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Xarpants 45 - Escola Sant Gervasi

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observabas fijamente, y no bromeo, eras capaz de oler el aliento salado a mar.<br />

De repente, el azul infinito se paralizó. Se congelaba. Se me erizó todo el vello del<br />

cuerpo. Comenzó a balbucear exclamaciones incomprensibles que pronto se convirtieron<br />

en chillidos. “¿Qué ocurre, abuelo?”, repetía sin cesar. “¡¿Qué ocurre?! ¿Te encuentras<br />

bien? ¡Respóndeme!”. Y aunque trataba de ir más allá de aquellos sonidos guturales no<br />

pude. No entendía nada.<br />

Entonces alzó el brazo derecho y me señaló. Yo estaba pasmado; pasmado y atónito.<br />

Gritó aún más fuerte. Noté cómo los vecinos pegaban sus orejas a las paredes.<br />

Definitivamente las detestaba.<br />

El abuelo también lo advirtió y continuó chillando. Corrió hacia el otro extremo de la<br />

salita, pero se cayó de culo. Y sollozó. Me acerqué paulatinamente para no sobresaltarle.<br />

Él alzó la vista, se incorporó y me propinó un guantazo de película. Entonces comprendí.<br />

Dijo algo como “¡tah uh …uerto!” y creí que me desvanecería encima suyo. ¡Muerto!<br />

¡Gritaba que yo estaba muerto! Ya no aguantaba más. Necesitaba marcharme. Ojalá<br />

hubiese muerto él en aquel instante. ¡Qué asco!<br />

No miré hacia atrás. Recorrí toda la casa con pasos rápidos y firmes. Estaba muy<br />

cabreado. Abrí la puerta. La cerré con un portazo contundente. Silencio. Odio el silencio.<br />

Más silencio. Cómo lo odio. Oía mis puños desgarrarse y pensé que me brotaba sangre<br />

de las manos; y al fondo: silencio. Aguardé detrás de la puerta hasta que cesó el llanto,<br />

momento en el que reparé en el espejo del rellano. ¡Lo que me faltaba! Me adentré en las<br />

entrañas de corredor para observarme. La verdad es que mi rostro no parecía tan<br />

cadavérico como para estar muerto.<br />

Palpé los bolsillos por si me había olvidado algo y el mundo se precipitó a mis pies.<br />

La sangre de la bala en el corazón todavía no estaba seca.<br />

Me senté. El tren volvía a oler a rancio, a vómito. Su traqueteo seguía siendo<br />

nauseabundo. Todo apestaba, hasta las barras de hierro. Esta vez no fui capaz de<br />

dormirme, vi la luz al final de túnel antes de darme por vencido. Alguien tomó asiento<br />

detrás de la puerta. Una mujer sumamente sensual y etérea, de apetecibles pechos y<br />

cabellera morena. Me deslicé hasta el asiento al lado del suyo. Le susurré algo al oído, la<br />

miré con ojos y sonrisa cegadora y la besé en la comisura de los labios mientras mi mano<br />

derecha se escurría entre sus muslos. Pensé en mi abuelo y entorné los ojos, y ya no vi<br />

los suyos rasgados. La boca volvía a saberme a axilas sudadas. Alguien agrietó la ventana<br />

a mi lado. Hinqué el diente a aquella pizca de frescura; mi boca se empapó de aire a<br />

rebosar. El viento susurraba algo que yo ya sabía: “Olvídalo”. Mi libertad había sido tan<br />

sólo alguien en algún lugar detrás de la puerta. Debí abrirla.<br />

Escribo en azabache<br />

Remei Rico, 4t d’ESO<br />

Fugarme, irme, marcharme de aquí. Dejar atrás estas<br />

palabras sin sentido, olvidar esta oda al recuerdo de mi rencor.<br />

Todo lo que decís es cierto, no hay duda de vuestra razón. ¿Por<br />

qué escribo? No es una forma de expresión, no siento nada,<br />

vacío. Transmito locura, incertidumbre, pena. Pero sigo y no sé<br />

por qué, no acepto el hecho de dejarlo. Es increíble. En lo más<br />

profundo de mi espejismo sé que debo huir. Sólo el abandono<br />

cura el abismo de la mentira. Una mentira tan profunda en la<br />

que el embustero no cree, ni yo tampoco. ¿Qué gano? ¿Qué<br />

aprendo? ¿Qué fuerza me arrastra hasta aquí? Posiblemente<br />

la más serena, la que conoces a la perfección. Sólo con el tacto<br />

de mis dedos sobre el papel puedo oler esta falsedad. Sin<br />

embargo escribo. Escribo algo gris que no quiero sentir, pues sólo narro aquello que<br />

queréis oír. Aunque en realidad no engaño, simplemente me engaño. Por gusto, por placer,<br />

por fama o por buscar amargura. Os proporciono el sentimiento que queréis ver fluir por<br />

vuestros sentidos. Os relato las emociones extremas a las que solos no podéis llegar.<br />

Lloraréis, reiréis, sentiréis una lujuria infinitita que sólo yo os podría arrebatar. Controlo<br />

vuestra reacción, la siento, la huelo, la indago, me gusta. Tu corazón no es más que una<br />

respuesta a mí. Es un camino rebelde que puedo torcer a mi antojo, para llevarte por mis<br />

trazos y recorrer contigo las atractivas situaciones que relato, aunque sin ti. Porque en el

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