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ESTUDIOSDEL<br />

PATRIMONIO<br />

CULTURAL<br />

09<br />

noviembre 2012. www.sercam.es<br />

LA PROVINCIA<br />

JESUÍTICA<br />

DEL PARAGUAY<br />

ARQUITECTURA<br />

PASTORIL<br />

ETNOBIOLOGÍA<br />

EN LAS ARRIBES<br />

EN LOS JARDINES DE<br />

LA GRANJA<br />

ARTE<br />

EN LA DIÓCESIS<br />

DE VALLADOLID<br />

VENDEDORES<br />

AMBULANTES<br />

LAWRENCE &<br />

WOOLLEY


EPC<br />

09<br />

05 I EDITORIAL<br />

06 I El lento proceso de valoración <strong>del</strong> legado cultural de la antigua provincia jesuítica <strong>del</strong> Paraguay<br />

Carlos A. Page<br />

32 I El Plan de Interpretación de la Arquitectura Pastoril de Cogeces <strong>del</strong> Monte, Valladolid<br />

Roberto Losa Hernández y Alicia Gómez Pérez<br />

42 I La arquitectura tradicional de Arribes <strong>del</strong> Duero (Salamanca-Zamora): materias<br />

primas vegetales<br />

José Antonio González, Monica García-Barriuso, Sonia Bernardos y Francisco Amich


76<br />

06<br />

42<br />

84<br />

56 I DOSSIER FOTOGRÁFICO: En los jardines de la Granja<br />

Roberto Losa Hernández<br />

76 I El arte religioso en la Diócesis de Valladolid.<br />

José Luis Velasco Martínez<br />

84 I El Tío Cartujo. Un vendedor ambulante en Tierra de Campos.<br />

Alfredo Castro Castro<br />

88 I FRAGMENTOS ESCOGIDOS<br />

A orillas <strong>del</strong> Éufrates<br />

32<br />

56<br />

88


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Nº9<br />

Noviembre de 2012<br />

ISNN 1988-8015<br />

Edita<br />

SERCAM, Servicios Culturales y Ambientales, S.C.<br />

Consejo editorial<br />

Alicia Gómez Pérez<br />

Roberto Losa Hernández<br />

José Ramón Almeida Olmedo<br />

Colaboradores en este <strong>número</strong><br />

Carlos A. Page<br />

José Antonio González<br />

Mónica García-Barriuso<br />

Sonia Bernardos<br />

Francisco Amich<br />

José Luis Velasco Martínez<br />

Alfredo Castro Castro<br />

Diseño y maquetación<br />

SERCAM, Servicios Culturales y Ambientales, S.C.<br />

Foto portada<br />

Escultura en el entorno de la fuente de Andrómeda. Jardines <strong>del</strong><br />

Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, Segovia.<br />

Foto: Roberto Losa Hernández.<br />

Distribución digital en www.sercam.es<br />

Para colaboraciones o información envíe un email a:<br />

epc@sercam.es<br />

Estudios <strong>del</strong> Patrimonio Cultural permite la reproducción<br />

parcial o total de sus artículos siempre que se cite su<br />

procedencia.<br />

Los artículos firmados son responsabilidad de sus autores.<br />

Estudios <strong>del</strong> Patrimonio Cultural no se responsabiliza ni se<br />

identifica necesariamente con las ideas que en ellos se expresan.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

EDITORIAL<br />

El panorama está revuelto, inevitablemente, y esto se está poniendo<br />

cada vez más feo: ¡para temblar! Resulta que –según<br />

consigna política- lo que era intocable, como la sanidad y la<br />

educación, hemos comprobado hace tiempo –los ciudadanos<br />

de a pie- que ya había sido ‘manoseado’. Con este panorama,<br />

fácil es imaginar el nivel al que queda el mantenimiento y servicio<br />

de la CULTURA, un bien no considerado de primera necesidad<br />

pues ‘utilízase’ tan sólo para contrarrestar el embrutecimiento<br />

personal –y consecuentemente social- y de una forma<br />

gráfica o fotográfica para dar fe de la cantidad de campos, sectores,<br />

parcelas o situaciones que tienen que afrontar nuestros<br />

gobernantes.<br />

Por lo que nos atañe a las industrias culturales, en este caso<br />

de a río revuelto… desde luego no vemos la ganancia por ningún<br />

lado. Poco margen nos queda para la exportación, aunque<br />

algo sí para la innovación, pero sin engañarnos: los presupuestos<br />

que se manejan no sólo no son ajustados sino lo siguiente,<br />

rebajándose sensiblemente por debajo de la línea de lo razonable.<br />

Y, además, cada día te sorprende como el trabajo que<br />

pensabas que no se podía realizar más barato justificado en<br />

unas cábalas difícilmente sostenibles, algún compañero te<br />

demuestra que estabas equivocado, dolorosa y moralmente<br />

equivocado.<br />

La perversidad <strong>del</strong> sistema de licitación de obra donde prima<br />

sobremanera la baja económica, está acabando con todo. Con<br />

la innovación, a la que deja muy poco margen de maniobra,<br />

con la investigación, a la que no se permite explayarse en<br />

ningún sentido y, por supuesto, y no nos engañemos, con la<br />

calidad. Principalmente la calidad. Lo único que se favorece<br />

es la creatividad: la inventiva de cómo hacer el trabajo lo más<br />

barato posible pero resultón.<br />

En todas las licitaciones con las que me he enfrentado en estos<br />

últimos años, la baja económica es un criterio que se enseñorea<br />

por encima <strong>del</strong> resto imponiendo su férrea dictadura<br />

autodestructiva. Solamente he encontrado una en la que no<br />

Ya que en una licitación queda establecida<br />

la cuantía de la obra, ¿no parece mejor<br />

argumento mantener la calidad y/o proponer<br />

mejoras?<br />

se tenía en cuenta para nada este juicio. Absolutamente<br />

para nada. Rara avis en tiempo<br />

de crisis.<br />

No hace mucho conversaba al respecto con<br />

una conocida, que a veces propone algún<br />

concurso de los que me interesan, y confirmaba<br />

que la ponderación económica era determinante:<br />

“¿cómo, sino, se puede defender<br />

fácilmente ante los ciudadanos una adjudicación<br />

y, más aún, ‘probar’ la imparcialidad de<br />

los miembros de las mesas de contratación?”.<br />

Comprensibles justificaciones, pensaba yo,<br />

pero justas no me parecían pues, ya que en<br />

una licitación queda establecida la cuantía de<br />

la obra, ¿no parece mejor argumento mantener<br />

la calidad –siempre menoscabada con las<br />

bajas económicas- y/o proponer mejoras?<br />

Aunque por descabellado, o quizá quimérico,<br />

pueda tomarse este juicio mío, lo que a todas<br />

luces resulta evidente es la situación de empobrecimiento<br />

progresivo que atravesamos<br />

las industrias culturales: escasa oferta de trabajo<br />

y poca rentabilidad de la misma. Conjunción<br />

explosiva que nos acerca al abismo. Y, lo<br />

que es peor, sin visos de mejorar a corto plazo<br />

(ya no podemos hablar de medio plazo). Yo,<br />

que suelo tener un punto de optimismo elevado<br />

y suelo reflejarlo en estas páginas, me<br />

estoy acercando peligrosamente al pesimismo<br />

desesperante. Ahora bien, como me dijo<br />

el director de la sucursal bancaria con la que<br />

estamos intentando renegociar una deuda:<br />

“No hay problema, esto se soluciona con dinero”<br />

(el que no nos van a prestar). Ante todo<br />

buen humor.•<br />

5


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

EL LENTO PROCESO<br />

DE VALORACIÓN DEL<br />

LEGADO CULTURAL DE LA<br />

ANTIGUA<br />

PROVINCIA JESUÍTICA<br />

DEL PARAGUAY<br />

Carlos A. Page I CONICET-CIECS<br />

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Centro de Investigación y<br />

Estudios sobre Cultura y Sociedad. I capage1@hotmail.com<br />

La expulsión de los jesuitas de Hispanoamérica en 1767<br />

constituyó una bisagra en el tiempo que puso fin a una<br />

excepcional obra religiosa y cultural. A partir de entonces<br />

la reputación de la Compañía de Jesús cayó en<br />

un abismo impensable de revertir. Sin embargo con la<br />

restitución de la Orden primero y la posterior decisión<br />

institucional de reconstruir su propia historia, comenzaron<br />

a valorarse sus obras artísticas y arquitectónicas<br />

hasta convertirse en estandartes de un importante legado<br />

patrimonial con alta significación internacional.<br />

De tal manera se aborda este proceso de transformación<br />

en la antigua provincia jesuítica <strong>del</strong> Paraguay a<br />

través <strong>del</strong> proceso histórico de su valoración.<br />

Palabras clave: Jesuitas, Conservación, Reducciones jesuíticas, Estancias jesuíticas<br />

6


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 7<br />

1. La expulsión y extinción de la Compañía de Jesús<br />

La pragmática <strong>del</strong> rey Carlos III de 1767 1 de ninguna manera fue un acontecimiento que se cierra en sí<br />

mismo sin admitir antecedentes y consecuencias. La decisión regia se constituye en una bisagra o punto<br />

de inflexión que marcó un duro revés en la Compañía de Jesús, convirtiéndose en una de las injusticias más<br />

ignominiosas que sufrió el mundo católico.<br />

Los jesuitas tuvieron difíciles días por caminar desde la creación de la Provincia <strong>del</strong> Paraguay (1604) 2 , donde<br />

soportaron las agresiones de prelados y encomenderos durante gran parte de los años que permanecieron<br />

en América. Pero un hecho desencadenante de la catástrofe fue sin dudas el Tratado de Límites o de<br />

Permuta, celebrado entre las coronas de España y Portugal en 1750 (Kratz 1954). Fue un primer detonante<br />

que afinó las asperezas entre el poder político y los ignacianos. En esta ocasión, la Compañía de Jesús se debatía<br />

frente a ambas potencias, quienes a sus espaldas canjeaban territorios ocupados por siete reducciones<br />

jesuíticas 3 a cambio <strong>del</strong> enclave urbano lusitano ubicado en territorio hispano de Colonia de Sacramento.<br />

La oposición de los guaraníes y jesuitas se hizo sentir y desembocó en una lamentable guerra. Pero más<br />

allá de beneficiar a tal o cual fuerza, afectó directamente a sus propios pobladores en una cuestión que era<br />

más sensible que la pérdida material de los pueblos. Pues los portugueses en su territorio eran libres de<br />

esclavizar indios, mientras que para los españoles aquéllos eran considerados súbditos <strong>del</strong> rey. Esto fue una<br />

diferencia fundamental que claramente evaluaron jesuitas y guaraníes a la hora de considerar las consecuencias<br />

posteriores. La guerra tuvo un desenlace previsible en la batalla de Caibaté (1756). Pero luego de<br />

haber estado aliadas para esta contienda y salir victoriosas, las coronas de España y Portugal concluyeron<br />

sus diferencias con el Tratado <strong>del</strong> Pardo (1761), donde entre otras consideraciones quedó anulado el Tratado<br />

de 1750 y los guaraníes regresaron a sus destruidas y diezmadas reducciones.<br />

En aquel año de 1750, asumió el marqués de Pombal como primer ministro de José I de Portugal y<br />

es incuestionable que a partir de entonces se inició una lenta conspiración contra los ignacianos. La misma<br />

tuvo su punto más álgido en el atentado que ocho años después sufrió el rey, donde se involucró a su amante,<br />

la condesa de Tavora, al duque de Aveiro y al confesor de todos ellos, el jesuita Gabriel de Maladriga. El<br />

1 La pragmática sanción real fue firmada el 27 de febrero de 1767, dirigida al conde de Aranda, e impresa con una serie de<br />

providencias en cuatro voluminosos tomos (Colección 1767-1774).<br />

2 Estuvo conformada en su inicio por las actuales naciones de Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay sur de Bolivia y parte de<br />

Brasil.<br />

3 Estas reducciones eran: San Borja, San Nicolás, San Luis Gonzaga, San Lorenzo, San Miguel, San Juan Bautista y Santo<br />

Ángel.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 8<br />

castigo fue implacable e incluyó la pena de muerte, seguida <strong>del</strong> descuartizamiento a golpes de casi toda la<br />

familia y quema de los cuerpos de la condesa y el duque, seguido de la confiscación de sus bienes. Incluso<br />

el P. Maladriga fue llevado a la hoguera por el Santo Tribunal de la Inquisición. A semejantes atrocidades les<br />

siguió la expulsión de los jesuitas de Portugal. Pero hoy sabemos que toda esta sangre derramada fue una<br />

trampa de la corona lusitana para frenar el poder de una nobleza disconforme con el accionar regio.<br />

Comenzó con Portugal, pero pronto se extendió a Francia (1762) a través de Luis XV y por sus simpatías<br />

con el jansenismo, y tiempo después de la expulsión de España (1767), a Nápoles y Malta, es decir<br />

hacia todos los dominios gobernados por los borbones.<br />

En España las acusaciones llovían por doquier dentro de una Iglesia en crisis, donde la Compañía de Jesús<br />

era el blanco de los continuas acusaciones, como la de servir a la curia romana en detrimento de las prerrogativas<br />

regias, fomentar las doctrinas probabilísticas, simpatizar con el regicidio y defender el laxismo de<br />

su sistema educativo (Fernández Arillaga 2002: 251). La corte de Carlos III era ajena a las preocupaciones<br />

<strong>del</strong> pueblo y se embarcó en una serie de obras superfluas que demandaban grandes costos. Y para deshacerse<br />

de los jesuitas, también aquí hubo una excusa que detonó en la severa acusación que recibieron<br />

de incentivar los motines de Esquilache de 1766 (Andrés-Gallego 2003). España se encontraba sumergida<br />

en una crisis económica, por lo que la nobleza local responsabilizó al italiano secretario de Hacienda, el<br />

marqués de Esquilache, lo que derivó en su renuncia y expulsión, luego que tomara medidas económicas<br />

y antipopulares. Terminado el motín, el rey ordenó una investigación secreta por parte <strong>del</strong> fiscal de estado<br />

Pedro Rodríguez, conde de Campomanes 4 . En su informe se acusó a los jesuitas como instigadores <strong>del</strong> motín,<br />

aconsejándose la expulsión de la Orden, incluso con recomendaciones prácticas para su cumplimiento,<br />

de las que fue encargado de cumplir el conde de Aranda.<br />

La ejecución se llevó a cabo con absoluto secreto y con ella se sucedieron una serie de irregularidades.<br />

Aconteció a altas horas de la noche a cargo de soldados que cometieron atropellos y desmanes.<br />

Los jesuitas fueron arrestados en sus colegios, conducidos a una habitación, donde se les tomó la filiación<br />

y cargo. Luego se les leyó el Decreto y se los encerró en los refectorios. Los mismos funcionarios también<br />

cometieron excesos, como el gobernador Bucareli, quien emitió un bando dando cuenta a la población de<br />

Buenos Aires de lo decretado por el rey e intimó con pena de muerte a quien lo contradijese o se comunicara<br />

con los jesuitas.<br />

Todos los religiosos de la provincia <strong>del</strong> Paraguay, que eran aproximadamente 450, se embarcaron<br />

en Buenos Aires rumbo a España. Algunos murieron en el viaje, como el arquitecto italiano Pedro Pablo<br />

4 Este dictamen secreto se conoció recientemente (Rodríguez Campomanes 1977).<br />

La expulsión de los jesuitas de España el 31 de marzo de 1767.<br />

Grabado <strong>del</strong> Musée de Port-Royal-des-Champs, Magny-les-<br />

Hameaux, Francia.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 9<br />

Los jesuitas expulsos<br />

produjeron una revolución<br />

en las letras castellanas.<br />

Danesi o el mismo provincial Manuel Vergara, que falleció en el Hospicio de Misiones de Cádiz apenas arribó.<br />

Finalmente, fueron conducidos a Italia. Luego de varias vicisitudes y en reemplazo <strong>del</strong> P. Vergara, fue<br />

nombrado provincial el P. Robles, residiendo en Imola, donde primeramente se constituyó el Colegio Máximo.<br />

Sin embargo, Carlos III prohibió a los jesuitas que se siguieran nombrando provinciales o refundando<br />

colegios con las mismas denominaciones anteriores. El mandato se acató a medias y, al cumplir su trienio,<br />

el P. Robles fue sucedido por el P. Muriel, aunque a partir de ese momento las designaciones españolas<br />

cambiaron por santos de la Iglesia y a la provincia <strong>del</strong> Paraguay se la llamó en el exilio “provincia de San<br />

José”, manteniéndose hasta la abolición de la Orden, que no tardaría en llegar.<br />

Precisamente, esta última calamidad tuvo como protagonista a Clemente XIV, quien en su breve<br />

Dominus ac Redemptor noster extinguió a la Compañía de Jesús en 1773. Sin embargo, un año después, el<br />

mismo pontífice firmó una retracción (Gómez Ferreira 1973) sobre aquella disposición, argumentando las<br />

presiones que soportó. Efectivamente, de esta metodología estuvo encargado el embajador español en<br />

Roma José Moniño, quien incluso hasta el texto de la extinción parece ser de su autoría, habiendo sido enviado<br />

a Carlos III antes de su publicación y para su aprobación. Por su buen desempeño, Moniño recibió el<br />

título de conde de Floridablanca y el Papa la restitución de los reinos de Benevento y Aviñón (Page 2011a).<br />

2. Los jesuitas expulsos y las memorias que nos legaron<br />

El exilio no fue nada fácil de sobrellevar. Tengamos en cuenta que en algunos casos los sacerdotes<br />

fallecieron a los pocos años de su estadía en Italia debido a su avanzada edad, pero jóvenes como el tucumano<br />

Diego León de Villafañe, arrancado <strong>del</strong> convictorio de Córdoba a los 26 años, recién pudo regresar a<br />

su patria luego de 35 años de proscripción.<br />

Todos esos años de exilio no iban a pasar en vano. Por el contrario, los jesuitas expulsos van a producir<br />

una revolución en las letras castellanas. La mayor producción estaba reservada en gran medida para una<br />

estirpe de hombres que deseaban hacer conocer al mundo su vida cotidiana misional en países lejanos y<br />

llenos de peligros. Sobresalen en este sentido los americanos, nutridos de una experiencia educacional y<br />

misional que los distinguían. Los educadores derivaron en publicistas y los misioneros en la producción de<br />

obras de carácter etnográfico y geográfico.<br />

En la antigua provincia <strong>del</strong> Paraguay se destacaron varios profesores escritores, como el zaragozano<br />

Joaquín Millás, que trabajó sobre el valor pedagógico de las letras clásicas o el filósofo Gaspar Phitzer<br />

que dejó varios tratados de su especialidad, como lo hizo a su vez Domingo Muriel. También el erudito José


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 10<br />

Ilustración <strong>del</strong> libro original <strong>del</strong> P. Florián Paucke (1944) que representa la reducción de San Javier de indios mocovíes,<br />

donde trabajó varios años.<br />

Sánchez Labrador escribió numerosas cuestiones de historia natural, al igual que José Jolís con su Historia<br />

natural de la región chaqueña. El inglés Tomás Falkner publicó en 1774 una descripción de la Patagonia,<br />

haciendo el primer descubrimiento y mención de un gliptodonte. Pues la ciencia ocupó un lugar preponderante<br />

en los escritos y buen ejemplo de ello fueron el santafesino Buenaventura Suárez, considerado<br />

el primer astrónomo argentino, o Gaspar Juárez, brillante botánico y paleontólogo. En nuestra disciplina<br />

histórica, el P. José Guevara publicó en 1764 la Historia <strong>del</strong> Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, donde se<br />

ocupa también de la flora. El mismo Iturri es preciado como el primer historiador argentino, pues, siendo<br />

natural de Santa Fe, escribió una obra pionera que permanece extraviada. No menos importante fueron<br />

los trabajos biográficos, como los <strong>del</strong> mismo Juárez, el famoso José Manuel Peramás y Francisco Miranda,<br />

entre otros. También Manuel Canelas dejó una relación sobre los indios mocovíes, y Pedro Juan Andreu dos<br />

obras impresas y una inédita sobre la historia tucumana y etnografía chaqueña. José Cardiel nos legó varias<br />

obras de gran interés, como el P. José Quiroga, marino, cartógrafo y matemático. Martín Dobrizhoffer y<br />

Florián Paucke escribieron sus experiencias entre los indios <strong>del</strong> Chaco. Muchas de estas obras fueron publicaciones<br />

póstumas, influyendo en el siglo XIX y profundamente aún en nuestros días.<br />

Con el pasar de los años, la Compañía de Jesús fue restablecida, primero en Nápoles y en Parma, luego<br />

en las dos Sicilias, hasta que el 7 de agosto de 1814 la bula Sollicitudo omnium Ecclesiarum, <strong>del</strong> papa Pío<br />

VII, habilitado de su cautiverio napoleónico en Francia, dejó restablecida la Compañía de Jesús en todo el<br />

mundo católico con un solemne acto de reparación en Roma, donde asistió María Luisa de Borbón.<br />

También hizo lo propio Fernando VII, quien revocó la pragmática de su abuelo el 29 de mayo de<br />

1815 e invitó a todos los jesuitas hispanos y americanos a que regresaran a la Península. De tal manera que


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 11<br />

unos 120 sacerdotes abandonaron las poblaciones <strong>del</strong> Lacio y regresaron a España.<br />

Casi medio siglo tuvo que soportar la Compañía de Jesús su desaparición y los efectos que ello<br />

causó en la sociedad universal: persecuciones, decretos de pena de muerte, saqueo y destrucción de los<br />

testimonios construidos. Hasta fue prohibida la lengua guaraní, aquella que invocara como último aliento<br />

el maestro de novicios P. Juan de Escandón en su lecho de muerte de Faenza.<br />

3. La reconstrucción de la Historia<br />

Tanto en las vísperas como en las postrimerías de las independencias americanas, surgieron muchos<br />

textos que desvalorizaron la empresa colonizadora española, y más aún, la naturaleza <strong>del</strong> nuevo continente<br />

y las potencialidades de los pueblos originarios. Se destacan principalmente las obras de Corneille<br />

de Pauw (1739-1799), Guillaume T. Raynal (1713-1796) y William Robertson (1721-1793). Los jesuitas fueron<br />

los primeros detractores de estas teorías, pero también se dividieron en sus apreciaciones entre hispanos<br />

europeos y criollos, aunque juntos cultivaron una ideología regionalista que aumentó con la melancolía de<br />

la distancia y los sufrimientos que les ocasionó el exilio. De estas tendencias, la obra de José Manuel Peramás<br />

comparando la República de Platón con las reducciones guaraníticas (1793) ya no tiene solo carácter<br />

religioso, sino que evidencia sus marcados pensamientos europeos.<br />

Si con sus escritos los jesuitas pretendían dejar viva su memoria, también a ellos se atacó y la historiografía<br />

decimonónica fue implacablemente contraria a la obra de los ignacianos. Ejemplo de esto son los<br />

textos <strong>del</strong> español Félix de Azara que se mostró sumamente crítico frente a una posición más favorable que<br />

tomó el criollo deán Gregorio Funes. Ambos marcaron una línea que seguía dividiendo la siempre presente<br />

antinomia antijesuítica. Al primero lo siguieron Bartolomé Mitre, Juan María Domínguez, Vicente Fi<strong>del</strong> López<br />

y otros, denostando a los jesuitas. Este último sentía una profunda repulsión por el sistema económico,<br />

social y político experimentado en las reducciones y en consecuencia despreciaba también a sus cronistas,<br />

a quienes les imprimía todo tipo de rótulos injuriosos. No es casual que los historiadores <strong>del</strong> siglo XIX que<br />

siguieron a Azara reconocieran el sistema de las encomiendas, mitas y malocas como un acto natural, y que<br />

no se justificaba que los jesuitas calificaran esos mismos actos como perversos.<br />

En el otro extremo, siguió a Funes el historiador ítalo-rioplatense Pedro de Angelis, quien se presentó<br />

como un restaurador moderado que inició una revalorización de la obra jesuítica a través fundamentalmente<br />

en la edición de algunos antiguos textos de su formidable colección, mayormente inédita, que se<br />

encuentra hoy en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro. En esa línea también se van a ubicar Andrés


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 12<br />

En el seno mismo de la Compañía<br />

de Jesús restablecida, surgió la<br />

necesidad de recordar y contar<br />

esa gloriosa Historia de epopeyas<br />

misionales.<br />

Lamas, que editó nuevamente la obra <strong>del</strong> P. Guevara (1873) y, sobre todo, la Historia <strong>del</strong> Paraguay <strong>del</strong> P.<br />

Lozano (1873), a quien no solo llevó a la imprenta, sino que prologó con acentuada consideración al autor.<br />

Lamas fue quien sobre todo valoró profundamente la admirable labor historiográfica que otros de su tiempo<br />

despreciaban debido a sus arrogantes cargas ideológicas. Se sumaron tiempo después Rómulo Carbia y<br />

Ricardo Levillier, quienes reafirmaron el alto contenido erudito y cultural de los cronistas-historiadores de<br />

la Compañía de Jesús.<br />

En el seno mismo de la Compañía de Jesús restablecida, surgió la necesidad de recordar y contar<br />

esa gloriosa Historia de epopeyas misionales por entonces casi olvidada. Fue por ello que en la Congregación<br />

General de 1892, al ser elegido como general de la Compañía de Jesús el español P. Luis Martín, se<br />

le encargó especialmente que inicie una historia integral de la Orden a través de sus Asistencias. Al año<br />

siguiente, se formó el Colegio de Escritores, conocidos como monumentalistas, quienes con residencia en<br />

Madrid y liberados de otros ministerios debían dedicarse a estudiar la historia en forma exclusiva. Incluso<br />

se encomendó a Ludwing Carrez SJ que confeccionara un atlas histórico-geográfico mundial de la Compañía<br />

de Jesús que se publicó en París (Carrez 1900). En Roma sucedió contemporáneamente algo similar<br />

con aquellos que debían ordenar la documentación existente en el generalato y formar el famoso archivo<br />

romano (ARSI). De esta manera apareció a fines <strong>del</strong> Siglo XIX y principios <strong>del</strong> XX un movimiento de historiadores<br />

jesuitas abstraídos a la impostergable necesidad de reivindicar la obra ignaciana en el mundo. Así<br />

surgió la mencionada Monumenta Histórica Societatis Iesu, con las historias de las Asistencias. Para España<br />

y América fue dirigida por Antonio Astrain, para Alemania lo hizo Bernhard Duhr, de Portugal se encargó<br />

Francisco Rodrigues y de Italia el prestigioso Tacchi Venturi. Todos ellos formaron un importante cuerpo de<br />

investigadores con numerosos amanuenses y colaboradores en todo el mundo.<br />

A pesar de las recomendaciones <strong>del</strong> prepósito general Martín de ser críticos y no apologéticos, generalmente<br />

se cayó en esta última particularidad que privó los esfuerzos <strong>del</strong> vigor de la reflexión. Se siguió<br />

con el trabajo y se publicaron varias obras profundas, pero nunca se llegó a concretar la deseada Monumenta<br />

Paraguaya, que sería parte <strong>del</strong> conjunto de provincias americanas y de las que se materializó en sendos<br />

libros la Monumenta Peruana <strong>del</strong> P. Antonio Egaña y la mexicana <strong>del</strong> P. Félix Zubillaga, quedando también<br />

en este caso por hacerse la Monumenta de Nueva Granada, tarea a la que están abocados en la actualidad<br />

los jesuitas José <strong>del</strong> Rey Fajardo y Alberto Gutiérrez.<br />

La obra <strong>del</strong> jesuita español Antonio Astraín (1857-1928) es enorme en contenido y calidad. Se publicó<br />

entre 1902 y 1916 en siete tomos 5 . Uno de sus mayores colaboradores fue el P. Pablo Pastells (1842-1932),<br />

5 Solo de la parte que trata sobre la provincia <strong>del</strong> Paraguay fue reeditada (Meliá 1996).


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 13<br />

quien además publicó su propio trabajo, consistente en una monumental recopilación de documentos <strong>del</strong><br />

Archivo de Indias, obra en cinco tomos aparecida entre 1912 y 1933 que fue continuada por el P. Francisco<br />

Mateos que agregó tres tomos (Page 1999). Aunque en el Archivo de los Jesuitas en Granada permanecen<br />

las fichas originales <strong>del</strong> P. Pastells por las que se podrían publicar varios tomos más.<br />

Sobre los estudios de la antigua provincia jesuítica <strong>del</strong> Paraguay creció la labor con aportes historiográficos<br />

destacables, convirtiéndose en tres pilares fundamentales, los PP. Pablo Hernández (1852-<br />

1921), Carlos Leonhardt (1869-1952) y Guillermo Furlong (1889-1974).<br />

El primero tuvo la iniciativa de traducir y completar la obra de Charlevoix-Muriel y luego dar a conocer<br />

un libro sobre la expulsión de los jesuitas, para completar su labor con su famosa obra Organización<br />

social de las doctrinas guaraníes (1913), donde enfáticamente se puso en consideración la “epopeya jesuítico-guaraní”.<br />

El alemán Leonhardt, quien insistió en la formación de la Monumenta Paraguaya, dedicó gran<br />

parte de su labor historiográfica a traducir <strong>del</strong> latín las Cartas Anuas, pero sólo pudo publicar las <strong>del</strong> periodo<br />

1609-1637 en dos voluminosos tomos aparecidos en 1927 y 1929. Continuó su tarea el Dr. Ernesto Maeder,<br />

quien, en las últimas dos décadas <strong>del</strong> siglo XX, alcanzó a publicar hasta la Anua de 1654. Finalmente, el<br />

P. Furlong nos exime de todo comentario ante la conocida y también monumental obra de la que somos<br />

depositarios y que marcó una historiografía abierta al conocimiento y profundización de diversos temas<br />

(Geoghegam 1975).<br />

Estos tres historiadores jesuitas <strong>del</strong> siglo XX, si bien no fueron los únicos, realizaron valiosas contribuciones<br />

historiográficas en un afán de persistencia y búsqueda de reconocimiento de un pasado verdaderamente<br />

glorioso para el mundo católico. Sus textos se sumaron a la construcción de un archivo excepcional<br />

en Buenos Aires, lamentablemente en gran parte desaparecido ante la desidia de la Orden por<br />

conservar “papeles antiguos”. No era casual que los libros de Furlong –según relató su editor en un homenaje<br />

póstumo al historiador- no se vendieran, pues aún en la década <strong>del</strong> setenta <strong>del</strong> siglo pasado persistía<br />

cierto rechazo a los tiempos pasados de la Compañía de Jesús. Por ello, el interés por esa Historia comenzó<br />

a valorizarse paralelamente en investigadores extranjeros, como el protestante Magnus Morner, e incluso<br />

jesuitas, como el suizo Félix A. Plattner SJ y otros, que tempranamente aparecieron con sus trabajos en la<br />

década de los cincuenta.<br />

En Argentina, a partir de las incursiones en el tema <strong>del</strong> mencionado Maeder, se abrió un inmenso<br />

abanico que llega hoy a un <strong>número</strong> enorme de historiadores dedicados a la historia de la antigua Compañía<br />

de Jesús. Igualmente pasó en Paraguay a partir de los trabajos <strong>del</strong> jesuita español Bartomeu Meliá, discípulo<br />

<strong>del</strong> P. Antonio Guash y <strong>del</strong> etnólogo León Cadogan. Mientras en Brasil se destaca el P. Ignacio Schmitz SJ,


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 14<br />

Parte gráfica <strong>del</strong> informe <strong>del</strong> ingeniero Julio Ramón de Cesar de 1788 sobre la desaparecida<br />

iglesia de los jesuitas de Asunción, donde se puede observar el sistema constructivo de la<br />

cubierta y su propuesta de consolidación estructural (Page 2011b).<br />

que dirige el prestigioso Instituto Anchietano de Pesquizas, siguiendo las huellas de jesuitas como Serafín<br />

Leite que en la década <strong>del</strong> 50 escribió las Cartas do Brasil e Historia da Compania de Jesus no Brasil. También<br />

han sobresalido Arnaldo Bruxel SJ, Arno Kern, Regina Gadhela y muchos otros.<br />

4. Las primeras demoliciones e intervenciones arquitectónicas en la región guaranítica<br />

Inmediatamente después de la expulsión, las monumentales construcciones jesuíticas sufrieron también<br />

un desprecio ideológico notable y manifiesto en varios ejemplos, como cuando se demolió la iglesia<br />

jesuítica de Asunción a pesar <strong>del</strong> contundente informe <strong>del</strong> ingeniero Julio Ramón de César, firmado en el<br />

verano de 1788, que bregaba por la conservación <strong>del</strong> edificio, aunque le valió la desacreditación de sus<br />

colegas. También la espléndida iglesia de Trinidad, fue motivo para que se le demoliera caprichosamente<br />

su frontispicio, pues su magnificencia se consideraba una afrenta y bien podían ser usadas las piedras para<br />

otras construcciones. Las consecuencias de esta arbitrariedad perpetrada en 1774, fue motivo para que se<br />

derrumbara su bóveda, con serios daños en la cúpula (Page 2011b). Pero con el transcurrir de los años ya<br />

no hubo que forzar demoliciones, sino que el mismo tiempo se encargó de condenar a ruinas la mayoría de<br />

los monumentos.<br />

De tal forma que las reducciones jesuíticas guaraníes corrieron diversos destinos al quedar desprotegidas<br />

con la pérdida de los religiosos y sobre todo bajo el acecho también de los portugueses que<br />

continuaron saqueándolas impunemente hasta apoderarse de gran parte <strong>del</strong> territorio que ocuparon luego<br />

<strong>del</strong> Tratado de San Ildefonso (1777). En ese contexto surgió como líder un caudillo mestizo llamado Andrés<br />

Guacurarí (Andrecito), ahijado de José Gervasio de Artigas, que contuvo por un tiempo los arrebatos. Pero,<br />

finalmente, algunas tierras fueron incorporadas al Brasil y otras vendidas a los terratenientes de la región.<br />

Posteriormente, los sitios fueron una y otra vez escenarios de guerras que destruyeron aún más lo poco que<br />

quedaba.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 15<br />

Anagrama de Jesús que se encuentra en el Museo Histórico Nacional de Buenos<br />

Aires desde 1901.<br />

La valoración de las ruinas jesuíticas de guaraníes tuvo en primera instancia una apreciación ligada al<br />

punto de vista arqueológico, aunque desde una visión positivista, donde los restos constituían una curiosidad<br />

de un pasado considerado en su tiempo como retrógrado. Los primeros pasos los dio el director <strong>del</strong><br />

Museo de Ciencias Naturales de La Plata, Francisco P. Moreno, quien envió en 1888 al naturalista Adolfo de<br />

Burgoing a los fines de recolectar material arqueológico en las reducciones de San Ignacio Miní, Mártires,<br />

Santa María Mayor, Loreto, Concepción y Apóstoles. Le siguieron al poco tiempo Eduardo Holmberg (1887)<br />

y Juan Ambrosetti (1893-1895). Cada uno publicó sus impresiones y de ellas se destaca la <strong>del</strong> agrimensor<br />

Juan Queirel (1897), quien fue enviado a <strong>del</strong>inear una colonia agrícola, visitando varias reducciones. Al poco<br />

tiempo publicó una detallada relación de San Ignacio Miní, adjuntando un relevamiento, croquis y fotografías.<br />

Estas primeras exploraciones y el conocimiento de sus resultados a través de importantes libros iniciaron<br />

un debate en cuanto a la recuperación de las mismas, postura sostenida sobre todo por Ambrosetti<br />

y Queirel, quienes no fueron escuchados por el presidente Carlos Pellegrini, que ordenó en 1901 el traslado<br />

a Buenos Aires de una de las mayores piezas <strong>del</strong> conjunto, como es la gran piedra con el anagrama de Jesús<br />

que se ubicaba en el zócalo de la fachada de San Ignacio Miní (hoy en el Museo Histórico Nacional de<br />

Buenos Aires). No obstante, el sitio fue limpiado de malezas, estableciéndose un cuidador y comenzando<br />

a tomar popularidad luego que el gobierno nacional le encargó a Leopoldo Lugones en 1903 un libro sobre<br />

las reducciones jesuíticas.<br />

La primera legislación para la protección de las ruinas se dictó en 1906 al declarárselas Reserva<br />

Fiscal, quedando administrada por el Ministerio de Agricultura de la Nación. El decreto se extendió en 1922<br />

pero no incluyó la totalidad <strong>del</strong> sitio de San Ignacio, mientras al año siguiente se cercaron las ruinas, al<br />

tiempo que el pueblo adjunto iba creciendo.<br />

No obstante, con estas mínimas prevenciones, los saqueos se continuaron, ya no sólo a objetos de<br />

valor artístico que terminaban en colecciones privadas o depósitos de museos lejanos, sino también a levantar<br />

nuevos poblados con las antiguas piedras talladas. De esta manera, fueron más los pueblos que


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 16<br />

El arquitecto Carlos L. Onetto en la tarea de reposición <strong>del</strong> ángel de la fachada de San Ignacio Miní.<br />

desaparecieron que los que algo conservaron, y que lo hicieron gracias a la selva que, si bien en principio los<br />

deterioró, en definitiva, terminó protegiéndolos <strong>del</strong> hombre, destructor por antonomasia.<br />

En Argentina, la valoración y conservación de los monumentos coloniales que se inició con la creación<br />

de la Comisión Nacional de Monumentos (1938) incluyó las obras de los jesuitas y fue un paso fundamental.<br />

Aquí fue cuando la valoración de los bienes materiales comenzó a profundizarse, justamente ante<br />

la afirmación de los avances en el conocimiento histórico.<br />

No podemos dejar de soslayar que las primeras intervenciones arquitectónicas de valoración <strong>del</strong><br />

monumento como tal nacieron con un sentido de jerarquización o enriquecimiento de una arquitectura<br />

considerada vetusta. Esto se vislumbra claramente en las obras de refacción <strong>del</strong> siglo XIX <strong>del</strong> claustro de la<br />

Universidad de Córdoba, como veremos en particular.<br />

La intervención <strong>del</strong> arquitecto Mario J. Buschiazzo en 1938 fue decisiva. Visitó las ruinas y elevó un<br />

<strong>completo</strong> informe al presidente de la Comisión Nacional de Monumentos, Dr. Ricardo Levene, abogando<br />

por una intervención urgente. Se comenzó con un plan integral de restauración y San Ignacio fue declarado<br />

Monumento Histórico Nacional en virtud de la ley 12.665. Buschiazzo formó un pequeño grupo de profesionales<br />

y envió al arquitecto Jorge A. Cordes, quien trabajó hasta su renuncia en 1940. A partir de entonces<br />

y hasta 1948, se hizo cargo de las obras el arquitecto Carlos Luis Onetto.<br />

Medio siglo después de la intervención arquitectónica, mo<strong>del</strong>o por entonces, y que verdaderamente<br />

hizo escuela en el país, Onetto (2000) publicó sus memorias recordando las vicisitudes que comenzaban<br />

con sólo llegar al lejano sitio, adquisición de materiales y reclutamiento de mano de obra. Los criterios


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 17<br />

Detalle la iglesia de San Miguel en el grabado de Alfred Demersay (1846).<br />

de intervención adoptados siguieron la consolidación de las ruinas manteniendo su autenticidad, valor y<br />

significados que cómo tal tenían. En contados casos, se rearmaron muros desplomados o en riesgo de<br />

desmoronamiento, mientras que la fachada fue restaurada por anastilosis, destacándose el hallazgo <strong>del</strong><br />

gran ángel caído que se ubicaba <strong>del</strong> lado derecho, donde fue restablecido. Pero algunos problemas comenzaron<br />

a aparecer en 1971, cuando se desplomó parte <strong>del</strong> muro lateral de la iglesia. Recién en 1996 un<br />

especialista español detectó la falta de argamasa orgánica original entre las piedras. Fue entonces cuando<br />

el organismo nacional encargado de su conservación contrató al ingeniero Juan María Cardoni, quien contrariamente<br />

encontró la respuesta introduciendo morteros de cemento y cal entre los muros y micropilotes<br />

de hormigón armado. Obviamente, a los cinco años se produjeron fisuras que, en definitiva, reafirman la<br />

falta de investigación histórica, pues desde la época jesuítica los muros tuvieron problemas de estabilidad<br />

(Levinton 2009: 39-42).<br />

En esta misma década, se intervino en Loreto y Santa Ana (Argentina) que hasta ese momento se<br />

hallaban inmersos en un ecosistema natural surgido desde que se abandonaron los pueblos. Desmontes,<br />

desmalezamientos e intervenciones arqueológicas puntuales, como la residencia, templo y capilla de Loreto,<br />

terminaron siendo abandonados. Pero aún quedaron oscurecidos ante la permisividad que se dio en<br />

Santa Ana donde en su ingreso se construyó una fábrica de yerba que incluso fue creciendo en instalaciones<br />

hasta la actualidad, levantadas sobre el antiguo sector de viviendas indígenas. Minimizadas quedan<br />

estas intervenciones cuando para la misma época se construyeron ostentosos centros de interpretación


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 18<br />

El arquitecto Lucio Costa (1902-1998) y el museo de San Miguel.<br />

o de visitantes a costos altísimos y sobre sectores arqueológicos. Escandaloso testimonio de despilfarro,<br />

testigo de una época que siguió sumiendo a los valiosos restos en su persistente ansiedad por desaparecer<br />

(Poenitz y Snihur 1999).<br />

La conciencia por recuperar el patrimonio jesuítico fue paralela en Brasil, especialmente en la reducción<br />

de San Miguel que fue abandonada como iglesia en 1828 y casi dos décadas después fue representada<br />

por Alfred Demersay (1860-1864), tal como la dibujara José María Cabrer en 1784 pero en desesperantes<br />

ruinas y poco antes <strong>del</strong> incendio que destruyó la cubierta cinco años después (Gutiérrez 2003:<br />

324). Tiempo que -como en otros sitios- se publicaron impresiones de viajeros, especialmente de los demarcadores<br />

de límites. Después de un poco más de un siglo, se comenzó a pensar en la restauración <strong>del</strong><br />

monumento, quedando a cargo de la Directoria de Terras da Secretaria do Estado e Obras Publicas y, desde<br />

1937, <strong>del</strong> Serviço de Patrimônio Histórico e Artístico Nacional (IPHAN), año en que se declaró a San Miguel<br />

como Patrimonio Nacional. Entre el grupo fundador de aquella institución se encontraba el arquitecto Lucio<br />

Costa (1902-1998) quien realizó un <strong>completo</strong> informe técnico sobre la situación de los edificios. Inmediatamente<br />

se designó al arq. Lucas Mayerhofer que trabajó en un proyecto de intervención integral, ante<br />

un edificio que amenazaba el desmoronamiento de la torre a partir de una profunda grieta que presentaba<br />

la misma. Para ello, se desmontaron las piezas de mampostería y luego se reubicaron (Mayerhofer 1969),<br />

mientras quien fuera el autor <strong>del</strong> Plan Piloto de Brasilia proyectó el Museu das Missões (1940) con una sobriedad<br />

impecable.<br />

En 1954, se realizaron nuevas obras de consolidación, intensificándose los estudios científicos e incluso<br />

de valoración de la arquitectura jesuítica (Smith 1962). En tanto, en 1970, se incorporaron al patrimonio<br />

nacional los sitios arqueológicos de San Juan Bautista, San Lorenzo Mártir y San Nicolás, parte de aquellos<br />

siete pueblos en disputa por 1750. A partir de entonces, se hizo cargo de los sitios el profesor Julio Curtis,<br />

cuando se comenzaron a estudiar sistemáticamente los restos arqueológicos y la regulación urbana de sus<br />

entornos. La actividad no cesó y, una década después, se hizo cargo el arquitecto Fernando Machado Leal,<br />

tiempo en que se incorporó San Miguel al Patrimonio Mundial, continuando las obras de conservación el<br />

arq. Luiz Antônio Bolcato Custódio y, sobre todo, Vladimir Fernando Stello, quien se instaló en San Miguel<br />

como jefe técnico (Bolcato Custódio –Stello 2007 y Stello 2005).<br />

En Paraguay, todo fue un tanto diferente, pues la mayoría de las reducciones fueron saqueadas e<br />

incendiadas, conservándose sólo algunas pocas. Sin embargo, el mayor legado fueron las innumerables esculturas<br />

que han llegado hasta hoy. Llama la atención esto, pero se explica en testimonios de principios <strong>del</strong><br />

siglo XIX que expresan claramente que los indios decidieron irse de las reducciones y vivir en la inclemen-


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 19<br />

La Anunciación en la Capilla de Loreto de la desaparecida<br />

reducción de Santa Rosa (Paraguay).<br />

cia, pero llevando todas las imágenes de las iglesias a la selva. Y esas imágenes hoy restituidas se exhiben<br />

en varios museos como el de Santiago, Santa Rosa, Santa María de Fe y San Ignacio Guazú, donde sólo se<br />

han conservado las excepcionales esculturas como único testimonio <strong>del</strong> legado jesuítico. Aunque destaquemos<br />

que en la década de los sesenta se limpió de escombros la reducción de Jesús y en 1973 se realizó<br />

un relevamiento planimétrico <strong>completo</strong> <strong>del</strong> área. De tal forma que recién entre 1981 y 1985 se realizaron<br />

intervenciones de consolidación, limpieza química y sellado de pilares y fachadas. En la siguiente década<br />

y con la participación de especialistas españoles financiados por la Agencia Española de Cooperación Internacional<br />

(AECID), se apuntalaron muros de la residencia y talleres, además de confeccionarse un nuevo<br />

relevamiento planimétrico que incluyó un informe medioambiental y un estado general de la reducción,<br />

donde se detectaron varias decenas de patologías. En tanto que la reducción de Trinidad se realizaron similares<br />

trabajos de conservación entre 2002 y 2006. No obstante, las intervenciones arquitectónicas de los<br />

edificios que se conservaron han tenido variadas respuestas técnicas que alcanzan la reconstrucción de la<br />

reducción de San Cosme y San Damián, llevada a cabo con el patrocinio de “Missions Prokur” Nurember<br />

y <strong>del</strong> DIGETUR (hoy Secretaría Nacional de Turismo SENATUR) en 1978 y el acuerdo de la ex prelatura<br />

de Encarnación. Recientemente se le incorporó un cuestionado edificio como Centro de Interpretación


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 20<br />

– Planetario, donde supuestamente trabajó el jesuita Buenaventura Suárez. Mención especial merece el<br />

rescate de la magnífica capilla de Loreto, conservada en el desaparecido pueblo de Santa Rosa fundado en<br />

1698, quemado a fines <strong>del</strong> siglo XIX, donde se destacan sus pinturas murales y las <strong>del</strong>icadas esculturas de<br />

la Anunciación <strong>del</strong> artista José Brasanelli (Sustersic 2010).<br />

5. Las reducciones de chiquitos<br />

El arquitecto Hans Roth (1934-1999)<br />

junto a un busto <strong>del</strong> P. Schmid.<br />

Como parte de la antigua provincia jesuítica <strong>del</strong> Paraguay, la región habitada por los chiquitos se ubica<br />

en el corazón de América Latina, sobreviviendo primero a los ataques de los bandeirantes portugueses y<br />

luego a la codicia de los españoles. No obstante, los motivos principales de su relativa conservación fueron<br />

en primer lugar su aislamiento y luego la perseverancia <strong>del</strong> historiador de arte suizo Félix A. Plattner (1906-<br />

1974), quien quedó maravillado con la obra <strong>del</strong> jesuita Martin Schmid, compatriota inmigrante de aquellos<br />

gloriosos días fundacionales, autor de la mayor parte de las iglesias reduccionales. Pero, anteriormente,<br />

don Plácido Molina Barbery fue quien por 1943 trabajó en la demarcación de los límites de Bolivia con el<br />

Brasil. Fotografió cada rincón de San Ignacio, Santa Ana y San Rafael, conformando un valioso material<br />

gráfico que fue sustancial a la hora de intervenir en los históricos templos. Pero insistimos que fue decisivo<br />

el viaje por América <strong>del</strong> jesuita suizo, quien a su regreso publicó varias obras 6 .<br />

Con los años, Plattner alcanzó el cargo de procurador de la Compañía de Jesús en Zurich. Fue entonces<br />

cuando en 1972 hizo una convocatoria para salvar la iglesia de San Rafael (en coincidencia con el año <strong>del</strong><br />

bicentenario de la muerte <strong>del</strong> P. Schmid) y envió a Bolivia al arquitecto también jesuita Hans Roth (1934-<br />

1999), quien se puso a trabajar junto con los indios. Pero los superiores de la Compañía de Jesús le habían<br />

ordenado regresar a Europa a los seis meses de arribado y el joven jesuita no obedeció, ante la admiración<br />

que le causaron estas maravillas, que le hicieron tomar la valiente medida de renunciar al Instituto e instalarse<br />

hasta su muerte en los pueblos chiquitanos.<br />

La decisión y labor de Roth fue admirable. Creó talleres de restauración especialmente levantados<br />

para las obras de las iglesias que hicieron los mismos indios. Procuró igualmente talleres de construcción<br />

6 Recordemos algunas de sus trabajos como Der grosse Dr. Tang, Jesuit und Mandarin (Saarbrücken, 1936). Ein Reisläufer<br />

Gottes. Das abenteuerliche Leben des Schweizerjesuiten P. Martin Schmid aus Baar (1694-1772) (Lucerna, 1944). Jesuiten zur See. Der<br />

Weg nach Asien (Zúrich, 1946) [Jesuitas en el Mar (Buenos Aires, 1952)]. Pfeffer und Seelen (Einsie<strong>del</strong>n, 1955). Genie im Urwald. Das<br />

Werk Auslandschweizers Martin Schmid aus Baar (1694-1772) (Zúrich, 1959). Deutsche Meister der Barock in Südamerika im 17. und<br />

18. Jahrhundert (Basilea, 1960). Indien (Maguncia, 1963).


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 21<br />

Interior de la iglesia de San Javier en Chiquitos.<br />

Foto: Fernando Allen.<br />

de instrumentos musicales, debido a la afición tan grande que tenían los indios por la música. Y eso no era<br />

casual, pues Roth halló en el coro de la iglesia de San Rafael unos libros con tapas hechas con folios encolados<br />

que eran partituras de música, algunas compuestas por el célebre jesuita Domenico Zípoli, que había<br />

sido organista <strong>del</strong> Gesu en Roma, muriendo en Córdoba (Argentina) en 1726. Otras 1.500 partituras fueron<br />

descubiertas en la casa parroquial de Santa Ana, junto a numerosos instrumentos musicales. A la asombrosa<br />

colección se sumaron obras de varios compositores jesuitas de la época y músicos contemporáneos,<br />

como el mismo Martin Schmid, Julián Knogler, Franz Brentner, Julián Vargas, Bartolomé Massa, Arcángelo<br />

Corelli y Nicola Calandro. A partir de este monumental hallazgo, se creó el Archivo Musical de Chiquitos en<br />

Concepción, con 5.500 folios de partituras musicales, que dieron origen al famoso Festival Internacional de<br />

Música Renacentista y Barroca Americana que se convoca periódicamente desde 1996.<br />

La primera obra de Roth fue la restauración de la emblemática iglesia de San Rafael en base a un<br />

proyecto de los arquitectos Georg e Ingrid Küttinger. La obra se comenzó en 1972 y se concluyó una década<br />

después. Incluyó el tallado de nuevos horcones colocados sobre cimientos de hormigón, se cambiaron las<br />

vigas y tijeras dañadas y se renovaron las pinturas murales.<br />

Entre 1974 y 1982 restauró la iglesia de Concepción, donde se reemplazaron todas las maderas.<br />

Paralelamente, y desde 1979 y hasta 1985, Roth restauró la iglesia de San Miguel, junto al carpintero Alois<br />

Falkinger, donde se tallaron nuevamente los horcones colocados también sobre cimientos de hormigón,<br />

además de cambiar vigas, tirantes y tijeras. Es interesante destacar aquí que algunas pinturas murales<br />

debieron ser desprendidas de los muros porque amenazaban desplomarse, y luego de reparadas fueron<br />

vueltas a colocar. En Concepción, en cambio, las pinturas originales no pudieron ser salvadas y se hicieron<br />

nuevamente.<br />

En 1987 emprendió la restauración de la iglesia de San Javier sustituyendo vigas y tijeras dañadas<br />

al igual que las tallas de los horcones. Al año siguiente, se comenzó el proyecto de San José donde fundamentalmente<br />

se demolieron los edificios anexos y se reemplazaron los horcones y maderas interiores.<br />

En 1995 inició la obra de San Ignacio y desde 1996 se sumaron al arquitecto Roth los colegas Eckart


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 22<br />

Detalle <strong>del</strong> proyecto de pórtico de una de las tres propuestas que realizó<br />

el arquitecto Juan Kronfuss en 1914 para la conclusión de la fachada de<br />

la Iglesia jesuítica de la ciudad de Córdoba.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 23<br />

Kühne, Patrick Walter, José Luis Cabezas y Javier Mendoza en la restauración integral de Santa Ana. Esta<br />

vez se reutilizan los horcones, colocándose también sobre bases de hormigón, además de la restauración<br />

de pinturas murales, retablos, mobiliario, órgano, imágenes y el piso cerámico original.<br />

Pintura, escultura, artesanías, arquitectura y música eran el contexto donde se desarrollaron estas<br />

reducciones jesuíticas que buscaban establecer un mundo diferente. Hoy son los únicos testimonios construidos<br />

y en pleno uso <strong>del</strong> mundo de aquella epopeya Ignaciana.<br />

Todo este legado recuperado por Roth en casi tres décadas y sin apoyo oficial, se convirtió en uno<br />

de los más ambiciosos y sostenidos proyectos de restauración de Hispanoamérica. Obras que tuvieron<br />

como trasfondo un profundo sentido social, pues no solo se preservaron los monumentos, sino que también<br />

se construyeron viviendas y escuelas, museos y archivos. Pero fundamentalmente se crearon estructuras<br />

organizativas y de desarrollo de los pueblos indígenas, quienes sintieron profundamente la verdadera<br />

recuperación de sus identidades culturales. La impecable restauración arquitectónica fue sólo una excusa<br />

para volver a dar vida a las comunidades chiquitanas (Page 2008).<br />

6. El patrimonio jesuítico de Córdoba (universidad y estancias)<br />

Los inicios de la valoración de la arquitectura jesuítica en Córdoba, que conserva el edificio de la universidad<br />

y varias estancias, tuvieron el sentido de ampliar y jerarquizar de ámbitos deteriorados por el<br />

tiempo. Las obras de la universidad desarrolladas en el siglo XIX se las pensó con una nueva imagen institucional,<br />

incorporándole el lenguaje en boga. Pisos y zócalos de mármol, decoraciones en muros que<br />

incorporaban “puertas fingidas”, rejas encerrando jardines, y sobre todo la definición de su propio espacio,<br />

desprendiéndola <strong>del</strong> sector religioso y <strong>del</strong> Convictorio, convertido en escuela secundaria.<br />

Con la iglesia en cambio surgieron otras vías tendientes a “jerarquizarla”. Efectivamente, al celebrarse<br />

en 1914 el primer siglo de la restauración de la Orden al mundo católico, se pensó en construir una nueva<br />

y elegante fachada. Con ello se inició un rico debate sobre la posibilidad que la fachada estuviera inconclusa<br />

y que había que terminarla. Se hicieron varias propuestas, pero el dinero no alcanzó y la “nueva fachada”<br />

felizmente solo quedó en proyecto.<br />

Este primer período de valoración por la búsqueda de la jerarquización va a tener una concreción<br />

importante en las reformas <strong>del</strong> Colegio Monserrat, adjunto al ámbito de la universidad y que en tiempos<br />

de los jesuitas conformaba una sola unidad arquitectónica y funcional. Luego de separados, las reformas<br />

involucraron sobre todo una renovación <strong>del</strong> lenguaje exterior <strong>del</strong> edificio que se adscribió a un neorrena-


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 24<br />

cimiento español que superaba las expectativas que demandaban aquellos años en acercarse a la época<br />

colonial como lenguaje arquitectónico nacional. El autor <strong>del</strong> proyecto fue el arquitecto Jaime Roca.<br />

Al igual que con las reducciones de guaraníes, la creación de la Comisión Nacional de Monumentos,<br />

tuvo especial influencia en la valoración de los monumentos de Córdoba. Contó con los mismos protagonistas,<br />

sobresaliendo la figura <strong>del</strong> arquitecto Onetto quien tuvo a su cargo las intervenciones de la iglesia<br />

jesuítica de la ciudad y la estancia de Jesús María que se convirtió en museo gracias a la insistencia y donación<br />

de una importante colección de arte jesuítico <strong>del</strong> P. Oscar Deidremie SJ. En el primer caso va a ser<br />

una intervención inconclusa, aunque tuvo importantes logros como la recuperación de la fachada cubierta<br />

con revoque en 1914. No se avanzó con el proyecto de restauración interior que incluía, entre otras muchas<br />

realizaciones, el embutido de la instalación eléctrica y paradójicamente dos décadas después ocasionó un<br />

incendio con la pérdida de las pinturas originales <strong>del</strong> techo.<br />

El gobierno provincial comenzó a involucrarse en la preservación de los bienes jesuíticos desde la<br />

creación de la Dirección de Historia, Letras y Ciencia en 1969, sucesora de la Comisión Honoraria Asesora<br />

de Protección de los Valores Artísticos y Arquitectónicos que presidía el arquitecto Jaime Roca. Desde<br />

aquel entonces, el arquitecto Rodolfo Gallardo se abocó a la recuperación edilicia y funcional de las estancias<br />

de Caroya y Can<strong>del</strong>aria. Mientras que la de Alta Gracia tuvo injerencia total el gobierno nacional a partir<br />

de su expropiación en 1968. No obstante, inexplicablemente y para la misma época, se dejaron demoler las<br />

ruinas de la estancia de San Ignacio en Calamuchita, hoy prácticamente desaparecida.<br />

En la intervención de Alta Gracia, el empleo de la ciencia arqueológica fue relevante pues, siguiendo<br />

el ejemplo de Jesús María, se realizaron importantes hallazgos, aunque recién los restos hallados fueron<br />

catalogados veinte años después.<br />

Esta serie de recuperaciones, lentas y cargadas de conflictos, igualmente derivaron en el reconocimiento<br />

de la UNESCO en 2000, aunque luego de esta distinción se llevaron a cabo intervenciones inconsultas,<br />

en el mayor de los casos, que afectaron la originalidad de varios monumentos. Tal el caso de Santa<br />

Catalina, hasta la actualidad propiedad privada y donde se reemplazó la totalidad de revoques, o en la<br />

misma manzana jesuítica, que también se destruyeron revoques originales para dejar los muros de piedra<br />

a la vista, amén de la incorporación de objetos extraños a la arquitectura original, como la amplia escalera<br />

de ingreso a la Biblioteca Mayor. Incluso la estancia de Alta Gracia recibió la incorporación en 2006 de una<br />

construcción para baños que afectan directamente al monumento (Page 2011c). O peor aún, cinco años<br />

después se levantaron los pisos de la iglesia para incorporar un sistema de losa radiante que arrasó con tres


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 25<br />

niveles de pisos superpuestos y todos los restos óseos allí depositados.<br />

PÁGINA ANTERIOR. Izq.: Detalle <strong>del</strong><br />

pórtico neorrenacentista español <strong>del</strong><br />

Colegio Monserrat <strong>del</strong> arquitecto Jaime<br />

Roca (1928). Centro: La iglesia de<br />

la Compañía de Jesús de Córdoba en la<br />

actualidad luego de la restauración <strong>del</strong><br />

arquitecto Carlos Onetto. Dcha.: Iglesia<br />

de negros de la estancia jesuítica de<br />

Alta Gracia.<br />

EN ESTA PÁGINA: Intervención en la<br />

iglesia de Santa Catalina en 2000 donde<br />

se reemplazó íntegramente el revoque<br />

se la fachada<br />

7. Otros testimonios de un olvidado legado jesuítico arqueológico y<br />

desmaterializado<br />

Hoy nos resulta de particular interés el resto de ese inmenso legado jesuítico, que no se circunscribe<br />

sólo a lo material manifestado en diversas tipologías arquitectónicas, urbanas y artísticas. Dispersos por<br />

gran parte <strong>del</strong> territorio que ocuparon, se encuentran testimonios arqueológicos de más de treinta reducciones<br />

jesuíticas (Page 2012), además de una decena de colegios y residencias con una importante cantidad<br />

de estancias que los sustentaban.<br />

Efectivamente, el accionar de los jesuitas no se limitó al área guaraní-chiquitos en su plan de evangelización,<br />

ni tampoco su Colegio Máximo con sus estancias fue la única institución educativa. Para el caso de<br />

otras reducciones, tanto en el siglo XVII como en el XVIII, los jesuitas tuvieron diversas experiencias misionales<br />

en las provincias de Neuquén, Buenos Aires y Córdoba, como a su vez en la extensa región chaqueña,<br />

hasta el sur de Bolivia y noroeste argentino.<br />

Cada uno de estos emplazamientos presenta características geográficas distintas, íntimamente ligadas<br />

con los habitantes y sus formas de vida, costumbres y sobre todo su lengua. Estaban pobladas por<br />

variadas etnias que sistemáticamente, aunque casi sin orden, rechazaron la conquista española a la que<br />

nunca se subyugaron. Pero allí donde las armas <strong>del</strong> español fracasaron, intervinieron los misioneros para<br />

intentar una dominación pacífica. No siempre alcanzaron los éxitos esperados que, en ocasiones, terminaron<br />

en trágicos desenlaces. La provincia jesuítica <strong>del</strong> Paraguay se insertaba dentro de una ocupación<br />

hispánica que no fue completa y que sólo se desarrolló en los ejes que constituían el Camino Real <strong>del</strong> Perú y<br />

el mesopotámico. El resto <strong>del</strong> territorio lo constituían tres grandes regiones: Chaco, Noroeste y Sur argentino<br />

que jamás los españoles llegaron a ocupar en forma efectiva. Fueron grandes sectores <strong>del</strong> territorio<br />

con una alta resistencia aborigen que no concluyó sino recién en el siglo XIX, con la segunda etapa <strong>del</strong><br />

genocidio indígena de la región.<br />

Las continuas derrotas españolas llegaron a casos de verdaderos estragos, como las duras guerras<br />

calchaquíes que finalmente pudieron doblegar, pero con un costo muy alto. Posteriormente, esta experiencia<br />

inducirá a tomar nuevas estrategias de dominio con la ocupación reduccional. En este sentido y ante los<br />

éxitos que habían alcanzado los jesuitas entre guaraníes y chiquitos en distintas épocas, se recurrió a ellos


08 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 26<br />

Emplazamiento de reducciones en el sur de<br />

Bolivia, Noroeste, Chaco y sur argentino.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 27<br />

para concretar ese proyecto ocupacional inconcluso.<br />

La Compañía de Jesús tuvo sus propias estrategias de evangelización emanadas desde sus Constituciones<br />

y aun con matices locales impresos por misioneros que se adaptaron a la realidad que imponía el<br />

tiempo y espacio. Así lo hizo desde el principio el P. Antonio Barzana.<br />

Este importante grupo de reducciones no tuvo los brillos de las guaraníticas o chiquitanas, pero no<br />

por ello se desarrollaron con menos esfuerzos. Aunque a veces fueron una realidad con futuro promisorio y<br />

otras solo un meritorio intento y con dificultades extremas que bien señaló el P. Cardiel para el caso de las<br />

chaqueñas. La mayoría desaparecieron al poco tiempo, aunque sus emplazamientos perduraron en muchos<br />

casos, en pequeños pueblos hoy existentes como Reducción en Córdoba, o en importantes ciudades<br />

como Reconquista, emplazada sobre el sitio de la reducción San Jerónimo, e incluso capitales provinciales<br />

como Resistencia, donde se ubicaba San Fernando, o Formosa, donde se levantó San Carlos.<br />

Para esta empresa evangelizadora, los jesuitas contaron con los colegios, que no eran meros centros<br />

de enseñanza sino que actuaban como verdaderos centros de operaciones misionales y que se ubicaron<br />

en las principales ciudades hispanas, de donde comenzaban sus misiones volantes y luego financiaban<br />

las reducciones. A partir de los colegios y residencias se estructuraron una serie de propiedades urbanas y<br />

rurales que reunieron a miles de esclavizados africanos, ocupando extensos territorios de producción variada<br />

para el sustento de estas instituciones educativas y misionales.<br />

Se han contabilizado para la época de la expulsión diez colegios y seis residencias que contenían<br />

cada una entre al menos cuatro y dos estancias, lo que constituía un patrimonio económico de valor incalculable<br />

(Maeder 2001). No todo se ha conservado; en el mejor de los casos constituyen restos arqueológicos,<br />

como en las varias reducciones que se han comenzado a excavar 7 , y en una necesaria política de<br />

identificación de sitios a los efectos de evaluar las alternativas de intervenciones particulares.<br />

8. La valoración integral <strong>del</strong> legado jesuítico<br />

Después de casi dos siglos y medio en que persistentemente se ha querido revertir una denostada<br />

imagen impuesta por los borbones, marcada en su momento con los peores calificativos, hoy la gesta de la<br />

antigua Compañía de Jesús se yergue evidentemente triunfadora.<br />

Los estudios historiográficos que durante el siglo XIX y gran parte <strong>del</strong> XX fueron de exclusiva incum-<br />

7 Tal el caso de una de las reducciones de indios calchaquíes <strong>del</strong> siglo XVII, tesis doctoral de Teresa Iglesias en elaboración<br />

por la Universidad de La Plata.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 28<br />

bencia de miembros de la Orden, paulatinamente se ampliaron a un abanico inmenso de disciplinas. La<br />

generosidad de aquellos historiadores jesuitas es aún el recuerdo de los primeros historiadores laicos que<br />

incursionaron en los estudios sobre el pasado misional.<br />

Mientras el enorme legado arquitectónico fue sufriendo un acelerado envejecimiento, la creación de<br />

organismos estatales en diversos países revirtió la situación. Las paulatinas restauraciones de aquel tiempo<br />

fueron insertas en verdaderos planes nacionales promovidos en principio por el arquitecto Buschiazzo en<br />

Argentina y su colega Lucio Costa en Brasil. Más allá de las objetables o no intervenciones de aquella época,<br />

se vislumbra claramente un proyecto integrador de un Estado que comenzaba a comprometerse con<br />

acciones eficaces y concretas. Realizaciones que fueron posibles, también, gracias a la idoneidad y respeto<br />

a representativas e incuestionables figuras que levantaban con convicción las banderas de la defensa de los<br />

monumentos <strong>del</strong> pasado, sin usarlos como estandartes de oportunismo. Luego de este verdadero frenesí,<br />

se produjo una estabilidad en los emprendimientos que volvieron a surgir en la década de 1970, aunque no<br />

con la fuerza que le habían impreso aquellas instituciones en su primera época. Sin embargo, es loable la<br />

participación de los estados provinciales y municipales en nuevos emprendimientos que llevaron a<strong>del</strong>ante.<br />

A fines de 1982, se presentó en la sexta reunión de Patrimonio Mundial en París la inclusión en su<br />

lista de la reducción de San Ignacio Miní. Se insistió al año siguiente, cuando se adjuntó la documentación<br />

requerida a la que se sumó igual pedido para los restos arqueológicos de Santa Ana, Loreto y Santa María<br />

la Mayor. Finalmente, en la octava reunión <strong>del</strong> comité, llevada a cabo en Buenos Aires en 1984, se decidió<br />

inscribirlas en la Lista <strong>del</strong> Patrimonio Mundial. Igual sucedió en el mismo año con la reducción de San Miguel<br />

en Brasil.<br />

En 1990, la UNESCO sumó las seis iglesias de chiquitos, ejemplos únicos de arquitectura en madera y<br />

adobe con amplios y uniformes espacios interiores donde un solo techo cubre tres naves separadas apenas<br />

por <strong>del</strong>gadas columnas. Tres años después, se incorporaron las reducciones de Trinidad y Jesús <strong>del</strong> Paraguay<br />

y, en 2000, el edificio de la universidad de Córdoba y la mayoría de sus estancias.<br />

De tal forma y para finalizar, no podemos dejar de soslayar que, así como se montó un negocio turístico,<br />

paralelamente apareció un negocio entorno a las “restauraciones”, que en muchos casos vieron<br />

dilapidar dineros públicos en honorarios más que en realizaciones concretas por salvaguardar los restos.<br />

Incluso en intervenciones vergonzosas para la especialidad, que siguen negando el significado de restos<br />

arqueológicos que aparecen con una carga simbólica muy grande, pues son el vivo testimonio de la desidia,<br />

de la decadencia y la negación a una Historia que en todos los tiempos causó malestar en algunos sectores.<br />

Tanto las reducciones guaraníticas y chiquitanas como las obras arquitectónicas que dejaron los je-


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 29<br />

El legado jesuítico hoy se encuentra en<br />

la plenitud de reconocimiento, pero con<br />

la sentida ausencia de la autoridad que<br />

impartían los pioneros de su revaloración.<br />

suitas en Córdoba se mantuvieron aisladas como entidades diferenciadas y con una fuerte atracción en sí<br />

mismas debido a sus sistemas de significación. Unas como insignia de la evangelización, la otra como distintivo<br />

de la educación. Aunque paradójicamente tuvieran un estrecho contacto con realidades no tan disímiles.<br />

Funcionalmente, la arquitectura tenía similares patrones de diseño, pero al cambiar los usuarios y<br />

fundamentalmente los realizadores materiales, se imprimió una originalidad particular a ambas entidades.<br />

El legado jesuítico hoy se encuentra en la plenitud de reconocimiento, pero con la sentida ausencia<br />

de la autoridad que impartían los pioneros o fundadores de su revaloración. La especialidad en el marco de<br />

la conservación creció y se expandió, pero ante la falta de un inteligente liderazgo, prevaleció en muchos<br />

casos el autoritarismo de los ejecutores en concordancia a la ahora impasible actitud <strong>del</strong> Estado. •<br />

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Colección general de las providencias aquí tomadas por el gobierno sobre el extrañamiento y ocupación de temporalidades<br />

de los regulares de la Compañía que existían en los Dominios de SM de España, Indias e Islas Filipinas á consequencia<br />

<strong>del</strong> Real Decreto de 27 de Febrero y Pragmática-Sanción de 2 de Abril de este año. Imprenta Real de la Gazeta.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 30<br />

(Siglos XVIII-XX), en ANDRÉS-GALLEGO, J. (dir): Impacto en América de la expulsión de los jesuitas (1). Fundación<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 31


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

EL PLAN DE INTERPRETACIÓN<br />

DE LA<br />

ARQUITECTURA<br />

DE COGECES DEL MONTE, VALLADOLID<br />

Roberto Losa Hernández<br />

Alicia Gómez Pérez<br />

PASTORIL<br />

SERCAM, Servicios Culturales y Ambientales S.C. I r.losa@sercam.es<br />

En febrero de 2005 se hizo entrega al ayuntamiento<br />

de Cogeces <strong>del</strong> Monte <strong>del</strong> Plan de Interpretación de la<br />

Arquitectura Pastoril de Cogeces <strong>del</strong> Monte, municipio<br />

localizado en el sector oriental de la provincia de Valladolid,<br />

en un gran espacio físico dominado por extensos<br />

páramos y fértiles valles de fondo plano, donde se identifica<br />

una marcada orientación ganadera ovicaprina en<br />

su economía tradicional desde al menos, de forma documentada,<br />

el siglo XIV, aunque se puede detectar ya<br />

en el siglo XII cuando se configura la organización territorial<br />

<strong>del</strong> entorno de forma estable. Esta dedicación<br />

implicó la construcción de un numeroso conjunto de<br />

chozos y corrales de pastor que fueron precisamente<br />

el objeto <strong>del</strong> estudio al que nos referimos.<br />

Palabras clave: Cogeces <strong>del</strong> Monte, chozos, pastores, arquitectura tradicional.<br />

32


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 33<br />

Con la creación <strong>del</strong> Plan de Interpretación de la Arquitectura Pastoril se pretendían tres objetivos esenciales:<br />

el inventario y recopilación de datos de todo lo relacionado con la arquitectura de pastor en el municipio;<br />

la posterior puesta en valor de aquellos elementos sobre los que se pudiera actuar; y, finalmente,<br />

algo en lo que nos esforzamos en su momento especialmente aún sabiendas de que era un proceso a largo<br />

plazo, trasladar a la población local la importancia de preservar los escasos restos de corrales y chozos<br />

supervivientes. Los dos primeros objetivos se cumplieron satisfactoriamente, el primero en su totalidad<br />

y el segundo, al menos, se puso en macha estableciendo unas bases metodológicas de puesta en valor<br />

determinantes y siempre teniendo en cuenta que el equipo técnico y una parte <strong>del</strong> gobierno municipal lo<br />

consideramos un punto seguido, no final. En cuanto a la tercera cuestión, aún desconocemos su alcance<br />

real. La labor de sensibilización –incluso con proyectos sucesivos-, queremos creer, ha cuajado entre un<br />

gran sector de la población y se ha afianzado mayoritariamente entre los que más inclinación mostraban<br />

hacia la cultura tradicional antes, por supuesto, de que nosotros hiciéramos aparición.<br />

El Plan de Interpretación mostraba en su propio epígrafe una orientación clara: se trataba de investigar<br />

para divulgar. Esa era la finalidad esencial, es decir, el inventario tenía que superar la propia catalogación<br />

para trascender a la socialización de lo descubierto, o más bien, recopilado. En la labor de inventario<br />

se partió de un estudio <strong>del</strong> año 1995 firmado por Consuelo Escribano 1 , que sentaba unas bases tipológicas<br />

y teóricas elementales y recogía un primer inventario de chozos y corrales, y que, sin ser exhaustivo, recopilaba<br />

información de una buena parte de los restos conservados. Fue en el año 1999 cuando tuvimos ocasión<br />

de poder realizar el inventario <strong>completo</strong> de los restos de arquitectura pastoril en Cogeces <strong>del</strong> Monte<br />

en el marco de la colaboración con la Universidad de Valladolid para la redacción <strong>del</strong> Inventario de Bienes<br />

Culturales de la zona afectada por el Proder Duero-Esgueva en el sector oriental vallisoletano. El catálogo,<br />

esta vez sí, integral de los restos se amplió considerablemente, y ya entonces pudimos confirmar la progresiva<br />

ruina y abandono, y hasta firmar el acta de defunción, de algunos ejemplares que Escribano había descrito<br />

cuatro años atrás. Esta incursión en el campo fue, en todo caso, la verdadera base para el desarrollo<br />

<strong>del</strong> proyecto que luego acometería el Ayuntamiento. Las posibilidades de recuperación y puesta en valor<br />

que apuntaban los restos de arquitectura pastoril cogezanos se hicieron más que evidentes, por lo que solo<br />

restaba esperar a que alguien tuviera la sensibilidad y la posibilidad de emprender la aventura. Fue con la<br />

llegada al Ayuntamiento de la primera mujer que asumía labores de gobierno municipal en la localidad,<br />

1 Este informe inédito vio más tarde la luz en forma de dos artículos (Escribano 1996 y 1997) que, junto con un artículo<br />

específico sobre los chozos cogezanos (Olmos 1995), configuraban la única bibliografía disponible.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 34<br />

De los 91 conjuntos que se<br />

podían reconocer en 1904,<br />

apenas restaban quince.<br />

Milagros Arribas 2 , cuando todo comenzó a tomar forma .<br />

En la redacción <strong>del</strong> proyecto, se tomaron como referencia la consecución de unas claves principales:<br />

Había que recopilar lo que ya se sabía, recurriendo a una exigua bibliografía, había que acudir al campo a<br />

recorrer el término municipal acompañados de conocedores <strong>del</strong> terreno para revisar y actualizar los inventarios<br />

anteriores; y, finalmente, había que buscar la forma de que los resultados trascendieran de forma útil<br />

a la población.<br />

Los resultados fueron, en cierto modo, desalentadores, pues se comprendió que de los 91 conjuntos<br />

que se podían reconocer en un mapa de 1904, apenas restaban, en desiguales condiciones de conservación,<br />

quince. No obstante, estos datos empeoraron en investigaciones posteriores a la redacción <strong>del</strong> proyecto,<br />

en las que se tuvo conocimiento mediante la observación de fotografías aéreas <strong>del</strong> llamado Vuelo<br />

americano de 1966 de que los conjuntos visibles superaban los ciento cincuenta (Escribano et al. 2009). Aún<br />

así, francamente, el trabajo fue gratificante, pues tuvimos ocasión de describir e inventariar algunos ejemplos<br />

muy significativos que sólo conocían directamente algunos habitantes locales. El trabajo de campo se<br />

realizó a partir de una ficha de inventario voluntariamente sencilla consistente en los siguientes campos:<br />

1. Nombre con que se conocían los conjuntos pastoriles o en su defecto pago en el que se levantaban.<br />

2. Composición <strong>del</strong> conjunto de arquitectura pastoril –si se trataba de chozo o chozos vinculados a<br />

corrales o sólo se componía de corrales-.<br />

3. Coordenadas UTM con el fin de lograr su localización espacial de forma perfecta.<br />

4. Accesos y distancia al casco urbano –nótese la orientación <strong>del</strong> estudio hacia la visitabilidad de los<br />

restos.<br />

5. Condiciones geográficas –páramo, valle, pinar…-<br />

6. Situación en el paisaje tradicional antes de la Concentración Parcelaria <strong>del</strong> término municipal en<br />

los años 80, tomando como referencia fundamental el ya referido mapa de 1904 y los mapas de ejército<br />

anteriores a las labores de reordenación de las tierras.<br />

7. Estado de conservación.<br />

8. Uso actual. Todos los casos estudiados carecían de uso.<br />

9. Propiedad –con vistas a su posible actuación sobre ellos-.<br />

10. Descripción.<br />

11. Croquis de la planta <strong>del</strong> conjunto.<br />

12. Localización sobre un mapa <strong>del</strong> término municipal 1:25.000<br />

2 Queremos trasladar nuestro agradecimiento personal a doña Milagros Arribas por la confianza depositada en nosotros.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 35<br />

13. Reportaje fotográfico.<br />

El estudio se completaba con los pocos datos que la información oral proporcionó sobre la construcción<br />

de los chozos y corrales y, algo más abundante, sobre su uso desde el segundo cuarto <strong>del</strong> siglo XX, para<br />

abordar un capítulo en el que teníamos especial interés: el de la protección de los conjuntos etnográficos.<br />

En menos de diez años habíamos certificado la desaparición de un chozo –Cabeza la Encina, si bien el<br />

próximo de Los Oliveros no desapareció mucho antes- y la ruina imparable <strong>del</strong> único que conservaba parte<br />

<strong>del</strong> cubrimiento de tierra y elementos vegetales sobre estructura trazada a partir de una gran viga –Chozo<br />

de los Pelechines-. Se trataba –esta vez nuestro objetivo era transmitírselo a la corporación municipal- de<br />

actuar lo antes posible. Para ello se diseñaron una serie de medidas protectoras –tanto para conjuntos arquitectónicos<br />

como para las vías pecuarias que habían quedado descritas en un capítulo independiente-, y<br />

se diseccionó la entonces reciente Ley de Patrimonio Cultural de Castilla y León de 2002 para determinar<br />

las posibilidades que nos ofrecía la legalidad. Evidentemente, en una comunidad con el ingente patrimonio<br />

etnográfico de Castilla y León no parecía prioritario ocuparse de los chozos cogezanos, pero nos sirvió para<br />

que –con la Ley en la mano- el ayuntamiento comprendiera que por su interés etnológico y por ser inmuebles<br />

relacionados con la economía y los procesos productivos <strong>del</strong> pasado formaban parte <strong>del</strong> Patrimonio Cultural<br />

de Castilla y León y por lo tanto estaban protegidos por la ley –con independencia de tener una categoría<br />

superior y más específica-. La misma legislación alertaba de que el Ayuntamiento tenía la obligación de<br />

protegerlos y promover su conservación y conocimiento; que el propio Ayuntamiento debía ser garante de<br />

su conservación directamente dando aviso a la administración de deterioro o peligro de destrucción, etc.<br />

Además, se sugería la posibilidad de ascender en el grado de protección intentando que los conjuntos pastoriles<br />

cogezanos fueran declarados Lugar Inventariado, así como las nulas posibilidades de que pudieran<br />

llegar a ser Bien de Interés Cultural. Evidentemente, todos sabíamos –los miembros <strong>del</strong> ayuntamiento y<br />

nosotros- que la Ley de 2002 tenía el alcance práctico que tenía y que la realidad era que la conservación de<br />

los chozos y corrales situados en tierras particulares estaban –y siguen estando- supeditada a la voluntad y<br />

sensibilidad de los propietarios; de hecho, podemos resumir que, en general, sobreviven porque no suponen<br />

un estorbo demasiado molesto a la maquinaria agrícola ni roban demasiada superficie al cereal. Pero<br />

lo más interesante es que logramos descubrirles una realidad legal que estaba ahí en caso de que se necesitase<br />

recurrir a ella; que si alguien desmantelaba un corral para aprovechar las piedras, la administración<br />

podía actuar, a petición <strong>del</strong> ayuntamiento o de cualquier particular, contra él.<br />

El proyecto, a continuación, se centraba en recopilar esa información y determinar cuál era la mejor


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 36<br />

Chozo de los Pedritos, el más esbelto de todos los conservados.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 37<br />

Choza de los Pelechines. Antes y después de la intervención.<br />

forma de que trascendiera a la población. Tras muchas páginas de objetivos a cumplir, de deseos quiméricos<br />

de colaboración entre agentes locales, de soñar con dotaciones presupuestarias dignas y cuestiones de<br />

semejante índole, nuestra redacción volvía a la realidad proponiendo actuaciones concretas y capaces de<br />

ser asumidas en las circunstancias locales. La ambición de un proyecto perfecto quedaba ya en el ámbito<br />

privado de las disertaciones utópicas de los miembros <strong>del</strong> equipo.<br />

Se planificaron una serie de medidas personificadas para los principales conjuntos de arquitectura<br />

pastoril conservados. Estas medidas pasaban por la reparación de daños estructurales severos, <strong>del</strong>imitación<br />

de un área de protección en torno a los restos libre de actividad agrícola, el trazado de senderos de<br />

acceso, señalización básica, limpieza anual de vegetación intrusa, restitución de tramos de corrales perdidos,<br />

etc. A continuación, se proponían diversos medios para llevar a cabo estas intervenciones, cuyo mayor<br />

inconveniente era obtener el consentimiento de los propietarios de las tierras donde se encontraban los<br />

chozos y corrales –sólo dos son de propiedad municipal-. Como vemos, las medidas, diseñadas con pleno<br />

conocimiento de las posibilidades <strong>del</strong> municipio, no eran excesivamente ambiciosas y, en realidad, su aplicación<br />

hubiera tenido un bajísimo coste al preverse preferentemente su activación mediante el trabajo <strong>del</strong><br />

personal municipal y un sistema mixto a través de cooperantes. Incluso, se llegó a plantear la incorporación<br />

de la actividad dentro de la oferta turística que ofrecía el municipio entonces.<br />

Pero la mayor intervención que planteaba el Plan de Interpretación era la creación de un Parque Etnográfico<br />

de la Arquitectura Pastoril en torno a unos de los conjuntos de propiedad municipal, al que a continuación<br />

nos referiremos. Junto a ello se preveía la edición de un desplegable, de una guía de visita y de un<br />

cartel promocional, así como el diseño global de un programa educativo para escolares.<br />

De todo lo planificado, sólo se llevaron a cabo algunas intervenciones concretas, de las que, precisamente,<br />

la creación <strong>del</strong> Parque Etnográfico, fue la más interesante, según nuestro criterio. Del resto de<br />

actuaciones sobre los diferentes conjuntos, salvo una mínima señalización, al cabo, solo se realizaron las<br />

que afectaban a los dos únicos que estaban en terrenos municipales, Los Hilos y Los Pelechines.<br />

Éste último caso, consistía en un chozo de planta circular (250 cm. de diámetro), alzado rectilíneo<br />

(250 cm. de altura) y cubierta plana fabricada a partir de un entramado de vigas de madera sobre la que se<br />

disponían lajas de piedra caliza, tierra y elementos vegetales. El chozo o, más bien, choza 3 disponía de un<br />

angosto acceso y de una pequeña ventana, y conservaba parte <strong>del</strong> enlucido de barro que impermeabilizaba<br />

el interior de los muros. De los corrales, apenas quedaban restos como para determinar una descripción<br />

3 En la zona se distingue popularmente los chozos, de alzado cónico, de las chozas, de cubrimiento plano, aunque la distinción<br />

no implica diferente funcionalidad sino, más bien, una mera diferenciación tipológica.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 38<br />

En el Chozo <strong>del</strong> Tío Monago se logró instalar una señal<br />

explicativa, pero no retirar el majano adyacente.<br />

mínima.<br />

Las condiciones de conservación eran pésimas, de hecho, antes de la intervención habíamos asistido<br />

al deterioro acuciante de la cubierta hasta prácticamente su desaparición en apenas un año. Dado que las<br />

condiciones de propiedad permitían una actuación rápida, se procedió a la limpieza de derrumbes, consolidación<br />

y reconstrucción de las partes perdidas de los muros, y, finalmente, a la reconstrucción, según los<br />

datos obtenidos de la observación directa hasta hacía unos meses, <strong>del</strong> cubrimiento plano de la construcción.<br />

Este chozo se señalizó mediante un atril explicativo y se identificó dentro de la edición de un folleto<br />

que recogía, entre otras actuaciones, la puesta en valor de los chozos y corrales cogezanos. Igualmente, se<br />

señalizaron dos de los ejemplos señeros de arquitectura pastoril <strong>del</strong> término, ambos de propiedad privada:<br />

Los Pedritos –quizás el ejemplo más esbelto de los conservados- y el chozo <strong>del</strong> Tío Monago.<br />

Por último, y con respecto al chozo de Los Hilos, correspondía éste a un conjunto compuesto de un<br />

chozo de planta circular (3 m. de diámetro) y alzado cónico (5 m. de altura) dispuesto en la intersección<br />

de corrales, de los que se podía reconocer todo su perímetro y altura original en algunos puntos, pero<br />

que presentaba serias deficiencias de conservación que amenazaban con su futura ruina. Las actuaciones<br />

se encaminaron a garantizar la conservación básica de la construcción durante unos cuantos años más y<br />

consistieron en la reparación de pequeñas deficiencias estructurales <strong>del</strong> chozo, especialmente una grieta<br />

vertical en el sector sur o el relleno de pérdidas de material al exterior, en la parte superior de la falsa cúpula.<br />

Igualmente, se procedió a la limpieza interior y exterior. Además, se aplicó mortero tradicional de cal y<br />

arena en aquellas zonas exteriores donde lo había perdido y que estaba afectando a la propia conservación<br />

<strong>del</strong> chozo. Se determinó que tal acción se realizara según las características tradicionales, sin uso de otros<br />

materiales o sustancias. Ello devino en que, precisamente, por no desear aplicar nuevo mortero en las zonas<br />

que aún conservaban el original, se obtuvieran dos coloraciones diferentes que sólo el tiempo se encargará<br />

de igualar. Esta fue una medida ciertamente impopular por cuanto que no se llegaron a comprender<br />

las razones de la actuación que afectaban estéticamente al conjunto. No nos corresponde determinar a<br />

nosotros si fue un acierto o un error –removible y fácilmente subsanable, si fuera el caso-, pero debemos insistir<br />

en que el objetivo principal era la reparación de problemas estructurales mediante el uso de materiales<br />

tradicionales, sin intervenir allí donde no fuera necesario con el fin de prolongar la propia existencia de<br />

la construcción de la forma más original posible; no nos interesaba, en definitiva, acometer una actuación<br />

integral que restase personalidad al conjunto, y sí retomar las medidas correctoras que tradicionalmente<br />

se habían aplicado en la zona, según informantes locales, sobre daños similares en chozos y corrales en los<br />

tiempos en que aún tenían un uso.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 39<br />

Parque etnográfico.<br />

Por su parte, los muros de los corrales fueron reconstruidos en los pequeños sectores más dañados<br />

y reintegrados a su altura original, tomada de varios tramos intactos. En este caso, y a pesar de que los<br />

muros de los corrales se habían edificado con bloques irregulares de caliza dispuestos a hueso, se aplicó un<br />

mortero interior no visible para mayor consistencia de los tramos reconstruidos por recomendación de los<br />

operarios municipales que estaban realizando la obra.<br />

El Parque Etnográfico de la Arquitectura Pastoril se instaló en la parte posterior <strong>del</strong> conjunto de chozos<br />

y corrales de Los Hilos, con el objetivo esencial de configurar un espacio cultural íntimamente ligado<br />

a vestigios pastoriles, en donde el visitante pudiera acceder de una forma lúdica y recreativa a las claves<br />

de la cultura pastoril en la que se integraban los chozos y corrales cogezanos. Con un carácter abierto y un<br />

contenido interpretativo, el parque se diseñó pensando en todos los públicos y bajo la idea de que la experiencia<br />

al final trascendiese en empatía hacia la arquitectura pastoril, lo que, en definitiva, debía propiciar<br />

su conservación y protección.<br />

Por ello, se ideó un espacio abierto, sin vallas ni horarios de visita, en el que, a través de un recorrido<br />

circular que comenzaba y acababa junto al chozo y corrales y siguiendo una sinuosa senda, el visitante<br />

fuera descubriendo paneles explicativos amenos y zonas lúdicas. Se señalizó el Parque en carreteras y caminos<br />

rurales, se adecuó la senda de acceso y se estableció una zona de aparcamiento –conviene señalar<br />

que el Parque se localiza a unos cuatro kilómetros <strong>del</strong> pueblo-. El resto <strong>del</strong> Parque se estructuró en sectores<br />

explicativos que incidían en aspectos tales como por qué había tantos chozos en Cogeces <strong>del</strong> Monte,<br />

cuáles eran las amenazas <strong>del</strong> rebaño, cómo se construía un chozo, sin olvidar las cuestiones tipológicas, de<br />

vida cotidiana…, todo ello de una forma bastante atractiva. Es cierto, no obstante, que nunca se llegaron<br />

a realizar todas las partes <strong>del</strong> proyecto que afectaban al Parque, pero lo que se hizo arrojó unos resultados<br />

sorprendentes.<br />

Las iniciativas ligadas al mundo pastoril han seguido activas a lo largo de los últimos años, siendo<br />

especialmente interesantes las desarrolladas por la Asociación Cultural Arcamadre, que ha promovido pequeñas<br />

muestras de objetos de pastor, charlas, artículos, visitas guiadas o talleres infantiles en el propio<br />

Parque. Más recientemente, ha visto la luz un libro (Escribano et al. 2009) que recoge la totalidad <strong>del</strong> inventario<br />

y otros datos que formaban parte <strong>del</strong> trabajo que hemos detallado, incrementados con nuevas<br />

aportaciones, y que añade un factor más a esa retribución social de lo estudiado a la que al comienzo de<br />

estas líneas nos referíamos.<br />

Estas actuaciones, a la postre, han reactivado el sentimiento de propiedad cultural de la arquitectura<br />

pastoril entre una parte de la comunidad que se había acostumbrado demasiado a convivir con ella, ha


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 40<br />

afianzado el que otro segmento mantenía intacto y ha servido para descubrir este universo a muchos otros.<br />

Pero, sobre todo, todas las actuaciones han servido de justo homenaje, aunque ellos no lo hayan pedido, al<br />

colectivo de los pastores locales en franco y, parece, imparable proceso de desaparición.•<br />

Bibliografía<br />

GÓMEZ PÉREZ, A. y LOSA HERNÁNDEZ (coor.), 2005: Plan de Interpretación de la Arquitectura Pastoril. Estudio<br />

inédito depositado en el Ayuntamiento de Cogeces <strong>del</strong> Monte y desarrollado por el equipo de SERCAM, S.C.<br />

ESCRIBANO, C., CRUZ, P.J., GÓMEZ, A y LOSA, R. 2009: Pastores de la Comarca de la Churrería. Construcciones,<br />

formas de vida y artesanías en Cogeces <strong>del</strong> Monte (Valladolid). Junta de Castilla y León.<br />

ESCRIBANO VELASCO, C. 1996: Arquitectura pastoril en la Churrería I. El Filandar, 8. Zamora.<br />

ESCRIBANO VELASCO, C. 1997: Arquitectura pastoril en la Churrería II. El Filandar, 9. Zamora.<br />

OLMOS HERGUEDAS, E. 1995: Ganadería ovicaprina y arquitectura popular en los límites de la antigua Comunidad<br />

de Villa y Tierra de Cuéllar. Chozos y corralizas en Cogeces <strong>del</strong> Monte. Revista de Folklore, 177. 1995. Valladolid.


08 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 41


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

LA ARQUITECTURA TRADICIONAL DE<br />

ARRIBES<br />

DEL DUERO<br />

(SALAMANCA-ZAMORA):<br />

MATERIAS PRIMAS VEGETALES<br />

José Antonio González<br />

Mónica García-Barruso<br />

Sonia Bernardos<br />

Francisco Amich<br />

Grupo de Investigación de Recursos Etnobiológicos <strong>del</strong> Duero-Douro (GRIRED), Facultad<br />

de Biología, Universidad de Salamanca. I ja.gonzalez@usal.es / amich@usal.es<br />

Para dar a conocer y preservar la arquitectura tradicional<br />

de Arribes <strong>del</strong> Duero (Salamanca-Zamora),<br />

se documenta el uso de plantas como materiales de<br />

construcción. Los habitantes de este territorio usan, o<br />

usaron, 20 plantas (incluidas en 10 familias botánicas).<br />

Las dos especies de mayor importancia son la encina y<br />

la escoba verde. Se analiza cómo varía el conocimiento<br />

tradicional de los informantes según sus características<br />

socio-demográficas. Los hombres de mayor edad<br />

aportan un mayor grado de conocimiento. Los datos<br />

obtenidos reflejan un conocimiento perfecto de los recursos<br />

vegetales y sus propiedades.<br />

Palabras clave: Etnobotánica, conocimiento tradicional, construcción, recursos vegetales, España<br />

42


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 43<br />

Introducción<br />

En un mundo como el actual, crecientemente uniforme en sus aspectos y contenidos culturales, nadie<br />

pone en duda que la arquitectura tradicional constituye un vehículo para mostrar la diversidad y riqueza<br />

cultural de un área geográfica dada. Las construcciones tradicionales pasan a tener no sólo un valor material,<br />

sino que progresivamente adquieren un valor cultural al referirse a la especificidad de un territorio,<br />

comarca o país (Sánchez Marcos 2000, Benito Martín 2005).<br />

La arquitectura tradicional, entendida como el conjunto de construcciones de factura tradicional en<br />

cuanto a formas, materiales y sistemas de construcción, vinculados al entorno geográfico y a los mo<strong>del</strong>os<br />

económicos de los grupos sociales que conforman los distintos poblamientos (Morán Rodríguez 1998), se<br />

caracteriza por construcciones que se realizaban mediante técnicas sencillas, poco costosas, y empleo muy<br />

limitado de materiales, buscando siempre la mejor adecuación al entorno físico. Respeta el medio natural,<br />

a la vez que utiliza en las distintas construcciones los materiales que éste le proporciona, creándose una<br />

imagen de mimetismo con el medio físico circundante, así como de integración en el paisaje de elementos<br />

naturales y humanos (Morán Rodríguez 1998).<br />

La arquitectura popular surge como respuesta a las necesidades y posibilidades de los usuarios en la<br />

zona, no sólo en cuanto a las técnicas constructivas, sino también en lo que respecta al sentido plástico y a<br />

la manera de organización espacial. Los condicionamientos geográficos <strong>del</strong> suelo y clima, no pueden desligarse<br />

<strong>del</strong> contexto material y de infraestructura, que responden en una sociedad determinada, en forma<br />

de adaptación perfecta a sus necesidades. Esta íntima relación con el suelo, el clima, los conocimientos,<br />

la tradición, confiere a esta arquitectura un carácter local (Fernández Álvarez 1991). Los materiales y las<br />

técnicas que ha empleado la arquitectura popular de las diferentes regiones o comarcas españolas dependen<br />

en buena medida de los recursos naturales (geológicos, forestales, etc.) presentes en ellas (ej. Sánchez<br />

Marcos 2000, Rivas González 2011). En España hay una serie de plantas cuyo aprovechamiento ha sido<br />

esencial en un pasado reciente para la vida en las comunidades rurales, ya que han servido para cubrir una<br />

de las necesidades básicas: dar cobijo a la personas y a las actividades <strong>del</strong> sector primario, ejercidas por una<br />

sociedad en régimen económico de subsistencia (Morán Rodríguez 1998, Blanco 2000, Blanco y Aragón<br />

Pellicer 2010). Así, muchas especies vegetales están implicadas en la construcción de viviendas, cuadras o<br />

chozos, constituyendo materiales de construcción tales como vigas, cañizos, techumbres, etc. Las especies<br />

más apreciadas se escogen por una serie de propiedades físicas, como su dureza, flexibilidad, etc., y<br />

son explotadas de forma sostenible desde hace siglos (ej. Blanco et al. 2000, Verde et al. 2000, Fajardo et


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 44<br />

al. 2007, San Miguel 2007). Pero, todo este conocimiento tradicional corre peligro de desaparición debido<br />

a los cambios socio-económicos sufridos por las comunidades rurales. La transmisión generacional de los<br />

saberes necesarios para su adaptación al medio y su propia diversidad, son valores que hay que proteger<br />

y transmitir a las generaciones futuras como parte de nuestro pasado histórico (Sánchez Marcos 2000).<br />

Por todo ello, en el presente trabajo se documentan y analizan el conocimiento y usos tradicionales<br />

que de diferentes plantas poseen y llevan a cabo con fines constructivos los habitantes de una comunidad<br />

rural <strong>del</strong> centro-occidente español: Arribes <strong>del</strong> Duero. Asimismo, se pretende contribuir a la difusión de un<br />

mo<strong>del</strong>o de aprovechamiento sostenible tradicional, teniendo en cuenta que la conservación de la biodiversidad<br />

y <strong>del</strong> patrimonio cultural se relaciona directamente con el uso de los recursos naturales.<br />

Área de estudio<br />

Con una superficie total de 106.105 ha y marcada orientación N-S, el Parque Natural de Arribes <strong>del</strong><br />

Duero se localiza en el extremo oeste de las provincias de Salamanca y Zamora (Castilla y León, España), en<br />

la frontera con Portugal (40º50’–41º35’ N, 6º00’–6º41’ O). Apartada de las áreas industriales españolas, la<br />

zona se caracteriza por una fuerte regresión demográfica, con pérdidas de casi el 60% de la población local<br />

desde mediados <strong>del</strong> siglo pasado, por un alto índice de envejecimiento (casi el 40% de las personas son<br />

mayores de 65 años) y por una densidad de población muy baja (8,6 habitantes/km 2 ) (Morales Rodríguez<br />

y Caballero Fernández 2003). Presenta una estructura socioeconómica poco evolucionada y con alta representación<br />

de los grupos de población dependientes, no generadores de riqueza; estructura que difiere<br />

significativamente <strong>del</strong> marco europeo. La población ocupada en la agricultura es el grupo más numeroso<br />

(35,5%), un porcentaje muy superior al de sus contextos regional y nacional. Los asalariados representan<br />

casi la mitad de la población ocupada, una proporción baja comparada incluso con otros espacios netamente<br />

rurales de España (Morales Rodríguez y Caballero Fernández 2003).<br />

Desde tiempos inmemoriales, la agricultura y la ganadería son las actividades más importantes desarrolladas<br />

en todos los municipios, pudiéndose asegurar que la economía está apoyada fundamentalmente<br />

en el sector primario, con mayor peso de la ganadería sobre la agricultura (Martín 1996, Juárez Alcalde<br />

2000). Las limitaciones agrícolas y los cambios registrados durante las últimas décadas en la agricultura<br />

tradicional española explican la importancia ganadera en el paisaje y economía. La carne de vacuno y cordero<br />

y los quesos son los productos ganaderos más importantes.<br />

En lo referente a los usos <strong>del</strong> paisaje, nos encontramos con uno de los más claros ejemplos de paisaje


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 45<br />

mediterráneo de la parte occidental de la Península Ibérica, donde se alternan tierras de secano, masas<br />

de matorral, pastos de aprovechamiento temporal y cultivos mediterráneos (olivos, vides, almendros, cítricos)<br />

(Martín 1996, García Feced et al. 2007, Calabuig 2008). La propiedad <strong>del</strong> suelo aparece distribuida<br />

en franjas concéntricas en torno a cada uno de los núcleos de poblamiento. La más próxima al pueblo la<br />

forman las huertas y cortinas (campos cerrados dedicados al cultivo de plantas forrajeras), que constituyen<br />

un mosaico de parcelaciones privadas. La segunda franja está formada por las tierras o campos comunales<br />

abiertos, prados de aprovechamiento común y con posesión individual mediante sorteos. Por último el<br />

monte, que es parte común a los vecinos, y, en las tierras llanas, más fáciles de trabajar, aparecen las dehesas,<br />

propiedades privadas ubicadas en los límites de los términos municipales donde la ganadería extensiva<br />

es la actividad principal (Prada Llorente 2005, García Feced et al. 2007). La abundante cabaña ganadera se<br />

explota en régimen extensivo, estando el pastoreo de ovejas unido al aprovechamiento, sobre todo, de<br />

montes comunales dominados por matorral bajo y pastizales xerófilos (Llorente Pinto 1990).<br />

La ganadería también ha influido, e influye, de forma importante en el patrimonio cultural de Arribes<br />

<strong>del</strong> Duero. Se conserva una importante variedad de tipos constructivos relacionados con la actividad<br />

agro-pastoril (ver Mata 2004, Panero 2005, Cruz Sánchez 2010), los cuales son además muy numerosos, y<br />

la arquitectura tradicional de los pueblos queda tipificada por la construcción de viviendas de dos plantas,<br />

organizadas a partir de un portal distribuidor en la planta baja. En muchos casos, la distribución interior<br />

presenta la singularidad de dejar el uso de dicha planta baja a actividades complementarias como cuadras,<br />

pocilgas, bodegas o despensas y utilizar la planta superior para la propia vivienda. En la entrada inmediata<br />

encontramos una pocilga o cuadra que, aunque no es muy grande, permite mantener en el mismo edificio<br />

todo el ganado casero. Asimismo, bajo la escalera que da acceso a la planta superior se sitúa el gallinero,<br />

cubierto tan solo por unas tablas o una red metálica (Mata 2009).<br />

Esta comunidad rural ha sufrido transformaciones en las últimas décadas, pero muy lentas. Las gentes<br />

han subsistido en condiciones de simple supervivencia, manteniéndose a lo largo de generaciones con<br />

escasos y lentos cambios, asegurando su perfil de identidad cultural. Así, una gran cantidad de pueblos han<br />

tardado mucho tiempo en salir de una economía de auto-subsistencia, que antaño permitía a los sujetos<br />

que compartían una casa generar casi todos los bienes necesarios para su supervivencia (Hernández Corrochano<br />

2006).


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 46<br />

Metodología<br />

Continuando con el estudio y análisis de la Etnobotánica en la comunidad rural de Arribes <strong>del</strong> Duero,<br />

iniciado con la publicación de los datos referidos a las plantas medicinales (González et al. 2010), en este<br />

trabajo se estudia la incidencia y contexto socio-económico <strong>del</strong> uso tradicional de determinadas plantas<br />

con fines constructivos. La información etnobotánica se obtuvo mediante 116 entrevistas semiestructuradas<br />

con 80 informantes (44 hombres y 36 mujeres, media de edad = 72); en todos los casos personas<br />

nacidas en el territorio y con un gran conocimiento de su medio natural. El trabajo de campo se llevó a cabo<br />

entre 2005 y 2009 en 18 localidades: seis en la provincia de Zamora (Torregamones, Badilla, Fariza de Sayago,<br />

Formariz, Pinilla de Fermoselle y Fermoselle) y doce en la de Salamanca (Almendra, Trabanca, Villarino<br />

de los Aires, Pereña de la Ribera, Masueco, Aldeadávila de la Ribera, Mieza, Vilvestre, Saucelle, Hinojosa de<br />

Duero, La Fregeneda y San Felices de los Gallegos). Se realizaron preguntas abiertas en relación al uso de<br />

plantas como material de construcción.<br />

En el análisis de datos, además de apuntar el <strong>número</strong> de informantes que citan una determinada<br />

planta (frecuencia de citación), se han llevado a cabo los cálculos necesarios para el índice de importancia<br />

cultural (CI) propuesto por Tardío y Pardo-de-Santayana (2008), que permite conocer el valor relativo de<br />

cada planta mencionada. En primer lugar se suman los registros de uso (UR) de la especie “s” para todos los<br />

informantes (desde i 1 hasta i N ) y se divide entre el <strong>número</strong> total de informantes (N).<br />

Este índice varía entre 0 y el <strong>número</strong> total de categorías de uso consideradas en el estudio (NC), en<br />

nuestro caso 1.<br />

Para evaluar cómo varía el conocimiento tradicional que poseen los diferentes informantes en relación<br />

a sus características socio-demográficas, se ha realizado un análisis de la covarianza (ANCOVA), tomando<br />

como variable <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o el <strong>número</strong> de registros de uso que aporta cada informante (UR) y mediante el<br />

programa estadístico XLSTAT 2009. Como variables explicativas se incluyeron los dos datos personales<br />

que se solicitaron: “edad” y “género” (variable cualitativa que toma valores de h = hombre o m = mujer).<br />

En cuanto a la taxonomía y nomenclatura de la plantas, se ha seguido “Flora iberica” (Castroviejo


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 47<br />

1986-2012) para aquellas familias incluidas en los volúmenes ya publicados y “Flora Europaea” (Tutin et al.<br />

1964-1993) para el resto de ellas. Diferentes pliegos fueron depositados en el Herbario de la Universidad<br />

de Salamanca (SALA). En el caso de algunas especies, para las que fue imposible recoger muestra alguna,<br />

se incluye el <strong>número</strong> de una fotografía digital (PHO).<br />

Resultados y discusión<br />

Valores alcanzados para el índice de importancia<br />

cultural (CI) por las cinco especies vegetales más<br />

relevantes en el área de estudio.<br />

En Arribes <strong>del</strong> Duero, entre los materiales de construcción empleados en la arquitectura tradicional<br />

encontramos muchos de origen vegetal; así, un buen <strong>número</strong> de plantas, generalmente árboles y arbustos,<br />

han sido empleados como materia prima para la construcción. Los habitantes de este Espacio Natural,<br />

usan, o usaron en un pasado reciente, un total de 20 plantas (pertenecientes a 10 familias botánicas) con<br />

fines constructivos. La tabla 1 refleja la relación de especies, distribuidas en las correspondientes familias,<br />

indicándose también el <strong>número</strong> de informantes que las menciona como útiles, su importancia cultural y su<br />

status. Se incluye, asimismo, una relación de vernáculos recogidos durante las entrevistas. La mayoría de<br />

las especies citadas son plantas leñosas (15 especies, 75% <strong>del</strong> total) y silvestres (70%).<br />

Los dos taxones vegetales más importantes en la arquitectura tradicional de Arribes <strong>del</strong> Duero son<br />

Quercus ilex L. subsp. ballota (Desf.) Samp. (CI = 0,87) y Cytisus scoparius (L.) Link (CI = 0,66). Solamente<br />

otras tres especies alcanzan un valor superior a 0,50 para el índice de importancia cultural (CI), es decir, que<br />

son mencionadas por más de la mitad de los informantes.<br />

Los informantes entrevistados han permitido obtener un total de 545 registros de uso (media 7 UR/<br />

informante; máx. = 17). Los resultados <strong>del</strong> análisis exploratorio llevado a cabo en relación con el conocimiento<br />

tradicional acumulado por los distintos informantes en función de sus características demuestran<br />

que cerca <strong>del</strong> 46% de la variabilidad de dicho conocimiento puede ser explicada en términos de edad y<br />

género (R 2 adj.= 0,457). Atendiendo a los resultados <strong>del</strong> ANCOVA se puede concluir que las dos variables<br />

explicativas contienen una cantidad importante de información para el mo<strong>del</strong>o (F 2, 77 = 34,305; P < 0.0001,<br />

intervalo de confianza = 95%). La tabla 2 recoge los detalles numéricos <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o matemático. Los dos<br />

parámetros considerados tienen un efecto significativo, especialmente alto en el caso de la edad de los<br />

informantes. De acuerdo con nuestros datos, los hombres de mayor edad guardan un más amplio conocimiento<br />

constructivo.<br />

Para hacer vigas y otros elementos que dan estructura y rigidez, tales como postes, puntales o dinteles,<br />

se buscaban maderas duras, resistentes y longevas, como la de encina (Quercus ilex L. subsp. ballota


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 48<br />

Familias botánicas y especies Status Vernáculos FC CI<br />

(pliego de herbario o <strong>número</strong> de<br />

fotografía digital)<br />

CONIFEROPSIDA<br />

Cupressaceae<br />

Juniperus oxycedrus L. (SALA 102358)<br />

Pinaceae<br />

Silvestre Enebro, nebro, jimbro, jimbrio, jimbre,<br />

jumbrio, joimbre, joimbrero, enjumbre,<br />

enjumbrio<br />

34 0,42<br />

Pinus halepensis Mill. (SALA 16167) Cultivada Pino, piñal 22 0,27<br />

MAGNOLIOPSIDA<br />

Apiaceae<br />

Thapsia villosa L. (SALA 107240)<br />

Cistaceae<br />

Silvestre Caña, caña de San Juan, cañaheja,<br />

candileja<br />

38 0,47<br />

Cistus albidus L. (SALA 16886) Silvestre Jara blanca, ardivieja 8 0,10<br />

Cistus ladanifer L. (SALA 18145) Silvestre Jara, jara pringosa, jara negra 42 0,52<br />

Fabaceae<br />

Cytisus multiflorus (L'Hér.) Sweet (SALA<br />

19214)<br />

Silvestre Escoba blanca 27 0,34<br />

Cytisus scoparius (L.) Link (SALA 19202) Silvestre Escoba verde, escoba negra, escoba<br />

rubia, escoba tamariz, escoba<br />

bermeja, retama negra<br />

53 0,66<br />

Cytisus striatus (Hill) Rothm. (SALA 16667) Silvestre Escoba amarilla, escobón, piorno 12 0,15<br />

Retama sphaerocarpa (L.) Boiss. (SALA<br />

16638)<br />

Fagaceae<br />

Silvestre Retama, piorno blanco, tamariz 9 0,11<br />

Castanea sativa Mill. (SALA 16332) Silvestre Castaño, castañera, castañal 16 0,20<br />

Quercus ilex L. subsp. ballota (Desf.) Samp.<br />

(SALA 16331)<br />

Silvestre Encina, ancina, carrasco, carrasca 70 0,87<br />

Quercus pyrenaica Willd. (PHO 4) Silvestre Roble, rebollo, melojo, roble marojo 43 0,54<br />

Salicaceae<br />

Populus alba L. (SALA 18035) Silvestre Chopo blanco, álamo 21 0,26<br />

Populus nigra L. (PHO 211) Silvestre Chopa, chopo, chopo <strong>del</strong> país 19 0,24<br />

Ulmaceae<br />

Ulmus minor Mill. (PHO 70) Silvestre Negrillo, olmo 42 0,52<br />

Vitaceae<br />

Vitis vinifera L. (PHO 13 / 15) Cultivada Vid, parra 12 0,15<br />

LILIOPSIDA<br />

Poaceae<br />

Arundo donax L. (PHO 214) Cultivada Cañas, cañizo 30 0,37<br />

Hordeum vulgare L. (PHO 94) Cultivada Cebada 14 0,17<br />

Secale cereale L. (PHO 92) Cultivada Centeno 28 0,35<br />

Triticum aestivum L. (PHO 91) Cultivada Trigo 5 0,06<br />

Listado de plantas vasculares aprovechadas como materia prima en la construcción tradicional en Arribes <strong>del</strong><br />

Duero (España). FC = frecuencia de citación; CI = índice de importancia cultural.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 49<br />

Izq. Dintel realizado en madera de enebro. Dcha. Fig. 3. Cabrios visibles en un alero.<br />

Parámetro Valor<br />

Desviación<br />

típica<br />

t de Student Pr > t<br />

Intersección –12,199 2,341 –5,211 < 0,0001<br />

Edad 0,253 0,032 7,919 < 0,0001<br />

Género – h 1,629 0,650 2,507 0,014<br />

Género – m 0,000 0,000 – –<br />

Resultados obtenidos en el análisis de la covarianza<br />

en relación al conocimiento tradicional<br />

y parámetros <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o.<br />

(Desf.) Samp.) y negrillo (Ulmus minor Mill.), árboles presentes en casi todo el territorio, o la <strong>del</strong> enebro<br />

(Juniperus oxycedrus L.), especialmente apreciado en aquellas localidades donde crece. De este último<br />

árbol se conseguían “vigas eternas” para las viviendas y las cuadras dado que su madera es imputrescible<br />

y aguanta muy bien las inclemencias <strong>del</strong> tiempo. Para lograr que alcanzase el porte adecuado –con<br />

un tronco recto y suficientemente largo– era preciso podarlo año tras año, consiguiendo ejemplares de<br />

gran altura. En menor medida, también se hicieron vigas de roble (Quercus pyrenaica Willd.) –su madera<br />

es dura y resistente, aunque menos que la de la encina–, castaño (Castanea sativa Mill.), chopo blanco<br />

(Populus alba L.) y “chopa” (P. nigra L.).<br />

Las techumbres son otro elemento construido generalmente con materiales de origen vegetal. Dichos<br />

materiales se obtienen de diferentes especies dependiendo de su abundancia en el medio y de su<br />

función en el entramado o estructura. Estas cubiertas constan de varias partes superpuestas. La parte interior<br />

está formada por vigas transversales de menor diámetro y se realizaba con maderas resistentes ya<br />

que debía proporcionar estructura y fijación a toda la cubierta. Con el nombre de “cuartón” se conoce a<br />

las piezas labradas en forma cuadrangular. Para su elaboración se emplearon sobre todo enebro, encina<br />

y castaño, pero también el roble, el chopo blanco, y la chopa, especie más abundante que la anterior (“su<br />

madera es muy utilizada porque siempre está a mano”). Los “cabrios” son palos redondos que se colocan<br />

entre las vigas. Las ramas gruesas y relativamente tortuosas de enebro, castaño o pino (Pinus halepensis<br />

Mill.) 1 se aprovecharon para este fin. En muchas ocasiones son visibles en aleros de tejado.<br />

La conocida como “ripia”, “ripio” o “lata” es una capa intermedia de relleno, un techado bajo teja que<br />

forma el verdadero revestimiento que cubre y aísla el interior de la construcción. Es aislante e impermeabilizante<br />

ya que está formado por materiales que le confieren consistencia y densidad. Para su preparación<br />

1 En ARD se cultivan también Pinus pinaster Aiton y P. pinea L. En ocasiones nos fue difícil reconocer qué especie era la<br />

referida por el informante.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 50<br />

Estructuras de techumbres con cañizos bajo teja y puerta tradicional<br />

de dos hojas realizada en madera de encina.<br />

se utilizaban principalmente, y aún hoy en día se utilizan en determinadas construcciones auxiliares, dos<br />

especies de arbustos con un tupido follaje: la escoba verde (Cytisus scoparius (L.) Link) y la jara (Cistus ladanifer<br />

L.). La abundancia de una u otra especie en cada lugar era el factor que determinaba cuál de ellas<br />

se utilizaba. Estos arbustos no se colocaban verdes, había que prepararlos para que cumpliesen su función;<br />

para ello era necesario prensarlos, quedando secos y compactos y consiguiéndose una cubierta más densa<br />

y de menor espesor. En algunos pueblos también se usaron ramas de Cytisus multiflorus (L’Hér.) Sweet,<br />

C. striatus (Hill) Rothm., Retama sphaerocarpa (L.) Boiss. o Cistus albidus L.; e incluso, ramas de algunas<br />

especies arbóreas de abundante follaje (negrillo, chopa, etc.) o sarmientos de vid (también con hojas).<br />

Otro método constructivo documentado es la colocación, sobre el entramado de cuartones o cabrios, de<br />

paneles conocidos con el nombre de “cañizos”, confeccionados con las ligeros tallos de Thapsia villosa L.<br />

o Arundo donax L. Estas capas forman la estructura básica (“cama”) sobre la que se asienta una cubierta<br />

externa de tejas de barro o arcilla.<br />

La orografía de Arribes <strong>del</strong> Duero hace que la gran mayoría de los pueblos presenten numerosas cuestas<br />

y pendientes que imposibilitan la aparición de grandes espacios urbanos donde edificar en superficie.<br />

Todo ello hace que sea la vivienda de dos plantas bien definidas la que tipifique la arquitectura de este<br />

territorio (Mata 2009). El suelo de la planta superior está constituido por una tarima confeccionada con<br />

sencillas tablas de pino, y en menor medida de chopo o castaño.<br />

Normalmente, todas las habitaciones aparecen encaladas por razones de habitabilidad e higiene<br />

(Mata 2009). En el enlucido de las paredes interiores también está presente el componente vegetal, pues<br />

éste se efectuaba con barro mezclado con paja proveniente de los cereales cultivados: cebada (Hordeum<br />

vulgare L.), centeno (Secale cereale L.) y trigo (Triticum aestivum L.). Sobre ese mortero se aplicaba una<br />

mano de cal.<br />

Las puertas y ventanas, de pequeño tamaño y escaso <strong>número</strong>, siempre fueron fabricadas por los carpinteros<br />

locales con madera de encina, roble o castaño.<br />

Las construcciones auxiliares, tales como “tenaos” o “tenás” (tenadas), chozos pastoriles y “chiviteros”<br />

(construcciones para el refugio y cría de cabras en el campo), se techan directamente con escoba<br />

verde, que al estar expuestas al exterior se deterioran y se hace necesario sustituirlas de cuando en cuando.<br />

Encima de las escobas se echaba tierra y se superponían las tejas; no obstante, estos arbustos también<br />

pueden verse como capa única en el techado de muchos chozos, e incluso, de algunas cuadras y cobertizos.<br />

El refugio más humilde usado por los pastores en el pasado eran los llamados “chocetes” o “bardos”,<br />

una construcción portátil que llevaban para protegerse de las inclemencias <strong>del</strong> tiempo. De pequeño tama-


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 51<br />

Chozo pastoril con techumbre de escobas.<br />

ño y forma cónica, eran fabricados con dos palos combados de encina o negrillo tejidos con ramas más<br />

finas y forrados de escobas o bálago, es decir, con paja larga de centeno. Tenían la ventaja de ser fáciles<br />

de transportar a la hora de desplazarse con los rebaños; asimismo, debido a su sencillez, podían renovarse<br />

totalmente cambiando su cubierta cuando se deterioraban.<br />

Destacar también en este trabajo un arcaico y curioso elemento de los huertos y cortinas, el denominado<br />

“cigüeñal”, “cigüeño”, “zanga” o “zangüeño”, de gran valor cultural y paisajístico. Estos artilugios<br />

constructivos son una ingeniosa manera de sacar agua de los pozos para regar con un esfuerzo mínimo.<br />

Consta de varias partes: un poste vertical de madera llamado “forcada”, “pie”, “puntal” o “poste”, que se<br />

encuentra hincado en el suelo, sujeto con piedras y suele estar realizado en maderas resistentes como la<br />

de enebro, encina o roble. Su parte distal termina en forma de horquilla, sobre la que se apoya y articula<br />

una larga pértiga móvil llamada “balancín”, “travesaño” o “caballete”, realizada (normalmente) en madera<br />

de negrillo, que permite obtener esta vara larga y resistente. En un extremo tiene un cubo metálico, unido<br />

por una vara más fina denominada “vara de sacar”, “vara” o “gancho”. En el otro extremo hay un contrapeso,<br />

que suele ser una piedra circular que sirve para facilitar la elevación <strong>del</strong> cubo lleno de agua. Al lado <strong>del</strong><br />

cigüeñal se encuentra una pila para distribuir el agua hacia el huerto. Por desgracia, estos elementos han<br />

sido sustituidos por otros “más modernos” hechos enteramente de metal. Como apuntó Plaza Gutiérrez<br />

(2002), para integrar este tipo de recurso cultural dentro de los flujos <strong>del</strong> turismo rural, la definición y promoción<br />

de rutas temáticas parece ser la alternativa más viable.<br />

Por último indicar que la madera empleada para la construcción tradicional podía verse afectada por<br />

diferentes plagas que la pudren y reducen su longevidad. Para evitar este problema, el conocimiento tradicional<br />

aconseja cortarla en fase de luna menguante, a poder ser en el mes de enero.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 52<br />

Conclusiones<br />

El patrimonio arquitectónico popular de Arribes <strong>del</strong> Duero es fiel reflejo de la adaptación de la población<br />

local a las condiciones naturales (de relieve, climáticas, etc.), a los usos y aprovechamientos agrícolas<br />

y ganaderos tradicionales y a los materiales vegetales predominantes en el territorio.<br />

Nuestros resultados confirman que este Espacio Natural, además de tener un gran potencial turístico,<br />

es muy atrayente para los intereses científicos en la diversidad biocultural. El conocimiento tradicional<br />

amasado durante generaciones por sus habitantes proporciona abundantes datos para mejorar y adecuar<br />

las actividades modernas de construcción al mo<strong>del</strong>o de desarrollo sostenible, sobre todo en relación al<br />

consumo racional de materias primas. En todos los casos documentados el monte es explotado de manera<br />

sostenible por la necesidad de mantener sus usos a medio y largo plazo.<br />

Las construcciones tradicionales se identifican por una serie de características básicas y permanentes,<br />

que contrastan claramente con aquellas edificaciones que no han tenido en cuenta el entorno natural;<br />

teniendo, asimismo, en las manifestaciones constructivas menores y complementarias (chozos, tenadas,<br />

pajares, cigüeñales, etc.) otra evidencia de una gran riqueza cultural o antropológica.<br />

Creemos necesario implementar medidas de fomento sobre el sector de la vivienda en esta área<br />

apartada y deprimida <strong>del</strong> medio rural de Castilla y León. La ayuda a la rehabilitación de viviendas rurales<br />

y a la conservación de la arquitectura tradicional debe constituir una línea prioritaria de actuación de las<br />

administraciones responsables. Del mismo modo, es preciso promover la recuperación de los sistemas<br />

tradicionales que han hecho posible la existencia de dicho patrimonio. En respuesta a la necesidad de proteger<br />

dichas técnicas tradicionales de construcción, las instituciones locales y regionales deberán apoyar la<br />

educación de los jóvenes en ellas. Las escuelas-taller deberán realizar programas educativos encaminados<br />

a la aplicación de estas técnicas tradicionales y la conservación de aquellas habilidades relacionadas con el<br />

conocimiento sobre la estructura y características propias de cada material, las herramientas más adecuadas<br />

y los diseños tradicionales.<br />

Agradecimiento<br />

Los rudimentarios cigüeñales<br />

funcionan según la ley de la<br />

palanca.<br />

Estamos muy agradecidos a todas las personas entrevistadas en este estudio, por su tiempo y por<br />

compartir sus conocimientos y experiencia.•


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 53<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 55


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

epc I dossier fotográfico<br />

EN LOS JARDINES DE LA GRANJA<br />

Texto y fotografías de Roberto Losa Hernández<br />

La influencia más certera que se asumió en la concepción y configuración<br />

de los jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso puede rastrearse,<br />

más que en Versalles, en los jardines <strong>del</strong> desaparecido palacio de<br />

descanso que Luis XIV de Francia tenía en Marly, donde incluso habían<br />

trabajado los mismos artistas que luego fueron llamados al palacio segoviano.<br />

Los jardines son, principalmente, fruto de la primera mitad <strong>del</strong><br />

siglo XVIII, <strong>del</strong> reinado de Felipe V, y, en ellos, la exuberancia vegetal se<br />

mezcla con la espectacularidad de las fuentes, pobladas de piezas escultóricas<br />

sobresalientes, surgidas especialmente <strong>del</strong> ingenio de los franceses<br />

René Frémin y Jean Thierry, llegados a La Granja en 1721, y, luego, de<br />

Jacques Bousseau. A ello, hay que unir la no menos sorprendente ingeniería<br />

hidráulica que permitía disfrutar de imaginativos juegos de agua,<br />

de los que el rey llegó a decir, refiriéndose a la fuente de Diana: “Tres<br />

minutos me diviertes y tres millones me cuestas”.<br />

La selección fotográfica que presentamos en este dossier no pretende<br />

ser exhaustiva, como se verá, sino sólo una simple, pequeñísima, muestra<br />

de la riqueza artística que custodian los hermosos jardines de La Granja,<br />

fruto <strong>del</strong> errático transitar por ellos <strong>del</strong> autor más que de una reflexiva<br />

intención documental.<br />

56


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Vigilando el Parterre de Palacio<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

El Parterre de Palacio está adornado con jarrones de plomo y flanqueado<br />

por bancos y por estatuas de mármol: en el lado derecho, El Otoño o Baco,<br />

América, El Verano o Ceres; en el izquierdo, África, Milón de Crotona y La<br />

Fi<strong>del</strong>idad.. Pa<br />

57


.<br />

09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 58<br />

Náyade y céfiros.<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

Estas figuras de Jean Thierry forman parte <strong>del</strong> conjunto escultórico de la<br />

fuente <strong>del</strong> Abanico, muy cerca de la fachada <strong>del</strong> palacio. Una ninfa, sentada<br />

sobre una roca, contempla a dos céfiros jugando con un pez. La boca <strong>del</strong><br />

animal es el único surtidor de la fuente, que forma -cuando el agua brota-<br />

un gran abanico de cuatro metros de altura y ocho de longitud.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Caballo marino.<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

Grupo escultórico secundario de la fuente de Neptuno, obra en plomo de<br />

René Frémin, en el que unos cupidos que sujetan cornucopias o tridentes<br />

juegan y cabalgan sobre un hipocampo.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Jarrones de fruta.<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

El conjunto de los jardines está sembrado de obras escultóricas menores,<br />

pero de gran plasticidad, generalmente de plomo con acabado imitando<br />

mármol o teñido de tonos rojizos como estos jarrones que adornan la baranda<br />

que custodia el cauce de la Ría.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Niños derribando a un ciervo.<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

Sobre el portón de salida de la Ría, junto a la fuente de la Selva, un hermoso<br />

puente de piedra caliza de tonos rosados salva el cauce. Sus cuatro pilares<br />

están adornados con grupos escultóricos centrados en escenas de caza y<br />

realizados en plomo pintado con tintes rojizos, de los que uno representa,<br />

como vemos en la fotografía, a dos niños intentando dar muerte a un ciervo<br />

derribado.<br />

61


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

El cuerno de la abundancia.<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

En la gran fuente de la Selva, obra de Jean Thierry, encontramos este conjunto<br />

secundario en el que un niño recostado sobre un peñasco sostiene un<br />

cuerno de la abundancia repleto, al modo clásico, de frutas, algunas desperdigadas<br />

por el suelo. Este conjunto dispone de un surtidor de agua vertical.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Jugando con un pez<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

Escultura de plomo teñido con barniz para darle un efecto de bronce encarnado.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Andrómeda encadenada<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

En la más alta de todas las fuentes de los jardines, obra de René Frémin, encontramos<br />

un espectacular conjunto escultórico en el que la princesa etíope<br />

Andrómeda, desnuda y encadenada a la roca por orden de su padre, es<br />

acosada por el monstruo Ceto, enviado por Poseidón. Perseo, enamorado<br />

de la joven, lucha contra el monstruo, al que finalmente convierte en coral<br />

gracias a la cabeza de Medusa.<br />

64


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Rodeando a Andrómeda<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

Esta obra de mármol forma parte <strong>del</strong> conjunto de ocho esculturas que ocupan<br />

el fondo de la plaza de la fuente de Andrómeda y que representan a Los<br />

Cuatro Elementos y a la Poesía pastoral, lírica, heroica y satírica.. Pa<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Hipocampo<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

A ambos lados <strong>del</strong> segundo vaso de la Cascada Nueva, apoyado sobre el<br />

cerco de los paramentos laterales, encontramos sendos grupos escultóricos<br />

en los que un niño dotado de tridente cabalga sobre un hipocampo,<br />

cuya boca, por cierto, es un surtidor.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Ninfa cazadora<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

El contorno de la plaza de la fuente de Diana está adornado con cuatro esculturas<br />

de mármol que representan a ninfas cazadoras, obras de Puthois y<br />

Dumandré, así como jarrones de plomo y bancos de mármol.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Anfitrite<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

En el conjunto escultórico de la fuente de Anfitrite, ideado por Jean Thierry,<br />

destaca la magnífica figura de la esposa de Poseidón, la ojizarca diosa de los<br />

mares tranquilos, que, en esta ocasión, alude inequívocamente a Isabel de<br />

Farnesio, segunda esposa de Felipe V. Aparece Anfitrite sentada sobre una<br />

gran concha tirada por un <strong>del</strong>fín y acompañada de tres náyades cabalgando<br />

<strong>del</strong>fines.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Guadiana<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

En la Cascada (1723) encontramos esta sobresaliente personificación, obra<br />

de Thierry, <strong>del</strong> río Guadiana, convertido en una hermosa oceánide recostada<br />

sobre la ánfora de la que surgen las aguas.. Pa<br />

69


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

El Tajo<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

En la última grada de la Cascada Nueva se localiza esta soberbia escultura<br />

en plomo de Thierry que representa al río Tajo, personificado como un anciano<br />

barbado, al modo de los Oceánidas, recostado sobre un ánfora de la<br />

que brotan las aguas <strong>del</strong> propio río.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Náyade<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

En la fuente de Anfitrite encontramos a está náyade u oceánide, de las tres<br />

que hay, que acompaña a la diosa marina mientras cabalga un brioso <strong>del</strong>fín.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Jarrón<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

Todo el conjunto de los jardines está minado de detalles plásticos que suelen<br />

pasar desapercibidos entre el monumental repertorio escultórico. En<br />

general, están realizados en plomo, ya sea teñido de tonos rojizos o imitando<br />

el mármol.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Peinando a Diana<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

La fuente de Diana, proyectada por Frémin y Bousseau en 1737 y concluida<br />

en torno a 1745 bajo la dirección de Puthois y Dumandré, es la única fuente<br />

que posee un carácter arquitectónico. El conjunto escultórico principal representa<br />

a la diosa Diana, quien acaba de tomar un baño y es atendida por<br />

sus ninfas. Tras ellas, el pastor Acteón, que se ha encontrado casualmente<br />

con la diosa e intenta seducirla al son de su flauta. Diana, ofendida por haber<br />

sido vista desnuda, convierte al pastor en venado que, después, será<br />

devorado por sus propios perros.<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Ninfa<br />

Foto: Roberto Losa Hernández<br />

Jardines <strong>del</strong> Palacio Real de la Granja de San Ildefonso I 2012<br />

Esta ninfa forma parte de la escena principal de la fuente de Diana, en que<br />

seis doncellas atienden a la diosa después de su baño.<br />

74


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 75


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

ARTE RELIGIOSO EN LA<br />

DIÓCESIS<br />

DE VALLADOLID<br />

José Luis Velasco Martínez<br />

Delegado Diocesano de Patrimonio. Diócesis de Valladolid.<br />

Castilla y León está sembrada de iglesias, ermitas y<br />

elementos tanto en madera como platerías, bronces y<br />

otros objetos artísticos. Mucho se va conociendo, pero<br />

aún hay mucho camino por recorrer. Frases lapidarias<br />

han enfatizado algunas cosas: románico palentino, camino<br />

de Santiago, etc., pero en esto no se resume toda<br />

la realidad.<br />

Palabras clave: Arte, arquitectura, Castilla y León, diócesis de Valladolid.<br />

76


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 77<br />

La Diócesis de Valladolid cuenta, entre la zona urbana y rural, con trescientas siete parroquias, de<br />

las que cincuenta y cuatro están en el municipio de la capital y doscientas cincuenta y tres en el resto de<br />

la provincia. Si a estas cifras añadimos las relativas a las ermitas, con al menos una en cada pueblo -y en<br />

algunos, varias-, las iglesias que no son parroquias, las iglesias de las cofradías, los conventos y monasterios...<br />

sumamos más de quinientos monumentos en toda la provincia. A esta realidad arquitectónica hay<br />

que añadir los retablos -en <strong>número</strong> elevadísimo y de variada calidad y época-, las artes decorativas -de muy<br />

variado valor-, la documentación custodiada en los archivos, otro capítulo importantísimo de la cultura<br />

inédita de Valladolid - magníficas bulas, escrituras, cartas de fundación...-. Estos continentes, en <strong>número</strong><br />

y calidad, y sus contenidos suponen la gran realidad patrimonial a la que hay que dar una respuesta hoy de<br />

cara al mañana.<br />

Se ha realizado un intenso trabajo en su conservación, con sus sombras, evidentemente, pero con un<br />

gran colectivo humano dedicado a la protección <strong>del</strong> patrimonio cultural religioso. En este sentido, el cambio<br />

de pensamiento que se ha producido en los últimos años ha sido ciertamente revelador: Los convenios<br />

entre la Diputación de Valladolid, la Junta de Castilla y León y el Arzobispado de Valladolid, han ofrecido<br />

excelentes frutos en la protección de nuestras iglesias, y se han aportado cantidades presupuestarias significativas<br />

para enderezar el patrimonio rural. La Junta de Castilla y León, a través de la Dirección General<br />

de Patrimonio, con la legislación específica que se va gestando sobre los bienes protegidos, los llamados<br />

BIC (Bien de Interés Cultural), está encargada de la custodia de sesenta y dos templos, entre ellos la ermita<br />

de Santa Ana (Pozuelo de la Orden), única ermita declarada BIC y ejemplo de arquitectura por su rareza.<br />

También Fomento, en su capítulo de vivienda, ha realizado muy excelentes restauraciones, como la iglesia<br />

románica de Trigueros <strong>del</strong> Valle.<br />

Sin embargo, la Junta de Castilla y León, en su sección de Patrimonio, debe enfrentarse al reto de la<br />

protección de un ingente <strong>número</strong> de monumentos distribuidos por toda la comunidad. En Valladolid hay<br />

dos iglesias mozárabes: Wamba y San Cebrián de Mazote, y aunque el románico pasa inadvertido y hay<br />

que reavivarlo, cuenta la diócesis con la iglesia de Arroyo de la Encomienda, que, aun no siendo BIC, es una<br />

joya <strong>del</strong> románico, o, entre otros, los tres ábsides románicos de Santervás de Campos de excepcional calidad.<br />

La evolución <strong>del</strong> siglo XV hizo desaparecieran gran parte de aquellas iglesias pequeñas <strong>del</strong> románico,<br />

para sustituirlas por las nuevas construcciones <strong>del</strong> plateresco y renacimiento que llenan nuestra geografía.<br />

La evolución y crecimiento de los pueblos, en definitiva, destruyó la riqueza románica, por ello hoy predominan<br />

las iglesias góticas, renacentistas y barrocas. Pocas luces, en lo artístico, podemos añadir de los<br />

tiempos modernos, en los que, quizá, sobresalgan las iglesias de nueva ejecución de Torrelago en Laguna


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 78<br />

de Duero y La Flecha, en Arroyo de la Encomienda.<br />

Vamos a detenernos en dos iglesias restauradas por la Dirección General de Patrimonio: San Pedro de<br />

Alaejos y Nuestra Señora de la Asunción en Rueda.<br />

Parroquia de San Pedro de Alaejos, ejemplo <strong>del</strong> Renacimiento.<br />

En el siglo XVI se produce una situación de crecimiento y desarrollo de la villa de Alaejos que dará<br />

como fruto la construcción de dos parroquias, San Pedro y Santa María, con sus torres que anuncian que<br />

hay vida humana y religiosa, señorío de los Fonseca y riqueza en el lugar.<br />

San Pedro, construida en ladrillo, tiene planta de tres naves, ábside poligonal, bóveda de crucería de<br />

ladrillo con nervaduras muy finas formando estrellas, toda ella policromada con grisallas. Las naves están<br />

separadas por arcos de medio punto. En el presbiterio destaca el Retablo Mayor, renacentista, fechado en<br />

1603, obra de Juan Sáez de Torrecilla. Otros retablos y mobiliario, así como la luz y el sonido, han sido objeto<br />

de una restauración integral. A los pies se levanta esbelta torre de ladrillo de cinco cuerpos separados<br />

por azulejería, con remate octogonal y cúpula apuntada y coronada por chapitel.<br />

Las intervenciones sobre este edificio se han desarrollado a lo largo de varios años ya que se optó<br />

por una restauración integral y por fases. Así, la Dirección General nombró un arquitecto encargado <strong>del</strong><br />

proyecto, y determinó las líneas a seguir; posteriormente se presentó el proyecto, que fue estudiado técnicamente<br />

para pasar, luego, a las valoraciones económicas y su final aprobación. Salió después la obra a<br />

pública subasta anunciada en el BOE y se adjudicó a la empresa que se encargaría de la ejecución material.<br />

Todo este proceso administrativo se alargó a lo largo de todo un año. En la primera fase, se actuó sobre los<br />

tejados, los paramentos exteriores y la torre, así como en el tratamiento de humedades. Estudios, levantamiento<br />

de planos, cantidad de empresas y estudios para cada una de las cosas que se observan llevaron a<br />

un proyecto que se revisó por los técnicos de la Dirección General para sacarlo a subasta para contratistas<br />

cualificados por la letra K. De ellos, se escogió al que ejecutaría la obra. Esta labor y su acabado costaría<br />

varios años.<br />

Realizada esta fase se pasó, en una segunda etapa, al interior, con sus paramentos y bóvedas pintadas<br />

de grisallas. Bóvedas y paramentos verticales (no se han tocado los pavimentos), volvieron a formar el proyecto<br />

de la segunda etapa: Estudios, diferentes puntos de vista para proceder a su restauración, andamiajes<br />

según la ley europea que tejieron todo el interior <strong>del</strong> templo... Capítulo especial supone la intervención<br />

sobre las bóvedas policromadas de grisallas, labor manual y técnica llevada a cabo por la empresa Granda,


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 79<br />

Iglesia de San Pedro, Alaejos. Foto: SERCAM


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 80<br />

y la restauración <strong>del</strong> Retablo Mayor y limpieza de los demás altares, verjas, puertas, etc. El resultado fue la<br />

configuración de un conjunto de gran belleza en la que la luz procedente de las ventanas y la iluminación<br />

adecuada, resaltan tal cantidad de detalles y matices que podemos gozar de las obras bellas restauradas.<br />

Desde el inicio hasta la entrega de la obra, han sido varios años, pero se ha realizado una labor completa<br />

que ha devuelto su ser original y vivo a la iglesia parroquial de San Pedro de Alaejos.<br />

Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, Rueda, ejemplo <strong>del</strong> Barroco.<br />

El resurgimiento de Rueda sucedió en el siglo XVII, bonanza que se mantuvo por un tiempo y que conllevó<br />

la construcción de un nuevo templo barroco. Se eligió como arquitecto a Manuel Serrano, vallisoletano<br />

afincado en Madrid y vinculado a Reales Obras como el palacio de la Granja de San Ildefonso o el palacio<br />

de Aranjuez. Traído por el obispo de Sigüenza para construir la iglesia de su pueblo, Renedo, al acabar, en<br />

1736, se le encomendó el proyecto de Rueda. Los vecinos de la localidad hicieron notar taxativamente que<br />

fuera él y no otro quien se encargase de la obra por entera satisfacción que de él tienen… y lo acredita la misma<br />

experiencia en la obra de la iglesia nueva que ha fabricado en el lugar de Renedo y otras partes, que es el<br />

más hábil perito idóneo para fabricar la iglesia de esta villa 1 . Este dato no significa otra cosa que el aprecio de<br />

los vecinos de Rueda por la obra de su nuevo templo. Esa era también la descripción <strong>del</strong> Obispado de Valladolid:<br />

Tiene esta villa una parroquia y suntuosa iglesia, fabricada en estos últimos años con toda hermosura y<br />

simetría de las obras modernas (Ortega y Rubio). Antonio Ponz en su Viaje de España (Tomo XII, pág. 621) no<br />

es así de optimista y afirma que la iglesia parroquial, sin embargo de las alabanzas que le dan sus naturales,<br />

es un estupendo aborto <strong>del</strong> arte, señaladamente su gran fachada, compitiendo en ella la arquitectura y escultura<br />

sobre cuál ha de ser peor. Sobre gustos no hay nada escrito.<br />

En cualquier caso, son las iglesias de Renedo y Rueda las únicas levantadas por Serrano en la diócesis<br />

de Valladolid, y, concretamente, la iglesia de Rueda pasa por un excepcional ejemplo, y no sólo vallisoletano,<br />

<strong>del</strong> barroco nacional. Sólo conserva de la etapa anterior la esbelta torre de ladrillo <strong>del</strong> siglo XVI, el resto<br />

es barroco en edifico, muebles y retablos. Qué gozo es ver esa unidad de yeserías, retablos y demás objetos<br />

que se usan para el culto.<br />

Afirmamos su pensamiento barroco y una única obra en la Diócesis de Valladolid con todos los elementos<br />

barrocos. Mucho y bueno. La fachada, cuál altar ascendente entre guirnaldas y columnas con la<br />

1 Ortega y Rubio: Los pueblos de la provincia de Valladolid. P. 271.


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 81<br />

Nuestra Señora de la Asunción, Rueda. Foto: SERCAM


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 82<br />

imagen de la Asunción, Padre e Hijo sostienen la corona y los rayos <strong>del</strong> Espíritu Santo iluminan la escena. El<br />

ser de una sola nave da amplitud y altura al recinto interior. Las hornacinas laterales se cubren de retablos<br />

barrocos y en el crucero y Retablo Mayor viene la exaltación <strong>del</strong> barroco con la mano de Pedro de Sierra.<br />

Mucho oro y mucho blanco en altares y paredes configuran un gran espacio diáfano que nos eleva hasta las<br />

bóvedas decoradas con yeserías de motivo vegetal.<br />

Más sencilla y de menor tiempo de trabajo ha sido la restauración de la iglesia de Rueda: Paramentos<br />

exteriores, portada, bóveda y paredes <strong>del</strong> interior. Su restauración ha dado una mayor fuerza a este monumento<br />

y ha recuperado sus valores que las vicisitudes <strong>del</strong> tiempo habían deteriorado.<br />

Ya se había intervenido en el tejado en una restauración anterior, por lo que entonces sólo se actuó<br />

sobre las dos cúpulas de los pies, el conjunto de la fachada y todo el exterior de la iglesia. El resumen es que<br />

tanto en el interior como al exterior de la iglesia se perciben los valores descubiertos en la restauración.<br />

La Fundación de Patrimonio Histórico de Castilla y León ha sido otro de los puntales de salvación<br />

de nuestro patrimonio al encauzar la labor social de las Cajas de Ahorros para la salvaguarda de iglesias,<br />

retablos, órganos... En Valladolid dos son los monumentos que en breve serán una realidad: La torre de<br />

Matapozuelos y la fachada de San Juan de Letrán en el vallisoletano Paseo de los Filipinos. Las primorosas<br />

actuaciones de la Fundación de Patrimonio se acompaña siempre de estudios más <strong>completo</strong>s, desde el<br />

punto histórico y arqueológico, y de cuantas cosas vayan surgiendo en la hechura de planimetría y tratado<br />

<strong>del</strong> monumento. La torre de Matapozuelos: estudio planimétrico, paramentos, argamasas, etc., estudio<br />

arqueológico, estudio histórico... Realizados estos pasos se proyectaron la obra y se determinó el presupuesto<br />

en el que participan la Fundación de Patrimonio y la Diócesis de Valladolid.<br />

En plena zona <strong>del</strong> ladrillo se levantó esta torre <strong>del</strong> siglo XVIII, en la que hay que asentar paramentos,<br />

barandillas pétreas con adornos... que permitirán recuperar en su mayor esplendor esta espléndida joya<br />

arquitectónica. Por su parte, en la fachada de San Juan de Letrán, barroca, de hacia 1739, obra de Matías<br />

Machuca, la intervención se centrará en eliminar las malas condiciones de conservación. Se prevé que durante<br />

los trabajos de restauración se pueda subir por una escalera- elevador para poder apreciar cómo se<br />

realiza la limpieza y restauración de la piedra y los medios que se emplean.•


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 83


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

TÍO EL<br />

CARTUJO<br />

Un vendedor ambulante en Tierra de Campos<br />

Alfredo Castro Castro<br />

Un homenaje a uno de los vendedores ambulantes que<br />

proveyeron, durante años, al mundo rural de la comarca<br />

de Tierra de Campos de los más variopintos artículos.<br />

84


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 85<br />

El Tío Cartujo se encuentra entre las figuras pintorescas y entrañables de los recuerdos de mi niñez.<br />

Todos tenemos en la mente un apartado especial para nuestra infancia, compuesta de recuerdos de personas<br />

y acontecimientos- reales o ficticios-, que con el paso de los años van adquiriendo presencia y fuerza<br />

hasta convertirse en referencia de nuestro pasado, en ocasiones próximo, pero por desgracia cada vez más<br />

lejano.<br />

Dichos recuerdos son, en unos casos, fruto de la evocación de los cuentos y leyendas que nuestras<br />

madres y abuelas nos contaban en las largas noches de invierno, mientras que –con paciencia infinita- igual<br />

limpiaban las lentejas o hacían ganchillo al amor de la lumbre de la cocina, en torno a la mesa camilla con<br />

un brasero de “cisco” a los pies. Otros son personajes reales, peculiares en sus comportamientos y modos<br />

de vida, que todos hemos visto en las calles y plazas de nuestros pueblos: gitanos, titiriteros, comediantes,<br />

buhoneros, hojalateros, chatarreros y toda suerte de seres que viajaban a lo largo y ancho de la geografía.<br />

Es verdad que el paso <strong>del</strong> tiempo va mo<strong>del</strong>ándolos y adaptándolos a nuestros gustos o deseos, y así los<br />

envilecemos o idealizamos, según el caso que mejor nos cuadre.<br />

Era el tío Cartujo uno de estos personajes idealizados. De mediana edad, no demasiada estatura,<br />

tirando a pelirrojo y con poblado bigote; de conversación fluida y buenas cualidades oratorias que usaba<br />

con soltura para encandilar a mozas y casadas, cuando se trataba de venderles los artículos con los que<br />

mercadeaba, y tenía un timbre de voz – bajo profundo- que acompañaba de un ligero carraspeo; de voz<br />

rota y un tanto aguardentosa -fruto, quizás, <strong>del</strong> uso y abuso de sendos ingrediente-, que cualquier ciego<br />

identificaría sin grandes dificultades a muchos metros de distancia. Si a todas estas características, le<br />

añadimos el deje y tonillo exclusivo de los oriundos de Villarramiel, la cosa estaba más que clara: era el Tío<br />

Cartujo.<br />

De la procedencia de su nombre nadie tenía conocimiento y corría el rumor de que en sus años<br />

jóvenes había estado interno en la Cartuja de Miraflores de Burgos.<br />

Recorría el buen hombre, en los años de mi infancia, que yo fijo entre mediados de los años cincuenta<br />

y mediados de los sesenta, los pueblos de los contornos de Villarramiel, con su carro en el que<br />

acomodaba -de manera ordenada y práctica- todo género de artículos de cama, mesa, cortinajes, encajes<br />

y artículos de costura, así como otros de fantasía y regalos, que hacían las <strong>del</strong>icias de las mujeres. Los<br />

pueblos tenían por entonces una abundante población y una escasez notable de suministros a causa de su<br />

aislamiento, por culpa de las distancias y las malas comunicaciones, por lo que los vendedores ambulantes<br />

de todo tipo tenían asegurada una clientela fiel y permanente.<br />

Era aquel un carro de varas con toldo de lona embreado y pintado de color marrón, rotulado con unas


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 86<br />

De conversación fluida y buenas cualidades<br />

oratorias que usaba con soltura para<br />

encandilar a mozas y casadas.<br />

grandes letras góticas en las que se podía leer: Novedades Cartujo, y debajo (Villarramiel). Los laterales<br />

-de madera- estaban decorados con vistosas pinturas de colores en combinaciones y alternancias de cuadrados<br />

y rectángulos. Una tablilla blanca –los niños la llamábamos la matrícula- con letras y <strong>número</strong>s en<br />

negro, identificaba la procedencia <strong>del</strong> propietario. Estos carros, antaño con ruedas de hierro, se habían ido<br />

modernizando con ruedas de llantas de goma que amortiguaban los golpes de los baches que atestaban<br />

los caminos y carreteras de la época. En los últimos años que lo vi por el pueblo, había colocado, en la parte<br />

posterior, unos triángulos metálicos reflectantes de color rojo y un farol amarillo en la parte <strong>del</strong>antera, fruto<br />

de las normas de tráfico que obligaba a todos los vehículos que circulaban por las carreteras para hacerse<br />

visibles en la noche. Bajo el carro, un gancho para amarrar al perro que lo resguardaba <strong>del</strong> sol o las lluvias y<br />

un caldero de cinc colgaba <strong>del</strong> eje. Nunca supe de su utilidad. Uncido a las varas de este fantástico vehículo,<br />

recuerdo un caballo de color marrón oscuro, de largas crines y larga cola, que tenía el pelo brillante, fruto<br />

de los cuidados y esmero de su amo. La confianza en el jamelgo era absoluta y su amo recorría tranquilamente<br />

caminos y carreteras –cierto que por entonces poco transitados de vehículos a motor-, mientras<br />

descabezaba una siesta entre pueblo y pueblo. Con ocasión de las paradas para la venta, le colocaba la<br />

cebadera con el pienso que el animal iba ingiriendo con actitud meditabunda.<br />

Completaba el conjunto <strong>del</strong> equipo, un perro –creo recordar que se llamaba “Canelo”, y si no me<br />

falla la memoria, era un perdiguero, tan fiel y de buen carácter como su amo, siempre dispuesto a dar un<br />

lametazo a cualquiera que le pasara la mano por la cabeza.<br />

Todo en el interior <strong>del</strong> carromato era la imagen de un auténtico almacén –reproducción en miniatura<br />

de los comercios de telas de las ciudades- con los citados artículos, colocados en ordenadas estanterías,<br />

con hileras de cajones de diversos tamaños, a ambos lados <strong>del</strong> recinto interior, con cartelitos de cartón<br />

blanco con el nombre <strong>del</strong> artículo escrito y enmarcado en un cuadro de latón dorado; en el centro quedaba<br />

un espacio para acceder a los distintos departamentos. En el pescante, un hueco que le servía de cabina<br />

para dirigir a la caballería que lo arrastraba –por cierto, sin mayor esfuerzo aparente-, gracias a las modernas<br />

ruedas de goma.<br />

Con precisión suiza pasaba por el pueblo a mediados de cada mes –en cualquiera de las estaciones<br />

<strong>del</strong> año- vendiendo sus mercancías, contando chistes, cotilleos y chascarrillos para entretener y engatusar<br />

a la clientela femenina (aunque también a algún solterón -que ya por aquellos años comenzaba a haberlos-<br />

que vivía solo). Así, mes a mes y año tras años, iba cumpliendo el ciclo vital tan puntual y cierto como las<br />

cuatro estaciones. Conocía y nombraba por su nombre a cada una de las clientas y a los niños de estas, y<br />

para todos tenía siempre una palabra de halago, afecto o cordialidad. En torno suyo de formaban corrillos<br />

a los que comentaba las novedades que traía de la ciudad o de los pueblos <strong>del</strong> entorno. A veces las tertulias<br />

eran tan animadas que se prolongaban más de lo debido y alguna de las vecinas tenía que dar la voz de<br />

alarma para que las parroquianas volvieran a terminar la comida y las faenas de la casa, antes de que los<br />

maridos volvieran de las faenas <strong>del</strong> campo.<br />

Surtía el Tío Cartujo a la parroquia, por lo general, de todo lo necesario para la costura: hilos, agujas,<br />

botones, cremalleras, cintas de colores, imperdibles, corchetes; de prendas íntimas y mudas de hombre,<br />

mujer y niño; calcetines, medias, guantes y bufandas; batas y mandiles para las mujeres; alguna man-


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL 87<br />

Lo más singular que ofrecía el Cartujo<br />

era su surtido de gafas graduadas<br />

que guardaba como oro en paño.<br />

telería ya confeccionada –para los hogares más pudientes- o telas para su confección casera; madejas de<br />

hilos y lanas de todos los colores; telas para sábanas nuevas o retales para los arreglos de aquellas, y sobre<br />

todo panas, driles y mahones para remendar chaquetas y pantalones de trabajo de los hombres. Aquellos<br />

eran tiempos de estrecheces económicas y todo se aprovechaba hasta límites insospechados y cuando una<br />

camisa, un pantalón, o una falda había llegado a su último uso, aun había una última opción: las “rodeas”<br />

de cocina que aún prolongaban unos meses o años más su vida útil.<br />

Pero lo más singular que ofrecía el Cartujo era su surtido de gafas graduadas que guardaba como<br />

oro en paño en una arquita de madera, las gafas de sol y los famosos peluquines. Los mayores se asomaban<br />

al carro y con mucha paciencia iban probando uno a uno los mo<strong>del</strong>os exhibidos hasta que el futuro<br />

adquirente comprobaba que las gafas se ajustaban a su necesidad y gusto. Eran gafas con gruesos cristales<br />

graduados como culos de botella y monturas de metal, que los ancianos utilizaban, en el caso de las mujeres<br />

para la costura y los hombres para leer los periódicos, la Revista “El Mensajero”, el calendario Zaragozano,<br />

o para llevar sus rudimentarios asuntos contables. Los jóvenes dejaban a sus madres y hermanas<br />

el encargo de las gafas de sol con las que lucirse en el paseo por la carretera, las tardes de los domingos,<br />

tras la partida de mus en el bar y antes <strong>del</strong> baile. Las antiparras era otro artículo de habitual consumo en el<br />

verano, cuando las faenas de la recolección, obligaba a los labradores a proteger sus ojos de la paja de la<br />

trilla y las “esquenas” de las espigas.<br />

Los peluquines, que Cartujo guardaba en unos estuches individuales de cartón, parecidos a los sombrereros<br />

en miniatura, era el artículo de lujo por excelencia y en comparación el más caro de todos. Sabíamos<br />

de su existencia porque llevaba colgado uno, envuelto en papel de celofán, a modo de exposición,<br />

aunque nunca vi en el pueblo a nadie que lo luciera.<br />

Por casualidad, hace unos años volví a ver al Tío Cartujo en su pueblo. Me acerqué a saludarlo con<br />

todo el afecto que pude mostrarle. Me identifiqué y al principio dudó, pero finalmente me dijo que sí se<br />

acordaba de mí. No sé si de verdad me reconoció. Habían pasado muchos años, lo encontré avejentado,<br />

encorvado por el paso de los años. No obstante, aunque un poco cascada, conservaba aún aquel timbre de<br />

voz tan característico, seña ineludible, junto con su bigote, de su identidad.<br />

Este es un humilde, sencillo y sentido homenaje a cuantos hombres recorrían, por aquellos duros<br />

años, los pueblos de esa parte de la comarca de Tierra de Campos –bien seguro estoy que en otras partes<br />

había otros Cartujo, Román, Pedro, toresanos y zamoranos, pimentoneros de Tordehumos, y tantos otros<br />

que posibilitaban el humilde comercio rural- abasteciendo de todo tipo de artículos, enseres y alimentos a<br />

sus habitantes. •


09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

epc I Fragmentos escogidos<br />

A ORILLAS DEL ÉUFRATES<br />

Jesús Álvaro Arranz Mínguez<br />

En el año 2007, la editorial Ediciones <strong>del</strong> Viento<br />

publicó en español el libro de Leonard Woolley<br />

Ciudades muertas y hombres vivos. Ilustraba la portada<br />

la misma imagen que reproducimos en estas<br />

páginas y que entonces, como arqueólogo, me<br />

resultó enormemente sugerente. Hasta ahora me<br />

había resistido a incluirla en este capítulo dado que<br />

era, como decía, portada de un libro de edición reciente.<br />

No obstante, al recolocar el estante de la<br />

sección arqueológica una postal resbala de uno de<br />

los volúmenes. La tarjeta, nueva, impresión publicitaria,<br />

muestra precisamente la ilustración de la<br />

portada <strong>del</strong> reeditado Woolley. Aquello no podía<br />

ser casual –o sí-, pero caí de nuevo en el halo de su<br />

potente evocación.<br />

La fotografía original está fechada en 1912 en Carquemis<br />

(Jerablús, Turquía) un enclave a orillas <strong>del</strong><br />

Éufrates cuyas primeras excavaciones se remontaban<br />

a 1876 bajo los auspicios <strong>del</strong> British Museum.<br />

Esta imponente fortaleza controlaba la ruta comercial<br />

que unía Nínive con Harán y enlazaba con<br />

otras rutas hacia el Mediterráneo, Palestina y Egipto.<br />

En palabras <strong>del</strong> propio Woolley:<br />

Cabañas árabes, tan solo ocultas por la hierba, dejan<br />

paso a las armenias; y debajo de estas se encuentran<br />

las ruinas bizantinas. Estrato bajo estrato, se pueden<br />

distinguir tres o cuatro periodos constructivos en<br />

unos metros de profundidad. […] escasos restos de<br />

la fortaleza romana […]. Debajo de estos se encuentra<br />

la Carquemis de los hititas […]. Cuatro mil años<br />

de historia, asedios y movimientos de población, y<br />

solo hemos descendido seis metros en el gran montículo;<br />

detrás de esos siglos se extiende el incalculable<br />

periodo de la época prehistórica.<br />

Los protagonistas de esta imagen de principios <strong>del</strong><br />

siglo XX tomada en las riberas <strong>del</strong> Éufrates son,<br />

además de los consabidos y pintorescos trabajadores<br />

indígenas, dos elegantes caballeros británicos.<br />

El que se cubre con sombrero es el eminente<br />

investigador autor <strong>del</strong> libro, sir Leonard, y el que<br />

se halla a la izquierda, también arqueólogo, es T.<br />

Edward Lawrence, quien años después sería mundialmente<br />

conocido como Lawrence de Arabia.<br />

El relieve que aparece entre ambos personajes se<br />

encuentra en la actualidad en el Museo de las Civilizaciones<br />

de Anatolia en Ankara (Turquía).<br />

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09 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL<br />

Lawrence y Woolley posan junto a uno de sus hallazgos arqueológicos en Carquemis. Siria, 1912.<br />

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EPC 09 I noviembre 2012 I www.sercam.es

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