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Novela del amante liberal - Biblioteca Virtual Universal

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Miguel de Cervantes Saavedra<br />

<strong>Novela</strong> <strong>del</strong> <strong>amante</strong> <strong>liberal</strong><br />

«¡O lamentables ruynas de la desdichada Nicosia, apenas enjutas de la sangre de vuestros<br />

valerosos y mal afortunados defensores! Si, como careceys de sentido, le tuuierades aora en<br />

esta soledad donde estamos, pudieramos lamentar juntas nuestras desgracias, y quiza el<br />

auer hallado compañia en ellas aliuiara nuestro tormento. Esta esperança os puede auer<br />

quedado, mal derribados torreones, que otra vez, aunque no para tan justa defensa como la<br />

en que os derribaron, os podeys ver leuantados. Mas yo, desdichado, ¿que bien podre<br />

esperar en la miserable estrecheza en que me hallo, aunque buelua al estado en que estaua<br />

antes deste en que me veo? Tal es mi desdicha, que en la libertad fui sin ventura, y en el<br />

cautiuerio, ni la tengo, ni la espero.»<br />

Estas razones dezia vn cautiuo christiano, mirando desde vn recuesto las murallas<br />

derribadas de la ya perdida Nicosia, y assi hablaua con ellas y hazia comparacion de sus<br />

miserias a las suyas, como si ellas fueran capazes de entenderle, propia condicion de<br />

afligidos que, lleuados -134- de sus imaginaciones, hazen y dizen cosas agenas de toda<br />

razon y buen discurso.<br />

En esto salio de vn pauellon o tienda, de quatro que estauan en aquella campaña puestas, vn<br />

turco mancebo de muy buena disposicion y gallardia, y, llegandose al christiano, le dixo:<br />

«Apostaria yo, Ricardo amigo, que te traen por estos lugares tus continuos pensamientos.»<br />

«Si traen», respondio Ricardo, que este era el nombre <strong>del</strong> cautiuo, «mas ¿que aprouecha, si<br />

en ninguna parte a do voy hallo tregua ni descanso en ellos?; antes me los han acrecentado<br />

estas ruynas que desde aqui se descubren.»<br />

«Por las de Nicosia diras», dixo el turco.<br />

«Pues, ¿por quales quieres que diga», repitio Ricardo, «si no ay otras que a los ojos por<br />

aqui se ofrezcan?»<br />

«Bien tendras que llorar», replicó el turco, «si en essas contemplaciones entras. Porque los<br />

que vieron aura dos años a esta nombrada y rica isla de Chipre en su tranquilidad y<br />

sossiego, gozando sus moradores en ella de todo aquello que la felicidad humana puede<br />

conceder a los hombres, y aora los vee o contempla, o desterrados <strong>del</strong>la, o en ella cautiuos y<br />

miserables, ¿como podra dexar de no dolerse de su calamidad y desuentura? Pero dexemos<br />

estas cosas, pues no lleuan remedio, y vengamos a las tuyas que quiero ver si le tienen, y<br />

assi te -135- ruego, por lo que deues a la buena voluntad que te he mostrado, y por lo que<br />

te obliga el ser entrambos de vna misma patria y auernos criado en nuestra niñez juntos,

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