Política de los Estados Unidos hacia Cuba, desde ... - La Jiribilla

CAPÍTULO 5
Política de los Estados Unidos hacia Cuba,
desde finales de marzo hasta finales de julio de 1958
De manera simultánea a las decisiones descritas en el capítulo anterior,
a finales de marzo de 1958, el Departamento de Estado, sin dudas
influenciado por la situación tan crítica que se presentaba en Cuba,
comenzó a considerar otra alternativa distinta a la de una salida electoral,
pero siempre sobre la base de impedir el acceso al poder del movimiento
revolucionario. El 24 de marzo, el segundo de William Wieland en la
Oficina de Asuntos de Centroamérica y el Caribe, C. Allan Stewart,
preparó un memorándum en el cual se comentaba una carta del doctor
Carlos Piad, exilado cubano al que describió como “perteneciente al
grupo opositor de Carlos Prío”, en la que se proponía a los Estados
Unidos el derrocamiento de Batista a través de un golpe militar. 1 Resulta
1 Memorándum del subdirector de la Oficina de Asuntos de Centroamérica y el Caribe
C. Allan Stewart al vicesecretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos
William P. Snow, del 24 de marzo de 1958, en Department of State: Foreign Relations
of the United States, 1958-1960, vol. VI, Cuba, United States Government Printing
Office, Washington, 1991, p. 70. Según indicó C. Allan Stewart, el autor de la carta,
doctor Carlos Piad, alegó enviarla cumpliendo instrucciones de Manuel Antonio, Tony,
de Varona, ex senador, ex primer Ministro auténtico durante el gobierno de Prío y en
aquellos momentos líder del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico). En la epístola
se incluían los nombres de varias personalidades civiles y militares que podrían formar
parte de la Junta Cívico-Militar que sustituiría a Batista, a saber: los generales Eulogio
Cantillo y Martín Díaz Tamayo, los coroneles Ramón Barquín y Enrique Borbonet, y
los doctores Gustavo Cuervo Rubio, José Miró Cardona, Raúl de Velazco y Manuel
Urrutia. Stewart interpretó la inclusión de este último como síntoma de que había
cierto acercamiento entre el Movimiento 26 de Julio y la Organización Auténtica,
encabezada por el ex presidente Carlos Prío.
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interesante citar de forma textual la apreciación que hizo el funcionario
norteamericano:
Presumiblemente, esta Junta no se formaría hasta tanto un golpe de
Estado derroque a Batista, en lugar de un movimiento dirigido por Castro,
precedido por una huelga general.
Cualquiera de estas dos variantes derivaría en derramamientos de sangre,
pero el plan de Castro probablemente resultaría una matanza de
civiles mucho mayor que la producida por un golpe. 2 Si Batista organiza
elecciones honestas y logra que la oposición se le una para establecer
las bases de las elecciones en noviembre, serviría mejor a nuestra
política asegurar que este curso de acción se lleve a su fin. Si es demasiado
tarde para llevar adelante este curso de acción, y Batista fuera
derrocado, el método menos censurable, desde nuestro punto de vista,
sería un golpe militar seguido del establecimiento de una Junta Civil o
Cívico-Militar que, a su vez, nombraría un Presidente Provisional, preferiblemente
por vía constitucional. La lista de miembros que integrarían
la Junta Cívico-Militar propuesta es buena y esta u otra similar,
incluyendo posiblemente un representante laboral, pudiera ser nombrada
si Castro no tuviera éxito en imponer su plan de instalar un Gobierno
controlado totalmente por sus fuerzas. 3
La crítica situación cubana también motivó un memorándum titulado
“Nota de Inteligencia: Se acerca el desenlace en Cuba”, del 1ro. de abril,
preparado por el subdirector de Inteligencia e Investigaciones del Departamento
de Estado R. Gordon Arneson y dirigido al secretario de Estado
Jonh Foster Dulles. En él se hacía una caracterización relativamente objetiva
de la situación del régimen, empezando por la apreciación de que
parecía haberse desvanecido la posibilidad de que la crisis política cubana
alcanzara una solución pacífica. En ese memorándum se destacaba el
crecimiento del movimiento revolucionario contra la Dictadura y las victorias
obtenidas por el Ejército Rebelde. Por ello, Arneson estimaba que
era posible el triunfo de Fidel Castro y sus seguidores. “Si el Movimiento
26 de Julio tiene éxito en su intento de derrocar al gobierno de Batista,
hay poco acerca de su más alto liderazgo que inspire confianza en que
2 Hipócrita argumento del funcionario yanqui para justificar el apoyo a una Junta Cívico-
Militar. Esta fue una de las primeras ocasiones en que se manejó este “razonamiento”
que luego sería utilizado con insistencia en los últimos días de la Dictadura, cuando
Smith y otros funcionarios afirmaban que el triunfo de la Revolución provocaría un
“baño de sangre” similar al que siguió al derrocamiento de Gerardo Machado, en 1933.
3 Memorándum del subdirector de la Oficina de Asuntos de Centroamérica y el Caribe C.
Allan Stewart al vicesecretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos William
P. Snow, del 24 de marzo de 1958, en Department of State: Ob. cit., p. 70.
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mostrará las cualidades de integridad, moderación y responsabilidad que
serán necesarias para restablecer el orden y la tranquilidad en Cuba”. 4 Aunque
se reconocía que no existían suficientes elementos que confirmaran la
aseveración del Gobierno acerca de la filiación comunista del líder revolucionario,
se le calificaba en términos muy duros e irrespetuosos, añadiendo
que “su principal lugarteniente en la Sierra Maestra, el argentino doctor
Ernesto Guevara, no oculta sus sentimientos antiamericanos y muestra indicaciones
definidas de que ha sido objeto de influencia marxista”. 5
El documento terminaba diciendo: “De esta lucha por el poder, una
posible tercera alternativa a la continuación de Batista, o a la instalación
de un régimen revolucionario encabezado por Castro, pudiera ser el surgimiento
de una Junta Cívico-Militar que expulsara a Batista, pero no permitiera
a Castro asumir una posición dominante”. 6
La derrota sufrida por el movimiento revolucionario al fracasar la huelga
del 9 de abril de 1958, trajo por consecuencia que el embajador Smith y
algunos altos funcionarios del Gobierno norteamericano volvieran a poner
sus esperanzas en que Batista resistiría hasta las elecciones, pospuestas ahora
para noviembre, y también, incluso, hasta la hipotética transferencia de poderes,
en febrero de 1959. El propio Smith no perdió la oportunidad de
explotar la nueva situación para poner en duda la capacidad del movimiento
revolucionario de derrocar a Batista y argumentó la necesidad de reanudar
las entregas de armas, en el cable cifrado número 693, del 13 de abril. 7 Sus
gestiones tuvieron éxito, como se señaló en el capítulo anterior.
Según los documentos publicados por el Departamento de Estado, el 14
de abril se trató por primera vez el tema de Cuba en el Consejo de Seguridad
Nacional, en presencia del presidente Eisenhower. Las minutas de la
Trescientas Sesenta y Dos Reunión Regular del Consejo de Seguridad
Nacional de ese día, refieren que en el curso de su informe de Inteligencia,
el director de la CIA, Allen W. Dulles hizo la siguiente reseña de la
situación cubana:
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El señor Dulles indicó que había tenido (una línea sin desclasificar) 8 un
informe sobre la situación allí. El intento de las fuerzas de Castro de
4 Memorándum “Nota de Inteligencia: Se acerca el desenlace en Cuba”, del subdirector
de Inteligencia e Investigaciones R. Gordon Arneson al secretario de Estado John Foster
Dulles, del 1ro. de abril de 1958, en Ibídem, p. 77.
5 Ibídem, p. 77.
6 Ibídem, p. 78.
7 Cable cifrado número 693, de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 13 de abril de 1958, en Ibídem, pp. 83-84.
8 Aclaración que usualmente se hace en los repertorios de documentos confidenciales
norteamericanos dados a la publicidad, mediante la cual se indica que hay algún fragmento
que permanece clasificado como secreto.

provocar una huelga general en Cuba había fracasado. Castro tendrá
ahora que regresar a la guerra de guerrillas desde sus bases en la provincia
de Oriente, de donde será muy difícil desalojarlo. Tiene un núcleo
central de alrededor de 1 200 hombres, y su imposibilidad de montar
un movimiento exitoso contra Batista se deriva del hecho de que el
Ejército cubano mantiene su lealtad a Batista. No se ha descubierto
evidencia alguna de inspiración o apoyo comunista directo a la revuelta
de Castro. El Gobierno tiene la situación bajo control, por el momento,
y Castro tendrá que ensayar un rumbo diferente. 9
El 24 de abril, el embajador Smith, envió un mensaje al Departamento
de Estado sugiriendo que se restableciera el suministro de pertrechos
de guerra. Esto le permitiría, según él, reanudar las gestiones para obtener
de Batista una iniciativa política que creara un clima favorable para
la farsa electoral de noviembre. 10 Aunque esta proposición no obtuvo
ninguna respuesta directa del Departamento de Estado, debe recordarse
que como consecuencia de ella se tomaron las medidas ya señaladas en
el capítulo anterior, flexibilizando la entrega de armamentos al Dictador.
Smith viajó a Washington alrededor del 9 de mayo, ocasión en que se le
comunicó esta última decisión, aunque se le alertó sobre la necesidad de
que el gobierno de Batista diera señales positivas dirigidas a buscar una
salida electoral a la crisis en Cuba, antes de que las nuevas directivas
pudieran materializarse. 11
El 22 de mayo, Roy Rubottom citó al nuevo embajador de Cuba en
Washington, Nicolás Arroyo, 12 para expresarle que el Gobierno de los
Estados Unidos necesitaba conocer la respuesta del Gobierno cubano a
una solicitud hecha a su predecesor, en marzo, en relación con el uso que
se le estaba dando a un batallón entrenado y equipado al amparo del
Programa de Asistencia Militar (MAP), pues existía información de que
ese batallón se encontraba operando en la zona oriental del país, en misiones
de seguridad interna. La explicación que dio el norteamericano sobre
el motivo de esta renovada gestión era que el Congreso iba a proseguir sus
9 Memorándum de la discusión redactado por el vicesecretario Ejecutivo del Consejo de
Seguridad Nacional S. Everett Gleason, del 15 de abril de 1958, en Department of State:
Ob. cit., pp. 84-85.
10 Memorándum del asistente especial del Secretario de Estado Adjunto para Asuntos
Interamericanos Henry A. Hoyt al secretario de Estado Adjunto para
Asuntos Interamericanos Roy Rubottom, del 24 de abril de 1958, en Ibídem, pp. 84-89.
11 Véase la Nota Editorial número 56, en Ibídem, p. 94.
12 Nicolás Arroyo sustituyó a Miguel Ángel Campa y presentó sus credenciales al
presidente Dwight D. Eisenhower, el 16 de abril de 1958. El 22 de abril se reunió con
Roy Rubottom, ocasión en la cual no se trató a fondo ningún problema pendiente en las
relaciones bilaterales, por tratarse de una visita de cortesía.
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investigaciones acerca del uso que se le daba a la asistencia militar norteamericana
por parte de distintos gobiernos en América Latina y el
Caribe. 13 En realidad, los altos funcionarios del Departamento de Estado
se preocupaban por la repercusión pública que había tenido el viaje del
vicepresidente Richard Nixon por varios países de la región, durante el
cual había sido objeto de numerosas manifestaciones de carácter antinorteamericano.
Desde el punto de vista de las relaciones con Cuba, la escala del Vicepresidente
norteamericano en Caracas tuvo particular repercusión. Por un
lado, apenas unos meses antes había sido derrocado el dictador Marcos
Pérez Jiménez, cuyos estrechos vínculos militares con los Estados Unidos
eran bien conocidos y repudiados por el pueblo venezolano, que descargó
su ira sobre el dignatario norteamericano y la comitiva que lo
acompañaba. En Cuba se perfilaba una situación similar: el pueblo luchaba
contra una dictadura castrense semejante a la venezolana, apoyada
también por Washington, que contaba con la presencia significativa de
misiones de los servicios armados de los Estados Unidos y con un armamento
entregado fundamentalmente a través del Programa de Asistencia
Militar (MAP). Por otro lado, durante un momento crítico de su estancia
en la capital de Venezuela, cuando las manifestaciones populares tomaron
un carácter tal, que se temió por la integridad física de Nixon y sus acompañantes,
el presidente Eisenhower ordenó que se crearan las condiciones
para una operación militar de rescate, motivo por el cual se movilizaron
en la Base Naval de Guantánamo 1 000 infantes de marina, quienes tenían
la misión, si fuera necesario, de extraer al Vicepresidente y a su
comitiva del vecino país y llevarlo al territorio ocupado ilegalmente en
Cuba. Ello recordó a todos los cubanos la permanencia de una instalación
militar foránea no deseada e impuesta por el vecino poderoso y arrogante,
utilizada con objetivos no previstos en el Acuerdo de Asistencia Mutua
para la Defensa y que afectaban a terceros países amigos de Cuba, sin
siquiera consultar al Gobierno de la Isla. 14
El 2 de junio, Batista se entrevistó con el Smith en presencia del canciller
cubano Gonzalo Güell. El informe que sobre esta reunión el plenipotenciario
norteamericano envió a Washington era muy escueto —apenas 25
líneas, en cinco párrafos—, a pesar de que la conversación entre ellos se
prolongó hora y media. 15 El Dictador, sin hacer referencia a ello, analizó
13 Memorándum sobre la conversación entre el secretario de Estado Adjunto para Asuntos
Interamericanos Roy Rubottom y el embajador cubano Nicolás Arroyo, del 22 de mayo
de 1958, en Department of State: Ob. cit., pp. 96-98.
14 Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 152.
15 Cable cifrado número 810 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 3 de junio de 1958, en Department of State: Ob. cit., pp. 98-99.
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algunas de las sugerencias que le había hecho Roy Rubottom a Nicolás
Arroyo durante el contacto que sostuvieron el 22 de mayo. Batista se
comprometió a invitar observadores de la prensa mundial, la ONU y la
OEA a las elecciones del 3 de noviembre, a retirarse del Gobierno y a
entregar el poder, en febrero de 1959, al candidato que ganase los comicios,
aunque fuera el de la oposición.
Sin embargo, resulta evidente que el objetivo central del Tirano era
conseguir un respaldo más decidido e incondicional de los Estados Unidos
a las medidas que ya estaba tomando, y que incluían el lanzamiento de la
Ofensiva de Verano contra el Ejército Rebelde, en la Sierra Maestra, y el
recrudecimiento de la represión contra la población civil, en ciudades y
pueblos. Lejos de cumplir con las promesas hechas al propio Smith en
enero, acerca de tomar iniciativas políticas que encauzaran al país por un
proceso electoral aceptable, el Dictador persistía en darle una salida militar
y represiva a la situación. Aspiraba a preservar su poder con el triunfo
seguro del candidato oficialista, Carlos Márquez Sterling,en unas elecciones
sobre las cuales nadie que tuviera un mínimo de sensatez e imparcialidad
podía creer que serían justas y honestas.
Estimulada su soberbia por la derrota sufrida frente a las fuerzas que se
le oponían, en abril, Batista afirmó que mantenía el control total del país y
que esperaba derrotar a la oposición armada y coger vivo a Fidel Castro.
No obstante, alertó a su interlocutor norteamericano de que, aun después
de la eliminación del núcleo guerrillero no podría restablecer las garantías
constitucionales, pues tendría que enfrentar el peligro que representaban
las actividades del ex presidente Carlos Prío Socarrás en el exilio, del ex
presidente José Figueres, de Costa Rica, y del gobierno de Wolfgang
Larrazábal, en Venezuela.
Smith terminaba su mensaje con una advertencia que vale la pena citar:
“Tengo la impresión de que Batista va a ser menos receptivo ahora que
antes a las sugerencias de liberalización de su régimen, aunque nuestras
relaciones continúan siendo cordiales y amistosas”. 16
A Batista también le preocupaba que el Departamento de Estado convirtiera
en factor irritante de las relaciones entre ambos países el tema de
la presencia de tropas entrenadas en los Estados Unidos, o por las misiones
militares norteamericanas en Cuba, y equipadas con armamento donado
a tenor del Programa de Asistencia Militar, en la zona de operaciones
de Oriente.
El 3 de junio, The Washington Post publicó un cable de la United
Press International (UPI), en el cual se informaba que el batallón avituallado
y adiestrado, según lo establecido en el referido Programa, había
16 Ibídem, p. 99.
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sido enviado a la Sierra Maestra, como parte de la ofensiva que las
tropas batistianas desencadenaron en mayo. 17 Ese mismo día, el responsable
del Buró Cuba en el Departamento de Estado, Terrance G.
Leonhardy, llamó por teléfono a Smith, para insistirle en la necesidad de
una respuesta del Gobierno cubano, ya que la situación se había tornado
difícil en el Congreso e incluso había una propuesta de que se cancelara
no solo la ayuda militar, sino también la económica, al gobierno de Batista.
En el intercambio telefónico que se produjo entre ambos funcionarios
durante los días 3 y 4 de junio, Smith reconoció que la Misión del
Ejército de los Estados Unidos conocía la presencia, en tierras orientales,
de 750 efectivos de los 800 pertenecientes al batallón entrenado por
sus oficiales, pero aseguró que ellos estaban dispersos en varias unidades,
lo que hacía imposible su retirada. 18
Los altos funcionarios norteamericanos trataban de evitar por todos
los medios alguna vinculación con los ya inocultables desmanes del aparato
represivo de la Dictadura. La crisis de marzo y la huelga de abril de 1958
atrajeron la atención de la prensa estadounidense hacia Cuba y ya era
bien conocida la posición crítica del influyente The New York Times y
de su editorialista para asuntos latinoamericanos, Herbert Matthews. A
mediados de marzo, numerosos corresponsales de los medios de prensa
norteños y de América Latina y el Caribe se habían trasladado a Cuba
para informar sobre la crisis político-militar del régimen, convencidos
de que ella podría provocar su derrocamiento. Estos periodistas no podían
dejar de informar acerca de la brutalidad de la Policía del régimen,
que acababa de asesinar a las hermanas María y Cristina Giral, quienes
habían sido violadas y torturadas salvajemente por los sicarios
batistianos. 19
Aunque la Embajada en La Habana no parecía estar al tanto de los
acontecimientos en Oriente, el cónsul en Santiago de Cuba Park Wollam
envió, el 4 de junio, una breve carta al propio Terrance G. Leonhardy,
argumentando que, si bien el movimiento revolucionario había recibido
un fuerte golpe con el fracaso de la huelga general en abril y Batista había
lanzado una feroz ofensiva en mayo, “esta cosa está muy lejos de haberse
terminado”, porque “hay un núcleo duro que luchará tanto tiempo como
17 The Washington Post, Washington, 3 de junio de 1958, p. 1. Citado en Memorándum
sobre la conversación telefónica entre el embajador norteamericano Earl E. T. Smith y
el encargado del Buró Cuba en el Departamento de Estado Terrance G. Leonhardy,
del 3 de junio de 1958, en Ibídem, pp. 99-101.
18 Memorándum sobre la conversación telefónica entre el embajador norteamericano Earl
E. T. Smith y el encargado del Buró Cuba en el Departamento de Estado Terrance G.
Leonhardy, del 4 de junio de 1958, en Ibídem, pp. 101-102.
19 Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 156.
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sea posible, como, de hecho, lo ha dicho el propio Castro”. Y continuaba:
“El Ejército puede moverse con fuerzas y apoyo aéreo, pero al parecer
los rebeldes usualmente retoman después esas mismas posiciones”. 20
El 13 de junio, el secretario de Estado Jonh Foster Dulles instruyó a
Smith que debía plantear formalmente el asunto relacionado con el uso del
batallón entrenado y equipado con la ayuda del Programa de Asistencia
Militar. Advirtió, además, que si el Gobierno cubano no daba una respuesta
satisfactoria a su representación, el Departamento de Estado presentaría
una nota formal de protesta. 21 Los documentos relacionados con el tema
demuestran que durante los días subsiguientes, y hasta el 26 de junio, el
gobierno de Batista le dio largas al asunto con la ayuda del embajador Smith,
quien, apoyado por los agregados y los jefes de las misiones militares, en
todo momento defendió la tesis de que no se le podía pedir al Ejército
cubano que cumpliera con lo estipulado en el Acuerdo de Asistencia Mutua
para la Defensa acerca del uso de ese tipo de unidades exclusivamente para
casos de defensa hemisférica. 22 Los documentos también muestran la disposición
del Departamento de Estado de buscar una solución que permitiera
a Batista utilizar ese personal, según estimara conveniente, 23 pero resulta
más interesante aún apuntar que, el 19 de junio, en medio de ese debate
interno, el propio Departamento de Estado, paradójicamente, decidió autorizar
la venta de diez aviones de entrenamiento T-28, argumentando que se
trataba de equipos de entrenamiento, “no de combate”. 24
El 26 de junio, Roy Rubottom dirigió al vicesubsecretario de Estado,
Robert Murphy, 25 un memorándum preparado por Leonhardy, que sirvió
20 Carta del cónsul en Santiago de Cuba Park Wollam al encargado del Buró Cuba en el
Departamento de Estado Terrance G. Leonhardy, del 4 de junio de 1958, en Department
of State: Ob. cit., pp. 103-104.
21 Cable cifrado número 715 del Departamento de Estado a la Embajada norteamericana
en La Habana, del 13 de junio de 1958, en Ibídem, pp. 106-107.
22 Véanse los cables cifrados números 846 y 847, de la Embajada norteamericana en La
Habana al Departamento de Estado, del 16 de junio de 1958, en Ibídem, pp. 108-110.
23 Véanse Memorándum del director de la Oficina de Asuntos de Centroamérica y el
Caribe William Wieland y el encargado de la Asistencia de Seguridad Militar
Interamericana George O. Spencer al viceasesor Legal del Departamento de Estado
John S. Raymond, del 19 de junio de 1958 y Memorándum del secretario de
Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos Roy Rubottom al vicesubsecretario
de Estado para Asuntos Políticos Robert Murphy, del 26 de junio de 1958, en
Ibídem, pp. 110-116.
24 Ibídem, p. 110.
25 Tercer hombre del Departamento de Estado. Robert Murphy, era un versado diplomático
de carrera. Poseía una amplia experiencia en lidiar con los militares norteamericanos,
pues había sido el Asesor Político designado por el Departamento de Estado para
acompañar al entonces general Eisenhower durante sus campañas en el Norte de
África y en Alemania, en la Segunda Guerra Mundial.
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de base para la Reunión Regular 26 de altos funcionarios de los departamentos
de Estado y de Defensa, efectuada el 27 de junio, en la que se
discutió el asunto de la utilización del batallón equipado e instruido dentro
del Programa de Asistencia Militar. En este documento se hacía un recuento
de las instrucciones dadas al embajador Smith y de los intercambios
sostenidos con el gobierno de Batista. Se ponía un énfasis especial en el
cable cifrado número 846, enviado por la Embajada norteamericana en La
Habana al Departamento de Estado, del 16 de junio. Según Rubottom, en
esa comunicación Smith había subrayado “la renuencia cubana a acceder y
señaló que nuestra insistencia en un cumplimiento estricto, especialmente
en lo que se refiere a la retirada de combate del personal con entrenamiento
MAP, arriesgaría toda nuestra postura en Cuba y podría tener como resultado
el pedido cubano de retirada de nuestras misiones militares”. 27
Según este informe, se había instruido al Embajador que esperara nuevas
indicaciones. En él se admitía la posibilidad de aceptar la propuesta
que había hecho Smith, en el sentido de que no se insistiera en el asunto y
se consintiera en que Batista usara esas fuerzas en la Sierra Maestra, sin
violar el Acuerdo de Asistencia Mutua para la Defensa, en razón de los
argumentos siguientes:
1. Batista estaba luchando contra elementos aliados a los comunistas,
2. protegía vidas y bienes públicos y privados, incluidas las propiedades
de ciudadanos norteamericanos, e
3. intentaba impedir el derrocamiento de un Gobierno legítimo. 28
Como se esperaba, durante la reunión del 27 de junio, los representantes
del Departamento de Defensa, encabezados de nuevo por el almirante
Arleigh Burke, insistieron en que no se siguiera objetando el uso del personal
y equipamiento brindado por el Programa de Asistencia Militar, pues,
según ellos, estaban ayudando a los rebeldes y el embajador Smith tiene
toda la razón en decir que el Ejército cubano estaba luchando contra ele-
26 Estas reuniones tenían lugar regularmente con el objetivo de coordinar acciones en
todas las regiones del mundo y a ellas asistían una treintena de funcionarios del nivel
viceministerial, no solo de los departamentos mencionados, sino también de la CIA y
del Consejo de Seguridad Nacional.
27 Memorándum del secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos Roy
Rubottom al vicesubsecretario de Estado para Asuntos Políticos Robert Murphy, del 26
de junio de 1958, en Ibídem, p. 115. Véase también el referido cable cifrado 846 de la
Embajada norteamericana en La Habana al Departamento de Estado, del 16 de junio
de 1958, pp. 108-109. No existe constancia alguna de que Batista o su Canciller hayan
amenazado a Smith en el sentido expuesto, lo que hace suponer que esta advertencia
haya sido una elucubración del Embajador con sus asesores militares. Dadas las
excelentes relaciones entre estos últimos y la cúpula del Ejército de Batista, no parece
tampoco posible que ese planteamiento se haya originado en esta última.
28 Ibídem.
128

mentos aliados al comunismo. C. Allan Stewart, en representación del
Departamento de Estado, recordó que el Congreso “estaba investigando
este asunto y el Departamento de Estado tendría problemas para explicar
la utilización de equipamiento MAP por parte de Cuba”. 29
Pero en la práctica, esta discusión no tenía validez, porque en la misma
reunión, Stewart dio cuenta de que, en la tarde del día anterior, las fuerzas
rebeldes habían apresado a un grupo de ciudadanos norteamericanos. Se
trataba del comienzo de la denominada “Operación Antiaérea” desencadenada
por tropas del Segundo Frente Oriental Frank País, al mando del
comandante Raúl Castro, con el objetivo de detener los bombardeos que
la Fuerza Aérea batistiana llevaba a cabo contra la guerrilla y la población
indefensa, en ese territorio y en el resto de la Sierra Maestra, con el apoyo
logístico de las tropas norteamericanas establecidas en la Base Naval de
Guantánamo.
La Operación Antiaérea abrió un nuevo capítulo en la evolución de la
política de los Estados Unidos hacia Cuba, pues puso de manifiesto el
poderío del movimiento revolucionario y antecedió el subsiguiente fracaso
de la Ofensiva de Verano desatada por la Tiranía contra los territorios
liberados en la provincia de Oriente. Después del 27 de junio, el tema
específico de la participación de personal entrenado y equipado al amparo
del Programa de Asistencia Militar no fue discutido de nuevo hasta principios
de agosto, cuando se decidió no plantear más el asunto y dejar que
Batista le diera el uso que estimara pertinente. Las derrotas sufridas por el
Ejército a partir de julio hicieron que el tema se tornara irrelevante.
Lo que motivó la puesta en práctica de la Operación Antiaérea fue el
conocimiento que tenía el mando rebelde de que los aviones de la Fuerza
Aérea batistiana estaban operando en la Sierra Maestra utilizando cohetes
suministrados por los Estados Unidos a través de la Base Naval de
Guantánamo. 30 Ello constituía una clara violación de la política de supuesta
“neutralidad” que el Gobierno norteamericano alegaba seguir desde
el mes de marzo. Por su parte, la propia prensa estadounidense había
puesto en conocimiento de la opinión pública internacional que esos cohetes
estaban siendo utilizados contra la población civil y habían causado
numerosas víctimas inocentes. Según las explicaciones que el Departamento
de Estado dio a la publicidad el 3 de julio, se trataba de un “error”
del Pentágono, que había enviado cohetes de entrenamiento en lugar de
los comprados por el gobierno de Batista antes de decretarse el supuesto
29 Memorándum sobre la discusión en la Reunión Conjunta entre el Departamento de
Estado y la Junta de Jefes de Estados Mayores del Pentágono, del 27 de junio de 1958,
en Ibídem, pp. 117-119.
30 En la Base Naval de Guantánamo, además, esos aviones recibían el combustible necesario
para la realización de sus misiones.
129

“embargo”, y en mayo, al detectar la equivocación, por lo que se había
hecho el embarque sin informárselo a la Cancillería norteamericana. 31
La Operación Antiaérea, de cuya audacia no puede caber la menor
duda, puso en crisis toda la estrategia estadounidense y, en consecuencia,
constituyó un fuerte golpe para la Dictadura. Sin embargo, tampoco se
pueden minimizar los riesgos que con ella se corrían. Al tomar bajo su
custodia a 11 empleados estadounidenses de la Moa Bay Mining Company,
el 26 de junio, a 24 marinos pertenecientes a la dotación de la Base Naval
de Guantánamo, el 27 de junio, y a otros ciudadanos norteamericanos y
canadienses, el 30 de junio, hasta hacer un total de 50 individuos, las
fuerzas del Segundo Frente Oriental Frank País pusieron al Gobierno norteamericano
ante una clara disyuntiva: o se atenía a sus declaraciones
públicas y aplicaba de forma estricta el “embargo” de armas anunciado o
abandonaba toda pretensión de neutralidad y respaldaba abiertamente al
gobierno de Batista. Desde el punto de vista de la propaganda dentro de los
Estados Unidos, la Operación —uno de cuyos objetivos era el de poner al
descubierto que el suministro de armas a la Dictadura no había cesado del
todo— también tenía sus cuestiones negativas y pudo ocasionar un verdadero
desastre en el plano de las relaciones internacionales si le hubiera
ocurrido algo a cualquier ciudadano norteamericano, aunque hubiera sido
de manera accidental.
Desde el primer momento, el Departamento de Defensa y el Embajador
norteamericano en La Habana intentaron escudarse en la Operación para
propiciar una intervención militar de las Fuerzas Armadas de los Estados
Unidos. Aunque en el repertorio publicado por el Departamento de Estado
no hay ningún mensaje de Smith que abogue por tal curso de acción, en sus
memorias, sin embargo, no dejó ninguna duda acerca de cual era su opción:
“Tanto el Departamento de Marina, como los miembros del Congreso y
muchos de los principales funcionarios en Washington, así como yo, estábamos
a favor de obtener la aprobación del presidente Batista para desembarcar
los marines con el objetivo de rescatar a los cautivos, si Raúl Castro
no llevaba a cabo la liberación inmediata de ellos”. 32
Por su parte, el jefe de la Base Naval de Guantánamo contralmirante
Robert B. Ellis, en mensaje enviado al almirante Arleigh Burke, el 30 de
junio, respaldó una propuesta inicial que dijo le había hecho el Embajador,
de emitir un ultimátum al día siguiente, en el que se amenazaba con
que las fuerzas acantonadas en aquella instalación “abandonarían su posi-
31 Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 159. Pudiera añadirse que la entrega de tan sofisticado
armamento coincidía de manera sospechosa con el inicio de la Ofensiva de Verano del
Ejército de Batista contra las fuerzas rebeldes, en de 1958.
32 Earl E.T. Smith: Ob. cit., p. 144.
130

ción de neutralidad y se unirían a las fuerzas del Gobierno cubano en
acciones contra un enemigo común” si los ciudadanos norteamericanos
no eran liberados en las próximas 48 horas. 33 El Departamento de Estado
no autorizó este curso de acción y, por el contrario, el 2 de julio, en un
gesto conciliador, suspendió el embarque de los aviones T-28, a pesar de
las fuertes protestas que le dirigió a Wieland el contralmirante Robert B.
Stroh, ayudante del almirante Burke. Smith también se opuso a la decisión
y transmitió a Washington el descontento de Batista con la medida,
por ello sugirió que el embarque se realizara tan pronto fuera asegurada la
recuperación de los ciudadanos norteamericanos. 34
El Gobierno de los Estados Unidos no quería exagerar la envergadura
del problema y buscaba una salida negociada. Prueba de esto, fue que el
propio secretario de Estado John Foster Dulles, en una conferencia de
prensa celebrada el 1ro. de julio, manifestó la esperanza de que los esfuerzos
informales que se estaban haciendo para obtener la liberación de
los ciudadanos norteamericanos tuvieran éxito, y añadió que los Estados
Unidos “no tenían la intención” de intervenir en los asuntos internos de
Cuba. 35 El Secretario de Estado se refería a las gestiones que estaba realizando
el cónsul en Santiago de Cuba, Park Wollam, quien viajó a la
Sierra Cristal en jeep, donde sostuvo una entrevista con el comandante
Raúl Castro y negoció con él la recuperación del personal apresado. Aunque
estas negociaciones eran oficiales, y no informales, como dijo Dulles,
resultaba evidente que el Secretario de Estado no quería dar ninguna señal
de reconocimiento formal al mando rebelde.
Según el recuento del historiador norteamericano Thomas G. Paterson,
aunque Wollam fue el que desarrolló las negociaciones con la comandancia
rebelde, también estuvo presente en algunas sesiones el oficial de la
CIA Robert D. Wiecha, quien ostentaba el cargo de vicecónsul en la capital
oriental. Como Wollam al inicio tuvo problemas para comunicarse con
la Embajada en La Habana desde el territorio liberado, en un viaje que
hizo a la capital obtuvo permiso para llevar consigo a un radioperador de
la CIA llamado Sam Boki, que fue autorizado por el comandante Raúl
Castro para que utilizara su equipo con el propósito de facilitar los intercambios
con el embajador Smith. 36
El 3 de julio, a las 9:00 a. m., Smith informó al Departamento de Estado
la noticia que Wollam le había comunicado: todos los norteamericanos
33 Cable cifrado número 7136 del jefe de la Base Naval de Guantánamo contralmirante
Robert B. Ellis al jefe de Operaciones Navales almirante Arleigh Burke, del 30 de junio
de 1958, en Department of State: Ob. cit., p. 120.
34 Véase Nota Editorial número 76, en Ibídem, p. 123.
35 Véase Nota Editorial número 75, en Ibídem, pp. 122-123.
36 Thomas G. Paterson: Ob. cit., pp. 160-172.
131

cautivos estaban en buen estado. 37 Al propio tiempo, Smith trasladó las
demandas rebeldes que enumero a continuación:
1. Cese inmediato de todo embarque de armas.
2. Garantías completas de que la Base Naval de Guantánamo no sería
usada para el suministro de armamentos y municiones.
3. Presencia de un observador con las fuerzas rebeldes para controlar
el cumplimiento de lo estipulado en el Mutual Defense Assistance
Program (MDAP), o sea, Programa de Asistencia Mutua para la
Defensa. 38
Ese mismo día 3 de julio, en su Trescientas Setenta y Una Reunión
Regular, el Consejo de Seguridad Nacional, presidido por Eisenhower,
escuchó el informe del director de la CIA Allen W. Dulles, quien, según
consta en las minutas de la reunión: “expresó su punto de vista de
que las noticias de Cuba eran ‘mucho mejores’, y que los americanos
capturados por las fuerzas rebeldes serían liberados por grupos gradualmente
...” 39
Intentando azuzar la intervención militar, en su mensaje del 3 de
julio, el embajador Smith tergiversó el primer informe de Wollam, asegurando
que este había calificado a la tropa rebelde de “fanáticos con
una visión distorsionada”, y dijo “estar seguro de que hay comunistas
dentro del grupo”. 40 Sin embargo, el documento fechado ese mismo
día, pero transmitido a las 8:00 p. m., no tenía las implicaciones que le
atribuyó el Embajador. Por el contrario, se trataba de una nota objetiva
y equilibrada en la cual Wollam afirmaba, entre otras cosas, que la
fuerza rebelde en esa región “probablemente ha sido subestimada” y
que el régimen batistiano no tenía ningún apoyo en la zona. También
reconocía que las principales víctimas de los ataques del Ejército y la
Fuerza Aérea de Batista estaban entre la población civil. En su testimonio,
Wollam afirmó haber visto evidencias de que el armamento
37 Cable cifrado número 18 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 3 de julio de 1958, en Department of State: Ob. cit., p. 125.
38 Ibídem. Thomas G. Paterson: Ob. cit, p. 167. Según Paterson, en la primera entrevista
con Park Wollam, el 1ro. de julio, el comandante Raúl Castro puso especial énfasis en
los dos primeros puntos.
39 Véase Nota Editorial número 79, en Department of State: Ob. cit., pp. 125-26. Thomas
G. Paterson: Ob. cit, pp. 105-106. Tad Szulc: Fidel: A Critical Portrait, William
Morrow and Company, Inc., Nueva York, pp. 428-430. La información de Dulles, que
fue confirmada después por los acontecimientos, no se encuentra en ninguno de los
informes de Wollam transmitidos por Smith hasta esa fecha, lo que hace pensar que
posiblemente la obtuvo a través de Robert D. Wiecha, quien al parecer tenía contactos
con el Movimiento 26 de Julio. Como se apuntó, Wiecha viajó a la Sierra Cristal para
apoyar a Wollam, pero por vía diferente y en otra fecha.
40 Cable cifrado número 18 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 3 de julio de 1958, en Department of State: Ob. cit., p. 125.
132

utilizado contra esa población pertenecía al Programa de Asistencia
Mutua para la Defensa. 41
El mismo día en que se producían estos informes, el Departamento de
Estado emitió un comunicado de prensa con el número 383, en el cual se
calificaban de “erróneos” los informes de que se estaba suministrando
armamento al gobierno de Batista. En ese comunicado, la Cancillería norteamericana
daba garantías de que se estaba cumpliendo la decisión tomada
en marzo de no entregar nuevos embarques de equipamiento de
combate, y de que no estaba autorizado el suministro de combustible ni
de ningún otro material o servicio a naves áreas que visitaran la Base
Naval de Guantánamo, a no ser que se tratara de invitaciones oficiales o
de aquellas naves que solicitaran aterrizar por encontrarse en peligro. 42
Entre tanto, un buen número de corresponsales de medios de prensa
estadounidenses había llegado hasta la Sierra Cristal por distintas vías. En
el primer grupo arribaron Lee Hall y George Skaddings, de la revista Life, el
freelancer* Andrew St. George, y Robert Taber y Wendell Hoffman, de
la cadena CBS, a ellos se unió después Jules Dubois, editorialista de The
Chicago Tribune. Aunque la reacción inicial de la prensa norteamericana
a estos acontecimientos no fue favorable, según lo atestigua un editorial
de The New York Times, escrito por Herbert Matthews el 30 de junio, la
comprobación acerca del buen trato recibido por sus compatriotas que
estos periodistas hicieron sobre el terreno ayudó a minimizar el impacto
negativo que este tipo de noticias, como es natural, causa en todo país
cuyos ciudadanos son secuestrados. 43
Basado en los documentos oficiales norteamericanos, Thomas G.
Paterson expresó que el único peligro que corrieron los rehenes fue el de
ser muertos o heridos por la aviación batistiana, pues esta detuvo los bombardeos,
pero mantuvo los peligrosos vuelos de reconocimiento sobre la
zona, a pesar de las promesas en sentido contrario realizadas por el canciller
Güell al embajador Smith. En todo momento prevaleció un buen clima
entre “secuestradores” y “secuestrados”, lo que incluyó una excelente
alimentación y hasta la celebración del Día de la Independencia de los
Estados Unidos (4 de julio) con un almuerzo preparado para la ocasión
* Se denomina así a los periodistas que trabajan para cualquier periódico o revista que
publique sus artículos.
41 Cable cifrado número 23 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 3 de julio de 1958, en Ibídem, pp. 127-128.
42 Comunicado de prensa número 383, en Department of State: Department of State
Bulletin, Washington, 28 de julio de 1958, p. 153.
43 Sobre la presencia de periodistas norteamericanos en el territorio controlado por el Segundo
Frente Oriental Frank País y el editorial publicado en The New York Times por Herbert
Matthews, el 30 de junio de 1958, véase Thomas G. Paterson: Ob. cit., pp. 165 y 168.
133

donde no faltó el puerco asado y luego un juego de béisbol, que se
interrumpió por la aparición de la Fuerza Aérea del régimen. 44
A su regreso a la zona de operaciones, el 5 de julio, después de realizar
un breve viaje a Santiago de Cuba, Wollam informó al mando rebelde
que, tal y como había sido autorizado, el Gobierno norteamericano daba
garantías de que cumpliría con las dos demandas iniciales, pues ello era la
política establecida por los Estados Unidos. En testimonio de lo cual entregó
el texto del comunicado de prensa número 383 del Departamento de
Estado, del 3 de julio, y las declaraciones del secretario de Estado John
Foster Dulles, del día 1ro., así como otras similares hechas por el embajador
Smith con anterioridad. Esta solución, aunque tenía sus dificultades,
favoreció la entrega paulatina del personal capturado.
El 7 de julio, a pesar de que las seguridades estadounidenses no eran
del todo satisfactorias, el mando rebelde comunicó a Park Wollam y Robert
D. Wiecha que se continuaría liberando a los cautivos. La presencia de
corresponsales norteamericanos ofrecía una garantía mayor de que resultaría
muy difícil para el Departamento de Estado —o para el embajador
Smith y el Pentágono— incumplir con lo pactado. No obstante, el hecho
de que la liberación se hiciera de manera paulatina propició que la Dictadura
disminuyera durante ese breve período sus ataques aéreos.
La evacuación progresiva de los cautivos, que se prolongó hasta el 18
de julio, sirvió de excusa para que en el ínterin Smith y sus aliados en el
Departamento de Defensa abogaran en más de una ocasión por una intervención
militar, a pesar de que esa opción había sido considerada como
extremadamente azarosa por parte del vicesubsecretario de Estado Robert
Murphy, quien comentó a sus superiores, en un memorándum del 8 de
julio, lo siguiente:
134
También he discutido la actual situación con el almirante Burke. Me
informa que no se está considerando activamente ningún plan de intervención
militar. Como es natural, no está contento con la prolongada
retención del personal naval, pero no propone una intervención militar.
Revisé con él y con su gente las variadas aristas del problema. La zona
donde los americanos están retenidos es un terreno amplio y montañoso.
Se requeriría de una fuerza considerable. Nuestra gente cree con firmeza
que la intervención militar debería ser solo un recurso de última instancia
y, por supuesto, llevado a cabo solo a invitación del Gobierno cubano. 45
44 Ibídem, p. 168.
45 Memorándum del vicesubsecretario de Estado para Asuntos Políticos Robert Murphy
al subsecretario de Estado Christian Herter, del 8 de julio de 1958, en Department of
State: Ob. cit., p. 133. Robert Murphy: Diplomat Among Warriors, Pyramid Books,
Nueva York, 1965.

Haciendo caso omiso de que los rehenes continuaban siendo liberados
de forma gradual y de su propio optimismo anterior, expresado en una
conversación telefónica sostenida con William Wieland el 4 de julio, 46 el
embajador Earl E. T. Smith envió, el 9 de julio, un mensaje alarmista al
Departamento de Estado, escudándose en su interpretación del informe
que Wollam había traído a La Habana sobre sus últimos contactos con el
comandante Raúl Castro. 47 Esta actitud de Smith pudo estar motivada,
entre otras cosas, porque habría conocido que en la Cancillería norteamericana
se estaba considerando seriamente la posibilidad de enviar un emisario
a la Comandancia General del Ejército Rebelde en La Plata, con el
objetivo de que se entrevistara con el Comandante en Jefe Fidel Castro
para discutir la evacuación definitiva de todo el personal cautivo, asunto
este que Stewart le había comentado por teléfono, el 6 de julio, 48 y que
Murphy había incluido, como una opción viable, en su memorándum. 49
Además, esto se le había instruido a Murphy el 8 de julio, cuando se le
indicó que si no se producían nuevas liberaciones, Wollam debía buscar
una reunión directa con Fidel Castro, si fuera posible, en presencia de
Raúl Castro. 50
En el mensaje del 9 de julio, el Embajador se opuso con firmeza a la
idea de que algún funcionario norteamericano fuera a entrevistarse directamente
con Fidel Castro y propuso que se emitiera un ultimátum, en el
sentido de que, si los ciudadanos norteamericanos no eran entregados en
las próximas 72 horas, los Estados Unidos tomarían medidas que incluirían
“el inicio de consultas con el Gobierno de Cuba sobre acciones concertadas
para lograr su liberación”. 51 Llama la atención que al día siguiente, 10
de julio, el almirante Burke modificara por completo la opinión que le
había dado a Murphy, y enviara un memorándum a sus colegas, los miembros
de la Junta de Jefes de Estados Mayores, en el cual puso en duda la
promesa de que los cautivos fueran entregados, y además, argumentaba
que “el prestigio de los Estados Unidos en toda la América Latina ha sido
46 Memorándum sobre la conversación telefónica entre el embajador norteamericano
Earl E. T. Smith y el director de la Oficina de Asuntos de Centroamérica y el Caribe
William Wieland, del 4 de julio de 1958, en Department of State: Ob. cit., pp. 130-131.
47 Cable cifrado número 39 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 9 de julio de 1958, en Ibídem, p. 135.
48 Memorándum sobre la conversación telefónica entre el embajador norteamericano Earl
E. T. Smith y el subdirector de la Oficina de Asuntos de Centroamérica y el Caribe C.
Allan Stewart, del 6 de julio de 1958, en Ibídem, p. 132.
49 Memorándum del vicesubsecretario de Estado para Asuntos Políticos Robert Murphy
al subsecretario de Estado Christian Herter, del 8 de julio de 1958, en Ibídem, p. 133.
50 Ibídem, p. 135.
51 Cable cifrado número 39 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 9 de julio de 1958, en Ibídem, p. 135.
135

seriamente menoscabado por los acontecimientos de las últimas dos semanas”.
52 Burke anexó un proyecto de memorándum que recomendaba
fuera enviado al secretario de Defensa Neil H. McElroy por el presidente
de la Junta general Nathan F. Twining, en el cual se proponían cinco
medidas que de hecho implicaban “el inicio de las operaciones militares
por las fuerzas de los Estados Unidos para rescatar a los rehenes americanos”.
53
No hay constancia de que este documento se haya enviado o de que se
remitiera otro similar al Secretario de Estado, como sugirió el Jefe de Operaciones
Navales. Sí consta, sin embargo, que también el día 10 de julio
Burke llamó a la oficina de Murphy, que no se encontraba, pero habló con
el ayudante de este, Richard Fynn, a quien le transmitió un resumen del
memorándum, y le manifestó que, aun cuando estaba consciente de que
algunas personas pudieran resultar heridas, debían tomarse medidas fuertes
y positivas, porque “estamos siendo humillados”. 54
En la tarde del día 10 de julio, Smith envió un mensaje al Departamento
de Estado donde decía que estaba gestionando una entrevista con Batista
para coordinar salvoconductos que le permitieran a Wollam moverse
entre las comandancias del Segundo Frente Oriental Frank País y de La
Plata, por si tenía que trasladarse hasta allí para entrevistarse con Fidel
Castro. La alternativa que se estaba manejando con más insistencia por la
parte norteamericana era que un helicóptero de la Base Naval de
Guantánamo recogiera a Wollam y al comandante Raúl Castro, y los trasladara
a ambos a La Plata. Por supuesto, para ello se necesitaba que la
Comandancia del Ejército Rebelde estuviera de acuerdo y que el gobierno
de Batista no pusiera objeciones. A pesar de la urgencia de su mensaje
anterior, Smith reconocía en este que se estaba procediendo a la evacuación
del resto de los norteamericanos cautivos, incluyendo el personal
militar, que era el que más le preocupaba a Burke. Añadió que las demoras
se debían a que los marinos estaban dispersos por varios lugares y
resultaba difícil trasladarlos al punto de embarque. 55
Antes de entrevistarse con Batista, tarde en la noche, el Embajador fue
instruido por el Departamento de Estado para que hiciera todo lo necesario
a fin de que el Dictador no se opusiera a la gestión de Wollam ante
Fidel Castro, considerando este paso como “esencial” y pidiendo se hicie-
52 Memorándum del jefe de Operaciones Navales almirante Arleigh Burke a la Junta de
Jefes de Estados Mayores del Pentágono, del 10 de julio de 1958, en Ibídem, p. 140.
53 Memorándum de la Junta de Jefes de Estados Mayores del Pentágono al secretario de
Defensa Neil H. McElroy, del 11 de julio de 1958, en Ibídem, p. 145.
54 Ibídem, p. 140. Véase la nota número uno al pie de página.
55 Cable cifrado número 44 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 10 de julio de 1958, en Ibídem, pp. 141-142.
136

a por “la vía más expedita”. Asimismo, se le indicaba a Smith que el
Cónsul en Santiago de Cuba debía “subrayar al líder rebelde que la paciencia
americana se estaba acabando y que estaban aumentando las presiones
para que se tomaran fuertes medidas contra los secuestradores”. 56
Al día siguiente, 11 de julio, en horas de la madrugada, Smith informó
al Departemento de Estado sobre su entrevista con el Dictador, la cual
tuvo lugar en la noche del 10 al 11 de julio. Según el Embajador, después
de una amplia discusión, la reacción de Batista fue negativa en todos los
puntos. Batista le dijo que Fidel estaba rodeado y las tropas del Gobierno
cubano estaban en contacto con los rebeldes. Sin desperdiciar la oportunidad,
el Mandatario cubano aprovechó para decirle que su gobierno “no
solo sufría por la carencia de armas”, sino que, además, los Estados Unidos
también lo privaban de equipos de comunicaciones. Al final de la
entrevista, de acuerdo a su reseña, Smith le preguntó cuál era el mejor y
más rápido método para que los rebeldes soltaran a los norteamericanos,
a lo que su interlocutor respondió que los Estados Unidos debían ser firmes
y anunciar que si en una semana los rebeldes no eran liberados,
“tomarían acción”, sin especificar cual sería. 57 No obstante esta última
recomendación, Wollam reportó desde la Base Naval de Guantánamo, el
viernes 11 de julio, que todo estaba listo para iniciar la evacuación del
personal de forma paulatina, a partir del domingo 13, según comunicó a
Washington el Embajador norteamericano ese mismo viernes. 58
El 12 de julio, los partidarios de una intervención militar en el Pentágono
volvieron a la carga por última vez, en esta ocasión, por medio de un
memorándum del general Robert A. Breitweiser, subdirector de Inteligencia
del Estado Mayor Conjunto, dirigido al director del Estado Mayor
Conjunto, 59 teniente general Oliver S. Picher. En él se afirmaba que los
Estados Unidos estaban perdiendo prestigio en todo el mundo (el mismo
argumento del almirante Burke), y se terminaba diciendo:
“estamos convencidos de que, con una buena preparación política y
psicológica y el empleo de fuerzas adecuadas, una acción militar (...)
para rescatar a los cautivos americanos, aunque impopular, podría en
56 Cable cifrado número 38 del Departamento de Estado a la Embajada norteamericana
en La Habana, del 10 de julio de 1958, en Ibídem, pp. 142-143.
57 Cable cifrado número 48 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 11 de julio de 1958, en Ibídem, pp. 143-144.
58 Cable cifrado número 57 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 11 de julio de 1958, en Ibídem, p. 147.
59 No se debe confundir con el cargo de Presidente de la Junta de Jefes de Estados
Mayores. Este oficial es el que dirige todo el trabajo de apoyo del conjunto de oficiales
que laboran para el Estado Mayor Conjunto, o sea, es una especie de Jefe de Estado
Mayor de la Junta de Jefes de Estados Mayores.
137

138
realidad aumentar el prestigio de los Estados Unidos. Sin embargo,
creemos que el problema militar en sí mismo es difícil, y un error de
cálculo importante en la preparación política y psicológica podría hacer
que la operación fuera contraproducente”. 60
El mismo día 12, Smith sugirió también que los Estados Unidos debían
mantener una “posición firme”, tanto si Wollam lograba obtener una fecha
precisa para la liberación de los cautivos, como si fracasaba en ese empeño. 61
El profesor Thomas G. Paterson estimó:
el Gobierno de los Estados Unidos escogió muy sabiamente la diplomacia
por encima del aparato militar. Sin embargo (...) los militares de los
Estados Unidos en Cuba, con la aprobación del embajador Smith, continuaron
demostrando en público el apoyo de su Gobierno al régimen
de Batista. El 12 de julio, en medio de esta tensa crisis, el Agregado
Naval y los oficiales de la Misión Naval de los Estados Unidos se unieron
al presidente Batista en la inauguración oficial de un nuevo edificio
para los cadetes de la marina mercante en Mariel. Era exactamente el
tipo de demostración pública que en el pasado había enojado a los
rebeldes y alimentado el antiamericanismo. 62
A partir de ese momento resultó más difícil para el Gobierno de los
Estados Unidos violar lo establecido en su propia política. Un resultado
importante de esta crisis fue que la presencia de Wollam y Wiecha en
territorio liberado les permitió comprobar sobre el terreno la fuerza que ya
había alcanzado el Ejército Rebelde y, además, la incapacidad de las tropas
de la Dictadura para lograr alguna victoria significativa. Ya para la
fecha en que la crisis tuvo su desenlace se percibía el fracaso de la Ofensiva
de Verano puesta en práctica por Batista. 63
Los informes de Wiecha en aquel período no se han dado a la publicidad.
Por el contrario, los de Wollam sí, y puedo afirmar que ellos se
caracterizaron por su equilibrio y objetividad. En su mensaje final del 17
de julio, el propio cónsul Park Wollam advertió: “Yo creo que hemos
60 Memorándum del subdirector de Inteligencia del Estado Mayor Conjunto general Robert
A. Breitweiser al director del Estado Mayor Conjunto teniente general Oliver S. Picher,
del 12 de julio de 1958, en Department of State: Ob. cit., pp. 148-149.
61 Cable cifrado número 58 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 12 de julio de 1958, en Ibídem, p. 149.
62 Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 171.
63 Una prueba de esto fue que, el día 21 de julio, se rindió ante la Columna 1 José Martí,
dirigida por el Comandante en Jefe Fidel Castro, el batallón 18 del Ejército batistiano,
en la zona de El Jigüe, después de un combate de 10 días en el cual se le hicieron 282
bajas al enemigo. Véase Fidel Castro: “Batalla de El Jigüe”, en La Sierra y el Llano,
Casa de las Américas, La Habana, 1969, p. 191.

subestimado la envergadura y extensión del movimiento rebelde”. 64 A
esto hay que añadir que durante el transcurso de la crisis, los funcionarios
norteamericanos en Washington recibieron la información 65 de que se estaba
gestando el Frente Cívico Revolucionario, más conocido como Pacto
de Caracas, firmado el 20 de julio de 1958 por representantes del
Movimiento 26 de Julio, la Organización Auténtica (OA), el Movimiento
Militar 4 de Abril, el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), el Partido
del Pueblo Cubano (Ortodoxo), el Partido Demócrata, el Movimiento
de Resistencia Cívica, la Agrupación Montecristi, la Federación
Estudiantil Universitaria (FEU), el Conjunto de Instituciones Cívicas y el
Directorio Revolucionario 13 de Marzo.
Según Paterson, el régimen perdió mucho con la crisis, pues se convirtió
en:
mero espectador, apareciendo de nuevo débil (...) mientras los funcionarios
de los Estados Unidos entraban y salían del territorio rebelde
caminando y volando en helicóptero ...
Quedó demostrado que el Gobierno cubano no podía proteger a los
extranjeros. Ni La Habana tenía otra opción que la de permitir a los Estados
Unidos negociar con los enemigos del régimen. La crisis de los
secuestros llamó la atención sobre las entregas de armamento de los Estados
Unidos, dañando las pretensiones de neutralidad (...) Aunque
probablemente Raúl Castro no lo supo en ese momento, la crisis de
los secuestros también forzó a Washington a suspender la entrega de los
aviones T-28. 66
El profesor Paterson estimó que los funcionarios norteamericanos se
sintieron desamparados durante la crisis, lo que fortaleció el “anticastrismo”
en ellos. Esos funcionarios también tuvieron que soportar las críticas hechas
al Gobierno de los Estados Unidos por el apoyo que brindaba a
Batista, reflejadas en el Pacto de Caracas, del 20 de julio. A esa declaración
se adhirieron casi todas las organizaciones que se oponían abiertamente
a la Dictadura en ese momento. Con relación al Pacto, debo señalar
que el Departamento de Estado recibió información previa y conocía que,
en lo esencial, el Documento había sido redactado por Fidel Castro.
64 Cable cifrado número 86 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento
de Estado, del 17 de julio de 1958, en Department of State: Ob. cit., p. 154.
65 Memorándum sobre la conversación entre el representante del Partido Revolucionario
Cubano Auténtico en Washington Carlos Piad y el director de la Oficina de Asuntos de
Centroamérica y el Caribe William Wieland, del 10 de julio de 1958, en Ibídem, p. 139.
Cable cifrado número 109 de la Embajada norteamericana en La Habana al
Departamento de Estado, del 29 de julio de 1958, en Ibídem, p. 158.
66 Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 173.
139

140
Como revelaban otras muchas declaraciones similares y el episodio de
los secuestros, el antiamericanismo estaba creciendo dentro de la rebelión
contra Batista, intensificando la resolución del M-26-7. Y la ‘línea
antiamericana’ de los rebeldes irritaba a los funcionarios en La Habana
y Washington. 67 Ellos también se sintieron inermes durante la crisis,
forzados a negociar con insurgentes comprometidos en el derrocamiento
de un Gobierno que los Estados Unidos reconocían y apoyaban,
forzados a aceptar el cronograma rebelde, forzados a dejar a un lado
una respuesta militar ante el peligro de que los cautivos resultaran heridos,
forzados a escuchar el repudio cada vez más popular a sus reclamos
de equidad en la guerra civil. El antiamericanismo en Cuba alimentó
el anticastrismo en los Estados Unidos. Ambos aumentaron desde el
verano hasta el otoño de 1958. 68
67 Departamento de Estado, Buró de Inteligencia e Investigaciones, División de
Investigaciones y Análisis sobre las Repúblicas Americanas, 15 de agosto de 1958,
FRUS, 1958-1960, VI, p. 197. Citado en Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 174. El
investigador norteamericano hizo referencia a un documento que con el título “El
Movimiento 26 de Julio desde la huelga general abortada el 9 de abril de 1958”, aparece
en Department of State: Ob. cit., p. 197.
68 Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 174.