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1 NOCHE Y DÍA CRÓNICA TESTIMONIAL A partir de los ... - Pparg

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<strong>NOCHE</strong> Y <strong>DÍA</strong><br />

<strong>CRÓNICA</strong> <strong>TESTIMONIAL</strong><br />

A <strong>partir</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> testimonios <strong>de</strong> Alberto Elizal<strong>de</strong>, Julio Urien, Dalmiro<br />

Suárez, José Brontes, Eduardo Jozami y Julio Mogordoy fue elaborada<br />

esta crónica que preten<strong>de</strong> dar una base histórica y, a la vez, convertirse<br />

en la base <strong>de</strong>l preguión <strong>de</strong> la película. Los setenta fragmentos elegidos<br />

están or<strong>de</strong>nados <strong>de</strong> acuerdo a un criterio cronológico y preten<strong>de</strong>n<br />

abarcar el período que va <strong>de</strong>s<strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1976 hasta diciembre <strong>de</strong><br />

1978 en <strong>los</strong> pabellones 1 y 2 <strong>de</strong> la U9 <strong>de</strong> La Plata. La <strong>de</strong>nominación <strong>de</strong><br />

“escenas” respon<strong>de</strong> a que la selección y ubicación respon<strong>de</strong> a un criterio<br />

narrativo y no sólo al valor testimonial que tienen en sí mismos. Des<strong>de</strong><br />

ya, <strong>los</strong> episodios contados y <strong>los</strong> protagonistas elegidos no son <strong>los</strong> únicos<br />

y fueron tomados <strong>de</strong> entre muchos otros protagonistas y situaciones<br />

vividas en esa cárcel y por muchos otros presos políticos. Esperamos<br />

que todos el<strong>los</strong>, y sus familiares, pue<strong>de</strong>n sentirse expresados en esta<br />

historia.<br />

1


PRIMERA PARTE:<br />

CREAN LOS PABELLONES DE LA MUERTE<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

Durante la época <strong>de</strong> Parenti como director, hasta fines <strong>de</strong>l 76, teníamos<br />

un régimen tranquilo, hablábamos con <strong>los</strong> celadores, no les teníamos<br />

miedo, eran como un igual, nos tenían un respeto absoluto. Después<br />

<strong>de</strong>l Golpe, entran a caer sindicalistas, sobre todo. Y para peor entrar a<br />

caer gente <strong>de</strong>l CNU. El indio Castillo, por ejemplo. Hasta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />

Golpe, nosotros rechazábamos la comida porque habíamos encontrado<br />

un gusanito en un plato. Los presos que llegaban <strong>de</strong> Devoto estaban<br />

acostumbrados a comer mierda y para el<strong>los</strong> la comida que comían en La<br />

Plata era exquisita. Los compañeros <strong>de</strong> Devoto no <strong>de</strong>cían “están locos,<br />

uste<strong>de</strong>s no saben lo que pasa en el país, en las cárceles, están matando<br />

gente en Córdoba”. Nosotros durante meses seguimos así. Ya hacía dos<br />

meses y medio que estaba la dictadura, estaban matando gente por<br />

todos lados. Hasta ese momento pintábamos. Yo tenía acuarelas,<br />

hacíamos tarjetas, tallábamos huesos. Perata, “el vietnamita”, un<br />

verda<strong>de</strong>ro hijo <strong>de</strong> puta, nunca había tocado a nadie. Una vez, le pegó a<br />

un compañero, a Néstor Rojas, y armamos un tremendo quilombo.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Yo fui trasladado <strong>de</strong> Villa Devoto a mediados <strong>de</strong>l 76. En La Plata caí en<br />

<strong>los</strong> chanchos porque estaba escribiendo un caramelo. Fue en una<br />

requisa muy sorpresiva y, bueno, entonces me comí el caramelo y me<br />

llevaron a <strong>los</strong> chanchos. Yo estaba en el pabellón 13. Me aplican la pena<br />

máxima: 30 días en <strong>los</strong> calabozos individuales, 60 días aislado<br />

completamente y 90 días encerrado en la celda <strong>de</strong>l pabellón. Ahí se da<br />

un hecho muy jocoso. Jocoso en el medio <strong>de</strong> ese clima. Ese día también<br />

lo habían llevado al chancho al Negro Ponce León y a otros compañeros<br />

más. Y el Negro estaba por las celdas <strong>de</strong> a<strong>de</strong>lante. Nos habían abierto<br />

las celdas, nos habían sacado todo <strong>los</strong> milicos <strong>de</strong>l Ejército, con las<br />

armas, en vez <strong>de</strong> <strong>los</strong> carceleros. El<strong>los</strong> nos putearon, nos insultaron,<br />

“¡Los vamos a matar a todos!”. De repente, oí que se abría una puerta,<br />

y entraban a la celda <strong>de</strong> Ponce León, y se armó un gran quilombo.<br />

Escuché la voz <strong>de</strong> Ponce León que les dice “Muchachos, yo tengo<br />

perpetua, el que quiera entrar en la celda que entre, pero que se la<br />

aguante”. El Negro se había puesto en guardia y <strong>los</strong> tipos, mucho “eh,<br />

eh, eh” pero no entraron. ¿Quién estaba al lado <strong>de</strong> la celda <strong>de</strong>l negro?<br />

Yo, justamente yo. Cobré como en el banco. A mí no me dijeron nada,<br />

no alcancé a <strong>de</strong>cir nada, abrieron y me dieron sin <strong>de</strong>cir agua va. Y<br />

<strong>de</strong>spués nos cagábamos <strong>de</strong> risa, “Vos negro hijo <strong>de</strong> puta, <strong>de</strong>cís que<br />

tenés perpetua te miran la cara <strong>de</strong> malo, y nosotros cobramos doble”.<br />

2


ESCENA N° DALMIRO<br />

La requisa <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong>l 76 fue el indicio. Yo estaba en el Pabellón<br />

11. Nos encerraron en las celdas con candados. Y al rato vimos que <strong>los</strong><br />

milicos entraban hasta el fondo. Yo estaba en la cuarta celda y pu<strong>de</strong> ver<br />

el movimiento. Enfrente mío estaban Líbera y Troncoso... Vi que<br />

montaban una ametralladora... pensé que nos venían a masacrar. Y<br />

entraron <strong>los</strong> tipos, <strong>los</strong> milicos y se apostaron en todo el pabellón <strong>de</strong><br />

punta a punta. Nos abrieron las celdas nos hicieron salir... En ese<br />

momento pensábamos cualquier cosa. Desfilaron <strong>de</strong>lante nuestro.<br />

Preguntaron cómo funcionaban <strong>los</strong> pabellones y <strong>de</strong>spués, me parece que<br />

fue al otro día, vino la gran requisa y se empezaron a llevar todo.<br />

Libros, cua<strong>de</strong>rnos....Nos <strong>de</strong>jaron solamente calentadores, mate y la<br />

ropa.<br />

Nosotros a pesar <strong>de</strong> todo, seguíamos planteando cosas. Teníamos una<br />

actitud permanente <strong>de</strong> plantear reivindicaciones a la jefatura <strong>de</strong>l penal.<br />

Hacíamos notas, discutíamos con Parenti. Me acuerdo que el tipo nos<br />

<strong>de</strong>cía que las cosas habían cambiado y que él no podía hacer nada.<br />

Hasta se planteó hacer una huelga <strong>de</strong> hambre. Hasta que nos dimos<br />

cuenta que eso era una barbaridad. Nosotros <strong>de</strong> a poco fuimos tomando<br />

conciencia <strong>de</strong> lo que pasaba.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

El 13 <strong>de</strong> diciembre fue el quiebre. Ese día formaron fila india todos <strong>los</strong><br />

milicos. Los <strong>de</strong> mantenimiento, la guardia interna, la guardia externa,<br />

<strong>los</strong> oficiales. Nosotros estábamos en un segundo piso, <strong>los</strong> pabellones<br />

11 y 12 quedaban en un segundo piso. Salimos <strong>de</strong> ahí a correr,<br />

nosotros no queríamos correr, nos negábamos. Pabellones 11 y 12 nos<br />

negábamos a correr, no hacíamos nada corriendo. Como <strong>de</strong>cía<br />

Montenegro “yo no soy caballo para correr”. Bueno, cuando vimos como<br />

venía la mano, corrimos. Y bajamos la escalera. Al bajar, todos tenían<br />

unas cucharas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra gran<strong>de</strong>s. Nos hacían agachar la cabeza y<br />

pegaban, y pegaban, y pegaban. Y trompadas y patadas, y trompadas y<br />

patadas... yo no lo podía creer. Así nos llevan hasta un salón <strong>de</strong> actos.<br />

Ese salón estaba lleno <strong>de</strong> gente. Seguían pegando y pegando. Nos<br />

hacen <strong>de</strong>svestir a todos y siguieron pegando. Cuando volvimos a la<br />

celda, volvimos <strong>de</strong>snudos, con la ropa en la mano, con la ropa que cada<br />

uno pudo agarrar. Fue todo un movimiento a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ese salón <strong>de</strong><br />

actos que era muy gran<strong>de</strong>. En ese salón habíamos visto la pelea <strong>de</strong><br />

Monzón, nosotros íbamos a ver televisión ahí...<br />

Los milicos <strong>de</strong>cían poco, y lo que más hacían era putear, quisimos pedir<br />

algunas explicaciones y la respuesta que hubo fueron trompadas y<br />

puteadas.<br />

3


Volvimos a <strong>los</strong> mismos pabellones. Pero aparecieron muchas caras<br />

nuevas.<br />

Oficiales. Ese día fue un quiebre. Aparecieron esa manga <strong>de</strong><br />

torturadores. Como el Manchado Fernán<strong>de</strong>z... Por supuesto se va<br />

Parenti. Y ahí sí empezamos a tener conciencia <strong>de</strong> lo que se venía. Ahí<br />

se produjeron <strong>los</strong> primeros movimientos. Gente que salía, se la llevaban<br />

y no sabíamos a dón<strong>de</strong> se la llevaban.<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

Entre mediados y fines <strong>de</strong> 1976, <strong>los</strong> militares sacaron a todos <strong>los</strong> presos<br />

políticos varones <strong>de</strong>l penal <strong>de</strong> Villa Devoto y <strong>los</strong> trasladaron a la Unidad<br />

9 <strong>de</strong> La Plata. El coronel Ramón Camps, jefe <strong>de</strong> la policía <strong>de</strong> la provincia<br />

<strong>de</strong> Buenos Aires, esperó hasta el primer día hábil <strong>de</strong>l nuevo año: el lunes<br />

3 <strong>de</strong> enero, tropas <strong>de</strong> la policía ro<strong>de</strong>aron la Unidad 9 con cascos y<br />

fusiles; <strong>los</strong> guardiacárceles se encargaron <strong>de</strong> patear a <strong>los</strong> presos y<br />

sacarles <strong>los</strong> libros. Y el coronel Camps lo explicó a la prensa:<br />

-Se trata <strong>de</strong> una reclasificación <strong>de</strong> <strong>los</strong> subversivos <strong>de</strong>tenidos.<br />

Al día siguiente el diario El Día informaba que, en las afueras <strong>de</strong>l penal,<br />

la policía había hecho una montaña con las pertenencias <strong>de</strong> <strong>los</strong> presos,<br />

incluidos <strong>los</strong> libros, y las quemó a la vista <strong>de</strong>l público. Alberto Elizal<strong>de</strong> se<br />

lamentaba <strong>de</strong> no haber podido terminar Civilización y Desarrollo, <strong>de</strong>l<br />

antropólogo brasileño Darcy Ribeiro. Cuando se encontró solo, agobiado<br />

por el calor, en su celda <strong>de</strong>l pabellón 2, se agarró una bronca <strong>de</strong> mil<br />

<strong>de</strong>monios: un preso sin libro se sentía mucho más preso. Y las horas en<br />

blanco lo obligaban a pensar una y mil veces en todos <strong>los</strong> peligros, <strong>los</strong><br />

errores, <strong>los</strong> placeres que habían quedado tan tan lejos.<br />

Para zafar, Alberto repasó mentalmente algunas categorías <strong>de</strong> Ribeiro<br />

sobre el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> <strong>los</strong> mo<strong>de</strong><strong>los</strong> <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrollo capitalista tardío: <strong>de</strong><br />

pronto, se sentía brutalmente lúcido e imaginaba maneras <strong>de</strong> estimular<br />

el <strong>de</strong>sarrollo industrial argentino o <strong>de</strong> resolver el problema <strong>de</strong> la<br />

tecnificación <strong>de</strong>l agro y la propiedad <strong>de</strong> la tierra en la Argentina. Pero al<br />

mismo tiempo se preguntaba qué hacía en esa celda tan chica: el<br />

espacio no daba para más <strong>de</strong> tres pasos. Y, para colmo, la humedad, la<br />

falta <strong>de</strong> aire. Se puso a hacer flexiones <strong>de</strong> brazos y la bronca aflojó un<br />

poco. Recién al otro día, al salir al patio, se dio cuenta que la<br />

reclasificación era bastante prolija: en ese pabellón había 25 presos,<br />

todos <strong>de</strong>l PRT, y en el pabellón <strong>de</strong> enfrente, el 1, todos eran cuadros<br />

montoneros. En <strong>los</strong> <strong>de</strong>más pabellones también <strong>los</strong> habían agrupado por<br />

organización, por nivel <strong>de</strong> compromiso o por sector político. Había<br />

sectores para <strong>los</strong> ex funcionarios <strong>de</strong>l gobierno <strong>de</strong> Isabel, para <strong>los</strong><br />

cuadros, <strong>los</strong> militantes <strong>de</strong> base y <strong>los</strong> simpatizantes. Y un pabellón para<br />

<strong>los</strong> presos que se habían dado vuelta: <strong>los</strong> “quebrados”, <strong>los</strong> “buchones”.<br />

4


ESCENA N° (URIEN)<br />

Cuando Julio Urien reconoció las voces <strong>de</strong> <strong>los</strong> otros presos <strong>de</strong>l pabellón 1<br />

<strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> La Plata pensó que estaba jodido. Lo habían trasladado<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> Villa Devoto a mediados <strong>de</strong> 1976, pero la reclasificación <strong>de</strong> enero<br />

<strong>de</strong> 1977 lo puso en uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> “pabellones <strong>de</strong> la muerte” <strong>de</strong>l coronel<br />

Ramón Camps. Sus compañeros, Rufino Pirles, Dardo Cabo, Ernesto<br />

Villanueva, Jorge Taiana, Francisco Gutiérrez, José Brontes, Horacio<br />

Crea, Horacio Rappaport, Eduardo Jozami, Ricardo Rodríguez Saá, Angel<br />

Georgia<strong>de</strong>s y varios más, eran cuadros montoneros <strong>de</strong> mucho nivel. Eran<br />

unos veinte: Julio pensó que la selección estaba bien hecha, y que así<br />

<strong>los</strong> militares conseguían aislar a <strong>los</strong> militantes <strong>de</strong> base e intermedios <strong>de</strong><br />

su conducción <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la cárcel.<br />

Ser uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong> era casi un honor, pero también una amenaza fuerte: la<br />

muerte le podía llegar en cualquier momento. Julio pensó que era<br />

entonces, ante el mayor <strong>de</strong>safío, cuando tenía que asumir plenamente<br />

sus responsabilida<strong>de</strong>s y <strong>de</strong>mostrarse su valor. Y que lo importante era<br />

pasar esos primeros momentos <strong>de</strong>l embate represivo. Tener paciencia,<br />

se <strong>de</strong>cía: en esos casos, no había otra que tener paciencia.<br />

Y <strong>de</strong>cisión: en esos días se había enterado, a través <strong>de</strong> otro preso, <strong>de</strong> la<br />

muerte <strong>de</strong> Car<strong>los</strong> Lebrón, y lo había golpeado mucho. Car<strong>los</strong> caminaba<br />

<strong>de</strong>sarmado por una plaza <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> Tucumán cuando se le acercaron<br />

cuatro o cinco hombres y lo balearon sin más. Después <strong>de</strong>l primer<br />

sacudón, Julio pensó que Car<strong>los</strong> Lebrón había sido el primer oficial <strong>de</strong> la<br />

Armada que moría luchando por la revolución y que eso, algún día, sería<br />

un ejemplo para otros.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Yo había estado con Dardo Cabo en Devoto. Cuando llegamos a La<br />

Plata, él había ido a otro pabellón y volvimos a juntarnos en el 1. A<br />

Dardo lo conocía <strong>de</strong> afuera. Dardo Cabo era como una especie <strong>de</strong><br />

símbolo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> lo que eran <strong>los</strong> movimientos peronistas juveniles,<br />

entre otras cosas porque era el que había estado en un operativo<br />

comando en Las Malvinas en 1966. Claro, yo lo conocía pero recién<br />

<strong>de</strong>spués me enteré <strong>de</strong> que era Dardo Cabo, o sea conocía al símbolo y al<br />

compañero -que era muy piola- pero no juntaba las dos cosas. Un día<br />

pu<strong>de</strong> unir las dos cosas: “ah, vos sos Dardo Cabo”; y no podía creerlo.<br />

Eso pasó con varios compañeros. Bueno, con mi compañero <strong>de</strong> causa<br />

también, con Julio Urien, que había hecho el levantamiento <strong>de</strong> la<br />

Escuela <strong>de</strong> Mecánica <strong>de</strong> la Armada siendo oficial <strong>de</strong> la Marina, el día que<br />

volvía Perón a la Argentina <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dieciocho años. Vivíamos,<br />

incluso, en la misma casa, y yo no sabía que él era Julio Urien. Cuando<br />

caemos presos, nos conocíamos por nuestros respectivos nombres <strong>de</strong><br />

guerra. Yo era obrero textil, pero a<strong>de</strong>más estábamos construyendo una<br />

cárcel <strong>de</strong>l pueblo en esa casa. Nos ro<strong>de</strong>aron y no pudimos resistirnos.<br />

5


Cuando estamos en Coordinación Fe<strong>de</strong>ral, él me dijo: “Che, loco, yo soy<br />

Julio Urien”. Es in<strong>de</strong>scriptible lo que sentí yo en ese momento: “Acá voy<br />

a cobrar el triple, si ya había cobrado por la casa, con el nombre <strong>de</strong> éste<br />

voy a cobrar el triple”. Bueno, era producto <strong>de</strong> aquella época. El secreto<br />

entre nosotros era por una política <strong>de</strong> preservarnos.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

-¿Qué hacés, Almirante? –dijo Dardo Cabo.<br />

-Hola, Dardo, ¿cómo estás?<br />

El recreo era corto y el patio chico, pero les hacía bien salir un rato,<br />

hablar con alguien. Unos días antes les habían sacado libros y revistas y<br />

<strong>los</strong> días <strong>de</strong> aislamiento se les hacían larguísimos.<br />

-Jodido, che, como dijo el paisano: al pedo como harina que no se<br />

amasa y pan que no se ven<strong>de</strong>. ¡Qué turros, apenas si nos <strong>de</strong>jaron la<br />

yerba y <strong>los</strong> cigarril<strong>los</strong>! Acá se viene una brava, hermano.<br />

Dardo Cabo sacó una sonrisa <strong>de</strong> dientes perfectos. Trataba <strong>de</strong> no per<strong>de</strong>r<br />

la compostura, pese a las amenazas.<br />

-Por ahora <strong>los</strong> tipos tienen margen; ya están matando presos en<br />

Córdoba, y <strong>los</strong> compañeros ya nos advirtieron que van a tratar <strong>de</strong><br />

exten<strong>de</strong>rlo a otras cárceles. Estos gorilas hijos <strong>de</strong> puta tienen el mismo<br />

libreto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>los</strong> bombar<strong>de</strong>os <strong>de</strong> Plaza <strong>de</strong> Mayo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>los</strong> fusilamiento<br />

<strong>de</strong> José León Suárez.<br />

En esos días, <strong>los</strong> presos <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> La Plata se enteraron <strong>de</strong> que en<br />

el Noreste también se estaba aplicando la “ley <strong>de</strong> fugas”. En la<br />

madrugada <strong>de</strong>l 13 <strong>de</strong> diciembre, un grupo <strong>de</strong>l Ejército apoyado por la<br />

policía provincial sacó a diez presos <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> Resistencia para<br />

llevar<strong>los</strong> al penal <strong>de</strong> Formosa. El traslado era extraño: la cárcel <strong>de</strong><br />

Resistencia era una <strong>de</strong> las más seguras <strong>de</strong>l país, y la <strong>de</strong> Formosa era<br />

muy precaria. Primero <strong>los</strong> torturaron durante horas en la Alcaidía <strong>de</strong> la<br />

policía <strong>de</strong> Resistencia; <strong>de</strong>spués se <strong>los</strong> llevaron. Y contaron que el convoy<br />

había sido interceptado en la ruta 11, a la altura <strong>de</strong> Margarita Belén, por<br />

“un grupo <strong>de</strong> <strong>de</strong>lincuentes subversivos que pretendían liberar o eliminar<br />

a <strong>los</strong> presos, para evitar que hicieran <strong>de</strong>claraciones comprometedoras”.<br />

Los diez presos murieron por bala y no hubo ningún herido: ni entre<br />

el<strong>los</strong>, ni entre <strong>los</strong> supuestos asaltantes, ni entre <strong>los</strong> soldados y policías<br />

que sufrieron su ataque.<br />

-Hermano, esto se está poniendo cada vez peor. No quiero ser lechuza,<br />

pero si esto sigue así acá nos van a terminar matando a todos.<br />

ESCENA N° (JOZAMI)<br />

A principios <strong>de</strong>l 77 se hizo la reclasificación <strong>de</strong> pabellones y a mí me<br />

tocó estar en el pabellón 1. En esos días hubo también algunos presos<br />

que manifiestamente pasaron a colaborar con el penal, entre el<strong>los</strong> dos<br />

6


personajes muy raros; a uno le <strong>de</strong>cían el Taca Di Whilliarat. Y el<br />

segundo que ya tenía alguna participación <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la estructura<br />

política en Montoneros. Era muy marginal, le <strong>de</strong>cían el Negro Sobredo.<br />

Era un preso que se caracterizaba por lo mal que trataba a sus<br />

compañeros cosa que siempre <strong>de</strong>bería habernos llamado la atención,<br />

porque la verdad que era un tipo autoritario... Y bueno, <strong>de</strong>spués me<br />

parece que comprendió que a principios <strong>de</strong>l ’77, tenía más posibilida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>l lado <strong>de</strong> <strong>los</strong> militares que con <strong>los</strong> presos. Los dos, casi <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

vamos, cambiaron <strong>de</strong> lugar <strong>de</strong> mostrador.<br />

Me trasladan <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el 7 al 1, y no sabía para qué me trasladaban. Yo<br />

venía <strong>de</strong> Devoto don<strong>de</strong> también eran frecuentes, y a veces eran muy<br />

violentas, las requisas.<br />

ESCENA N° (DALMIRO)<br />

La primera vez que mi vieja vino a visitarme fue en Banfield, porque ahí<br />

me dieron la primera visita. Me miró, me revisó y me preguntó: ¿te<br />

torturaron mucho?. Yo le dije “bueno, mamá, viste cómo es ésto”. Ella<br />

insistió “¿y qué te preguntaron? ¿qué dijiste?”. “Me preguntaron cosas<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> compañeros”, le dije. “¿Y vos dijiste algo?” ”No, mamá, nada”.<br />

“Bueno hijo, estoy muy orgul<strong>los</strong>a <strong>de</strong> vos, para mí esto era muy<br />

importante”. Y la verdad esto a mí me agarró <strong>de</strong> sorpresa. Toda vez que<br />

había situaciones dón<strong>de</strong> uno podía llegar a flaquear o a tener miedo, mi<br />

vieja te daba un empujón para seguir. A<strong>de</strong>más pensá lo que hacía mi<br />

vieja, viajaba tres horas, buscaba contactos para conseguir información<br />

sobre <strong>los</strong> chicos, se iba a San Justo y se encontraba con las Madres en<br />

las misas. Mi vieja empezó a ir a la plaza con mi sobrino, que era<br />

chiquito, se llamaba Víctor Benjamín, el hijo <strong>de</strong> mi hemana, nacido en la<br />

cárcel <strong>de</strong> Olmos. A <strong>los</strong> ocho meses, mi vieja lo pudo sacar y lo crió. Mi<br />

hermana se comió ocho años <strong>de</strong> cárcel, salió apenas dos meses antes<br />

que yo.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

No teníamos la más re-puta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo que estaba pasando. De a poco<br />

nos empezamos a enterar. Fundamentalmente por la visita. Vimos el<br />

cambio <strong>de</strong> autorida<strong>de</strong>s. El tránsito <strong>de</strong> oficiales y <strong>de</strong> oficialitos nuevos.<br />

Nosotros teníamos una relación excelente con algunas personas, el<br />

peluquero, Gonzalito, por ejemplo, era una máquina <strong>de</strong> informar. Él<br />

cortaba el pelo en la mitad <strong>de</strong>l pabellón, <strong>de</strong> a uno, y con cada uno<br />

hablaba un poco. Pero hablaba con todos, y contaba todo. Que la mano<br />

se viene muy dura, que <strong>los</strong> que vienen son muy bravos. Que está el<br />

ejército... y Gonzalito hablaba y hablaba mientras cortaba el pelo.<br />

Gonzalito hacía algo que siempre recuerdo. Cuando terminaba <strong>de</strong> cortar,<br />

7


te apoyaba la máquina en la cabeza y <strong>de</strong>cía “otro!”. Te daba como un<br />

golpecito, pero como la maquina no llegaba ni te golpeaba, te la<br />

apoyaba. Digo esto porque <strong>de</strong>spués va a venir otro que va a hacer <strong>de</strong><br />

peluquero algunas veces. El “Pájaro Loco”. Un terrible hijo <strong>de</strong> puta que<br />

fue parte <strong>de</strong> La Cacha. El Pájaro Loco te pegaba un maquinazo en la<br />

cabeza y gritaba “otro”. Y se reía... terrible hijo <strong>de</strong> puta... igual que la<br />

Monona, un terrible hijo <strong>de</strong> puta... Ya para fin <strong>de</strong> año está todo mal...<br />

ESCENA N° (JOZAMI)<br />

Sí, el régimen se hizo un poco más duro, pero ahí hay una fábula, una<br />

<strong>de</strong> esas leyendas que se crean en las cárceles, por la que se dice que<br />

<strong>los</strong> “pesados” vivíamos bien, mientras que a <strong>los</strong> <strong>de</strong>l fondo, que en<br />

general eran <strong>de</strong> menos nivel, menor compromiso, <strong>los</strong> trataban muy mal.<br />

Como toda falacia tiene su parte <strong>de</strong> verdad; es probable que hubiera un<br />

“verdugueo” mayor con <strong>los</strong> <strong>de</strong>l fondo, pero por otro lado <strong>los</strong> primeros<br />

que sacaron y ejecutaron fueron <strong>de</strong> <strong>los</strong> pabellones 1 y 2. Yo lo que creo<br />

recordar, por ejemplo, es que <strong>de</strong>jamos <strong>de</strong> ir a jugar al fútbol, <strong>de</strong>spués<br />

llegó una restricción a <strong>los</strong> diarios.<br />

Podías escribir, pero en esa época te sacaban todos <strong>los</strong> papeles que<br />

encontraban. Yo<br />

recuerdo en esos días, que escribí un documento sobre la política <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

empresarios frente al gobierno, eso me ayudó a bancar esos momentos<br />

que fueron tan duros <strong>los</strong> primeros meses <strong>de</strong>l ’77, pero escribí en unos<br />

papelitos a pesar <strong>de</strong> que no eran cosas que tuvieran datos<br />

organizativos, que fueran comprometedores para nadie. Sin embargo,<br />

ya en esa época no te podías permitir el lujo <strong>de</strong> que un cua<strong>de</strong>rno<br />

cayera, ¿no? así que escribía en papelitos <strong>de</strong> cigarril<strong>los</strong>, <strong>los</strong> guardaba,<br />

tomando las precauciones...<br />

ESCENA N° (DALMIRO)<br />

El 4 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1977, Dalmiro le escribió una carta a su hermana Nora.<br />

Ese día, la secuestraba un grupo <strong>de</strong> tareas. “Maldita coinci<strong>de</strong>ncia” dice<br />

ahora Dalmiro. “Mi vida está plagada <strong>de</strong> malditas coinci<strong>de</strong>ncias”.<br />

Este es un fragmento <strong>de</strong> esa carta que Nora nunca llegaría a recibir.<br />

“Querida hermanita: ¿cómo andás? Yo muy bien, siempre con alegría y<br />

animoso, con sólo pensar en tu sonriente carita. (...) Respecto a mi vida<br />

aquí sigue como hasta la última vez que te escribiera, es <strong>de</strong>cir, pocos<br />

libros para leer, algunas revistas y <strong>los</strong> diarios. Entre el ir y venir <strong>de</strong> un<br />

pabellón a otro, me quedé sin calentador, pero nunca me <strong>de</strong>sprendo <strong>de</strong>l<br />

mate y la bombilla. En la última visita, a pesar <strong>de</strong> tu gran entereza<br />

(cosa que siempre admiré <strong>de</strong> vos y que hace que mi respeto sea más<br />

gran<strong>de</strong>) no has podido impedir que tus ojos se nublaran y se<br />

8


entrecortaran las palabras” . Dalmiro ilustra algunas cartas. También<br />

esta. Dibuja unas siluetas y le <strong>de</strong>dica un poema a Nora.<br />

“Ayer hubiese querido cantarte una canción alegre, pero no pu<strong>de</strong> o no<br />

quise. Hoy ,sin embargo, al recordarte esa canción tan tierna, brota sin<br />

darme cuenta y a medida que <strong>los</strong> versos se abrazaban, nuestra manos<br />

se estrechaban fuertemente” .<br />

“Bajo al recreo y <strong>de</strong>spués sigo, chau brujita”. “Ya estoy <strong>de</strong> vuelta, luego<br />

<strong>de</strong> charlar en el recreo <strong>de</strong> las características geográficas <strong>de</strong> las<br />

provincias. Es <strong>de</strong>cir hicimos miniturismo oral para conocer un poco<br />

nuestra Argentina. Ya va llegando el momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirme por hoy.<br />

Quiero <strong>de</strong>cirte que a cada instante recuerdo tu carita alegre y sonriente,<br />

haciéndome guiños y morisquetas para arrancarme una sonrisa. Anoche<br />

he soñado tus cartas y no ha faltado tiempo para imaginar las cosas que<br />

me contás con tas dulces palabras. La siesta se <strong>de</strong>sploma con su<br />

característica monotonía dominguera, silenciosa y quieta, pero no tanto<br />

para mí, pues al estar escribiéndote cada pensamiento parece cobrar<br />

vida, trayéndome una canción vieja, tarareada <strong>de</strong>sparejamente por tu<br />

voz”<br />

El diario El Día <strong>de</strong>l 7 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong>l ’77, da una información pequeña en la<br />

que se refiere a la quema <strong>de</strong>l “material subversivo” que pertenecía a <strong>los</strong><br />

<strong>de</strong>tenidos <strong>de</strong> la unidad 9.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

Me trasladaron al pabellón 11 el 4 <strong>de</strong> Enero <strong>de</strong>l ´77, cuando nos<br />

enteramos que se están llevando a <strong>los</strong> compañeros “catalogados” al 1 y<br />

al 2. Nosotros estábamos en el pabellón 14. Yo compartía la celda con<br />

un tal Luis Martela. Un tipo rengo, obrero <strong>de</strong> la Fiat <strong>de</strong> Pacheco,<br />

conocido por otros compañoeros. El pabellón estaba dividido en dos,<br />

era muy largo, muy gran<strong>de</strong>, estábamos <strong>de</strong> a dos en la celda. Había más<br />

<strong>de</strong> cuarenta y pico celdas. Eramos noventa y pico <strong>de</strong> tipos. Y había<br />

muchos pibes <strong>de</strong> la juventud guevarista, <strong>de</strong> 17, 18 años: Me acuerdo<br />

que yo nunca había visto pibes tan chicos en la cárcel cómo ese año.<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

-¡Qué hacés, Negro! ¿Cómo andás? –dijo Elizal<strong>de</strong>.<br />

En el recreo, Alberto se encontró con varios compañeros suyos que no<br />

había visto en mucho tiempo. Con <strong>los</strong> traslados <strong>de</strong> cárceles y cambios <strong>de</strong><br />

pabellones, se encontraban y se <strong>de</strong>sencontraban. Car<strong>los</strong> Ponce <strong>de</strong> León,<br />

el Negro, había caído también en el pabellón 2: ya hacía dos meses que<br />

estaba en la cárcel <strong>de</strong> La Plata, pero en otro pabellón.<br />

-La veo fiera, hermano.<br />

-¿Qué sabés, Negro?<br />

9


-La semana pasada estábamos encerrados en las celdas y por <strong>los</strong><br />

movimientos nos dimos cuenta que había entrado una visita pesada, se<br />

escuchaban las botas en el pasillo. De repente me abren la puerta y me<br />

lo encuentro a Camps con todos <strong>los</strong> galones. El tipo me dice ‘¿usted es<br />

Ponce <strong>de</strong> León?’, le digo que sí; el tipo insiste ‘¿el que cayó en el<br />

comando <strong>de</strong> Sanidad <strong>de</strong>l Ejército?’. Yo le digo que sí, y entonces el tipo<br />

me dice que yo soy irrecuperable, y que <strong>los</strong> irrecuperables íbamos a<br />

pa<strong>de</strong>cer como en el infierno. Antes <strong>de</strong> irse, el tipo me puso el <strong>de</strong>do en el<br />

pecho, se sonrió y me dijo ‘ésto es una guerra, uste<strong>de</strong>s son enemigos <strong>de</strong><br />

la Argentina. Se la buscaron’.<br />

Caminaban por un patio muy chico con alambres <strong>de</strong> púas sobre <strong>los</strong><br />

muros. Alberto pensó que ahora parecía un campo <strong>de</strong> concentración<br />

como <strong>los</strong> <strong>de</strong> las películas <strong>de</strong> nazis.<br />

-¿Y que te parece, Negro? ¿Cómo viene la mano?<br />

-Mirá, no hay que <strong>de</strong>jarse impresionar, pero la sensación que me <strong>de</strong>jó<br />

ese tipo es que si pue<strong>de</strong>n nos boletean a todos. ¿Sabés que andan<br />

diciendo <strong>los</strong> guardias? Que a nuestros pabellones, el 1 y el 2, <strong>los</strong> milicos<br />

<strong>los</strong> llaman <strong>los</strong> pabellones <strong>de</strong> la muerte.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

En la celda <strong>de</strong>l pabellón 13, yo hablaba mucho con el Rengo Martela<br />

sobre qué compañeros eran <strong>los</strong> más potables, <strong>los</strong> <strong>de</strong> más confianza.<br />

Decidimos que íbamos a elegir la dirección a la mañana y que luego la<br />

íbamos a comunicar al pabellón 2 para que dijeran si había algún<br />

problema. Una cosa formal, nada más. En ese momento nosotros ya<br />

teníamos la noticia <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Dardo Cabo. Estamos hablando <strong>de</strong>l<br />

día 8 o 9 <strong>de</strong> enero. Por votación <strong>de</strong> <strong>los</strong> compañeros quedamos Dalmiro<br />

Suárez, Néstor Rojas, Guillermo Segali y yo.<br />

Ya sonaba el tema <strong>de</strong> que se <strong>los</strong> juntaba para matar<strong>los</strong>... La cosa es que<br />

nosotros ya habíamos formado una dirección. A las once <strong>de</strong> la mañana<br />

nos llevan a <strong>los</strong> pabellones. A las doce, antes <strong>de</strong> la comida, lo sacan a<br />

Martela <strong>de</strong> la celda, porque supuestamente tenía <strong>de</strong>ntista. Vuelve <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>ntista, vuelve tocándose la boca, me acuerdo Yo le <strong>de</strong>cía: “¿te duele?.<br />

Hace unos buches <strong>de</strong> agua fría”. A las tres salimos al recreo. Teníamos<br />

unas pocas cosas en la celda. A esa altura: uno o dos uniformes,<br />

sábanas, frazada, máquina <strong>de</strong> afeitar, un calentador, una pava, un<br />

mate, una bombilla, el cepillo <strong>de</strong> dientes, la pasta <strong>de</strong>ntal, la yerba, un<br />

poco <strong>de</strong> comida, tarritos, una cucharita... Salimos al recreo a las tres <strong>de</strong><br />

la tar<strong>de</strong>. Ya empezábamos a trabajar con la dirección. Nos reunimos<br />

cómo qué estábamos jugando al ajedrez, para dividirnos tareas.<br />

Comunicaciones, trabajo político, la atención <strong>de</strong> <strong>los</strong> compañeros<br />

sancionados. A las tres y media vienen a buscar a Martela, y se lo<br />

llevan. Pregunté “¿A dón<strong>de</strong> va?”¿a dón<strong>de</strong> lo llevan?”. El milico me dijo<br />

10


“¡cállese y retírese <strong>de</strong> acá!”. Todo el mundo me miró. Lo noté nervioso a<br />

Martela. En un momento pensé, lo llevan y lo matan. Obrero <strong>de</strong> la Fiat,<br />

y un compañero obrero en ese momento era muy importante. En<br />

nuestro imaginario era lo más importante, había que protegerlo. Nos<br />

quedamos discutiendo qué hacer frente a eso. Si hacíamos una re-chifla,<br />

si daban las condiciones. Yo seguía con la cabeza <strong>de</strong>l 76. Planteaba<br />

patear la puerta, armar quilombo, rechazar la comida. No era consciente<br />

<strong>de</strong> la muerte, ni me raspaba, ni me preocupaba. Me preocupaban mucho<br />

más <strong>los</strong> compañeros. Sobre todo que teníamos una población <strong>de</strong> pibes<br />

terrible. Cuando formamos para ir a la celda, todo tranquilo. Pero<br />

cuándo llego a la celda, estaba todo vacío. Entonces digo, “no, me<br />

equivoqué <strong>de</strong> celda”. Me doy vuelta le voy a reclamar al celador pero el<br />

tipo me empuja y cierra la puerta.<br />

Me quedé en la celda vacía. No había nada. No ni el colchón. Nada.<br />

Totalmente vacía. Me puse hablar con <strong>los</strong> compañeros <strong>de</strong> las celdas<br />

vecinas. “No tengo nada”. Les dije. Pregunté qué pasó y dón<strong>de</strong> estaba<br />

Martela. Dalmiro, que estaba en una celda un poco más lejos me<br />

preguntaba “yorugua, qué pasó?”. “No sé -les <strong>de</strong>cía yo- no sé, la celda<br />

esta vacía”. Quince, veinte minutos <strong>de</strong>spués, se abre la reja <strong>de</strong>l medio y<br />

gritan “Segali, Mogordoy, Suárez y Rojas con todo”. Ahí me di cuenta.<br />

Me senté en la cama y dije “qué rengo hijo <strong>de</strong> re-mil puta”. Y salí. Salí<br />

con las manos atrás, Dalmiro iba con un mono en el hombro, todos<br />

estaban con <strong>los</strong> monos, en fila india, y yo sin nada. Segali me miraba y<br />

yo lo único que <strong>de</strong>cía era “qué rengo hijo <strong>de</strong>…”. Llegamos al pabellón 2.<br />

Aparece el Puma Jáuregui, un gran compañero que murió <strong>de</strong> asma, y<br />

me dice “¿qué necesitás?”... Le digo “no tengo nada, me robaron todo”.<br />

ESCENA N° (JOZAMI)<br />

Lo que más recuerdo es el momento <strong>de</strong>l traslado <strong>de</strong> el<strong>los</strong>: Dardo estaba<br />

en la celda 1, y yo estaba en la 3, bastante cerca, y Pirles estaba <strong>de</strong><br />

limpieza, fuera <strong>de</strong> las celdas pero <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l pabellón. Recuerdo que<br />

Dardo lo llama al El Palo -como le <strong>de</strong>cíamos a Pirles-:<br />

-Averiguá, qué es esto...<br />

Esas cosas medios absurdas que tenemos <strong>los</strong> presos <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir “averiguá”,<br />

cuando no hay nada que averiguar, a cualquiera que le preguntara le iba<br />

a <strong>de</strong>cir “sí, lo trasladan”, pero era una manifestación <strong>de</strong> que Dardo<br />

estaba realmente muy preocupado, lo veía como algo muy raro. La<br />

respuesta <strong>de</strong> Pirles fue más tranquilizadora, pero era algo que tenía más<br />

que ver con la personalidad <strong>de</strong> él. Le dijo<br />

-No, dicen que nos trasladan, a Sierra Chica, parece.<br />

Con ese traslado, a lo mejor por haber escuchado ese diálogo, me<br />

quedé un poco preocupado. Mentiría si dijera que pensaba que <strong>los</strong> iban a<br />

matar, porque nada <strong>de</strong> eso había pasado todavía en La Plata. Nosotros<br />

11


no sabíamos, por ejemplo que Sasiain que era el jefe <strong>de</strong> la brigada <strong>de</strong> la<br />

4° en Córdoba, fue el jefe <strong>de</strong> esa brigada cuando se hicieron <strong>los</strong><br />

fusilamientos, sacaron a la gente para matarla en la cárcel <strong>de</strong> Córdoba,<br />

¿no? No nos imaginábamos que podía ocurrir eso, pero ya ese traslado<br />

<strong>de</strong>jó una perspectiva inquietante.<br />

ESCENA N° (JOZAMI)<br />

Me acuerdo que la noche en que se llevaron a Cabo y a Pirles nos dieron<br />

milanesas para ver si <strong>de</strong> alguna manera compensaban o aplacaban<br />

nuestro estado <strong>de</strong> ánimo. No me acuerdo si nos dieron milanesas<br />

cuando ya supimos la noticia o la noche <strong>de</strong>l traslado. Y, bueno, la<br />

reacción más importante fue que pedimos entrevistas con el director <strong>de</strong>l<br />

penal. Algunas las obtuvimos, yo tuve tres. Era individual. Creo que<br />

también estuvo Horacio Crea... Cuando fui, estaba solo. Le dije, qué<br />

había pasado. Y entonces Dupuy me dijo “qué<strong>de</strong>nse tranqui<strong>los</strong>, yo no<br />

voy a entregar ningún preso si no es con la or<strong>de</strong>n en regla”. Pero bueno,<br />

eso no da seguridad, porque para usted todas las ór<strong>de</strong>nes son reglas, y<br />

<strong>los</strong> que lo están pidiendo <strong>de</strong>ben ser <strong>de</strong>l primer cuerpo <strong>de</strong>l Ejército o <strong>de</strong><br />

la Brigada. Y entonces él me dijo “si a mí me pi<strong>de</strong>n un preso como<br />

correspon<strong>de</strong>, yo no tengo ninguna posibilidad <strong>de</strong> negarlo”. Yo le <strong>de</strong>bo<br />

haber dicho, palabras más palabras menos, “bueno, pero usted se hace<br />

responsable también <strong>de</strong> esto”. Y me dijo que no, yo lo único que puedo<br />

garantizar es que nadie lo va a sacar por izquierda, que figure en las<br />

ór<strong>de</strong>nes como correspon<strong>de</strong>.<br />

Él admitía el vínculo con el Ejército en esa conversación pero no se<br />

pronunciaba respecto a qué había pasado, si <strong>los</strong> habían simplemente<br />

matado, si había habido algún intento <strong>de</strong> fuga como <strong>de</strong>cía la versión<br />

oficial. Tampoco le <strong>de</strong>bo haber preguntado mucho, porque lo que nos<br />

importaba fundamentalmente era ver si teníamos algún tipo <strong>de</strong> garantía.<br />

Después, o al mismo tiempo <strong>de</strong> esto, muchos familiares fueron a hablar<br />

con el director. El director se aprovechaba <strong>de</strong> que era más fácil hablar<br />

con <strong>los</strong> familiares que con <strong>los</strong> presos, y <strong>los</strong> tranquilizaba un poco más,<br />

¿no? La línea era la misma, “yo no voy a permitir que saquen a nadie <strong>de</strong><br />

acá, si no viene con la or<strong>de</strong>n correspondiente”. Hubo recursos judiciales,<br />

yo creo haber presentado recursos ante el juez <strong>de</strong> mi causa. Las veces<br />

que le hice reclamos siempre sostuvo que nosotros éramos <strong>de</strong>tenidos <strong>de</strong><br />

máxima seguridad y que entonces había que tomar recaudos, por eso el<br />

régimen era tan severo, y en última instancia que era un problema<br />

económico, es <strong>de</strong>cir, si hubiera presupuesto se harían más cárceles<br />

mucho más seguras.<br />

12


ESCENA N° (URIEN)<br />

El miércoles 5 <strong>de</strong> enero Julio Urien recibió la visita <strong>de</strong> su madre y le<br />

contó todo lo que pasaba. Ese día <strong>los</strong> familiares <strong>de</strong> <strong>los</strong> presos <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

pabellones <strong>de</strong> la muerte se enteraron <strong>de</strong> las amenazas y <strong>de</strong>cidieron ir a<br />

ver obispos y jueces y hacer <strong>de</strong>nuncias internacionales para tratar <strong>de</strong><br />

impedir que mataran a sus hijos o esposos. Julio, como todos, pensaba<br />

que si la situación se difundía a <strong>los</strong> militares les iba a resultar más difícil<br />

fusilar<strong>los</strong>. Los familiares solían juntarse, antes y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las visitas,<br />

en el bar <strong>de</strong> enfrente <strong>de</strong>l penal, para re<strong>partir</strong>se activida<strong>de</strong>s y contarse las<br />

noveda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>los</strong> traslados <strong>de</strong> cárcel o castigos en calabozos hasta<br />

la marcha <strong>de</strong> las comisiones <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos humanos que habían empezado<br />

a funcionar últimamente.<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> las <strong>de</strong>nuncias, era útil recurrir a <strong>los</strong> contactos personales.<br />

Pero Susana Trotz <strong>de</strong> Urien estaba en problemas: Julio, su hijo mayor,<br />

estaba preso por montonero y su vida corría peligro. Facundo, el<br />

segundo, era teniente <strong>de</strong>l Ejército bajo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l general<br />

Menén<strong>de</strong>z, con la sospecha <strong>de</strong> simpatizar con <strong>los</strong> Montoneros. Y el<br />

hermano <strong>de</strong> Susana era el coronel Ernesto Trotz, segundo <strong>de</strong>l coronel<br />

Ramón Camps en la policía bonaerense: en noviembre, un conscripto<br />

montonero que le hacía <strong>de</strong> secretario <strong>de</strong>jó una bomba en su oficina, y le<br />

voló un brazo. Más <strong>de</strong> una vez la señora aprovechaba el mismo viaje a<br />

La Plata para visitar a su hijo Julio en la cárcel y a su hermano Ernesto<br />

en el hospital. Cuando recurrió a él para que ayudara al sobrino preso, el<br />

coronel le dijo que no estaba <strong>de</strong> acuerdo con algunas cosas que pasaban<br />

pero que no podía hacer nada por él.<br />

De vuelta en su celda, Julio se sintió mejor. No tenía motivos para<br />

tranquilizarse pero, tras las visitas, <strong>los</strong> presos solían estar más aliviados.<br />

Prendió el calentador branmetal, llenó la pava <strong>de</strong> agua y se cebó unos<br />

mates. Caía el sol; no les <strong>de</strong>jaban tener reloj, pero <strong>de</strong>bían ser las ocho.<br />

Julio se sobresaltó cuando oyó que el candado <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> acceso al<br />

pabellón se abrió muy <strong>de</strong>spacio: <strong>de</strong>masiada cautela. Esperó que no fuera<br />

nada. Un minuto <strong>de</strong>spués oyó las voces:<br />

-Dardo Cabo, preparesé...<br />

-Rufino Pirles, preparesé...<br />

Julio pegó la oreja al resquicio que quedaba entre la puerta <strong>de</strong> la celda y<br />

el piso.<br />

-¿Para qué es?<br />

-Cabo, a dirección. El resto, silencio. ¡Al primero que habla lo mando al<br />

calabozo!<br />

Julio sintió que se le hinchaba el cuello, que la sangre se le agolpaba en<br />

las sienes. Otros presos empezaron a golpear sus puertas, a preguntar<br />

qué pasaba. Julio pensó que la elección no era arbitraria: Dardo Cabo<br />

era un histórico <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l peronismo y el Palometa Pirles formaba parte<br />

<strong>de</strong> la conducción montonera. Cabo y Pirles salieron caminando<br />

13


tranqui<strong>los</strong>, con la cabeza alta: <strong>los</strong> presos <strong>de</strong> <strong>los</strong> pabellones <strong>de</strong> la muerte<br />

habían acordado que, si no estaban seguros <strong>de</strong> que <strong>los</strong> fueran a matar,<br />

no harían escándalo: pensaban que cualquier pataleo <strong>los</strong> convertía en<br />

unos “cachivaches”. Y que tampoco lo harían aunque estuvieran seguros<br />

<strong>de</strong> que <strong>los</strong> llevaban a la muerte: en tal caso, habían <strong>de</strong>cidido que lo<br />

mejor era salir serenos, con la actitud <strong>de</strong>l militante que sabía que la<br />

muerte formaba parte <strong>de</strong> sus opciones. Y reservarse para gritar, si<br />

acaso, viva la patria o vivan <strong>los</strong> Montoneros en el momento final.<br />

Julio tomó unos mates: se sentía ridículo agarrando con cuidado la pava,<br />

chupando <strong>de</strong>spacio la bombilla. Al rato oyó más pasos, ruido <strong>de</strong><br />

candados. Tuvo un momento <strong>de</strong> esperanza: quizás <strong>los</strong> traían <strong>de</strong> vuelta.<br />

Pero no: <strong>los</strong> guardias habían venido a llevarse lo que había en sus<br />

celdas.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

Poco <strong>de</strong>spués, <strong>los</strong> guardias sacaron <strong>de</strong> sus calabozos a Angel Georgia<strong>de</strong>s<br />

y Horacio Rappaport para que repartieran la cena. Cuando terminaron <strong>de</strong><br />

distribuir el guiso, Ángel le preguntó al celador:<br />

-¿Nos pue<strong>de</strong> informar dón<strong>de</strong> <strong>los</strong> llevaron a <strong>los</strong> compañeros?<br />

-No. Yo no sé nada.<br />

-Bueno, entonces, dígale al jefe <strong>de</strong> turno que, como <strong>de</strong>legado <strong>de</strong>l<br />

pabellón, quiero una audiencia.<br />

El oficial tardó unos minutos y se llevó a Angel Georgia<strong>de</strong>s a una salita<br />

contigua:<br />

-Vea, acá no quiero <strong>de</strong>legado ni tres carajos. Y usted sabe que está<br />

terminantemente prohibido meterse en cosas <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más...<br />

-Pero oficial, se acaban <strong>de</strong> llevar a <strong>los</strong> compañeros Cabo y Pirles...<br />

-Yo te voy a dar a vos, compañeros; ¿<strong>de</strong> qué compañeros me hablás?<br />

¡Ahora vas a apren<strong>de</strong>r!<br />

Dijo el oficial, y lo mandó al calabozo. A la mañana <strong>de</strong>l día siguiente, en<br />

el recreo, la noticia corría como reguero <strong>de</strong> pólvora: unos minutos antes,<br />

Alberto Ivillierat, Taca, se había presentado en el patio <strong>de</strong> recreo <strong>de</strong>l<br />

pabellón 6 con una sonrisa siniestra:<br />

-Al fin <strong>los</strong> matamos a esos hijos <strong>de</strong> puta... No va a quedar ni uno para<br />

contarla, acá mandan <strong>los</strong> nacionalistas <strong>de</strong>l Ejército, se acabó la escoria<br />

montonera.<br />

Ivillierat era uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> pocos presos que podía circular por <strong>los</strong> pasil<strong>los</strong>:<br />

en el nuevo esquema concebido por el coronel Camps, Ivillierat era el<br />

ejemplo <strong>de</strong>l colaborador, el que armó el pabellón <strong>de</strong> <strong>los</strong> “buchones”, el<br />

que ayudó a confeccionar las listas <strong>de</strong> <strong>los</strong> “irrecuperables”. Hasta unos<br />

meses antes se presentaba como un peronista con historia: solía <strong>de</strong>cir<br />

que él y Cabo eran <strong>los</strong> únicos que sabían lo que había sido la resistencia,<br />

<strong>los</strong> que habían mamado el peronismo <strong>de</strong> la calle; y que, en cambio, la<br />

14


mayoría <strong>de</strong> <strong>los</strong> montoneros eran pibes macanudos pero que conocían al<br />

peronismo sólo por <strong>los</strong> libros. Al día siguiente, uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> presos que<br />

venía <strong>de</strong> ver a su abogado les confirmó la noticia: la versión oficial <strong>de</strong>cía<br />

que Cabo y Pirles habían muerto en un intento <strong>de</strong> fuga cuando eran<br />

trasladados a otra cárcel. El patio era un horno, el sol caía a pique y<br />

todos se juntaron en un círculo:<br />

-...lo que me dijo el boga es que en vez <strong>de</strong> Rufino Pirles al Palometa le<br />

pusieron Rufino Uris.<br />

Julio hizo una asociación rápida:<br />

-¿Uris?<br />

-Sí.<br />

-Puta, el próximo soy yo: Uris es una mezcla <strong>de</strong> Urien con Pirles.<br />

Dijo, sin mayores inflexiones. Poco <strong>de</strong>spués tuvo la confirmación <strong>de</strong> que<br />

su asociación no era una manía persecutoria: el sábado 15 <strong>de</strong> enero, a<br />

media mañana, antes <strong>de</strong>l horario <strong>de</strong> visita, lo llevaron junto a Horacio<br />

Crea y Angel Georgia<strong>de</strong>s al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l director <strong>de</strong>l penal. El prefecto<br />

Dupuy no estaba: <strong>los</strong> que <strong>los</strong> recibieron tardaron segundos en<br />

esposar<strong>los</strong>, vendar<strong>los</strong> y poner<strong>los</strong> contra la pared. Entonces entró alguien<br />

que no se <strong>de</strong>jó ver:<br />

-Ahora <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un rato uste<strong>de</strong>s van a volver al pabellón, y les avisan a<br />

todos que vamos a limpiar a tres <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s por cada hombre <strong>de</strong> las<br />

fuerzas militares o <strong>de</strong> seguridad que asesine la subversión acá en esta<br />

zona. ¿Quieren guerra sucia? Ahora van a saber lo que es <strong>de</strong>safiar al<br />

Ejército. Ya saben, eh. Uste<strong>de</strong>s encabezan la lista: son <strong>los</strong> próximos<br />

tres...<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

En enero <strong>de</strong>l ’77, seríamos quince compañeros en el pabellón 1.<br />

Después la muerte <strong>de</strong>l palo Pirles y <strong>de</strong> Dardo, cuando salimos al recreo,<br />

tratamos <strong>de</strong> hacer un diagnóstico <strong>de</strong> la situación para ver cuál era la<br />

política <strong>de</strong>l enemigo: “No nos trajeron acá para aislarnos, sino como<br />

rehenes, y a la primera <strong>de</strong> cambio nos van a matar”. Empezamos a ver<br />

cuál era la forma <strong>de</strong> resistir. Y la cuestión era si la resistencia era <strong>de</strong><br />

conjunto o era individual. O sea, cuando venían y te golpeaban la puerta<br />

y te <strong>de</strong>cían “traslado”, qué hacíamos. O todos nos poníamos a gritar, a<br />

patear, a romper cosas para que no lo trasla<strong>de</strong>n al compañero. O la<br />

resistencia era individual, teniendo en cuenta que no nos trasladaban a<br />

otro penal. Si nos trasladaban era para matarnos. No fue una charla<br />

fácil. Eso se charlaba en el patio, en el recreo. Los guardiacárceles no<br />

nos permitían estar a todos juntos, así que lo íbamos charlando en<br />

especies <strong>de</strong> grupos. La <strong>de</strong>cisión fue, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> discutir mucho tiempo,<br />

“si vienen a buscarte a vos para matarte y todos hacemos problemas,<br />

corremos el riesgo <strong>de</strong> que nos maten a todos. Entonces, sin que esto<br />

signifique que nosotros fuéramos más que otros, había que preservar y<br />

15


evitar la mayor cantidad <strong>de</strong> pérdidas posibles, o sea tratar <strong>de</strong> que fuera<br />

menor la pérdida”. O sea, si te tocaba a vos, quedaba en tu resistencia<br />

personal. Y cada uno <strong>de</strong> nosotros fue armando su manera <strong>de</strong> resistir,<br />

cómo iba a actuar si lo sacaban para matarlo.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

De vuelta en su celda, Julio Urien no pudo tragar ni una cucharada <strong>de</strong>l<br />

locro aguachento que le llevaron. Tenía que hacer algo, pronto, pero no<br />

tenía muchas opciones: era terrible tener que quedarse así, sin po<strong>de</strong>r<br />

reaccionar, sabiendo que su muerte era cuestión <strong>de</strong> días. Esa tar<strong>de</strong>, en<br />

la visita, su madre escuchó su relato restregándose las manos y tratando<br />

<strong>de</strong> que no se le notara la <strong>de</strong>sesperación.<br />

-Vieja, traten <strong>de</strong> avisarle al juez que nos están amenazando.<br />

-Tu padre ya habló con varios amigos <strong>de</strong> la Justicia y a<strong>de</strong>más presentó<br />

un recurso <strong>de</strong> amparo.<br />

En <strong>de</strong>sacuerdo con la situación y con la nueva Corte Suprema, Julio<br />

César Urien padre se había jubilado como camarista <strong>de</strong> la Justicia <strong>de</strong> la<br />

Capital poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l golpe.<br />

-Mamá, si podés llamalo a Harguin<strong>de</strong>guy...<br />

Susana Trotz <strong>de</strong> Urien conocía al ministro <strong>de</strong>l Interior, el general Albano<br />

Harguin<strong>de</strong>guy, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que era chica. La señora le dijo que bueno, que no<br />

se preocupara, que ella lo iba a llamar. Y que las camisas nuevas y <strong>los</strong><br />

libros que le gtraía eran <strong>los</strong> rega<strong>los</strong> <strong>de</strong> cumpleaños <strong>de</strong> sus hermanos.<br />

-Bueno, Julito, cuidate mucho, hijo, todos estamos muy orgul<strong>los</strong>os <strong>de</strong><br />

vos, <strong>de</strong> tu temple, <strong>de</strong> tu entrega. El viernes 21 todos vamos a tenerte<br />

presente: ¡ya cumplís 27, nene! ¡Ay, lo que más quiero en el mundo es<br />

que <strong>los</strong> 28 <strong>los</strong> pases con nosotros! Voy a rezar mucho para que así sea.<br />

ESCENA N° (JOZAMI)<br />

Cuando lo llevan a Giorgia<strong>de</strong>s, Rapapport estaba <strong>de</strong> limpieza. Entonces<br />

va a reclamar, y varias veces, no sé si el mismo día o al día siguiente,<br />

también va a hablar con un oficial, que era un oficialito que se llamaba<br />

García, muy chiquito, con una pinta <strong>de</strong> nene que lo hacía parecer más<br />

joven <strong>de</strong> lo que era, que era malísimo, muy dañino. De esos que<br />

salíamos a jugar al ajedrez y te tiraba las piezas al suelo para que las<br />

tengas que recoger, pequeñas cosas, verdugueadas gratuitas. Y García,<br />

como Rapapport fue a reclamarle mucho, “queremos averiguar, tener<br />

una entrevista con el director, que reciba a <strong>los</strong> familiares” y reclamos <strong>de</strong><br />

ese estilo, García dice basta y se lo lleva castigado. Esto nosotros no lo<br />

supimos ahí, sino más tar<strong>de</strong> cuando Urien, se salva, y aparece en la<br />

cárcel <strong>de</strong> Sierra Chica. Parece que <strong>los</strong> militares <strong>de</strong>cidieron que había que<br />

cumplir con la cuota, y entonces vinieron a buscar el segundo, y el<br />

segundo fue Rapapport. Obviamente el hecho <strong>de</strong> haber estado en <strong>los</strong><br />

16


chanchos, en el calabozo, facilitó la salida <strong>de</strong> Rapapport. Lo cierto es<br />

que el oficialito García, que es una <strong>de</strong> las cosas que más recuerdo,<br />

quedó tan impresionado...<br />

Se sintió culpable.<br />

Sí; no sé si habrá pensado que había sobrepasado sus propios límites <strong>de</strong><br />

maldad o que esto lo ponía a él en como una posible víctima ante una<br />

represalia, lo que fuera, pero lo que fue notable es que cambió<br />

totalmente su actitud a <strong>partir</strong> <strong>de</strong> ese momento. Porque era un tipo<br />

absolutamente respetuoso, sobrio, nunca más se metió con nadie.<br />

Yo no sé precisar qué es lo que recuerdo: uno se hace trampas con la<br />

memoria... Yo no sé, lo que me acuerdo es hasta aquí. A veces pienso<br />

que sí, incluso me imagino que habló conmigo pero me parece que uno<br />

lo inventa para darle más coherencia...<br />

17


SEGUNDA PARTE:<br />

NO RESPETAN NI A LAS MADRES<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

El miércoles 19 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1977 Alberto Elizal<strong>de</strong> tuvo visita: Delia<br />

Avilés, su madre, fue a verlo con Eli<strong>de</strong>, la madre <strong>de</strong> Gabriel Debene<strong>de</strong>tti,<br />

el Tordito, que acababa <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong> Santa Fe. Gabriel era el hermano <strong>de</strong><br />

Osvaldo, el Tordo, que en ese momento estaba preso en Rawson. Delia<br />

estaba contenta <strong>de</strong> alojar a Eli<strong>de</strong> en su casa:<br />

-La pobre durmió en el sofá <strong>de</strong>l living, pero mañana se va a ir a la casa<br />

<strong>de</strong> otra compañera.<br />

La casa <strong>de</strong> Ensenada era chica y, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> Delia, estaban Felipe y<br />

Sofía, <strong>los</strong> hermanos <strong>de</strong> Alberto. Ese miércoles Delia le contó a Alberto<br />

que Cristina Constantini, su novia, que no veía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía tres años, le<br />

iba a mandar una carta, que Sofía seguramente iría el domingo, el otro<br />

día <strong>de</strong> visita femenina, y que el sábado siguiente, Felipe iba a llevarle<br />

unos libros: novelas, que era lo único que les <strong>de</strong>jaban leer, si pasaban la<br />

censura. Le prometió Amalia <strong>de</strong> José Mármol y las Vidas Paralelas <strong>de</strong><br />

Plutarco: <strong>los</strong> preferían bien largos, porque no tenían <strong>de</strong>recho a recibir<br />

más <strong>de</strong> tres por mes.<br />

-Chau, querido. Cuidate.<br />

Delia le dio un beso y un abrazo muy fuerte y se fue caminando<br />

<strong>de</strong>spacio, con su venda elástica en la pierna <strong>de</strong>recha para atajar las<br />

várices.<br />

Ese sábado Felipe Elizal<strong>de</strong> no fue a la visita. Alberto pensó que a lo<br />

mejor le habían cambiado el turno en el correo, don<strong>de</strong> trabajaba, o que<br />

quizás había tenido que hacer algún trámite. Pero sintió un dolor en la<br />

nuca: una puntada, algo que cada tanto le pasaba y no podía explicar.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

Si hay algo que tengo grabado <strong>de</strong> mis primeros días en el pabellón 2, es<br />

la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> Manzana. Me acuerdo la violencia y la<br />

locura que le había agarrado a ese muchacho flaco... porque Manzana<br />

era un flaquito igual que yo, morochito, flaquito, que tenia una cosa <strong>de</strong><br />

una violencia total, estaba loco... “¿Por qué con mi familia, por qué se<br />

metieron con mi familia?”. En ese momento se produjo también lo <strong>de</strong> la<br />

hermana <strong>de</strong> Dalmiro. Ahí empecé a tomar conciencia <strong>de</strong> la situación. De<br />

que nos iban a tratar <strong>de</strong> matar.<br />

Es como si viera a Manzana. Como se viera el patio, <strong>los</strong> bancos, la<br />

gente que jugaba al ajedrez... y verlo a él en la mitad <strong>de</strong>l patio, con ese<br />

odio terrible, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> compañeros como Pancho Provenzano, el<br />

negro Ponce <strong>de</strong> León, el zurdo Suárez... Manzana en ese momento era<br />

dirección <strong>de</strong> ese pabellón. Después <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> serlo porque realmente<br />

18


estaba mal. Dejó <strong>de</strong> serlo por él mismo, porque no se bancaba nada, un<br />

gran dolor, fue toda su familia <strong>de</strong> un golpe, cómo asimilarlo. Fue creo<br />

que el primer golpe que recibí. Y quizá uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> más fuertes.<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

El domingo siguiente tampoco fue su hermana Sofía, ni su madre.<br />

Alberto Elizal<strong>de</strong> se quedó <strong>de</strong> nuevo sin visita, pero esta vez ya estaba<br />

preparado. Salió al patio, con el resto <strong>de</strong> <strong>los</strong> presos que no tenían visita.<br />

Eran <strong>los</strong> recreos más tristes. Alberto intentó una partida <strong>de</strong> ajedrez con<br />

el japonés Maeda, pero no podía concentrarse. Estaba pendiente <strong>de</strong>l final<br />

<strong>de</strong> la visita, a ver qué le contaban. Cuando Gabriel Debene<strong>de</strong>tti entró al<br />

patio, Alberto le vio <strong>los</strong> ojos rojos. Gabriel lo agarró fuerte <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

hombros:<br />

-Cayeron a lo <strong>de</strong> tu mamá. Mi vieja fue a la casa y no contestaba nadie.<br />

Tocó a <strong>los</strong> vecinos y nadie <strong>de</strong>cía nada, hasta que la señora <strong>de</strong> al lado le<br />

dijo que unos tipos habían llegado en varios autos, que no sabía a<br />

quiénes se llevaron pero que todo quedó patas para arriba.<br />

De pronto, Alberto se escuchó gritando lo que nunca hubiera querido:<br />

-¡La chuparon a mi vieja! ¡No tienen perdón! ¿Cómo se van a meter con<br />

mi vieja?<br />

Sus compañeros trataban <strong>de</strong> tranquilizarlo sin llamar la atención. Alberto<br />

no podía parar <strong>de</strong> putear. Miraba las pare<strong>de</strong>s, <strong>los</strong> alambres <strong>de</strong> púa, el<br />

pedacito <strong>de</strong> cielo y le parecía que todo era la creación <strong>de</strong> un gran hijo <strong>de</strong><br />

puta. Odiaba. Odiaba mucho.<br />

-¡Terminó el recreo!<br />

Alberto se formó en la fila. Trataba <strong>de</strong> pensar que quizás había sacado<br />

una conclusión apresurada, que quizás pronto tuviera otras noticias.<br />

Caminaba sin darse cuenta: un autómata lleno <strong>de</strong> bronca y <strong>de</strong> tristeza.<br />

De vuelta en su celda se sintió afiebrado. Era fiebre <strong>de</strong> odio. Se quedó<br />

sentado, con <strong>los</strong> ojos cerrados: ya estaba cayendo el sol. No <strong>de</strong>bía haber<br />

pasado mucho tiempo y ahora venía la hora <strong>de</strong>l recuento. Alberto lo<br />

sabía porque por <strong>los</strong> parlantes pasaban ese tema tan pegadizo, el <strong>de</strong><br />

todos <strong>los</strong> días a la hora <strong>de</strong>l recuento, con la voz <strong>de</strong> Roberto Car<strong>los</strong> en<br />

castellano, que sonaba tan rara:<br />

-Un día más,/ te agra<strong>de</strong>zco, Señor,/ un día más.<br />

Alberto no pudo dormir esa noche, ni muchas noches. Nunca más volvió<br />

a ver a Delia, ni a Felipe ni a Sofía. Delia había cumplido 59 años; Sofía<br />

tenía 25 -uno menos que Alberto- y Felipe, 23. Y no paraba <strong>de</strong> pensar<br />

que <strong>los</strong> habían llevado por su culpa. Aunque se repitiera que no era<br />

cierto, que la culpa era <strong>de</strong> esos milicos hijos <strong>de</strong> puta, que él no había<br />

hecho más que pelear por lo que creía correcto. El argumento era lógico,<br />

pero no siempre le servía. Unos días <strong>de</strong>spués, Alberto se enteró <strong>de</strong> que<br />

también también habían secuestrado a Cristina a la salida <strong>de</strong>l hospital<br />

19


don<strong>de</strong> trabajaba. Cristina Constantini tenía 28 años. Mucho <strong>de</strong>spués,<br />

Alberto sabría que probablemente <strong>los</strong> llevaron al Pozo <strong>de</strong> Arana, esa<br />

comisaría <strong>de</strong> la policía <strong>de</strong> la Provincia convertida en campo <strong>de</strong><br />

concentración. La misma don<strong>de</strong> él había estado en noviembre <strong>de</strong> 1971,<br />

la primera vez que fue preso.<br />

Alberto no tuvo más visitas. Salvo una tía tucumana, hermana <strong>de</strong> su<br />

padre, que no sabía nada <strong>de</strong> esto, ya no le quedaba familia. Alberto<br />

siguió saliendo al patio pero no podía concentrarse para jugar al ajedrez<br />

y perdió el apetito. Estaba muy flaco.<br />

ESCENA N° (DALMIRO)<br />

El miércoles 2 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong>l 77, Dalmiro escribió a sus padres.<br />

“Queridos Viejos: La distancia me ha enseñado a tener<strong>los</strong> cerca cada<br />

día, la ausencia momentánea a pren<strong>de</strong>r<strong>los</strong> fuerte en mis alegrías<br />

diarias.(....) Doy vuelta la hoja, camino un poco para estirar la pierna<br />

adormecida por la mala posición, respiro una bocanada <strong>de</strong> aire y me<br />

<strong>de</strong>tengo a observar a un gorrión que un poco nervioso intenta picotear<br />

alguna miguita perdida en el cemento <strong>de</strong>l patio. Pero la mirada se fija en<br />

el cemento. Vuelvo a la posición anterior para continuar esta charla. Hay<br />

silencio en el pabellón. Solo se oye algun murmullo lejano. Un paquete<br />

<strong>de</strong> tabaco, una revista doblada me esperan sobre la mesada, pero<br />

prefiero hablarles a uste<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>cirles <strong>de</strong> mis pensamientos, querer<strong>los</strong> en<br />

cada palabra, regalarles una caricia (...) Un beso. Besitos para el<br />

Benjita. Cariños para mis hermanos. Los besa, Dalmiro”<br />

ESCENA N° (JOZAMI)<br />

En <strong>los</strong> recreos hacíamos cursos. Me acuerdo <strong>de</strong> algo muy gracioso. Yo<br />

era bibliotecario, y ahí se <strong>de</strong>stapaban vocaciones insospechadas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el que se leyó La Montaña Mágica en un día hasta gente que terminaba<br />

haciendo comentarios muy interesantes sobre <strong>los</strong> libros. Y un día le digo<br />

a un compañero, “che, es notable esto, yo nunca vi que haya tantos<br />

compañeros en la militancia que hablaran tanto <strong>de</strong> libros”. Y me dijo<br />

“boludo, vos sos el bibliotecario”, como diciendo “con vos vienen a<br />

apren<strong>de</strong>r a leer”.<br />

Todos podíamos hacer entrar tres libros, y lo que hacíamos era<br />

prestar<strong>los</strong>. Organizábamos una biblioteca sobre la base <strong>de</strong> pedirles a <strong>los</strong><br />

familiares, así el<strong>los</strong> no traían el mismo libro. Hubo una época en que no<br />

<strong>de</strong>jaban entrar más que libros <strong>de</strong> ficción, no podíamos leer ni historia ni<br />

economía, que era en general lo que queríamos. Una <strong>de</strong> las principales<br />

tareas <strong>de</strong>l que hacía la limpieza –o fajinero- era llevar y traer libros <strong>de</strong><br />

una celda a otra.<br />

20


Me acuerdo una vez que se le cayó una fuente <strong>de</strong> polenta, llevando una<br />

curva con un carrito; fue realmente espectacular. También recuerdo un<br />

episodio, cuando el Barba terminó en <strong>los</strong> chanchos para zafarme a mí.<br />

Me traía un pedido <strong>de</strong> un libro. Yo te diría que leer y cocinar eran las dos<br />

activida<strong>de</strong>s centrales. Cocinar estaba prohibido, pero como teníamos un<br />

calentador, algo hacíamos.<br />

Yo conocí Argentina estando preso, cosa que parece medio absurda. Es<br />

más, yo no sé dón<strong>de</strong> queda la unidad 9 <strong>de</strong> La Plata, porque cuando fui a<br />

La Plata nunca he ido ahí. Pero yo conocí el interior <strong>de</strong>l país, con mis<br />

compañeros. De pronto estar en un lugar don<strong>de</strong> había un misionero, un<br />

correntino, un puntano, un sanjuanino...<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Nos comunicábamos <strong>de</strong> distintas maneras. Des<strong>de</strong> el morse visual y el<br />

morse por ruido hasta <strong>los</strong> papelitos escritos. De noche, nos<br />

comunicábamos con <strong>los</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> pabellones <strong>de</strong> enfrente a través <strong>de</strong> la<br />

ventana, con la mano envuelta en un pañuelo blanco. Marcábamos el<br />

punto superior <strong>de</strong> ventana y ahí hacíamos punto, raya, punto, raya. El<br />

<strong>de</strong>l otro pabellón estaba a 30, 40 metros <strong>de</strong> distancia. A<strong>de</strong>más nos<br />

conectábamos con <strong>los</strong> que estaban en <strong>los</strong> pabellones <strong>de</strong> arriba, en el<br />

mismo cuerpo. Nunca lograron rompernos la comunicación interna,<br />

nunca. Montoneros siempre tuvo una comunicación interna muy, muy<br />

alta, con pocas caídas <strong>de</strong> material. Aparte la mayoría <strong>de</strong> <strong>los</strong> materiales<br />

iban escritos en clave o sea que <strong>de</strong>scifrar la clave tampoco les era fácil.<br />

También por ruido para comunicarnos a través <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />

mismo pabellón. A veces, el mensaje que salía <strong>de</strong> una celda pasaba por<br />

treinta compañeros que tenían que retransmitir. Claro, llegaba<br />

distorsionado si no era muy breve y preciso. Con el tiempo uno podía<br />

reírse <strong>de</strong> esas historias. La paloma, en cambio, te permitía hacer llegar<br />

mensajes escritos: arriba nuestro había un pabellón con el cual nos<br />

comunicábamos. La paloma es una tansa con una especie <strong>de</strong> gancho, la<br />

tiraban <strong>de</strong> arriba, vos ponías algo y la subían. Eso es muy común.<br />

Después había comunicación a través <strong>de</strong> <strong>los</strong> compañeros que sacaban<br />

para hacer la limpieza, servir la comida, alcanzar cosas, pasar un<br />

lampazo en el pabellón.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

El domingo 23 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1977, como todos <strong>los</strong> domingos, Julio<br />

escribió una carta <strong>de</strong>nunciando su situación, con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> sacarla el<br />

martes, clan<strong>de</strong>stinamente, a través <strong>de</strong> algún familiar. Afuera, <strong>los</strong><br />

familiares harían copias y las difundirían como pudieran. Los presos se<br />

aferraban mucho al valor <strong>de</strong> esas cartas. El lunes, cuando salió al patio,<br />

21


Julio le dio su papel finito, escrito con letra minúscula, a José Brontes<br />

para que la agregara a <strong>los</strong> <strong>de</strong>más.<br />

-Tomá, Pepe. Me parece que con el quilombo que están haciendo afuera,<br />

a éstos tipos se les va a ir acabando el margen...<br />

-Sí, pero hay que estar preparados para todo. Y, <strong>de</strong> últimas, si nos van a<br />

matar, tenemos que saber morir enteros, sin quebrarnos, como<br />

verda<strong>de</strong>ros revolucionarios.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Los mensajes más secretos eran <strong>los</strong> carame<strong>los</strong>. Se escondían en la<br />

boca, en el culo, en la nariz, <strong>los</strong> guardias nos requisaban y no podían<br />

<strong>de</strong>tectar<strong>los</strong>. Ahí pasábamos <strong>los</strong> famosos carame<strong>los</strong>, que eran mensajes<br />

escritos en letra muy chiquita en papel <strong>de</strong> cigarril<strong>los</strong>, <strong>los</strong> escribían<br />

compañeros con una buena caligrafía y con unas biromes <strong>de</strong> punta fina<br />

que guardábamos ce<strong>los</strong>amente. En general esos carame<strong>los</strong> eran <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

informaciones políticas, alguna comunicación interna <strong>de</strong> la organización<br />

que lográbamos traer <strong>de</strong>l exterior y comunicaciones <strong>de</strong> otros<br />

compañeros que estaban en otros pabellones. Eso formaba parte <strong>de</strong> la<br />

estructura organizativa. Nosotros teníamos una especie <strong>de</strong> área<br />

“militar”, por ponerle un nombre. Lo fundamental <strong>de</strong> esto, era asegurar<br />

<strong>los</strong> materiales para hacer <strong>los</strong> carame<strong>los</strong>. Segundo, darle la seguridad<br />

necesaria para que el compañero que escribía el caramelo, estuviera<br />

escribiendo tranquilo y que no lo agarraran, que no cayera el caramelo y<br />

que no sufriera ningún problema el compañero. O sea que se armaba<br />

todo un circuito, por el cual estábamos constantemente alertas.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

De vuelta en su celda, le golpearon la puerta.<br />

-Urien, a dirección.<br />

Julio quiso pensar que no era nada: <strong>de</strong>bía ser el juez o la Cruz Roja. En<br />

la oficina <strong>de</strong>l director lo esperaban varios guardiacárceles.<br />

-¡Desvístase!<br />

Era la requisa <strong>de</strong> rutina. Lo revisaron, lo gastaron, le dijeron que volviera<br />

a vestirse. Apenas terminó, Julio sintió que lo agarraban entre tres:<br />

primero fue la capucha en la cabeza, <strong>de</strong>spués las esposas en las manos.<br />

Julio pensó que le había llegado el turno. Los militares lo agarraban sin<br />

violencia, casi con respeto. Quizás porque él también era grandote,<br />

fuerte, o porque sabían que era un combatiente montonero. A lo mejor,<br />

las vejaciones vendrían <strong>de</strong>spués, pensó. En ese momento lo que más le<br />

importaba era enfrentar la muerte con dignidad, ser valiente hasta el<br />

último momento. Un oficial or<strong>de</strong>nó que se lo llevaran: era un operativo<br />

<strong>de</strong>l Ejército, a cargo <strong>de</strong>l teniente coronel Oscar Villone y el mayor Lucio<br />

22


Ramírez. Pocos minutos <strong>de</strong>spués estaba en la caja <strong>de</strong> una pickup: boca<br />

abajo, esposado atrás, amordazado. Por un resquicio <strong>de</strong> la venda pudo<br />

ver que era una ambulancia <strong>de</strong>l Ejército.<br />

-Pero si no lo llama al Beto Alonso es un hijo <strong>de</strong> puta.<br />

-No, sí lo llama, lo llama, vas a ver. Menotti pue<strong>de</strong> ser que sea un poco<br />

raro, pero no es ningún boludo.<br />

Los suboficiales hablaban <strong>de</strong> pavadas, como si no quisieran pensar que<br />

llevaban a un con<strong>de</strong>nado a muerte. Cuando prendieron el motor, Julio<br />

escuchó:<br />

-¿Y? ¿Ya vamos?<br />

-No, pará, que falta uno...<br />

Julio lamentó que fueran a matar a un compañero suyo, pero no pudo<br />

evitar un sentimiento optimista: a lo mejor entre dos conseguimos hacer<br />

algo para zafar. Al rato trajeron a Angel Georgia<strong>de</strong>s.<br />

ESCENA N° (JOZAMI)<br />

Yo tenía un abogado que renunció, en el ’76 renunció a la causa porque<br />

si no renunciaba se lo llevaban a él también. Y en el ’77, poco <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> que se lleven y maten a Pirles y a Dardo, me consiguieron un<br />

abogado, que era el abogado <strong>de</strong> <strong>los</strong> Graiver. El tipo aceptó verme a mí<br />

también. Me acuerdo que pidió verme y me llevaron para a<strong>de</strong>lante;<br />

pasaron dos horas y yo no volvía, y en el pabellón ya estaban<br />

convencidos <strong>de</strong> que yo había seguido el camino... Cuando volví me<br />

gritaban todos, me felicitaban, cosa que a mí me sorprendió porque<br />

hasta ese momento yo estaba muy cómodo hablando con el abogado,<br />

¿no?<br />

A<strong>de</strong>más es muy complicado, pensar que a uno lo van a matar siempre<br />

es muy complicado. Yo me había preparado para vivir un largo tiempo<br />

preso. Era <strong>de</strong> <strong>los</strong> que se imaginaban, porque a<strong>de</strong>más no tenía una visión<br />

muy optimista <strong>de</strong> las cosas, que íbamos a estar un tiempo largo tiempo<br />

presos. Me planteaba aguantar, estudiar, aprovechar el tiempo, escribir;<br />

pero <strong>de</strong> pronto, cuando ocurrió lo <strong>de</strong> Pirles y Dardo, aparece un<br />

elemento nuevo. Acá no es solo cuestión <strong>de</strong> aguantar, acá te pue<strong>de</strong>n<br />

matar también. Después, como en todas las cosas, hay una necesidad<br />

<strong>de</strong> sobrevivencia, que yo también me quise integrar a eso y seguí<br />

jugando al ajedrez, trabajando <strong>de</strong> librero y riéndome con <strong>los</strong> <strong>de</strong>más.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

La ambulancia arrancó y anduvo unos minutos. Cuando paró, Julio Urien<br />

supuso, por la poca distancia recorrida y <strong>los</strong> saludos que escuchó, que<br />

estaban en el Regimiento 7 <strong>de</strong> Infantería. Después la ambulancia siguió<br />

un trecho más, y se estacionó. Los dos militares que la manejaban se<br />

23


ajaron. Julio aguzó el oído: no oía nada, y pensó que estarían en un<br />

<strong>de</strong>scampado, quizás en zona <strong>de</strong> instrucción. Intentaba soltarse las<br />

esposas, aflojarse la mordaza, hablar con Angel para buscar alguna<br />

forma <strong>de</strong> escaparse. Por momentos pensaba que nunca lo conseguiría y<br />

se llenaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>sasosiego, y volvía a intentarlo. Era mejor seguir<br />

tratando <strong>de</strong> hacer algo: la pura espera era terrible.<br />

Parecía que habían pasado horas. Quizás ya fuera <strong>de</strong> noche. Julio, al fin,<br />

consiguió aflojarse la mordaza:<br />

-Che, yo pu<strong>de</strong> zafar una muñeca <strong>de</strong> las esposas, si nos llegan a bajar<br />

para fusilarnos acá tenemos que salir corriendo uno para cada lado.<br />

-Sí, está bien, a mí me las ajustaron mucho y con el calor se me<br />

hincharon las manos, así que no puedo aflojarme nada, pero lo mismo<br />

puedo correr...<br />

Julio trató <strong>de</strong> dormirse: pensó que lo mejor era <strong>de</strong>scansar lo más posible<br />

para estar mejor cuando tuviera que actuar. Pero se <strong>de</strong>spertaba todo el<br />

tiempo, sobresaltado. Al final oyó el ruido <strong>de</strong> la manija <strong>de</strong> la caja <strong>de</strong> la<br />

pickup, y se dispuso para el último intento. Lo bajaron a él solo.<br />

-Vos sos Urien ¿no?<br />

-Sí.<br />

Los separaron: cada minuto que pasaba empeoraba su situación. Lo<br />

llevaron caminando hasta algún lugar: Julio, vendado, no sabía dón<strong>de</strong><br />

estaba. Hacía tiempo que había aceptado la proximidad <strong>de</strong> su muerte:<br />

pensaba que <strong>los</strong> años que no llegase a vivir <strong>los</strong> apuraría en cada<br />

segundo que le quedara. Atado y vendado, tenía la mente <strong>de</strong>spejada,<br />

llena <strong>de</strong> sensaciones hondas, <strong>de</strong> recuerdos. Se repetía una estrofa <strong>de</strong> un<br />

poema <strong>de</strong> Machado:<br />

-“Amé, fui amado,/ el sol acarició mi faz./ Vida, nada me <strong>de</strong>bes./ Vida,<br />

estamos en paz.”<br />

Lástima que estos hijos <strong>de</strong> puta me van a matar, con todas las cosas<br />

que tengo para hacer todavía, pensó. A cada rato modificaba la frase<br />

que iba a <strong>de</strong>cirles en el momento que lo maten.<br />

-¡Vivan <strong>los</strong> montoneros, carajo!. ¡Soy montonero y uste<strong>de</strong>s son unos<br />

ven<strong>de</strong>patrias!. ¡Somos <strong>los</strong> mejores! ¡Uste<strong>de</strong>s matan a <strong>los</strong> mejores: están<br />

matando a la patria!<br />

Pero <strong>de</strong>spués pensaba que era un discurso muy largo, que no iban a<br />

darle tiempo, que lo iban a llenar <strong>de</strong> plomo antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir la mitad.<br />

Entonces intentaba una frase breve:<br />

-¡Soy militar y montonero, y uste<strong>de</strong>s son una mierda! ¡Tiren, cagones!<br />

También se acordaba <strong>de</strong> la carta que había escrito el domingo, y se<br />

<strong>de</strong>cía que por lo menos había <strong>de</strong>jado unas palabras escritas a sus<br />

compañeros. Le parecía fundamental que confiaran en él, que supieran<br />

que sería valiente hasta el último segundo.<br />

24


ESCENA N° (BRONTES)<br />

El principal problema era la comunicación externa, la comunicación con<br />

nuestros compañeros en el exterior. Algunos familiares estaban<br />

encargados <strong>de</strong> eso, el hermano <strong>de</strong> Villanueva, mi vieja, la familia <strong>de</strong><br />

Horacio Crea, y dos o tres compañeros más. Esto estaba muy<br />

compartimentado, nadie sabía, nadie, excepto la conducción <strong>de</strong> lo que<br />

era Montoneros y <strong>los</strong> compañeros que estábamos encargados <strong>de</strong> ese<br />

tema. Un día llegaron dos o tres familiares con mucha información. Nos<br />

estaban vigilando. En el medio <strong>de</strong> esa visita, nos pasaban <strong>los</strong> carame<strong>los</strong>.<br />

Esos carame<strong>los</strong> había que llevar<strong>los</strong> a la celda. Yo tenía tres o cuatro<br />

carame<strong>los</strong> y obviamente no podía llevar<strong>los</strong>. Miro alre<strong>de</strong>dor para ver a<br />

qué compañeros tenía. Estaba el Cabezón Salinas. Le digo “Cabezón,<br />

tomá, llevame este caramelo”. “Sí, no hay problema”. Había que hacerlo<br />

muy disimuladamente. Se lo metió en el bolsillo <strong>de</strong> una especie <strong>de</strong><br />

casaca que nos daban ahí. Le digo “Cabezón, sacalo <strong>de</strong> ahí porque te lo<br />

vas a olvidar”. “Quedate tranquilo que va todo bien”. Yo era el<br />

responsable <strong>de</strong> la comunicación. Entonces, cuando vamos salimos todos<br />

juntos. “¿Todo bien?”, “Todo bien”, “¿Está todo en or<strong>de</strong>n?”, “Perfecto”.<br />

Terminó la visita, <strong>los</strong> presos <strong>de</strong> este lado, la familia <strong>de</strong>l otro, se va la<br />

visita. Lo primero que tocaba el guardia <strong>de</strong> la requisa era el bolsillito,<br />

que estaba a la altura <strong>de</strong>l corazón. Cuando lo requisa al Cabezón, toca a<br />

la altura <strong>de</strong>l corazón y, ¡tac!, siente el caramelo. Y el Cabezón Salinas<br />

manda la mano a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l bolsillo y se comió el caramelo. El yuga se<br />

pegó un cagazo tal, que no le dijo nada. O sea, lo sorprendió tanto la<br />

actitud <strong>de</strong>l Cabezón que no le dijo nada. Obviamente, nosotros con las<br />

bolas acá arriba. Puteamos hasta que llegamos al pabellón, llegamos<br />

hasta el pabellón y lo sancionamos: le sacamos todos <strong>los</strong> libros, le<br />

sacamos todo, le <strong>de</strong>jamos un papel y un lápiz: “Hacete una autocrítica.<br />

Pusiste en riesgo a <strong>los</strong> familiares, pusiste en riesgo a <strong>los</strong> compañeros.<br />

Tuviste una actitud <strong>de</strong> mierda”. Lo <strong>de</strong>jamos al Cabezón escribiendo.<br />

Cuando yo estaba <strong>de</strong> faginero pasaba por su celda y el Cabezón estaba<br />

escribiendo. El hijo <strong>de</strong> puta, que es un excelente escritor, se había<br />

escrito un cuento para chicos durante toda esa etapa <strong>de</strong> autocrítica y no<br />

había reflexionado un carajo por ese hecho.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

A mí venían a visitarme mi familia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Montevi<strong>de</strong>o, mi vieja y mis<br />

hermanas. También venía la mamá <strong>de</strong> mi compañera, que estaba<br />

embarazada. Mi hijo nació en la cárcel, en abril <strong>de</strong>l 76, en Olmos. Ella<br />

me mandó el ombligo por carta, casi me muero... Eso es otra<br />

<strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> cómo era la cárcel antes <strong>de</strong> diciembre. Fijate que entró<br />

25


la carta cerrada. Sin abrir, entro el ombligo, seco casi me muero <strong>de</strong>l<br />

asco, no lo podía creer, un pedazo <strong>de</strong> mi hijo me mandó...<br />

Andrés estuvo con ella en Devoto hasta <strong>los</strong> seis meses. No <strong>los</strong> dos años<br />

que se permitían en Olmos. Y Andrés ya había cumplido <strong>los</strong> seis meses.<br />

El juez Adamos (chequear) <strong>de</strong> La Plata y su secretario <strong>de</strong>l juzgado<br />

numero 3 <strong>de</strong>cidieron que lo iban a entregar a un instituto. Entonces la<br />

mamá <strong>de</strong> mi compañera lo saca y a través <strong>de</strong> un comandante <strong>de</strong><br />

Buquebus, lo pasa clan<strong>de</strong>stinamente a Uruguay. Y en Uruguay lo<br />

legaliza como Andrés Manuel Moreno, era el apellido <strong>de</strong> casada <strong>de</strong> mi<br />

suegra. Andrés está casi dos años sin po<strong>de</strong>r entrar acá. Hacemos todos<br />

<strong>los</strong> tramites, yo lo reconozco, le hacemos la partida <strong>de</strong> nacimiento y<br />

pue<strong>de</strong> empezar a venir. Cada uno que venía <strong>de</strong> Uruguay lo traía a<br />

Andrés permanentemente.<br />

A mi vieja la caída <strong>de</strong> nosotros la lastimó mucho. Hacía tres años que<br />

había muerto mi padre, la afectó la cárcel. Se arrepintió, creo, <strong>de</strong> las<br />

charlas y <strong>de</strong> la politización y <strong>de</strong>l Partido Comunista y <strong>de</strong> todo eso. Era<br />

muy fuerte, pero creo que sufría mucho por la cárcel <strong>de</strong> mi hermano.<br />

Mi hermano trabajó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy chiquito, que fue siempre un laburante,<br />

que mantuvo mi casa cuando mi viejo estaba enfermo, cuando mi viejo<br />

se había transformado en alcohólico, que fue un gran hermano. Con mi<br />

hermana que era mucho menor que nosotros, tenía diez años menos<br />

que yo, la criamos prácticamente con mi hermano, y él asumió<br />

prácticamente la tarea <strong>de</strong> padre. Y era muy duro para él la cárcel. No<br />

entendía. No se había planteado una militancia. Yo en cambio venía <strong>de</strong><br />

la militancia, venía con odio. Mi hermano no había participado en nada,<br />

fue a esa casa, cuándo caímos, <strong>de</strong> puta casualidad. No tenía que haber<br />

estado ahí. Mi compañera lo llevó <strong>de</strong> casualidad a comer fi<strong>de</strong>os. No vivía<br />

ahí. Laburaba, tenía otra vida. Sin embargo se comió <strong>los</strong> mismos años<br />

<strong>de</strong> cárcel que yo. Entonces fue muy doloroso.<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

Alberto Elizal<strong>de</strong> mejoró un poco cuando <strong>los</strong> presos <strong>de</strong>l pabellón 2 fueron<br />

autorizados a vivir <strong>de</strong> a dos en sus celdas: Alberto se mudó a la celda <strong>de</strong><br />

Rubén Jáuregui, el Puma. Unos meses atrás, una patota había<br />

secuestrado a su padre, su hermana, su cuñado y su sobrino <strong>de</strong> meses.<br />

Y también a su compañera, con quien había tenido una hija. Todos<br />

seguían <strong>de</strong>saparecidos.<br />

Alberto y el Puma salían dos veces por semana a limpiar el pabellón y a<br />

re<strong>partir</strong> la comida al resto <strong>de</strong> sus compañeros <strong>de</strong>l pabellón <strong>de</strong> la muerte.<br />

Todos sabían que a cualquiera le podía pasar lo mismo. Pero el Puma, <strong>de</strong><br />

todos modos, era un optimista incurable:<br />

-Siempre que llovió paró, hermano. No hay que aflojar.<br />

26


ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

Pedro Cazes era el bibliotecario. Un día en el pabellón 2, Manzana me<br />

dice “vení”. Fui con Eduardo y estaba Pedrito dando sus charlas<br />

famosas. Manzana le dice muy solemne: “Che, Pedrito ¿lo justo es<br />

lógico?”. “Elizal<strong>de</strong>, qué pregunta me has hecho, qué pregunta<br />

interesante. Si lo justo es lógico, realmente tendría que contestarte que<br />

sí, lo justo <strong>de</strong>bería ser lógico, pero a veces no es así”. Manzana insistió.<br />

“Bueno, pero ¿lo justo es lógico sí o no?. “Sí”, respondió Pedro.<br />

Entonces Manzana respondió. “No, Pedro. No. Porque si te meten un<br />

palo <strong>de</strong> escoba en el culo te entra justo, pero no es lógico”. Pedro casi<br />

se <strong>de</strong>smaya. Eduardo lo miraba a Manzana, una seriedad. Y a Pedro se<br />

caía la cara. Se rayó dije yo... Manzana venía <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> toda<br />

su familia.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Nuestra organización tenía una revista que se llamaba Evita Montonera,<br />

y nos mandaban la revista, toda. Con lo cual eran infinidad <strong>de</strong><br />

carame<strong>los</strong>. Es más, yo tengo en mi casa todavía guardados, que mi<br />

familia no me pudo pasar en aquel momento, algunos carame<strong>los</strong>.<br />

Todavía tengo guardados algunos <strong>de</strong> <strong>los</strong> papelitos escritos.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

-Quiero que <strong>los</strong> compañeros no me olvi<strong>de</strong>n, que se que<strong>de</strong>n con mi<br />

recuerdo, que alguno <strong>de</strong> sus hijos se llame Julio César Urien, que que<strong>de</strong><br />

la memoria <strong>de</strong> mi moral <strong>de</strong> lucha, <strong>de</strong> que morí luchando por lo más<br />

sagrado que pue<strong>de</strong> querer un hombre: por una sociedad más justa.<br />

Tenía sed, no podía moverse, sabía que lo <strong>de</strong>bían tener controlado por<br />

todos lados y se acordaba <strong>de</strong> Rintintín: sobre todo cuando <strong>los</strong> indios<br />

ro<strong>de</strong>aban a <strong>los</strong> soldados y parecía que ya no tenían escapatoria, y el pibe<br />

<strong>de</strong> la serie le <strong>de</strong>cía al ovejero ¡ahora, rintintín!, y el perro salía a todo<br />

pique y se colaba entre <strong>los</strong> indios y llegaba al cuartel y volvía con <strong>los</strong><br />

refuerzos <strong>de</strong> caballería, al galope, con el clarín sonando. Cada tanto<br />

alguien le revisaba las ligaduras y la venda, para verificar que no pudiera<br />

moverse. Horas <strong>de</strong>spués, el oficial que lo había sacado <strong>de</strong> la ambulancia<br />

volvió a buscarlo y lo hizo parar y caminar. Lo estaba llevando <strong>de</strong> vuelta.<br />

-Vos te vendiste, te pasaste al otro bando. Si fuera por mí ya te estaría<br />

sogueando, pero hay gente que piensa que sos recuperable.<br />

El oficial lo tiró <strong>de</strong> nuevo en la camioneta, Georgia<strong>de</strong>s lo saludó en voz<br />

muy baja. Pasaron varias horas; Julio se esperanzaba.<br />

-Si llegamos a mañana vivos, cuando vayan <strong>los</strong> familiares a la visita, se<br />

va a armar un quilombo padre.<br />

27


Suponía.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Mi vieja era espectacular. Venía un día y <strong>de</strong>cía: “hijo, te voy a hacer una<br />

pregunta”. “Sí, mamá, ¿qué querés?”. Decime : “¿Qué es el<br />

imperialismo?”. “Bueno, yo te voy explicar”. Y entonces se me hacía un<br />

nudo acá, cómo le podía explicar a mi vieja lo que era el imperialismo.<br />

Empecé a explicarle el problema <strong>de</strong> <strong>los</strong> opresores y <strong>los</strong> oprimidos, <strong>de</strong> las<br />

políticas que había. “Ah, muy bien, muy bien. Porque el otro día”, dice,<br />

“yo estuve en una conferencia don<strong>de</strong> hablaron mucho <strong>de</strong>l imperialismo.<br />

Yo sabía que yo estaba en contra <strong>de</strong>l imperialismo, que estaba a favor<br />

<strong>de</strong> la justicia pero no alcanzaba a compren<strong>de</strong>r lo que era esto”. Y esa<br />

era mi vieja, una gorda hermosa que le tocaron al hijo y saltó como una<br />

leona a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rlo sin dudar que lo que estaba haciendo el hijo, era lo<br />

mejor. Con alguna experiencia, porque mi viejo había sido militante <strong>de</strong><br />

la resistencia peronista y entonces sabía ese tema. Y mi viejo con una<br />

actitud mucho más <strong>de</strong> acompañar todo este tema, y mucho más<br />

reflexiva. Él nos venía diciendo “esto está mal, uste<strong>de</strong>s están yendo por<br />

un camino equivocado”. El ya lo había vivido, entonces veía que el<br />

camino <strong>de</strong> la violencia no era un buen camino para el momento que<br />

vivía la Argentina.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

Cristian Urien, el hermano menor <strong>de</strong> Julio, llegó al penal a las dos <strong>de</strong> la<br />

tar<strong>de</strong> y se puso en la fila. Pero lo pararon en la puerta:<br />

-Negativo, Julio Urien no figura en la unidad.<br />

-¿Cómo que no figura?<br />

-No, no está. ¡El siguiente!<br />

-¡Qué siguiente, flaco! ¡Dón<strong>de</strong> mierda está mi hermano!<br />

Cristian tenía 19 años y <strong>los</strong> modales <strong>de</strong> un rugbier <strong>de</strong>l CASI: cuando uno<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> guardias lo quiso agarrar se abalanzó sin pensar en las<br />

consecuencias. Poco <strong>de</strong>spués había varios oficiales disculpándose,<br />

diciéndole que el<strong>los</strong> no sabían nada, que no podían informarle nada.<br />

Cristian les dijo que no se iba hasta que lo recibiera el director. Mientras<br />

le tramitaban la audiencia fue al bar <strong>de</strong> enfrente, pidió una cocacola y<br />

trató <strong>de</strong> sonsacar a <strong>los</strong> mozos. El cajero, vacilante, le dijo que no lo<br />

fuera a <strong>de</strong>schavar:<br />

-Por favor, no me man<strong>de</strong>s en cana, pero ayer a la tar<strong>de</strong> entró una<br />

ambulancia <strong>de</strong>l Ejército al penal, a lo mejor se lo llevaron ahí.<br />

-¿Me presta el teléfono?<br />

-Te tengo que cobrar la llamada.<br />

-Mamá, es urgente. ¡Hagan algo, a Julio se lo llevaron en una<br />

ambulancia <strong>de</strong>l Ejército!<br />

28


Cristian volvió al penal y preguntó si ya podía ver al director:<br />

-Sí, pase por acá, ya le concedió la audiencia.<br />

El prefecto Dupuy lo esperaba con cuatro oficiales más.<br />

-¿Dón<strong>de</strong> está mi hermano?<br />

-Mire, joven, en primer lugar le voy a pedir compostura...<br />

-¿De qué compostura me habla? ¡Yo no me voy <strong>de</strong> acá hasta que lo<br />

traiga a mi hermano!<br />

Uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> oficiales se le acercó y Cristian se paró para enfrentarlo, pero<br />

el otro lo apuntó con su ametralladora. En unos segundos lo habían<br />

puesto en la calle.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Mi familia acompañó todos esos proyectos. Para mi vieja nosotros<br />

seguíamos siendo <strong>los</strong> nenes, entonces acompañó ese proceso <strong>de</strong><br />

militancia con todos <strong>los</strong> temores <strong>de</strong> una madre, entonces “nene, cuidate,<br />

no vayas, fijate”. Tenía miedo hasta <strong>de</strong> que fuéramos a ver un clásico<br />

River- Boca. Cuando yo caí preso, pega un salto <strong>de</strong> calidad<br />

impresionante, porque se transforma en una leona. Entra a participar <strong>de</strong><br />

lo que es la Comisión <strong>de</strong> Familiares, entra a hacer <strong>de</strong>nuncias a nivel<br />

internacional, o sea entra a militar. Lo que nunca había hecho en su<br />

vida. Ella venía <strong>de</strong> una familia <strong>de</strong> Entre Ríos, <strong>de</strong> origen radical, que<br />

cuando se junta con mi viejo en <strong>los</strong> años ’40, ’45, se hace peronista.<br />

Luego acompaña mucho a mi viejo, que era el amor <strong>de</strong> su vida y un<br />

militante combativo <strong>de</strong> la resistencia peronista.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

Mientras Cristian Urien se quedaba impotente en la puerta <strong>de</strong>l penal,<br />

Susana Trotz <strong>de</strong> Urien llamaba a Hargui<strong>de</strong>guy. Tras un par <strong>de</strong> intentos<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>morarla, un secretario la comunicó con el ministro <strong>de</strong>l Interior:<br />

-Tengo que verte ahora mismo.<br />

-¿No pue<strong>de</strong> ser a la noche? Mejor llamame a casa más tar<strong>de</strong>.<br />

-Te digo que ahora, en media hora estoy allá.<br />

Harguin<strong>de</strong>guy la hizo pasar a su <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> la Casa Rosada y le pidió al<br />

secretario que le filtrara las llamadas.<br />

-Salvo que sea el presi<strong>de</strong>nte, en <strong>los</strong> próximos diez minutos no atiendo a<br />

nadie.<br />

Ella se largó a llorar, y él la invitó a sentarse, muy amable.<br />

-Quedate tranquila, Susana, lo único que te puedo <strong>de</strong>cir es que no lo van<br />

a matar. Yo me voy a encargar personalmente <strong>de</strong> que a tu hijo no lo<br />

maten. Pero que que<strong>de</strong> bien claro: no lo hago por él, sino por tu familia.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

29


Esa noche <strong>los</strong> militares sacaron a Julio y a Angel <strong>de</strong> la ambulancia y <strong>los</strong><br />

llevaron caminando hasta un lugar cerrado, chico, con olor a moho. Allí<br />

les dieron un vaso <strong>de</strong> agua y <strong>los</strong> <strong>de</strong>jaron ir al baño. A la mañana<br />

apareció alguien que se i<strong>de</strong>ntificó como oficial:<br />

-¿Así que vos sos Urien? ¡Qué parientes tenés! En realidad, tenés que<br />

ser un gran hijo <strong>de</strong> puta, porque si estás acá y tenés esos parientes,<br />

<strong>de</strong>bés ser el peor <strong>de</strong> <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> puta.<br />

El oficial le dijo a Angel que se parara, que se lo llevaba. Julio pasó todo<br />

el día tirado en ese calabozo, encapuchado, atado y amordazado. A la<br />

mañana siguiente lo vinieron a buscar. Eran dos militares que se lo<br />

llevaron a <strong>los</strong> empujones hasta otra sala. Allí, un médico le hizo sacar la<br />

capucha pero no la venda, y lo revisó. Julio pensó que si no se la<br />

sacaban podía ser que, al final, no fueran a matarlo. Escuchó que el<br />

médico escribía un informe y <strong>de</strong>cía que ya se lo podían llevar. Julio se<br />

ilusionó: si lo iban a matar, no valía la pena revisarlo y, a<strong>de</strong>más, ese era<br />

un trámite que solía hacerse cuando una institución le entregaba un<br />

prisionero a otra: como para <strong>de</strong>slindar responsabilida<strong>de</strong>s y certificar que<br />

lo libraban en buen estado.<br />

Los dos tipos lo sacaron <strong>de</strong>l edificio y lo llevaron caminando unos cientos<br />

<strong>de</strong> metros. Después pararon. Se oía el motor <strong>de</strong> un camión. La or<strong>de</strong>n<br />

llegó <strong>de</strong> cerca:<br />

-A ése lo bajan y lo llevan con el otro... A éste me lo suben..<br />

Julio escuchó unos pasos vacilantes, empujones, insultos y apenas un<br />

quejido amortiguado por la mordaza. Sin saber por qué, pensó que era<br />

Pepe Brontes.<br />

Lo subieron al camión y lo colgaron por <strong>los</strong> pies <strong>de</strong>l techo: Julio quedó<br />

boca abajo, con las manos esposadas atrás y la cabeza bamboleándose.<br />

Después notó que apagaban el motor y escuchó un sonido inconfundible:<br />

estaban haciendo una fogata.<br />

-Me van a quemar, voy a ser un <strong>de</strong>saparecido, no va a quedar ni mi<br />

cuerpo. A lo mejor, mis cenizas las come un pájaro, o el viento las lleva<br />

hasta el mar. Voy a seguir viviendo en algún lado, estos hijos <strong>de</strong> puta no<br />

van a terminar conmigo.<br />

Pensó, y <strong>de</strong>spués oyó que el motor arrancaba y el camión se ponía en<br />

marcha:<br />

-Ahora voy a hacer algo. No me voy a rendir.<br />

Julio tensó <strong>los</strong> múscu<strong>los</strong> abdominales con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> llegar con las manos<br />

hasta <strong>los</strong> pies y, <strong>de</strong> alguna manera, <strong>de</strong>satarse, pasarse las esposas para<br />

a<strong>de</strong>lante, abrir la puerta trasera y saltar a toda velocidad. Era su chance.<br />

No iba tan mal: había llegado con la cabeza hasta las rodillas, con la<br />

mano izquierda se tocaba <strong>los</strong> tobil<strong>los</strong>.<br />

-No te muevas más, pelotudo, que te estamos vigilando...<br />

La voz venía <strong>de</strong> muy cerca. Hasta ese momento, Julio no se había dado<br />

cuenta <strong>de</strong> que había alguien junto con él en la caja <strong>de</strong>l camión.<br />

30


-Hasta acá me controlan, estos cagones.<br />

Pensó. El viaje fue muy largo: Julio tenía todo el tiempo la cabeza a<br />

punto <strong>de</strong> estallar.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

Cuando el camión paró, alguien le soltó a Julio Urien el nudo <strong>de</strong> <strong>los</strong> pies<br />

y se cayó redondo al suelo. Lo llevaron hasta una celda, le sacaron la<br />

venda y lo <strong>de</strong>jaron solo. La celda estaba oscura, y el silencio absoluto lo<br />

aturdía. Pasaron horas. Finalmente, cuando se abrió la puerta, el guardia<br />

tenía uniforme <strong>de</strong> penitenciario.<br />

-Salga a asearse. Rápido.<br />

-¿Dón<strong>de</strong> estoy?<br />

-En Sierra Chica.<br />

Dos días <strong>de</strong>spués, antes <strong>de</strong> llevarlo al pabellón 1, el director <strong>de</strong>l penal se<br />

acercó a hablarle.<br />

-Mire, usted está vivo <strong>de</strong> milagro. Acá no lo van a jo<strong>de</strong>r más. El régimen<br />

no es <strong>de</strong> jardín <strong>de</strong> infantes, pero su vida no corre peligro.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Mi vieja y mi hermano estaban muy comprometidos. Nosotros teníamos<br />

a <strong>los</strong> familiares nucleados, había dos o tres responsables. Uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong><br />

era mi hermano; cada cárcel tenía un responsable. O sea, La Plata,<br />

Sierra Chica, Rawson, Devoto. Y se ocupaban <strong>de</strong> la comunicación con la<br />

organización, <strong>de</strong> la comunicación con las otras cárceles, <strong>de</strong> llevar guita a<br />

<strong>los</strong> compañeros, llevar abogados... De todo. La organización no se<br />

<strong>de</strong>sentendía.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

Al día siguiente Julio Urien recibió la visita <strong>de</strong> su madre. Susana le dijo<br />

que había ido con la madre <strong>de</strong> Angel, que estaba esperando afuera:<br />

-Quiere que le cuentes todo lo que sepas <strong>de</strong> su hijo.<br />

Julio le dijo que <strong>los</strong> habían separado al segundo día y que, en el<br />

momento en que lo trasladaron para Sierra Chica, habían llevado a otro<br />

preso al regimiento.<br />

-Me pareció que era Pepe Brontes.<br />

-No, querido, Pepe está en La Plata, al que se llevaron fue a Horacio<br />

Rappaport.<br />

El 1º <strong>de</strong> febrero la esposa <strong>de</strong> Horacio Rappaport recibió en su casa un<br />

radiograma <strong>de</strong>l Ejército informándole que tenían el cadáver <strong>de</strong> su<br />

marido. Al día siguiente, la comunicación llegó a la casa <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

Georgia<strong>de</strong>s. Durante varios días, sus familiares fueron a las puertas <strong>de</strong>l<br />

31


Comando en Jefe <strong>de</strong>l Ejército y <strong>de</strong>l Regimiento 7 <strong>de</strong> Infantería, a pedir<br />

información. Hasta que el coronel Roque Presti, jefe <strong>de</strong>l regimiento y <strong>de</strong>l<br />

grupo <strong>de</strong> tareas <strong>de</strong> esa subzona militar, les dio una explicación: según<br />

Presti, Rappaport había intentado fugarse <strong>de</strong>l cuartel y Georgia<strong>de</strong>s se<br />

había suicidado. El sábado 12 <strong>de</strong> febrero el Ejército entregó a las dos<br />

familias dos cajones cerrados, con la recomendación <strong>de</strong> no abrir<strong>los</strong>,<br />

“para evitar la impresión”. Pero no les hicieron caso y pudieron verificar<br />

que <strong>los</strong> dos cuerpos tenían muchos signos <strong>de</strong> torturas y que Angel<br />

Georgia<strong>de</strong>s, a<strong>de</strong>más, tenía un tajo que le partía el cuello <strong>de</strong> lado a lado.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

A mi Vieja la fueron a buscar a mi casa. Fue el 11 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong>l ’77. El 6<br />

<strong>de</strong> enero <strong>los</strong> matan a Dardo y a Pirles, el 26 a Rapaport y a Giargia<strong>de</strong>s.<br />

Y rápidamente el 11 <strong>de</strong> marzo secuestran familiares. Conjuntamente con<br />

mi vieja <strong>de</strong>sapareció el hermano <strong>de</strong>l gordo Bracovich, que a él sí lo<br />

sacaron <strong>de</strong> la fábrica don<strong>de</strong> trabajaba, <strong>de</strong> una gráfica. Todo se produce<br />

como un mismo movimiento. Desaparece el hermano <strong>de</strong>l gordo, que<br />

aparece muerto a <strong>los</strong> tres, cuatro días; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>saparece mi vieja, a<br />

<strong>los</strong> pocos días; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>saparece el hermano <strong>de</strong> Villanueva. Nos<br />

pegan muy duro. El<strong>los</strong> sabían que nuestros familiares eran el sustento<br />

<strong>de</strong> toda la comunicación. Si bien nosotros teníamos dirigentes políticos y<br />

cuadros muy capacitados, se sorprendían <strong>de</strong> la información que<br />

manejábamos. Información que no venía en <strong>los</strong> diarios, porque<br />

nosotros no teníamos diarios, no teníamos un carajo. Y querían cortar<br />

esa comunicación, y <strong>de</strong> paso querían agarrar a todos <strong>los</strong> familiares y por<br />

en<strong>de</strong> a toda la estructura <strong>de</strong> Montoneros que estaba afuera.<br />

ESCENA N° (DALMIRO)<br />

Del pabellón 11 me llevaron al 14. Entre <strong>los</strong> trasladados, también<br />

estaban Julio Mogordoy y Néstor Rojas. Iban separando a la gente <strong>de</strong><br />

acuerdo al grado <strong>de</strong> compromiso. Y lo que hicimos, que era habitual<br />

cada vez que se producía algún boleo interno, fue reunirnos con <strong>los</strong><br />

compañeros y elegir una dirección política para mantener una<br />

organización mínima en el pabellón. Fuimos elegidos Julio, Néstor Rojas,<br />

Guillermo Segalli y yo. Poco <strong>de</strong>spués a <strong>los</strong> cuatro <strong>de</strong> la conducción nos<br />

trasladan al Pabellón 2. Ahí era claro que alguien, <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro, nos había<br />

buchoneado. Al tiempo supimos que fue el Rengo Martella, que estaba<br />

colaborando con el Taca Di Guillerat.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

En marzo <strong>de</strong>l ’76, <strong>los</strong> compañeros les habían advertido a mis viejos:<br />

“Váyanse a su casa, uste<strong>de</strong>s están marcados; van a ser <strong>los</strong> primeros<br />

que vayan a buscar”. Mi viejo, que seguía trabajando en el puerto, tenía<br />

32


casi 52 años, dijo “yo no tengo problemas con nadie, yo tengo una vida<br />

pública o sea que no tengo que ocultarme <strong>de</strong> nadie”. Y se quedó mi<br />

viejo, se quedó mi vieja, y se quedaron con mis hermanos. Hasta que<br />

pasó lo que pasó, en marzo <strong>de</strong>l ’77. Mi hermano se tuvo que ir <strong>de</strong> mi<br />

casa. Mi viejo, que por esas cosas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino, se salvó ese día que<br />

fueron a buscar a mi vieja. En realidad iban a buscar a mi vieja, a mi<br />

viejo y a mi hermano, pero ella había <strong>de</strong>jado una señal, que<br />

previamente había sido hablada con mi hermano, porque había peligro<br />

<strong>de</strong> ratonera, <strong>de</strong> que estuvieran <strong>los</strong> tipos a<strong>de</strong>ntro, entonces ella <strong>de</strong>jaba la<br />

ventana que da a la calle a un cierto nivel. Entonces mi hermano pasó<br />

justo cuando <strong>los</strong> milicos estaban a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi casa con mi vieja, mis<br />

hermanas y mi tío. Cuando vio que no estaba la contraseña, vio la señal<br />

<strong>de</strong> peligro y se fue. Pasó por la puerta <strong>de</strong> mi casa, y <strong>los</strong> tipos no lo<br />

<strong>de</strong>tectaron.<br />

Mi viejo, ese día se cayó y se quebró el pie laburando en el puerto. Y lo<br />

internaron en un sanatorio <strong>de</strong> unas monjas que <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> la obra<br />

social <strong>de</strong>l puerto. Por eso no fue a mi casa ese día, porque si no caía. Y<br />

a cambio <strong>de</strong> mi viejo se llevan a mi tío. Tenía en ese momento como 70<br />

años. Mi tío apareció al mes por la zona norte, por la Panamericana. Y<br />

es el que nos dijo que mi vieja <strong>de</strong>bía estar en Campo <strong>de</strong> Mayo, por el<br />

trencito que oía pasar, el trencito eléctrico.<br />

33


TERCERA PARTE:<br />

CAMPOS CLANDESTINOS Y CÁRCEL LEGAL<br />

ESCENA N° (LILA PASTORIZA)<br />

Mi mamá iba a la cárcel a visitar a Eduardo Jozami, mi compañero.<br />

A<strong>de</strong>más había correspon<strong>de</strong>ncia entre nosotros. Supongo que llegaba a la<br />

casa <strong>de</strong> mi mamá, pero yo sí me acuerdo que yo le escribía a Eduardo y<br />

él también me escribió cuando lo mataron a Dardo Cabo. Yo no podía<br />

verlo porque estaba semiclan<strong>de</strong>stina y me relacionaba sólo a través <strong>de</strong><br />

las cartas. Era una situación espantosa. Para esa época incluso Eduardo<br />

me escribió una carta a mí que prácticamente era una carta <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spedida, en diciembre <strong>de</strong>l `76. Yo también le escribí. Sabíamos que<br />

podía pasar cualquier cosa. Después, incluso ocurrió que un día estaba<br />

en una bar, yo me veía bastante con gente que eran algunos<br />

colaboradores, gente que pasaba información, yo trabajaba en Ancla, la<br />

agencia <strong>de</strong> noticias clan<strong>de</strong>stinas que dirigía Rodolfo Walsh. Entonces<br />

teníamos la información <strong>de</strong> gente amiga, cada vez yo estaba menos<br />

ligada a Montoneros. Y una mujer que venía ahí, que yo no sabía quién<br />

era, y ella no sabía quién era yo, pero era bastante amiga <strong>de</strong> un amigo<br />

mío, nos traía bastante información <strong>de</strong> cárceles. Me acuerdo que vino<br />

un día y me dijo: “Lo mataron a Eduardo Jozami”. Yo me quedé helada,<br />

ella no sabía quién era yo. “Sí, si, aplicaron la ley <strong>de</strong> fugas y acaban <strong>de</strong><br />

avisarme que lo mataron a Jozami”. Yo no podía manifestar nada. Fui a<br />

tratar <strong>de</strong> averiguar qué había pasado, estaba shockeada. Así me enteré<br />

que no era seguro <strong>de</strong> que fuera Eduardo, que había dos o tres nombres.<br />

Bueno, finalmente no fue él. Ése era el clima que se vivía.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Mis hermanos se fueron <strong>de</strong> mi casa, pero mis hermanas venían a<br />

visitarme, con unas bolas enormes. Vinieron a visitarme ese fin <strong>de</strong><br />

semana, y me contaron que mi viejo estaba internado, que mi hermano<br />

se había tenido que ir, que ellas estaban solas, y que mi tío estaba<br />

<strong>de</strong>saparecido. O sea, mi vieja, mi tío, mi viejo y mi hermano afuera, y<br />

mis hermanas solas; mi hermana mayor tenía 23 años, había una que<br />

tenía 10, 12 años. Mi hermana se queda a cargo <strong>de</strong> la casa. Quedaban<br />

sólo cuatro mujeres.<br />

ESCENA N° (LILA PASTORIZA)<br />

Mi mamá, para ir a visitar a Eduardo y luego verme a mí tomaba<br />

precauciones. Me <strong>de</strong>cía “no te preocupes, nena, que hago<br />

contraseguimiento”. Yo le <strong>de</strong>cía “¿cómo, mamá, qué hacés<br />

contraseguimiento?”. Y ella me explicaba: “Yo me voy a un edificio, me<br />

34


meto hasta el último piso, bajo el tercero, bajo…”. Subía todos <strong>los</strong> pisos,<br />

y se encontraba <strong>de</strong>spués conmigo. Pero con mi suegra era más formal,<br />

en algún bar. Era una situación <strong>de</strong> mucho miedo con lo que pasaba. No<br />

tenías mucha posibilidad <strong>de</strong> hacer nada, lo que nosotros hacíamos eran<br />

<strong>de</strong>nuncias hacia fuera, <strong>de</strong>nuncias a <strong>los</strong> periodistas extranjeros. En Ancla<br />

le dimos mucha pelota al tema <strong>de</strong> <strong>los</strong> presos. Hay algún cable <strong>de</strong> Ancla<br />

que habla <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> La Plata. Eso llegaba a la prensa extranjera,<br />

<strong>de</strong>spués había gente <strong>de</strong>l servicio <strong>de</strong> presos <strong>de</strong> montoneros que<br />

teóricamente también se ocupaba <strong>de</strong> esto, y yo tenía algún contacto y<br />

mandaban algún informe para Ancla. Pero se fue espaciando cada vez<br />

más, porque eran golpes, golpes, golpes; y en mi caso yo me fui<br />

metiendo en Ancla y menos en la cosa orgánica <strong>de</strong> Montoneros.<br />

ESCENA N° (JOZAMI)<br />

Lila, mi compañera, fue secuestrada en junio <strong>de</strong> 1977 y llevada a la<br />

ESMA. Me enteré <strong>de</strong> su secuestro en una visita, a través <strong>de</strong> mi suegra.<br />

Ya me sorprendía que no me llegaran cartas, pero la verdad que<br />

tampoco afuera la situación estaba tan tranquila, las cartas a veces se<br />

<strong>de</strong>moraban. Pero había pasado casi un mes sin cartas, y aparece mi<br />

suegra y me dice, se nota que mi suegra dudó también... no tuvo<br />

fuerzas para venir a contarme <strong>de</strong> entrada.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

A través <strong>de</strong> una compañera que estuvo <strong>de</strong>saparecida y que tuvo la<br />

suerte <strong>de</strong> salvarse, supimos que en Campo <strong>de</strong> Mayo había una mujer <strong>de</strong><br />

las características <strong>de</strong> mi vieja, gorda, <strong>de</strong> 50 años, petisa, que usaba<br />

unos zoquetes, que se bajaba <strong>los</strong> bor<strong>de</strong>s y le quedaba como un boladito,<br />

que era muy característico <strong>de</strong> ella. Y esta compañera me contó que<br />

aproximadamente en junio o julio <strong>de</strong>l ’77, la sacan para “un traslado” y<br />

no volvió más.<br />

ESCENA N° (LILA PASTORIZA)<br />

Yo caigo en Junio <strong>de</strong>l `77. Previamente yo había resuelto irme <strong>de</strong>l país y<br />

también <strong>de</strong> la organización Montoneros. Yo seguía teniendo relación,<br />

pero estaba muy en <strong>de</strong>sacuerdo. Quería irme, pero con una cosa<br />

armada, seguir militando afuera. Porque, a esa altura, la lucha la<br />

hacíamos tan mediada que la podíamos hacer lo mismo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> afuera<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro. Eduardo estaba al tanto <strong>de</strong> eso porque yo le había<br />

dicho que me quería ir. Esto, por carta, no era fácil <strong>de</strong> transmitir.<br />

Cuando caigo, en una metodología que era habitual en la Escuela <strong>de</strong><br />

Mecánica, me hacen hablar por teléfono a mi casa. Pero, en realidad, yo<br />

estaba en la Escuela <strong>de</strong> Mecánica pero presa <strong>de</strong>l Servicio <strong>de</strong><br />

35


Informaciones Navales. Pero por una serie <strong>de</strong> cosas azarosas fui a parar<br />

a la ESMA. Lo que suce<strong>de</strong> en mi caso es que cuando me levantan, el<br />

coche en el que me llevaban chocó. Entonces me llevan herida a la<br />

ESMA por esa situación, porque en la ESMA había enfermería. El grupo<br />

<strong>de</strong>l Servicio <strong>de</strong> Informaciones operaba en otro lado, en Villa A<strong>de</strong>lina, en<br />

una casa <strong>de</strong> Massera, el jefe <strong>de</strong> la Armada. Ahí torturaban a la gente, y<br />

<strong>de</strong>spués la llevaban a la ESMA, según reconstruí un año <strong>de</strong>spués.<br />

ESCENA N° (DALMIRO)<br />

El tipo que me verdugueaba personalmente, que me venía a buscar, era<br />

el “Nazi” Rivadaneira. Cuando hacían requisa con la guardia <strong>de</strong>l Nazi,<br />

como yo estaba en la primera celda, la 49, la requisa empezaba en mi<br />

celda. El nazi le or<strong>de</strong>naba a sus subalternos que <strong>de</strong>jaran esa celda y<br />

comenzaran por la celda 50, que estaba al lado. Él, personalmente,<br />

entraba y me requisaba la celda. Cuando se terminaba toda la requisa el<br />

tipo seguía en mi celda. Se sentaba, leía las cartas una por una. Yo en<br />

esa época todavía tenía un cua<strong>de</strong>rno dón<strong>de</strong> escribía. Lo revisaba. Un día<br />

el tipo viene y me dice: “¿siempre dibujaste?, porque esta prohibido<br />

dibujar” . Yo le dije que no había ninguna comunicación al respecto.<br />

“Bueno, a <strong>partir</strong> <strong>de</strong> ahora, está prohibido”, me dijo. Siempre me estaba<br />

buscando. Entonces me hacía pedir una autorización por carta para<br />

dibujar o luego para entrar lápices <strong>de</strong> colores. Después <strong>de</strong> requisar<br />

todas mis cosas, me hacía entrar a la celda y me preguntaba: “en qué<br />

pensabas cuándo dibujabas esto”. Antes <strong>de</strong> entrar a requisar mi celda<br />

siempre me <strong>de</strong>cía: “qué no te encuentre nada fuera <strong>de</strong> regla porque s<br />

ino te llevo al calabozo y te voy a matar”. Sin embargo nunca me<br />

sancionó.<br />

No había interrogatorio i<strong>de</strong>ológico, era nada más que la aplicación <strong>de</strong>l<br />

po<strong>de</strong>r y el juego morboso. El tipo ponía música clásica y salía <strong>de</strong> cacería<br />

con su patota. El tipo salía y siempre llevaba a alguien al calabozo y lo<br />

cagaba a pa<strong>los</strong>. Cuando alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las 7 <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> se hacía cargo <strong>de</strong><br />

la guardia, antes <strong>de</strong> la cena, ponía música clásica. Le abría la puerta a<br />

casi todos <strong>los</strong> judíos. A<strong>de</strong>más el tipo, <strong>de</strong> aspecto, parecía una nazi. Se<br />

vestía como un alemán.<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

-Señor juez ¿a usted le parece una simple coinci<strong>de</strong>ncia que estén<br />

matando a nuestros compañeros y a nuestros familiares? Yo quiero que<br />

tome nota que secuestraron a toda mi familia.<br />

Dijo Alberto Elizal<strong>de</strong>, y el juez Rafael Sarmiento lo miró como quien no<br />

sabe <strong>de</strong> qué le están hablando. Sarmiento era juez fe<strong>de</strong>ral y estaba a<br />

cargo <strong>de</strong> muchas causas <strong>de</strong> militantes presos que le habían mandado<br />

36


cartas pidiéndole por su seguridad, <strong>de</strong>nunciando que su vida estaba en<br />

peligro. Esa tar<strong>de</strong>, en una oficina <strong>de</strong>l penal, el juez <strong>los</strong> recibía en grupos<br />

<strong>de</strong> tres o cuatro. Pero no se hacía cargo <strong>de</strong> nada:<br />

-Vea, para eso hay un principio que es el <strong>de</strong>l juez natural. Usted tendrá<br />

que presentar el caso al juzgado fe<strong>de</strong>ral <strong>de</strong> acá, <strong>de</strong> La Plata, no en el<br />

mío.<br />

-Sí, pero ahora al que le puedo hablar es a usted. Y esto no es una<br />

cuestión <strong>de</strong> jurisdicciones, es cosa <strong>de</strong> vida o muerte. ¿Usted no me va a<br />

tomar la <strong>de</strong>nuncia?<br />

Alberto transpiraba bajo su ropa <strong>de</strong> preso <strong>de</strong> franela azul. Ese verano <strong>los</strong><br />

guardias dijeron que el pañol <strong>de</strong> la cárcel no había recibido la partida <strong>de</strong><br />

chaquetas y pantalones grises <strong>de</strong> verano. Alberto miraba la cara <strong>de</strong> la<br />

secretaria <strong>de</strong> Sarmiento, morocha y prolija, y le resultaba patética. La<br />

secretaria estaba roja: Alberto pensó que <strong>de</strong>bía ser vergüenza. Pero<br />

igual se quedó callada cuando escuchó la respuesta <strong>de</strong> Sarmiento:<br />

-Elizal<strong>de</strong>, dígale a sus abogados que se ocupen <strong>de</strong>l tema. Usted tiene al<br />

doctor Broquen que es un excelente abogado y él seguramente podrá<br />

hacer algo. Yo vine a ver las condiciones en que están uste<strong>de</strong>s: veo que<br />

comen, que tienen atención médica y el director me dijo que les iban a<br />

dar <strong>los</strong> uniformes nuevos, porque con este calor no es justo que tengan<br />

que andar con lana, eso sí.<br />

-Señor juez, el doctor Broquen no pue<strong>de</strong> venir porque está enfermo.<br />

A<strong>de</strong>más, usted sabe bien que si viene, como está el país, le pasaría lo<br />

mismo que <strong>los</strong> <strong>de</strong>más abogados que tuve: <strong>los</strong> mataron.<br />

-Mire, que le que<strong>de</strong> claro, acá nadie les rompe las pelotas; <strong>los</strong> que<br />

corremos riesgos somos nosotros, con todas las bombas y <strong>los</strong> atentados<br />

terroristas que hay. A<strong>de</strong>más, la vida suya y la <strong>de</strong>l resto que están bajo<br />

mi juzgado están garantizadas. Al menos, mientras yo esté a cargo <strong>de</strong>l<br />

juzgado. ¿Me entendió?<br />

ESCENA N° (DALMIRO)<br />

Yo siempre veía a <strong>los</strong> tipos más jodidos porque estaba <strong>de</strong> faginero y<br />

estaba fuera <strong>de</strong> la celda haciendo tareas <strong>de</strong> limpieza. El Manchado<br />

Fernán<strong>de</strong>z era un hijo <strong>de</strong> puta. Esos tipos que no te lo podés olvidar. El<br />

tipo verdugueaba siempre. Un par <strong>de</strong> veces me cagó a pedos por cosas<br />

<strong>de</strong> la fagina, pero no más que eso.<br />

Después hablando <strong>de</strong> otra gente. Había un cabo, que andaba <strong>de</strong><br />

guardapolvo, el famoso Gonzalito. Yo, como era faginero, tenía una<br />

responsabilidad en la comunicación y tenía que pasar un caramelo al<br />

pabellón 1. Entonces el faginero <strong>de</strong>l pabellón 1, le dijo a Gonzalito que<br />

se le había roto un elemento <strong>de</strong> limpieza y que necesitaba pedírmelo a<br />

mí. Creo que era un secador. Al rato el compañero Jáuregui me dio el<br />

caramelo, lo agarré, le saqué el mango y escondí el caramelo. Cuándo<br />

37


paso el secador que estaba bastante roto, se traba en la reja, se<br />

<strong>de</strong>sarma y cae el caramelo. Gonzalito no dijo nada. “Limpie bien, no sea<br />

cosa que que<strong>de</strong>n cosas ahí tiradas”. Obviamente se había dado cuenta<br />

<strong>de</strong> todo. También este Gonzalito nos facilitaba el acceso a revistas y<br />

diarios.<br />

A esa altura nosotros éramos concientes <strong>de</strong> lo dura que venía la mano.<br />

Ya habían secuestrado a varios familiares nuestros. Mi hermana estaba<br />

<strong>de</strong>saparecida, la familia <strong>de</strong> Manzana Elizal<strong>de</strong> también. Fue toda la<br />

misma redada. Secuestran a toda gente que tenía actividad solidaria con<br />

nosotros. Mi hermana tenía contacto habitual con la hermana <strong>de</strong><br />

Manzana.<br />

38


CUARTA PARTE:<br />

LA RESISTENCIA PASIVA Y LA REALIDAD POLÍTICA<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

El Zurdo Suárez, el Galleguito García y Alberto Elizal<strong>de</strong> formaban la<br />

dirección <strong>de</strong>l PRT <strong>de</strong>l pabellón 2 <strong>de</strong> La Plata. Todos <strong>los</strong> presos <strong>de</strong>l<br />

pabellón eran militantes <strong>de</strong>l partido: la única tarea que no tenían<br />

organizada era “política <strong>de</strong> alianzas” o “relación con otras<br />

organizaciones”, como algunos la llamaban. El resto estaba prolijamente<br />

establecido: <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la administración <strong>de</strong> la cantina y la biblioteca hasta<br />

<strong>los</strong> trabajos <strong>de</strong> inteligencia y contrainteligencia. Hasta tenían un<br />

responsable <strong>de</strong> gimnasia, aunque les habían prohibido hacer <strong>de</strong>portes.<br />

La responsabilidad consistía en armarle a cada cual, según sus<br />

necesida<strong>de</strong>s, una rutina <strong>de</strong> sentadillas, lagartijas o abdominales para<br />

hacerlas tar<strong>de</strong> a la noche o por la madrugada, cuando no había ningún<br />

penitenciario en el pabellón. Necesitaban tener el cuerpo duro para que<br />

las palizas les dolieran menos. Pero la gimnasia era, más que nada, una<br />

cuestión <strong>de</strong> disciplina: cumplir con <strong>los</strong> ejercicios era ganar una batalla.<br />

Los presos se pasaban unas veinte horas por día encerrados en celdas<br />

<strong>de</strong> uno veinte por dos y medio. En las dos horas <strong>de</strong>l recreo <strong>de</strong> la mañana<br />

hacían sus reuniones <strong>de</strong> célula -para discutir línea política-; en las dos<br />

horas <strong>de</strong>l recreo <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> se reunían las comisiones. Las células tenían<br />

tres integrantes; las comisiones, cuatro o cinco. Había comisión <strong>de</strong><br />

biblioteca, <strong>de</strong> cursos, <strong>de</strong> visitas, <strong>de</strong> abogados, <strong>de</strong> limpieza, <strong>de</strong> circulación<br />

<strong>de</strong> revistas. La fundamental era la <strong>de</strong> economato: hacía las cuentas <strong>de</strong><br />

cuánta plata le <strong>de</strong>positaban a cada preso para sumarla al pozo común.<br />

En general alcanzaba para lo básico: cigarril<strong>los</strong>, yerba, azúcar y unas<br />

pocas <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>zas, como queso mar <strong>de</strong>l plata y dulce <strong>de</strong> leche. Siempre<br />

tenían tareas. Y también tenían varias direcciones.<br />

Por encima <strong>de</strong> la dirección <strong>de</strong>l pabellón -el Zurdo, el Galleguito y Alberto-<br />

estaba la dirección <strong>de</strong>l penal, que eran otros tres o cuatro presos que<br />

estaban en el mismo pabellón pero que, a<strong>de</strong>más, tenían autoridad<br />

partidaria sobre las direcciones <strong>de</strong> otros pabellones: el Chaqueño<br />

Gómez, el Negro Ponce <strong>de</strong> León, el Tordito Debene<strong>de</strong>tti y el Chino<br />

Villanueva, en esos días. Que se comunicaban con el resto <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

pabellones a través <strong>de</strong> carame<strong>los</strong> –rellenos <strong>de</strong> papelitos-, por morse o<br />

hablando con las manos.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

Me tocó transcribir a papelitos clan<strong>de</strong>stinos la autocrítica <strong>de</strong>l partido<br />

sobre el militarismo, que esboza el partido con Luis Matini a la cabeza,<br />

39


<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l negro Santucho. Tuve que transcribir <strong>de</strong> otro<br />

caramelo lo que fue la ejecución <strong>de</strong>l oso Raineri que terminó cantando<br />

Monte Chingolo. Como yo había militado con él conocía la historia.<br />

Manzana en ese momento me dio para que transcribiera, para que<br />

sintetizara una cosa que era muy larga, teníamos dos carame<strong>los</strong> para<br />

hacer uno solo, era un material que guardábamos... Y bueno, también<br />

algunas editoriales que llegaban, que teníamos que mandar para otro<br />

lugar, alguna minuta interna que hacíamos.<br />

Tuve que hacer una síntesis <strong>de</strong> lo que había sido la ejecución <strong>de</strong>l Oso.<br />

Cómo se llegó al oso, cómo se lo ejecutó. Había entregado a 326<br />

compañeros. Cuánto cobró. Escribí qué había dicho cuando le hicimos el<br />

juicio... Todas esas cosas que hoy son bastante dolorosas, en ese<br />

momento uno lo hacía <strong>de</strong> una forma que yo no sé... Hoy si tengo que<br />

ponerme a escribir <strong>de</strong> esas cosas me puedo llegar a morir. En ese<br />

entonces no.<br />

ESCENA N° (DALMIRO)<br />

Del secuestro <strong>de</strong> mi hermana nunca pudimos obtener ningún dato.<br />

Nadie la vio, nadie supo dón<strong>de</strong> fue, nadie dijo “me parece que la vi...”<br />

Nada <strong>de</strong> nada. En el caso <strong>de</strong> mi hermano mayor, su mujer recibió<br />

comunicaciones telefónicas durante cinco o seis meses: le <strong>de</strong>cían<br />

primero que estaba <strong>de</strong>tenido, que estaba bien, hasta que un día <strong>los</strong><br />

llamados <strong>de</strong>saparecieron y nunca más supimos nada.<br />

Ese fue el peor momento <strong>de</strong> la prisión. Lo que me pasaba es que me<br />

costaba reconocer el hecho. Es más, estuve mucho tiempo sin po<strong>de</strong>r<br />

pensar que la habían secuestrado. Tenía una nebu<strong>los</strong>a. Cuándo me<br />

quería acordar <strong>de</strong> mi hermana o <strong>de</strong> mi compañera era cómo que se me<br />

hacía un hueco, una especie <strong>de</strong> resistencia. No podía pensar en eso. Ni<br />

don<strong>de</strong> estaban ni qué les podría estar pasando. No podía asimilar ni<br />

reflexionar. Es lo mismo que me pasó cuando pasó con mi hermano.<br />

Una especie <strong>de</strong> hueco... sin tiempo para sentirte triste, para reaccionar.<br />

No te salen ni las lágrimas, no podés putear. No me salía nada. Tal vez<br />

no haber podido exteriorizar, me hizo peor y me jodió todavía más. No<br />

casualmente he tenido regresiones. Más <strong>de</strong> una vez me he bajado <strong>de</strong>l<br />

colectivo seguro <strong>de</strong> haber visto a mi hermana... Y bajar y andar cómo<br />

loco tres o cuatro cuadras hasta que te das cuenta.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

Las cartas que yo mandaba las tengo casi todas, las conservo, una gran<br />

caja <strong>de</strong> cartas, dibujos, cuentos para Andrés.<br />

Esas cartas son instantáneas <strong>de</strong> cómo se vivía el momento. Yo las leo<br />

hoy y no puedo creer. Si hoy las ves, estamos a las puertas <strong>de</strong> la<br />

revolución, teníamos un convencimiento tal, reivindicábamos tanto lo<br />

40


que habíamos hecho y lo que íbamos a hacer, como seguíamos,<br />

hablábamos tanto <strong>de</strong> la pobreza, <strong>de</strong>l socialismo, era una cosa<br />

permanente...De las charlas mas comunes, <strong>de</strong> las cartas surge que<br />

nosotros teníamos una fuerza, un ímpetu…Busco a veces en esas cartas<br />

algún momento <strong>de</strong> bajón. Pero no, ni siquiera en las cartas posteriores a<br />

las muertes <strong>de</strong> <strong>los</strong> compañeros, a la represión, a las golpizas, a la salida<br />

<strong>de</strong>l calabozo. “Y... no te pu<strong>de</strong> escribir porque estuve tres días en el<br />

calabozo”, eso era lo máximo. Uno <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hoy, diría “que locura que<br />

teníamos”. Seguíamos discutiendo en pleno pabellón 2, que la<br />

compañía <strong>de</strong> monte crecía más y que habíamos bajado tres<br />

helicópteros… También yo creo que era un necesidad para mantenerse<br />

vivo y para no agachar la cabeza. Yo creo que nos dábamos manija en<br />

esto para sostenernos.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Mi viejo, cuando salió <strong>de</strong>l hospital, se fue a la casa <strong>de</strong> una tía, pero no<br />

aguantó y rápidamente se volvió a casa. Y no lo molestaron. En<br />

noviembre, cerca <strong>de</strong> mi cumpleaños (yo cumplo el 10 <strong>de</strong> noviembre),<br />

me dijeron “visita”, un día <strong>de</strong> visita masculina. Yo sabía que mi hermano<br />

ya no estaba y me digo “¿quién carajo será?”. Era mi viejo. “Viejo, ¿qué<br />

hacés acá?”. “Nada, que se vayan a cagar, no les <strong>de</strong>bo nada a estos<br />

hijos <strong>de</strong> puta, lo que han hecho con vos, con tu hermano, con tu vieja,<br />

con la familia”. “Bueno, viejo, in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> eso, no nos<br />

regalemos, porque vos viniendo acá te estás regalando” ”No, lo que me<br />

pase a mí no es problema, ya tus hermanas están gran<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> hecho se<br />

están <strong>de</strong>fendiendo solas”. Un mes <strong>de</strong>spués, en diciembre <strong>de</strong>l ’77, murió.<br />

Era joven, pero no aguantó más. Fue el 24 <strong>de</strong> diciembre.<br />

ESCENA N° (JOZAMI)<br />

A fines <strong>de</strong> 1977, una vez me trajeron una carta; y cuando yo le dije al<br />

jefe <strong>de</strong> seguridad “¿qué es esta carta?” el tipo me dice “es <strong>de</strong> su mujer,<br />

¿no ve?”; “sí, pero mi mujer está <strong>de</strong>saparecida”, “ah, no sé; a mí me<br />

trajeron esta carta y yo se la entrego a usted”. La carta sólo podía<br />

enten<strong>de</strong>rla alguien que ya había vivido con ella, porque era totalmente<br />

metafórica. Obviamente <strong>de</strong>cía que la había pasado muy mal, pero que<br />

estaba mejor y que esperaba volverme a ver. Pero había como algunas<br />

referencias a situaciones anteriores que habíamos vivido juntos que<br />

tenían que ver con la militancia y que a mí me dio la sensación <strong>de</strong> que<br />

ella estaba todo lo entera que se podía estar ahí a<strong>de</strong>ntro, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese<br />

punto <strong>de</strong> vista la verdad que me hizo muy bien. Yo no sé si realmente el<br />

momento más duro que pasé en la cárcel <strong>de</strong> La Plata fue cuando<br />

pensábamos que nos iban a matar o el secuestro <strong>de</strong> Lila, porque ahí me<br />

sentí muy impotente.<br />

41


La carta fue el alivio <strong>de</strong> saber que por lo menos estaba viva, era<br />

manuscrita y eso <strong>de</strong>mostraba que estaba en condiciones <strong>de</strong> escribir y<br />

hablar, y tenía algunas referencias claves. Le dije al que me dio la carta:<br />

“Quiero contestar”. “Bueno, conteste. Yo la mando, así como la recibo”.<br />

Le contesté porque pensé que en cualquier situación que estuviera a lo<br />

mejor le hacía bien contestarle, ¿no? Pero realmente era muy raro todo.<br />

Ella la recibió pero el tipo me dijo “no me preguntes nada”.<br />

ESCENA N° (LILA PASTORIZA)<br />

Rodolfo Walsh, que era el jefe <strong>de</strong> Ancla, planteaba que había que buscar<br />

formas <strong>de</strong> resistir, él siempre <strong>de</strong>cía que si caes vivo perdés la mitad <strong>de</strong><br />

la batalla. Pero en esa mitad que te queda, podés resistir. Eso yo lo<br />

tenía muy incorporado, para mí fue valiosísimo cuándo caí. Me acordaba<br />

<strong>de</strong> cada una <strong>de</strong> esas palabras. Entonces tenía claro que si podía llamar y<br />

comunicarme, iba a llamar. Y esto también tiene que ver con haber<br />

escrito esa carta a Eduardo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ESMA. Entonces llamé a mi vieja,<br />

por supuesto me escuchaban la conversación <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro lado. Una<br />

situación bastante tensa. Ella me <strong>de</strong>cía “nena, ¿dón<strong>de</strong> estás?”. Yo<br />

obviamente no sabía. Aparte <strong>los</strong> tipos me <strong>de</strong>cían que no le dijera que<br />

había caído, que le dijera que estaba bien, que no se preocupara, que<br />

no hiciera nada. Entonces mi vieja me dijo “¿estás <strong>de</strong>tenida?”. Le dije<br />

que sí. No sé si escucharon, pero le dije “sí”. Entonces ella preguntó<br />

“¿y qué hago?”. “Y lo que hemos hablado siempre”, le <strong>de</strong>cía yo. Esa fue<br />

la primera charla. Entonces el jefe <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> tareas me pidió que le<br />

dijera que la iba a llamar en una semana. Y quedó ahí. No llamé más.<br />

Esto fue en Junio, hasta fines <strong>de</strong> Diciembre. No estoy segura si no llamé<br />

más, o llamé a la semana y <strong>de</strong>spués no llamé más. Es probable que sea<br />

así, pero no me acuerdo. Entonces Eduardo lo que se enteró fue <strong>de</strong> esa<br />

llamada, pero <strong>de</strong>spués no supo más nada.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

Nosotros no íbamos a morir. Porque nosotros éramos el partido,<br />

entonces, individualmente no éramos nada. La muerte estaba afuera,<br />

nosotros éramos individuos y militantes <strong>de</strong>l partido y <strong>de</strong>l ERP. Entonces<br />

la muerte <strong>de</strong> nosotros no existía, no teníamos ese problema. Y cuándo<br />

la muerte apareció, cuando fue lo <strong>de</strong> Segali, lo <strong>de</strong> Gonzalo, cuando lo<br />

<strong>de</strong>l Galleguito, le dimos una interpretación: “es parte <strong>de</strong> la guerra”, por<br />

más duro que sea, esto es parte <strong>de</strong> la guerra. Si hicimos el gesto <strong>de</strong><br />

“hasta la victoria siempre” es porque creíamos que eso era parte <strong>de</strong> la<br />

guerra y que nos podía tocar a cada uno. Nuestra vida era esta<br />

organización, estábamos convencidos que éramos la reserva estratégica<br />

<strong>de</strong> la revolución, más allá <strong>de</strong> lo discutible, nosotros así lo sentíamos y<br />

42


así caminábamos por el pabellón y por <strong>los</strong> pasil<strong>los</strong>, y así íbamos a <strong>los</strong><br />

calabozos. Cuando me sacaban <strong>de</strong>l pabellón: hasta la victoria siempre,<br />

chau, no pasa nada...<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Durante todas las noches <strong>de</strong>l 77, dormí con un calzoncillo que tenía en<br />

la parte <strong>de</strong> atrás una chapa afilada, un porta espirales que había traído<br />

<strong>de</strong> Devoto y lo había afilado, afilado, afilado. Era como una gillette,<br />

chiquito y cortante. Yo, previendo que me iban a esposar por la espalda,<br />

lo tenía puesto en el calzoncillo, cuestión <strong>de</strong> agarrar y sacarlo y<br />

cortarme las venas. Porque, ¿cuál era el tema? Nos iban a torturar hasta<br />

que nos mataran, entonces evitar el tema <strong>de</strong> la tortura, evitar el tema<br />

<strong>de</strong>l sufrimiento; y si ya me iban a sacar y me iban a matar, yo tenía que<br />

hacer lo imposible por evitarme el sufrimiento ese. Esa <strong>de</strong>cisión la<br />

habíamos tomamos entre todos <strong>los</strong> compañeros, y cada uno eligió la<br />

forma. Julio Urien tenía un espejo que lo tenía marcado atrás, que ni<br />

bien se tocaba se rompía y quedaba como una especie <strong>de</strong> gillette que se<br />

iba a clavar en cuello. El día que lo sacaron no lo pudo hacer, porque no<br />

le dieron tiempo.<br />

Vivíamos con la muerte encima, pero igual teníamos una relación <strong>de</strong><br />

convivencia con <strong>los</strong> yugas. Estábamos todo el día, el<strong>los</strong> <strong>de</strong> un lado y<br />

nosotros <strong>de</strong>l otro. Tratábamos <strong>de</strong> evitar <strong>los</strong> quilombos y <strong>de</strong> cumplir con<br />

las cosas nuestras, <strong>de</strong> preservar lo nuestro, <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r pasar información,<br />

<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r pasar un libro, <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r darle una mano a un compañero, <strong>de</strong><br />

acercarle un pedazo <strong>de</strong> pan, un poco <strong>de</strong> yerba, no sé. Las cosas que en<br />

ese momento adquieren una importancia fenomenal.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

El cabo Gonzalito hacía <strong>de</strong> todo, nos contaba todas las historias, cuántos<br />

morían afuera, cuántos morían, qué pasaba, si había huelga, no había<br />

huelga, qué pasaba internamente, quién estaba <strong>de</strong> oficial <strong>de</strong> guardia.<br />

Ojo que se viene, hablaba permanentemente, mientras nos cortaba.<br />

Nosotros lo escuchábamos. Habría que entrevistar al Zurdo que era el<br />

que lo manejaba. Creo que hay que contarlo todo, quiénes eran <strong>los</strong> que<br />

teníamos comprados, cómo le pagábamos, dón<strong>de</strong> le pagábamos, quién<br />

le pagaba.<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

Una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1978, el Zurdo, el Galleguito y Alberto Elizal<strong>de</strong><br />

caminaban por el patio, como todos: rápido, <strong>de</strong> una punta a la otra, con<br />

las manos agarradas a la espalda -por hábito- y al llegar a la pared se<br />

43


daban vuelta sobre <strong>los</strong> tacos sin per<strong>de</strong>r ritmo. Tenían también la<br />

costumbre <strong>de</strong> respetar el temario. El Zurdo les transmitía información <strong>de</strong><br />

la dirección <strong>de</strong>l penal:<br />

-Los compañeros <strong>de</strong> un pabellón <strong>de</strong>l fondo mandaron un caramelo sobre<br />

un chupa<strong>de</strong>ro. La fuente es un facho que está con el<strong>los</strong>; bah, no sé si<br />

será facho, uno que estaba con Calabró, pero que tiene buen<br />

comportamiento con <strong>los</strong> compañeros...<br />

-¿Quién?<br />

-Un tal Destéfano.<br />

Juan Destéfano -iniciado en la UOM como chofer <strong>de</strong> Vandor- había<br />

colaborado con Victorio Calabró en la gobernación <strong>de</strong> Buenos Aires.<br />

Cuando Calabró se distanció <strong>de</strong> Lorenzo Miguel para aliarse con el<br />

general Vi<strong>de</strong>la, pactó algunasa cosas: que él y algunos <strong>de</strong> sus<br />

compañeros no irían presos, que les entregaría a algunos miembros <strong>de</strong><br />

las Tres A -para que <strong>los</strong> militares mostrasen que combatían la violencia<br />

<strong>de</strong> todo signo- y a otros que manejaban negocios parale<strong>los</strong> a la función<br />

pública, para mostrar que castigaban a <strong>los</strong> funcionarios corruptos.<br />

Destéfano estaba entre estos últimos y fue a parar a la cárcel <strong>de</strong> La<br />

Plata. Tiempo <strong>de</strong>spués, <strong>los</strong> militares lo sacaron para llevarlo a un campo<br />

clan<strong>de</strong>stino <strong>de</strong> tortura. En esos casos, la tortura era para obtener “botín<br />

<strong>de</strong> guerra”: quedarse con la plata eventualmente malversada. Dos<br />

semanas <strong>de</strong>spués, cuando volvió <strong>de</strong>l Pozo <strong>de</strong> Arana, a algunos<br />

kilómetros <strong>de</strong> La Plata, flaco y con la marca <strong>de</strong>l espanto en la cara, contó<br />

lo que había visto a sus compañeros <strong>de</strong> pabellón. Y <strong>los</strong> presos <strong>de</strong>l PRT<br />

mandaron a su dirección un informe escrito en un papelito. Esa tar<strong>de</strong>, el<br />

Zurdo hablaba bajo: no sólo por <strong>los</strong> guardias, sino porque el tema tenía<br />

cola:<br />

-Los compañeros <strong>de</strong> la dirección no quieren que se difunda el informe<br />

entre <strong>los</strong> compañeros.<br />

Alberto bajó un poco el ritmo <strong>de</strong> la marcha.<br />

-¿Qué problema hay? Decís que es la fuente es un tipo <strong>de</strong> Calabró, y<br />

cada cual sabe a qué atenerse.<br />

-Pero, ¿qué es lo que dice el informe? ¿Por qué tanto misterio?<br />

-El tipo vio cosas espantosas, que un día llevaron como a veinte<br />

militantes <strong>de</strong> un grupo llamado PROA y que <strong>los</strong> quemaron vivos ahí<br />

mismo, con gomas <strong>de</strong> camión.<br />

-¡Qué pedazos <strong>de</strong> hijos <strong>de</strong> puta!<br />

-Sí, pero a<strong>de</strong>más dice que aunque estaba encapuchado había algunos<br />

prisioneros que colaboraban, parece que <strong>los</strong> sacaban a marcar gente.<br />

Por eso dicen que el informe hay que tomarlo con pinzas y mejor que <strong>los</strong><br />

compañeros no sepan, que por ahí es una maniobra <strong>de</strong> <strong>los</strong> servicios.<br />

Alberto se indignó:<br />

-¿Pero maniobra <strong>de</strong> qué?<br />

-Y, hermano, para generar más terror; qué se yo. ¡Yo estoy en el medio!<br />

44


-Mirá, <strong>los</strong> <strong>de</strong> la dirección siempre tienen esa actitud paternalista, que se<br />

creen que todo lo tienen que manejar con intrigas, con secretos. Para mí<br />

es claro, Si le ocultamos una información a <strong>los</strong> compañeros es que no les<br />

tenemos confianza. Están locos...<br />

El Galleguito García lo interrumpió:<br />

-Eh, pará. Si vamos al caso, estamos todos un poco locos, pero por<br />

culpa <strong>de</strong>l enemigo.<br />

-Sí pero, hay locos y locos: si <strong>los</strong> compañeros <strong>los</strong> eligieron para ejercer<br />

la dirección, es que les dan la confianza. Y si el<strong>los</strong> en vez <strong>de</strong> <strong>de</strong>volver la<br />

confianza empiezan a ocultar...<br />

El Galleguito García estaba <strong>de</strong> acuerdo, pero tenía un temperamento<br />

cordial.<br />

-Bueno, tampoco caigamos en el subjetivismo, hermano. No son<br />

diferencias <strong>de</strong> fondo. Tenemos que dar la discusión y que <strong>los</strong><br />

compañeros lo entiendan.<br />

El Zurdo trató <strong>de</strong> zanjar:<br />

-Bueno, yo voy a llevar nuestra posición: que se difunda el informe.<br />

¿Estamos?<br />

Pero las fricciones crecían: últimamente, ante cualquier discusión, todos<br />

se tildaban <strong>de</strong> locos. Por motivos distintos, pero siempre <strong>de</strong> locos. Las<br />

cosas se habían agravado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mediados <strong>de</strong> 1977, cuando <strong>los</strong> presos<br />

perdieron contacto con el buró político <strong>de</strong>l PRT. Ante la incertidumbre,<br />

algunos seguían hablando <strong>de</strong>l partido y otros hablaban <strong>de</strong> la necesidad<br />

<strong>de</strong> disolver las estructuras. Eso generaba fuego cruzado: acusaciones <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>rrotismo y <strong>de</strong> esquematismo, entre otras tantas. Y usaban sus pocas<br />

horas <strong>de</strong> recreo para discutir, organizadamente, acerca <strong>de</strong> la necesidad<br />

<strong>de</strong> la organización. Alberto soñaba con organigramas, con <strong>de</strong>signaciones,<br />

con documentos internos. Sospechaba, como muchos, que todo había<br />

terminado. Pero tampoco quería <strong>de</strong>cirlo así, porque eso sonaba<br />

tremendo y sentía que tenía que estar firme, que con la discusión sobre<br />

la disolución -o dilución como la llamaban algunos- no se iba a terminar<br />

todo.<br />

-Mirá, Zurdo, con eso <strong>de</strong> que tal cosa no, porque estamos en manos <strong>de</strong>l<br />

enemigo, tal otra tampoco, porque estamos en manos <strong>de</strong>l enemigo,<br />

algunos están viviendo al margen <strong>de</strong> la realidad. Llamale <strong>de</strong>rrota,<br />

llamale retroceso, llamale como quieras, pero yo no estoy en nada <strong>de</strong><br />

acuerdo.<br />

Otros militantes replicaban a la dirección <strong>de</strong>l penal <strong>de</strong> manera más<br />

categórica. Pedro Cazes Camarero, que recordaba pasajes completos <strong>de</strong><br />

Isaac Deutscher -el biógrafo <strong>de</strong> Trotsky- se había tomado el trabajo <strong>de</strong><br />

buscar analogías con las internas <strong>de</strong> <strong>los</strong> bolcheviques rusos y afirmaba<br />

que la dirección <strong>de</strong>l penal <strong>de</strong>l PRT era una camarilla burocrática stalinista<br />

enquistada en el seno <strong>de</strong>l partido. Hubo quienes optaron por abandonar<br />

el funcionamiento partidario y les importó poco que otros dijeran que se<br />

45


trataba <strong>de</strong> una muestra <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad i<strong>de</strong>ológica mientras se estaba en<br />

manos <strong>de</strong>l enemigo.<br />

Cuando se terminaba el recreo cada cual volvía a su celda y sobre todo a<br />

sus pensamientos. Alternaban literatura clásica con El Tony, El Gráfico y<br />

la música que salía <strong>de</strong> <strong>los</strong> parlantes <strong>de</strong>l penal: tango y folklore. Lo más<br />

duro era cuando caía el sol y llegaba el recuento <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>: era difícil<br />

soportar tanto silencio.<br />

ESCENA N° (JOZAMI)<br />

La Plata es una ciudad relativamente chica, escuchábamos tiros todos<br />

<strong>los</strong> días. Y esos tiros no eran ejercicios <strong>de</strong> regimiento sino que estaban<br />

reventando casas, compañeros, matando gente. Por otro lado, <strong>los</strong><br />

diarios informaban bastante <strong>de</strong> las caídas. Me acuerdo Franco<br />

Castiglione, director <strong>de</strong> la carrera Ciencia Política, que había estado en<br />

Coordinación Fe<strong>de</strong>ral no me acuerdo si el día <strong>de</strong>l atentado o <strong>de</strong>spués<br />

cuando sacan <strong>los</strong> presos <strong>de</strong> ahí para la matanza en Pilar, bueno. O sea,<br />

nosotros teníamos bastante i<strong>de</strong>a. Probablemente no todos teníamos la<br />

misma visión, porque acá yo creo que lo que jugó es la distinta visión<br />

que cada uno tenía. Había compañeros que <strong>de</strong>cían “nos matan porque<br />

somos cada vez más importantes, somos más, estamos peleando más y<br />

el pueblo seguramente ve que somos la única alternativa frente a la<br />

dictadura”. Y había otros que <strong>de</strong>sgraciadamente no pensábamos así. Yo,<br />

la verdad tenía una visión bastante pesimista que me cuidaba <strong>de</strong><br />

expresar salvo cuando era muy necesario en una discusión muy general,<br />

por ejemplo.<br />

Yo recuerdo conversaciones con algunos, que <strong>de</strong> alguna manera<br />

compartían cierta preocupación. Pero no recuerdo discusiones.<br />

No sé si <strong>de</strong>cirlo. Yo me hablaba mucho en aquella época con Gabriel<br />

Manera. Con el Barba. Había otros, como Jorge Taina, que éramos muy<br />

amigos y no hablábamos mucho <strong>de</strong> las críticas o las inquietu<strong>de</strong>s... Era<br />

un momento que teníamos que estar muy unidos todos, entonces era<br />

muy complicado generar divisiones.<br />

ESCENA N° (LILA PASTORIZA)<br />

“¿Qué problema tengo yo <strong>de</strong> que mi marido sepa que estoy en la<br />

ESMA?”. Yo me planteaba ¿cuál es el problema? Ni mi marido es un<br />

imbécil que cuando reciba una carta mía va a armar un escándalo<br />

espantoso ni yo tengo problema en escribirla. Ese era el razonamiento<br />

que estaba por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mis planteos. Es muy difícil <strong>de</strong> explicar lo que<br />

pasaba en la ESMA. Cada uno se las arreglaba como podía para<br />

sobrevivir sin quebrarse. Lo que a mí me surgió, medio<br />

espontáneamente, fue hacer como una naturalización <strong>de</strong> las situaciones.<br />

46


Por un lado quedaba con <strong>los</strong> tipos como que yo no tenía ningún<br />

problema en escribirle una carta a mi marido y <strong>de</strong>cirle que estaba presa.<br />

Por el otro, confiaba en Eduardo. Sabía que no se iba a volver loco. Yo<br />

confiaba, en que él iba a, como <strong>de</strong>cían el<strong>los</strong>, “ubicarse en lo que estaba<br />

pasando”. Cosa que sí era muy subjetiva <strong>de</strong> mi parte, pero bueno, era<br />

una apuesta, ahí todo era una apuesta. Tenía la absoluta seguridad <strong>de</strong><br />

que iba a enten<strong>de</strong>r lo que yo le <strong>de</strong>cía. Y por el otro lado, alguien como él<br />

y como <strong>los</strong> presos iban a saber que estaba viva y que estaba bien, bien<br />

en el sentido <strong>de</strong> que no estaba hecha un zafarrancho.<br />

Yo recibí una carta <strong>de</strong> respuesta <strong>de</strong> Eduardo. Después creo que no me<br />

escribió más. Ahí recibí esa carta, me la trajeron el<strong>los</strong> en mano. “Se<br />

entregó en mano, y te la entregamos en mano”.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

Un día a principios <strong>de</strong>l ’78, abril, mayo, se abre la reja y por <strong>los</strong><br />

pasaplatos vemos pasar al rengo Martela y que lo meten en una celda.<br />

Yo no lo podía creer, no podía creer que fuera él. Emiliano Cañete, que<br />

estaba <strong>de</strong> fajina sale y me confirma junto con Dalmiro que es Martela.<br />

“Es Martela, Julio, es Martela”. Se armó una revolución en el pabellón.<br />

Eso fue a la tar<strong>de</strong>. Salimos al otro día a la mañana al recreo y vinieron<br />

todos <strong>de</strong>recho a mí. Martela no salió al patio. Entonces empezó una gran<br />

discusión: el Puma Jáuregui que hay que matarlo, el anarco que afilaba<br />

la bombilla para matarlo. Estaba claro que lo pusieron para que lo<br />

matemos. Yo planteaba que era una provocación y que lo último que<br />

podíamos hacer es lastimar al tipo. El puma y otros <strong>de</strong>cían “démosle<br />

una paliza, no lo matemos, rompámoslo todo”. Fue una situación muy<br />

violenta. Martela estuvo 15 días sin salir al recreo. Nosotros estábamos<br />

en la mitad <strong>de</strong> un plenario a<strong>de</strong>más, funcionando a muerte. Nos veían<br />

pero nadie sabía como nos movíamos. Entonces tener a<strong>de</strong>ntro a un tipo<br />

que podía <strong>de</strong>cir cualquier cagada podía ser peligroso. A la dirección y al<br />

Zurdo no se les ocurrió mejor i<strong>de</strong>a que ponerme a mí en un grupo, junto<br />

con Eduardo Anguita, y Pancho Provenzano, que <strong>de</strong>spués morirá en La<br />

Tablada. Lo sentamos en el fondo <strong>de</strong>l pabellón, y él lo único que podía<br />

hacer era mirar el paredón durante la hora, mientras el plenario<br />

funcionaba. Y cuándo el plenario terminaba y se ponían a jugar al<br />

ajedrez, nosotros poronga. Nosotros lo que teníamos que hacer era<br />

estar con el rengo. Hablándole y dándole cursos sobre la revolución<br />

china y la puta que lo parió.<br />

Nosotros teníamos que contenerlo. Pero a<strong>de</strong>más lo teníamos que cuidar,<br />

porque teníamos dos o tres compañeros que lo querían matar. Sobre<br />

todo el anarco.<br />

Un día, estábamos hablando y él miró para atrás, entonces Pancho le<br />

dice “para acá mira”. “Si, si, te estoy mirando”. “No me estás mirando,<br />

estás mirando para atrás, mirá para acá”, entonces no me acuerdo que<br />

47


fue el <strong>de</strong>tonante, ya estábamos muy cansados, y Pancho le metió un<br />

sopapo y le dijo “no te hagas el pelotudo, vos sabes por que estamos<br />

acá y qué estamos haciendo, no te hagas el pelotudo porque te vamos a<br />

matar, ¿esta claro?”. “No, ¿pero yo qué hice?”, preguntó Martela. Ahí<br />

salté yo. “Me robaste todo, hijo <strong>de</strong> puta, aparte <strong>de</strong> cantarme, me<br />

robaste el calentador, la pava, el mate, la bombilla, no te puedo<br />

perdonar, que me hayas robado el mate no te lo puedo perdonar”. Por<br />

este tipo <strong>de</strong>sapareció Segali, un pibe <strong>de</strong> base, y él lo mandó al pabellón<br />

2. Por este tipo <strong>de</strong>sapareció la hermana <strong>de</strong> Dalmiro. Estamos hablando<br />

<strong>de</strong> muertes. A esta altura ya sabíamos que era el culpable. Estábamos<br />

presos y cuidando a un hijo <strong>de</strong> puta.<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

El jueves 2 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1978, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l recreo <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, cuando<br />

todos <strong>los</strong> presos estaban encerrados, el celador golpeó las puertas <strong>de</strong><br />

dos celdas:<br />

-Carranza, con todo.<br />

-Segalli, con todo.<br />

Gonzalo Carranza y Guillermo Segalli pusieron en una manta lo poco que<br />

tenían. Como siempre, <strong>los</strong> podían llamar para un simple traslado <strong>de</strong><br />

pabellón, o para matar<strong>los</strong>. Carranza, que llevaba tres años preso, tenía<br />

una causa judicial en el juzgado fe<strong>de</strong>ral 1 <strong>de</strong> la Capital, a cargo <strong>de</strong><br />

Eduardo Marquardt: podía ser, incluso, que lo <strong>de</strong>jaran libre. Segalli,<br />

<strong>de</strong>tenido <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l golpe, estaba bajo consejo <strong>de</strong> guerra.<br />

Al día siguiente <strong>los</strong> padres <strong>de</strong> Guillermo y la madre <strong>de</strong> Gonzalo fueron al<br />

penal a preguntar por sus hijos: la explicación <strong>de</strong>l director, prefecto Abel<br />

Dupuy, fue que habían sido puestos en libertad junto con Miguel<br />

Domínguez, <strong>de</strong>l pabellón 13. El prefecto Dupuy se lavó las manos cuando<br />

la madre <strong>de</strong> Gonzalo lo encaró:<br />

-No se altere, señora, aquí está la constancia. Su hijo firmó la libertad.<br />

Se fue ayer <strong>de</strong> esta unidad. Seguramente estará por llegar a su casa,<br />

señora. O quizás lo hayan secuestrado <strong>los</strong> mismos subversivos.<br />

Tranquilícese, por favor.<br />

La madre <strong>de</strong> Gonzalo había pasado una semana secuestrada en Campo<br />

<strong>de</strong> Mayo a fines <strong>de</strong> 1976, y no estaba dispuesta a callarse la boca:<br />

-Mire, a mi hija y a mí nos tuvieron una semana vendadas, al lado<br />

nuestro había gente a la que torturaban y mataban... ¡¿Usted no sabe<br />

que en este país secuestran y asesinan gente?! ¡Yo no me voy <strong>de</strong> acá<br />

hasta que no me diga dón<strong>de</strong> lo mandaron a mi hijo!<br />

El prefecto Dupuy no salió <strong>de</strong> su libreto. El mismo argumento esgrimió el<br />

juez Marquardt: estaba tan sorprendido <strong>de</strong> que Gonzalo Carranza nunca<br />

hubiese llegado a su casa.<br />

48


ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

Mi vínculo personal más fuerte era con Guillermo. Por dos cosas, una<br />

porque vivíamos en las celdas pegadas, tomábamos mate, jugábamos al<br />

ajedrez, hablábamos, nos pasábamos las cartas <strong>de</strong> la familia y habíamos<br />

hecho una muy buena amistad. Teníamos cosas en común, muy <strong>de</strong><br />

barrio, Guillermo era un pibe muy <strong>de</strong> barrio, cerca <strong>de</strong>l Cid Campeador,<br />

en la placita que tiene la pintura <strong>de</strong>l Guernica en una pared, digamos<br />

que él ayudó a pintarlo, siempre me lo contaba en la cárcel. Por<br />

supuesto cuando salí lo primero que hice fue ir por la avenida San<br />

Martín, a la plaza. El vivía a dos cuadras <strong>de</strong> ahí. Muy conocido porque<br />

era gimnasta, porque iba a Corrientes y Scalabrini Ortiz a jugar a la<br />

carambola, al casin, esas cosas. Por eso <strong>de</strong>spués también fui a jugar<br />

ahí, recordando a Guillermo, cuando salí <strong>de</strong> la cana. Guillermo fue<br />

elegido como dirección <strong>de</strong>l pabellón catorce y por ese motivo, aparece<br />

en pabellón 2 junto conmigo, junto con Rojas y Dalmiro Suárez y él no<br />

era un tipo con una trayectoria como para ser la dirección <strong>de</strong> un<br />

pabellón e incluso <strong>de</strong> un pabellón tan gran<strong>de</strong> como el pabellón catorce.<br />

Este tenía una ascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> buena persona, buen amigo, buen<br />

compañero.<br />

Guillermo cambió... tenía cosas muy trogloditas. Al principio se<br />

planteaba, cuando llegamos al dos, que <strong>los</strong> homosexuales eran<br />

enfermos y que había que matar<strong>los</strong> a todos. Yo <strong>de</strong> esta discusión con él<br />

me acuerdo, hasta que llegó al poco tiempo a <strong>de</strong>cir, que bueno, que<br />

había que limitar<strong>los</strong>, que no podían ser profesores, ni maestros, porque<br />

no podían ser formadores <strong>de</strong> chicos y que en el partido podían ser<br />

aspirantes, pero nunca militantes. Pero ya era un avance. Nos reíamos<br />

mucho <strong>de</strong> lo troglodita <strong>de</strong> lo que él era para ciertas cosas. A lo último,<br />

él mismo se reía.<br />

Técnicamente, Guillermo no podían estar más a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la cárcel. Me<br />

acuerdo que hubo un gran discusión con Pancho Provenzano y otros si<br />

hay que <strong>de</strong>jarlo salir o no. Se discutía si <strong>los</strong> compañeros resistían o no<br />

la salida. Se les pregunta a <strong>los</strong> compañeros si el<strong>los</strong> quieren salir. Se<br />

<strong>de</strong>ci<strong>de</strong> que <strong>los</strong> compañeros no se resistan a la salida. Y recuerdo<br />

conversaciones con Guillermo, nos hicimos jugo, sándwich con lo poco<br />

que teníamos, <strong>los</strong> salamines...<br />

Guillermo se iba convencido <strong>de</strong> que él se iba en libertad, que no pasaba<br />

nada, que la situación política no daba, que estaba muy cerca el<br />

Mundial y que la presión internacional era muy fuerte. Que estaban<br />

haciendo letra buena para que no les cagaran el Mundial. Estaba<br />

convencido <strong>de</strong> que no le iba a pasar nada. En el fondo mío yo también<br />

estaba convencido <strong>de</strong> que no le iba a pasar nada. En ningún momento<br />

valoré, lo que <strong>de</strong>cía Papucho. Estuve en contra <strong>de</strong> él. Papucho lo planteó<br />

muy fuerte. Decía que no iban a salir con vida, que <strong>los</strong> sacaban para<br />

matar<strong>los</strong>. Y cuando se iban alargando las horas y nosotros íbamos<br />

49


hablando por las ventanas, peor todavía. Y bueno, a eso <strong>de</strong> las once <strong>de</strong><br />

la noche, se <strong>los</strong> llevan con un saludo <strong>de</strong> todo el mundo.<br />

Estaba la celda <strong>de</strong> él pegada a la mía. Se da vuelta, iba con el mono.<br />

Mete la mano a través <strong>de</strong> la reja, me aprieta la mano y me dice: “todo<br />

lo que hablamos se cumple”. Habíamos hablado <strong>de</strong> ir a Uruguay, que iba<br />

a venir a conocer a mi familia, un montón <strong>de</strong> cosas... Y bueno,<br />

<strong>de</strong>saparecieron, se <strong>los</strong> llevaron <strong>de</strong> ahí, y Gonzalo lo mismo, pegó un<br />

grito.<br />

Salió esa misma noche... Decía que iba a llevar dos minas, las iba a<br />

poner en la bañera. Era febrero, nos habíamos cagado <strong>de</strong> calor ese día,<br />

lo hablábamos en el patio, con esos uniformes... Toda llena <strong>de</strong> hielo, dos<br />

minas y coger abajo <strong>de</strong>l agua. Entonces al otro día cuando salimos a la<br />

mañana, <strong>de</strong>cíamos “hijo <strong>de</strong> puta, Gonzalo <strong>de</strong>be estar en la bañera con<br />

hielo”.<br />

Nos enteramos al tercer día, no nos enteramos enseguida porque no<br />

teníamos visita La siguiente visita estaban afuera la madre <strong>de</strong> Gonzalo y<br />

la madre <strong>de</strong> Guillermo.<br />

Olga la mamá <strong>de</strong> Guillermo le había entrado ropa a Guillermo para que<br />

se fuera en libertad. Le ropa había quedado ahí, en el penal. Al tiempo,<br />

la madre <strong>de</strong> Guillermo pudo retirar la ropa y me la regaló a mí: era un<br />

vaquero negro y una campera cuadrillé marrón, tipo cowboy. Conservo<br />

las dos cosas todavía.<br />

De ese grupo si hay algo que reivindicar es que, cómo nunca, me sentí<br />

cuidado y con las espaldas protegidas. No tenía miedo a nada. Fue el<br />

único lugar <strong>de</strong> la cárcel don<strong>de</strong> nunca me tuve que cubrir. Para mi<br />

crecimiento personal fueron <strong>los</strong> dos mejores años <strong>de</strong> mi vida.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

Los sobresaltos <strong>de</strong> <strong>los</strong> Urien no habían terminado: en esos días el ex<br />

camarista Julio César Urien fue <strong>de</strong>tenido y puesto a disposición <strong>de</strong>l PEN.<br />

Su hijo Julio se enteró a través <strong>de</strong> Facundo, su hermano, que fue a<br />

visitarlo al penal <strong>de</strong> Sierra Chica. Facundo Urien era oficial <strong>de</strong> caballería<br />

y seguía <strong>de</strong>stinado en el Tercer Cuerpo <strong>de</strong> Ejército, en Córdoba.<br />

-Mirá, Julio, yo estaba en bolas, cuando me llaman <strong>de</strong> casa y me dice<br />

que al viejo lo habían ido a buscar, no sabía qué carajo hacer...<br />

-¿Dón<strong>de</strong> lo llevaron a papá?<br />

-A Caseros. Pero quedate tranquilo que está entero, el viejo tiene una<br />

fuerza bárbara. Te <strong>de</strong>cía que cuando me enteré pedí autorización para<br />

venir a Buenos Aires y todos en la familia me <strong>de</strong>cían que me quedara<br />

tranquilo, que la vieja se estaba moviendo. A <strong>los</strong> días me manda llamar<br />

Harguin<strong>de</strong>guy y me dice: "mire, lo mandé llamar porque quería<br />

explicarle por qué <strong>de</strong>tuve a su padre: lo <strong>de</strong>tuve porque lo querían matar.<br />

Era mejor que yo lo tuviera a disposición <strong>de</strong>l Po<strong>de</strong>r Ejecutivo un tiempo,<br />

porque si no lo matan. Y con respecto a su hermano, yo lo hice por la<br />

50


familia, no por él. Cuando acá viene su madre y me pi<strong>de</strong> que dé la or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong> que no lo maten; me llaman un general y dos almirantes diciendo que<br />

era un hijo <strong>de</strong> puta y que había que liquidarlo".<br />

Julio agarró a su hermano <strong>de</strong>l hombro. Facundo llevaba su uniforme <strong>de</strong><br />

oficial pero acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que muy a menudo tenía ganas <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar<br />

el Ejército, <strong>de</strong> mandar<strong>los</strong> al carajo a todos. Julio no se atrevió a<br />

preguntarle por qué no lo hacía.<br />

-¿Así te dijo ese hipócrita? Y por supuesto no te dio nombres.<br />

-No, ni yo le iba a preguntar.<br />

-¿Y a vos te jo<strong>de</strong>n mucho, Chimpa?<br />

-Mirá, vos sabés que a mí ya me tienen como poco confiable <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

<strong>los</strong> <strong>de</strong>l ERP atacaron la unidad <strong>de</strong> Azul, y que yo <strong>de</strong> casualidad estaba <strong>de</strong><br />

licencia. Después me mandaron un par <strong>de</strong> meses a Tucumán y ahí sí que<br />

ves cómo para <strong>los</strong> mandos el principal objetivo era aislar a la guerrilla <strong>de</strong><br />

la población. Eso siempre lo tienen claro. Y ahora, el Tercer Cuerpo es un<br />

<strong>de</strong>stino duro; pero bueno, no es el momento ni el lugar para hablarlo...<br />

¿Y vos cómo estás, Julio? Casi no podés caminar...<br />

-Ya me voy a poner mejor. Estoy bien.<br />

Julio tenía las dos piernas muy hinchadas por una flebitis. Lo jodía no<br />

po<strong>de</strong>r moverse: era la primera vez en su vida que se pasaba unos meses<br />

sin siquiera hacer gimnasia. Y suponía que la flebitis <strong>de</strong>bía ser una<br />

reacción por lo que había vivido a mediados <strong>de</strong> enero. Casi todas las<br />

noches soñaba con esos tres días en el Regimiento 7, con la cara <strong>de</strong><br />

Dardo Cabo sonriendo, con la sonrisa <strong>de</strong> Horacio Rappaport: estaba claro<br />

que lo habían matado en su lugar. Sabía que no era su culpa, y se lo<br />

repetía todo el tiempo, pero no podía tolerar el pensamiento <strong>de</strong> que él<br />

había salvado su vida y otro había muerto en su lugar. Trataba <strong>de</strong><br />

pensar en otras cosas, pero no era fácil: <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su llegada a Sierra Chica,<br />

a fines <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1977, Julio estaba completamente aislado, encerrado<br />

todo el tiempo en la celda, sin recreo.<br />

ESCENA N° (DALMIRO)<br />

El 1 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong>l 78, Dalmiro escribió a sus padres. “¡Hola, Viejos! Muy<br />

contento, realmente feliz luego <strong>de</strong> la visita que me hicieron. Más aún,<br />

con la alegría <strong>de</strong> mamá reflejada en su rostro. En cuánto a Benjamín, su<br />

nueva modalidad para hablar me resultó graciosa. Estoy a la espera <strong>de</strong><br />

la carta que me enviaron, así que en cuánto la reciba, le daré respuesta.<br />

El cielo que parcialmente veo a través <strong>de</strong> la ventana, parece nublarse.<br />

La muela comienza a molestarme nuevamente. Sale el sol. El pinchazo<br />

<strong>de</strong> dolor <strong>de</strong>saparece. Vuelve. El murmullo que llega <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el patio <strong>de</strong><br />

recreo, se asemeja al arrullo <strong>de</strong> un río <strong>de</strong> montaña. Vuelo con la mente<br />

hacia un cerro, un valle. Tan rápidamente como llegara, la visión<br />

<strong>de</strong>saparece. Continúo. Papá hace rato que no viene, seguramente por el<br />

51


trabajo. Lo comprendo, la cosa no está ni para per<strong>de</strong>r un día. Me cuenta<br />

mamá que Benjamín siente inclinación por la albañilería, pero parece<br />

que esto está costando caro no? Mosaicos y zóca<strong>los</strong> partidos. Picas<br />

<strong>de</strong>safiladas... Padre, te digo esto, no para que se te caiga la baba por<br />

ser abuelo <strong>de</strong> tan inquieto y simpático pillo, sino para que veas cuan<br />

importante es el rol que cumplís en la educación <strong>de</strong> Benjamín”<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

Para Julio Urien, <strong>los</strong> días pasaban iguales, espantosos. Salvo esa tar<strong>de</strong><br />

en que vinieron a buscarlo para <strong>de</strong>cirle que lo estaba esperando el señor<br />

juez.<br />

-Urien, cómo le va.<br />

-Marquardt, mucho gusto.<br />

Era curioso que, aún en esos lugares, ciertas formalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> clase se<br />

mantuvieran tan parecidas a sí mismas. El juez Marquardt le dijo que<br />

había recibido las <strong>de</strong>nuncias <strong>de</strong> su familia; Julio empezó a contarle con<br />

<strong>de</strong>talle todo lo que le había pasado durante su secuestro. Marquardt lo<br />

escuchó, paciente, durante casi una hora, y al final le dijo que no podía<br />

registrar oficialmente su <strong>de</strong>nuncia.<br />

-¿Pero cómo? ¿Por qué?<br />

-Porque tengo miedo. Si llego a hacer algo con su <strong>de</strong>nuncia, tengo miedo<br />

<strong>de</strong> que el<strong>los</strong> puedan tomar represalias conmigo, con mi familia. No, no<br />

puedo.<br />

Julio volvió a su celda a las puteadas. Y encima esa flebitis que no lo<br />

<strong>de</strong>jaba moverse. La ventana <strong>de</strong> la celda era muy chica y estaba a cuatro<br />

metros <strong>de</strong> altura. La lamparita era <strong>de</strong> 25 watts. Por momentos recordaba<br />

el olor <strong>de</strong>l pasto <strong>de</strong> una cancha <strong>de</strong> rugby, el ver<strong>de</strong> intenso, una corrida<br />

<strong>de</strong> ingoal a ingoal, y se <strong>de</strong>cía que algún día volvería jugar, que<br />

seguramente jugaría un partido con Facundo. También se veía en el río,<br />

braceando contra la corriente, pataleando con todas su fuerzas. Así se<br />

olvidaba un poco <strong>de</strong> las piernas hinchadas y se <strong>de</strong>cía que se le iba a<br />

pasar más rápido. Que la curación <strong>de</strong>pendía mucho <strong>de</strong> su moral: si<br />

estaba fuerte iba a recuperarse pronto. Y que, cuando lo vieran, sus<br />

compañeros iban a estar satisfechos <strong>de</strong> él. Julio estaba convencido <strong>de</strong><br />

que todos <strong>los</strong> montoneros tenían que servirse <strong>de</strong> ejemplo mutuamente,<br />

sobre todo en esas situaciones, sobre todo en manos <strong>de</strong> sus enemigos.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

-Vamos, Urien, con todo, va a pabellón.<br />

Julio no tenía nada que llevar. Los guardias lo escoltaron hasta el<br />

pabellón once, don<strong>de</strong> había mayoría <strong>de</strong> presos montoneros, y al otro día<br />

pudo salir, con muchas dificulta<strong>de</strong>s, al recreo. Estaba débil y muy flaco,<br />

52


pero cuando entró en el patio sus compañeros rompieron la disciplina<br />

carcelaria que impedía hablar o caminar con más <strong>de</strong> un preso durante el<br />

recreo.<br />

-¡Gran<strong>de</strong>, Almirante...!<br />

-¡Fuerza, loco, fuiste un ejemplo para todos!<br />

Cada palabra <strong>de</strong> aliento, cada abrazo, eran una bocanada <strong>de</strong> vida. Todo<br />

lo que podían hacer durante el recreo era caminar, <strong>de</strong> a dos y en el<br />

sentido <strong>de</strong> las agujas <strong>de</strong>l reloj, bajo la mirada atenta <strong>de</strong> <strong>los</strong> guardias<br />

armados que <strong>los</strong> vigilaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las garitas, sobre <strong>los</strong> muros. Varios <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> presos habían caído en Buenos Aires, como Juan Gullo, Emiliano<br />

Costa, el Pampa Alvaro, Eduardo Soares, Car<strong>los</strong> Puccio. También estaba<br />

el grupo que habían llegado meses atrás <strong>de</strong> la Cárcel <strong>de</strong> Encausados <strong>de</strong><br />

Córdoba: el Negro Juez, Pinina y Curro De Breuil, Boxi Guevara,<br />

Sebastián Canizzo.<br />

Juan Gullo recibió a Julio y le explicó el funcionamiento. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />

integrarlo a un ámbito <strong>de</strong> la organización, tenía que planficar sus charlas<br />

<strong>de</strong> patio: el recreo era el único momento en que <strong>los</strong> <strong>de</strong>jaban charlar. Los<br />

militantes presos lo aprovechaban para reunirse y, por eso, <strong>los</strong><br />

encuentros seguían un organigrama cuidadoso. A <strong>los</strong> pocos días, Julio<br />

tuvo que hacer la ronda con el Boxi Guevara.<br />

-En Córdoba no nos mataron a todos porque no pudieron, pero el plan<br />

era <strong>de</strong> exterminio total. Cuando dieron el golpe, <strong>los</strong> <strong>de</strong>l Ejército se<br />

hicieron cargo directamente <strong>de</strong> la cárcel y entraron dispuestos a<br />

matarnos. A un compañero le clavaron un bayonetazo en la espalda, a<br />

otro lo tuvieron toda la noche estaqueado, tirándole baldazos <strong>de</strong> agua<br />

fría, hasta que murió...<br />

Julio sabía que Boxi hablaba <strong>de</strong> <strong>los</strong> oficiales y suboficiales <strong>de</strong>l Tercer<br />

Cuerpo <strong>de</strong> Ejército. Por su propia experiencia en la Armada, suponía que<br />

esos grupos comando funcionaban in<strong>de</strong>pendientes <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> sus<br />

camaradas. Pero no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> pensar que su hermano Facundo<br />

estaba ahí, que era teniente y que estaba bajo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Menén<strong>de</strong>z.<br />

Boxi le contaba a Julio esas historias con una voz serena que escondía<br />

mucho dolor, mucha bronca contenida:<br />

-Mirá, Julio, ves ése que va caminando ahí... El petiso, rubio...<br />

-Sí.<br />

-Bueno, es la Pinina De Breuil, es hermano <strong>de</strong>l Curro, que es el que<br />

camina allá. A la Pinina lo sacaron una vez con Gustavo, el tercero <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

hermanos De Breuil, que estaba con nosotros. Los milicos <strong>los</strong><br />

enca<strong>de</strong>naron a <strong>los</strong> dos, <strong>los</strong> metieron en un camión y cuando llegaron a<br />

un <strong>de</strong>scampado, un oficial, a cara <strong>de</strong>scubierta, les dijo: ‘¿cara o seca? El<br />

que gana pier<strong>de</strong> y el que pier<strong>de</strong> la cuenta...’. El<strong>los</strong> no le contestaron y el<br />

tipo les asignó la suerte a cada uno, revoleó la moneda y dijo: ‘cara’.<br />

Sacó la pistola y lo mató a Gustavo. Al rato, trajeron <strong>de</strong> nuevo a la<br />

Pinina De Breuil al pabellón...<br />

53


-¿Y cómo quedó el compañero, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> eso?<br />

-Mirá, tiene una firmeza y una voluntad impresionantes. Al Curro no lo<br />

van a quebrar con nada. Después, con el tiempo, nos dimos cuenta que<br />

<strong>los</strong> tipos tenían que a<strong>de</strong>cuar el plan: como no podían aniquilarnos a<br />

todos, querían sembrar el terror, y nosotros nos planteamos que la única<br />

manera era resistir, mantener firmes nuestros principios, sin<br />

arrastrarnos, sin per<strong>de</strong>r la dignidad, qué mierda...<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

Cuando Alberto Elizal<strong>de</strong> se enteró <strong>de</strong> la complicidad <strong>de</strong> Marquardt en la<br />

<strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Gonzalo Carranza, se preocupó por la situación <strong>de</strong>l<br />

Galleguito García, que también tenía causa abierta en su juzgado. En<br />

esos días, Marquardt había entrevistado a Pablo Monsegur, la Tonina, un<br />

compañero <strong>de</strong> causa <strong>de</strong>l Gallego.<br />

-Che, Gallego, éste hijo <strong>de</strong> puta <strong>de</strong> Marquardt anda husmeando atrás <strong>de</strong><br />

lo tuyo, ¿no?<br />

-Sí, no me gusta nada. Por las cosas que le preguntó a la Tonina, algo<br />

<strong>de</strong>ben saber.<br />

Pablo Monsegur les contó que Marquardt le había preguntado con cierta<br />

insistencia si estaba seguro que Jorge García era Jorge García. Así dicho,<br />

sonaba amenazante, porque el Galleguito estaba preso con un nombre<br />

falso: no era Jorge García -como <strong>de</strong>cía el documento con que lo habían<br />

<strong>de</strong>tenido- sino Juan Pettigiani, buscado porque era soldado en el Arsenal<br />

<strong>de</strong> pólvora y exp<strong>los</strong>ivos <strong>de</strong> Villa María, cuando el ERP lo copó, en agosto<br />

<strong>de</strong> 1974. Pettigiani había franqueado la entrada <strong>de</strong> sus compañeros.<br />

Pocos días <strong>de</strong>spués, el Galleguito recibió una información proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l<br />

abogado Carsen: el juez Marquardt quería otorgarle la libertad bajo<br />

caución juratoria. Cuando se enteró, el Galleguito se las vio negras:<br />

-Esto es una cama. El hijo <strong>de</strong> puta <strong>de</strong> Marquardt se lo cargó a Gonzalo<br />

hace un mes con la misma fórmula <strong>de</strong> la libertad. Es evi<strong>de</strong>nte que es una<br />

cama.<br />

Alberto, que había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> fumar, prendió un particulares. Cría que<br />

Marquardt tenía otros respaldos:<br />

-El tipo está bancado por la patota <strong>de</strong>l camarón en el gobierno <strong>de</strong> Saint<br />

Jean, que están ligados a Camps y Suárez Mason. Imaginate si el tipo<br />

estará bancado que fue el que le dictó la preventiva a Lanusse. ¡A<br />

Lanusse!. ¿Sabés el po<strong>de</strong>r que hay que tener en este país para meterse<br />

con Lanusse?<br />

Marquardt tuvo en sus manos una causa que sonó mucho en esos<br />

meses: el general Alejandro Lanusse, el almirante Pedro Gnavi, el<br />

comodoro Car<strong>los</strong> Rey y el general José Cáceres Monié fueron acusados<br />

por el fiscal Conrado Saadi Masué <strong>de</strong> “incumplimiento <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>beres <strong>de</strong>l<br />

funcionario público” en la contratación <strong>de</strong> la empresa Aluar como<br />

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proveedora <strong>de</strong> aluminio <strong>de</strong>l Estado. Lanusse, Gnavi y Rey conformaron la<br />

junta militar que convocó al Gran Acuerdo Nacional y gobernó entre<br />

noviembre <strong>de</strong> 1971 y mayo <strong>de</strong> 1973; Cáceres Monié fue su ministro <strong>de</strong><br />

Defensa. La empresa Aluar empezó a producir aluminio a mediados <strong>de</strong><br />

1971, gracias a un <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> excepción con fuerte apoyo fiscal y<br />

crediticio <strong>de</strong>l Estado. Entonces el ministerio <strong>de</strong> Defensa contrató a Aluar<br />

como proveedora <strong>de</strong> insumos a precios que, según Saadi Masué, estaban<br />

sobrevaluados. Había un <strong>de</strong>talle que molestaba a <strong>los</strong> militares “duros” <strong>de</strong><br />

1976 y a sus amigos empresarios: Aluar era propiedad <strong>de</strong>l grupo<br />

empresario Gelbard-Madanes. El mismo José Gelbard que estuvo frente<br />

al ministerio <strong>de</strong> Economía durante las adminstraciones <strong>de</strong> Cámpora,<br />

Lastiri y Perón.<br />

El tema Aluar tenía un trámite lento en la Justicia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mediados <strong>de</strong><br />

1975, y la acusación fiscal no encontraba pruebas contun<strong>de</strong>ntes. Sin<br />

embargo, dos años <strong>de</strong>spués, Marquardt, <strong>de</strong> un día para otro, dictó<br />

prisión preventiva a <strong>los</strong> cuatro imputados y les mandó patrulleros para<br />

que <strong>los</strong> trasladaran a Tribunales. La actuación <strong>de</strong> Marquardt provocó<br />

revuelo en <strong>los</strong> mismos sectores <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r: parecía muy poco elegante<br />

meter compulsivamente a Lanusse en un ford falcon. La Cámara Fe<strong>de</strong>ral<br />

la revocó <strong>de</strong> inmediato y <strong>los</strong> imputados volvieron a sus casas. Todos <strong>los</strong><br />

observadores coincidieron en ese momento que el fallo <strong>de</strong> Marquardt<br />

tenía otra lectura: <strong>los</strong> “duros” <strong>de</strong>l Ejército -Suárez Mason, Saint Jean- no<br />

sólo se estaban cobrando viejas cuentas -el GAN, las elecciones <strong>de</strong> 1973,<br />

el entendimiento con Gelbard- sino que a<strong>de</strong>más querían abortar la<br />

pretensión <strong>de</strong> Lanusse <strong>de</strong> convertirse en un artífice <strong>de</strong> una salida<br />

pactada con <strong>los</strong> políticos. Esta segunda advertencia a Lanusse llegó en<br />

junio <strong>de</strong> 1977, mientras se agotaba la primera edición <strong>de</strong> su libro Mi<br />

testimonio. La primera había sido indirecta pero más brutal: el<br />

secuestro, en abril <strong>de</strong> 1977, <strong>de</strong> su íntimo amigo, Edgardo Sajón.<br />

ESCENA N° (MOGORDOY)<br />

Cocinábamos clan<strong>de</strong>stinamente. Estaba prohibido. Yo hacía unos postres<br />

que eran exquisitos. Juntaba <strong>los</strong> panes, tenía un tachito <strong>de</strong> medio litro.<br />

Tenía un calentador brametal hasta que me afanó Martela. Mi receta era<br />

así. Agarraba pan y lo mojaba con leche. Pero al pan lo rayaba,<br />

agarraba alguna cosita que tenía, algún alambrecito <strong>de</strong> la cama y lo<br />

rayaba. Hacía como una harina. Hacía el azúcar quemada, todo<br />

cubierto <strong>de</strong> azúcar quemada, le ponía, esa harina, ese pan rallado que<br />

había hecho, con azúcar y cáscara <strong>de</strong> naranja rayada. Hacía todo un<br />

batidito. Y lo cocinaba en un plato con agua, al baño María. Me llevaba<br />

horas, lo cual era un peligro, porque si te agarraban cagabas. Yo había<br />

visto como lo hacía mi vieja. Y lo hacía con todas las frutas que me<br />

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traían, inventaba. El peor postre que comí en mi vida lo hizo el Pelado<br />

Batallés, hizo un budín <strong>de</strong> polenta...<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

Alberto, el Galleguito y el Zurdo se pasaron varios recreos discutiendo<br />

qué hacer ante la amenaza <strong>de</strong> Marquardt. Incluso barajaron la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

que Juan Pettigiani presentara un recurso <strong>de</strong> amparo reconociendo su<br />

verda<strong>de</strong>ra i<strong>de</strong>ntidad: quizás así tendría más posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> salvarse.<br />

Pero el Galleguito pensaba que no funcionaría:<br />

-Mirá, si <strong>los</strong> tipos lo saben y se la quieren cobrar lo van a hacer lo<br />

mismo. Así que <strong>de</strong>schavarme no tiene sentido.<br />

Alberto se impresionó ante la tranquilidad que mostraba su compañero.<br />

Se acordó <strong>de</strong> una situación <strong>de</strong>l ajedrez que se parecía a su situación: el<br />

“zug zwang”, cuando un jugador tiene que mover pero cualquier movida<br />

que haga lo pier<strong>de</strong>. Alberto pensó que el Gallego no tenía ninguna<br />

jugada buena, pero sí un temple envidiable. Aunque no sirviera para<br />

nada, resolvieron que si le ofrecían la caución juratoria como condición<br />

para liberarlo, se negara, con lo cual seguiría preso.<br />

Una semana <strong>de</strong>spués, cuando ya no había presos en <strong>los</strong> patios, ni visitas<br />

en el penal, cuando ya no se escuchaba música por <strong>los</strong> altoparlantes,<br />

cuando el silencio invadía la cárcel y cada cual estaba encerrado en su<br />

celda, Alberto oyó la voz suave <strong>de</strong>l celador, a la altura <strong>de</strong> la celda <strong>de</strong> al<br />

lado:<br />

-García, con todo.<br />

-La puta madre que <strong>los</strong> parió.<br />

Murmuró Alberto, y enseguida oyó la voz <strong>de</strong>l Galleguito:<br />

-¿Para qué es, celador?<br />

-No sé, García. Con todo.<br />

No tenía cartas: siendo otro, su familia no podía escribirle. Su esposa<br />

estaba clan<strong>de</strong>stina y le mandaba algún mensaje cada tanto. También<br />

tenía un tío en el exilio, que era militante y alguna vez le hizo llegar<br />

saludos. Metió las zapatillas, <strong>los</strong> calzoncil<strong>los</strong>, el calentador en una<br />

frazada vieja <strong>de</strong> la cárcel: sabía que seguramente se lo llevaban a la<br />

muerte, pero su única posibilidad era seguir simulando que creía en ese<br />

falso traslado.<br />

-¿Le puedo <strong>de</strong>jar las cosas <strong>de</strong> cantina al compañero <strong>de</strong> al lado?<br />

El celador abrió el pasaplatos <strong>de</strong> Alberto, y el Gallego le <strong>de</strong>jó un atado <strong>de</strong><br />

particulares cerrado, un pedazo <strong>de</strong> queso, Los siete pilares <strong>de</strong> la<br />

sabiduría <strong>de</strong> Lawrence <strong>de</strong> Arabia y un apretón <strong>de</strong> manos por un agujero<br />

<strong>de</strong> diez centímetros por treinta. Otros presos que habían escuchado<br />

entrecortado empezaron a preguntar qué pasaba. El Galleguito habló<br />

fuerte:<br />

56


-Compañeros, me llevan. ¡Yo me llevo el recuerdo <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s! ¡Hasta la<br />

victoria siempre, compañeros!<br />

-¡Hasta la victoria siempre, Gallego!<br />

Unos días <strong>de</strong>spués, el abogado Carsen supo que el radiograma <strong>de</strong>l juez<br />

Marquardt al prefecto Dupuy <strong>de</strong>cía que “el <strong>de</strong>tenido Jorge Roberto García<br />

ha sido sobreseído <strong>de</strong> <strong>los</strong> cargos en la causa que se tramitó en este<br />

juzgado y queda libre <strong>de</strong> culpa y cargo. El juez or<strong>de</strong>na la libertad <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>tenido”. Marquardt había obviado la cláusula <strong>de</strong> la caución juratoria. Ni<br />

sus compañeros ni sus familiares supieron nunca más nada sobre el<br />

Gallego Garcia, Juan Pettigiani. Cuando <strong>de</strong>sapareció tenía 24 años.<br />

El juez Marquardt tenía 29. Era el juez fe<strong>de</strong>ral más joven: en sus años<br />

<strong>de</strong> estudiante <strong>de</strong> Derecho había sido un reconocido militante nazi. En <strong>los</strong><br />

Tribunales <strong>de</strong>cían que Marquardt siempre elegía como colaboradores a<br />

jóvenes <strong>de</strong> múscu<strong>los</strong> trabajados, con quienes a veces salía en moto a<br />

buscar peleas. Otras veces lo acompañaban a recorrer <strong>los</strong> pabellones <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> presos políticos: se sabe que firmó la libertad <strong>de</strong> varios <strong>de</strong> el<strong>los</strong> para<br />

que <strong>los</strong> grupos <strong>de</strong> tareas pudieran secuestrar<strong>los</strong> y hacer<strong>los</strong> <strong>de</strong>saparecer.<br />

ESCENA N° (DALMIRO)<br />

El 12 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1978, Dalmiro escribe una carta a sus padres en la<br />

que reflexiona sobre su eventual compañera <strong>de</strong> cautiverio. “No es raro<br />

mi interés cuando <strong>de</strong>scubro en mi celda una vivaz cucaracha andando a<br />

paso rápido. Y no es raro que este pequeño bicharraco que tiene<br />

millones <strong>de</strong> años no haya podido ser exterminado, gracias a su<br />

extraordinario po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> adaptación al medio.” Dalmiro sabía que la carta<br />

pasaba por la censura <strong>de</strong>l Penal. Era un mensaje para <strong>los</strong> padres, pero<br />

también para sus enemigos.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

Emiliano Costa era un veterano <strong>de</strong> Sierra Chica. En esos días compartía<br />

la celda con Car<strong>los</strong> Puccio, un rubio eléctrico que discutía<br />

apasionadamente sobre cualquier tema que se presentara. Los dos eran<br />

montoneros y, también, hijos <strong>de</strong> comodoros. Una <strong>de</strong> sus obsesiones era<br />

la lucha contra la chinche: primero pasaban un trapo con querosén por<br />

la estructura <strong>de</strong> hierro <strong>de</strong> <strong>los</strong> camastros; <strong>de</strong>spués lo quemaban con el<br />

calentador y algunos bichos caían achicharrados. A<strong>de</strong>más, jugaban<br />

mucho al go: Car<strong>los</strong> era imbatible. Emiliano escribía cartas a su hermana<br />

y a su cuñado, exiliados en Montevi<strong>de</strong>o, a sus padres, y a Victoria, su<br />

hija, que estaba viviendo con el<strong>los</strong>. A veces podían llevársela a la visita:<br />

eran <strong>los</strong> mejores momentos. Cuando Victoria cumplió dos años, Emiliano<br />

se pasó horas haciéndole un dibujo sobre cartulina.<br />

-Yo me acuerdo <strong>de</strong> vos, a vos te <strong>de</strong>cían Boina...<br />

57


A veces, Emiliano compartía alguna caminata con Julio César Urien.<br />

-A mí también me resultás cara conocida. ¿De dón<strong>de</strong> pue<strong>de</strong> ser?<br />

-De alguna práctica, también estaba otro que era <strong>de</strong> la Armada; uno un<br />

poco mayor que vos...<br />

-Sí, Car<strong>los</strong> Lebrón. Perdió en Tucumán, Car<strong>los</strong>...<br />

Emiliano, como muchos otros militantes, le preguntaba por el<br />

levantamiento <strong>de</strong> la ESMA <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1972. Y Julio ya lo tenía<br />

sistematizado, casi como quien da una conferencia.<br />

-Pero, Almirante, lo que no entiendo es porqué una vez que se retiran<br />

<strong>los</strong> suboficiales con el armamento no se lo pudieron entregar a <strong>los</strong><br />

compañeros.<br />

-Mirá, yo recién pu<strong>de</strong> hacerme una i<strong>de</strong>a cuando lo trasladaron a Tejerina<br />

a la cárcel <strong>de</strong> Magdalena, don<strong>de</strong> estaba yo. Tejerina era cabo segundo y,<br />

cuando a mí me <strong>de</strong>tienen asume el mando y <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> seguir con la<br />

operación. Cargaron <strong>los</strong> camiones y se fueron a la plaza <strong>de</strong> Lomas <strong>de</strong><br />

Zamora, que era don<strong>de</strong> habíamos arreglado para entregar el armamento<br />

que nos llevábamos... Pero ahí jugaron dos factores, primero que<br />

Tejerina no tenía suficiente conocimiento para saber a quién y cómo<br />

entregar<strong>los</strong>, por eso fue que se atrincheró en la plaza, y segundo que el<br />

tipo que nos pasó a nosotros las citas <strong>de</strong> la orga para recibir las armas<br />

era un infiltrado, un agente <strong>de</strong> <strong>los</strong> servicios <strong>de</strong> la Fuerza Aérea...<br />

-Qué cagada, che....<br />

Los presos montoneros pasaban vueltas y vueltas hablando <strong>de</strong> acciones<br />

militares, comentaban <strong>los</strong> artícu<strong>los</strong> <strong>de</strong>l Evita Montonera que les traían<br />

sus familiares en minúsculas copias a mano, y se preparaban para volver<br />

a la lucha en un futuro que veían más o menos lejano.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

Una <strong>de</strong> esas tar<strong>de</strong>s Julio fue llamado a visita. Cuando llegó a la capilla<br />

<strong>de</strong>l penal, entre el tumulto <strong>de</strong> familiares, vio a su padre. Se abrazaron<br />

fuerte.<br />

-¡Viejo, te largaron!<br />

-Sí, hijo, yo les <strong>de</strong>cía que me trajeran con vos, pero no me hicieron<br />

caso.<br />

La voz <strong>de</strong>l guardia puso <strong>los</strong> límites.<br />

-¡Sentarse! ¡Todo el mundo a sentarse!<br />

Cuando <strong>los</strong> presos y <strong>los</strong> familiares ya se habían saludado se repetía la<br />

misma escena: en una fila <strong>de</strong> bancos <strong>los</strong> presos, en la otra, a unos tres<br />

metros <strong>de</strong> distancia, sus familiares. Todos apretados. El diálogo era<br />

ensor<strong>de</strong>cedor. Algunos se pasaban largos minutos en silencio, mirándose<br />

a <strong>los</strong> ojos. Muchas veces <strong>los</strong> que estaban al lado se turnaban para<br />

hablar. Julio vio que su padre tenía la misma expresión <strong>de</strong> siempre:<br />

-Se te ve muy bien, papá.<br />

58


-Mirá, Julio, yo estoy bien... A mí me pue<strong>de</strong>n hacer lo que quieran, pero<br />

voy a tener siempre la tranquilidad <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r mirar a mis hijos a <strong>los</strong> ojos.<br />

En cambio, éstos que están vendiendo la Nación no tienen vergüenza.<br />

Gobiernan porque someten a la gente por el terror, pero no tienen la<br />

dignidad ni <strong>de</strong> contar <strong>de</strong> qué se valen. Julio, hijo, algún día la historia<br />

nos va a pedir cuentas a todos. Ese día llegará, no me cabe duda, no sé<br />

si estaré para verlo, pero tengo la tranquilidad <strong>de</strong> que llegará.<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Villanueva era el librero <strong>de</strong>l pabellón. Hubo una semana en que no paró<br />

<strong>de</strong> llover. Así que no podíamos salir al recreo, todo el día metidos en las<br />

celdas. Una cagada. En la semana nos habían dado locro cuatro o cinco<br />

veces. Mientras estábamos así, le mando pedir un libro a Villanueva. Me<br />

mandó uno que me hacía cagar <strong>de</strong> risa. A la semana, salimos al patio,<br />

estamos bolu<strong>de</strong>ando, y <strong>de</strong>spués, cuando terminó el recreo nos hicieron<br />

formar en silencio y en dos filas, como siempre, para que nos requisaran<br />

y <strong>de</strong> vuelta al pabellón. En esos momentos, el silencio era completo,<br />

salvo las voces <strong>de</strong> mando <strong>de</strong> <strong>los</strong> yugas. En la fila, lo vi a Villanueva al<br />

lado mío y le dije en voz baja: “Villanueva, toda la semana comiendo<br />

locro, te pido un libro y me mandás ‘Hombres <strong>de</strong> maíz’”. El yuga lo vio<br />

en el momento que se cagó <strong>de</strong> risa. “Villanueva, ¿<strong>de</strong> qué se ríe?”. Y<br />

Villanueva no dijo nada. Lo llevaron a <strong>los</strong> calabozos y cobró... Le<br />

pegaron mal. Porque con la zapatilla <strong>de</strong> él le pegaban en la planta <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

pies.... Fue terrible lo que sufrió, por un chiste mío. Nunca nos pudieron<br />

quitar la alegría. Por ahí yo era un inconsciente, no sé, pero nunca nos<br />

pudieron quitar la alegría.<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

El 2 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1978, Dalmiro escribe a su padre. “Papá: hace tiempo<br />

que tengo prometido hacerte estas líneas... ¿Cómo andan las cosas? ¿El<br />

trabajo? ¿Saldrá Boca campeón internacional? ¿Y Argentina en el<br />

Mundial? Del Benjamita no te pregunto porque sé que el cachafaz te<br />

tiene a mal traer. Me parece que siempre es bueno matizar las cartas<br />

son algún comentario o fragmento <strong>de</strong> poemas. Acá va uno: Mi ventana<br />

quiere alargarse/ El sol golpea el amarillo mohoso/ De la pared<br />

entristecida/ Un gorrión ensaya monótonamente/ Yo, en tanto, sonrío.”<br />

ESCENA N° (BRONTES)<br />

Nosotros hacíamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> obras <strong>de</strong> teatro, obras especiales con efectos<br />

especiales, música...<br />

59


Nos juntábamos dos o tres y <strong>de</strong>cíamos: “vos y yo <strong>de</strong>bemos haber visto<br />

alguna película, ¿qué película viste?”, y qué sé yo, “La fiesta inolvidable”.<br />

Entonces preparábamos el guión, qué se iba a <strong>de</strong>cir, cómo habían sido<br />

las escenas, todo, y nos juntábamos y hablábamos <strong>de</strong> esa película.<br />

Hacíamos una cantidad <strong>de</strong> cosas para ir manteniéndonos. Así<br />

sobrevivíamos. Después, nos manteníamos por lo lindas que estaban las<br />

hermanas <strong>de</strong> Rodríguez Saa. La cárcel tenía un olor muy especial. No sé<br />

si la adrenalina tiene algún olor, es la adrenalina. Un olor rancio, agrio,<br />

aparte algo tan monótono, chato. Y en algún momento ese olor, que lo<br />

tenía impregnado en todo, se rompía solamente con la presencia <strong>de</strong><br />

alguien que venía <strong>de</strong> afuera: “Tiene olor a calle. Tiene olor a calle”, nos<br />

<strong>de</strong>cíamos. Era impresionante cómo uno estaba habituado. En La Plata<br />

nos visitaba cada tanto la Cruz Roja. Una vez llegó una mujer <strong>de</strong> la Cruz<br />

Roja. Yo no sé cuántos años tenía esa mujer, a mí me parecía Sofía<br />

Loren.... Y el aroma <strong>de</strong> esa mujer, su perfume, fue espectacular ver a<br />

esa mujer. Hablábamos todos <strong>los</strong> días <strong>de</strong> esa mujer. En realidad no sé si<br />

yo la vi a la mujer, no me acuerdo si la vi o sólo recuerdo cómo<br />

hablaban otros <strong>de</strong> su perfume, <strong>de</strong> su aspecto. Sé que algunos la vieron,<br />

y había distintas versiones; que tenía 25 años, algunos le daban hasta<br />

50. Pero el perfume <strong>de</strong> esa mujer pasó innumerables noches por ese<br />

pabellón.<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

-Recién pasé al lado <strong>de</strong> la salita <strong>de</strong> <strong>los</strong> yugas y estaban como autómatas<br />

esperando el partido. De refilón vi la tele color; no entendés nada, es<br />

impresionante...<br />

-Pará, Puma, ¿vos también? Ya me tienen harto con fútbol y fútbol y a<br />

nosotros hace más <strong>de</strong> dos años que nos tienen prohibido hasta hacer<br />

gimnasia en la celda.<br />

Hacía un año y medio que Alberto Elizal<strong>de</strong> compartía su celda <strong>de</strong>l<br />

pabellón <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> La Plata con el Puma Jáuregui. El<br />

domingo 25 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1978 les había tocado limpieza y el Puma pudo<br />

mirar, en la sala <strong>de</strong> celadores, <strong>los</strong> preámbu<strong>los</strong> <strong>de</strong>l partido en la cancha<br />

<strong>de</strong> Ríver. A<strong>de</strong>más, José María Muñoz lo anunciaba por <strong>los</strong> altoparlantes<br />

<strong>de</strong>l penal. Su voz parecía aún más afónica, más impúdica que <strong>de</strong><br />

costumbre:<br />

-¡Esta es la gran fiesta argentina! ¡Es la gran final que jugamos 24<br />

millones <strong>de</strong> argentinos!<br />

Y hablaba <strong>de</strong> <strong>los</strong> miles <strong>de</strong> papelitos que caían, y cómo Clemente le había<br />

ganado la pulseada. Alberto trataba <strong>de</strong> ignorarlo, y estaba enfrascado en<br />

la lectura <strong>de</strong> El Don <strong>de</strong> Sholojov: una historia <strong>de</strong> guerras y cosacos<br />

altivos, duros, atados al caballo, al vodka y al sable. Alberto se<br />

entusiasmaba y encontraba parale<strong>los</strong>: sobre todo en esa <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> no<br />

60


darse por vencidos aunque Stalin les pasara por encima. El Puma miraba<br />

por la ventana al vigilante <strong>de</strong> una torreta encima <strong>de</strong>l murallón que <strong>los</strong><br />

separaba <strong>de</strong> la libertad. El vigilante estaba aferrado a su radio portatil.<br />

-Especial para una fuga.<br />

-¿Qué?<br />

-Están todos en otra cosa. Es la que yo siempre digo, la más clásica,<br />

nada más que hoy pue<strong>de</strong>n llegar en camiones disfrazados <strong>de</strong> hinchas<br />

gritando Argentina Argentina, muchas vinchas y bombos, y zás, <strong>de</strong><br />

afuera me vuelan el paredón, y simultáneamente a<strong>de</strong>ntro garantizamos<br />

la toma.<br />

-Pará, Puma, <strong>de</strong>já <strong>de</strong> cajetear.<br />

-Ya se, macho, no hay con qué, pero no hay que <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> soñar. Basta<br />

<strong>de</strong> posibilismo, que ésto se pue<strong>de</strong>, que ésto no. Minga. Ya <strong>los</strong> vamos a<br />

cagar, el<strong>los</strong> están confiados, se están relajando.<br />

-Puma, si estuvieran tan confiados no hubieran sacado compañeros <strong>de</strong><br />

rehenes, no hubieran amenazado familiares.<br />

Los primeros días <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1978 habían sacado presos <strong>de</strong> varias<br />

cárceles. A<strong>de</strong>más, a <strong>los</strong> familiares <strong>de</strong> presos <strong>los</strong> amenazaron más que <strong>de</strong><br />

costumbre. Casi como en el 76. Por esos días, oficiales <strong>de</strong> civil habían<br />

ido a entrevistar a jefes montoneros y <strong>de</strong>l ERP presos. Y les hicieron<br />

enten<strong>de</strong>r que, si sus organizaciones intentaban cualquier cosa durante el<br />

Mundial, primero pagarían <strong>los</strong> rehenes y <strong>de</strong>spués sus familiares.<br />

61


QUINTA PARTE:<br />

EL MUNDIAL Y EL TRASLADO A SIERRA CHICA<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

-¡Empezó el partido! Toca la pelota el gran capitán, se la pasa a<br />

Ardiles...<br />

La Argentina formaba con Fillol; Olguín, Galván, Passarella y Tarantini;<br />

Ardiles, Gallego y Kempes; Bertoni, Luque y Ortiz. En <strong>los</strong> pabellones <strong>de</strong><br />

presos comunes <strong>de</strong> la U9 <strong>de</strong> La Plata empezaron a golpear sus platos <strong>de</strong><br />

aluminio, y <strong>los</strong> pabellones <strong>de</strong> políticos se contagiaron. El Puma se asomó<br />

a la ventana.<br />

-¡Paren con la jarreada, loco! ¡Parecen lúmpenes!<br />

Alberto Elizal<strong>de</strong> seguía sentado en la cama. Los cosacos estaban<br />

diezmados, ya no eran tropas <strong>de</strong> caballería disciplinadas sino guerrillas<br />

dispersas en la llanura a las que el Ejército Rojo iba capturando y<br />

aniquilando en grupos. Iván, el personaje central, había sobrevivido y<br />

escapado a cien emboscadas, y cuando supo que se acercaban las tropas<br />

soviéticas, mandó a <strong>los</strong> suyos que tumbaran <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong> entre <strong>los</strong><br />

juncos. No eran más <strong>de</strong> diez cosacos. Detrás tenían la orilla <strong>de</strong>l Don. No<br />

había escape. Por <strong>de</strong>lante se iba cerrando el cerco <strong>de</strong> soldados con<br />

cascos brillantes y fusiles con bayoneta calada. Iván le pidió a otro <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

cosacos que sacara su balalaica y empezara a tocar. Los <strong>de</strong>más<br />

empezaron a batir palmas. Iván se agachó y revoléo las piernas en el<br />

baile <strong>de</strong> siempre; otros se le agregaron. Los cabal<strong>los</strong> se levantaron y<br />

empezaron a pastar. Las tropas soviéticas cerraban el círculo. Alberto<br />

sabía que se terminaba la novela y quería saborearla. Sabía que era<br />

apenas una novela. No quería <strong>de</strong>cirle al Puma que éso era morir en su<br />

ley. Era muy cursi, pero le gustaba. A<strong>de</strong>más, no quería escuchar el<br />

partido.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

Emiliano Costa y Julio Urien no eran fanáticos <strong>de</strong>l fútbol pero querían<br />

saber qué pasaba con la final y les indignaba que a <strong>los</strong> <strong>de</strong> su pabellón ni<br />

siquiera les hubieran conectado <strong>los</strong> parlantes <strong>de</strong>l penal <strong>de</strong> Sierra Chica.<br />

El régimen carcelario contemplaba tres tratamientos distintos: <strong>los</strong><br />

recuperables, <strong>los</strong> medianamente recuperables y <strong>los</strong> no recuperables.<br />

Para <strong>los</strong> no recuperables, como Julio y Emiliano, ni fútbol por parlante.<br />

Pero Emiliano se trepaba a la ventana <strong>de</strong> su celda, a tres metros <strong>de</strong><br />

altura, ponía la oreja cerca <strong>de</strong> alguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> agujeros <strong>de</strong>l chapón <strong>de</strong> una<br />

pulgada que estaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las rejas y escuchaba lejana, casi<br />

incomprensible, la voz <strong>de</strong>l gordo Muñoz llegada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> algún pabellón <strong>de</strong><br />

recuperables.<br />

62


-Si Argentina hace un gol, el relator va a gritarlo fuerte y a<strong>de</strong>más, lo van<br />

a gritar <strong>los</strong> presos.<br />

-¡Goooolll! ¡Gol, carajo, gol! ¡Ahora que nos aguanten estos holan<strong>de</strong>ses<br />

y la puta que <strong>los</strong> parió!<br />

Era el minuto 37 <strong>de</strong>l primer tiempo, y Mario Kempes acababa <strong>de</strong> poner el<br />

uno a cero.<br />

Una cosa era estar en contra <strong>de</strong> ese Mundial <strong>de</strong> la dictadura y otra no<br />

querer que la Argentina ganara su primer campeonato <strong>de</strong>l mundo. Que<br />

eso era algo que habían querido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> chicos, y que un milico hijo <strong>de</strong><br />

puta en el gobierno no <strong>los</strong> iba a privar <strong>de</strong> ese placer. Y que, <strong>de</strong> todas<br />

formas, estaban muy satisfechos con el resultado <strong>de</strong> su campaña: que,<br />

gracias a ella, gracias al Mundial, mucha más gente en Europa sabía qué<br />

estaba pasando en la Argentina.<br />

A <strong>los</strong> 38 minutos <strong>de</strong>l segundo tiempo, el holandés Nanninga había<br />

empatado el partido y forzado un suplementario. Los jugadores<br />

argentinos estaban cansados por el esfuerzo y golpeados por ese gol: no<br />

estaba claro que pudieran sobreponerse y, <strong>de</strong> pronto, todo parecía a<br />

punto <strong>de</strong> zozobrar.<br />

-Bueno, no está mal. Así <strong>los</strong> milicos van a tener que bancarse la <strong>de</strong>rrota,<br />

la gente se va a calentar, se les van a ir al humo...<br />

-¡Pero por qué no te vas a la reputa que te parió, lechuza!<br />

ESCENA N° (ELIZALDE)<br />

-Va a tirar Passarella, pi<strong>de</strong> pelota larga Houseman a la izquierda para<br />

Bertoni... ¡Vamos, Argentina! ¿Dón<strong>de</strong> está ese público? Bertoni<br />

enganchó bien hacia a<strong>de</strong>ntro... Da para Kempes... Se metió en el área,<br />

peligro <strong>de</strong> gol, va a tirar, salió el arquero, entra... ¡Gol, gol, gol, gol, gol,<br />

gol, gol, gol, gooooooooooooool, goooooooooooooool <strong>de</strong> Argentina!<br />

¡Kempes! ¡Gooooooooooooool argentino, Kempes, <strong>de</strong> guapo! ¡Kempes<br />

goleador <strong>de</strong>l Mundial <strong>de</strong> guapo se llevó la pelota y Argentina dos Holanda<br />

uno, catorce minutos, está por terminar el primer período suplementario<br />

y tembló el estadio Monumental, se estremecieron las tribunas, se<br />

abraza la gente!<br />

Alberto Elizal<strong>de</strong> contuvo el salto y se cebó el primer mate. Tenía el<br />

mismo mate negro que le había entrado Delia, su madre, un año y<br />

medio atrás y, aunque la aci<strong>de</strong>z lo estaba matando, seguía tomándolo<br />

amargo.<br />

ESCENA N° (URIEN)<br />

Julio Urien, en Sierra Chica, escuchó el grito <strong>de</strong> gol y <strong>de</strong>scontó que sería<br />

argentino. No estaba seguro, pero la parecía que <strong>de</strong>bía ser el segundo.<br />

El problema era que no podía saber si <strong>los</strong> holan<strong>de</strong>ses habrían hecho<br />

alguno.<br />

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Al rato, Julio escuchó un mensaje por morse carcelero: “Argentina<br />

campeón, pasalo”. Entonces agarró la birome y golpeó la pared que<br />

daba a la celda <strong>de</strong> Emiliano.<br />

ESCENA N° (JOZAMI)<br />

En octubre <strong>de</strong>l ’78, cuando Lila sale <strong>de</strong> la ESMA, y se va a Europa, junto<br />

a Pilar Calveiro, varios presos habían podido ver a las familias, un día<br />

me llaman a la visita (no era un día especial, era un día <strong>de</strong> visita), y<br />

aparece Lila junto con dos funcionarios.<br />

Fue sorpresivo pero ya me habían traído una carta <strong>de</strong> ella y yo sabía<br />

que ella había visto a la familia, entonces no fue tan sorpresivo como si<br />

<strong>de</strong> pronto no hubiera habido estos antece<strong>de</strong>ntes; o sea, no es que me<br />

encontré con una aparición. Bueno, hablamos un rato, muy poquito,<br />

enseguida vinieron <strong>los</strong> dos milicos, evi<strong>de</strong>ntemente la visita era más<br />

cumplir una formalidad como <strong>de</strong>cir que la habían traído. Después<br />

seguimos hablando un rato más <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> estos dos, pero<br />

evi<strong>de</strong>ntemente la conversación se hizo mucho más trivial. Se fueron, y<br />

nunca nadie <strong>de</strong>spués dio explicaciones <strong>de</strong> esa visita.<br />

Lila en ese momento estaba en la ESMA y pasados diez días me<br />

enteré que Lila se había ido a Europa, con lo cual tampoco tenía tanto<br />

interés en averiguar qué era lo que había pasado, más bien como que<br />

uno esperaba salir en libertad. Pero las veces que intenté, en entrevistas<br />

con autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l penal, era como hablar con una pared. .. “su mujer<br />

lo vino a ver, pero está <strong>de</strong>saparecida. Bueno, no sé, no sé, no es cosa<br />

nuestra”. Eso me confirmó, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> otras cosas más importantes que<br />

tenían que ver con mi relación con ella, y que la verdad que me hizo<br />

muy bien tanto la entrevista como la carta, me confirmó que había una<br />

jurisdicción, una subordinación total <strong>de</strong> las cárceles a las fuerzas<br />

armadas. La visita, me acuerdo, fue el 17 <strong>de</strong> octubre.<br />

ESCENA N° (LILA PASTORIZA)<br />

Yo salí el 25 <strong>de</strong> Octubre <strong>de</strong>l ´78, y me llevaron a visitarlo unos días<br />

antes. Ésa sí era para mí una cosa más <strong>de</strong>licada, porque yo pensaba que<br />

ahí Eduardo podía tener problemas, no con las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la cárcel,<br />

sino con <strong>los</strong> presos, que lo recriminaran. Yo le mandé a preguntar a<br />

Eduardo antes. Le mandé a preguntar con mi vieja, que él me dijera que<br />

le parecía y si estaba <strong>de</strong> acuerdo. Si estaba <strong>de</strong> acuerdo no era una<br />

imposición ni mucho menos. A<strong>de</strong>más le mandé <strong>de</strong>cir que tenía que ser<br />

algo que no lo jodiera ahí a<strong>de</strong>ntro. Eran momentos muy límite, la<br />

tensión era muy gran<strong>de</strong>.<br />

Cuando íbamos a la cárcel, al salir <strong>de</strong> la ESMA en un auto, les pedí a <strong>los</strong><br />

dos marinos que me acompañaban que me llevaran a un kiosco.<br />

Compramos unos chocolates, aunque el<strong>los</strong> me advertían “no flaca, ahí<br />

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no se va a po<strong>de</strong>r pasar comida”. Pero yo insistí. “Por ahí nos <strong>de</strong>jan,<br />

¡cómo les gustan <strong>los</strong> chocolates a <strong>los</strong> presos!” Cuando lo veo a Eduardo,<br />

le digo “te traje unos chocolates”. “No, no mejor no me <strong>los</strong> <strong>de</strong>s, porque<br />

acá no se pue<strong>de</strong>”. “Bueno –dije- come<strong>los</strong> acá”. Y Eduardo firme me<br />

repitió que no.<br />

El encuentro fue muy vertiginoso, muy rápido, a Eduardo lo encontré<br />

tan <strong>de</strong>recho, tan durito. Yo lo veía sentado en un sillón y le <strong>de</strong>cía “¿por<br />

qué estas tan duro?”. Era un modo muy regimentado <strong>de</strong> estar…<br />

Nosotros, en la ESMA, teníamos que estar con ca<strong>de</strong>nas colgando todo el<br />

tiempo, pero producto <strong>de</strong> esa situación, <strong>de</strong> andar con <strong>los</strong> grilletes, <strong>de</strong><br />

acostumbrarte a correr con <strong>los</strong> grilletes, no teníamos una cosa tan<br />

regimental. Eduardo, en cambio, tenía la cosa carcelaria, estaba duro,<br />

sentado y hablaba.<br />

ESCENA N° (LILA PASTORIZA)<br />

Después <strong>de</strong>l encuentro, cuando me llevaron <strong>de</strong> vuelta, <strong>los</strong> dos que me<br />

acompañaban estaban convencidos <strong>de</strong> que habían hecho una buena<br />

acción. Estaban encantados. Uno <strong>de</strong>cía “que bárbaro, cuando llego la<br />

llevo a mi mujer a bailar. Estaba tan nervioso con esto, flaca, que esta<br />

mañana pedí un valium para tranquilizarme”. Yo le preguntaba “¿y por<br />

qué estabas tan nervioso?”. “Porque esto es especial”. Los tipos estaban<br />

fascinados con Eduardo, por cómo les contó su situación. Les recitó un<br />

catálogo <strong>de</strong> las malda<strong>de</strong>s que les hacían, que no entiendo por qué<br />

estaban tan encantados. Les dijo “bueno, acá la situación es terrible”. Le<br />

preguntaron “¿pero acá vos tenés buena conducta, no?”. Y Eduardo les<br />

hablaba <strong>de</strong> <strong>los</strong> chanchos. Qué ironía, cuándo nos íbamos, <strong>los</strong> dos que<br />

me custodiaban comentaban entre sí, en referencia al Servicio<br />

Penitenciario: “qué barbaridad, ¿te das cuenta?, éstos no aprendieron<br />

nada”. El<strong>los</strong> consi<strong>de</strong>raban que el servicio penitenciario tenía un régimen<br />

espantoso, en cambio el<strong>los</strong> que habían matado a cuatro mil sí tenían un<br />

sistema razonable.<br />

Cuando volvimos a la ESMA, lo primero que contaron <strong>los</strong> milicos fue que<br />

“el marido <strong>de</strong> la burbuja no es como ella, es un tipo muy ubicado”. Y<br />

contaban lo <strong>de</strong> <strong>los</strong> chocolates. Después a la noche vino el Tigre Acosta<br />

que a mí me odiaba y que no se creía nada y me dijo “ah, me contaron<br />

que les fue bien en la visita hoy”. Visita con la cual había estado<br />

totalmente en <strong>de</strong>sacuerdo. “Muy bien, tu marido muy bien ¿no?”. O sea<br />

que confirmó esta opinión <strong>de</strong> que mi marido era un tipo educadísimo<br />

porque no se comió el chocolate.<br />

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