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Pasiones barrocas

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<strong>Pasiones</strong> <strong>barrocas</strong><br />

BLAS MATAMORO<br />

«... un hombre puede producir a otro hombre pero no una hormiga; y un rey, que se hace obedecer por todo un pueblo, a veces no logra ser obedecido por un caballo» (Descartes al padre Mesland, 2-V-1644).<br />

No es infundado situar en el barroco el el tratamiento que sus grandes metafísicos comienzo de la moderna psicología. En (en el caso, Descartes y Spinoza) dan al primer lugar, por un perfilado intento, de conflicto tradicional entre la razón y las origen moralizante, de clasi ficar las palio- pasiones. Hasta entonces, las salidas que nes y, a partir de ellas, trazar tipos psi - los filósofos proponían al mencionado concológicos (La Bruyére, La Rochefou- flicto, mantenían la calidad de los oponencauld). Luego, porque el ensayo, desear - tes, en una suerte de pacto de no belitado, de constituir<br />

una lengua universal gerancia. Aristóteles y la escolástica aconadmite la inexistencia de una clave lingüís- sejaban el justo medio: el hombre no debe tica definitiva, a la vez que constituye todo ser exclusivamente racional ni pasional, el lenguaje como un juego metafórico, con sino una suma equilibrada de ambos comuna lógica intrínseca que se organiza y a ponentes. Los estoicos, Séneca en parola vez se oculta en la metáfora. Este desfase cular, aconsejaban domesticar las pasiones, entre pensamiento y palabra, entre el decir calmándolas, volviéndolas un servil animal y lo dicho,<br />

produce un nuevo objeto psi- casero, con el cual se puede convivir razocológico, que,no es pensamiento ni pala- nablemente. En especial, la preocupación bra, sino pensamiento de la palabra. Lo estoica, que llega hasta Montaigne, es la explica Descartes en Los principios de ta libertad que nace de neutralizar las dos filosofía (I, 74): «... adjuntamos a nuestros grandes pasiones: la negativa (el temor)<br />

pensamientos unas palabras que no los Y la positiva (la esperanza), pues ambas<br />

expresan exactamente». La inexactitud son chantajes que nos hace la muerte para<br />

verbal hace que todo el mundo sea incierto detener por parálisis nuestra vida moral.<br />

y dudoso. La única certeza indudable es Es libre, para el estoico, el hombre que<br />

no teme a la muerte ni espera nada de<br />

el yo que piensa, y sólo en tanto piensa, ella.<br />

o sea: el discurso que se toma a sí mismo En el barroco, tan cercano al relativo<br />

como objeto y no depende de las inseguras estoicismo de Montaigne, el tema se<br />

referencias externas. De algún modo, en resuelve en favor de la pasión como afir<br />

el teatro calderoniano se ponen en escena oración de la vida y alejamiento de la muer<br />

estas antítesis entre la apariencia y el ser, te (de nuevo Descartes y Spinoza) o no<br />

entre un mundo engañoso e ilusorio, cuya se resuelve y se declara trágico, como en<br />

consistencia es onírica, y una realidad ocul- pascal, porque la solución está en el seno<br />

ta pero que es, para el alma, lo único real de Dios, ese Dios inabordable, oculto y<br />

y consistente. ausente de su obra maestra, cuyas divinas<br />

Pero, sobre todo, la psicología moderna decisiones siempre son innaccesibles al<br />

halla su marca inicial en el barroco por hombre.<br />

ISEGORÍA(17 (1997) pp. 185-194 185


NOTAS Y DISCUSIONES<br />

I si ellas no tuvieran algo racional que ofre-<br />

cerle. No son conocimiento pero son sagesDescartes se dedica tardíamente al asunto se, sapiencia, sabiduría fundante. Por ello, de lo que hoy llamaríamos afectividad los mejores espíritus son los que tienen (Tratado de las pasiones, 1649), por suge- pasiones más violentas, que actúan más rencia de una mujer bella, de cara infantil fuertemente sobre su cuerpo. Si se tiene y resabia, inteligente, obviamente noble y buen sentido, no hay mal del que no se curiosa, una femme savante de aquéllas: la pueda obtener algún provecho moral. La princesa Isabel de Bohemia. Lo traigo a<br />

filosofía, en estos casos, sirve para extraer colación porque a más de un moralista con- la dicha del interior (bonheur), sin espetemporáneo le hubiera parecido, cuando rada del exterior, como obra de la Fortuna menos, obsceno, y cuando más, inútil, (heur).<br />

hablar de pasiones a una señora. Algo similar discurre Spinoza en su Éti<br />

La pasión cartesiana es el punto de ca (publicada póstuma en 1677). Los afec<br />

encuentro del cuerpo y el alma, una acción tos spinocianos resultan de un aumento<br />

en la que el cuerpo influye sobre el alma. en la potencia de obrar del cuerpo, de<br />

El cuerpo mueve al alma y viceversa, de modo que producen sus propias ideas (III,<br />

modo que el cuerpo gesticula, sufre alte- «Definiciones»). Dentro de ellos, las pasio<br />

raciones, etc., poniendo en movimiento un nes nos tienen por causa parcial. Si la causa<br />

código gestual y fisiológico de la pasión. es adecuada a un fin, la pasión se torna<br />

El cuerpo se anima, tanto como el alma acción. Es decir, que no hay acción sin<br />

se corporiza, se encarna en ese tercer mun- pasión. También, como en Descartes, la<br />

do de la pasión. Dice Descartes: «... hay pasión se instala en la sutura cuerpo/alma,<br />

tal vínculo entre nuestra alma y nuestro que para Spinoza son una cosa misma con<br />

cuerpo, que en cuanto hemos unido una un doble juego de causalidades, disconti<br />

acción corporal a un pensamiento, la una nuas y sin influencia mutua: lo pensante<br />

no se presenta nunca sin el otro». En dis- y lo extenso. Pero, en cualquier caso, en<br />

tinta dirección: el alma es el principio de la pasión ya hay un nivel del saber: la<br />

unidad, identidad y duración del cuerpo. pasión no es ciega sino que posee algún<br />

Es decir: si bien el cuerpo es materia exten- tipo de discernimiento: «Un afecto que se<br />

sa, no es mera opacidad, sino que resulta dice pasión del ánimo, es una idea confusa<br />

productor de sentido, capaz de cierta arti- por la cual el alma afirma de su cuerpo<br />

culación (inteligir lo que puede imaginar) o de alguna de sus partes una fuerza de<br />

lo mismo que está ya articulado por natu- existir mayor o menor que antes y por la<br />

raleza, organizado por definición. Es cierto cual, una vez dada la idea, el alma misma<br />

que, además, el alma puede tener acciones es determinada a pensar tal cosa más bien<br />

«propiamente dichas», que son las ejer- que tal otra» (Ética, III, XLVIII).<br />

cidas sobre sí misma por ella misma, que En el barroco ya se cuenta, según se<br />

es cuando puede intelígir lo que no puede va viendo, con ese vínculo entre sentimien<br />

imaginar (ejemplo: considerar su propia to y saber, que será elaborado por Male<br />

naturaleza), hacer metafísica. branche, la escuela alemana de la Emp<br />

Entonces: la pasión, nacida del cuerpo, findsamkeit y el romanticismo. Sentir es<br />

es un suceso moral y epistemológico en recorrer el camino más breve hacia un<br />

sí misma. Las pasiones < son todas buenas saber que no puede proporcionarnos nin<br />

en su naturaleza». Hay un saber de las guna ciencia (inexistente, imposible). Así,<br />

pasiones que lleva a conocer la regla que la alegría lleva a conocer lo bueno y la<br />

las modera, convirtiéndolas en instrumen- tristeza, lo malo (Spinoza: Ética, IV, VIII).<br />

to de la razón, que no podría mediatizarlas Las pasiones no son ya los enemigos del<br />

186 ISEGORÍA/17 (1997)


NOTAS Y DISCUSIONES<br />

alma, sino sus auxiliares afectivos, o su obs- nocimiento de un tercero, ni la fama ni<br />

táculo dialéctico, imprescindible para su la gloria, lo que corrobora la bondad del<br />

formación moral. Tampoco son una mera bien logrado, sino una actitud de la natu<br />

cantidad desdeñable de materia extensa, raleza ética alojada en la intimidad de cada<br />

que se interpone en el camino hacia la hombre. Su contrafaz (del deseo, quiero<br />

luminosa distinción entre las virtudes y los decir) son los celos, el temor a perder el<br />

vicios. Las pasiones son un episadio en la bien adquirido.<br />

historia moral del alma. Spinoza va más lejos que su colega: «El<br />

Algo similar se puede advertir en el deseo es la esencia misma del hombre en<br />

deseo, personaje vapuleado, más tarde, por cuanto es concebida como determinada a<br />

la ética clásica, como querer de lo impo- obrar algo por una afección cualquiera<br />

sible, opuesto a la voluntad, querer de lo dada en ella» (Ética, III, LIX). Es decir,<br />

posible y única volición posible de con- que el hombre se define como ser desean<br />

sideración moral. El deseo cartesiano, en te. Esta calidad, a su vez, se funda en un<br />

cambio, es siempre la perpetuación del afecto primitivo anterior, que es el sen<br />

bien o la evitación del mal, y se relaciona timiento de la perfección, de la plenitud.<br />

con el porvenir, o sea con la historia del Ante la expectativa de conseguirse, pro<br />

sujeto moral: el futuro es, precisamente, doce alegría y, de lo contrario, tristeza. La<br />

lo deseable. El bien querido es un objeto determinación a obrar que surge de este<br />

ético, es una meta, y el deseo es capaz perfeccionismo es, precisamente, el deseo.<br />

de distinguirlo. Lo malo del deseo es que La virtud primaria que produce es el famo<br />

no se someta al objeto reconocido o, como so conatos spinociano, perfil de su antro-<br />

dice Descartes: < ... es evidente que en tan- pología y su moral: el esfuerzo por con-<br />

to procede de un verdadero conocimiento, servarse, la perseverancia en el ser, el<br />

no puede ser malo, en cuanto no se exceda deseo de eternidad (Ética, IV, XXIII).<br />

y dicho conocimiento lo regule». Aun Eje situado entre la plenitud y la eter<br />

cuando se funde en un error, el deseo lleva nidad, el deseo es deseo omnívoro, de todo<br />

en sí mismo su criterio de corrección. y para siempre. Cierta moral del barroco,<br />

En un sentido cognoscitivo, el deseo es encarnada en personajes míticos de la épo<br />

también agente del saber. No se desea sino ca (Don Juan Tenorio, el Doctor Fausto)<br />

lo que, de alguna manera, se juzga posible. pone en escena tal expansividad ética, que<br />

La sapiencia deseante sabe que va a ocurrir lleva al hombre a identificarse con Dios<br />

lo que se produzca conforme a lo ya ocurri- y con la naturaleza (que son lo mismo,<br />

do, qué tal es lo que denominamos posible, en Spinoza) en una totalidad que se sitúa<br />

lo sometido, según el vocabulario hereda- más allá de cualquier distinción, es decir,<br />

do del Renacimiento, a «la ley de la For- más allá de toda moral.<br />

tuna». Este acuerdo entre el deseo y cierta Apunto, para cerrar este apartado, una<br />

legalidad del mundo permite al sujeto dis- posible meditación barroca sobre el amor.<br />

cernir lo posible de lo imposible y evitar En Descartes es «una emoción del alma<br />

1a fatalidad, que es lo necesario, puro y causada por el movimiento de los espíritus,<br />

absoluto. que la incita a unirse voluntariamente a<br />

Cuando la cosa acaecida se conforma los objetos que parecen serle convenien<br />

con la esperada, nace la alegría, que es tes». Objeto conveniente, convenido, con<br />

la cartesiana conformidad con el deber (de tratado: la declaración de amor. Hasta<br />

nuevo, la alegría es positivamente moral): aquí, Descartes no se aparta de lo que<br />

las cosas ocurren como deben ocurrir. Esta sobre el amor dijeron Aristóteles y Santo<br />

adquisición del bien satisface íntimamente Tomás: fusión de dos voluntades. Pero<br />

al sujeto que lo obtiene. No es el reco- Cartesio añade un matiz que lo aparta de<br />

ISEGORÍA/17 (1997) 187


NOTAS Y DISCUSIONES<br />

esta tradición escolástica: el objeto amo- tima. El hombre autorreconoce lo bueno<br />

rolo puede no ser voluntario, en cuyo caso de su pasión y la encauza dentro del saber<br />

el amor se define como un movimiento que la propia pasión le sugiere. Igualmen<br />

con o sin correspondencia. Se abre el espa- te, se autorreconoce autor de un acto bue<br />

cio del amor moderno, amor unilateral del no o malo. El mérito personal es producto<br />

amante, que nunca sabrá, en su fantástica del autodominio. No es la aprobación ni<br />

desdicha, si el amado lo ama. Ni le importa el perdón de Dios, ni la gloria concedida<br />

gran cosa. Descartes anticipa a Werther, por los otros. Es la naturaleza ética que<br />

a los enamorados románticos, a los celosos se produce y se sabe. Tampoco se trata<br />

proustianos. De hecho, Descartes cree que de poner en juego una calidad genética<br />

el amor a las cosas buenas y a las cosas (los valores nobles del aristócrata). O sea<br />

bellas (agrado) sólo se cumple en los poe- que la moralidad no es concesión de la<br />

mas y en las novelas. En la vida cotidiana, sangre ni de la Gracia, sino obra práctica.<br />

hay amistad por los iguales o devoción por Diríamos que el hombre es ético en poten<br />

los superiores. En cualquier caso, lejos de cia y que llega a ser moral en acto.<br />

la ceguera convencional, el amor es lúcido. Algo similar podría decirse sobre el<br />

En efecto, si algo hace, es distinguir un Dios de estos pensadores barrocos. Para<br />

objeto en medio del universo de los obje- Descartes, el hombre reconoce a Dios en<br />

tos. Spinoza, como siempre, irá más lejos: su obra, que es el hombre mismo, con la<br />

el amor es el sentimiento intelectual que ínsita idea de Dios que lleva como marca<br />

tiene Dios, o sea la naturaleza, por sí mis- de fábrica. Para Spinoza, en tanto somos<br />

mo, y que cada uno de nosotros sentimos naturaleza y Dios lo es, todos somos un<br />

en nuestra medida. Es decir: nos queremos poco Él, que se ama intelectual o infini<br />

como dioses y nos amamos como totalidad. tameme en Él, en la naturaleza y en nos<br />

L,o que anticipa Spinoza, recayendo en la otros (Ética, V, XXXV). En ambas pro<br />

vieja categoría griega del eros, es el ero- puestas, Dios no se revela ni se manifiesta,<br />

tismo moderno, ligado a la fantasía de eter- sino que está presente y oculto, a la vez,<br />

na totalidad o a su destrucción en el tána- en la naturaleza de su creación y en su<br />

tos, que es el logro de una totalidad (ne- autocreación proliferante e infinita.<br />

gativa) eterna en su ausencia. En este punto situamos una encrucijada<br />

fuerte de la ética barroca, que es la libertad<br />

como indeterminación. En las vacilaciones<br />

II de Descartes respecto al tema (ver, por<br />

ejemplo, la carta al padre Mesland del 9<br />

Según vamos viendo, el sentimiento moral de febrero de 1645) se advierte lo dramá<br />

y la formación de un posible sistema coco tico del asunto, ya que se trata de desviarse<br />

vienen y van a lo que podríamos llamar tanto de la tradición tomista, según la cual<br />

naturaleza ética del hombre, y no de su no hay libertad sino para hacer el bien,<br />

educación moral ni de su contacto con nin- ya que nada ocurre en el universo que no<br />

guna especie de revelación. Esto diseña sea querido por Dios y Él sólo quiere lo<br />

una separación barroca entre religión y bueno, como también de la tradición agus<br />

moral. Descartes se aparta de la tradición tiniana, es decir, la libertad como Gracia<br />

escolástica con su proyecta de filosofía divina, amable pero misteriosa.<br />

natural, y Spinoza intenta componer el Si la libertad es prescindencia de códi<br />

rompecabezas ético-pasional de la hurra- gos y tradiciones que nos determinan, es<br />

nidad, acudiendo a una clave geométrica. también voluntad autofundada. Para ello,<br />

La naturaleza ética del hombre tiene hace falta un punto de partida radical: la<br />

un síntoma característico, que es la autoes- indiferencia ante todo lo dado. Es así que<br />

188 ISEGORÍA/17 (1997)


NOTAS Y DISCUSIONES<br />

el hombre es libre en tanto espontáneo, deseo, conclusión a la que llegan esos dos<br />

indeterminado y, por ello, no sólo es libre egresados de los jesuitas que son Descartes<br />

de hacer el bien, sino de hacer el mal. Y y Calderón.<br />

responde ante su propia consciencia moral,<br />

y no ante un código legitimado por su<br />

autor. En este sentido, la libertad humana III<br />

es absoluta y, por ello, trágica: entre Dios<br />

como causa principal y única y el hombre<br />

como libre querer autofundado e indeter- Si se quiere, estos vaivenes traducen la cri<br />

minado, hay un vínculo verdadero e irra- sis religiosa y política del siglo xvn: guerras<br />

zonable. de religión, busca de una salida intelectual<br />

La respuesta diferida a Descartes es la a la confrontación entre sistemas religiosos<br />

de Spinoza: «Los hombres se creen libres incompatibles, desplazamiento de la aris<br />

porque no son conscientes de sus acciones tocracia territorial por la nobleza de toga,<br />

e ignoran las causas que las determinan.» contrarreforma como reforma interna de<br />

Cabe traducir: el hombre se cree libre pero la Iglesia, etc. Para los aficionados al alma<br />

no lo es. Sólo la razón, que permite inves- vaque: el Tratado de las pasiones se escribe<br />

tigar las causas de la conducta humana, a la vez que el Tratado de Westfalia, que<br />

puede adquirir la libertad. Entonces, el acaba con la Guerra de los Treinta Años<br />

hombre puede actuar de modo no causal. (1648).<br />

La libertad no es espontaneidad original, Dentro de lo que nos interesa, señalo<br />

sino adquisición racional. Pero Spinoza y algunos indicios. La religiosidad barroca<br />

Descartes convergen en la fórmula barro- tiende a ser extraña a las instituciones, más<br />

ca: libertad es indeterminación. interior: una espiritualidad que propende<br />

Una posible síntesis de ambos senderos al abandono y la pasividad, contrarios al<br />

divergentes que se encuentran donde el compromiso político de la Iglesia. En sus<br />

punto de partida de uno es el punto de expresiones extremas: el galicanismo, el<br />

llegada del otro, la hallamos en el teatro quietismo. Los fieles se organizan en<br />

de Calderón (aclaro que cada vez que men- pequeños grupos privados. Se tiende a la<br />

dono el teatro de Calderón me refiero a ceremonia secreta y a la reverencia por<br />

su producción mayoritaria, dramas y come- lo oculto. Si Dios existe, es un dieu caché,<br />

dias, y no a sus autos sacramentales, que como San Pablo propone a Pascal. En<br />

ocupan no más de un tercio de su obra). Occidente, barrocamente, Dios se disimula<br />

La pregunta crucial acerca de la libertad como el sol tras el ocaso. El escepticismo<br />

es allí: ¿es libre el hombre ante una pro- ilustrado reemplazará a esta esquiva divi<br />

videncia que todo lo sabe, puede, prevé nidad por una divinidad manifiesta, la<br />

y provee? La respuesta es: sí, el hombre Razón Universal. Y saldrán las Luces a<br />

es libre en la medida en que puede des- iluminarlo todo.<br />

cifrar el sitio que la Providencia le ha asig- Apartadas de esta religiosidad privada,<br />

nado en el orden del mundo. Las pistas las masas se entregan a la brujería y a la<br />

para tal desciframiento están borradas y magia, formas de paliar la ausencia de<br />

el hombre debe reconstruirlas guiándose Dios. En cualquier caso, se busca una reli<br />

por su instinto moral, que tiene tanto de gión natural, no dogmática, ni tampoco<br />

la espontaneidad cartesiana como del razo- impuesta por el Estado como instrumento<br />

namiento spinociano. El hombre no es de dominación. Una moral sin religión<br />

libre porque se le imponga el código del aparece en el movimiento de los libertina<br />

bien revelado ni porque a Dios le da la (lo que hoy llamaríamos librepensadores).<br />

gana, sino porque es capaz de razonar su Individual y privada, la moral barroca tien<br />

ISEGORÍA/17 (1997) 189


NOTAS Y DISCUSIONES<br />

de a exaltar al héroe, al único, al excep- o nunca visto. Admiramos (nos detenemos<br />

cional. a mirar, salimos de la inatención cotidiana<br />

En otro orden, el metafísico, la crisis y sus fruiciones desatentas) lo raro 0<br />

del xvn empuja a revisar las nociones tra- extraordinario: el monstruo barroco, un ser<br />

dicionales de la Gracia y la Realidad. Fran- sin género, individuo o singularidad abso<br />

cisco Suárez, jesuita él, por ejemplo, inven- hita, lo maravilloso. Las sustancias de Spi<br />

ta una categoría media entre la Gracia divi- poza y las mónadas de Leibniz son su Tor<br />

na y el mérito humano, la gratia congrua, mulación metafísica.<br />

Gracia previsora pero que premia las bue- El monstruo barroco, la maravilla que<br />

nas acciones de los hombres. Lo mismo es el objeto del arte, según Marino, es tam<br />

en cuanto a conciliar el nominalismo bién emblema de la libertad como inde<br />

moderno (la autonomía del logos, a la cual terminación, ya que al carecer de género,<br />

aludimos al empezar estas páginas) y el no ha de obedecer a ninguna característica<br />

realismo escolástico. Descartes acepta y genérica, a ninguna causa formal ni sus<br />

rechaza las categorías de la Escuela. Cal- tancial. Quede subrayado que, en la retó<br />

derón, formado en el tomismo, leerá tar- rica barroca, monstruo no es palabra con<br />

díamente a San Agustín y adoptará alguna connotaciones peyorativas, éticas ni esté<br />

idea platónica filtrada por el obispo de ticas. Se puede ser un monstruo de fealdad<br />

Hipona: la belleza como forma sensible del o de belleza, de maldad o de fidelidad,<br />

bien, por ejemplo. También, cierta actitud etcétera.<br />

estoica cristiana: la consideración de la La admiración es considerada por Des<br />

mucrte como fuente de la indiferencia que canes como la primera pasión del alma,<br />

conduce a la libertad. pero el filósofo nos previene contra ella,<br />

El teatro adquiere una importancia sin- ya que es ciega. Si discierne su objeto como<br />

guiar en este contexto. No sólo por la obvia bueno, entonces se convierte en amor. Lo<br />

teatralidad de la cultura barroca en gene- admirable puede ser dañino, lo amable es<br />

ral, sino porque en el teatro aparece el siempre benéfico.<br />

hombre como víctima de sus pasiones, Lo contrario de la admiración es la utí<br />

luchando contra ellas o afirmándose en lidad spinociana, con la cual salimos de<br />

ellas, para lograr su libertad. Los perso- lo maravilloso barroco hacia lo utilitario<br />

pajes del barroco son hijos abandonados ilustrado. La virtud que nace del conatus<br />

que no pueden acudir a sus padres para se articula, para Spinoza, en un obrar y<br />

que los auxilien en su enfrentamiento per- vivir conservando su ser, bajo la guía de<br />

sonal con el destino y consigo mismos. No la razón y buscando la propia utilidad. Esto<br />

es, entonces, gratuita la oposición de la es así hasta que aparece otro que opina<br />

Iglesia al teatro, las intermitentes clausuras lo mismo, y que también quiere ser per<br />

de los espectáculos, y la sustitución del dra- fecto y eterno. Entonces, se pacta y se esta<br />

tua por el auto sacramental, donde no hay blece una tabla de castigos para quien exce<br />

personajes, sino abstracciones cuyos da la medida socialmente útil. No se hace<br />

enfrentamientos verbales están resueltos el mal por temor al castigo y el delito queda<br />

de antemano con recetas extraídas del fuera del dominio del alma y de la moral.<br />

dogma. La razón, si acaso, hace que el hombre,<br />

En el pequeño espacio que nos reúne, cada hombre, desee para los demás el bien<br />

este teatro privado de las pasiones y la que desea para sí mismo, el cual deja de<br />

moral, la parábola barroca va de la admi- ser individual y privado, y se convierte en<br />

ración al utilitarismo. La admiración es el público y universal. La admiración por lo<br />

sentimiento barroco por excelencia: es lo único, que está al comienzo de la cons<br />

que sentimos ante algo que creemos nuevo tracción ético-pasional del barroco, se con<br />

190 ISEGOR(A/17 (1997)


NOTAS Y DISCUSIONES<br />

vierte en la virtud general y social de la et le Maghreb» (en prensa: Littératures<br />

conveniencia, el pacto y el código de pre- frontaliéres, Bulzoni, Roma).<br />

míos y castigos. Pero queda la gran fantasía En el doble sentido de la palabra, apa<br />

de la razón como legisladora universal: que rece la naturaleza en el shakespeariano<br />

lo bueno para cada cual sea bueno para Hamlet (las citas textuales están tomadas<br />

todos. de la traducción de Astrana Marín). La<br />

naturaleza, por una parte, es el origen,<br />

aquello de nosotros que no hemos elegido.<br />

IV Hamlet se considera «un juguete de la<br />

naturaleza». Es la naturaleza en tanto sen<br />

cillez primitiva que el mismo Hamlet invo<br />

Con algunos ejemplos literarios de la épo- ca como calidad del arte dramático (in<br />

ca puede cerrarse el esbozo anterior. Ante cumplido por Shakespeare, como es sabi<br />

todo, en dos mitos que aparecen en el do). Esta naturaleza es lo opuesto a la cos<br />

barroco y que merecerán una descendencia tumbre, lo extraordinario o monstruoso<br />

complicada y equívoca: Don Juan (Tuso que irrumpe en el curso de lo esperable,<br />

de Molina o quien fuere, Moliére) y Fausto de lo posible.<br />

(Christopher Marlowe). En ambos, el yo, En otro sentido, la naturaleza es el lugar<br />

sujeto y agente del deseo y del conato (ape- y el proceso de la moralidad humana. Dice<br />

tencia de mundo como objetalidad, saber Laertes a Ofelia: «la Naturaleza, al<br />

del mundo), es afirmación absoluta. Lo hacernos crecer, no sólo nos favorece en<br />

que se sitúa fuera del yo es motivo de ape- fuerzas y volumen, sino que a medida que<br />

tencia, cosa apetecible. Las mujeres, la va ensanchando el templo, dilata con él,<br />

ciencia, el poder, la inmortalidad de una a la par, el espacio interno de inteligencia<br />

juventud perpetuamente recuperable. El y alma». A su vez, Ofelia, admitiendo la<br />

hombre es imagen de ese Dios que se con- aparición de esta «segunda» Naturaleza,<br />

funde con la Naturaleza y aparece, por ello, reflexiona: «Debo ser cruel, pero no con<br />

en el fondo de la naturaleza humana. venirme en desnaturalizada.»<br />

Omnipotente y único, el individuo se torna El arte, dentro de esta dialéctica de la<br />

universo. Lo cargan estas potencias de doble naturaleza, cumple una misión res<br />

organización, creativas, pero también las tauradora moral: poner de manifiesto, «na<br />

tendencias egocéntricas y anárquicas, las turalmente», el delito oculto por la cos<br />

fuerzas que dinamizan y destruyen. tumbre (Hamlet: «Los actos criminales<br />

El tema de la naturaleza como sede de surgirán a la vista de los hombres, aunque<br />

la vida moral, o del naturalismo ético, se los sepulte toda la tierra»). Por eso, Ham<br />

despliega en Cervantes, según lo que con- let, loco fingido, sólo habla seriamente con<br />

cluye Américo Castro en El pensamiento los cómicos Rosenkrantz y Guildestern, así<br />

de Cervantes, a cuya lectura me remito. como el rey Lear sólo habla seriamente<br />

Más aún: hay un fondo común religioso con el bufón. La comedia montada por<br />

a todos los hombres, donde las diversas Hamlet hace aflorar la naturaleza moral<br />

personificaciones de lo divino y lo santo de los criminales, la madre y su amante.<br />

se reúnen en una suerte de sincretismo. Curiosamente, el crimen del rey ilegítimo<br />

Así lo ejemplifica el personaje cervantino es, más que haber matado a su hermano,<br />

conocido como la hija de Agí Morato, que no poder arrepentirse de haberlo hecho.<br />

aparece en las comedias La gran sultana ¿Por qué se sitúa en el arte, en la come<br />

y Los baños de Argel, y en el episodio del dia que sirve de catarsis a los delincuentes,<br />

cautivo del Quijote (I, XXXIX y ss.). Me la naturaleza moral, a la vez originaria y<br />

permito remitir a mi trabajo «Cervantes final, del hombre? La respuesta puede ser:<br />

ISEGORÍA/17 (1997) 191


NOTAS Y DISCUSIONES<br />

porque la moral es algo utópico, un mundo bién acaba siéndolo el conflicto entre estas<br />

que entrevemos cuando el arte nos lo dos locuras «legítimas».<br />

representa, pero que no integra nuestra Algo similar ocurre en la Fedra de Raci<br />

vida efectiva. Porque, como dice Ofelia, ne. Fedra se enamora de su hijastro Hipó<br />

«sabemos lo que somos, más no lo que lito en ausencia del marido Teseo. Pero,<br />

podemos ser». El mismo Hamlet, que se en realidad, no es Fedra quien se enamora,<br />

propone como justiciero, en rigor no quie- sino la diosa Venus quien la posee, la otre<br />

re hacer justicia, sino vengarse. dad de la pasión. Incestuosa y adúltera,<br />

En el delirio de su libertad, Hamlet se su falta de razón consiste, justamente, en<br />

finge loco y denuncia lo convencional de no ser ella misma, o sea un instrumento<br />

los roles sociales, que equivalen a los dis- de su razón y una correcta reina, esposa<br />

fraces de una comedia. La locura del mun- Y madrastra, ya que la razón es el principio<br />

do, tópico barroco, señala al gran teatro ordenador del mundo a través de las iden<br />

del mundo, tópico barroco. En algún lugar, tidades sociales. Fedra es una posesa de<br />

sin embargo, debe estar la cordura que nos Venus, un ser inhumano y divino. Por eso,<br />

permite distinguir la locura, y la realidad Enona su criada, representante de la<br />

que nos permite distinguir la ficción. De moral fáustica barroca, sostiene su inocen<br />

nuevo, es el arte el que provee de tales cia, Pues no es Fedra quien ha faltado a<br />

categorías, el arte como ensueño de la la ley, sino la fatalidad misma, personifi<br />

razón. cada en una divinidad.<br />

La conclusión shakespeariana es trági- Ahora bien, el resto de los personajes,<br />

ca. No sólo porque Hamlet es instrumento aunque invocando propósitos inmejora<br />

bles, tampoco es un ejemplo de raciona<br />

de la pasión, como su madre y su tío, sino lidad. Es cierto que Fedra propone un<br />

porque su fingida locura, que le permite embrollo inmoral fuerte (se deja enamorar<br />

liberarse de toda convención y alcanzar la<br />

libertad de lo indeterminado, lo conduce por su hijastro, lo acusa falsamente ante<br />

asimismo al descontrol de sus pasiones y su marido, quiere cargarse a Aricia, que<br />

a la anulación de su identidad, proceso sim- se ama con Hipólito), pero Teseo, que<br />

bolizado por el fantasma del padre. Ham- representa la autoridad de la razón, es lle<br />

vado por una injusta ira, y el pobre Hipó<br />

lito se permite amar a Aricia, mujer que<br />

ni, por lo tanto, ocupar su lugar. El padre le prohibe la ley de sus mayores. Fedra<br />

sigue reapareciendo, como si ignorase que sólo recupera la razón al morir ante su<br />

está muerto, y a tenerla apariencia cor- esposo, confesando todas sus faltas. O sea:<br />

poral de un vivo. Hamlet es un buen ins- aquí nadie hace lo que debe y el valor ético<br />

trumento, pero del cual nadie puede de la pasiones consiste en mover al sujeto<br />

extraer ningún sonido (buena definición de a gobernarlas, cosa que sólo ocurre en el<br />

la psicosis). Ni siquiera el sonido del nom- arte, que muestra cómo somos víctimas de<br />

bre propio, pues Hamlet se llama como nuestras pasiones, que nos convierten en<br />

su padre. Cuando se habla del fantasma dioses, con funestos efectos. La moraleja<br />

de Hamlet, se habla, justamente, del fan- es que el hombre debe ser humano y enca<br />

tasma de Hamlet. jar en la geometría social de la ley, o alcan<br />

Vale la pena retener este concetto barro- zar la divina locura de la pasión. Es decir:<br />

co: para denunciar la locura del mundo, la antigua fatalidad pagana, revista por la<br />

aparecen tres locos fingidos de notable responsabilidad individual del cristianis<br />

calidad: Don Quijote, Hamlet, el rey Lear. mo, que considera trágica una vida moral<br />

Y así como el conflicto de dos naturalezas dominada por la pasión, a la vez que ejem<br />

igualmente ilegítimas resulta trágico, tam- piar la obra de arte que exhibe este trágico<br />

192 ISEGORÍA/17 (1997)


NOTAS Y DISCUSIONES<br />

escenario. Las fuerzas trágicas, que en el adverso, priva a su hijo de historia, o sea mundo clásica son exteriores al sujeto, de identidad. El problema de Segismundo espacio vacío, se internalizan en Racine, será llegar a su reconocimi ento y a la conspues el suyo es un individuo dotado, pre- titución de su sentimiento y su código cisamente, de alma individual. Surgen tales moral, a partir de sí mismo, en medio de fuerzas del interior anímico y se proyectan lo que define Glotaldo: < Es todo el cielo sobre el mundo. Responsable de su fata- un presagio/ y es todo el mundo un prolidad<br />

pasional, el héroe raciniano, como digio.» La maestra de Segismundo es la<br />

observa Bénichou, se encamina hacia la que señala el mismo personaje: « las<br />

angustia del remordimiento y el autodes- letras/ humanas que le ha enseñado/ la<br />

precio. Ya no es la víctima de su sino gran- muda naturaleza/ de los montes y los cie<br />

dioso ni se enfrenta a la hostilidad de los los/ en cuya divina escuela/ la retórica<br />

dioses; se muestra, más modestamente, aprendió/ de las aves y las fieras».<br />

incapaz de gobernar sus impulsos. Disgus- Puesto en libertad, Segismundo se porta<br />

tado por su naturaleza, siente malestar por de modo criminal: mata a un criado, está<br />

su condición y vuelva su pesimismo ético por violar a Rosaura, amenaza de muerte<br />

en la tragedia raciniana: el mouvement que a Clotaldo. Devuelto a la prisión, cree<br />

conduce al malaise. Su utopía moral puede haber soñado y pone en duda, cartesia<br />

ser la propuesta por Gracián (Oráculo namente, la calidad real del mundo, salvo<br />

manual y arte de prudencia, VIII): «Hom- su amor por una mujer. Éste puede ser<br />

bre inapasionable, prenda de la mayor alte- el punto de vigilia que permita considerar<br />

za de ánimo.» La utopía moral kantiana, que la vida es sueño. Como Hamlet, Segis<br />

de un sujeto que sólo se determina, con mundo cree que estamos hechos de la<br />

ánimo alto, por pautas racionales. materia/madera de los sueños y que nues<br />

Vamos a terminar con Calderón, que tras identidades son convencionalismos<br />

nos propone un final feliz. Salgamos de teatrales. Pero nada de ello impide que<br />

la tragedia, que es el conflicto entre dos su naturaleza moral, en contacto con la<br />

legalidades igualmente válidas, y vayamos pasión y la otredad, se proponga como real.<br />

al drama, que es el conflicto entre la única El bien es la realidad. «Que estoy soñando<br />

ley legítima (valga la redundancia) y una y que quiero/ obrar bien, pues no se pierde/<br />

percepción equivocada de la misma. obrar bien, ni aun entre sueños.»<br />

En La vida es ,sueño (el drama, no el Rosaura, el otro, ese personaje que pue<br />

auto sacramental) tenemos al típico per- de emblematizar a la humanidad, y que<br />

sonaje barroco, arrojado a un mundo aparece vestida de mujer o de varón, cuan<br />

extraño, ignorante de su origen y sin refe- do es capaz de contar su propia historia<br />

rencias identificatorias. Segismundo, cría- a Segismundo (la historia de él), como si<br />

do en una prisión, sólo ve a un semejante, fuera su madre-padre, consigue dotarlo de<br />

Clotaldo, que es su carcelero, quien siem- realidad, de una realidad que el mismo<br />

pre se le aparece barrocamente enmasca- Segismundo acaba por admitir como tal.<br />

rado. Su naturaleza moral le enseña, obser- Cuando alguien lo interpela, no sueña. El<br />

vando la < política» (sic) de los animales, ser le viene del otro, en tanto él lo acepte<br />

que no es como ellos, que la libertad existe como tal otro. Gozo real del momento gre<br />

y él no la goza, y que hereda el pecado sente, vivido entre dos sueños: la vida.<br />

original, el mayor pecado: haber nacido. Dije que el final era feliz. Efectivamen<br />

Basilio, el rey, su padre, cree en la astro- te, por sus buenas acciones guerreras y<br />

logia, como tantos poderosos de su tiempo políticas, Segismundo termina reconocido<br />

(ver Gracián, op. cit., CXCVI, «Conocer por su padre Basilio, que advierte su cali<br />

su estrella») y, por temor a un vaticinio dad moral, preescrita en las estrellas por<br />

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NOTAS Y DISCUSIONES<br />

la mano de Dios. Se asegura la continuidad y el miedo al sinsentido. Pero siempre hay<br />

dinástica y la «alteza de ánimo» del prín- recursos para despertar del sueño de la<br />

cipe. vida. Por ejemplo, que alguien nos diga: tú.<br />

Desde una armonía perdida a una armo<br />

nía recuperada, el drama calderoniano tra<br />

za la parábola de la instauración de la ley BIBLIOGRAFÍA<br />

sin que medie ninguna revelación, educa<br />

ción ética, tarea sacerdotal ni institución BÉNICHOU, Paul: Morales du grand siécle,<br />

eclcsial alguna. Cuenta el nacimiento de Gallimard, París, 1948, cap. «Racine».<br />

una culpabilidad difusa (cf. Souiller) que BonEt, Remo: Una geometría de las pasio<br />

surge de la percepción del otro. El sujeto nes. Miedo, esperanza y felicidad: filosofa<br />

se constituye a partir de esta escena y la y uso político, trad. de José Ramón Mon<br />

eleva a legalidad al componerla con la «ga- real, Muchnik, Barcelona, 1995.<br />

llarda máquina» del universo. Sólo este CERTEAU, Michel de: La escritura de la his<br />

proceso rescata al hombre, de suyo mise- toria, trad. de Jorge López Moctezuma,<br />

rabie y absurdo, y lo sustrae al aniquila- Universidad Iberoamericana, México,<br />

miento de una apasionada inmersión en 1993, cap. «Producción del tiempo. Una<br />

lo inmediato. Tampoco es Dios el que dota arqueología religiosa».<br />

de realidad al hombre, dispensándole su DESCARTES: Oeuvres philosophiques, Ill<br />

Gracia. Dios ha instaurado la ley, la ha (1643-1650), ed. Fernand Alquié, Bor<br />

disimulado en sus signos atesorados por das-Garnier, París, 1989.<br />

la naturaleza, y se ha retirado a un punto SOUILLER, Didier: Calderón ou le grand<br />

de infinita distancia, que equivale a su théatre du monde, PUF, París, 1992.<br />

ausencia. Su creación, gratuita y angustiosa SPINOZA: Ética demostrada según el orden<br />

para el hombre abandonado en ella a sus geométrico, trad. de Óscar Cohan, FCE,<br />

propias fuerzas, convoca la incertidumbre México, 1958.<br />

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