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diario de santa faustina - Tu Fe Católica

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mi impotencia. Trataba <strong>de</strong> leer <strong>de</strong>spacio, frase por frase y meditar <strong>de</strong>l<br />

mismo modo, pero fue en vano. No comprendía nada <strong>de</strong> lo que leía.<br />

Delante <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> mi alma estaba constantemente todo el abismo <strong>de</strong><br />

mi miseria. Cuando iba a la capilla por algunos ejercicios espirituales,<br />

siempre experimentaba aún más tormentos y tentaciones. A veces,<br />

durante toda la Santa Misa luchaba con los pensamientos blasfemos que<br />

trataban <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> mis labios. Sentía aversión por los santos sacramentos.<br />

Me parecía que no sacaba ninguno <strong>de</strong> los beneficios que los santos<br />

sacramentos ofrecen. Me acercaba [a ellos] solamente por obediencia al<br />

confesor y esa ciega obediencia era para mí el único camino que <strong>de</strong>bía<br />

seguir y [mi] tabla <strong>de</strong> salvación. Cuando el sacerdote me explicó que ésas<br />

eran las pruebas enviadas por Dios y que, “con el estado en que te<br />

encuentras no sólo no ofen<strong>de</strong>s a Dios, sino que le agradas mucho, (33) es<br />

una señal que Dios te ama inmensamente y que confía en ti, porque te<br />

visita con estas pruebas.” No obstante esas palabras no me consolaron, me<br />

parecía que no se referían en nada a mí. Una cosa me extrañaba. A veces<br />

cuando sufría enormemente, en el momento <strong>de</strong> acercarme a la confesión,<br />

<strong>de</strong> repente todos estos terribles tormentos cesaban; pero cuando me alejaba<br />

<strong>de</strong> la rejilla, todos esos tormentos volvían a golpearme [con] mayor furia.<br />

Entonces me postraba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l Santísimo Sacramento y repetía estas<br />

palabras: Aunque me mates, yo confiaré en Ti [65]. Me parecía que<br />

agonizaba en aquellos dolores. El pensamiento que más me atormentaba<br />

era que yo era rechazada por Dios. Luego venían otros pensamientos:<br />

¿Para qué empeñarme en las virtu<strong>de</strong>s y en buenas obras? ¿Para qué<br />

mortificarme y anonadarme? ¿Para qué hacer votos? ¿Para qué rezar?<br />

¿Para qué sacrificarme e inmolarme? ¿Para qué ofrecerme como víctima<br />

en cada paso? ¿Para qué, si ya soy rechazada por Dios? ¿Para qué estos<br />

esfuerzos? Y aquí solamente Dios sabe lo que ocurría en mi corazón.<br />

78 Terriblemente atormentada por estos sufrimientos entré en la capilla y <strong>de</strong><br />

la profundidad <strong>de</strong> mi alma dije estas palabras: Haz conmigo, Jesús, lo que<br />

Te plazca. Yo Te adoraré en todas partes. Y que se haga en mi <strong>Tu</strong><br />

voluntad, oh Señor y Dios mío, y yo glorificaré <strong>Tu</strong> infinita misericordia.<br />

Después <strong>de</strong> este acto <strong>de</strong> sumisión cesaron estos terribles tormentos. De<br />

repente vi a Jesús que me dijo: Yo estoy siempre en tu corazón. Un<br />

gozo inconcebible inundó mi alma y [llenó] <strong>de</strong> gran amor <strong>de</strong> Dios que<br />

inflamó mi pobre corazón. Veo que Dios nunca permite [sufrimientos]<br />

por encima <strong>de</strong> lo que po<strong>de</strong>mos soportar. Oh, no temo nada; si manda al<br />

alma gran<strong>de</strong>s tribulaciones, la sostiene con una gracia aun mayor, aunque<br />

no la notamos para nada. Un solo acto <strong>de</strong> confianza en tal momento da<br />

más gloria a Dios que muchas horas pasadas en el gozo <strong>de</strong> consolaciones<br />

durante la oración. Ahora veo que si Dios quiere mantener a un alma en la<br />

oscuridad, no la iluminará ningún libro ni confesor.<br />

79 (34) Oh María, Madre y Señora mía. Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi<br />

vida y mi muerte y todo lo que vendrá <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ella. Pongo todo en tus<br />

manos, oh mi Madre. Cubre mi alma con tu manto virginal y concé<strong>de</strong>me<br />

la gracia <strong>de</strong> la pureza <strong>de</strong> corazón, alma y cuerpo. Con tu po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong>fién<strong>de</strong>me <strong>de</strong> todo enemigo, especialmente <strong>de</strong> aquellos que escon<strong>de</strong>n su<br />

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