Tu rostro en mi mirada: El ser/dual de la violencia

Daniel Nina, Ph.D.
FDMEH – fdnina@hotmail.com
Mayagüez, Puerto Rico
Oye negro, tienes un cerillo
Meursault
Realmente no fumo. Da cancer.
Fanon
Puede dar cancer, pero también es
bueno para el alma y el corazón.
Domingo
7mo Coloquio Académico
Ni una vida más para la toga
Tu rostro en mi mirada
El ser/dual de la violencia: Fanon
La urgencia y pertinencia de la violencia es, posiblemente, el mejor
recuerdo que mantenemos aún de Frantz Fanon. Su uso se justificó en
particular a partir de la década de 1960, como un bien [o un mal] para
transformar la relación compleja del colonizador y el colonizado. Pero esa
violencia destructiva/constructiva, enmarca un momento, un último segundo,
que es importante conceptualizar: antes de la destrucción, mis ojos capturan
los ojos/rostros del objeto/sujeto de la destrucción. Tu rostro se hace parte de
mi mirada.
Re-examinar el texto base Los Condenados de la Tierra (Fanon, 1961)
en el contexto de este coloquio, es sin lugar a dudas un lujo. Se trata de una
posibilidad de pensar que la raíz de la conversación puede ser el relato del
colonialismo y la profundidad de sus efectos en mi. No obstante, la
transformación de dicho relato, en el late Fanon, es una directriz a emplear una
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violencia/liberación que me permita salir de un discurso/práctica que niega mi
ser.
Se trata de esa dualidad, de ese paradigma presentado como un
binomio entre el ejercicio de la violencia necesaria, como requisito para
consumar la libertad. En otras palabras, y parafraseando al artista chino Cai, si
no hay destrucción no hay construcción. Pero lo mismo opera a la inversa: la
construcción es necesaria cuando se da paso a la destrucción. En esta medida,
el relato de violencia/libertad se hace oportuno – es necesario lo uno para
obtener lo otro. Es ahí donde para mi surge la imagen del ser/dual.
Ese ser/dual sigue siendo un momento de reflexión que Fanon pudo
desarrollar más en Los Condenados de la Tierra (1961), aunque fue también
trabajado con igual complejidad por otros. Albert Camus, en su ya clásico El
Extranjero (1942), en particular, logra capturar ese momento cuando Meusault
mata al Árabe. En su recuerdo, el rostro/mirada se confunden. El otro texto
que me permite explorar esto, es la película El resplandor (Luis Maisonet,
1962, Puerto Rico). En la misma, la rebelión del esclavo permite destruir por la
violencia, en ese momento de captura entre victima/destructor, una posibilidad
de otra humanidad.
Es en el diálogo de estos tres textos que creo que estriba la posibilidad
de re-examinar a Fanon. Esa violencia destructiva [aunque] necesaria, es la
que podría permitir que en ese último momento, cuando se confunden rostro y
mirada, se pueda explorar una posibilidad a otra humanidad. En particular,
porque los trabajos de Homi Bhabha, Michel Foucault, Tony Negri y Michael
Hart, nos permiten pensar que la complejidad no se puede reducir al acto de
destrucción. Por el contrario, examinando los matices entre el ser y la nada,
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parafraseando tanto a Sastre como a Baudrillard, puede encontrarse una/otra
posibilidad de vida.
En particular, y esta es mi apuesta, que la pertinencia de Fanon sigue
siendo poder explicar el presente y no el pasado en el cual se nos invitó a ser
[seguir] siendo violentos. Pero tratando de examinar en particular, que
representa esa violencia – cuán purificadora o destructiva puede ser la misma,
es un asunto que debemos tomar en consideración.
Condenados:
Hay algo aún de corte Fanoniano, cuando intimamos que la razón de
pensar en la destrucción como anticipo a la libertad, estriba en la urgencia de
descolonizar un objeto, una práctica social o memoria individual/colectiva. Es
en el pensamiento de Ngugi Wa Thiong’o el acto de descolonizar la mente
(Ngugi, 1993).
En esta medida, el trabajo que inicia Fanon desde Lyon al estudiar
psiquiatría, pasando por Saint Alban y luego por Argelia, le invitan a reflexionar
en torno no al sujeto/debiera/ser, si no al sujeto/tal cual/siendo (Macey, 2000).
Es decir un sujeto cuya identidad ha sido definida por prácticas sociales que le
anteceden, y que en la versión del colonialismo requiere comprender que se es
parte de “una condición colonial” (Fanon, 1952).
Esa condición colonial es una que requiere de una urgencia de identificar
que es lo que soy y no me pertenece, y como lo mismo ha sido inculcado en
mi. Algo así como los “implantes” de los que hablamos en Blade Runner, y que
comentáramos en el pasado en este coloquio (Nina, 2008). Porque a fin de
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cuentas, todo lo que no me pertenece, para parafrasear al propio Fanon,
requiere un acto urgente de descolonización para poder lograr su erradicación
(Fanon, 1961:31). 1
Pero el acto de identificar lo que no me pertenece y lo hago mío, fue
examinado inicialmente en el texto base de Fanon: Black Skin, White Masks
(1952). No obstante es una década luego, donde en los Condenados se
explora la necesidad de aplicar la violencia como forma de ruptura. Es decir, y
parafraseando a Fanon, “escucha blanco, no soy negro. Soy humano.” La
reconstitución del ser requiere en este momento de varios pasos, los cuales
urgen ser reflexionados.
Primero, es importante examinar cual es el objeto de mi práctica social
que me impone la urgencia de examinarla y determinar si la misma es un acto
que me ha colonizado y que surge a su vez de viejas prácticas coloniales las
cuales deben ser transformadas.
Segundo, el proceso de transformar dichas prácticas sociales, entre
1952 y 1961, pasando por la guerra de independencia de Argelia, es uno
donde se nos invita a la violencia. La violencia como una forma de transformar
el estatus quo ante nos. Pero en el contexto en que Fanon escribe, es uno
particular, donde la violencia es el acto de liberación. Según él, “Ya lo hemos
visto: es la intuición que tienen las masas colonizadas de que su liberación
debe hacerse, y no puede hacerse más que por la fuerza” (Fanon, 1961:65).
1 Dice Fanon:
La descolonización, como se sabe, es un proceso histórico: es decir, que no puede ser
comprendida, que no resulta inteligible, traslúcida a sí misma, sino en la medida exacta en que se
discierne el movimiento historizante que le da forma y contenido. La descolonización es el
encuentro de dos fuerzas congenialmente antagónicas que extraen precisamente su originalidad
de esa especie de sustanciación que segrega y alimenta la situación colonial. (Fanon, 1961:31).
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Tercero, y ahora en diálogo con el propio Fanon, el proceso de
deshumanización que produce el colonialismo, o los actos de colonización,
conllevan a su vez un efecto bi/múltiple entre las partes en conflicto. Es decir,
tanto el blanco deshumaniza al negro, como la negra deshumaniza a la blanca.
Es realmente hablando la relación colonial, la que crea el sujeto/no/humano.
Salirse de esto, y aquí coincidiendo con Fanon, requería de un acto de
transformación violento.
El amo frente al esclavo:
El problema estriba en que no se pueden mantener ya las categorías
excluyentes incluyentes con las que se fundó una modernidad que nos
influenció a todos y todas. Desde Hegel a Sastre, el binomio de exclusión
inclusión va perdiendo fuerza. Somos, en la lógica de Negri, una potencia en
multitud (Negri, 2003). En otras palabras, si hemos de ser postmodernos que
seamos con todas sus consecuencias dentro de la complejidad que nos
imponen las formas no simétricas de las relaciones humanas.
Es decir, tomemos por ejemplo El Extranjero de Albert Camus (1942).
En el momento que Meursault decide matar al árabe, siente felicidad. No se
arrepiente, al destruir el balance perfecto del día es feliz. Su acto de violencia le
permite gozar de un momento de alegría. Pero esta acción representa, sin
lugar a dudas, un ejercicio dentro de los entendidos coloniales, donde el amo
destruye al esclavo.
Esta noción cae dentro del paradigma del amo/esclavo, y donde en
otrora, y para parafrasear a Foucault, se espera que sea el esclavo el que
desarrolle los mecanismos necesarios de resistencia para transformar dicha
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elación (Foucault, 1980). No obstante, Camus en su reflexión de la existencia
existencial, nos pone el debate desde la mirada dura del propio amo – quien al
destruir a su esclavo, es feliz.
La mirada opuesta es entonces la que hacen los esclavos, en su
reflexión sesuda en torno a la vida y la muerte, en la película El resplandor
(Maisonet, 1962). Como atestiguan las propias imágenes del film, ante la
muerte los esclavos cantan; ante la represión del amo, los esclavos resisten
débilmente, pero resisten; y finalmente los esclavos vuelven a cantar.
Es decir, la violencia engendra violencia, no obstante la salida a esta, no
tiene que ser por vía de la violencia – sino por un aspecto de naturaleza
humana: cantar. Este momento, sublime por cierto, es uno que nos permite
explorar ese aspecto del ser/dual, que me parece Fanon no examinó del todo.
Es decir, como en mi peor momento de brutalidad y destrucción puedo
embargar un germen de humanidad.
Pensado de otra forma, y para re-pensar en el examen que realiza Homi
Bhabha (en el prólogo a los Condenados) sobre este tema, es pensar como la
mirada de amo y esclavo se entrecruzan y pueden crear una pequeña y
transformadora sinergia que en su mejor/peor momento, pueda dar trazos de
cierta humanidad. Esto quiere decir, de dar por no-valido que soy humano,
pero que lo puedo comprender. Que ese momento permita podernos encontrar
e intercambiar una posibilidad de otro acto, no de destrucción sino de
aceptación. Es la lógica de Fanon, cuando le reclama al blanco que lo acepte
por ser humano, nada más.
El imperio contra-ataca:
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Hay algo de las guerras de las galaxias en este punto de la
conversación: como pasar de la esclavitud a la era del Imperio / a la Hardt y
Negri (2000) (Negri, 2003). Es decir, como en un periodo de toda/acumulación
del capital se puede explorar un espacio de acumulación de lo humano y no del
mercado. Este es el reto que hay que explorar, pero que incidentalmente nos
puede permitir pensar en los efectos de las dualidades/múltiples que dan paso
a espacios de captura y liberación, de violencia y libertad, de destrucción y
construcción. Curiosamente pienso que es la era del Imperio, mas que nada
una oportunidad para examinar como se dan las contradicciones en el seno del
poder, que permitan establecer líneas de fuga, las cuales a fin de cuentas,
como diría Santos (2008), son emancipadoras.
En esta medida veo el Imperio como una posibilidad de hacer vida
política que sea de naturaleza más humana. No porque el capital tenga la
única intención de acumular, sino que en su proceso de acumulación se
encuentra ahora con la interesante contradicción que debe acumular bajo los
entendidos que no se hace de forma infinita o indefinida. Que hay que ser
verdes, como promover el desarrollo sustentable. Que hay que promover
desarrollo humano, a sabiendas que el conocimiento está en todas partes.
Es ese espacio contradictorio de la era del Imperio, donde veo la
oportunidad para rescatar otra posibilidad. Una posibilidad de un humanismo
dual: pues en la misma medida que el capital acumula, hoy desarrollamos mas
sabiduría en torno a espacio de vida común donde no reina la propiedad
privada. En esta medida, el proceso de descolonización requerido es uno
superior a mi capacidad de entender, que puedo convivir con el capital, pero no
con lo no humano del mismo.
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El nuevo derecho:
Nada de lo anterior será posible si no pensamos en un ordenamiento
jurídico que proclame lo humano como primera herramienta de regulación
social. Es decir, hay que rescatar al viejo Foucault, y pensar que es necesario
un ordenamiento jurídico que no sea disciplinador, sino por el contrario
emancipador (Foucault, 1980). Este derecho, sin lugar a dudas no existe.
No obstante lo anterior, imaginarlo es el primer paso antes de diseñarlo y
completarlo. Es tal vez este el legado del ensayo homónimo de Carlos Rivera
Lugo (1993, 2005), donde éste se esmera en destacar como un derecho más
humilde puede ser el primer paso para transformar las viejas prácticas sociales
en torno al derecho y al poder.
Conclusión:
Es posible pensar otro mundo donde el significante de violencia no
simbolice destrucción. Por el contrario, donde el significante de la violencia
constituya una invitación a un diálogo a negociar la vida. Que ser violento,
tenga otro significante / es decir una invitación al diálogo genuino. En esta
medida, los ojos del esclavo y los ojos del amo, tienen más de un punto en
común, aunque siempre le prestamos atención a los puntos que nos desunen.
“A fin de cuentas” le dice Domingo a sus colegas,
“Vengan conmigo a la plaza, allí siempre hay bullicio, rizas y sol.
También hay calor”.
Gracias.
Bibliografía:
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Camus, A (1942) El Extranjero. N/a.
Fanon, F (1952) Black Skin, white masks. New York: Grover Press.
Fanon, F (1961) Los condenados de la tierra. México: Fondo de Cultura
Económica.
Foucault, M (1980) Microfísica del poder. Barcelona: Paidos.
Hardt, M & T. Negri (2000) Imperio. Barcelona: Paidos.
Macey, D (2000) Frantz Fanon. New York: Picador.
Negri, T (2003) Guías. Barcelona: Paidos.
Nina, D (2008, editor) Blade Runner: memoria, disciplina y el sujeto
desechable. San Juan: Ediciones Callejón.
Nina, D (2008) “Entrevista a Boaventura Apostemos a la esperanza”. El Nuevo
Día. Agosto 2008.de Sousa Santos:
Ngugi wo Thiong ó (1993) Moving the centre: the struggle for cultural
freedoms. London: James Currey.
Rivera Lugo, C (1993, re/publicado 2005) “Ni una vida mas para la toga”, en La
rebelión de Edipo y otras insurgencias jurídicas. San Juan: Ediciones.
Sartre, JP (1972) El ser y la nada. Argentina: Buenos Aires.
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