Primeras páginas - La esfera de los libros
Primeras páginas - La esfera de los libros
Primeras páginas - La esfera de los libros
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Primero <strong>de</strong>ja que me explique.<br />
Sé que pue<strong>de</strong>s ver esto como algo incendiario, malicioso e<br />
incluso repulsivo. Llámalo como quieras. Pero créeme, nada más<br />
lejos <strong>de</strong> la verdad. El hecho es que he estado yendo a una terapeuta,<br />
tal como me aconsejaste. Fue muy consi<strong>de</strong>rado por tu parte<br />
pensar en eso. «Ya sé que opinas que son bobadas, yo también<br />
lo pensaba, pero créeme, pronto notarás <strong>los</strong> beneficios», me insististe<br />
con tu tono <strong>de</strong> máxima preocupación justo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />
Viernes <strong>de</strong> York Way, cuando todavía actuabas como si te sintieras<br />
muy culpable. Y cuánta razón tenías, ya estoy notando <strong>los</strong><br />
beneficios, <strong>de</strong> verdad. En cualquier caso, ella me dijo —por cierto,<br />
se llama Helen Bunion,* ¿a que es increíble?, y cuando habla,<br />
inclina la cabeza hacia un lado, como un gorrioncito, se supone<br />
que es para hacerme saber que cuento con su total atención—<br />
me dijo que conseguir sacarlo todo sería una fase vital <strong>de</strong> mi<br />
proceso <strong>de</strong> recuperación.<br />
Lo dijo exactamente así: «Una fase vital <strong>de</strong> mi proceso <strong>de</strong><br />
recuperación». De modo que ¿qué puedo hacer? Yo no quiero<br />
impedir mi proceso <strong>de</strong> recuperación, y Helen Bunion está muy<br />
preocupada por mi bienestar. ¡Así que a sacarlo todo!<br />
Soy consciente <strong>de</strong> que te preocupará el peligro <strong>de</strong> que otras<br />
* Bunion: juanete. (N. <strong>de</strong> la T.)<br />
9
personas lean esto y se haga público, y créeme que si puedo sacarlo<br />
todo sin arriesgarme a que se sepa, ni a todos <strong>los</strong> problemas<br />
que provocará, naturalmente lo haré. Yo solo pienso en tu<br />
bienestar. Ya lo sabes. Pero estoy segura <strong>de</strong> que tú, habiendo<br />
experimentado <strong>los</strong> beneficios <strong>de</strong> la terapia por ti mismo, entien<strong>de</strong>s<br />
que uno tiene que ser totalmente honesto (no, ¿cómo<br />
lo llaman ahora?, transparente, totalmente transparente) por<br />
mucho que duela. De modo que así seré. Como parte <strong>de</strong> mi proceso<br />
<strong>de</strong> recuperación. Noto que ya funciona. Muchas gracias por<br />
sugerirlo.<br />
Helen Bunion —ella quiere que la llame Helen, y tú enten<strong>de</strong>rás<br />
el porqué, pero a mí me resulta muy difícil, es algo que en<br />
cierto modo está mal, como llamar a una profesora por su nombre<br />
<strong>de</strong> pila— me ha dicho que <strong>de</strong>bo dietariar mis emociones.<br />
¿Sabías que eso era un verbo ahora? ¿Dietariar? Es uno <strong>de</strong><br />
esos graciosos verbos inventados, que en realidad <strong>de</strong>berían seguir<br />
siendo nombres, como colisionar. Helen utilizó ese también, y<br />
fue bastante divertido. Dijo que tú «colisionaste catastróficamente»<br />
con mi vida. Catastróficamente es una palabra muy fuerte,<br />
¿no crees? Pero ya imaginarás que ella, como terapeuta experimentada,<br />
sabía <strong>de</strong> qué estaba hablando, ¿verdad?, así que tendré<br />
que admitir que tiene parte <strong>de</strong> razón.<br />
De modo que ahora dietarío mis sentimientos. Esto también<br />
será una parte fundamental <strong>de</strong> mi proceso <strong>de</strong> recuperación, o eso<br />
me han asegurado. <strong>La</strong> verdad es que tengo muchas ganas. Des<strong>de</strong><br />
que te fuiste, echo en falta a alguien con quien hablar. ¿Te acuerdas<br />
<strong>de</strong> cómo solíamos diseccionar nuestras vidas hasta el último<br />
<strong>de</strong>talle, en aquel<strong>los</strong> interminables correos electrónicos que nos<br />
mantenían mutuamente conectados durante todo el día? «Nuestra<br />
relación nunca habría cuajado si hubiéramos tenido trabajos<br />
<strong>de</strong> verdad», <strong>de</strong>cías a menudo, <strong>de</strong> manera que la expresión trabajos<br />
<strong>de</strong> verdad parecía una cosa negra y viscosa que te habías en-<br />
10
contrado en la ensalada. Y naturalmente, tenías razón. Cincuenta,<br />
setenta, cien correos al día, algo únicamente posible porque<br />
ambos pasamos mucho tiempo en la red, sentados a solas frente<br />
a pantallas <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nador, durante horas y horas. Tú en las lujosas<br />
oficinas <strong>de</strong> Fitzrovia <strong>de</strong> la discográfica <strong>de</strong> la que eres a la vez<br />
director y productor estrella, o bien en tu estudio <strong>de</strong> casa, un<br />
cubículo pequeño y perfectamente distribuido, en el ático <strong>de</strong><br />
tu preciosa villa adosada rosa pálido <strong>de</strong> St. John’s Wood (sé que<br />
siempre <strong>de</strong>fendiste que te gustaba la vista sobre <strong>los</strong> jardines y <strong>los</strong><br />
tejados, pero ese cubículo siempre me pareció una opción muy<br />
perversa, ya que habrías podido tener la casa entera a tu disposición;<br />
«Capullo triste en un cubículo», así solías encabezar tus correos<br />
electrónicos), yo en mi viejo cuchitril separado por un tabique,<br />
<strong>de</strong> mi piso <strong>de</strong> tres habitaciones <strong>de</strong>l sur <strong>de</strong> Londres, mirando<br />
básicamente al vacío.<br />
«Reflexiones <strong>de</strong> un capullo triste en un cubículo». El mensaje<br />
aparecía en mi ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> entrada. <strong>La</strong> frase iba y venía<br />
mientras la conversación crecía, o a veces yo la cambiaba por<br />
«Reflexiones <strong>de</strong> una mujer invisible en un cuchitril». Más y más<br />
mensajes, más y más largos, catalogando las minucias <strong>de</strong> nuestras<br />
vidas. Yo archivaba con celo todo inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> mi vida cotidiana,<br />
para ofrecértelo a ti más tar<strong>de</strong> en un e-mail, como un regalo.<br />
¡Quedarme sin llave en la calle cuando saqué la basura!<br />
¡Comprar el Guardian <strong>de</strong>l sábado en Tesco y darme cuenta <strong>de</strong><br />
que alguien había birlado la sección <strong>de</strong> ocio! Solo ahora, cuando<br />
no tengo a nadie a quien entregárselas y en cualquier caso nadie<br />
las querría, me doy cuenta <strong>de</strong> que esas trivialida<strong>de</strong>s no tenían<br />
ningún valor.<br />
¿A quién más le interesarían las comidas <strong>de</strong>sastrosas que les<br />
hacía a <strong>los</strong> niños (sí, me temo que seguimos con las fajitas —qué<br />
divertido te pareció siempre que mi repertorio culinario consistiera<br />
en dos platos—) o el hecho <strong>de</strong> que el viejo gruñón que vino<br />
a leer el contador <strong>de</strong>l gas me echara una bronca por tener tantas<br />
cajas y bolsas atiborradas en un armario bajo la escalera? «Me<br />
11
pone usted en peligro», me dijo. ¿A que es tronchante? Ponerle<br />
en peligro.<br />
Supongo que le podría contar esas cosas a Helen Bunion y<br />
que ella inclinaría hacia mí su cabeza <strong>de</strong> pajarito, escuchando atentamente<br />
y asintiendo levemente, y haciendo mmmm <strong>de</strong> forma<br />
animosa y sumamente empática, pero no sería exactamente lo<br />
mismo. ¡Ni una forma <strong>de</strong>masiado eficaz <strong>de</strong> sacar partido a 75 libras<br />
la hora! Debo <strong>de</strong>cir que estuvo muy bien por tu parte que<br />
me hicieras creer que mis nimieda<strong>de</strong>s tenían valor. Me pregunto<br />
qué haces con todo el tiempo libre que <strong>de</strong>bes <strong>de</strong> tener ahora<br />
que ya no tienes que leerlas.<br />
* * *<br />
Esto <strong>de</strong> dietariar es una cosa maravil<strong>los</strong>a. <strong>La</strong> verdad es que<br />
no sé dón<strong>de</strong> estaría sin eso. Está haciéndome ver que la honestidad<br />
—perdón, transparencia— es realmente la clave. Ya me siento<br />
más aliviada. Naturalmente, tú fuiste siempre el gran <strong>de</strong>fensor<br />
<strong>de</strong> la honestidad. «Creo que se lo voy a contar todo a Susan», <strong>de</strong>clarabas<br />
<strong>de</strong> pronto. «No quiero que esto sea algo clan<strong>de</strong>stino,<br />
como no lo es lo que siento por ti. Quiero que todo el mundo<br />
sepa lo nuestro. <strong>La</strong> verdad nos liberará», <strong>de</strong>cías siempre. Y sin embargo,<br />
al final, cuando yo sugerí (vale, supliqué, reconozco que<br />
probablemente es más exacto) que lo hiciéramos todo público y<br />
<strong>de</strong>járamos que tu mujer y mi compañero (¿no te parece que el<br />
término era muy poco sincero?) tomaran una <strong>de</strong>cisión basándose<br />
en todos <strong>los</strong> hechos, la verdad se convirtió <strong>de</strong> repente en otra<br />
cosa, en una fuerza <strong>de</strong>structiva <strong>de</strong> la que había que proteger a Susan<br />
y a Daniel. Con qué maestría te agarrabas a esos sutiles matices.<br />
Yo nunca entendí realmente la diferencia y tuve que apañármelas<br />
sola.<br />
12<br />
* * *
Sian ha vuelto a venir hoy. Lo hace a menudo últimamente.<br />
Me parece que intenta pillarme, que intenta <strong>de</strong>scubrir que no<br />
soy capaz <strong>de</strong> superarlo.<br />
Después <strong>de</strong>l Viernes <strong>de</strong> York Way repetía a todas horas: «Me<br />
siento muy responsable. Yo fui cómplice <strong>de</strong> vuestra aventura.<br />
Fui una habilitadora».<br />
<strong>La</strong> verdad es que ella también usó esa palabra. Habilitadora.<br />
Me pregunto cuándo adquirimos todos este lenguaje terapéutico<br />
tan fluido.<br />
Pero tenía algo <strong>de</strong> razón, supongo. ¿Qué habría sido <strong>de</strong> nosotros<br />
si Sian no nos hubiera servido <strong>de</strong> coartada cuando yo me escabullía<br />
<strong>de</strong> noche para encontrarme contigo, o cuando ella comía<br />
con nosotros y fingía que no se daba cuenta <strong>de</strong> que nos cogíamos<br />
las manos por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa?<br />
«Esto le proporciona emoción <strong>de</strong> forma indirecta», solías<br />
<strong>de</strong>cirme tú y sin duda había una parte <strong>de</strong> verdad en eso.<br />
Tú nunca le viste la gracia a Sian, ¿verdad? En cierto sentido<br />
tienes razón. Ella es la única amiga <strong>de</strong> la universidad que,<br />
cuando ya había olvidado completamente al resto, ha conseguido<br />
en cierto modo seguir pegada a mi vida, como un post-it pegado<br />
a la espalda <strong>de</strong>l abrigo. Hasta que empezó la aventura, ella<br />
y yo todavía conservábamos algún preciado punto <strong>de</strong> contacto.<br />
Yo solía <strong>de</strong>cir que Sian luce su prolongada condición <strong>de</strong> single<br />
como si fuera el eslogan agresivo <strong>de</strong> una camiseta, insistiendo<br />
en que es un estilo <strong>de</strong> vida que ha elegido. ¿Recuerdas que nos<br />
llevaste a las dos a una cena <strong>de</strong> un productor <strong>de</strong> televisión amigo<br />
tuyo, y ella coqueteó con todos <strong>los</strong> hombres y al resto nos<br />
obsequió con escabrosas <strong>de</strong>scripciones <strong>de</strong> <strong>los</strong> veinteañeros con<br />
<strong>los</strong> que se había acostado (es curioso, pero nadie ha conocido<br />
nunca a ninguno <strong>de</strong> esos amantes jóvenes que siempre son guapísimos),<br />
y que luego acabó <strong>de</strong>splomándose en un puf y tuvieron<br />
que llevarla a casa en taxi? Feliz <strong>de</strong> ser cómplice <strong>de</strong> cualquier<br />
cosa que <strong>de</strong>safiara la prepon<strong>de</strong>rante Mafia <strong>de</strong> Parejas, como ella<br />
la llama, Sian al principio estaba encantada <strong>de</strong> habilitar nues-<br />
13
tra aventura. Por eso, pese a <strong>de</strong>clarar a menudo el afecto que<br />
sentía por Daniel («Nos enten<strong>de</strong>mos perfectamente <strong>los</strong> dos», te<br />
dijo una vez, ¿te acuerdas <strong>de</strong> eso?), nos animaba a ti y a mí, <strong>de</strong>jándose<br />
llevar por una emocionante fantasía que coloca la pasión<br />
<strong>de</strong>l romance en un satisfactorio plano superior a la vida en<br />
común.<br />
«Por si te sirve <strong>de</strong> consuelo, Sally, a mí también me había<br />
convencido —me ha dicho hoy, moviendo la cabeza con tristeza—.<br />
Me engañó totalmente. Me siento <strong>de</strong>fraudada».<br />
¿Te sorpren<strong>de</strong>, Clive, esta repercusión <strong>de</strong> tu traición? ¿<strong>La</strong><br />
forma en que incluso mi mejor amiga se siente <strong>de</strong>fraudada por<br />
po<strong>de</strong>res?<br />
En su favor hay que <strong>de</strong>cir que Sian ha pasado mucho estos<br />
últimos meses —más <strong>de</strong> una vez ha tenido que rascar para <strong>de</strong>spegarme<br />
<strong>de</strong>l suelo, si la analogía no te parece <strong>de</strong>masiado manida—.<br />
(Imagíname como si yo fuera grasa solidificada en el linóleo<br />
<strong>de</strong> la cocina, <strong>de</strong> esa que tienes que rascar muy fuerte con un<br />
cuchillo afilado). Al principio Sian reaccionó a la noticia bomba<br />
<strong>de</strong>l Viernes <strong>de</strong> York Way con asombro e incredulidad. «Él<br />
no pue<strong>de</strong> haber...», «Seguro que no ha...», «No puedo creer que<br />
haya...». Pero aquello se transformó en rabia enseguida. «Cómo<br />
pue<strong>de</strong> haber...», «Cómo se ha atrevido...». Sian siente que su fe<br />
en la naturaleza humana, que nunca fue excesivamente sólida,<br />
ha sido sometida a una prueba muy dura. Se siente engañada.<br />
«Pronto le olvidarás —me ha dicho hoy—. Le verás tal como<br />
es y entonces, plof, se te caerá la venda <strong>de</strong> <strong>los</strong> ojos».<br />
Plof. Así <strong>de</strong> fácil.<br />
Yo le dije que estaba harta <strong>de</strong> esperar. Y entonces, porque sabía<br />
que eso la haría feliz y porque quería que fuera verdad, le dije<br />
que ya estaba empezando a pasárseme. «Estoy progresando, <strong>de</strong><br />
verdad», dije.<br />
Y claro que estoy progresando. De verdad. Hay días que soy<br />
capaz <strong>de</strong> estar varios minutos sin pensar en ti en absoluto.<br />
Sian pareció complacida cuando le hablé <strong>de</strong> <strong>los</strong> progresos.<br />
14
«Si te soy sincera, me tenías preocupada —me dijo—. Últimamente<br />
no eras tú misma».<br />
Yo no me molesté en <strong>de</strong>cirle que yo misma era la última<br />
persona que quería ser.<br />
Sian todavía estaba aquí cuando Tilly y Jamie volvieron <strong>de</strong>l<br />
colegio.<br />
¿Sabes?, cada vez me doy más cuenta <strong>de</strong> que me llevo una<br />
sorpresa cuando entran por la puerta cada día. ¿Suena horrible?<br />
Es como si en cuanto mis hijos se van por la mañana y yo me<br />
quedo sola aquí, <strong>de</strong>jaran <strong>de</strong> existir, y cuando vuelven por la tar<strong>de</strong><br />
tengo que volver a acostumbrarme a el<strong>los</strong> otra vez. ¿A todo el<br />
mundo le pasa lo mismo? Bueno, supongo que tú <strong>de</strong>berías saberlo,<br />
porque ya has pasado por todo esto. Echo en falta pedirte consejo<br />
para cosas como esta.<br />
Jamie tenía ganas <strong>de</strong> contarme que el señor Henshaw seguía<br />
<strong>de</strong> baja por una misteriosa dolencia secreta. Por lo visto pensaba<br />
que yo lo sabía todo sobre el señor Henshaw, así que asentí con<br />
vehemencia confiando en que no se me exigiría nada más.<br />
Tilly me lanzó una <strong>de</strong> esas miradas. Me pregunto si todas<br />
las chicas lo hacen. Esas miradas fulminantes que te hacen sentir<br />
como si acabaras <strong>de</strong> hacer una estupi<strong>de</strong>z absoluta y total. Espero<br />
que Emily te ahorre ese tipo <strong>de</strong> cosas. Nos las reserva a <strong>los</strong><br />
<strong>de</strong>más. Está muy apegada a su papá, ¿verdad?<br />
—No sé por qué te molestas en hablar con mamá <strong>de</strong> eso —le<br />
dijo Tilly a Jamie—. No tiene ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué estás diciendo.<br />
—¡Sí que lo sabe! —Jamie se congestionó un poco—. Se lo<br />
conté ayer.<br />
—Venga, pues. —Tilly me miró <strong>de</strong> frente, sin pestañear,<br />
con sus ojos <strong>de</strong> trece años fijos en mí—. Dinos quién es el señor<br />
Henshaw.<br />
Helen Bunion me explicó una vez cómo hablar con <strong>los</strong> niños<br />
e intenté recordar lo que dijo. Sabía que tenía algo que ver con<br />
15
distraerles contestando a su pregunta con otra pregunta. O quizás<br />
eso es lo que nunca hay que hacer. Tengo que reconocer que<br />
<strong>de</strong>bía <strong>de</strong> parecer un tanto distraída, plantada allí e intentando <strong>de</strong>cidir<br />
si distraerles o no distraerles, porque Sian, que suele tratar<br />
a <strong>los</strong> niños como a repartidores un poco tontos que necesitan<br />
instrucciones precisas y un criterio <strong>de</strong>cidido, intervino:<br />
—Mamá no se encuentra muy bien últimamente.<br />
Dos jóvenes pares <strong>de</strong> ojos se fijaron en mí con repentino interés.<br />
—¿Qué le pasa? —Me impresionó y me pareció un poco<br />
raro que Tilly hablara <strong>de</strong> mí como si no estuviera. Pero en parte<br />
me tranquilizó también. Si no se dirigían directamente a mí, no<br />
podían esperar que contestara—. A mí me parece que está bien.<br />
Jamie no estaba tan seguro:<br />
—Es como si tuviera <strong>los</strong> ojos más pequeños, como si hubieran<br />
encogido.<br />
—No duermo bien, nada más —les dije.<br />
Es una respuesta maternal a<strong>de</strong>cuada, ¿no? Intentar minimizar<br />
tus propios problemas para no preocupar a tus hijos. (Estos<br />
días suelo preguntarme muy a menudo qué es apropiado y qué<br />
no. Es como si estuviera aprendiendo el papel <strong>de</strong> madre por primera<br />
vez, pero sin la menor vocación <strong>de</strong> representarlo).<br />
Jamie se acercó y me dio un abrazo, mirando <strong>de</strong> reojo a Sian,<br />
buscando su aprobación. Tilly se quedó don<strong>de</strong> estaba, enrollando<br />
<strong>de</strong>spacio un mechón <strong>de</strong> pelo con el <strong>de</strong>do.<br />
—Debes <strong>de</strong> tener sentimiento <strong>de</strong> culpa —dijo.<br />
Sian me lanzó una mirada muy elocuente. <strong>La</strong> palabra culpa,<br />
naturalmente. Pero yo tengo bastante claro que Tilly trataba<br />
simplemente <strong>de</strong> provocarme. Y la verdad es que no me siento<br />
culpable. De nada en absoluto. Seguro que <strong>de</strong>bería, pero la verdad<br />
es que no. «<strong>La</strong> culpa es tan vulgar...», solías <strong>de</strong>cir tú <strong>de</strong>spectivamente.<br />
Siempre lo consi<strong>de</strong>raste un sentimiento inútil. Y naturalmente<br />
tenías razón. Qué inteligente por tu parte clasificar las<br />
emociones <strong>de</strong> ese modo, en función <strong>de</strong> su utilidad. Yo he <strong>de</strong> em-<br />
16
pezar a hacer lo mismo, en serio. Eliminar la paja emocional hará<br />
que tu vida interior sea mucho más eficiente. Tú <strong>de</strong>bes <strong>de</strong> tener<br />
una vida interior Volkswagen, Clive. Eso he <strong>de</strong> reconocerlo.<br />
* * *<br />
¿Sabes?, puedo perdonar el hecho <strong>de</strong> que aunque te pedí que<br />
me advirtieras con tiempo si ibas a <strong>de</strong>jarme, <strong>de</strong>jaste que apareciera<br />
contenta y <strong>de</strong>spreocupada el Viernes <strong>de</strong> York Way en aquel<br />
restaurante, sin lavarme el pelo y con mis segundos mejores tejanos.<br />
Puedo perdonar la forma como me dijiste que se había terminado,<br />
incluso antes <strong>de</strong> que me quitara el abrigo y luego, cuando<br />
todavía no había sacado el brazo <strong>de</strong> la manga, que esperabas<br />
que fuéramos capaces <strong>de</strong> encontrar el modo <strong>de</strong> superar las tres<br />
horas complicadas que nos esperaban. Puedo perdonar esa comida<br />
espantosa, atroz, <strong>de</strong>vastadora, con la camarera esbozando una<br />
sonrisa inmensa que le tensaba la cara como si fuera a estallar,<br />
mero<strong>de</strong>ando vacilante alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la comida intacta mientras<br />
yo intentaba no mirar a nadie. Puedo incluso perdonar que pidieras<br />
factura (hasta las <strong>de</strong>spedidas <strong>de</strong>sgravan, por lo visto). Pero<br />
lo que no puedo perdonar es la forma como huiste agra<strong>de</strong>cido en<br />
cuanto salimos y yo te dije que te fueras. Ya habías recorrido la<br />
mitad <strong>de</strong> York Way con la bolsa <strong>de</strong>l portátil golpeándote insistentemente<br />
la espalda, antes <strong>de</strong> que yo me diera cuenta <strong>de</strong> que<br />
realmente ibas a <strong>de</strong>jarme allí, llorando bajo la lluvia.<br />
Silleeeee Salleeeee,* solías escribir en tus correos.<br />
* * *<br />
Ahora, antes <strong>de</strong> que digas nada, ya sé que estás enfadado<br />
conmigo. Anoche recibí tu e-mail y estoy haciendo todo lo que<br />
* Silly (boba) Sally. (N. <strong>de</strong> la T.)<br />
17
puedo para enten<strong>de</strong>r lo que sientes. Esto <strong>de</strong>l dietario realmente<br />
está mejorando mi capacidad <strong>de</strong> comprensión. Creo que estarías<br />
satisfecho. «Por favor, intenta compren<strong>de</strong>rme un poco —me pediste<br />
el Viernes <strong>de</strong> York Way poco antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarme llorando—.<br />
Trata solamente <strong>de</strong> ver las cosas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi punto <strong>de</strong> vista». Creo<br />
que le estoy empezando a coger el tranquillo a eso <strong>de</strong> la empatía,<br />
a eso <strong>de</strong> ver las cosas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> otras personas.<br />
Es algo muy recomendable.<br />
Así que ahora te pido que intentes verlo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi perspectiva.<br />
Demuestra un poco <strong>de</strong> empatía. Debes <strong>de</strong> haber aprendido<br />
mucho <strong>de</strong> tu propia terapeuta. Dios sabe que fuiste a muchas<br />
sesiones. Pero claro, a ti siempre te gustó oírte hablar. Recuerdo<br />
cuando volviste <strong>de</strong> la primera visita con la terapeuta, muy satisfecho<br />
<strong>de</strong> ti mismo. «<strong>La</strong> he cogido completamente a contrapié<br />
—alar<strong>de</strong>aste—. No tenía ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué hacer conmigo. No correspondía<br />
a ninguno <strong>de</strong> sus or<strong>de</strong>nados esquemas, ¿sabes?».<br />
Pero, <strong>de</strong> todos modos, pensabas que algo sacarías <strong>de</strong> todas esas<br />
sesiones, una especie <strong>de</strong> conciencia <strong>de</strong> uno mismo. Así que espero<br />
que intentes compren<strong>de</strong>r.<br />
Anoche me puse a pensar en Susan y a preguntarme cómo<br />
estaría. Sé que ella y yo nunca hemos sido gran<strong>de</strong>s amigas, ese<br />
acento australiano pue<strong>de</strong> ser bastante molesto, ¿no crees?, aunque<br />
esté claramente suavizado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> casi tres décadas en<br />
Inglaterra. Más bien somos conocidas. Pero siempre me gustó.<br />
A veces pensaba que me gustaba a mí más que a ti. «No quiero<br />
que Susan acabe sola —<strong>de</strong>cía magnánimamente—. No se lo merece».<br />
O «¿Cómo vamos a construir nuestra felicidad sobre la<br />
<strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> Susan?».<br />
Tú siempre ponías cara <strong>de</strong> pena cuando yo hablaba así. «Me<br />
siento fatal por Susan —<strong>de</strong>cías (esas eran las palabras que usabas<br />
siempre para <strong>de</strong>scribir tu sentimiento <strong>de</strong> culpabilidad por ella:<br />
fatal, horrible, espantoso)—. Pero cuando dos personas se quieren<br />
tanto como nosotros, seguro que tienen el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> estar<br />
juntas, <strong>de</strong> ser felices». Y en cualquier caso, Susan saldría a<strong>de</strong>-<br />
18
lante, <strong>de</strong>cías siempre. Era tan capaz, con tantos recursos... Hacías<br />
que pareciera una biblioteca.<br />
Ahora he <strong>de</strong> reconocer que la palabra bruja en el e-mail <strong>de</strong><br />
anoche me dolió. ¿Sabes que tuve que <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> leerlo e ir a buscar<br />
otros correos anteriores más alegres, como aquel en el que<br />
<strong>de</strong>cías que matarías a cualquiera que me hiciera daño? «Ya sé<br />
que suena hortera pero me haces sentir así —escribías—. Es algo<br />
muy primitivo».<br />
Primitivo. Es interesante que eligieras esa palabra. ¿Sabes?,<br />
ahora que lo pienso, yo me siento así a menudo en este momento.<br />
Primitiva.<br />
Lo interesante es que creo que <strong>de</strong> hecho, subconscientemente,<br />
yo esperaba que el tú que escribió el primer correo me protegiera<br />
<strong>de</strong>l tú que escribió el segundo. ¿A que es absurdo? Probablemente<br />
<strong>de</strong>bería acordarme <strong>de</strong> eso y contárselo a Helen en la<br />
próxima visita. <strong>La</strong> verdad es que ella es una entusiasta <strong>de</strong>l subconsciente.<br />
Será como regalarle una manzana a la maestra.<br />
En fin, anoche estaba pensando en Susan. Lo suelo hacer<br />
bastante <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que me hiciste una <strong>de</strong>scripción tan gráfica <strong>de</strong><br />
vuestra vida en común. Me ha sido muy útil, porque ahora puedo<br />
visualizar lo que está haciendo a cualquier hora <strong>de</strong>l día. En<br />
cierto modo, eso hace que me sienta más cercana a ella. Sé que,<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar, <strong>los</strong> dos soléis escabulliros al segundo piso <strong>de</strong><br />
vuestra encantadora casa <strong>de</strong> St. John’s Wood, don<strong>de</strong> tenéis una<br />
acogedora salita color azul claro con ventanales que dan a una terraza<br />
privada. Allí os tumbáis en el amplio canapé <strong>de</strong> diseño junto<br />
al viejo y flatulento perro salchicha <strong>de</strong> Susan, y leéis <strong>los</strong> periódicos,<br />
veis la tele y comentáis las cosas que habéis visto o<br />
leído.<br />
«Solo es hablar por hablar, <strong>de</strong> verdad —me tranquilizabas—.<br />
Nada parecido a la amplitud y la profundidad <strong>de</strong> las cosas<br />
<strong>de</strong> las que hablamos tú y yo».<br />
Así que anoche yo estaba un poco hecha polvo y sin nada<br />
que hacer. Esas veladas son tan largas, ¿no te parece? Ese abismal<br />
19
intervalo entre la cena y la inconsciencia. Y empecé a pensar en<br />
Susan y en ti relajados sobre <strong>los</strong> mullidos cojines <strong>de</strong> terciopelo.<br />
Previamente os había seguido con la mente a lo largo <strong>de</strong> vuestra<br />
rutina. Sabía que habíais comido en vuestra resplan<strong>de</strong>ciente cocina<br />
<strong>de</strong> doble altura y techo <strong>de</strong> cristal, sentados alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> esa<br />
mesa <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra clara don<strong>de</strong> Daniel y yo disfrutamos <strong>de</strong> varias<br />
cenas (qué raro es pensar en eso ahora). Probablemente habíais<br />
comido acompañados <strong>de</strong> vuestro hijo, Liam, a quien nunca llegué<br />
a conocer, y <strong>de</strong> una <strong>de</strong> sus preciosas amigas pijas, con unos dientes<br />
gran<strong>de</strong>s y un pelo reluciente, y unas piernas increíblemente<br />
largas; y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que tú recogieras —tu modo <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cerle<br />
a Susan cualquiera <strong>de</strong> las <strong>de</strong>licias culinarias que habría traído a<br />
casa <strong>de</strong> su prestigiosa empresa <strong>de</strong> catering (exitosa mujer <strong>de</strong> negocios,<br />
ex mo<strong>de</strong>lo, esposa, madre, tan, tan capaz)—, <strong>los</strong> dos subiríais<br />
las escaleras.<br />
Y <strong>de</strong> repente se me ocurrió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> telefonear a Susan. No<br />
te rías, pero siempre he pensado que nosotras dos seríamos más<br />
amigas si las circunstancias fueran otras. A veces he jugado a<br />
imaginar que me presentaba a tomar café con Susan en uno <strong>de</strong><br />
sus días libres, y que las dos nos sentábamos a charlar en la mesa<br />
<strong>de</strong> la cocina, mientras tú trabajabas en tu iMac <strong>de</strong> última generación<br />
en tu estudio <strong>de</strong>l ático. Pue<strong>de</strong> que más tar<strong>de</strong> saliéramos<br />
<strong>los</strong> tres a comer algo.<br />
Así que marqué el número <strong>de</strong> Susan. «Vaya, cuánto tiempo»,<br />
dijo ella y la imaginé respondiendo a tu mirada ligeramente<br />
inquisitiva, articulando la palabra «Sally» antes <strong>de</strong> tumbarse <strong>de</strong><br />
nuevo en <strong>los</strong> cojines, <strong>de</strong> manera que no vio que se te congelaba<br />
la boca en forma <strong>de</strong> «o», o que te temblaban <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos agarrados<br />
a <strong>los</strong> bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Times.<br />
De hecho, yo ni siquiera sabía lo que pensaba <strong>de</strong>cirle hasta<br />
que oí su voz. Ese infortunado acento australiano hace que tenga<br />
un tono bastante absurdo, que no cuadra con su altura ni con<br />
su constitución atlética, impropio <strong>de</strong>l que imagino que tiene una<br />
profesora <strong>de</strong> gimnasia. (No es que yo tenga experiencia en este<br />
20
tipo <strong>de</strong> cosas). «Respira profundamente y da un par <strong>de</strong> vueltas<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l patio, y enseguida te sentirás en forma», es la clase<br />
<strong>de</strong> cosa que diría una voz como esa. Susan no <strong>de</strong>be <strong>de</strong> tener<br />
mucho tiempo para dietarios, probablemente. «Sal a comprarte<br />
un vestido bonito o vete a Marrakech el fin <strong>de</strong> semana —diría<br />
ella seguramente—. Eso es mucho mejor que sentarse en una<br />
habitación oscura a rego<strong>de</strong>arte en tu <strong>de</strong>sgracia».<br />
Recuerdo una vez, muy al principio, cuando hacía poco que<br />
os conocíamos a <strong>los</strong> dos; habíamos ido juntos a no sé dón<strong>de</strong>, y Susan<br />
había estado hablando <strong>de</strong> pensiones y <strong>de</strong> que ella tenía <strong>de</strong>recho<br />
a un buen cacho <strong>de</strong> la vuestra, pasara lo que pasase. «Tienes<br />
que protegerte a ti misma, ¿sabes? —dijo—. Si Clive y yo nos<br />
divorciamos algún día, yo le <strong>de</strong>jaría sin un céntimo». Tú te echaste<br />
a reír como todos <strong>los</strong> <strong>de</strong>más, aunque noté que ya habías oído<br />
ese discurso miles <strong>de</strong> veces. Me pregunto si el <strong>de</strong>jarte sin un céntimo<br />
te vino repentinamente a la cabeza anoche, cuando oíste que<br />
yo estaba al teléfono, al ver que Susan hacía una mueca silenciosa<br />
con la boca para <strong>de</strong>cir Sal-leeeee. Confío en que eso no te provocara<br />
<strong>de</strong>masiada ansiedad. <strong>La</strong> preocupación es una emoción tan<br />
inútil..., dice siempre Helen. Yo no me molesto en contarle que<br />
esa inutilidad es una <strong>de</strong> mis especialida<strong>de</strong>s.<br />
¿Qué sentiste —me pregunto—, repantigado en ese canapé<br />
<strong>de</strong> diseño, oyendo a tu mujer charlando con tu amante? ¡Ay!,<br />
quiero <strong>de</strong>cir ex amante, claro. Me imagino que no fue <strong>de</strong>masiado<br />
cómodo, pero estoy segura <strong>de</strong> que lo sorteaste con tu habitual<br />
<strong>de</strong>spreocupación. Supongo que te estarías preguntando qué le<br />
estaba diciendo yo, cada vez que había un silencio (lo cual, admitámoslo,<br />
no pasa muy a menudo cuando se tiene una conversación<br />
con Susan, aunque yo hice todo lo posible por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme). Supongo<br />
que te <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> palpitar el corazón <strong>de</strong> forma bastante molesta,<br />
pese a todos esos consejos que te dio el médico sobre controlar<br />
al máximo el estrés. Esa fue una <strong>de</strong> las razones que me<br />
diste para terminar, ¿te acuerdas? Que el estrés <strong>de</strong> la doble vida<br />
estaba pasándole factura a tu salud. Incluso te arremangaste para<br />
21
enseñarme un pequeño eccema en el interior <strong>de</strong>l codo. «He <strong>de</strong><br />
empezar a pensar en mí antes que nada», dijiste, sin el menor matiz<br />
<strong>de</strong> ironía.<br />
He <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que Susan estuvo muy cordial por teléfono,<br />
muy expansiva, como si la hubiera pillado sin hacer nada y estuviera<br />
encantada con la interrupción. Quiso saberlo todo sobre<br />
cómo me iban las cosas.<br />
—Hace tanto tiempo que no salimos contigo y con Daniel...<br />
—dijo con simpatía—. Tenéis que venir a cenar una noche.<br />
Yo imaginé tu expresión. Habría pagado mucho dinero por<br />
verla, lo digo en serio.<br />
—Me encantaría —le dije sinceramente—. Pero mientras<br />
tanto, ¿por qué no salimos nosotras dos, una noche <strong>de</strong> chicas solas?<br />
—Buena i<strong>de</strong>a. Los hombres son muy aburridos, ¿verdad?<br />
Daniel no sé, pero Clive es un viejo cascarrabias.<br />
Yo me eché a reír.<br />
—Así al menos podremos charlar a gusto —dijo Susan.<br />
Una hora y media <strong>de</strong>spués, apareció tu e-mail. Tenía la frase<br />
«enviado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi iPhone» al pie, y te imaginé parapetado en<br />
tu habitación con baño, con el grifo <strong>de</strong>l agua fría abierto para disimular<br />
el tecleo.<br />
Debo <strong>de</strong>cir que parecías completamente fuera <strong>de</strong> sí en ese email<br />
(el cual, por cierto, contenía más erratas <strong>de</strong> las que he visto<br />
nunca en un mensaje tan corto, ¿<strong>los</strong> iPhones no tienen corrector<br />
gramatical?). Comprendo, naturalmente, por qué esa conversación<br />
con Susan consiguió molestarte tanto. Créeme, no soy tan<br />
insensible como pareces pensar. Pero sigo pensando que «puta»<br />
era <strong>de</strong>masiado fuerte.<br />
* * *<br />
Citalopram. Así se llaman las pastillas que me dio la doctora.<br />
Pero yo sigo empeñada en llamarlas Cilitbang. Guerra contra<br />
las Manchas Persistentes. Eso le encantaría a Helen Bunion.<br />
22