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I HORACIO Y LOS TÓPICOS LITERARIOS Quinto Horacio Flaco (65 ...

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<strong>HORACIO</strong> Y <strong>LOS</strong> <strong>TÓPICOS</strong> <strong>LITERARIOS</strong><br />

VIDA<br />

<strong>Quinto</strong> <strong>Horacio</strong> <strong>Flaco</strong> (<strong>65</strong>-8 a. C.) nació en Venusa, colonia militar romana, en los<br />

confines de Lucania y Apulia el 8 de diciembre del año <strong>65</strong> a. C. Vivió en una época<br />

verdaderamente crítica y crucial en la Historia de Roma y de la Humanidad, momento<br />

en que las continuadas guerras civiles entre romanos dieron al traste con la República<br />

como forma de gobierno. Su padre, a quien el poeta recuerda con orgullo, era un liberto,<br />

quien habiendo conseguido reunir una modesta fortuna con el ejercicio del curioso<br />

cargo de cobrador de subastas, se trasladó a Roma con su hijo para que éste pudiera<br />

instruirse en las mismas escuelas que los hijos de los senadores, donde tuvo por maestro<br />

al «aficionado a los palmetazos» (plagosus), como el mismo poeta lo define, Orbilio.<br />

Después de su aprendizaje en Roma y a instancias de su padre, marchó a Atenas con el<br />

propósito de completar sus estudios, y allí se encontraba cuando Bruto, el asesino de<br />

César, lo atrajo a su partido. Con el grado de tribuno militar tomó parte en la batalla de<br />

Filipos, que trajo la derrota a las tropas republicanas de los asesinos de César, y<br />

posteriormente, acogiéndose a la amnistía que otorgaron los triunviros al bando<br />

vencido, regresó a Roma. Su padre había fallecido y él se encontró despojado de su<br />

patrimonio, en virtud del reparto de tierras a los veteranos de la facción vencedora. Para<br />

ganarse la vida entró como escriba al servicio de un cuestor en la administración fiscal,<br />

y comenzó a escribir sus primeras composiciones poéticas. Corría el año 41.<br />

Fue entonces cuando conoció al poeta Virgilio. Fue decisiva para él su amistad con el<br />

vate de Mantua y Vario (que a la postre sería uno de los piadosos editores de la póstuma<br />

Eneida, junto con Plocio Tucca), quienes le presentaron a Mecenas en la primavera del<br />

año 38; esta primera entrevista, narrada por el propio <strong>Horacio</strong> en sus Sátiras, fue un<br />

tanto fría; pero meses más tarde, en el otoño del año siguiente, entró a formar parte del<br />

famoso círculo literario afín al emperador. Con esta protección pudo <strong>Horacio</strong> dedicarse<br />

a las tareas literarias. El propio Mecenas le regaló en el 33 una casa de campo en<br />

Sabina. Desde entonces la vida de nuestro poeta transcurrió apaciblemente entre su<br />

posesión rústica y Roma. En el año 23 aparecieron publicados los tres primeros libros<br />

de las Odas. Tuvo Octavio en mucha consideración su obra, y buena prueba de ello es<br />

que a ningún otro sino a él encargó la composición del Canto Secular (Carmen<br />

Saeculare), un himno para ser cantado en honor de los dioses, en especial a Apolo, que<br />

ensalza a Augusto y a su familia, y que se leyó durante la celebración de los Juegos<br />

Seculares en el 17 a. C. Murió el 7 de noviembre del año 8 a. C. pocos meses después<br />

que Mecenas, su protector y amigo.<br />

Al contrario de lo que pueda parecer por su cognomen, Flaccus, <strong>Horacio</strong> era, según lo<br />

definió el propio Suetonio en su biografía Vita Horatii, brevis atque obesus, «pequeño y<br />

obeso»; el propio Augusto le dijo en cierta ocasión: «Te falta estatura, pero cuerpecillo<br />

no te falta».<br />

OBRA<br />

Sátiras → poesía crítica, finalidad moralizante<br />

Epodos → en su origen, lírica de maldición e injuria, poetización del insulto, algunos<br />

conservan su carácter mientras que otros son eminentemente líricos<br />

I


Odas → obra cumbre de la lírica latina<br />

Canto Secular<br />

Epístolas → poesía de reflexión moral y filosófica<br />

Epístola a los Pisones → Arte Poética<br />

Los críticos proponen dos períodos de su producción. Un primer período en el que<br />

compuso Sátiras, poesía crítica con abundantes elementos autobiográficos que persigue<br />

un fin moral, y Epodos, composiciones de carácter lírico en las que tampoco está<br />

ausente la crítica social. El epodo es una composición de origen griego destinada al<br />

insulto y al improperio. El creador de tal estrofa literaria es el poeta Arquíloco. Algunos<br />

de los epodos de <strong>Horacio</strong> conservan este carácter, pero otros son eminentemente líricos.<br />

Destaca el 2, cuyo comienzo, Beatus ille, ha dado nombre a un tema literario, la<br />

alabanza de la vida en el campo.<br />

En el segundo período escribiría Odas y Epístolas. Las odas son composiciones de<br />

carácter lírico que constituyen la obra cumbre de la lírica latina. Son cuatro libros con<br />

un total de 104 odas. En ella se jacta de haber sido el primero en transplantar al latín la<br />

lírica eolia en su conjunto, imitando los temas y los metros líricos griegos, sobre todo de<br />

Alceo, Safo y Anacreonte. <strong>Horacio</strong> tiene conciencia de que sus odas son lo mejor de su<br />

obra y afirma que serán más duraderas que el bronce. En las Odas el componente<br />

fundamental es el lírico. Expone el poeta su filosofía de la vida: hay que saber hacer uso<br />

de las riquezas y ser generoso; no hay que dejarse abatir por la adversidad y debe uno<br />

gozar de los bienes presentes, que son precarios; lo mejor para ser feliz es la “áurea<br />

mediocridad” (aurea mediocritas), el justo medio. Hay una invitación a gozar del<br />

momento presente, ya que el día de mañana es incierto: carpe diem. Este tema tendrá<br />

gran fortuna en la literatura universal.<br />

En las Epístolas utiliza la poesía de la reflexión moral y filosófica. Entre éstas últimas<br />

destaca la dirigida a la familia de los Pisones, Epístola a los Pisones, más conocida<br />

como Arte Poética, que ha tenido, junto a la Poética de Aristóteles, una larga influencia<br />

en la literatura occidental como manual de preceptiva literaria.<br />

Odas<br />

Las Odas de <strong>Horacio</strong> han sido el paradigma de lo que contemporáneamente se<br />

entiende por poesía, al menos hasta el Romanticismo, el único de los antiguos géneros<br />

poéticos, creados por los griegos y recreados por los romanos, que ha sobrevivido hasta<br />

nuestros días, pues, ¿qué queda hoy de la vieja epopeya al estilo de Homero y Virgilio,<br />

quién habrá que dedique 10.000 versos a narrar las hazañas de un algún héroe?<br />

Los cuatro libros de las Odas (cuyo título latino, Carmina, podría traducirse por<br />

«Poemas» o «Canciones») constituyen la obra maestra de <strong>Horacio</strong>. Con ellas aspiraba a<br />

dotar a sus compatriotas de una poesía lírica y rivalizar en este aspecto con los griegos.<br />

Buscó sus modelos en los poetas Alceo y Safo. Podemos agrupar las odas en varios<br />

grupos temáticos: el panegírico al emperador Augusto y al nuevo orden de cosas traído<br />

por su paz (Pax Romana); elogio de la amistad; tema filosófico-moral, donde destaca el<br />

elogio de la templanza y la mesura (mediocritas aurea) y el tópico del carpe diem; el<br />

amor; el relativo al dios Baco; y, finalmente, el campo y del paisaje natural,<br />

conformando el otro tópico del locus amoenus; el mitológico.<br />

II


En cuanto a su estilo, destacaremos la laboriosidad artística horaciana, del cuidado no<br />

sólo de la palabra, sino de su colocación en el lugar preciso, quehacer de selección y<br />

meticulosidad que él mismo comparaba al de la abeja, en un alarde de modestia: «al<br />

modo y manera de la abeja del Matino, libando industriosamente dulces tomillos cabe la<br />

espesura del bosque y riberas del húmedo Tíbur, compongo laboriosos versos en mi<br />

pequeñez» (Odas IV, 2).<br />

Relieve proveniente de Roma y conservado en<br />

el Museum of Fine Arts de Boston. <strong>Horacio</strong><br />

bebe sentado a la sombra de una parra, al filo<br />

de sus cuarenta y cinco o cincuenta años, con<br />

cabeza redonda, cabello corto y rizado, y<br />

frente despejada.<br />

La influencia de <strong>Horacio</strong> puede apreciarse especialmente<br />

en el Renacimiento, cuando se intenta imitar la literatura<br />

clásica grecolatina. He aquí el comienzo de la Oda a la<br />

vida retirada de Fray Luis de León, donde trata el tema<br />

del Beatus ille:<br />

¡Qué descansada vida<br />

la del que huye el mundanal ruido<br />

y sigue la escondida<br />

senda por donde han ido<br />

los pocos sabios que en el mundo han sido!<br />

III


Textos<br />

Sátiras (I, 6)<br />

Sátira dedicada a Mecenas, ejemplo del poderoso que no juzga a los demás por su<br />

origen, sino por sus cualidades morales; lo contrario de lo que hace el vulgo, que sigue<br />

admirando a los nobles aunque sean unos degenerados. <strong>Horacio</strong> se considera un una<br />

buena persona, sincero y leal amigo de sus amigos. Todo ello se debía a la esmerada<br />

formación que le había proporcionado su padre. Éste no había querido que su hijo se<br />

educara en el estrecho marco de Venusia, donde siempre sería el hijo del liberto.<br />

Haciendo un esfuerzo, lo llevó a Roma para que allí recibiera la educación propia de<br />

los romanos de elevada condición. En este fragmento el poeta rememora su primer<br />

encuentro con Mecenas.<br />

(…) Ahora vuelvo a mí mismo, hijo de un padre liberto, al que todos le hincan el<br />

diente como a hijo de un padre liberto; ahora, Mecenas, porque soy de tus íntimos, y<br />

antes porque, en mi condición de tribuno, una legión romana obedecía mi mando. Lo<br />

uno es distinto de lo otro; porque, si tal vez alguno me puede envidiar con razón aquel<br />

cargo, con tu amistad no es lo mismo, sobre todo porque te cuidas tú de elegir a quienes<br />

se la merecen, dando de lado al oportunismo bastardo. No podría decirme feliz porque<br />

la fortuna me hizo tu amigo; y es que no fue ningún golpe de suerte el que te puso a mi<br />

alcance: un día el excelente Virgilio, y Vario después de él, te dijeron quién era. Cuando<br />

comparecí en tu presencia, tras decir sólo unas palabras entrecortadas (pues un pudor<br />

infantil me impedía hablar más), no te conté que fuera hijo de padres ilustres, ni que<br />

anduviera por mis tierras un corcel de Saturio, sino que te conté lo que yo era. Me<br />

respondes tú brevemente, según tu costumbre; me voy y me llamas de nuevo tras nueve<br />

meses, y me ordenas contarme en el número de tus amigos.<br />

IV


Epodos<br />

Beatus ille… (2)<br />

Dichoso aquél que, lejos de ocupaciones, como la primitiva raza de los mortales, labra<br />

los campos heredados de su padre con sus propios bueyes, libre de toda usura, y no se<br />

despierta, como el soldado, al oír la sanguinaria trompeta de guerra, ni se asusta ante las<br />

iras del mar, manteniéndose lejos del foro y de los umbrales soberbios de los<br />

ciudadanos poderosos.<br />

Así pues, ora enlaza los altos álamos con el crecido sarmiento de las vides, ora<br />

contempla en un valle apartado sus rebaños errantes de mugientes vacas, y amputando<br />

con la podadera las ramas estériles, injerta otras más fructíferas, o guarda las mieles<br />

exprimidas en ánforas limpias, o esquila las ovejas de inestables patas.<br />

(…)<br />

Odas<br />

Carpe diem (I, 11)<br />

Tú no preguntes –¡pecado saberlo!– qué fin a mí, cuál a ti dieron los dioses, Leucónoe,<br />

ni las babilonias cábalas consultes.<br />

¡Cuánto mejor soportar lo que venga, ya si más inviernos nos ha concedido Júpiter o si<br />

es el último éste que ahora deja sin fuerzas al mar Tirreno batiéndolo contra los escollos<br />

que se le enfrentan!<br />

Sé sabia, filtra el vino y, siendo breve la vida, corta la esperanza larga. Mientras<br />

estamos hablando, habrá escapado envidiosa la edad: aprovecha el día, fiando lo menos<br />

posible en el que ha de venir.<br />

Aurea mediocritas (II, 10)<br />

Más rectamente vivirás, Licinio, si dejas de navegar siempre por alta mar y evitas<br />

acercarte demasiado al litoral peligroso, al tiempo que, con cautela, sientes horror ante<br />

las borrascas.<br />

El que elige la dorada medianía, carece, bien protegido, de la sordidez de una casa<br />

vieja; carece, en su sobriedad, de un palacio que cause envidia.<br />

Los vientos zarandean con más frecuencia el pino alto, y las torres elevadas caen con<br />

más grave derrumbamiento, hiriendo los rayos los picos más altos de las montañas.<br />

El pecho bien preparado aguarda una suerte distinta en las situaciones desfavorables, la<br />

teme en las propicias.<br />

Júpiter trae los desapacibles inviernos, él mismo se los lleva. Si ahora te va mal, no<br />

será así también en el futuro; de vez en cuando provoca Apolo con su cítara a la musa<br />

silenciosa y no siempre tiende su arco.<br />

En los momentos difíciles muéstrate animoso y fuerte; mas también aprende a replegar<br />

las velas hinchadas por un viento demasiado favorable.<br />

V


Epístolas (II, 1)<br />

La dirigida a Augusto es, tras es Arte Poética, la más larga y la más importante de las<br />

epístolas literarias de <strong>Horacio</strong>. Consta, por la Vita de Suetonio, que el poeta la escribió<br />

para complacer al Príncipe. En este pasaje <strong>Horacio</strong> dice que Augusto no es como<br />

Alejandro Magno, que tenía como vate de corte al mediocre Quérilo; él, por el<br />

contrario, ha sabido elegir poetas como Virgilio y Vario, dignos de sus mercedes. Bien<br />

quisiera <strong>Horacio</strong> tener, como ellos, capacidad para la épica y ensalzar las gestas del<br />

Príncipe; pero no quiere empañar su figura y que sus libros acaben sirviendo de<br />

envoltorio a los tenderos.<br />

(…) Vale la pena saber qué guardianes tiene un valor probado en la paz y en la guerra,<br />

el cual no puede confiarse a un poeta que no lo merezca. A Alejandro, el gran rey, le<br />

cayó en gracia aquel Quérilo que por sus versos toscos y no bien nacidos se apuntó en<br />

su haber unos cuantos filipos, moneda de reyes. Pero, al igual que al andar con la tinta<br />

se dejan borrones y manchas, los escritores no pocas veces empañan los hechos<br />

gloriosos con poemas horribles. Aquel mismo rey que tirando el dinero compró tan<br />

ridículos versos a precio tan caro, prohibió en un edicto que nadie que no fuera Apeles<br />

le hiciera un retrato, y que nadie salvo Lisipo moldeara bronces que representaran el<br />

rostro del valeroso Alejandro.<br />

Pues bien, si un juicio tan sutil para discernir en las artes lo reclamaras también para<br />

los libros y para estos presentes que hacen las musas, jurarías que había nacido en los<br />

aires espesos de Beocia.<br />

En cambio, no desmerecen de tu estima por ellos ni por los obsequios que de ti<br />

recibieron –con grandes elogios a quien se los daba–, Virgilio ni Vario, poetas que tú<br />

tanto quieres; y es que no se muestra más claramente el rostro de los varones ilustres en<br />

las estatuas de bronce, que sus virtudes y su alma en la obra del vate. Tampoco yo<br />

preferiría estas charlas que van arrastrando por tierra, en lugar de tratar tus hazañas, y de<br />

describir tierras y ríos, y fortalezas encaramadas en montes, y bárbaros reinos, y guerras<br />

llevadas a cabo con tus auspicios por todo el orbe, y los cerrojos que enclaustran a Jano,<br />

guardián de la paz, y a Roma que bajo tu principado aterra a los partos, si cuanto yo<br />

ansiara también lo pudiera; mas ni tu majestad admite poema pequeño, ni mi pudor se<br />

atreve a tentar una empresa que mis fuerzas se niegan a sobrellevar. Además, la<br />

oficiosidad agobia neciamente a aquel al que ama, y más si se hace valer con el arte del<br />

verso. Y es que antes se aprende y mejor se recuerda lo que hace reír que lo que es<br />

estima y venera. En nada aprecio un favor que se me hace pesado; no deseo que en parte<br />

alguna me exhiban, con el rostro desfavorecido, en una figura de cera, ni que me honren<br />

con versos mal hechos; no sea que rojo me ponga al verme obsequiado con tan<br />

pringosos regalos, y junto con quien haya escrito de mí, tirado en una caja tapada, me<br />

lleven al barrio donde se venden incienso y aromas, y pimienta y cuanto envuelve en<br />

hojas inútiles.<br />

VI


Arte Poética (Epístola a los Pisones)<br />

La unidad de la obra literaria<br />

Si un pintor quiere unirle a una cabeza humana la cerviz de un caballo y ponerle<br />

plumas diversas a un amasijo de miembros de vario acarreo, de modo que remate en<br />

horrible pez negro lo que es por arriba una hermosa mujer, invitados a ver semejante<br />

espectáculo, ¿aguantaréis, amigos míos, la risa?<br />

Creedem, Pisones, que a ese cuadro será muy parecido el libro en el que, al igual que<br />

en los sueños que tiene un enfermo, se representen imágenes vanas, en las que pies y<br />

cabeza no correspondan a una misma figura. «Los pintores y los poetas siempre han<br />

tenido el mismo derecho de atreverse a cuanto les plazca». Lo sabemos, y esa licencia<br />

pedimos y por nuestra parte la damos; pero no para que se junten con los animales<br />

mansos las bestias feroces, no para que se emparejen con las aves las sierpes o con los<br />

corderos los tigres.<br />

Ejemplos de incoherencia<br />

Muchas veces, a preámbulos serios y que mucho prometen se les cosen uno o dos<br />

trapos de púrpura para que reluzcan de lejos, describiendo un bosque y un altar de<br />

Diana, y el serpentear de las aguas que corren por campos amenos, o la corriente del<br />

Rin, o el arco que sigue a la lluvia; pero ése no era el momento de tales asuntos.<br />

También sabes, tal vez, representar un ciprés; ¿pero eso a qué viene, si quien te paga lo<br />

hace para que lo pintes a él nadando desesperado después de un naufragio? Se empezó a<br />

hacer un ánfora: ¿por qué, al correr la rueda, es un cántaro lo que sale? En fin, que sea<br />

lo que tú quieras, con tal de que sea homogéneo y tenga unidad.<br />

El arte controla la variedad<br />

La mayor parte de los poetas, padre y jóvenes dignos del padre, nos engañamos con la<br />

apariencia de los que es correcto: me esfuerzo en ser conciso y oscuro me vuelvo;<br />

cuando busco hacer una cosa ligera me faltan nervio y aliento; el que aspira a lo grande<br />

se hincha; por tierra se arrastra el que es precavido en exceso y teme a las tempestades;<br />

el que ansía dar a una obra una variedad prodigiosa, pinta un delfín en los bosques y un<br />

jabalí en las olas. El escapar del defecto, al vicio conduce, si se carece de arte.<br />

Ejemplo del artesano del bronce<br />

Un humilde artesano de junto a la palestra de Emilio reproducirá en el bronces las<br />

uñas, e imitará los muelles cabellos; mas no acertará a hacer la obra completa, porque<br />

no sabrá diseñar el conjunto. A mí, cuando de componer alguna obra me ocupe, no me<br />

apetecería ser como ése más que vivir con la nariz torcida, aunque mis negros ojos y mi<br />

negro cabello fueran dignos de verse.<br />

VII

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