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ESTUDIOSDEL<br />
PATRIMONIO<br />
CULTURAL<br />
09<br />
noviembre 2012. www.sercam.es<br />
LA PROVINCIA<br />
JESUÍTICA<br />
DEL PARAGUAY<br />
ARQUITECTURA<br />
PASTORIL<br />
ETNOBIOLOGÍA<br />
EN LAS ARRIBES<br />
EN LOS JARDINES DE<br />
LA GRANJA<br />
ARTE<br />
EN LA DIÓCESIS<br />
DE VALLADOLID<br />
VENDEDORES<br />
AMBULANTES<br />
LAWRENCE &<br />
WOOLLEY
EPC<br />
09<br />
05 I EDITORIAL<br />
06 I El lento proceso de valoración <strong>del</strong> legado cultural de la antigua provincia jesuítica <strong>del</strong> Paraguay<br />
Carlos A. Page<br />
32 I El Plan de Interpretación de la Arquitectura Pastoril de Cogeces <strong>del</strong> Monte, Valladolid<br />
Roberto Losa Hernández y Alicia Gómez Pérez<br />
42 I La arquitectura tradicional de Arribes <strong>del</strong> Duero (Salamanca-Zamora): materias<br />
primas vegetales<br />
José Antonio González, Monica García-Barriuso, Sonia Bernardos y Francisco Amich
76<br />
06<br />
42<br />
84<br />
56 I DOSSIER FOTOGRÁFICO: En los jardines de la Granja<br />
Roberto Losa Hernández<br />
76 I El arte religioso en la Diócesis de Valladolid.<br />
José Luis Velasco Martínez<br />
84 I El Tío Cartujo. Un vendedor ambulante en Tierra de Campos.<br />
Alfredo Castro Castro<br />
88 I FRAGMENTOS ESCOGIDOS<br />
A orillas <strong>del</strong> Éufrates<br />
32<br />
56<br />
88
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Nº9<br />
Noviembre de 2012<br />
ISNN 1988-8015<br />
Edita<br />
SERCAM, Servicios Culturales y Ambientales, S.C.<br />
Consejo editorial<br />
Alicia Gómez Pérez<br />
Roberto Losa Hernández<br />
José Ramón Almeida Olmedo<br />
Colaboradores en este <strong>número</strong><br />
Carlos A. Page<br />
José Antonio González<br />
Mónica García-Barriuso<br />
Sonia Bernardos<br />
Francisco Amich<br />
José Luis Velasco Martínez<br />
Alfredo Castro Castro<br />
Diseño y maquetación<br />
SERCAM, Servicios Culturales y Ambientales, S.C.<br />
Foto portada<br />
Escultura en el entorno de la fuente de Andrómeda. Jardines <strong>del</strong><br />
Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, Segovia.<br />
Foto: Roberto Losa Hernández.<br />
Distribución digital en www.sercam.es<br />
Para colaboraciones o información envíe un email a:<br />
epc@sercam.es<br />
Estudios <strong>del</strong> Patrimonio Cultural permite la reproducción<br />
parcial o total de sus artículos siempre que se cite su<br />
procedencia.<br />
Los artículos firmados son responsabilidad de sus autores.<br />
Estudios <strong>del</strong> Patrimonio Cultural no se responsabiliza ni se<br />
identifica necesariamente con las ideas que en ellos se expresan.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
EDITORIAL<br />
El panorama está revuelto, inevitablemente, y esto se está poniendo<br />
cada vez más feo: ¡para temblar! Resulta que –según<br />
consigna política- lo que era intocable, como la sanidad y la<br />
educación, hemos comprobado hace tiempo –los ciudadanos<br />
de a pie- que ya había sido ‘manoseado’. Con este panorama,<br />
fácil es imaginar el nivel al que queda el mantenimiento y servicio<br />
de la CULTURA, un bien no considerado de primera necesidad<br />
pues ‘utilízase’ tan sólo para contrarrestar el embrutecimiento<br />
personal –y consecuentemente social- y de una forma<br />
gráfica o fotográfica para dar fe de la cantidad de campos, sectores,<br />
parcelas o situaciones que tienen que afrontar nuestros<br />
gobernantes.<br />
Por lo que nos atañe a las industrias culturales, en este caso<br />
de a río revuelto… desde luego no vemos la ganancia por ningún<br />
lado. Poco margen nos queda para la exportación, aunque<br />
algo sí para la innovación, pero sin engañarnos: los presupuestos<br />
que se manejan no sólo no son ajustados sino lo siguiente,<br />
rebajándose sensiblemente por debajo de la línea de lo razonable.<br />
Y, además, cada día te sorprende como el trabajo que<br />
pensabas que no se podía realizar más barato justificado en<br />
unas cábalas difícilmente sostenibles, algún compañero te<br />
demuestra que estabas equivocado, dolorosa y moralmente<br />
equivocado.<br />
La perversidad <strong>del</strong> sistema de licitación de obra donde prima<br />
sobremanera la baja económica, está acabando con todo. Con<br />
la innovación, a la que deja muy poco margen de maniobra,<br />
con la investigación, a la que no se permite explayarse en<br />
ningún sentido y, por supuesto, y no nos engañemos, con la<br />
calidad. Principalmente la calidad. Lo único que se favorece<br />
es la creatividad: la inventiva de cómo hacer el trabajo lo más<br />
barato posible pero resultón.<br />
En todas las licitaciones con las que me he enfrentado en estos<br />
últimos años, la baja económica es un criterio que se enseñorea<br />
por encima <strong>del</strong> resto imponiendo su férrea dictadura<br />
autodestructiva. Solamente he encontrado una en la que no<br />
Ya que en una licitación queda establecida<br />
la cuantía de la obra, ¿no parece mejor<br />
argumento mantener la calidad y/o proponer<br />
mejoras?<br />
se tenía en cuenta para nada este juicio. Absolutamente<br />
para nada. Rara avis en tiempo<br />
de crisis.<br />
No hace mucho conversaba al respecto con<br />
una conocida, que a veces propone algún<br />
concurso de los que me interesan, y confirmaba<br />
que la ponderación económica era determinante:<br />
“¿cómo, sino, se puede defender<br />
fácilmente ante los ciudadanos una adjudicación<br />
y, más aún, ‘probar’ la imparcialidad de<br />
los miembros de las mesas de contratación?”.<br />
Comprensibles justificaciones, pensaba yo,<br />
pero justas no me parecían pues, ya que en<br />
una licitación queda establecida la cuantía de<br />
la obra, ¿no parece mejor argumento mantener<br />
la calidad –siempre menoscabada con las<br />
bajas económicas- y/o proponer mejoras?<br />
Aunque por descabellado, o quizá quimérico,<br />
pueda tomarse este juicio mío, lo que a todas<br />
luces resulta evidente es la situación de empobrecimiento<br />
progresivo que atravesamos<br />
las industrias culturales: escasa oferta de trabajo<br />
y poca rentabilidad de la misma. Conjunción<br />
explosiva que nos acerca al abismo. Y, lo<br />
que es peor, sin visos de mejorar a corto plazo<br />
(ya no podemos hablar de medio plazo). Yo,<br />
que suelo tener un punto de optimismo elevado<br />
y suelo reflejarlo en estas páginas, me<br />
estoy acercando peligrosamente al pesimismo<br />
desesperante. Ahora bien, como me dijo<br />
el director de la sucursal bancaria con la que<br />
estamos intentando renegociar una deuda:<br />
“No hay problema, esto se soluciona con dinero”<br />
(el que no nos van a prestar). Ante todo<br />
buen humor.•<br />
5
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
EL LENTO PROCESO<br />
DE VALORACIÓN DEL<br />
LEGADO CULTURAL DE LA<br />
ANTIGUA<br />
PROVINCIA JESUÍTICA<br />
DEL PARAGUAY<br />
Carlos A. Page I CONICET-CIECS<br />
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Centro de Investigación y<br />
Estudios sobre Cultura y Sociedad. I capage1@hotmail.com<br />
La expulsión de los jesuitas de Hispanoamérica en 1767<br />
constituyó una bisagra en el tiempo que puso fin a una<br />
excepcional obra religiosa y cultural. A partir de entonces<br />
la reputación de la Compañía de Jesús cayó en<br />
un abismo impensable de revertir. Sin embargo con la<br />
restitución de la Orden primero y la posterior decisión<br />
institucional de reconstruir su propia historia, comenzaron<br />
a valorarse sus obras artísticas y arquitectónicas<br />
hasta convertirse en estandartes de un importante legado<br />
patrimonial con alta significación internacional.<br />
De tal manera se aborda este proceso de transformación<br />
en la antigua provincia jesuítica <strong>del</strong> Paraguay a<br />
través <strong>del</strong> proceso histórico de su valoración.<br />
Palabras clave: Jesuitas, Conservación, Reducciones jesuíticas, Estancias jesuíticas<br />
6
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 7<br />
1. La expulsión y extinción de la Compañía de Jesús<br />
La pragmática <strong>del</strong> rey Carlos III de 1767 1 de ninguna manera fue un acontecimiento que se cierra en sí<br />
mismo sin admitir antecedentes y consecuencias. La decisión regia se constituye en una bisagra o punto<br />
de inflexión que marcó un duro revés en la Compañía de Jesús, convirtiéndose en una de las injusticias más<br />
ignominiosas que sufrió el mundo católico.<br />
Los jesuitas tuvieron difíciles días por caminar desde la creación de la Provincia <strong>del</strong> Paraguay (1604) 2 , donde<br />
soportaron las agresiones de prelados y encomenderos durante gran parte de los años que permanecieron<br />
en América. Pero un hecho desencadenante de la catástrofe fue sin dudas el Tratado de Límites o de<br />
Permuta, celebrado entre las coronas de España y Portugal en 1750 (Kratz 1954). Fue un primer detonante<br />
que afinó las asperezas entre el poder político y los ignacianos. En esta ocasión, la Compañía de Jesús se debatía<br />
frente a ambas potencias, quienes a sus espaldas canjeaban territorios ocupados por siete reducciones<br />
jesuíticas 3 a cambio <strong>del</strong> enclave urbano lusitano ubicado en territorio hispano de Colonia de Sacramento.<br />
La oposición de los guaraníes y jesuitas se hizo sentir y desembocó en una lamentable guerra. Pero más<br />
allá de beneficiar a tal o cual fuerza, afectó directamente a sus propios pobladores en una cuestión que era<br />
más sensible que la pérdida material de los pueblos. Pues los portugueses en su territorio eran libres de<br />
esclavizar indios, mientras que para los españoles aquéllos eran considerados súbditos <strong>del</strong> rey. Esto fue una<br />
diferencia fundamental que claramente evaluaron jesuitas y guaraníes a la hora de considerar las consecuencias<br />
posteriores. La guerra tuvo un desenlace previsible en la batalla de Caibaté (1756). Pero luego de<br />
haber estado aliadas para esta contienda y salir victoriosas, las coronas de España y Portugal concluyeron<br />
sus diferencias con el Tratado <strong>del</strong> Pardo (1761), donde entre otras consideraciones quedó anulado el Tratado<br />
de 1750 y los guaraníes regresaron a sus destruidas y diezmadas reducciones.<br />
En aquel año de 1750, asumió el marqués de Pombal como primer ministro de José I de Portugal y<br />
es incuestionable que a partir de entonces se inició una lenta conspiración contra los ignacianos. La misma<br />
tuvo su punto más álgido en el atentado que ocho años después sufrió el rey, donde se involucró a su amante,<br />
la condesa de Tavora, al duque de Aveiro y al confesor de todos ellos, el jesuita Gabriel de Maladriga. El<br />
1 La pragmática sanción real fue firmada el 27 de febrero de 1767, dirigida al conde de Aranda, e impresa con una serie de<br />
providencias en cuatro voluminosos tomos (Colección 1767-1774).<br />
2 Estuvo conformada en su inicio por las actuales naciones de Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay sur de Bolivia y parte de<br />
Brasil.<br />
3 Estas reducciones eran: San Borja, San Nicolás, San Luis Gonzaga, San Lorenzo, San Miguel, San Juan Bautista y Santo<br />
Ángel.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 8<br />
castigo fue implacable e incluyó la pena de muerte, seguida <strong>del</strong> descuartizamiento a golpes de casi toda la<br />
familia y quema de los cuerpos de la condesa y el duque, seguido de la confiscación de sus bienes. Incluso<br />
el P. Maladriga fue llevado a la hoguera por el Santo Tribunal de la Inquisición. A semejantes atrocidades les<br />
siguió la expulsión de los jesuitas de Portugal. Pero hoy sabemos que toda esta sangre derramada fue una<br />
trampa de la corona lusitana para frenar el poder de una nobleza disconforme con el accionar regio.<br />
Comenzó con Portugal, pero pronto se extendió a Francia (1762) a través de Luis XV y por sus simpatías<br />
con el jansenismo, y tiempo después de la expulsión de España (1767), a Nápoles y Malta, es decir<br />
hacia todos los dominios gobernados por los borbones.<br />
En España las acusaciones llovían por doquier dentro de una Iglesia en crisis, donde la Compañía de Jesús<br />
era el blanco de los continuas acusaciones, como la de servir a la curia romana en detrimento de las prerrogativas<br />
regias, fomentar las doctrinas probabilísticas, simpatizar con el regicidio y defender el laxismo de<br />
su sistema educativo (Fernández Arillaga 2002: 251). La corte de Carlos III era ajena a las preocupaciones<br />
<strong>del</strong> pueblo y se embarcó en una serie de obras superfluas que demandaban grandes costos. Y para deshacerse<br />
de los jesuitas, también aquí hubo una excusa que detonó en la severa acusación que recibieron<br />
de incentivar los motines de Esquilache de 1766 (Andrés-Gallego 2003). España se encontraba sumergida<br />
en una crisis económica, por lo que la nobleza local responsabilizó al italiano secretario de Hacienda, el<br />
marqués de Esquilache, lo que derivó en su renuncia y expulsión, luego que tomara medidas económicas<br />
y antipopulares. Terminado el motín, el rey ordenó una investigación secreta por parte <strong>del</strong> fiscal de estado<br />
Pedro Rodríguez, conde de Campomanes 4 . En su informe se acusó a los jesuitas como instigadores <strong>del</strong> motín,<br />
aconsejándose la expulsión de la Orden, incluso con recomendaciones prácticas para su cumplimiento,<br />
de las que fue encargado de cumplir el conde de Aranda.<br />
La ejecución se llevó a cabo con absoluto secreto y con ella se sucedieron una serie de irregularidades.<br />
Aconteció a altas horas de la noche a cargo de soldados que cometieron atropellos y desmanes.<br />
Los jesuitas fueron arrestados en sus colegios, conducidos a una habitación, donde se les tomó la filiación<br />
y cargo. Luego se les leyó el Decreto y se los encerró en los refectorios. Los mismos funcionarios también<br />
cometieron excesos, como el gobernador Bucareli, quien emitió un bando dando cuenta a la población de<br />
Buenos Aires de lo decretado por el rey e intimó con pena de muerte a quien lo contradijese o se comunicara<br />
con los jesuitas.<br />
Todos los religiosos de la provincia <strong>del</strong> Paraguay, que eran aproximadamente 450, se embarcaron<br />
en Buenos Aires rumbo a España. Algunos murieron en el viaje, como el arquitecto italiano Pedro Pablo<br />
4 Este dictamen secreto se conoció recientemente (Rodríguez Campomanes 1977).<br />
La expulsión de los jesuitas de España el 31 de marzo de 1767.<br />
Grabado <strong>del</strong> Musée de Port-Royal-des-Champs, Magny-les-<br />
Hameaux, Francia.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 9<br />
Los jesuitas expulsos<br />
produjeron una revolución<br />
en las letras castellanas.<br />
Danesi o el mismo provincial Manuel Vergara, que falleció en el Hospicio de Misiones de Cádiz apenas arribó.<br />
Finalmente, fueron conducidos a Italia. Luego de varias vicisitudes y en reemplazo <strong>del</strong> P. Vergara, fue<br />
nombrado provincial el P. Robles, residiendo en Imola, donde primeramente se constituyó el Colegio Máximo.<br />
Sin embargo, Carlos III prohibió a los jesuitas que se siguieran nombrando provinciales o refundando<br />
colegios con las mismas denominaciones anteriores. El mandato se acató a medias y, al cumplir su trienio,<br />
el P. Robles fue sucedido por el P. Muriel, aunque a partir de ese momento las designaciones españolas<br />
cambiaron por santos de la Iglesia y a la provincia <strong>del</strong> Paraguay se la llamó en el exilio “provincia de San<br />
José”, manteniéndose hasta la abolición de la Orden, que no tardaría en llegar.<br />
Precisamente, esta última calamidad tuvo como protagonista a Clemente XIV, quien en su breve<br />
Dominus ac Redemptor noster extinguió a la Compañía de Jesús en 1773. Sin embargo, un año después, el<br />
mismo pontífice firmó una retracción (Gómez Ferreira 1973) sobre aquella disposición, argumentando las<br />
presiones que soportó. Efectivamente, de esta metodología estuvo encargado el embajador español en<br />
Roma José Moniño, quien incluso hasta el texto de la extinción parece ser de su autoría, habiendo sido enviado<br />
a Carlos III antes de su publicación y para su aprobación. Por su buen desempeño, Moniño recibió el<br />
título de conde de Floridablanca y el Papa la restitución de los reinos de Benevento y Aviñón (Page 2011a).<br />
2. Los jesuitas expulsos y las memorias que nos legaron<br />
El exilio no fue nada fácil de sobrellevar. Tengamos en cuenta que en algunos casos los sacerdotes<br />
fallecieron a los pocos años de su estadía en Italia debido a su avanzada edad, pero jóvenes como el tucumano<br />
Diego León de Villafañe, arrancado <strong>del</strong> convictorio de Córdoba a los 26 años, recién pudo regresar a<br />
su patria luego de 35 años de proscripción.<br />
Todos esos años de exilio no iban a pasar en vano. Por el contrario, los jesuitas expulsos van a producir<br />
una revolución en las letras castellanas. La mayor producción estaba reservada en gran medida para una<br />
estirpe de hombres que deseaban hacer conocer al mundo su vida cotidiana misional en países lejanos y<br />
llenos de peligros. Sobresalen en este sentido los americanos, nutridos de una experiencia educacional y<br />
misional que los distinguían. Los educadores derivaron en publicistas y los misioneros en la producción de<br />
obras de carácter etnográfico y geográfico.<br />
En la antigua provincia <strong>del</strong> Paraguay se destacaron varios profesores escritores, como el zaragozano<br />
Joaquín Millás, que trabajó sobre el valor pedagógico de las letras clásicas o el filósofo Gaspar Phitzer<br />
que dejó varios tratados de su especialidad, como lo hizo a su vez Domingo Muriel. También el erudito José
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 10<br />
Ilustración <strong>del</strong> libro original <strong>del</strong> P. Florián Paucke (1944) que representa la reducción de San Javier de indios mocovíes,<br />
donde trabajó varios años.<br />
Sánchez Labrador escribió numerosas cuestiones de historia natural, al igual que José Jolís con su Historia<br />
natural de la región chaqueña. El inglés Tomás Falkner publicó en 1774 una descripción de la Patagonia,<br />
haciendo el primer descubrimiento y mención de un gliptodonte. Pues la ciencia ocupó un lugar preponderante<br />
en los escritos y buen ejemplo de ello fueron el santafesino Buenaventura Suárez, considerado<br />
el primer astrónomo argentino, o Gaspar Juárez, brillante botánico y paleontólogo. En nuestra disciplina<br />
histórica, el P. José Guevara publicó en 1764 la Historia <strong>del</strong> Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, donde se<br />
ocupa también de la flora. El mismo Iturri es preciado como el primer historiador argentino, pues, siendo<br />
natural de Santa Fe, escribió una obra pionera que permanece extraviada. No menos importante fueron<br />
los trabajos biográficos, como los <strong>del</strong> mismo Juárez, el famoso José Manuel Peramás y Francisco Miranda,<br />
entre otros. También Manuel Canelas dejó una relación sobre los indios mocovíes, y Pedro Juan Andreu dos<br />
obras impresas y una inédita sobre la historia tucumana y etnografía chaqueña. José Cardiel nos legó varias<br />
obras de gran interés, como el P. José Quiroga, marino, cartógrafo y matemático. Martín Dobrizhoffer y<br />
Florián Paucke escribieron sus experiencias entre los indios <strong>del</strong> Chaco. Muchas de estas obras fueron publicaciones<br />
póstumas, influyendo en el siglo XIX y profundamente aún en nuestros días.<br />
Con el pasar de los años, la Compañía de Jesús fue restablecida, primero en Nápoles y en Parma, luego<br />
en las dos Sicilias, hasta que el 7 de agosto de 1814 la bula Sollicitudo omnium Ecclesiarum, <strong>del</strong> papa Pío<br />
VII, habilitado de su cautiverio napoleónico en Francia, dejó restablecida la Compañía de Jesús en todo el<br />
mundo católico con un solemne acto de reparación en Roma, donde asistió María Luisa de Borbón.<br />
También hizo lo propio Fernando VII, quien revocó la pragmática de su abuelo el 29 de mayo de<br />
1815 e invitó a todos los jesuitas hispanos y americanos a que regresaran a la Península. De tal manera que
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 11<br />
unos 120 sacerdotes abandonaron las poblaciones <strong>del</strong> Lacio y regresaron a España.<br />
Casi medio siglo tuvo que soportar la Compañía de Jesús su desaparición y los efectos que ello<br />
causó en la sociedad universal: persecuciones, decretos de pena de muerte, saqueo y destrucción de los<br />
testimonios construidos. Hasta fue prohibida la lengua guaraní, aquella que invocara como último aliento<br />
el maestro de novicios P. Juan de Escandón en su lecho de muerte de Faenza.<br />
3. La reconstrucción de la Historia<br />
Tanto en las vísperas como en las postrimerías de las independencias americanas, surgieron muchos<br />
textos que desvalorizaron la empresa colonizadora española, y más aún, la naturaleza <strong>del</strong> nuevo continente<br />
y las potencialidades de los pueblos originarios. Se destacan principalmente las obras de Corneille<br />
de Pauw (1739-1799), Guillaume T. Raynal (1713-1796) y William Robertson (1721-1793). Los jesuitas fueron<br />
los primeros detractores de estas teorías, pero también se dividieron en sus apreciaciones entre hispanos<br />
europeos y criollos, aunque juntos cultivaron una ideología regionalista que aumentó con la melancolía de<br />
la distancia y los sufrimientos que les ocasionó el exilio. De estas tendencias, la obra de José Manuel Peramás<br />
comparando la República de Platón con las reducciones guaraníticas (1793) ya no tiene solo carácter<br />
religioso, sino que evidencia sus marcados pensamientos europeos.<br />
Si con sus escritos los jesuitas pretendían dejar viva su memoria, también a ellos se atacó y la historiografía<br />
decimonónica fue implacablemente contraria a la obra de los ignacianos. Ejemplo de esto son los<br />
textos <strong>del</strong> español Félix de Azara que se mostró sumamente crítico frente a una posición más favorable que<br />
tomó el criollo deán Gregorio Funes. Ambos marcaron una línea que seguía dividiendo la siempre presente<br />
antinomia antijesuítica. Al primero lo siguieron Bartolomé Mitre, Juan María Domínguez, Vicente Fi<strong>del</strong> López<br />
y otros, denostando a los jesuitas. Este último sentía una profunda repulsión por el sistema económico,<br />
social y político experimentado en las reducciones y en consecuencia despreciaba también a sus cronistas,<br />
a quienes les imprimía todo tipo de rótulos injuriosos. No es casual que los historiadores <strong>del</strong> siglo XIX que<br />
siguieron a Azara reconocieran el sistema de las encomiendas, mitas y malocas como un acto natural, y que<br />
no se justificaba que los jesuitas calificaran esos mismos actos como perversos.<br />
En el otro extremo, siguió a Funes el historiador ítalo-rioplatense Pedro de Angelis, quien se presentó<br />
como un restaurador moderado que inició una revalorización de la obra jesuítica a través fundamentalmente<br />
en la edición de algunos antiguos textos de su formidable colección, mayormente inédita, que se<br />
encuentra hoy en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro. En esa línea también se van a ubicar Andrés
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 12<br />
En el seno mismo de la Compañía<br />
de Jesús restablecida, surgió la<br />
necesidad de recordar y contar<br />
esa gloriosa Historia de epopeyas<br />
misionales.<br />
Lamas, que editó nuevamente la obra <strong>del</strong> P. Guevara (1873) y, sobre todo, la Historia <strong>del</strong> Paraguay <strong>del</strong> P.<br />
Lozano (1873), a quien no solo llevó a la imprenta, sino que prologó con acentuada consideración al autor.<br />
Lamas fue quien sobre todo valoró profundamente la admirable labor historiográfica que otros de su tiempo<br />
despreciaban debido a sus arrogantes cargas ideológicas. Se sumaron tiempo después Rómulo Carbia y<br />
Ricardo Levillier, quienes reafirmaron el alto contenido erudito y cultural de los cronistas-historiadores de<br />
la Compañía de Jesús.<br />
En el seno mismo de la Compañía de Jesús restablecida, surgió la necesidad de recordar y contar<br />
esa gloriosa Historia de epopeyas misionales por entonces casi olvidada. Fue por ello que en la Congregación<br />
General de 1892, al ser elegido como general de la Compañía de Jesús el español P. Luis Martín, se<br />
le encargó especialmente que inicie una historia integral de la Orden a través de sus Asistencias. Al año<br />
siguiente, se formó el Colegio de Escritores, conocidos como monumentalistas, quienes con residencia en<br />
Madrid y liberados de otros ministerios debían dedicarse a estudiar la historia en forma exclusiva. Incluso<br />
se encomendó a Ludwing Carrez SJ que confeccionara un atlas histórico-geográfico mundial de la Compañía<br />
de Jesús que se publicó en París (Carrez 1900). En Roma sucedió contemporáneamente algo similar<br />
con aquellos que debían ordenar la documentación existente en el generalato y formar el famoso archivo<br />
romano (ARSI). De esta manera apareció a fines <strong>del</strong> Siglo XIX y principios <strong>del</strong> XX un movimiento de historiadores<br />
jesuitas abstraídos a la impostergable necesidad de reivindicar la obra ignaciana en el mundo. Así<br />
surgió la mencionada Monumenta Histórica Societatis Iesu, con las historias de las Asistencias. Para España<br />
y América fue dirigida por Antonio Astrain, para Alemania lo hizo Bernhard Duhr, de Portugal se encargó<br />
Francisco Rodrigues y de Italia el prestigioso Tacchi Venturi. Todos ellos formaron un importante cuerpo de<br />
investigadores con numerosos amanuenses y colaboradores en todo el mundo.<br />
A pesar de las recomendaciones <strong>del</strong> prepósito general Martín de ser críticos y no apologéticos, generalmente<br />
se cayó en esta última particularidad que privó los esfuerzos <strong>del</strong> vigor de la reflexión. Se siguió<br />
con el trabajo y se publicaron varias obras profundas, pero nunca se llegó a concretar la deseada Monumenta<br />
Paraguaya, que sería parte <strong>del</strong> conjunto de provincias americanas y de las que se materializó en sendos<br />
libros la Monumenta Peruana <strong>del</strong> P. Antonio Egaña y la mexicana <strong>del</strong> P. Félix Zubillaga, quedando también<br />
en este caso por hacerse la Monumenta de Nueva Granada, tarea a la que están abocados en la actualidad<br />
los jesuitas José <strong>del</strong> Rey Fajardo y Alberto Gutiérrez.<br />
La obra <strong>del</strong> jesuita español Antonio Astraín (1857-1928) es enorme en contenido y calidad. Se publicó<br />
entre 1902 y 1916 en siete tomos 5 . Uno de sus mayores colaboradores fue el P. Pablo Pastells (1842-1932),<br />
5 Solo de la parte que trata sobre la provincia <strong>del</strong> Paraguay fue reeditada (Meliá 1996).
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 13<br />
quien además publicó su propio trabajo, consistente en una monumental recopilación de documentos <strong>del</strong><br />
Archivo de Indias, obra en cinco tomos aparecida entre 1912 y 1933 que fue continuada por el P. Francisco<br />
Mateos que agregó tres tomos (Page 1999). Aunque en el Archivo de los Jesuitas en Granada permanecen<br />
las fichas originales <strong>del</strong> P. Pastells por las que se podrían publicar varios tomos más.<br />
Sobre los estudios de la antigua provincia jesuítica <strong>del</strong> Paraguay creció la labor con aportes historiográficos<br />
destacables, convirtiéndose en tres pilares fundamentales, los PP. Pablo Hernández (1852-<br />
1921), Carlos Leonhardt (1869-1952) y Guillermo Furlong (1889-1974).<br />
El primero tuvo la iniciativa de traducir y completar la obra de Charlevoix-Muriel y luego dar a conocer<br />
un libro sobre la expulsión de los jesuitas, para completar su labor con su famosa obra Organización<br />
social de las doctrinas guaraníes (1913), donde enfáticamente se puso en consideración la “epopeya jesuítico-guaraní”.<br />
El alemán Leonhardt, quien insistió en la formación de la Monumenta Paraguaya, dedicó gran<br />
parte de su labor historiográfica a traducir <strong>del</strong> latín las Cartas Anuas, pero sólo pudo publicar las <strong>del</strong> periodo<br />
1609-1637 en dos voluminosos tomos aparecidos en 1927 y 1929. Continuó su tarea el Dr. Ernesto Maeder,<br />
quien, en las últimas dos décadas <strong>del</strong> siglo XX, alcanzó a publicar hasta la Anua de 1654. Finalmente, el<br />
P. Furlong nos exime de todo comentario ante la conocida y también monumental obra de la que somos<br />
depositarios y que marcó una historiografía abierta al conocimiento y profundización de diversos temas<br />
(Geoghegam 1975).<br />
Estos tres historiadores jesuitas <strong>del</strong> siglo XX, si bien no fueron los únicos, realizaron valiosas contribuciones<br />
historiográficas en un afán de persistencia y búsqueda de reconocimiento de un pasado verdaderamente<br />
glorioso para el mundo católico. Sus textos se sumaron a la construcción de un archivo excepcional<br />
en Buenos Aires, lamentablemente en gran parte desaparecido ante la desidia de la Orden por<br />
conservar “papeles antiguos”. No era casual que los libros de Furlong –según relató su editor en un homenaje<br />
póstumo al historiador- no se vendieran, pues aún en la década <strong>del</strong> setenta <strong>del</strong> siglo pasado persistía<br />
cierto rechazo a los tiempos pasados de la Compañía de Jesús. Por ello, el interés por esa Historia comenzó<br />
a valorizarse paralelamente en investigadores extranjeros, como el protestante Magnus Morner, e incluso<br />
jesuitas, como el suizo Félix A. Plattner SJ y otros, que tempranamente aparecieron con sus trabajos en la<br />
década de los cincuenta.<br />
En Argentina, a partir de las incursiones en el tema <strong>del</strong> mencionado Maeder, se abrió un inmenso<br />
abanico que llega hoy a un <strong>número</strong> enorme de historiadores dedicados a la historia de la antigua Compañía<br />
de Jesús. Igualmente pasó en Paraguay a partir de los trabajos <strong>del</strong> jesuita español Bartomeu Meliá, discípulo<br />
<strong>del</strong> P. Antonio Guash y <strong>del</strong> etnólogo León Cadogan. Mientras en Brasil se destaca el P. Ignacio Schmitz SJ,
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 14<br />
Parte gráfica <strong>del</strong> informe <strong>del</strong> ingeniero Julio Ramón de Cesar de 1788 sobre la desaparecida<br />
iglesia de los jesuitas de Asunción, donde se puede observar el sistema constructivo de la<br />
cubierta y su propuesta de consolidación estructural (Page 2011b).<br />
que dirige el prestigioso Instituto Anchietano de Pesquizas, siguiendo las huellas de jesuitas como Serafín<br />
Leite que en la década <strong>del</strong> 50 escribió las Cartas do Brasil e Historia da Compania de Jesus no Brasil. También<br />
han sobresalido Arnaldo Bruxel SJ, Arno Kern, Regina Gadhela y muchos otros.<br />
4. Las primeras demoliciones e intervenciones arquitectónicas en la región guaranítica<br />
Inmediatamente después de la expulsión, las monumentales construcciones jesuíticas sufrieron también<br />
un desprecio ideológico notable y manifiesto en varios ejemplos, como cuando se demolió la iglesia<br />
jesuítica de Asunción a pesar <strong>del</strong> contundente informe <strong>del</strong> ingeniero Julio Ramón de César, firmado en el<br />
verano de 1788, que bregaba por la conservación <strong>del</strong> edificio, aunque le valió la desacreditación de sus<br />
colegas. También la espléndida iglesia de Trinidad, fue motivo para que se le demoliera caprichosamente<br />
su frontispicio, pues su magnificencia se consideraba una afrenta y bien podían ser usadas las piedras para<br />
otras construcciones. Las consecuencias de esta arbitrariedad perpetrada en 1774, fue motivo para que se<br />
derrumbara su bóveda, con serios daños en la cúpula (Page 2011b). Pero con el transcurrir de los años ya<br />
no hubo que forzar demoliciones, sino que el mismo tiempo se encargó de condenar a ruinas la mayoría de<br />
los monumentos.<br />
De tal forma que las reducciones jesuíticas guaraníes corrieron diversos destinos al quedar desprotegidas<br />
con la pérdida de los religiosos y sobre todo bajo el acecho también de los portugueses que<br />
continuaron saqueándolas impunemente hasta apoderarse de gran parte <strong>del</strong> territorio que ocuparon luego<br />
<strong>del</strong> Tratado de San Ildefonso (1777). En ese contexto surgió como líder un caudillo mestizo llamado Andrés<br />
Guacurarí (Andrecito), ahijado de José Gervasio de Artigas, que contuvo por un tiempo los arrebatos. Pero,<br />
finalmente, algunas tierras fueron incorporadas al Brasil y otras vendidas a los terratenientes de la región.<br />
Posteriormente, los sitios fueron una y otra vez escenarios de guerras que destruyeron aún más lo poco que<br />
quedaba.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 15<br />
Anagrama de Jesús que se encuentra en el Museo Histórico Nacional de Buenos<br />
Aires desde 1901.<br />
La valoración de las ruinas jesuíticas de guaraníes tuvo en primera instancia una apreciación ligada al<br />
punto de vista arqueológico, aunque desde una visión positivista, donde los restos constituían una curiosidad<br />
de un pasado considerado en su tiempo como retrógrado. Los primeros pasos los dio el director <strong>del</strong><br />
Museo de Ciencias Naturales de La Plata, Francisco P. Moreno, quien envió en 1888 al naturalista Adolfo de<br />
Burgoing a los fines de recolectar material arqueológico en las reducciones de San Ignacio Miní, Mártires,<br />
Santa María Mayor, Loreto, Concepción y Apóstoles. Le siguieron al poco tiempo Eduardo Holmberg (1887)<br />
y Juan Ambrosetti (1893-1895). Cada uno publicó sus impresiones y de ellas se destaca la <strong>del</strong> agrimensor<br />
Juan Queirel (1897), quien fue enviado a <strong>del</strong>inear una colonia agrícola, visitando varias reducciones. Al poco<br />
tiempo publicó una detallada relación de San Ignacio Miní, adjuntando un relevamiento, croquis y fotografías.<br />
Estas primeras exploraciones y el conocimiento de sus resultados a través de importantes libros iniciaron<br />
un debate en cuanto a la recuperación de las mismas, postura sostenida sobre todo por Ambrosetti<br />
y Queirel, quienes no fueron escuchados por el presidente Carlos Pellegrini, que ordenó en 1901 el traslado<br />
a Buenos Aires de una de las mayores piezas <strong>del</strong> conjunto, como es la gran piedra con el anagrama de Jesús<br />
que se ubicaba en el zócalo de la fachada de San Ignacio Miní (hoy en el Museo Histórico Nacional de<br />
Buenos Aires). No obstante, el sitio fue limpiado de malezas, estableciéndose un cuidador y comenzando<br />
a tomar popularidad luego que el gobierno nacional le encargó a Leopoldo Lugones en 1903 un libro sobre<br />
las reducciones jesuíticas.<br />
La primera legislación para la protección de las ruinas se dictó en 1906 al declarárselas Reserva<br />
Fiscal, quedando administrada por el Ministerio de Agricultura de la Nación. El decreto se extendió en 1922<br />
pero no incluyó la totalidad <strong>del</strong> sitio de San Ignacio, mientras al año siguiente se cercaron las ruinas, al<br />
tiempo que el pueblo adjunto iba creciendo.<br />
No obstante, con estas mínimas prevenciones, los saqueos se continuaron, ya no sólo a objetos de<br />
valor artístico que terminaban en colecciones privadas o depósitos de museos lejanos, sino también a levantar<br />
nuevos poblados con las antiguas piedras talladas. De esta manera, fueron más los pueblos que
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 16<br />
El arquitecto Carlos L. Onetto en la tarea de reposición <strong>del</strong> ángel de la fachada de San Ignacio Miní.<br />
desaparecieron que los que algo conservaron, y que lo hicieron gracias a la selva que, si bien en principio los<br />
deterioró, en definitiva, terminó protegiéndolos <strong>del</strong> hombre, destructor por antonomasia.<br />
En Argentina, la valoración y conservación de los monumentos coloniales que se inició con la creación<br />
de la Comisión Nacional de Monumentos (1938) incluyó las obras de los jesuitas y fue un paso fundamental.<br />
Aquí fue cuando la valoración de los bienes materiales comenzó a profundizarse, justamente ante<br />
la afirmación de los avances en el conocimiento histórico.<br />
No podemos dejar de soslayar que las primeras intervenciones arquitectónicas de valoración <strong>del</strong><br />
monumento como tal nacieron con un sentido de jerarquización o enriquecimiento de una arquitectura<br />
considerada vetusta. Esto se vislumbra claramente en las obras de refacción <strong>del</strong> siglo XIX <strong>del</strong> claustro de la<br />
Universidad de Córdoba, como veremos en particular.<br />
La intervención <strong>del</strong> arquitecto Mario J. Buschiazzo en 1938 fue decisiva. Visitó las ruinas y elevó un<br />
<strong>completo</strong> informe al presidente de la Comisión Nacional de Monumentos, Dr. Ricardo Levene, abogando<br />
por una intervención urgente. Se comenzó con un plan integral de restauración y San Ignacio fue declarado<br />
Monumento Histórico Nacional en virtud de la ley 12.665. Buschiazzo formó un pequeño grupo de profesionales<br />
y envió al arquitecto Jorge A. Cordes, quien trabajó hasta su renuncia en 1940. A partir de entonces<br />
y hasta 1948, se hizo cargo de las obras el arquitecto Carlos Luis Onetto.<br />
Medio siglo después de la intervención arquitectónica, mo<strong>del</strong>o por entonces, y que verdaderamente<br />
hizo escuela en el país, Onetto (2000) publicó sus memorias recordando las vicisitudes que comenzaban<br />
con sólo llegar al lejano sitio, adquisición de materiales y reclutamiento de mano de obra. Los criterios
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 17<br />
Detalle la iglesia de San Miguel en el grabado de Alfred Demersay (1846).<br />
de intervención adoptados siguieron la consolidación de las ruinas manteniendo su autenticidad, valor y<br />
significados que cómo tal tenían. En contados casos, se rearmaron muros desplomados o en riesgo de<br />
desmoronamiento, mientras que la fachada fue restaurada por anastilosis, destacándose el hallazgo <strong>del</strong><br />
gran ángel caído que se ubicaba <strong>del</strong> lado derecho, donde fue restablecido. Pero algunos problemas comenzaron<br />
a aparecer en 1971, cuando se desplomó parte <strong>del</strong> muro lateral de la iglesia. Recién en 1996 un<br />
especialista español detectó la falta de argamasa orgánica original entre las piedras. Fue entonces cuando<br />
el organismo nacional encargado de su conservación contrató al ingeniero Juan María Cardoni, quien contrariamente<br />
encontró la respuesta introduciendo morteros de cemento y cal entre los muros y micropilotes<br />
de hormigón armado. Obviamente, a los cinco años se produjeron fisuras que, en definitiva, reafirman la<br />
falta de investigación histórica, pues desde la época jesuítica los muros tuvieron problemas de estabilidad<br />
(Levinton 2009: 39-42).<br />
En esta misma década, se intervino en Loreto y Santa Ana (Argentina) que hasta ese momento se<br />
hallaban inmersos en un ecosistema natural surgido desde que se abandonaron los pueblos. Desmontes,<br />
desmalezamientos e intervenciones arqueológicas puntuales, como la residencia, templo y capilla de Loreto,<br />
terminaron siendo abandonados. Pero aún quedaron oscurecidos ante la permisividad que se dio en<br />
Santa Ana donde en su ingreso se construyó una fábrica de yerba que incluso fue creciendo en instalaciones<br />
hasta la actualidad, levantadas sobre el antiguo sector de viviendas indígenas. Minimizadas quedan<br />
estas intervenciones cuando para la misma época se construyeron ostentosos centros de interpretación
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 18<br />
El arquitecto Lucio Costa (1902-1998) y el museo de San Miguel.<br />
o de visitantes a costos altísimos y sobre sectores arqueológicos. Escandaloso testimonio de despilfarro,<br />
testigo de una época que siguió sumiendo a los valiosos restos en su persistente ansiedad por desaparecer<br />
(Poenitz y Snihur 1999).<br />
La conciencia por recuperar el patrimonio jesuítico fue paralela en Brasil, especialmente en la reducción<br />
de San Miguel que fue abandonada como iglesia en 1828 y casi dos décadas después fue representada<br />
por Alfred Demersay (1860-1864), tal como la dibujara José María Cabrer en 1784 pero en desesperantes<br />
ruinas y poco antes <strong>del</strong> incendio que destruyó la cubierta cinco años después (Gutiérrez 2003:<br />
324). Tiempo que -como en otros sitios- se publicaron impresiones de viajeros, especialmente de los demarcadores<br />
de límites. Después de un poco más de un siglo, se comenzó a pensar en la restauración <strong>del</strong><br />
monumento, quedando a cargo de la Directoria de Terras da Secretaria do Estado e Obras Publicas y, desde<br />
1937, <strong>del</strong> Serviço de Patrimônio Histórico e Artístico Nacional (IPHAN), año en que se declaró a San Miguel<br />
como Patrimonio Nacional. Entre el grupo fundador de aquella institución se encontraba el arquitecto Lucio<br />
Costa (1902-1998) quien realizó un <strong>completo</strong> informe técnico sobre la situación de los edificios. Inmediatamente<br />
se designó al arq. Lucas Mayerhofer que trabajó en un proyecto de intervención integral, ante<br />
un edificio que amenazaba el desmoronamiento de la torre a partir de una profunda grieta que presentaba<br />
la misma. Para ello, se desmontaron las piezas de mampostería y luego se reubicaron (Mayerhofer 1969),<br />
mientras quien fuera el autor <strong>del</strong> Plan Piloto de Brasilia proyectó el Museu das Missões (1940) con una sobriedad<br />
impecable.<br />
En 1954, se realizaron nuevas obras de consolidación, intensificándose los estudios científicos e incluso<br />
de valoración de la arquitectura jesuítica (Smith 1962). En tanto, en 1970, se incorporaron al patrimonio<br />
nacional los sitios arqueológicos de San Juan Bautista, San Lorenzo Mártir y San Nicolás, parte de aquellos<br />
siete pueblos en disputa por 1750. A partir de entonces, se hizo cargo de los sitios el profesor Julio Curtis,<br />
cuando se comenzaron a estudiar sistemáticamente los restos arqueológicos y la regulación urbana de sus<br />
entornos. La actividad no cesó y, una década después, se hizo cargo el arquitecto Fernando Machado Leal,<br />
tiempo en que se incorporó San Miguel al Patrimonio Mundial, continuando las obras de conservación el<br />
arq. Luiz Antônio Bolcato Custódio y, sobre todo, Vladimir Fernando Stello, quien se instaló en San Miguel<br />
como jefe técnico (Bolcato Custódio –Stello 2007 y Stello 2005).<br />
En Paraguay, todo fue un tanto diferente, pues la mayoría de las reducciones fueron saqueadas e<br />
incendiadas, conservándose sólo algunas pocas. Sin embargo, el mayor legado fueron las innumerables esculturas<br />
que han llegado hasta hoy. Llama la atención esto, pero se explica en testimonios de principios <strong>del</strong><br />
siglo XIX que expresan claramente que los indios decidieron irse de las reducciones y vivir en la inclemen-
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 19<br />
La Anunciación en la Capilla de Loreto de la desaparecida<br />
reducción de Santa Rosa (Paraguay).<br />
cia, pero llevando todas las imágenes de las iglesias a la selva. Y esas imágenes hoy restituidas se exhiben<br />
en varios museos como el de Santiago, Santa Rosa, Santa María de Fe y San Ignacio Guazú, donde sólo se<br />
han conservado las excepcionales esculturas como único testimonio <strong>del</strong> legado jesuítico. Aunque destaquemos<br />
que en la década de los sesenta se limpió de escombros la reducción de Jesús y en 1973 se realizó<br />
un relevamiento planimétrico <strong>completo</strong> <strong>del</strong> área. De tal forma que recién entre 1981 y 1985 se realizaron<br />
intervenciones de consolidación, limpieza química y sellado de pilares y fachadas. En la siguiente década<br />
y con la participación de especialistas españoles financiados por la Agencia Española de Cooperación Internacional<br />
(AECID), se apuntalaron muros de la residencia y talleres, además de confeccionarse un nuevo<br />
relevamiento planimétrico que incluyó un informe medioambiental y un estado general de la reducción,<br />
donde se detectaron varias decenas de patologías. En tanto que la reducción de Trinidad se realizaron similares<br />
trabajos de conservación entre 2002 y 2006. No obstante, las intervenciones arquitectónicas de los<br />
edificios que se conservaron han tenido variadas respuestas técnicas que alcanzan la reconstrucción de la<br />
reducción de San Cosme y San Damián, llevada a cabo con el patrocinio de “Missions Prokur” Nurember<br />
y <strong>del</strong> DIGETUR (hoy Secretaría Nacional de Turismo SENATUR) en 1978 y el acuerdo de la ex prelatura<br />
de Encarnación. Recientemente se le incorporó un cuestionado edificio como Centro de Interpretación
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 20<br />
– Planetario, donde supuestamente trabajó el jesuita Buenaventura Suárez. Mención especial merece el<br />
rescate de la magnífica capilla de Loreto, conservada en el desaparecido pueblo de Santa Rosa fundado en<br />
1698, quemado a fines <strong>del</strong> siglo XIX, donde se destacan sus pinturas murales y las <strong>del</strong>icadas esculturas de<br />
la Anunciación <strong>del</strong> artista José Brasanelli (Sustersic 2010).<br />
5. Las reducciones de chiquitos<br />
El arquitecto Hans Roth (1934-1999)<br />
junto a un busto <strong>del</strong> P. Schmid.<br />
Como parte de la antigua provincia jesuítica <strong>del</strong> Paraguay, la región habitada por los chiquitos se ubica<br />
en el corazón de América Latina, sobreviviendo primero a los ataques de los bandeirantes portugueses y<br />
luego a la codicia de los españoles. No obstante, los motivos principales de su relativa conservación fueron<br />
en primer lugar su aislamiento y luego la perseverancia <strong>del</strong> historiador de arte suizo Félix A. Plattner (1906-<br />
1974), quien quedó maravillado con la obra <strong>del</strong> jesuita Martin Schmid, compatriota inmigrante de aquellos<br />
gloriosos días fundacionales, autor de la mayor parte de las iglesias reduccionales. Pero, anteriormente,<br />
don Plácido Molina Barbery fue quien por 1943 trabajó en la demarcación de los límites de Bolivia con el<br />
Brasil. Fotografió cada rincón de San Ignacio, Santa Ana y San Rafael, conformando un valioso material<br />
gráfico que fue sustancial a la hora de intervenir en los históricos templos. Pero insistimos que fue decisivo<br />
el viaje por América <strong>del</strong> jesuita suizo, quien a su regreso publicó varias obras 6 .<br />
Con los años, Plattner alcanzó el cargo de procurador de la Compañía de Jesús en Zurich. Fue entonces<br />
cuando en 1972 hizo una convocatoria para salvar la iglesia de San Rafael (en coincidencia con el año <strong>del</strong><br />
bicentenario de la muerte <strong>del</strong> P. Schmid) y envió a Bolivia al arquitecto también jesuita Hans Roth (1934-<br />
1999), quien se puso a trabajar junto con los indios. Pero los superiores de la Compañía de Jesús le habían<br />
ordenado regresar a Europa a los seis meses de arribado y el joven jesuita no obedeció, ante la admiración<br />
que le causaron estas maravillas, que le hicieron tomar la valiente medida de renunciar al Instituto e instalarse<br />
hasta su muerte en los pueblos chiquitanos.<br />
La decisión y labor de Roth fue admirable. Creó talleres de restauración especialmente levantados<br />
para las obras de las iglesias que hicieron los mismos indios. Procuró igualmente talleres de construcción<br />
6 Recordemos algunas de sus trabajos como Der grosse Dr. Tang, Jesuit und Mandarin (Saarbrücken, 1936). Ein Reisläufer<br />
Gottes. Das abenteuerliche Leben des Schweizerjesuiten P. Martin Schmid aus Baar (1694-1772) (Lucerna, 1944). Jesuiten zur See. Der<br />
Weg nach Asien (Zúrich, 1946) [Jesuitas en el Mar (Buenos Aires, 1952)]. Pfeffer und Seelen (Einsie<strong>del</strong>n, 1955). Genie im Urwald. Das<br />
Werk Auslandschweizers Martin Schmid aus Baar (1694-1772) (Zúrich, 1959). Deutsche Meister der Barock in Südamerika im 17. und<br />
18. Jahrhundert (Basilea, 1960). Indien (Maguncia, 1963).
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 21<br />
Interior de la iglesia de San Javier en Chiquitos.<br />
Foto: Fernando Allen.<br />
de instrumentos musicales, debido a la afición tan grande que tenían los indios por la música. Y eso no era<br />
casual, pues Roth halló en el coro de la iglesia de San Rafael unos libros con tapas hechas con folios encolados<br />
que eran partituras de música, algunas compuestas por el célebre jesuita Domenico Zípoli, que había<br />
sido organista <strong>del</strong> Gesu en Roma, muriendo en Córdoba (Argentina) en 1726. Otras 1.500 partituras fueron<br />
descubiertas en la casa parroquial de Santa Ana, junto a numerosos instrumentos musicales. A la asombrosa<br />
colección se sumaron obras de varios compositores jesuitas de la época y músicos contemporáneos,<br />
como el mismo Martin Schmid, Julián Knogler, Franz Brentner, Julián Vargas, Bartolomé Massa, Arcángelo<br />
Corelli y Nicola Calandro. A partir de este monumental hallazgo, se creó el Archivo Musical de Chiquitos en<br />
Concepción, con 5.500 folios de partituras musicales, que dieron origen al famoso Festival Internacional de<br />
Música Renacentista y Barroca Americana que se convoca periódicamente desde 1996.<br />
La primera obra de Roth fue la restauración de la emblemática iglesia de San Rafael en base a un<br />
proyecto de los arquitectos Georg e Ingrid Küttinger. La obra se comenzó en 1972 y se concluyó una década<br />
después. Incluyó el tallado de nuevos horcones colocados sobre cimientos de hormigón, se cambiaron las<br />
vigas y tijeras dañadas y se renovaron las pinturas murales.<br />
Entre 1974 y 1982 restauró la iglesia de Concepción, donde se reemplazaron todas las maderas.<br />
Paralelamente, y desde 1979 y hasta 1985, Roth restauró la iglesia de San Miguel, junto al carpintero Alois<br />
Falkinger, donde se tallaron nuevamente los horcones colocados también sobre cimientos de hormigón,<br />
además de cambiar vigas, tirantes y tijeras. Es interesante destacar aquí que algunas pinturas murales<br />
debieron ser desprendidas de los muros porque amenazaban desplomarse, y luego de reparadas fueron<br />
vueltas a colocar. En Concepción, en cambio, las pinturas originales no pudieron ser salvadas y se hicieron<br />
nuevamente.<br />
En 1987 emprendió la restauración de la iglesia de San Javier sustituyendo vigas y tijeras dañadas<br />
al igual que las tallas de los horcones. Al año siguiente, se comenzó el proyecto de San José donde fundamentalmente<br />
se demolieron los edificios anexos y se reemplazaron los horcones y maderas interiores.<br />
En 1995 inició la obra de San Ignacio y desde 1996 se sumaron al arquitecto Roth los colegas Eckart
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 22<br />
Detalle <strong>del</strong> proyecto de pórtico de una de las tres propuestas que realizó<br />
el arquitecto Juan Kronfuss en 1914 para la conclusión de la fachada de<br />
la Iglesia jesuítica de la ciudad de Córdoba.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 23<br />
Kühne, Patrick Walter, José Luis Cabezas y Javier Mendoza en la restauración integral de Santa Ana. Esta<br />
vez se reutilizan los horcones, colocándose también sobre bases de hormigón, además de la restauración<br />
de pinturas murales, retablos, mobiliario, órgano, imágenes y el piso cerámico original.<br />
Pintura, escultura, artesanías, arquitectura y música eran el contexto donde se desarrollaron estas<br />
reducciones jesuíticas que buscaban establecer un mundo diferente. Hoy son los únicos testimonios construidos<br />
y en pleno uso <strong>del</strong> mundo de aquella epopeya Ignaciana.<br />
Todo este legado recuperado por Roth en casi tres décadas y sin apoyo oficial, se convirtió en uno<br />
de los más ambiciosos y sostenidos proyectos de restauración de Hispanoamérica. Obras que tuvieron<br />
como trasfondo un profundo sentido social, pues no solo se preservaron los monumentos, sino que también<br />
se construyeron viviendas y escuelas, museos y archivos. Pero fundamentalmente se crearon estructuras<br />
organizativas y de desarrollo de los pueblos indígenas, quienes sintieron profundamente la verdadera<br />
recuperación de sus identidades culturales. La impecable restauración arquitectónica fue sólo una excusa<br />
para volver a dar vida a las comunidades chiquitanas (Page 2008).<br />
6. El patrimonio jesuítico de Córdoba (universidad y estancias)<br />
Los inicios de la valoración de la arquitectura jesuítica en Córdoba, que conserva el edificio de la universidad<br />
y varias estancias, tuvieron el sentido de ampliar y jerarquizar de ámbitos deteriorados por el<br />
tiempo. Las obras de la universidad desarrolladas en el siglo XIX se las pensó con una nueva imagen institucional,<br />
incorporándole el lenguaje en boga. Pisos y zócalos de mármol, decoraciones en muros que<br />
incorporaban “puertas fingidas”, rejas encerrando jardines, y sobre todo la definición de su propio espacio,<br />
desprendiéndola <strong>del</strong> sector religioso y <strong>del</strong> Convictorio, convertido en escuela secundaria.<br />
Con la iglesia en cambio surgieron otras vías tendientes a “jerarquizarla”. Efectivamente, al celebrarse<br />
en 1914 el primer siglo de la restauración de la Orden al mundo católico, se pensó en construir una nueva<br />
y elegante fachada. Con ello se inició un rico debate sobre la posibilidad que la fachada estuviera inconclusa<br />
y que había que terminarla. Se hicieron varias propuestas, pero el dinero no alcanzó y la “nueva fachada”<br />
felizmente solo quedó en proyecto.<br />
Este primer período de valoración por la búsqueda de la jerarquización va a tener una concreción<br />
importante en las reformas <strong>del</strong> Colegio Monserrat, adjunto al ámbito de la universidad y que en tiempos<br />
de los jesuitas conformaba una sola unidad arquitectónica y funcional. Luego de separados, las reformas<br />
involucraron sobre todo una renovación <strong>del</strong> lenguaje exterior <strong>del</strong> edificio que se adscribió a un neorrena-
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 24<br />
cimiento español que superaba las expectativas que demandaban aquellos años en acercarse a la época<br />
colonial como lenguaje arquitectónico nacional. El autor <strong>del</strong> proyecto fue el arquitecto Jaime Roca.<br />
Al igual que con las reducciones de guaraníes, la creación de la Comisión Nacional de Monumentos,<br />
tuvo especial influencia en la valoración de los monumentos de Córdoba. Contó con los mismos protagonistas,<br />
sobresaliendo la figura <strong>del</strong> arquitecto Onetto quien tuvo a su cargo las intervenciones de la iglesia<br />
jesuítica de la ciudad y la estancia de Jesús María que se convirtió en museo gracias a la insistencia y donación<br />
de una importante colección de arte jesuítico <strong>del</strong> P. Oscar Deidremie SJ. En el primer caso va a ser<br />
una intervención inconclusa, aunque tuvo importantes logros como la recuperación de la fachada cubierta<br />
con revoque en 1914. No se avanzó con el proyecto de restauración interior que incluía, entre otras muchas<br />
realizaciones, el embutido de la instalación eléctrica y paradójicamente dos décadas después ocasionó un<br />
incendio con la pérdida de las pinturas originales <strong>del</strong> techo.<br />
El gobierno provincial comenzó a involucrarse en la preservación de los bienes jesuíticos desde la<br />
creación de la Dirección de Historia, Letras y Ciencia en 1969, sucesora de la Comisión Honoraria Asesora<br />
de Protección de los Valores Artísticos y Arquitectónicos que presidía el arquitecto Jaime Roca. Desde<br />
aquel entonces, el arquitecto Rodolfo Gallardo se abocó a la recuperación edilicia y funcional de las estancias<br />
de Caroya y Can<strong>del</strong>aria. Mientras que la de Alta Gracia tuvo injerencia total el gobierno nacional a partir<br />
de su expropiación en 1968. No obstante, inexplicablemente y para la misma época, se dejaron demoler las<br />
ruinas de la estancia de San Ignacio en Calamuchita, hoy prácticamente desaparecida.<br />
En la intervención de Alta Gracia, el empleo de la ciencia arqueológica fue relevante pues, siguiendo<br />
el ejemplo de Jesús María, se realizaron importantes hallazgos, aunque recién los restos hallados fueron<br />
catalogados veinte años después.<br />
Esta serie de recuperaciones, lentas y cargadas de conflictos, igualmente derivaron en el reconocimiento<br />
de la UNESCO en 2000, aunque luego de esta distinción se llevaron a cabo intervenciones inconsultas,<br />
en el mayor de los casos, que afectaron la originalidad de varios monumentos. Tal el caso de Santa<br />
Catalina, hasta la actualidad propiedad privada y donde se reemplazó la totalidad de revoques, o en la<br />
misma manzana jesuítica, que también se destruyeron revoques originales para dejar los muros de piedra<br />
a la vista, amén de la incorporación de objetos extraños a la arquitectura original, como la amplia escalera<br />
de ingreso a la Biblioteca Mayor. Incluso la estancia de Alta Gracia recibió la incorporación en 2006 de una<br />
construcción para baños que afectan directamente al monumento (Page 2011c). O peor aún, cinco años<br />
después se levantaron los pisos de la iglesia para incorporar un sistema de losa radiante que arrasó con tres
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 25<br />
niveles de pisos superpuestos y todos los restos óseos allí depositados.<br />
PÁGINA ANTERIOR. Izq.: Detalle <strong>del</strong><br />
pórtico neorrenacentista español <strong>del</strong><br />
Colegio Monserrat <strong>del</strong> arquitecto Jaime<br />
Roca (1928). Centro: La iglesia de<br />
la Compañía de Jesús de Córdoba en la<br />
actualidad luego de la restauración <strong>del</strong><br />
arquitecto Carlos Onetto. Dcha.: Iglesia<br />
de negros de la estancia jesuítica de<br />
Alta Gracia.<br />
EN ESTA PÁGINA: Intervención en la<br />
iglesia de Santa Catalina en 2000 donde<br />
se reemplazó íntegramente el revoque<br />
se la fachada<br />
7. Otros testimonios de un olvidado legado jesuítico arqueológico y<br />
desmaterializado<br />
Hoy nos resulta de particular interés el resto de ese inmenso legado jesuítico, que no se circunscribe<br />
sólo a lo material manifestado en diversas tipologías arquitectónicas, urbanas y artísticas. Dispersos por<br />
gran parte <strong>del</strong> territorio que ocuparon, se encuentran testimonios arqueológicos de más de treinta reducciones<br />
jesuíticas (Page 2012), además de una decena de colegios y residencias con una importante cantidad<br />
de estancias que los sustentaban.<br />
Efectivamente, el accionar de los jesuitas no se limitó al área guaraní-chiquitos en su plan de evangelización,<br />
ni tampoco su Colegio Máximo con sus estancias fue la única institución educativa. Para el caso de<br />
otras reducciones, tanto en el siglo XVII como en el XVIII, los jesuitas tuvieron diversas experiencias misionales<br />
en las provincias de Neuquén, Buenos Aires y Córdoba, como a su vez en la extensa región chaqueña,<br />
hasta el sur de Bolivia y noroeste argentino.<br />
Cada uno de estos emplazamientos presenta características geográficas distintas, íntimamente ligadas<br />
con los habitantes y sus formas de vida, costumbres y sobre todo su lengua. Estaban pobladas por<br />
variadas etnias que sistemáticamente, aunque casi sin orden, rechazaron la conquista española a la que<br />
nunca se subyugaron. Pero allí donde las armas <strong>del</strong> español fracasaron, intervinieron los misioneros para<br />
intentar una dominación pacífica. No siempre alcanzaron los éxitos esperados que, en ocasiones, terminaron<br />
en trágicos desenlaces. La provincia jesuítica <strong>del</strong> Paraguay se insertaba dentro de una ocupación<br />
hispánica que no fue completa y que sólo se desarrolló en los ejes que constituían el Camino Real <strong>del</strong> Perú y<br />
el mesopotámico. El resto <strong>del</strong> territorio lo constituían tres grandes regiones: Chaco, Noroeste y Sur argentino<br />
que jamás los españoles llegaron a ocupar en forma efectiva. Fueron grandes sectores <strong>del</strong> territorio<br />
con una alta resistencia aborigen que no concluyó sino recién en el siglo XIX, con la segunda etapa <strong>del</strong><br />
genocidio indígena de la región.<br />
Las continuas derrotas españolas llegaron a casos de verdaderos estragos, como las duras guerras<br />
calchaquíes que finalmente pudieron doblegar, pero con un costo muy alto. Posteriormente, esta experiencia<br />
inducirá a tomar nuevas estrategias de dominio con la ocupación reduccional. En este sentido y ante los<br />
éxitos que habían alcanzado los jesuitas entre guaraníes y chiquitos en distintas épocas, se recurrió a ellos
08 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 26<br />
Emplazamiento de reducciones en el sur de<br />
Bolivia, Noroeste, Chaco y sur argentino.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 27<br />
para concretar ese proyecto ocupacional inconcluso.<br />
La Compañía de Jesús tuvo sus propias estrategias de evangelización emanadas desde sus Constituciones<br />
y aun con matices locales impresos por misioneros que se adaptaron a la realidad que imponía el<br />
tiempo y espacio. Así lo hizo desde el principio el P. Antonio Barzana.<br />
Este importante grupo de reducciones no tuvo los brillos de las guaraníticas o chiquitanas, pero no<br />
por ello se desarrollaron con menos esfuerzos. Aunque a veces fueron una realidad con futuro promisorio y<br />
otras solo un meritorio intento y con dificultades extremas que bien señaló el P. Cardiel para el caso de las<br />
chaqueñas. La mayoría desaparecieron al poco tiempo, aunque sus emplazamientos perduraron en muchos<br />
casos, en pequeños pueblos hoy existentes como Reducción en Córdoba, o en importantes ciudades<br />
como Reconquista, emplazada sobre el sitio de la reducción San Jerónimo, e incluso capitales provinciales<br />
como Resistencia, donde se ubicaba San Fernando, o Formosa, donde se levantó San Carlos.<br />
Para esta empresa evangelizadora, los jesuitas contaron con los colegios, que no eran meros centros<br />
de enseñanza sino que actuaban como verdaderos centros de operaciones misionales y que se ubicaron<br />
en las principales ciudades hispanas, de donde comenzaban sus misiones volantes y luego financiaban<br />
las reducciones. A partir de los colegios y residencias se estructuraron una serie de propiedades urbanas y<br />
rurales que reunieron a miles de esclavizados africanos, ocupando extensos territorios de producción variada<br />
para el sustento de estas instituciones educativas y misionales.<br />
Se han contabilizado para la época de la expulsión diez colegios y seis residencias que contenían<br />
cada una entre al menos cuatro y dos estancias, lo que constituía un patrimonio económico de valor incalculable<br />
(Maeder 2001). No todo se ha conservado; en el mejor de los casos constituyen restos arqueológicos,<br />
como en las varias reducciones que se han comenzado a excavar 7 , y en una necesaria política de<br />
identificación de sitios a los efectos de evaluar las alternativas de intervenciones particulares.<br />
8. La valoración integral <strong>del</strong> legado jesuítico<br />
Después de casi dos siglos y medio en que persistentemente se ha querido revertir una denostada<br />
imagen impuesta por los borbones, marcada en su momento con los peores calificativos, hoy la gesta de la<br />
antigua Compañía de Jesús se yergue evidentemente triunfadora.<br />
Los estudios historiográficos que durante el siglo XIX y gran parte <strong>del</strong> XX fueron de exclusiva incum-<br />
7 Tal el caso de una de las reducciones de indios calchaquíes <strong>del</strong> siglo XVII, tesis doctoral de Teresa Iglesias en elaboración<br />
por la Universidad de La Plata.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 28<br />
bencia de miembros de la Orden, paulatinamente se ampliaron a un abanico inmenso de disciplinas. La<br />
generosidad de aquellos historiadores jesuitas es aún el recuerdo de los primeros historiadores laicos que<br />
incursionaron en los estudios sobre el pasado misional.<br />
Mientras el enorme legado arquitectónico fue sufriendo un acelerado envejecimiento, la creación de<br />
organismos estatales en diversos países revirtió la situación. Las paulatinas restauraciones de aquel tiempo<br />
fueron insertas en verdaderos planes nacionales promovidos en principio por el arquitecto Buschiazzo en<br />
Argentina y su colega Lucio Costa en Brasil. Más allá de las objetables o no intervenciones de aquella época,<br />
se vislumbra claramente un proyecto integrador de un Estado que comenzaba a comprometerse con<br />
acciones eficaces y concretas. Realizaciones que fueron posibles, también, gracias a la idoneidad y respeto<br />
a representativas e incuestionables figuras que levantaban con convicción las banderas de la defensa de los<br />
monumentos <strong>del</strong> pasado, sin usarlos como estandartes de oportunismo. Luego de este verdadero frenesí,<br />
se produjo una estabilidad en los emprendimientos que volvieron a surgir en la década de 1970, aunque no<br />
con la fuerza que le habían impreso aquellas instituciones en su primera época. Sin embargo, es loable la<br />
participación de los estados provinciales y municipales en nuevos emprendimientos que llevaron a<strong>del</strong>ante.<br />
A fines de 1982, se presentó en la sexta reunión de Patrimonio Mundial en París la inclusión en su<br />
lista de la reducción de San Ignacio Miní. Se insistió al año siguiente, cuando se adjuntó la documentación<br />
requerida a la que se sumó igual pedido para los restos arqueológicos de Santa Ana, Loreto y Santa María<br />
la Mayor. Finalmente, en la octava reunión <strong>del</strong> comité, llevada a cabo en Buenos Aires en 1984, se decidió<br />
inscribirlas en la Lista <strong>del</strong> Patrimonio Mundial. Igual sucedió en el mismo año con la reducción de San Miguel<br />
en Brasil.<br />
En 1990, la UNESCO sumó las seis iglesias de chiquitos, ejemplos únicos de arquitectura en madera y<br />
adobe con amplios y uniformes espacios interiores donde un solo techo cubre tres naves separadas apenas<br />
por <strong>del</strong>gadas columnas. Tres años después, se incorporaron las reducciones de Trinidad y Jesús <strong>del</strong> Paraguay<br />
y, en 2000, el edificio de la universidad de Córdoba y la mayoría de sus estancias.<br />
De tal forma y para finalizar, no podemos dejar de soslayar que, así como se montó un negocio turístico,<br />
paralelamente apareció un negocio entorno a las “restauraciones”, que en muchos casos vieron<br />
dilapidar dineros públicos en honorarios más que en realizaciones concretas por salvaguardar los restos.<br />
Incluso en intervenciones vergonzosas para la especialidad, que siguen negando el significado de restos<br />
arqueológicos que aparecen con una carga simbólica muy grande, pues son el vivo testimonio de la desidia,<br />
de la decadencia y la negación a una Historia que en todos los tiempos causó malestar en algunos sectores.<br />
Tanto las reducciones guaraníticas y chiquitanas como las obras arquitectónicas que dejaron los je-
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 29<br />
El legado jesuítico hoy se encuentra en<br />
la plenitud de reconocimiento, pero con<br />
la sentida ausencia de la autoridad que<br />
impartían los pioneros de su revaloración.<br />
suitas en Córdoba se mantuvieron aisladas como entidades diferenciadas y con una fuerte atracción en sí<br />
mismas debido a sus sistemas de significación. Unas como insignia de la evangelización, la otra como distintivo<br />
de la educación. Aunque paradójicamente tuvieran un estrecho contacto con realidades no tan disímiles.<br />
Funcionalmente, la arquitectura tenía similares patrones de diseño, pero al cambiar los usuarios y<br />
fundamentalmente los realizadores materiales, se imprimió una originalidad particular a ambas entidades.<br />
El legado jesuítico hoy se encuentra en la plenitud de reconocimiento, pero con la sentida ausencia<br />
de la autoridad que impartían los pioneros o fundadores de su revaloración. La especialidad en el marco de<br />
la conservación creció y se expandió, pero ante la falta de un inteligente liderazgo, prevaleció en muchos<br />
casos el autoritarismo de los ejecutores en concordancia a la ahora impasible actitud <strong>del</strong> Estado. •<br />
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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 30<br />
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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 31
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
EL PLAN DE INTERPRETACIÓN<br />
DE LA<br />
ARQUITECTURA<br />
DE COGECES DEL MONTE, VALLADOLID<br />
Roberto Losa Hernández<br />
Alicia Gómez Pérez<br />
PASTORIL<br />
SERCAM, Servicios Culturales y Ambientales S.C. I r.losa@sercam.es<br />
En febrero de 2005 se hizo entrega al ayuntamiento<br />
de Cogeces <strong>del</strong> Monte <strong>del</strong> Plan de Interpretación de la<br />
Arquitectura Pastoril de Cogeces <strong>del</strong> Monte, municipio<br />
localizado en el sector oriental de la provincia de Valladolid,<br />
en un gran espacio físico dominado por extensos<br />
páramos y fértiles valles de fondo plano, donde se identifica<br />
una marcada orientación ganadera ovicaprina en<br />
su economía tradicional desde al menos, de forma documentada,<br />
el siglo XIV, aunque se puede detectar ya<br />
en el siglo XII cuando se configura la organización territorial<br />
<strong>del</strong> entorno de forma estable. Esta dedicación<br />
implicó la construcción de un numeroso conjunto de<br />
chozos y corrales de pastor que fueron precisamente<br />
el objeto <strong>del</strong> estudio al que nos referimos.<br />
Palabras clave: Cogeces <strong>del</strong> Monte, chozos, pastores, arquitectura tradicional.<br />
32
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 33<br />
Con la creación <strong>del</strong> Plan de Interpretación de la Arquitectura Pastoril se pretendían tres objetivos esenciales:<br />
el inventario y recopilación de datos de todo lo relacionado con la arquitectura de pastor en el municipio;<br />
la posterior puesta en valor de aquellos elementos sobre los que se pudiera actuar; y, finalmente,<br />
algo en lo que nos esforzamos en su momento especialmente aún sabiendas de que era un proceso a largo<br />
plazo, trasladar a la población local la importancia de preservar los escasos restos de corrales y chozos<br />
supervivientes. Los dos primeros objetivos se cumplieron satisfactoriamente, el primero en su totalidad<br />
y el segundo, al menos, se puso en macha estableciendo unas bases metodológicas de puesta en valor<br />
determinantes y siempre teniendo en cuenta que el equipo técnico y una parte <strong>del</strong> gobierno municipal lo<br />
consideramos un punto seguido, no final. En cuanto a la tercera cuestión, aún desconocemos su alcance<br />
real. La labor de sensibilización –incluso con proyectos sucesivos-, queremos creer, ha cuajado entre un<br />
gran sector de la población y se ha afianzado mayoritariamente entre los que más inclinación mostraban<br />
hacia la cultura tradicional antes, por supuesto, de que nosotros hiciéramos aparición.<br />
El Plan de Interpretación mostraba en su propio epígrafe una orientación clara: se trataba de investigar<br />
para divulgar. Esa era la finalidad esencial, es decir, el inventario tenía que superar la propia catalogación<br />
para trascender a la socialización de lo descubierto, o más bien, recopilado. En la labor de inventario<br />
se partió de un estudio <strong>del</strong> año 1995 firmado por Consuelo Escribano 1 , que sentaba unas bases tipológicas<br />
y teóricas elementales y recogía un primer inventario de chozos y corrales, y que, sin ser exhaustivo, recopilaba<br />
información de una buena parte de los restos conservados. Fue en el año 1999 cuando tuvimos ocasión<br />
de poder realizar el inventario <strong>completo</strong> de los restos de arquitectura pastoril en Cogeces <strong>del</strong> Monte<br />
en el marco de la colaboración con la Universidad de Valladolid para la redacción <strong>del</strong> Inventario de Bienes<br />
Culturales de la zona afectada por el Proder Duero-Esgueva en el sector oriental vallisoletano. El catálogo,<br />
esta vez sí, integral de los restos se amplió considerablemente, y ya entonces pudimos confirmar la progresiva<br />
ruina y abandono, y hasta firmar el acta de defunción, de algunos ejemplares que Escribano había descrito<br />
cuatro años atrás. Esta incursión en el campo fue, en todo caso, la verdadera base para el desarrollo<br />
<strong>del</strong> proyecto que luego acometería el Ayuntamiento. Las posibilidades de recuperación y puesta en valor<br />
que apuntaban los restos de arquitectura pastoril cogezanos se hicieron más que evidentes, por lo que solo<br />
restaba esperar a que alguien tuviera la sensibilidad y la posibilidad de emprender la aventura. Fue con la<br />
llegada al Ayuntamiento de la primera mujer que asumía labores de gobierno municipal en la localidad,<br />
1 Este informe inédito vio más tarde la luz en forma de dos artículos (Escribano 1996 y 1997) que, junto con un artículo<br />
específico sobre los chozos cogezanos (Olmos 1995), configuraban la única bibliografía disponible.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 34<br />
De los 91 conjuntos que se<br />
podían reconocer en 1904,<br />
apenas restaban quince.<br />
Milagros Arribas 2 , cuando todo comenzó a tomar forma .<br />
En la redacción <strong>del</strong> proyecto, se tomaron como referencia la consecución de unas claves principales:<br />
Había que recopilar lo que ya se sabía, recurriendo a una exigua bibliografía, había que acudir al campo a<br />
recorrer el término municipal acompañados de conocedores <strong>del</strong> terreno para revisar y actualizar los inventarios<br />
anteriores; y, finalmente, había que buscar la forma de que los resultados trascendieran de forma útil<br />
a la población.<br />
Los resultados fueron, en cierto modo, desalentadores, pues se comprendió que de los 91 conjuntos<br />
que se podían reconocer en un mapa de 1904, apenas restaban, en desiguales condiciones de conservación,<br />
quince. No obstante, estos datos empeoraron en investigaciones posteriores a la redacción <strong>del</strong> proyecto,<br />
en las que se tuvo conocimiento mediante la observación de fotografías aéreas <strong>del</strong> llamado Vuelo<br />
americano de 1966 de que los conjuntos visibles superaban los ciento cincuenta (Escribano et al. 2009). Aún<br />
así, francamente, el trabajo fue gratificante, pues tuvimos ocasión de describir e inventariar algunos ejemplos<br />
muy significativos que sólo conocían directamente algunos habitantes locales. El trabajo de campo se<br />
realizó a partir de una ficha de inventario voluntariamente sencilla consistente en los siguientes campos:<br />
1. Nombre con que se conocían los conjuntos pastoriles o en su defecto pago en el que se levantaban.<br />
2. Composición <strong>del</strong> conjunto de arquitectura pastoril –si se trataba de chozo o chozos vinculados a<br />
corrales o sólo se componía de corrales-.<br />
3. Coordenadas UTM con el fin de lograr su localización espacial de forma perfecta.<br />
4. Accesos y distancia al casco urbano –nótese la orientación <strong>del</strong> estudio hacia la visitabilidad de los<br />
restos.<br />
5. Condiciones geográficas –páramo, valle, pinar…-<br />
6. Situación en el paisaje tradicional antes de la Concentración Parcelaria <strong>del</strong> término municipal en<br />
los años 80, tomando como referencia fundamental el ya referido mapa de 1904 y los mapas de ejército<br />
anteriores a las labores de reordenación de las tierras.<br />
7. Estado de conservación.<br />
8. Uso actual. Todos los casos estudiados carecían de uso.<br />
9. Propiedad –con vistas a su posible actuación sobre ellos-.<br />
10. Descripción.<br />
11. Croquis de la planta <strong>del</strong> conjunto.<br />
12. Localización sobre un mapa <strong>del</strong> término municipal 1:25.000<br />
2 Queremos trasladar nuestro agradecimiento personal a doña Milagros Arribas por la confianza depositada en nosotros.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 35<br />
13. Reportaje fotográfico.<br />
El estudio se completaba con los pocos datos que la información oral proporcionó sobre la construcción<br />
de los chozos y corrales y, algo más abundante, sobre su uso desde el segundo cuarto <strong>del</strong> siglo XX, para<br />
abordar un capítulo en el que teníamos especial interés: el de la protección de los conjuntos etnográficos.<br />
En menos de diez años habíamos certificado la desaparición de un chozo –Cabeza la Encina, si bien el<br />
próximo de Los Oliveros no desapareció mucho antes- y la ruina imparable <strong>del</strong> único que conservaba parte<br />
<strong>del</strong> cubrimiento de tierra y elementos vegetales sobre estructura trazada a partir de una gran viga –Chozo<br />
de los Pelechines-. Se trataba –esta vez nuestro objetivo era transmitírselo a la corporación municipal- de<br />
actuar lo antes posible. Para ello se diseñaron una serie de medidas protectoras –tanto para conjuntos arquitectónicos<br />
como para las vías pecuarias que habían quedado descritas en un capítulo independiente-, y<br />
se diseccionó la entonces reciente Ley de Patrimonio Cultural de Castilla y León de 2002 para determinar<br />
las posibilidades que nos ofrecía la legalidad. Evidentemente, en una comunidad con el ingente patrimonio<br />
etnográfico de Castilla y León no parecía prioritario ocuparse de los chozos cogezanos, pero nos sirvió para<br />
que –con la Ley en la mano- el ayuntamiento comprendiera que por su interés etnológico y por ser inmuebles<br />
relacionados con la economía y los procesos productivos <strong>del</strong> pasado formaban parte <strong>del</strong> Patrimonio Cultural<br />
de Castilla y León y por lo tanto estaban protegidos por la ley –con independencia de tener una categoría<br />
superior y más específica-. La misma legislación alertaba de que el Ayuntamiento tenía la obligación de<br />
protegerlos y promover su conservación y conocimiento; que el propio Ayuntamiento debía ser garante de<br />
su conservación directamente dando aviso a la administración de deterioro o peligro de destrucción, etc.<br />
Además, se sugería la posibilidad de ascender en el grado de protección intentando que los conjuntos pastoriles<br />
cogezanos fueran declarados Lugar Inventariado, así como las nulas posibilidades de que pudieran<br />
llegar a ser Bien de Interés Cultural. Evidentemente, todos sabíamos –los miembros <strong>del</strong> ayuntamiento y<br />
nosotros- que la Ley de 2002 tenía el alcance práctico que tenía y que la realidad era que la conservación de<br />
los chozos y corrales situados en tierras particulares estaban –y siguen estando- supeditada a la voluntad y<br />
sensibilidad de los propietarios; de hecho, podemos resumir que, en general, sobreviven porque no suponen<br />
un estorbo demasiado molesto a la maquinaria agrícola ni roban demasiada superficie al cereal. Pero<br />
lo más interesante es que logramos descubrirles una realidad legal que estaba ahí en caso de que se necesitase<br />
recurrir a ella; que si alguien desmantelaba un corral para aprovechar las piedras, la administración<br />
podía actuar, a petición <strong>del</strong> ayuntamiento o de cualquier particular, contra él.<br />
El proyecto, a continuación, se centraba en recopilar esa información y determinar cuál era la mejor
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 36<br />
Chozo de los Pedritos, el más esbelto de todos los conservados.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 37<br />
Choza de los Pelechines. Antes y después de la intervención.<br />
forma de que trascendiera a la población. Tras muchas páginas de objetivos a cumplir, de deseos quiméricos<br />
de colaboración entre agentes locales, de soñar con dotaciones presupuestarias dignas y cuestiones de<br />
semejante índole, nuestra redacción volvía a la realidad proponiendo actuaciones concretas y capaces de<br />
ser asumidas en las circunstancias locales. La ambición de un proyecto perfecto quedaba ya en el ámbito<br />
privado de las disertaciones utópicas de los miembros <strong>del</strong> equipo.<br />
Se planificaron una serie de medidas personificadas para los principales conjuntos de arquitectura<br />
pastoril conservados. Estas medidas pasaban por la reparación de daños estructurales severos, <strong>del</strong>imitación<br />
de un área de protección en torno a los restos libre de actividad agrícola, el trazado de senderos de<br />
acceso, señalización básica, limpieza anual de vegetación intrusa, restitución de tramos de corrales perdidos,<br />
etc. A continuación, se proponían diversos medios para llevar a cabo estas intervenciones, cuyo mayor<br />
inconveniente era obtener el consentimiento de los propietarios de las tierras donde se encontraban los<br />
chozos y corrales –sólo dos son de propiedad municipal-. Como vemos, las medidas, diseñadas con pleno<br />
conocimiento de las posibilidades <strong>del</strong> municipio, no eran excesivamente ambiciosas y, en realidad, su aplicación<br />
hubiera tenido un bajísimo coste al preverse preferentemente su activación mediante el trabajo <strong>del</strong><br />
personal municipal y un sistema mixto a través de cooperantes. Incluso, se llegó a plantear la incorporación<br />
de la actividad dentro de la oferta turística que ofrecía el municipio entonces.<br />
Pero la mayor intervención que planteaba el Plan de Interpretación era la creación de un Parque Etnográfico<br />
de la Arquitectura Pastoril en torno a unos de los conjuntos de propiedad municipal, al que a continuación<br />
nos referiremos. Junto a ello se preveía la edición de un desplegable, de una guía de visita y de un<br />
cartel promocional, así como el diseño global de un programa educativo para escolares.<br />
De todo lo planificado, sólo se llevaron a cabo algunas intervenciones concretas, de las que, precisamente,<br />
la creación <strong>del</strong> Parque Etnográfico, fue la más interesante, según nuestro criterio. Del resto de<br />
actuaciones sobre los diferentes conjuntos, salvo una mínima señalización, al cabo, solo se realizaron las<br />
que afectaban a los dos únicos que estaban en terrenos municipales, Los Hilos y Los Pelechines.<br />
Éste último caso, consistía en un chozo de planta circular (250 cm. de diámetro), alzado rectilíneo<br />
(250 cm. de altura) y cubierta plana fabricada a partir de un entramado de vigas de madera sobre la que se<br />
disponían lajas de piedra caliza, tierra y elementos vegetales. El chozo o, más bien, choza 3 disponía de un<br />
angosto acceso y de una pequeña ventana, y conservaba parte <strong>del</strong> enlucido de barro que impermeabilizaba<br />
el interior de los muros. De los corrales, apenas quedaban restos como para determinar una descripción<br />
3 En la zona se distingue popularmente los chozos, de alzado cónico, de las chozas, de cubrimiento plano, aunque la distinción<br />
no implica diferente funcionalidad sino, más bien, una mera diferenciación tipológica.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 38<br />
En el Chozo <strong>del</strong> Tío Monago se logró instalar una señal<br />
explicativa, pero no retirar el majano adyacente.<br />
mínima.<br />
Las condiciones de conservación eran pésimas, de hecho, antes de la intervención habíamos asistido<br />
al deterioro acuciante de la cubierta hasta prácticamente su desaparición en apenas un año. Dado que las<br />
condiciones de propiedad permitían una actuación rápida, se procedió a la limpieza de derrumbes, consolidación<br />
y reconstrucción de las partes perdidas de los muros, y, finalmente, a la reconstrucción, según los<br />
datos obtenidos de la observación directa hasta hacía unos meses, <strong>del</strong> cubrimiento plano de la construcción.<br />
Este chozo se señalizó mediante un atril explicativo y se identificó dentro de la edición de un folleto<br />
que recogía, entre otras actuaciones, la puesta en valor de los chozos y corrales cogezanos. Igualmente, se<br />
señalizaron dos de los ejemplos señeros de arquitectura pastoril <strong>del</strong> término, ambos de propiedad privada:<br />
Los Pedritos –quizás el ejemplo más esbelto de los conservados- y el chozo <strong>del</strong> Tío Monago.<br />
Por último, y con respecto al chozo de Los Hilos, correspondía éste a un conjunto compuesto de un<br />
chozo de planta circular (3 m. de diámetro) y alzado cónico (5 m. de altura) dispuesto en la intersección<br />
de corrales, de los que se podía reconocer todo su perímetro y altura original en algunos puntos, pero<br />
que presentaba serias deficiencias de conservación que amenazaban con su futura ruina. Las actuaciones<br />
se encaminaron a garantizar la conservación básica de la construcción durante unos cuantos años más y<br />
consistieron en la reparación de pequeñas deficiencias estructurales <strong>del</strong> chozo, especialmente una grieta<br />
vertical en el sector sur o el relleno de pérdidas de material al exterior, en la parte superior de la falsa cúpula.<br />
Igualmente, se procedió a la limpieza interior y exterior. Además, se aplicó mortero tradicional de cal y<br />
arena en aquellas zonas exteriores donde lo había perdido y que estaba afectando a la propia conservación<br />
<strong>del</strong> chozo. Se determinó que tal acción se realizara según las características tradicionales, sin uso de otros<br />
materiales o sustancias. Ello devino en que, precisamente, por no desear aplicar nuevo mortero en las zonas<br />
que aún conservaban el original, se obtuvieran dos coloraciones diferentes que sólo el tiempo se encargará<br />
de igualar. Esta fue una medida ciertamente impopular por cuanto que no se llegaron a comprender<br />
las razones de la actuación que afectaban estéticamente al conjunto. No nos corresponde determinar a<br />
nosotros si fue un acierto o un error –removible y fácilmente subsanable, si fuera el caso-, pero debemos insistir<br />
en que el objetivo principal era la reparación de problemas estructurales mediante el uso de materiales<br />
tradicionales, sin intervenir allí donde no fuera necesario con el fin de prolongar la propia existencia de<br />
la construcción de la forma más original posible; no nos interesaba, en definitiva, acometer una actuación<br />
integral que restase personalidad al conjunto, y sí retomar las medidas correctoras que tradicionalmente<br />
se habían aplicado en la zona, según informantes locales, sobre daños similares en chozos y corrales en los<br />
tiempos en que aún tenían un uso.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 39<br />
Parque etnográfico.<br />
Por su parte, los muros de los corrales fueron reconstruidos en los pequeños sectores más dañados<br />
y reintegrados a su altura original, tomada de varios tramos intactos. En este caso, y a pesar de que los<br />
muros de los corrales se habían edificado con bloques irregulares de caliza dispuestos a hueso, se aplicó un<br />
mortero interior no visible para mayor consistencia de los tramos reconstruidos por recomendación de los<br />
operarios municipales que estaban realizando la obra.<br />
El Parque Etnográfico de la Arquitectura Pastoril se instaló en la parte posterior <strong>del</strong> conjunto de chozos<br />
y corrales de Los Hilos, con el objetivo esencial de configurar un espacio cultural íntimamente ligado<br />
a vestigios pastoriles, en donde el visitante pudiera acceder de una forma lúdica y recreativa a las claves<br />
de la cultura pastoril en la que se integraban los chozos y corrales cogezanos. Con un carácter abierto y un<br />
contenido interpretativo, el parque se diseñó pensando en todos los públicos y bajo la idea de que la experiencia<br />
al final trascendiese en empatía hacia la arquitectura pastoril, lo que, en definitiva, debía propiciar<br />
su conservación y protección.<br />
Por ello, se ideó un espacio abierto, sin vallas ni horarios de visita, en el que, a través de un recorrido<br />
circular que comenzaba y acababa junto al chozo y corrales y siguiendo una sinuosa senda, el visitante<br />
fuera descubriendo paneles explicativos amenos y zonas lúdicas. Se señalizó el Parque en carreteras y caminos<br />
rurales, se adecuó la senda de acceso y se estableció una zona de aparcamiento –conviene señalar<br />
que el Parque se localiza a unos cuatro kilómetros <strong>del</strong> pueblo-. El resto <strong>del</strong> Parque se estructuró en sectores<br />
explicativos que incidían en aspectos tales como por qué había tantos chozos en Cogeces <strong>del</strong> Monte,<br />
cuáles eran las amenazas <strong>del</strong> rebaño, cómo se construía un chozo, sin olvidar las cuestiones tipológicas, de<br />
vida cotidiana…, todo ello de una forma bastante atractiva. Es cierto, no obstante, que nunca se llegaron<br />
a realizar todas las partes <strong>del</strong> proyecto que afectaban al Parque, pero lo que se hizo arrojó unos resultados<br />
sorprendentes.<br />
Las iniciativas ligadas al mundo pastoril han seguido activas a lo largo de los últimos años, siendo<br />
especialmente interesantes las desarrolladas por la Asociación Cultural Arcamadre, que ha promovido pequeñas<br />
muestras de objetos de pastor, charlas, artículos, visitas guiadas o talleres infantiles en el propio<br />
Parque. Más recientemente, ha visto la luz un libro (Escribano et al. 2009) que recoge la totalidad <strong>del</strong> inventario<br />
y otros datos que formaban parte <strong>del</strong> trabajo que hemos detallado, incrementados con nuevas<br />
aportaciones, y que añade un factor más a esa retribución social de lo estudiado a la que al comienzo de<br />
estas líneas nos referíamos.<br />
Estas actuaciones, a la postre, han reactivado el sentimiento de propiedad cultural de la arquitectura<br />
pastoril entre una parte de la comunidad que se había acostumbrado demasiado a convivir con ella, ha
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 40<br />
afianzado el que otro segmento mantenía intacto y ha servido para descubrir este universo a muchos otros.<br />
Pero, sobre todo, todas las actuaciones han servido de justo homenaje, aunque ellos no lo hayan pedido, al<br />
colectivo de los pastores locales en franco y, parece, imparable proceso de desaparición.•<br />
Bibliografía<br />
GÓMEZ PÉREZ, A. y LOSA HERNÁNDEZ (coor.), 2005: Plan de Interpretación de la Arquitectura Pastoril. Estudio<br />
inédito depositado en el Ayuntamiento de Cogeces <strong>del</strong> Monte y desarrollado por el equipo de SERCAM, S.C.<br />
ESCRIBANO, C., CRUZ, P.J., GÓMEZ, A y LOSA, R. 2009: Pastores de la Comarca de la Churrería. Construcciones,<br />
formas de vida y artesanías en Cogeces <strong>del</strong> Monte (Valladolid). Junta de Castilla y León.<br />
ESCRIBANO VELASCO, C. 1996: Arquitectura pastoril en la Churrería I. El Filandar, 8. Zamora.<br />
ESCRIBANO VELASCO, C. 1997: Arquitectura pastoril en la Churrería II. El Filandar, 9. Zamora.<br />
OLMOS HERGUEDAS, E. 1995: Ganadería ovicaprina y arquitectura popular en los límites de la antigua Comunidad<br />
de Villa y Tierra de Cuéllar. Chozos y corralizas en Cogeces <strong>del</strong> Monte. Revista de Folklore, 177. 1995. Valladolid.
08 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 41
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
LA ARQUITECTURA TRADICIONAL DE<br />
ARRIBES<br />
DEL DUERO<br />
(SALAMANCA-ZAMORA):<br />
MATERIAS PRIMAS VEGETALES<br />
José Antonio González<br />
Mónica García-Barruso<br />
Sonia Bernardos<br />
Francisco Amich<br />
Grupo de Investigación de Recursos Etnobiológicos <strong>del</strong> Duero-Douro (GRIRED), Facultad<br />
de Biología, Universidad de Salamanca. I ja.gonzalez@usal.es / amich@usal.es<br />
Para dar a conocer y preservar la arquitectura tradicional<br />
de Arribes <strong>del</strong> Duero (Salamanca-Zamora),<br />
se documenta el uso de plantas como materiales de<br />
construcción. Los habitantes de este territorio usan, o<br />
usaron, 20 plantas (incluidas en 10 familias botánicas).<br />
Las dos especies de mayor importancia son la encina y<br />
la escoba verde. Se analiza cómo varía el conocimiento<br />
tradicional de los informantes según sus características<br />
socio-demográficas. Los hombres de mayor edad<br />
aportan un mayor grado de conocimiento. Los datos<br />
obtenidos reflejan un conocimiento perfecto de los recursos<br />
vegetales y sus propiedades.<br />
Palabras clave: Etnobotánica, conocimiento tradicional, construcción, recursos vegetales, España<br />
42
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 43<br />
Introducción<br />
En un mundo como el actual, crecientemente uniforme en sus aspectos y contenidos culturales, nadie<br />
pone en duda que la arquitectura tradicional constituye un vehículo para mostrar la diversidad y riqueza<br />
cultural de un área geográfica dada. Las construcciones tradicionales pasan a tener no sólo un valor material,<br />
sino que progresivamente adquieren un valor cultural al referirse a la especificidad de un territorio,<br />
comarca o país (Sánchez Marcos 2000, Benito Martín 2005).<br />
La arquitectura tradicional, entendida como el conjunto de construcciones de factura tradicional en<br />
cuanto a formas, materiales y sistemas de construcción, vinculados al entorno geográfico y a los mo<strong>del</strong>os<br />
económicos de los grupos sociales que conforman los distintos poblamientos (Morán Rodríguez 1998), se<br />
caracteriza por construcciones que se realizaban mediante técnicas sencillas, poco costosas, y empleo muy<br />
limitado de materiales, buscando siempre la mejor adecuación al entorno físico. Respeta el medio natural,<br />
a la vez que utiliza en las distintas construcciones los materiales que éste le proporciona, creándose una<br />
imagen de mimetismo con el medio físico circundante, así como de integración en el paisaje de elementos<br />
naturales y humanos (Morán Rodríguez 1998).<br />
La arquitectura popular surge como respuesta a las necesidades y posibilidades de los usuarios en la<br />
zona, no sólo en cuanto a las técnicas constructivas, sino también en lo que respecta al sentido plástico y a<br />
la manera de organización espacial. Los condicionamientos geográficos <strong>del</strong> suelo y clima, no pueden desligarse<br />
<strong>del</strong> contexto material y de infraestructura, que responden en una sociedad determinada, en forma<br />
de adaptación perfecta a sus necesidades. Esta íntima relación con el suelo, el clima, los conocimientos,<br />
la tradición, confiere a esta arquitectura un carácter local (Fernández Álvarez 1991). Los materiales y las<br />
técnicas que ha empleado la arquitectura popular de las diferentes regiones o comarcas españolas dependen<br />
en buena medida de los recursos naturales (geológicos, forestales, etc.) presentes en ellas (ej. Sánchez<br />
Marcos 2000, Rivas González 2011). En España hay una serie de plantas cuyo aprovechamiento ha sido<br />
esencial en un pasado reciente para la vida en las comunidades rurales, ya que han servido para cubrir una<br />
de las necesidades básicas: dar cobijo a la personas y a las actividades <strong>del</strong> sector primario, ejercidas por una<br />
sociedad en régimen económico de subsistencia (Morán Rodríguez 1998, Blanco 2000, Blanco y Aragón<br />
Pellicer 2010). Así, muchas especies vegetales están implicadas en la construcción de viviendas, cuadras o<br />
chozos, constituyendo materiales de construcción tales como vigas, cañizos, techumbres, etc. Las especies<br />
más apreciadas se escogen por una serie de propiedades físicas, como su dureza, flexibilidad, etc., y<br />
son explotadas de forma sostenible desde hace siglos (ej. Blanco et al. 2000, Verde et al. 2000, Fajardo et
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 44<br />
al. 2007, San Miguel 2007). Pero, todo este conocimiento tradicional corre peligro de desaparición debido<br />
a los cambios socio-económicos sufridos por las comunidades rurales. La transmisión generacional de los<br />
saberes necesarios para su adaptación al medio y su propia diversidad, son valores que hay que proteger<br />
y transmitir a las generaciones futuras como parte de nuestro pasado histórico (Sánchez Marcos 2000).<br />
Por todo ello, en el presente trabajo se documentan y analizan el conocimiento y usos tradicionales<br />
que de diferentes plantas poseen y llevan a cabo con fines constructivos los habitantes de una comunidad<br />
rural <strong>del</strong> centro-occidente español: Arribes <strong>del</strong> Duero. Asimismo, se pretende contribuir a la difusión de un<br />
mo<strong>del</strong>o de aprovechamiento sostenible tradicional, teniendo en cuenta que la conservación de la biodiversidad<br />
y <strong>del</strong> patrimonio cultural se relaciona directamente con el uso de los recursos naturales.<br />
Área de estudio<br />
Con una superficie total de 106.105 ha y marcada orientación N-S, el Parque Natural de Arribes <strong>del</strong><br />
Duero se localiza en el extremo oeste de las provincias de Salamanca y Zamora (Castilla y León, España), en<br />
la frontera con Portugal (40º50’–41º35’ N, 6º00’–6º41’ O). Apartada de las áreas industriales españolas, la<br />
zona se caracteriza por una fuerte regresión demográfica, con pérdidas de casi el 60% de la población local<br />
desde mediados <strong>del</strong> siglo pasado, por un alto índice de envejecimiento (casi el 40% de las personas son<br />
mayores de 65 años) y por una densidad de población muy baja (8,6 habitantes/km 2 ) (Morales Rodríguez<br />
y Caballero Fernández 2003). Presenta una estructura socioeconómica poco evolucionada y con alta representación<br />
de los grupos de población dependientes, no generadores de riqueza; estructura que difiere<br />
significativamente <strong>del</strong> marco europeo. La población ocupada en la agricultura es el grupo más numeroso<br />
(35,5%), un porcentaje muy superior al de sus contextos regional y nacional. Los asalariados representan<br />
casi la mitad de la población ocupada, una proporción baja comparada incluso con otros espacios netamente<br />
rurales de España (Morales Rodríguez y Caballero Fernández 2003).<br />
Desde tiempos inmemoriales, la agricultura y la ganadería son las actividades más importantes desarrolladas<br />
en todos los municipios, pudiéndose asegurar que la economía está apoyada fundamentalmente<br />
en el sector primario, con mayor peso de la ganadería sobre la agricultura (Martín 1996, Juárez Alcalde<br />
2000). Las limitaciones agrícolas y los cambios registrados durante las últimas décadas en la agricultura<br />
tradicional española explican la importancia ganadera en el paisaje y economía. La carne de vacuno y cordero<br />
y los quesos son los productos ganaderos más importantes.<br />
En lo referente a los usos <strong>del</strong> paisaje, nos encontramos con uno de los más claros ejemplos de paisaje
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 45<br />
mediterráneo de la parte occidental de la Península Ibérica, donde se alternan tierras de secano, masas<br />
de matorral, pastos de aprovechamiento temporal y cultivos mediterráneos (olivos, vides, almendros, cítricos)<br />
(Martín 1996, García Feced et al. 2007, Calabuig 2008). La propiedad <strong>del</strong> suelo aparece distribuida<br />
en franjas concéntricas en torno a cada uno de los núcleos de poblamiento. La más próxima al pueblo la<br />
forman las huertas y cortinas (campos cerrados dedicados al cultivo de plantas forrajeras), que constituyen<br />
un mosaico de parcelaciones privadas. La segunda franja está formada por las tierras o campos comunales<br />
abiertos, prados de aprovechamiento común y con posesión individual mediante sorteos. Por último el<br />
monte, que es parte común a los vecinos, y, en las tierras llanas, más fáciles de trabajar, aparecen las dehesas,<br />
propiedades privadas ubicadas en los límites de los términos municipales donde la ganadería extensiva<br />
es la actividad principal (Prada Llorente 2005, García Feced et al. 2007). La abundante cabaña ganadera se<br />
explota en régimen extensivo, estando el pastoreo de ovejas unido al aprovechamiento, sobre todo, de<br />
montes comunales dominados por matorral bajo y pastizales xerófilos (Llorente Pinto 1990).<br />
La ganadería también ha influido, e influye, de forma importante en el patrimonio cultural de Arribes<br />
<strong>del</strong> Duero. Se conserva una importante variedad de tipos constructivos relacionados con la actividad<br />
agro-pastoril (ver Mata 2004, Panero 2005, Cruz Sánchez 2010), los cuales son además muy numerosos, y<br />
la arquitectura tradicional de los pueblos queda tipificada por la construcción de viviendas de dos plantas,<br />
organizadas a partir de un portal distribuidor en la planta baja. En muchos casos, la distribución interior<br />
presenta la singularidad de dejar el uso de dicha planta baja a actividades complementarias como cuadras,<br />
pocilgas, bodegas o despensas y utilizar la planta superior para la propia vivienda. En la entrada inmediata<br />
encontramos una pocilga o cuadra que, aunque no es muy grande, permite mantener en el mismo edificio<br />
todo el ganado casero. Asimismo, bajo la escalera que da acceso a la planta superior se sitúa el gallinero,<br />
cubierto tan solo por unas tablas o una red metálica (Mata 2009).<br />
Esta comunidad rural ha sufrido transformaciones en las últimas décadas, pero muy lentas. Las gentes<br />
han subsistido en condiciones de simple supervivencia, manteniéndose a lo largo de generaciones con<br />
escasos y lentos cambios, asegurando su perfil de identidad cultural. Así, una gran cantidad de pueblos han<br />
tardado mucho tiempo en salir de una economía de auto-subsistencia, que antaño permitía a los sujetos<br />
que compartían una casa generar casi todos los bienes necesarios para su supervivencia (Hernández Corrochano<br />
2006).
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 46<br />
Metodología<br />
Continuando con el estudio y análisis de la Etnobotánica en la comunidad rural de Arribes <strong>del</strong> Duero,<br />
iniciado con la publicación de los datos referidos a las plantas medicinales (González et al. 2010), en este<br />
trabajo se estudia la incidencia y contexto socio-económico <strong>del</strong> uso tradicional de determinadas plantas<br />
con fines constructivos. La información etnobotánica se obtuvo mediante 116 entrevistas semiestructuradas<br />
con 80 informantes (44 hombres y 36 mujeres, media de edad = 72); en todos los casos personas<br />
nacidas en el territorio y con un gran conocimiento de su medio natural. El trabajo de campo se llevó a cabo<br />
entre 2005 y 2009 en 18 localidades: seis en la provincia de Zamora (Torregamones, Badilla, Fariza de Sayago,<br />
Formariz, Pinilla de Fermoselle y Fermoselle) y doce en la de Salamanca (Almendra, Trabanca, Villarino<br />
de los Aires, Pereña de la Ribera, Masueco, Aldeadávila de la Ribera, Mieza, Vilvestre, Saucelle, Hinojosa de<br />
Duero, La Fregeneda y San Felices de los Gallegos). Se realizaron preguntas abiertas en relación al uso de<br />
plantas como material de construcción.<br />
En el análisis de datos, además de apuntar el <strong>número</strong> de informantes que citan una determinada<br />
planta (frecuencia de citación), se han llevado a cabo los cálculos necesarios para el índice de importancia<br />
cultural (CI) propuesto por Tardío y Pardo-de-Santayana (2008), que permite conocer el valor relativo de<br />
cada planta mencionada. En primer lugar se suman los registros de uso (UR) de la especie “s” para todos los<br />
informantes (desde i 1 hasta i N ) y se divide entre el <strong>número</strong> total de informantes (N).<br />
Este índice varía entre 0 y el <strong>número</strong> total de categorías de uso consideradas en el estudio (NC), en<br />
nuestro caso 1.<br />
Para evaluar cómo varía el conocimiento tradicional que poseen los diferentes informantes en relación<br />
a sus características socio-demográficas, se ha realizado un análisis de la covarianza (ANCOVA), tomando<br />
como variable <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o el <strong>número</strong> de registros de uso que aporta cada informante (UR) y mediante el<br />
programa estadístico XLSTAT 2009. Como variables explicativas se incluyeron los dos datos personales<br />
que se solicitaron: “edad” y “género” (variable cualitativa que toma valores de h = hombre o m = mujer).<br />
En cuanto a la taxonomía y nomenclatura de la plantas, se ha seguido “Flora iberica” (Castroviejo
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 47<br />
1986-2012) para aquellas familias incluidas en los volúmenes ya publicados y “Flora Europaea” (Tutin et al.<br />
1964-1993) para el resto de ellas. Diferentes pliegos fueron depositados en el Herbario de la Universidad<br />
de Salamanca (SALA). En el caso de algunas especies, para las que fue imposible recoger muestra alguna,<br />
se incluye el <strong>número</strong> de una fotografía digital (PHO).<br />
Resultados y discusión<br />
Valores alcanzados para el índice de importancia<br />
cultural (CI) por las cinco especies vegetales más<br />
relevantes en el área de estudio.<br />
En Arribes <strong>del</strong> Duero, entre los materiales de construcción empleados en la arquitectura tradicional<br />
encontramos muchos de origen vegetal; así, un buen <strong>número</strong> de plantas, generalmente árboles y arbustos,<br />
han sido empleados como materia prima para la construcción. Los habitantes de este Espacio Natural,<br />
usan, o usaron en un pasado reciente, un total de 20 plantas (pertenecientes a 10 familias botánicas) con<br />
fines constructivos. La tabla 1 refleja la relación de especies, distribuidas en las correspondientes familias,<br />
indicándose también el <strong>número</strong> de informantes que las menciona como útiles, su importancia cultural y su<br />
status. Se incluye, asimismo, una relación de vernáculos recogidos durante las entrevistas. La mayoría de<br />
las especies citadas son plantas leñosas (15 especies, 75% <strong>del</strong> total) y silvestres (70%).<br />
Los dos taxones vegetales más importantes en la arquitectura tradicional de Arribes <strong>del</strong> Duero son<br />
Quercus ilex L. subsp. ballota (Desf.) Samp. (CI = 0,87) y Cytisus scoparius (L.) Link (CI = 0,66). Solamente<br />
otras tres especies alcanzan un valor superior a 0,50 para el índice de importancia cultural (CI), es decir, que<br />
son mencionadas por más de la mitad de los informantes.<br />
Los informantes entrevistados han permitido obtener un total de 545 registros de uso (media 7 UR/<br />
informante; máx. = 17). Los resultados <strong>del</strong> análisis exploratorio llevado a cabo en relación con el conocimiento<br />
tradicional acumulado por los distintos informantes en función de sus características demuestran<br />
que cerca <strong>del</strong> 46% de la variabilidad de dicho conocimiento puede ser explicada en términos de edad y<br />
género (R 2 adj.= 0,457). Atendiendo a los resultados <strong>del</strong> ANCOVA se puede concluir que las dos variables<br />
explicativas contienen una cantidad importante de información para el mo<strong>del</strong>o (F 2, 77 = 34,305; P < 0.0001,<br />
intervalo de confianza = 95%). La tabla 2 recoge los detalles numéricos <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o matemático. Los dos<br />
parámetros considerados tienen un efecto significativo, especialmente alto en el caso de la edad de los<br />
informantes. De acuerdo con nuestros datos, los hombres de mayor edad guardan un más amplio conocimiento<br />
constructivo.<br />
Para hacer vigas y otros elementos que dan estructura y rigidez, tales como postes, puntales o dinteles,<br />
se buscaban maderas duras, resistentes y longevas, como la de encina (Quercus ilex L. subsp. ballota
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 48<br />
Familias botánicas y especies Status Vernáculos FC CI<br />
(pliego de herbario o <strong>número</strong> de<br />
fotografía digital)<br />
CONIFEROPSIDA<br />
Cupressaceae<br />
Juniperus oxycedrus L. (SALA 102358)<br />
Pinaceae<br />
Silvestre Enebro, nebro, jimbro, jimbrio, jimbre,<br />
jumbrio, joimbre, joimbrero, enjumbre,<br />
enjumbrio<br />
34 0,42<br />
Pinus halepensis Mill. (SALA 16167) Cultivada Pino, piñal 22 0,27<br />
MAGNOLIOPSIDA<br />
Apiaceae<br />
Thapsia villosa L. (SALA 107240)<br />
Cistaceae<br />
Silvestre Caña, caña de San Juan, cañaheja,<br />
candileja<br />
38 0,47<br />
Cistus albidus L. (SALA 16886) Silvestre Jara blanca, ardivieja 8 0,10<br />
Cistus ladanifer L. (SALA 18145) Silvestre Jara, jara pringosa, jara negra 42 0,52<br />
Fabaceae<br />
Cytisus multiflorus (L'Hér.) Sweet (SALA<br />
19214)<br />
Silvestre Escoba blanca 27 0,34<br />
Cytisus scoparius (L.) Link (SALA 19202) Silvestre Escoba verde, escoba negra, escoba<br />
rubia, escoba tamariz, escoba<br />
bermeja, retama negra<br />
53 0,66<br />
Cytisus striatus (Hill) Rothm. (SALA 16667) Silvestre Escoba amarilla, escobón, piorno 12 0,15<br />
Retama sphaerocarpa (L.) Boiss. (SALA<br />
16638)<br />
Fagaceae<br />
Silvestre Retama, piorno blanco, tamariz 9 0,11<br />
Castanea sativa Mill. (SALA 16332) Silvestre Castaño, castañera, castañal 16 0,20<br />
Quercus ilex L. subsp. ballota (Desf.) Samp.<br />
(SALA 16331)<br />
Silvestre Encina, ancina, carrasco, carrasca 70 0,87<br />
Quercus pyrenaica Willd. (PHO 4) Silvestre Roble, rebollo, melojo, roble marojo 43 0,54<br />
Salicaceae<br />
Populus alba L. (SALA 18035) Silvestre Chopo blanco, álamo 21 0,26<br />
Populus nigra L. (PHO 211) Silvestre Chopa, chopo, chopo <strong>del</strong> país 19 0,24<br />
Ulmaceae<br />
Ulmus minor Mill. (PHO 70) Silvestre Negrillo, olmo 42 0,52<br />
Vitaceae<br />
Vitis vinifera L. (PHO 13 / 15) Cultivada Vid, parra 12 0,15<br />
LILIOPSIDA<br />
Poaceae<br />
Arundo donax L. (PHO 214) Cultivada Cañas, cañizo 30 0,37<br />
Hordeum vulgare L. (PHO 94) Cultivada Cebada 14 0,17<br />
Secale cereale L. (PHO 92) Cultivada Centeno 28 0,35<br />
Triticum aestivum L. (PHO 91) Cultivada Trigo 5 0,06<br />
Listado de plantas vasculares aprovechadas como materia prima en la construcción tradicional en Arribes <strong>del</strong><br />
Duero (España). FC = frecuencia de citación; CI = índice de importancia cultural.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 49<br />
Izq. Dintel realizado en madera de enebro. Dcha. Fig. 3. Cabrios visibles en un alero.<br />
Parámetro Valor<br />
Desviación<br />
típica<br />
t de Student Pr > t<br />
Intersección –12,199 2,341 –5,211 < 0,0001<br />
Edad 0,253 0,032 7,919 < 0,0001<br />
Género – h 1,629 0,650 2,507 0,014<br />
Género – m 0,000 0,000 – –<br />
Resultados obtenidos en el análisis de la covarianza<br />
en relación al conocimiento tradicional<br />
y parámetros <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o.<br />
(Desf.) Samp.) y negrillo (Ulmus minor Mill.), árboles presentes en casi todo el territorio, o la <strong>del</strong> enebro<br />
(Juniperus oxycedrus L.), especialmente apreciado en aquellas localidades donde crece. De este último<br />
árbol se conseguían “vigas eternas” para las viviendas y las cuadras dado que su madera es imputrescible<br />
y aguanta muy bien las inclemencias <strong>del</strong> tiempo. Para lograr que alcanzase el porte adecuado –con<br />
un tronco recto y suficientemente largo– era preciso podarlo año tras año, consiguiendo ejemplares de<br />
gran altura. En menor medida, también se hicieron vigas de roble (Quercus pyrenaica Willd.) –su madera<br />
es dura y resistente, aunque menos que la de la encina–, castaño (Castanea sativa Mill.), chopo blanco<br />
(Populus alba L.) y “chopa” (P. nigra L.).<br />
Las techumbres son otro elemento construido generalmente con materiales de origen vegetal. Dichos<br />
materiales se obtienen de diferentes especies dependiendo de su abundancia en el medio y de su<br />
función en el entramado o estructura. Estas cubiertas constan de varias partes superpuestas. La parte interior<br />
está formada por vigas transversales de menor diámetro y se realizaba con maderas resistentes ya<br />
que debía proporcionar estructura y fijación a toda la cubierta. Con el nombre de “cuartón” se conoce a<br />
las piezas labradas en forma cuadrangular. Para su elaboración se emplearon sobre todo enebro, encina<br />
y castaño, pero también el roble, el chopo blanco, y la chopa, especie más abundante que la anterior (“su<br />
madera es muy utilizada porque siempre está a mano”). Los “cabrios” son palos redondos que se colocan<br />
entre las vigas. Las ramas gruesas y relativamente tortuosas de enebro, castaño o pino (Pinus halepensis<br />
Mill.) 1 se aprovecharon para este fin. En muchas ocasiones son visibles en aleros de tejado.<br />
La conocida como “ripia”, “ripio” o “lata” es una capa intermedia de relleno, un techado bajo teja que<br />
forma el verdadero revestimiento que cubre y aísla el interior de la construcción. Es aislante e impermeabilizante<br />
ya que está formado por materiales que le confieren consistencia y densidad. Para su preparación<br />
1 En ARD se cultivan también Pinus pinaster Aiton y P. pinea L. En ocasiones nos fue difícil reconocer qué especie era la<br />
referida por el informante.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 50<br />
Estructuras de techumbres con cañizos bajo teja y puerta tradicional<br />
de dos hojas realizada en madera de encina.<br />
se utilizaban principalmente, y aún hoy en día se utilizan en determinadas construcciones auxiliares, dos<br />
especies de arbustos con un tupido follaje: la escoba verde (Cytisus scoparius (L.) Link) y la jara (Cistus ladanifer<br />
L.). La abundancia de una u otra especie en cada lugar era el factor que determinaba cuál de ellas<br />
se utilizaba. Estos arbustos no se colocaban verdes, había que prepararlos para que cumpliesen su función;<br />
para ello era necesario prensarlos, quedando secos y compactos y consiguiéndose una cubierta más densa<br />
y de menor espesor. En algunos pueblos también se usaron ramas de Cytisus multiflorus (L’Hér.) Sweet,<br />
C. striatus (Hill) Rothm., Retama sphaerocarpa (L.) Boiss. o Cistus albidus L.; e incluso, ramas de algunas<br />
especies arbóreas de abundante follaje (negrillo, chopa, etc.) o sarmientos de vid (también con hojas).<br />
Otro método constructivo documentado es la colocación, sobre el entramado de cuartones o cabrios, de<br />
paneles conocidos con el nombre de “cañizos”, confeccionados con las ligeros tallos de Thapsia villosa L.<br />
o Arundo donax L. Estas capas forman la estructura básica (“cama”) sobre la que se asienta una cubierta<br />
externa de tejas de barro o arcilla.<br />
La orografía de Arribes <strong>del</strong> Duero hace que la gran mayoría de los pueblos presenten numerosas cuestas<br />
y pendientes que imposibilitan la aparición de grandes espacios urbanos donde edificar en superficie.<br />
Todo ello hace que sea la vivienda de dos plantas bien definidas la que tipifique la arquitectura de este<br />
territorio (Mata 2009). El suelo de la planta superior está constituido por una tarima confeccionada con<br />
sencillas tablas de pino, y en menor medida de chopo o castaño.<br />
Normalmente, todas las habitaciones aparecen encaladas por razones de habitabilidad e higiene<br />
(Mata 2009). En el enlucido de las paredes interiores también está presente el componente vegetal, pues<br />
éste se efectuaba con barro mezclado con paja proveniente de los cereales cultivados: cebada (Hordeum<br />
vulgare L.), centeno (Secale cereale L.) y trigo (Triticum aestivum L.). Sobre ese mortero se aplicaba una<br />
mano de cal.<br />
Las puertas y ventanas, de pequeño tamaño y escaso <strong>número</strong>, siempre fueron fabricadas por los carpinteros<br />
locales con madera de encina, roble o castaño.<br />
Las construcciones auxiliares, tales como “tenaos” o “tenás” (tenadas), chozos pastoriles y “chiviteros”<br />
(construcciones para el refugio y cría de cabras en el campo), se techan directamente con escoba<br />
verde, que al estar expuestas al exterior se deterioran y se hace necesario sustituirlas de cuando en cuando.<br />
Encima de las escobas se echaba tierra y se superponían las tejas; no obstante, estos arbustos también<br />
pueden verse como capa única en el techado de muchos chozos, e incluso, de algunas cuadras y cobertizos.<br />
El refugio más humilde usado por los pastores en el pasado eran los llamados “chocetes” o “bardos”,<br />
una construcción portátil que llevaban para protegerse de las inclemencias <strong>del</strong> tiempo. De pequeño tama-
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 51<br />
Chozo pastoril con techumbre de escobas.<br />
ño y forma cónica, eran fabricados con dos palos combados de encina o negrillo tejidos con ramas más<br />
finas y forrados de escobas o bálago, es decir, con paja larga de centeno. Tenían la ventaja de ser fáciles<br />
de transportar a la hora de desplazarse con los rebaños; asimismo, debido a su sencillez, podían renovarse<br />
totalmente cambiando su cubierta cuando se deterioraban.<br />
Destacar también en este trabajo un arcaico y curioso elemento de los huertos y cortinas, el denominado<br />
“cigüeñal”, “cigüeño”, “zanga” o “zangüeño”, de gran valor cultural y paisajístico. Estos artilugios<br />
constructivos son una ingeniosa manera de sacar agua de los pozos para regar con un esfuerzo mínimo.<br />
Consta de varias partes: un poste vertical de madera llamado “forcada”, “pie”, “puntal” o “poste”, que se<br />
encuentra hincado en el suelo, sujeto con piedras y suele estar realizado en maderas resistentes como la<br />
de enebro, encina o roble. Su parte distal termina en forma de horquilla, sobre la que se apoya y articula<br />
una larga pértiga móvil llamada “balancín”, “travesaño” o “caballete”, realizada (normalmente) en madera<br />
de negrillo, que permite obtener esta vara larga y resistente. En un extremo tiene un cubo metálico, unido<br />
por una vara más fina denominada “vara de sacar”, “vara” o “gancho”. En el otro extremo hay un contrapeso,<br />
que suele ser una piedra circular que sirve para facilitar la elevación <strong>del</strong> cubo lleno de agua. Al lado <strong>del</strong><br />
cigüeñal se encuentra una pila para distribuir el agua hacia el huerto. Por desgracia, estos elementos han<br />
sido sustituidos por otros “más modernos” hechos enteramente de metal. Como apuntó Plaza Gutiérrez<br />
(2002), para integrar este tipo de recurso cultural dentro de los flujos <strong>del</strong> turismo rural, la definición y promoción<br />
de rutas temáticas parece ser la alternativa más viable.<br />
Por último indicar que la madera empleada para la construcción tradicional podía verse afectada por<br />
diferentes plagas que la pudren y reducen su longevidad. Para evitar este problema, el conocimiento tradicional<br />
aconseja cortarla en fase de luna menguante, a poder ser en el mes de enero.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 52<br />
Conclusiones<br />
El patrimonio arquitectónico popular de Arribes <strong>del</strong> Duero es fiel reflejo de la adaptación de la población<br />
local a las condiciones naturales (de relieve, climáticas, etc.), a los usos y aprovechamientos agrícolas<br />
y ganaderos tradicionales y a los materiales vegetales predominantes en el territorio.<br />
Nuestros resultados confirman que este Espacio Natural, además de tener un gran potencial turístico,<br />
es muy atrayente para los intereses científicos en la diversidad biocultural. El conocimiento tradicional<br />
amasado durante generaciones por sus habitantes proporciona abundantes datos para mejorar y adecuar<br />
las actividades modernas de construcción al mo<strong>del</strong>o de desarrollo sostenible, sobre todo en relación al<br />
consumo racional de materias primas. En todos los casos documentados el monte es explotado de manera<br />
sostenible por la necesidad de mantener sus usos a medio y largo plazo.<br />
Las construcciones tradicionales se identifican por una serie de características básicas y permanentes,<br />
que contrastan claramente con aquellas edificaciones que no han tenido en cuenta el entorno natural;<br />
teniendo, asimismo, en las manifestaciones constructivas menores y complementarias (chozos, tenadas,<br />
pajares, cigüeñales, etc.) otra evidencia de una gran riqueza cultural o antropológica.<br />
Creemos necesario implementar medidas de fomento sobre el sector de la vivienda en esta área<br />
apartada y deprimida <strong>del</strong> medio rural de Castilla y León. La ayuda a la rehabilitación de viviendas rurales<br />
y a la conservación de la arquitectura tradicional debe constituir una línea prioritaria de actuación de las<br />
administraciones responsables. Del mismo modo, es preciso promover la recuperación de los sistemas<br />
tradicionales que han hecho posible la existencia de dicho patrimonio. En respuesta a la necesidad de proteger<br />
dichas técnicas tradicionales de construcción, las instituciones locales y regionales deberán apoyar la<br />
educación de los jóvenes en ellas. Las escuelas-taller deberán realizar programas educativos encaminados<br />
a la aplicación de estas técnicas tradicionales y la conservación de aquellas habilidades relacionadas con el<br />
conocimiento sobre la estructura y características propias de cada material, las herramientas más adecuadas<br />
y los diseños tradicionales.<br />
Agradecimiento<br />
Los rudimentarios cigüeñales<br />
funcionan según la ley de la<br />
palanca.<br />
Estamos muy agradecidos a todas las personas entrevistadas en este estudio, por su tiempo y por<br />
compartir sus conocimientos y experiencia.•
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 53<br />
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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 55
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
epc I dossier fotográfico<br />
EN LOS JARDINES DE LA GRANJA<br />
Texto y fotografías de Roberto Losa Hernández<br />
La influencia más certera que se asumió en la concepción y configuración<br />
de los jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso puede rastrearse,<br />
más que en Versalles, en los jardines <strong>del</strong> desaparecido palacio de<br />
descanso que Luis XIV de Francia tenía en Marly, donde incluso habían<br />
trabajado los mismos artistas que luego fueron llamados al palacio segoviano.<br />
Los jardines son, principalmente, fruto de la primera mitad <strong>del</strong><br />
siglo XVIII, <strong>del</strong> reinado de Felipe V, y, en ellos, la exuberancia vegetal se<br />
mezcla con la espectacularidad de las fuentes, pobladas de piezas escultóricas<br />
sobresalientes, surgidas especialmente <strong>del</strong> ingenio de los franceses<br />
René Frémin y Jean Thierry, llegados a La Granja en 1721, y, luego, de<br />
Jacques Bousseau. A ello, hay que unir la no menos sorprendente ingeniería<br />
hidráulica que permitía disfrutar de imaginativos juegos de agua,<br />
de los que el rey llegó a decir, refiriéndose a la fuente de Diana: “Tres<br />
minutos me diviertes y tres millones me cuestas”.<br />
La selección fotográfica que presentamos en este dossier no pretende<br />
ser exhaustiva, como se verá, sino sólo una simple, pequeñísima, muestra<br />
de la riqueza artística que custodian los hermosos jardines de La Granja,<br />
fruto <strong>del</strong> errático transitar por ellos <strong>del</strong> autor más que de una reflexiva<br />
intención documental.<br />
56
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Vigilando el Parterre de Palacio<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
El Parterre de Palacio está adornado con jarrones de plomo y flanqueado<br />
por bancos y por estatuas de mármol: en el lado derecho, El Otoño o Baco,<br />
América, El Verano o Ceres; en el izquierdo, África, Milón de Crotona y La<br />
Fi<strong>del</strong>idad.. Pa<br />
57
.<br />
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 58<br />
Náyade y céfiros.<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
Estas figuras de Jean Thierry forman parte <strong>del</strong> conjunto escultórico de la<br />
fuente <strong>del</strong> Abanico, muy cerca de la fachada <strong>del</strong> palacio. Una ninfa, sentada<br />
sobre una roca, contempla a dos céfiros jugando con un pez. La boca <strong>del</strong><br />
animal es el único surtidor de la fuente, que forma -cuando el agua brota-<br />
un gran abanico de cuatro metros de altura y ocho de longitud.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Caballo marino.<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
Grupo escultórico secundario de la fuente de Neptuno, obra en plomo de<br />
René Frémin, en el que unos cupidos que sujetan cornucopias o tridentes<br />
juegan y cabalgan sobre un hipocampo.<br />
59
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Jarrones de fruta.<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
El conjunto de los jardines está sembrado de obras escultóricas menores,<br />
pero de gran plasticidad, generalmente de plomo con acabado imitando<br />
mármol o teñido de tonos rojizos como estos jarrones que adornan la baranda<br />
que custodia el cauce de la Ría.<br />
60
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Niños derribando a un ciervo.<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
Sobre el portón de salida de la Ría, junto a la fuente de la Selva, un hermoso<br />
puente de piedra caliza de tonos rosados salva el cauce. Sus cuatro pilares<br />
están adornados con grupos escultóricos centrados en escenas de caza y<br />
realizados en plomo pintado con tintes rojizos, de los que uno representa,<br />
como vemos en la fotografía, a dos niños intentando dar muerte a un ciervo<br />
derribado.<br />
61
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
El cuerno de la abundancia.<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
En la gran fuente de la Selva, obra de Jean Thierry, encontramos este conjunto<br />
secundario en el que un niño recostado sobre un peñasco sostiene un<br />
cuerno de la abundancia repleto, al modo clásico, de frutas, algunas desperdigadas<br />
por el suelo. Este conjunto dispone de un surtidor de agua vertical.<br />
62
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Jugando con un pez<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
Escultura de plomo teñido con barniz para darle un efecto de bronce encarnado.<br />
63
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Andrómeda encadenada<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
En la más alta de todas las fuentes de los jardines, obra de René Frémin, encontramos<br />
un espectacular conjunto escultórico en el que la princesa etíope<br />
Andrómeda, desnuda y encadenada a la roca por orden de su padre, es<br />
acosada por el monstruo Ceto, enviado por Poseidón. Perseo, enamorado<br />
de la joven, lucha contra el monstruo, al que finalmente convierte en coral<br />
gracias a la cabeza de Medusa.<br />
64
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Rodeando a Andrómeda<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
Esta obra de mármol forma parte <strong>del</strong> conjunto de ocho esculturas que ocupan<br />
el fondo de la plaza de la fuente de Andrómeda y que representan a Los<br />
Cuatro Elementos y a la Poesía pastoral, lírica, heroica y satírica.. Pa<br />
65
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Hipocampo<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
A ambos lados <strong>del</strong> segundo vaso de la Cascada Nueva, apoyado sobre el<br />
cerco de los paramentos laterales, encontramos sendos grupos escultóricos<br />
en los que un niño dotado de tridente cabalga sobre un hipocampo,<br />
cuya boca, por cierto, es un surtidor.<br />
66
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Ninfa cazadora<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
El contorno de la plaza de la fuente de Diana está adornado con cuatro esculturas<br />
de mármol que representan a ninfas cazadoras, obras de Puthois y<br />
Dumandré, así como jarrones de plomo y bancos de mármol.<br />
67
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Anfitrite<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
En el conjunto escultórico de la fuente de Anfitrite, ideado por Jean Thierry,<br />
destaca la magnífica figura de la esposa de Poseidón, la ojizarca diosa de los<br />
mares tranquilos, que, en esta ocasión, alude inequívocamente a Isabel de<br />
Farnesio, segunda esposa de Felipe V. Aparece Anfitrite sentada sobre una<br />
gran concha tirada por un <strong>del</strong>fín y acompañada de tres náyades cabalgando<br />
<strong>del</strong>fines.<br />
68
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Guadiana<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
En la Cascada (1723) encontramos esta sobresaliente personificación, obra<br />
de Thierry, <strong>del</strong> río Guadiana, convertido en una hermosa oceánide recostada<br />
sobre la ánfora de la que surgen las aguas.. Pa<br />
69
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
El Tajo<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
En la última grada de la Cascada Nueva se localiza esta soberbia escultura<br />
en plomo de Thierry que representa al río Tajo, personificado como un anciano<br />
barbado, al modo de los Oceánidas, recostado sobre un ánfora de la<br />
que brotan las aguas <strong>del</strong> propio río.<br />
70
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Náyade<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
En la fuente de Anfitrite encontramos a está náyade u oceánide, de las tres<br />
que hay, que acompaña a la diosa marina mientras cabalga un brioso <strong>del</strong>fín.<br />
71
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Jarrón<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
Todo el conjunto de los jardines está minado de detalles plásticos que suelen<br />
pasar desapercibidos entre el monumental repertorio escultórico. En<br />
general, están realizados en plomo, ya sea teñido de tonos rojizos o imitando<br />
el mármol.<br />
72
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Peinando a Diana<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
La fuente de Diana, proyectada por Frémin y Bousseau en 1737 y concluida<br />
en torno a 1745 bajo la dirección de Puthois y Dumandré, es la única fuente<br />
que posee un carácter arquitectónico. El conjunto escultórico principal representa<br />
a la diosa Diana, quien acaba de tomar un baño y es atendida por<br />
sus ninfas. Tras ellas, el pastor Acteón, que se ha encontrado casualmente<br />
con la diosa e intenta seducirla al son de su flauta. Diana, ofendida por haber<br />
sido vista desnuda, convierte al pastor en venado que, después, será<br />
devorado por sus propios perros.<br />
73
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Ninfa<br />
Foto: Roberto Losa Hernández<br />
Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />
Esta ninfa forma parte de la escena principal de la fuente de Diana, en que<br />
seis doncellas atienden a la diosa después de su baño.<br />
74
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 75
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
ARTE RELIGIOSO EN LA<br />
DIÓCESIS<br />
DE VALLADOLID<br />
José Luis Velasco Martínez<br />
Delegado Diocesano de Patrimonio. Diócesis de Valladolid.<br />
Castilla y León está sembrada de iglesias, ermitas y<br />
elementos tanto en madera como platerías, bronces y<br />
otros objetos artísticos. Mucho se va conociendo, pero<br />
aún hay mucho camino por recorrer. Frases lapidarias<br />
han enfatizado algunas cosas: románico palentino, camino<br />
de Santiago, etc., pero en esto no se resume toda<br />
la realidad.<br />
Palabras clave: Arte, arquitectura, Castilla y León, diócesis de Valladolid.<br />
76
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 77<br />
La Diócesis de Valladolid cuenta, entre la zona urbana y rural, con trescientas siete parroquias, de<br />
las que cincuenta y cuatro están en el municipio de la capital y doscientas cincuenta y tres en el resto de<br />
la provincia. Si a estas cifras añadimos las relativas a las ermitas, con al menos una en cada pueblo -y en<br />
algunos, varias-, las iglesias que no son parroquias, las iglesias de las cofradías, los conventos y monasterios...<br />
sumamos más de quinientos monumentos en toda la provincia. A esta realidad arquitectónica hay<br />
que añadir los retablos -en <strong>número</strong> elevadísimo y de variada calidad y época-, las artes decorativas -de muy<br />
variado valor-, la documentación custodiada en los archivos, otro capítulo importantísimo de la cultura<br />
inédita de Valladolid - magníficas bulas, escrituras, cartas de fundación...-. Estos continentes, en <strong>número</strong><br />
y calidad, y sus contenidos suponen la gran realidad patrimonial a la que hay que dar una respuesta hoy de<br />
cara al mañana.<br />
Se ha realizado un intenso trabajo en su conservación, con sus sombras, evidentemente, pero con un<br />
gran colectivo humano dedicado a la protección <strong>del</strong> patrimonio cultural religioso. En este sentido, el cambio<br />
de pensamiento que se ha producido en los últimos años ha sido ciertamente revelador: Los convenios<br />
entre la Diputación de Valladolid, la Junta de Castilla y León y el Arzobispado de Valladolid, han ofrecido<br />
excelentes frutos en la protección de nuestras iglesias, y se han aportado cantidades presupuestarias significativas<br />
para enderezar el patrimonio rural. La Junta de Castilla y León, a través de la Dirección General<br />
de Patrimonio, con la legislación específica que se va gestando sobre los bienes protegidos, los llamados<br />
BIC (Bien de Interés Cultural), está encargada de la custodia de sesenta y dos templos, entre ellos la ermita<br />
de Santa Ana (Pozuelo de la Orden), única ermita declarada BIC y ejemplo de arquitectura por su rareza.<br />
También Fomento, en su capítulo de vivienda, ha realizado muy excelentes restauraciones, como la iglesia<br />
románica de Trigueros <strong>del</strong> Valle.<br />
Sin embargo, la Junta de Castilla y León, en su sección de Patrimonio, debe enfrentarse al reto de la<br />
protección de un ingente <strong>número</strong> de monumentos distribuidos por toda la comunidad. En Valladolid hay<br />
dos iglesias mozárabes: Wamba y San Cebrián de Mazote, y aunque el románico pasa inadvertido y hay<br />
que reavivarlo, cuenta la diócesis con la iglesia de Arroyo de la Encomienda, que, aun no siendo BIC, es una<br />
joya <strong>del</strong> románico, o, entre otros, los tres ábsides románicos de Santervás de Campos de excepcional calidad.<br />
La evolución <strong>del</strong> siglo XV hizo desaparecieran gran parte de aquellas iglesias pequeñas <strong>del</strong> románico,<br />
para sustituirlas por las nuevas construcciones <strong>del</strong> plateresco y renacimiento que llenan nuestra geografía.<br />
La evolución y crecimiento de los pueblos, en definitiva, destruyó la riqueza románica, por ello hoy predominan<br />
las iglesias góticas, renacentistas y barrocas. Pocas luces, en lo artístico, podemos añadir de los<br />
tiempos modernos, en los que, quizá, sobresalgan las iglesias de nueva ejecución de Torrelago en Laguna
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 78<br />
de Duero y La Flecha, en Arroyo de la Encomienda.<br />
Vamos a detenernos en dos iglesias restauradas por la Dirección General de Patrimonio: San Pedro de<br />
Alaejos y Nuestra Señora de la Asunción en Rueda.<br />
Parroquia de San Pedro de Alaejos, ejemplo <strong>del</strong> Renacimiento.<br />
En el siglo XVI se produce una situación de crecimiento y desarrollo de la villa de Alaejos que dará<br />
como fruto la construcción de dos parroquias, San Pedro y Santa María, con sus torres que anuncian que<br />
hay vida humana y religiosa, señorío de los Fonseca y riqueza en el lugar.<br />
San Pedro, construida en ladrillo, tiene planta de tres naves, ábside poligonal, bóveda de crucería de<br />
ladrillo con nervaduras muy finas formando estrellas, toda ella policromada con grisallas. Las naves están<br />
separadas por arcos de medio punto. En el presbiterio destaca el Retablo Mayor, renacentista, fechado en<br />
1603, obra de Juan Sáez de Torrecilla. Otros retablos y mobiliario, así como la luz y el sonido, han sido objeto<br />
de una restauración integral. A los pies se levanta esbelta torre de ladrillo de cinco cuerpos separados<br />
por azulejería, con remate octogonal y cúpula apuntada y coronada por chapitel.<br />
Las intervenciones sobre este edificio se han desarrollado a lo largo de varios años ya que se optó<br />
por una restauración integral y por fases. Así, la Dirección General nombró un arquitecto encargado <strong>del</strong><br />
proyecto, y determinó las líneas a seguir; posteriormente se presentó el proyecto, que fue estudiado técnicamente<br />
para pasar, luego, a las valoraciones económicas y su final aprobación. Salió después la obra a<br />
pública subasta anunciada en el BOE y se adjudicó a la empresa que se encargaría de la ejecución material.<br />
Todo este proceso administrativo se alargó a lo largo de todo un año. En la primera fase, se actuó sobre los<br />
tejados, los paramentos exteriores y la torre, así como en el tratamiento de humedades. Estudios, levantamiento<br />
de planos, cantidad de empresas y estudios para cada una de las cosas que se observan llevaron a<br />
un proyecto que se revisó por los técnicos de la Dirección General para sacarlo a subasta para contratistas<br />
cualificados por la letra K. De ellos, se escogió al que ejecutaría la obra. Esta labor y su acabado costaría<br />
varios años.<br />
Realizada esta fase se pasó, en una segunda etapa, al interior, con sus paramentos y bóvedas pintadas<br />
de grisallas. Bóvedas y paramentos verticales (no se han tocado los pavimentos), volvieron a formar el proyecto<br />
de la segunda etapa: Estudios, diferentes puntos de vista para proceder a su restauración, andamiajes<br />
según la ley europea que tejieron todo el interior <strong>del</strong> templo... Capítulo especial supone la intervención<br />
sobre las bóvedas policromadas de grisallas, labor manual y técnica llevada a cabo por la empresa Granda,
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 79<br />
Iglesia de San Pedro, Alaejos. Foto: SERCAM
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 80<br />
y la restauración <strong>del</strong> Retablo Mayor y limpieza de los demás altares, verjas, puertas, etc. El resultado fue la<br />
configuración de un conjunto de gran belleza en la que la luz procedente de las ventanas y la iluminación<br />
adecuada, resaltan tal cantidad de detalles y matices que podemos gozar de las obras bellas restauradas.<br />
Desde el inicio hasta la entrega de la obra, han sido varios años, pero se ha realizado una labor completa<br />
que ha devuelto su ser original y vivo a la iglesia parroquial de San Pedro de Alaejos.<br />
Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, Rueda, ejemplo <strong>del</strong> Barroco.<br />
El resurgimiento de Rueda sucedió en el siglo XVII, bonanza que se mantuvo por un tiempo y que conllevó<br />
la construcción de un nuevo templo barroco. Se eligió como arquitecto a Manuel Serrano, vallisoletano<br />
afincado en Madrid y vinculado a Reales Obras como el palacio de la Granja de San Ildefonso o el palacio<br />
de Aranjuez. Traído por el obispo de Sigüenza para construir la iglesia de su pueblo, Renedo, al acabar, en<br />
1736, se le encomendó el proyecto de Rueda. Los vecinos de la localidad hicieron notar taxativamente que<br />
fuera él y no otro quien se encargase de la obra por entera satisfacción que de él tienen… y lo acredita la misma<br />
experiencia en la obra de la iglesia nueva que ha fabricado en el lugar de Renedo y otras partes, que es el<br />
más hábil perito idóneo para fabricar la iglesia de esta villa 1 . Este dato no significa otra cosa que el aprecio de<br />
los vecinos de Rueda por la obra de su nuevo templo. Esa era también la descripción <strong>del</strong> Obispado de Valladolid:<br />
Tiene esta villa una parroquia y suntuosa iglesia, fabricada en estos últimos años con toda hermosura y<br />
simetría de las obras modernas (Ortega y Rubio). Antonio Ponz en su Viaje de España (Tomo XII, pág. 621) no<br />
es así de optimista y afirma que la iglesia parroquial, sin embargo de las alabanzas que le dan sus naturales,<br />
es un estupendo aborto <strong>del</strong> arte, señaladamente su gran fachada, compitiendo en ella la arquitectura y escultura<br />
sobre cuál ha de ser peor. Sobre gustos no hay nada escrito.<br />
En cualquier caso, son las iglesias de Renedo y Rueda las únicas levantadas por Serrano en la diócesis<br />
de Valladolid, y, concretamente, la iglesia de Rueda pasa por un excepcional ejemplo, y no sólo vallisoletano,<br />
<strong>del</strong> barroco nacional. Sólo conserva de la etapa anterior la esbelta torre de ladrillo <strong>del</strong> siglo XVI, el resto<br />
es barroco en edifico, muebles y retablos. Qué gozo es ver esa unidad de yeserías, retablos y demás objetos<br />
que se usan para el culto.<br />
Afirmamos su pensamiento barroco y una única obra en la Diócesis de Valladolid con todos los elementos<br />
barrocos. Mucho y bueno. La fachada, cuál altar ascendente entre guirnaldas y columnas con la<br />
1 Ortega y Rubio: Los pueblos de la provincia de Valladolid. P. 271.
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 81<br />
Nuestra Señora de la Asunción, Rueda. Foto: SERCAM
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 82<br />
imagen de la Asunción, Padre e Hijo sostienen la corona y los rayos <strong>del</strong> Espíritu Santo iluminan la escena. El<br />
ser de una sola nave da amplitud y altura al recinto interior. Las hornacinas laterales se cubren de retablos<br />
barrocos y en el crucero y Retablo Mayor viene la exaltación <strong>del</strong> barroco con la mano de Pedro de Sierra.<br />
Mucho oro y mucho blanco en altares y paredes configuran un gran espacio diáfano que nos eleva hasta las<br />
bóvedas decoradas con yeserías de motivo vegetal.<br />
Más sencilla y de menor tiempo de trabajo ha sido la restauración de la iglesia de Rueda: Paramentos<br />
exteriores, portada, bóveda y paredes <strong>del</strong> interior. Su restauración ha dado una mayor fuerza a este monumento<br />
y ha recuperado sus valores que las vicisitudes <strong>del</strong> tiempo habían deteriorado.<br />
Ya se había intervenido en el tejado en una restauración anterior, por lo que entonces sólo se actuó<br />
sobre las dos cúpulas de los pies, el conjunto de la fachada y todo el exterior de la iglesia. El resumen es que<br />
tanto en el interior como al exterior de la iglesia se perciben los valores descubiertos en la restauración.<br />
La Fundación de Patrimonio Histórico de Castilla y León ha sido otro de los puntales de salvación<br />
de nuestro patrimonio al encauzar la labor social de las Cajas de Ahorros para la salvaguarda de iglesias,<br />
retablos, órganos... En Valladolid dos son los monumentos que en breve serán una realidad: La torre de<br />
Matapozuelos y la fachada de San Juan de Letrán en el vallisoletano Paseo de los Filipinos. Las primorosas<br />
actuaciones de la Fundación de Patrimonio se acompaña siempre de estudios más <strong>completo</strong>s, desde el<br />
punto histórico y arqueológico, y de cuantas cosas vayan surgiendo en la hechura de planimetría y tratado<br />
<strong>del</strong> monumento. La torre de Matapozuelos: estudio planimétrico, paramentos, argamasas, etc., estudio<br />
arqueológico, estudio histórico... Realizados estos pasos se proyectaron la obra y se determinó el presupuesto<br />
en el que participan la Fundación de Patrimonio y la Diócesis de Valladolid.<br />
En plena zona <strong>del</strong> ladrillo se levantó esta torre <strong>del</strong> siglo XVIII, en la que hay que asentar paramentos,<br />
barandillas pétreas con adornos... que permitirán recuperar en su mayor esplendor esta espléndida joya<br />
arquitectónica. Por su parte, en la fachada de San Juan de Letrán, barroca, de hacia 1739, obra de Matías<br />
Machuca, la intervención se centrará en eliminar las malas condiciones de conservación. Se prevé que durante<br />
los trabajos de restauración se pueda subir por una escalera- elevador para poder apreciar cómo se<br />
realiza la limpieza y restauración de la piedra y los medios que se emplean.•
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 83
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
TÍO EL<br />
CARTUJO<br />
Un vendedor ambulante en Tierra de Campos<br />
Alfredo Castro Castro<br />
Un homenaje a uno de los vendedores ambulantes que<br />
proveyeron, durante años, al mundo rural de la comarca<br />
de Tierra de Campos de los más variopintos artículos.<br />
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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 85<br />
El Tío Cartujo se encuentra entre las figuras pintorescas y entrañables de los recuerdos de mi niñez.<br />
Todos tenemos en la mente un apartado especial para nuestra infancia, compuesta de recuerdos de personas<br />
y acontecimientos- reales o ficticios-, que con el paso de los años van adquiriendo presencia y fuerza<br />
hasta convertirse en referencia de nuestro pasado, en ocasiones próximo, pero por desgracia cada vez más<br />
lejano.<br />
Dichos recuerdos son, en unos casos, fruto de la evocación de los cuentos y leyendas que nuestras<br />
madres y abuelas nos contaban en las largas noches de invierno, mientras que –con paciencia infinita- igual<br />
limpiaban las lentejas o hacían ganchillo al amor de la lumbre de la cocina, en torno a la mesa camilla con<br />
un brasero de “cisco” a los pies. Otros son personajes reales, peculiares en sus comportamientos y modos<br />
de vida, que todos hemos visto en las calles y plazas de nuestros pueblos: gitanos, titiriteros, comediantes,<br />
buhoneros, hojalateros, chatarreros y toda suerte de seres que viajaban a lo largo y ancho de la geografía.<br />
Es verdad que el paso <strong>del</strong> tiempo va mo<strong>del</strong>ándolos y adaptándolos a nuestros gustos o deseos, y así los<br />
envilecemos o idealizamos, según el caso que mejor nos cuadre.<br />
Era el tío Cartujo uno de estos personajes idealizados. De mediana edad, no demasiada estatura,<br />
tirando a pelirrojo y con poblado bigote; de conversación fluida y buenas cualidades oratorias que usaba<br />
con soltura para encandilar a mozas y casadas, cuando se trataba de venderles los artículos con los que<br />
mercadeaba, y tenía un timbre de voz – bajo profundo- que acompañaba de un ligero carraspeo; de voz<br />
rota y un tanto aguardentosa -fruto, quizás, <strong>del</strong> uso y abuso de sendos ingrediente-, que cualquier ciego<br />
identificaría sin grandes dificultades a muchos metros de distancia. Si a todas estas características, le<br />
añadimos el deje y tonillo exclusivo de los oriundos de Villarramiel, la cosa estaba más que clara: era el Tío<br />
Cartujo.<br />
De la procedencia de su nombre nadie tenía conocimiento y corría el rumor de que en sus años<br />
jóvenes había estado interno en la Cartuja de Miraflores de Burgos.<br />
Recorría el buen hombre, en los años de mi infancia, que yo fijo entre mediados de los años cincuenta<br />
y mediados de los sesenta, los pueblos de los contornos de Villarramiel, con su carro en el que<br />
acomodaba -de manera ordenada y práctica- todo género de artículos de cama, mesa, cortinajes, encajes<br />
y artículos de costura, así como otros de fantasía y regalos, que hacían las <strong>del</strong>icias de las mujeres. Los<br />
pueblos tenían por entonces una abundante población y una escasez notable de suministros a causa de su<br />
aislamiento, por culpa de las distancias y las malas comunicaciones, por lo que los vendedores ambulantes<br />
de todo tipo tenían asegurada una clientela fiel y permanente.<br />
Era aquel un carro de varas con toldo de lona embreado y pintado de color marrón, rotulado con unas
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 86<br />
De conversación fluida y buenas cualidades<br />
oratorias que usaba con soltura para<br />
encandilar a mozas y casadas.<br />
grandes letras góticas en las que se podía leer: Novedades Cartujo, y debajo (Villarramiel). Los laterales<br />
-de madera- estaban decorados con vistosas pinturas de colores en combinaciones y alternancias de cuadrados<br />
y rectángulos. Una tablilla blanca –los niños la llamábamos la matrícula- con letras y <strong>número</strong>s en<br />
negro, identificaba la procedencia <strong>del</strong> propietario. Estos carros, antaño con ruedas de hierro, se habían ido<br />
modernizando con ruedas de llantas de goma que amortiguaban los golpes de los baches que atestaban<br />
los caminos y carreteras de la época. En los últimos años que lo vi por el pueblo, había colocado, en la parte<br />
posterior, unos triángulos metálicos reflectantes de color rojo y un farol amarillo en la parte <strong>del</strong>antera, fruto<br />
de las normas de tráfico que obligaba a todos los vehículos que circulaban por las carreteras para hacerse<br />
visibles en la noche. Bajo el carro, un gancho para amarrar al perro que lo resguardaba <strong>del</strong> sol o las lluvias y<br />
un caldero de cinc colgaba <strong>del</strong> eje. Nunca supe de su utilidad. Uncido a las varas de este fantástico vehículo,<br />
recuerdo un caballo de color marrón oscuro, de largas crines y larga cola, que tenía el pelo brillante, fruto<br />
de los cuidados y esmero de su amo. La confianza en el jamelgo era absoluta y su amo recorría tranquilamente<br />
caminos y carreteras –cierto que por entonces poco transitados de vehículos a motor-, mientras<br />
descabezaba una siesta entre pueblo y pueblo. Con ocasión de las paradas para la venta, le colocaba la<br />
cebadera con el pienso que el animal iba ingiriendo con actitud meditabunda.<br />
Completaba el conjunto <strong>del</strong> equipo, un perro –creo recordar que se llamaba “Canelo”, y si no me<br />
falla la memoria, era un perdiguero, tan fiel y de buen carácter como su amo, siempre dispuesto a dar un<br />
lametazo a cualquiera que le pasara la mano por la cabeza.<br />
Todo en el interior <strong>del</strong> carromato era la imagen de un auténtico almacén –reproducción en miniatura<br />
de los comercios de telas de las ciudades- con los citados artículos, colocados en ordenadas estanterías,<br />
con hileras de cajones de diversos tamaños, a ambos lados <strong>del</strong> recinto interior, con cartelitos de cartón<br />
blanco con el nombre <strong>del</strong> artículo escrito y enmarcado en un cuadro de latón dorado; en el centro quedaba<br />
un espacio para acceder a los distintos departamentos. En el pescante, un hueco que le servía de cabina<br />
para dirigir a la caballería que lo arrastraba –por cierto, sin mayor esfuerzo aparente-, gracias a las modernas<br />
ruedas de goma.<br />
Con precisión suiza pasaba por el pueblo a mediados de cada mes –en cualquiera de las estaciones<br />
<strong>del</strong> año- vendiendo sus mercancías, contando chistes, cotilleos y chascarrillos para entretener y engatusar<br />
a la clientela femenina (aunque también a algún solterón -que ya por aquellos años comenzaba a haberlos-<br />
que vivía solo). Así, mes a mes y año tras años, iba cumpliendo el ciclo vital tan puntual y cierto como las<br />
cuatro estaciones. Conocía y nombraba por su nombre a cada una de las clientas y a los niños de estas, y<br />
para todos tenía siempre una palabra de halago, afecto o cordialidad. En torno suyo de formaban corrillos<br />
a los que comentaba las novedades que traía de la ciudad o de los pueblos <strong>del</strong> entorno. A veces las tertulias<br />
eran tan animadas que se prolongaban más de lo debido y alguna de las vecinas tenía que dar la voz de<br />
alarma para que las parroquianas volvieran a terminar la comida y las faenas de la casa, antes de que los<br />
maridos volvieran de las faenas <strong>del</strong> campo.<br />
Surtía el Tío Cartujo a la parroquia, por lo general, de todo lo necesario para la costura: hilos, agujas,<br />
botones, cremalleras, cintas de colores, imperdibles, corchetes; de prendas íntimas y mudas de hombre,<br />
mujer y niño; calcetines, medias, guantes y bufandas; batas y mandiles para las mujeres; alguna man-
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 87<br />
Lo más singular que ofrecía el Cartujo<br />
era su surtido de gafas graduadas<br />
que guardaba como oro en paño.<br />
telería ya confeccionada –para los hogares más pudientes- o telas para su confección casera; madejas de<br />
hilos y lanas de todos los colores; telas para sábanas nuevas o retales para los arreglos de aquellas, y sobre<br />
todo panas, driles y mahones para remendar chaquetas y pantalones de trabajo de los hombres. Aquellos<br />
eran tiempos de estrecheces económicas y todo se aprovechaba hasta límites insospechados y cuando una<br />
camisa, un pantalón, o una falda había llegado a su último uso, aun había una última opción: las “rodeas”<br />
de cocina que aún prolongaban unos meses o años más su vida útil.<br />
Pero lo más singular que ofrecía el Cartujo era su surtido de gafas graduadas que guardaba como<br />
oro en paño en una arquita de madera, las gafas de sol y los famosos peluquines. Los mayores se asomaban<br />
al carro y con mucha paciencia iban probando uno a uno los mo<strong>del</strong>os exhibidos hasta que el futuro<br />
adquirente comprobaba que las gafas se ajustaban a su necesidad y gusto. Eran gafas con gruesos cristales<br />
graduados como culos de botella y monturas de metal, que los ancianos utilizaban, en el caso de las mujeres<br />
para la costura y los hombres para leer los periódicos, la Revista “El Mensajero”, el calendario Zaragozano,<br />
o para llevar sus rudimentarios asuntos contables. Los jóvenes dejaban a sus madres y hermanas<br />
el encargo de las gafas de sol con las que lucirse en el paseo por la carretera, las tardes de los domingos,<br />
tras la partida de mus en el bar y antes <strong>del</strong> baile. Las antiparras era otro artículo de habitual consumo en el<br />
verano, cuando las faenas de la recolección, obligaba a los labradores a proteger sus ojos de la paja de la<br />
trilla y las “esquenas” de las espigas.<br />
Los peluquines, que Cartujo guardaba en unos estuches individuales de cartón, parecidos a los sombrereros<br />
en miniatura, era el artículo de lujo por excelencia y en comparación el más caro de todos. Sabíamos<br />
de su existencia porque llevaba colgado uno, envuelto en papel de celofán, a modo de exposición,<br />
aunque nunca vi en el pueblo a nadie que lo luciera.<br />
Por casualidad, hace unos años volví a ver al Tío Cartujo en su pueblo. Me acerqué a saludarlo con<br />
todo el afecto que pude mostrarle. Me identifiqué y al principio dudó, pero finalmente me dijo que sí se<br />
acordaba de mí. No sé si de verdad me reconoció. Habían pasado muchos años, lo encontré avejentado,<br />
encorvado por el paso de los años. No obstante, aunque un poco cascada, conservaba aún aquel timbre de<br />
voz tan característico, seña ineludible, junto con su bigote, de su identidad.<br />
Este es un humilde, sencillo y sentido homenaje a cuantos hombres recorrían, por aquellos duros<br />
años, los pueblos de esa parte de la comarca de Tierra de Campos –bien seguro estoy que en otras partes<br />
había otros Cartujo, Román, Pedro, toresanos y zamoranos, pimentoneros de Tordehumos, y tantos otros<br />
que posibilitaban el humilde comercio rural- abasteciendo de todo tipo de artículos, enseres y alimentos a<br />
sus habitantes. •
09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
epc I Fragmentos escogidos<br />
A ORILLAS DEL ÉUFRATES<br />
Jesús Álvaro Arranz Mínguez<br />
En el año 2007, la editorial Ediciones <strong>del</strong> Viento<br />
publicó en español el libro de Leonard Woolley<br />
Ciudades muertas y hombres vivos. Ilustraba la portada<br />
la misma imagen que reproducimos en estas<br />
páginas y que entonces, como arqueólogo, me<br />
resultó enormemente sugerente. Hasta ahora me<br />
había resistido a incluirla en este capítulo dado que<br />
era, como decía, portada de un libro de edición reciente.<br />
No obstante, al recolocar el estante de la<br />
sección arqueológica una postal resbala de uno de<br />
los volúmenes. La tarjeta, nueva, impresión publicitaria,<br />
muestra precisamente la ilustración de la<br />
portada <strong>del</strong> reeditado Woolley. Aquello no podía<br />
ser casual –o sí-, pero caí de nuevo en el halo de su<br />
potente evocación.<br />
La fotografía original está fechada en 1912 en Carquemis<br />
(Jerablús, Turquía) un enclave a orillas <strong>del</strong><br />
Éufrates cuyas primeras excavaciones se remontaban<br />
a 1876 bajo los auspicios <strong>del</strong> British Museum.<br />
Esta imponente fortaleza controlaba la ruta comercial<br />
que unía Nínive con Harán y enlazaba con<br />
otras rutas hacia el Mediterráneo, Palestina y Egipto.<br />
En palabras <strong>del</strong> propio Woolley:<br />
Cabañas árabes, tan solo ocultas por la hierba, dejan<br />
paso a las armenias; y debajo de estas se encuentran<br />
las ruinas bizantinas. Estrato bajo estrato, se pueden<br />
distinguir tres o cuatro periodos constructivos en<br />
unos metros de profundidad. […] escasos restos de<br />
la fortaleza romana […]. Debajo de estos se encuentra<br />
la Carquemis de los hititas […]. Cuatro mil años<br />
de historia, asedios y movimientos de población, y<br />
solo hemos descendido seis metros en el gran montículo;<br />
detrás de esos siglos se extiende el incalculable<br />
periodo de la época prehistórica.<br />
Los protagonistas de esta imagen de principios <strong>del</strong><br />
siglo XX tomada en las riberas <strong>del</strong> Éufrates son,<br />
además de los consabidos y pintorescos trabajadores<br />
indígenas, dos elegantes caballeros británicos.<br />
El que se cubre con sombrero es el eminente<br />
investigador autor <strong>del</strong> libro, sir Leonard, y el que<br />
se halla a la izquierda, también arqueólogo, es T.<br />
Edward Lawrence, quien años después sería mundialmente<br />
conocido como Lawrence de Arabia.<br />
El relieve que aparece entre ambos personajes se<br />
encuentra en la actualidad en el Museo de las Civilizaciones<br />
de Anatolia en Ankara (Turquía).<br />
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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />
Lawrence y Woolley posan junto a uno de sus hallazgos arqueológicos en Carquemis. Siria, 1912.<br />
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EPC 09 I noviembre 2012 I www.sercam.es