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SEVILLA INTIMA
José Luis Manzanares Japón<br />
SEVILLA INTIMA<br />
Prólogo<br />
Nicolás Jesús Salas<br />
GUADALQUIVIR<br />
EDICIONES<br />
2000
A mis nietos, que<br />
llenan de vida e ingenuidad<br />
mis ratos íntimos: Ana,<br />
inteligente, segura de sí y<br />
ávida de cuentos y Carlos,<br />
vitalista y tragón como su<br />
abuelo.
PRÓLOGO<br />
La obra de un ingeniero poeta<br />
José Luis Manzanares Japón añade a su ya nutrida<br />
bibliografía, una nueva obra de creación literaria, en<br />
este caso titulada “Sevilla íntima”. En total son<br />
cuarenta originales breves, de lecturas rápidas, que<br />
requieren luego varias relecturas voluntarias que<br />
activan la mente y estimulan la reflexión.<br />
Nosotros hemos leído el libro casi de un tirón, por<br />
necesidad de ganar tiempo, pero recomendamos la<br />
lectura de los artículos uno a uno, antes de irse a<br />
dormir, incluso ya en la cama, como cierre de<br />
jornada. Sólo hacen falta cinco minutos. Estamos<br />
seguros de que esta lectura será como bálsamo<br />
tranquilizante, sosegador, de reencuentro amable<br />
tanto con la ciudad como con uno mismo; es decir,<br />
como un estímulo para la memoria de nuestra propia<br />
vida y con referencias directas a los detalles que en<br />
su día nos parecieron intrascendentes y que con el<br />
paso del tiempo se convirtieron en hitos básicos de<br />
nuestra infancia, juventud, primera madurez y luego<br />
atalaya desde la que valoramos justamente aquellos<br />
pequeños grandes detalles que formaron nuestra<br />
conciencia adulta.<br />
Este libro puede leerse siguiendo el curso<br />
natural de sus páginas, de comienzo a fin, o<br />
abriéndolo por cualquier lugar, al azar, con la<br />
certeza de que cualquiera de los temas puede<br />
ofrecernos esos conocimientos y motivos de<br />
reflexiones que antes hemos comentado. Las razones<br />
de esos resultados están en la variedad de asuntos<br />
seleccionados por el autor, desde los costumbristas a<br />
los vinculados a vivencias personales, íntimas. En<br />
9
todo libro de recuerdos generales hay trazos de la<br />
propia vida del autor, y en éste pues resulta obvio<br />
que nos encontramos casi con unas memorias<br />
personales.<br />
Creemos que el contenido de esta nueva obra<br />
de José Luis Manzanares gana madurez y estilo; es<br />
decir, tiene más oficio literario, como corresponde<br />
naturalmente a todo ejercicio profesional vocacional<br />
de largo recorrido. Esta superación es una constante<br />
en la vida profesional del propio autor, y se refleja<br />
en su obra paralela. Asimismo es muy positivo el<br />
propósito de síntesis, de decir todo lo necesario en el<br />
menor espacio posible; de formar frases breves<br />
plenas de contenido, con las palabras justas y<br />
adecuadas para expresar su pensamiento. De manera<br />
que síntesis y construcción literaria logran la<br />
comunicación fácil con el lector, destinatario final<br />
del trabajo del autor.<br />
Una obra humanística como la que estamos<br />
prolongando, nunca es fruto de la improvisación, de<br />
la genialidad creativa y chispeante, de la urgencia de<br />
publicar un libro y, mucho menos, del logro justo de<br />
una satisfacción social. Esta “Sevilla íntima” de José<br />
Luis Manzanares Japón ya ha producido las primeras<br />
y más íntimas satisfacciones al autor durante el<br />
tiempo en que ha sido escrita. En eso estamos<br />
seguros. O sea, durante ese período único,<br />
irrepetible, en que se medita y reflexiona, se toman<br />
apuntes y se buscan en la memoria y en los archivos<br />
personales algunos datos básicos sobre los asuntos<br />
que deben ser escritos, y más aún durante su<br />
escritura, que siempre es apasionada, con final<br />
reconfortante, con lecturas rápidas y correcciones<br />
múltiples para pulir los textos y hacer más fácil la<br />
comunicación con el lector.<br />
En la contraportada de este libro encontrará<br />
el lector una biografía resumida del autor como<br />
10
doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y<br />
como escritor. Nosotros vamos a subrayar una<br />
característica nueva, que consideramos vital para<br />
aproximarnos a la personalidad del autor, cual es su<br />
condición de “ingeniero poeta”.<br />
Conocimos a José Luis Manzanares Japón en<br />
la Peña Trianera en 1975, con motivo del homenaje<br />
que los trianeros le ofrecieron por haber obtenido la<br />
cátedra de Estructura/1 de la E.T.S. de Sevilla.<br />
Luego hemos coincidido muchas veces en los<br />
eventos trianeros, donde él ejerce la ciudadanía<br />
vecinal como conferenciante, organizador y<br />
colaborador de bastantes acontecimientos culturales<br />
y cofradieros que han tenido lugar en el antiguo<br />
arrabal. Y también participamos juntos en la<br />
fundación y primeras actividades del Partido Social<br />
Liberal Andaluz, acudiendo a la llamada del<br />
profesor Manuel Clavero Arévalo. Luego no pudo<br />
aceptar la oferta de liderar como posible alcalde la<br />
convocatoria de UCD para las primeras elecciones<br />
municipales democráticas de 1979, y cedió el puesto<br />
al también doctor ingeniero de Caminos, Rafael<br />
López Palanco, compañero y amigo. Por último,<br />
también ambos acudimos a la llamada del doctor<br />
Antonio Hermosilla Molina para formar parte de la<br />
Junta Directiva del Ateneo de Sevilla.<br />
Decíamos más arriba que queríamos subrayar<br />
como característica nueva, su condición de<br />
“ingeniero poeta”. Nos explicamos. José Luis<br />
Manzanares Japón es autor del puente del “Cristo de<br />
la Expiración”. Para hacer este puente en un lugar<br />
emblemático como es Chapina, y con la referencia<br />
obligada de la proximidad del puente de Isabel II,<br />
vulgo de Triana, símbolo del Guadalquivir desde<br />
1852, cuando sustituyó al puente de barcas iniciado<br />
en 1171, no bastaba con ser doctor ingeniero de<br />
Caminos, Canales y Puertos. El autor del nuevo<br />
11
enlace entre ambas orillas, tenía que ser doctor<br />
ingeniero y poeta, y nacido en Triana, y profundo<br />
conocedor de la idiosincrasia <strong>sevilla</strong>na. Todo un<br />
reto.<br />
Y ese reto lo asumió José Luis Manzanares<br />
Japón tomando como base aquellos días infantiles en<br />
que su padre le llevaba a Chapina para ver como<br />
numerosas reatas de burros con serones cargados de<br />
escombros, iban cegando el río hasta culminar el<br />
corte del cauce a finales de los años cuarenta. A la<br />
afrenta sufrida por el Guadalquivir y Sevilla y<br />
Triana, había que corresponder quitando el “tapón”<br />
de Chapina, y construyendo un puente que fuera<br />
síntesis histórica, creación propia, con diseño inédito<br />
y estética sin precedentes, con personalidad y<br />
compatible con el entorno de ambas orillas y con el<br />
urbanismo y arquitectura del sector y hasta del<br />
horizonte aljarafeño. Un puente donde la altura y la<br />
inexistencia de pilas intermedias, debía garantizar el<br />
salvamento del cauce de un solo salto… Un puente<br />
que dejara libre lo que durante medio siglo había<br />
estado oculto, y se integrara en la ciudad fluvial<br />
como un elemento natural. Es decir, en ese lugar no<br />
se podía hacer un puente como los del Alamillo,<br />
Barqueta, V Centenario, Las Delicias…<br />
En fin, un puente que no podía romper<br />
ningún equilibrio, respetuoso con el de Isabel II,<br />
pero sin orígenes foráneos. Porque es verdad que el<br />
puente de Triana era símbolo del lugar, pero sin<br />
olvidar que sus autores, Fernando Bernardet y<br />
Gustavo Steinache, ingenieros franceses,<br />
construyeron en Sevilla un réplica del puente<br />
parisino del “Carrousel”.<br />
Y ahí está desde 1991 el puente del “Cristo<br />
de la Expiración”, nombre solicitado por su autor.<br />
Basta verlo de día o de noche iluminado, para<br />
comprender que esa obra sólo podía ser realizada<br />
12
por un doctor ingeniero que además fuera poeta.<br />
Este es el caso de José Luis Manzanares Japón. Un<br />
autor literario que nos recuerda a ensayistas y<br />
pensadores como Gregorio Marañón y Santiago<br />
Ramón y Cajal, cuyos escritos autobiográficos son<br />
de lecturas permanentes, crisoles de sabiduría. Así<br />
responde nuestro autor a las interpretaciones que se<br />
conocen de su nombre compuesto y primer apellido.<br />
José significa “Dios añadirá” [Yosef en hebrero] y<br />
Luis, de origen germánico, está vinculado a lucha,<br />
combate, victoria… También significa ordenado,<br />
metódico y responsable. Y el apellido Manzanares,<br />
de raíces castellanas, le hace fuerte y vigoroso ante<br />
la vida.<br />
Nicolás Salas<br />
13
CAPITULO I: INTIMIDADES
MI PRIMERA SALIDA<br />
Nunca olvidaré mi primera salida de<br />
nazareno. Me imagino que eso le pasará a todo el<br />
mundo y, al igual que todos recordamos el primer<br />
amor, cada <strong>sevilla</strong>no guarda en su memoria ese día<br />
en que estrena su condición cofrade.<br />
Sin embargo, estoy seguro de que nadie,<br />
absolutamente nadie, tuvo jamás un bautizo<br />
procesional como el mío. He dudado más de una<br />
vez si ponerlo por escrito en un relato, porque mi<br />
familia suele acusarme de ser demasiado intimista y<br />
de abusar de la publicación de cosas personales que<br />
interesan poco a los demás. Pero, cada vez que cojo<br />
la pluma pensando en la Semana Santa, se me va la<br />
imaginación sin querer a ese lejano día en que yo me<br />
vestí de nazareno por primera vez.<br />
Seguro que están esperando una historia<br />
empalagosa, llena de romanticismo y de nostalgias<br />
cofrades. Nada más lejos de la realidad. Sé que<br />
acabarán leyendo este relato con la sonrisa en los<br />
labios, y el único pudor que retiene mi narración es<br />
el de provocar la risa con un asunto tan serio. Pero<br />
estoy decidido a hacerlo. ¡Así que, ahí va!<br />
Yo tenía siete años. Había estado dando la<br />
tabarra, como corresponde a mi edad, pidiendo<br />
salir de nazareno. Pero mi padre no salía de<br />
penitente y no me dejaban, tan pequeño, ir solo.<br />
Mi tío Vicente, que llevaba dos años<br />
saliendo en la cofradía de la Virgen de Montserrat,<br />
se compadeció de mí y decidió darme la sorpresa.<br />
Era amigo del hermano mayor, que creo recordar<br />
era el dueño del Britz, el café elegante e irrepetible<br />
que estaba en el centro de Sevilla, y consiguió lo<br />
imposible: ese Miércoles Santo se presentó en casa<br />
con una túnica para mí y una papeleta de sitio.<br />
17
¡Qué alegría! Era del paso de Cristo y traía<br />
también una capa. Me llevó a la calle con el antifaz<br />
a comprarme un capirote de cartón de emergencia.<br />
Ya era tarde para hacérmelo nuevo, prácticamente<br />
se habían agotado las existencias, y tuvimos que<br />
aceptar el que quedaba en la quincallería; un poco<br />
grande para mí –se me colaba hasta las cejas -,<br />
incómodo pero maravilloso: ¡se trataba ni más ni<br />
menos que de mi primer capirucho!.<br />
Cuando me probé la túnica llegó la<br />
decepción: me estaba enorme. Era de un niño<br />
mucho mayor que yo y también la única que<br />
quedaba. Mi madre me dijo que aquello no tenía<br />
arreglo en tan corto plazo de tiempo y que era mejor<br />
esperar al año siguiente para hacerlo como Dios<br />
manda. Yo me creí morir. ¡Qué cara no pondría, y<br />
cómo serían mis lágrimas silenciosas de decepción<br />
que decidieron hacer el milagro! Total, iba a ir<br />
hecho un adefesio pero como nadie iba a saber que<br />
se trataba de mí...<br />
Una costurera me cogió un dobladillo de más<br />
de medio metro y, aún así, me lo dejó un poco<br />
largo. Como la túnica no era mía, no lo cosió a<br />
conciencia a máquina, sino que se limitó a darle<br />
unas puntadas a mano para que después se pudiesen<br />
deshacer con facilidad.<br />
¡Qué sensación más maravillosa la de<br />
sentirme vestido de nazareno por primera vez! La<br />
mano sujetando el antifaz; ese olor indescriptible<br />
que da la tela al respirar a través de ella; la imagen<br />
en el espejo... La verdad es que no podía mover<br />
bien la cabeza porque el capirote me estaba ancho y<br />
se giraba dejándome sin vista. Pero no importaba:<br />
estaba dispuesto a llevar el cuello rígido mirando al<br />
frente toda la tarde.<br />
Esa fue mi perdición. En mitad del puente<br />
de Triana, cuando iba muy serio cogido de la mano<br />
18
de mi tío, también de penitente, rumbo a la plaza de<br />
la Magdalena, pisé algo que no vi, porque no podía<br />
mirar al suelo, me trastabillé, enganché el pie con el<br />
borde la túnica y caí todo lo largo que era.<br />
Creo que fui el primer nazareno, quizás el<br />
único, que ha dado con la punta del capirote en la<br />
acera. Dos señoras caritativas me ayudaron a<br />
levantarme. Cuando me puse de pie, el drama<br />
estaba servido: tenía la túnica muy sucia, aunque<br />
eso era lo de menos porque se me había descosido<br />
todo el dobladillo y arrastraba por el suelo más de<br />
medio metro de tela.<br />
Mi tío me propuso volver a casa y dejarlo<br />
para otro año. Comencé a hacer pucheros y<br />
conmoví a las dos samaritanas. Con horquillas del<br />
pelo volvieron a sujetarme el dobladillo, en un<br />
equilibrio altamente inestable, y me alentaron a<br />
seguir.<br />
Andando con más precaución, pero sin dejar<br />
de mirar al frente, logramos llegar al templo sanos<br />
y salvos. Me fueron a dar una vara, pero mi tío era<br />
muy influyente y me consiguió un cirio pequeño.<br />
Yo era el niño más feliz del mundo: con el cuello<br />
rígido, la mano izquierda sosteniendo una falda<br />
que amenazaba con arrastrar si la soltaba y con la<br />
derecha sujetando una vela propia de nazarenos<br />
importantes.<br />
En la calle Rioja, la llama me prendió en el<br />
antifaz. Como no podía ver más que el infinito, so<br />
pena de que se me volcase el capirote, no pude<br />
percibir lo peligrosamente cerca que tenía el cirio.<br />
Un señor se dio cuenta de que estaba ardiendo y el<br />
diputado que pasaba a mi lado consiguió apagarlo<br />
a manotazos.<br />
A partir de ahí tuve que llevar la vela<br />
apagada. El encargado de mantener el orden en mi<br />
tramo me prohibió terminantemente volver a<br />
19
encenderla. En la calle Velázquez, un gamberrete<br />
comenzó a advertirme que llevaba el cirio apagado.<br />
Como yo no le hacía caso, en la dignidad de mi<br />
equilibrio inestable, creyó que me estaba burlando<br />
de él y, enfadado, le pegó un puntapié a la vela que<br />
yo llevaba paralela al suelo.<br />
Con un ruido seco se me cayó de la mano y<br />
golpeó contra el pavimento partiéndose por la<br />
mitad. ¿Se imaginan ustedes que desaire el de un<br />
niño que lleva medio cirio, horizontal y la otra<br />
mitad, como un péndulo oscilante, colgada de la<br />
mecha que le impide caerse?<br />
Delante de los palcos del Ayuntamiento se<br />
me soltó una horquilla, se desprendió el<br />
dobladillo, lo pisé y volví a caerme de bruces. El<br />
diputado, atónito, no atinaba a recogerme la túnica<br />
porque la labor artesanal de las mujeres se había<br />
deshecho con el tirón. Al final, no encontró otra<br />
solución que subírmela y dejarla caer en un<br />
inmenso pliegue en torno a un cordón que me servía<br />
de cinturón.<br />
El resto del recorrido lo hice como un Ecce<br />
Homo. Sujetando el dobladillo con la mano<br />
izquierda, la cabeza rígida, el capirote torcido, la<br />
vela rota oscilando de derecha a izquierda. En<br />
sendos descuidos volví a pisarme dos veces más y<br />
a caerme todo lo largo que era.<br />
Cuando entramos en la Iglesia iba reventado,<br />
sucio, roto y agotado. Reconocía que mi madre<br />
llevaba razón y que hubiera sido una buena idea<br />
haberlo dejado para otro año. Me dolía todo el<br />
cuerpo y busqué desesperado un sitio para sentarme.<br />
Vano intento. Todo estaba ocupado. Los<br />
escasos bancos que habían dejado en torno a los<br />
pasos estaban repletos de gente cansada. De<br />
repente vi uno en el que sólo había sentadas dos<br />
señoras. Sin dudarlo me lancé en tromba y me dejé<br />
20
caer entre las dos, sin darme cuenta que estaban<br />
rodeadas ceremoniosamente por toda la Junta<br />
Directiva de la Hermandad.<br />
Comencé a ver las señas disimuladas que me<br />
hacía el hermano mayor para que me levantase y me<br />
quitase de en medio. Pero, ni sabía por qué lo<br />
decía, ni a mis siete años me importaba mucho:<br />
estaba hecho polvo y si le escandalizaba mi túnica<br />
rota, sucia y quemada, peor para él. De repente oí a<br />
una de las damas que decía:<br />
- Déjenlo estar. El pobre crío está agotado.<br />
Un murmullo coreó su benevolencia.<br />
- Hay que ver lo buenas y sencillas que son<br />
las Infantas...<br />
No hay una ciudad como Sevilla para<br />
recordar escenas irrepetibles. Aunque reconocerán<br />
conmigo que a mí me pasa cada cosa...<br />
21
MI TREN DE ENTONCES<br />
Volvía la otra noche de Madrid, con mi hija<br />
la ingeniera. Y como siempre, buenos amantes de la<br />
polémica, veníamos discutiendo.<br />
- Reconoce papá que ahora la vida es mucho<br />
más dura que antes. Para la juventud es más difícil<br />
encontrar empleo. Vosotros lo teníais todo más<br />
resuelto, era más fácil...<br />
Me decía esto sentada cómodamente en su<br />
butaca del AVE, cenando, dando cuenta de un menú<br />
bastante apetitoso, viendo una buena película, con el<br />
teléfono móvil al lado, el ordenador portátil recién<br />
cerrado y los periódicos del día con las novedades<br />
económicas y políticas del país.<br />
Asentí. Fui a decirle "para ti la perra gorda"<br />
aunque como no se iba a enterar, estuve tentado de<br />
exclamar: "para ti el euro...". Pero cerré los ojos,<br />
admití mi derrota, y me recosté como si me tuviera<br />
agotado, que me tenía.<br />
El suave deslizar del tren me recordó mis<br />
viajes de juventud. Siendo aún un chaval comencé a<br />
utilizar el ferrocarril. Todos los veranos me mandaba<br />
mi padre al Mar Menor con mi familia murciana. Y<br />
salía de la <strong>sevilla</strong>na estación de Córdoba, en el<br />
Rápido, a las ocho de la mañana, en pos de la gran<br />
aventura de ir de hasta Cartagena en tren.<br />
Recuerdo vivamente aquellos vagones de<br />
tercera, al principio con asientos de madera, después<br />
forrados de hule marrón. Con diez pasajeros por<br />
departamento... ¿Tantos? ... Al iniciar el viaje, todos<br />
limpios y aseados, manteniendo la compostura.<br />
Después, el traqueteo, el sudor, la incomodidad y el<br />
hollín iban desaliñando al personal.<br />
Lo mejor era la camaradería. La gente<br />
compartía sus fiambreras, la tortilla, el chorizo y el<br />
23
pan. Se relataban historias, se contaban chistes, se<br />
cantaba, se dormía y se daban paseos por el pasillo<br />
para desentumecer las piernas.<br />
De vez en cuando alertaban de un túnel. Y<br />
subíamos los cristales de las ventanas para impedir<br />
que el humo de la máquina nos asfixiara. Pero, si era<br />
suficientemente largo, la carbonilla se te metía en los<br />
pulmones y el asma te duraba hasta el fin del viaje.<br />
La sed se apagaba con el agua de los termos.<br />
Sin aire acondicionado, el calor del verano era<br />
soportado a cuerpo limpio, sudando a chorros, y<br />
bebiendo para no deshidratarnos. Al mediodía,<br />
cuando la reserva hídrica era un caldo caliente<br />
imposible de tragar llegaba, salvador, el vendedor de<br />
gaseosas. Se subía al tren y recorría con un cubo de<br />
zinc lleno de hielo picado y botellas con bola para<br />
que no se saliera el gas.<br />
Las paradas eran largas, así que le daba<br />
tiempo a vender su mercancía y esperar luego en el<br />
andén a que se la bebieran. Entre la sed que se tenía,<br />
lo bien que entraba y la necesidad de devolver el<br />
casco, se vaciaban en un santiamén y devolvían, por<br />
la ventanilla abierta, al vendedor que iba<br />
recolectando botellas al vuelo.<br />
En cuanto reanudábamos la marcha volvía la<br />
sed. Para olvidarla lo mejor era dar una cabezadita,<br />
pero el traqueteo y el bamboleo del vagón no<br />
ayudaban lo más mínimo. Las vías de entonces no<br />
estaban soldadas y las ruedas saltaban y rebotaban<br />
en cada junta provocando el famoso y –cantado<br />
sonido del "chacachá".<br />
Sin embargo, la modorra y la temperatura<br />
conseguían vencer la vigilia. Con el mayor descaro<br />
usábamos de almohada los hombros del vecino o, si<br />
uno era suficientemente pequeño para no despertar<br />
sospechas, el regazo de la vecina. ¡Hasta recuerdo<br />
haberme recostado sobre la falda de un cura!.<br />
24
Cuando los pasajeros estábamos en lo mejor<br />
de la siesta, nos despertaba el policía del tren<br />
pidiéndonos la documentación y, a los menores de<br />
edad, el permiso paterno- no recuerdo si visado por<br />
la comisaria o por el párroco. Como habíamos<br />
nacido y nos habíamos criado en un régimen<br />
policial, aquello no nos llamaba la atención, pero el<br />
examen nos dejaba siempre un regusto de inquietud,<br />
aunque no tuviéramos nada que temer a priori.<br />
A las ocho de la tarde llegábamos a Alcázar<br />
de San Juan para hacer transbordo. En el lavabo del<br />
vagón se enjuagaba uno con agua espesa y caliente;<br />
con un jabón líquido, en bote esférico, que no daba<br />
espuma; se mojaba el pelo; se peinaba con fijador y<br />
se usaba un retrete que tenía al fondo un orificio por<br />
el que se veía la vía. En aquellos tiempos, nadie se<br />
preocupaba del medio ambiente y sólo se prohibía<br />
usarlo en las paradas, para no dejar recuerdos<br />
desagradables a la vista de los viajeros del pueblo.<br />
Una vez acicalado y perfumado con Heno de<br />
Pravia me bajaba a esperar el expreso de Murcia que<br />
vendría de Madrid a las dos de la madrugada.<br />
Poco tenía que ver entonces Alcázar de San<br />
Juan, y el miedo a extraviarme y perder mi enlace,<br />
me impedía apartarme mucho del andén. Además,<br />
con la maleta a cuestas, mi radio de acción era muy<br />
limitado. Sentado en un banco de madera releía por<br />
enésima vez los tebeos que llevaba, me tomaba el<br />
bocadillo de carne empanada y esperaba, con miedo<br />
a dormirme, la llegada del tren.<br />
Una hora antes, me ponía al borde la vía para<br />
subir el primero. Creo recordar que no existía la<br />
reserva de asiento y había que estar atento para pillar<br />
un sitio. Ya se había inventado el over-booking y<br />
muchos tenían que hacer el trayecto de pie en el<br />
pasillo sin espacio para sentarse.<br />
25
Por fin, la locomotora aparecía<br />
impresionante, negra, sudorosa por el esfuerzo,<br />
resoplando vapor, echando humo, denso y orgulloso,<br />
por la chimenea y con silbidos largos y fuertes.<br />
Al pasar, el maquinista y el fogonero, con<br />
mono azul y tiznados de negro, sonreían importantes<br />
por conducir semejante mole. El tender, rebosante de<br />
trozos de carbón, mostraba el adelanto de la técnica<br />
que era capaz de sacar energía de aquellos<br />
pedruscos negros para mover a tal mastodonte.<br />
Por el pasillo, arrastraba la maleta mientras<br />
abría las puertas de los departamentos en busca de<br />
un lugar libre para acomodarme. Los viajeros se<br />
despertaban malhumorados, sobre todo si venían<br />
tumbados sobre los sitios vacíos y ahora tenían que<br />
sentarse para compartir conmigo la incomodidad.<br />
Yo pedía perdón humildemente y enseguida<br />
recibía ayuda presta para subir mi equipaje al<br />
estante. Me sentaba a toda velocidad y cambiaba de<br />
bando. Ya era de los que tenían sitio y no quería que<br />
entrara nadie más, para ir más holgados.<br />
Después, la lucha por el sueño interrumpido<br />
mil veces: el revisor picando billetes, otra vez la<br />
policía en pos de documentos, los vendedores de<br />
caramelos de Hellín y navajas de Albacete, los<br />
nuevos viajeros...<br />
Cuando el alba se colaba por la cortina, las<br />
ganas de dormir se hacían insoportables. Pero la<br />
ilusión por llegar pronto hacía olvidar las penas de la<br />
noche. Otro paseo al lavabo, unas galletas y, a las<br />
diez de la mañana, me bajaba en la estación de para<br />
coger la camioneta del Mar Menor, veintisiete horas<br />
después de haber dejado Sevilla...<br />
-¿En qué piensas papá? - preguntó mi hija.<br />
- En que tienes razón... Ahora es todo mucho<br />
más difícil.<br />
26
SE HA PERDIDO UN ANGEL<br />
"Las trompetas celestiales dieron la señal de<br />
alarma. En cada una de las torres algodonosas que<br />
circundan la frontera de la Gloria, un arcángel<br />
imponente elevaba su largo clarín dorado y emitía<br />
un prolongado y penetrante sonido.<br />
Las voces de alerta recorrieron el Reino a<br />
velocidad espiritual. La conmoción era enorme y<br />
por todos los rincones se palpaba la inquietud.<br />
Santos con la aureola a medio poner corrían de un<br />
lado para otro; las ánimas de los justos se<br />
agachaban, inspeccionando todos los recovecos, y<br />
después se movían en confuso batiburrillo en busca<br />
de otro lugar. Los ángeles mayores, en vuelo<br />
rasante, inspeccionaban la superficie del edén.<br />
Un alma recién ingresada no salía de su<br />
pasmo. Siempre había pensado que el Cielo era un<br />
lugar lleno de paz y de armonía, más bien un poco<br />
aburrido, y, nada más saludar a San Pedro, había<br />
entrado en la Gloria para encontrarse con un<br />
disloque tan generalizado.<br />
-¿Qué pasa? ¿Por qué tanto follón? -<br />
preguntó a uno de los beatos de la limpieza, que<br />
estaba escamondando una nube.<br />
- Se ha perdido un ángel - dijo con tono<br />
compungido -. Cuando pasa, el Cielo se<br />
conmociona.<br />
-¿Y siempre el mismo jaleo?<br />
- Siempre. Dicen que cada día hay menos<br />
ángeles y cada vez hacen más falta. Por eso,<br />
cuando se pierde uno, el Señor se pone de un<br />
malhumor terrible.<br />
-¿Y por qué no crea unos cuantos miles de<br />
más?<br />
- Los ángeles nacen sólo cuando los<br />
27
hombres los reclaman. Dios ha dispuesto, para<br />
mantener el equilibrio espiritual, que cada vez que<br />
alguien sueña en la Tierra con un bello ser alado que<br />
lo proteja o lo cuide, aparece uno nuevo en el Cielo.<br />
- Vamos, lo que se dice una producción bajo<br />
pedido.<br />
- Algo así. Si fuera de otra forma, podrían<br />
faltar o sobrar ángeles sin tarea. Pero como<br />
últimamente los hombres se han vuelto tan<br />
materialistas, y se fijan tan poco en las cosas del<br />
espíritu, la natalidad angelical ha descendido de<br />
golpe.<br />
- Sí - reflexionó el recién llegado -. Es un mal<br />
de la época. Abajo pasa igual. Apenas nacen niños.<br />
San Pablo se cruzó con ellos con gesto<br />
angustiado. Miraba debajo de cada nube, detrás de<br />
las arpas y dentro de los agujeros negros.<br />
Dándose cuenta de su presencia se volvió<br />
súbitamente esperanzado.<br />
-¿Habéis visto a la ángela extraviada?<br />
-¿Cómo es? - inquirió el beato.<br />
El apóstol gesticuló expresivamente.<br />
- Maravillosa. La más bonita de todas las<br />
angelitas de la corte celestial. Es diminuta, inquieta<br />
y muy lista. Tiene el pelo negro como la noche, al<br />
igual que las pupilas, en las que siempre hay dos o<br />
tres luceros brillando. Como es un espíritu que no<br />
puede parar quieto un momento, y siente curiosidad<br />
por todo, puede estar en cualquier parte: en el<br />
Paraíso, tirándole de la cola a la serpiente o<br />
comiéndose una manzana del árbol del Bien y del<br />
Mal; en la fábrica de estrellas, pintando rayos de luz<br />
o colas de cometa con polvo brillante; también se<br />
ha podido perder en un cuadro de Murillo,<br />
disfrazada de angelote, para curiosear en los museos.<br />
-¿Puede estar en la Tierra? - preguntó el<br />
novato.<br />
28
El beato le pegó un codazo indicándole que<br />
había metido la pata. Un gesto de tristeza nubló el<br />
rostro de San Pablo.<br />
- No creo. Aún no tenía edad para cumplir<br />
ninguna misión. Además, lo tienen prohibido. Un<br />
ángel inexperto, si se descuida, puede acabar<br />
convertido en mortal. Voy a seguir buscando.<br />
El apóstol continuó su camino escudriñando<br />
a diestro y siniestro. Cada vez tenía el corazón más<br />
encogido y dos lágrimas rodaban por su viejo rostro<br />
surcado de arrugas.<br />
-¿Qué impertinencia he dicho? – se asombró<br />
el nuevo, molesto por la brusquedad con que lo<br />
había tratado el beato.<br />
- Dicen los cotillas celestiales que San Pablo<br />
lleva arrastrando una pena desde hace mucho<br />
tiempo. Es el encargado de educar a los ángeles<br />
pequeños y, más de una vez, molesto con alguno<br />
más travieso o revoltoso de la cuenta, lo ha<br />
convertido en niño y lo ha enviado a la Tierra. Así<br />
se ha quitado un estorbo de aquí, y ha mejorado al<br />
mismo tiempo la condición humana.<br />
-¿Y ha podido hacer eso con el ángel<br />
perdido?<br />
- No, que va. Cuentan que hace algunos años<br />
envió así a un par de ángeles, que hacían diabluras.<br />
Como puedes suponer, aquí están muy mal vistas.<br />
Todos pensaban que él se iba a quedar en la Gloria,<br />
nunca mejor dicho, pero fue todo lo contrario.<br />
Comenzó a echarlos tanto de menos que se volvió<br />
taciturno y huraño. Aseguran que se ha jurado no<br />
hacerlo jamás con ningún otro.<br />
-¿Entonces, qué ha podido ocurrir?<br />
- Se rumorea que se pasa las horas<br />
embobado, mirando a la Tierra, viendo cómo<br />
viven sus dos angelitos exiliados, que, según<br />
dicen, han formado pareja y forman un matrimonio<br />
29
muy feliz.<br />
-¿Y en eso que problema hay?<br />
- Cuentan que en las noches de luna llena,<br />
aprovechando que con el resplandor nadie lo ve,<br />
San Pablo enseña a sus ángeles traviesos lo que les<br />
puede pasar si no se portan bien. Pero dicen que no<br />
consigue asustarlos porque al Santo se le nota<br />
mucho como se muere de pena viendo a los que se<br />
fueron, porque le dejaron el Cielo vacío de alegría.<br />
-¿Piensas que, a lo mejor, la ángela perdida<br />
se ha enamorado de la pareja que está en el exilio y<br />
ha ido a buscarla?<br />
- Podría ser. Pero entonces, San Pablo no se<br />
perdonaría nunca haberla llevado a recibir esa<br />
lección. Habría vuelto a perder a la mejor de sus<br />
ángeles."<br />
En pleno diálogo celestial me desperté esta<br />
mañana. ¡Hay que ver los sueños que tenemos los<br />
que nos dedicamos a contar cuentos! De repente<br />
me asaltó una imperiosa corazonada. Me levanté de<br />
la cama y corrí disparado al moisés donde reposa mi<br />
nieta, Ana, de tres días.<br />
Estaba feliz, durmiendo boca bajo. Le alcé la<br />
camiseta y encontré, en su espalda, dos manchas<br />
rosadas. Parecían las huellas que dejan dos alitas al<br />
caerse...<br />
Mi mujer, detrás de mí, dijo arrobada.<br />
- Como duerme. Parece un angelito.<br />
- Sí, perdido... - pensé lleno de emoción,<br />
comprendiendo lo triste que debía de estar San<br />
Pablo al que se le había vuelto a escapar lo mejor<br />
del Cielo.<br />
30
CARTA A UN PERITO INDUSTRIAL<br />
Querido papá: Han sido muchas las veces<br />
que he pensado escribirte para contarte cómo nos<br />
han ido las cosas desde que te fuiste, pero siempre<br />
he desechado la idea, convencido de que en el Cielo<br />
estarías al tanto de lo que pasa por aquí y no te diría<br />
nada nuevo. Por eso te preguntarás qué ocurre hoy<br />
para que te ponga estas líneas.<br />
Ayer vino a verme el primo José María.<br />
Pertenece a la directiva del Colegio de Ingenieros<br />
Técnicos Industriales que anda de celebraciones y<br />
conmemoraciones. Este año, hace cincuenta que<br />
inauguraron la escuela de los Remedios, ¿te<br />
acuerdas?, y quería que yo les dedicara una columna<br />
en el ABC.<br />
Enseguida me acordé de ti. ¿Habrá mayor honra para<br />
unos profesionales de la técnica que haberte tenido<br />
como compañero? Por eso, pensé que el mejor<br />
homenaje, que les podía hacer, era contar cómo<br />
fuiste: un gran hombre. Así, por ósmosis, el resto de<br />
tus colegas se llevaría una ración de toda la<br />
admiración que siento y sentí por mi padre.<br />
Un día, cuando era yo muy pequeño, en la<br />
cocina de casa, te pregunté admirado por qué hacías<br />
las mejores cámaras frigoríficas de Sevilla. El<br />
padrino me lo había contado llenándote de piropos,<br />
me imagino que quería fomentar la admiración filial,<br />
y quería corroborarlo antes de presumir de ti con mis<br />
amigos. Me sentaste muy serio en tus rodillas y me<br />
diste la primera lección técnica de mi vida:<br />
- Hijo, sólo hay un secreto: rigor. Yo las<br />
proyecto calculándolas con todo mi saber<br />
tecnológico. Los que me hacen la competencia son<br />
simples vendedores de maquinaria, yo las diseño. No<br />
te olvides que soy perito industrial.<br />
31
Y lo dijiste con el mismo orgullo con el que<br />
te habrías nominado, experto, científico, noble o<br />
premio Nobel. Ese día, con la curiosidad inagotable<br />
de mis nueve años, te sonsaqué el esquema de<br />
funcionamiento de un refrigerador, aprendí lo que<br />
era un compresor, una válvula, y hasta quién era<br />
Carnot.<br />
- Este niño va a ser ingeniero - le dijiste a<br />
mamá entre agobiado por mi interrogatorio y feliz<br />
por poder explicarle a tu hijo en qué consistía tu<br />
trabajo.<br />
Al día siguiente, salí de los Salesianos y nos<br />
fuimos al campo a jugar al fútbol. Allí, al fondo, un<br />
edificio nuevo, que se había inaugurado hacía un par<br />
de años, destacaba en una Triana humilde, que salía<br />
a duras penas de la posguerra con pocas cosas que<br />
llamaran la atención.<br />
- Es la Escuela de Peritos - me dijo un amigo.<br />
Y me quedé embobado pensando que allí estarían<br />
aprendiendo eso que tú me acababas de enseñar: el<br />
ciclo de Carnot.<br />
A medida que me hacía mayor, fui<br />
aficionándome a la técnica a la vez que veía tus<br />
proyectos y apreciaba lo que a ti te gustaba. Estabas<br />
enamorado de la calidad, y odiabas la chapuza. Por<br />
eso te cautivaba todo lo extranjero.<br />
- En mis instalaciones sólo pongo<br />
automatismos de Dinamarca – decías, convencido de<br />
que en aquella España aún no se fabricaba con<br />
seriedad.<br />
Tu afán por la perfección europea te hacía<br />
exagerar hasta las excelencias de los pavos daneses<br />
que traías a casa por Navidad y que, aunque venían<br />
congelados, estaban alimentados con nueces<br />
nórdicas. En eso no te daba la razón porque yo<br />
prefería los que venían vivos de la sierra y nos<br />
dejaban jugar con su moco retráctil.<br />
32
Cuando iba a verte a la oficina te veía en el<br />
tablero, dibujando con el tiralíneas, mientras te<br />
mordías la lengua en estado de concentración,<br />
diseñando siempre nuevas cámaras, siempre<br />
adaptadas a las necesidades de tu cliente, siempre<br />
bien calculadas.<br />
¡Que satisfecho estabas aquel día en que me<br />
llevaste a Estepa a ver tu último desarrollo: se<br />
trataba de una gran sala en la que los mantecados se<br />
podían manipular en cualquier época, sin<br />
deshacerse, como si fuera invierno! Tú fuiste el<br />
pionero que permitió aumentar la producción de<br />
polvorones extendiéndola a todo el año. Con qué<br />
amor y arrobo me contabas cómo los filetes de aire,<br />
con la velocidad justa y a la temperatura adecuada,<br />
ni un grado de más ni de menos, recorrían las<br />
bandejas de dulces, enfriándolos al salir del horno<br />
sin alterar su textura y manteniendo su cohesión.<br />
El día que los peritos dejaron de llamarse así<br />
para convertirse en ingenieros técnicos, te enfadaste.<br />
Querías ser perito industrial hasta el final de tus días,<br />
como así fue. Preferías que te consideraran perito,<br />
experto en una materia, antes que sentirte ingeniero<br />
con apellido. Y cuando te decía que el título tenía su<br />
importancia me contestabas que no, que lo que<br />
importaba era el hombre, lo que sabía y el rigor que<br />
le ponía a sus cosas.<br />
Y eso era verdad. A lo largo de mi<br />
vida profesional he conocido a peritos industriales<br />
que le dan mil vueltas a toda clase de ingenieros. Y<br />
también he conocido a ingenieros que primero han<br />
pasado por la escuela de peritos y han adquirido un<br />
tinte especial, un sello que los distingue de los que<br />
se pierden en abstracciones demasiado teóricas<br />
olvidando que la técnica ha de tener los pies bien<br />
cimentados.<br />
33
Cambiando de tema, ¿sabes que el<br />
Manzanares más famoso de este país no es técnico,<br />
sino un torero que lo usa como apodo? Pues bien,<br />
muchos de los que me saludan por la calle, como si<br />
yo también fuese conocido, me dicen:<br />
- Adiós José María<br />
Y no sé si lo hacen pensando en el torero o<br />
en el primo.<br />
Te empeñaste en que me fuera a Madrid a<br />
estudiar ingeniero y me quitaste el privilegio de<br />
pasar por esa Escuela de los Remedios que ahora<br />
conmemoran. Quizás pensaste que no me hacía falta<br />
y que tú me podías transmitir directamente lo que<br />
iba a aprender allí. Y, como siempre, llevabas razón:<br />
soy hombre de presas, canales y puentes. Nunca he<br />
tenido habilidad para las cosas mecánicas.<br />
Y el rigor, la profesionalidad y la honestidad<br />
que se les enseñaba a los peritos industriales, y que<br />
ahora aprenden los ingenieros técnicos, te encargaste<br />
de comunicármelos directamente tú: el mejor perito<br />
industrial de toda la historia.<br />
Con todo mi cariño y admiración, tu hijo que<br />
te echa mucho de menos<br />
34
SUEÑOS CONTIGO<br />
Me gusta soñar contigo. Me gusta<br />
cerrar los ojos y echar a volar los sueños en los que<br />
tú eres la protagonista. Me encanta romper los<br />
límites de la realidad, las ataduras de la vida,<br />
encontrarte dentro de mí y, juntos, soñar y soñar...<br />
Unas veces sueño que no te conozco<br />
y que no nos hemos visto nunca. Y te veo lejana,<br />
distante... Me acerco a ti y te muestras indiferente.<br />
Guardas una mirada en la que veo un cierto tinte de<br />
amargura. Pregunto por ti y me dicen que vives sola,<br />
siempre sola, que no has conocido amor. Y pasas por<br />
mi lado sin darte cuenta, sin saber que te cruzas con<br />
aquel para el que el destino te reservaba y que ahora<br />
es sólo un desconocido.<br />
Pienso en cuántas personas habrá así,<br />
cuántas almas solitarias se encuentran con aquellas<br />
que las llenarían de dicha y las dejan atrás,<br />
indiferentes, sin que ningún milagro les advierta que<br />
están ignorando la oportunidad de su vida. Cuántas<br />
vidas vacías y tristes se convertirían en bellas<br />
aventuras de amor si se pudiera descubrir que el otro<br />
acaba de pasar al lado sin que ninguno se dé cuenta.<br />
Y, entonces, lleno de ternura, te sigo,<br />
te detengo, te digo que soy ese amor que nunca<br />
encontraste, te juro por Dios que Él me ha reservado<br />
para ti y, aunque incrédula no sabes reaccionar, te<br />
cubro de besos, los ojos, las mejillas y las manos; te<br />
estrujo contra mi pecho; me bebo tus lágrimas y te<br />
digo con los ojos que nunca más volverás a estar<br />
sola.<br />
Otras veces sueño que te has casado<br />
con otro, y llevas la vida anodina de la que no ha<br />
descubierto la pasión. En tu rostro observo el rictus<br />
de la monotonía, la máscara de la fidelidad<br />
35
convencional, el recato propio de tu condición, pero<br />
no encuentro la chispa que tendrías al sentirte mía.<br />
Y planifico con mimo tu conquista.<br />
Estudio tu horario, tus costumbres y, aunque sé que<br />
eres inaccesible, investigo tus puntos flacos, porque<br />
nadie te conoce mejor que yo. Vigilo a tu marido,<br />
que ocupa mi puesto, y sé cuando viaja, cuándo te<br />
deja y cómo te aburre. Te sigo como el cazador<br />
persigue a su presa para hacerla suya, porque sueño<br />
con robarte para que me pertenezcas.<br />
E imagino el encuentro, nuestro<br />
primer encuentro, y te veo reservada, fría y correcta.<br />
Pero, en cuanto te hablo, tu te quedas helada al<br />
oírme, porque sé tus secretos, cómo sientes, lo qué te<br />
conmueve y lo qué te emociona. Ni una palabra mía<br />
te dejará indiferente; cada frase te conmocionará;<br />
cada susurro erizará tu piel; cada piropo hará latir<br />
más fuerte tu corazón.<br />
Y, de nuevo, serás mía. Lo dejarás a<br />
él, tu casa, tus cosas y tu existencia, porque al fin<br />
sabrás que soy el dueño de tu vida. Y vendrás a mí<br />
loca de alegría, feliz de regresar al hogar que no<br />
habías conocido pero que sabías que era el tuyo.<br />
Me gusta soñar contigo... En<br />
ocasiones te veo de niña, saliendo del colegio: llevas<br />
trenzas, calcetines y tienes tu mirada rebelde que,<br />
con esa edad, brilla con más fuerza que nunca. Y me<br />
llena de ternura reconocer en cada uno de tus gestos<br />
infantiles la hermosa mujer que he conocido y que<br />
me aguarda en el futuro.<br />
En mi sueño, me imagino que soy un<br />
crío desaliñado, despeinado y con las rodillas<br />
cuajadas de postillas, que carga con libros, muchos<br />
libros, y lleva un tirachinas en el bolsillo. Aunque sé<br />
que tus padres te prohiben jugar con niños, y que te<br />
van a castigar después, yo me acerco para invitarte a<br />
tirarle piedras a unas latas. No tenemos edad para<br />
36
amores, pero quiero saber cómo hablas, cómo<br />
piensas y qué planes tienes para el futuro.<br />
Quiero decirte que cuando seas grande te<br />
casarás conmigo y quiero hacerte jurar sobre el libro<br />
de Religión que me esperarás. Y, en el sueño, al<br />
despedirte ante tu casa, te robo, de refilón, un beso<br />
en la mejilla. Y te enfadas e indignas conmigo, pero<br />
después, cuando crees que ya no te veo, pones la<br />
mano en tu cara para guardar la huella de mis labios<br />
durante todos los años que me vas a esperar...<br />
También me gusta soñar contigo de<br />
vieja. Te sueño, cascarrabias, protestándole a tus<br />
hijos como si aún tuvieran cinco años y también a<br />
mí, porque soy un torpe anciano que todo lo<br />
desordena y mira a las mozas jóvenes más de la<br />
cuenta. Y vislumbro, sobre tu gesto serio, una<br />
mirada de ternura cuando me miras, porque crees<br />
que no me doy cuenta, sintiéndome tuyo para<br />
siempre, por encima de la vida y de la muerte. Y esa<br />
mirada, sólo esa mirada, llena de felicidad todo mi<br />
sueño.<br />
Y a veces sueño que te escribo versos.<br />
Pero, por más que lo intento, no soy capaz de<br />
componer más que la misma y única estrofa que<br />
repito y repito con los ojos cerrados al pensar en ti:<br />
"Me gusta soñar contigo,<br />
si estoy despierto, soñarte,<br />
soñarte si estoy dormido,<br />
saber que estás cuando sueño,<br />
quererte soñar cuando vivo..."<br />
37
MI COLUMNA<br />
El otro día me hicieron esperar. Estaba en la<br />
antesala de un hombre que se creía importante, por<br />
lo menos para mí lo era porque iba a pedirle un<br />
favor, y tuve que aguardar más de una hora a que sus<br />
tremendas ocupaciones me permitieran verlo. Pero<br />
no teman, que no voy a hablarles de la gente que se<br />
cree que es la pera y eso le da derecho a maltratar a<br />
los demás (hacer esperar es una clase de maltrato).<br />
No, simplemente pienso castigarles con otro tema de<br />
carácter íntimo, como corresponde al espíritu de este<br />
libro: mis artículos (aunque no tengo muy claro si el<br />
hablar tanto de uno mismo no sea otra forma de<br />
maltrato).<br />
En la larga espera de antedespacho, me<br />
entretuve hojeando la prensa. En una mesa había una<br />
cantidad enorme de periódicos del día, de todas<br />
clases y colores: nacionales, regionales, extranjeros,<br />
diarios, semanarios, generales, deportivos,<br />
económicos, culturales, underground... Se conoce<br />
que mi anfitrión era consciente del hartazgo de<br />
esperar que se pegaban los que iban a visitarle y,<br />
para acallar su conciencia, les daba una buena dosis<br />
de entretenimiento.<br />
Aburrido por la tardanza en recibirme,<br />
comencé a leer, uno tras otro, todos los artículos que<br />
aquel alarde de papel ponía ante mis ojos. Siempre<br />
había pensado que mucha gente escribía, pero nunca<br />
fui tan consciente de ello como ese día en el que<br />
miles de articulistas se ofrecieron a mis ojos.<br />
Los había famosísimos, famosos, algo<br />
conocidos o absolutamente nuevos y, aunque<br />
escribían de mil cosas diferentes, la mayor parte lo<br />
hacía de política, para comentar ácidamente los<br />
avatares del mundo de los partidos, enseñando la<br />
39
oreja de la ideología del autor. El resto, ya<br />
minoritario, trataba de lo divino y lo humano.<br />
Como era imposible leerlos todos, comencé a<br />
seleccionarlos a capricho. A veces era lo atractivo<br />
del título lo que me inducía a escogerlo; otras era la<br />
firma que lo suscribía, ya sé quién me suele gustar o<br />
me resulta indigesto; y en verdaderas otras, no estoy<br />
seguro, quizás fuera la posición que ocupaba en la<br />
página.<br />
Debo confesar que la mayoría de los que<br />
inicié fueron pronto abandonados: o bien el autor no<br />
consiguió engancharme en las primeras frases, el<br />
tratamiento del tema era manido y poco original o<br />
simplemente me aburrieron. No pude evitar pensar<br />
en el enorme esfuerzo inútil dedicado para escribir<br />
vulgaridades tan carentes de interés cuando no de<br />
sentido.<br />
Los menos mantuvieron mi atención hasta el<br />
final, y casi siempre, debo confesarlo, porque no<br />
lograba enterarme de lo que querían decir. Creo que<br />
los terminé por si el columnista me sorprendía con<br />
un final fulgurante que desvelara todo lo que antes<br />
veía oscuro. Para decir verdad, casi todos ellos me<br />
dejaron tan perplejo como cuando comencé, lo cual<br />
me preocupó: quizás los años me van agotando las<br />
neuronas, cada día estoy más tonto y ya soy incapaz<br />
de leer entrelíneas... ¡Porque no creo que fuera que<br />
el articulista no supiera expresar lo que quería<br />
decir!...<br />
Por último, sólo hubo tres o cuatro, de los<br />
que me eché íntegros al coleto, que consiguieron<br />
encandilarme de verdad.<br />
¡Qué barbaridad! Pensé. Hay que ver lo que<br />
la gente escribe, el esfuerzo por llenar cada día<br />
páginas y páginas cargadas de ilusión, para que la<br />
mayor parte sea ignorada por el público y vaya a la<br />
papelera, virgen de lectores, o se vea abandonada<br />
40
porque resulta un plomazo. Quizás por eso se diga<br />
tanto que si los articulistas escribimos, es porque lo<br />
hacemos en el fondo para nosotros mismos, para<br />
satisfacer nuestra propia complacencia,<br />
importándonos poco si nos entienden o no.<br />
Y, de repente, me acordé de mi columna.<br />
¡Qué horror!, La pobre tan abandonada, tan<br />
desvalida, perdida en un océano inmenso de páginas,<br />
soportando la competencia de tanta gente. Y me la<br />
imaginé puesta de puntillas, esforzada por llamar la<br />
atención, para conseguir unos minutos de un posible<br />
lector, para gustarle a alguien: una narración que<br />
quería parecer elegante y atractiva ya que<br />
necesitaba que se enamorasen de ella.<br />
Porque, debo confesarlo, yo no escribo para<br />
mí, lo hago porque me encanta que me lean. No sé si<br />
es para satisfacer mi vanidad, porque soy coqueto o<br />
porque siento necesidad de comunicarme con los<br />
demás. Y que mi columna sea tan ignorada como yo<br />
hice en esa antesala con la inmensa mayoría, me<br />
pone malo.<br />
Ahora, pasados unos días, cuando escribo<br />
una, como ésta, y la mando al periódico o la incluyo<br />
en un libro, en el que abro mi corazón y cuento mis<br />
sentimientos íntimos, tengo la sensación de<br />
abandonar a una pobre niña desvalida en una selva<br />
inmensa, competitiva y agresora...<br />
En sus manos la dejo, querido lector; cuídela y léala<br />
con mimo... es tan poca cosa.<br />
41
CAPITULO II:<br />
TRIANA INTIMA
SANTA ANA<br />
¿Cómo sería la lengua de los primeros habitantes<br />
de la Tierra? ¿En qué idioma se expresarían Adán,<br />
Eva y las gentes que despertaron a la inteligencia<br />
humana en el principio de los tiempos? No se<br />
tiene la menor idea, y la ciencia aún no posee<br />
herramientas para conocerlo; pero la imaginación y<br />
la intuición no tienen esas limitaciones, así que es<br />
posible echar a volar los sueños para escuchar en<br />
nuestro interior las voces de aquellos aprendices de<br />
hombre.<br />
Los primeros pobladores de la tierra tendrían<br />
escasas palabras, porque poseerían pocas cosas y<br />
sus espíritus serían tan simples que no precisarían<br />
las complejas descripciones del ser humano<br />
actual. Sus vocablos serían también muy sencillos:<br />
¿para qué usar verbos grandilocuentes cuando con<br />
una o dos sílabas se podía sintetizar lo<br />
imprescindible? Las primeras palabras serían para<br />
decir yo y tú: lo básico siempre es breve en todos<br />
los idiomas. Para pronunciar ferrocarril hacen falta<br />
millones de años.<br />
Estoy convencido de que para decir "agua",<br />
una de las primeras cosas nominadas, utilizaban la<br />
expresión "ana". ¿Por qué pienso eso? Tengo pocas<br />
razones de peso, pero cada vez que asocio ambos<br />
vocablos se conmueven las fibras más antiguas de<br />
mi ser. Es como si en algún gen oculto, uno de los<br />
que se guarda la información de lo antediluviano, se<br />
despertaran ecos perdidos en la noche de los<br />
tiempos.<br />
Los íberos llamaban ana a los ríos. Me han<br />
dicho, o tal vez lo he soñado, que para ellos tenía un<br />
sentido femenino. El agua es la madre de la vida y<br />
tiene el carácter de una mujer: dulce y generosa la<br />
45
mayor parte de las veces; violenta y terrible<br />
cuando se enfada y encrespa; inaccesible casi<br />
siempre; difícil de sostener y sujetar pero<br />
maravillosa cuando se entrega.<br />
Dice la leyenda que los primitivos<br />
habitantes de la península creían que en la<br />
cabecera de los ríos, en el interior de inmensas<br />
grutas, a modo de catedrales subterráneas talladas<br />
en el mármol profundo, vivía una bella joven, la niña<br />
del agua, que se encargaba de alimentar los cauces<br />
con el líquido elemento.<br />
A esa nereida, al hada de las fuentes, la<br />
llamaban Ana, y era ella la que le daba nombre al<br />
curso de agua donde se bañaba feliz y refulgente la<br />
diosa hídrica. Cuando los árabes dejaron atrás a<br />
Cartaya y se encontraron con un gran río, al que los<br />
autóctonos llamaban Ana, no dudaron en recoger<br />
su nombre para bautizarlo como "al-Guad ana", (el<br />
río ana), sin saber que estaban hablando del río, río.<br />
Hoy nosotros hemos extrapolado esa<br />
denominación y hablamos del río Guadiana, o lo que<br />
es lo mismo el río por excelencia: tres veces río, tres<br />
veces niña del agua, tres veces madre de la vida,<br />
tres veces Ana... Triana.<br />
Pienso, de igual manera, que no es<br />
casualidad que Dios eligiese para madre de su<br />
madre el nombre de Ana. Ana, madre del agua,<br />
madre de la Virgen, que será también madre de<br />
Cristo. Otra vez tres madres, tres Anas... Triana.<br />
Seguro que fue Dios el primero que escuchó<br />
decir Ana, con respeto y veneración, al hombre<br />
más antiguo de todos los hombres cuando, de<br />
rodillas, al borde del río, metió la mano en el agua y<br />
se la echó con pasmo sobre la cabeza para sentir el<br />
milagro de su frescura, sin saber que estaba<br />
iniciando el rito del bautismo.<br />
Y Dios, que lo sabe todo, supo que había<br />
46
creado un ser que lo iba a sorprender con cosas en<br />
las que nunca, en toda la eternidad previa, se<br />
había detenido a pensar. Y a Dios le gustó el<br />
nombre de Ana y el gesto del bautizo con agua, la<br />
madre de la vida.<br />
Y Dios decidió llamar así a la madre de la<br />
Virgen y adoptar el agua como símbolo de los que<br />
iban a empezar una nueva vida. Y también se<br />
encargó de que su Iglesia nombrase Santa a la<br />
abuela del hijo de Dios y que declarara bendita al<br />
agua del bautismo y al agua de la purificación. De<br />
nuevo tres bendiciones del Padre, tres veces Ana...<br />
Triana.<br />
¿Por qué mi barrio se llama Triana? No lo<br />
sé. ¿Dibujaría el Guadalquivir tres brazos en un<br />
valle cuajado de riachos e islas? ¿Serían los<br />
romanos los que recogerían la voz ancestral de la<br />
triada de agua?<br />
¿Es casualidad que la catedral de mi barrio<br />
fuera dedicada a Santa Ana? ¿Existen las<br />
casualidades? ¿Inspiraría esa elección la vocación<br />
marinera de Triana, siempre unida al río, siempre<br />
unida al agua? ¿Serían tan sabias y tan antiguas sus<br />
gentes que sabrían el milagro mágico de la palabra<br />
Ana, primer vocablo del hombre, primera sorpresa<br />
de Dios, primer regalo destinado a la abuela de su<br />
Hijo?<br />
Cuando pienso que la iglesia fue fundada en<br />
el siglo XIII por un rey al que todo el mundo llamó<br />
el Sabio, más me afirmo en mi convicción de lo<br />
que significa Ana, y que Alfonso supo que en<br />
Triana no podía haber otra catedral, otra madre del<br />
barrio, más que la que llevara el nombre de la<br />
madre de la Virgen y la del agua.<br />
Desde el principio se supo que su pila<br />
bautismal estaba milagrosamente cargada de<br />
magia. No hay en Sevilla otra pila más famosa que<br />
47
la de Santa Ana, quizás porque todo el mundo<br />
intuye, sin saberlo, que contiene, bendita, a la niña<br />
del agua, a esa otra Ana que, en el principio de los<br />
tiempos, también fue hecha Santa por la voluntad<br />
divina.<br />
Si hay un pueblo viejo y sabio, que conoce<br />
las historias antiguas, pasadas de boca en boca, es el<br />
gitano. Y eligieron, entre todas las pilas de bautismo<br />
del mundo, la mejor para que sus churumbeles<br />
recibieran, entre grandes fiestas, el agua de la Vida:<br />
Santa Ana, la cuna del agua bendita.<br />
Esta fantasía, se la cuenta, querido lector, un<br />
hombre que ha nacido en Triana, que se bautizó, por<br />
empeño de su padre, en la pila de los gitanos; que<br />
eligió para casarse a Ana, la niña del agua; que<br />
tiene una hija y una nieta que también se llaman<br />
Ana: tres Anas, siempre Triana; que vive dedicado al<br />
mundo del agua; que sabe mucho de leyendas de<br />
este lado del río y que quiere rendirle homenaje<br />
perpetuo, en todos los días de su santo, a esa guapa<br />
niña del agua, que fue madre de la Virgen, madre de<br />
mi barrio, madre de las mujeres de mi vida y que se<br />
llama, nada más y nada menos que, la Señá Santa<br />
Ana.<br />
En Triana, a 26 de Julio de un año<br />
cualquiera.<br />
48
EL SUEÑO DE SANTA ANA<br />
Ana se asomó a la puerta de su casa y oteó el<br />
camino que descendía hacia el valle. Aún no se veía<br />
la figura de su hija. Deslumbrada por el refulgente<br />
sol de Nazaret, volvió a entrar, cruzó el patio y se<br />
dirigió por el corral trasero al taller de alfarería de su<br />
marido.<br />
Descorrió la cortina y lo contempló con<br />
ternura. A sus sesenta años Joaquín seguía moviendo<br />
el torno y moldeando el barro con la misma ilusión<br />
que de mozo.<br />
- María viene hoy, y nos va a dejar al niño una<br />
semana - anunció -. Tiene que acompañar a José a<br />
ver a su familia, y el camino es muy duro para la<br />
criatura.<br />
- Ya tiene los sonajeros que me pediste, - la<br />
tranquilizó- los terminé la semana pasada.<br />
En la estantería, entre cuencos, ánforas, platos y<br />
copas había tres espléndidos sonajeros de cerámica,<br />
pintados a mano con el amor que sólo un abuelo es<br />
capaz de poner en la tarea, que contenían bolitas de<br />
madera listas para sonar en cuanto las agitasen.<br />
Ana, recostada en el quicio, pensó en voz alta,<br />
como acostumbran a hacer las mujeres desde el<br />
inicio de los tiempos:<br />
- Tenemos un nieto precioso... La verdad es<br />
que no sé a quién se parece... A su padre desde luego<br />
que no. José es serio y callado y el crío rebosa<br />
alegría y vitalidad. A María tampoco. Tu hija es muy<br />
guapa y llena de dulzura, y mi nieto también... Pero<br />
no se da aire a la madre.<br />
- Es igual que yo - sentenció Joaquín<br />
sonriendo.<br />
- Quita allá... En todo caso a mí. La única que<br />
tiene los ojos tan negros como los suyos soy yo. Por<br />
49
cierto, ¿No te impresiona como mira? Aunque aún<br />
apenas habla te lo dice todo con la mirada. Es muy<br />
listo... No hay nada que no entienda...<br />
- No tiene abuela... - rió su marido.<br />
- He tenido un extraño sueño. ¿Sabes? He<br />
soñado que Jesús se hacía mayor, y valía tanto que<br />
llegaba a ser rey del mundo entero. Era tan grande su<br />
poder que a su madre la nombró reina de todos los<br />
hombres.<br />
-¿Y a nosotros, nos hizo reyes también?<br />
Ana asintió soñadora:<br />
- Sí. Nos encomendó el gobierno de un lugar<br />
de fantasía. Al borde de un río inmenso, cargado de<br />
magia, se alzaba un caserío blanco como la leche,<br />
lleno de balcones y ventanas cuajados de flores. En<br />
sus calles florecía el naranjo y el jazmín. Sus<br />
mujeres, bellísimas, tenían en los ojos un brillo<br />
especial al que llamaban duende y sus hombres,<br />
recios, poseían un no sé qué que conocían como<br />
ángel.<br />
- Tienes sueños muy bellos. Ya me gustaría<br />
compartirlos...<br />
Ella asintió ensoñadora y continuó:<br />
- Era un pueblo alegre que cantaba y danzaba<br />
sin parar. Sus calles eran una perpetua fiesta. Los<br />
vecinos del otro lado del río habían construido una<br />
torre muy alta sólo para subirse a ver bailar a los de<br />
nuestra orilla. Y nuestros súbditos quisieron<br />
replicarles y levantaron un palacio para ti y para mí,<br />
con una torre coronada de azulejos; llenaron el<br />
barrio de alfarerías en honor tuyo; organizaron una<br />
incomparable fiesta anual, al mismo borde del río,<br />
en honor mío... Y le dieron mi nombre.<br />
- No cabe duda que has soñado. No conozco<br />
por aquí nada semejante.<br />
- Ese reino tan bello estaba allende el mar, muy<br />
lejos. Pienso que nuestro nieto lo eligió para sus<br />
50
abuelos porque no encontró otro lugar como ese en<br />
todo el planeta.<br />
- Que niña eres, Ana.<br />
-¿Niña a mi edad? - rió ella.<br />
- Tienes la mirada y el corazón de niña. El<br />
secreto para vivir mucho tiempo, siendo siempre<br />
joven, está en tener el alma de niño y que te rebose<br />
por los ojos.<br />
Ana, ruborizada, se dio media vuelta y volvió<br />
presurosa a la puerta de la casa a aguardar la llegada<br />
de su hija.<br />
María llegó al mediodía con el niño en brazos.<br />
Venía sofocada por el calor y la pendiente de la<br />
cuesta. Sus padres vivían casi en lo alto de la colina<br />
de Nazaret y en cambio su casa y la carpintería<br />
estaban en el valle.<br />
Bebió un vaso de agua clara del pozo y se<br />
sentó junto a la madre a la sombra de la higuera,<br />
dejando a su hijo corretear por el patio con sus<br />
primeros pasos aún vacilantes.<br />
- Noto algo juvenil en tus ojos, madre.<br />
- Dice tu padre que miro con la mirada<br />
transparente de una niña. Y que las personas que<br />
guardan la infancia en el alma viven mucho tiempo.<br />
El crío había detenido su marcha y se había<br />
vuelto hacia ellas, como si entendiera de qué<br />
hablaban.<br />
- Qué listo es - dijo Ana- Parece que se entera<br />
de todo.<br />
- Fíjate en su mirada, madre. ¿Has visto alguna<br />
vez luz semejante? Estoy segura de que, si el alma<br />
de niño que escoges para tu corazón es la suya,<br />
vivirás eternamente.<br />
Y, dejando a las dos mujeres asombradas, el<br />
niño sonrió asintiendo como si confirmara que su<br />
madre decía la verdad.<br />
51
A la mañana siguiente, Ana correteaba detrás<br />
de su nieto para evitar que se hiciese daño. No<br />
paraba quieto un momento: corría detrás de los<br />
pajarillos que bajaban del cielo en busca de las<br />
migas del suelo; se dirigía a las flores del arriate<br />
intentando atrapar inútilmente algunas de las abejas<br />
que libaban el polen; seguía el vuelo de las moscas...<br />
De repente, se dirigió decidido hacia el taller<br />
de alfarería del abuelo. Ana lo siguió y tras cruzar la<br />
cortina saludó a su marido que trabajaba con gesto<br />
adusto..<br />
- Te veo muy serio, como si estuvieras<br />
preocupado por algo. ¿No te alegra el niño?<br />
- Claro que sí. Pero tengo que contarte una<br />
cosa que te asombrará: esta noche he tenido el<br />
mismo sueño que tuviste ayer. Visité el lugar al que<br />
nuestro nieto nos destina como reyes.<br />
- No te creo... - Ana estaba boquiabierta.<br />
- Si, he paseado por sus calles y plazas, vi su<br />
río, olí sus flores y escuché sus cantes. Entré en el<br />
palacio que será nuestra sede y me encontré con un<br />
templo. Allí me recibió un ángel que me anunció<br />
que reinaríamos por siempre. Y cuando le pregunté<br />
cómo podría ocurrir semejante milagro, me dijo que<br />
nuestro nieto nos daría su corazón y su mirada, y que<br />
con ella viviríamos por toda la eternidad. También le<br />
pregunté por el nombre del lugar. Se llama...<br />
Fue entonces cuando Ana supo que reinaría en<br />
Triana para siempre. Y clavando sus ojos en los de<br />
su nieto, bebió con ansia su mirada hasta<br />
convertirse en niña eterna.<br />
52
EL CUENTO<br />
Paseaba con mi nieta Ana por la trianera<br />
calle Pureza dedicado a saciar, gozoso, la infinita<br />
curiosidad de una niña:<br />
-¿Qué es esto, "abuivo"? - me preguntó por<br />
enésima vez.<br />
- Es una iglesia, se llama Santa Ana y es el<br />
templo más importante de Triana.<br />
-¿Se llama como yo? - estaba asombrada con<br />
la noticia.<br />
- Sí, mi vida. Pero es la casa de Santa Ana, la<br />
abuela del Niño Jesús. ¿Tú sabes quién es el Niño<br />
Dios?<br />
- Sí, mamá y yo rezamos en la cama - de<br />
repente una idea pareció brotar en su mente como si<br />
se la hubieran sugerido mis palabras. Incapaz de<br />
contenerla, se le iluminó el rostro e indagó -¿Mi<br />
"abuiva" Ana es también la de Jesús?<br />
- No - reí de buena gana -. Él tuvo otra. ¿Te<br />
cuento el cuento que me contaba la mía cuando yo<br />
era tan pequeño como tú?<br />
Me miró sorprendida. No se podía imaginar<br />
que un viejo hubiese sido niño alguna vez. Pero la<br />
palabra cuento era mágica: no había inquietud ni<br />
pregunta que no pudiese esperar hasta el final de la<br />
historia. Con los ojos abiertos de par en par, me<br />
estrechó la mano con sus pequeños dedos y asintió.<br />
Así que le narré una de esas leyendas trianeras llenas<br />
de fantasía que nunca recuerdo donde escuché:<br />
-"Hace mucho, mucho tiempo, llegó por el<br />
río un barco romano a Sevilla. Con las velas<br />
desplegadas y el hercúleo esfuerzo de cien remeros,<br />
superó la corriente del Guadalquivir hasta llegar al<br />
pantalán de troncos de cedro en el que<br />
desembarcaban los viajeros ilustres. Venía de<br />
Oriente con mercaderes judíos que portaban<br />
53
extraños perfumes, maderas nobles, sedas y marfil.<br />
Después volvería cargado de aceite, vinos y metales.<br />
Traía también pasajeros: banqueros de otras<br />
provincias del imperio; ricos personajes en busca de<br />
aventura e hijos desheredados dispuestos a<br />
enriquecerse fuera de Judea.<br />
La gente que poblaba el puerto se sorprendió<br />
al ver bajar a una familia de aspecto humilde con un<br />
aura singular en torno a sus rostros: un niño de unos<br />
diez años; un varón de mirada noble con su bella<br />
esposa, sus padres; y dos ancianos, que bien podían<br />
ser sus abuelos.<br />
El grupo familiar deambuló, cargado con sus escasas<br />
pertenencias, por las callejuelas del barrio que se<br />
extendía allende la muralla, en busca de un hostal<br />
donde alojarse. Aunque todos sus miembros<br />
parecían cansados por el largo viaje, escandalizados<br />
por el precio del hospedaje, tuvieron que cruzar el<br />
río en barcaza para encontrar una modesta fonda en<br />
el arrabal que los barqueros llamaban Triana.<br />
La posadera, muerta de curiosidad por saber<br />
de aquellas gentes de mirada luminosa, que habían<br />
emprendido un viaje muy costoso con tan pocos<br />
medios, no se perdió detalle de las conversaciones<br />
de la familia. Y supo que el niño se llamaba Jesús,<br />
sus padres, José y María y los abuelos, Joaquín y<br />
Ana.<br />
Parecían creer, con una fe firme, que a su<br />
pequeño le aguardaba una misión trascendente en la<br />
vida y habían decidido llevarle a conocer a los<br />
gentiles, visitar hogares que no eran del pueblo<br />
elegido, y empaparse de universalidad para que su<br />
futuro mensaje fuera entendido por todos los<br />
hombres.<br />
Para costear el viaje, sus abuelos habían<br />
vendido todas sus pertenencias: el taller de alfarero<br />
de Joaquín y la casa de Nazaret de Ana. A la vuelta<br />
54
vivirían con sus hijos. Pero los ancianos parecían<br />
saber que ellos jamás regresarían. Todas las<br />
referencias que hacían a Triana llevaban<br />
sobreentendida la idea de permanencia. Por otra<br />
parte, no parecían agobiados con la idea. No cesaban<br />
de alabar la belleza del arrabal y la bondad de sus<br />
pobladores.<br />
Efectivamente, el día del regreso sólo<br />
cruzaron el Betis Jesús y sus padres. Ana y Joaquín<br />
no se veían con fuerzas para el largo y peligroso<br />
camino de vuelta y prefirieron quedarse. La<br />
posadera nunca olvidaría las palabras de despedida<br />
del niño cuya mirada resplandecía con fulgores de<br />
ternura infinita:<br />
- Bienaventurados abuelos, que habéis dado<br />
todo por vuestro nieto. Cada vez que un abuelo<br />
regala su vieja vida y su experiencia al niño que<br />
comienza a vivir, siente en su corazón un reflejo de<br />
la felicidad eterna. Aquí en Triana os esperan días<br />
nostálgicos pero felices. Tú, abuelo Joaquín,<br />
enseñarás tu oficio de alfarero para que hagan los<br />
más bellos azulejos del mundo. Tú, abuela Ana, les<br />
contagiarás tu alegría y ese duende que sólo a ti ha<br />
regalado el Padre de los Cielos. Y un día levantarán<br />
un templo para conmemorar, sin saberlo, este viaje y<br />
le pondrán, para siempre, tu nombre..."<br />
Enardecido por mi historia tardé en caer en<br />
que el cuento era demasiado enrevesado para mi<br />
nieta, aún muy pequeña, pero que me había<br />
escuchado sin pestañear. Bruscamente se soltó de mi<br />
mano y fue a tocar, impresionada, la pared de la<br />
Iglesia.<br />
-¿Qué haces Ana?... - le pregunté perplejo.<br />
- Tocar la casa de la "abuiva" Ana... Porque<br />
el Niño Jesús y yo tenemos la misma "abuiva".<br />
Y sonrió con la misma mirada luminosa que tienen<br />
los ángeles cuando conocen a Dios.<br />
55
MARISMAS DE PLATA<br />
La despertó el ruido del cohete. Abrió los<br />
ojos sin saber bien dónde estaba. Aturdida, miró a su<br />
alrededor con extrañeza hasta que reconoció el<br />
aspecto familiar de su carreta: el techo de lona, las<br />
colchonetas con las mantas revueltas, los trajes de<br />
flamenca colgados al fondo, el intenso olor a pino...<br />
Estaba sola. Los demás ya debían de haber<br />
bajado al camino y no habrían querido despertarla.<br />
Tenía que estar saliendo de un sueño muy profundo<br />
porque aún no se sentía consciente del todo, a pesar<br />
de que la carreta se movía: oía las voces del boyero<br />
y el crujido del arnés de los bueyes.<br />
Se incorporó despacio. No recordaba nada de<br />
la víspera, pero no le importó. Hizo un mohín con la<br />
nariz, se calzó los botos, estiró su falda rociera, se<br />
alisó el pelo y salió de la carreta: estaba en el Rocío,<br />
en su Rocío, y eso era lo único que valía la pena.<br />
Al pisar las arenas se sintió en el cielo. Una<br />
mezcla de aromas de romero y resina le llenó el<br />
alma. El firmamento era de azul perfecto. Ni una<br />
nube, ni una mota de polvo rompía la limpieza del<br />
aire. Las aves cruzaban sobre su cabeza llenando el<br />
ambiente con graznidos que parecían cánticos<br />
reflejados en la bóveda celestial en honor a la Blanca<br />
Paloma.<br />
La marisma se ofrecía en todo su esplendor.<br />
Los lucios refulgían como si estuvieran repletos de<br />
plata; el verde de los juncos parecía tallado en un<br />
bosque de esmeraldas; las arenas desprendían las<br />
chispas de un mar de diamantes.<br />
- Esto no puede ser real - pensó- Debo estar<br />
soñando. Si viera a las marismas azules pensaría que<br />
estoy muerta... Pero no son celestes... Son de plata,<br />
como la carreta de la Virgen.<br />
57
Con la mirada, buscó entre los romeros, que<br />
caminaban entre los caballos, intentando encontrar<br />
una cara amiga que le descorriera esa cortina que<br />
parecía tener en el cerebro. Vio mucho rostro<br />
conocido, gente que le resultaba familiar y que hacía<br />
mucho que no veía. Pero ninguno de los suyos.<br />
Todos marchaban animosos, pero en silencio.<br />
Salvo el ruido de las carretas ningún sonido brotaba<br />
de la romería.<br />
-¡Qué desaboríos! - se dijo- A éstos los<br />
arreglo yo.<br />
Y sabiendo que nadie cantaba como ella, alzó<br />
la voz y llenó el aire de <strong>sevilla</strong>nas en honor de su<br />
Reina:<br />
-"Nació en la cava, una hermandad de gloria<br />
nació en la cava... El cura de Santa Ana, la<br />
bautizaba"<br />
Su cantar contagioso animó a los peregrinos<br />
y todos sin excepción la acompañaron con sus voces<br />
y palmas. Ella recordó el día que grabó ese disco con<br />
el Coro de Triana y le pareció que había pasado un<br />
siglo.<br />
-¡Rocío!...- una voz familiar le llamaba<br />
sorprendida.<br />
Se volvió con el corazón loco de alegría y<br />
cuando vio quién lanzaba el grito, se quedó helada:<br />
- Mercedes...<br />
Su amiga de siempre, su vecina, la niña del<br />
estanco de la calle San Jacinto, con un traje de gitana<br />
blanco y el rostro resplandeciente como un ángel, la<br />
contemplaba sonriente al lado del Simpecado.<br />
Rocío sintió en el corazón un pellizco en el<br />
que se mezclaban la alegría, la emoción y el miedo.<br />
Mercedes había muerto hacía ocho años. Fue a su<br />
entierro el día en que entraba la Virgen en Triana. Y<br />
había pensado que Dios se la había llevado ese día<br />
para que pudiera continuar el camino por las<br />
58
marismas de la Gloria. Y al verla ahora, acababa de<br />
descubrir que había resultado verdad. Su eterna<br />
compañera de romería caminaba por siempre junto a<br />
la carreta de la Señora...<br />
Pero eso significaba que también ella había<br />
traspasado el umbral... Y le asaltó un vago recuerdo<br />
de hospital y olor a medicinas. Se acordó de la pena<br />
que sintió por estar hospitalizada el día en que salía<br />
Triana y por perderse el único Rocío de su vida.<br />
Rocío y Mercedes se fundieron en un<br />
emocionado abrazo. Por fin iban a estar juntas para<br />
siempre en una romería eterna que había sido la<br />
razón de su vida.<br />
-Hija- le decía su amiga - Estaba deseando<br />
que llegaras. Aquí hacías mucha falta... Nadie le ha<br />
cantado nunca a la Virgen como tú; nadie contagia<br />
esa alegría que te desborda por los ojos; aquí no hay<br />
quien tenga un corazón como el tuyo. Eres una<br />
fuerza de la Naturaleza que has impulsado sola, a<br />
golpe de ilusión durante muchos años, a la<br />
hermandad de Triana, y en la Gloria hay que<br />
remover un poco todo esto.<br />
-¿Pero aquí en el Cielo las cosas no son<br />
distintas?<br />
- Cómo te diría yo, chiquilla... Más bonito,<br />
más perfecto, pero más soso. Hay muchos ángeles,<br />
pero sin "ange"... Hacías falta tú.<br />
Y, haciéndole eco, una voz corrió por todo el<br />
camino. Al principio fue un rumor sordo, apenas un<br />
susurro de oído a oído, pero después se convirtió en<br />
un grito unánime, una explosión de alegría:<br />
- Por fin ha llegado Rocío Astolfi.<br />
Y las bandadas de flamencos repetían desde<br />
el cielo cantando con alegría:<br />
- Ya ha venido Rocío Astolfi.<br />
Y los pinos agitaban las ramas llenando el<br />
aire de aromas que decían:<br />
59
- Al fin está con nosotros Rocío Astolfi.<br />
Y el romero, las arenas, los caballos y la<br />
marisma se estremecían a coro gritando:<br />
- Ya vino Rocío Astolfi.<br />
- Oye Mercedes. ¿Podré ver a papá, a tío<br />
Paco a tía Carmela?... Quiero comérmelos a besos.<br />
- Espera - le dijo solemne su amiga- Tienes<br />
que adorar primero a la Reina de las Reinas. Te<br />
aguarda. Eres su camarera y quiere que la vistas.<br />
Y Rocío, loca de felicidad, la siguió a la<br />
ermita.<br />
Un haz de luz infinita envolvía a la Blanca<br />
Paloma. Un rostro bellísimo, dulce, irradiando paz y<br />
bondad le sonreía como el de una madre que<br />
encuentra por fin a la hija largamente esperada.<br />
Rocío, llorando, incapaz de soportar tanta<br />
emoción se dejó caer de rodillas y hundió su cara<br />
contra el suelo, adorando con toda su alma a la que<br />
siempre había venerado sobre cualquier otra cosa del<br />
mundo.<br />
Y cuando la Virgen la alzó del suelo, sintió<br />
en su mejilla el beso de los besos. Temblando de<br />
emoción y con el mayor respeto del mundo, depositó<br />
sobre los hombros virginales el mantón rociero, y<br />
entonces supo por fin que ella, Rocío Astolfi, había<br />
nacido sólo para ser, por siempre, la camarera de la<br />
Madre de Dios en las marismas de plata del Cielo.<br />
60
LA COFRADIA<br />
Creo que en Triana tenía que haber más<br />
cofradías. Un barrio que llena de poesía todo lo<br />
suyo no puede quedarse tres días sin procesiones.<br />
El martes, el miércoles y el jueves Santos<br />
permanecen sus calles vacías, el aire yace<br />
adormilado y la luz, hermosa, no vibra llena de<br />
expectación como lo hace cuando hay nazarenos<br />
trianeros.<br />
Así que, ni corto ni perezoso, he decidido<br />
crear una nueva hermandad de penitencia que llene<br />
el Jueves Santo de mi lado del río del fervor, la<br />
ilusión y el espíritu que reinan aquí los demás días<br />
de esta Semana.<br />
Como en uno de esos viejos recortables, que<br />
reconstruían una procesión sobre la mesa camilla,<br />
de nazarenos, insignias y pasos, con los que los<br />
niños aprendíamos a organizar un desfile<br />
procesional, vamos a diseñar una genuina cofradía<br />
trianera para que desfile el Jueves Santo por este<br />
barrio de papel.<br />
Lo primero que hay que elegir son los pasos<br />
del Señor y de la Virgen. Son los que le darán<br />
nombre a nuestra hermandad y marcarán el espíritu<br />
religioso de la misma.<br />
De todas las escenas de la Pasión, he elegido<br />
la de Jesucristo ante el pueblo que vocifera que lo<br />
crucifiquen a Él y salven a Barrabás. Siempre me<br />
ha impresionado ese momento en el que los<br />
hombres prefieren bañarse en sangre inocente y,<br />
convertidos en fieras, cegados por la ira,<br />
embrutecidos por la masa, no dudan en ensañarse<br />
con quien viene con el único propósito de hacerlos<br />
ángeles.<br />
Mi Cristo, que irá solo en el paso,<br />
61
permanecerá de pie, junto a una balaustrada, sin<br />
apoyarse en ella, con las manos atadas delante y los<br />
brazos caídos, como abandonados.<br />
Mi Cristo, este Cristo, no se va a llamar de la<br />
Decepción, porque no la siente a pesar de que sus<br />
hijos lo condenan al sufrimiento. Él los ha creado<br />
y sabe a ciencia cierta cómo son. No puede<br />
llamarse a engaño.<br />
También sabe muy bien que, uno a uno, cada<br />
corazón de los que le acusan se siente conmovido<br />
con su suerte y daría cualquier cosa por liberarlo.<br />
Pero que una cosa es el hombre aislado y otra la<br />
sociedad, la masa. El comportamiento colectivo,<br />
que se mueve por reglas de manada, de animales,<br />
anula al individuo y es capaz de conducirlo a<br />
situaciones salvajes. Todas las guerras, el terrorismo<br />
nacionalista, la locura asesina en nombre de un<br />
pueblo, no son otra cosa que la terrible desviación<br />
que sufren los hombres buenos por culpa de la<br />
patología tribal.<br />
Mi Cristo va a ser el Cristo del Hombre<br />
Solo. Porque, en ese momento cruel, está leyendo<br />
en cada alma la sorpresa y el dolor por verse<br />
convertida en fiera, la vergüenza por dejarse<br />
arrastrar por la multitud y el deseo íntimo de paz y<br />
amor. Él se sentirá acogido dentro de cada ser<br />
humano aislado, aunque no pueda reconocer en la<br />
tribu vociferante ninguna de las señas de la<br />
divinidad que el Creador otorgó al hombre.<br />
Como desagravio, quiero que pasee por<br />
Triana. Aquí podrá ver algo insólito en todo el<br />
planeta y que es exclusivo de Sevilla, una multitud,<br />
una muchedumbre, miles de hombres, que no se<br />
comportan como manada cerril sino que saben<br />
reproducir, también como colectivo, los sentimientos<br />
íntimos.<br />
El respeto, el silencio, el dolor, la poesía, el<br />
62
amor y todas las cualidades de los ángeles, la<br />
tienen los hombres y mujeres de esta tierra unidos<br />
como pueblo. No hay otro lugar en el mundo<br />
donde millares de personas vivan un acto<br />
multitudinario con todos los corazones abiertos<br />
latiendo a la vez como en un único pecho.<br />
Por eso, mi Cristo del Hombre Solo debe<br />
pasear por nuestras calles para presenciar el<br />
milagro de que aquí, y sólo aquí, también será el<br />
Cristo de los hombres juntos.<br />
¿Y el paso de Virgen? Ahí no tengo duda. Mi<br />
Virgen será la de la Sonrisa. ¡No, no se<br />
escandalicen ustedes! Ya sé que estamos en días<br />
de dolor, pero también son momentos de reflexión,<br />
preguntas íntimas y búsqueda de respuestas.<br />
Mi Virgen, nueva en Triana, deberá reflejar<br />
en su rostro la cualidad más importante de una<br />
madre: la comprensión. Porque sus ojos van a ver<br />
hombres cuajados de limitaciones, llenos de dudas,<br />
inmersos en un ambiente materialista, tentados por<br />
el egoísmo y con el deseo, tímido y secreto, de<br />
llegar a ser mejores en pos de una fe demasiado<br />
esquiva.<br />
Y nos debe ver como nosotros vemos a<br />
nuestros niños: llenos de buenas intenciones pero<br />
torpes, traviesos y atolondrados. Y al igual que nos<br />
produce una sonrisa de cariño verlos como<br />
fracasan una y otra vez, intentando hacer algo bien,<br />
a mí me gustaría que mi Virgen, la de la Sonrisa,<br />
también lo hiciera mirando con todo el cariño del<br />
universo a unos pobres mortales que andan<br />
desconcertados por una vida complicada y difícil de<br />
entender.<br />
La Hermandad del Cristo del Hombre Solo y<br />
de Nuestra Señora de la Sonrisa, tendrá pocos<br />
lujos. Es nueva, no tiene recursos y además, para<br />
qué nos vamos a engañar, le gusta la austeridad.<br />
63
La cruz de guía, muy liviana, ingrávida casi,<br />
animará a ser seguida, porque el que venga tras ella<br />
verá aliviada su alma de la pesada carga que trae<br />
consigo la absurda vida que llevamos. Será portada<br />
por el hombre más bueno del barrio, elegido por<br />
votación popular, que tendrá la tarea de ser foco de<br />
luz para atraer detrás de sí a todos los que quieran<br />
emularle.<br />
Los nazarenos y las nazarenas irán de<br />
blanco, ensalzando el valor de la inocencia, y<br />
llevarán una luz potente, a la altura del corazón,<br />
irradiando a través de dos puertecitas abiertas por<br />
las que saldrá el espíritu de la cofradía: mostrarnos<br />
a los demás para que vean lo poco que somos y<br />
las muchas ganas que tenemos de que nos quieran.<br />
Llevaremos bandas militares rindiendo sus<br />
armas a las cosas del espíritu y llenando el aire de<br />
marchas alegres. Triana lo es, y seguir a mi Cristo<br />
y a mí Virgen también. Si mecer el palio, bailar la<br />
canastilla, prolongar la chicotá y volar a hombros de<br />
costalero son formas de rezar, mi procesión será una<br />
permanente oración de gloria.<br />
Y los cargos... Sólo tendremos uno. El del<br />
hermano mayor que, como todos ustedes se<br />
imaginan, será Joaquín, mi contertulio trianero,<br />
socarrón y buena gente, el mayor devoto de la<br />
Virgen de la Sonrisa.<br />
64
LA CASETA DEL ALTOZANO<br />
Rafael Carretero, el dueño y señor de la<br />
Feria de Sevilla, me prometió que este año, si<br />
escribía un nuevo libro de relatos, me dejaría poner<br />
en él una caseta de feria. Ha cumplido su promesa y<br />
aquí me tienen ustedes de anfitrión invitándoles a<br />
pasar a tomar una copita.<br />
No se preocupen por el espacio: una caseta<br />
de cuatro páginas es muy grande; ni teman ser<br />
gravosos: el fino y las tapas no les costarán más<br />
que un pequeño esfuerzo de imaginación. Así que,<br />
como de eso nos sobra, vamos a ponernos como el<br />
Quico.<br />
Pasen y siéntense, que hay sitio para todos.<br />
Dejen espacio para que las niñas puedan bailar en<br />
el tablao y un pasillo para ir a la trastienda: los<br />
camareros traerán jamón, gambas, tortilla de patatas,<br />
calamares y picos.<br />
Se habrán dado cuenta de que aspiramos a<br />
premio. Hemos echado el resto... Las cortinas de<br />
encaje cubren las paredes y el techo. Los faroles<br />
son de bronce y los espejos dorados. Tenemos dos<br />
carteles de toros con las alternativas de Emilio<br />
Muñoz y Curro Romero. Esta caseta es trianera y<br />
rinde culto a sus toreros, que antes del 29 el río iba<br />
por otro sitio y Camas pertenecía a Triana.<br />
Al fondo, una reja con macetas de geranios,<br />
dos mantones de las niñas de Japón a los lados y<br />
abanicos antiguos del arcón de Charo la estanquera<br />
de la calle San Jacinto.<br />
Yo sé que vienen ustedes con la curiosidad<br />
de ver, charlar y tomar una copa con mis personajes.<br />
No se preocupen, no van a quedar defraudados. Hoy<br />
han venido todos.<br />
En ese velador verde de estilo <strong>sevilla</strong>no<br />
65
tienen sentados a mi contertulio trianero Joaquín, el<br />
del sombrero de ala ancha sin corbata y tieso como<br />
él solo. Sí, ese que está bebiendo una caña de<br />
manzanilla sin quitar la mirada de esa niña del traje<br />
de flamenca blanco que acaba de entrar. ¡Anda que<br />
tiene mal gusto el gachón!<br />
A su lado Mercedes. Esa señora mayor que<br />
sonríe con complicidad, sabiendo que su<br />
incorregible marido va a empezar a echar piropos<br />
de un momento a otro.<br />
La gitana que está vendiendo claveles es<br />
Rocío. Le he prohibido que venda nada, que para<br />
eso ésta es su caseta... ¿Creen que me ha hecho el<br />
más mínimo caso? Para ella, son compatibles la<br />
hospitalidad y la diversión con el negocio. ¡Con<br />
ella pueden estar tranquilas con sus bolsos! De<br />
todas formas, una miradita para ver si entra un<br />
raterillo de la calle, de vez en cuando no hace daño.<br />
Pero... ¡Silencio! Joaquín va a cantar. Le ha<br />
hecho una seña a Luis Baras, el compositor de<br />
Triana, que ha comenzado a rasguear la guitarra. Mi<br />
contertulio se va a arrancar, con su voz ronca, por<br />
unas <strong>sevilla</strong>nas improvisadas.<br />
Sin levantarse, tocando palmas sordas,<br />
poniendo cara de pillo a la bella joven de flamenca,<br />
le canta:<br />
"Verme por dentro.<br />
Si tú pudieras, niña,<br />
verme por dentro,<br />
te morirías de risa<br />
por lo que siento.<br />
66
Sé que te haría gracia<br />
saber que sueño<br />
con besarte, soñando<br />
que soy tu dueño;<br />
y sé que te darían<br />
risa los tejos<br />
de la boca de un hombre,<br />
que ves tan viejo.<br />
Qué desconsuelo,<br />
podría ser tu padre,<br />
que desconsuelo<br />
no haberte conocido,<br />
yo, de mozuelo.<br />
Te hubiera anticipado<br />
lo que parece<br />
el sabor del amante<br />
cuando envejece,<br />
que el cariño de un hombre<br />
es como el vino,<br />
que sólo con la edad<br />
sabe distinto.<br />
67
Para no, verme,<br />
si cerraras los ojos,<br />
para no, verme,<br />
te enseñaría, al oído,<br />
cómo quererme.<br />
Y sabrías que mi beso<br />
no es el de un niño,<br />
porque jamás un joven<br />
da ese cariño.<br />
Que el amor juvenil<br />
es torpe y necio,<br />
y el que yo te daría,<br />
no tiene precio.<br />
Verme por dentro,<br />
como no puedes, niña,<br />
verme por dentro,<br />
nunca sabrás por nadie<br />
cómo te quiero.<br />
Pasarás por mi lado<br />
igual que el aire,<br />
que pasa muy deprisa<br />
y no ve a nadie.<br />
Y perderás, que pena,<br />
el beso sabio<br />
que sabe dar un hombre<br />
con muchos años."<br />
¡Ole, ole y ole! Vaya <strong>sevilla</strong>nas con las que<br />
se ha salido Joaquín. Aplaudan sin temor, que mi<br />
amigo es coqueto y le encanta saber que gusta...<br />
¿Mercedes? No, no creo que le hayan hecho muy<br />
68
feliz las cosas que el viejo verde de su marido le ha<br />
cantado a la chavala. Así es la Feria...<br />
Pero, silencio otra vez. La niña ha sonreído<br />
con sus <strong>sevilla</strong>nas y va a replicarlas. Pone ojos de<br />
pícara, como si estuviera enamorada de Joaquín y<br />
con voz preciosa canta:<br />
"Cuando te acercas,<br />
no sé lo que me ocurre<br />
cuando te acercas,<br />
que no pienso en los años,<br />
que nos alejan.<br />
Escondes en los ojos<br />
no sé qué cosa,<br />
que ,siempre que me miras,<br />
me veo hermosa.<br />
Y me da mucho miedo,<br />
sentir amor<br />
por alguien como tú,<br />
que eres mayor.<br />
En el espejo,<br />
podría ser mi padre,<br />
digo al espejo<br />
intentando olvidar<br />
que eres tan viejo,<br />
y mi imagen me dice:<br />
niña estás loca,<br />
pues pensando en tus besos<br />
pego la boca,<br />
69
y mis labios de niña<br />
besan mi cara,<br />
pensado que es la tuya,<br />
la que besaban.<br />
Tal desvarío,<br />
me producen tus ojos<br />
tal desvarío<br />
que creo ver amor,<br />
cuando te miro.<br />
Pero, es tan imposible<br />
enamorarte,<br />
que te daré la espalda,<br />
y así olvidarte.<br />
Aunque me pierda, mi rey,<br />
las noches tiernas,<br />
que solo dais los hombres,<br />
con tu experiencia.<br />
¡Ay, lo que siento!,<br />
que no puedo jurarte<br />
lo que ahora siento,<br />
que no te creerías,<br />
mi juramento.<br />
Que es locura de niña,<br />
quererte tanto,<br />
si a tus años conservas,<br />
pocos encantos.<br />
70
Y, como pensarías<br />
que es por dinero,<br />
jamás podré decirte:<br />
por ti, me muero".<br />
Vaya con la niña. A Joaquín no le cabe la sonrisa<br />
en la cara. Pero, cuidado, ahora es Mercedes la que<br />
se lanza con su voz quebrada a poner las cosas en su<br />
sitio:<br />
"Está añorando,<br />
pobrecito mi niño,<br />
que está añorando<br />
sentirse otra vez joven,<br />
enamorando...<br />
Se le escapan los ojos<br />
tras esa cría,<br />
que ahora tiene los años,<br />
que yo tenía...<br />
Porque sé que me engaña<br />
sólo cantando,<br />
perdono que, ser viejo,<br />
le cueste tanto.<br />
Llega volando,<br />
siente que la vejez<br />
llega volando<br />
y pretende olvidarlo,<br />
coqueteando.<br />
71
Al pensar que le queda<br />
tan poco tiempo<br />
hoy se aferra a esa niña<br />
como un lamento,<br />
que brota en su garganta<br />
rozando el llanto,<br />
lanzando, como el cisne,<br />
su último canto.<br />
Me los provoca,<br />
para olvidar los celos<br />
que me provoca<br />
y evitar que esta niña<br />
me vuelva loca,<br />
me digo y me repito:<br />
que no me hiere,<br />
porque ese viejo tonto<br />
por mí se muere.<br />
No la haría dichosa<br />
de ningún modo,<br />
porque de ella no es nada,<br />
de mí ,lo es todo.<br />
Como lo miras,<br />
no me gusta ni un pelo<br />
cómo lo miras,<br />
que, cuando él sonríe,<br />
niña, suspiras.<br />
72
Quiero que te des cuenta,<br />
con mi mirada<br />
que al lado de mi hombre,<br />
no pintas nada.<br />
Niña no te ilusiones,<br />
con su querer,<br />
que piensa volverse viejo,<br />
con su mujer".<br />
Cosas de Triana y de la Feria. Nunca se sabe<br />
si hay algo detrás de una mirada pícara. Mercedes<br />
se ha arrimado a Joaquín y lo ha cogido del brazo.<br />
Mi amigo, que sabe que ha coqueteado con su otro<br />
gran amor, del que no puede estar celosa, ha<br />
puesto cara de no haber roto nunca un plato.<br />
La niña se pierde en la bulla y deja en el<br />
aire olor a madreselva. Como el que desprende<br />
Sevilla cada vez que se viste de gitana...<br />
73
UNA VELÁ NOSTALGICA<br />
Menudo lío tengo hoy en esta página. ¡Cómo<br />
para escribir un relato! A mí me gusta encontrarme<br />
la hoja en blanco, para echar a volar la imaginación<br />
y buscar alguna leyenda escondida o algún chisme<br />
que contarles, pero hoy la tengo imposible. No me<br />
acordaba que estábamos en Julio y me he<br />
sorprendido al ver mi plaza del Altozano de Triana,<br />
aquella que me trae la inspiración, ocupada por la<br />
Velá.<br />
Está llena de operarios colgando guirnaldas<br />
de luces, mecánicos instalando el escenario de<br />
cada año, expertos en montar casetas, cubos de<br />
sebo para la cucaña y trianeros contemplando<br />
embobados el trajín, sin parpadear, por supuesto,<br />
para no hacer el menor esfuerzo y soportar mejor la<br />
calor.<br />
He dado una vuelta buscando un sitio libre<br />
para escribir mi columna y no he encontrado ni un<br />
metro cuadrado, así que me he comprado un<br />
cucurucho de camarones y me he sentado a<br />
comérmelos con una cerveza en el Kiosco de las<br />
Flores.<br />
A mí me encantan esas gambas enanas, con<br />
bigotes largos, que se cogen a puñados, saladas y<br />
que producen cosquillas en la lengua. Pero nunca<br />
las he comido a gusto, siempre me han producido<br />
alguna aprensión. Como no estoy muy seguro de<br />
por qué me imponen respeto me he puesto a bucear<br />
en el fondo de mi memoria, hasta que de repente he<br />
caído en la cuenta: cuando yo era chico me<br />
prohibían comer camarones porque se alimentaban<br />
en el río de los cadáveres de las personas ahogadas.<br />
Instintivamente he ido a sacarme de la boca<br />
los que estaba paladeando. Pero he reflexionado y<br />
me he dicho que ya no se ahoga nadie, y que eso<br />
75
era una tontería. Quizás antes, cuando yo era<br />
pequeño, había más desgraciados que perdían la vida<br />
en el río. Pero ahora no... ¡Y están tan ricos!<br />
Estar viendo el montaje de la Velá y pensar<br />
en cosas de mi niñez es droga dura. Si hay algo que<br />
a mí me inspire nostalgia es la fiesta de Nuestra<br />
Señá Santa Ana. Quizás sea porque la de ahora no<br />
me seduce, al encontrarla demasiado bullanguera, o<br />
también porque la tenga idealizada desde la<br />
infancia: la realidad es que, cada año que pasa, la<br />
disfruto más con el recuerdo que con su vivencia.<br />
Así que, resignado a ponerme melancólico,<br />
he pedido otra caña, con bocas de la Isla, y he<br />
abandonado mi mente en busca de aquellos años<br />
cuarenta y cincuenta, en los que yo viví mi auténtica<br />
Triana.<br />
En el rincón donde guardamos las nostalgias<br />
me vi de pantalones cortos subido a las barcas de la<br />
Plaza de Cuba. Las movía como un columpio, a<br />
fuerza de brazos, viendo cómo algunos, los más<br />
osados, conseguían dar la vuelta de campana. Yo<br />
podría decirles que también lo hacía, pero después<br />
mi hermana diría que me tiro pegotes, así que<br />
confieso que era prudente o, lo que es lo mismo, un<br />
poco cagueta, y me limitaba a un balanceo discreto.<br />
Después, tiraba al blanco con la escopeta de<br />
perdigones, porque las que disparaban flechas con<br />
plumas eran muy caras. Me encantaba acertarle al<br />
botón que abría una puerta por la que salía una<br />
copita de moscatel, que me bebía después<br />
sintiéndome un hombre delante de las niñas: una<br />
especie de cowboy que se ganaba el whisky<br />
disparando.<br />
Nunca llevaba mucho dinero, aquellos eran<br />
años de austeridades, pero aunque lo hubiese tenido,<br />
que no era el caso, no había sitio donde gastarlo. El<br />
repertorio tentador que se nos ofrecía a los visitantes<br />
76
de la velá era limitado pero sugerente: higos<br />
chumbos pelados y brillantes, maduros como si<br />
fueran de oro; almendras verdes; avellanas de burro;<br />
agua fresca de un botijo con caperuza de ganchillo<br />
blanco; sultanas de coco; garrapiñadas; paloduz;<br />
palmitos; algarrobas... Bastaba con mirar, que era<br />
gratis, para pasarlo bien, y recorrer las calles muchas<br />
veces, por si tocaba el gordo y encontrábamos a<br />
algún familiar que se sintiese generoso y nos<br />
invitara. ¡Pero eso se daba rara vez!. No era<br />
economía de convites ni despilfarros semejantes.<br />
Más tarde, me iba al puente de Triana a ver<br />
tirarse a los golfillos - quizás no lo fueran, pero a<br />
mí me lo parecían; cosas de mi "prudencia" que<br />
me impedía imitarlos- y a contemplar la cucaña:<br />
por aquel entonces el río estaba muy sucio y era<br />
toda una aventura, reservada a los más aguerridos,<br />
nadar en él y caerse desde el palo grasiento.<br />
Al final, siempre acababa en el cine de<br />
verano. En aquella época lo más importante y<br />
divertido que se podía hacer era ir al cine. En<br />
invierno, era el Rocío el que ponía mejores<br />
películas, donde aplaudíamos cuando llegaban los<br />
buenos a salvar al héroe o pateábamos cuando se<br />
cortaba la proyección y tardaban más de la cuenta<br />
en restaurarla; donde comíamos pipas con<br />
desesperación y dejábamos una alfombra de cáscaras<br />
que crujían al salir, empapadas en algún pis que otro<br />
de algún grosero; donde el calor humano nos<br />
sofocaba y había que taparse la boca al abandonar la<br />
sala para no agarrar una pulmonía.<br />
Pero los cines al aire libre de verano eran<br />
otra cosa. Como las películas no eran de estreno,<br />
rara vez nos daban esos maravillosos programas que<br />
todos coleccionábamos y que tenían forma de<br />
cuchillo indio, con funda, o hacha de guerra. Pero el<br />
ambiente era fresco, limpio y distinguido, al igual<br />
77
que el ambigú y la selecta nevería.<br />
Allí veía la película agarrado a una gaseosa<br />
de bola de cristal, para que no se le fuera la<br />
presión, o chupando un polo de fresa. Porque el<br />
real que llevaba para gastarme nunca lo empleaba<br />
en comprar papeletas para el sorteo de la sandía<br />
gigante. ¡Qué iba a hacer yo con una sandía!<br />
Cuando terminaba la primera sesión, volvía<br />
al Altozano, a ponerme detrás de la baranda que<br />
sube al puente, para ver la lucha libre. Si había<br />
mucha gente nos íbamos a casa de Aurelito Murillo<br />
a verla desde el balcón. Y allí disfrutábamos con el<br />
juego sucio de Marco el Maldito, que a mí, más que<br />
muy malo, me parecía endeble al lado de las masas<br />
humanas con las que se pegaba: Tagua y Henry<br />
Plata.<br />
Nuestro héroe era Capi que, por ser<br />
trianero, actuaba siempre noblemente; pero creo<br />
recordar que, para tristeza nuestra, la organización<br />
no lo dejaba triunfar tanto como a nosotros nos<br />
hubiera gustado.<br />
Después veía el flamenco. Allí, de pequeño,<br />
aprendí lo que era una solea, una petenera o un<br />
fandango. Pero, sin duda, con lo que más<br />
disfrutaba era con el taconeo de las niñas bonitas,<br />
que pertenecían a galas juveniles y enseñaban<br />
fugazmente las piernas entre un revoloteo de faldas<br />
almidonadas.<br />
Desde mi papelón de camarones y mis bocas<br />
de la Isla sentí lo inocente y sencillo que era todo<br />
entonces. Lo tranquila que era mi vida de niño y lo<br />
reposada que era aquella Triana. Sin poderlo evitar,<br />
la comparé con la angustia y la locura con que se<br />
vive hoy, y sentí, más profundamente que nunca, la<br />
nostalgia que siempre me invade cuando en el<br />
Altozano las guirnaldas de luces anuncian una nueva<br />
Velá de Santa Ana.<br />
78
CAPITULO III:<br />
CRONICAS INTIMAS DE<br />
VERANEANTE
CÓMO IR DE VERANEO<br />
-¡Eh!, Oiga, querido lector... Sí, sí, aquí... en<br />
la página ¿me quiere prestar atención? ¿Que está<br />
muy ocupado? ¿Que no tiene tiempo para<br />
artículos?... ¡Venga hombre, no sea grosero y<br />
dedíqueme unos minutos! Sí, ya sé que soy un<br />
pesado, pero no se puede imaginar lo triste que es<br />
para un columnista ver su libro en la papelera sin<br />
que nadie lo haya leído... ¿Cree que no sé qué día es<br />
hoy? Pues claro que lo sé: el último viernes<br />
laborable antes de las vacaciones, y usted anda como<br />
loco con los preparativos para el veraneo... ¡Cómo<br />
para perder el tiempo con el libro! Pero ¿por qué se<br />
cree que lo estoy llamando? Pues, por eso mismo,<br />
porque sé que en un día como hoy no me va a leer ni<br />
mi madre, que no se pierde una línea, buena o mala,<br />
de las que escribe su hijo... ¿Quiere saber el tema<br />
que voy a tratar hoy? Pues cual va a ser, hombre:<br />
“cómo se debe uno ir de vacaciones”.<br />
Voy a darle unas instrucciones, extraídas del<br />
Manual del perfecto veraneante de la Universidad de<br />
Illinois, que le van a resultar muy útiles. ¿Verdad<br />
que anda como loco dándole vueltas a ver cómo<br />
mete en el coche tanto cacharro y tantísimo<br />
equipaje? Pues dedíqueme tres minutos y me lo<br />
agradecerá todo el mes de Agosto. ¿Vale?... ¿Que<br />
acepta?... ¡Ole los corazones generosos!<br />
Espero no defraudarle. Vamos al toro:<br />
"Consejos para irse de veraneo y ser feliz"<br />
- Primero: Disfrute, no deje que nada le<br />
amargue. Lo primero que tiene que meter en su<br />
equipaje es una sonrisa. No deje que la intendencia<br />
le estropee el humor durante las vacaciones. No<br />
81
olvide que como en la casa de uno no se está en<br />
ninguna parte y que, donde va, estará más incómodo,<br />
más apretado y menos equipado. Pero si se pone de<br />
malhumor por ello, está apañado, si lo que busca son<br />
comodidades, quédese en casa.<br />
- Segundo: Llévese lo imprescindible. No<br />
pretenda disfrutar durante el verano de lo que ya<br />
goza el resto del año. Todo no le va a caber ni en el<br />
coche ni en el apartamento. Además, casi nada le va<br />
a servir para nada. Afronte una nueva vida, ligero de<br />
equipaje y cargado de ilusiones.<br />
- Tercero: No se le ocurra cargar con el<br />
trabajo pendiente para "aprovechar" las vacaciones.<br />
Usted necesita no hacer nada, pero nada, nada,<br />
mientras descansa. Lo que pretendía llevarse era<br />
sólo para soportar el "mono" del drogadicto laboral<br />
que no sabe hacer otra cosa que trabajar: los papeles<br />
y el ordenador hay que dejarlos para la vuelta.<br />
- Cuarto: Elija unos buenos libros y métalos<br />
lo primero. Cada día leemos menos y las vacaciones<br />
son un magnífico pretexto para retomar y disfrutar<br />
de la lectura. Por cierto, que le recomiendo mi cuarto<br />
libro "Amada España", que está siendo un bestseller...<br />
¿Ah, que ya le basta y le sobra con tenerme<br />
los viernes en el ABC? Bueno, bueno, no se ponga<br />
así... Elija otros, pero lea, hombre, lea.<br />
- Quinto: olvídese en casa el plan de<br />
adelgazamiento. La dieta es para el resto del año. En<br />
vacaciones hay que darle gusto al cuerpo y tomarse<br />
algún marisquito que otro. Si va por el Puerto de<br />
Santa María acérquese por Millán, mi favorito,<br />
donde, a parte de ponerse tibio, se encontrará con<br />
algún famoso. Pero, si no, da igual, seguro que<br />
donde va usted habrá mil sitios para ponerse como<br />
Dios manda en vacaciones: morado.<br />
- Sexto: El sexto, está dispensado en<br />
vacaciones. ¿Cuándo si no hay que desempolvar del<br />
82
armario ese latín lover que ya teníamos olvidado?<br />
¡Fuera inhibiciones! Olvídese de la rutina, y resucite<br />
a ese amante infatigable, ocurrente y pícaro que<br />
alguna vez fue. ¿Que eso es para la gente joven?....<br />
En verano no hay viejos: Agosto trae consigo el<br />
elixir de la eterna juventud, que es la versión<br />
romántica y clásica de la Viagra.<br />
- Séptimo: Disfrute de los suyos. Deje en<br />
casa las discusiones, las riñas y los desacuerdos. En<br />
vacaciones no se educa ni se cambia a nadie. En<br />
Agosto tenemos que aceptarnos como somos y<br />
convivir con los oídos abiertos para escuchar, el<br />
alma dispuesta a compartir sueños y el corazón listo<br />
para repartir comprensión y cariño.<br />
- Octavo: Goce del paisaje y de la naturaleza.<br />
Paladee muchos paseos entre los árboles, contemple<br />
relajadamente la belleza de las plantas, respire los<br />
aromas del campo y empápese de aire libre.<br />
Recréese en los olores del jazmín y la dama de<br />
noche, busque estrellas en el cielo y robe brillos de<br />
luna sobre el mar.<br />
- Noveno: Olvídese de la televisión.<br />
Descubra de nuevo lo bella que es su propia vida sin<br />
tener que hipnotizarse por la caja tonta. Dedique sus<br />
ratos libres a charlar, jugar y a sentirse niño de<br />
nuevo.<br />
Y... Décimo: ¡Pero me quiere dejar acabar,<br />
hombre! Ya que ha aguantado leyendo hasta aquí,<br />
podría permitirme terminar mi decálogo. ¿Ah, que<br />
usted no se va de vacaciones? ¿Que se queda en<br />
casita?... ¡Jope!, Vaya corte... Pero no se preocupe...<br />
También le pueden servir mis consejos si se queda.<br />
¡En fin de cuentas sólo se trata de intentar ser feliz!<br />
Usted se lo merece.<br />
83
DE VACACIONES<br />
Creo que es la primera vez que siento<br />
vergüenza a la hora de escribir un artículo. Cuando<br />
he puesto el título he mirado para ambos lados, con<br />
la intención de ver si alguien me observaba y, una<br />
vez cerciorado de que pasaba desapercibido, he<br />
escrito rápidamente, con las mejillas llenas de rubor,<br />
la palabra fatídica: vacaciones.<br />
Ya sé que entre la gente importante no se<br />
lleva el estar de vacaciones. Que uno tiene la<br />
obligación de mostrarse imprescindible y un cargo<br />
que se abandona durante un mes entero ni es cargo<br />
ni es nada. Pero, qué quieren que les diga, mi mujer<br />
aún no se ha enterado de eso y está más anticuada<br />
que un cine de verano. Ella opina justamente lo<br />
contrario: que sí, a estas alturas, uno no se puede<br />
permitir el lujo de estar un mes al año mirando al<br />
celeste es que tiene un empleo que es una m... como<br />
un castillo.<br />
Esa situación de vacaciones forzosas, es<br />
buenísima para la salud, pero a mí me dejaba<br />
acharado. Lo noté al ver en la playa a mi vecino.<br />
Con gesto de ejecutivo me soltó:<br />
- Qué, aprovechando estos diítas ¿No? Acabo<br />
de llegar y me he hecho el propósito de desconectar<br />
el móvil a las doce y no volverlo a encender hasta<br />
después de la siesta. Mi secretaria sabe que esas<br />
horas son sagradas. El veinte me vuelvo a la oficina.<br />
¿Tú también, no?<br />
Fui a mentirle, diciéndole que sí, pero mi<br />
mujer no me dio opción:<br />
-¿Éste? Este está aquí hasta el día 31 como<br />
Dios manda. ¡Y que no lo vea coger un teléfono ni<br />
un papel!<br />
Tuve que bajar los ojos, sumiso, para indicar<br />
que yo era un mandado y, al mismo tiempo, no<br />
85
percibir la mirada de desprecio de mi vecino ante el<br />
que acababa de bajar un montón de puntos.<br />
Y, como ese encuentro, tuve otros cien<br />
parecidos. Siempre con altos ejecutivos de empresas<br />
importantes y siempre quedando mal. Bueno,<br />
siempre no. Cuando mi esposa se quedaba atrás<br />
jugando con la nieta, o charlando con una amiga yo<br />
me permitía el lujo de salirme por la tangente, sin<br />
mentir, porque peor es que a uno lo cojan por<br />
embustero, pero dejando la duda en el aire:<br />
- Bueno, yo estoy en contacto permanente<br />
con mi oficina... Estoy a una hora de mi despacho y,<br />
de vez en cuando, cojo el coche y resuelvo lo más<br />
urgente. Por lo demás, estoy constantemente<br />
informado. ¡No hay más remedio!<br />
La verdad es que, en vacaciones, mi mujer<br />
hace que el hablar con la oficina se me convierta en<br />
algo tan vergonzante como hacerlo con el teléfono<br />
erótico. Tengo que coger el móvil, esconderme en el<br />
último rincón de la casa, y cuchichear como lo hacen<br />
los espías, susurrando y volviendo la cabeza de vez<br />
en cuando para que nadie se entere de que estoy<br />
hablando de cosas de trabajo.<br />
Hasta mi hija, cuyo joven marido considera<br />
las vacaciones cosa de gente de la que se puede<br />
prescindir, y por tanto él que es imprescindible no se<br />
las toma, comienza a mirarme por encima del<br />
hombro. Para colmo, ese desprecio por estar de<br />
vacaciones no sólo afecta a los empresarios y altos<br />
ejecutivos de las compañías privadas, ¡asómbrense,<br />
también ha hecho furor entre los funcionarios!<br />
Siempre se ha dicho que el empleado público<br />
es el que más descanso puede tomarse. Disfruta de<br />
sus vacaciones y de esos días adicionales que se<br />
llaman moscosos. Sin rubor alguno. ¡Para eso han<br />
sacado las oposiciones! ...<br />
86
Pero eso debía de ser antes. La primera<br />
semana de Agosto me encontré en la playa a un alto<br />
funcionario con cara de preocupación.<br />
- Me he venido de vacaciones demasiado<br />
pronto... - me dijo con el aire del que tiene toda la<br />
responsabilidad sobre los hombros. - He dejado la<br />
oficina llena de líos. Esta primera semana debería<br />
haber dejado los temas más enfocados...<br />
Sabía, tan bien como yo, que los líos<br />
seguirían igual aunque se hubiese perdido siete días<br />
de reposo y que su suplente en funciones los<br />
afrontaría razonablemente bien. Pero el síndrome de<br />
las vacaciones vergonzantes también había hecho<br />
presa en él. A lo largo del mes me lo encontré en<br />
alguna que otra ocasión. Seguía preocupado. Había<br />
hablado con su despacho tres o cuatro veces cada<br />
día, yo creo que para justificar su apuro vacacional,<br />
y sufría por torear toros a distancia.<br />
El lunes de la última semana iba pálido como<br />
un muerto:<br />
- Me ha llamado el director general. Ya está<br />
en su despacho. De hecho prácticamente no se ha<br />
tomado vacaciones... Yo debería irme hoy a Sevilla.<br />
-¿Te vas a ir?...<br />
- No puedo. ¿Cómo voy a dejar sola a mi<br />
mujer con los niños? Pero voy a estar en un sin vivir<br />
hasta el lunes.<br />
Volví a la sombrilla, junto a la madre de mis<br />
hijos, con el complejo descolgándome la cara. Ella,<br />
más lista que el hambre, me señaló divertida a la<br />
pareja de al lado. La señora, en bikini, dejándose dar<br />
crema por su bronceado marido, que tenía un<br />
moreno de mes y medio, hablaba por teléfono:<br />
-¿Don Jorge?. Le habla la secretaria del<br />
director general, a pesar de la mañana que lleva le<br />
quiere saludar... Le paso.<br />
87
Con aire de complicidad le dio el móvil al<br />
marido. Éste, poniendo cara importante, explicó:<br />
- Hola Jorge. ¿Aún de vacaciones? Yo, ni me<br />
las he podido tomar. Siempre a salto de mata. Estoy<br />
en la oficina, pero puede que dentro de unos minutos<br />
ya no me localices aquí. Debo marcharme para<br />
asistir a mil reuniones. Si me necesitas, llamas al<br />
móvil. Y que te aproveche el descanso. ¡Que suerte<br />
tienes!<br />
Le devolvió el teléfono a la parienta para<br />
repetir la escena otras siete veces. Destrozada la<br />
moral de sus colaboradores se tumbó boca arriba a<br />
seguir con el moreno. Me volví escandalizado. Junto<br />
a mí, mi cuñado tecleaba en el ordenador portátil,<br />
preparando el trabajo de Setiembre, que le iba a salir<br />
pringado de arena.<br />
-¿Por qué no lo dejas? ... Estamos de<br />
vacaciones – le dije envalentonado por lo que<br />
acababa de escuchar.<br />
Pero me respondió con tal mirada de<br />
desprecio que volvió a hundirme en la miseria. Me<br />
tumbé boca arriba, miré al cielo, y le di gracias por<br />
la mujer que me había tocado en suerte. Gracias a<br />
ella podía pasarme un mes sin pegar ni clavo...<br />
Aunque fuera muerto de vergüenza.<br />
88
LA PUERTA<br />
Dice la leyenda que cuando Dios hizo al<br />
hombre dejó, por consejo de Luzbel, una puerta que<br />
separaba el alma del cuerpo. El pretexto para ello<br />
fue la necesidad de aislar, de vez en cuando, al<br />
espíritu de las debilidades de la carne que podían<br />
contaminarlo. Así, en momentos en que los más<br />
bajos instintos hicieran aparición, aquella se<br />
cerraría impidiendo que la parte noble del ser<br />
humano se degradase.<br />
Pero el ángel, que ya andaba preparando<br />
su particular rebelión, colocó los goznes de la<br />
puerta de manera que se cerrara fácilmente ante la<br />
presión de lo animal y le costara la misma vida<br />
abrirse empujada por el espíritu.<br />
¿Engañó Lucifer al Creador o fue Este el<br />
que aceptó la turbia maniobra, y la admitió para<br />
someter al hombre a una dificultad adicional en<br />
una vida que, en caso contrario, hubiera resultado<br />
demasiado sencilla? Si hubiese encerrado a la fiera<br />
hubiéramos sido casi ángeles y, claro, para eso ya<br />
estaban los de la Corte Celestial. Nuestra doble<br />
faceta de animal y espíritu exigía una existencia<br />
más compleja.<br />
Por eso, observamos a veces como el<br />
embrutecimiento intelectual se va autoalimentando<br />
hasta someter al que lo padece a un proceso en el<br />
que cada vez es menos hombre y más salvaje. El<br />
comportamiento primario del animal que llevamos<br />
dentro cierra la puerta y facilita la degeneración<br />
mental que conlleva el comportarse como un ser<br />
irracional: no deja salir al espíritu y poco a poco la<br />
componente de los instintos de nuestro cuerpo nos<br />
deja reducidos al papel de bestia.<br />
Cuántos crímenes, que se califican de<br />
89
inhumanos porque no pueden ser concebidos<br />
desde la parte noble del hombre, se justifican tan<br />
sólo por una puerta cerrada. ¡Qué barbarie la de los<br />
terroristas! Incapaces de sentir la menor lástima, un<br />
atisbo de remordimiento o una pizca de vergüenza<br />
por su acción inexplicable bajo el punto de vista de<br />
un ser humano. Es simplemente el aislamiento del<br />
espíritu el que los deja convertidos en las alimañas<br />
que destrozan, matan, secuestran y depredan por<br />
razones que escapan a toda lógica.<br />
En una parte de la escala de la conducta<br />
humana menos extrema, también encontramos<br />
indicios de la existencia de la puerta. Cuando<br />
discutimos en casa con alguien querido y, en un<br />
momento del debate, en el que somos conscientes de<br />
que, diciendo una palabra de cariño o teniendo un<br />
gesto amable, desaparecería la tensión y todo se<br />
arreglaría, optamos por la confrontación, una nube<br />
cubre nuestros buenos deseos, un turbio velo nos<br />
ciega y agredimos, insultamos y nos ponemos fuera<br />
de quicio.<br />
Esa nube, ese velo, esa barrera no son otra<br />
cosa que la puerta, que encierra bajo llave lo mejor<br />
de nosotros mismos y nos deja indefensos ante<br />
nuestras hormonas, genes y toda la parafernalia de<br />
la química animal que nos constituye.<br />
En otro aspecto menos agresivo, yo lo<br />
percibo en temas relacionados con la creatividad. A<br />
lo largo del año, mientras uno anda más<br />
preocupado con el trabajo, con la Universidad y con<br />
los proyectos, la puerta está abierta de par en par, y<br />
no cuesta trabajo que broten ideas para este libro.<br />
Pero en cuanto llegan las vacaciones, y practico la<br />
terapia que recomiendan los médicos para descansar<br />
y dejar la mente en blanco, se me cierra<br />
herméticamente.<br />
Esos días de levantarte, pasear por la playa, ir<br />
90
en bicicleta a comprar el periódico, sacar al perro, ir<br />
al supermercado, arreglar los chismes averiados de<br />
la casa, tomar el aperitivo, bañarte, comer, la<br />
siesta, vuelta a coger la bicicleta, volver a sacar al<br />
perro, ayudar a preparar la cena, cenar, ver la tele y<br />
caer agotado en la cama, roto de no hacer nada útil,<br />
son fenomenales para vegetar, pero cierran a cal y<br />
canto el baúl de las ideas.<br />
Es una vida sencilla, tan simple como la de<br />
Camilo, mi perro, pero por eso mismo acabo<br />
sintiendo y pensando como él. Comportarse como<br />
un animal no significa siempre ser agresivo, cruel y<br />
sin sentimientos, Hay animales que tienen buen<br />
corazón y son un encanto. Pero no tienen ni idea de<br />
escribir artículos, pensar ni echar a volar la<br />
imaginación. Y las vacaciones, tal como me las<br />
recomienda mi médico, son para vivir como tal.<br />
¡Desconéctate! Me sugiere el doctor, como<br />
quien da la fórmula para ser inmensamente feliz. Y<br />
yo me imagino quitándome el enchufe que alimenta<br />
la cerradura eléctrica de mi puerta para dejarla<br />
herméticamente cerrada. Cada día que pasa me<br />
encuentro más relajado, pero también más<br />
embrutecido. Sólo pienso en comer, dormir, pasear,<br />
bañarme para quitarme el calor, y volver a comer y<br />
dormir. Al cerrar la puerta que aísla mi espíritu me<br />
quedo reducido a mi pobre condición animal. Y<br />
durante el veraneo me quedo vacío de ideas,<br />
incapaz de escribir una página, imposibilitado de<br />
continuar mi novela y esterilizado para pensar en<br />
nada original.<br />
Mis intentos por dejar un resquicio abierto<br />
en la puerta del alma son inútiles. Pienso que la<br />
lectura sería capaz, con su fluir imaginativo, de<br />
mantener una comunicación entre ambos recintos,<br />
pero que va: la desconexión es total y supera mis<br />
fuerzas. Lo poco que consigo leer es banal,<br />
91
intranscendente y contribuye más a sumergirme en<br />
el sopor.<br />
Me dan envidia aquellos que aprovechan las<br />
vacaciones para atiborrarse de libros. Yo eso sólo<br />
lo puedo hacer mientras trabajo a todo ritmo, que<br />
es cuando tengo abierta la puerta de par en par. Y, a<br />
pesar de la tarea, me resulta fácil leer, escribir e<br />
idear cosas aunque sean tan poco serias como éstas<br />
que ahora les cuento.<br />
Por eso, cuando llega Setiembre y se acaba<br />
mi descanso, vuelvo a conectarme. Siento de nuevo<br />
pasar por mis venas la corriente vivificadora que<br />
me arranca de un letargo en el que he temido estar<br />
sumergido para siempre. Y es que, con esa<br />
conexión, se abre mi puerta, esa que espero no ver<br />
cerrada a cal y canto hasta al mes de Agosto del año<br />
que viene.<br />
Por favor, querido lector, no se olvide<br />
también de abrir la suya: mis libros no serían lo que<br />
son si no tuvieran a sus lectores con el espíritu<br />
abierto sin puerta alguna.<br />
92
EL MERCADILLO<br />
Los martes de verano, por la mañana, las<br />
veraneantes van al mercadillo del Puerto de Santa<br />
María. Todas sin excepción: madres, hijas,<br />
abuelas, nietas, novias, pretendidas, niñas saliendo,<br />
chicas por salir y mozas con vocación de vestir<br />
santos se dan cita, en tremenda multitud, junto a la<br />
playa de la Puntilla.<br />
Hombres van muy pocos. Sólo los tres o<br />
cuatro que hemos prometido a nuestras esposas<br />
dedicarles íntegro el tiempo de vacaciones, como<br />
compensación a lo abandonadas que las tenemos el<br />
resto del año. Y, como si de un purgatorio se<br />
tratase, para pagar nuestro pecado de omisión,<br />
deambulamos como almas en pena, sometidos al<br />
castigo del insoportable calor, la falta de aire para<br />
respirar, los gritos de los que venden y los<br />
empujones de la riada femenina que lo ocupa todo,<br />
lo toca todo y lo mira todo sin la menor prisa y sin<br />
ninguna compasión por el varón domado.<br />
Ellas lo recorren despacio, con la actitud del<br />
cazador que busca la presa fácil, la ganga, la prenda<br />
bien diseñada, con gusto, que da el pego y vale<br />
sólo trescientas pesetas. La mirada se concentra<br />
en cada uno de los millones de productos allí<br />
exhibidos, como el depredador recorre con los ojos<br />
el inmenso territorio de la sabana evaluando sus<br />
presas. ¡Parece mentira la capacidad de que hacen<br />
gala para distinguir entre mil pares de zapatos, todos<br />
apilados en confuso e indistinguible montón, uno<br />
que sea el adecuado! Y, una vez vislumbrado, la<br />
apasionante tarea de espulgar en la baraúnda<br />
intentado encontrar el compañero.<br />
- Oiga, ¿tendría usted el 36, del pie<br />
derecho, de este modelo?<br />
93
Le preguntan a un chamarilero, que,<br />
vendedor inconmensurable, no se altera y,<br />
pacientemente, comienza a bucear en el magma de<br />
la confusión hasta tropezarse, veinte minutos<br />
después, con la pieza deseada.<br />
- Son setecientas pesetas.<br />
A mí me parece imposible que ningún zapato<br />
de cuero pueda costar nada semejante. Sin<br />
embargo, la que lo ha cazado no solo no siente<br />
compasión alguna por la presa obtenida, sino que se<br />
ensaña y quiere rematar su victoria:<br />
-¡Que caro es! ¿No se puede quedar en<br />
quinientas?<br />
-¿Me quiere arruinar señora? - le contesta,<br />
escandalizado.<br />
Y ambos dramatizan cuarenta duros como si<br />
les fuera la vida en ello. Al final, el buhonero no<br />
rebaja ni una peseta, y la dama se marcha<br />
doblemente satisfecha: ha comprado una ganga y ha<br />
conseguido el último precio porque, con menos,<br />
habría obligado al vendedor a presentar suspensión<br />
de pagos.<br />
Los hombres, los escasos varones que por<br />
allí pululamos, vagamos con la mirada perdida,<br />
aturdidos, sin poder fijarnos en nada concreto y sin<br />
sentir atracción por ninguna de las mercancías que<br />
allí se exponen: obviamente no hay ni un tenderete<br />
con libros, juguetes, electrónica, programas de<br />
ordenador, manualidades o ferretería que le darían<br />
algún aliciente al laberinto diabólico que hay que<br />
recorrer.<br />
Para salvarme de la lipotimia, que el calor y<br />
la falta de aire me pueden producir, intento<br />
distraerme con el abigarrado espectáculo que la<br />
multitud femenina ofrece a mis ojos.<br />
Veo señoras de Madrid, hablando como en la<br />
calle Serrano, regateando con una gitana gorda,<br />
94
que le da mil vueltas en aritmética parda a sus<br />
elegantes clientas que pretenden llevarse polos de<br />
Burberry falsificados por mil pelas.<br />
- Ay chica, todo depende de quien lo lleve.<br />
Seguro que piensan que mi Curri lo ha comprado en<br />
Regent Street.<br />
- De allí mismito los traigo yo, señora. -<br />
afirma, con el pitorreo en los ojos, la gitana.<br />
Madres rondando los cincuenta, compitiendo<br />
en buen ver con sus hijas de veintitantos, calcos de<br />
rostro y de tipo, más cruditas las niñas y con más<br />
solera las mamás, intentan vestir a sus herederas<br />
para el invierno. Y las chicas, inmunes al sofoco, se<br />
enfundan encima de su vestido, - allí no hay<br />
probadores, faltaba más- algún que otro jersey, con<br />
su chaqueta de punto a juego, que parecen<br />
comprados en Ortega y Gasset por treinta mil<br />
pesetas, pero que aquí cuestan sólo cuatro.<br />
Se colocan felices las prendas de lana, bajo<br />
un sol achicharrante, a pesar de que en cualquier<br />
otro sitio protestarían por un grado de más. Sólo<br />
cuando la madre ha dicho basta, porque han<br />
agotado sus cupos de compras, descubren con<br />
horror dónde se encuentran y pierden el interés por<br />
continuar.<br />
- Mamá, yo estoy ya hasta el moño de ver<br />
telas. - Decía una rubita del Norte a una pobre<br />
señora que llevaba dos horas comprándole cosas y<br />
se había detenido sólo cinco minutos en busca de<br />
loneta blanca para una cortina.<br />
¡Qué injustos somos,! Pensé. Si estuviera<br />
viendo libros viejos, estaría feliz a pesar de la<br />
temperatura, pero como lo que hago es contemplar a<br />
matronas orondas comprándose fajas, que allí<br />
colgadas parecen a la vez obscenas y ortopédicas, y<br />
a madres de familia numerosa equipando la casa<br />
con colchas baratas, ando amargado igual que esa<br />
95
niña.<br />
Y es que el mercadillo es el reflejo de la<br />
vida misma, donde se pone a prueba la<br />
generosidad de cada uno soportando pacientemente<br />
la felicidad de la pareja.<br />
-¿Has comprado mucho? - le pregunté a mi<br />
mujer cuando volvíamos a casa el primer martes de<br />
agosto -. Te habrás hinchado, con lo barato que<br />
estaba todo.<br />
- Sólo dos kilos de ajos viejos - sonrió feliz -<br />
. No me he gastado más que quinientas pesetas.<br />
Respiré aliviado. Eso significaba que no<br />
le había interesado y ya no habría que volver. Pero<br />
mi gozo se desvaneció cuando la oí decir:<br />
- Es que, tan deprisa, no se puede buscar<br />
bien. Habrá que venir el martes que viene con más<br />
tranquilidad. Ahora que, si quieres, te puedes<br />
quedar en casa...<br />
Por su tono deduje lo desgraciada que sería<br />
si no la acompañaba. Así que hice de tripas<br />
corazón y le prometí:<br />
-¡Qué va! Si a mí me encanta venir... He<br />
encontrado un puesto en el que me venden artículos<br />
inéditos para mi libro por cien duros... –y para<br />
dentro de mí, acabé la frase- minutos de estar<br />
asfixiado.<br />
96
OTRO MERCADILLO<br />
Durante el mes de Setiembre mis relatos<br />
deberían llamarse más bien crónicas del veraneo en<br />
el Puerto de Santa María. Acabo de contarles mi<br />
visita obligada al mercadillo de la Puntilla y lo que<br />
supone de calvario, para un marido amoroso,<br />
soportar allí a un ejército de señoras, niñas, maris y<br />
no maris a la búsqueda y captura de una ganga. Y mi<br />
desconsuelo por tener que regresar...<br />
El martes siguiente no me libré y volví a<br />
recorrer tenderetes, puestos, callejuelas a pleno<br />
sol, túneles bajo toldos que proporcionaban sombra<br />
pero detenían el aire, acompañado por una<br />
vocinglera sinfonía de ofertas tentadoras que me<br />
aturdieron enseguida. A los diez minutos, yo<br />
deambulaba confuso, sudoroso, con la mirada<br />
perdida, intentando sacarle punta literaria a lo que<br />
allí veía. En el fondo, me sentía frustrado conmigo<br />
mismo por rendirme tan pronto y no ser capaz de<br />
sacarle el jugo a aquel tórrido ambiente. Hubo un<br />
instante en que, cargado de dignidad, me recriminé<br />
duramente y me dije:<br />
-A lo largo de todas las civilizaciones, han<br />
existido mercados como éste en los que se han<br />
podido adquirir los alimentos más exóticos y las<br />
baratijas más genuinas de cada cultura. En la<br />
antigua Babilonia, la Roma de los Cesares, nuestra<br />
edad Media, y el Renacimiento italiano tenía que<br />
haber habido zocos apasionantes. ¡Qué no hubiera<br />
dado yo por haber recorrido los puestos de venta de<br />
una Jerusalén en los albores de la cristiandad! ¡Y<br />
ahora me quejaba!<br />
No hubiera tenido nada de extraño que en<br />
éste mismo lugar, en épocas pretéritas, se hubieran<br />
podido comprar zapatillas de piel de cabra<br />
97
amarillas, con arabescos dibujados por un<br />
artesano musulmán, o dátiles con leche de camello.<br />
Súbitamente animado pensé que, si<br />
aquellos puestos se habían ido transmitiendo de<br />
padres a hijos, a lo mejor alguno guardaba la<br />
reminiscencia de aquellos siglos perdidos. Y me<br />
dediqué, lleno de repentina ilusión, a mirar en busca<br />
de algún recuerdo pretérito que hubiera quedado<br />
perdido en los mil y un mostradores que allí había.<br />
Sin saber bien por qué, obedeciendo a una<br />
repentina corazonada, me metí entre unos<br />
mostradores abarrotados de muselinas, sedas y<br />
piqué, descorrí la lona trasera para salir al exterior<br />
y me encontré en una calle transversal, cubierta por<br />
toldos que la sumergían en una fresca penumbra.<br />
Feliz, porque mi corazonada había resultado<br />
cierta, contemplé arrobado el escenario. Ofrecía el<br />
aspecto de un auténtico zoco marroquí: Puestos de<br />
marroquinería, chilabas colgando de perchas de<br />
cedro, plata repujada sobre alfombras multicolores,<br />
y, sobre todo, un olor denso a almizcle, mirra y<br />
otras esencias orientales.<br />
Un tuareg azul, tan alto que me sacaba la<br />
cabeza, pasó a mi lado husmeando las mercancías<br />
con un impresionante rifle de culata de marfil<br />
colgado a su espalda. Asombrado, le vi acercarse a<br />
un vendedor de alfombras para elegir una entre una<br />
enorme pila de tapices de Samarkanda.<br />
- Un millón de dirhams. - le anunció<br />
impertérrito el dueño.<br />
-¡Qué barbaridad! ¿Cuántas pesetas son?<br />
-¿Pesetas? - se asombraba de semejante<br />
moneda -. Sólo admito dirhams. En cualquier caso<br />
no se la puedo vender. No creo que tenga el permiso<br />
en regla. Son alfombras voladoras y sólo las puede<br />
adquirir el que tenga el título de piloto. ¿Posee usted<br />
licencia para conducirlas?<br />
98
Como si quisiera vencer mi incredulidad, la<br />
bella alfombra se elevó sola en el aire y se situó<br />
sobre otra pila de kilims turcos dejándose caer con<br />
un gesto de humano cansancio.<br />
Pellizcándome para despertarme del sueño<br />
que creía estar viviendo pasé al siguiente vendedor.<br />
-¿Qué ofrece usted, buen hombre? - Le<br />
pregunté en mi francés oxidado esperando que<br />
también dominara esa lengua.<br />
El moro sonrió con su boca desdentada:<br />
- Vendo billetes de lotería premiados. Usted<br />
los compra a precio normal pero sabe con seguridad<br />
que tienen premio. A los de color salmón les ha<br />
tocado la pedrea, los de azul cielo tienen terceros<br />
premios y a los granates les corresponden los<br />
premios gordos.<br />
-¿Y pretende que me lo crea?<br />
- Señor - me dijo solemnemente- está usted<br />
en el zoco mágico. Aquí no puede adquirir nada<br />
que no esté impregnado de buena suerte. ¡Qué<br />
clase de lotería sería la mía si no tocara!<br />
Desgraciadamente tampoco pude comprar<br />
ninguno. No llevaba dirhams ni tampoco<br />
esmeraldas o rubíes que eran la moneda que me<br />
ofreció como alternativa.<br />
Un faquir mugriento me tendió unas<br />
hermosas serpientes irisadas, vivas, para llevar al<br />
cuello. Se enroscaban y desenrollaban con<br />
movimientos elegantes y te hacían cosquillas con<br />
su lengua bífida en el lóbulo de la oreja.<br />
Un vendedor de esclavos me ofreció, tiradas<br />
de precio, dos bellísimas huríes nubias, desnudas,<br />
cubiertas tan sólo por unos velos transparentes que<br />
envolvían sus cuerpos hasta las argollas de plata<br />
que encadenaban sus tobillos. Estaba dispuesto a<br />
aceptar mi tarjeta de crédito pero, como no encontré<br />
la excusa que le iba a dar a mi mujer para aparecer<br />
99
con semejante compra, las rechacé.<br />
Al final de la calle se veía la arena de una<br />
duna. Pensé que sería la playa y salí dispuesto a<br />
volver por fuera, rodeando el mercadillo. Con<br />
pasmo terrible, me di cuenta que me hallaba en<br />
pleno desierto, con un oasis al fondo y una larga<br />
caravana de camellos aproximándose .<br />
Despavorido, di la vuelta y corrí<br />
desesperado por los mil recovecos de aquel bazar<br />
buscando la salida a la calle principal del mercado.<br />
Completamente perdido, desorientado y convencido<br />
de que jamás saldría de allí, me metí en un puesto<br />
de sedas. Allí me tropecé con una dama.<br />
- Perdón. ¿Sabe dónde está la salida?<br />
Era mi mujer. Volvía con dos kilos de ajos<br />
viejos - su única compra predilecta del mercadillo -<br />
y, compadecida, me guió hacia el coche.<br />
- Pobrecito mío, que le ha dado una<br />
insolación.<br />
-¿No vamos a dar otra vuelta por los<br />
puestos? - pregunté luchando entre la pesadilla que<br />
suponía el recorrido tradicional y la atracción<br />
irresistible del zoco perdido que había encontrado.<br />
- No, déjalo. Ya volvemos a casa.. -<br />
respondió condescendiente.<br />
- Es que te he encontrado un par de<br />
empleadas del hogar, magníficas, por un precio<br />
irrisorio... Además, son para toda la vida. ¡Y no<br />
necesitan seguro!...<br />
Convencida de que deliraba por el calor, dijo:<br />
- No te preocupes, rey, lo dejaremos para el<br />
año que viene. Pero tú te quedarás en casa.<br />
Comprendo que aquí no hay nada que le interese a<br />
un articulista como tú.<br />
Y me arrastró lejos de la única oportunidad<br />
que se me va a ofrecer en la vida de tener un par de<br />
esclavas solas para mí.<br />
100
EL SUPER<br />
- Pobre marido mío... ¡Qué verano le estoy<br />
dando con el supermercado!<br />
Mi mujer se compadecía de mí. En lugar de<br />
quedarme sentado en el porche leyendo un buen<br />
libro, tenía que coger diariamente el coche para<br />
llevarla a comprar todos los víveres que una casa en<br />
la playa necesita cotidianamente.<br />
A pesar de que siempre volvíamos con el<br />
maletero hasta los topes, al día siguiente la nevera<br />
vacía nos obligaba a una nueva expedición para<br />
repostar lo que la intendencia del hogar exigía. ¡Lo<br />
que devoran y trasiegan las multitudes de hijos,<br />
amigos, familiares, conocidos y desconocidos que<br />
pululan por nuestro retiro veraniego es para<br />
asombrar al jefe de provisiones de un regimiento!.<br />
Por eso, cada mañana después de desayunar,<br />
emprendíamos, matrimonio feliz, la marcha, tarjeta<br />
de crédito en ristre, dispuestos a vaciar las<br />
estanterías de un nuevo local alimentario. En el<br />
Puerto de Santa María hay cinco o seis centros<br />
donde comprar vituallas y yo ponía como condición<br />
ir cada día a uno diferente:<br />
- Al de ayer lo dejamos completamente<br />
vacío, hay que ir a otro nuevo para que le dé tiempo<br />
a reponerse.<br />
Ella reía mi chiste y, con los ojos brillantes,<br />
me cogía de la mano mientras me explicaba su plan<br />
de avituallamiento.:<br />
- Como a cada uno hay que prepararle una<br />
comida diferente, tengo que comprar de todo. A tu<br />
hijo le encanta la carne; tus hijas no pueden ni verla;<br />
los invitados quieren pescado y ensalada, pero claro,<br />
después van a ir por ahí diciendo que han pasado<br />
hambre. Hoy les voy a preparar una fabada... Y para<br />
101
ti, lo de siempre... Nada con sal para que no te suba<br />
la tensión. ¡Las grasas, no debes ni verlas!.- Por lo<br />
del colesterol -. Las conservas, malísimas para el<br />
ácido úrico, te hacen daño. Los dulces no puedes ni<br />
probarlos, si no quieres volver a Sevilla con cien<br />
kilos...<br />
Y yo veía cómo el carro se atiborraba de<br />
cosas apetitosas, vedadas para mí porque eran<br />
pecados terribles que llevaban a la condenación<br />
eterna, pero de las que iban a disfrutar todos los<br />
huéspedes de mi casa.<br />
Así que levantaba los ojos al cielo y le<br />
preguntaba desgarrado si el colesterol, los<br />
triglicéridos y la tensión los había inventado Dios<br />
sólo para mí, y, si no, cuál era la causa de que los<br />
demás no necesitaran hacer ayuno.<br />
Por eso, mientras mi mujer rellenaba el carro,<br />
me dedicaba a darme el gran banquete visual. Dicen<br />
que el hombre vive y progresa, fundamentalmente,<br />
gracias a su imaginación. Y en mi caso, era<br />
absolutamente cierto. Yo me alimentaba, atiborraba<br />
y me ponía morado a comer sólo con la fantasía, a<br />
base de la ruta gastronómica de un paseo por el<br />
supermercado.<br />
Primero, me tomaba el aperitivo. En la<br />
sección de licores elegía el vermú más caro. Me<br />
llenaba con la mente un vaso con hielo y limón, y<br />
hacía que me lo trajera la chavala esa del anuncio<br />
del Martini que viene con patines. Como el alcohol<br />
imaginario no se sube a la cabeza, le pedía a mi<br />
virtual camarera que me trajera otros dos a la<br />
sección de conservas, donde me iba a organizar un<br />
buen tapeo, mientras los ojos se me iban detrás de<br />
las piernas larguísimas sobre las botas con ruedas y<br />
la mínima falda que revoloteaba traviesa y sugerente<br />
cuando se alejaba.<br />
102
Para comenzar mi aperitivo fantástico, elegía<br />
unos berberechos, de los mas caros, de diez piezas<br />
por lata; unas almejas chilenas; navajas y unos<br />
mejillones. Después, despacio, saboreando,<br />
paladeando, me tomaba un par de anchoas, unas<br />
banderillas picantes y una tapa de bonito frito.<br />
Mientras mi mujer echaba al cesto aceitunas y melva<br />
canutera, yo me acercaba al frigorífico.<br />
Allí probaba mentalmente unas lonchitas de<br />
salmón ahumado, un par de porciones de queso<br />
Camembert sobre tostadas y unas huevas secas de<br />
mújol. En la charcutería, devoraba con los ojos un<br />
buen plato de jamón serrano, con bastante tocino,<br />
una ración de caña de lomo y un buen trozo de queso<br />
manchego.<br />
La ventaja de estos banquetes etéreos es que<br />
no sólo no se quita el hambre, sino que la gazuza lo<br />
hace a uno insaciable. Así que, terminado el<br />
aperitivo, me volvía a los anaqueles en busca de la<br />
comida principal.<br />
Comenzaba por unos buenos callos con<br />
garbanzos; de ahí pasaba a la fabada - para ello<br />
elegía la lata con la etiqueta más terrible: morcilla,<br />
lacón, chorizo... -; y me relamía con pimientos<br />
rellenos de bacalao y manitas de cerdo con tomate.<br />
Los ruidos de mi estómago no conseguían<br />
doblegar mi voluntad. Así que me encaminaba de<br />
nuevo a la sección del frigorífico a prepararme un<br />
par de huevos fritos con tocino entreverado,<br />
chistorra y costilla adobada. Una buena botella de<br />
gran reserva de Rioja, con una barra de pan de<br />
pueblo para migar, eran el complemento<br />
indispensable.<br />
Podía así haber seguido trasegando platos y<br />
platos. Pero tanto abuso me podía sentar mal (tenía<br />
el buche hinchado de jugo gástrico), así que me<br />
dirigía hacia los postres: un espléndido trozo de<br />
103
Roquefort, otro de queso de Cabrales, un helado con<br />
nueces de Macadania, unos bombones, una copita de<br />
orujo frío y después un coñac.<br />
-¿Te has aburrido mucho cariño? - me<br />
preguntaba mi mujer viéndome empujar un carro<br />
hasta los topes.<br />
- ¡Bah!. Este ya me lo sé. Mañana iremos a<br />
otro super que me han dicho que tiene un foie<br />
superior.<br />
- Pero si tú no puedes comerlo.<br />
-¿No? - preguntaba yo con cara de ingenuo<br />
como si acabara de enterarme de mi dieta- ¿Y qué<br />
llevas ahí para mí?<br />
Porque el carro estaba a reventar de cosas<br />
apetitosas.<br />
-¿Para ti? Lo de siempre. Una lechuga<br />
romanilla, un par de tomates, un yogur desnatado,<br />
pan integral y un par de pijotas. Te iba a haber<br />
comprado tres, pero me ha dado miedo que te suba<br />
el colesterol...<br />
- Si... -pensé- Hoy lo tendré, virtualmente,<br />
por las nubes. Pero mañana, con el foie, lo voy a<br />
rematar.<br />
-A propósito - dijo mi mujer- Mañana te<br />
dejaré en casa, tranquilo, leyendo. Le voy a decir a<br />
tu hijo que me acompañe.<br />
-¡Qué!... - salté como un león- De eso ni<br />
hablar. A ti no te dejo sola ni un momento. El verano<br />
es para estar contigo y yo me sacrificaré todo lo que<br />
haga falta. Mañana regresamos juntos al<br />
supermercado...<br />
Y me volví para decirle adiós a la patinadora<br />
del Martini, que me dedicó su mejor sonrisa antes de<br />
desvanecerse...<br />
104
ATARDECIA<br />
Atardece. El sol, detrás de la colina, se<br />
despide apagando poco a poco el azul del cielo; los<br />
campos se van difuminando en el horizonte con un<br />
color gris lleno de silencio y vacío; el aire está<br />
quieto, las hojas de los árboles, inmóviles; todo<br />
permanece en suspenso esperando la noche, y el<br />
corazón del hombre siente una ligera opresión de<br />
melancolía:<br />
- Que tristes son los ocasos del verano - se<br />
dice para sí, sentado en el sillón del porche con la<br />
vista perdida en el paisaje apagado.<br />
En los días postreros de agosto, las tardes<br />
comienzan a acortarse y se despiden con una luz<br />
difuminada que anuncia no sólo el fin de la jornada<br />
sino el del mismo verano. El contraste con la<br />
luminosidad diurna, que inunda todo de vida, se<br />
acentúa en estos últimos tristes atardeceres del mes.<br />
La paz alegre de las vacaciones, el optimismo y el<br />
bienestar se tiñen de nostalgia a esas horas<br />
vespertinas.<br />
-¿Por qué será así siempre? ¿Por qué te<br />
deprime el atardecer?<br />
- El hombre recuerda ese mismo sentimiento<br />
en todas las tardes de verano de su vida: de niño, de<br />
adolescente, de joven y ahora de mayor. Siempre le<br />
han afligido esos minutos en los que, ido el sol, aún<br />
no ha entrado la noche.<br />
Y no podía atribuirlo a la falta de actividad<br />
de las vacaciones. De día, las disfrutaba<br />
reconfortado de no tener nada útil que hacer en unas<br />
horas espléndidas, alegres, en las que la naturaleza<br />
reventaba de vitalidad contagiosa. De noche,<br />
pasados los instantes del ocaso, volvía a sentirse<br />
dinámico, locuaz y vivo en esas veladas bajo las<br />
105
estrellas, que hacen guiños desde el cielo. Sólo al<br />
atardecer pasaba de visita la melancolía por su<br />
pecho.<br />
El hombre, recostado sobre el cómodo sillón,<br />
dejaba volar su pensamiento en busca de una<br />
respuesta a su fugaz congoja. En el placer<br />
sedentario, de no hacer nada, el único esfuerzo<br />
perezoso era el de su mente, que navegaba despacio,<br />
sin prisas, sin rumbo, en pos de una idea, una<br />
fantasía o una locura que entretuviera su descanso.<br />
Todas las mañanas, pensó, se levantaba<br />
temprano, lleno de ilusión por vivir un nuevo día,<br />
que no le iba a traer nada nuevo, que sería idéntico<br />
al anterior, pero que le insuflaba en el espíritu<br />
grandes oleadas de optimismo.<br />
Era como si comenzara la jornada dispuesto a<br />
vivir la película de su vida en ese día. Tenía al<br />
despertarse la misma expectación que cuando iba al<br />
cine esperando ver una buena historia. De hecho,<br />
todo el mundo al despertarse, sin pensarlo ni ser<br />
consciente de ello, se apresta a vivir un guión no<br />
escrito de su aventura cotidiana. Y, como siempre,<br />
todos cuentan con un final feliz.<br />
Por eso, el amanecer es igual que esperar<br />
algo bueno que debe de ocurrir ese día: un milagro,<br />
la gran noticia de nuestra vida, la felicidad, el<br />
triunfo... Nadie reflexiona así, pero nuestro<br />
organismo se prepara para la eventualidad del gran<br />
acontecimiento.<br />
El atardecer, en cambio, equivale a ver el<br />
final de la película. Es el momento en el que<br />
descubrimos que no ha ocurrido nada relevante, que<br />
todo sigue igual, que nos queda un día menos por<br />
vivir y que disminuyen nuestras oportunidades de<br />
triunfar como héroes de la historia...<br />
La noche supone la vuelta a casa después del<br />
cine. Lo cotidiano, el confort de lo que realmente<br />
106
tenemos, la aceptación de nuestra realidad y pensar<br />
en el mañana, que tal vez nos depare algo distinto.<br />
El hombre se remueve en el sillón, satisfecho<br />
con la figura que ha imaginado para encontrar una<br />
explicación a su desazón. Y, osado, la extrapola a<br />
toda su vida. El atardecer es ahora el ocaso de su<br />
propia existencia. Y, pensando en él, también siente<br />
un pellizco melancólico en el alma.<br />
El despertar coincide, esta vez, con su<br />
juventud. Y contiene así sus primeras ansias por<br />
vivir, el sabor a nuevo en todo lo que le rodeaba, el<br />
afán por descubrir los secretos de la vida, y el<br />
interrogante de lo que le depararía el mañana.<br />
El hombre se recuerda a él y a sus amigos,<br />
jóvenes, rebosando ilusión, llenos de planes. Cada<br />
uno apostaba por un futuro. Todos escribían el guión<br />
de su propia película, y soñaban con amores<br />
apasionados y duraderos, triunfos profesionales,<br />
estabilidad económica, revoluciones pendientes para<br />
un mundo mejor, victorias... Ninguno se planteaba<br />
temas como la salud, la decrepitud, los hijos... Todo<br />
eso era muy lejano.<br />
Ahora, al atardecer de su vida, el hombre ya<br />
ha visto el final de las películas. De la suya y de las<br />
de sus compañeros. Y sabe que, en la mayor parte de<br />
los casos, el guión real ha tenido muy poco que ver<br />
con el soñado.<br />
De sus jóvenes amigos, varios murieron en<br />
plena juventud; en otros, una frágil salud torció sus<br />
vidas; a algunos el amor se les rompió entre los<br />
dedos y se encontraron con las manos vacías; más de<br />
uno erró al elegir su trabajo y sus existencias han<br />
transcurrido de frustración en frustración...<br />
Es triste ver el final de la película, porque<br />
para ninguno ha coincidido con el desenlace que<br />
cada uno tenía previsto para sí mismo...<br />
107
Inquieto, ahogado por la nostalgia, el hombre<br />
se remueve en su sillón, y contempla cómo las<br />
sombras van tiñendo de negro los campos grises.<br />
Allá en el cielo un punto comienza a brillar con<br />
intensidad... Es Venus, la primera estrella, que<br />
anuncia la llegada de la noche.<br />
Como si hubiera dado un toque de clarín, una<br />
brisa se levanta y trae contra el rostro un soplo de<br />
frescor. Con él desaparece bruscamente la nostalgia.<br />
La noche lo envuelve todo y lo sitúa en su justa<br />
dimensión. Es tan enorme y poderosa que la escala<br />
humana se llena de humildad.<br />
Lo que menos importa es que el final de la<br />
película no sea el soñado. Lo verdaderamente<br />
trascendente es que haya habido unas historias y que<br />
hayan dado su fruto, que no tiene porqué ser el<br />
añorado. ¿Qué saben los jóvenes de la vida para<br />
soñar con el mejor destino?<br />
El día de verano toca a su fin. No hemos<br />
hecho nada de lo previsto. No se ha cumplido<br />
ninguno de nuestros sueños... ¡Qué más da! Tal vez<br />
mañana...<br />
108
VOLVER A EMPEZAR<br />
Begin the beguine... tariero lariero... ¡ Qué<br />
melodía más sugerente! ... Cierro los ojos y recuerdo<br />
mis años mozos: una terraza frente al mar; una<br />
noche cálida con olor a dama de noche; la orquesta<br />
que interpreta la música de Cole Porter; la fiesta<br />
veraniega en torno a la pista de baile, y la niña más<br />
guapa del pueblo, por lo menos a mí me lo parecía,<br />
baja los ojos ruborizada cada vez que pretendo fijar<br />
sus pupilas en las mías mientras, en mis brazos -<br />
pero a la distancia justa que permitía la época-<br />
bailamos en una nube.<br />
Begin the beguine... No hay mejor escenario<br />
para una orquesta que el mar. El sonido es denso,<br />
caliente, embriagador diría yo. La acústica es<br />
inconfundible. Nada suena igual que frente a la<br />
playa. La niña, mi amor de ese verano de primeros<br />
pantalones largos, y yo acabamos de hacer las paces.<br />
(No había noviazgo de adolescencia que no tuviera<br />
mil enfados: que si le has sonreído a ese; que si has<br />
mirado a esa; que no me dejas que te dé un besito en<br />
la mejilla; que eres muy fresco...) Y también tenía<br />
mil maravillosas reconciliaciones.<br />
Begin the beguine... tariero lariero... Volver a<br />
empezar de nuevo el amor, volver a reanudar la<br />
relación interrumpida la noche anterior. Volver a<br />
sentir el corazón deprisa al coger aquella mano,<br />
rozar suavemente aquella cintura, ver aquella boca<br />
tan cerca... Volver a sentirme el rey del mundo<br />
porque ella me ha dicho que le gusto, me ha elegido<br />
entre toda la pandilla y quiere ser mi novia... Volver<br />
a saberla mía porque ya hemos hecho de nuevo las<br />
paces.<br />
Begin the beguine... La música de aquellos<br />
agostos de pandilla de adolescentes en los que nos<br />
109
euníamos en la orilla del mar, como adultos,<br />
después de cenar, mientras nuestros padres iban al<br />
cine de verano. ¡Qué ilusión sentirse a esas horas,<br />
prohibidas en invierno, envueltos en la cálida noche!<br />
¡Qué maravillosamente romántica la luna de<br />
entonces! Y qué hermoso era buscar entre las niñas,<br />
que esa primera noche se dedicaban sólo a hablar<br />
entre sí y nos hacían poco caso, la cara bonita para<br />
enamorarse.<br />
Begin the beguine... Volver a robar la mirada<br />
que se cruza como sin interés. Volver a sentir un<br />
escalofrío de emoción con la primera sonrisa<br />
regalada; esperar con impaciencia otro encuentro de<br />
pupilas y, entonces, percibir una maravillosa<br />
corriente eléctrica que nos recorre de arriba abajo;<br />
dirigirte a ella por primera vez; sufrir con el primer<br />
desdén; volverte humillado y sin esperanza; oír<br />
después tu nombre en su boca y escuchar a los<br />
ángeles cantar en el cielo porque la diosa se ha<br />
dirigido a ti...<br />
Begin the beguine... tariero, lariero... Volver<br />
a pasear de vuelta a casa, ya junto a ella; preguntarle<br />
por su vida, qué estudia y qué le gusta; rezagarte un<br />
poco del resto de la pandilla y andar a su lado,<br />
formando una pareja, orgulloso porque es la primera<br />
vez que sales con una niña. ¡Y es tan linda! Te<br />
parece mentira que un ángel tan bonito quiera estar<br />
contigo y te recreas mirándola embobado sin querer<br />
perderte ni un detalle de su cara... Volver a decirle<br />
un hasta mañana cuajado de esperanza cuando se<br />
queda en casa y te vuelve a sonreír desde la puerta...<br />
Y regresar con saltos de alegría prometiéndote que<br />
en cuanto la veas te declaras. Y así un día tras otro...<br />
¡Dios, que difícil era declararse!<br />
Begin the beguine... Volver a vivir aquellos<br />
veranos en los que, tras un enfado porque ella ha<br />
coqueteado con ese chico de Madrid, más alto y más<br />
110
guapo que tú, te apartas del grupo y te sientas solo<br />
en la playa a llorarle al mar tu rabia. Y, cuando te<br />
recreas en la pena que te das a ti mismo, ella<br />
aparece, se sienta a tu lado y te dice que eres tonto,<br />
que te ha echado en falta y que le gustas... Y nadie<br />
sabrá que se te ha declarado porque está feo que las<br />
niñas lo hagan, pero te sientes en el cielo porque, al<br />
fin, la mas linda del planeta es tu novia.<br />
Begin the beguine... Y al acabar las<br />
vacaciones, la despedida. Crees que la volverás a<br />
ver, pero no es así, desaparecerá de tu vida para<br />
siempre. Te llevas el recuerdo de dos besos de<br />
refilón en el carrillo, una mano emocionada que<br />
conseguiste tener cogida cuatro noches tras dura<br />
batalla y el baile de reconciliación... ¿Cómo era ?<br />
¿Morena tal vez? El tiempo ha borrado su imagen<br />
como ha borrado aquella época ingenua y romántica<br />
que me parece más bella que la actual.<br />
Begin the beguine... No volvería a empezar.<br />
La vida, el paso de los años, ha cambiado, seguro<br />
que a mejor, mi mundo, mis amores y mis sueños.<br />
Mi pasado ya no existe. Pero me queda la nostalgia,<br />
una maravillosa y reconfortante nostalgia, cuando en<br />
las noches estivales oigo una orquesta frente al mar<br />
y suena Begin the beguine...<br />
111
112
SE ACABO EL VERANEO<br />
¿Se ha dado cuenta, querido lector, de que<br />
hoy es el último viernes de Agosto? Los atardeceres<br />
son melancólicos, el paisaje tiene pinceladas tristes.<br />
La semana que viene hay que volver, y ese<br />
sentimiento de que las vacaciones se acaban, nos<br />
deja un sabor agridulce de corazón encogido por lo<br />
que nos espera y, paradójicamente, de deseo a la vez<br />
de volver a la actividad porque el descanso también<br />
cansa.<br />
Aún le queda un fin de semana para agotar la<br />
holganza, no hay que perder el ánimo, aunque en el<br />
fondo de la cabeza tenga el convencimiento de que<br />
esto se ha acabado, de que no hay quién lo pare y es<br />
bueno ir haciendo el cuerpo para la vuelta. No se<br />
torture por lo poco que le queda de disfrutar porque,<br />
para qué negarlo, tampoco todo ha sido tan perfecto.<br />
Si se mira al ombligo, lo encuentra más<br />
distante que cuando vino. ¡En algún sitio tienen que<br />
estar las cervezas y tanta cena! Menos mal que, a<br />
estas alturas del verano, en la playa ya no estamos<br />
para desfiles de modelos y la gente, relajada, ha<br />
dejado de contener la respiración y tener la barriga<br />
permanentemente tensa para disimular los kilos.<br />
Ahora, al que más y al que menos, se le notan las<br />
miserias. Pero, convenga conmigo: ¡Qué liberación<br />
la semana que viene andar por la ciudad con las<br />
carnes cubiertas! ¿Verdad?<br />
Ahora, que eso sí, el primer lunes laborable a<br />
plan. ¿Oiga, por qué no el mismísimo día uno?<br />
¡Hombre, el fin de semana que viene es casi<br />
vacaciones! ¡Cualquiera está a dieta! Pero, el lunes,<br />
por la gloria de Cotón que no probamos ni agua.<br />
Aunque, pensándolo bien, tampoco Setiembre es un<br />
113
mes para prescindir de la cerveza... Mejor será<br />
dejarlo para Octubre.<br />
Sólo de pensar en volver a hacer las maletas<br />
y cargar el coche, se le quitan a uno los ánimos por<br />
el regreso... ¡Con qué ilusión se hacen para venir y<br />
qué pereza para ir! Sí, ya sé que su señora, querido<br />
lector, está deseando volver a casa a descansar y a<br />
no vivir comprimida. Porque vaya paliza que se ha<br />
pegado la pobre. ¡Qué lote de ir al supermercado,<br />
poner la lavadora, hacer comida y ordenar el caos!.<br />
Pero a usted, que también ha pringado lo suyo, le<br />
llena de nostalgia la operación retorno...<br />
Para todos, hacer el equipaje se va a convertir<br />
en un acto cargado de significado. Porque, al echar<br />
la cremallera a las maletas, estaremos cerrando un<br />
nuevo ciclo de nuestra vida: ¡Otro año más! ¿Vendré<br />
el que viene? ¿Seguiré vivo?... Mejor que no piense<br />
en eso ahora. Lo único que le faltaba al fin de las<br />
vacaciones es un tinte fúnebre...<br />
Ya no guardaremos en la maleta la ropa<br />
nueva para fardar. Ahora todo está arrugado, usado,<br />
cuando no manchado de tinto de verano o de grasa<br />
de pescado a la plancha... Por cierto, ¿se ha fijado en<br />
ese polo verde que no se ha puesto en todo el<br />
tiempo? Habrá que ponérselo estos últimos días...<br />
Aunque, la verdad es que, mirándolo bien, no le<br />
gusta demasiado... Le queda ajustado y algo<br />
impropio para su edad. ¡Por eso no se lo ha colocado<br />
antes! El pobre va a volver virgen...<br />
¡No se ruborice hombre!... Ya sabemos en lo<br />
que ha pensado con la comparación. Si tampoco el<br />
verano es una época para batir récords. Con tanto<br />
ajetreo y tan poco sitio, los niños por medio y la<br />
promiscuidad con la que se vive, el que más y el que<br />
menos vuelve como el polo... Eso de que el verano<br />
aumenta la libido será para el que tenga una<br />
mansión, diez años menos y una señora dedicada<br />
114
sólo a estar guapa. ¡Con la brega del apartamento<br />
cualquiera tiene ganas!...<br />
Cuando guarde los libros, silbe y mire para<br />
otro sitio. ¡Hay que ver el propósito tan decidido que<br />
traía usted de ponerse al día con la lectura! Pero<br />
nada, bastante ha tenido con el periódico y hojear<br />
algún Hola que otro. No se desanime ni se<br />
avergüence. La mayor parte de la gente practica el<br />
eslogan: "los libros son para el verano... que viene"<br />
Consuélese con hacerlo este invierno. ¿Lo promete?<br />
¡Faltaba más! Y es que, para encontrar tiempo libre,<br />
hay que estar trabajando...<br />
Por cierto, que al bolsillo no le dirija ni una<br />
mirada... Ya sabemos que está lleno de telarañas y<br />
que usted vuelve con michelines pero tieso como la<br />
mojama de Barbate. No se angustie, que es un mal<br />
general, y si no, pregúntele este domingo al cura,<br />
que le dirá que es la peor colecta del año. Desde<br />
luego hay que volver con la intención de luchar por<br />
una buena subida de sueldo... ¡Pero hasta eso da<br />
ahora pereza!<br />
Sin embargo, a pesar de todo, ha valido la<br />
pena, aunque sólo haya sido por las siestas tan<br />
gloriosas que se ha echado. ¡Disfrute a pierna suelta<br />
de las cinco que le quedan, antes de que aparezcan<br />
las moscas y se las amarguen! Y no se sienta<br />
apesadumbrado porque esto se acabe... ¡Fíjese en el<br />
sol! Todas las tardes se pone y, después,... siempre<br />
amanece.<br />
Total, ya solo le quedan trescientos treinta<br />
días para volver a tomar vacaciones. ¿Que cree que<br />
no va a regresar?. ¿Que en el fondo se siente<br />
decepcionado?. ¿Que como en casa de uno no se<br />
está en ninguna parte?. No se preocupe, que esa<br />
enfermedad se cura en el invierno. En cuanto llegue<br />
Marzo estará soñando con venir a la playa de nuevo<br />
115
a disfrutar de un verano que, esa vez, será por fin<br />
diferente...<br />
Y aunque se vuelva a repetir la historia y<br />
regrese ligeramente frustrado, no importa. Las cosas<br />
son siempre mejor a la hora de soñarlas que a la de<br />
vivirlas. Y no hay mejor sueño que el del veraneo.<br />
116
SETIEMBRE<br />
Setiembre: mes contradictorio donde los<br />
haya. Añorado en los ratos en que las vacaciones se<br />
hacen insoportables porque no se cabe en el<br />
apartamento, la playa está de bote en bote y se echan<br />
de menos las comodidades de la casa: hogar, dulce<br />
hogar... Abominado cuando uno se tropieza con la<br />
dura realidad de la vida cotidiana y, entonces, echa<br />
en falta las vacaciones perdidas.<br />
¡Con lo a gusto que estaba levantándome<br />
tarde, para ir a comprar el periódico y desayunar<br />
fresquito rodeado de niñas monas con las piernas al<br />
aire!... Y no estos madrugones para enfrentarme a<br />
mil problemas que no parecen tener solución.<br />
¿Cómo consiguen estar dormidos en agosto y<br />
resucitar con la misma virulencia que tenían en<br />
Julio, en cuanto uno vuelve al trabajo?<br />
Para colmo, el calor. Nos gusta que lo haga a<br />
la entrada del verano, como un anticipo del descanso<br />
que se avecina, pero a la vuelta, en setiembre, resulta<br />
odioso. ¡Qué ganas de que empiece a llover y se<br />
vaya la sequía!<br />
Setiembre también significa recuperación,<br />
ponerse al día. ¡Cuántas asignaturas pendientes, de<br />
las de estudiar y de las otras, se han dejado para este<br />
mes! ¡Qué cómoda resulta una tabla de salvación a<br />
la que agarrarse y que justifique nuestros pequeños<br />
fracasos cotidianos! Esto que no me siento capaz de<br />
hacer ahora, lo dejo para setiembre. Y cuando llega<br />
el mes, nos pone los pies en el suelo y da de sí sólo<br />
lo que cabría esperar.<br />
Setiembre, antesala del nuevo curso. Mes de<br />
buenos propósitos, de partir de cero... El verdadero<br />
"año nuevo, vida nueva" no es el que damos en<br />
enero sino el del mes del membrillo. Y es este<br />
117
sentido de renovación, de intentar hacer mejor lo que<br />
en el pasado no conseguimos, lo que a mí me resulta<br />
atractivo del mes que nos ocupa.<br />
Creo que ha sido así desde que tenía cuatro<br />
años y mi madre me equipaba para ir al colegio. Con<br />
qué mimo e ilusión preparaba la cartera de badana<br />
con todo inmaculado: la pizarra tersa y perfecta, aún<br />
no hollada por escritura alguna; los pizarrines... Aún<br />
me pregunto por qué nunca me los compraban de<br />
manteca, que tenían un deslizar suave y perfecto, y<br />
sólo los tenía corrientes. ¿De qué eran, de pizarra?...<br />
¿Serían tan caros?... Yo creo que mi primera<br />
sensación de que existían clases sociales me la<br />
proporcionaron los pizarrines. Los niños nos<br />
dividíamos en dos, los privilegiados que los tenían<br />
de manteca, y los demás. Más tarde aprendí que<br />
había más cosas que me separaban de los elegidos:<br />
las bolas de acero, las de china, las de cristal... yo<br />
me tenía que conformar con las de barro.<br />
En mi cartera estrenaba un Catón nuevo y un<br />
trapo para borrar la pizarra. Y, cuando fui mayor, los<br />
cuadernos de caligrafía y un plumier con plumilla -<br />
el tintero lo ponía el colegio. ¡Qué placer ver las<br />
páginas inmaculadas, sin un borrón, con los palotes<br />
de la muestra dibujados con trazo perfecto! Entonces<br />
las rayas tenues ofrecían el sitio para poner los<br />
nuestros. Y creía que mis ejercicios serían tan bellos<br />
como el original. Nunca me imaginaba lo que<br />
después sería la realidad: letras que se irían<br />
torciendo, trazos temblorosos, gotas de tinta... La<br />
vida misma, que parecía sublime en mis primeros<br />
setiembres.<br />
En mis setiembres de bachiller, el rito de ir a<br />
la papelería y preparar la cartera, tipo mochila, para<br />
el próximo curso constituía siempre una ceremonia<br />
maravillosa. Yo creo que, desde entonces, las<br />
considero lugares sagrados, tiendas mágicas que me<br />
118
dejan embobado y que, si tuviera algún pretexto, las<br />
visitaría a diario. El plumier con lápices nuevos,<br />
gomas impecables, sacapuntas relucientes y ese lápiz<br />
gordo azul por un lado y rojo por el otro, que no he<br />
vuelto a ver jamás, y que servía para subrayar. El<br />
lapicero blando para el dibujo artístico, la lija y el<br />
difumino... Los cuadernos limpios y tersos, de una<br />
raya, dos rayas y cuadriculados. Con qué amor les<br />
ponía mi nombre en la portada y una pequeña cruz<br />
en la parte superior. A mí me enseñaron que había<br />
que marcar con una señal de la cruz diminuta todas<br />
mis hojas, y aún ahora, que hace siglos que perdí la<br />
costumbre, se me va a veces la mano a la primera<br />
línea de mis escritos en un gesto que me recuerda mi<br />
infancia.<br />
Y, después, la ceremonia del forrado de los<br />
textos. Yo era el mayor de mis hermanos y nunca<br />
tuve que heredar los libros usados de nadie. Por eso,<br />
la operación de forrarles las tapas estaba envuelta en<br />
olor a nuevo, imágenes de páginas inéditas, hojeo<br />
curioso para sopesar su dificultad, buenas<br />
intenciones de estudio, respeto hacia el rival de<br />
nuestras futuras batallas... Propósitos y mil<br />
propósitos de dejarlos intactos por si podían servir el<br />
curso siguiente para mis hermanos... Después,<br />
quedarían destrozados, mis sucesores se negarían a<br />
aceptar la herencia y mis padres también les<br />
comprarían otros nuevos...<br />
Al final, la tarea cumbre: el horario. Había<br />
que ir al colegio antes de que empezaran las clases.<br />
Vacío, daba la sensación de un gigante dormido que<br />
aguardara agazapado el día primero de curso. Al<br />
llegar, teníamos que buscar en los tablones, entre<br />
cuadros de honor y noticias variopintas, el anuncio<br />
de la distribución de asignaturas de los distintos<br />
grupos. Copiábamos en sucio, en una hoja de papel,<br />
el programa semanal que nos esperaba. Después, en<br />
119
casa, debíamos pasarlo a limpio con cuidado, usando<br />
la regla para cuadricular horas y días.<br />
Descubríamos entonces con alegría que el<br />
jueves iba a ser un día maravilloso, porque incluía<br />
gimnasia, dibujo, recreo y solo una hora de<br />
matemáticas. Aunque en los lunes no habría ni un<br />
minuto libre y eso nos condenaba a estudiar los<br />
domingos. El horario de setiembre nos programaba<br />
la existencia de los próximos nueve meses. ¡Todo un<br />
año de vida condensado en una hoja cuadriculada!,<br />
¡Cuantos sueños, y temores programados!. Por eso<br />
es en este mes cuando, la fuerza de la costumbre,<br />
intento lleno de esperanza, escribir mi futuro.<br />
Setiembre, el mes de las promesas. Seguro<br />
que no se cumplirán todas. Quizás alguna... ¿Pero no<br />
es bello un mes en el que uno sueña con ser mejor?<br />
120
CAPITULO IV:<br />
RELATOS EXTRAVAGANTES
EL BAUL DE LOS ARTICULOS<br />
Me imagino que saben que, durante siete años,<br />
he mantenido una columna semanal en el ABC de<br />
Sevilla. Y esa tarea periodística ha tenido que ser<br />
compatibilizada con una intensa labor profesional,<br />
que me impide derivar la mente fuera del mundo de<br />
la ingeniería, salvo unos pocos ratos aislados que<br />
suelo encontrar en los viajes.<br />
Esta semana, mi ida a Madrid ha sido<br />
precipitada. He utilizado un avión en lugar de usar el<br />
AVE. A la vuelta, tenía una reunión urgente, y<br />
también lo hice en Iberia. Nada más aterrizar, caí en<br />
la cuenta de que no había escrito mi columna.<br />
Supongo que saben que la mayor parte de lo<br />
que escribo es en el AVE y que soy incapaz de<br />
hilvanar dos frases seguidas fuera de mi butaca del<br />
tren. Por eso, falto de fe, cogí mi bloc tres veces,<br />
puse en marcha el bolígrafo, busqué una idea dentro<br />
de mí pero lo único que encontré en mi cerebro fue<br />
la callada por respuesta. Ayer me llamó preocupado<br />
Antonio de la Torre, ángel guardián de mi página en<br />
la redacción de ABC:<br />
- Oye José Luis, que aún no has mandado la<br />
columna del viernes y yo tengo que terminar de<br />
componer la sección.<br />
- Lo siento, Antonio. No se me ocurre nada.<br />
Me he quedado vacío de ideas... - confesé<br />
atribulado.<br />
-¿Vas a tirar la toalla de tu colaboración<br />
semanal?<br />
Su voz denotaba una preocupación que<br />
excedía la profesional. El periódico tiene exceso de<br />
material y maldita la falta que le hace mi columna.<br />
Pero Antonio es un pedazo de pan que mantiene alto<br />
el espíritu de los que colaboramos con él.<br />
123
- No, la semana que viene cogeré el AVE y<br />
todo volverá a su ser. La verdad es que me fastidia<br />
mi drogodependencia literaria de la alta velocidad.<br />
¿Cómo os las apañáis los que escribís todos los días<br />
sin ir a Madrid?<br />
- Con el baúl de artículos - me dijo con<br />
naturalidad.<br />
-¿Qué?... No tengo nada de eso ni sé en qué<br />
consiste...<br />
A mi jefe de redacción le di pena:<br />
- Pues necesitas hacerte con uno<br />
urgentemente. El baúl es una fuente inagotable de<br />
artículos. Dentro contiene toda la inspiración que un<br />
profesional de la pluma necesita.<br />
-¿Tú lo tienes...? ¿Me lo puedes prestar?<br />
- Lo siento, hijo. El baúl es personal e<br />
intransferible. Hazte con el tuyo y consérvalo como<br />
oro en paño.<br />
-¿Y dónde lo compro?, ¿ en el Corte Inglés?<br />
Antonio se rió con toda el alma:<br />
- Tienes que indagar por las librerías de<br />
viejo, los anticuarios, las hechiceras... Yo el mío lo<br />
encontré en la Cava de los Gitanos.<br />
- Gracias por la información. Ahora mismo<br />
salgo a buscarlo. Si lo encuentro, esta tarde te mando<br />
el artículo.<br />
Colgué apresuradamente y corrí al Altozano.<br />
Si hay un lugar mágico en esta Sevilla nuestra es mi<br />
plaza trianera, y tenía la corazonada que allí estaría<br />
mi baúl. Pero, al llegar, no encontré nada que me<br />
hiciese concebir esperanzas. Cuando volvía<br />
desanimado una voz me sacó de mi búsqueda.<br />
- Hombre, Don José, cuánto tiempo sin verle.<br />
¿Tiene usté mil pesetillah pá mih churumbeleh?<br />
Rocío la gitana, a la que hacía tiempo no<br />
veía, sonreía con la mano extendida. Por un instante<br />
124
me la fui a quitar de encima, pero un no sé qué me<br />
dio la inspiración.<br />
- Rocío. ¿Tú sabes quién puede tener un baúl<br />
de artículos? Necesito uno<br />
Al oírme, yo mismo sentí vergüenza de lo<br />
que decía. La gitana, que no habría oído hablar<br />
jamás de semejante cosa, me iba a tomar por loco.<br />
Pero, con gran sorpresa por mi parte, iluminó su<br />
cara, sonrió y me zampó:<br />
- Eso le va a cohtá a uhté veinte papeleh...<br />
-¿Me lo puedes conseguir?<br />
Mi corazón latía a mil por hora. No podía<br />
creer en mi buena suerte.<br />
- Siéntese uhté en el kiohco de las Floreh,<br />
tómese una servesita con camaroneh y ehpéreme<br />
media horilla...<br />
Asentí, me desplomé en una silla y la vi<br />
marcharse hacia la calle San Jorge. A la media hora<br />
regresó con un bulto envuelto en papel de estraza<br />
grasiento.<br />
Se trataba de un arcón muy viejo, con señales<br />
de carcoma, en el que bien podrían caber dos guías<br />
de teléfono. Unas letras antiquísimas ponían: Baúl<br />
de Artículos del Altozano.<br />
Lo abrí. Dentro encontré un montón de<br />
legajos, atados con cintas desvaídas y que estaban<br />
escritos con tinta china, amarilla por los años. Eran<br />
artículos, columnas enteras, miles de ellas... Con<br />
lágrimas en los ojos saqué el monedero y le di<br />
treinta mil pesetas a Rocío. No quise preguntarle de<br />
qué extraño lugar mágico había hurtado mi baúl ni<br />
qué conjuros había empleado.<br />
Abracé mi tesoro y regresé a casa dejando<br />
atrás a mi gitana metiéndose el dinero en el escote y<br />
mirándome llena de ternura y de guasa al mismo<br />
tiempo.<br />
125
Encerrado en mi despacho abrí el arcón y me<br />
dediqué a husmear en su interior. Aquello era<br />
milagroso; los paquetes encintados guardaban<br />
colecciones completas de artículos por temas:<br />
columnas románticas, historias divertidas, leyendas<br />
falsas, leyendas reales, cuentos para soñar, sátiras<br />
sutiles.<br />
De repente me detuve boquiabierto. En uno<br />
de los grupos encontré: artículos ya publicados.<br />
Sorprendentemente contenía todos los que yo había<br />
escrito ya y que mi mágico baúl los había separado<br />
cien años antes.<br />
Con un suspiro de alivio lo cerré y me fui a la<br />
oficina. Esa tarde escribiría mi columna. Material no<br />
me iba a faltar.<br />
Cuando volví me recibió mi mujer muy<br />
sonriente:<br />
- Gracias por la caja antigua que me has<br />
traído. Es preciosa. La he puesto en el salón.<br />
Temiéndome lo peor la dejé con la palabra en<br />
la boca y me fui en busca de mi arcón. Estaba vacío.<br />
-¿Y los papeles que tenía?...<br />
- Tu madre los ha tirado. Ha venido a comer,<br />
ha limpiado la caja y le ha dado cera. Dice que eran<br />
cosas viejas.<br />
Angustiado corrí a la basura para ver si<br />
rescataba mi tesoro. Pero fue inútil. Ya se la habían<br />
llevado. Enfurecido me fui a la calle dando un<br />
portazo.<br />
-¿Adónde vas? ¿Te has enfadado? - preguntó<br />
sorprendida y un poco asustada por mi reacción.<br />
- Me voy a Santa Justa a coger el AVE.<br />
Volveré en el siguiente. Mañana no puede faltar mi<br />
artículo. No es cuestión de quedar mal con Antonio<br />
de la Torre, mi jefe de redacción.<br />
126
VACIA<br />
Joaquín se dejó caer en la cama con toda su<br />
alma:<br />
- Estoy reventado. Mañana vamos a<br />
descansar... La Feria es una paliza.<br />
-¿Y no te va a dar pena no ir?... Se nos van a<br />
quedar esperando en la caseta...<br />
-¿Mañana? Mañana es sábado. En la Feria no<br />
va a ver quien pare. Allí estará todo el mundo.<br />
¿Quién se va a fijar en que no vamos?... El domingo<br />
la cogeremos con más ganas.<br />
Esa misma conversación, palabra por<br />
palabra, se repetía al unísono en el piso de arriba, y<br />
en el de abajo. También en el del periodista que<br />
metió los pies en el bidé suspirando con alivio:<br />
- Mañana no piso la Feria. Escribiré la<br />
crónica en casa. No hace falta ir para imaginarse<br />
cómo va a estar: de bote en bote. La veré por<br />
televisión por si ocurre alguna novedad.<br />
El reportero de Canal Sur se tomó tres<br />
paracetamoles y se sumergió entre las sábanas:<br />
- No me levanto hasta el domingo. Estoy de<br />
la cámara hasta el gorro. Sabiendo como iba a estar,<br />
he cogido imágenes en conserva del Ferial del año<br />
pasado y las he montado en un refrito. Esta tarde,<br />
voy a mandarlo desde aquí, como si fuera en directo.<br />
Nadie notará la diferencia.<br />
La Giralda lanzó un gemido con una de sus<br />
campanas chicas. Estaba empezando a temerse lo<br />
peor... Menos mal que el sábado era el día de la<br />
provincia... Pero en Ecija, Estepa, Osuna y Alcalá<br />
se oyó la misma conversación:<br />
- Este año iremos sólo el domingo. El sábado<br />
no cabe un alfiler. Puestos a soportar la bulla mejor<br />
127
hacerlo el último día, en el que todos los de Sevilla<br />
se han ido a la playa...<br />
Los madrileños, catalanes, vascos y demás<br />
foráneos regresaban al hotel, felices pero<br />
impresionados:<br />
- Si esto es el viernes... Mañana hay que ir<br />
sólo a los toros. Después, unas gambas en la Isla y<br />
un cogote de merluza en Ezcaray o en Oriza ,y a la<br />
cama. El sábado es para la plebe...<br />
Y la Feria se quedó desierta. Nadie,<br />
absolutamente nadie, se acercó el sábado al Real.<br />
Las calles, de albero regado y limpio, aparecían<br />
absolutamente vacías. El silencio era impresionante:<br />
ni un caballista, ni un charré, ni una gitana, ni un<br />
vendedor...<br />
El guardián de una caseta puso unas<br />
<strong>sevilla</strong>nas en el tocadiscos y el eco de la guitarra<br />
sobre el tablao solitario sonó desangelado. Un<br />
escalofrío de superstición le recorrió la espalda, y<br />
asustado quitó la música, se metió en el petate y se<br />
cubrió la cabeza.<br />
El camarero del Círculo de Labradores, puso<br />
la televisión para enterarse de la causa del drama que<br />
causaba semejante catástrofe. Pero se encontró con<br />
un locutor transmitiendo en directo una feria<br />
abarrotada y feliz. Incrédulo miraba a la pantalla y<br />
giraba el rostro hacia la calle, e incapaz de<br />
comprender la diferencia pensó que había<br />
enloquecido y huyó despavorido en busca de<br />
asistencia psiquiátrica.<br />
Durante todo el sábado, nadie, pero nadie,<br />
nadie, pisó la Feria. No se oyó ni una palma, ningún<br />
cante ni ningún tarareo. Fue el primer cementerio de<br />
la Historia lleno de farolillos y colorido.<br />
Pero ningún mortal se enteró jamás del<br />
suceso: la televisión transmitió imágenes enlatadas<br />
como si fueran reales; los periódicos del domingo<br />
128
aparecieron abarrotados de crónicas de la fiesta<br />
escritas tres días antes y los feriantes ocultaron su<br />
ausencia, nadie lo iba a notar y les molestaba<br />
reconocer su deserción, más aún, presumían de lo<br />
bien que se lo habían pasado a pesar de la enorme<br />
bulla.<br />
Joaquín, con una caña de manzanilla en la<br />
mano, comentaba lo bien que se lo había pasado,<br />
mintiendo como un bellaco con una cara de<br />
cemento:<br />
- Ayer no pude llegar a la caseta de lo<br />
abarrotada que estaba la calle... Pero no me importó.<br />
Me metí en una de unos amigos que estaba de<br />
muerte... ¡Qué ángel, chiquillo!... Nos dieron las seis<br />
de la mañana antes de pasarnos por las buñoleras.<br />
¡El chocolate me sentó de dulce!...<br />
Nadie se fijó en el ABC del viernes, abierto<br />
sobre una silla en el que había un artículo en el que<br />
anunciaba, como una premonición, el incidente. Se<br />
titulaba "Vacía".<br />
Pero, claro, como en Feria nadie lee nunca el<br />
periódico...<br />
129
130
Don Juan.-<br />
UN TENORIO DIGITAL<br />
Doña Inés del alma mía,<br />
reina de mi corazón,<br />
objeto de mi pasión,<br />
que crece por vos cada día.<br />
Necesito confesaros<br />
un problema que me agobia,<br />
y que vos, por ser mi novia,<br />
debéis saber sin reparos.<br />
Prestadme pues atención,<br />
hacedlo con todo afán,<br />
pues vuestro amado Don Juan<br />
tiene encima un gran marrón.<br />
Doña Inés.(Alarmada).-<br />
No me asustéis, mi tesoro;<br />
pues vuestra alarma me inquieta<br />
y empapa mi camiseta<br />
del sudor de más de un poro,<br />
que se conmueve alarmado<br />
de forma poco elegante,<br />
desoye al desodorante<br />
y se queda transpirado.<br />
Contadme pues vuestro drama,<br />
no me tengáis intrigada.<br />
Para no verme sudada,<br />
y me digáis con horror<br />
que despido mal olor,<br />
no os andéis más por la rama.<br />
Don Juan.-<br />
131
Presto lo hago señora,<br />
y apago vuestra inquietud.<br />
Doña Inés.-<br />
¿No estaréis mal de salud?.<br />
Sé que habíais pedido hora,<br />
para haceros un chequeo...<br />
¿Acaso lo habéis pasado,<br />
y con tal mal resultado,<br />
que padecéis algo feo?<br />
Don Juan.-<br />
Nada de eso pasa, cielo,<br />
echad vuestra angustia fuera,<br />
que yo estoy como una pera,<br />
y no tengo mal ni un pelo.<br />
De otra clase es mi marrón.<br />
Ayer vinieron a verme<br />
dos señores a ofrecerme<br />
irme a la televisión.<br />
Doña Inés.-<br />
¿Y eso os parece marrón?,<br />
¿Os mostráis tan asustado,<br />
por veros entrevistado,<br />
y que, de modo notorio,<br />
todos vean al Tenorio?<br />
¡Yo me muero de ilusión!<br />
Don Juan.-<br />
No se trata de eso, vida,<br />
nadie quiere entrevistarme,<br />
132
sólo buscan contratarme,<br />
igual que a Jesús Hermida.<br />
Doña Inés.-<br />
¡Eso me suena fatal!,<br />
¡Don Juan un presentador,<br />
que le roba, sin rubor,<br />
el sitio a un profesional!,<br />
¿Es que lo hacen tan mal<br />
que han de recurrir a vos?<br />
Don Juan.-<br />
No. Si vienen de mí en pos,<br />
sólo es por lo digital.<br />
Sabed reina mía y señora,<br />
que una gran revolución,<br />
conmueve la televisión<br />
y la cambia de hora en hora.<br />
Y que el futuro triunfal,<br />
que no dudo que os asombre,<br />
ya recibe un solo nombre:<br />
televisión digital.<br />
Doña Inés.-<br />
Si habláis de revoluciones,<br />
serán sólo culturales...<br />
133
Don Juan.-<br />
Más bien decid manuales,<br />
por no decir con cañones.<br />
Que a las manos han llegado,<br />
luchando por un pastel,<br />
que debe saber a miel,<br />
los prebostes del Estado.<br />
Doña Inés.-<br />
¿Os quieren de combatiente?.<br />
Un contencioso tan fiero,<br />
requerirá vuestro acero...<br />
Don Juan.-<br />
¡No! Lo que quiere esa gente,<br />
es que presente un programa.<br />
Tened en cuenta mi cielo,<br />
que para emprender el vuelo,<br />
cien canales se reclaman.<br />
Cien cosas muy diferentes,<br />
simultáneas y compitiendo,<br />
han de atraer, divirtiendo<br />
a un público muy exigente.<br />
Y, con lo que hay, no basta:<br />
hacen falta nuevas caras,<br />
ideas frescas, mentes claras,<br />
y gastarse mucha pasta...<br />
134
Doña Inés.-<br />
A vos, no os encuentro nuevo,<br />
tenéis tufo a naftalina...<br />
Esa gente poco afina,<br />
o es que no entienden ni el huevo.<br />
Estoy segura Don Juan,<br />
que en la prueba, sin complejo,<br />
os echarán por ser viejo,<br />
pues los clientes querrán,<br />
un presentador fetén,<br />
joven, guapo y tan locuaz,<br />
que aparte de ser capaz,<br />
también esté como un tren.<br />
Don Juan.-<br />
Os equivocáis señora.<br />
El casting, que he superado,<br />
poco esfuerzo me ha costado:<br />
apenas duró dos horas.<br />
Allí sólo andan buscando<br />
como llamar la atención,<br />
y les parece un cañón,<br />
tenerme a mí presentando.<br />
Para conseguir audiencia,<br />
que atienda a tanto canal,<br />
lo están pasando fatal:<br />
no encuentran concupiscencia<br />
Doña Inés.-<br />
¿Qué barbaridad, Don Juan?<br />
¿Concupiscencia por qué?<br />
135
Don Juan.-<br />
Muy seguro no lo sé,<br />
pero detrás de ella están.<br />
Tal parece que en la tele,<br />
hoy todo el mundo se pierde<br />
por encontrar algo verde<br />
que la mirada congele;<br />
por enseñar algo obsceno,<br />
que al que mire lo hipnotice;<br />
lucir lo que escandalice,<br />
haciendo lo malo bueno;<br />
buscar la vulgaridad,<br />
ensalzar lo chabacano,<br />
ponerle un trono al ano,<br />
más otro a la zafiedad<br />
Doña Inés.-<br />
Y, con esa pretensión,<br />
¿qué buscan en vos Don Juan,<br />
un educado galán,<br />
cortés y con gran blasón?<br />
Don Juan.-<br />
Mil veces me he preguntado,<br />
por qué a mí me llamaban,<br />
al ver cómo allí actuaban,<br />
a todos los que habían llamado.<br />
Yo que a los palacios subí,<br />
y a las cabañas bajé,<br />
en la vida imaginé<br />
el asco que allí sentí.<br />
Dejad que os cuente mi amor,<br />
136
qué clase de malandrines,<br />
buscaron para esos fines,<br />
e hicieron presentador.<br />
El primero, no se explica,<br />
presentaba muy ufano,<br />
nos metía a todos mano,<br />
presumiendo de marica.<br />
Gordo, calvo y con mechón,<br />
teñido de no sé que cosa,<br />
todo vestido de rosa,<br />
modoso, da repulsión.<br />
El segundo que recuerdo,<br />
presentaba sin rubor,<br />
cierta clase de señor<br />
que hacía el amor con un cerdo.<br />
Doña Inés.-<br />
¿Con alguien que no era fino?<br />
¿Con uno que no se lavaba?<br />
Don Juan.-<br />
No Doña Inés, se trataba,<br />
simplemente de un gorrino,<br />
de pata negra tal vez,<br />
y más digno que el tercero,<br />
entrevistador certero<br />
y preguntador soez.<br />
El contároslo me apura<br />
pues jamás imaginara,<br />
que cosa tal preguntara,<br />
a uno vestido de cura,<br />
que, perdidos los papeles,<br />
respondía, muy cabal,<br />
137
por su vida sexual...<br />
Doña Inés.-<br />
Ese era el padre Apeles,<br />
que tolera que le humillen<br />
y traga cualquier papel,<br />
con tal que hablen de él,<br />
y la pantalla le pille.<br />
No basta con la verdad,<br />
y dar argumentos ciertos,<br />
por bien que hable, está muerto,<br />
si no tiene dignidad<br />
Don Juan.-<br />
A ese Apeles voy a enseñarle,<br />
dignidad y gallardía.<br />
Me faltó el otro día,<br />
tizona para ensartarle.<br />
Doña Inés.-<br />
No me escandalicéis, señor...,<br />
que os quisiera preguntar,<br />
¿de qué os quieren contratar?<br />
¿De versos recitador?,<br />
¿presentador de noticias?,<br />
¿Educador de la audiencia?<br />
138
Don Juan.- (Ruborizado y tartamudeando).<br />
Debía contar mi experiencia,<br />
de violador de novicias...<br />
Doña Inés.- (Escandalizada).<br />
¿A quién violasteis traidor?,<br />
¡Ay que me muero de celos!.<br />
Si no me tocasteis pelo,<br />
a quién le disteis amor?<br />
Don Juan.-<br />
Es la leyenda, mi amada,<br />
que supera a mi persona,<br />
e imagen me proporciona<br />
de teneros deshonrada.<br />
Doña Inés.-<br />
Es mi honra quien reclama,<br />
una rectificación.<br />
Diréis en televisión,<br />
que nunca visteis mi cama.<br />
Y, aunque os parezca fatal,<br />
no me tocasteis ni un dedo...<br />
139
Don Juan.-<br />
Hablar de dedos no puedo.<br />
Doña Inés.-<br />
¿No es la tele digital?<br />
Si vos no tenéis agallas,<br />
para aclarar el error,<br />
y salvaguardar mi honor,<br />
yo saldré en las pantallas,<br />
aunque vos quedéis muy mosca,<br />
para que sea notorio,<br />
que el pobre Don Juan Tenorio,<br />
no se comió ni una rosca.<br />
Y al Polanco y al gobierno,<br />
aquí mismo les emplazo,<br />
a que dejen los tortazos,<br />
o se los trague el infierno.<br />
Que esa batalla tan dura,<br />
no la den por el dinero,<br />
y tiren al basurero,<br />
a la televisión basura.<br />
Porque sería mortal,<br />
que, ahora tanto canal,<br />
inundara al personal,<br />
con basura digital.<br />
140
CAPITULO V:<br />
NAVIDAD DULCE NAVIDAD
EL DUENDE DE NAVIDAD<br />
El duende de la Navidad batió sus pequeñas<br />
alas transparentes, parecidas a las de una libélula,<br />
cruzó el río y se adentró con prisas por las<br />
callejuelas de Triana, volando con cierto agobio. La<br />
tarea era cada año más grande y prácticamente no<br />
le daba tiempo a terminarla. Sólo multiplicando el<br />
esfuerzo, y sin descansar un minuto, era capaz de<br />
llenar todos los hogares de espíritu navideño.<br />
Llevaba siglos encargado de preparar las<br />
cosas para las fiestas más bonitas del año, con el<br />
único objetivo de que las familias las vivieran con<br />
ilusión, amor y paz, y salieran reforzadas para<br />
soportar otros doce meses de ataques y vendavales.<br />
El Cielo sabía que el Maligno soñaba con<br />
destruir la unión familiar para dejar a los mortales<br />
presos de la degradación y degeneración. Por eso,<br />
había instaurado las Navidades, para que los<br />
hogares apretaran como una piña a sus miembros<br />
y les inyectara la ración de vitaminas espirituales<br />
suficientes para resistir los futuros embates de una<br />
sociedad envenenada por el diablo.<br />
El duende, consciente de tamaña<br />
responsabilidad, debía visitar cada casa, comprobar<br />
que todo estaba en orden, desde el punto de vista<br />
navideño, y corregir cualquier anomalía. Antes, eso<br />
era fácil. Todo el mundo recibía con ilusión la<br />
Navidad, la vida cotidiana carecía de las<br />
satisfacciones que se ofrecían en esos días mágicos<br />
y la buena mesa; los adornos hogareños; las largas<br />
horas de conversación en torno a la lumbre, o el<br />
brasero; la ilusión del Belén; los villancicos y los<br />
regalos eran recibidos con júbilo.<br />
Sin embargo, ahora era mucho más<br />
complicado. El mundo se había materializado; en<br />
143
torno a las Navidades se desarrollaba un gigantesco<br />
negocio; las cosas sencillas ya no hacían ilusión;<br />
el egoísmo empujaba a cada uno a llevar su vida...<br />
No, las Pascuas ya no eran lo que fueron, y a él le<br />
costaba la misma vida mantener el fuego sagrado.<br />
Hasta los arquitectos le habían fastidiado<br />
con sus diseños. Antes, se colaba con facilidad por<br />
las chimeneas. Ahora debía de utilizar los shunts -<br />
horrible palabra para un lugar horrible -, que, en vez<br />
del confortable olor a carbón de encina y leña<br />
quemada, traían aromas de perros muertos.<br />
Dejando a un lado estas reflexiones, se<br />
introdujo en el primer hogar, tapándose la larga<br />
nariz con las dos manos, demasiado pequeñas<br />
para tan pronunciado apéndice, y oteó el horizonte.<br />
Al oír ruido en la cocina se dirigió con decisión en<br />
busca del ama de casa. Era el elemento fundamental<br />
en su tarea, porque una madre es capaz de<br />
introducir el espíritu de la Navidad en casa con solo<br />
un gesto si se lo propone. ¡Cualquiera se les resiste!<br />
La dueña de la casa estaba relatando. Aquí<br />
tampoco lo iba a tener fácil nuestro héroe. Su<br />
objetivo se encontraba rodeado de sartenes<br />
humeantes, ollas a presión silbando vapor,<br />
microondas mugiendo, bolsas de hipermercado por<br />
doquier, el congelador al borde del reventón y la<br />
despensa, siempre pequeña, a punto de colapsar.<br />
- Estoy hasta el moño de la Navidad -<br />
refunfuñaba malhumorada.<br />
El duende no se desalentó. Ya conocía al<br />
espécimen y estaba acostumbrado a oír la perorata.<br />
La hubiera repetido con los ojos cerrados, pero<br />
prefirió dejar que fuera la señora la que continuara<br />
con su eterno despotrique:<br />
-¡Qué ruina! No me atrevo a enseñarle a<br />
Manolo la cuenta del hiper. Pero, claro, si después<br />
falta algo, soy yo la que tengo la culpa. Y además,<br />
144
¡vaya precios!. Todo cuesta el doble... La próxima<br />
vez que salga el Ministro de Hacienda en la tele<br />
diciendo que tenemos controlada la inflación le voy<br />
a dar un corte de mangas... O tiene mucha cara, o<br />
su mujer también le engaña con la compra, lo<br />
mismo que hago yo con mi Manolo. ¡Hay que ver<br />
cómo está el marisco congelado!... ¿Comerá el<br />
Ministro algo congelado?... Yo creo que sí. Un tío<br />
que congela los sueldos, el déficit y la sonrisa tiene<br />
que tenerlo todo congelado...<br />
Se quedó reflexionando con cara de pocos<br />
amigos. El duende fue a acercarse para echarle un<br />
soplo de perfume dorado que le insuflara espíritu<br />
navideño. Pero tenía que hacer esa operación sin<br />
ser visto... Cada vez que lo veían, lo rociaban de<br />
insecticida creyendo que era una libélula. Y, aunque<br />
era inmune, su asma empeoraba todo el invierno<br />
con la intoxicación. Desde lejos, le envió una dosis<br />
de amor por la familia. Cuando se aproximó para<br />
ver el efecto, ella reanudó la perorata.<br />
- No sé a quien le gusta esta fiesta. La familia<br />
se reúne constantemente y, con ello, se me encoge el<br />
corazón. Me paso el día acordándome de mi madre,<br />
que en gloria esté, y de lo único que tengo ganas es<br />
de llorar. Y ni siquiera me puedo desahogar a gusto.<br />
Manolo me trae a sus padres y no quiero que la bruja<br />
de mi suegra me vea soltar ni una lagrimita... Antes<br />
muerta... ¿Y mi cuñada? No tiene morro... En su<br />
casa no da ni las buenas noches. Se mete aquí en<br />
Nochebuena y no sale hasta los Reyes. Con el<br />
cuento de que está soltera... ¡Maldita Navidad!<br />
El duende decidió intervenir de nuevo antes<br />
de que el caso se tornara irremediable. Con un soplo<br />
le activó el apetito, a ver si con el atractivo de las<br />
viandas le cambiaba el ánimo.<br />
- Que hambre se me ha puesto de repente.<br />
Me entran ganas de comérmelo todo... No dejaba<br />
145
ni las alas del pavo. Así mi cuñada se quedaría a<br />
dos velas... Pero yo me pondría como una foca.<br />
Tanto polvorón, tanto turrón de chocolate, tanta<br />
peladilla... Es que es un tormento chino eso de<br />
mantenerte en línea, muerta de hambre y rodeada<br />
por tanta comida. Esta Navidad es un infierno.<br />
El duende estaba a punto de tirar la toalla.<br />
Recurrió al olor del bebé. Siempre le había dado<br />
resultados infalibles.<br />
- Si no fuera por los niños... Ellos son los<br />
únicos que se merecen todo. Para ellos estas fiestas<br />
son... ¡Un desastre! - reaccionó violenta - Mimos,<br />
caprichos, regalos... Todo les parece poco. Mamá,<br />
yo quiero esa muñeca de la tele y esa otra, y la<br />
cocinita, y los vestidos, y el ordenador... ¡Egoístas!<br />
¡Que son unos egoístas! A ver de dónde saco yo el<br />
dinero para tanto regalo.<br />
Nuestro personaje tomó una decisión<br />
heroica. Voló al cuarto del pequeño y le sopló en la<br />
nuca. El crío se dirigió a la cocina.<br />
- Mamá. Me da miedo la Nochebuena. Creo<br />
que vas a estar triste y enfadada con la lata que te<br />
damos, y yo prefiero un día corriente en el que<br />
estás contenta y me besas...<br />
A la madre, se le escaparon dos lágrimas:<br />
- No, vida mía... No hay nada más bonito<br />
que la Navidad. Nació Jesucristo, que es un niño<br />
como tú, y la Virgen, que era una mamá como yo,<br />
se puso muy contenta. Y lo llenó de besos. Como<br />
yo, hoy contigo... ¡Verás que bien lo vamos a pasar<br />
todos juntos, queriéndonos mucho!...<br />
El duende dio un suspiro de alivio y salió<br />
volando a través del extractor. ¡Misión cumplida!<br />
Ahora a buscar el próximo hogar para despertar<br />
ese espíritu de Navidad que duerme escondido en<br />
el corazón de las madres... Ese cofre mágico donde<br />
se guardan los tesoros más preciados del hogar.<br />
146
AMBIENTE NAVIDEÑO<br />
Joaquín me esperaba, como cada año, en la<br />
Peña Trianera para celebrar los prolegómenos de la<br />
Navidad. Sobre la mesa no podían faltar las botellas<br />
de Machaquito, dulce y a cuentagotas para mí y seco<br />
y doble para mi contertulio; las bandejas de<br />
polvorones y de turrón troceado, del duro para mí y<br />
del blando para la frágil dentadura de Joaquín; y<br />
una tortera recién alumbrada por Mercedes.<br />
Pero la sonrisa de mi amigo se torció al<br />
ver entrar, detrás de mí, a Rocío, la gitana con<br />
vocación de columnista. Ella, que no tiene un pelo<br />
de tonta, se dio cuenta:<br />
-A la paz de Dió. Buenoh díah tengan el<br />
señorito Don José y el malahe de su amigo.<br />
Joaquín dio un respingo. Fue a contestar<br />
pero prefirió ignorarla con aire de desprecio. Ella<br />
fue al grano:<br />
- Uhté no me pué ni vé. ¿Verdá? Pero la<br />
manía que me tiene no eh porque yo le robe<br />
cámara en loh artículoh del Altozano, no. A uhté<br />
le pasa como a mucha gente de ehte barrio. Que<br />
no traga a los gitanosh... Y que, el día en que noh<br />
fuímoh de la Cava, rehpiraron felises.<br />
- Pues ya que lo dices, hay algo de eso.<br />
Triana está mucho mejor desde que se fueron los<br />
gitanos<br />
Joaquín había perdido su aplomo y su sorna<br />
habitual. Por primera vez en mi vida lo veía<br />
alterado. No tuve más remedio que intervenir:<br />
- No lo creo. Ni usted ni los trianeros,<br />
tenemos nada de racistas... ¿No es cierto?<br />
Mi amigo bajó los ojos algo avergonzado.<br />
Rocío siguió atacando:<br />
-No soportan nuestra forma de viví, al día,<br />
147
sin ese ehtúpido afán por competí y atesorá de loh<br />
payoh. Y son unoh hipócritah. Porque ahora, en la<br />
Navidad adoran al Niño Dioh que, como tó er<br />
mundo sabe, era gitano.<br />
- Rocío, no me digas barbaridades. - exclamé<br />
escandalizado.<br />
La gitana se sentó muy seria, empinó la<br />
botella de aguardiente seco, se dio un largo<br />
lingotazo y, con voz ronca, comenzó a contarnos<br />
uno de sus cuentos:<br />
"No hase mushoh añoh una pareja de gitanoh<br />
venía de Zafra a Sevilla. Montaoh en una mula,<br />
caminaban dehpacio porque ella ehtaba a punto de<br />
da a lú y deprisa porque traían detráh a loh<br />
guardiah sivileh.<br />
Er marío había comprao la caballería mu<br />
barata y vorvían feliceh por el negosio que habían<br />
hecho. Pero leh dijeron que loh del tricornio<br />
ehtaban buhcando una partía de mulas robáh y que<br />
esa, que no tenía papeleh, podía sé una de ellah. Así<br />
que Manolo y Rosío, a pesah der frío de Diciembre,<br />
y der peaso de barriga que tenía ella, se metieron<br />
por vereah, huyendo de loh puebloh.<br />
La noche der veinticuatro, tuvieron que<br />
refugiarse en una cuadra serca de Hinojo. Querían<br />
habé llegao a Triana a pasá la Nochebuena con la<br />
familia, pero no pudieron. Rosío, muerta de frío, se<br />
dejó de caé en la paja y se arrebujó al lao de un<br />
buey que allí se guardaba. Manolo entró a la mula y<br />
se le puso al otro lao pa abrigarla.<br />
Cuando la gitana sintió los doloreh de parto,<br />
empezó a llorá. Qué desgrasia de vida la suya. Viví<br />
sin tené de ná y tené que parí sin lú, sin agua y sin<br />
una cama. Su marío, que leyó en su mirá la pena,<br />
se puso a tocarle las palmah y a cantá por<br />
villancicoh con voz ronca mientras los lagrimoneh le<br />
caían por la cara.<br />
148
«En el portal de Belén,<br />
un día nació el Señó,<br />
entre una mula y un buey<br />
que le daban su caló<br />
Tampoco tenía pañaleh,<br />
colonia, agua ni jabón,<br />
sólo una madre y un padre,<br />
que lo bañaban de amó<br />
El Niño, na máh nasé,<br />
la manita levantó<br />
y hasiendo un milagro grande,<br />
con su voz divina habló:<br />
Bendigo a todoh los niñoh<br />
que naserán como yo,<br />
ricoh de mucho cariño<br />
y pobreh de condisión<br />
y bendigo a los gitanoh<br />
que no tienen ambisión<br />
y son como pajarilloh<br />
que viven confiando en Dioh.»<br />
Ella se sintió la madre máh felí del mundo y<br />
cuando tuvo en suh brazoh a su niño, le paresió<br />
tené apretao contra su corasón al mihmo hijo de<br />
Dió. Su pobresa, era el lujo más impresionante del<br />
mundo, porque así también había nasío el Señó.<br />
En la puerta se dibujaron unah sombrah.<br />
«Son los Reyeh Magoh que vienen a adorá a mi<br />
hijo» Pensó emosioná, hahta que vio los tricornioh<br />
Entonseh se sintió morí.<br />
Pero loh guardiah, cautivaoh por la ehsena, y<br />
el día que era, se arrodillaron para besar a la<br />
criatura, darleh mil pesetah, una fiambrera con<br />
comida y un termo de café caliente. Sin desí ná se<br />
marcharon en silensio.<br />
«¿Cómo le vamoh a poné a nuestro hijo?»<br />
Preguntó el padre. «Manué, como el niño Dió, que<br />
149
ha hecho el milagro de que hasta los sivileh sean<br />
Reyeh Magoh»"<br />
Rocío calló. Sus ojos brillaban con una<br />
emoción poco usual en su temperamento<br />
desenfadado y seguro de sí mismo. Joaquín,<br />
avergonzado por su rechazo le ofreció solícito:<br />
- Anda, mujer, tómate un polvorón y un<br />
poquito de tortera.<br />
Ella, por primera vez desde que la conozco,<br />
rechazó la invitación. Yo le insistí:<br />
- Cógelos. Te veo muy afectada. ¿No será<br />
ese cuento tuyo una historia real?<br />
Rocío negó con la cabeza, sacudiéndola<br />
deprisa.<br />
-No se fíe de mih hihtoriah, señorito. Son<br />
cuentoh de gitana. ¿Me pueo llevá algunoh dulceh<br />
pá mi casa? El día de Nochebuena eh el<br />
cumpleañoh de mi niño.<br />
- Llévatelos todos, mujer... Oye, ¿cómo se<br />
llama tu hijo?<br />
Se levantó feliz, llenó una bolsa con lo que<br />
había sobre la mesa y, diciéndonos adiós con la<br />
mano, se dirigió a la calle. Cuando llegó a la puerta<br />
se volvió radiante y nos dijo:<br />
-Adióh Reyeh Magoh, que paresen uhtedeh<br />
de la guardia sivil... Mi niño se llama Manué... ¡Por<br />
supuehto!<br />
Y se marchó dejando la Peña Trianera llena<br />
de lucecitas que flotaban en el aire con toda la<br />
magia de la Navidad.<br />
150
EL EFECTO DOS MIL<br />
Acabo de despertarme, he recordado que<br />
estaba en Nochebuena y, no sé por qué, un extraño<br />
pensamiento se me ha venido a la mente. Hace<br />
muchos años, leí una novela de ciencia-ficción que<br />
me impresionó por absurda: en pleno mes de Julio<br />
comenzaban a adornarse las calles de las ciudades<br />
con motivos navideños, los árboles se llenaban de<br />
guirnaldas de luces, las tiendas se vestían de fiesta y<br />
llenaban los escaparates de figuras de Papá Noel. La<br />
gente, ilusionada por el ambiente, salía de compras y<br />
volvía cargada de regalos. La actividad en la<br />
Navidad anticipada era febril, a pesar de los<br />
goterones de sudor de los Santa Claus que<br />
soportaban la barba y el abrigo en pleno Agosto.<br />
La novela parodiaba el afán consumidor de<br />
las Pascuas, y exageraba la necesidad comercial de<br />
ampliar el periodo de ventas anticipándolo nada<br />
menos que seis meses. El final de la historia era<br />
dramático: el día de Navidad las calles aparecían<br />
vacías, apagadas, llenas de basura y sin rastro de<br />
fiesta; los hogares estaban tristes, ocupados por<br />
familias aburridas y deprimidas porque ya no había<br />
nada que comprar. Lo importante no era el<br />
nacimiento de Jesús, sino salir de tiendas.<br />
Aquel relato, que pretendía ser una triste<br />
premonición de una sociedad alienada por el<br />
consumo, me ha venido con frecuencia a la mente<br />
cada año al ver anticiparse el ambiente navideño. Y<br />
he ido sintiendo escalofríos al comprobar que, poco<br />
a poco, la caricatura se va pareciendo a la vida real.<br />
Este año, he visto calles engalanadas en<br />
noviembre y el Belén de mi parroquia encendido el<br />
día de la Purísima. Creo que es inexorable que el<br />
desarrollo, el nivel de vida y la globalización nos<br />
151
traigan costumbres y modas del extranjero, que nos<br />
separan de nuestras antiguas tradiciones, motivadas<br />
las más de las veces por la pobreza. Pero deberíamos<br />
permanecer alerta para no perder lo que es<br />
fundamental.<br />
Las Navidades de mi infancia no<br />
comenzaban hasta sólo tres o cuatro días antes de<br />
Nochebuena, con la lotería. En las casas no había<br />
guirnaldas de muérdago, flores rojas ni árbol<br />
cuajado de luces, sino un nacimiento con figuras de<br />
barro y un cielo con estrellas hechas con el papel de<br />
aluminio del chocolate.<br />
En el aparador, los dulces excepcionales de<br />
esos días: tortera de cidra, mazapanes, turrón del<br />
duro, del blando y polvorones. No existían tantos<br />
turrones de sabores exquisitos y sofisticados como<br />
hoy, pero con las peladillas y las frutas escarchadas<br />
no los echábamos de menos.<br />
No teníamos discos compactos con<br />
villancicos de Raya Real, o Plácido Domingo. La<br />
música corría a cargo de nuestras voces, de coro<br />
familiar, armados con panderetas y zambombas. Y,<br />
si queríamos sofisticación, tocábamos los<br />
instrumentos musicales de la escasez: una botella de<br />
aguardiente y una cuchara; un triángulo de acero; un<br />
cántaro y una alpargata.<br />
Las cartas a los Reyes no venían inspirada<br />
por televisión alguna sino por puestecillos callejeros<br />
con maravillosos caballos de cartón y cola de<br />
esparto, motos y coches de hojalata, muñecas de<br />
trapo, diábolos y tableros de parchís. Las compras de<br />
comida no eran tentadoras en tiendas sin la<br />
abundancia de los hipermercados. Entonces, el pollo<br />
era artículo de lujo y el pavo, de lujuria. Nadie<br />
soñaba con mariscos, salmones, angulas ni<br />
exquisiteces por el estilo.<br />
152
Lógicamente no había casi de nada y las<br />
economías domésticas no permitían dispendios, por<br />
eso era fácil no ser consumidores. Pero tampoco<br />
hacía falta: nadie echaba de menos lo que no<br />
conocía. Aquellas Navidades eran felices por sí<br />
mismas, todo lo que teníamos se disfrutaba como si<br />
echáramos la casa por la ventana, y la sencillez no<br />
nos impedía gozar de lo importante: la unión<br />
familiar y el nacimiento del Niño Dios, valorando el<br />
mensaje de pobreza, amor por las gentes y despego<br />
de lo material que simboliza.<br />
. Inquieto por la reflexión y la nostalgia<br />
me refugio entre las mantas, pero mis pensamientos<br />
se interrumpen bruscamente por el ruido de la radio,<br />
alguien la ha puesto y los villancicos llegan hasta mí<br />
almohada rompiendo mis recuerdos.<br />
"Esta noche es Nochebuena..." La radio llena<br />
mi casa de ternura con el sonido del villancico tantas<br />
veces oído y siempre tan nuevo. Reconfortado, me<br />
levanto de la cama, me pongo la bata sobre el pijama<br />
y me voy, como cada año, al salón a paladear el<br />
comienzo de uno de los días más bonitos que la vida<br />
nos ofrece.<br />
Todo está impregnado de Navidad: las flores<br />
rojas; la fuente de polvorones, turrones y peladillas<br />
sobre el aparador; el árbol con las luces que<br />
parpadean y, sobre el pequeño altar, el Misterio. El<br />
frío de la calle, que se adivina tras los cristales, hace<br />
aún más confortable la sensación de hogar cálido y<br />
familiar que las casas ofrecen de forma inigualable<br />
en las Nochebuenas.<br />
Lleno de paz, me acerco a las figuras que<br />
componen mi Belén de mayor. A las siete grandes<br />
piezas que representan a la Sagrada Familia, los<br />
angelitos, uno de ellos con un ala rota hace tiempo,<br />
diez veces pegada con Imedio y al final perdida para<br />
siempre, y la mula y el buey. La Virgen, arrobada,<br />
153
ignora mi presencia pendiente de su Hijo; San José,<br />
con la mano vacía, sosteniendo un cayado también<br />
desaparecido hace años, pierde su mirada<br />
ensimismado con no sé qué pensamientos; los<br />
ángeles miran al pesebre; los animales andan a lo<br />
suyo y, el único que parece darse cuenta de mi<br />
presencia, el Niño, clava en mí sus ojos negros.<br />
-¡Qué hermoso es sentirse frente a frente<br />
contigo! – pienso contemplándole -. ¡Qué bello es<br />
tenerte como referencia de amor, sencillez, familia,<br />
bondad!... Por cierto, esta Nochebuena dejas atrás<br />
otro milenio. - le digo en voz alta - ¡Qué<br />
trascendente debe ser tu mensaje y tu figura para<br />
que, en esta Nochebuena, la número dos mil de la<br />
Historia, los hombres nos sigamos sintiendo<br />
impulsados por tu espíritu en Navidad!<br />
Y, al oír mi voz, siento una punzada de<br />
inquietud.<br />
-¿Seguirás reinando también dentro de mil años?<br />
¿Perderá la sensibilidad la humanidad, cada día más<br />
embrutecida y que parece olvidarse de que existe el<br />
espíritu?<br />
Y me echo a temblar pensando en el efecto 2000. El<br />
cambio de fecha puede traer consecuencias más<br />
catastróficas que las que se encargaron de anunciar<br />
esas gentes de la informática que se han montado un<br />
negocio gigantesco con el cuento del nuevo siglo. El<br />
verdadero efecto 2000 no el de los ordenadores,<br />
sino la revolución cultural y espiritual que se nos<br />
aproxima.<br />
Entramos en una nueva era. Somos testigos<br />
del cambio más espectacular que va a sufrir el<br />
hombre en toda su historia: las telecomunicaciones<br />
nos van a hermanar de tal manera que van a<br />
desaparecer las distancias y el tiempo; la medicina<br />
suprimirá el dolor y la información acabará con las<br />
guerras y los dictadores. Aún falta algún tiempo para<br />
154
todo eso, pero intuyo que todo está a la vuelta del<br />
calendario.<br />
Sin embargo, el nuevo hombre no marcha en<br />
la dirección correcta. No pretende convertirse en un<br />
ser mejor. No cultiva el espíritu ni su escala de<br />
valores evoluciona por los caminos de la dignidad y<br />
la nobleza. ¿Qué será entonces de ti, pobre Niño?<br />
¿Superará la Navidad el efecto 2000? ¿Seguirán<br />
celebrándose Nochebuenas el próximo milenio, a<br />
pesar de los Internet y demás parafernalia?<br />
¿Olvidará el hombre a la familia, a lo que Tú<br />
representas y al mensaje de amor que encierra tu<br />
nacimiento? ¿Cuando desaparezcan los pobres del<br />
mundo y ya nadie sepa lo que es un pesebre,<br />
significarán algo tu mula y tu buey?<br />
Pero tus ojos brillan y tu leve sonrisa, Niño<br />
Dios, parecen transmitirme seguridad. De tu<br />
abandono y debilidad infantil se desprende un<br />
mensaje inequívoco:<br />
- Más solo y abandonado que ahora, estuve<br />
cuando nací, hace dos mil noches como la de hoy, y<br />
fíjate cómo he ido ocupando hogar tras hogar. No<br />
dudes, hombre de poca fe, tu Misterio superará el<br />
efecto 2000 y después el 3000 y todos los que<br />
quedan por venir. Porque mi mensaje de Amor, lo<br />
que yo represento, es el agua que apaga la sed de<br />
toda la soledad que esconde el corazón de los<br />
hombres. Ahora y siempre, necesitaréis unir a la<br />
familia y acompañar a los que están solos. Y, por<br />
eso, me tendréis a mí.<br />
Mientras la radio llena mi casa de<br />
villancicos, con el corazón lleno de paz, levanto al<br />
Niño, lo beso y me quedo arrobado mirándolo con la<br />
misma cara de esperanza y seguridad en el futuro<br />
con que lo mira su Madre.<br />
155
156
PARA LEER EL DIA DE<br />
NOCHEBUENA<br />
¡Albricias, por fin me han dado permiso!<br />
Llevo dos mil años solicitando autorización para<br />
publicar mis vivencias y siempre he recibido del<br />
Cielo la callada por respuesta. Y esta vez, sin<br />
conocer muy bien la razón, se me ha presentado de<br />
improviso un ángel mensajero, con moto y casco,<br />
naturalmente, y me ha comunicado el escueto<br />
mensaje:<br />
- Venga ya, pesado, cuéntalo.<br />
Y aquí me tienen ustedes, nervioso perdido,<br />
dispuesto a relatarles todo lo que llevo tanto tiempo<br />
guardado... ¿Qué me dicen? ¡Ah! ¿Que no saben<br />
quién soy?. Perdón, se me ha olvidado presentarme.<br />
Con la emoción no he caído en la cuenta de que no<br />
tienen ni idea de quién les habla. Yo soy el día de<br />
Nochebuena. Sí, sí, el mismo veinticuatro de<br />
diciembre en persona.<br />
Pues bien, una vez ya presentados, vayamos<br />
al grano. ¿Saben qué?.. Soy el día más importante<br />
del año. Sí, sí, aunque nunca se lo haya dicho nadie,<br />
y aunque piensen que hay otros de más renombre<br />
que yo, se equivocan. Soy el día más emocionante y<br />
más trascendente. Porque, no se olviden, soy el día<br />
de la esperanza.<br />
En esta vida, las cosas son más bellas cuando<br />
no se tienen y se sueña con ellas que una vez que se<br />
poseen. Y hoy es una jornada de preparativos, de<br />
vísperas, de ilusión contenida por lo que deparará la<br />
noche. Hoy todo el mundo se siente mejor, más<br />
generoso, más amable, más abierto a los demás.<br />
Busquen por el calendario, repasen los trescientos<br />
sesenta y cinco días del año, a ver si son capaces de<br />
157
encontrar otro en el que ustedes sean mejores<br />
personas. ¿Verdad que no?<br />
Lo supe en cuanto amanecí, hace dos mil<br />
años: aquella ocasión iba a ser diferente. Algo sutil<br />
brillaba en el ambiente y ese nerviosismo que<br />
precede a los grandes acontecimientos impregnaba<br />
toda la naturaleza.<br />
Los rayos del sol me saludaron y me<br />
anticiparon la noticia: esta noche nace... Y sentí<br />
temblar todos los segundos de mi cuerpo porque<br />
millones de veces me había preguntado cuál sería el<br />
día afortunado que presenciaría la llegada de Dios al<br />
mundo, y siempre había albergado la secreta, e<br />
improbable, esperanza de que fuera yo el designado.<br />
Incrédulo aún, recorrí la superficie del<br />
planeta detrás de la aurora, en busca del lugar<br />
elegido. Pero toda la Tierra me confirmaba mi suerte<br />
porque toda ella vibraba de emoción. Al llegar a<br />
Judea supe que aquél iba a ser el centro del universo.<br />
Como si llevase escrito desde el principio de los<br />
tiempos, todo se preparaba para el magno suceso.<br />
Había cambiado el viento y ahora soplaba del<br />
Noroeste llevándose hacia el mar todas las nubes y<br />
dejando un cielo limpio y frío. Las aves del cielo<br />
llenaban el firmamento de cánticos como si de sus<br />
pequeñas gargantas brotara a coro un Magnificat<br />
inigualable. Los olivos agitaban al compás sus<br />
pesadas ramas y los pastores silbaban intentado<br />
calmar a sus rebaños que saltaban gozosos<br />
anunciando una buena nueva.<br />
Allí abajo, en el camino de Jerusalén, los vi.<br />
Ella era aún una niña, bellísima, encinta, que<br />
soportaba el andar excitado de la mula - que también<br />
lo sabía -, sin alterar su dulce sonrisa de esperanza.<br />
Él, tirando del ronzal y apoyándose en el largo<br />
cayado, era un mozarrón sano y fuerte. De vez en<br />
cuando, miraba el rostro de su esposa intentando<br />
158
adivinar el momento inminente y con gesto de<br />
preocupación azuzaba al animal para que no<br />
remoloneara.<br />
Sería el mediodía cuando, a una legua de<br />
Belén, se cruzaron con una caravana que no había<br />
encontrado posada en el pueblo y marchaba a<br />
Jerusalén. El único albergue estaba repleto, porque<br />
toda la estirpe de David había acudido al censo y la<br />
mayoría de sus componentes había tenido que<br />
pernoctar al raso. Los viajeros, que iban de<br />
malhumor, los desalentaron de continuar hasta el<br />
caserío.<br />
Los nudillos del joven blanquearon al apretar<br />
el bastón denunciando su angustia. Pero algo le<br />
debió decir ella porque, con una sonrisa, volvió a<br />
iniciar el camino. A la derecha del sendero, una<br />
construcción semiderruida llamó su atención. Eran<br />
apenas tres muros de adobe, con una cubierta de<br />
brezo, cerrados por una empalizada de arbustos. En<br />
su interior sólo había un pesebre lleno de paja y un<br />
buey enfermo que había sido dejado allí por el<br />
transportista local.<br />
Todo el resto de la jornada me olvidé del<br />
resto del mundo y me concentré en aquel portal. Vi<br />
el afán de aquel chico preparando la venida al<br />
mundo de su Hijo, apilando heno para hacer más<br />
cómodo el lecho, tumbando a los animales para que<br />
lo abrigaran en la noche que se avecinaba,<br />
preparando en la hoguera la sopa que les iba a servir<br />
de cena, calentando agua y cortando trozos de lino.<br />
En ningún momento tuvieron ni una palabra<br />
de desánimo. Era tanta la ilusión que sentían por lo<br />
que se presentía, que emanaban la sensación de que<br />
aquel pajar era confortable y que bastaba con el<br />
aliento de las bestias para ambientar un hogar.<br />
Cuando anocheció, vi temblar de emoción las<br />
estrellas en el firmamento, y supe que Él estaba a<br />
159
punto de nacer. Los pastores guardaban sus rebaños<br />
y se aprestaban a venir a saludar al recién nacido.<br />
Detrás de las montañas, una caravana de magos<br />
perseguía a una estrella que acababa de situarse en el<br />
cenit sobre la cabaña.<br />
Comencé a temer que lo hiciera horas<br />
después de que yo me hubiese marchado y que fuera<br />
mi sucesor el que tuviera la enorme suerte de<br />
robarme la gloria. Pero no me importó, ya era tarde<br />
para que nada ni nadie me hurtara la maravillosa<br />
jornada vivida, la larga espera y la ilusión<br />
contenida, y supe que, a partir de entonces, me iba a<br />
convertir en el día de la esperanza, que es siempre<br />
mejor que el de la certidumbre.<br />
Y faltando un minuto para las doce, justo<br />
cuando me tenía que retirar hacia el Oeste, dejando<br />
paso a mi joven sustituto, una luz brillante brotó del<br />
interior del pajar, se mantuvo cegadora por unos<br />
segundos y después desapareció. Ese instante, que<br />
para mí fue una eternidad, me permitió contemplar<br />
el nacimiento de mi Creador, convertido en Hombre.<br />
Y llorando gotas de rocío, besé su pie desnudo antes<br />
de desaparecer dejando el paso a la Natividad.<br />
Esta noche es Nochebuena. Prepárese para<br />
ella y goce del día de hoy. Disfrute de mí que, desde<br />
entonces, no hago más que repartir bondad y<br />
esperanza por todo el mundo. Recréese en la paz, en<br />
el amor, quiera a todo el mundo y siéntase querido,<br />
busque a los suyos, entréguese a ellos y paladee la<br />
noche que se avecina... Esta maravillosa noche.<br />
160
REGRESO AL PRESENTE<br />
Las Navidades son los días más propios del<br />
año para el reencuentro con uno mismo. Días de<br />
estar en casa, de acurrucarse en el sillón, arropado en<br />
la camilla, y dejar pasar lentamente el tiempo para<br />
paladear a la familia, leer, ver películas dulces en la<br />
televisión, jugar con los hijos y los nietos, pecar con<br />
las bandejas de golosinas que dejan por ahí a nuestro<br />
alcance, y vivir la vida perezosamente.<br />
Las Navidades sirven para romper con el<br />
frenesí de la vida actual, para dejar aparcada a un<br />
lado la competitividad, olvidar la tensión y relajarse<br />
de verdad disfrutando de una existencia tranquila,<br />
sin el agobio de la civilización que nos ha tocado<br />
vivir.<br />
El día de Nochebuena me levanté tarde.<br />
Empleé más rato de lo habitual en el cuarto de baño.<br />
Desayuné, sin prisas, polvorones y turrón de<br />
chocolate, recochineándome en la dieta severa del<br />
resto del año. Leí tranquilamente el periódico...<br />
Enseguida supe que no iba a poder estar sin<br />
hacer nada útil. Tengo tan metido en el cuerpo el<br />
veneno de la actividad que cuando me quise dar<br />
cuenta estaba sentado delante del ordenador<br />
revisando cálculos y ordenando ficheros.<br />
Mi mujer me miró con tal cara de pena que<br />
comprendí que, si no reaccionaba, estaba perdido<br />
para siempre. Así que apagué mi calculadora y<br />
reflexioné un rato largo para ver en qué se me<br />
ocurría emplear tanto tiempo inusualmente libre.<br />
-¡Ya está! - me dije -. ¿No son estos días de<br />
recuerdos? Voy a volver a traer a mi vida todos los<br />
buenos momentos del pasado. Voy a regresar al<br />
161
ayer. Voy a repetir ahora todo lo que me hizo antes<br />
feliz y que tengo casi olvidado.<br />
Lleno de ilusión me dispuse a retroceder<br />
treinta o cuarenta años en mi existencia. Me imagino<br />
que ustedes se estarán preguntando cómo se hace<br />
eso. Pues muy sencillo: me metí en el trastero y<br />
comencé a desempolvar todos los tesoros que<br />
guardo, desde mi juventud, esperando un día, que<br />
nunca llega, para volver a revivirlos.<br />
A la media hora no podía dar crédito con el<br />
resultado de mi búsqueda. Encima de la mesa tenía<br />
un montón de tebeos de mis héroes infantiles; las<br />
viejas novelas del Encapuchado, Doc Savage y Bill<br />
Barnes; los discos de mis guateques de adolescente y<br />
un inmenso paquete de fotografías.<br />
Por fin volvería a ser joven, casi nada: podría<br />
releer unos tebeos únicos e irrepetibles; empaparme<br />
unas novelas de aventuras apasionantes, como nunca<br />
han vuelto a escribirse; y escucharía la mejor<br />
música romántica de toda la historia... ¡Iguales que<br />
la basura de hoy! También recuperaría en mis fotos<br />
la cara de mis amigos, las niñas de mi pandilla, mi<br />
juventud...<br />
Mi primera impresión no fue muy<br />
afortunada. Los tebeos no me entusiasmaron, por no<br />
decir que me decepcionaron. Los dibujos eran<br />
pobres, los argumentos ingenuos, el papel y la<br />
impresión de baja calidad... Nada que ver con las<br />
modernas ediciones a todo color de los dibujantes<br />
actuales...<br />
¡Claro! Me dije, era la postguerra. ¿Qué se<br />
puede esperar de una época tan dura? A mí me<br />
hicieron feliz porque no había otra cosa... Pero<br />
seguro que con las novelas no me pasaría lo mismo.<br />
Muchas de ellas eran de autores norteamericanos y<br />
allí los años cincuenta fueron otra cosa...<br />
162
¡Qué va! También me resultaron mediocres.<br />
Una literatura barata, carente de imaginación, con<br />
personajes estereotipados, sin la menor chispa...<br />
¿Cómo podía haberlas tenido tan idealizadas?<br />
Recuerdo que cuando releí el Coyote, no me dejó tan<br />
frustrado. Pero claro, es que el personaje de<br />
Mallorquí era mucho personaje, y su pluma mucha<br />
pluma. Mis Encapuchado, Antorcha, Doc Savage y<br />
Bill Barnes no tenían nada que ver con lo que yo<br />
recordaba de ellos.<br />
Dispuesto a no darme por vencido, abordé mi<br />
vetusta colección de discos. Se me ocurrió que,<br />
detrás de las uvas, podríamos dar un guateque como<br />
los de entonces. ¡Qué maravilla de fiestas!. Con<br />
Pérez Prado, Carasone, Domenico Modugno, Los<br />
Cinco Latinos, Los TNT... Armado con toda la<br />
ilusión del mundo, cogí el tocadiscos -¿dónde andará<br />
mi viejo pick-up de maleta con altavoces<br />
desplegables?- y el grabador de CD que me había<br />
traído Papá Noel, y me puse a componer un disco<br />
variado y surtido con todas las inigualables<br />
canciones de entonces.<br />
Me esperaba el handicap de los ruidos a<br />
refrito de las viejas placas, pero no contaba con la<br />
poca orquestación y la pobreza rítmica de la época.<br />
Que desilusión con el sonido de mi Sapore de Sale,<br />
La Escoba o el Me Conformo de Los TNT.<br />
Acostumbrado a la alta fidelidad y a la<br />
riqueza ambiental de las grabaciones actuales,<br />
aquello me pareció pobrísimo. Seguí grabando con<br />
el corazón encogido y los ojos húmedos de<br />
decepción, esperando el milagro de que mis amigos<br />
después, en el guateque, no fueran tan exigentes<br />
como yo. Pero, que va, acabamos bailando el Caribe<br />
Mix y el Rumbolero. Mis canciones viejas sólo<br />
despertaron un gesto de tristeza y poco más. Para<br />
163
divertirnos tuvimos que recurrir a lo que está de<br />
moda.<br />
Y con las fotos, para qué contarles... Me<br />
propuse hacer un álbum como el coleccionable de<br />
ABC de la historia del siglo. En cada página pegaría<br />
las fotografías antiguas correspondientes a un año.<br />
Así, al pasar las hojas, repasaría mi vida entera.<br />
¡Qué depresión! ¡Qué forma de envejecer en unas<br />
pocas páginas! ¡Qué manera de contemplar la<br />
tremenda velocidad del tiempo! Al comparar mi<br />
lozanía pretérita con las fotos actuales, me sentí de<br />
golpe mucho más viejo de lo que soy...<br />
El día uno de enero devolví todo al trastero.<br />
Encerré mi pasado donde debe estar, entre mis<br />
recuerdos; salí a la calle a empaparme del presente y<br />
di gracias a Dios porque me había tocado vivir en un<br />
país y en una época donde cada día era mejor que el<br />
anterior y peor que el que le seguirá.<br />
Tuve la sensación de haber hecho un viaje al<br />
pasado para encontrarme con un mundo menos<br />
cómodo, menos justo y menos bello. Porque, no les<br />
quepa duda, como el presente no hay nada. El<br />
pasado estuvo bien, muy bien, mientras fue presente,<br />
ahora debe permanecer guardado en el alcanfor de la<br />
nostalgia de nuestro corazón. Por eso, si se le ocurre<br />
repetir mi experiencia, no lo dude: regrese al<br />
presente cuanto antes, la decepción puede ser mortal<br />
de necesidad.<br />
164
CARTA DE NOCHEVIEJA<br />
¿Sabes niña? Hoy, día de fin de año, he<br />
decidido escribirte una carta. Porque hoy es el día en<br />
que más se siente el paso de la vida, esa vida que tú<br />
y yo vivimos juntos, esa vida que se nos va<br />
escapando nochevieja a nochevieja, sin pararnos a<br />
mirarnos a los ojos y a decirnos todo lo que<br />
necesitamos oír y nunca escuchamos.<br />
¿Sabes por qué se llama nochevieja esta<br />
noche? No es porque un año decrépito agonice,<br />
dejando su paso a uno nuevo y recién nacido. Si<br />
fuera así, también anoche hubiese sido nochevieja, y<br />
anteanoche, y todas estas últimas semanas. No. Esta<br />
noche recibe su nombre porque en ella hacemos un<br />
culto absurdo de nuestra vejez. Sí, sí, de la nuestra,<br />
no de la del año.<br />
Recuerdo con qué ilusión la aguardaba de<br />
niño. Era la oportunidad de sentirme mayor. Esta<br />
noche, mis padres no me mandaban pronto a la<br />
cama, sino que me dejaban sentirme ya como ellos,<br />
mayores, participando en una cena y en una fiesta<br />
como si ya fuera un hombrecillo. Lo importante no<br />
era lo bien que lo pasábamos, sino lo tarde que nos<br />
acostábamos, porque era una medida de lo mayores<br />
que éramos ya.<br />
En una época en la que la economía del país<br />
no era boyante, y que los banquetes escaseaban en<br />
los hogares, aquella cena sofisticada, con consomé,<br />
pavo relleno y erizo de mantequilla con púas de<br />
almendras, era todo un acontecimiento. Las uvas,<br />
tomadas a ritmo de radio nacional, con liturgia de<br />
parte de guerra, nos daban cierto aire de superioridad<br />
sobre los mayores, que más torpes que nosotros en el<br />
manejo del tiempo, porque para ellos iba demasiado<br />
165
deprisa, se atragantaban. En cambio a mí y a mis<br />
hermanos nos sobraba una eternidad entre uva y uva.<br />
El primer sorbo de champán - los niños no<br />
beben alcohol, así que con eso tienes bastante-<br />
significaba el paso al escalón de adolescente, aunque<br />
podría jurar que lo que nos daban era sidra el<br />
Gaitero. Y, después, participar en la fiesta con los<br />
gorros, narices postizas, serpentinas y confetis<br />
ofrecía la confirmación del ser mayor.<br />
Pero las bromas; las cosas de pega, entonces<br />
tan espectaculares y divertidas y que,<br />
desgraciadamente, a fuerza de ser repetidas, han<br />
perdido su eficacia; la bomba sorpresa, repleta de<br />
regalos que volaban por los aires para los niños; y lo<br />
demás, eran un puro retroceso infantil de mis padres<br />
y mis tíos, que se cruzaban conmigo, que quería ser<br />
más viejo, mientras que ellos se morían por ser más<br />
jóvenes.<br />
Y a la mañana siguiente, lo mejor. Presumir<br />
con los amigos de la hora que nos habíamos<br />
acostado, siempre exagerando un poco: yo a las tres,<br />
yo a las cuatro... Desde luego, hacerlo antes<br />
significaba el fracaso. Era reconocer que aún uno era<br />
demasiado pequeño para trasnochar.<br />
Con el paso del tiempo, la nochevieja se<br />
convirtió en otro reto de la edad: transformarse en la<br />
primera noche de salir solo y volver a casa a horas<br />
prohibidas. En nuestros tiempos, niña, eso ocurría<br />
rondando la mayoría de edad, pero después- y lo<br />
hemos vivido tú y yo, con los hijos- el afán por<br />
envejecer prematuramente se desplazó a edades<br />
inverosímiles.<br />
Qué ilusión la de nochevieja, en que los críos<br />
se disfrazan de hombres con corbata y las niñas se<br />
pintan y visten de gala, intentando anticiparle a la<br />
vida unos años, luchando por ser viejos antes de<br />
tiempo, sin saber que pierden un tesoro que no<br />
166
volverá, el de la infancia. Y que se aburrirán tan<br />
pronto de esas fiestas, que ofrecen tan pocas cosas<br />
nuevas, que dejarán estériles de contenido un<br />
montón de años, que hubieran sido más propios para<br />
lo que han anticipado absurdamente.<br />
Como ves, niña, esta noche es el gran<br />
pretexto para envejecer. Incluso cuando, una vez<br />
casados, le pedimos a los abuelos que se queden<br />
después de las uvas con los niños, para escaparnos a<br />
un cotillón, queremos sentirnos libres de hijos, como<br />
si ya hubiesen crecido y se hubiesen emancipado,<br />
para disfrutar a tope de la vida, una vida que<br />
comenzamos a intuir, precisamente esta noche, que<br />
se nos escapa y queremos paladearla intensamente<br />
antes de que sea demasiado tarde.<br />
Y después, hartos de Nocheviejas de hotel y<br />
salas de fiestas, que sólo ofrecen apreturas, masa y<br />
racionamiento, en las que uno se siente mal ante la<br />
obligación de divertirse como sea para amortizar la<br />
noche, volvemos a quedarnos en la paz del hogar,<br />
que ya no nos ofrece novedad alguna sino la<br />
felicidad serena de repetir el rito de tomar las uvas<br />
con los tuyos.<br />
También ahora, sigue siendo más importante<br />
la hora de irse a la cama que cómo lo pasas. Hay que<br />
aguantar como sea para que a uno no lo tilden de<br />
viejo. A nuestra edad, la nochevieja debería de<br />
llamarse la nochejoven, porque nos la tomamos<br />
como gran pretexto para acentuar nuestra juventud.<br />
La vida nos enseña el error de cambiar nocheviejas<br />
de niño, por otras de mayor, y ahora quisiéramos<br />
recuperarlas en un vano intento.<br />
Y, con ese espíritu, las convertimos llana y<br />
simplemente en un rollo. No hay nada más<br />
deprimente que luchar contra los años y sentirnos<br />
derrotados por la realidad de la vida.<br />
167
Por eso, niña, te propongo que le saquemos a<br />
esta noche, a esta nochevieja, todo el partido que<br />
tiene: disfrutar de ver a todos los nuestros sentados<br />
alrededor de la mesa; mirarnos tú y yo, con mirada<br />
cómplice de tantos años de adivinarnos el<br />
pensamiento, y decirnos con los ojos que, gracias a<br />
Dios, hemos disfrutado de otro año más juntos.<br />
Que el tiempo que ha pasado en estos últimos<br />
doce meses ha traído cosas buenas y cosas que no lo<br />
han sido tanto, pero al final seguimos viviendo y<br />
disfrutando del inmenso regalo que es la vida y lo<br />
que nos rodea.<br />
Después, al tomar las uvas y brindar, darte el<br />
tradicional beso de año nuevo. Y dártelo tan fuerte<br />
que emocionemos a la propia vida para que nos dé la<br />
oportunidad de repetirlo el año que viene. Porque<br />
esta noche, en la que como ninguna otra tomamos<br />
conciencia del tiempo, debe servirnos para valorar<br />
aquello que tenemos y que apenas consideramos: la<br />
suerte de vivir, de tener un amor y de contar con<br />
gente que nos quiere.<br />
Porque esta nochevieja, niña mía, no vamos a<br />
buscar ser mayores de lo que somos ni tampoco más<br />
jóvenes. Vamos simplemente a agradecerle al Cielo<br />
el regalo milagroso de asistir al nacimiento de un<br />
nuevo año, y a prometernos de nuevo todo el amor<br />
esquivo que necesitamos para seguir viviendo.<br />
168
EL GRAN REGALO<br />
Don Servando era tacaño, pesetero y sólo le<br />
salvaba de ser miserable su calidad de buena<br />
persona. El no hurtaba el dinero a los demás por<br />
maldad ni por hacer daño. Simplemente se le partía<br />
el alma cada vez que tenía que gastar una peseta en<br />
algo inútil, o que a él le pareciera un despilfarro, lo<br />
que, por otra parte, ocurría siempre.<br />
Su empresa, Tacones de Zapatos, S.A. era<br />
próspera y proporcionaba pingües beneficios<br />
porque surtía de tacones de plástico, corcho y<br />
aluminio a España entera. Pero, cualquiera que la<br />
visitara recibiría la impresión opuesta: austera; llena<br />
de cachivaches viejos, mil veces reutilizados, porque<br />
el lema de la compañía era "aquí no se tira ni la<br />
basura"; y con un aspecto mísero, que acentuaba una<br />
imagen de quiebra inminente, para impresionar a<br />
eventuales inspectores de Hacienda, trabajo o<br />
sindicatos.<br />
Estas Navidades, Don Servando estaba<br />
indignado. El nuevo convenio colectivo imponía<br />
que todas las fábricas de tacones debían regalar<br />
Reyes a los hijos de los empleados, y para su<br />
plantilla de cincuenta personas aquello suponía un<br />
pico.<br />
- En este país, hemos perdido los papeles -<br />
decía congestionado. - ya no sirven para nada los<br />
impuestos que pagamos los contribuyentes.<br />
Se cuidaba muy mucho de utilizar la primera<br />
persona del plural porque era consciente de que a<br />
Hacienda apenas le daba unas migajas, como,<br />
según su forma de ver la vida, debía hacer cualquier<br />
empresario eficaz.<br />
- Ahora pretenden echarnos encima una<br />
carga que siempre les ha correspondido a los Reyes<br />
169
Magos. Pero yo, por ahí no paso.<br />
Con aire decidido, se fue a uno de los<br />
hipermercados que exhiben ordenadores para la<br />
venta y permiten a sus clientes manejarlos, con el<br />
fin de engancharlos a la informática y venderles<br />
alguno. Por supuesto que él no se había comprado<br />
jamás ninguno. ¿Para qué, si cada vez que los<br />
necesitaba los usaba gratis en cualquier<br />
establecimiento en promoción?<br />
Se conecto a Internet y buscó la página<br />
WEB de los Reyes Magos de Oriente. Cuando<br />
apareció, tecleó en el recuadro del correo<br />
electrónico: "Exijo la presencia de un Rey cargado<br />
de regalos con destino a los empleados de Tacones<br />
de Zapatos, S.A. Los sindicatos pretenden que los<br />
empresarios les hagamos a Sus Majestades una<br />
competencia desleal, sustituyendo sus regias<br />
funciones. Pero nosotros somos respetuosos con las<br />
tradiciones".<br />
Y se volvió tan pancho a su fábrica,<br />
convencido de que aquello se iba a arreglar.<br />
Efectivamente, el día cinco de Enero por la<br />
mañana, entró su secretaria anunciándole:<br />
- Le quiere ver un señor negro... A mí me<br />
parece que es Finidi - dijo llena de excitación.<br />
Ante el asentimiento de Don Servando dio<br />
paso a un elegante caballero, cargado con un amplio<br />
portafolios, que daba la sensación de estar vacío, y<br />
una barba rala, casi imperceptible, que se presentó<br />
cortésmente.<br />
- Encantado de conocerle, Don Servando.<br />
Vengo a comunicarle que recibimos su mensaje y<br />
me ha tocado cumplir con la misión. Soy el rey<br />
Baltasar.<br />
Aunque el empresario esperaba que, de una<br />
manera u otra, se solucionara su problema, se<br />
mostró incrédulo.<br />
170
-¿No me engaña?<br />
- Qué va hombre, confíe en mí. Además le<br />
voy a dar una prueba. ¿Quiere llamar a su<br />
secretaria?<br />
Don Servando asintió y avisó a su<br />
colaboradora que escuchó atónita al visitante.<br />
- Me ha contratado su jefe para que mañana<br />
haga de rey y reparta los regalos de empresa entre<br />
los niños Sé que tiene usted un problema, porque<br />
su hijo pequeño está enfermo y no lo puede traer.<br />
No se preocupe, se lo daré ahora y lo puede llevar a<br />
casa.<br />
Abrió su maletín de tal manera que Don<br />
Servando pudo comprobar de refilón que estaba<br />
vacío. Introdujo sus manos y extrajo de él un<br />
ordenador portátil, cargado de juegos, de la última<br />
generación.<br />
La empleada se fue loca de alegría, con los<br />
ojos húmedos, sin acabar de creerse que su jefe se<br />
hubiera decidido a echar la casa por la ventana<br />
contratando a un actor para que, al día siguiente,<br />
repartiera los regalos.<br />
-¿A mí también me ha traído algo? -<br />
preguntó el empresario, mientras tragaba saliva<br />
imaginándose una caja fuerte nueva, un reciclador<br />
de papel usado o un robot sin consumo para<br />
sustituir a algún empleado.<br />
- Sí. Le traigo un gran regalo. El mejor.<br />
Pero se trata de una sorpresa. Se lo daré mañana.<br />
El dueño de la fabrica, loco de alegría, se fue<br />
a enseñar Sevilla a su ilustre visitante. Lo paseó por<br />
todos los lugares típicos, lo llevó a comer a<br />
Ezcaray, dejando naturalmente que pagara<br />
Baltasar, y le mostró el paso de la cabalgata por la<br />
calle Tetuán. Después fue a acompañarlo al Hotel<br />
Inglaterra donde le había hecho una reserva.<br />
- Debe acostarse pronto. Mañana tengo<br />
171
citados a todo el personal a las diez en la fábrica.<br />
Aprovechando que está usted aquí he anunciado que<br />
habrá regalos también para los padres y los<br />
abuelos... - miraba a hurtadillas al Rey Mago con<br />
aire del que se ha aprovechado haciendo una<br />
travesura -. ¿No le importa verdad?<br />
- No, no. Al contrario. Mi obligación es<br />
repartir felicidad. Cuanta más, mejor. A propósito,<br />
¿sabe lo que me haría feliz? : Que me llevara de<br />
tapeo por ahí. Creo que aquí tienen un vino, que se<br />
llama manzanilla, que es una delicia. Hasta mañana<br />
tenemos tiempo...<br />
Dicho y hecho, comenzaron a recorrer bar<br />
tras bar y a copear a catavino suelto. Como era<br />
natural, siempre pagaba Baltasar que, con los ojos<br />
brillantes, comenzó a cantar fandangos jaleándose<br />
con las palmas, al principio sordas y quedas, y<br />
después a pleno pulmón.<br />
- ¡Vaya tajá que ha agarrao el Finidi! - decía<br />
mas de uno al ver el estado lamentable del Rey<br />
Mago.<br />
Don Servando, alarmado, intentó arrastrarlo<br />
al hotel. Pero no lo consiguió hasta que Baltasar<br />
solo fue un fardo sobre su hombro. El médico del<br />
establecimiento fue tajante:<br />
- Este señor padece un coma etílico. Dudo<br />
que recupere el conocimiento antes de cuarenta y<br />
ocho horas.<br />
El empresario, aterrorizado con la que se iba<br />
a armar a la mañana siguiente en sus oficinas,<br />
después de lo que había asegurado y prometido, se<br />
dirigió, haciendo de tripas corazón, al Corte Inglés.<br />
Allí, encargó regalos para medio mundo. Cuando<br />
firmó el albarán de compra casi le da un síncope.<br />
Maldiciendo la Epifanía, regresó al hotel. En<br />
el armario de Baltasar resplandecía flamante el traje<br />
real. Mirando con odio al monarca frito, lo cogió y<br />
172
se lo llevó a casa.<br />
Al día siguiente Tacones de Zapatos, S.A. era<br />
una fiesta. Todos comentaban la esplendidez de los<br />
regalos y el milagro que había transformado a Don<br />
Servando en un rey tan generoso y tan feliz.<br />
Y la verdad era que jamás se había sentido<br />
tan contento y tan realizado. Aquel traje había roto<br />
algo dentro de él, y el hábito, en contra de lo que se<br />
dice, había hecho al monje. Nunca habría podido<br />
imaginar que se fuera tan feliz haciendo regalos y<br />
repartiendo alegría entre niños y mayores.<br />
Ebrio de satisfacción al ver tanta dicha, se<br />
metió la mano en el bolsillo y encontró una carta de<br />
Baltasar.<br />
«Este es mi gran regalo: -decía- Haber<br />
llenado su corazón de generosidad y enseñarle que<br />
la felicidad viene de dar y no de guardar. No hace<br />
falta que me devuelva el traje. La resaca me ha<br />
durado poco y ya he vuelto a Oriente. Úselo todos<br />
los días de su vida: hay que ser un rey Mago todo<br />
el año, aunque sea un monarca tacaño»<br />
P.D. ¿Quién es Finidi?<br />
173
174
CAPITULO VI:<br />
MI EMPALAGO POR SEVILLA
Y DIOS LO HIZO<br />
Cuenta la leyenda que el día en que Luzbel fue<br />
expulsado del Cielo los ángeles fieles se reunieron<br />
en conciliábulo. Aún sentían arder sus manos, aún<br />
tenían los ojos deslumbrados por el fulgor de las<br />
espadas llameantes, aún latían aprisa sus corazones,<br />
conmocionados por el gravísimo peligro que había<br />
corrido la Creación. Y aunque en sus bellos rostros<br />
resplandecía la serenidad por la victoria del bien, un<br />
velo de preocupación empañaba en sus miradas el<br />
brillo de las almas puras.<br />
Fue un arcángel de grandes alas transparentes<br />
el que tomó la palabra:<br />
- No podemos congratularnos de nuestro<br />
triunfo. Hemos librado a la Gloria de la bestia,<br />
hemos humillado al soberbio que intentó ser más<br />
que Dios, pero hemos pagado por ello un alto precio:<br />
el mal, expulsado del edén, ha huido a refugiarse<br />
entre los hombres.<br />
Los ángeles, subyugados por las palabras de su<br />
capitán, gimieron de compasión. Los pobres<br />
mortales, débiles, ingenuos, hechos de barro iban a<br />
ser carnaza fácil para Satán. Un tinte de amargura<br />
nublaba su gesta, y se sentían presos de la cobardía<br />
de aquel que se atrinchera en su castillo y deja<br />
abandonados, fuera de las murallas, a sus siervos<br />
indefensos a merced del adversario.<br />
Un querubín, que quería tranquilizar su<br />
conciencia intentó justificarse.<br />
- No sólo están hechos de barro. El hálito que<br />
les da la vida es un soplo del Creador. Dentro de su<br />
cuerpo animal también alienta un espíritu tan<br />
poderoso como el nuestro. Ellos sabrán defenderse.<br />
El arcángel negó con la cabeza:<br />
177
- El ángel caído es un enemigo terrible.<br />
Ladino, taimado, paciente, irá corrompiendo poco a<br />
poco el reino de los hombres. La ponzoña irá<br />
envenenando sus almas, frágiles y ciegas, y acabará<br />
por reducirlos a la condición de animales. El mundo<br />
perderá la parte más bella del espíritu, aquélla por la<br />
que vale la pena vivir, y el hombre despreciará la<br />
poesía, la nobleza, la generosidad, el amor por los<br />
demás, los sentimientos y la sensibilidad. Serán<br />
sustituidos por el hedonismo, el culto al egoísmo, los<br />
bajos instintos, la morbosidad y el materialismo.<br />
-¿No eres muy pesimista?<br />
- No. Llegará un día en el que el planeta entero<br />
será una cloaca en la que se contemple con ansiedad<br />
la exhibición de espectáculos degradantes, llenos de<br />
asco, enalteciendo las desviaciones, la mentira y el<br />
dolor ajeno. Los hombres irán a lo suyo, serán presa<br />
fácil para el maligno, y acabarán creyéndose más<br />
libres, sin darse cuenta de que serán cada vez más<br />
esclavos de los dueños del dinero y de los instintos<br />
de las bestias.<br />
El querubín gimió:<br />
-¿Y no hay solución?<br />
El arcángel, tras reflexionar largamente<br />
propuso:<br />
- Hemos de pedirle a Dios que no abandone a<br />
los mortales a su suerte. Ya sé que el Creador se ha<br />
prometido a sí mismo no intervenir, porque<br />
considera sagrado el libre albedrío. Pero debe<br />
ofrecerles una oportunidad, una tabla de salvación<br />
en la que permanezcan intocables la ilusión, la<br />
poesía y la sensibilidad del espíritu. Un oasis en el<br />
que se preserve todo lo bello del aliento de Dios y<br />
que sirva como referencia a los que, cegados por el<br />
materialismo, olviden que tienen alma.<br />
Los ángeles, súbitamente animados,<br />
comenzaron a diseñar ese trozo del edén<br />
178
trasplantado a la Tierra. Un lugar, preservado por<br />
milagro divino, donde guardar las esencias de lo más<br />
hermoso de la Creación. Frase, a frase, sugerencia a<br />
sugerencia, propuesta a propuesta fueron<br />
desgranando ante el Sumo Hacedor las cualidades<br />
que debería reunir el rincón terrenal del reino<br />
celestial.<br />
Un lugar hermoso,<br />
de firmamento tan azul como el Cielo,<br />
donde cada año renazca la magia<br />
y lo haga inmune a la monotonía.<br />
Un lugar distinto,<br />
que se renueve con las primaveras,<br />
con calles que huelan a flores,<br />
y rincones rebosantes de poesía.<br />
Que impregne el aire de culto a Dios<br />
y lo empape con aromas de cera e incienso.<br />
Lleno de hombres y mujeres<br />
capaces de olvidarse de su dura realidad<br />
para convertirse ellos mismos en versos<br />
integrantes de un inmenso poema,<br />
que canta saetas,<br />
mece a sus vírgenes,<br />
guarda silencios,<br />
siente escalofríos,<br />
vive el arte,<br />
mide la luz<br />
y llora impresionado por tanta belleza...<br />
179
El ángel del trabajo torció el gesto<br />
preocupado.<br />
-¿No te parece bien un lugar así? – le<br />
preguntó el arcángel.<br />
- Sus gentes terminarán siendo narcisistas. En<br />
un paraíso como el que describes, se sentirán tan en<br />
el cielo que se creerán ángeles. Trabajarán poco,<br />
lucharán menos y alcanzarán la complacencia<br />
simplemente mirándose. Confundirán el regalo<br />
divino con sus propios méritos.<br />
- Aún así merecerá la pena correr el riesgo.<br />
Le pediremos al Sumo Hacedor que nos ayude.<br />
Y, entonces Dios, sonriendo, hizo un gesto de<br />
amor infinito y ... ¡ Creó Sevilla!.<br />
180
EL VIGIA<br />
La primera vez que lo vi, merodeaba alrededor<br />
de la nave, mirando por las rendijas, se agitaba<br />
nervioso mientras intentaba ver lo que ocurría<br />
dentro. Pensé que se trataba simplemente de un<br />
curioso que quería presenciar las pruebas resistentes<br />
del Giraldillo. Olvidándome de él, entré en busca del<br />
profesor López Palanco, que me había invitado a<br />
contemplar el ensayo de viento a que se iba a<br />
someter la nueva Santa Juana.<br />
Hacía tiempo que la veleta de la Giralda había<br />
dado muestras de envejecimiento. Una vez<br />
desmontada, la inspección había puesto de<br />
manifiesto que había premura para reparar los daños.<br />
Ante una restauración complicada, se había optado<br />
por fabricar, con carácter provisional, una réplica de<br />
la escultura con materiales más duraderos y<br />
resistentes, que debía probarse antes de ser instalada<br />
a cien metros de altura Al problema de resistencia<br />
de los materiales, se superponía la contestación<br />
popular que se lamentaba del cambio de un viejo<br />
testigo de nuestra historia por una escultura recién<br />
nacida.<br />
Volví a la semana siguiente a curiosear las<br />
investigaciones. A la salida, casi me doy de bruces<br />
con el misterioso espía. Inquieto, como si hubiese<br />
sido sorprendido cometiendo un delito, me empujó y<br />
huyó despavorido.<br />
En mi tercera visita ya iba prevenido. Lo<br />
vislumbré agazapado detrás de unas cajas. De forma<br />
irresponsable, movido por no sé qué presentimiento,<br />
me acerqué por detrás y lo sorprendí. Se trataba de<br />
un hombre mayor, de edad indefinible, y mirada<br />
noble llena de tristeza. Sus ojos no eran los de un<br />
delincuente.<br />
181
Intentó escabullirse pero, acosado por mi<br />
determinación, encogió los hombros y se sometió a<br />
mi interrogatorio. Para demostrarme que no traía<br />
torpes intenciones, sonrió con aire cansado.<br />
Hablando despacio, como si hubiera perdido la<br />
costumbre de hacerlo, me explicó:<br />
- Soy el vigía de Sevilla. En las ciudades mágicas<br />
existe un espíritu encargado de vigilarlas para<br />
protegerlas del mal. Habita en un punto alto, para<br />
otear el horizonte, contemplar a través de las<br />
ventanas sus hogares, conmoverse con las penas<br />
secretas y complacerse con las alegrías de sus<br />
habitantes. El vigía de la ciudad vela de día y de<br />
noche para ahuyentar los malos espíritus, socorrer a<br />
los que sufren en silencio y coordinar la tarea de los<br />
duendes. Suele situarse en el interior de grandes<br />
estatuas, en el mástil de algún estandarte o en las<br />
veletas de las torres. Yo vigilo desde la Giralda.<br />
Pensé que era un pobre orate y le seguí la corriente:<br />
- Entonces usted es una especie de príncipe feliz.<br />
¿No? - le dije recordando el viejo y tierno cuento de<br />
Oscar Wilde.<br />
- Exactamente - me dijo emocionado -. Llevo<br />
siglos contemplando a mis pies a la ciudad más<br />
hermosa del planeta. Al principio, encaramado a tres<br />
manzanas doradas, cuidando de una Sevilla<br />
musulmana; después, en un modesto campanario de<br />
una ciudad cristiana; desde el siglo XVI gozo de una<br />
figura envidiable, la de Santa Juana...<br />
-¿Y ahora?... - pregunté con algo de sorna.<br />
- No tengo lugar. Han desmontado mi veleta y no<br />
estoy seguro de que la vuelvan a restituir. Me siento<br />
nervioso y cargado de responsabilidad porque, sin<br />
mí, Sevilla está indefensa.<br />
- Le van a poner otra nueva - le guiñé con<br />
complicidad, señalando a la brillante estatua llena de<br />
cables y esparadrapos.<br />
182
- No sé si podré vivir en ella. ¡Han sido tantos<br />
años con la antigua!... Sería como una traición. Me<br />
parece que moriré el día que se la lleven para<br />
repararla. En cualquier caso, no puedo ocuparla si no<br />
es aceptada por el Cielo. Yo sólo soy un<br />
funcionario...<br />
Lo dejé irse. El pobre loco me dio pena,<br />
aunque no tardé en olvidarle. Sin embargo hace unas<br />
semanas, recorriendo con D. Alfonso Jiménez, el<br />
arquitecto maestro de obras del templo, las cubiertas<br />
de la Catedral, el corazón me dio un vuelco. El<br />
responsable de las obras catedralicias, alarmado,<br />
acababa de descubrir a un hombre junto al nuevo<br />
Giraldillo que, una vez superadas las pruebas, estaba<br />
recién instalado sobre la torre. Nadie sin<br />
autorización podía estar allí a esa hora.<br />
A pesar de la distancia, lo reconocí<br />
inmediatamente. Se trataba del viejo loco. Temí<br />
verlo trepar, a tanta altura, por el torso de la brillante<br />
veleta. Y de repente, cuando esperaba angustiado<br />
verlo precipitarse al vacío, desapareció. Por un<br />
instante me pareció que se desvanecía, como si se<br />
hubiese fundido con la figura.<br />
Alfonso Jiménez volvió a mirar y me dijo:<br />
- Ya sé ha ido. Ha debido ser un operario<br />
rezagado.<br />
No contesté. Pero sonreí mirando el resplandor<br />
de la nueva Santa Juana, ya bendecida por el Cielo,<br />
que lucía cargada de tintes mágicos. Sevilla volvía a<br />
tener a su vigía, y los duendes, qué sería de nosotros<br />
sin ellos, volvían a tener quién los mandase.<br />
183
184
PASE DIRECTAMENTE<br />
En el Cielo estaban preocupados. El índice<br />
de inmigrantes con los papeles en regla para ser<br />
admitidos en la Gloria había descendido a límites<br />
alarmantes. Rara era el alma que lograba entrar en el<br />
Reino de Dios, y la cola de los rechazados, que se<br />
encaminaban cabizbajos a purgar sus penas, era cada<br />
vez más grande.<br />
Como la misericordia divina era infinita,<br />
cada día llegaban nuevos criterios de admisión más<br />
laxos. Bastaba ya con una virtud, una sola, para<br />
hacer borrón y cuenta nueva de los pecados y, con<br />
ello, poder entrar en la felicidad eterna.<br />
Pero a pesar de tan sustanciosas rebajas, casi<br />
ninguno de las aspirantes era considerado digno. El<br />
mundo había entrado en tal etapa de materialismo,<br />
desprecio del espíritu y culto al componente animal<br />
del hombre, que las virtudes habían pasado a la<br />
historia. Se había llegado a pensar que serían<br />
necesarias pateras para cruzar ilegalmente desde el<br />
tercer mundo terrenal al Reino celestial.<br />
Por eso, San Pedro estaba sorprendido con el<br />
número de permisos aduaneros que emitía San<br />
Joaquín: sus ingresos diarios alcanzaban la media<br />
docena de almas, todo un récord en estos tiempos.<br />
Dispuesto a averiguar la razón de ese éxito, y<br />
obsesionado por cortar cualquier brote de injusticia,<br />
decidió espiar al que, en su día, fuera abuelo de<br />
Jesucristo.<br />
La mayor parte de los difuntos que accedían<br />
a la Gran Puerta por la ventanilla de Joaquín<br />
cumplimentaban los formularios de pecados<br />
mortales, veniales, faltas, omisiones y rellenaba con<br />
mayúsculas los catálogos de virtudes. El Santo los<br />
corregía y, poniendo cara de compasión, les negaba<br />
185
el acceso. Pero había casos en que nada más<br />
comenzar a leer el expediente, sin revisarlo siquiera,<br />
miraba sonriente al aspirante y le abría la puerta sin<br />
otra explicación.<br />
Repasando, San Pedro, más tarde los pases<br />
de entrada en busca de una justificación a tan súbitas<br />
admisiones, sólo encontró un lugar común: todos<br />
procedían de Sevilla. Preocupado por la anomalía<br />
llamó a Joaquín:<br />
- Los de Sevilla cruzan sin más, como si<br />
trajeran salvoconducto. ¿No será porque tú eres el<br />
patrono de Triana? - rugió amenazador San Pedro.<br />
- No, señor - protestó vivamente el padre de<br />
la Virgen -. Estoy convencido de que todos los<br />
<strong>sevilla</strong>nos poseen y cultivan una virtud teologal: la<br />
Fe. No hay otro pueblo en la creación que demuestre<br />
tanto convencimiento por las cosas de la religión<br />
como el de Sevilla. Sus gentes se pasan el año<br />
llenando sus calles de imágenes santas y<br />
demostrándoles un profundo culto. Para mí no hay<br />
duda, ser <strong>sevilla</strong>no es sinónimo de tener fe. Y como,<br />
según las últimas decisiones de la Instancia<br />
Superior, con una virtud vale, me basta con que sean<br />
de Sevilla para que pasen directamente.<br />
Confundido, San Pedro decidió comprobarlo<br />
personalmente. Estaba convencido de que a Joaquín<br />
le pesaba tanto su relación afectiva con Triana que<br />
se sentía con la obligación de ejercer de patrón hasta<br />
para colar de rondón a sus protegidos en la corte<br />
celestial. Así que tomó la encarnadura mortal y se<br />
encaminó a espiar a la capital de Andalucía.<br />
Hacía siglos que no la visitaba y le<br />
sorprendió encontrarse con un lugar tan hermoso:<br />
había reventado la primavera y el ambiente<br />
embriagaba de luz, azahar, belleza y armonía.<br />
Era Semana Santa y la ciudad bullía con la<br />
expectación con la que se aguarda un nuevo milagro.<br />
186
Día tras día, noche tras noche, los <strong>sevilla</strong>nos<br />
aguardaban de pie, perdidos en enormes bullas, en<br />
un silencio mágico, el paso de horas y horas<br />
esperando unos minutos de poesía.<br />
Pero Joaquín exageraba: aquello no era la<br />
virtud de la fe: muchos de ellos acudían sólo<br />
buscando la plástica del momento: el olor a cera, la<br />
belleza de los pasos, la elegancia de su caminar, los<br />
mil y un encuadres perfectos... aunque, a veces,<br />
cuando llegaba el momento cumbre, un pellizco de<br />
emoción conmoviera sus corazones, y los pasos de<br />
Cristo crucificado y Madre dolorosa continuaran su<br />
camino ingrávido dejando atrás miles de hombres<br />
alterados dispuestos a buscar con ansia otro rincón<br />
donde floreciera algo que recordara a la fe.<br />
Cautivado por el ambiente y emocionado por<br />
tanta belleza no fue capaz de regresar. Se decidió a<br />
perderse por las calles, hipnotizarse con sus sabores<br />
y beberse toda la plástica de una primavera<br />
irrepetible. Si no hubiese sido por la llamada de lo<br />
Alto, que lo reclamaba urgentemente para que<br />
retomara sus obligaciones, se hubiera quedado para<br />
toda la eternidad.<br />
Lo primero que hizo el Santo Portero<br />
celestial al llegar fue comunicar su profundo rechazo<br />
a la tesis de que ser <strong>sevilla</strong>no era equivalente a tener<br />
fe. San Joaquín supo del desacuerdo del guardián de<br />
las llaves del Reino a su vuelta al Cielo, y,<br />
sintiéndose vigilado, no fue capaz de admitir sin más<br />
a un alma <strong>sevilla</strong>na que le había pedido la venia<br />
para entrar. Cuando ya marchaba cariacontecida para<br />
el Purgatorio, San Pedro intervino y la detuvo<br />
sorprendentemente:<br />
-¿Eres de Sevilla?... No precisas pasaporte,<br />
pasa directamente...<br />
Y al ver la cara de asombro de Joaquín,<br />
refunfuñó:<br />
187
- No se les puede prohibir la entrada. Los<br />
<strong>sevilla</strong>nos no tienen más fe que los demás, pero son<br />
ciudadanos celestiales por derecho propio. El día en<br />
que nacieron entraron directamente en el Cielo por<br />
voluntad de Dios... ¿No te has dado cuenta de que<br />
Sevilla es la delegación terrenal de la Gloria?<br />
188
MI SEVILLA ESTA EN ORDEN<br />
Tengo que confesarles algo: me siento un<br />
aficionado a los toros de segunda división. A pesar<br />
de ser un viejo abonado; a pesar de que cada año<br />
presencio una veintena de corridas; a pesar de que en<br />
el tendido hablo y actúo como un experto de la<br />
tauromaquia; a pesar de todo eso... no soy un taurino<br />
cabal.<br />
La mayor parte de los festejos me cansan. No<br />
puedo decir que me aburran, porque respeto mucho a<br />
los que se juegan la vida entre los cuernos, pero,<br />
para qué negarlo, es rara la ocasión en la que salgo<br />
de la plaza con la sonrisa en los labios. Y es que yo<br />
acudo a la fiesta buscando una sola cosa: magia. Y<br />
rara vez la encuentro. Me dan envidia los verdaderos<br />
aficionados que gozan con la lidia, que paladean los<br />
mil detalles técnicos que ofrece el manejo del toro,<br />
que perciben las dificultades, el gesto oportuno, el<br />
toque maestro y el buen quehacer.<br />
Me gustaría ser así y sacarle la esencia al<br />
trato adecuado a cada cornúpeta, siempre distintos; a<br />
la estrategia a lo largo de la lidia; al manejo del<br />
caballo y a la secuencia de lances que componen una<br />
faena completa. Pero, aunque percibo esos detalles y<br />
matices, no acabo de sentirme feliz. El trabajo bien<br />
hecho me satisface, pero no me emociona.<br />
Tampoco soy de los que se conforman con el<br />
ambiente. Una, dos, tres veces me puede satisfacer<br />
saludar a los cabales, vislumbrar algún famoso,<br />
empaparme de luz y colorido, disfrutar con el<br />
silencio o escuchar los clarines. Pero eso no me<br />
justifica tanta corrida. El ambiente es para mí<br />
condición necesaria, no puede existir nada mágico<br />
sin él, pero no suficiente.<br />
189
¿A qué le llamo magia? ¡Ojú! Cualquiera lo<br />
explica. Me imagino que cada uno tiene su concepto<br />
particular del hechizo, y que lo que a uno le<br />
impresiona, a otros no tanto. Para mí, para encontrar<br />
la magia de los toros, necesito la conjunción de<br />
cuatro cosas: rito, devoción, milagro y suerte.<br />
El rito de repetir, año tras año, una ceremonia<br />
con una liturgia especial; en la que siempre vuelvo a<br />
vivir, de nuevo, una experiencia con la esperanza de<br />
que, quizás esta vez, se produzca el prodigio. Una<br />
vivencia en la que se repiten el ambiente, los toreros,<br />
los aromas, los sonidos y los rostros, como si el<br />
tiempo no corriera y cada vuelta a empezar nos<br />
devolviera la juventud perdida.<br />
La devoción por los protagonistas de la<br />
fiesta. Uno no sabe por qué, pero hay toreros<br />
capaces de despertar nuestra dosis de brujería<br />
personal, mientras que otros, tan dignos y tan<br />
buenos, no lo consiguen. Todos tenemos nuestros<br />
favoritos, aquellos que guardan el secreto de nuestra<br />
magia. Sin esa devoción a estas figuras, es casi<br />
imposible que despierte el hechizo.<br />
El milagro es también imprescindible. El<br />
Cielo ha de propiciar el embrujo de la tarde: el toro<br />
ha de impregnarse del sortilegio y, lleno de bravura,<br />
danzar obediente al gesto del torero; el matador se<br />
transfigurará, olvidará el miedo y hará fácil lo<br />
imposible, ciñéndose a la bestia en una explosión de<br />
armonía, cadencia y embriaguez.<br />
Y por último, la suerte. No la de que no<br />
ocurra un percance, porque cuando brota la magia,<br />
desaparece el temor y nada malo puede suceder. La<br />
suerte necesaria es tener fortuna en la suerte<br />
suprema. No es casual que, al acto cumbre de la<br />
muerte del toro, se le llame también suerte...<br />
Si se dan esas cuatro cosas, brota la magia,<br />
mi corazón vibra de emoción, se conmueve lo más<br />
190
íntimo de mi ser y me siento pagado con creces de<br />
tantas tardes de cansancio y tedio. Por eso sólo me<br />
emociono en Sevilla, Ronda, Jerez y el Puerto, mis<br />
plazas mágicas; en días clave, como el domingo de<br />
Resurrección, en los que el rito se repite como una<br />
leyenda viva; y con mis toreros: Curro, Espartaco,<br />
Emilio Muñoz y Morante. Los hay mejores, pero no<br />
están en el mundo de mis hechizos.<br />
En las últimas temporadas, he asistido a la<br />
fiesta sin ilusión, renunciando a vivir la magia. Pero<br />
este año ya ha sido diferente: Emilio Muñoz ha<br />
vuelto a estar en la Maestranza, Curro ha lidiado con<br />
ganas y Espartaco ha toreado de nuevo... Aunque<br />
todos quizás por poco tiempo, mi faraón de Camas<br />
acaba de cortarse en silencio la coleta y los otros dos<br />
lo seguirán pronto, pero eso, ¿qué nos importa?....<br />
Ahí está el mejor torero del mañana: Morante de la<br />
Puebla<br />
- Pero maestro... ¿No se olvida de algo? ¿Y<br />
los toros?<br />
-¿Los toros?... ¡Cómo van a ser, como<br />
siempre, un desastre!<br />
Mi Sevilla vuelve a estar en orden...<br />
191
192
MI SEMANA SANTA<br />
Cada vez que llega la Semana Santa, desfilan<br />
por mi mente todas las escenas ligadas a la Sevilla<br />
de mi infancia, que son muy diferentes a las que viví<br />
de mayor y muy parecidas a las actuales.<br />
No cabe duda de que hay muchas formas<br />
de vivir las cofradías. A lo largo del tiempo vamos<br />
cambiando, y eso hace que, de año en año, se<br />
tengan nuevas vivencias y parezca todo distinto. A<br />
mí, que me encanta dar un repaso interno y lleno de<br />
sabores a las diversas etapas en las que he vivido la<br />
Pasión en Sevilla, me gusta sobre todo recrearme<br />
con las que tuve de niño en las que, cada primavera,<br />
sentía abrirse a mis ojos una ilusión nueva.<br />
Cada Domingo de Ramos, sólo una cosa<br />
permanecía siempre en su sitio: el aire. Creo que si<br />
no tuviera calendario sabría que había llegado ese<br />
día solamente por su especial e inigualable<br />
atmósfera: su mañana tiene una luz diferente, el<br />
azahar se cuela por todos los rincones, al respirar<br />
se nota una densidad profunda que casi puede<br />
palparse, los rostros de las gentes están cargados de<br />
expectación, como si algo viejo fuera a despertar, de<br />
nuevo, y toda la ciudad se conmocionara dispuesta a<br />
cumplir su rito más profundo.<br />
Todo lo demás, lo mío, porque uno mira la<br />
fiesta según le va, es distinto. Cada año, o quizás<br />
mejor cada lustro, mi Semana Santa evoluciona y<br />
se convierte en algo nuevo. A veces intenso y a<br />
veces casi desapercibido.<br />
Cuando era niño vivía muchas cosas<br />
ilusionantes: el placer de estrenar ropa nueva como<br />
anticipo de que me iban a sacar de paseo; el paso por<br />
el puente de Triana hacia el centro, cogido de la<br />
mano de mi madre; las sillas en la calle Sierpes,<br />
193
delante de Maquedano; la cera... Cada año, acudía<br />
con la ilusión de hacer la bola más grande de la<br />
historia. Y siempre lo conseguía. Después, durante<br />
semanas, fabricaría con ella pequeños nazarenos<br />
para jugar a las cofradías.<br />
Disfrutaba pidiendo caramelos, comiendo<br />
medias noches de Ochoa y viendo los pies de los<br />
costaleros, que se me antojaban llenos de misterio.<br />
En modo alguno los identificaba con aquellos<br />
cargadores de muelle, en camiseta, que iban detrás<br />
de los pasos para hacer algún relevo.<br />
El Señor y la Virgen me impresionaban, y<br />
no entendía las explicaciones maternas diciendo<br />
que sólo había un Dios y una madre. Yo veía<br />
muchos muy diferentes. Y las señoras de mi<br />
vecindad les rezaban a todos, como esperando de<br />
cada uno un milagro distinto. Recuerdo que llegué a<br />
aborrecer a los judíos, capaces de hacer sufrir tanto y<br />
llenar de heridas a Alguien tan bueno.<br />
Un día, me fijé en las trenzas rubias de una<br />
niña sentada a mi derecha, tres sillas más allá. Y la<br />
Semana Santa cambió. Ya no tuve ojos más que<br />
para aquel rostro, que recuerdo pálido y redondo,<br />
para su jersey azul y para unos calcetines blancos<br />
hasta la rodilla.<br />
Perdí interés por la cera, me daba vergüenza<br />
pedir caramelos y volvía la vista ruborizado si<br />
ella miraba en mi dirección. A partir de entonces,<br />
estaba deseando cada año que llegara el Domingo<br />
de Ramos, para que mi madre me llevara a ver esa<br />
niña tan bonita con la que soñaba despierto.<br />
Jamás hablé con ella. Ni siquiera sé si se<br />
fijó en mí. Pero me pasé dos o tres Semanas Santas<br />
pendiente de una mirada, jugando con la fantasía a<br />
salvarla de mil peligros y soñando con una sonrisa<br />
de gratitud.<br />
Como ella se hizo mayor, antes que yo, dejó<br />
194
de venir a sentarse en las sillas, y ese año dejé de<br />
interesarme por las procesiones, que comenzaron a<br />
parecerme muy pesadas:<br />
¡Qué aburrido era estar sentado horas y<br />
horas viendo pasar nazarenos que no se acababan<br />
nunca! ¡Qué triste sentirse niño, cuando uno quiere<br />
ser mayor, y se queda humillado pensando en que su<br />
bella niña ya es una mujercita que jamás se podrá<br />
fijar en un pequeño!<br />
Un domingo de Ramos, me puse mis<br />
primeros pantalones largos. Y me dejaron irme por<br />
ahí con los niños del colegio. Ese día me sentí ya<br />
un hombre serio y formal. Aquella tarde, murió<br />
una Semana Santa y comenzó otra nueva.<br />
Mis amigos me enseñaron a ser capillita y<br />
me iniciaron en esa asignatura que todo <strong>sevilla</strong>no<br />
como Dios manda tiene que aprobar: había que<br />
saberse de memoria el programa de las Cofradías,<br />
conocer todas las salidas y entradas, dominar los<br />
rincones especiales, donde la plástica de cada<br />
procesión es diferente, aprender el argot cofrade,<br />
comentar los estrenos, distinguir un respiradero<br />
bonito, criticar la forma de llevar un paso...<br />
Comíamos muy pronto, para estar a las dos<br />
en la calle viendo salir la primera. Después,<br />
andando muy deprisa, cuando no corriendo, nos<br />
dirigíamos al siguiente punto de encuentro. A pesar<br />
de que nos dábamos un atracón de palios, mecidas<br />
y Cristos agonizantes, nunca nos dábamos por<br />
saciados. Nuestra liturgia es tan variada y tenemos<br />
tantos escenarios dispersos e increíbles, que todo nos<br />
sabía a poco.<br />
Y eso que no veíamos ninguna entrada. A la<br />
diez había que estar de vuelta en casa porque, a<br />
pesar de nuestros pantalones largos y de la pelusa en<br />
el bigote, aún éramos unos mocosos para andar por<br />
ahí de noche.<br />
195
¡Qué ganas de ser mayor para poder ver<br />
entrar a los Estudiantes1 ¡Qué frustración no<br />
conocer aún las de madrugada! Existía toda otra<br />
Semana Santa que se nos escapaba y antojaba llena<br />
de maravillosas y misteriosas sensaciones, que se<br />
reservaban los adultos para ellos, Porque yo ya me<br />
sentía hombre, pero mi madre, evidentemente, no<br />
me veía como tal.<br />
Mientras, seguía saliendo de nazareno en<br />
Montserrat. Cada Viernes Santo, desde los ocho<br />
años, mi tío Vicente me llevaba fuera de mi Triana<br />
a una cofradía, a la que cogí mucho cariño, pero a la<br />
que sólo me ataba mi tía catalana.<br />
Mis amigos nunca entendieron que yo no<br />
saliera en los símbolos de mi barrio: la Estrella, la<br />
Virgen de la O, o el Cachorro. Para defenderme de<br />
mi deserción trianera, presumía ante ellos de que mi<br />
hermandad era la única que llevaba a las dos niñas<br />
más guapas de Sevilla: una Verónica morena y una<br />
Fe rubia. Y les dejaba intuir que hablaba con ellas<br />
antes de salir, y que las tenía locas por mí. ¡Qué<br />
farolero es uno en la adolescencia! Jamás les pude<br />
dirigir la palabra. Pero, claro, eso era<br />
indemostrable.<br />
También fue en esa época cuando, ansioso<br />
de exprimir la Semana Santa hasta la última gota,<br />
salía todas las mañanas a visitar templos; a<br />
coleccionar cintas de solapa con los colores<br />
cuaresmales; a ver los pasos del día, inmaculados,<br />
listos para la salida; y a conseguir estampas de las<br />
diferentes imágenes. Como no nos podíamos<br />
acostar tarde, nos levantábamos temprano y nos<br />
íbamos, serios y circunspectos, a repetir el rito de<br />
recorrer iglesias, en una ceremonia anual impropia<br />
de unos chavales pero que forma parte de eso que<br />
llamamos ser <strong>sevilla</strong>no.<br />
Fue otro domingo de Ramos el día en que<br />
196
aparecieron las niñas en mi vida. La pandilla<br />
cambió, y con ellas llegó otra forma de vivir la<br />
Semana Santa. Más pausada, menos exhaustiva pero<br />
más romántica. Las primeras miradas a los ojos, la<br />
mano femenina en la tuya, y los escalofríos de<br />
sentirse querido, se sucedieron a la luz de los cirios,<br />
junto a un paso meciéndose y bajo los ojos<br />
indulgentes de una Dolorosa que veía nacer el amor<br />
juvenil.<br />
He vivido muchas Semanas Santas más.<br />
Casado, con niños chicos, con niños grandes, con<br />
hijos casados... Cada día que pasa se va pareciendo<br />
más a ese perfume que no tiene precio y del que te<br />
bastan un par de gotas bien paladeadas para no<br />
perder el aroma.<br />
Sin embargo hay algo que sigue<br />
permaneciendo constante: el aire de ese Domingo<br />
de Ramos que cada año, cuando llega, me trae,<br />
impregnada en azahar, toda mi vida.<br />
197
198
EL MAR<br />
Sevilla se desperezó sensualmente y se dejó<br />
acariciar por el sol. Soñolienta se recreó<br />
contemplándose desde lo alto de la Giralda.<br />
- Que bella soy - se dijo -. Nada hay sobre el<br />
orbe que se me pueda comparar. ¿No es verdad,<br />
cielo?<br />
El firmamento, sin osar contradecirla, asintió<br />
envolviéndola en luz azul. La abrazó enamorado,<br />
con ese color especial que sólo dedica a la reina de<br />
las ciudades.<br />
Satisfecha, se volvió hacia el aire, y le<br />
preguntó coqueta:<br />
-¿Besas a otras igual que a mí?<br />
Remolinos suaves pusieron piel de gallina en<br />
sus calles. Brisas tenues se cargaron de aromas en el<br />
parque y perfumaron con mimo todos los rincones,<br />
exagerando piadosamente un amor eterno.<br />
Indolente, segura de sí, se fijó en el río, su<br />
amante verde.<br />
- ¿Es cierto que no hay otro lugar en el<br />
mundo tan bonito como tu novia? ¿Me juras que<br />
todo lo que existe en el planeta está loco por mí?<br />
Y el Guadalquivir mintió como sólo lo<br />
saben hacer los enamorados:<br />
- Todos te adoran y todos te desean.<br />
Sevilla sonrió orgullosa y volvió a cerrar los<br />
ojos para soñar, como cada día, consigo misma.<br />
Unos sollozos la turbaron.<br />
-¿Cómo es posible que nadie pueda estar<br />
triste? - exclamó escandalizada -. Yo soy perfecta.<br />
Me han consagrado reina de la alegría. Ninguna<br />
lágrima puede turbar mi complacencia.<br />
Buscando el llanto, encontró a una bella<br />
mujer acodada en la barandilla del puente de Triana,<br />
199
con la vista perdida en la lejanía, como si quisiera<br />
volar sobre el río hacia un destino ignoto.<br />
-¿Qué te ocurre, niña? ¿Por qué lloras? - le<br />
preguntó, disfrazada de gitana de la Cava -. ¿Cómo<br />
eres desgraciada en un sitio tan bello?<br />
- Echo de menos el mar<br />
-¿El mar? - inquirió Sevilla extrañada -.<br />
¿Cómo es que jamás oí hablar de él?<br />
- Es lo más bello de la Tierra - replicó la<br />
joven anegada en gotas de pena -. Un reino inmenso<br />
de agua salada, coronado de espuma, apasionado y<br />
tranquilo, indómito y dócil que cautiva para siempre<br />
al que nace a su vera.<br />
-¿De dónde eres? - preguntó la gitana de<br />
mentiras, curiosa e inquieta.<br />
- Soy del Norte. De un lugar donde el<br />
océano es violento y viril, de un sitio en el que<br />
acaricia a la costa con gestos rudos y estalla de<br />
amor en cada beso. De un rincón en el que la mirada<br />
se te pierde en el horizonte azul y ya no la recuperas<br />
más... Lo echo mucho en falta.<br />
-¿Pero no te compensa todo lo que Sevilla te<br />
ofrece?<br />
- No, lo siento. Es muy linda, pero le falta<br />
mi mar.<br />
-¿Y cómo es que él no ha venido nunca aquí<br />
para verla? ¿No está enamorado de ella como todas<br />
las otras cosas del mundo?<br />
- Creo que ni la conoce - dijo la mujer<br />
sincera, sorbiendo las lágrimas salobres que le<br />
recordaban el sabor del océano perdido.<br />
Sevilla se encogió enfadada. Cerró los ojos y<br />
dejó que el día se pusiera gris e insoportable. Se<br />
sentía tonta y engañada. Llevaba siglos rodeada por<br />
mentiras. Nunca nadie le había dicho que existiera<br />
algo tan bello y que, encima, no pertenecía a su<br />
séquito de amantes. Y, sin embargo, ahora que lo<br />
200
sabía tenía conciencia de que había llegado a<br />
intuirlo.<br />
Cada vez que se asomaba a los muelles<br />
llenos de barcos que iban a América, con hombres<br />
movidos por la ilusión y la aventura, preguntaba por<br />
su destino. Pero el río le hablaba de otras tierras, de<br />
oro y de especias, nunca del mar. Y si ella<br />
preguntaba por qué se llamaban marinos, nadie<br />
había querido jamás responderle. Tanto es así que<br />
llegó a creerse que era un adjetivo más de su<br />
Triana y se atribuyó, tonta de ella, el nombre de<br />
ciudad marinera.<br />
Decidida, puso al Giraldillo de puntillas<br />
para ver si vislumbraba a lo lejos las olas del<br />
océano, pero a lo más que llegó fue a adivinar la<br />
marisma con nubes de flamencos rosados llenando el<br />
aire.<br />
Enamorada de un imposible, despechada por<br />
saber que sus encantos no cautivaban a alguien tan<br />
bello, se dirigió a una de las palomas del parque.<br />
-¿Sabes del mar?<br />
-¿Quién no lo conoce, madre?<br />
-¿Serías capaz de llevarle un mensaje?<br />
- Está lejos, pero si quieres iré...<br />
Y, lanzando las alas al cielo, se dirigió al Sur<br />
en busca del océano. Más de una vez se sintió<br />
perdida y cansada, y tuvo que reposar en los juncos<br />
de la orilla del río. Pero un par de gaviotas<br />
sonrieron al saber de una paloma que quería decirle<br />
algo al mar y la guiaron llenando el aire de gritos de<br />
aviso.<br />
Las olas suaves, acogieron con rumores a la<br />
mensajera.<br />
-¿Qué quieres? ¿Qué recado nos traes?<br />
La paloma había nacido en San Jacinto, al pie<br />
de la Cava. Y era medio gitana. Por eso sabía muy<br />
bien lo que tenía que decir.<br />
201
- Acabo de conocer a la reina de las<br />
ciudades y me he quedado extrañada de que el mar<br />
no haya sido capaz de conquistarla. No debe ser tan<br />
poderoso como presume cuando aún no ha logrado<br />
rendirla de amor<br />
Un orgullo denso surgió de las<br />
profundidades y encrespó violentamente la<br />
superficie, que pasó de un azul tranquilo a un verde<br />
esmeralda.<br />
- Mis amantes son las villas más importantes<br />
del planeta – rugió -. No existe paisaje perfecto que<br />
no esté bañado por mis aguas. No hay ciudad<br />
mágica que no sea novia de los océanos. Seguro que<br />
me hablas de alguna situada en el interior - la voz<br />
agitada del oleaje se tornó despectiva -. Todas las<br />
poblaciones de tierra adentro carecen de la<br />
majestuosidad que les daría el escenario maravilloso<br />
que yo otorgo a mis amadas.<br />
- Por una frase así se hizo famosa una zorra<br />
dirigiéndose a unas uvas - rió la paloma -. No me<br />
extraña que, viéndote impotente para conquistar a lo<br />
más bello del mundo, la desprecies. Sevilla es un<br />
sueño, la cortejan el aire, el cielo y el sol. Pero<br />
quizás añore a un amante tan poderoso como tú.<br />
El mar se conmovió de Este a Oeste y de<br />
Norte a Sur. Olas gigantescas, más altas que nunca,<br />
se empinaron sobre la costa para otear el horizonte<br />
y conseguir ver a la pretendida amante. Pero fue<br />
inútil, durante días, Sevilla buscó el océano<br />
aupándose sobre la Giralda y el mar lo hizo con ella<br />
alzándose sobre las espumas del oleaje. Y era tal el<br />
ansia con que lo hacían que el deseo los idealizó<br />
con la fuerza del amor imposible. Sevilla se volvió<br />
loca por el mar y éste perdió el sentido por ella.<br />
Fue la paloma la que propuso usar al río<br />
como pretexto. La marea engatusó al Guadalquivir y<br />
le ofreció mezclar sus aguas en un gesto casi<br />
202
obsceno. Y, una vez aceptado el matrimonio, el<br />
mar envió con ella un torrente salado que subió<br />
contra la corriente hasta besar la orilla desnuda de<br />
Sevilla.<br />
La ciudad notó la caricia y se estremeció.<br />
Sin que el tonto del río se diera cuenta, a la vez que<br />
creía cortejar, en su eterno noviazgo, el mar<br />
mandaba una parte de sí a robar el cariño de la bella<br />
casquivana. Sólo podía hacerlo durante unas horas.<br />
La inevitable vaciante de la bajamar se las devolvía<br />
de nuevo. Pero bajaban alegres, cargadas de azahar<br />
y llevando besos a hurtadillas de una reina mora.<br />
Hoy Sevilla sabe que existe el océano;<br />
conoce que hay bellísimas ciudades desposadas<br />
con él; asume que ella nunca será su dueña, pero<br />
no le importa porque está segura de que tiene un<br />
amante que se pasa seis horas cada día saboreando<br />
sus besos; otras seis, robándole caricias; seis más<br />
llorando por la separación y, por último, otras seis<br />
feliz por volverla a tener. Y, como no hay amor<br />
más fuerte que el incierto, ella está segura que es la<br />
única novia con la que sueña, con nostalgia y deseo,<br />
el azul profundo del mar.<br />
203
204
A MODO DE EPILOGO
EL PROYECTO DE LA VIDA<br />
En el cenit de la vida, el hombre se detuvo un<br />
instante y oteó el horizonte. Hacia delante, el camino<br />
de su existencia descendía inexorable, ladera abajo,<br />
hasta perderse en una selva oscura en la que era<br />
difícil adivinar el fin del trayecto.<br />
La mirada hacia atrás le descubrió un pasado<br />
ascendente que se exhibía íntegro, desde esa<br />
perspectiva de la madurez, mostrando los repechos<br />
difíciles, las cimas conquistadas, los lugares que<br />
fueron testigos de caídas y dejaron su cuerpo<br />
magullado, y los remansos de paz y alegría que<br />
habían alentado su marcha.<br />
Suspiró satisfecho por lo recorrido y, antes<br />
de emprender el descenso, miró a su alrededor. Se<br />
encontraba, como siempre, en una encrucijada de<br />
senderos por la que se cruzaba con otros peregrinos<br />
que seguían la ruta de su destino.<br />
Por ella deambulaban jóvenes con cara de<br />
desconcierto, intentando saber cuál era la dirección<br />
adecuada; viejos de mirada de derrota que se<br />
dejaban deslizar por las cuestas abajo más<br />
pronunciadas; chicos cargados de ambición,<br />
eligiendo la cresta más empinada; gente cómoda que<br />
huía de dificultades; personajes dubitativos que<br />
nunca sabían qué camino tomar; y hombres y<br />
mujeres de mirada firme, que seguían la trayectoria<br />
que, ellos mismos y su escala de valores, habían<br />
elegido: la humanidad entera recorriendo la vida.<br />
Satisfecho por vivir y por haber vivido,<br />
volvió a mirar hacia adelante intentando adivinar lo<br />
que le aguardaba y preguntándose cómo y cuándo<br />
sería el final. Era consciente de que le quedaba por<br />
recorrer el peor trecho de su existencia, donde iría<br />
207
perdiendo amigos en cada recodo y su naturaleza,<br />
mermada y frágil, iría rompiéndose poco a poco.<br />
Por un momento, su corazón sufrió un tinte<br />
de angustia: sabía con certeza que lo peor estaba por<br />
venir, que el afán por escalar su cumbre personal ya<br />
había desaparecido y se preguntó si valía la pena<br />
continuar la marcha.<br />
Pero la vacilación duró sólo un instante.<br />
Como si le adivinara el pensamiento, su mujer apoyó<br />
con delicadeza la mano en su brazo, le miró a los<br />
ojos confiada y se quedó expectante, como<br />
indicando que aguardaba que él iniciara el camino<br />
para recorrer juntos la gran andadura.<br />
Los ojos del hombre se llenaron de ternura y<br />
sus arterias fatigadas comenzaron a latir de nuevo<br />
con el viejo impulso. ¡Qué distinto -pensó- hacer<br />
solitario este recorrido que ir con ella! Y dio mil<br />
gracias al Cielo por haberla encontrado y haberse<br />
fundido los dos en un solo ser. ¡Qué diferente<br />
resultaba la vida si uno emprendía solo la aventura<br />
de la existencia en lugar de hacerlo unido a su gran<br />
amor!<br />
Y el hombre se hizo mil preguntas. ¿Dónde<br />
radicaba esa certeza de que ella y él eran ya una sola<br />
cosa? ¿Por qué con ella valía la pena vivir lo que se<br />
antojaba duro y difícil, y sin su presencia el futuro<br />
no ofrecía el menor atractivo? ¿Cómo es que esa<br />
sensación de amor, de entrega, de protección y de<br />
ser protegido a la vez superaba los inevitables<br />
momentos de discusión, de incomprensión, de<br />
exigencia o de enfado?<br />
Volvió la cabeza atrás para vislumbrar de<br />
nuevo su pasado, escudriñó con avidez aquel<br />
sendero de la vida donde la conoció y buscó, entre<br />
las flores que lo contorneaban y en los guijarros de<br />
la calzada, la respuesta.<br />
208
Pronto la obtuvo. Desde el cenit de su vida,<br />
era fácil ver lo que los recodos de la marcha habían<br />
impedido contemplar con la suficiente perspectiva.<br />
Ella y él comenzaron a ser uno solo el día en que<br />
proyectaron hacerlo así, y, desde entonces, cada hora<br />
de su existencia fue dedicada sin la menor vacilación<br />
a hacer realidad ese proyecto.<br />
Recordó sonriente las primeras etapas, en las<br />
que él buscaba sólo compañía: una joven hermosa,<br />
de hablar agradable, que le hiciera pasar buenos<br />
ratos en los momentos de soledad; una acompañante<br />
que no fuera áspera, que no exigiera demasiado, que<br />
aceptara sus defectos y con la que la convivencia se<br />
viera rara vez perturbada.<br />
Y pensó que muchos hombres y mujeres no<br />
superan jamás esa etapa y se convierten sólo en<br />
compañeros del recorrido de la vida. Cuántos hablan<br />
de su compañera, pensando sólo en un ser que los<br />
acompaña, que les da compañía. En el fondo,<br />
recorren la existencia con el alma hueca, vacíos por<br />
dentro, porque lo único que buscan es sentir que<br />
alguien va con ellos y les rellena los instantes<br />
amargos de soledad.<br />
Pero el secreto estaba en otro sitio: en aquel<br />
repecho del camino donde sintió la necesidad de<br />
fundirse con ella en un solo ser. Para lo bueno y para<br />
lo malo, para disfrutar de sus virtudes y para<br />
soportar sus defectos, para compartir el pan, la sal, la<br />
ilusión y el aire que se respira.<br />
Allí cambió todo. A partir de ese momento,<br />
ya no fue una compañera, a veces maravillosa, a<br />
veces aburrida y a veces insoportable. A partir de<br />
ese instante, no fue otra cosa que él mismo. Jamás<br />
volvió a verla como una extraña; ni vislumbró la<br />
posibilidad de separarse de ella, a pesar de sus<br />
inevitables discusiones y de sus discordias. ¿Piensa<br />
alguien cortarse la cabeza porque le duele?<br />
209
Desde ese día, su vida, la de los dos, fue un<br />
solo proyecto: tendremos una casa, la nuestra; la<br />
construiremos poco a poco, juntos; engendraremos<br />
hijos, con lo mejor de los dos; los sacaremos<br />
adelante, ilusionados; buscaremos el triunfo, sin<br />
competir, porque somos la misma cosa; y viviremos,<br />
el uno para el otro, aún siendo distintos y chocando<br />
mil veces.<br />
Recordó, con una sonrisa, lo difícil que había<br />
imaginado el compromiso de vivir un proyecto de<br />
vida, renunciando a ser uno solo, cómo le costó<br />
suscribirlo y lo bella que había resultado al final esa<br />
renuncia.<br />
Ahora, desde el cenit de la vida, contempló<br />
satisfecho la ruta que habían recorrido juntos.<br />
También miró hacia el futuro, que el tremendo<br />
silencio de Dios teñía de incertidumbres y<br />
claroscuros. Pero no importaba. Estaba ella y, con<br />
ella, valía la pena recorrer cualquier sendero. Y, ya<br />
sin miedo al porvenir, sabiendo que aún quedaban<br />
líneas del proyecto por escribir, la miró a los ojos, le<br />
pasó la mano por el hombro, buscó su apoyo, a la<br />
vez que le transmitía la firmeza de su brazo y, dando<br />
de nuevo gracias al Cielo por tenerla consigo,<br />
emprendió con ella el trayecto de bajada.<br />
210
INDICE<br />
I. INTIMIDADES<br />
Mi primera salida ......................................... 13<br />
Mi tren de entonces ...................................... 19<br />
Se ha perdido un ángel ................................. 23<br />
Carta a un perito industrial........................... 27<br />
Soñar contigo ............................................... 31<br />
Mi columna .................................................. 35<br />
II. TRIANA INTIMA<br />
Santa Ana ..................................................... 41<br />
El sueño de Santa Ana.................................. 45<br />
El cuento....................................................... 49<br />
Marismas de plata ........................................ 53<br />
La cofradía ................................................... 57<br />
La caseta del Altozano ................................. 61<br />
Una velá nostálgica ...................................... 71<br />
III. CRONICAS INTIMAS DE VERANEANTE<br />
Cómo ir de veraneo ...................................... 77<br />
De vacaciones............................................... 81<br />
La puerta....................................................... 85<br />
El mercadillo ................................................ 89<br />
Otro mercadillo ............................................ 93<br />
El super......................................................... 97<br />
Atardecía ...................................................... 101<br />
Volver a empezar ......................................... 105<br />
Se acabó el veraneo...................................... 109<br />
Setiembre...................................................... 113<br />
IV. RELATOS EXTRAVAGANTES<br />
El baúl de los artículos ................................. 119<br />
Vacía ............................................................ 123<br />
Un tenorio digital ......................................... 127
NAVIDAD DULCE NAVIDAD<br />
El duende de Navidad .................................. 139<br />
Ambiente Navideño ..................................... 143<br />
El efecto dos mil........................................... 147<br />
Para leer el día de Nochebuena .................... 153<br />
Regreso al presente ...................................... 157<br />
Carta de Nochevieja ..................................... 161<br />
El gran regalo ............................................... 165<br />
V. MI EMPALAGO POR SEVILLA<br />
Y Dios lo hizo .............................................. 173<br />
El vigía ......................................................... 177<br />
Pase directamente......................................... 181<br />
Mi Sevilla está en orden............................... 185<br />
Mi Semana Santa.......................................... 189<br />
El Mar........................................................... 195<br />
A MODO DE EPILOGO<br />
El proyecto de la vida................................... 203
Este libro se acabo de.....
PROLOGO...............................................................................9<br />
CAPITULO I: INTIMIDADES ......................... 15<br />
MI PRIMERA SALIDA......................................................17<br />
MI TREN DE ENTONCES ................................................23<br />
SE HA PERDIDO UN ANGEL..........................................27<br />
CARTA A UN PERITO INDUSTRIAL.............................31<br />
Sueños CONTIGO ..............................................................35<br />
MI COLUMNA...................................................................39<br />
CAPITULO II:................................................. 43<br />
TRIANA INTIMA ............................................ 43<br />
SANTA ANA ......................................................................45<br />
EL SUEÑO DE SANTA ANA ...........................................49<br />
EL CUENTO.......................................................................53<br />
MARISMAS DE PLATA ...................................................57<br />
LA COFRADIA ..................................................................61<br />
LA CASETA DEL ALTOZANO........................................65<br />
UNA VELÁ NOSTALGICA ..............................................75<br />
CAPITULO III:................................................ 79<br />
CRONICAS INTIMAS DE .............................. 79<br />
VERANEANTE .............................................. 79<br />
cómo IR DE VERANEO.....................................................81<br />
DE VACACIONES.............................................................85<br />
LA PUERTA .......................................................................89<br />
EL MERCADILLO.............................................................93<br />
OTRO MERCADILLO.......................................................97<br />
EL SUPER.........................................................................101<br />
ATARDECIA....................................................................105<br />
VOLVER A EMPEZAR ...................................................109<br />
SE ACABO EL VERANeo...............................................113<br />
SETIEMBRE.....................................................................117<br />
CAPITULO IV: ............................................. 121
RELATOS EXTRAVAGANTES................... 121<br />
EL BAUL DE LOS ARTICULOS....................................123<br />
VACIA ..............................................................................127<br />
un tenorio digital ...............................................................131<br />
CAPITULO V: .............................................. 141<br />
NAVIDAD DULCE NAVIDAD...................... 141<br />
EL DUENDE DE NAVIDAD...........................................143<br />
AMBIENTE NAVIDEÑO ................................................147<br />
EL EFECTO dos mil .........................................................151<br />
PARA LEER EL DIA DE NOCHEBUENA ....................157<br />
REGRESO AL PRESENTE..............................................161<br />
CARTA DE NOCHEVIEJA .............................................165<br />
EL GRAN REGALO.........................................................169<br />
CAPITULO VI: ............................................. 175<br />
MI EMPALAGO POR SEVILLA .................. 175<br />
Y DIOS LO HIZO.............................................................177<br />
EL VIGIA..........................................................................181<br />
PASE DIRECTAMENTE .................................................185<br />
MI SEVILLA ESTA EN ORDEN ....................................189<br />
MI SEMANA SANTA......................................................193<br />
EL MAR ............................................................................199<br />
A MODO DE EPILOGO............................... 205<br />
EL PROYECTO DE LA VIDA ........................................207