27.04.2013 Views

Piet Van Breemen - Empezar a orar

Piet Van Breemen - Empezar a orar

Piet Van Breemen - Empezar a orar

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Descripción<br />

EMPEZAR A ORAR<br />

<strong>Piet</strong> <strong>Van</strong> <strong>Breemen</strong> SJ<br />

La oración es estar en la presencia de Dios con las manos abiertas y el corazón abierto. Hay tantas cosas en mi<br />

vida de las cuales yo me agarro, cerrando el puño... Y si abro mis manos, todavía están ahí... Nada se cae, mis manos están<br />

abiertas. Eso es la oración. Después de un tiempo en que esté dispuesto a quedarme con las manos abiertas, bastante<br />

tiempo, vendrá el Señor, echará una mirada y rondará por mis manos para ver qué es lo que tengo. Puede quedar<br />

sorprendido: ¡Tantas cosas!; luego se me quedará mirando y me preguntará:<br />

¿Te importaría si te quito un poco?<br />

Y yo le contesto:<br />

Claro que lo puedes tomar, `por eso estoy aquí con las manos abiertas.<br />

Y tal vez el Señor echará un vistazo en esta ocasión y me preguntará:<br />

¿Te importaría si te pusiera algo en tus manos?<br />

Y yo le respondo:<br />

Claro que no.<br />

Este es el meollo de la oración, el Señor puede quitar y poner algo, nadie más puede hacer esto. Pero El si puede.<br />

Es el Señor. Yo sólo tengo que abrir mi corazón y mis manos y quedarme ahí el tiempo suficiente para que el Señor venga.<br />

La oración no es tanto una búsqueda. La búsqueda lleva consigo una parte de impaciencia, una actividad. Tengo<br />

que hacer algo. No, la oración es un esperar. El esperar coloca el énfasis sobre la otra persona, la que va ha venir. Lo único<br />

que yo puedo hacer es esperar a esta persona. Al esperar expreso mi impotencia, mi insuficiencia, y esa es mi disposición<br />

hacia Dios. No puedo forzar a Dios a que venga. Todo lo que puedo hacer es esperar y estar presente. Orar significa soltar<br />

mi control. Cuando oro ya no tengo el control, Dios es el que controla. Vendrá cuando crea ser el tiempo de venir. Orar es<br />

tener el valor de escuchar, de ceder mi autodeterminación.<br />

La oración es esperar. Es esta espera la que sella y forma mi personalidad. Cuando estoy dispuesto a esperar me<br />

vuelvo diferente. La oración hace a una persona: atenta, contemplativa; en lugar de ser manipulante. El hombre de oración<br />

es receptivo en este mundo. No agarra, sino que acaricia; no muerde, toca; no cuestiona, sino que admira y adora.<br />

Bonhoeffer reflexiona: “Si te rehusas a estar a solas contigo estás rechazando la llamada que Cristo te está<br />

haciendo”. Uno tiene que estar a solas para soportar la espera. Uno tiene que esperar, no tratar de escapar, sino esperar con<br />

todo su ser.<br />

La oración no puede ser medida en los términos de “utilidad”. Solamente se puede comprender como una entrega<br />

total, sin querer sacarle algo externo a ella misma. De lo contrario puedo sentirme tentado a convenir mi oración en media<br />

hora de lectura o de contemplación de la naturaleza.<br />

La oración es un desperdicio de tiempo. Y, más que eso, es un desgaste de uno mismo.<br />

La vida de oración puede ser explicada en tres etapas:<br />

- 1ª En la primera etapa la oración se centra en darme cuenta de que Dios es Amor, que me ama como yo soy (no<br />

como debería ser). Me conoce por mi nombre. La oración es calentarse al sol del amor que Dios me tiene hasta que<br />

al final de cuentas penetre todo mi ser.<br />

- 2ª La oración en su segunda etapa se concentra en la persona de Cristo. Esto quiere decir que procuro conocer a<br />

Cristo mejor, amarlo y seguirlo más de cerca. Hasta poder decir: “No soy yo el que vive. Es Cristo quien vive en<br />

mí” (Gal. 2, 20).<br />

- 3ª La tercera etapa de la oración es encontrar a Dios comprometido en la totalidad de la realidad, en cada<br />

persona, en cada cosa; es un decir Si a la realidad. Un enfoque positivo ante la vida. Un compromiso con lo más<br />

necesitado y más débil de este mundo. No puedo <strong>orar</strong> nunca si no estoy dispuesto a comprometerme por completo.<br />

La oración no puede ser nunca un sustituto de la donación completa de mi ser.<br />

1


Debo vivir de tal forma que pueda <strong>orar</strong>. La verdadera dificultad no es tanto la oración sino la forma en que vivo.<br />

Algunas veces me quejo de que la oración me pone tenso, no puedo <strong>orar</strong> regularmente. Esto es seguramente un escape. Mi<br />

manera de vivir, sencillamente, no va de acuerdo con mi oración. Cuando oro sin abrir las manos. Cuando no le doy a Dios<br />

completa libertad..., mi oración es seca, vacía y desolada. La oración debe arriesgar mi vida. Si no lo hace es inauténtica.<br />

<strong>Empezar</strong> a <strong>orar</strong>: Reflexiones y práctica<br />

Debo empezar a <strong>orar</strong>. La dificultad en la oración se presenta cuando no la empiezo bien. Si el límite entre mi<br />

trabajo y mi oración se debilita o ha dejado de existir, si mantengo que puedo <strong>orar</strong> en cualquier lugar y en cualquier<br />

circunstancia, indudablemente que comenzaré pobremente mi oración. Tenderé a estar más o menos embebido en mi<br />

actividad anterior. Una llamada telefónica, una carta, una conversación... Cuando oro debo dejar las trivialidades de mi vida<br />

allá atrás. Por otra parte, la oración no tiene ninguna razón de ser y realidad ninguna a menos de que esté firmemente<br />

enraizada en la vida. No hay que ponerse un “abrigo de oración” y después de una hora quitárselo y volver a la realidad.<br />

Esto es escaparse. No es verídico. Ante el recuerdo, por ejemplo, de una persona a la que yo estimo y que se encuentra<br />

enferma: no puedo alejar este pensamiento, pero puedo manejarlo de dos maneras: 1) preocuparme y dejar que mi<br />

imaginación se vuelva loca; 2) o lo puedo traer al nivel de la oración: puedo <strong>orar</strong> acerca de lo que es importante para mí<br />

ahora, esa persona, y hacerlo en una forma muy real.<br />

¿Cómo empiezo a <strong>orar</strong>? Existe una diferencia entre lo que es concentrarse en un objeto, y el “dejarse uno ir”, esto<br />

es, una unidad y unión inmediata con el objeto que estoy contemplando. La concentración cansa, y es, por lo tanto, breve.<br />

El “soltarse” no requiere ningún esfuerzo y puede durar mucho tiempo. Tengo que iniciar mi contemplación, con unos<br />

minutos de concentración a fin de reunir todas mis fuerzas, y luego “me suelto”, me identifico con el objeto de mi<br />

contemplación, esto es, Dios Padre, Jesucristo, o cualquier otra persona del Evangelio. Todo mi ser está tranquilo y callado.<br />

Dios está ahí. El me ha estado esperando.<br />

Puede ser que está dispuesto a <strong>orar</strong> y ore bien, pero tengo otra dificultad. No siento que Dios responda mi oración.<br />

Pero esto es voltear las cosas al revés. Dios no es el que contesta, Dios es primero. Yo soy una palabra hablada por Dios,<br />

yo soy el que responde.<br />

Algunas personas dicen que no les gusta <strong>orar</strong> por que no pueden tolerar la introspección. Sin embargo, la oración<br />

no es un confrontarse con uno mismo; es confrontarse con Dios. Orar significa encender una luz de enfoque sobre Cristo.<br />

Lo que yo tengo que hacer se me irá revelando gradualmente. Me sucede a mí, lo descubro sin necesidad de autoanálisis.<br />

Por el contrario, el deseo de examinarme, de verme más de cerca es una degeneración, un retraso en la oración. Lentamente<br />

y en paz, al llegar a conocer a Cristo, me llego a conocer yo.<br />

Sigue a continuación un esquema que pretende clarificar el proceso de oración a fin de que la experiencia se haga<br />

más lúcida y libre:<br />

1- La oración empieza con un darme cuenta de que soy amado por Dios tal y como soy. Esto no es tanto una<br />

actividad personal sino una pasividad en la cual dejo que el amor que Dios me tiene impregne y penetre todo mi ser. Debo<br />

permanecer en este nivel el mayor tiempo posible (es el más valioso), pero sin forzar. Cuando encuentre lo que busco me<br />

muevo al nivel siguiente.<br />

2- Mi respuesta al amor de Dios es la adoración. Puedo <strong>orar</strong> sin ninguna tensión o temor por que estoy convencido<br />

de que Dios no me es una amenaza: me abandono en sus manos, tanto tiempo como pueda, sin presión alguna en acortar o<br />

prolongar este momento.<br />

3- Luego me concreto a un episodio en particular de la Sagrada escritura, en forma tal que procuro identificarme<br />

con Cristo o con la persona que Cristo está tratando. Contemplo el Evangelio no como testigo ocular, sino como<br />

participante. No es asunto de imaginación sino de corazón. Cristo vive en mí...<br />

4- Luego viene la oración de petición. De lo considerado hasta aquí muchas peticiones saldrán solas.<br />

5- El último paso es la meditación propiamente dicha, sobre un versículo, un pasaje: pienso, analiza, investigo, me<br />

esfuerzo por comprender. Esto me llevará hasta la oración de petición, o hacia la identificación renovada con Cristo, tal vez<br />

a un período de adoración, o a una permanencia suave en el amor que Dios me tiene. Así, del nivel de la meditación podré<br />

ascender a niveles más elevados. Y no olvides nunca: “ora como puedas, y no trates de <strong>orar</strong> como no puedas”.<br />

2

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!