El vendedor de globos.pdf
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EL VENDEDOR DE GLOBOS<br />
Fiesta patronal, <strong>de</strong> esas fiestas lindas. Pueblo, ni muy gran<strong>de</strong>, ni muy chico. Habían<br />
venido <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong>es ambulantes. Y entre los <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong>es había arribado un <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong><br />
<strong>globos</strong>. Eran las diez <strong>de</strong> la mañana y no había vendido ningún globo. Claro, los chicos<br />
andaban medios escasos <strong>de</strong> dinero y entonces lo que querían era comprar aunque fuese<br />
un chocolatín, cualquier cosa pero no un globo, que es <strong>de</strong> lo más inútil.<br />
Entonces al hombre se le ocurrió una i<strong>de</strong>a: sacrificar un globo. Agarró un globo<br />
colorado que tenía, y lo soltó. No faltó un chico que le dijera a su mamá: -¡Mirá! ¡Un<br />
globo!<br />
-Ah, sí, se le habrá escapado al señor.<br />
Al ratito el hombre soltó un globo ver<strong>de</strong> y enseguida un globo blanco, que se<br />
empezaron a perseguir por el cielo. Y claro: ya todo el mundo empezó a señalarlos.<br />
Después soltó los <strong>globos</strong> más lindos que tenía: dos azules con uno amarillo al centro.<br />
Entonces, claro, frente a todos esos <strong>globos</strong> que empezaban a perseguirse, pasaban entre<br />
las ramas y ascendían, claro, todos los niños, empezaron a ro<strong>de</strong>ar al <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong> <strong>globos</strong><br />
y a pedir:<br />
-¡Ah, yo quiero un globo, mamá...!<br />
Bueno. La cuestión es que el tipo vendió todo el resto <strong>de</strong> los <strong>globos</strong>. Sacrificó cinco,<br />
pero vendió <strong>de</strong>cenas. Pero había un negrito, <strong>de</strong> esos negritos que son realmente como<br />
cartera <strong>de</strong> viuda, porque son negros hasta la manija; esos negritos que hay allá en<br />
América Central, preciosos, muy chiquitos, con esos pelitos bien motitas, con unos ojos<br />
blancos hermosos con su centro negro. Y este negrito estaba triste, <strong>de</strong>scalcito, con el<br />
pantaloncito roto, un solo tirador, dos lagrimones que le caían así, y miraba a los otros<br />
chicos. Y entonces el señor <strong>de</strong> los <strong>globos</strong> se dio cuenta <strong>de</strong>l pobrecito y le preguntó: -<br />
Colocho... –así le dicen en el pueblo-:¿quieres un globo?<br />
Y el chico le respon<strong>de</strong>:<br />
-Eh, no... -y se sacu<strong>de</strong> los mocos.<br />
-Cómo no... mirá, te lo regalo. <strong>El</strong>egí el globo que más te guste y te lo regalo.<br />
-No.<br />
-Pero, ¿no querés un globo?<br />
-No.<br />
-¿Entonces qué te pasa?<br />
Y el chico se anima al verlo tan bueno al hombre y le dice: -Señor, si usted suelta ese<br />
globo negro que está ahí, ¿será que sube tan alto como los otros <strong>globos</strong>?<br />
Porque la cuestión no era tener o no tener un globo, sino ser o no ser como los <strong>de</strong>más.<br />
Entonces el señor se emociona tanto que <strong>de</strong>sata el globo negro y se lo entrega y le dice:<br />
-Hacé la prueba.
Y el chico suelta el globo, y cuando ve que sube, empieza a saltar, a cantar en ritmo <strong>de</strong><br />
merengue, <strong>de</strong> salsa, feliz <strong>de</strong> que el globo negro también había subido a los cielos.<br />
Entonces el hombre queda tan impresionado que se le acerca, le acaricia la cabeza, y le<br />
dice: -Te voy a <strong>de</strong>cir un secreto. Lo que hace subir pa' arriba no es ni el color ni la<br />
forma, es lo que tiene a<strong>de</strong>ntro. Pero para que un globo suba al cielo hay que traer gas <strong>de</strong>l<br />
cielo. Si yo lo lleno con gas <strong>de</strong>l cielo entonces... ¿eh?<br />
Por eso <strong>de</strong>beríamos preguntarnos: ¿Con qué llenamos nuestro corazón, con qué llenamos nuestra vida?<br />
Yo creo que la vida es como el dinero: tiene el valor <strong>de</strong> aquello en lo que uno gasta. Un billete es un<br />
papelito con un prócer y un número que tiene un valor potencial.<br />
La vida también es así, la vida adquiere valor en el momento que yo la gasto, y adquiere el valor <strong>de</strong><br />
aquello en que yo la gasto. Cuando nos morimos <strong>de</strong>jamos todo lo que tenemos y nos llevamos lo que<br />
dimos.<br />
Este cuentito me lo contaron en América Central. Yo pasé cuatro meses en Guatemala, un hermosa lugar<br />
que se llama Esquipulas, en un monasterio que atien<strong>de</strong> un gran santuario, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos años se<br />
celebran cuatrocientos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que fue tallada la imagen <strong>de</strong>l Cristo Negro <strong>de</strong> Esquipulas.<br />
"Con corazón <strong>de</strong> niño", 1993 (Landricina y Menapace. Los valores, con Humor) Ed. Patria Gran<strong>de</strong>