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DICCIONARIO DEL ESPAÑOL YUCATECO

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<strong>DICCIONARIO</strong> <strong>DEL</strong> <strong>ESPAÑOL</strong> <strong>YUCATECO</strong><br />

1<br />

Raúl Arístides Pérez Aguilar.<br />

rauperez@uqroo.mx<br />

Cualquier trabajo lexicográfico que se emprenda, y sobre todo la hechura de un<br />

diccionario, debe contemplarse, desde su inicio, como una obra inacabada, toda<br />

vez que la apabullante vida lexical de una lengua no se puede aprisionar en un<br />

volumen, aunque se tenga a la mano el recurso económico y un considerable<br />

número de lingüistas que recojan, registren, ordenen, analicen y corrijan las<br />

diversas entradas que lo han de estructurar.<br />

Así pasen años de arduo trabajo y reflexión, como ha sucedido con el<br />

Diccionario del Español de México (DEM) dirigido por Luis Fernando Lara (México,<br />

El Colegio de México, 2010) que tardó casi cuatro décadas en aparecer en su<br />

versión definitiva, no basta ese tiempo para poder decir que el trabajo está<br />

terminado, porque faltan voces de uso corriente que matizan a la Península de<br />

Yucatán, sean los casos de gandido, lebisa, abanar y tal vez dos centenas más.<br />

O bien que hayan empleado menos años en su factura, como es el caso del<br />

Diccionario de Mexicanismos (DM) publicado por la Academia Mexicana de la<br />

Lengua y Siglo XXI Editores en 2010 y dirigido por Concepción Company, en los<br />

que un número regular de personas trabajaron con tenacidad y esmero, el trabajo<br />

está incompleto porque no incluye voces de honda raigambre yucateca como kibi,<br />

kabax, o quintanarroense como queque, rice and beans, hacer shoaf, y tal vez tres<br />

centenas más.<br />

Podría parecer desacertada esta reflexión si consideramos la gran riqueza<br />

dialectal de nuestro país y la poca inversión que recibe la investigación científica<br />

en México, y a estas dos circunstancias endilgarle el origen de tales carencias,<br />

que no lo son si consideramos la premisa de la que he partido y que es, hasta<br />

cierto punto, la disculpa de su ausencia.<br />

En el caso del Diccionario del español yucateco (DEY) que compendia<br />

solamente una región mexicana, región que se caracteriza por tener una sola<br />

lengua indígena mayoritaria y por un léxico a todas luces singular ya expuesto en<br />

grandes trabajos de Jesús Amaro Gamboa, Víctor Suárez Molina y Juan M. Lope<br />

Blanch, entre otros, estas carencias son menores dada la extensión territorial que<br />

abarca y la unidad lingüística que emparenta a los tres estados que conforman la<br />

Península de Yucatán.


El mismo Miguel Güémez nos habla de las etapas de trabajo en la<br />

conformación del DEY: “La elaboración del Diccionario del español yucateco se<br />

hizo en un lapso de tres años; se seleccionó el material temático en libros,<br />

tratados, diccionarios, vocabularios, artículos, etc., se fueron incorporando<br />

aquellas voces y expresiones faltantes producto de las pesquisas que durante dos<br />

años se realizaron en las ciudades de Mérida y Campeche, así como en diversas<br />

comunidades del sur y oriente de Yucatán.” Yo preguntaría entonces: ¿Y Quintana<br />

Roo dónde está en el Diccionario? No aparecen en él abanar, abombillar,<br />

asaltado, balance, barra, bojote, brata, cagalera, cherepo, chinear y toda la<br />

retahíla del léxico de las canicas: picsito rellenado, quics, gosiaf, lips que son<br />

prueba de la aseveración que hace Miguel Güémez en la página 15 del libro: “El<br />

resultado es que dentro de la Península se hablan tres modalidades del español.”,<br />

al menos sí a nivel lexical, a las que yo agregaría una más que aunque no esté en<br />

la Península, lingüísticamente pertenece a ella: el español de Belice.<br />

Pero no voy a hablar de lo que el Diccionario no tiene sino de lo que sí<br />

expresa. Para empezar, creo que el éxito que ha tenido el libro se debe a que<br />

viene a llenar un vacío que existía en la lexicografía mexicana que cuenta con<br />

escasos trabajos de este corte: el de regionalismos zacatecano-chilango-español,<br />

y los de regionalismos de Sonora, Veracruz, Guadalajara y D.F. Pero al no existir<br />

uno de la Península de Yucatán, la obra de Güémez Pineda se pone a la<br />

vanguardia y es referencia obligada para cualquier trabajo que a partir de hoy se<br />

emprenda.<br />

Al revisarlo, me sucedió lo mismo que experimenté cuando leí el trabajo de<br />

Alfredo Barrera Vásquez “Vocabulario de mayismos y voces mayas en el español<br />

de Yucatán” publicado en la hoy desaparecida revista Investigaciones lingüísticas<br />

en 1937, porque me regresó a mi infancia y adolescencia dejadas en Chetumal<br />

cuando en 1975 decidí irme a estudiar a la Ciudad de México, me devolvió mi<br />

léxico extraviado y casi perdido. Lo mismo me sucedió con este libro de Miguel. Y<br />

no sólo eso, sirvió para corroborarme que lo que estoy haciendo actualmente en la<br />

Academia Mexicana de la Lengua va a servir para acrecentar el ya mencionado<br />

DM en su próxima edición. Y algo más, me dio la oportunidad de completar mi<br />

lexicón con más de 30 voces que, por olvido, estaba dejando de lado, sean los<br />

casos de apesgado, mayero, maricona, clariosa, globulito, irritación, enfermar y<br />

muchas más.<br />

El Diccionario tiene el mérito de ser un lexicón que refleja los usos<br />

corrientes de la lengua, y creo que en una futura edición debería ostentar marcas<br />

sociolingüísticas para hacerlo más claro. Es decir, marcas que muestren que la<br />

voz tiene un uso coloquial o formal o popular, si se trata de un eufemismo o de un<br />

vulgarismo, si su uso es rural, festivo, despectivo o afectivo o si es poco usada.<br />

2


Con estas marcas, el lector podrá saber a ciencia cierta en qué nivel sociocultural<br />

el empleo de una voz es mayor, en qué circunstancias del habla suele aparecer<br />

con mayor frecuencia, si se usa en todos los círculos sociales (coloquial), o en su<br />

caso, si no tiene marca alguna significaría que su uso no es coloquial ni formal ni<br />

popular, sino que es empleada por todos los hablantes independientemente de su<br />

estrato social y circunstancia pragmática, tal vez sea el caso de cheva ‘cerveza’ o<br />

chicharra ‘chicharrón’.<br />

Por otro lado, el Diccionario que hoy presentamos contiene una buena<br />

cantidad de mayismos y formas híbridas que lo hacen singular. Chaya y sascabera<br />

serían dos botones de muestra solamente. Pero también contiene otras que no<br />

son propiamente yucatequismos, sino que pertenecen al ancho mundo<br />

panhispánico, sean los casos de sarteneja o mestizaje, o al no tan ancho<br />

mexicano, como felpar.<br />

Sin embargo, se recarga atinadamente con formas muy nuestras como<br />

achocar, ajiaco, alux, lapo, k’olís, p’irix, tajador, tolok, carrillo, cobratario,<br />

emposmado, ensuciar, gustar, hacer cuch, joch’obear, k’astakán, tuch, vereda y<br />

muchísimas más. Son estas nuestras palabras cotidianas, un lexicón híbrido<br />

maya-español con el que nos comunicamos todos los días, expresamos nuestras<br />

emociones, relatamos nuestras anécdotas, y sobre todo, sorprendemos al extraño,<br />

nos distinguimos del resto de los hablantes del español mexicano por estas formas<br />

léxicas en las que conviven la raigambre maya, la casticidad hispánica, las voces<br />

antillanas, y en el caso de Quintana Roo y más específicamente de Chetumal, la<br />

presencia beliceña.<br />

Al menos en Chetumal, es común oír rice and beans [raisanbíns], queque,<br />

ajiaco, ceré, hacer shoaf, salad y otras más de origen antillano o inglés, pero<br />

también chicolear, clariosa, ámpula, pichón, se gastó el agua, gustamos la tele,<br />

menuza que han rebasado los límites de la ciudad y que provienen del léxico<br />

yucateco. Un léxico peculiar que necesita ser redefinido porque, al menos, podría<br />

tener dos variantes: 1. Las voces mayas que conservan su prístino linaje indígena,<br />

como chuchul, los llamados mayismos que han modificado su estructura por<br />

influencia de las leyes fonéticas y morfológicas del español, como chaya, y los<br />

híbridos morfológicos como xixito, y 2. Las voces que en esta región mexicana se<br />

usan con un significado diferente al que tienen en otras partes de México o del<br />

mundo, como son los casos de chicolear que, en alguna zona de nuestro país,<br />

significa ‘hacer gestos de cariño’, y aquí ‘agitar un líquido dentro de un recipiente<br />

tapado’, o de calilla que es ‘persona que molesta o fastidia continuamente’ y que<br />

nosotros lo usamos como sinónimo de ‘supositorio’. Habrá que aclarar qué se<br />

entiende por yucatequismo.<br />

3


El DM de la Academia contiene 47 voces yucatecas, si quitamos las<br />

denominaciones de la flora y la fauna, y creo que habrá que hacer una revisión de<br />

este trabajo para contrastarlo con este DEY con objeto de hacer aclaraciones y<br />

enmendar yerros como éste. Por ejemplo, el DM en la entrada de vaporcito<br />

asienta: “M. En Yucatán, rollo de carne de pollo, de cerdo o de cazón.”, y el DEY<br />

anota: “Pequeño tamal torteado de masa de maíz con carne molida o de pollo en<br />

su interior, envuelto en hoja de plátano”, que es la acepción que yo conozco.<br />

Primer yerro, primera corrección. Y así con otras que, tal vez, tengan el mismo<br />

rostro. Con acciones como éstas, no sólo corregimos lo hecho en otras latitudes,<br />

sino que al plasmar verazmente la realidad de los usos y significados de ésta y<br />

otras voces, damos al mundo hispánico muestra de un mosaico lexical singular<br />

hecho por especialistas y conocedores de la cultura de nuestra región.<br />

Sobre la fonética del español yucateco no cabe duda de que su particular<br />

fonación se debe a la lengua maya con la que convive a menudo. Por otro lado,<br />

habrá que poner atención a la sintaxis de algunos giros usados en esta zona para<br />

hallarles un contrapeso en algún sitio del mundo hispánico para sostener que ésta<br />

es propia de nosotros y de nadie más.<br />

Finalmente, quiero dar la bienvenida a este nuevo Diccionario del español<br />

yucateco que viene a enriquecer el acervo lingüístico peninsular con un joven<br />

rostro lexical, un libro que llega para asentar sobre la mesa la herencia cultural<br />

que los quintanarroenses le debemos a Yucatán, un compendio de voces que nos<br />

hermanan con la tierra del faisán y del venado, voces que permean las nuestras,<br />

que las matizan y las hacen cada día más necesarias en un mundo que tiende a<br />

globalizarse, ser uno solo, pero que no lo ha conseguido aún, por fortuna.<br />

4<br />

Abril de 2012.

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