buesa reconstruyó la elaboración del Catálogo de montes de<br />

Utilidad Pública de Álava, un caso que por sus peculiaridades forales no siguió el mismo<br />

camino que el del resto de las provincias y no se consolidó hasta muy tarde. Por su<br />

parte, las dos comunicaciones complementarias de Ignacio Pérez-Soba indagaron sobre<br />

las vicisitudes de un monte concreto del pueblo de Rueda de Jalón (Zaragoza) analizando<br />

minuciosamente la documentación disponible y tratando de explicar la consolidación de<br />

la propiedad municipal del mismo (frente a los orígenes nobiliarios de dicha propiedad en<br />

épocas remotas) así como la evolución de los derechos compartidos por varios muncipios<br />

sobre el mismo monte a lo largo del tiempo.<br />

Finalmente, las cuatro comunicaciones restantes se centraron de manera más clara<br />

en el tema de los montes como valores naturales singulares, aunque lo hicieron también<br />

de forma variada. El texto de María José Iriarte Salinas, Pérez, Ocete y Ocete documentó<br />

la pervivencia del taxon de vid silvestre en diversos ecosistemas ibéricos, pero fue en<br />

realidad una llamada de atención sobre los problemas de conservación que ese taxon ha<br />

ido teniendo a lo largo del tiempo y sobre la necesidad de evitar su desaparición por la<br />

pérdida de valor natural que supondría. El trabajo de Ángel Martínez y José Rodriguez<br />

mostró una forma interesante de realizar arqueología forestal documentando de manera<br />

sistemática arboles trasmochos en los Montes Altos de Vitoria. El trabajo de María Elena<br />

Vilches, por su parte, se centró en el estudio de los árboles viejos de Álava pero desde el<br />

punto de vista de los criterios seguidos recientemente para su gestión y del análisis de sus<br />

figuras de protección. Finalmente, el trabajo de Victor González y otros analizó también<br />

los valores de la vegetación actual en el caso de los Montes de Toledo, pero rastreando su<br />

configuración desde principios del siglo XIX y estableciendo varios cortes cronológicos<br />

para los que existe información al respecto. La continuidad a lo largo del tiempo de las<br />

formas básicas de uso y una cierta recuperación de la cubierta en las últimas décadas,<br />

serían las principales conclusiones.<br />

En términos generales el Encuentro fue una muestra del interés que la historia<br />

forestal despierta entre investigadores de procedencias científicas variadas y también<br />

la utilidad que este campo de estudio tiene para entender mejor algunas cuestiones


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

200<br />

ambientales de interés en la actualidad. La variedad de temas, de periodos cronológicos<br />

analizados, de fuentes y de metodologías que se presentaron en la reunión, se pueden<br />

considerar como activos del grupo de trabajo. Como es nomal y hasta deseable, el propio<br />

Encuentro puso también de manifiesto algunas de las carencias de la historia forestal<br />

española. Una de ellas es que convendría afinar y discutir más en profundidad el propio<br />

concepto de sostenibilidad y las formas en las que el mismo se debería aplicar al análisis<br />

histórico de los bosques. Otra, tiene que ver con la ausencia hasta el momento de trabajos<br />

que salgan del ámbito español para adentrarse en comparaciones con la historia forestal<br />

de otras partes de Europa o del mundo. Aspectos en los que sin duda habrá que tratar de<br />

avanzar de cara a próximos encuentros.


Edad Media y sociedad contemporánea. VI Jornadas de Historia<br />

Medieval, Madrid, 6, 7 y 8 de noviembre de 2012<br />

AURORA GONZÁLEZ ARTIGAO<br />

Universidad Autónoma de Madrid<br />

Las VI Jornadas de Historia Medieval, celebradas en la Facultad de Filosofía y<br />

Letras de la Universidad Autónoma de Madrid entre el 6 y el 8 de noviembre del año<br />

2012, fueron organizadas por el Departamento de Historia Antigua, Medieval, Paleografía<br />

y Diplomática bajo la coordinación del profesor J. Santiago Palacios Ontalva. Contaron<br />

con la colaboración del Vicerrectorado de Cooperación y Extensión Universitaria, el<br />

Vicedecanato de Estudiantes y Actividades Culturales (Facultad de Filosofía y Letras), el<br />

Consejo Social, la Unidad de Cultura Científica de la Universidad Autónoma de Madrid<br />

y la Asociación INCIPIT de Estudios Medievales Interdisciplinares y, ya que las Jornadas<br />

se incluyeron en el programa de la Semana de la Ciencia, también participó la Comunidad<br />

de Madrid.<br />

La temática giró alrededor de la presencia de la Edad Media dentro de la sociedad de<br />

nuestros días, que poco tiene que ver con la medieval. Se trató de hacer una aproximación<br />

entre la visión de la Edad Media más popular, la que engloba el imaginario colectivo,<br />

y una Edad Media estudiada en entornos académicos. A veces, pueden parecer mundos<br />

irreconciliables. El profesor J. Santiago Palacios Ontalva dirigió las Jornadas de Historia<br />

Medieval hacia una reconciliación de ambas posturas. Las conferencias que tuvieron lugar<br />

en el salón de actos de la Facultad consistieron, cada una a su manera, en un desglose de<br />

los elementos que articulan esa construcción de la Edad Media que llega a la sociedad<br />

actual, alejada muchas veces de la realidad que se presenta en la investigación. A raíz de<br />

las diferentes intervenciones y exposiciones, las Jornadas siguieron un eje de debate en<br />

torno a la divulgación de la historia medieval. Se puso en jaque la función social de la<br />

historia de la que, a veces, desde el mundo académico –como señalaron algunos de los<br />

ponentes– se recela. También se discutió, en relación a esa cuestión divulgativa, sobre la<br />

forma de hacer más verídicos los contenidos que llegan a la sociedad a través del cine, la<br />

novela histórica, las revistas especializadas y los videojuegos.<br />

La sesión de la mañana del 6 de noviembre contó con la intervención inicial del<br />

profesor J. Santiago Palacios Ontalva, que dio un discurso de bienvenida a las Jornadas y<br />

en defensa de la educación pública, dada la coyuntura que rodea la Universidad en estos<br />

momentos. Bajo el título “La Edad Media en la sociedad de la información y las nuevas<br />

tecnologías”, la sesión estuvo presidida por el profesor de la Universidad Autónoma de


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

202<br />

Madrid, Carlos de Ayala Martínez. Se recogieron testimonios del profesor Juan Francisco<br />

Jiménez Alcázar, de la Universidad de Murcia, sobre los videojuegos y la relación que<br />

estos puedan tener en la formación de futuros estudiantes de historia medieval. Lejos de<br />

demonizarlos, el profesor Jiménez Alcázar aportó una visión del videojuego como vía<br />

de fácil acceso a campos de interés para los jóvenes, de una potencial influencia que no<br />

se debe menospreciar. En la misma línea, dirigida hacia otra perspectiva, la intervención<br />

de Iván Pérez Marinas, titulado del Máster de Estudios Medievales Hispánicos (UAM),<br />

aportó una visión de los videojuegos como un campo de amplias posibilidades. De forma<br />

práctica, mostró a los asistentes cómo había modificado un videojuego de temática histórica<br />

(Civilization III) de manera que se ajustase a líneas que fuesen hacia un contenido más<br />

educativo y exacto. Se hizo hincapié en que el mundo de los videojuegos puede ser también<br />

fuente de ofertas laborales con las que antes no se contaba. También en relación a las<br />

nuevas tecnologías, iban las intervenciones de los profesores Fermín Miranda García y J.<br />

Palacios Ontalva, ambos de la Universidad Autónoma de Madrid. En ambas exposiciones<br />

estuvieron muy presentes los tópicos sobre la Edad Media, la extraña fascinación que<br />

parece despertar para una sociedad que la relaciona con violencia, anarquía y en general,<br />

oscuridad. Como señalaba el profesor Fermín Miranda, el peligro radica en la presencia<br />

de estos tópicos en la red, confundiéndose en muchas ocasiones con contenido de cierto<br />

rigor, de manera que esa imagen de la Edad Media se explota también desde usuarios<br />

anónimos capaces de “desinformar” desde foros, blogs… Se hizo una reflexión sobre el<br />

papel del mundo académico en relación a las nuevas tecnologías, que estuvieron también<br />

presentes en la siguiente intervención, cuando el profesor Santiago Palacios reflejaba ese<br />

“interés morboso” latente en la sociedad actual hacia una Edad Media –convertida en un<br />

producto más de consumo– que se caracteriza por una significativa ausencia de veracidad.<br />

Siguiendo con el discurso que versaba sobre una historia medieval comercializada, tuvo<br />

lugar la intervención de Dª Asunción Domenech, editora de la revista La Aventura de<br />

la Historia, que presentó la problemática encerrada en la divulgación, en las revistas<br />

especializadas –que no científicas– y cómo se busca precisamente un equilibrio entre la<br />

mediatización de la historia y las publicaciones académicas.<br />

La sesión del 7 de noviembre estuvo presidida por la profesora Yolanda Guerrero<br />

Navarrete, de la Universidad Autónoma de Madrid, y se tituló “Reconstruir, recrear y<br />

restaurar la Edad Media”. En esta sesión, se pretendió buscar una cimentación de la imagen<br />

de la historia medieval más allá del papel del historiador. El profesor Juan Antonio Barrio<br />

Barrio, de la Universidad de Alicante, resaltó el papel del cine en esa forma de enfocar<br />

y componer la historia y cómo este muchas veces está más sujeto a juegos de intereses<br />

políticos que a lo deseado por el director de la película –de esta manera, asemejó la<br />

utilización del cine con el papel de las crónicas medievales, para articular un discurso<br />

determinado mediante la utilización de visiones generalmente fragmentadas que responden<br />

a esquemas de poder muy concretos– y puso como ejemplo ilustrativo la película de El


203<br />

Reino de los Cielos, que revela lecturas muy diversas. Por un lado, la película se puede<br />

interpretar como un intento de justificación de la presencia militar norteamericana en<br />

Irak, sin embargo a lo largo del debate se puso de relieve precisamente lo contrario,<br />

que se tratase de una crítica mordaz a esa ocupación por parte de Estados Unidos. El<br />

discurso del escritor Alfonso-Mateo Sagasta, se dibujó entre lo que él consideraba los<br />

límites de la realidad preconcebida por los propios historiadores, entendida como Verdad,<br />

y lo que de verdad se podía llegar a conocer o imaginar de la Edad Media. Partiendo<br />

de este hecho, el escritor de El gabinete de las maravillas (2007) y Caminarás con el<br />

sol (2011) defendía una posición de permisividad hacia la fantasía recogida en muchas<br />

novelas históricas, considerándolas como un objeto de entretenimiento y como algo que<br />

la propia población demanda, escudándose además en cierto escepticismo ante la pureza<br />

del rigor histórico que se contrapone en las universidades y centros de investigación.<br />

También en base a una construcción de la historia medieval, en un marco de actuación<br />

más activo y no menos polémico, el arquitecto Fernando Cobos García, miembro de<br />

ICOMOS (International Council of Monuments and Sites) e ICOFORT (International<br />

Scientific Commitee of Fortification and Military Heritage) exponía los entresijos de la<br />

restauración de fortalezas y la problemática legislativa y coyuntural a la que, en muchas<br />

ocasiones, tenía que enfrentarse. La intervención de Guillermo Cózar Llistó, titulado del<br />

Máster de Estudios Medievales Hispánicos (UAM), explicó el concepto de recreación<br />

histórica y expuso las ventajas y desventajas que contiene la recreación, tanto para el<br />

ámbito académico, como para la divulgación mediante grandes eventos y recreaciones<br />

de batallas. Para finalizar con las intervenciones de esa mañana, Pablo Kurt Rettchlag<br />

mostró cómo no solo las nuevas tecnologías eran las responsables de esa tergiversación<br />

de la Edad Media, sino que se trata de una herencia recibida, de una imagen plasmada<br />

en la cultura occidental, como demuestra el cómic de H. R. Foster, Las aventuras del<br />

Príncipe Valiente, caracterizado por grandes dosis de fantasía, pero también una armonía<br />

estética que lo hace especialmente atractivo y que permite entender esa fascinación por lo<br />

medieval, que cada vez ha ido a más.<br />

Aurora González, Edad Media y sociedad contemporánea...<br />

El día 8 de noviembre, la sesión se tituló “Verdades, falsedades y tergiversaciones<br />

sobre la Edad media”, y estuvo presidida por el profesor Santiago Palacios. Sin romper el<br />

esquema de las dos sesiones anteriores, la serie de intervenciones que cerraba las Jornadas,<br />

giró en torno a una efectiva desmitificación de algunos de los tópicos más populares<br />

que habían caracterizado el imaginario colectivo sobre la historia medieval. Uno de los<br />

temas que más literatura y fantasía ha generado es el referente a la Orden del Temple,<br />

que ha sufrido todo tipo de tergiversaciones a lo largo de la historiografía, especialmente<br />

a raíz del Romanticismo, cuando se le dio un papel protagonista dentro de intrigas y<br />

conspiraciones que engloban desde sociedades secretas que ostentan un poder oculto,<br />

hasta la custodia del Santo Grial. El profesor Carlos de Ayala Martínez, de la Universidad<br />

Autónoma de Madrid, clarificó el porqué de esa obsesión con la Orden del Temple y


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

204<br />

expuso la importancia de los traumas colectivos en la memoria de toda una sociedad que<br />

mitifica episodios de su historia hasta retorcer su significado y convertirlo, en ocasiones,<br />

en algo casi disparatado. Rebatiendo las sombras relacionadas con la figura de algunos<br />

papas cuya leyenda negra alimenta ese sustrato imaginativo tantas veces mencionado, el<br />

profesor Óscar Villarroel González, de la Universidad Complutense de Madrid, expuso<br />

la realidad historiográfica de pontífices como Alejandro VI, más conocido como el papa<br />

Borgia, o la papisa Juana. Ambas ponencias tuvieron como eje la idea de la subjetividad<br />

inserta en las crónicas medievales, que estaban sujetas a intereses y por lo tanto aportaban<br />

una visión muy determinante sobre una figura, hasta el punto de que su recuerdo podía<br />

ser ensalzado o demonizado según cómo se le reflejase. Es interesante comprobar cómo<br />

este tema ya se había dibujado en la exposición del profesor Juan Antonio Barrio Barrio<br />

en lo referente al cine, y cómo el mismo discurso se mantiene a lo largo del tiempo.<br />

Precisamente, en lo referente al uso de términos y prejuicios en la visión del otro, se trató<br />

de forma amplia en la exposición de los becarios del Departamento de Historia Medieval,<br />

Antigua, Paleografía y Diplomática (UAM), Alicia Inés Montero y Javier Albarrán Iruela,<br />

que presentaron de forma muy ilustrativa cómo aún se mantienen tópicos y conceptos<br />

despectivos por parte de Occidente hacia el islam, cuyo rastro se puede seguir desde la<br />

televisión, hasta libros de dudoso rigor histórico que mantienen ciertos tintes peyorativos<br />

heredados de la Edad Media. Las dos últimas exposiciones aportaron visiones muy<br />

distintas de temáticas aceptadas incluso en el mundo académico, dando la vuelta a dos<br />

imágenes que, en principio, no derivan una gran problemática. La profesora María Luisa<br />

Bueno Domínguez, de la Universidad Autónoma de Madrid, se apoyó en documentos<br />

y fuentes literarias de la Edad Media para su exposición sobre la sexualidad medieval,<br />

en teoría encerrada bajo la rigidez de costumbres ligadas a la dominación de la Iglesia<br />

incluso en la regulación de la vida íntima, y demostró que en la Edad Media se conocía<br />

y disfrutaba la sexualidad. En otra línea, pero siguiendo en esa clave de desmitificación<br />

historiográfica, el profesor Juan Carlos Ruiz Souza, de la Universidad Complutense de<br />

Madrid, aportó una nueva interpretación a la funcionalidad del Patio de los Leones de<br />

la Alhambra de Granada, que la historiografía del siglo XIX había relacionado con un<br />

espacio de ocio y divertimento para los sultanes. En realidad, gracias a la comparación de<br />

diferentes elementos arquitectónicos y artísticos en construcciones de carácter religioso y<br />

espacios dedicados al estudio, que se encontraban en diferentes países del mundo islámico,<br />

especialmente en las madrasas del Norte de África, el profesor Ruiz Souza reformuló<br />

esa visión, presentándolo como un jardín de conocimiento donde se cosechaban diversas<br />

artes y enseñanzas, un lugar de retiro y oración donde los sabios y estudiosos se reunían<br />

para llevar a cabo discusiones teológicas, científicas y filosóficas.<br />

Cito, a propósito de la temática seguida en estas VI Jornadas Medievales, al célebre<br />

historiador medievalista Marc Bloch, para finalizar la crónica de una semana que resultó,<br />

sin duda alguna, muy enriquecedora para participantes y asistentes:


205<br />

“Pero yo no escribo únicamente, ni sobre todo, para el uso interno del taller.<br />

Tampoco pienso que sea necesario ocultar a los simples curiosos las irresoluciones<br />

de nuestra ciencia. Ellas son nuestra excusa; más aún: la causa de la frescura de<br />

nuestros estudios. No sólo tenemos el derecho de reclamar en favor de la historia la<br />

indulgencia que todos los comienzos merecen. Lo inacabado, si tiende constantemente<br />

a superarse, ejerce sobre cualquier mente apasionada una seducción que bien vale del<br />

logro perfecto (…)” 1 .<br />

Aurora González, Edad Media y sociedad contemporánea...<br />

1 Bloch, Marc, Apología para la historia o el oficio de historiador (edición anotada por Étienne Bloch),<br />

México, Fondo de Cultura Económica (ed. original París, 1949), 2ª edición en español, 2001.


La Prehistoria entre España y Alemania. Entrevista con el<br />

profesor Thomas Schuhmacher<br />

Cristina León y Yolanda Sánchez, Revista<br />

Historia Autónoma. Madrid, 1 de febrero<br />

de 2013.<br />

Thomas Schuhmacher es profesor de<br />

Prehistoria y Protohistoria. Acaba de<br />

presentar la monografía que recoge los<br />

resultados del proyecto del DAI (Deutsche<br />

Archäologisches Institut) de Madrid que<br />

ha dirigido, financiado por la Deutcshe<br />

Forschungsgemeinschaft (DFG) en<br />

Bonn. El proyecto se basa en un análisis<br />

sistemático de todos los objetos de marfil<br />

de la Península Ibérica desde el Calcolítico<br />

al Bronce Antiguo. Gracias a esta<br />

investigación se ha logrado quintuplicar el<br />

número de los objetos de marfil conocidos<br />

hasta el momento. Este hecho, junto con el<br />

importante componente interdisciplinar del<br />

trabajo y la plaza como profesor de la UAM<br />

que Thomas Schumacher ha conseguido<br />

recientemente, nos ha motivado para<br />

entrevistarle, para debatir con él sobre el<br />

panorama actual de la investigación en<br />

España.<br />

Pregunta: Usted, que ha trabajado en<br />

el DAI, ¿cómo ve la situación actual de<br />

la financiación institucional en España<br />

comparada con países como Alemania?<br />

Respuesta: La financiación de mi proyecto<br />

con el DAI tenía como requisito estar<br />

vinculado, que se desarrolle dentro de una<br />

institución alemana, en este caso el DAI.<br />

Ahora que ha finalizado mi proyecto, con<br />

la reciente publicación de la monografía,<br />

ya no estoy vinculado a esta institución.<br />

Mi beca está pensada para doctorados y<br />

nos da la oportunidad de dirigir nuestro<br />

propio proyecto, a un equipo y a hacerse<br />

un nombre.<br />

P: ¿En qué aspectos habría que incidir, a<br />

su juicio, para mejorar la calidad de las<br />

investigaciones en España?<br />

R: Hay mucha problemática en España<br />

porque son muy pocas las empresas<br />

privadas que luego publican los resultados<br />

de sus excavaciones y los estudios de los<br />

materiales. Me sorprendió negativamente<br />

haberme enterado recientemente de que<br />

el Anuario de Excavaciones de Andalucía,<br />

que funcionaba muy bien y que era la<br />

única fuente de información sobre las<br />

excavaciones de urgencia, va a desaparecer.<br />

“Para poder presentar<br />

la tesina de Máster y<br />

para obtener el título<br />

de Licenciado en<br />

Alemania es necesario<br />

un cierto tiempo de<br />

horas de trabajo de<br />

campo”


Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

P: ¿Nos podría dar algunos apuntes de<br />

la arqueología de gestión en Alemania?<br />

R: En Alemania, dependiendo del Lander,<br />

la gestión arqueológica sufre cambios, ya<br />

que hay zonas en las que existen muchas<br />

empresas privadas y otras en las que estas<br />

apenas tienen influencia y es el poder<br />

público el que se encarga de buscar a los<br />

arqueólogos.<br />

En mi país hay una gran colaboración<br />

entre la universidad y los diferentes<br />

servicios de patrimonio, que les dejan<br />

estudiar un yacimiento, situación que<br />

profesores aprovechan para ofertar un<br />

periodo de prácticas para los alumnos.<br />

Esto supone una gran ventaja porque<br />

para poder presentar la tesina de Máster<br />

y para obtener el título de Licenciado en<br />

Alemania es necesario un cierto tiempo de<br />

horas de trabajo de campo. Los servicios<br />

patrimoniales tienen un yacimiento y<br />

pueden carecer de fondos para excavarlos,<br />

por lo que los ceden a la universidad o<br />

contrata a estudiantes en verano para sacar<br />

adelante estas excavaciones.<br />

En cuanto a la situación profesional del<br />

arqueólogo, existe una asociación pero<br />

no hay sindicato, lo que crea polémica.<br />

Si perteneces a una empresa privada<br />

puedes afiliarte a ese sindicato (se afilian<br />

al sindicato del sector de la empresa) o<br />

al de funcionarios (si trabajas para una<br />

institución estatal o para un Lander). La<br />

investigación puede estar subvencionada<br />

bien por las universidades, por algunas<br />

instituciones externas a estas, por<br />

diferentes museos como el de Maguncia o<br />

el de Berlín o por la DAI.<br />

“Del sistema universitario<br />

español lo que más me gusta<br />

es la multidisciplinariedad<br />

de los departamentos,<br />

ya que son muy amplios<br />

comparados con los<br />

alemanes”<br />

208<br />

P: Aunque con Bolonia se ha intentado<br />

aunar el sistema universitario a nivel<br />

europeo, sin embargo, nos consta que<br />

esto, a pesar de las múltiples reformas<br />

que se han llevado a cabo, no se ha<br />

conseguido plenamente y en cada país se<br />

ha acometido de forma algo distinta, ¿nos<br />

podría hacer una breve comparación<br />

entre los sistemas universitarios alemán<br />

y español?<br />

R: El sistema de clases en Alemania es más<br />

variado que en las antiguas licenciaturas<br />

y se acerca más al Grado, ya que existen<br />

tanto clases magistrales como seminarios<br />

sobre una tema específico, junto con<br />

prácticas, que en Arqueología se basan<br />

por ejemplo en estudiar los materiales. Del<br />

sistema universitario español lo que más<br />

me gusta es la multidisciplinariedad de los<br />

departamentos, ya que son muy amplios<br />

comparados con los alemanes. Lo que os da<br />

una gran ventaja a la hora de crear equipos,<br />

porque contáis con unos departamentos<br />

con una gran cantidad de profesores de<br />

especialidades muy diferentes, aunque creo<br />

no se están sacando todo el rendimiento y<br />

que muchas veces no se valora esta gran<br />

oportunidad.<br />

Por otro lado, me sorprendió el altísimo<br />

número de alumnos por asignatura, lo<br />

que dificulta la docencia, y sobre todo las<br />

prácticas.<br />

“España debería<br />

apostar por mejorar<br />

su Formación<br />

Profesional, para<br />

dar más salidas a los<br />

que no quieren ser<br />

universitarios”<br />

P: ¿Cuáles son las principales carencias<br />

a las que se enfrentan los jóvenes<br />

investigadores?<br />

R: Los principales problemas a los que se<br />

enfrentan los jóvenes investigadores son<br />

la financiación de sus proyectos y la salida<br />

laboral. A nivel formativo, estaría a favor<br />

de una especialización más temprana,<br />

pues veo que algunas asignaturas troncales<br />

despiertan poco interés en algunos<br />

alumnos. En ocasiones me cuesta mucho


209<br />

La Prehistoria entre Alemania y España. Entrevista con el profesor Thomas...<br />

preparar una clase en la que hay alumnos<br />

muy avanzados y preparados en esa materia<br />

(en este caso, arqueología) y otros que no<br />

tienen ningún tipo de conocimiento acerca<br />

de ello, por tanto me resulta muy difícil<br />

poder llegar a todos.<br />

P: ¿Cree que sobran universidades?<br />

R: No creo que sobren universidades, sino<br />

que España debería apostar por mejorar su<br />

Formación Profesional, para dar más salidas<br />

a los que no quieren ser universitarios.<br />

Otro tema relacionado es el del cierre de<br />

yacimientos, algo inconcebible, no solo<br />

por la cantidad de puestos de trabajo que<br />

se pierden sino también por la caída del<br />

potencial turístico de una zona.<br />

“Se echa de menos<br />

la práctica de<br />

nuevos métodos de<br />

prospección, como el<br />

geofísico, que está aún<br />

por desarrollar”<br />

P: ¿Qué líneas de investigación son las<br />

punteras en este momento? ¿Cuáles son<br />

las que están por investigar?<br />

R: En España se están consiguiendo<br />

importantes avances en el estudio del<br />

Calcolítico y valoro mucho sobre todo<br />

el trabajo interdisciplinar, como puntero<br />

en este país. Sin embargo, se echa de<br />

menos la práctica de nuevos métodos de<br />

prospección, como el geofísico, que está<br />

aún por desarrollar. En Alemania hay varios<br />

departamentos que han comprado sus<br />

propios equipos geofísicos. En España, sin<br />

embargo, veo que aún tienen que mejorar<br />

mucho las excavaciones de urgencia, en las<br />

que si hubiera la posibilidad de realizar una<br />

prospección geofísica sería mucho mejor:<br />

menos trabajo, menos dinero invertido. Pero<br />

cuando lo propones antes las autoridades,<br />

no te lo admiten. Las excavaciones de<br />

urgencia no están bien reglamentadas y<br />

que tendría que ser obligatorio el estudio<br />

de materiales y la publicación de los<br />

resultados. Si nadie sabe lo que entra en un<br />

museo no se pueden hacer comparativas,<br />

estudios relacionados,… Excavar sin<br />

investigar no sirve para nada.<br />

Thomas Schuhmacher acaba de publicar<br />

Chalkolithische und Frühbronzezeitliche<br />

Elfenbeinobjekte auf der Iberischen<br />

Halbinsel.Studien zu Herkunft, Austausch,<br />

Verarbeitung und sozialer Bedeutung<br />

von Elfenbein. Mit einem Beitrag von<br />

A. Banerjee, Iberia Archaeologica 16,2,<br />

Darmstadt/Mainz, Verlag Philipp von<br />

Zabern Verlag, 2013.

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