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SEVILLA INTIMA


José Luis Manzanares Japón<br />

SEVILLA INTIMA<br />

Prólogo<br />

Nicolás Jesús Salas<br />

GUADALQUIVIR<br />

EDICIONES<br />

2000


A mis nietos, que<br />

llenan de vida e ingenuidad<br />

mis ratos íntimos: Ana,<br />

inteligente, segura de sí y<br />

ávida de cuentos y Carlos,<br />

vitalista y tragón como su<br />

abuelo.


PRÓLOGO<br />

La obra de un ingeniero poeta<br />

José Luis Manzanares Japón añade a su ya nutrida<br />

bibliografía, una nueva obra de creación literaria, en<br />

este caso titulada “Sevilla íntima”. En total son<br />

cuarenta originales breves, de lecturas rápidas, que<br />

requieren luego varias relecturas voluntarias que<br />

activan la mente y estimulan la reflexión.<br />

Nosotros hemos leído el libro casi de un tirón, por<br />

necesidad de ganar tiempo, pero recomendamos la<br />

lectura de los artículos uno a uno, antes de irse a<br />

dormir, incluso ya en la cama, como cierre de<br />

jornada. Sólo hacen falta cinco minutos. Estamos<br />

seguros de que esta lectura será como bálsamo<br />

tranquilizante, sosegador, de reencuentro amable<br />

tanto con la ciudad como con uno mismo; es decir,<br />

como un estímulo para la memoria de nuestra propia<br />

vida y con referencias directas a los detalles que en<br />

su día nos parecieron intrascendentes y que con el<br />

paso del tiempo se convirtieron en hitos básicos de<br />

nuestra infancia, juventud, primera madurez y luego<br />

atalaya desde la que valoramos justamente aquellos<br />

pequeños grandes detalles que formaron nuestra<br />

conciencia adulta.<br />

Este libro puede leerse siguiendo el curso<br />

natural de sus páginas, de comienzo a fin, o<br />

abriéndolo por cualquier lugar, al azar, con la<br />

certeza de que cualquiera de los temas puede<br />

ofrecernos esos conocimientos y motivos de<br />

reflexiones que antes hemos comentado. Las razones<br />

de esos resultados están en la variedad de asuntos<br />

seleccionados por el autor, desde los costumbristas a<br />

los vinculados a vivencias personales, íntimas. En<br />

9


todo libro de recuerdos generales hay trazos de la<br />

propia vida del autor, y en éste pues resulta obvio<br />

que nos encontramos casi con unas memorias<br />

personales.<br />

Creemos que el contenido de esta nueva obra<br />

de José Luis Manzanares gana madurez y estilo; es<br />

decir, tiene más oficio literario, como corresponde<br />

naturalmente a todo ejercicio profesional vocacional<br />

de largo recorrido. Esta superación es una constante<br />

en la vida profesional del propio autor, y se refleja<br />

en su obra paralela. Asimismo es muy positivo el<br />

propósito de síntesis, de decir todo lo necesario en el<br />

menor espacio posible; de formar frases breves<br />

plenas de contenido, con las palabras justas y<br />

adecuadas para expresar su pensamiento. De manera<br />

que síntesis y construcción literaria logran la<br />

comunicación fácil con el lector, destinatario final<br />

del trabajo del autor.<br />

Una obra humanística como la que estamos<br />

prolongando, nunca es fruto de la improvisación, de<br />

la genialidad creativa y chispeante, de la urgencia de<br />

publicar un libro y, mucho menos, del logro justo de<br />

una satisfacción social. Esta “Sevilla íntima” de José<br />

Luis Manzanares Japón ya ha producido las primeras<br />

y más íntimas satisfacciones al autor durante el<br />

tiempo en que ha sido escrita. En eso estamos<br />

seguros. O sea, durante ese período único,<br />

irrepetible, en que se medita y reflexiona, se toman<br />

apuntes y se buscan en la memoria y en los archivos<br />

personales algunos datos básicos sobre los asuntos<br />

que deben ser escritos, y más aún durante su<br />

escritura, que siempre es apasionada, con final<br />

reconfortante, con lecturas rápidas y correcciones<br />

múltiples para pulir los textos y hacer más fácil la<br />

comunicación con el lector.<br />

En la contraportada de este libro encontrará<br />

el lector una biografía resumida del autor como<br />

10


doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y<br />

como escritor. Nosotros vamos a subrayar una<br />

característica nueva, que consideramos vital para<br />

aproximarnos a la personalidad del autor, cual es su<br />

condición de “ingeniero poeta”.<br />

Conocimos a José Luis Manzanares Japón en<br />

la Peña Trianera en 1975, con motivo del homenaje<br />

que los trianeros le ofrecieron por haber obtenido la<br />

cátedra de Estructura/1 de la E.T.S. de Sevilla.<br />

Luego hemos coincidido muchas veces en los<br />

eventos trianeros, donde él ejerce la ciudadanía<br />

vecinal como conferenciante, organizador y<br />

colaborador de bastantes acontecimientos culturales<br />

y cofradieros que han tenido lugar en el antiguo<br />

arrabal. Y también participamos juntos en la<br />

fundación y primeras actividades del Partido Social<br />

Liberal Andaluz, acudiendo a la llamada del<br />

profesor Manuel Clavero Arévalo. Luego no pudo<br />

aceptar la oferta de liderar como posible alcalde la<br />

convocatoria de UCD para las primeras elecciones<br />

municipales democráticas de 1979, y cedió el puesto<br />

al también doctor ingeniero de Caminos, Rafael<br />

López Palanco, compañero y amigo. Por último,<br />

también ambos acudimos a la llamada del doctor<br />

Antonio Hermosilla Molina para formar parte de la<br />

Junta Directiva del Ateneo de Sevilla.<br />

Decíamos más arriba que queríamos subrayar<br />

como característica nueva, su condición de<br />

“ingeniero poeta”. Nos explicamos. José Luis<br />

Manzanares Japón es autor del puente del “Cristo de<br />

la Expiración”. Para hacer este puente en un lugar<br />

emblemático como es Chapina, y con la referencia<br />

obligada de la proximidad del puente de Isabel II,<br />

vulgo de Triana, símbolo del Guadalquivir desde<br />

1852, cuando sustituyó al puente de barcas iniciado<br />

en 1171, no bastaba con ser doctor ingeniero de<br />

Caminos, Canales y Puertos. El autor del nuevo<br />

11


enlace entre ambas orillas, tenía que ser doctor<br />

ingeniero y poeta, y nacido en Triana, y profundo<br />

conocedor de la idiosincrasia <strong>sevilla</strong>na. Todo un<br />

reto.<br />

Y ese reto lo asumió José Luis Manzanares<br />

Japón tomando como base aquellos días infantiles en<br />

que su padre le llevaba a Chapina para ver como<br />

numerosas reatas de burros con serones cargados de<br />

escombros, iban cegando el río hasta culminar el<br />

corte del cauce a finales de los años cuarenta. A la<br />

afrenta sufrida por el Guadalquivir y Sevilla y<br />

Triana, había que corresponder quitando el “tapón”<br />

de Chapina, y construyendo un puente que fuera<br />

síntesis histórica, creación propia, con diseño inédito<br />

y estética sin precedentes, con personalidad y<br />

compatible con el entorno de ambas orillas y con el<br />

urbanismo y arquitectura del sector y hasta del<br />

horizonte aljarafeño. Un puente donde la altura y la<br />

inexistencia de pilas intermedias, debía garantizar el<br />

salvamento del cauce de un solo salto… Un puente<br />

que dejara libre lo que durante medio siglo había<br />

estado oculto, y se integrara en la ciudad fluvial<br />

como un elemento natural. Es decir, en ese lugar no<br />

se podía hacer un puente como los del Alamillo,<br />

Barqueta, V Centenario, Las Delicias…<br />

En fin, un puente que no podía romper<br />

ningún equilibrio, respetuoso con el de Isabel II,<br />

pero sin orígenes foráneos. Porque es verdad que el<br />

puente de Triana era símbolo del lugar, pero sin<br />

olvidar que sus autores, Fernando Bernardet y<br />

Gustavo Steinache, ingenieros franceses,<br />

construyeron en Sevilla un réplica del puente<br />

parisino del “Carrousel”.<br />

Y ahí está desde 1991 el puente del “Cristo<br />

de la Expiración”, nombre solicitado por su autor.<br />

Basta verlo de día o de noche iluminado, para<br />

comprender que esa obra sólo podía ser realizada<br />

12


por un doctor ingeniero que además fuera poeta.<br />

Este es el caso de José Luis Manzanares Japón. Un<br />

autor literario que nos recuerda a ensayistas y<br />

pensadores como Gregorio Marañón y Santiago<br />

Ramón y Cajal, cuyos escritos autobiográficos son<br />

de lecturas permanentes, crisoles de sabiduría. Así<br />

responde nuestro autor a las interpretaciones que se<br />

conocen de su nombre compuesto y primer apellido.<br />

José significa “Dios añadirá” [Yosef en hebrero] y<br />

Luis, de origen germánico, está vinculado a lucha,<br />

combate, victoria… También significa ordenado,<br />

metódico y responsable. Y el apellido Manzanares,<br />

de raíces castellanas, le hace fuerte y vigoroso ante<br />

la vida.<br />

Nicolás Salas<br />

13


CAPITULO I: INTIMIDADES


MI PRIMERA SALIDA<br />

Nunca olvidaré mi primera salida de<br />

nazareno. Me imagino que eso le pasará a todo el<br />

mundo y, al igual que todos recordamos el primer<br />

amor, cada <strong>sevilla</strong>no guarda en su memoria ese día<br />

en que estrena su condición cofrade.<br />

Sin embargo, estoy seguro de que nadie,<br />

absolutamente nadie, tuvo jamás un bautizo<br />

procesional como el mío. He dudado más de una<br />

vez si ponerlo por escrito en un relato, porque mi<br />

familia suele acusarme de ser demasiado intimista y<br />

de abusar de la publicación de cosas personales que<br />

interesan poco a los demás. Pero, cada vez que cojo<br />

la pluma pensando en la Semana Santa, se me va la<br />

imaginación sin querer a ese lejano día en que yo me<br />

vestí de nazareno por primera vez.<br />

Seguro que están esperando una historia<br />

empalagosa, llena de romanticismo y de nostalgias<br />

cofrades. Nada más lejos de la realidad. Sé que<br />

acabarán leyendo este relato con la sonrisa en los<br />

labios, y el único pudor que retiene mi narración es<br />

el de provocar la risa con un asunto tan serio. Pero<br />

estoy decidido a hacerlo. ¡Así que, ahí va!<br />

Yo tenía siete años. Había estado dando la<br />

tabarra, como corresponde a mi edad, pidiendo<br />

salir de nazareno. Pero mi padre no salía de<br />

penitente y no me dejaban, tan pequeño, ir solo.<br />

Mi tío Vicente, que llevaba dos años<br />

saliendo en la cofradía de la Virgen de Montserrat,<br />

se compadeció de mí y decidió darme la sorpresa.<br />

Era amigo del hermano mayor, que creo recordar<br />

era el dueño del Britz, el café elegante e irrepetible<br />

que estaba en el centro de Sevilla, y consiguió lo<br />

imposible: ese Miércoles Santo se presentó en casa<br />

con una túnica para mí y una papeleta de sitio.<br />

17


¡Qué alegría! Era del paso de Cristo y traía<br />

también una capa. Me llevó a la calle con el antifaz<br />

a comprarme un capirote de cartón de emergencia.<br />

Ya era tarde para hacérmelo nuevo, prácticamente<br />

se habían agotado las existencias, y tuvimos que<br />

aceptar el que quedaba en la quincallería; un poco<br />

grande para mí –se me colaba hasta las cejas -,<br />

incómodo pero maravilloso: ¡se trataba ni más ni<br />

menos que de mi primer capirucho!.<br />

Cuando me probé la túnica llegó la<br />

decepción: me estaba enorme. Era de un niño<br />

mucho mayor que yo y también la única que<br />

quedaba. Mi madre me dijo que aquello no tenía<br />

arreglo en tan corto plazo de tiempo y que era mejor<br />

esperar al año siguiente para hacerlo como Dios<br />

manda. Yo me creí morir. ¡Qué cara no pondría, y<br />

cómo serían mis lágrimas silenciosas de decepción<br />

que decidieron hacer el milagro! Total, iba a ir<br />

hecho un adefesio pero como nadie iba a saber que<br />

se trataba de mí...<br />

Una costurera me cogió un dobladillo de más<br />

de medio metro y, aún así, me lo dejó un poco<br />

largo. Como la túnica no era mía, no lo cosió a<br />

conciencia a máquina, sino que se limitó a darle<br />

unas puntadas a mano para que después se pudiesen<br />

deshacer con facilidad.<br />

¡Qué sensación más maravillosa la de<br />

sentirme vestido de nazareno por primera vez! La<br />

mano sujetando el antifaz; ese olor indescriptible<br />

que da la tela al respirar a través de ella; la imagen<br />

en el espejo... La verdad es que no podía mover<br />

bien la cabeza porque el capirote me estaba ancho y<br />

se giraba dejándome sin vista. Pero no importaba:<br />

estaba dispuesto a llevar el cuello rígido mirando al<br />

frente toda la tarde.<br />

Esa fue mi perdición. En mitad del puente<br />

de Triana, cuando iba muy serio cogido de la mano<br />

18


de mi tío, también de penitente, rumbo a la plaza de<br />

la Magdalena, pisé algo que no vi, porque no podía<br />

mirar al suelo, me trastabillé, enganché el pie con el<br />

borde la túnica y caí todo lo largo que era.<br />

Creo que fui el primer nazareno, quizás el<br />

único, que ha dado con la punta del capirote en la<br />

acera. Dos señoras caritativas me ayudaron a<br />

levantarme. Cuando me puse de pie, el drama<br />

estaba servido: tenía la túnica muy sucia, aunque<br />

eso era lo de menos porque se me había descosido<br />

todo el dobladillo y arrastraba por el suelo más de<br />

medio metro de tela.<br />

Mi tío me propuso volver a casa y dejarlo<br />

para otro año. Comencé a hacer pucheros y<br />

conmoví a las dos samaritanas. Con horquillas del<br />

pelo volvieron a sujetarme el dobladillo, en un<br />

equilibrio altamente inestable, y me alentaron a<br />

seguir.<br />

Andando con más precaución, pero sin dejar<br />

de mirar al frente, logramos llegar al templo sanos<br />

y salvos. Me fueron a dar una vara, pero mi tío era<br />

muy influyente y me consiguió un cirio pequeño.<br />

Yo era el niño más feliz del mundo: con el cuello<br />

rígido, la mano izquierda sosteniendo una falda<br />

que amenazaba con arrastrar si la soltaba y con la<br />

derecha sujetando una vela propia de nazarenos<br />

importantes.<br />

En la calle Rioja, la llama me prendió en el<br />

antifaz. Como no podía ver más que el infinito, so<br />

pena de que se me volcase el capirote, no pude<br />

percibir lo peligrosamente cerca que tenía el cirio.<br />

Un señor se dio cuenta de que estaba ardiendo y el<br />

diputado que pasaba a mi lado consiguió apagarlo<br />

a manotazos.<br />

A partir de ahí tuve que llevar la vela<br />

apagada. El encargado de mantener el orden en mi<br />

tramo me prohibió terminantemente volver a<br />

19


encenderla. En la calle Velázquez, un gamberrete<br />

comenzó a advertirme que llevaba el cirio apagado.<br />

Como yo no le hacía caso, en la dignidad de mi<br />

equilibrio inestable, creyó que me estaba burlando<br />

de él y, enfadado, le pegó un puntapié a la vela que<br />

yo llevaba paralela al suelo.<br />

Con un ruido seco se me cayó de la mano y<br />

golpeó contra el pavimento partiéndose por la<br />

mitad. ¿Se imaginan ustedes que desaire el de un<br />

niño que lleva medio cirio, horizontal y la otra<br />

mitad, como un péndulo oscilante, colgada de la<br />

mecha que le impide caerse?<br />

Delante de los palcos del Ayuntamiento se<br />

me soltó una horquilla, se desprendió el<br />

dobladillo, lo pisé y volví a caerme de bruces. El<br />

diputado, atónito, no atinaba a recogerme la túnica<br />

porque la labor artesanal de las mujeres se había<br />

deshecho con el tirón. Al final, no encontró otra<br />

solución que subírmela y dejarla caer en un<br />

inmenso pliegue en torno a un cordón que me servía<br />

de cinturón.<br />

El resto del recorrido lo hice como un Ecce<br />

Homo. Sujetando el dobladillo con la mano<br />

izquierda, la cabeza rígida, el capirote torcido, la<br />

vela rota oscilando de derecha a izquierda. En<br />

sendos descuidos volví a pisarme dos veces más y<br />

a caerme todo lo largo que era.<br />

Cuando entramos en la Iglesia iba reventado,<br />

sucio, roto y agotado. Reconocía que mi madre<br />

llevaba razón y que hubiera sido una buena idea<br />

haberlo dejado para otro año. Me dolía todo el<br />

cuerpo y busqué desesperado un sitio para sentarme.<br />

Vano intento. Todo estaba ocupado. Los<br />

escasos bancos que habían dejado en torno a los<br />

pasos estaban repletos de gente cansada. De<br />

repente vi uno en el que sólo había sentadas dos<br />

señoras. Sin dudarlo me lancé en tromba y me dejé<br />

20


caer entre las dos, sin darme cuenta que estaban<br />

rodeadas ceremoniosamente por toda la Junta<br />

Directiva de la Hermandad.<br />

Comencé a ver las señas disimuladas que me<br />

hacía el hermano mayor para que me levantase y me<br />

quitase de en medio. Pero, ni sabía por qué lo<br />

decía, ni a mis siete años me importaba mucho:<br />

estaba hecho polvo y si le escandalizaba mi túnica<br />

rota, sucia y quemada, peor para él. De repente oí a<br />

una de las damas que decía:<br />

- Déjenlo estar. El pobre crío está agotado.<br />

Un murmullo coreó su benevolencia.<br />

- Hay que ver lo buenas y sencillas que son<br />

las Infantas...<br />

No hay una ciudad como Sevilla para<br />

recordar escenas irrepetibles. Aunque reconocerán<br />

conmigo que a mí me pasa cada cosa...<br />

21


MI TREN DE ENTONCES<br />

Volvía la otra noche de Madrid, con mi hija<br />

la ingeniera. Y como siempre, buenos amantes de la<br />

polémica, veníamos discutiendo.<br />

- Reconoce papá que ahora la vida es mucho<br />

más dura que antes. Para la juventud es más difícil<br />

encontrar empleo. Vosotros lo teníais todo más<br />

resuelto, era más fácil...<br />

Me decía esto sentada cómodamente en su<br />

butaca del AVE, cenando, dando cuenta de un menú<br />

bastante apetitoso, viendo una buena película, con el<br />

teléfono móvil al lado, el ordenador portátil recién<br />

cerrado y los periódicos del día con las novedades<br />

económicas y políticas del país.<br />

Asentí. Fui a decirle "para ti la perra gorda"<br />

aunque como no se iba a enterar, estuve tentado de<br />

exclamar: "para ti el euro...". Pero cerré los ojos,<br />

admití mi derrota, y me recosté como si me tuviera<br />

agotado, que me tenía.<br />

El suave deslizar del tren me recordó mis<br />

viajes de juventud. Siendo aún un chaval comencé a<br />

utilizar el ferrocarril. Todos los veranos me mandaba<br />

mi padre al Mar Menor con mi familia murciana. Y<br />

salía de la <strong>sevilla</strong>na estación de Córdoba, en el<br />

Rápido, a las ocho de la mañana, en pos de la gran<br />

aventura de ir de hasta Cartagena en tren.<br />

Recuerdo vivamente aquellos vagones de<br />

tercera, al principio con asientos de madera, después<br />

forrados de hule marrón. Con diez pasajeros por<br />

departamento... ¿Tantos? ... Al iniciar el viaje, todos<br />

limpios y aseados, manteniendo la compostura.<br />

Después, el traqueteo, el sudor, la incomodidad y el<br />

hollín iban desaliñando al personal.<br />

Lo mejor era la camaradería. La gente<br />

compartía sus fiambreras, la tortilla, el chorizo y el<br />

23


pan. Se relataban historias, se contaban chistes, se<br />

cantaba, se dormía y se daban paseos por el pasillo<br />

para desentumecer las piernas.<br />

De vez en cuando alertaban de un túnel. Y<br />

subíamos los cristales de las ventanas para impedir<br />

que el humo de la máquina nos asfixiara. Pero, si era<br />

suficientemente largo, la carbonilla se te metía en los<br />

pulmones y el asma te duraba hasta el fin del viaje.<br />

La sed se apagaba con el agua de los termos.<br />

Sin aire acondicionado, el calor del verano era<br />

soportado a cuerpo limpio, sudando a chorros, y<br />

bebiendo para no deshidratarnos. Al mediodía,<br />

cuando la reserva hídrica era un caldo caliente<br />

imposible de tragar llegaba, salvador, el vendedor de<br />

gaseosas. Se subía al tren y recorría con un cubo de<br />

zinc lleno de hielo picado y botellas con bola para<br />

que no se saliera el gas.<br />

Las paradas eran largas, así que le daba<br />

tiempo a vender su mercancía y esperar luego en el<br />

andén a que se la bebieran. Entre la sed que se tenía,<br />

lo bien que entraba y la necesidad de devolver el<br />

casco, se vaciaban en un santiamén y devolvían, por<br />

la ventanilla abierta, al vendedor que iba<br />

recolectando botellas al vuelo.<br />

En cuanto reanudábamos la marcha volvía la<br />

sed. Para olvidarla lo mejor era dar una cabezadita,<br />

pero el traqueteo y el bamboleo del vagón no<br />

ayudaban lo más mínimo. Las vías de entonces no<br />

estaban soldadas y las ruedas saltaban y rebotaban<br />

en cada junta provocando el famoso y –cantado<br />

sonido del "chacachá".<br />

Sin embargo, la modorra y la temperatura<br />

conseguían vencer la vigilia. Con el mayor descaro<br />

usábamos de almohada los hombros del vecino o, si<br />

uno era suficientemente pequeño para no despertar<br />

sospechas, el regazo de la vecina. ¡Hasta recuerdo<br />

haberme recostado sobre la falda de un cura!.<br />

24


Cuando los pasajeros estábamos en lo mejor<br />

de la siesta, nos despertaba el policía del tren<br />

pidiéndonos la documentación y, a los menores de<br />

edad, el permiso paterno- no recuerdo si visado por<br />

la comisaria o por el párroco. Como habíamos<br />

nacido y nos habíamos criado en un régimen<br />

policial, aquello no nos llamaba la atención, pero el<br />

examen nos dejaba siempre un regusto de inquietud,<br />

aunque no tuviéramos nada que temer a priori.<br />

A las ocho de la tarde llegábamos a Alcázar<br />

de San Juan para hacer transbordo. En el lavabo del<br />

vagón se enjuagaba uno con agua espesa y caliente;<br />

con un jabón líquido, en bote esférico, que no daba<br />

espuma; se mojaba el pelo; se peinaba con fijador y<br />

se usaba un retrete que tenía al fondo un orificio por<br />

el que se veía la vía. En aquellos tiempos, nadie se<br />

preocupaba del medio ambiente y sólo se prohibía<br />

usarlo en las paradas, para no dejar recuerdos<br />

desagradables a la vista de los viajeros del pueblo.<br />

Una vez acicalado y perfumado con Heno de<br />

Pravia me bajaba a esperar el expreso de Murcia que<br />

vendría de Madrid a las dos de la madrugada.<br />

Poco tenía que ver entonces Alcázar de San<br />

Juan, y el miedo a extraviarme y perder mi enlace,<br />

me impedía apartarme mucho del andén. Además,<br />

con la maleta a cuestas, mi radio de acción era muy<br />

limitado. Sentado en un banco de madera releía por<br />

enésima vez los tebeos que llevaba, me tomaba el<br />

bocadillo de carne empanada y esperaba, con miedo<br />

a dormirme, la llegada del tren.<br />

Una hora antes, me ponía al borde la vía para<br />

subir el primero. Creo recordar que no existía la<br />

reserva de asiento y había que estar atento para pillar<br />

un sitio. Ya se había inventado el over-booking y<br />

muchos tenían que hacer el trayecto de pie en el<br />

pasillo sin espacio para sentarse.<br />

25


Por fin, la locomotora aparecía<br />

impresionante, negra, sudorosa por el esfuerzo,<br />

resoplando vapor, echando humo, denso y orgulloso,<br />

por la chimenea y con silbidos largos y fuertes.<br />

Al pasar, el maquinista y el fogonero, con<br />

mono azul y tiznados de negro, sonreían importantes<br />

por conducir semejante mole. El tender, rebosante de<br />

trozos de carbón, mostraba el adelanto de la técnica<br />

que era capaz de sacar energía de aquellos<br />

pedruscos negros para mover a tal mastodonte.<br />

Por el pasillo, arrastraba la maleta mientras<br />

abría las puertas de los departamentos en busca de<br />

un lugar libre para acomodarme. Los viajeros se<br />

despertaban malhumorados, sobre todo si venían<br />

tumbados sobre los sitios vacíos y ahora tenían que<br />

sentarse para compartir conmigo la incomodidad.<br />

Yo pedía perdón humildemente y enseguida<br />

recibía ayuda presta para subir mi equipaje al<br />

estante. Me sentaba a toda velocidad y cambiaba de<br />

bando. Ya era de los que tenían sitio y no quería que<br />

entrara nadie más, para ir más holgados.<br />

Después, la lucha por el sueño interrumpido<br />

mil veces: el revisor picando billetes, otra vez la<br />

policía en pos de documentos, los vendedores de<br />

caramelos de Hellín y navajas de Albacete, los<br />

nuevos viajeros...<br />

Cuando el alba se colaba por la cortina, las<br />

ganas de dormir se hacían insoportables. Pero la<br />

ilusión por llegar pronto hacía olvidar las penas de la<br />

noche. Otro paseo al lavabo, unas galletas y, a las<br />

diez de la mañana, me bajaba en la estación de para<br />

coger la camioneta del Mar Menor, veintisiete horas<br />

después de haber dejado Sevilla...<br />

-¿En qué piensas papá? - preguntó mi hija.<br />

- En que tienes razón... Ahora es todo mucho<br />

más difícil.<br />

26


SE HA PERDIDO UN ANGEL<br />

"Las trompetas celestiales dieron la señal de<br />

alarma. En cada una de las torres algodonosas que<br />

circundan la frontera de la Gloria, un arcángel<br />

imponente elevaba su largo clarín dorado y emitía<br />

un prolongado y penetrante sonido.<br />

Las voces de alerta recorrieron el Reino a<br />

velocidad espiritual. La conmoción era enorme y<br />

por todos los rincones se palpaba la inquietud.<br />

Santos con la aureola a medio poner corrían de un<br />

lado para otro; las ánimas de los justos se<br />

agachaban, inspeccionando todos los recovecos, y<br />

después se movían en confuso batiburrillo en busca<br />

de otro lugar. Los ángeles mayores, en vuelo<br />

rasante, inspeccionaban la superficie del edén.<br />

Un alma recién ingresada no salía de su<br />

pasmo. Siempre había pensado que el Cielo era un<br />

lugar lleno de paz y de armonía, más bien un poco<br />

aburrido, y, nada más saludar a San Pedro, había<br />

entrado en la Gloria para encontrarse con un<br />

disloque tan generalizado.<br />

-¿Qué pasa? ¿Por qué tanto follón? -<br />

preguntó a uno de los beatos de la limpieza, que<br />

estaba escamondando una nube.<br />

- Se ha perdido un ángel - dijo con tono<br />

compungido -. Cuando pasa, el Cielo se<br />

conmociona.<br />

-¿Y siempre el mismo jaleo?<br />

- Siempre. Dicen que cada día hay menos<br />

ángeles y cada vez hacen más falta. Por eso,<br />

cuando se pierde uno, el Señor se pone de un<br />

malhumor terrible.<br />

-¿Y por qué no crea unos cuantos miles de<br />

más?<br />

- Los ángeles nacen sólo cuando los<br />

27


hombres los reclaman. Dios ha dispuesto, para<br />

mantener el equilibrio espiritual, que cada vez que<br />

alguien sueña en la Tierra con un bello ser alado que<br />

lo proteja o lo cuide, aparece uno nuevo en el Cielo.<br />

- Vamos, lo que se dice una producción bajo<br />

pedido.<br />

- Algo así. Si fuera de otra forma, podrían<br />

faltar o sobrar ángeles sin tarea. Pero como<br />

últimamente los hombres se han vuelto tan<br />

materialistas, y se fijan tan poco en las cosas del<br />

espíritu, la natalidad angelical ha descendido de<br />

golpe.<br />

- Sí - reflexionó el recién llegado -. Es un mal<br />

de la época. Abajo pasa igual. Apenas nacen niños.<br />

San Pablo se cruzó con ellos con gesto<br />

angustiado. Miraba debajo de cada nube, detrás de<br />

las arpas y dentro de los agujeros negros.<br />

Dándose cuenta de su presencia se volvió<br />

súbitamente esperanzado.<br />

-¿Habéis visto a la ángela extraviada?<br />

-¿Cómo es? - inquirió el beato.<br />

El apóstol gesticuló expresivamente.<br />

- Maravillosa. La más bonita de todas las<br />

angelitas de la corte celestial. Es diminuta, inquieta<br />

y muy lista. Tiene el pelo negro como la noche, al<br />

igual que las pupilas, en las que siempre hay dos o<br />

tres luceros brillando. Como es un espíritu que no<br />

puede parar quieto un momento, y siente curiosidad<br />

por todo, puede estar en cualquier parte: en el<br />

Paraíso, tirándole de la cola a la serpiente o<br />

comiéndose una manzana del árbol del Bien y del<br />

Mal; en la fábrica de estrellas, pintando rayos de luz<br />

o colas de cometa con polvo brillante; también se<br />

ha podido perder en un cuadro de Murillo,<br />

disfrazada de angelote, para curiosear en los museos.<br />

-¿Puede estar en la Tierra? - preguntó el<br />

novato.<br />

28


El beato le pegó un codazo indicándole que<br />

había metido la pata. Un gesto de tristeza nubló el<br />

rostro de San Pablo.<br />

- No creo. Aún no tenía edad para cumplir<br />

ninguna misión. Además, lo tienen prohibido. Un<br />

ángel inexperto, si se descuida, puede acabar<br />

convertido en mortal. Voy a seguir buscando.<br />

El apóstol continuó su camino escudriñando<br />

a diestro y siniestro. Cada vez tenía el corazón más<br />

encogido y dos lágrimas rodaban por su viejo rostro<br />

surcado de arrugas.<br />

-¿Qué impertinencia he dicho? – se asombró<br />

el nuevo, molesto por la brusquedad con que lo<br />

había tratado el beato.<br />

- Dicen los cotillas celestiales que San Pablo<br />

lleva arrastrando una pena desde hace mucho<br />

tiempo. Es el encargado de educar a los ángeles<br />

pequeños y, más de una vez, molesto con alguno<br />

más travieso o revoltoso de la cuenta, lo ha<br />

convertido en niño y lo ha enviado a la Tierra. Así<br />

se ha quitado un estorbo de aquí, y ha mejorado al<br />

mismo tiempo la condición humana.<br />

-¿Y ha podido hacer eso con el ángel<br />

perdido?<br />

- No, que va. Cuentan que hace algunos años<br />

envió así a un par de ángeles, que hacían diabluras.<br />

Como puedes suponer, aquí están muy mal vistas.<br />

Todos pensaban que él se iba a quedar en la Gloria,<br />

nunca mejor dicho, pero fue todo lo contrario.<br />

Comenzó a echarlos tanto de menos que se volvió<br />

taciturno y huraño. Aseguran que se ha jurado no<br />

hacerlo jamás con ningún otro.<br />

-¿Entonces, qué ha podido ocurrir?<br />

- Se rumorea que se pasa las horas<br />

embobado, mirando a la Tierra, viendo cómo<br />

viven sus dos angelitos exiliados, que, según<br />

dicen, han formado pareja y forman un matrimonio<br />

29


muy feliz.<br />

-¿Y en eso que problema hay?<br />

- Cuentan que en las noches de luna llena,<br />

aprovechando que con el resplandor nadie lo ve,<br />

San Pablo enseña a sus ángeles traviesos lo que les<br />

puede pasar si no se portan bien. Pero dicen que no<br />

consigue asustarlos porque al Santo se le nota<br />

mucho como se muere de pena viendo a los que se<br />

fueron, porque le dejaron el Cielo vacío de alegría.<br />

-¿Piensas que, a lo mejor, la ángela perdida<br />

se ha enamorado de la pareja que está en el exilio y<br />

ha ido a buscarla?<br />

- Podría ser. Pero entonces, San Pablo no se<br />

perdonaría nunca haberla llevado a recibir esa<br />

lección. Habría vuelto a perder a la mejor de sus<br />

ángeles."<br />

En pleno diálogo celestial me desperté esta<br />

mañana. ¡Hay que ver los sueños que tenemos los<br />

que nos dedicamos a contar cuentos! De repente<br />

me asaltó una imperiosa corazonada. Me levanté de<br />

la cama y corrí disparado al moisés donde reposa mi<br />

nieta, Ana, de tres días.<br />

Estaba feliz, durmiendo boca bajo. Le alcé la<br />

camiseta y encontré, en su espalda, dos manchas<br />

rosadas. Parecían las huellas que dejan dos alitas al<br />

caerse...<br />

Mi mujer, detrás de mí, dijo arrobada.<br />

- Como duerme. Parece un angelito.<br />

- Sí, perdido... - pensé lleno de emoción,<br />

comprendiendo lo triste que debía de estar San<br />

Pablo al que se le había vuelto a escapar lo mejor<br />

del Cielo.<br />

30


CARTA A UN PERITO INDUSTRIAL<br />

Querido papá: Han sido muchas las veces<br />

que he pensado escribirte para contarte cómo nos<br />

han ido las cosas desde que te fuiste, pero siempre<br />

he desechado la idea, convencido de que en el Cielo<br />

estarías al tanto de lo que pasa por aquí y no te diría<br />

nada nuevo. Por eso te preguntarás qué ocurre hoy<br />

para que te ponga estas líneas.<br />

Ayer vino a verme el primo José María.<br />

Pertenece a la directiva del Colegio de Ingenieros<br />

Técnicos Industriales que anda de celebraciones y<br />

conmemoraciones. Este año, hace cincuenta que<br />

inauguraron la escuela de los Remedios, ¿te<br />

acuerdas?, y quería que yo les dedicara una columna<br />

en el ABC.<br />

Enseguida me acordé de ti. ¿Habrá mayor honra para<br />

unos profesionales de la técnica que haberte tenido<br />

como compañero? Por eso, pensé que el mejor<br />

homenaje, que les podía hacer, era contar cómo<br />

fuiste: un gran hombre. Así, por ósmosis, el resto de<br />

tus colegas se llevaría una ración de toda la<br />

admiración que siento y sentí por mi padre.<br />

Un día, cuando era yo muy pequeño, en la<br />

cocina de casa, te pregunté admirado por qué hacías<br />

las mejores cámaras frigoríficas de Sevilla. El<br />

padrino me lo había contado llenándote de piropos,<br />

me imagino que quería fomentar la admiración filial,<br />

y quería corroborarlo antes de presumir de ti con mis<br />

amigos. Me sentaste muy serio en tus rodillas y me<br />

diste la primera lección técnica de mi vida:<br />

- Hijo, sólo hay un secreto: rigor. Yo las<br />

proyecto calculándolas con todo mi saber<br />

tecnológico. Los que me hacen la competencia son<br />

simples vendedores de maquinaria, yo las diseño. No<br />

te olvides que soy perito industrial.<br />

31


Y lo dijiste con el mismo orgullo con el que<br />

te habrías nominado, experto, científico, noble o<br />

premio Nobel. Ese día, con la curiosidad inagotable<br />

de mis nueve años, te sonsaqué el esquema de<br />

funcionamiento de un refrigerador, aprendí lo que<br />

era un compresor, una válvula, y hasta quién era<br />

Carnot.<br />

- Este niño va a ser ingeniero - le dijiste a<br />

mamá entre agobiado por mi interrogatorio y feliz<br />

por poder explicarle a tu hijo en qué consistía tu<br />

trabajo.<br />

Al día siguiente, salí de los Salesianos y nos<br />

fuimos al campo a jugar al fútbol. Allí, al fondo, un<br />

edificio nuevo, que se había inaugurado hacía un par<br />

de años, destacaba en una Triana humilde, que salía<br />

a duras penas de la posguerra con pocas cosas que<br />

llamaran la atención.<br />

- Es la Escuela de Peritos - me dijo un amigo.<br />

Y me quedé embobado pensando que allí estarían<br />

aprendiendo eso que tú me acababas de enseñar: el<br />

ciclo de Carnot.<br />

A medida que me hacía mayor, fui<br />

aficionándome a la técnica a la vez que veía tus<br />

proyectos y apreciaba lo que a ti te gustaba. Estabas<br />

enamorado de la calidad, y odiabas la chapuza. Por<br />

eso te cautivaba todo lo extranjero.<br />

- En mis instalaciones sólo pongo<br />

automatismos de Dinamarca – decías, convencido de<br />

que en aquella España aún no se fabricaba con<br />

seriedad.<br />

Tu afán por la perfección europea te hacía<br />

exagerar hasta las excelencias de los pavos daneses<br />

que traías a casa por Navidad y que, aunque venían<br />

congelados, estaban alimentados con nueces<br />

nórdicas. En eso no te daba la razón porque yo<br />

prefería los que venían vivos de la sierra y nos<br />

dejaban jugar con su moco retráctil.<br />

32


Cuando iba a verte a la oficina te veía en el<br />

tablero, dibujando con el tiralíneas, mientras te<br />

mordías la lengua en estado de concentración,<br />

diseñando siempre nuevas cámaras, siempre<br />

adaptadas a las necesidades de tu cliente, siempre<br />

bien calculadas.<br />

¡Que satisfecho estabas aquel día en que me<br />

llevaste a Estepa a ver tu último desarrollo: se<br />

trataba de una gran sala en la que los mantecados se<br />

podían manipular en cualquier época, sin<br />

deshacerse, como si fuera invierno! Tú fuiste el<br />

pionero que permitió aumentar la producción de<br />

polvorones extendiéndola a todo el año. Con qué<br />

amor y arrobo me contabas cómo los filetes de aire,<br />

con la velocidad justa y a la temperatura adecuada,<br />

ni un grado de más ni de menos, recorrían las<br />

bandejas de dulces, enfriándolos al salir del horno<br />

sin alterar su textura y manteniendo su cohesión.<br />

El día que los peritos dejaron de llamarse así<br />

para convertirse en ingenieros técnicos, te enfadaste.<br />

Querías ser perito industrial hasta el final de tus días,<br />

como así fue. Preferías que te consideraran perito,<br />

experto en una materia, antes que sentirte ingeniero<br />

con apellido. Y cuando te decía que el título tenía su<br />

importancia me contestabas que no, que lo que<br />

importaba era el hombre, lo que sabía y el rigor que<br />

le ponía a sus cosas.<br />

Y eso era verdad. A lo largo de mi<br />

vida profesional he conocido a peritos industriales<br />

que le dan mil vueltas a toda clase de ingenieros. Y<br />

también he conocido a ingenieros que primero han<br />

pasado por la escuela de peritos y han adquirido un<br />

tinte especial, un sello que los distingue de los que<br />

se pierden en abstracciones demasiado teóricas<br />

olvidando que la técnica ha de tener los pies bien<br />

cimentados.<br />

33


Cambiando de tema, ¿sabes que el<br />

Manzanares más famoso de este país no es técnico,<br />

sino un torero que lo usa como apodo? Pues bien,<br />

muchos de los que me saludan por la calle, como si<br />

yo también fuese conocido, me dicen:<br />

- Adiós José María<br />

Y no sé si lo hacen pensando en el torero o<br />

en el primo.<br />

Te empeñaste en que me fuera a Madrid a<br />

estudiar ingeniero y me quitaste el privilegio de<br />

pasar por esa Escuela de los Remedios que ahora<br />

conmemoran. Quizás pensaste que no me hacía falta<br />

y que tú me podías transmitir directamente lo que<br />

iba a aprender allí. Y, como siempre, llevabas razón:<br />

soy hombre de presas, canales y puentes. Nunca he<br />

tenido habilidad para las cosas mecánicas.<br />

Y el rigor, la profesionalidad y la honestidad<br />

que se les enseñaba a los peritos industriales, y que<br />

ahora aprenden los ingenieros técnicos, te encargaste<br />

de comunicármelos directamente tú: el mejor perito<br />

industrial de toda la historia.<br />

Con todo mi cariño y admiración, tu hijo que<br />

te echa mucho de menos<br />

34


SUEÑOS CONTIGO<br />

Me gusta soñar contigo. Me gusta<br />

cerrar los ojos y echar a volar los sueños en los que<br />

tú eres la protagonista. Me encanta romper los<br />

límites de la realidad, las ataduras de la vida,<br />

encontrarte dentro de mí y, juntos, soñar y soñar...<br />

Unas veces sueño que no te conozco<br />

y que no nos hemos visto nunca. Y te veo lejana,<br />

distante... Me acerco a ti y te muestras indiferente.<br />

Guardas una mirada en la que veo un cierto tinte de<br />

amargura. Pregunto por ti y me dicen que vives sola,<br />

siempre sola, que no has conocido amor. Y pasas por<br />

mi lado sin darte cuenta, sin saber que te cruzas con<br />

aquel para el que el destino te reservaba y que ahora<br />

es sólo un desconocido.<br />

Pienso en cuántas personas habrá así,<br />

cuántas almas solitarias se encuentran con aquellas<br />

que las llenarían de dicha y las dejan atrás,<br />

indiferentes, sin que ningún milagro les advierta que<br />

están ignorando la oportunidad de su vida. Cuántas<br />

vidas vacías y tristes se convertirían en bellas<br />

aventuras de amor si se pudiera descubrir que el otro<br />

acaba de pasar al lado sin que ninguno se dé cuenta.<br />

Y, entonces, lleno de ternura, te sigo,<br />

te detengo, te digo que soy ese amor que nunca<br />

encontraste, te juro por Dios que Él me ha reservado<br />

para ti y, aunque incrédula no sabes reaccionar, te<br />

cubro de besos, los ojos, las mejillas y las manos; te<br />

estrujo contra mi pecho; me bebo tus lágrimas y te<br />

digo con los ojos que nunca más volverás a estar<br />

sola.<br />

Otras veces sueño que te has casado<br />

con otro, y llevas la vida anodina de la que no ha<br />

descubierto la pasión. En tu rostro observo el rictus<br />

de la monotonía, la máscara de la fidelidad<br />

35


convencional, el recato propio de tu condición, pero<br />

no encuentro la chispa que tendrías al sentirte mía.<br />

Y planifico con mimo tu conquista.<br />

Estudio tu horario, tus costumbres y, aunque sé que<br />

eres inaccesible, investigo tus puntos flacos, porque<br />

nadie te conoce mejor que yo. Vigilo a tu marido,<br />

que ocupa mi puesto, y sé cuando viaja, cuándo te<br />

deja y cómo te aburre. Te sigo como el cazador<br />

persigue a su presa para hacerla suya, porque sueño<br />

con robarte para que me pertenezcas.<br />

E imagino el encuentro, nuestro<br />

primer encuentro, y te veo reservada, fría y correcta.<br />

Pero, en cuanto te hablo, tu te quedas helada al<br />

oírme, porque sé tus secretos, cómo sientes, lo qué te<br />

conmueve y lo qué te emociona. Ni una palabra mía<br />

te dejará indiferente; cada frase te conmocionará;<br />

cada susurro erizará tu piel; cada piropo hará latir<br />

más fuerte tu corazón.<br />

Y, de nuevo, serás mía. Lo dejarás a<br />

él, tu casa, tus cosas y tu existencia, porque al fin<br />

sabrás que soy el dueño de tu vida. Y vendrás a mí<br />

loca de alegría, feliz de regresar al hogar que no<br />

habías conocido pero que sabías que era el tuyo.<br />

Me gusta soñar contigo... En<br />

ocasiones te veo de niña, saliendo del colegio: llevas<br />

trenzas, calcetines y tienes tu mirada rebelde que,<br />

con esa edad, brilla con más fuerza que nunca. Y me<br />

llena de ternura reconocer en cada uno de tus gestos<br />

infantiles la hermosa mujer que he conocido y que<br />

me aguarda en el futuro.<br />

En mi sueño, me imagino que soy un<br />

crío desaliñado, despeinado y con las rodillas<br />

cuajadas de postillas, que carga con libros, muchos<br />

libros, y lleva un tirachinas en el bolsillo. Aunque sé<br />

que tus padres te prohiben jugar con niños, y que te<br />

van a castigar después, yo me acerco para invitarte a<br />

tirarle piedras a unas latas. No tenemos edad para<br />

36


amores, pero quiero saber cómo hablas, cómo<br />

piensas y qué planes tienes para el futuro.<br />

Quiero decirte que cuando seas grande te<br />

casarás conmigo y quiero hacerte jurar sobre el libro<br />

de Religión que me esperarás. Y, en el sueño, al<br />

despedirte ante tu casa, te robo, de refilón, un beso<br />

en la mejilla. Y te enfadas e indignas conmigo, pero<br />

después, cuando crees que ya no te veo, pones la<br />

mano en tu cara para guardar la huella de mis labios<br />

durante todos los años que me vas a esperar...<br />

También me gusta soñar contigo de<br />

vieja. Te sueño, cascarrabias, protestándole a tus<br />

hijos como si aún tuvieran cinco años y también a<br />

mí, porque soy un torpe anciano que todo lo<br />

desordena y mira a las mozas jóvenes más de la<br />

cuenta. Y vislumbro, sobre tu gesto serio, una<br />

mirada de ternura cuando me miras, porque crees<br />

que no me doy cuenta, sintiéndome tuyo para<br />

siempre, por encima de la vida y de la muerte. Y esa<br />

mirada, sólo esa mirada, llena de felicidad todo mi<br />

sueño.<br />

Y a veces sueño que te escribo versos.<br />

Pero, por más que lo intento, no soy capaz de<br />

componer más que la misma y única estrofa que<br />

repito y repito con los ojos cerrados al pensar en ti:<br />

"Me gusta soñar contigo,<br />

si estoy despierto, soñarte,<br />

soñarte si estoy dormido,<br />

saber que estás cuando sueño,<br />

quererte soñar cuando vivo..."<br />

37


MI COLUMNA<br />

El otro día me hicieron esperar. Estaba en la<br />

antesala de un hombre que se creía importante, por<br />

lo menos para mí lo era porque iba a pedirle un<br />

favor, y tuve que aguardar más de una hora a que sus<br />

tremendas ocupaciones me permitieran verlo. Pero<br />

no teman, que no voy a hablarles de la gente que se<br />

cree que es la pera y eso le da derecho a maltratar a<br />

los demás (hacer esperar es una clase de maltrato).<br />

No, simplemente pienso castigarles con otro tema de<br />

carácter íntimo, como corresponde al espíritu de este<br />

libro: mis artículos (aunque no tengo muy claro si el<br />

hablar tanto de uno mismo no sea otra forma de<br />

maltrato).<br />

En la larga espera de antedespacho, me<br />

entretuve hojeando la prensa. En una mesa había una<br />

cantidad enorme de periódicos del día, de todas<br />

clases y colores: nacionales, regionales, extranjeros,<br />

diarios, semanarios, generales, deportivos,<br />

económicos, culturales, underground... Se conoce<br />

que mi anfitrión era consciente del hartazgo de<br />

esperar que se pegaban los que iban a visitarle y,<br />

para acallar su conciencia, les daba una buena dosis<br />

de entretenimiento.<br />

Aburrido por la tardanza en recibirme,<br />

comencé a leer, uno tras otro, todos los artículos que<br />

aquel alarde de papel ponía ante mis ojos. Siempre<br />

había pensado que mucha gente escribía, pero nunca<br />

fui tan consciente de ello como ese día en el que<br />

miles de articulistas se ofrecieron a mis ojos.<br />

Los había famosísimos, famosos, algo<br />

conocidos o absolutamente nuevos y, aunque<br />

escribían de mil cosas diferentes, la mayor parte lo<br />

hacía de política, para comentar ácidamente los<br />

avatares del mundo de los partidos, enseñando la<br />

39


oreja de la ideología del autor. El resto, ya<br />

minoritario, trataba de lo divino y lo humano.<br />

Como era imposible leerlos todos, comencé a<br />

seleccionarlos a capricho. A veces era lo atractivo<br />

del título lo que me inducía a escogerlo; otras era la<br />

firma que lo suscribía, ya sé quién me suele gustar o<br />

me resulta indigesto; y en verdaderas otras, no estoy<br />

seguro, quizás fuera la posición que ocupaba en la<br />

página.<br />

Debo confesar que la mayoría de los que<br />

inicié fueron pronto abandonados: o bien el autor no<br />

consiguió engancharme en las primeras frases, el<br />

tratamiento del tema era manido y poco original o<br />

simplemente me aburrieron. No pude evitar pensar<br />

en el enorme esfuerzo inútil dedicado para escribir<br />

vulgaridades tan carentes de interés cuando no de<br />

sentido.<br />

Los menos mantuvieron mi atención hasta el<br />

final, y casi siempre, debo confesarlo, porque no<br />

lograba enterarme de lo que querían decir. Creo que<br />

los terminé por si el columnista me sorprendía con<br />

un final fulgurante que desvelara todo lo que antes<br />

veía oscuro. Para decir verdad, casi todos ellos me<br />

dejaron tan perplejo como cuando comencé, lo cual<br />

me preocupó: quizás los años me van agotando las<br />

neuronas, cada día estoy más tonto y ya soy incapaz<br />

de leer entrelíneas... ¡Porque no creo que fuera que<br />

el articulista no supiera expresar lo que quería<br />

decir!...<br />

Por último, sólo hubo tres o cuatro, de los<br />

que me eché íntegros al coleto, que consiguieron<br />

encandilarme de verdad.<br />

¡Qué barbaridad! Pensé. Hay que ver lo que<br />

la gente escribe, el esfuerzo por llenar cada día<br />

páginas y páginas cargadas de ilusión, para que la<br />

mayor parte sea ignorada por el público y vaya a la<br />

papelera, virgen de lectores, o se vea abandonada<br />

40


porque resulta un plomazo. Quizás por eso se diga<br />

tanto que si los articulistas escribimos, es porque lo<br />

hacemos en el fondo para nosotros mismos, para<br />

satisfacer nuestra propia complacencia,<br />

importándonos poco si nos entienden o no.<br />

Y, de repente, me acordé de mi columna.<br />

¡Qué horror!, La pobre tan abandonada, tan<br />

desvalida, perdida en un océano inmenso de páginas,<br />

soportando la competencia de tanta gente. Y me la<br />

imaginé puesta de puntillas, esforzada por llamar la<br />

atención, para conseguir unos minutos de un posible<br />

lector, para gustarle a alguien: una narración que<br />

quería parecer elegante y atractiva ya que<br />

necesitaba que se enamorasen de ella.<br />

Porque, debo confesarlo, yo no escribo para<br />

mí, lo hago porque me encanta que me lean. No sé si<br />

es para satisfacer mi vanidad, porque soy coqueto o<br />

porque siento necesidad de comunicarme con los<br />

demás. Y que mi columna sea tan ignorada como yo<br />

hice en esa antesala con la inmensa mayoría, me<br />

pone malo.<br />

Ahora, pasados unos días, cuando escribo<br />

una, como ésta, y la mando al periódico o la incluyo<br />

en un libro, en el que abro mi corazón y cuento mis<br />

sentimientos íntimos, tengo la sensación de<br />

abandonar a una pobre niña desvalida en una selva<br />

inmensa, competitiva y agresora...<br />

En sus manos la dejo, querido lector; cuídela y léala<br />

con mimo... es tan poca cosa.<br />

41


CAPITULO II:<br />

TRIANA INTIMA


SANTA ANA<br />

¿Cómo sería la lengua de los primeros habitantes<br />

de la Tierra? ¿En qué idioma se expresarían Adán,<br />

Eva y las gentes que despertaron a la inteligencia<br />

humana en el principio de los tiempos? No se<br />

tiene la menor idea, y la ciencia aún no posee<br />

herramientas para conocerlo; pero la imaginación y<br />

la intuición no tienen esas limitaciones, así que es<br />

posible echar a volar los sueños para escuchar en<br />

nuestro interior las voces de aquellos aprendices de<br />

hombre.<br />

Los primeros pobladores de la tierra tendrían<br />

escasas palabras, porque poseerían pocas cosas y<br />

sus espíritus serían tan simples que no precisarían<br />

las complejas descripciones del ser humano<br />

actual. Sus vocablos serían también muy sencillos:<br />

¿para qué usar verbos grandilocuentes cuando con<br />

una o dos sílabas se podía sintetizar lo<br />

imprescindible? Las primeras palabras serían para<br />

decir yo y tú: lo básico siempre es breve en todos<br />

los idiomas. Para pronunciar ferrocarril hacen falta<br />

millones de años.<br />

Estoy convencido de que para decir "agua",<br />

una de las primeras cosas nominadas, utilizaban la<br />

expresión "ana". ¿Por qué pienso eso? Tengo pocas<br />

razones de peso, pero cada vez que asocio ambos<br />

vocablos se conmueven las fibras más antiguas de<br />

mi ser. Es como si en algún gen oculto, uno de los<br />

que se guarda la información de lo antediluviano, se<br />

despertaran ecos perdidos en la noche de los<br />

tiempos.<br />

Los íberos llamaban ana a los ríos. Me han<br />

dicho, o tal vez lo he soñado, que para ellos tenía un<br />

sentido femenino. El agua es la madre de la vida y<br />

tiene el carácter de una mujer: dulce y generosa la<br />

45


mayor parte de las veces; violenta y terrible<br />

cuando se enfada y encrespa; inaccesible casi<br />

siempre; difícil de sostener y sujetar pero<br />

maravillosa cuando se entrega.<br />

Dice la leyenda que los primitivos<br />

habitantes de la península creían que en la<br />

cabecera de los ríos, en el interior de inmensas<br />

grutas, a modo de catedrales subterráneas talladas<br />

en el mármol profundo, vivía una bella joven, la niña<br />

del agua, que se encargaba de alimentar los cauces<br />

con el líquido elemento.<br />

A esa nereida, al hada de las fuentes, la<br />

llamaban Ana, y era ella la que le daba nombre al<br />

curso de agua donde se bañaba feliz y refulgente la<br />

diosa hídrica. Cuando los árabes dejaron atrás a<br />

Cartaya y se encontraron con un gran río, al que los<br />

autóctonos llamaban Ana, no dudaron en recoger<br />

su nombre para bautizarlo como "al-Guad ana", (el<br />

río ana), sin saber que estaban hablando del río, río.<br />

Hoy nosotros hemos extrapolado esa<br />

denominación y hablamos del río Guadiana, o lo que<br />

es lo mismo el río por excelencia: tres veces río, tres<br />

veces niña del agua, tres veces madre de la vida,<br />

tres veces Ana... Triana.<br />

Pienso, de igual manera, que no es<br />

casualidad que Dios eligiese para madre de su<br />

madre el nombre de Ana. Ana, madre del agua,<br />

madre de la Virgen, que será también madre de<br />

Cristo. Otra vez tres madres, tres Anas... Triana.<br />

Seguro que fue Dios el primero que escuchó<br />

decir Ana, con respeto y veneración, al hombre<br />

más antiguo de todos los hombres cuando, de<br />

rodillas, al borde del río, metió la mano en el agua y<br />

se la echó con pasmo sobre la cabeza para sentir el<br />

milagro de su frescura, sin saber que estaba<br />

iniciando el rito del bautismo.<br />

Y Dios, que lo sabe todo, supo que había<br />

46


creado un ser que lo iba a sorprender con cosas en<br />

las que nunca, en toda la eternidad previa, se<br />

había detenido a pensar. Y a Dios le gustó el<br />

nombre de Ana y el gesto del bautizo con agua, la<br />

madre de la vida.<br />

Y Dios decidió llamar así a la madre de la<br />

Virgen y adoptar el agua como símbolo de los que<br />

iban a empezar una nueva vida. Y también se<br />

encargó de que su Iglesia nombrase Santa a la<br />

abuela del hijo de Dios y que declarara bendita al<br />

agua del bautismo y al agua de la purificación. De<br />

nuevo tres bendiciones del Padre, tres veces Ana...<br />

Triana.<br />

¿Por qué mi barrio se llama Triana? No lo<br />

sé. ¿Dibujaría el Guadalquivir tres brazos en un<br />

valle cuajado de riachos e islas? ¿Serían los<br />

romanos los que recogerían la voz ancestral de la<br />

triada de agua?<br />

¿Es casualidad que la catedral de mi barrio<br />

fuera dedicada a Santa Ana? ¿Existen las<br />

casualidades? ¿Inspiraría esa elección la vocación<br />

marinera de Triana, siempre unida al río, siempre<br />

unida al agua? ¿Serían tan sabias y tan antiguas sus<br />

gentes que sabrían el milagro mágico de la palabra<br />

Ana, primer vocablo del hombre, primera sorpresa<br />

de Dios, primer regalo destinado a la abuela de su<br />

Hijo?<br />

Cuando pienso que la iglesia fue fundada en<br />

el siglo XIII por un rey al que todo el mundo llamó<br />

el Sabio, más me afirmo en mi convicción de lo<br />

que significa Ana, y que Alfonso supo que en<br />

Triana no podía haber otra catedral, otra madre del<br />

barrio, más que la que llevara el nombre de la<br />

madre de la Virgen y la del agua.<br />

Desde el principio se supo que su pila<br />

bautismal estaba milagrosamente cargada de<br />

magia. No hay en Sevilla otra pila más famosa que<br />

47


la de Santa Ana, quizás porque todo el mundo<br />

intuye, sin saberlo, que contiene, bendita, a la niña<br />

del agua, a esa otra Ana que, en el principio de los<br />

tiempos, también fue hecha Santa por la voluntad<br />

divina.<br />

Si hay un pueblo viejo y sabio, que conoce<br />

las historias antiguas, pasadas de boca en boca, es el<br />

gitano. Y eligieron, entre todas las pilas de bautismo<br />

del mundo, la mejor para que sus churumbeles<br />

recibieran, entre grandes fiestas, el agua de la Vida:<br />

Santa Ana, la cuna del agua bendita.<br />

Esta fantasía, se la cuenta, querido lector, un<br />

hombre que ha nacido en Triana, que se bautizó, por<br />

empeño de su padre, en la pila de los gitanos; que<br />

eligió para casarse a Ana, la niña del agua; que<br />

tiene una hija y una nieta que también se llaman<br />

Ana: tres Anas, siempre Triana; que vive dedicado al<br />

mundo del agua; que sabe mucho de leyendas de<br />

este lado del río y que quiere rendirle homenaje<br />

perpetuo, en todos los días de su santo, a esa guapa<br />

niña del agua, que fue madre de la Virgen, madre de<br />

mi barrio, madre de las mujeres de mi vida y que se<br />

llama, nada más y nada menos que, la Señá Santa<br />

Ana.<br />

En Triana, a 26 de Julio de un año<br />

cualquiera.<br />

48


EL SUEÑO DE SANTA ANA<br />

Ana se asomó a la puerta de su casa y oteó el<br />

camino que descendía hacia el valle. Aún no se veía<br />

la figura de su hija. Deslumbrada por el refulgente<br />

sol de Nazaret, volvió a entrar, cruzó el patio y se<br />

dirigió por el corral trasero al taller de alfarería de su<br />

marido.<br />

Descorrió la cortina y lo contempló con<br />

ternura. A sus sesenta años Joaquín seguía moviendo<br />

el torno y moldeando el barro con la misma ilusión<br />

que de mozo.<br />

- María viene hoy, y nos va a dejar al niño una<br />

semana - anunció -. Tiene que acompañar a José a<br />

ver a su familia, y el camino es muy duro para la<br />

criatura.<br />

- Ya tiene los sonajeros que me pediste, - la<br />

tranquilizó- los terminé la semana pasada.<br />

En la estantería, entre cuencos, ánforas, platos y<br />

copas había tres espléndidos sonajeros de cerámica,<br />

pintados a mano con el amor que sólo un abuelo es<br />

capaz de poner en la tarea, que contenían bolitas de<br />

madera listas para sonar en cuanto las agitasen.<br />

Ana, recostada en el quicio, pensó en voz alta,<br />

como acostumbran a hacer las mujeres desde el<br />

inicio de los tiempos:<br />

- Tenemos un nieto precioso... La verdad es<br />

que no sé a quién se parece... A su padre desde luego<br />

que no. José es serio y callado y el crío rebosa<br />

alegría y vitalidad. A María tampoco. Tu hija es muy<br />

guapa y llena de dulzura, y mi nieto también... Pero<br />

no se da aire a la madre.<br />

- Es igual que yo - sentenció Joaquín<br />

sonriendo.<br />

- Quita allá... En todo caso a mí. La única que<br />

tiene los ojos tan negros como los suyos soy yo. Por<br />

49


cierto, ¿No te impresiona como mira? Aunque aún<br />

apenas habla te lo dice todo con la mirada. Es muy<br />

listo... No hay nada que no entienda...<br />

- No tiene abuela... - rió su marido.<br />

- He tenido un extraño sueño. ¿Sabes? He<br />

soñado que Jesús se hacía mayor, y valía tanto que<br />

llegaba a ser rey del mundo entero. Era tan grande su<br />

poder que a su madre la nombró reina de todos los<br />

hombres.<br />

-¿Y a nosotros, nos hizo reyes también?<br />

Ana asintió soñadora:<br />

- Sí. Nos encomendó el gobierno de un lugar<br />

de fantasía. Al borde de un río inmenso, cargado de<br />

magia, se alzaba un caserío blanco como la leche,<br />

lleno de balcones y ventanas cuajados de flores. En<br />

sus calles florecía el naranjo y el jazmín. Sus<br />

mujeres, bellísimas, tenían en los ojos un brillo<br />

especial al que llamaban duende y sus hombres,<br />

recios, poseían un no sé qué que conocían como<br />

ángel.<br />

- Tienes sueños muy bellos. Ya me gustaría<br />

compartirlos...<br />

Ella asintió ensoñadora y continuó:<br />

- Era un pueblo alegre que cantaba y danzaba<br />

sin parar. Sus calles eran una perpetua fiesta. Los<br />

vecinos del otro lado del río habían construido una<br />

torre muy alta sólo para subirse a ver bailar a los de<br />

nuestra orilla. Y nuestros súbditos quisieron<br />

replicarles y levantaron un palacio para ti y para mí,<br />

con una torre coronada de azulejos; llenaron el<br />

barrio de alfarerías en honor tuyo; organizaron una<br />

incomparable fiesta anual, al mismo borde del río,<br />

en honor mío... Y le dieron mi nombre.<br />

- No cabe duda que has soñado. No conozco<br />

por aquí nada semejante.<br />

- Ese reino tan bello estaba allende el mar, muy<br />

lejos. Pienso que nuestro nieto lo eligió para sus<br />

50


abuelos porque no encontró otro lugar como ese en<br />

todo el planeta.<br />

- Que niña eres, Ana.<br />

-¿Niña a mi edad? - rió ella.<br />

- Tienes la mirada y el corazón de niña. El<br />

secreto para vivir mucho tiempo, siendo siempre<br />

joven, está en tener el alma de niño y que te rebose<br />

por los ojos.<br />

Ana, ruborizada, se dio media vuelta y volvió<br />

presurosa a la puerta de la casa a aguardar la llegada<br />

de su hija.<br />

María llegó al mediodía con el niño en brazos.<br />

Venía sofocada por el calor y la pendiente de la<br />

cuesta. Sus padres vivían casi en lo alto de la colina<br />

de Nazaret y en cambio su casa y la carpintería<br />

estaban en el valle.<br />

Bebió un vaso de agua clara del pozo y se<br />

sentó junto a la madre a la sombra de la higuera,<br />

dejando a su hijo corretear por el patio con sus<br />

primeros pasos aún vacilantes.<br />

- Noto algo juvenil en tus ojos, madre.<br />

- Dice tu padre que miro con la mirada<br />

transparente de una niña. Y que las personas que<br />

guardan la infancia en el alma viven mucho tiempo.<br />

El crío había detenido su marcha y se había<br />

vuelto hacia ellas, como si entendiera de qué<br />

hablaban.<br />

- Qué listo es - dijo Ana- Parece que se entera<br />

de todo.<br />

- Fíjate en su mirada, madre. ¿Has visto alguna<br />

vez luz semejante? Estoy segura de que, si el alma<br />

de niño que escoges para tu corazón es la suya,<br />

vivirás eternamente.<br />

Y, dejando a las dos mujeres asombradas, el<br />

niño sonrió asintiendo como si confirmara que su<br />

madre decía la verdad.<br />

51


A la mañana siguiente, Ana correteaba detrás<br />

de su nieto para evitar que se hiciese daño. No<br />

paraba quieto un momento: corría detrás de los<br />

pajarillos que bajaban del cielo en busca de las<br />

migas del suelo; se dirigía a las flores del arriate<br />

intentando atrapar inútilmente algunas de las abejas<br />

que libaban el polen; seguía el vuelo de las moscas...<br />

De repente, se dirigió decidido hacia el taller<br />

de alfarería del abuelo. Ana lo siguió y tras cruzar la<br />

cortina saludó a su marido que trabajaba con gesto<br />

adusto..<br />

- Te veo muy serio, como si estuvieras<br />

preocupado por algo. ¿No te alegra el niño?<br />

- Claro que sí. Pero tengo que contarte una<br />

cosa que te asombrará: esta noche he tenido el<br />

mismo sueño que tuviste ayer. Visité el lugar al que<br />

nuestro nieto nos destina como reyes.<br />

- No te creo... - Ana estaba boquiabierta.<br />

- Si, he paseado por sus calles y plazas, vi su<br />

río, olí sus flores y escuché sus cantes. Entré en el<br />

palacio que será nuestra sede y me encontré con un<br />

templo. Allí me recibió un ángel que me anunció<br />

que reinaríamos por siempre. Y cuando le pregunté<br />

cómo podría ocurrir semejante milagro, me dijo que<br />

nuestro nieto nos daría su corazón y su mirada, y que<br />

con ella viviríamos por toda la eternidad. También le<br />

pregunté por el nombre del lugar. Se llama...<br />

Fue entonces cuando Ana supo que reinaría en<br />

Triana para siempre. Y clavando sus ojos en los de<br />

su nieto, bebió con ansia su mirada hasta<br />

convertirse en niña eterna.<br />

52


EL CUENTO<br />

Paseaba con mi nieta Ana por la trianera<br />

calle Pureza dedicado a saciar, gozoso, la infinita<br />

curiosidad de una niña:<br />

-¿Qué es esto, "abuivo"? - me preguntó por<br />

enésima vez.<br />

- Es una iglesia, se llama Santa Ana y es el<br />

templo más importante de Triana.<br />

-¿Se llama como yo? - estaba asombrada con<br />

la noticia.<br />

- Sí, mi vida. Pero es la casa de Santa Ana, la<br />

abuela del Niño Jesús. ¿Tú sabes quién es el Niño<br />

Dios?<br />

- Sí, mamá y yo rezamos en la cama - de<br />

repente una idea pareció brotar en su mente como si<br />

se la hubieran sugerido mis palabras. Incapaz de<br />

contenerla, se le iluminó el rostro e indagó -¿Mi<br />

"abuiva" Ana es también la de Jesús?<br />

- No - reí de buena gana -. Él tuvo otra. ¿Te<br />

cuento el cuento que me contaba la mía cuando yo<br />

era tan pequeño como tú?<br />

Me miró sorprendida. No se podía imaginar<br />

que un viejo hubiese sido niño alguna vez. Pero la<br />

palabra cuento era mágica: no había inquietud ni<br />

pregunta que no pudiese esperar hasta el final de la<br />

historia. Con los ojos abiertos de par en par, me<br />

estrechó la mano con sus pequeños dedos y asintió.<br />

Así que le narré una de esas leyendas trianeras llenas<br />

de fantasía que nunca recuerdo donde escuché:<br />

-"Hace mucho, mucho tiempo, llegó por el<br />

río un barco romano a Sevilla. Con las velas<br />

desplegadas y el hercúleo esfuerzo de cien remeros,<br />

superó la corriente del Guadalquivir hasta llegar al<br />

pantalán de troncos de cedro en el que<br />

desembarcaban los viajeros ilustres. Venía de<br />

Oriente con mercaderes judíos que portaban<br />

53


extraños perfumes, maderas nobles, sedas y marfil.<br />

Después volvería cargado de aceite, vinos y metales.<br />

Traía también pasajeros: banqueros de otras<br />

provincias del imperio; ricos personajes en busca de<br />

aventura e hijos desheredados dispuestos a<br />

enriquecerse fuera de Judea.<br />

La gente que poblaba el puerto se sorprendió<br />

al ver bajar a una familia de aspecto humilde con un<br />

aura singular en torno a sus rostros: un niño de unos<br />

diez años; un varón de mirada noble con su bella<br />

esposa, sus padres; y dos ancianos, que bien podían<br />

ser sus abuelos.<br />

El grupo familiar deambuló, cargado con sus escasas<br />

pertenencias, por las callejuelas del barrio que se<br />

extendía allende la muralla, en busca de un hostal<br />

donde alojarse. Aunque todos sus miembros<br />

parecían cansados por el largo viaje, escandalizados<br />

por el precio del hospedaje, tuvieron que cruzar el<br />

río en barcaza para encontrar una modesta fonda en<br />

el arrabal que los barqueros llamaban Triana.<br />

La posadera, muerta de curiosidad por saber<br />

de aquellas gentes de mirada luminosa, que habían<br />

emprendido un viaje muy costoso con tan pocos<br />

medios, no se perdió detalle de las conversaciones<br />

de la familia. Y supo que el niño se llamaba Jesús,<br />

sus padres, José y María y los abuelos, Joaquín y<br />

Ana.<br />

Parecían creer, con una fe firme, que a su<br />

pequeño le aguardaba una misión trascendente en la<br />

vida y habían decidido llevarle a conocer a los<br />

gentiles, visitar hogares que no eran del pueblo<br />

elegido, y empaparse de universalidad para que su<br />

futuro mensaje fuera entendido por todos los<br />

hombres.<br />

Para costear el viaje, sus abuelos habían<br />

vendido todas sus pertenencias: el taller de alfarero<br />

de Joaquín y la casa de Nazaret de Ana. A la vuelta<br />

54


vivirían con sus hijos. Pero los ancianos parecían<br />

saber que ellos jamás regresarían. Todas las<br />

referencias que hacían a Triana llevaban<br />

sobreentendida la idea de permanencia. Por otra<br />

parte, no parecían agobiados con la idea. No cesaban<br />

de alabar la belleza del arrabal y la bondad de sus<br />

pobladores.<br />

Efectivamente, el día del regreso sólo<br />

cruzaron el Betis Jesús y sus padres. Ana y Joaquín<br />

no se veían con fuerzas para el largo y peligroso<br />

camino de vuelta y prefirieron quedarse. La<br />

posadera nunca olvidaría las palabras de despedida<br />

del niño cuya mirada resplandecía con fulgores de<br />

ternura infinita:<br />

- Bienaventurados abuelos, que habéis dado<br />

todo por vuestro nieto. Cada vez que un abuelo<br />

regala su vieja vida y su experiencia al niño que<br />

comienza a vivir, siente en su corazón un reflejo de<br />

la felicidad eterna. Aquí en Triana os esperan días<br />

nostálgicos pero felices. Tú, abuelo Joaquín,<br />

enseñarás tu oficio de alfarero para que hagan los<br />

más bellos azulejos del mundo. Tú, abuela Ana, les<br />

contagiarás tu alegría y ese duende que sólo a ti ha<br />

regalado el Padre de los Cielos. Y un día levantarán<br />

un templo para conmemorar, sin saberlo, este viaje y<br />

le pondrán, para siempre, tu nombre..."<br />

Enardecido por mi historia tardé en caer en<br />

que el cuento era demasiado enrevesado para mi<br />

nieta, aún muy pequeña, pero que me había<br />

escuchado sin pestañear. Bruscamente se soltó de mi<br />

mano y fue a tocar, impresionada, la pared de la<br />

Iglesia.<br />

-¿Qué haces Ana?... - le pregunté perplejo.<br />

- Tocar la casa de la "abuiva" Ana... Porque<br />

el Niño Jesús y yo tenemos la misma "abuiva".<br />

Y sonrió con la misma mirada luminosa que tienen<br />

los ángeles cuando conocen a Dios.<br />

55


MARISMAS DE PLATA<br />

La despertó el ruido del cohete. Abrió los<br />

ojos sin saber bien dónde estaba. Aturdida, miró a su<br />

alrededor con extrañeza hasta que reconoció el<br />

aspecto familiar de su carreta: el techo de lona, las<br />

colchonetas con las mantas revueltas, los trajes de<br />

flamenca colgados al fondo, el intenso olor a pino...<br />

Estaba sola. Los demás ya debían de haber<br />

bajado al camino y no habrían querido despertarla.<br />

Tenía que estar saliendo de un sueño muy profundo<br />

porque aún no se sentía consciente del todo, a pesar<br />

de que la carreta se movía: oía las voces del boyero<br />

y el crujido del arnés de los bueyes.<br />

Se incorporó despacio. No recordaba nada de<br />

la víspera, pero no le importó. Hizo un mohín con la<br />

nariz, se calzó los botos, estiró su falda rociera, se<br />

alisó el pelo y salió de la carreta: estaba en el Rocío,<br />

en su Rocío, y eso era lo único que valía la pena.<br />

Al pisar las arenas se sintió en el cielo. Una<br />

mezcla de aromas de romero y resina le llenó el<br />

alma. El firmamento era de azul perfecto. Ni una<br />

nube, ni una mota de polvo rompía la limpieza del<br />

aire. Las aves cruzaban sobre su cabeza llenando el<br />

ambiente con graznidos que parecían cánticos<br />

reflejados en la bóveda celestial en honor a la Blanca<br />

Paloma.<br />

La marisma se ofrecía en todo su esplendor.<br />

Los lucios refulgían como si estuvieran repletos de<br />

plata; el verde de los juncos parecía tallado en un<br />

bosque de esmeraldas; las arenas desprendían las<br />

chispas de un mar de diamantes.<br />

- Esto no puede ser real - pensó- Debo estar<br />

soñando. Si viera a las marismas azules pensaría que<br />

estoy muerta... Pero no son celestes... Son de plata,<br />

como la carreta de la Virgen.<br />

57


Con la mirada, buscó entre los romeros, que<br />

caminaban entre los caballos, intentando encontrar<br />

una cara amiga que le descorriera esa cortina que<br />

parecía tener en el cerebro. Vio mucho rostro<br />

conocido, gente que le resultaba familiar y que hacía<br />

mucho que no veía. Pero ninguno de los suyos.<br />

Todos marchaban animosos, pero en silencio.<br />

Salvo el ruido de las carretas ningún sonido brotaba<br />

de la romería.<br />

-¡Qué desaboríos! - se dijo- A éstos los<br />

arreglo yo.<br />

Y sabiendo que nadie cantaba como ella, alzó<br />

la voz y llenó el aire de <strong>sevilla</strong>nas en honor de su<br />

Reina:<br />

-"Nació en la cava, una hermandad de gloria<br />

nació en la cava... El cura de Santa Ana, la<br />

bautizaba"<br />

Su cantar contagioso animó a los peregrinos<br />

y todos sin excepción la acompañaron con sus voces<br />

y palmas. Ella recordó el día que grabó ese disco con<br />

el Coro de Triana y le pareció que había pasado un<br />

siglo.<br />

-¡Rocío!...- una voz familiar le llamaba<br />

sorprendida.<br />

Se volvió con el corazón loco de alegría y<br />

cuando vio quién lanzaba el grito, se quedó helada:<br />

- Mercedes...<br />

Su amiga de siempre, su vecina, la niña del<br />

estanco de la calle San Jacinto, con un traje de gitana<br />

blanco y el rostro resplandeciente como un ángel, la<br />

contemplaba sonriente al lado del Simpecado.<br />

Rocío sintió en el corazón un pellizco en el<br />

que se mezclaban la alegría, la emoción y el miedo.<br />

Mercedes había muerto hacía ocho años. Fue a su<br />

entierro el día en que entraba la Virgen en Triana. Y<br />

había pensado que Dios se la había llevado ese día<br />

para que pudiera continuar el camino por las<br />

58


marismas de la Gloria. Y al verla ahora, acababa de<br />

descubrir que había resultado verdad. Su eterna<br />

compañera de romería caminaba por siempre junto a<br />

la carreta de la Señora...<br />

Pero eso significaba que también ella había<br />

traspasado el umbral... Y le asaltó un vago recuerdo<br />

de hospital y olor a medicinas. Se acordó de la pena<br />

que sintió por estar hospitalizada el día en que salía<br />

Triana y por perderse el único Rocío de su vida.<br />

Rocío y Mercedes se fundieron en un<br />

emocionado abrazo. Por fin iban a estar juntas para<br />

siempre en una romería eterna que había sido la<br />

razón de su vida.<br />

-Hija- le decía su amiga - Estaba deseando<br />

que llegaras. Aquí hacías mucha falta... Nadie le ha<br />

cantado nunca a la Virgen como tú; nadie contagia<br />

esa alegría que te desborda por los ojos; aquí no hay<br />

quien tenga un corazón como el tuyo. Eres una<br />

fuerza de la Naturaleza que has impulsado sola, a<br />

golpe de ilusión durante muchos años, a la<br />

hermandad de Triana, y en la Gloria hay que<br />

remover un poco todo esto.<br />

-¿Pero aquí en el Cielo las cosas no son<br />

distintas?<br />

- Cómo te diría yo, chiquilla... Más bonito,<br />

más perfecto, pero más soso. Hay muchos ángeles,<br />

pero sin "ange"... Hacías falta tú.<br />

Y, haciéndole eco, una voz corrió por todo el<br />

camino. Al principio fue un rumor sordo, apenas un<br />

susurro de oído a oído, pero después se convirtió en<br />

un grito unánime, una explosión de alegría:<br />

- Por fin ha llegado Rocío Astolfi.<br />

Y las bandadas de flamencos repetían desde<br />

el cielo cantando con alegría:<br />

- Ya ha venido Rocío Astolfi.<br />

Y los pinos agitaban las ramas llenando el<br />

aire de aromas que decían:<br />

59


- Al fin está con nosotros Rocío Astolfi.<br />

Y el romero, las arenas, los caballos y la<br />

marisma se estremecían a coro gritando:<br />

- Ya vino Rocío Astolfi.<br />

- Oye Mercedes. ¿Podré ver a papá, a tío<br />

Paco a tía Carmela?... Quiero comérmelos a besos.<br />

- Espera - le dijo solemne su amiga- Tienes<br />

que adorar primero a la Reina de las Reinas. Te<br />

aguarda. Eres su camarera y quiere que la vistas.<br />

Y Rocío, loca de felicidad, la siguió a la<br />

ermita.<br />

Un haz de luz infinita envolvía a la Blanca<br />

Paloma. Un rostro bellísimo, dulce, irradiando paz y<br />

bondad le sonreía como el de una madre que<br />

encuentra por fin a la hija largamente esperada.<br />

Rocío, llorando, incapaz de soportar tanta<br />

emoción se dejó caer de rodillas y hundió su cara<br />

contra el suelo, adorando con toda su alma a la que<br />

siempre había venerado sobre cualquier otra cosa del<br />

mundo.<br />

Y cuando la Virgen la alzó del suelo, sintió<br />

en su mejilla el beso de los besos. Temblando de<br />

emoción y con el mayor respeto del mundo, depositó<br />

sobre los hombros virginales el mantón rociero, y<br />

entonces supo por fin que ella, Rocío Astolfi, había<br />

nacido sólo para ser, por siempre, la camarera de la<br />

Madre de Dios en las marismas de plata del Cielo.<br />

60


LA COFRADIA<br />

Creo que en Triana tenía que haber más<br />

cofradías. Un barrio que llena de poesía todo lo<br />

suyo no puede quedarse tres días sin procesiones.<br />

El martes, el miércoles y el jueves Santos<br />

permanecen sus calles vacías, el aire yace<br />

adormilado y la luz, hermosa, no vibra llena de<br />

expectación como lo hace cuando hay nazarenos<br />

trianeros.<br />

Así que, ni corto ni perezoso, he decidido<br />

crear una nueva hermandad de penitencia que llene<br />

el Jueves Santo de mi lado del río del fervor, la<br />

ilusión y el espíritu que reinan aquí los demás días<br />

de esta Semana.<br />

Como en uno de esos viejos recortables, que<br />

reconstruían una procesión sobre la mesa camilla,<br />

de nazarenos, insignias y pasos, con los que los<br />

niños aprendíamos a organizar un desfile<br />

procesional, vamos a diseñar una genuina cofradía<br />

trianera para que desfile el Jueves Santo por este<br />

barrio de papel.<br />

Lo primero que hay que elegir son los pasos<br />

del Señor y de la Virgen. Son los que le darán<br />

nombre a nuestra hermandad y marcarán el espíritu<br />

religioso de la misma.<br />

De todas las escenas de la Pasión, he elegido<br />

la de Jesucristo ante el pueblo que vocifera que lo<br />

crucifiquen a Él y salven a Barrabás. Siempre me<br />

ha impresionado ese momento en el que los<br />

hombres prefieren bañarse en sangre inocente y,<br />

convertidos en fieras, cegados por la ira,<br />

embrutecidos por la masa, no dudan en ensañarse<br />

con quien viene con el único propósito de hacerlos<br />

ángeles.<br />

Mi Cristo, que irá solo en el paso,<br />

61


permanecerá de pie, junto a una balaustrada, sin<br />

apoyarse en ella, con las manos atadas delante y los<br />

brazos caídos, como abandonados.<br />

Mi Cristo, este Cristo, no se va a llamar de la<br />

Decepción, porque no la siente a pesar de que sus<br />

hijos lo condenan al sufrimiento. Él los ha creado<br />

y sabe a ciencia cierta cómo son. No puede<br />

llamarse a engaño.<br />

También sabe muy bien que, uno a uno, cada<br />

corazón de los que le acusan se siente conmovido<br />

con su suerte y daría cualquier cosa por liberarlo.<br />

Pero que una cosa es el hombre aislado y otra la<br />

sociedad, la masa. El comportamiento colectivo,<br />

que se mueve por reglas de manada, de animales,<br />

anula al individuo y es capaz de conducirlo a<br />

situaciones salvajes. Todas las guerras, el terrorismo<br />

nacionalista, la locura asesina en nombre de un<br />

pueblo, no son otra cosa que la terrible desviación<br />

que sufren los hombres buenos por culpa de la<br />

patología tribal.<br />

Mi Cristo va a ser el Cristo del Hombre<br />

Solo. Porque, en ese momento cruel, está leyendo<br />

en cada alma la sorpresa y el dolor por verse<br />

convertida en fiera, la vergüenza por dejarse<br />

arrastrar por la multitud y el deseo íntimo de paz y<br />

amor. Él se sentirá acogido dentro de cada ser<br />

humano aislado, aunque no pueda reconocer en la<br />

tribu vociferante ninguna de las señas de la<br />

divinidad que el Creador otorgó al hombre.<br />

Como desagravio, quiero que pasee por<br />

Triana. Aquí podrá ver algo insólito en todo el<br />

planeta y que es exclusivo de Sevilla, una multitud,<br />

una muchedumbre, miles de hombres, que no se<br />

comportan como manada cerril sino que saben<br />

reproducir, también como colectivo, los sentimientos<br />

íntimos.<br />

El respeto, el silencio, el dolor, la poesía, el<br />

62


amor y todas las cualidades de los ángeles, la<br />

tienen los hombres y mujeres de esta tierra unidos<br />

como pueblo. No hay otro lugar en el mundo<br />

donde millares de personas vivan un acto<br />

multitudinario con todos los corazones abiertos<br />

latiendo a la vez como en un único pecho.<br />

Por eso, mi Cristo del Hombre Solo debe<br />

pasear por nuestras calles para presenciar el<br />

milagro de que aquí, y sólo aquí, también será el<br />

Cristo de los hombres juntos.<br />

¿Y el paso de Virgen? Ahí no tengo duda. Mi<br />

Virgen será la de la Sonrisa. ¡No, no se<br />

escandalicen ustedes! Ya sé que estamos en días<br />

de dolor, pero también son momentos de reflexión,<br />

preguntas íntimas y búsqueda de respuestas.<br />

Mi Virgen, nueva en Triana, deberá reflejar<br />

en su rostro la cualidad más importante de una<br />

madre: la comprensión. Porque sus ojos van a ver<br />

hombres cuajados de limitaciones, llenos de dudas,<br />

inmersos en un ambiente materialista, tentados por<br />

el egoísmo y con el deseo, tímido y secreto, de<br />

llegar a ser mejores en pos de una fe demasiado<br />

esquiva.<br />

Y nos debe ver como nosotros vemos a<br />

nuestros niños: llenos de buenas intenciones pero<br />

torpes, traviesos y atolondrados. Y al igual que nos<br />

produce una sonrisa de cariño verlos como<br />

fracasan una y otra vez, intentando hacer algo bien,<br />

a mí me gustaría que mi Virgen, la de la Sonrisa,<br />

también lo hiciera mirando con todo el cariño del<br />

universo a unos pobres mortales que andan<br />

desconcertados por una vida complicada y difícil de<br />

entender.<br />

La Hermandad del Cristo del Hombre Solo y<br />

de Nuestra Señora de la Sonrisa, tendrá pocos<br />

lujos. Es nueva, no tiene recursos y además, para<br />

qué nos vamos a engañar, le gusta la austeridad.<br />

63


La cruz de guía, muy liviana, ingrávida casi,<br />

animará a ser seguida, porque el que venga tras ella<br />

verá aliviada su alma de la pesada carga que trae<br />

consigo la absurda vida que llevamos. Será portada<br />

por el hombre más bueno del barrio, elegido por<br />

votación popular, que tendrá la tarea de ser foco de<br />

luz para atraer detrás de sí a todos los que quieran<br />

emularle.<br />

Los nazarenos y las nazarenas irán de<br />

blanco, ensalzando el valor de la inocencia, y<br />

llevarán una luz potente, a la altura del corazón,<br />

irradiando a través de dos puertecitas abiertas por<br />

las que saldrá el espíritu de la cofradía: mostrarnos<br />

a los demás para que vean lo poco que somos y<br />

las muchas ganas que tenemos de que nos quieran.<br />

Llevaremos bandas militares rindiendo sus<br />

armas a las cosas del espíritu y llenando el aire de<br />

marchas alegres. Triana lo es, y seguir a mi Cristo<br />

y a mí Virgen también. Si mecer el palio, bailar la<br />

canastilla, prolongar la chicotá y volar a hombros de<br />

costalero son formas de rezar, mi procesión será una<br />

permanente oración de gloria.<br />

Y los cargos... Sólo tendremos uno. El del<br />

hermano mayor que, como todos ustedes se<br />

imaginan, será Joaquín, mi contertulio trianero,<br />

socarrón y buena gente, el mayor devoto de la<br />

Virgen de la Sonrisa.<br />

64


LA CASETA DEL ALTOZANO<br />

Rafael Carretero, el dueño y señor de la<br />

Feria de Sevilla, me prometió que este año, si<br />

escribía un nuevo libro de relatos, me dejaría poner<br />

en él una caseta de feria. Ha cumplido su promesa y<br />

aquí me tienen ustedes de anfitrión invitándoles a<br />

pasar a tomar una copita.<br />

No se preocupen por el espacio: una caseta<br />

de cuatro páginas es muy grande; ni teman ser<br />

gravosos: el fino y las tapas no les costarán más<br />

que un pequeño esfuerzo de imaginación. Así que,<br />

como de eso nos sobra, vamos a ponernos como el<br />

Quico.<br />

Pasen y siéntense, que hay sitio para todos.<br />

Dejen espacio para que las niñas puedan bailar en<br />

el tablao y un pasillo para ir a la trastienda: los<br />

camareros traerán jamón, gambas, tortilla de patatas,<br />

calamares y picos.<br />

Se habrán dado cuenta de que aspiramos a<br />

premio. Hemos echado el resto... Las cortinas de<br />

encaje cubren las paredes y el techo. Los faroles<br />

son de bronce y los espejos dorados. Tenemos dos<br />

carteles de toros con las alternativas de Emilio<br />

Muñoz y Curro Romero. Esta caseta es trianera y<br />

rinde culto a sus toreros, que antes del 29 el río iba<br />

por otro sitio y Camas pertenecía a Triana.<br />

Al fondo, una reja con macetas de geranios,<br />

dos mantones de las niñas de Japón a los lados y<br />

abanicos antiguos del arcón de Charo la estanquera<br />

de la calle San Jacinto.<br />

Yo sé que vienen ustedes con la curiosidad<br />

de ver, charlar y tomar una copa con mis personajes.<br />

No se preocupen, no van a quedar defraudados. Hoy<br />

han venido todos.<br />

En ese velador verde de estilo <strong>sevilla</strong>no<br />

65


tienen sentados a mi contertulio trianero Joaquín, el<br />

del sombrero de ala ancha sin corbata y tieso como<br />

él solo. Sí, ese que está bebiendo una caña de<br />

manzanilla sin quitar la mirada de esa niña del traje<br />

de flamenca blanco que acaba de entrar. ¡Anda que<br />

tiene mal gusto el gachón!<br />

A su lado Mercedes. Esa señora mayor que<br />

sonríe con complicidad, sabiendo que su<br />

incorregible marido va a empezar a echar piropos<br />

de un momento a otro.<br />

La gitana que está vendiendo claveles es<br />

Rocío. Le he prohibido que venda nada, que para<br />

eso ésta es su caseta... ¿Creen que me ha hecho el<br />

más mínimo caso? Para ella, son compatibles la<br />

hospitalidad y la diversión con el negocio. ¡Con<br />

ella pueden estar tranquilas con sus bolsos! De<br />

todas formas, una miradita para ver si entra un<br />

raterillo de la calle, de vez en cuando no hace daño.<br />

Pero... ¡Silencio! Joaquín va a cantar. Le ha<br />

hecho una seña a Luis Baras, el compositor de<br />

Triana, que ha comenzado a rasguear la guitarra. Mi<br />

contertulio se va a arrancar, con su voz ronca, por<br />

unas <strong>sevilla</strong>nas improvisadas.<br />

Sin levantarse, tocando palmas sordas,<br />

poniendo cara de pillo a la bella joven de flamenca,<br />

le canta:<br />

"Verme por dentro.<br />

Si tú pudieras, niña,<br />

verme por dentro,<br />

te morirías de risa<br />

por lo que siento.<br />

66


Sé que te haría gracia<br />

saber que sueño<br />

con besarte, soñando<br />

que soy tu dueño;<br />

y sé que te darían<br />

risa los tejos<br />

de la boca de un hombre,<br />

que ves tan viejo.<br />

Qué desconsuelo,<br />

podría ser tu padre,<br />

que desconsuelo<br />

no haberte conocido,<br />

yo, de mozuelo.<br />

Te hubiera anticipado<br />

lo que parece<br />

el sabor del amante<br />

cuando envejece,<br />

que el cariño de un hombre<br />

es como el vino,<br />

que sólo con la edad<br />

sabe distinto.<br />

67


Para no, verme,<br />

si cerraras los ojos,<br />

para no, verme,<br />

te enseñaría, al oído,<br />

cómo quererme.<br />

Y sabrías que mi beso<br />

no es el de un niño,<br />

porque jamás un joven<br />

da ese cariño.<br />

Que el amor juvenil<br />

es torpe y necio,<br />

y el que yo te daría,<br />

no tiene precio.<br />

Verme por dentro,<br />

como no puedes, niña,<br />

verme por dentro,<br />

nunca sabrás por nadie<br />

cómo te quiero.<br />

Pasarás por mi lado<br />

igual que el aire,<br />

que pasa muy deprisa<br />

y no ve a nadie.<br />

Y perderás, que pena,<br />

el beso sabio<br />

que sabe dar un hombre<br />

con muchos años."<br />

¡Ole, ole y ole! Vaya <strong>sevilla</strong>nas con las que<br />

se ha salido Joaquín. Aplaudan sin temor, que mi<br />

amigo es coqueto y le encanta saber que gusta...<br />

¿Mercedes? No, no creo que le hayan hecho muy<br />

68


feliz las cosas que el viejo verde de su marido le ha<br />

cantado a la chavala. Así es la Feria...<br />

Pero, silencio otra vez. La niña ha sonreído<br />

con sus <strong>sevilla</strong>nas y va a replicarlas. Pone ojos de<br />

pícara, como si estuviera enamorada de Joaquín y<br />

con voz preciosa canta:<br />

"Cuando te acercas,<br />

no sé lo que me ocurre<br />

cuando te acercas,<br />

que no pienso en los años,<br />

que nos alejan.<br />

Escondes en los ojos<br />

no sé qué cosa,<br />

que ,siempre que me miras,<br />

me veo hermosa.<br />

Y me da mucho miedo,<br />

sentir amor<br />

por alguien como tú,<br />

que eres mayor.<br />

En el espejo,<br />

podría ser mi padre,<br />

digo al espejo<br />

intentando olvidar<br />

que eres tan viejo,<br />

y mi imagen me dice:<br />

niña estás loca,<br />

pues pensando en tus besos<br />

pego la boca,<br />

69


y mis labios de niña<br />

besan mi cara,<br />

pensado que es la tuya,<br />

la que besaban.<br />

Tal desvarío,<br />

me producen tus ojos<br />

tal desvarío<br />

que creo ver amor,<br />

cuando te miro.<br />

Pero, es tan imposible<br />

enamorarte,<br />

que te daré la espalda,<br />

y así olvidarte.<br />

Aunque me pierda, mi rey,<br />

las noches tiernas,<br />

que solo dais los hombres,<br />

con tu experiencia.<br />

¡Ay, lo que siento!,<br />

que no puedo jurarte<br />

lo que ahora siento,<br />

que no te creerías,<br />

mi juramento.<br />

Que es locura de niña,<br />

quererte tanto,<br />

si a tus años conservas,<br />

pocos encantos.<br />

70


Y, como pensarías<br />

que es por dinero,<br />

jamás podré decirte:<br />

por ti, me muero".<br />

Vaya con la niña. A Joaquín no le cabe la sonrisa<br />

en la cara. Pero, cuidado, ahora es Mercedes la que<br />

se lanza con su voz quebrada a poner las cosas en su<br />

sitio:<br />

"Está añorando,<br />

pobrecito mi niño,<br />

que está añorando<br />

sentirse otra vez joven,<br />

enamorando...<br />

Se le escapan los ojos<br />

tras esa cría,<br />

que ahora tiene los años,<br />

que yo tenía...<br />

Porque sé que me engaña<br />

sólo cantando,<br />

perdono que, ser viejo,<br />

le cueste tanto.<br />

Llega volando,<br />

siente que la vejez<br />

llega volando<br />

y pretende olvidarlo,<br />

coqueteando.<br />

71


Al pensar que le queda<br />

tan poco tiempo<br />

hoy se aferra a esa niña<br />

como un lamento,<br />

que brota en su garganta<br />

rozando el llanto,<br />

lanzando, como el cisne,<br />

su último canto.<br />

Me los provoca,<br />

para olvidar los celos<br />

que me provoca<br />

y evitar que esta niña<br />

me vuelva loca,<br />

me digo y me repito:<br />

que no me hiere,<br />

porque ese viejo tonto<br />

por mí se muere.<br />

No la haría dichosa<br />

de ningún modo,<br />

porque de ella no es nada,<br />

de mí ,lo es todo.<br />

Como lo miras,<br />

no me gusta ni un pelo<br />

cómo lo miras,<br />

que, cuando él sonríe,<br />

niña, suspiras.<br />

72


Quiero que te des cuenta,<br />

con mi mirada<br />

que al lado de mi hombre,<br />

no pintas nada.<br />

Niña no te ilusiones,<br />

con su querer,<br />

que piensa volverse viejo,<br />

con su mujer".<br />

Cosas de Triana y de la Feria. Nunca se sabe<br />

si hay algo detrás de una mirada pícara. Mercedes<br />

se ha arrimado a Joaquín y lo ha cogido del brazo.<br />

Mi amigo, que sabe que ha coqueteado con su otro<br />

gran amor, del que no puede estar celosa, ha<br />

puesto cara de no haber roto nunca un plato.<br />

La niña se pierde en la bulla y deja en el<br />

aire olor a madreselva. Como el que desprende<br />

Sevilla cada vez que se viste de gitana...<br />

73


UNA VELÁ NOSTALGICA<br />

Menudo lío tengo hoy en esta página. ¡Cómo<br />

para escribir un relato! A mí me gusta encontrarme<br />

la hoja en blanco, para echar a volar la imaginación<br />

y buscar alguna leyenda escondida o algún chisme<br />

que contarles, pero hoy la tengo imposible. No me<br />

acordaba que estábamos en Julio y me he<br />

sorprendido al ver mi plaza del Altozano de Triana,<br />

aquella que me trae la inspiración, ocupada por la<br />

Velá.<br />

Está llena de operarios colgando guirnaldas<br />

de luces, mecánicos instalando el escenario de<br />

cada año, expertos en montar casetas, cubos de<br />

sebo para la cucaña y trianeros contemplando<br />

embobados el trajín, sin parpadear, por supuesto,<br />

para no hacer el menor esfuerzo y soportar mejor la<br />

calor.<br />

He dado una vuelta buscando un sitio libre<br />

para escribir mi columna y no he encontrado ni un<br />

metro cuadrado, así que me he comprado un<br />

cucurucho de camarones y me he sentado a<br />

comérmelos con una cerveza en el Kiosco de las<br />

Flores.<br />

A mí me encantan esas gambas enanas, con<br />

bigotes largos, que se cogen a puñados, saladas y<br />

que producen cosquillas en la lengua. Pero nunca<br />

las he comido a gusto, siempre me han producido<br />

alguna aprensión. Como no estoy muy seguro de<br />

por qué me imponen respeto me he puesto a bucear<br />

en el fondo de mi memoria, hasta que de repente he<br />

caído en la cuenta: cuando yo era chico me<br />

prohibían comer camarones porque se alimentaban<br />

en el río de los cadáveres de las personas ahogadas.<br />

Instintivamente he ido a sacarme de la boca<br />

los que estaba paladeando. Pero he reflexionado y<br />

me he dicho que ya no se ahoga nadie, y que eso<br />

75


era una tontería. Quizás antes, cuando yo era<br />

pequeño, había más desgraciados que perdían la vida<br />

en el río. Pero ahora no... ¡Y están tan ricos!<br />

Estar viendo el montaje de la Velá y pensar<br />

en cosas de mi niñez es droga dura. Si hay algo que<br />

a mí me inspire nostalgia es la fiesta de Nuestra<br />

Señá Santa Ana. Quizás sea porque la de ahora no<br />

me seduce, al encontrarla demasiado bullanguera, o<br />

también porque la tenga idealizada desde la<br />

infancia: la realidad es que, cada año que pasa, la<br />

disfruto más con el recuerdo que con su vivencia.<br />

Así que, resignado a ponerme melancólico,<br />

he pedido otra caña, con bocas de la Isla, y he<br />

abandonado mi mente en busca de aquellos años<br />

cuarenta y cincuenta, en los que yo viví mi auténtica<br />

Triana.<br />

En el rincón donde guardamos las nostalgias<br />

me vi de pantalones cortos subido a las barcas de la<br />

Plaza de Cuba. Las movía como un columpio, a<br />

fuerza de brazos, viendo cómo algunos, los más<br />

osados, conseguían dar la vuelta de campana. Yo<br />

podría decirles que también lo hacía, pero después<br />

mi hermana diría que me tiro pegotes, así que<br />

confieso que era prudente o, lo que es lo mismo, un<br />

poco cagueta, y me limitaba a un balanceo discreto.<br />

Después, tiraba al blanco con la escopeta de<br />

perdigones, porque las que disparaban flechas con<br />

plumas eran muy caras. Me encantaba acertarle al<br />

botón que abría una puerta por la que salía una<br />

copita de moscatel, que me bebía después<br />

sintiéndome un hombre delante de las niñas: una<br />

especie de cowboy que se ganaba el whisky<br />

disparando.<br />

Nunca llevaba mucho dinero, aquellos eran<br />

años de austeridades, pero aunque lo hubiese tenido,<br />

que no era el caso, no había sitio donde gastarlo. El<br />

repertorio tentador que se nos ofrecía a los visitantes<br />

76


de la velá era limitado pero sugerente: higos<br />

chumbos pelados y brillantes, maduros como si<br />

fueran de oro; almendras verdes; avellanas de burro;<br />

agua fresca de un botijo con caperuza de ganchillo<br />

blanco; sultanas de coco; garrapiñadas; paloduz;<br />

palmitos; algarrobas... Bastaba con mirar, que era<br />

gratis, para pasarlo bien, y recorrer las calles muchas<br />

veces, por si tocaba el gordo y encontrábamos a<br />

algún familiar que se sintiese generoso y nos<br />

invitara. ¡Pero eso se daba rara vez!. No era<br />

economía de convites ni despilfarros semejantes.<br />

Más tarde, me iba al puente de Triana a ver<br />

tirarse a los golfillos - quizás no lo fueran, pero a<br />

mí me lo parecían; cosas de mi "prudencia" que<br />

me impedía imitarlos- y a contemplar la cucaña:<br />

por aquel entonces el río estaba muy sucio y era<br />

toda una aventura, reservada a los más aguerridos,<br />

nadar en él y caerse desde el palo grasiento.<br />

Al final, siempre acababa en el cine de<br />

verano. En aquella época lo más importante y<br />

divertido que se podía hacer era ir al cine. En<br />

invierno, era el Rocío el que ponía mejores<br />

películas, donde aplaudíamos cuando llegaban los<br />

buenos a salvar al héroe o pateábamos cuando se<br />

cortaba la proyección y tardaban más de la cuenta<br />

en restaurarla; donde comíamos pipas con<br />

desesperación y dejábamos una alfombra de cáscaras<br />

que crujían al salir, empapadas en algún pis que otro<br />

de algún grosero; donde el calor humano nos<br />

sofocaba y había que taparse la boca al abandonar la<br />

sala para no agarrar una pulmonía.<br />

Pero los cines al aire libre de verano eran<br />

otra cosa. Como las películas no eran de estreno,<br />

rara vez nos daban esos maravillosos programas que<br />

todos coleccionábamos y que tenían forma de<br />

cuchillo indio, con funda, o hacha de guerra. Pero el<br />

ambiente era fresco, limpio y distinguido, al igual<br />

77


que el ambigú y la selecta nevería.<br />

Allí veía la película agarrado a una gaseosa<br />

de bola de cristal, para que no se le fuera la<br />

presión, o chupando un polo de fresa. Porque el<br />

real que llevaba para gastarme nunca lo empleaba<br />

en comprar papeletas para el sorteo de la sandía<br />

gigante. ¡Qué iba a hacer yo con una sandía!<br />

Cuando terminaba la primera sesión, volvía<br />

al Altozano, a ponerme detrás de la baranda que<br />

sube al puente, para ver la lucha libre. Si había<br />

mucha gente nos íbamos a casa de Aurelito Murillo<br />

a verla desde el balcón. Y allí disfrutábamos con el<br />

juego sucio de Marco el Maldito, que a mí, más que<br />

muy malo, me parecía endeble al lado de las masas<br />

humanas con las que se pegaba: Tagua y Henry<br />

Plata.<br />

Nuestro héroe era Capi que, por ser<br />

trianero, actuaba siempre noblemente; pero creo<br />

recordar que, para tristeza nuestra, la organización<br />

no lo dejaba triunfar tanto como a nosotros nos<br />

hubiera gustado.<br />

Después veía el flamenco. Allí, de pequeño,<br />

aprendí lo que era una solea, una petenera o un<br />

fandango. Pero, sin duda, con lo que más<br />

disfrutaba era con el taconeo de las niñas bonitas,<br />

que pertenecían a galas juveniles y enseñaban<br />

fugazmente las piernas entre un revoloteo de faldas<br />

almidonadas.<br />

Desde mi papelón de camarones y mis bocas<br />

de la Isla sentí lo inocente y sencillo que era todo<br />

entonces. Lo tranquila que era mi vida de niño y lo<br />

reposada que era aquella Triana. Sin poderlo evitar,<br />

la comparé con la angustia y la locura con que se<br />

vive hoy, y sentí, más profundamente que nunca, la<br />

nostalgia que siempre me invade cuando en el<br />

Altozano las guirnaldas de luces anuncian una nueva<br />

Velá de Santa Ana.<br />

78


CAPITULO III:<br />

CRONICAS INTIMAS DE<br />

VERANEANTE


CÓMO IR DE VERANEO<br />

-¡Eh!, Oiga, querido lector... Sí, sí, aquí... en<br />

la página ¿me quiere prestar atención? ¿Que está<br />

muy ocupado? ¿Que no tiene tiempo para<br />

artículos?... ¡Venga hombre, no sea grosero y<br />

dedíqueme unos minutos! Sí, ya sé que soy un<br />

pesado, pero no se puede imaginar lo triste que es<br />

para un columnista ver su libro en la papelera sin<br />

que nadie lo haya leído... ¿Cree que no sé qué día es<br />

hoy? Pues claro que lo sé: el último viernes<br />

laborable antes de las vacaciones, y usted anda como<br />

loco con los preparativos para el veraneo... ¡Cómo<br />

para perder el tiempo con el libro! Pero ¿por qué se<br />

cree que lo estoy llamando? Pues, por eso mismo,<br />

porque sé que en un día como hoy no me va a leer ni<br />

mi madre, que no se pierde una línea, buena o mala,<br />

de las que escribe su hijo... ¿Quiere saber el tema<br />

que voy a tratar hoy? Pues cual va a ser, hombre:<br />

“cómo se debe uno ir de vacaciones”.<br />

Voy a darle unas instrucciones, extraídas del<br />

Manual del perfecto veraneante de la Universidad de<br />

Illinois, que le van a resultar muy útiles. ¿Verdad<br />

que anda como loco dándole vueltas a ver cómo<br />

mete en el coche tanto cacharro y tantísimo<br />

equipaje? Pues dedíqueme tres minutos y me lo<br />

agradecerá todo el mes de Agosto. ¿Vale?... ¿Que<br />

acepta?... ¡Ole los corazones generosos!<br />

Espero no defraudarle. Vamos al toro:<br />

"Consejos para irse de veraneo y ser feliz"<br />

- Primero: Disfrute, no deje que nada le<br />

amargue. Lo primero que tiene que meter en su<br />

equipaje es una sonrisa. No deje que la intendencia<br />

le estropee el humor durante las vacaciones. No<br />

81


olvide que como en la casa de uno no se está en<br />

ninguna parte y que, donde va, estará más incómodo,<br />

más apretado y menos equipado. Pero si se pone de<br />

malhumor por ello, está apañado, si lo que busca son<br />

comodidades, quédese en casa.<br />

- Segundo: Llévese lo imprescindible. No<br />

pretenda disfrutar durante el verano de lo que ya<br />

goza el resto del año. Todo no le va a caber ni en el<br />

coche ni en el apartamento. Además, casi nada le va<br />

a servir para nada. Afronte una nueva vida, ligero de<br />

equipaje y cargado de ilusiones.<br />

- Tercero: No se le ocurra cargar con el<br />

trabajo pendiente para "aprovechar" las vacaciones.<br />

Usted necesita no hacer nada, pero nada, nada,<br />

mientras descansa. Lo que pretendía llevarse era<br />

sólo para soportar el "mono" del drogadicto laboral<br />

que no sabe hacer otra cosa que trabajar: los papeles<br />

y el ordenador hay que dejarlos para la vuelta.<br />

- Cuarto: Elija unos buenos libros y métalos<br />

lo primero. Cada día leemos menos y las vacaciones<br />

son un magnífico pretexto para retomar y disfrutar<br />

de la lectura. Por cierto, que le recomiendo mi cuarto<br />

libro "Amada España", que está siendo un bestseller...<br />

¿Ah, que ya le basta y le sobra con tenerme<br />

los viernes en el ABC? Bueno, bueno, no se ponga<br />

así... Elija otros, pero lea, hombre, lea.<br />

- Quinto: olvídese en casa el plan de<br />

adelgazamiento. La dieta es para el resto del año. En<br />

vacaciones hay que darle gusto al cuerpo y tomarse<br />

algún marisquito que otro. Si va por el Puerto de<br />

Santa María acérquese por Millán, mi favorito,<br />

donde, a parte de ponerse tibio, se encontrará con<br />

algún famoso. Pero, si no, da igual, seguro que<br />

donde va usted habrá mil sitios para ponerse como<br />

Dios manda en vacaciones: morado.<br />

- Sexto: El sexto, está dispensado en<br />

vacaciones. ¿Cuándo si no hay que desempolvar del<br />

82


armario ese latín lover que ya teníamos olvidado?<br />

¡Fuera inhibiciones! Olvídese de la rutina, y resucite<br />

a ese amante infatigable, ocurrente y pícaro que<br />

alguna vez fue. ¿Que eso es para la gente joven?....<br />

En verano no hay viejos: Agosto trae consigo el<br />

elixir de la eterna juventud, que es la versión<br />

romántica y clásica de la Viagra.<br />

- Séptimo: Disfrute de los suyos. Deje en<br />

casa las discusiones, las riñas y los desacuerdos. En<br />

vacaciones no se educa ni se cambia a nadie. En<br />

Agosto tenemos que aceptarnos como somos y<br />

convivir con los oídos abiertos para escuchar, el<br />

alma dispuesta a compartir sueños y el corazón listo<br />

para repartir comprensión y cariño.<br />

- Octavo: Goce del paisaje y de la naturaleza.<br />

Paladee muchos paseos entre los árboles, contemple<br />

relajadamente la belleza de las plantas, respire los<br />

aromas del campo y empápese de aire libre.<br />

Recréese en los olores del jazmín y la dama de<br />

noche, busque estrellas en el cielo y robe brillos de<br />

luna sobre el mar.<br />

- Noveno: Olvídese de la televisión.<br />

Descubra de nuevo lo bella que es su propia vida sin<br />

tener que hipnotizarse por la caja tonta. Dedique sus<br />

ratos libres a charlar, jugar y a sentirse niño de<br />

nuevo.<br />

Y... Décimo: ¡Pero me quiere dejar acabar,<br />

hombre! Ya que ha aguantado leyendo hasta aquí,<br />

podría permitirme terminar mi decálogo. ¿Ah, que<br />

usted no se va de vacaciones? ¿Que se queda en<br />

casita?... ¡Jope!, Vaya corte... Pero no se preocupe...<br />

También le pueden servir mis consejos si se queda.<br />

¡En fin de cuentas sólo se trata de intentar ser feliz!<br />

Usted se lo merece.<br />

83


DE VACACIONES<br />

Creo que es la primera vez que siento<br />

vergüenza a la hora de escribir un artículo. Cuando<br />

he puesto el título he mirado para ambos lados, con<br />

la intención de ver si alguien me observaba y, una<br />

vez cerciorado de que pasaba desapercibido, he<br />

escrito rápidamente, con las mejillas llenas de rubor,<br />

la palabra fatídica: vacaciones.<br />

Ya sé que entre la gente importante no se<br />

lleva el estar de vacaciones. Que uno tiene la<br />

obligación de mostrarse imprescindible y un cargo<br />

que se abandona durante un mes entero ni es cargo<br />

ni es nada. Pero, qué quieren que les diga, mi mujer<br />

aún no se ha enterado de eso y está más anticuada<br />

que un cine de verano. Ella opina justamente lo<br />

contrario: que sí, a estas alturas, uno no se puede<br />

permitir el lujo de estar un mes al año mirando al<br />

celeste es que tiene un empleo que es una m... como<br />

un castillo.<br />

Esa situación de vacaciones forzosas, es<br />

buenísima para la salud, pero a mí me dejaba<br />

acharado. Lo noté al ver en la playa a mi vecino.<br />

Con gesto de ejecutivo me soltó:<br />

- Qué, aprovechando estos diítas ¿No? Acabo<br />

de llegar y me he hecho el propósito de desconectar<br />

el móvil a las doce y no volverlo a encender hasta<br />

después de la siesta. Mi secretaria sabe que esas<br />

horas son sagradas. El veinte me vuelvo a la oficina.<br />

¿Tú también, no?<br />

Fui a mentirle, diciéndole que sí, pero mi<br />

mujer no me dio opción:<br />

-¿Éste? Este está aquí hasta el día 31 como<br />

Dios manda. ¡Y que no lo vea coger un teléfono ni<br />

un papel!<br />

Tuve que bajar los ojos, sumiso, para indicar<br />

que yo era un mandado y, al mismo tiempo, no<br />

85


percibir la mirada de desprecio de mi vecino ante el<br />

que acababa de bajar un montón de puntos.<br />

Y, como ese encuentro, tuve otros cien<br />

parecidos. Siempre con altos ejecutivos de empresas<br />

importantes y siempre quedando mal. Bueno,<br />

siempre no. Cuando mi esposa se quedaba atrás<br />

jugando con la nieta, o charlando con una amiga yo<br />

me permitía el lujo de salirme por la tangente, sin<br />

mentir, porque peor es que a uno lo cojan por<br />

embustero, pero dejando la duda en el aire:<br />

- Bueno, yo estoy en contacto permanente<br />

con mi oficina... Estoy a una hora de mi despacho y,<br />

de vez en cuando, cojo el coche y resuelvo lo más<br />

urgente. Por lo demás, estoy constantemente<br />

informado. ¡No hay más remedio!<br />

La verdad es que, en vacaciones, mi mujer<br />

hace que el hablar con la oficina se me convierta en<br />

algo tan vergonzante como hacerlo con el teléfono<br />

erótico. Tengo que coger el móvil, esconderme en el<br />

último rincón de la casa, y cuchichear como lo hacen<br />

los espías, susurrando y volviendo la cabeza de vez<br />

en cuando para que nadie se entere de que estoy<br />

hablando de cosas de trabajo.<br />

Hasta mi hija, cuyo joven marido considera<br />

las vacaciones cosa de gente de la que se puede<br />

prescindir, y por tanto él que es imprescindible no se<br />

las toma, comienza a mirarme por encima del<br />

hombro. Para colmo, ese desprecio por estar de<br />

vacaciones no sólo afecta a los empresarios y altos<br />

ejecutivos de las compañías privadas, ¡asómbrense,<br />

también ha hecho furor entre los funcionarios!<br />

Siempre se ha dicho que el empleado público<br />

es el que más descanso puede tomarse. Disfruta de<br />

sus vacaciones y de esos días adicionales que se<br />

llaman moscosos. Sin rubor alguno. ¡Para eso han<br />

sacado las oposiciones! ...<br />

86


Pero eso debía de ser antes. La primera<br />

semana de Agosto me encontré en la playa a un alto<br />

funcionario con cara de preocupación.<br />

- Me he venido de vacaciones demasiado<br />

pronto... - me dijo con el aire del que tiene toda la<br />

responsabilidad sobre los hombros. - He dejado la<br />

oficina llena de líos. Esta primera semana debería<br />

haber dejado los temas más enfocados...<br />

Sabía, tan bien como yo, que los líos<br />

seguirían igual aunque se hubiese perdido siete días<br />

de reposo y que su suplente en funciones los<br />

afrontaría razonablemente bien. Pero el síndrome de<br />

las vacaciones vergonzantes también había hecho<br />

presa en él. A lo largo del mes me lo encontré en<br />

alguna que otra ocasión. Seguía preocupado. Había<br />

hablado con su despacho tres o cuatro veces cada<br />

día, yo creo que para justificar su apuro vacacional,<br />

y sufría por torear toros a distancia.<br />

El lunes de la última semana iba pálido como<br />

un muerto:<br />

- Me ha llamado el director general. Ya está<br />

en su despacho. De hecho prácticamente no se ha<br />

tomado vacaciones... Yo debería irme hoy a Sevilla.<br />

-¿Te vas a ir?...<br />

- No puedo. ¿Cómo voy a dejar sola a mi<br />

mujer con los niños? Pero voy a estar en un sin vivir<br />

hasta el lunes.<br />

Volví a la sombrilla, junto a la madre de mis<br />

hijos, con el complejo descolgándome la cara. Ella,<br />

más lista que el hambre, me señaló divertida a la<br />

pareja de al lado. La señora, en bikini, dejándose dar<br />

crema por su bronceado marido, que tenía un<br />

moreno de mes y medio, hablaba por teléfono:<br />

-¿Don Jorge?. Le habla la secretaria del<br />

director general, a pesar de la mañana que lleva le<br />

quiere saludar... Le paso.<br />

87


Con aire de complicidad le dio el móvil al<br />

marido. Éste, poniendo cara importante, explicó:<br />

- Hola Jorge. ¿Aún de vacaciones? Yo, ni me<br />

las he podido tomar. Siempre a salto de mata. Estoy<br />

en la oficina, pero puede que dentro de unos minutos<br />

ya no me localices aquí. Debo marcharme para<br />

asistir a mil reuniones. Si me necesitas, llamas al<br />

móvil. Y que te aproveche el descanso. ¡Que suerte<br />

tienes!<br />

Le devolvió el teléfono a la parienta para<br />

repetir la escena otras siete veces. Destrozada la<br />

moral de sus colaboradores se tumbó boca arriba a<br />

seguir con el moreno. Me volví escandalizado. Junto<br />

a mí, mi cuñado tecleaba en el ordenador portátil,<br />

preparando el trabajo de Setiembre, que le iba a salir<br />

pringado de arena.<br />

-¿Por qué no lo dejas? ... Estamos de<br />

vacaciones – le dije envalentonado por lo que<br />

acababa de escuchar.<br />

Pero me respondió con tal mirada de<br />

desprecio que volvió a hundirme en la miseria. Me<br />

tumbé boca arriba, miré al cielo, y le di gracias por<br />

la mujer que me había tocado en suerte. Gracias a<br />

ella podía pasarme un mes sin pegar ni clavo...<br />

Aunque fuera muerto de vergüenza.<br />

88


LA PUERTA<br />

Dice la leyenda que cuando Dios hizo al<br />

hombre dejó, por consejo de Luzbel, una puerta que<br />

separaba el alma del cuerpo. El pretexto para ello<br />

fue la necesidad de aislar, de vez en cuando, al<br />

espíritu de las debilidades de la carne que podían<br />

contaminarlo. Así, en momentos en que los más<br />

bajos instintos hicieran aparición, aquella se<br />

cerraría impidiendo que la parte noble del ser<br />

humano se degradase.<br />

Pero el ángel, que ya andaba preparando<br />

su particular rebelión, colocó los goznes de la<br />

puerta de manera que se cerrara fácilmente ante la<br />

presión de lo animal y le costara la misma vida<br />

abrirse empujada por el espíritu.<br />

¿Engañó Lucifer al Creador o fue Este el<br />

que aceptó la turbia maniobra, y la admitió para<br />

someter al hombre a una dificultad adicional en<br />

una vida que, en caso contrario, hubiera resultado<br />

demasiado sencilla? Si hubiese encerrado a la fiera<br />

hubiéramos sido casi ángeles y, claro, para eso ya<br />

estaban los de la Corte Celestial. Nuestra doble<br />

faceta de animal y espíritu exigía una existencia<br />

más compleja.<br />

Por eso, observamos a veces como el<br />

embrutecimiento intelectual se va autoalimentando<br />

hasta someter al que lo padece a un proceso en el<br />

que cada vez es menos hombre y más salvaje. El<br />

comportamiento primario del animal que llevamos<br />

dentro cierra la puerta y facilita la degeneración<br />

mental que conlleva el comportarse como un ser<br />

irracional: no deja salir al espíritu y poco a poco la<br />

componente de los instintos de nuestro cuerpo nos<br />

deja reducidos al papel de bestia.<br />

Cuántos crímenes, que se califican de<br />

89


inhumanos porque no pueden ser concebidos<br />

desde la parte noble del hombre, se justifican tan<br />

sólo por una puerta cerrada. ¡Qué barbarie la de los<br />

terroristas! Incapaces de sentir la menor lástima, un<br />

atisbo de remordimiento o una pizca de vergüenza<br />

por su acción inexplicable bajo el punto de vista de<br />

un ser humano. Es simplemente el aislamiento del<br />

espíritu el que los deja convertidos en las alimañas<br />

que destrozan, matan, secuestran y depredan por<br />

razones que escapan a toda lógica.<br />

En una parte de la escala de la conducta<br />

humana menos extrema, también encontramos<br />

indicios de la existencia de la puerta. Cuando<br />

discutimos en casa con alguien querido y, en un<br />

momento del debate, en el que somos conscientes de<br />

que, diciendo una palabra de cariño o teniendo un<br />

gesto amable, desaparecería la tensión y todo se<br />

arreglaría, optamos por la confrontación, una nube<br />

cubre nuestros buenos deseos, un turbio velo nos<br />

ciega y agredimos, insultamos y nos ponemos fuera<br />

de quicio.<br />

Esa nube, ese velo, esa barrera no son otra<br />

cosa que la puerta, que encierra bajo llave lo mejor<br />

de nosotros mismos y nos deja indefensos ante<br />

nuestras hormonas, genes y toda la parafernalia de<br />

la química animal que nos constituye.<br />

En otro aspecto menos agresivo, yo lo<br />

percibo en temas relacionados con la creatividad. A<br />

lo largo del año, mientras uno anda más<br />

preocupado con el trabajo, con la Universidad y con<br />

los proyectos, la puerta está abierta de par en par, y<br />

no cuesta trabajo que broten ideas para este libro.<br />

Pero en cuanto llegan las vacaciones, y practico la<br />

terapia que recomiendan los médicos para descansar<br />

y dejar la mente en blanco, se me cierra<br />

herméticamente.<br />

Esos días de levantarte, pasear por la playa, ir<br />

90


en bicicleta a comprar el periódico, sacar al perro, ir<br />

al supermercado, arreglar los chismes averiados de<br />

la casa, tomar el aperitivo, bañarte, comer, la<br />

siesta, vuelta a coger la bicicleta, volver a sacar al<br />

perro, ayudar a preparar la cena, cenar, ver la tele y<br />

caer agotado en la cama, roto de no hacer nada útil,<br />

son fenomenales para vegetar, pero cierran a cal y<br />

canto el baúl de las ideas.<br />

Es una vida sencilla, tan simple como la de<br />

Camilo, mi perro, pero por eso mismo acabo<br />

sintiendo y pensando como él. Comportarse como<br />

un animal no significa siempre ser agresivo, cruel y<br />

sin sentimientos, Hay animales que tienen buen<br />

corazón y son un encanto. Pero no tienen ni idea de<br />

escribir artículos, pensar ni echar a volar la<br />

imaginación. Y las vacaciones, tal como me las<br />

recomienda mi médico, son para vivir como tal.<br />

¡Desconéctate! Me sugiere el doctor, como<br />

quien da la fórmula para ser inmensamente feliz. Y<br />

yo me imagino quitándome el enchufe que alimenta<br />

la cerradura eléctrica de mi puerta para dejarla<br />

herméticamente cerrada. Cada día que pasa me<br />

encuentro más relajado, pero también más<br />

embrutecido. Sólo pienso en comer, dormir, pasear,<br />

bañarme para quitarme el calor, y volver a comer y<br />

dormir. Al cerrar la puerta que aísla mi espíritu me<br />

quedo reducido a mi pobre condición animal. Y<br />

durante el veraneo me quedo vacío de ideas,<br />

incapaz de escribir una página, imposibilitado de<br />

continuar mi novela y esterilizado para pensar en<br />

nada original.<br />

Mis intentos por dejar un resquicio abierto<br />

en la puerta del alma son inútiles. Pienso que la<br />

lectura sería capaz, con su fluir imaginativo, de<br />

mantener una comunicación entre ambos recintos,<br />

pero que va: la desconexión es total y supera mis<br />

fuerzas. Lo poco que consigo leer es banal,<br />

91


intranscendente y contribuye más a sumergirme en<br />

el sopor.<br />

Me dan envidia aquellos que aprovechan las<br />

vacaciones para atiborrarse de libros. Yo eso sólo<br />

lo puedo hacer mientras trabajo a todo ritmo, que<br />

es cuando tengo abierta la puerta de par en par. Y, a<br />

pesar de la tarea, me resulta fácil leer, escribir e<br />

idear cosas aunque sean tan poco serias como éstas<br />

que ahora les cuento.<br />

Por eso, cuando llega Setiembre y se acaba<br />

mi descanso, vuelvo a conectarme. Siento de nuevo<br />

pasar por mis venas la corriente vivificadora que<br />

me arranca de un letargo en el que he temido estar<br />

sumergido para siempre. Y es que, con esa<br />

conexión, se abre mi puerta, esa que espero no ver<br />

cerrada a cal y canto hasta al mes de Agosto del año<br />

que viene.<br />

Por favor, querido lector, no se olvide<br />

también de abrir la suya: mis libros no serían lo que<br />

son si no tuvieran a sus lectores con el espíritu<br />

abierto sin puerta alguna.<br />

92


EL MERCADILLO<br />

Los martes de verano, por la mañana, las<br />

veraneantes van al mercadillo del Puerto de Santa<br />

María. Todas sin excepción: madres, hijas,<br />

abuelas, nietas, novias, pretendidas, niñas saliendo,<br />

chicas por salir y mozas con vocación de vestir<br />

santos se dan cita, en tremenda multitud, junto a la<br />

playa de la Puntilla.<br />

Hombres van muy pocos. Sólo los tres o<br />

cuatro que hemos prometido a nuestras esposas<br />

dedicarles íntegro el tiempo de vacaciones, como<br />

compensación a lo abandonadas que las tenemos el<br />

resto del año. Y, como si de un purgatorio se<br />

tratase, para pagar nuestro pecado de omisión,<br />

deambulamos como almas en pena, sometidos al<br />

castigo del insoportable calor, la falta de aire para<br />

respirar, los gritos de los que venden y los<br />

empujones de la riada femenina que lo ocupa todo,<br />

lo toca todo y lo mira todo sin la menor prisa y sin<br />

ninguna compasión por el varón domado.<br />

Ellas lo recorren despacio, con la actitud del<br />

cazador que busca la presa fácil, la ganga, la prenda<br />

bien diseñada, con gusto, que da el pego y vale<br />

sólo trescientas pesetas. La mirada se concentra<br />

en cada uno de los millones de productos allí<br />

exhibidos, como el depredador recorre con los ojos<br />

el inmenso territorio de la sabana evaluando sus<br />

presas. ¡Parece mentira la capacidad de que hacen<br />

gala para distinguir entre mil pares de zapatos, todos<br />

apilados en confuso e indistinguible montón, uno<br />

que sea el adecuado! Y, una vez vislumbrado, la<br />

apasionante tarea de espulgar en la baraúnda<br />

intentado encontrar el compañero.<br />

- Oiga, ¿tendría usted el 36, del pie<br />

derecho, de este modelo?<br />

93


Le preguntan a un chamarilero, que,<br />

vendedor inconmensurable, no se altera y,<br />

pacientemente, comienza a bucear en el magma de<br />

la confusión hasta tropezarse, veinte minutos<br />

después, con la pieza deseada.<br />

- Son setecientas pesetas.<br />

A mí me parece imposible que ningún zapato<br />

de cuero pueda costar nada semejante. Sin<br />

embargo, la que lo ha cazado no solo no siente<br />

compasión alguna por la presa obtenida, sino que se<br />

ensaña y quiere rematar su victoria:<br />

-¡Que caro es! ¿No se puede quedar en<br />

quinientas?<br />

-¿Me quiere arruinar señora? - le contesta,<br />

escandalizado.<br />

Y ambos dramatizan cuarenta duros como si<br />

les fuera la vida en ello. Al final, el buhonero no<br />

rebaja ni una peseta, y la dama se marcha<br />

doblemente satisfecha: ha comprado una ganga y ha<br />

conseguido el último precio porque, con menos,<br />

habría obligado al vendedor a presentar suspensión<br />

de pagos.<br />

Los hombres, los escasos varones que por<br />

allí pululamos, vagamos con la mirada perdida,<br />

aturdidos, sin poder fijarnos en nada concreto y sin<br />

sentir atracción por ninguna de las mercancías que<br />

allí se exponen: obviamente no hay ni un tenderete<br />

con libros, juguetes, electrónica, programas de<br />

ordenador, manualidades o ferretería que le darían<br />

algún aliciente al laberinto diabólico que hay que<br />

recorrer.<br />

Para salvarme de la lipotimia, que el calor y<br />

la falta de aire me pueden producir, intento<br />

distraerme con el abigarrado espectáculo que la<br />

multitud femenina ofrece a mis ojos.<br />

Veo señoras de Madrid, hablando como en la<br />

calle Serrano, regateando con una gitana gorda,<br />

94


que le da mil vueltas en aritmética parda a sus<br />

elegantes clientas que pretenden llevarse polos de<br />

Burberry falsificados por mil pelas.<br />

- Ay chica, todo depende de quien lo lleve.<br />

Seguro que piensan que mi Curri lo ha comprado en<br />

Regent Street.<br />

- De allí mismito los traigo yo, señora. -<br />

afirma, con el pitorreo en los ojos, la gitana.<br />

Madres rondando los cincuenta, compitiendo<br />

en buen ver con sus hijas de veintitantos, calcos de<br />

rostro y de tipo, más cruditas las niñas y con más<br />

solera las mamás, intentan vestir a sus herederas<br />

para el invierno. Y las chicas, inmunes al sofoco, se<br />

enfundan encima de su vestido, - allí no hay<br />

probadores, faltaba más- algún que otro jersey, con<br />

su chaqueta de punto a juego, que parecen<br />

comprados en Ortega y Gasset por treinta mil<br />

pesetas, pero que aquí cuestan sólo cuatro.<br />

Se colocan felices las prendas de lana, bajo<br />

un sol achicharrante, a pesar de que en cualquier<br />

otro sitio protestarían por un grado de más. Sólo<br />

cuando la madre ha dicho basta, porque han<br />

agotado sus cupos de compras, descubren con<br />

horror dónde se encuentran y pierden el interés por<br />

continuar.<br />

- Mamá, yo estoy ya hasta el moño de ver<br />

telas. - Decía una rubita del Norte a una pobre<br />

señora que llevaba dos horas comprándole cosas y<br />

se había detenido sólo cinco minutos en busca de<br />

loneta blanca para una cortina.<br />

¡Qué injustos somos,! Pensé. Si estuviera<br />

viendo libros viejos, estaría feliz a pesar de la<br />

temperatura, pero como lo que hago es contemplar a<br />

matronas orondas comprándose fajas, que allí<br />

colgadas parecen a la vez obscenas y ortopédicas, y<br />

a madres de familia numerosa equipando la casa<br />

con colchas baratas, ando amargado igual que esa<br />

95


niña.<br />

Y es que el mercadillo es el reflejo de la<br />

vida misma, donde se pone a prueba la<br />

generosidad de cada uno soportando pacientemente<br />

la felicidad de la pareja.<br />

-¿Has comprado mucho? - le pregunté a mi<br />

mujer cuando volvíamos a casa el primer martes de<br />

agosto -. Te habrás hinchado, con lo barato que<br />

estaba todo.<br />

- Sólo dos kilos de ajos viejos - sonrió feliz -<br />

. No me he gastado más que quinientas pesetas.<br />

Respiré aliviado. Eso significaba que no<br />

le había interesado y ya no habría que volver. Pero<br />

mi gozo se desvaneció cuando la oí decir:<br />

- Es que, tan deprisa, no se puede buscar<br />

bien. Habrá que venir el martes que viene con más<br />

tranquilidad. Ahora que, si quieres, te puedes<br />

quedar en casa...<br />

Por su tono deduje lo desgraciada que sería<br />

si no la acompañaba. Así que hice de tripas<br />

corazón y le prometí:<br />

-¡Qué va! Si a mí me encanta venir... He<br />

encontrado un puesto en el que me venden artículos<br />

inéditos para mi libro por cien duros... –y para<br />

dentro de mí, acabé la frase- minutos de estar<br />

asfixiado.<br />

96


OTRO MERCADILLO<br />

Durante el mes de Setiembre mis relatos<br />

deberían llamarse más bien crónicas del veraneo en<br />

el Puerto de Santa María. Acabo de contarles mi<br />

visita obligada al mercadillo de la Puntilla y lo que<br />

supone de calvario, para un marido amoroso,<br />

soportar allí a un ejército de señoras, niñas, maris y<br />

no maris a la búsqueda y captura de una ganga. Y mi<br />

desconsuelo por tener que regresar...<br />

El martes siguiente no me libré y volví a<br />

recorrer tenderetes, puestos, callejuelas a pleno<br />

sol, túneles bajo toldos que proporcionaban sombra<br />

pero detenían el aire, acompañado por una<br />

vocinglera sinfonía de ofertas tentadoras que me<br />

aturdieron enseguida. A los diez minutos, yo<br />

deambulaba confuso, sudoroso, con la mirada<br />

perdida, intentando sacarle punta literaria a lo que<br />

allí veía. En el fondo, me sentía frustrado conmigo<br />

mismo por rendirme tan pronto y no ser capaz de<br />

sacarle el jugo a aquel tórrido ambiente. Hubo un<br />

instante en que, cargado de dignidad, me recriminé<br />

duramente y me dije:<br />

-A lo largo de todas las civilizaciones, han<br />

existido mercados como éste en los que se han<br />

podido adquirir los alimentos más exóticos y las<br />

baratijas más genuinas de cada cultura. En la<br />

antigua Babilonia, la Roma de los Cesares, nuestra<br />

edad Media, y el Renacimiento italiano tenía que<br />

haber habido zocos apasionantes. ¡Qué no hubiera<br />

dado yo por haber recorrido los puestos de venta de<br />

una Jerusalén en los albores de la cristiandad! ¡Y<br />

ahora me quejaba!<br />

No hubiera tenido nada de extraño que en<br />

éste mismo lugar, en épocas pretéritas, se hubieran<br />

podido comprar zapatillas de piel de cabra<br />

97


amarillas, con arabescos dibujados por un<br />

artesano musulmán, o dátiles con leche de camello.<br />

Súbitamente animado pensé que, si<br />

aquellos puestos se habían ido transmitiendo de<br />

padres a hijos, a lo mejor alguno guardaba la<br />

reminiscencia de aquellos siglos perdidos. Y me<br />

dediqué, lleno de repentina ilusión, a mirar en busca<br />

de algún recuerdo pretérito que hubiera quedado<br />

perdido en los mil y un mostradores que allí había.<br />

Sin saber bien por qué, obedeciendo a una<br />

repentina corazonada, me metí entre unos<br />

mostradores abarrotados de muselinas, sedas y<br />

piqué, descorrí la lona trasera para salir al exterior<br />

y me encontré en una calle transversal, cubierta por<br />

toldos que la sumergían en una fresca penumbra.<br />

Feliz, porque mi corazonada había resultado<br />

cierta, contemplé arrobado el escenario. Ofrecía el<br />

aspecto de un auténtico zoco marroquí: Puestos de<br />

marroquinería, chilabas colgando de perchas de<br />

cedro, plata repujada sobre alfombras multicolores,<br />

y, sobre todo, un olor denso a almizcle, mirra y<br />

otras esencias orientales.<br />

Un tuareg azul, tan alto que me sacaba la<br />

cabeza, pasó a mi lado husmeando las mercancías<br />

con un impresionante rifle de culata de marfil<br />

colgado a su espalda. Asombrado, le vi acercarse a<br />

un vendedor de alfombras para elegir una entre una<br />

enorme pila de tapices de Samarkanda.<br />

- Un millón de dirhams. - le anunció<br />

impertérrito el dueño.<br />

-¡Qué barbaridad! ¿Cuántas pesetas son?<br />

-¿Pesetas? - se asombraba de semejante<br />

moneda -. Sólo admito dirhams. En cualquier caso<br />

no se la puedo vender. No creo que tenga el permiso<br />

en regla. Son alfombras voladoras y sólo las puede<br />

adquirir el que tenga el título de piloto. ¿Posee usted<br />

licencia para conducirlas?<br />

98


Como si quisiera vencer mi incredulidad, la<br />

bella alfombra se elevó sola en el aire y se situó<br />

sobre otra pila de kilims turcos dejándose caer con<br />

un gesto de humano cansancio.<br />

Pellizcándome para despertarme del sueño<br />

que creía estar viviendo pasé al siguiente vendedor.<br />

-¿Qué ofrece usted, buen hombre? - Le<br />

pregunté en mi francés oxidado esperando que<br />

también dominara esa lengua.<br />

El moro sonrió con su boca desdentada:<br />

- Vendo billetes de lotería premiados. Usted<br />

los compra a precio normal pero sabe con seguridad<br />

que tienen premio. A los de color salmón les ha<br />

tocado la pedrea, los de azul cielo tienen terceros<br />

premios y a los granates les corresponden los<br />

premios gordos.<br />

-¿Y pretende que me lo crea?<br />

- Señor - me dijo solemnemente- está usted<br />

en el zoco mágico. Aquí no puede adquirir nada<br />

que no esté impregnado de buena suerte. ¡Qué<br />

clase de lotería sería la mía si no tocara!<br />

Desgraciadamente tampoco pude comprar<br />

ninguno. No llevaba dirhams ni tampoco<br />

esmeraldas o rubíes que eran la moneda que me<br />

ofreció como alternativa.<br />

Un faquir mugriento me tendió unas<br />

hermosas serpientes irisadas, vivas, para llevar al<br />

cuello. Se enroscaban y desenrollaban con<br />

movimientos elegantes y te hacían cosquillas con<br />

su lengua bífida en el lóbulo de la oreja.<br />

Un vendedor de esclavos me ofreció, tiradas<br />

de precio, dos bellísimas huríes nubias, desnudas,<br />

cubiertas tan sólo por unos velos transparentes que<br />

envolvían sus cuerpos hasta las argollas de plata<br />

que encadenaban sus tobillos. Estaba dispuesto a<br />

aceptar mi tarjeta de crédito pero, como no encontré<br />

la excusa que le iba a dar a mi mujer para aparecer<br />

99


con semejante compra, las rechacé.<br />

Al final de la calle se veía la arena de una<br />

duna. Pensé que sería la playa y salí dispuesto a<br />

volver por fuera, rodeando el mercadillo. Con<br />

pasmo terrible, me di cuenta que me hallaba en<br />

pleno desierto, con un oasis al fondo y una larga<br />

caravana de camellos aproximándose .<br />

Despavorido, di la vuelta y corrí<br />

desesperado por los mil recovecos de aquel bazar<br />

buscando la salida a la calle principal del mercado.<br />

Completamente perdido, desorientado y convencido<br />

de que jamás saldría de allí, me metí en un puesto<br />

de sedas. Allí me tropecé con una dama.<br />

- Perdón. ¿Sabe dónde está la salida?<br />

Era mi mujer. Volvía con dos kilos de ajos<br />

viejos - su única compra predilecta del mercadillo -<br />

y, compadecida, me guió hacia el coche.<br />

- Pobrecito mío, que le ha dado una<br />

insolación.<br />

-¿No vamos a dar otra vuelta por los<br />

puestos? - pregunté luchando entre la pesadilla que<br />

suponía el recorrido tradicional y la atracción<br />

irresistible del zoco perdido que había encontrado.<br />

- No, déjalo. Ya volvemos a casa.. -<br />

respondió condescendiente.<br />

- Es que te he encontrado un par de<br />

empleadas del hogar, magníficas, por un precio<br />

irrisorio... Además, son para toda la vida. ¡Y no<br />

necesitan seguro!...<br />

Convencida de que deliraba por el calor, dijo:<br />

- No te preocupes, rey, lo dejaremos para el<br />

año que viene. Pero tú te quedarás en casa.<br />

Comprendo que aquí no hay nada que le interese a<br />

un articulista como tú.<br />

Y me arrastró lejos de la única oportunidad<br />

que se me va a ofrecer en la vida de tener un par de<br />

esclavas solas para mí.<br />

100


EL SUPER<br />

- Pobre marido mío... ¡Qué verano le estoy<br />

dando con el supermercado!<br />

Mi mujer se compadecía de mí. En lugar de<br />

quedarme sentado en el porche leyendo un buen<br />

libro, tenía que coger diariamente el coche para<br />

llevarla a comprar todos los víveres que una casa en<br />

la playa necesita cotidianamente.<br />

A pesar de que siempre volvíamos con el<br />

maletero hasta los topes, al día siguiente la nevera<br />

vacía nos obligaba a una nueva expedición para<br />

repostar lo que la intendencia del hogar exigía. ¡Lo<br />

que devoran y trasiegan las multitudes de hijos,<br />

amigos, familiares, conocidos y desconocidos que<br />

pululan por nuestro retiro veraniego es para<br />

asombrar al jefe de provisiones de un regimiento!.<br />

Por eso, cada mañana después de desayunar,<br />

emprendíamos, matrimonio feliz, la marcha, tarjeta<br />

de crédito en ristre, dispuestos a vaciar las<br />

estanterías de un nuevo local alimentario. En el<br />

Puerto de Santa María hay cinco o seis centros<br />

donde comprar vituallas y yo ponía como condición<br />

ir cada día a uno diferente:<br />

- Al de ayer lo dejamos completamente<br />

vacío, hay que ir a otro nuevo para que le dé tiempo<br />

a reponerse.<br />

Ella reía mi chiste y, con los ojos brillantes,<br />

me cogía de la mano mientras me explicaba su plan<br />

de avituallamiento.:<br />

- Como a cada uno hay que prepararle una<br />

comida diferente, tengo que comprar de todo. A tu<br />

hijo le encanta la carne; tus hijas no pueden ni verla;<br />

los invitados quieren pescado y ensalada, pero claro,<br />

después van a ir por ahí diciendo que han pasado<br />

hambre. Hoy les voy a preparar una fabada... Y para<br />

101


ti, lo de siempre... Nada con sal para que no te suba<br />

la tensión. ¡Las grasas, no debes ni verlas!.- Por lo<br />

del colesterol -. Las conservas, malísimas para el<br />

ácido úrico, te hacen daño. Los dulces no puedes ni<br />

probarlos, si no quieres volver a Sevilla con cien<br />

kilos...<br />

Y yo veía cómo el carro se atiborraba de<br />

cosas apetitosas, vedadas para mí porque eran<br />

pecados terribles que llevaban a la condenación<br />

eterna, pero de las que iban a disfrutar todos los<br />

huéspedes de mi casa.<br />

Así que levantaba los ojos al cielo y le<br />

preguntaba desgarrado si el colesterol, los<br />

triglicéridos y la tensión los había inventado Dios<br />

sólo para mí, y, si no, cuál era la causa de que los<br />

demás no necesitaran hacer ayuno.<br />

Por eso, mientras mi mujer rellenaba el carro,<br />

me dedicaba a darme el gran banquete visual. Dicen<br />

que el hombre vive y progresa, fundamentalmente,<br />

gracias a su imaginación. Y en mi caso, era<br />

absolutamente cierto. Yo me alimentaba, atiborraba<br />

y me ponía morado a comer sólo con la fantasía, a<br />

base de la ruta gastronómica de un paseo por el<br />

supermercado.<br />

Primero, me tomaba el aperitivo. En la<br />

sección de licores elegía el vermú más caro. Me<br />

llenaba con la mente un vaso con hielo y limón, y<br />

hacía que me lo trajera la chavala esa del anuncio<br />

del Martini que viene con patines. Como el alcohol<br />

imaginario no se sube a la cabeza, le pedía a mi<br />

virtual camarera que me trajera otros dos a la<br />

sección de conservas, donde me iba a organizar un<br />

buen tapeo, mientras los ojos se me iban detrás de<br />

las piernas larguísimas sobre las botas con ruedas y<br />

la mínima falda que revoloteaba traviesa y sugerente<br />

cuando se alejaba.<br />

102


Para comenzar mi aperitivo fantástico, elegía<br />

unos berberechos, de los mas caros, de diez piezas<br />

por lata; unas almejas chilenas; navajas y unos<br />

mejillones. Después, despacio, saboreando,<br />

paladeando, me tomaba un par de anchoas, unas<br />

banderillas picantes y una tapa de bonito frito.<br />

Mientras mi mujer echaba al cesto aceitunas y melva<br />

canutera, yo me acercaba al frigorífico.<br />

Allí probaba mentalmente unas lonchitas de<br />

salmón ahumado, un par de porciones de queso<br />

Camembert sobre tostadas y unas huevas secas de<br />

mújol. En la charcutería, devoraba con los ojos un<br />

buen plato de jamón serrano, con bastante tocino,<br />

una ración de caña de lomo y un buen trozo de queso<br />

manchego.<br />

La ventaja de estos banquetes etéreos es que<br />

no sólo no se quita el hambre, sino que la gazuza lo<br />

hace a uno insaciable. Así que, terminado el<br />

aperitivo, me volvía a los anaqueles en busca de la<br />

comida principal.<br />

Comenzaba por unos buenos callos con<br />

garbanzos; de ahí pasaba a la fabada - para ello<br />

elegía la lata con la etiqueta más terrible: morcilla,<br />

lacón, chorizo... -; y me relamía con pimientos<br />

rellenos de bacalao y manitas de cerdo con tomate.<br />

Los ruidos de mi estómago no conseguían<br />

doblegar mi voluntad. Así que me encaminaba de<br />

nuevo a la sección del frigorífico a prepararme un<br />

par de huevos fritos con tocino entreverado,<br />

chistorra y costilla adobada. Una buena botella de<br />

gran reserva de Rioja, con una barra de pan de<br />

pueblo para migar, eran el complemento<br />

indispensable.<br />

Podía así haber seguido trasegando platos y<br />

platos. Pero tanto abuso me podía sentar mal (tenía<br />

el buche hinchado de jugo gástrico), así que me<br />

dirigía hacia los postres: un espléndido trozo de<br />

103


Roquefort, otro de queso de Cabrales, un helado con<br />

nueces de Macadania, unos bombones, una copita de<br />

orujo frío y después un coñac.<br />

-¿Te has aburrido mucho cariño? - me<br />

preguntaba mi mujer viéndome empujar un carro<br />

hasta los topes.<br />

- ¡Bah!. Este ya me lo sé. Mañana iremos a<br />

otro super que me han dicho que tiene un foie<br />

superior.<br />

- Pero si tú no puedes comerlo.<br />

-¿No? - preguntaba yo con cara de ingenuo<br />

como si acabara de enterarme de mi dieta- ¿Y qué<br />

llevas ahí para mí?<br />

Porque el carro estaba a reventar de cosas<br />

apetitosas.<br />

-¿Para ti? Lo de siempre. Una lechuga<br />

romanilla, un par de tomates, un yogur desnatado,<br />

pan integral y un par de pijotas. Te iba a haber<br />

comprado tres, pero me ha dado miedo que te suba<br />

el colesterol...<br />

- Si... -pensé- Hoy lo tendré, virtualmente,<br />

por las nubes. Pero mañana, con el foie, lo voy a<br />

rematar.<br />

-A propósito - dijo mi mujer- Mañana te<br />

dejaré en casa, tranquilo, leyendo. Le voy a decir a<br />

tu hijo que me acompañe.<br />

-¡Qué!... - salté como un león- De eso ni<br />

hablar. A ti no te dejo sola ni un momento. El verano<br />

es para estar contigo y yo me sacrificaré todo lo que<br />

haga falta. Mañana regresamos juntos al<br />

supermercado...<br />

Y me volví para decirle adiós a la patinadora<br />

del Martini, que me dedicó su mejor sonrisa antes de<br />

desvanecerse...<br />

104


ATARDECIA<br />

Atardece. El sol, detrás de la colina, se<br />

despide apagando poco a poco el azul del cielo; los<br />

campos se van difuminando en el horizonte con un<br />

color gris lleno de silencio y vacío; el aire está<br />

quieto, las hojas de los árboles, inmóviles; todo<br />

permanece en suspenso esperando la noche, y el<br />

corazón del hombre siente una ligera opresión de<br />

melancolía:<br />

- Que tristes son los ocasos del verano - se<br />

dice para sí, sentado en el sillón del porche con la<br />

vista perdida en el paisaje apagado.<br />

En los días postreros de agosto, las tardes<br />

comienzan a acortarse y se despiden con una luz<br />

difuminada que anuncia no sólo el fin de la jornada<br />

sino el del mismo verano. El contraste con la<br />

luminosidad diurna, que inunda todo de vida, se<br />

acentúa en estos últimos tristes atardeceres del mes.<br />

La paz alegre de las vacaciones, el optimismo y el<br />

bienestar se tiñen de nostalgia a esas horas<br />

vespertinas.<br />

-¿Por qué será así siempre? ¿Por qué te<br />

deprime el atardecer?<br />

- El hombre recuerda ese mismo sentimiento<br />

en todas las tardes de verano de su vida: de niño, de<br />

adolescente, de joven y ahora de mayor. Siempre le<br />

han afligido esos minutos en los que, ido el sol, aún<br />

no ha entrado la noche.<br />

Y no podía atribuirlo a la falta de actividad<br />

de las vacaciones. De día, las disfrutaba<br />

reconfortado de no tener nada útil que hacer en unas<br />

horas espléndidas, alegres, en las que la naturaleza<br />

reventaba de vitalidad contagiosa. De noche,<br />

pasados los instantes del ocaso, volvía a sentirse<br />

dinámico, locuaz y vivo en esas veladas bajo las<br />

105


estrellas, que hacen guiños desde el cielo. Sólo al<br />

atardecer pasaba de visita la melancolía por su<br />

pecho.<br />

El hombre, recostado sobre el cómodo sillón,<br />

dejaba volar su pensamiento en busca de una<br />

respuesta a su fugaz congoja. En el placer<br />

sedentario, de no hacer nada, el único esfuerzo<br />

perezoso era el de su mente, que navegaba despacio,<br />

sin prisas, sin rumbo, en pos de una idea, una<br />

fantasía o una locura que entretuviera su descanso.<br />

Todas las mañanas, pensó, se levantaba<br />

temprano, lleno de ilusión por vivir un nuevo día,<br />

que no le iba a traer nada nuevo, que sería idéntico<br />

al anterior, pero que le insuflaba en el espíritu<br />

grandes oleadas de optimismo.<br />

Era como si comenzara la jornada dispuesto a<br />

vivir la película de su vida en ese día. Tenía al<br />

despertarse la misma expectación que cuando iba al<br />

cine esperando ver una buena historia. De hecho,<br />

todo el mundo al despertarse, sin pensarlo ni ser<br />

consciente de ello, se apresta a vivir un guión no<br />

escrito de su aventura cotidiana. Y, como siempre,<br />

todos cuentan con un final feliz.<br />

Por eso, el amanecer es igual que esperar<br />

algo bueno que debe de ocurrir ese día: un milagro,<br />

la gran noticia de nuestra vida, la felicidad, el<br />

triunfo... Nadie reflexiona así, pero nuestro<br />

organismo se prepara para la eventualidad del gran<br />

acontecimiento.<br />

El atardecer, en cambio, equivale a ver el<br />

final de la película. Es el momento en el que<br />

descubrimos que no ha ocurrido nada relevante, que<br />

todo sigue igual, que nos queda un día menos por<br />

vivir y que disminuyen nuestras oportunidades de<br />

triunfar como héroes de la historia...<br />

La noche supone la vuelta a casa después del<br />

cine. Lo cotidiano, el confort de lo que realmente<br />

106


tenemos, la aceptación de nuestra realidad y pensar<br />

en el mañana, que tal vez nos depare algo distinto.<br />

El hombre se remueve en el sillón, satisfecho<br />

con la figura que ha imaginado para encontrar una<br />

explicación a su desazón. Y, osado, la extrapola a<br />

toda su vida. El atardecer es ahora el ocaso de su<br />

propia existencia. Y, pensando en él, también siente<br />

un pellizco melancólico en el alma.<br />

El despertar coincide, esta vez, con su<br />

juventud. Y contiene así sus primeras ansias por<br />

vivir, el sabor a nuevo en todo lo que le rodeaba, el<br />

afán por descubrir los secretos de la vida, y el<br />

interrogante de lo que le depararía el mañana.<br />

El hombre se recuerda a él y a sus amigos,<br />

jóvenes, rebosando ilusión, llenos de planes. Cada<br />

uno apostaba por un futuro. Todos escribían el guión<br />

de su propia película, y soñaban con amores<br />

apasionados y duraderos, triunfos profesionales,<br />

estabilidad económica, revoluciones pendientes para<br />

un mundo mejor, victorias... Ninguno se planteaba<br />

temas como la salud, la decrepitud, los hijos... Todo<br />

eso era muy lejano.<br />

Ahora, al atardecer de su vida, el hombre ya<br />

ha visto el final de las películas. De la suya y de las<br />

de sus compañeros. Y sabe que, en la mayor parte de<br />

los casos, el guión real ha tenido muy poco que ver<br />

con el soñado.<br />

De sus jóvenes amigos, varios murieron en<br />

plena juventud; en otros, una frágil salud torció sus<br />

vidas; a algunos el amor se les rompió entre los<br />

dedos y se encontraron con las manos vacías; más de<br />

uno erró al elegir su trabajo y sus existencias han<br />

transcurrido de frustración en frustración...<br />

Es triste ver el final de la película, porque<br />

para ninguno ha coincidido con el desenlace que<br />

cada uno tenía previsto para sí mismo...<br />

107


Inquieto, ahogado por la nostalgia, el hombre<br />

se remueve en su sillón, y contempla cómo las<br />

sombras van tiñendo de negro los campos grises.<br />

Allá en el cielo un punto comienza a brillar con<br />

intensidad... Es Venus, la primera estrella, que<br />

anuncia la llegada de la noche.<br />

Como si hubiera dado un toque de clarín, una<br />

brisa se levanta y trae contra el rostro un soplo de<br />

frescor. Con él desaparece bruscamente la nostalgia.<br />

La noche lo envuelve todo y lo sitúa en su justa<br />

dimensión. Es tan enorme y poderosa que la escala<br />

humana se llena de humildad.<br />

Lo que menos importa es que el final de la<br />

película no sea el soñado. Lo verdaderamente<br />

trascendente es que haya habido unas historias y que<br />

hayan dado su fruto, que no tiene porqué ser el<br />

añorado. ¿Qué saben los jóvenes de la vida para<br />

soñar con el mejor destino?<br />

El día de verano toca a su fin. No hemos<br />

hecho nada de lo previsto. No se ha cumplido<br />

ninguno de nuestros sueños... ¡Qué más da! Tal vez<br />

mañana...<br />

108


VOLVER A EMPEZAR<br />

Begin the beguine... tariero lariero... ¡ Qué<br />

melodía más sugerente! ... Cierro los ojos y recuerdo<br />

mis años mozos: una terraza frente al mar; una<br />

noche cálida con olor a dama de noche; la orquesta<br />

que interpreta la música de Cole Porter; la fiesta<br />

veraniega en torno a la pista de baile, y la niña más<br />

guapa del pueblo, por lo menos a mí me lo parecía,<br />

baja los ojos ruborizada cada vez que pretendo fijar<br />

sus pupilas en las mías mientras, en mis brazos -<br />

pero a la distancia justa que permitía la época-<br />

bailamos en una nube.<br />

Begin the beguine... No hay mejor escenario<br />

para una orquesta que el mar. El sonido es denso,<br />

caliente, embriagador diría yo. La acústica es<br />

inconfundible. Nada suena igual que frente a la<br />

playa. La niña, mi amor de ese verano de primeros<br />

pantalones largos, y yo acabamos de hacer las paces.<br />

(No había noviazgo de adolescencia que no tuviera<br />

mil enfados: que si le has sonreído a ese; que si has<br />

mirado a esa; que no me dejas que te dé un besito en<br />

la mejilla; que eres muy fresco...) Y también tenía<br />

mil maravillosas reconciliaciones.<br />

Begin the beguine... tariero lariero... Volver a<br />

empezar de nuevo el amor, volver a reanudar la<br />

relación interrumpida la noche anterior. Volver a<br />

sentir el corazón deprisa al coger aquella mano,<br />

rozar suavemente aquella cintura, ver aquella boca<br />

tan cerca... Volver a sentirme el rey del mundo<br />

porque ella me ha dicho que le gusto, me ha elegido<br />

entre toda la pandilla y quiere ser mi novia... Volver<br />

a saberla mía porque ya hemos hecho de nuevo las<br />

paces.<br />

Begin the beguine... La música de aquellos<br />

agostos de pandilla de adolescentes en los que nos<br />

109


euníamos en la orilla del mar, como adultos,<br />

después de cenar, mientras nuestros padres iban al<br />

cine de verano. ¡Qué ilusión sentirse a esas horas,<br />

prohibidas en invierno, envueltos en la cálida noche!<br />

¡Qué maravillosamente romántica la luna de<br />

entonces! Y qué hermoso era buscar entre las niñas,<br />

que esa primera noche se dedicaban sólo a hablar<br />

entre sí y nos hacían poco caso, la cara bonita para<br />

enamorarse.<br />

Begin the beguine... Volver a robar la mirada<br />

que se cruza como sin interés. Volver a sentir un<br />

escalofrío de emoción con la primera sonrisa<br />

regalada; esperar con impaciencia otro encuentro de<br />

pupilas y, entonces, percibir una maravillosa<br />

corriente eléctrica que nos recorre de arriba abajo;<br />

dirigirte a ella por primera vez; sufrir con el primer<br />

desdén; volverte humillado y sin esperanza; oír<br />

después tu nombre en su boca y escuchar a los<br />

ángeles cantar en el cielo porque la diosa se ha<br />

dirigido a ti...<br />

Begin the beguine... tariero, lariero... Volver<br />

a pasear de vuelta a casa, ya junto a ella; preguntarle<br />

por su vida, qué estudia y qué le gusta; rezagarte un<br />

poco del resto de la pandilla y andar a su lado,<br />

formando una pareja, orgulloso porque es la primera<br />

vez que sales con una niña. ¡Y es tan linda! Te<br />

parece mentira que un ángel tan bonito quiera estar<br />

contigo y te recreas mirándola embobado sin querer<br />

perderte ni un detalle de su cara... Volver a decirle<br />

un hasta mañana cuajado de esperanza cuando se<br />

queda en casa y te vuelve a sonreír desde la puerta...<br />

Y regresar con saltos de alegría prometiéndote que<br />

en cuanto la veas te declaras. Y así un día tras otro...<br />

¡Dios, que difícil era declararse!<br />

Begin the beguine... Volver a vivir aquellos<br />

veranos en los que, tras un enfado porque ella ha<br />

coqueteado con ese chico de Madrid, más alto y más<br />

110


guapo que tú, te apartas del grupo y te sientas solo<br />

en la playa a llorarle al mar tu rabia. Y, cuando te<br />

recreas en la pena que te das a ti mismo, ella<br />

aparece, se sienta a tu lado y te dice que eres tonto,<br />

que te ha echado en falta y que le gustas... Y nadie<br />

sabrá que se te ha declarado porque está feo que las<br />

niñas lo hagan, pero te sientes en el cielo porque, al<br />

fin, la mas linda del planeta es tu novia.<br />

Begin the beguine... Y al acabar las<br />

vacaciones, la despedida. Crees que la volverás a<br />

ver, pero no es así, desaparecerá de tu vida para<br />

siempre. Te llevas el recuerdo de dos besos de<br />

refilón en el carrillo, una mano emocionada que<br />

conseguiste tener cogida cuatro noches tras dura<br />

batalla y el baile de reconciliación... ¿Cómo era ?<br />

¿Morena tal vez? El tiempo ha borrado su imagen<br />

como ha borrado aquella época ingenua y romántica<br />

que me parece más bella que la actual.<br />

Begin the beguine... No volvería a empezar.<br />

La vida, el paso de los años, ha cambiado, seguro<br />

que a mejor, mi mundo, mis amores y mis sueños.<br />

Mi pasado ya no existe. Pero me queda la nostalgia,<br />

una maravillosa y reconfortante nostalgia, cuando en<br />

las noches estivales oigo una orquesta frente al mar<br />

y suena Begin the beguine...<br />

111


112


SE ACABO EL VERANEO<br />

¿Se ha dado cuenta, querido lector, de que<br />

hoy es el último viernes de Agosto? Los atardeceres<br />

son melancólicos, el paisaje tiene pinceladas tristes.<br />

La semana que viene hay que volver, y ese<br />

sentimiento de que las vacaciones se acaban, nos<br />

deja un sabor agridulce de corazón encogido por lo<br />

que nos espera y, paradójicamente, de deseo a la vez<br />

de volver a la actividad porque el descanso también<br />

cansa.<br />

Aún le queda un fin de semana para agotar la<br />

holganza, no hay que perder el ánimo, aunque en el<br />

fondo de la cabeza tenga el convencimiento de que<br />

esto se ha acabado, de que no hay quién lo pare y es<br />

bueno ir haciendo el cuerpo para la vuelta. No se<br />

torture por lo poco que le queda de disfrutar porque,<br />

para qué negarlo, tampoco todo ha sido tan perfecto.<br />

Si se mira al ombligo, lo encuentra más<br />

distante que cuando vino. ¡En algún sitio tienen que<br />

estar las cervezas y tanta cena! Menos mal que, a<br />

estas alturas del verano, en la playa ya no estamos<br />

para desfiles de modelos y la gente, relajada, ha<br />

dejado de contener la respiración y tener la barriga<br />

permanentemente tensa para disimular los kilos.<br />

Ahora, al que más y al que menos, se le notan las<br />

miserias. Pero, convenga conmigo: ¡Qué liberación<br />

la semana que viene andar por la ciudad con las<br />

carnes cubiertas! ¿Verdad?<br />

Ahora, que eso sí, el primer lunes laborable a<br />

plan. ¿Oiga, por qué no el mismísimo día uno?<br />

¡Hombre, el fin de semana que viene es casi<br />

vacaciones! ¡Cualquiera está a dieta! Pero, el lunes,<br />

por la gloria de Cotón que no probamos ni agua.<br />

Aunque, pensándolo bien, tampoco Setiembre es un<br />

113


mes para prescindir de la cerveza... Mejor será<br />

dejarlo para Octubre.<br />

Sólo de pensar en volver a hacer las maletas<br />

y cargar el coche, se le quitan a uno los ánimos por<br />

el regreso... ¡Con qué ilusión se hacen para venir y<br />

qué pereza para ir! Sí, ya sé que su señora, querido<br />

lector, está deseando volver a casa a descansar y a<br />

no vivir comprimida. Porque vaya paliza que se ha<br />

pegado la pobre. ¡Qué lote de ir al supermercado,<br />

poner la lavadora, hacer comida y ordenar el caos!.<br />

Pero a usted, que también ha pringado lo suyo, le<br />

llena de nostalgia la operación retorno...<br />

Para todos, hacer el equipaje se va a convertir<br />

en un acto cargado de significado. Porque, al echar<br />

la cremallera a las maletas, estaremos cerrando un<br />

nuevo ciclo de nuestra vida: ¡Otro año más! ¿Vendré<br />

el que viene? ¿Seguiré vivo?... Mejor que no piense<br />

en eso ahora. Lo único que le faltaba al fin de las<br />

vacaciones es un tinte fúnebre...<br />

Ya no guardaremos en la maleta la ropa<br />

nueva para fardar. Ahora todo está arrugado, usado,<br />

cuando no manchado de tinto de verano o de grasa<br />

de pescado a la plancha... Por cierto, ¿se ha fijado en<br />

ese polo verde que no se ha puesto en todo el<br />

tiempo? Habrá que ponérselo estos últimos días...<br />

Aunque, la verdad es que, mirándolo bien, no le<br />

gusta demasiado... Le queda ajustado y algo<br />

impropio para su edad. ¡Por eso no se lo ha colocado<br />

antes! El pobre va a volver virgen...<br />

¡No se ruborice hombre!... Ya sabemos en lo<br />

que ha pensado con la comparación. Si tampoco el<br />

verano es una época para batir récords. Con tanto<br />

ajetreo y tan poco sitio, los niños por medio y la<br />

promiscuidad con la que se vive, el que más y el que<br />

menos vuelve como el polo... Eso de que el verano<br />

aumenta la libido será para el que tenga una<br />

mansión, diez años menos y una señora dedicada<br />

114


sólo a estar guapa. ¡Con la brega del apartamento<br />

cualquiera tiene ganas!...<br />

Cuando guarde los libros, silbe y mire para<br />

otro sitio. ¡Hay que ver el propósito tan decidido que<br />

traía usted de ponerse al día con la lectura! Pero<br />

nada, bastante ha tenido con el periódico y hojear<br />

algún Hola que otro. No se desanime ni se<br />

avergüence. La mayor parte de la gente practica el<br />

eslogan: "los libros son para el verano... que viene"<br />

Consuélese con hacerlo este invierno. ¿Lo promete?<br />

¡Faltaba más! Y es que, para encontrar tiempo libre,<br />

hay que estar trabajando...<br />

Por cierto, que al bolsillo no le dirija ni una<br />

mirada... Ya sabemos que está lleno de telarañas y<br />

que usted vuelve con michelines pero tieso como la<br />

mojama de Barbate. No se angustie, que es un mal<br />

general, y si no, pregúntele este domingo al cura,<br />

que le dirá que es la peor colecta del año. Desde<br />

luego hay que volver con la intención de luchar por<br />

una buena subida de sueldo... ¡Pero hasta eso da<br />

ahora pereza!<br />

Sin embargo, a pesar de todo, ha valido la<br />

pena, aunque sólo haya sido por las siestas tan<br />

gloriosas que se ha echado. ¡Disfrute a pierna suelta<br />

de las cinco que le quedan, antes de que aparezcan<br />

las moscas y se las amarguen! Y no se sienta<br />

apesadumbrado porque esto se acabe... ¡Fíjese en el<br />

sol! Todas las tardes se pone y, después,... siempre<br />

amanece.<br />

Total, ya solo le quedan trescientos treinta<br />

días para volver a tomar vacaciones. ¿Que cree que<br />

no va a regresar?. ¿Que en el fondo se siente<br />

decepcionado?. ¿Que como en casa de uno no se<br />

está en ninguna parte?. No se preocupe, que esa<br />

enfermedad se cura en el invierno. En cuanto llegue<br />

Marzo estará soñando con venir a la playa de nuevo<br />

115


a disfrutar de un verano que, esa vez, será por fin<br />

diferente...<br />

Y aunque se vuelva a repetir la historia y<br />

regrese ligeramente frustrado, no importa. Las cosas<br />

son siempre mejor a la hora de soñarlas que a la de<br />

vivirlas. Y no hay mejor sueño que el del veraneo.<br />

116


SETIEMBRE<br />

Setiembre: mes contradictorio donde los<br />

haya. Añorado en los ratos en que las vacaciones se<br />

hacen insoportables porque no se cabe en el<br />

apartamento, la playa está de bote en bote y se echan<br />

de menos las comodidades de la casa: hogar, dulce<br />

hogar... Abominado cuando uno se tropieza con la<br />

dura realidad de la vida cotidiana y, entonces, echa<br />

en falta las vacaciones perdidas.<br />

¡Con lo a gusto que estaba levantándome<br />

tarde, para ir a comprar el periódico y desayunar<br />

fresquito rodeado de niñas monas con las piernas al<br />

aire!... Y no estos madrugones para enfrentarme a<br />

mil problemas que no parecen tener solución.<br />

¿Cómo consiguen estar dormidos en agosto y<br />

resucitar con la misma virulencia que tenían en<br />

Julio, en cuanto uno vuelve al trabajo?<br />

Para colmo, el calor. Nos gusta que lo haga a<br />

la entrada del verano, como un anticipo del descanso<br />

que se avecina, pero a la vuelta, en setiembre, resulta<br />

odioso. ¡Qué ganas de que empiece a llover y se<br />

vaya la sequía!<br />

Setiembre también significa recuperación,<br />

ponerse al día. ¡Cuántas asignaturas pendientes, de<br />

las de estudiar y de las otras, se han dejado para este<br />

mes! ¡Qué cómoda resulta una tabla de salvación a<br />

la que agarrarse y que justifique nuestros pequeños<br />

fracasos cotidianos! Esto que no me siento capaz de<br />

hacer ahora, lo dejo para setiembre. Y cuando llega<br />

el mes, nos pone los pies en el suelo y da de sí sólo<br />

lo que cabría esperar.<br />

Setiembre, antesala del nuevo curso. Mes de<br />

buenos propósitos, de partir de cero... El verdadero<br />

"año nuevo, vida nueva" no es el que damos en<br />

enero sino el del mes del membrillo. Y es este<br />

117


sentido de renovación, de intentar hacer mejor lo que<br />

en el pasado no conseguimos, lo que a mí me resulta<br />

atractivo del mes que nos ocupa.<br />

Creo que ha sido así desde que tenía cuatro<br />

años y mi madre me equipaba para ir al colegio. Con<br />

qué mimo e ilusión preparaba la cartera de badana<br />

con todo inmaculado: la pizarra tersa y perfecta, aún<br />

no hollada por escritura alguna; los pizarrines... Aún<br />

me pregunto por qué nunca me los compraban de<br />

manteca, que tenían un deslizar suave y perfecto, y<br />

sólo los tenía corrientes. ¿De qué eran, de pizarra?...<br />

¿Serían tan caros?... Yo creo que mi primera<br />

sensación de que existían clases sociales me la<br />

proporcionaron los pizarrines. Los niños nos<br />

dividíamos en dos, los privilegiados que los tenían<br />

de manteca, y los demás. Más tarde aprendí que<br />

había más cosas que me separaban de los elegidos:<br />

las bolas de acero, las de china, las de cristal... yo<br />

me tenía que conformar con las de barro.<br />

En mi cartera estrenaba un Catón nuevo y un<br />

trapo para borrar la pizarra. Y, cuando fui mayor, los<br />

cuadernos de caligrafía y un plumier con plumilla -<br />

el tintero lo ponía el colegio. ¡Qué placer ver las<br />

páginas inmaculadas, sin un borrón, con los palotes<br />

de la muestra dibujados con trazo perfecto! Entonces<br />

las rayas tenues ofrecían el sitio para poner los<br />

nuestros. Y creía que mis ejercicios serían tan bellos<br />

como el original. Nunca me imaginaba lo que<br />

después sería la realidad: letras que se irían<br />

torciendo, trazos temblorosos, gotas de tinta... La<br />

vida misma, que parecía sublime en mis primeros<br />

setiembres.<br />

En mis setiembres de bachiller, el rito de ir a<br />

la papelería y preparar la cartera, tipo mochila, para<br />

el próximo curso constituía siempre una ceremonia<br />

maravillosa. Yo creo que, desde entonces, las<br />

considero lugares sagrados, tiendas mágicas que me<br />

118


dejan embobado y que, si tuviera algún pretexto, las<br />

visitaría a diario. El plumier con lápices nuevos,<br />

gomas impecables, sacapuntas relucientes y ese lápiz<br />

gordo azul por un lado y rojo por el otro, que no he<br />

vuelto a ver jamás, y que servía para subrayar. El<br />

lapicero blando para el dibujo artístico, la lija y el<br />

difumino... Los cuadernos limpios y tersos, de una<br />

raya, dos rayas y cuadriculados. Con qué amor les<br />

ponía mi nombre en la portada y una pequeña cruz<br />

en la parte superior. A mí me enseñaron que había<br />

que marcar con una señal de la cruz diminuta todas<br />

mis hojas, y aún ahora, que hace siglos que perdí la<br />

costumbre, se me va a veces la mano a la primera<br />

línea de mis escritos en un gesto que me recuerda mi<br />

infancia.<br />

Y, después, la ceremonia del forrado de los<br />

textos. Yo era el mayor de mis hermanos y nunca<br />

tuve que heredar los libros usados de nadie. Por eso,<br />

la operación de forrarles las tapas estaba envuelta en<br />

olor a nuevo, imágenes de páginas inéditas, hojeo<br />

curioso para sopesar su dificultad, buenas<br />

intenciones de estudio, respeto hacia el rival de<br />

nuestras futuras batallas... Propósitos y mil<br />

propósitos de dejarlos intactos por si podían servir el<br />

curso siguiente para mis hermanos... Después,<br />

quedarían destrozados, mis sucesores se negarían a<br />

aceptar la herencia y mis padres también les<br />

comprarían otros nuevos...<br />

Al final, la tarea cumbre: el horario. Había<br />

que ir al colegio antes de que empezaran las clases.<br />

Vacío, daba la sensación de un gigante dormido que<br />

aguardara agazapado el día primero de curso. Al<br />

llegar, teníamos que buscar en los tablones, entre<br />

cuadros de honor y noticias variopintas, el anuncio<br />

de la distribución de asignaturas de los distintos<br />

grupos. Copiábamos en sucio, en una hoja de papel,<br />

el programa semanal que nos esperaba. Después, en<br />

119


casa, debíamos pasarlo a limpio con cuidado, usando<br />

la regla para cuadricular horas y días.<br />

Descubríamos entonces con alegría que el<br />

jueves iba a ser un día maravilloso, porque incluía<br />

gimnasia, dibujo, recreo y solo una hora de<br />

matemáticas. Aunque en los lunes no habría ni un<br />

minuto libre y eso nos condenaba a estudiar los<br />

domingos. El horario de setiembre nos programaba<br />

la existencia de los próximos nueve meses. ¡Todo un<br />

año de vida condensado en una hoja cuadriculada!,<br />

¡Cuantos sueños, y temores programados!. Por eso<br />

es en este mes cuando, la fuerza de la costumbre,<br />

intento lleno de esperanza, escribir mi futuro.<br />

Setiembre, el mes de las promesas. Seguro<br />

que no se cumplirán todas. Quizás alguna... ¿Pero no<br />

es bello un mes en el que uno sueña con ser mejor?<br />

120


CAPITULO IV:<br />

RELATOS EXTRAVAGANTES


EL BAUL DE LOS ARTICULOS<br />

Me imagino que saben que, durante siete años,<br />

he mantenido una columna semanal en el ABC de<br />

Sevilla. Y esa tarea periodística ha tenido que ser<br />

compatibilizada con una intensa labor profesional,<br />

que me impide derivar la mente fuera del mundo de<br />

la ingeniería, salvo unos pocos ratos aislados que<br />

suelo encontrar en los viajes.<br />

Esta semana, mi ida a Madrid ha sido<br />

precipitada. He utilizado un avión en lugar de usar el<br />

AVE. A la vuelta, tenía una reunión urgente, y<br />

también lo hice en Iberia. Nada más aterrizar, caí en<br />

la cuenta de que no había escrito mi columna.<br />

Supongo que saben que la mayor parte de lo<br />

que escribo es en el AVE y que soy incapaz de<br />

hilvanar dos frases seguidas fuera de mi butaca del<br />

tren. Por eso, falto de fe, cogí mi bloc tres veces,<br />

puse en marcha el bolígrafo, busqué una idea dentro<br />

de mí pero lo único que encontré en mi cerebro fue<br />

la callada por respuesta. Ayer me llamó preocupado<br />

Antonio de la Torre, ángel guardián de mi página en<br />

la redacción de ABC:<br />

- Oye José Luis, que aún no has mandado la<br />

columna del viernes y yo tengo que terminar de<br />

componer la sección.<br />

- Lo siento, Antonio. No se me ocurre nada.<br />

Me he quedado vacío de ideas... - confesé<br />

atribulado.<br />

-¿Vas a tirar la toalla de tu colaboración<br />

semanal?<br />

Su voz denotaba una preocupación que<br />

excedía la profesional. El periódico tiene exceso de<br />

material y maldita la falta que le hace mi columna.<br />

Pero Antonio es un pedazo de pan que mantiene alto<br />

el espíritu de los que colaboramos con él.<br />

123


- No, la semana que viene cogeré el AVE y<br />

todo volverá a su ser. La verdad es que me fastidia<br />

mi drogodependencia literaria de la alta velocidad.<br />

¿Cómo os las apañáis los que escribís todos los días<br />

sin ir a Madrid?<br />

- Con el baúl de artículos - me dijo con<br />

naturalidad.<br />

-¿Qué?... No tengo nada de eso ni sé en qué<br />

consiste...<br />

A mi jefe de redacción le di pena:<br />

- Pues necesitas hacerte con uno<br />

urgentemente. El baúl es una fuente inagotable de<br />

artículos. Dentro contiene toda la inspiración que un<br />

profesional de la pluma necesita.<br />

-¿Tú lo tienes...? ¿Me lo puedes prestar?<br />

- Lo siento, hijo. El baúl es personal e<br />

intransferible. Hazte con el tuyo y consérvalo como<br />

oro en paño.<br />

-¿Y dónde lo compro?, ¿ en el Corte Inglés?<br />

Antonio se rió con toda el alma:<br />

- Tienes que indagar por las librerías de<br />

viejo, los anticuarios, las hechiceras... Yo el mío lo<br />

encontré en la Cava de los Gitanos.<br />

- Gracias por la información. Ahora mismo<br />

salgo a buscarlo. Si lo encuentro, esta tarde te mando<br />

el artículo.<br />

Colgué apresuradamente y corrí al Altozano.<br />

Si hay un lugar mágico en esta Sevilla nuestra es mi<br />

plaza trianera, y tenía la corazonada que allí estaría<br />

mi baúl. Pero, al llegar, no encontré nada que me<br />

hiciese concebir esperanzas. Cuando volvía<br />

desanimado una voz me sacó de mi búsqueda.<br />

- Hombre, Don José, cuánto tiempo sin verle.<br />

¿Tiene usté mil pesetillah pá mih churumbeleh?<br />

Rocío la gitana, a la que hacía tiempo no<br />

veía, sonreía con la mano extendida. Por un instante<br />

124


me la fui a quitar de encima, pero un no sé qué me<br />

dio la inspiración.<br />

- Rocío. ¿Tú sabes quién puede tener un baúl<br />

de artículos? Necesito uno<br />

Al oírme, yo mismo sentí vergüenza de lo<br />

que decía. La gitana, que no habría oído hablar<br />

jamás de semejante cosa, me iba a tomar por loco.<br />

Pero, con gran sorpresa por mi parte, iluminó su<br />

cara, sonrió y me zampó:<br />

- Eso le va a cohtá a uhté veinte papeleh...<br />

-¿Me lo puedes conseguir?<br />

Mi corazón latía a mil por hora. No podía<br />

creer en mi buena suerte.<br />

- Siéntese uhté en el kiohco de las Floreh,<br />

tómese una servesita con camaroneh y ehpéreme<br />

media horilla...<br />

Asentí, me desplomé en una silla y la vi<br />

marcharse hacia la calle San Jorge. A la media hora<br />

regresó con un bulto envuelto en papel de estraza<br />

grasiento.<br />

Se trataba de un arcón muy viejo, con señales<br />

de carcoma, en el que bien podrían caber dos guías<br />

de teléfono. Unas letras antiquísimas ponían: Baúl<br />

de Artículos del Altozano.<br />

Lo abrí. Dentro encontré un montón de<br />

legajos, atados con cintas desvaídas y que estaban<br />

escritos con tinta china, amarilla por los años. Eran<br />

artículos, columnas enteras, miles de ellas... Con<br />

lágrimas en los ojos saqué el monedero y le di<br />

treinta mil pesetas a Rocío. No quise preguntarle de<br />

qué extraño lugar mágico había hurtado mi baúl ni<br />

qué conjuros había empleado.<br />

Abracé mi tesoro y regresé a casa dejando<br />

atrás a mi gitana metiéndose el dinero en el escote y<br />

mirándome llena de ternura y de guasa al mismo<br />

tiempo.<br />

125


Encerrado en mi despacho abrí el arcón y me<br />

dediqué a husmear en su interior. Aquello era<br />

milagroso; los paquetes encintados guardaban<br />

colecciones completas de artículos por temas:<br />

columnas románticas, historias divertidas, leyendas<br />

falsas, leyendas reales, cuentos para soñar, sátiras<br />

sutiles.<br />

De repente me detuve boquiabierto. En uno<br />

de los grupos encontré: artículos ya publicados.<br />

Sorprendentemente contenía todos los que yo había<br />

escrito ya y que mi mágico baúl los había separado<br />

cien años antes.<br />

Con un suspiro de alivio lo cerré y me fui a la<br />

oficina. Esa tarde escribiría mi columna. Material no<br />

me iba a faltar.<br />

Cuando volví me recibió mi mujer muy<br />

sonriente:<br />

- Gracias por la caja antigua que me has<br />

traído. Es preciosa. La he puesto en el salón.<br />

Temiéndome lo peor la dejé con la palabra en<br />

la boca y me fui en busca de mi arcón. Estaba vacío.<br />

-¿Y los papeles que tenía?...<br />

- Tu madre los ha tirado. Ha venido a comer,<br />

ha limpiado la caja y le ha dado cera. Dice que eran<br />

cosas viejas.<br />

Angustiado corrí a la basura para ver si<br />

rescataba mi tesoro. Pero fue inútil. Ya se la habían<br />

llevado. Enfurecido me fui a la calle dando un<br />

portazo.<br />

-¿Adónde vas? ¿Te has enfadado? - preguntó<br />

sorprendida y un poco asustada por mi reacción.<br />

- Me voy a Santa Justa a coger el AVE.<br />

Volveré en el siguiente. Mañana no puede faltar mi<br />

artículo. No es cuestión de quedar mal con Antonio<br />

de la Torre, mi jefe de redacción.<br />

126


VACIA<br />

Joaquín se dejó caer en la cama con toda su<br />

alma:<br />

- Estoy reventado. Mañana vamos a<br />

descansar... La Feria es una paliza.<br />

-¿Y no te va a dar pena no ir?... Se nos van a<br />

quedar esperando en la caseta...<br />

-¿Mañana? Mañana es sábado. En la Feria no<br />

va a ver quien pare. Allí estará todo el mundo.<br />

¿Quién se va a fijar en que no vamos?... El domingo<br />

la cogeremos con más ganas.<br />

Esa misma conversación, palabra por<br />

palabra, se repetía al unísono en el piso de arriba, y<br />

en el de abajo. También en el del periodista que<br />

metió los pies en el bidé suspirando con alivio:<br />

- Mañana no piso la Feria. Escribiré la<br />

crónica en casa. No hace falta ir para imaginarse<br />

cómo va a estar: de bote en bote. La veré por<br />

televisión por si ocurre alguna novedad.<br />

El reportero de Canal Sur se tomó tres<br />

paracetamoles y se sumergió entre las sábanas:<br />

- No me levanto hasta el domingo. Estoy de<br />

la cámara hasta el gorro. Sabiendo como iba a estar,<br />

he cogido imágenes en conserva del Ferial del año<br />

pasado y las he montado en un refrito. Esta tarde,<br />

voy a mandarlo desde aquí, como si fuera en directo.<br />

Nadie notará la diferencia.<br />

La Giralda lanzó un gemido con una de sus<br />

campanas chicas. Estaba empezando a temerse lo<br />

peor... Menos mal que el sábado era el día de la<br />

provincia... Pero en Ecija, Estepa, Osuna y Alcalá<br />

se oyó la misma conversación:<br />

- Este año iremos sólo el domingo. El sábado<br />

no cabe un alfiler. Puestos a soportar la bulla mejor<br />

127


hacerlo el último día, en el que todos los de Sevilla<br />

se han ido a la playa...<br />

Los madrileños, catalanes, vascos y demás<br />

foráneos regresaban al hotel, felices pero<br />

impresionados:<br />

- Si esto es el viernes... Mañana hay que ir<br />

sólo a los toros. Después, unas gambas en la Isla y<br />

un cogote de merluza en Ezcaray o en Oriza ,y a la<br />

cama. El sábado es para la plebe...<br />

Y la Feria se quedó desierta. Nadie,<br />

absolutamente nadie, se acercó el sábado al Real.<br />

Las calles, de albero regado y limpio, aparecían<br />

absolutamente vacías. El silencio era impresionante:<br />

ni un caballista, ni un charré, ni una gitana, ni un<br />

vendedor...<br />

El guardián de una caseta puso unas<br />

<strong>sevilla</strong>nas en el tocadiscos y el eco de la guitarra<br />

sobre el tablao solitario sonó desangelado. Un<br />

escalofrío de superstición le recorrió la espalda, y<br />

asustado quitó la música, se metió en el petate y se<br />

cubrió la cabeza.<br />

El camarero del Círculo de Labradores, puso<br />

la televisión para enterarse de la causa del drama que<br />

causaba semejante catástrofe. Pero se encontró con<br />

un locutor transmitiendo en directo una feria<br />

abarrotada y feliz. Incrédulo miraba a la pantalla y<br />

giraba el rostro hacia la calle, e incapaz de<br />

comprender la diferencia pensó que había<br />

enloquecido y huyó despavorido en busca de<br />

asistencia psiquiátrica.<br />

Durante todo el sábado, nadie, pero nadie,<br />

nadie, pisó la Feria. No se oyó ni una palma, ningún<br />

cante ni ningún tarareo. Fue el primer cementerio de<br />

la Historia lleno de farolillos y colorido.<br />

Pero ningún mortal se enteró jamás del<br />

suceso: la televisión transmitió imágenes enlatadas<br />

como si fueran reales; los periódicos del domingo<br />

128


aparecieron abarrotados de crónicas de la fiesta<br />

escritas tres días antes y los feriantes ocultaron su<br />

ausencia, nadie lo iba a notar y les molestaba<br />

reconocer su deserción, más aún, presumían de lo<br />

bien que se lo habían pasado a pesar de la enorme<br />

bulla.<br />

Joaquín, con una caña de manzanilla en la<br />

mano, comentaba lo bien que se lo había pasado,<br />

mintiendo como un bellaco con una cara de<br />

cemento:<br />

- Ayer no pude llegar a la caseta de lo<br />

abarrotada que estaba la calle... Pero no me importó.<br />

Me metí en una de unos amigos que estaba de<br />

muerte... ¡Qué ángel, chiquillo!... Nos dieron las seis<br />

de la mañana antes de pasarnos por las buñoleras.<br />

¡El chocolate me sentó de dulce!...<br />

Nadie se fijó en el ABC del viernes, abierto<br />

sobre una silla en el que había un artículo en el que<br />

anunciaba, como una premonición, el incidente. Se<br />

titulaba "Vacía".<br />

Pero, claro, como en Feria nadie lee nunca el<br />

periódico...<br />

129


130


Don Juan.-<br />

UN TENORIO DIGITAL<br />

Doña Inés del alma mía,<br />

reina de mi corazón,<br />

objeto de mi pasión,<br />

que crece por vos cada día.<br />

Necesito confesaros<br />

un problema que me agobia,<br />

y que vos, por ser mi novia,<br />

debéis saber sin reparos.<br />

Prestadme pues atención,<br />

hacedlo con todo afán,<br />

pues vuestro amado Don Juan<br />

tiene encima un gran marrón.<br />

Doña Inés.(Alarmada).-<br />

No me asustéis, mi tesoro;<br />

pues vuestra alarma me inquieta<br />

y empapa mi camiseta<br />

del sudor de más de un poro,<br />

que se conmueve alarmado<br />

de forma poco elegante,<br />

desoye al desodorante<br />

y se queda transpirado.<br />

Contadme pues vuestro drama,<br />

no me tengáis intrigada.<br />

Para no verme sudada,<br />

y me digáis con horror<br />

que despido mal olor,<br />

no os andéis más por la rama.<br />

Don Juan.-<br />

131


Presto lo hago señora,<br />

y apago vuestra inquietud.<br />

Doña Inés.-<br />

¿No estaréis mal de salud?.<br />

Sé que habíais pedido hora,<br />

para haceros un chequeo...<br />

¿Acaso lo habéis pasado,<br />

y con tal mal resultado,<br />

que padecéis algo feo?<br />

Don Juan.-<br />

Nada de eso pasa, cielo,<br />

echad vuestra angustia fuera,<br />

que yo estoy como una pera,<br />

y no tengo mal ni un pelo.<br />

De otra clase es mi marrón.<br />

Ayer vinieron a verme<br />

dos señores a ofrecerme<br />

irme a la televisión.<br />

Doña Inés.-<br />

¿Y eso os parece marrón?,<br />

¿Os mostráis tan asustado,<br />

por veros entrevistado,<br />

y que, de modo notorio,<br />

todos vean al Tenorio?<br />

¡Yo me muero de ilusión!<br />

Don Juan.-<br />

No se trata de eso, vida,<br />

nadie quiere entrevistarme,<br />

132


sólo buscan contratarme,<br />

igual que a Jesús Hermida.<br />

Doña Inés.-<br />

¡Eso me suena fatal!,<br />

¡Don Juan un presentador,<br />

que le roba, sin rubor,<br />

el sitio a un profesional!,<br />

¿Es que lo hacen tan mal<br />

que han de recurrir a vos?<br />

Don Juan.-<br />

No. Si vienen de mí en pos,<br />

sólo es por lo digital.<br />

Sabed reina mía y señora,<br />

que una gran revolución,<br />

conmueve la televisión<br />

y la cambia de hora en hora.<br />

Y que el futuro triunfal,<br />

que no dudo que os asombre,<br />

ya recibe un solo nombre:<br />

televisión digital.<br />

Doña Inés.-<br />

Si habláis de revoluciones,<br />

serán sólo culturales...<br />

133


Don Juan.-<br />

Más bien decid manuales,<br />

por no decir con cañones.<br />

Que a las manos han llegado,<br />

luchando por un pastel,<br />

que debe saber a miel,<br />

los prebostes del Estado.<br />

Doña Inés.-<br />

¿Os quieren de combatiente?.<br />

Un contencioso tan fiero,<br />

requerirá vuestro acero...<br />

Don Juan.-<br />

¡No! Lo que quiere esa gente,<br />

es que presente un programa.<br />

Tened en cuenta mi cielo,<br />

que para emprender el vuelo,<br />

cien canales se reclaman.<br />

Cien cosas muy diferentes,<br />

simultáneas y compitiendo,<br />

han de atraer, divirtiendo<br />

a un público muy exigente.<br />

Y, con lo que hay, no basta:<br />

hacen falta nuevas caras,<br />

ideas frescas, mentes claras,<br />

y gastarse mucha pasta...<br />

134


Doña Inés.-<br />

A vos, no os encuentro nuevo,<br />

tenéis tufo a naftalina...<br />

Esa gente poco afina,<br />

o es que no entienden ni el huevo.<br />

Estoy segura Don Juan,<br />

que en la prueba, sin complejo,<br />

os echarán por ser viejo,<br />

pues los clientes querrán,<br />

un presentador fetén,<br />

joven, guapo y tan locuaz,<br />

que aparte de ser capaz,<br />

también esté como un tren.<br />

Don Juan.-<br />

Os equivocáis señora.<br />

El casting, que he superado,<br />

poco esfuerzo me ha costado:<br />

apenas duró dos horas.<br />

Allí sólo andan buscando<br />

como llamar la atención,<br />

y les parece un cañón,<br />

tenerme a mí presentando.<br />

Para conseguir audiencia,<br />

que atienda a tanto canal,<br />

lo están pasando fatal:<br />

no encuentran concupiscencia<br />

Doña Inés.-<br />

¿Qué barbaridad, Don Juan?<br />

¿Concupiscencia por qué?<br />

135


Don Juan.-<br />

Muy seguro no lo sé,<br />

pero detrás de ella están.<br />

Tal parece que en la tele,<br />

hoy todo el mundo se pierde<br />

por encontrar algo verde<br />

que la mirada congele;<br />

por enseñar algo obsceno,<br />

que al que mire lo hipnotice;<br />

lucir lo que escandalice,<br />

haciendo lo malo bueno;<br />

buscar la vulgaridad,<br />

ensalzar lo chabacano,<br />

ponerle un trono al ano,<br />

más otro a la zafiedad<br />

Doña Inés.-<br />

Y, con esa pretensión,<br />

¿qué buscan en vos Don Juan,<br />

un educado galán,<br />

cortés y con gran blasón?<br />

Don Juan.-<br />

Mil veces me he preguntado,<br />

por qué a mí me llamaban,<br />

al ver cómo allí actuaban,<br />

a todos los que habían llamado.<br />

Yo que a los palacios subí,<br />

y a las cabañas bajé,<br />

en la vida imaginé<br />

el asco que allí sentí.<br />

Dejad que os cuente mi amor,<br />

136


qué clase de malandrines,<br />

buscaron para esos fines,<br />

e hicieron presentador.<br />

El primero, no se explica,<br />

presentaba muy ufano,<br />

nos metía a todos mano,<br />

presumiendo de marica.<br />

Gordo, calvo y con mechón,<br />

teñido de no sé que cosa,<br />

todo vestido de rosa,<br />

modoso, da repulsión.<br />

El segundo que recuerdo,<br />

presentaba sin rubor,<br />

cierta clase de señor<br />

que hacía el amor con un cerdo.<br />

Doña Inés.-<br />

¿Con alguien que no era fino?<br />

¿Con uno que no se lavaba?<br />

Don Juan.-<br />

No Doña Inés, se trataba,<br />

simplemente de un gorrino,<br />

de pata negra tal vez,<br />

y más digno que el tercero,<br />

entrevistador certero<br />

y preguntador soez.<br />

El contároslo me apura<br />

pues jamás imaginara,<br />

que cosa tal preguntara,<br />

a uno vestido de cura,<br />

que, perdidos los papeles,<br />

respondía, muy cabal,<br />

137


por su vida sexual...<br />

Doña Inés.-<br />

Ese era el padre Apeles,<br />

que tolera que le humillen<br />

y traga cualquier papel,<br />

con tal que hablen de él,<br />

y la pantalla le pille.<br />

No basta con la verdad,<br />

y dar argumentos ciertos,<br />

por bien que hable, está muerto,<br />

si no tiene dignidad<br />

Don Juan.-<br />

A ese Apeles voy a enseñarle,<br />

dignidad y gallardía.<br />

Me faltó el otro día,<br />

tizona para ensartarle.<br />

Doña Inés.-<br />

No me escandalicéis, señor...,<br />

que os quisiera preguntar,<br />

¿de qué os quieren contratar?<br />

¿De versos recitador?,<br />

¿presentador de noticias?,<br />

¿Educador de la audiencia?<br />

138


Don Juan.- (Ruborizado y tartamudeando).<br />

Debía contar mi experiencia,<br />

de violador de novicias...<br />

Doña Inés.- (Escandalizada).<br />

¿A quién violasteis traidor?,<br />

¡Ay que me muero de celos!.<br />

Si no me tocasteis pelo,<br />

a quién le disteis amor?<br />

Don Juan.-<br />

Es la leyenda, mi amada,<br />

que supera a mi persona,<br />

e imagen me proporciona<br />

de teneros deshonrada.<br />

Doña Inés.-<br />

Es mi honra quien reclama,<br />

una rectificación.<br />

Diréis en televisión,<br />

que nunca visteis mi cama.<br />

Y, aunque os parezca fatal,<br />

no me tocasteis ni un dedo...<br />

139


Don Juan.-<br />

Hablar de dedos no puedo.<br />

Doña Inés.-<br />

¿No es la tele digital?<br />

Si vos no tenéis agallas,<br />

para aclarar el error,<br />

y salvaguardar mi honor,<br />

yo saldré en las pantallas,<br />

aunque vos quedéis muy mosca,<br />

para que sea notorio,<br />

que el pobre Don Juan Tenorio,<br />

no se comió ni una rosca.<br />

Y al Polanco y al gobierno,<br />

aquí mismo les emplazo,<br />

a que dejen los tortazos,<br />

o se los trague el infierno.<br />

Que esa batalla tan dura,<br />

no la den por el dinero,<br />

y tiren al basurero,<br />

a la televisión basura.<br />

Porque sería mortal,<br />

que, ahora tanto canal,<br />

inundara al personal,<br />

con basura digital.<br />

140


CAPITULO V:<br />

NAVIDAD DULCE NAVIDAD


EL DUENDE DE NAVIDAD<br />

El duende de la Navidad batió sus pequeñas<br />

alas transparentes, parecidas a las de una libélula,<br />

cruzó el río y se adentró con prisas por las<br />

callejuelas de Triana, volando con cierto agobio. La<br />

tarea era cada año más grande y prácticamente no<br />

le daba tiempo a terminarla. Sólo multiplicando el<br />

esfuerzo, y sin descansar un minuto, era capaz de<br />

llenar todos los hogares de espíritu navideño.<br />

Llevaba siglos encargado de preparar las<br />

cosas para las fiestas más bonitas del año, con el<br />

único objetivo de que las familias las vivieran con<br />

ilusión, amor y paz, y salieran reforzadas para<br />

soportar otros doce meses de ataques y vendavales.<br />

El Cielo sabía que el Maligno soñaba con<br />

destruir la unión familiar para dejar a los mortales<br />

presos de la degradación y degeneración. Por eso,<br />

había instaurado las Navidades, para que los<br />

hogares apretaran como una piña a sus miembros<br />

y les inyectara la ración de vitaminas espirituales<br />

suficientes para resistir los futuros embates de una<br />

sociedad envenenada por el diablo.<br />

El duende, consciente de tamaña<br />

responsabilidad, debía visitar cada casa, comprobar<br />

que todo estaba en orden, desde el punto de vista<br />

navideño, y corregir cualquier anomalía. Antes, eso<br />

era fácil. Todo el mundo recibía con ilusión la<br />

Navidad, la vida cotidiana carecía de las<br />

satisfacciones que se ofrecían en esos días mágicos<br />

y la buena mesa; los adornos hogareños; las largas<br />

horas de conversación en torno a la lumbre, o el<br />

brasero; la ilusión del Belén; los villancicos y los<br />

regalos eran recibidos con júbilo.<br />

Sin embargo, ahora era mucho más<br />

complicado. El mundo se había materializado; en<br />

143


torno a las Navidades se desarrollaba un gigantesco<br />

negocio; las cosas sencillas ya no hacían ilusión;<br />

el egoísmo empujaba a cada uno a llevar su vida...<br />

No, las Pascuas ya no eran lo que fueron, y a él le<br />

costaba la misma vida mantener el fuego sagrado.<br />

Hasta los arquitectos le habían fastidiado<br />

con sus diseños. Antes, se colaba con facilidad por<br />

las chimeneas. Ahora debía de utilizar los shunts -<br />

horrible palabra para un lugar horrible -, que, en vez<br />

del confortable olor a carbón de encina y leña<br />

quemada, traían aromas de perros muertos.<br />

Dejando a un lado estas reflexiones, se<br />

introdujo en el primer hogar, tapándose la larga<br />

nariz con las dos manos, demasiado pequeñas<br />

para tan pronunciado apéndice, y oteó el horizonte.<br />

Al oír ruido en la cocina se dirigió con decisión en<br />

busca del ama de casa. Era el elemento fundamental<br />

en su tarea, porque una madre es capaz de<br />

introducir el espíritu de la Navidad en casa con solo<br />

un gesto si se lo propone. ¡Cualquiera se les resiste!<br />

La dueña de la casa estaba relatando. Aquí<br />

tampoco lo iba a tener fácil nuestro héroe. Su<br />

objetivo se encontraba rodeado de sartenes<br />

humeantes, ollas a presión silbando vapor,<br />

microondas mugiendo, bolsas de hipermercado por<br />

doquier, el congelador al borde del reventón y la<br />

despensa, siempre pequeña, a punto de colapsar.<br />

- Estoy hasta el moño de la Navidad -<br />

refunfuñaba malhumorada.<br />

El duende no se desalentó. Ya conocía al<br />

espécimen y estaba acostumbrado a oír la perorata.<br />

La hubiera repetido con los ojos cerrados, pero<br />

prefirió dejar que fuera la señora la que continuara<br />

con su eterno despotrique:<br />

-¡Qué ruina! No me atrevo a enseñarle a<br />

Manolo la cuenta del hiper. Pero, claro, si después<br />

falta algo, soy yo la que tengo la culpa. Y además,<br />

144


¡vaya precios!. Todo cuesta el doble... La próxima<br />

vez que salga el Ministro de Hacienda en la tele<br />

diciendo que tenemos controlada la inflación le voy<br />

a dar un corte de mangas... O tiene mucha cara, o<br />

su mujer también le engaña con la compra, lo<br />

mismo que hago yo con mi Manolo. ¡Hay que ver<br />

cómo está el marisco congelado!... ¿Comerá el<br />

Ministro algo congelado?... Yo creo que sí. Un tío<br />

que congela los sueldos, el déficit y la sonrisa tiene<br />

que tenerlo todo congelado...<br />

Se quedó reflexionando con cara de pocos<br />

amigos. El duende fue a acercarse para echarle un<br />

soplo de perfume dorado que le insuflara espíritu<br />

navideño. Pero tenía que hacer esa operación sin<br />

ser visto... Cada vez que lo veían, lo rociaban de<br />

insecticida creyendo que era una libélula. Y, aunque<br />

era inmune, su asma empeoraba todo el invierno<br />

con la intoxicación. Desde lejos, le envió una dosis<br />

de amor por la familia. Cuando se aproximó para<br />

ver el efecto, ella reanudó la perorata.<br />

- No sé a quien le gusta esta fiesta. La familia<br />

se reúne constantemente y, con ello, se me encoge el<br />

corazón. Me paso el día acordándome de mi madre,<br />

que en gloria esté, y de lo único que tengo ganas es<br />

de llorar. Y ni siquiera me puedo desahogar a gusto.<br />

Manolo me trae a sus padres y no quiero que la bruja<br />

de mi suegra me vea soltar ni una lagrimita... Antes<br />

muerta... ¿Y mi cuñada? No tiene morro... En su<br />

casa no da ni las buenas noches. Se mete aquí en<br />

Nochebuena y no sale hasta los Reyes. Con el<br />

cuento de que está soltera... ¡Maldita Navidad!<br />

El duende decidió intervenir de nuevo antes<br />

de que el caso se tornara irremediable. Con un soplo<br />

le activó el apetito, a ver si con el atractivo de las<br />

viandas le cambiaba el ánimo.<br />

- Que hambre se me ha puesto de repente.<br />

Me entran ganas de comérmelo todo... No dejaba<br />

145


ni las alas del pavo. Así mi cuñada se quedaría a<br />

dos velas... Pero yo me pondría como una foca.<br />

Tanto polvorón, tanto turrón de chocolate, tanta<br />

peladilla... Es que es un tormento chino eso de<br />

mantenerte en línea, muerta de hambre y rodeada<br />

por tanta comida. Esta Navidad es un infierno.<br />

El duende estaba a punto de tirar la toalla.<br />

Recurrió al olor del bebé. Siempre le había dado<br />

resultados infalibles.<br />

- Si no fuera por los niños... Ellos son los<br />

únicos que se merecen todo. Para ellos estas fiestas<br />

son... ¡Un desastre! - reaccionó violenta - Mimos,<br />

caprichos, regalos... Todo les parece poco. Mamá,<br />

yo quiero esa muñeca de la tele y esa otra, y la<br />

cocinita, y los vestidos, y el ordenador... ¡Egoístas!<br />

¡Que son unos egoístas! A ver de dónde saco yo el<br />

dinero para tanto regalo.<br />

Nuestro personaje tomó una decisión<br />

heroica. Voló al cuarto del pequeño y le sopló en la<br />

nuca. El crío se dirigió a la cocina.<br />

- Mamá. Me da miedo la Nochebuena. Creo<br />

que vas a estar triste y enfadada con la lata que te<br />

damos, y yo prefiero un día corriente en el que<br />

estás contenta y me besas...<br />

A la madre, se le escaparon dos lágrimas:<br />

- No, vida mía... No hay nada más bonito<br />

que la Navidad. Nació Jesucristo, que es un niño<br />

como tú, y la Virgen, que era una mamá como yo,<br />

se puso muy contenta. Y lo llenó de besos. Como<br />

yo, hoy contigo... ¡Verás que bien lo vamos a pasar<br />

todos juntos, queriéndonos mucho!...<br />

El duende dio un suspiro de alivio y salió<br />

volando a través del extractor. ¡Misión cumplida!<br />

Ahora a buscar el próximo hogar para despertar<br />

ese espíritu de Navidad que duerme escondido en<br />

el corazón de las madres... Ese cofre mágico donde<br />

se guardan los tesoros más preciados del hogar.<br />

146


AMBIENTE NAVIDEÑO<br />

Joaquín me esperaba, como cada año, en la<br />

Peña Trianera para celebrar los prolegómenos de la<br />

Navidad. Sobre la mesa no podían faltar las botellas<br />

de Machaquito, dulce y a cuentagotas para mí y seco<br />

y doble para mi contertulio; las bandejas de<br />

polvorones y de turrón troceado, del duro para mí y<br />

del blando para la frágil dentadura de Joaquín; y<br />

una tortera recién alumbrada por Mercedes.<br />

Pero la sonrisa de mi amigo se torció al<br />

ver entrar, detrás de mí, a Rocío, la gitana con<br />

vocación de columnista. Ella, que no tiene un pelo<br />

de tonta, se dio cuenta:<br />

-A la paz de Dió. Buenoh díah tengan el<br />

señorito Don José y el malahe de su amigo.<br />

Joaquín dio un respingo. Fue a contestar<br />

pero prefirió ignorarla con aire de desprecio. Ella<br />

fue al grano:<br />

- Uhté no me pué ni vé. ¿Verdá? Pero la<br />

manía que me tiene no eh porque yo le robe<br />

cámara en loh artículoh del Altozano, no. A uhté<br />

le pasa como a mucha gente de ehte barrio. Que<br />

no traga a los gitanosh... Y que, el día en que noh<br />

fuímoh de la Cava, rehpiraron felises.<br />

- Pues ya que lo dices, hay algo de eso.<br />

Triana está mucho mejor desde que se fueron los<br />

gitanos<br />

Joaquín había perdido su aplomo y su sorna<br />

habitual. Por primera vez en mi vida lo veía<br />

alterado. No tuve más remedio que intervenir:<br />

- No lo creo. Ni usted ni los trianeros,<br />

tenemos nada de racistas... ¿No es cierto?<br />

Mi amigo bajó los ojos algo avergonzado.<br />

Rocío siguió atacando:<br />

-No soportan nuestra forma de viví, al día,<br />

147


sin ese ehtúpido afán por competí y atesorá de loh<br />

payoh. Y son unoh hipócritah. Porque ahora, en la<br />

Navidad adoran al Niño Dioh que, como tó er<br />

mundo sabe, era gitano.<br />

- Rocío, no me digas barbaridades. - exclamé<br />

escandalizado.<br />

La gitana se sentó muy seria, empinó la<br />

botella de aguardiente seco, se dio un largo<br />

lingotazo y, con voz ronca, comenzó a contarnos<br />

uno de sus cuentos:<br />

"No hase mushoh añoh una pareja de gitanoh<br />

venía de Zafra a Sevilla. Montaoh en una mula,<br />

caminaban dehpacio porque ella ehtaba a punto de<br />

da a lú y deprisa porque traían detráh a loh<br />

guardiah sivileh.<br />

Er marío había comprao la caballería mu<br />

barata y vorvían feliceh por el negosio que habían<br />

hecho. Pero leh dijeron que loh del tricornio<br />

ehtaban buhcando una partía de mulas robáh y que<br />

esa, que no tenía papeleh, podía sé una de ellah. Así<br />

que Manolo y Rosío, a pesah der frío de Diciembre,<br />

y der peaso de barriga que tenía ella, se metieron<br />

por vereah, huyendo de loh puebloh.<br />

La noche der veinticuatro, tuvieron que<br />

refugiarse en una cuadra serca de Hinojo. Querían<br />

habé llegao a Triana a pasá la Nochebuena con la<br />

familia, pero no pudieron. Rosío, muerta de frío, se<br />

dejó de caé en la paja y se arrebujó al lao de un<br />

buey que allí se guardaba. Manolo entró a la mula y<br />

se le puso al otro lao pa abrigarla.<br />

Cuando la gitana sintió los doloreh de parto,<br />

empezó a llorá. Qué desgrasia de vida la suya. Viví<br />

sin tené de ná y tené que parí sin lú, sin agua y sin<br />

una cama. Su marío, que leyó en su mirá la pena,<br />

se puso a tocarle las palmah y a cantá por<br />

villancicoh con voz ronca mientras los lagrimoneh le<br />

caían por la cara.<br />

148


«En el portal de Belén,<br />

un día nació el Señó,<br />

entre una mula y un buey<br />

que le daban su caló<br />

Tampoco tenía pañaleh,<br />

colonia, agua ni jabón,<br />

sólo una madre y un padre,<br />

que lo bañaban de amó<br />

El Niño, na máh nasé,<br />

la manita levantó<br />

y hasiendo un milagro grande,<br />

con su voz divina habló:<br />

Bendigo a todoh los niñoh<br />

que naserán como yo,<br />

ricoh de mucho cariño<br />

y pobreh de condisión<br />

y bendigo a los gitanoh<br />

que no tienen ambisión<br />

y son como pajarilloh<br />

que viven confiando en Dioh.»<br />

Ella se sintió la madre máh felí del mundo y<br />

cuando tuvo en suh brazoh a su niño, le paresió<br />

tené apretao contra su corasón al mihmo hijo de<br />

Dió. Su pobresa, era el lujo más impresionante del<br />

mundo, porque así también había nasío el Señó.<br />

En la puerta se dibujaron unah sombrah.<br />

«Son los Reyeh Magoh que vienen a adorá a mi<br />

hijo» Pensó emosioná, hahta que vio los tricornioh<br />

Entonseh se sintió morí.<br />

Pero loh guardiah, cautivaoh por la ehsena, y<br />

el día que era, se arrodillaron para besar a la<br />

criatura, darleh mil pesetah, una fiambrera con<br />

comida y un termo de café caliente. Sin desí ná se<br />

marcharon en silensio.<br />

«¿Cómo le vamoh a poné a nuestro hijo?»<br />

Preguntó el padre. «Manué, como el niño Dió, que<br />

149


ha hecho el milagro de que hasta los sivileh sean<br />

Reyeh Magoh»"<br />

Rocío calló. Sus ojos brillaban con una<br />

emoción poco usual en su temperamento<br />

desenfadado y seguro de sí mismo. Joaquín,<br />

avergonzado por su rechazo le ofreció solícito:<br />

- Anda, mujer, tómate un polvorón y un<br />

poquito de tortera.<br />

Ella, por primera vez desde que la conozco,<br />

rechazó la invitación. Yo le insistí:<br />

- Cógelos. Te veo muy afectada. ¿No será<br />

ese cuento tuyo una historia real?<br />

Rocío negó con la cabeza, sacudiéndola<br />

deprisa.<br />

-No se fíe de mih hihtoriah, señorito. Son<br />

cuentoh de gitana. ¿Me pueo llevá algunoh dulceh<br />

pá mi casa? El día de Nochebuena eh el<br />

cumpleañoh de mi niño.<br />

- Llévatelos todos, mujer... Oye, ¿cómo se<br />

llama tu hijo?<br />

Se levantó feliz, llenó una bolsa con lo que<br />

había sobre la mesa y, diciéndonos adiós con la<br />

mano, se dirigió a la calle. Cuando llegó a la puerta<br />

se volvió radiante y nos dijo:<br />

-Adióh Reyeh Magoh, que paresen uhtedeh<br />

de la guardia sivil... Mi niño se llama Manué... ¡Por<br />

supuehto!<br />

Y se marchó dejando la Peña Trianera llena<br />

de lucecitas que flotaban en el aire con toda la<br />

magia de la Navidad.<br />

150


EL EFECTO DOS MIL<br />

Acabo de despertarme, he recordado que<br />

estaba en Nochebuena y, no sé por qué, un extraño<br />

pensamiento se me ha venido a la mente. Hace<br />

muchos años, leí una novela de ciencia-ficción que<br />

me impresionó por absurda: en pleno mes de Julio<br />

comenzaban a adornarse las calles de las ciudades<br />

con motivos navideños, los árboles se llenaban de<br />

guirnaldas de luces, las tiendas se vestían de fiesta y<br />

llenaban los escaparates de figuras de Papá Noel. La<br />

gente, ilusionada por el ambiente, salía de compras y<br />

volvía cargada de regalos. La actividad en la<br />

Navidad anticipada era febril, a pesar de los<br />

goterones de sudor de los Santa Claus que<br />

soportaban la barba y el abrigo en pleno Agosto.<br />

La novela parodiaba el afán consumidor de<br />

las Pascuas, y exageraba la necesidad comercial de<br />

ampliar el periodo de ventas anticipándolo nada<br />

menos que seis meses. El final de la historia era<br />

dramático: el día de Navidad las calles aparecían<br />

vacías, apagadas, llenas de basura y sin rastro de<br />

fiesta; los hogares estaban tristes, ocupados por<br />

familias aburridas y deprimidas porque ya no había<br />

nada que comprar. Lo importante no era el<br />

nacimiento de Jesús, sino salir de tiendas.<br />

Aquel relato, que pretendía ser una triste<br />

premonición de una sociedad alienada por el<br />

consumo, me ha venido con frecuencia a la mente<br />

cada año al ver anticiparse el ambiente navideño. Y<br />

he ido sintiendo escalofríos al comprobar que, poco<br />

a poco, la caricatura se va pareciendo a la vida real.<br />

Este año, he visto calles engalanadas en<br />

noviembre y el Belén de mi parroquia encendido el<br />

día de la Purísima. Creo que es inexorable que el<br />

desarrollo, el nivel de vida y la globalización nos<br />

151


traigan costumbres y modas del extranjero, que nos<br />

separan de nuestras antiguas tradiciones, motivadas<br />

las más de las veces por la pobreza. Pero deberíamos<br />

permanecer alerta para no perder lo que es<br />

fundamental.<br />

Las Navidades de mi infancia no<br />

comenzaban hasta sólo tres o cuatro días antes de<br />

Nochebuena, con la lotería. En las casas no había<br />

guirnaldas de muérdago, flores rojas ni árbol<br />

cuajado de luces, sino un nacimiento con figuras de<br />

barro y un cielo con estrellas hechas con el papel de<br />

aluminio del chocolate.<br />

En el aparador, los dulces excepcionales de<br />

esos días: tortera de cidra, mazapanes, turrón del<br />

duro, del blando y polvorones. No existían tantos<br />

turrones de sabores exquisitos y sofisticados como<br />

hoy, pero con las peladillas y las frutas escarchadas<br />

no los echábamos de menos.<br />

No teníamos discos compactos con<br />

villancicos de Raya Real, o Plácido Domingo. La<br />

música corría a cargo de nuestras voces, de coro<br />

familiar, armados con panderetas y zambombas. Y,<br />

si queríamos sofisticación, tocábamos los<br />

instrumentos musicales de la escasez: una botella de<br />

aguardiente y una cuchara; un triángulo de acero; un<br />

cántaro y una alpargata.<br />

Las cartas a los Reyes no venían inspirada<br />

por televisión alguna sino por puestecillos callejeros<br />

con maravillosos caballos de cartón y cola de<br />

esparto, motos y coches de hojalata, muñecas de<br />

trapo, diábolos y tableros de parchís. Las compras de<br />

comida no eran tentadoras en tiendas sin la<br />

abundancia de los hipermercados. Entonces, el pollo<br />

era artículo de lujo y el pavo, de lujuria. Nadie<br />

soñaba con mariscos, salmones, angulas ni<br />

exquisiteces por el estilo.<br />

152


Lógicamente no había casi de nada y las<br />

economías domésticas no permitían dispendios, por<br />

eso era fácil no ser consumidores. Pero tampoco<br />

hacía falta: nadie echaba de menos lo que no<br />

conocía. Aquellas Navidades eran felices por sí<br />

mismas, todo lo que teníamos se disfrutaba como si<br />

echáramos la casa por la ventana, y la sencillez no<br />

nos impedía gozar de lo importante: la unión<br />

familiar y el nacimiento del Niño Dios, valorando el<br />

mensaje de pobreza, amor por las gentes y despego<br />

de lo material que simboliza.<br />

. Inquieto por la reflexión y la nostalgia<br />

me refugio entre las mantas, pero mis pensamientos<br />

se interrumpen bruscamente por el ruido de la radio,<br />

alguien la ha puesto y los villancicos llegan hasta mí<br />

almohada rompiendo mis recuerdos.<br />

"Esta noche es Nochebuena..." La radio llena<br />

mi casa de ternura con el sonido del villancico tantas<br />

veces oído y siempre tan nuevo. Reconfortado, me<br />

levanto de la cama, me pongo la bata sobre el pijama<br />

y me voy, como cada año, al salón a paladear el<br />

comienzo de uno de los días más bonitos que la vida<br />

nos ofrece.<br />

Todo está impregnado de Navidad: las flores<br />

rojas; la fuente de polvorones, turrones y peladillas<br />

sobre el aparador; el árbol con las luces que<br />

parpadean y, sobre el pequeño altar, el Misterio. El<br />

frío de la calle, que se adivina tras los cristales, hace<br />

aún más confortable la sensación de hogar cálido y<br />

familiar que las casas ofrecen de forma inigualable<br />

en las Nochebuenas.<br />

Lleno de paz, me acerco a las figuras que<br />

componen mi Belén de mayor. A las siete grandes<br />

piezas que representan a la Sagrada Familia, los<br />

angelitos, uno de ellos con un ala rota hace tiempo,<br />

diez veces pegada con Imedio y al final perdida para<br />

siempre, y la mula y el buey. La Virgen, arrobada,<br />

153


ignora mi presencia pendiente de su Hijo; San José,<br />

con la mano vacía, sosteniendo un cayado también<br />

desaparecido hace años, pierde su mirada<br />

ensimismado con no sé qué pensamientos; los<br />

ángeles miran al pesebre; los animales andan a lo<br />

suyo y, el único que parece darse cuenta de mi<br />

presencia, el Niño, clava en mí sus ojos negros.<br />

-¡Qué hermoso es sentirse frente a frente<br />

contigo! – pienso contemplándole -. ¡Qué bello es<br />

tenerte como referencia de amor, sencillez, familia,<br />

bondad!... Por cierto, esta Nochebuena dejas atrás<br />

otro milenio. - le digo en voz alta - ¡Qué<br />

trascendente debe ser tu mensaje y tu figura para<br />

que, en esta Nochebuena, la número dos mil de la<br />

Historia, los hombres nos sigamos sintiendo<br />

impulsados por tu espíritu en Navidad!<br />

Y, al oír mi voz, siento una punzada de<br />

inquietud.<br />

-¿Seguirás reinando también dentro de mil años?<br />

¿Perderá la sensibilidad la humanidad, cada día más<br />

embrutecida y que parece olvidarse de que existe el<br />

espíritu?<br />

Y me echo a temblar pensando en el efecto 2000. El<br />

cambio de fecha puede traer consecuencias más<br />

catastróficas que las que se encargaron de anunciar<br />

esas gentes de la informática que se han montado un<br />

negocio gigantesco con el cuento del nuevo siglo. El<br />

verdadero efecto 2000 no el de los ordenadores,<br />

sino la revolución cultural y espiritual que se nos<br />

aproxima.<br />

Entramos en una nueva era. Somos testigos<br />

del cambio más espectacular que va a sufrir el<br />

hombre en toda su historia: las telecomunicaciones<br />

nos van a hermanar de tal manera que van a<br />

desaparecer las distancias y el tiempo; la medicina<br />

suprimirá el dolor y la información acabará con las<br />

guerras y los dictadores. Aún falta algún tiempo para<br />

154


todo eso, pero intuyo que todo está a la vuelta del<br />

calendario.<br />

Sin embargo, el nuevo hombre no marcha en<br />

la dirección correcta. No pretende convertirse en un<br />

ser mejor. No cultiva el espíritu ni su escala de<br />

valores evoluciona por los caminos de la dignidad y<br />

la nobleza. ¿Qué será entonces de ti, pobre Niño?<br />

¿Superará la Navidad el efecto 2000? ¿Seguirán<br />

celebrándose Nochebuenas el próximo milenio, a<br />

pesar de los Internet y demás parafernalia?<br />

¿Olvidará el hombre a la familia, a lo que Tú<br />

representas y al mensaje de amor que encierra tu<br />

nacimiento? ¿Cuando desaparezcan los pobres del<br />

mundo y ya nadie sepa lo que es un pesebre,<br />

significarán algo tu mula y tu buey?<br />

Pero tus ojos brillan y tu leve sonrisa, Niño<br />

Dios, parecen transmitirme seguridad. De tu<br />

abandono y debilidad infantil se desprende un<br />

mensaje inequívoco:<br />

- Más solo y abandonado que ahora, estuve<br />

cuando nací, hace dos mil noches como la de hoy, y<br />

fíjate cómo he ido ocupando hogar tras hogar. No<br />

dudes, hombre de poca fe, tu Misterio superará el<br />

efecto 2000 y después el 3000 y todos los que<br />

quedan por venir. Porque mi mensaje de Amor, lo<br />

que yo represento, es el agua que apaga la sed de<br />

toda la soledad que esconde el corazón de los<br />

hombres. Ahora y siempre, necesitaréis unir a la<br />

familia y acompañar a los que están solos. Y, por<br />

eso, me tendréis a mí.<br />

Mientras la radio llena mi casa de<br />

villancicos, con el corazón lleno de paz, levanto al<br />

Niño, lo beso y me quedo arrobado mirándolo con la<br />

misma cara de esperanza y seguridad en el futuro<br />

con que lo mira su Madre.<br />

155


156


PARA LEER EL DIA DE<br />

NOCHEBUENA<br />

¡Albricias, por fin me han dado permiso!<br />

Llevo dos mil años solicitando autorización para<br />

publicar mis vivencias y siempre he recibido del<br />

Cielo la callada por respuesta. Y esta vez, sin<br />

conocer muy bien la razón, se me ha presentado de<br />

improviso un ángel mensajero, con moto y casco,<br />

naturalmente, y me ha comunicado el escueto<br />

mensaje:<br />

- Venga ya, pesado, cuéntalo.<br />

Y aquí me tienen ustedes, nervioso perdido,<br />

dispuesto a relatarles todo lo que llevo tanto tiempo<br />

guardado... ¿Qué me dicen? ¡Ah! ¿Que no saben<br />

quién soy?. Perdón, se me ha olvidado presentarme.<br />

Con la emoción no he caído en la cuenta de que no<br />

tienen ni idea de quién les habla. Yo soy el día de<br />

Nochebuena. Sí, sí, el mismo veinticuatro de<br />

diciembre en persona.<br />

Pues bien, una vez ya presentados, vayamos<br />

al grano. ¿Saben qué?.. Soy el día más importante<br />

del año. Sí, sí, aunque nunca se lo haya dicho nadie,<br />

y aunque piensen que hay otros de más renombre<br />

que yo, se equivocan. Soy el día más emocionante y<br />

más trascendente. Porque, no se olviden, soy el día<br />

de la esperanza.<br />

En esta vida, las cosas son más bellas cuando<br />

no se tienen y se sueña con ellas que una vez que se<br />

poseen. Y hoy es una jornada de preparativos, de<br />

vísperas, de ilusión contenida por lo que deparará la<br />

noche. Hoy todo el mundo se siente mejor, más<br />

generoso, más amable, más abierto a los demás.<br />

Busquen por el calendario, repasen los trescientos<br />

sesenta y cinco días del año, a ver si son capaces de<br />

157


encontrar otro en el que ustedes sean mejores<br />

personas. ¿Verdad que no?<br />

Lo supe en cuanto amanecí, hace dos mil<br />

años: aquella ocasión iba a ser diferente. Algo sutil<br />

brillaba en el ambiente y ese nerviosismo que<br />

precede a los grandes acontecimientos impregnaba<br />

toda la naturaleza.<br />

Los rayos del sol me saludaron y me<br />

anticiparon la noticia: esta noche nace... Y sentí<br />

temblar todos los segundos de mi cuerpo porque<br />

millones de veces me había preguntado cuál sería el<br />

día afortunado que presenciaría la llegada de Dios al<br />

mundo, y siempre había albergado la secreta, e<br />

improbable, esperanza de que fuera yo el designado.<br />

Incrédulo aún, recorrí la superficie del<br />

planeta detrás de la aurora, en busca del lugar<br />

elegido. Pero toda la Tierra me confirmaba mi suerte<br />

porque toda ella vibraba de emoción. Al llegar a<br />

Judea supe que aquél iba a ser el centro del universo.<br />

Como si llevase escrito desde el principio de los<br />

tiempos, todo se preparaba para el magno suceso.<br />

Había cambiado el viento y ahora soplaba del<br />

Noroeste llevándose hacia el mar todas las nubes y<br />

dejando un cielo limpio y frío. Las aves del cielo<br />

llenaban el firmamento de cánticos como si de sus<br />

pequeñas gargantas brotara a coro un Magnificat<br />

inigualable. Los olivos agitaban al compás sus<br />

pesadas ramas y los pastores silbaban intentado<br />

calmar a sus rebaños que saltaban gozosos<br />

anunciando una buena nueva.<br />

Allí abajo, en el camino de Jerusalén, los vi.<br />

Ella era aún una niña, bellísima, encinta, que<br />

soportaba el andar excitado de la mula - que también<br />

lo sabía -, sin alterar su dulce sonrisa de esperanza.<br />

Él, tirando del ronzal y apoyándose en el largo<br />

cayado, era un mozarrón sano y fuerte. De vez en<br />

cuando, miraba el rostro de su esposa intentando<br />

158


adivinar el momento inminente y con gesto de<br />

preocupación azuzaba al animal para que no<br />

remoloneara.<br />

Sería el mediodía cuando, a una legua de<br />

Belén, se cruzaron con una caravana que no había<br />

encontrado posada en el pueblo y marchaba a<br />

Jerusalén. El único albergue estaba repleto, porque<br />

toda la estirpe de David había acudido al censo y la<br />

mayoría de sus componentes había tenido que<br />

pernoctar al raso. Los viajeros, que iban de<br />

malhumor, los desalentaron de continuar hasta el<br />

caserío.<br />

Los nudillos del joven blanquearon al apretar<br />

el bastón denunciando su angustia. Pero algo le<br />

debió decir ella porque, con una sonrisa, volvió a<br />

iniciar el camino. A la derecha del sendero, una<br />

construcción semiderruida llamó su atención. Eran<br />

apenas tres muros de adobe, con una cubierta de<br />

brezo, cerrados por una empalizada de arbustos. En<br />

su interior sólo había un pesebre lleno de paja y un<br />

buey enfermo que había sido dejado allí por el<br />

transportista local.<br />

Todo el resto de la jornada me olvidé del<br />

resto del mundo y me concentré en aquel portal. Vi<br />

el afán de aquel chico preparando la venida al<br />

mundo de su Hijo, apilando heno para hacer más<br />

cómodo el lecho, tumbando a los animales para que<br />

lo abrigaran en la noche que se avecinaba,<br />

preparando en la hoguera la sopa que les iba a servir<br />

de cena, calentando agua y cortando trozos de lino.<br />

En ningún momento tuvieron ni una palabra<br />

de desánimo. Era tanta la ilusión que sentían por lo<br />

que se presentía, que emanaban la sensación de que<br />

aquel pajar era confortable y que bastaba con el<br />

aliento de las bestias para ambientar un hogar.<br />

Cuando anocheció, vi temblar de emoción las<br />

estrellas en el firmamento, y supe que Él estaba a<br />

159


punto de nacer. Los pastores guardaban sus rebaños<br />

y se aprestaban a venir a saludar al recién nacido.<br />

Detrás de las montañas, una caravana de magos<br />

perseguía a una estrella que acababa de situarse en el<br />

cenit sobre la cabaña.<br />

Comencé a temer que lo hiciera horas<br />

después de que yo me hubiese marchado y que fuera<br />

mi sucesor el que tuviera la enorme suerte de<br />

robarme la gloria. Pero no me importó, ya era tarde<br />

para que nada ni nadie me hurtara la maravillosa<br />

jornada vivida, la larga espera y la ilusión<br />

contenida, y supe que, a partir de entonces, me iba a<br />

convertir en el día de la esperanza, que es siempre<br />

mejor que el de la certidumbre.<br />

Y faltando un minuto para las doce, justo<br />

cuando me tenía que retirar hacia el Oeste, dejando<br />

paso a mi joven sustituto, una luz brillante brotó del<br />

interior del pajar, se mantuvo cegadora por unos<br />

segundos y después desapareció. Ese instante, que<br />

para mí fue una eternidad, me permitió contemplar<br />

el nacimiento de mi Creador, convertido en Hombre.<br />

Y llorando gotas de rocío, besé su pie desnudo antes<br />

de desaparecer dejando el paso a la Natividad.<br />

Esta noche es Nochebuena. Prepárese para<br />

ella y goce del día de hoy. Disfrute de mí que, desde<br />

entonces, no hago más que repartir bondad y<br />

esperanza por todo el mundo. Recréese en la paz, en<br />

el amor, quiera a todo el mundo y siéntase querido,<br />

busque a los suyos, entréguese a ellos y paladee la<br />

noche que se avecina... Esta maravillosa noche.<br />

160


REGRESO AL PRESENTE<br />

Las Navidades son los días más propios del<br />

año para el reencuentro con uno mismo. Días de<br />

estar en casa, de acurrucarse en el sillón, arropado en<br />

la camilla, y dejar pasar lentamente el tiempo para<br />

paladear a la familia, leer, ver películas dulces en la<br />

televisión, jugar con los hijos y los nietos, pecar con<br />

las bandejas de golosinas que dejan por ahí a nuestro<br />

alcance, y vivir la vida perezosamente.<br />

Las Navidades sirven para romper con el<br />

frenesí de la vida actual, para dejar aparcada a un<br />

lado la competitividad, olvidar la tensión y relajarse<br />

de verdad disfrutando de una existencia tranquila,<br />

sin el agobio de la civilización que nos ha tocado<br />

vivir.<br />

El día de Nochebuena me levanté tarde.<br />

Empleé más rato de lo habitual en el cuarto de baño.<br />

Desayuné, sin prisas, polvorones y turrón de<br />

chocolate, recochineándome en la dieta severa del<br />

resto del año. Leí tranquilamente el periódico...<br />

Enseguida supe que no iba a poder estar sin<br />

hacer nada útil. Tengo tan metido en el cuerpo el<br />

veneno de la actividad que cuando me quise dar<br />

cuenta estaba sentado delante del ordenador<br />

revisando cálculos y ordenando ficheros.<br />

Mi mujer me miró con tal cara de pena que<br />

comprendí que, si no reaccionaba, estaba perdido<br />

para siempre. Así que apagué mi calculadora y<br />

reflexioné un rato largo para ver en qué se me<br />

ocurría emplear tanto tiempo inusualmente libre.<br />

-¡Ya está! - me dije -. ¿No son estos días de<br />

recuerdos? Voy a volver a traer a mi vida todos los<br />

buenos momentos del pasado. Voy a regresar al<br />

161


ayer. Voy a repetir ahora todo lo que me hizo antes<br />

feliz y que tengo casi olvidado.<br />

Lleno de ilusión me dispuse a retroceder<br />

treinta o cuarenta años en mi existencia. Me imagino<br />

que ustedes se estarán preguntando cómo se hace<br />

eso. Pues muy sencillo: me metí en el trastero y<br />

comencé a desempolvar todos los tesoros que<br />

guardo, desde mi juventud, esperando un día, que<br />

nunca llega, para volver a revivirlos.<br />

A la media hora no podía dar crédito con el<br />

resultado de mi búsqueda. Encima de la mesa tenía<br />

un montón de tebeos de mis héroes infantiles; las<br />

viejas novelas del Encapuchado, Doc Savage y Bill<br />

Barnes; los discos de mis guateques de adolescente y<br />

un inmenso paquete de fotografías.<br />

Por fin volvería a ser joven, casi nada: podría<br />

releer unos tebeos únicos e irrepetibles; empaparme<br />

unas novelas de aventuras apasionantes, como nunca<br />

han vuelto a escribirse; y escucharía la mejor<br />

música romántica de toda la historia... ¡Iguales que<br />

la basura de hoy! También recuperaría en mis fotos<br />

la cara de mis amigos, las niñas de mi pandilla, mi<br />

juventud...<br />

Mi primera impresión no fue muy<br />

afortunada. Los tebeos no me entusiasmaron, por no<br />

decir que me decepcionaron. Los dibujos eran<br />

pobres, los argumentos ingenuos, el papel y la<br />

impresión de baja calidad... Nada que ver con las<br />

modernas ediciones a todo color de los dibujantes<br />

actuales...<br />

¡Claro! Me dije, era la postguerra. ¿Qué se<br />

puede esperar de una época tan dura? A mí me<br />

hicieron feliz porque no había otra cosa... Pero<br />

seguro que con las novelas no me pasaría lo mismo.<br />

Muchas de ellas eran de autores norteamericanos y<br />

allí los años cincuenta fueron otra cosa...<br />

162


¡Qué va! También me resultaron mediocres.<br />

Una literatura barata, carente de imaginación, con<br />

personajes estereotipados, sin la menor chispa...<br />

¿Cómo podía haberlas tenido tan idealizadas?<br />

Recuerdo que cuando releí el Coyote, no me dejó tan<br />

frustrado. Pero claro, es que el personaje de<br />

Mallorquí era mucho personaje, y su pluma mucha<br />

pluma. Mis Encapuchado, Antorcha, Doc Savage y<br />

Bill Barnes no tenían nada que ver con lo que yo<br />

recordaba de ellos.<br />

Dispuesto a no darme por vencido, abordé mi<br />

vetusta colección de discos. Se me ocurrió que,<br />

detrás de las uvas, podríamos dar un guateque como<br />

los de entonces. ¡Qué maravilla de fiestas!. Con<br />

Pérez Prado, Carasone, Domenico Modugno, Los<br />

Cinco Latinos, Los TNT... Armado con toda la<br />

ilusión del mundo, cogí el tocadiscos -¿dónde andará<br />

mi viejo pick-up de maleta con altavoces<br />

desplegables?- y el grabador de CD que me había<br />

traído Papá Noel, y me puse a componer un disco<br />

variado y surtido con todas las inigualables<br />

canciones de entonces.<br />

Me esperaba el handicap de los ruidos a<br />

refrito de las viejas placas, pero no contaba con la<br />

poca orquestación y la pobreza rítmica de la época.<br />

Que desilusión con el sonido de mi Sapore de Sale,<br />

La Escoba o el Me Conformo de Los TNT.<br />

Acostumbrado a la alta fidelidad y a la<br />

riqueza ambiental de las grabaciones actuales,<br />

aquello me pareció pobrísimo. Seguí grabando con<br />

el corazón encogido y los ojos húmedos de<br />

decepción, esperando el milagro de que mis amigos<br />

después, en el guateque, no fueran tan exigentes<br />

como yo. Pero, que va, acabamos bailando el Caribe<br />

Mix y el Rumbolero. Mis canciones viejas sólo<br />

despertaron un gesto de tristeza y poco más. Para<br />

163


divertirnos tuvimos que recurrir a lo que está de<br />

moda.<br />

Y con las fotos, para qué contarles... Me<br />

propuse hacer un álbum como el coleccionable de<br />

ABC de la historia del siglo. En cada página pegaría<br />

las fotografías antiguas correspondientes a un año.<br />

Así, al pasar las hojas, repasaría mi vida entera.<br />

¡Qué depresión! ¡Qué forma de envejecer en unas<br />

pocas páginas! ¡Qué manera de contemplar la<br />

tremenda velocidad del tiempo! Al comparar mi<br />

lozanía pretérita con las fotos actuales, me sentí de<br />

golpe mucho más viejo de lo que soy...<br />

El día uno de enero devolví todo al trastero.<br />

Encerré mi pasado donde debe estar, entre mis<br />

recuerdos; salí a la calle a empaparme del presente y<br />

di gracias a Dios porque me había tocado vivir en un<br />

país y en una época donde cada día era mejor que el<br />

anterior y peor que el que le seguirá.<br />

Tuve la sensación de haber hecho un viaje al<br />

pasado para encontrarme con un mundo menos<br />

cómodo, menos justo y menos bello. Porque, no les<br />

quepa duda, como el presente no hay nada. El<br />

pasado estuvo bien, muy bien, mientras fue presente,<br />

ahora debe permanecer guardado en el alcanfor de la<br />

nostalgia de nuestro corazón. Por eso, si se le ocurre<br />

repetir mi experiencia, no lo dude: regrese al<br />

presente cuanto antes, la decepción puede ser mortal<br />

de necesidad.<br />

164


CARTA DE NOCHEVIEJA<br />

¿Sabes niña? Hoy, día de fin de año, he<br />

decidido escribirte una carta. Porque hoy es el día en<br />

que más se siente el paso de la vida, esa vida que tú<br />

y yo vivimos juntos, esa vida que se nos va<br />

escapando nochevieja a nochevieja, sin pararnos a<br />

mirarnos a los ojos y a decirnos todo lo que<br />

necesitamos oír y nunca escuchamos.<br />

¿Sabes por qué se llama nochevieja esta<br />

noche? No es porque un año decrépito agonice,<br />

dejando su paso a uno nuevo y recién nacido. Si<br />

fuera así, también anoche hubiese sido nochevieja, y<br />

anteanoche, y todas estas últimas semanas. No. Esta<br />

noche recibe su nombre porque en ella hacemos un<br />

culto absurdo de nuestra vejez. Sí, sí, de la nuestra,<br />

no de la del año.<br />

Recuerdo con qué ilusión la aguardaba de<br />

niño. Era la oportunidad de sentirme mayor. Esta<br />

noche, mis padres no me mandaban pronto a la<br />

cama, sino que me dejaban sentirme ya como ellos,<br />

mayores, participando en una cena y en una fiesta<br />

como si ya fuera un hombrecillo. Lo importante no<br />

era lo bien que lo pasábamos, sino lo tarde que nos<br />

acostábamos, porque era una medida de lo mayores<br />

que éramos ya.<br />

En una época en la que la economía del país<br />

no era boyante, y que los banquetes escaseaban en<br />

los hogares, aquella cena sofisticada, con consomé,<br />

pavo relleno y erizo de mantequilla con púas de<br />

almendras, era todo un acontecimiento. Las uvas,<br />

tomadas a ritmo de radio nacional, con liturgia de<br />

parte de guerra, nos daban cierto aire de superioridad<br />

sobre los mayores, que más torpes que nosotros en el<br />

manejo del tiempo, porque para ellos iba demasiado<br />

165


deprisa, se atragantaban. En cambio a mí y a mis<br />

hermanos nos sobraba una eternidad entre uva y uva.<br />

El primer sorbo de champán - los niños no<br />

beben alcohol, así que con eso tienes bastante-<br />

significaba el paso al escalón de adolescente, aunque<br />

podría jurar que lo que nos daban era sidra el<br />

Gaitero. Y, después, participar en la fiesta con los<br />

gorros, narices postizas, serpentinas y confetis<br />

ofrecía la confirmación del ser mayor.<br />

Pero las bromas; las cosas de pega, entonces<br />

tan espectaculares y divertidas y que,<br />

desgraciadamente, a fuerza de ser repetidas, han<br />

perdido su eficacia; la bomba sorpresa, repleta de<br />

regalos que volaban por los aires para los niños; y lo<br />

demás, eran un puro retroceso infantil de mis padres<br />

y mis tíos, que se cruzaban conmigo, que quería ser<br />

más viejo, mientras que ellos se morían por ser más<br />

jóvenes.<br />

Y a la mañana siguiente, lo mejor. Presumir<br />

con los amigos de la hora que nos habíamos<br />

acostado, siempre exagerando un poco: yo a las tres,<br />

yo a las cuatro... Desde luego, hacerlo antes<br />

significaba el fracaso. Era reconocer que aún uno era<br />

demasiado pequeño para trasnochar.<br />

Con el paso del tiempo, la nochevieja se<br />

convirtió en otro reto de la edad: transformarse en la<br />

primera noche de salir solo y volver a casa a horas<br />

prohibidas. En nuestros tiempos, niña, eso ocurría<br />

rondando la mayoría de edad, pero después- y lo<br />

hemos vivido tú y yo, con los hijos- el afán por<br />

envejecer prematuramente se desplazó a edades<br />

inverosímiles.<br />

Qué ilusión la de nochevieja, en que los críos<br />

se disfrazan de hombres con corbata y las niñas se<br />

pintan y visten de gala, intentando anticiparle a la<br />

vida unos años, luchando por ser viejos antes de<br />

tiempo, sin saber que pierden un tesoro que no<br />

166


volverá, el de la infancia. Y que se aburrirán tan<br />

pronto de esas fiestas, que ofrecen tan pocas cosas<br />

nuevas, que dejarán estériles de contenido un<br />

montón de años, que hubieran sido más propios para<br />

lo que han anticipado absurdamente.<br />

Como ves, niña, esta noche es el gran<br />

pretexto para envejecer. Incluso cuando, una vez<br />

casados, le pedimos a los abuelos que se queden<br />

después de las uvas con los niños, para escaparnos a<br />

un cotillón, queremos sentirnos libres de hijos, como<br />

si ya hubiesen crecido y se hubiesen emancipado,<br />

para disfrutar a tope de la vida, una vida que<br />

comenzamos a intuir, precisamente esta noche, que<br />

se nos escapa y queremos paladearla intensamente<br />

antes de que sea demasiado tarde.<br />

Y después, hartos de Nocheviejas de hotel y<br />

salas de fiestas, que sólo ofrecen apreturas, masa y<br />

racionamiento, en las que uno se siente mal ante la<br />

obligación de divertirse como sea para amortizar la<br />

noche, volvemos a quedarnos en la paz del hogar,<br />

que ya no nos ofrece novedad alguna sino la<br />

felicidad serena de repetir el rito de tomar las uvas<br />

con los tuyos.<br />

También ahora, sigue siendo más importante<br />

la hora de irse a la cama que cómo lo pasas. Hay que<br />

aguantar como sea para que a uno no lo tilden de<br />

viejo. A nuestra edad, la nochevieja debería de<br />

llamarse la nochejoven, porque nos la tomamos<br />

como gran pretexto para acentuar nuestra juventud.<br />

La vida nos enseña el error de cambiar nocheviejas<br />

de niño, por otras de mayor, y ahora quisiéramos<br />

recuperarlas en un vano intento.<br />

Y, con ese espíritu, las convertimos llana y<br />

simplemente en un rollo. No hay nada más<br />

deprimente que luchar contra los años y sentirnos<br />

derrotados por la realidad de la vida.<br />

167


Por eso, niña, te propongo que le saquemos a<br />

esta noche, a esta nochevieja, todo el partido que<br />

tiene: disfrutar de ver a todos los nuestros sentados<br />

alrededor de la mesa; mirarnos tú y yo, con mirada<br />

cómplice de tantos años de adivinarnos el<br />

pensamiento, y decirnos con los ojos que, gracias a<br />

Dios, hemos disfrutado de otro año más juntos.<br />

Que el tiempo que ha pasado en estos últimos<br />

doce meses ha traído cosas buenas y cosas que no lo<br />

han sido tanto, pero al final seguimos viviendo y<br />

disfrutando del inmenso regalo que es la vida y lo<br />

que nos rodea.<br />

Después, al tomar las uvas y brindar, darte el<br />

tradicional beso de año nuevo. Y dártelo tan fuerte<br />

que emocionemos a la propia vida para que nos dé la<br />

oportunidad de repetirlo el año que viene. Porque<br />

esta noche, en la que como ninguna otra tomamos<br />

conciencia del tiempo, debe servirnos para valorar<br />

aquello que tenemos y que apenas consideramos: la<br />

suerte de vivir, de tener un amor y de contar con<br />

gente que nos quiere.<br />

Porque esta nochevieja, niña mía, no vamos a<br />

buscar ser mayores de lo que somos ni tampoco más<br />

jóvenes. Vamos simplemente a agradecerle al Cielo<br />

el regalo milagroso de asistir al nacimiento de un<br />

nuevo año, y a prometernos de nuevo todo el amor<br />

esquivo que necesitamos para seguir viviendo.<br />

168


EL GRAN REGALO<br />

Don Servando era tacaño, pesetero y sólo le<br />

salvaba de ser miserable su calidad de buena<br />

persona. El no hurtaba el dinero a los demás por<br />

maldad ni por hacer daño. Simplemente se le partía<br />

el alma cada vez que tenía que gastar una peseta en<br />

algo inútil, o que a él le pareciera un despilfarro, lo<br />

que, por otra parte, ocurría siempre.<br />

Su empresa, Tacones de Zapatos, S.A. era<br />

próspera y proporcionaba pingües beneficios<br />

porque surtía de tacones de plástico, corcho y<br />

aluminio a España entera. Pero, cualquiera que la<br />

visitara recibiría la impresión opuesta: austera; llena<br />

de cachivaches viejos, mil veces reutilizados, porque<br />

el lema de la compañía era "aquí no se tira ni la<br />

basura"; y con un aspecto mísero, que acentuaba una<br />

imagen de quiebra inminente, para impresionar a<br />

eventuales inspectores de Hacienda, trabajo o<br />

sindicatos.<br />

Estas Navidades, Don Servando estaba<br />

indignado. El nuevo convenio colectivo imponía<br />

que todas las fábricas de tacones debían regalar<br />

Reyes a los hijos de los empleados, y para su<br />

plantilla de cincuenta personas aquello suponía un<br />

pico.<br />

- En este país, hemos perdido los papeles -<br />

decía congestionado. - ya no sirven para nada los<br />

impuestos que pagamos los contribuyentes.<br />

Se cuidaba muy mucho de utilizar la primera<br />

persona del plural porque era consciente de que a<br />

Hacienda apenas le daba unas migajas, como,<br />

según su forma de ver la vida, debía hacer cualquier<br />

empresario eficaz.<br />

- Ahora pretenden echarnos encima una<br />

carga que siempre les ha correspondido a los Reyes<br />

169


Magos. Pero yo, por ahí no paso.<br />

Con aire decidido, se fue a uno de los<br />

hipermercados que exhiben ordenadores para la<br />

venta y permiten a sus clientes manejarlos, con el<br />

fin de engancharlos a la informática y venderles<br />

alguno. Por supuesto que él no se había comprado<br />

jamás ninguno. ¿Para qué, si cada vez que los<br />

necesitaba los usaba gratis en cualquier<br />

establecimiento en promoción?<br />

Se conecto a Internet y buscó la página<br />

WEB de los Reyes Magos de Oriente. Cuando<br />

apareció, tecleó en el recuadro del correo<br />

electrónico: "Exijo la presencia de un Rey cargado<br />

de regalos con destino a los empleados de Tacones<br />

de Zapatos, S.A. Los sindicatos pretenden que los<br />

empresarios les hagamos a Sus Majestades una<br />

competencia desleal, sustituyendo sus regias<br />

funciones. Pero nosotros somos respetuosos con las<br />

tradiciones".<br />

Y se volvió tan pancho a su fábrica,<br />

convencido de que aquello se iba a arreglar.<br />

Efectivamente, el día cinco de Enero por la<br />

mañana, entró su secretaria anunciándole:<br />

- Le quiere ver un señor negro... A mí me<br />

parece que es Finidi - dijo llena de excitación.<br />

Ante el asentimiento de Don Servando dio<br />

paso a un elegante caballero, cargado con un amplio<br />

portafolios, que daba la sensación de estar vacío, y<br />

una barba rala, casi imperceptible, que se presentó<br />

cortésmente.<br />

- Encantado de conocerle, Don Servando.<br />

Vengo a comunicarle que recibimos su mensaje y<br />

me ha tocado cumplir con la misión. Soy el rey<br />

Baltasar.<br />

Aunque el empresario esperaba que, de una<br />

manera u otra, se solucionara su problema, se<br />

mostró incrédulo.<br />

170


-¿No me engaña?<br />

- Qué va hombre, confíe en mí. Además le<br />

voy a dar una prueba. ¿Quiere llamar a su<br />

secretaria?<br />

Don Servando asintió y avisó a su<br />

colaboradora que escuchó atónita al visitante.<br />

- Me ha contratado su jefe para que mañana<br />

haga de rey y reparta los regalos de empresa entre<br />

los niños Sé que tiene usted un problema, porque<br />

su hijo pequeño está enfermo y no lo puede traer.<br />

No se preocupe, se lo daré ahora y lo puede llevar a<br />

casa.<br />

Abrió su maletín de tal manera que Don<br />

Servando pudo comprobar de refilón que estaba<br />

vacío. Introdujo sus manos y extrajo de él un<br />

ordenador portátil, cargado de juegos, de la última<br />

generación.<br />

La empleada se fue loca de alegría, con los<br />

ojos húmedos, sin acabar de creerse que su jefe se<br />

hubiera decidido a echar la casa por la ventana<br />

contratando a un actor para que, al día siguiente,<br />

repartiera los regalos.<br />

-¿A mí también me ha traído algo? -<br />

preguntó el empresario, mientras tragaba saliva<br />

imaginándose una caja fuerte nueva, un reciclador<br />

de papel usado o un robot sin consumo para<br />

sustituir a algún empleado.<br />

- Sí. Le traigo un gran regalo. El mejor.<br />

Pero se trata de una sorpresa. Se lo daré mañana.<br />

El dueño de la fabrica, loco de alegría, se fue<br />

a enseñar Sevilla a su ilustre visitante. Lo paseó por<br />

todos los lugares típicos, lo llevó a comer a<br />

Ezcaray, dejando naturalmente que pagara<br />

Baltasar, y le mostró el paso de la cabalgata por la<br />

calle Tetuán. Después fue a acompañarlo al Hotel<br />

Inglaterra donde le había hecho una reserva.<br />

- Debe acostarse pronto. Mañana tengo<br />

171


citados a todo el personal a las diez en la fábrica.<br />

Aprovechando que está usted aquí he anunciado que<br />

habrá regalos también para los padres y los<br />

abuelos... - miraba a hurtadillas al Rey Mago con<br />

aire del que se ha aprovechado haciendo una<br />

travesura -. ¿No le importa verdad?<br />

- No, no. Al contrario. Mi obligación es<br />

repartir felicidad. Cuanta más, mejor. A propósito,<br />

¿sabe lo que me haría feliz? : Que me llevara de<br />

tapeo por ahí. Creo que aquí tienen un vino, que se<br />

llama manzanilla, que es una delicia. Hasta mañana<br />

tenemos tiempo...<br />

Dicho y hecho, comenzaron a recorrer bar<br />

tras bar y a copear a catavino suelto. Como era<br />

natural, siempre pagaba Baltasar que, con los ojos<br />

brillantes, comenzó a cantar fandangos jaleándose<br />

con las palmas, al principio sordas y quedas, y<br />

después a pleno pulmón.<br />

- ¡Vaya tajá que ha agarrao el Finidi! - decía<br />

mas de uno al ver el estado lamentable del Rey<br />

Mago.<br />

Don Servando, alarmado, intentó arrastrarlo<br />

al hotel. Pero no lo consiguió hasta que Baltasar<br />

solo fue un fardo sobre su hombro. El médico del<br />

establecimiento fue tajante:<br />

- Este señor padece un coma etílico. Dudo<br />

que recupere el conocimiento antes de cuarenta y<br />

ocho horas.<br />

El empresario, aterrorizado con la que se iba<br />

a armar a la mañana siguiente en sus oficinas,<br />

después de lo que había asegurado y prometido, se<br />

dirigió, haciendo de tripas corazón, al Corte Inglés.<br />

Allí, encargó regalos para medio mundo. Cuando<br />

firmó el albarán de compra casi le da un síncope.<br />

Maldiciendo la Epifanía, regresó al hotel. En<br />

el armario de Baltasar resplandecía flamante el traje<br />

real. Mirando con odio al monarca frito, lo cogió y<br />

172


se lo llevó a casa.<br />

Al día siguiente Tacones de Zapatos, S.A. era<br />

una fiesta. Todos comentaban la esplendidez de los<br />

regalos y el milagro que había transformado a Don<br />

Servando en un rey tan generoso y tan feliz.<br />

Y la verdad era que jamás se había sentido<br />

tan contento y tan realizado. Aquel traje había roto<br />

algo dentro de él, y el hábito, en contra de lo que se<br />

dice, había hecho al monje. Nunca habría podido<br />

imaginar que se fuera tan feliz haciendo regalos y<br />

repartiendo alegría entre niños y mayores.<br />

Ebrio de satisfacción al ver tanta dicha, se<br />

metió la mano en el bolsillo y encontró una carta de<br />

Baltasar.<br />

«Este es mi gran regalo: -decía- Haber<br />

llenado su corazón de generosidad y enseñarle que<br />

la felicidad viene de dar y no de guardar. No hace<br />

falta que me devuelva el traje. La resaca me ha<br />

durado poco y ya he vuelto a Oriente. Úselo todos<br />

los días de su vida: hay que ser un rey Mago todo<br />

el año, aunque sea un monarca tacaño»<br />

P.D. ¿Quién es Finidi?<br />

173


174


CAPITULO VI:<br />

MI EMPALAGO POR SEVILLA


Y DIOS LO HIZO<br />

Cuenta la leyenda que el día en que Luzbel fue<br />

expulsado del Cielo los ángeles fieles se reunieron<br />

en conciliábulo. Aún sentían arder sus manos, aún<br />

tenían los ojos deslumbrados por el fulgor de las<br />

espadas llameantes, aún latían aprisa sus corazones,<br />

conmocionados por el gravísimo peligro que había<br />

corrido la Creación. Y aunque en sus bellos rostros<br />

resplandecía la serenidad por la victoria del bien, un<br />

velo de preocupación empañaba en sus miradas el<br />

brillo de las almas puras.<br />

Fue un arcángel de grandes alas transparentes<br />

el que tomó la palabra:<br />

- No podemos congratularnos de nuestro<br />

triunfo. Hemos librado a la Gloria de la bestia,<br />

hemos humillado al soberbio que intentó ser más<br />

que Dios, pero hemos pagado por ello un alto precio:<br />

el mal, expulsado del edén, ha huido a refugiarse<br />

entre los hombres.<br />

Los ángeles, subyugados por las palabras de su<br />

capitán, gimieron de compasión. Los pobres<br />

mortales, débiles, ingenuos, hechos de barro iban a<br />

ser carnaza fácil para Satán. Un tinte de amargura<br />

nublaba su gesta, y se sentían presos de la cobardía<br />

de aquel que se atrinchera en su castillo y deja<br />

abandonados, fuera de las murallas, a sus siervos<br />

indefensos a merced del adversario.<br />

Un querubín, que quería tranquilizar su<br />

conciencia intentó justificarse.<br />

- No sólo están hechos de barro. El hálito que<br />

les da la vida es un soplo del Creador. Dentro de su<br />

cuerpo animal también alienta un espíritu tan<br />

poderoso como el nuestro. Ellos sabrán defenderse.<br />

El arcángel negó con la cabeza:<br />

177


- El ángel caído es un enemigo terrible.<br />

Ladino, taimado, paciente, irá corrompiendo poco a<br />

poco el reino de los hombres. La ponzoña irá<br />

envenenando sus almas, frágiles y ciegas, y acabará<br />

por reducirlos a la condición de animales. El mundo<br />

perderá la parte más bella del espíritu, aquélla por la<br />

que vale la pena vivir, y el hombre despreciará la<br />

poesía, la nobleza, la generosidad, el amor por los<br />

demás, los sentimientos y la sensibilidad. Serán<br />

sustituidos por el hedonismo, el culto al egoísmo, los<br />

bajos instintos, la morbosidad y el materialismo.<br />

-¿No eres muy pesimista?<br />

- No. Llegará un día en el que el planeta entero<br />

será una cloaca en la que se contemple con ansiedad<br />

la exhibición de espectáculos degradantes, llenos de<br />

asco, enalteciendo las desviaciones, la mentira y el<br />

dolor ajeno. Los hombres irán a lo suyo, serán presa<br />

fácil para el maligno, y acabarán creyéndose más<br />

libres, sin darse cuenta de que serán cada vez más<br />

esclavos de los dueños del dinero y de los instintos<br />

de las bestias.<br />

El querubín gimió:<br />

-¿Y no hay solución?<br />

El arcángel, tras reflexionar largamente<br />

propuso:<br />

- Hemos de pedirle a Dios que no abandone a<br />

los mortales a su suerte. Ya sé que el Creador se ha<br />

prometido a sí mismo no intervenir, porque<br />

considera sagrado el libre albedrío. Pero debe<br />

ofrecerles una oportunidad, una tabla de salvación<br />

en la que permanezcan intocables la ilusión, la<br />

poesía y la sensibilidad del espíritu. Un oasis en el<br />

que se preserve todo lo bello del aliento de Dios y<br />

que sirva como referencia a los que, cegados por el<br />

materialismo, olviden que tienen alma.<br />

Los ángeles, súbitamente animados,<br />

comenzaron a diseñar ese trozo del edén<br />

178


trasplantado a la Tierra. Un lugar, preservado por<br />

milagro divino, donde guardar las esencias de lo más<br />

hermoso de la Creación. Frase, a frase, sugerencia a<br />

sugerencia, propuesta a propuesta fueron<br />

desgranando ante el Sumo Hacedor las cualidades<br />

que debería reunir el rincón terrenal del reino<br />

celestial.<br />

Un lugar hermoso,<br />

de firmamento tan azul como el Cielo,<br />

donde cada año renazca la magia<br />

y lo haga inmune a la monotonía.<br />

Un lugar distinto,<br />

que se renueve con las primaveras,<br />

con calles que huelan a flores,<br />

y rincones rebosantes de poesía.<br />

Que impregne el aire de culto a Dios<br />

y lo empape con aromas de cera e incienso.<br />

Lleno de hombres y mujeres<br />

capaces de olvidarse de su dura realidad<br />

para convertirse ellos mismos en versos<br />

integrantes de un inmenso poema,<br />

que canta saetas,<br />

mece a sus vírgenes,<br />

guarda silencios,<br />

siente escalofríos,<br />

vive el arte,<br />

mide la luz<br />

y llora impresionado por tanta belleza...<br />

179


El ángel del trabajo torció el gesto<br />

preocupado.<br />

-¿No te parece bien un lugar así? – le<br />

preguntó el arcángel.<br />

- Sus gentes terminarán siendo narcisistas. En<br />

un paraíso como el que describes, se sentirán tan en<br />

el cielo que se creerán ángeles. Trabajarán poco,<br />

lucharán menos y alcanzarán la complacencia<br />

simplemente mirándose. Confundirán el regalo<br />

divino con sus propios méritos.<br />

- Aún así merecerá la pena correr el riesgo.<br />

Le pediremos al Sumo Hacedor que nos ayude.<br />

Y, entonces Dios, sonriendo, hizo un gesto de<br />

amor infinito y ... ¡ Creó Sevilla!.<br />

180


EL VIGIA<br />

La primera vez que lo vi, merodeaba alrededor<br />

de la nave, mirando por las rendijas, se agitaba<br />

nervioso mientras intentaba ver lo que ocurría<br />

dentro. Pensé que se trataba simplemente de un<br />

curioso que quería presenciar las pruebas resistentes<br />

del Giraldillo. Olvidándome de él, entré en busca del<br />

profesor López Palanco, que me había invitado a<br />

contemplar el ensayo de viento a que se iba a<br />

someter la nueva Santa Juana.<br />

Hacía tiempo que la veleta de la Giralda había<br />

dado muestras de envejecimiento. Una vez<br />

desmontada, la inspección había puesto de<br />

manifiesto que había premura para reparar los daños.<br />

Ante una restauración complicada, se había optado<br />

por fabricar, con carácter provisional, una réplica de<br />

la escultura con materiales más duraderos y<br />

resistentes, que debía probarse antes de ser instalada<br />

a cien metros de altura Al problema de resistencia<br />

de los materiales, se superponía la contestación<br />

popular que se lamentaba del cambio de un viejo<br />

testigo de nuestra historia por una escultura recién<br />

nacida.<br />

Volví a la semana siguiente a curiosear las<br />

investigaciones. A la salida, casi me doy de bruces<br />

con el misterioso espía. Inquieto, como si hubiese<br />

sido sorprendido cometiendo un delito, me empujó y<br />

huyó despavorido.<br />

En mi tercera visita ya iba prevenido. Lo<br />

vislumbré agazapado detrás de unas cajas. De forma<br />

irresponsable, movido por no sé qué presentimiento,<br />

me acerqué por detrás y lo sorprendí. Se trataba de<br />

un hombre mayor, de edad indefinible, y mirada<br />

noble llena de tristeza. Sus ojos no eran los de un<br />

delincuente.<br />

181


Intentó escabullirse pero, acosado por mi<br />

determinación, encogió los hombros y se sometió a<br />

mi interrogatorio. Para demostrarme que no traía<br />

torpes intenciones, sonrió con aire cansado.<br />

Hablando despacio, como si hubiera perdido la<br />

costumbre de hacerlo, me explicó:<br />

- Soy el vigía de Sevilla. En las ciudades mágicas<br />

existe un espíritu encargado de vigilarlas para<br />

protegerlas del mal. Habita en un punto alto, para<br />

otear el horizonte, contemplar a través de las<br />

ventanas sus hogares, conmoverse con las penas<br />

secretas y complacerse con las alegrías de sus<br />

habitantes. El vigía de la ciudad vela de día y de<br />

noche para ahuyentar los malos espíritus, socorrer a<br />

los que sufren en silencio y coordinar la tarea de los<br />

duendes. Suele situarse en el interior de grandes<br />

estatuas, en el mástil de algún estandarte o en las<br />

veletas de las torres. Yo vigilo desde la Giralda.<br />

Pensé que era un pobre orate y le seguí la corriente:<br />

- Entonces usted es una especie de príncipe feliz.<br />

¿No? - le dije recordando el viejo y tierno cuento de<br />

Oscar Wilde.<br />

- Exactamente - me dijo emocionado -. Llevo<br />

siglos contemplando a mis pies a la ciudad más<br />

hermosa del planeta. Al principio, encaramado a tres<br />

manzanas doradas, cuidando de una Sevilla<br />

musulmana; después, en un modesto campanario de<br />

una ciudad cristiana; desde el siglo XVI gozo de una<br />

figura envidiable, la de Santa Juana...<br />

-¿Y ahora?... - pregunté con algo de sorna.<br />

- No tengo lugar. Han desmontado mi veleta y no<br />

estoy seguro de que la vuelvan a restituir. Me siento<br />

nervioso y cargado de responsabilidad porque, sin<br />

mí, Sevilla está indefensa.<br />

- Le van a poner otra nueva - le guiñé con<br />

complicidad, señalando a la brillante estatua llena de<br />

cables y esparadrapos.<br />

182


- No sé si podré vivir en ella. ¡Han sido tantos<br />

años con la antigua!... Sería como una traición. Me<br />

parece que moriré el día que se la lleven para<br />

repararla. En cualquier caso, no puedo ocuparla si no<br />

es aceptada por el Cielo. Yo sólo soy un<br />

funcionario...<br />

Lo dejé irse. El pobre loco me dio pena,<br />

aunque no tardé en olvidarle. Sin embargo hace unas<br />

semanas, recorriendo con D. Alfonso Jiménez, el<br />

arquitecto maestro de obras del templo, las cubiertas<br />

de la Catedral, el corazón me dio un vuelco. El<br />

responsable de las obras catedralicias, alarmado,<br />

acababa de descubrir a un hombre junto al nuevo<br />

Giraldillo que, una vez superadas las pruebas, estaba<br />

recién instalado sobre la torre. Nadie sin<br />

autorización podía estar allí a esa hora.<br />

A pesar de la distancia, lo reconocí<br />

inmediatamente. Se trataba del viejo loco. Temí<br />

verlo trepar, a tanta altura, por el torso de la brillante<br />

veleta. Y de repente, cuando esperaba angustiado<br />

verlo precipitarse al vacío, desapareció. Por un<br />

instante me pareció que se desvanecía, como si se<br />

hubiese fundido con la figura.<br />

Alfonso Jiménez volvió a mirar y me dijo:<br />

- Ya sé ha ido. Ha debido ser un operario<br />

rezagado.<br />

No contesté. Pero sonreí mirando el resplandor<br />

de la nueva Santa Juana, ya bendecida por el Cielo,<br />

que lucía cargada de tintes mágicos. Sevilla volvía a<br />

tener a su vigía, y los duendes, qué sería de nosotros<br />

sin ellos, volvían a tener quién los mandase.<br />

183


184


PASE DIRECTAMENTE<br />

En el Cielo estaban preocupados. El índice<br />

de inmigrantes con los papeles en regla para ser<br />

admitidos en la Gloria había descendido a límites<br />

alarmantes. Rara era el alma que lograba entrar en el<br />

Reino de Dios, y la cola de los rechazados, que se<br />

encaminaban cabizbajos a purgar sus penas, era cada<br />

vez más grande.<br />

Como la misericordia divina era infinita,<br />

cada día llegaban nuevos criterios de admisión más<br />

laxos. Bastaba ya con una virtud, una sola, para<br />

hacer borrón y cuenta nueva de los pecados y, con<br />

ello, poder entrar en la felicidad eterna.<br />

Pero a pesar de tan sustanciosas rebajas, casi<br />

ninguno de las aspirantes era considerado digno. El<br />

mundo había entrado en tal etapa de materialismo,<br />

desprecio del espíritu y culto al componente animal<br />

del hombre, que las virtudes habían pasado a la<br />

historia. Se había llegado a pensar que serían<br />

necesarias pateras para cruzar ilegalmente desde el<br />

tercer mundo terrenal al Reino celestial.<br />

Por eso, San Pedro estaba sorprendido con el<br />

número de permisos aduaneros que emitía San<br />

Joaquín: sus ingresos diarios alcanzaban la media<br />

docena de almas, todo un récord en estos tiempos.<br />

Dispuesto a averiguar la razón de ese éxito, y<br />

obsesionado por cortar cualquier brote de injusticia,<br />

decidió espiar al que, en su día, fuera abuelo de<br />

Jesucristo.<br />

La mayor parte de los difuntos que accedían<br />

a la Gran Puerta por la ventanilla de Joaquín<br />

cumplimentaban los formularios de pecados<br />

mortales, veniales, faltas, omisiones y rellenaba con<br />

mayúsculas los catálogos de virtudes. El Santo los<br />

corregía y, poniendo cara de compasión, les negaba<br />

185


el acceso. Pero había casos en que nada más<br />

comenzar a leer el expediente, sin revisarlo siquiera,<br />

miraba sonriente al aspirante y le abría la puerta sin<br />

otra explicación.<br />

Repasando, San Pedro, más tarde los pases<br />

de entrada en busca de una justificación a tan súbitas<br />

admisiones, sólo encontró un lugar común: todos<br />

procedían de Sevilla. Preocupado por la anomalía<br />

llamó a Joaquín:<br />

- Los de Sevilla cruzan sin más, como si<br />

trajeran salvoconducto. ¿No será porque tú eres el<br />

patrono de Triana? - rugió amenazador San Pedro.<br />

- No, señor - protestó vivamente el padre de<br />

la Virgen -. Estoy convencido de que todos los<br />

<strong>sevilla</strong>nos poseen y cultivan una virtud teologal: la<br />

Fe. No hay otro pueblo en la creación que demuestre<br />

tanto convencimiento por las cosas de la religión<br />

como el de Sevilla. Sus gentes se pasan el año<br />

llenando sus calles de imágenes santas y<br />

demostrándoles un profundo culto. Para mí no hay<br />

duda, ser <strong>sevilla</strong>no es sinónimo de tener fe. Y como,<br />

según las últimas decisiones de la Instancia<br />

Superior, con una virtud vale, me basta con que sean<br />

de Sevilla para que pasen directamente.<br />

Confundido, San Pedro decidió comprobarlo<br />

personalmente. Estaba convencido de que a Joaquín<br />

le pesaba tanto su relación afectiva con Triana que<br />

se sentía con la obligación de ejercer de patrón hasta<br />

para colar de rondón a sus protegidos en la corte<br />

celestial. Así que tomó la encarnadura mortal y se<br />

encaminó a espiar a la capital de Andalucía.<br />

Hacía siglos que no la visitaba y le<br />

sorprendió encontrarse con un lugar tan hermoso:<br />

había reventado la primavera y el ambiente<br />

embriagaba de luz, azahar, belleza y armonía.<br />

Era Semana Santa y la ciudad bullía con la<br />

expectación con la que se aguarda un nuevo milagro.<br />

186


Día tras día, noche tras noche, los <strong>sevilla</strong>nos<br />

aguardaban de pie, perdidos en enormes bullas, en<br />

un silencio mágico, el paso de horas y horas<br />

esperando unos minutos de poesía.<br />

Pero Joaquín exageraba: aquello no era la<br />

virtud de la fe: muchos de ellos acudían sólo<br />

buscando la plástica del momento: el olor a cera, la<br />

belleza de los pasos, la elegancia de su caminar, los<br />

mil y un encuadres perfectos... aunque, a veces,<br />

cuando llegaba el momento cumbre, un pellizco de<br />

emoción conmoviera sus corazones, y los pasos de<br />

Cristo crucificado y Madre dolorosa continuaran su<br />

camino ingrávido dejando atrás miles de hombres<br />

alterados dispuestos a buscar con ansia otro rincón<br />

donde floreciera algo que recordara a la fe.<br />

Cautivado por el ambiente y emocionado por<br />

tanta belleza no fue capaz de regresar. Se decidió a<br />

perderse por las calles, hipnotizarse con sus sabores<br />

y beberse toda la plástica de una primavera<br />

irrepetible. Si no hubiese sido por la llamada de lo<br />

Alto, que lo reclamaba urgentemente para que<br />

retomara sus obligaciones, se hubiera quedado para<br />

toda la eternidad.<br />

Lo primero que hizo el Santo Portero<br />

celestial al llegar fue comunicar su profundo rechazo<br />

a la tesis de que ser <strong>sevilla</strong>no era equivalente a tener<br />

fe. San Joaquín supo del desacuerdo del guardián de<br />

las llaves del Reino a su vuelta al Cielo, y,<br />

sintiéndose vigilado, no fue capaz de admitir sin más<br />

a un alma <strong>sevilla</strong>na que le había pedido la venia<br />

para entrar. Cuando ya marchaba cariacontecida para<br />

el Purgatorio, San Pedro intervino y la detuvo<br />

sorprendentemente:<br />

-¿Eres de Sevilla?... No precisas pasaporte,<br />

pasa directamente...<br />

Y al ver la cara de asombro de Joaquín,<br />

refunfuñó:<br />

187


- No se les puede prohibir la entrada. Los<br />

<strong>sevilla</strong>nos no tienen más fe que los demás, pero son<br />

ciudadanos celestiales por derecho propio. El día en<br />

que nacieron entraron directamente en el Cielo por<br />

voluntad de Dios... ¿No te has dado cuenta de que<br />

Sevilla es la delegación terrenal de la Gloria?<br />

188


MI SEVILLA ESTA EN ORDEN<br />

Tengo que confesarles algo: me siento un<br />

aficionado a los toros de segunda división. A pesar<br />

de ser un viejo abonado; a pesar de que cada año<br />

presencio una veintena de corridas; a pesar de que en<br />

el tendido hablo y actúo como un experto de la<br />

tauromaquia; a pesar de todo eso... no soy un taurino<br />

cabal.<br />

La mayor parte de los festejos me cansan. No<br />

puedo decir que me aburran, porque respeto mucho a<br />

los que se juegan la vida entre los cuernos, pero,<br />

para qué negarlo, es rara la ocasión en la que salgo<br />

de la plaza con la sonrisa en los labios. Y es que yo<br />

acudo a la fiesta buscando una sola cosa: magia. Y<br />

rara vez la encuentro. Me dan envidia los verdaderos<br />

aficionados que gozan con la lidia, que paladean los<br />

mil detalles técnicos que ofrece el manejo del toro,<br />

que perciben las dificultades, el gesto oportuno, el<br />

toque maestro y el buen quehacer.<br />

Me gustaría ser así y sacarle la esencia al<br />

trato adecuado a cada cornúpeta, siempre distintos; a<br />

la estrategia a lo largo de la lidia; al manejo del<br />

caballo y a la secuencia de lances que componen una<br />

faena completa. Pero, aunque percibo esos detalles y<br />

matices, no acabo de sentirme feliz. El trabajo bien<br />

hecho me satisface, pero no me emociona.<br />

Tampoco soy de los que se conforman con el<br />

ambiente. Una, dos, tres veces me puede satisfacer<br />

saludar a los cabales, vislumbrar algún famoso,<br />

empaparme de luz y colorido, disfrutar con el<br />

silencio o escuchar los clarines. Pero eso no me<br />

justifica tanta corrida. El ambiente es para mí<br />

condición necesaria, no puede existir nada mágico<br />

sin él, pero no suficiente.<br />

189


¿A qué le llamo magia? ¡Ojú! Cualquiera lo<br />

explica. Me imagino que cada uno tiene su concepto<br />

particular del hechizo, y que lo que a uno le<br />

impresiona, a otros no tanto. Para mí, para encontrar<br />

la magia de los toros, necesito la conjunción de<br />

cuatro cosas: rito, devoción, milagro y suerte.<br />

El rito de repetir, año tras año, una ceremonia<br />

con una liturgia especial; en la que siempre vuelvo a<br />

vivir, de nuevo, una experiencia con la esperanza de<br />

que, quizás esta vez, se produzca el prodigio. Una<br />

vivencia en la que se repiten el ambiente, los toreros,<br />

los aromas, los sonidos y los rostros, como si el<br />

tiempo no corriera y cada vuelta a empezar nos<br />

devolviera la juventud perdida.<br />

La devoción por los protagonistas de la<br />

fiesta. Uno no sabe por qué, pero hay toreros<br />

capaces de despertar nuestra dosis de brujería<br />

personal, mientras que otros, tan dignos y tan<br />

buenos, no lo consiguen. Todos tenemos nuestros<br />

favoritos, aquellos que guardan el secreto de nuestra<br />

magia. Sin esa devoción a estas figuras, es casi<br />

imposible que despierte el hechizo.<br />

El milagro es también imprescindible. El<br />

Cielo ha de propiciar el embrujo de la tarde: el toro<br />

ha de impregnarse del sortilegio y, lleno de bravura,<br />

danzar obediente al gesto del torero; el matador se<br />

transfigurará, olvidará el miedo y hará fácil lo<br />

imposible, ciñéndose a la bestia en una explosión de<br />

armonía, cadencia y embriaguez.<br />

Y por último, la suerte. No la de que no<br />

ocurra un percance, porque cuando brota la magia,<br />

desaparece el temor y nada malo puede suceder. La<br />

suerte necesaria es tener fortuna en la suerte<br />

suprema. No es casual que, al acto cumbre de la<br />

muerte del toro, se le llame también suerte...<br />

Si se dan esas cuatro cosas, brota la magia,<br />

mi corazón vibra de emoción, se conmueve lo más<br />

190


íntimo de mi ser y me siento pagado con creces de<br />

tantas tardes de cansancio y tedio. Por eso sólo me<br />

emociono en Sevilla, Ronda, Jerez y el Puerto, mis<br />

plazas mágicas; en días clave, como el domingo de<br />

Resurrección, en los que el rito se repite como una<br />

leyenda viva; y con mis toreros: Curro, Espartaco,<br />

Emilio Muñoz y Morante. Los hay mejores, pero no<br />

están en el mundo de mis hechizos.<br />

En las últimas temporadas, he asistido a la<br />

fiesta sin ilusión, renunciando a vivir la magia. Pero<br />

este año ya ha sido diferente: Emilio Muñoz ha<br />

vuelto a estar en la Maestranza, Curro ha lidiado con<br />

ganas y Espartaco ha toreado de nuevo... Aunque<br />

todos quizás por poco tiempo, mi faraón de Camas<br />

acaba de cortarse en silencio la coleta y los otros dos<br />

lo seguirán pronto, pero eso, ¿qué nos importa?....<br />

Ahí está el mejor torero del mañana: Morante de la<br />

Puebla<br />

- Pero maestro... ¿No se olvida de algo? ¿Y<br />

los toros?<br />

-¿Los toros?... ¡Cómo van a ser, como<br />

siempre, un desastre!<br />

Mi Sevilla vuelve a estar en orden...<br />

191


192


MI SEMANA SANTA<br />

Cada vez que llega la Semana Santa, desfilan<br />

por mi mente todas las escenas ligadas a la Sevilla<br />

de mi infancia, que son muy diferentes a las que viví<br />

de mayor y muy parecidas a las actuales.<br />

No cabe duda de que hay muchas formas<br />

de vivir las cofradías. A lo largo del tiempo vamos<br />

cambiando, y eso hace que, de año en año, se<br />

tengan nuevas vivencias y parezca todo distinto. A<br />

mí, que me encanta dar un repaso interno y lleno de<br />

sabores a las diversas etapas en las que he vivido la<br />

Pasión en Sevilla, me gusta sobre todo recrearme<br />

con las que tuve de niño en las que, cada primavera,<br />

sentía abrirse a mis ojos una ilusión nueva.<br />

Cada Domingo de Ramos, sólo una cosa<br />

permanecía siempre en su sitio: el aire. Creo que si<br />

no tuviera calendario sabría que había llegado ese<br />

día solamente por su especial e inigualable<br />

atmósfera: su mañana tiene una luz diferente, el<br />

azahar se cuela por todos los rincones, al respirar<br />

se nota una densidad profunda que casi puede<br />

palparse, los rostros de las gentes están cargados de<br />

expectación, como si algo viejo fuera a despertar, de<br />

nuevo, y toda la ciudad se conmocionara dispuesta a<br />

cumplir su rito más profundo.<br />

Todo lo demás, lo mío, porque uno mira la<br />

fiesta según le va, es distinto. Cada año, o quizás<br />

mejor cada lustro, mi Semana Santa evoluciona y<br />

se convierte en algo nuevo. A veces intenso y a<br />

veces casi desapercibido.<br />

Cuando era niño vivía muchas cosas<br />

ilusionantes: el placer de estrenar ropa nueva como<br />

anticipo de que me iban a sacar de paseo; el paso por<br />

el puente de Triana hacia el centro, cogido de la<br />

mano de mi madre; las sillas en la calle Sierpes,<br />

193


delante de Maquedano; la cera... Cada año, acudía<br />

con la ilusión de hacer la bola más grande de la<br />

historia. Y siempre lo conseguía. Después, durante<br />

semanas, fabricaría con ella pequeños nazarenos<br />

para jugar a las cofradías.<br />

Disfrutaba pidiendo caramelos, comiendo<br />

medias noches de Ochoa y viendo los pies de los<br />

costaleros, que se me antojaban llenos de misterio.<br />

En modo alguno los identificaba con aquellos<br />

cargadores de muelle, en camiseta, que iban detrás<br />

de los pasos para hacer algún relevo.<br />

El Señor y la Virgen me impresionaban, y<br />

no entendía las explicaciones maternas diciendo<br />

que sólo había un Dios y una madre. Yo veía<br />

muchos muy diferentes. Y las señoras de mi<br />

vecindad les rezaban a todos, como esperando de<br />

cada uno un milagro distinto. Recuerdo que llegué a<br />

aborrecer a los judíos, capaces de hacer sufrir tanto y<br />

llenar de heridas a Alguien tan bueno.<br />

Un día, me fijé en las trenzas rubias de una<br />

niña sentada a mi derecha, tres sillas más allá. Y la<br />

Semana Santa cambió. Ya no tuve ojos más que<br />

para aquel rostro, que recuerdo pálido y redondo,<br />

para su jersey azul y para unos calcetines blancos<br />

hasta la rodilla.<br />

Perdí interés por la cera, me daba vergüenza<br />

pedir caramelos y volvía la vista ruborizado si<br />

ella miraba en mi dirección. A partir de entonces,<br />

estaba deseando cada año que llegara el Domingo<br />

de Ramos, para que mi madre me llevara a ver esa<br />

niña tan bonita con la que soñaba despierto.<br />

Jamás hablé con ella. Ni siquiera sé si se<br />

fijó en mí. Pero me pasé dos o tres Semanas Santas<br />

pendiente de una mirada, jugando con la fantasía a<br />

salvarla de mil peligros y soñando con una sonrisa<br />

de gratitud.<br />

Como ella se hizo mayor, antes que yo, dejó<br />

194


de venir a sentarse en las sillas, y ese año dejé de<br />

interesarme por las procesiones, que comenzaron a<br />

parecerme muy pesadas:<br />

¡Qué aburrido era estar sentado horas y<br />

horas viendo pasar nazarenos que no se acababan<br />

nunca! ¡Qué triste sentirse niño, cuando uno quiere<br />

ser mayor, y se queda humillado pensando en que su<br />

bella niña ya es una mujercita que jamás se podrá<br />

fijar en un pequeño!<br />

Un domingo de Ramos, me puse mis<br />

primeros pantalones largos. Y me dejaron irme por<br />

ahí con los niños del colegio. Ese día me sentí ya<br />

un hombre serio y formal. Aquella tarde, murió<br />

una Semana Santa y comenzó otra nueva.<br />

Mis amigos me enseñaron a ser capillita y<br />

me iniciaron en esa asignatura que todo <strong>sevilla</strong>no<br />

como Dios manda tiene que aprobar: había que<br />

saberse de memoria el programa de las Cofradías,<br />

conocer todas las salidas y entradas, dominar los<br />

rincones especiales, donde la plástica de cada<br />

procesión es diferente, aprender el argot cofrade,<br />

comentar los estrenos, distinguir un respiradero<br />

bonito, criticar la forma de llevar un paso...<br />

Comíamos muy pronto, para estar a las dos<br />

en la calle viendo salir la primera. Después,<br />

andando muy deprisa, cuando no corriendo, nos<br />

dirigíamos al siguiente punto de encuentro. A pesar<br />

de que nos dábamos un atracón de palios, mecidas<br />

y Cristos agonizantes, nunca nos dábamos por<br />

saciados. Nuestra liturgia es tan variada y tenemos<br />

tantos escenarios dispersos e increíbles, que todo nos<br />

sabía a poco.<br />

Y eso que no veíamos ninguna entrada. A la<br />

diez había que estar de vuelta en casa porque, a<br />

pesar de nuestros pantalones largos y de la pelusa en<br />

el bigote, aún éramos unos mocosos para andar por<br />

ahí de noche.<br />

195


¡Qué ganas de ser mayor para poder ver<br />

entrar a los Estudiantes1 ¡Qué frustración no<br />

conocer aún las de madrugada! Existía toda otra<br />

Semana Santa que se nos escapaba y antojaba llena<br />

de maravillosas y misteriosas sensaciones, que se<br />

reservaban los adultos para ellos, Porque yo ya me<br />

sentía hombre, pero mi madre, evidentemente, no<br />

me veía como tal.<br />

Mientras, seguía saliendo de nazareno en<br />

Montserrat. Cada Viernes Santo, desde los ocho<br />

años, mi tío Vicente me llevaba fuera de mi Triana<br />

a una cofradía, a la que cogí mucho cariño, pero a la<br />

que sólo me ataba mi tía catalana.<br />

Mis amigos nunca entendieron que yo no<br />

saliera en los símbolos de mi barrio: la Estrella, la<br />

Virgen de la O, o el Cachorro. Para defenderme de<br />

mi deserción trianera, presumía ante ellos de que mi<br />

hermandad era la única que llevaba a las dos niñas<br />

más guapas de Sevilla: una Verónica morena y una<br />

Fe rubia. Y les dejaba intuir que hablaba con ellas<br />

antes de salir, y que las tenía locas por mí. ¡Qué<br />

farolero es uno en la adolescencia! Jamás les pude<br />

dirigir la palabra. Pero, claro, eso era<br />

indemostrable.<br />

También fue en esa época cuando, ansioso<br />

de exprimir la Semana Santa hasta la última gota,<br />

salía todas las mañanas a visitar templos; a<br />

coleccionar cintas de solapa con los colores<br />

cuaresmales; a ver los pasos del día, inmaculados,<br />

listos para la salida; y a conseguir estampas de las<br />

diferentes imágenes. Como no nos podíamos<br />

acostar tarde, nos levantábamos temprano y nos<br />

íbamos, serios y circunspectos, a repetir el rito de<br />

recorrer iglesias, en una ceremonia anual impropia<br />

de unos chavales pero que forma parte de eso que<br />

llamamos ser <strong>sevilla</strong>no.<br />

Fue otro domingo de Ramos el día en que<br />

196


aparecieron las niñas en mi vida. La pandilla<br />

cambió, y con ellas llegó otra forma de vivir la<br />

Semana Santa. Más pausada, menos exhaustiva pero<br />

más romántica. Las primeras miradas a los ojos, la<br />

mano femenina en la tuya, y los escalofríos de<br />

sentirse querido, se sucedieron a la luz de los cirios,<br />

junto a un paso meciéndose y bajo los ojos<br />

indulgentes de una Dolorosa que veía nacer el amor<br />

juvenil.<br />

He vivido muchas Semanas Santas más.<br />

Casado, con niños chicos, con niños grandes, con<br />

hijos casados... Cada día que pasa se va pareciendo<br />

más a ese perfume que no tiene precio y del que te<br />

bastan un par de gotas bien paladeadas para no<br />

perder el aroma.<br />

Sin embargo hay algo que sigue<br />

permaneciendo constante: el aire de ese Domingo<br />

de Ramos que cada año, cuando llega, me trae,<br />

impregnada en azahar, toda mi vida.<br />

197


198


EL MAR<br />

Sevilla se desperezó sensualmente y se dejó<br />

acariciar por el sol. Soñolienta se recreó<br />

contemplándose desde lo alto de la Giralda.<br />

- Que bella soy - se dijo -. Nada hay sobre el<br />

orbe que se me pueda comparar. ¿No es verdad,<br />

cielo?<br />

El firmamento, sin osar contradecirla, asintió<br />

envolviéndola en luz azul. La abrazó enamorado,<br />

con ese color especial que sólo dedica a la reina de<br />

las ciudades.<br />

Satisfecha, se volvió hacia el aire, y le<br />

preguntó coqueta:<br />

-¿Besas a otras igual que a mí?<br />

Remolinos suaves pusieron piel de gallina en<br />

sus calles. Brisas tenues se cargaron de aromas en el<br />

parque y perfumaron con mimo todos los rincones,<br />

exagerando piadosamente un amor eterno.<br />

Indolente, segura de sí, se fijó en el río, su<br />

amante verde.<br />

- ¿Es cierto que no hay otro lugar en el<br />

mundo tan bonito como tu novia? ¿Me juras que<br />

todo lo que existe en el planeta está loco por mí?<br />

Y el Guadalquivir mintió como sólo lo<br />

saben hacer los enamorados:<br />

- Todos te adoran y todos te desean.<br />

Sevilla sonrió orgullosa y volvió a cerrar los<br />

ojos para soñar, como cada día, consigo misma.<br />

Unos sollozos la turbaron.<br />

-¿Cómo es posible que nadie pueda estar<br />

triste? - exclamó escandalizada -. Yo soy perfecta.<br />

Me han consagrado reina de la alegría. Ninguna<br />

lágrima puede turbar mi complacencia.<br />

Buscando el llanto, encontró a una bella<br />

mujer acodada en la barandilla del puente de Triana,<br />

199


con la vista perdida en la lejanía, como si quisiera<br />

volar sobre el río hacia un destino ignoto.<br />

-¿Qué te ocurre, niña? ¿Por qué lloras? - le<br />

preguntó, disfrazada de gitana de la Cava -. ¿Cómo<br />

eres desgraciada en un sitio tan bello?<br />

- Echo de menos el mar<br />

-¿El mar? - inquirió Sevilla extrañada -.<br />

¿Cómo es que jamás oí hablar de él?<br />

- Es lo más bello de la Tierra - replicó la<br />

joven anegada en gotas de pena -. Un reino inmenso<br />

de agua salada, coronado de espuma, apasionado y<br />

tranquilo, indómito y dócil que cautiva para siempre<br />

al que nace a su vera.<br />

-¿De dónde eres? - preguntó la gitana de<br />

mentiras, curiosa e inquieta.<br />

- Soy del Norte. De un lugar donde el<br />

océano es violento y viril, de un sitio en el que<br />

acaricia a la costa con gestos rudos y estalla de<br />

amor en cada beso. De un rincón en el que la mirada<br />

se te pierde en el horizonte azul y ya no la recuperas<br />

más... Lo echo mucho en falta.<br />

-¿Pero no te compensa todo lo que Sevilla te<br />

ofrece?<br />

- No, lo siento. Es muy linda, pero le falta<br />

mi mar.<br />

-¿Y cómo es que él no ha venido nunca aquí<br />

para verla? ¿No está enamorado de ella como todas<br />

las otras cosas del mundo?<br />

- Creo que ni la conoce - dijo la mujer<br />

sincera, sorbiendo las lágrimas salobres que le<br />

recordaban el sabor del océano perdido.<br />

Sevilla se encogió enfadada. Cerró los ojos y<br />

dejó que el día se pusiera gris e insoportable. Se<br />

sentía tonta y engañada. Llevaba siglos rodeada por<br />

mentiras. Nunca nadie le había dicho que existiera<br />

algo tan bello y que, encima, no pertenecía a su<br />

séquito de amantes. Y, sin embargo, ahora que lo<br />

200


sabía tenía conciencia de que había llegado a<br />

intuirlo.<br />

Cada vez que se asomaba a los muelles<br />

llenos de barcos que iban a América, con hombres<br />

movidos por la ilusión y la aventura, preguntaba por<br />

su destino. Pero el río le hablaba de otras tierras, de<br />

oro y de especias, nunca del mar. Y si ella<br />

preguntaba por qué se llamaban marinos, nadie<br />

había querido jamás responderle. Tanto es así que<br />

llegó a creerse que era un adjetivo más de su<br />

Triana y se atribuyó, tonta de ella, el nombre de<br />

ciudad marinera.<br />

Decidida, puso al Giraldillo de puntillas<br />

para ver si vislumbraba a lo lejos las olas del<br />

océano, pero a lo más que llegó fue a adivinar la<br />

marisma con nubes de flamencos rosados llenando el<br />

aire.<br />

Enamorada de un imposible, despechada por<br />

saber que sus encantos no cautivaban a alguien tan<br />

bello, se dirigió a una de las palomas del parque.<br />

-¿Sabes del mar?<br />

-¿Quién no lo conoce, madre?<br />

-¿Serías capaz de llevarle un mensaje?<br />

- Está lejos, pero si quieres iré...<br />

Y, lanzando las alas al cielo, se dirigió al Sur<br />

en busca del océano. Más de una vez se sintió<br />

perdida y cansada, y tuvo que reposar en los juncos<br />

de la orilla del río. Pero un par de gaviotas<br />

sonrieron al saber de una paloma que quería decirle<br />

algo al mar y la guiaron llenando el aire de gritos de<br />

aviso.<br />

Las olas suaves, acogieron con rumores a la<br />

mensajera.<br />

-¿Qué quieres? ¿Qué recado nos traes?<br />

La paloma había nacido en San Jacinto, al pie<br />

de la Cava. Y era medio gitana. Por eso sabía muy<br />

bien lo que tenía que decir.<br />

201


- Acabo de conocer a la reina de las<br />

ciudades y me he quedado extrañada de que el mar<br />

no haya sido capaz de conquistarla. No debe ser tan<br />

poderoso como presume cuando aún no ha logrado<br />

rendirla de amor<br />

Un orgullo denso surgió de las<br />

profundidades y encrespó violentamente la<br />

superficie, que pasó de un azul tranquilo a un verde<br />

esmeralda.<br />

- Mis amantes son las villas más importantes<br />

del planeta – rugió -. No existe paisaje perfecto que<br />

no esté bañado por mis aguas. No hay ciudad<br />

mágica que no sea novia de los océanos. Seguro que<br />

me hablas de alguna situada en el interior - la voz<br />

agitada del oleaje se tornó despectiva -. Todas las<br />

poblaciones de tierra adentro carecen de la<br />

majestuosidad que les daría el escenario maravilloso<br />

que yo otorgo a mis amadas.<br />

- Por una frase así se hizo famosa una zorra<br />

dirigiéndose a unas uvas - rió la paloma -. No me<br />

extraña que, viéndote impotente para conquistar a lo<br />

más bello del mundo, la desprecies. Sevilla es un<br />

sueño, la cortejan el aire, el cielo y el sol. Pero<br />

quizás añore a un amante tan poderoso como tú.<br />

El mar se conmovió de Este a Oeste y de<br />

Norte a Sur. Olas gigantescas, más altas que nunca,<br />

se empinaron sobre la costa para otear el horizonte<br />

y conseguir ver a la pretendida amante. Pero fue<br />

inútil, durante días, Sevilla buscó el océano<br />

aupándose sobre la Giralda y el mar lo hizo con ella<br />

alzándose sobre las espumas del oleaje. Y era tal el<br />

ansia con que lo hacían que el deseo los idealizó<br />

con la fuerza del amor imposible. Sevilla se volvió<br />

loca por el mar y éste perdió el sentido por ella.<br />

Fue la paloma la que propuso usar al río<br />

como pretexto. La marea engatusó al Guadalquivir y<br />

le ofreció mezclar sus aguas en un gesto casi<br />

202


obsceno. Y, una vez aceptado el matrimonio, el<br />

mar envió con ella un torrente salado que subió<br />

contra la corriente hasta besar la orilla desnuda de<br />

Sevilla.<br />

La ciudad notó la caricia y se estremeció.<br />

Sin que el tonto del río se diera cuenta, a la vez que<br />

creía cortejar, en su eterno noviazgo, el mar<br />

mandaba una parte de sí a robar el cariño de la bella<br />

casquivana. Sólo podía hacerlo durante unas horas.<br />

La inevitable vaciante de la bajamar se las devolvía<br />

de nuevo. Pero bajaban alegres, cargadas de azahar<br />

y llevando besos a hurtadillas de una reina mora.<br />

Hoy Sevilla sabe que existe el océano;<br />

conoce que hay bellísimas ciudades desposadas<br />

con él; asume que ella nunca será su dueña, pero<br />

no le importa porque está segura de que tiene un<br />

amante que se pasa seis horas cada día saboreando<br />

sus besos; otras seis, robándole caricias; seis más<br />

llorando por la separación y, por último, otras seis<br />

feliz por volverla a tener. Y, como no hay amor<br />

más fuerte que el incierto, ella está segura que es la<br />

única novia con la que sueña, con nostalgia y deseo,<br />

el azul profundo del mar.<br />

203


204


A MODO DE EPILOGO


EL PROYECTO DE LA VIDA<br />

En el cenit de la vida, el hombre se detuvo un<br />

instante y oteó el horizonte. Hacia delante, el camino<br />

de su existencia descendía inexorable, ladera abajo,<br />

hasta perderse en una selva oscura en la que era<br />

difícil adivinar el fin del trayecto.<br />

La mirada hacia atrás le descubrió un pasado<br />

ascendente que se exhibía íntegro, desde esa<br />

perspectiva de la madurez, mostrando los repechos<br />

difíciles, las cimas conquistadas, los lugares que<br />

fueron testigos de caídas y dejaron su cuerpo<br />

magullado, y los remansos de paz y alegría que<br />

habían alentado su marcha.<br />

Suspiró satisfecho por lo recorrido y, antes<br />

de emprender el descenso, miró a su alrededor. Se<br />

encontraba, como siempre, en una encrucijada de<br />

senderos por la que se cruzaba con otros peregrinos<br />

que seguían la ruta de su destino.<br />

Por ella deambulaban jóvenes con cara de<br />

desconcierto, intentando saber cuál era la dirección<br />

adecuada; viejos de mirada de derrota que se<br />

dejaban deslizar por las cuestas abajo más<br />

pronunciadas; chicos cargados de ambición,<br />

eligiendo la cresta más empinada; gente cómoda que<br />

huía de dificultades; personajes dubitativos que<br />

nunca sabían qué camino tomar; y hombres y<br />

mujeres de mirada firme, que seguían la trayectoria<br />

que, ellos mismos y su escala de valores, habían<br />

elegido: la humanidad entera recorriendo la vida.<br />

Satisfecho por vivir y por haber vivido,<br />

volvió a mirar hacia adelante intentando adivinar lo<br />

que le aguardaba y preguntándose cómo y cuándo<br />

sería el final. Era consciente de que le quedaba por<br />

recorrer el peor trecho de su existencia, donde iría<br />

207


perdiendo amigos en cada recodo y su naturaleza,<br />

mermada y frágil, iría rompiéndose poco a poco.<br />

Por un momento, su corazón sufrió un tinte<br />

de angustia: sabía con certeza que lo peor estaba por<br />

venir, que el afán por escalar su cumbre personal ya<br />

había desaparecido y se preguntó si valía la pena<br />

continuar la marcha.<br />

Pero la vacilación duró sólo un instante.<br />

Como si le adivinara el pensamiento, su mujer apoyó<br />

con delicadeza la mano en su brazo, le miró a los<br />

ojos confiada y se quedó expectante, como<br />

indicando que aguardaba que él iniciara el camino<br />

para recorrer juntos la gran andadura.<br />

Los ojos del hombre se llenaron de ternura y<br />

sus arterias fatigadas comenzaron a latir de nuevo<br />

con el viejo impulso. ¡Qué distinto -pensó- hacer<br />

solitario este recorrido que ir con ella! Y dio mil<br />

gracias al Cielo por haberla encontrado y haberse<br />

fundido los dos en un solo ser. ¡Qué diferente<br />

resultaba la vida si uno emprendía solo la aventura<br />

de la existencia en lugar de hacerlo unido a su gran<br />

amor!<br />

Y el hombre se hizo mil preguntas. ¿Dónde<br />

radicaba esa certeza de que ella y él eran ya una sola<br />

cosa? ¿Por qué con ella valía la pena vivir lo que se<br />

antojaba duro y difícil, y sin su presencia el futuro<br />

no ofrecía el menor atractivo? ¿Cómo es que esa<br />

sensación de amor, de entrega, de protección y de<br />

ser protegido a la vez superaba los inevitables<br />

momentos de discusión, de incomprensión, de<br />

exigencia o de enfado?<br />

Volvió la cabeza atrás para vislumbrar de<br />

nuevo su pasado, escudriñó con avidez aquel<br />

sendero de la vida donde la conoció y buscó, entre<br />

las flores que lo contorneaban y en los guijarros de<br />

la calzada, la respuesta.<br />

208


Pronto la obtuvo. Desde el cenit de su vida,<br />

era fácil ver lo que los recodos de la marcha habían<br />

impedido contemplar con la suficiente perspectiva.<br />

Ella y él comenzaron a ser uno solo el día en que<br />

proyectaron hacerlo así, y, desde entonces, cada hora<br />

de su existencia fue dedicada sin la menor vacilación<br />

a hacer realidad ese proyecto.<br />

Recordó sonriente las primeras etapas, en las<br />

que él buscaba sólo compañía: una joven hermosa,<br />

de hablar agradable, que le hiciera pasar buenos<br />

ratos en los momentos de soledad; una acompañante<br />

que no fuera áspera, que no exigiera demasiado, que<br />

aceptara sus defectos y con la que la convivencia se<br />

viera rara vez perturbada.<br />

Y pensó que muchos hombres y mujeres no<br />

superan jamás esa etapa y se convierten sólo en<br />

compañeros del recorrido de la vida. Cuántos hablan<br />

de su compañera, pensando sólo en un ser que los<br />

acompaña, que les da compañía. En el fondo,<br />

recorren la existencia con el alma hueca, vacíos por<br />

dentro, porque lo único que buscan es sentir que<br />

alguien va con ellos y les rellena los instantes<br />

amargos de soledad.<br />

Pero el secreto estaba en otro sitio: en aquel<br />

repecho del camino donde sintió la necesidad de<br />

fundirse con ella en un solo ser. Para lo bueno y para<br />

lo malo, para disfrutar de sus virtudes y para<br />

soportar sus defectos, para compartir el pan, la sal, la<br />

ilusión y el aire que se respira.<br />

Allí cambió todo. A partir de ese momento,<br />

ya no fue una compañera, a veces maravillosa, a<br />

veces aburrida y a veces insoportable. A partir de<br />

ese instante, no fue otra cosa que él mismo. Jamás<br />

volvió a verla como una extraña; ni vislumbró la<br />

posibilidad de separarse de ella, a pesar de sus<br />

inevitables discusiones y de sus discordias. ¿Piensa<br />

alguien cortarse la cabeza porque le duele?<br />

209


Desde ese día, su vida, la de los dos, fue un<br />

solo proyecto: tendremos una casa, la nuestra; la<br />

construiremos poco a poco, juntos; engendraremos<br />

hijos, con lo mejor de los dos; los sacaremos<br />

adelante, ilusionados; buscaremos el triunfo, sin<br />

competir, porque somos la misma cosa; y viviremos,<br />

el uno para el otro, aún siendo distintos y chocando<br />

mil veces.<br />

Recordó, con una sonrisa, lo difícil que había<br />

imaginado el compromiso de vivir un proyecto de<br />

vida, renunciando a ser uno solo, cómo le costó<br />

suscribirlo y lo bella que había resultado al final esa<br />

renuncia.<br />

Ahora, desde el cenit de la vida, contempló<br />

satisfecho la ruta que habían recorrido juntos.<br />

También miró hacia el futuro, que el tremendo<br />

silencio de Dios teñía de incertidumbres y<br />

claroscuros. Pero no importaba. Estaba ella y, con<br />

ella, valía la pena recorrer cualquier sendero. Y, ya<br />

sin miedo al porvenir, sabiendo que aún quedaban<br />

líneas del proyecto por escribir, la miró a los ojos, le<br />

pasó la mano por el hombro, buscó su apoyo, a la<br />

vez que le transmitía la firmeza de su brazo y, dando<br />

de nuevo gracias al Cielo por tenerla consigo,<br />

emprendió con ella el trayecto de bajada.<br />

210


INDICE<br />

I. INTIMIDADES<br />

Mi primera salida ......................................... 13<br />

Mi tren de entonces ...................................... 19<br />

Se ha perdido un ángel ................................. 23<br />

Carta a un perito industrial........................... 27<br />

Soñar contigo ............................................... 31<br />

Mi columna .................................................. 35<br />

II. TRIANA INTIMA<br />

Santa Ana ..................................................... 41<br />

El sueño de Santa Ana.................................. 45<br />

El cuento....................................................... 49<br />

Marismas de plata ........................................ 53<br />

La cofradía ................................................... 57<br />

La caseta del Altozano ................................. 61<br />

Una velá nostálgica ...................................... 71<br />

III. CRONICAS INTIMAS DE VERANEANTE<br />

Cómo ir de veraneo ...................................... 77<br />

De vacaciones............................................... 81<br />

La puerta....................................................... 85<br />

El mercadillo ................................................ 89<br />

Otro mercadillo ............................................ 93<br />

El super......................................................... 97<br />

Atardecía ...................................................... 101<br />

Volver a empezar ......................................... 105<br />

Se acabó el veraneo...................................... 109<br />

Setiembre...................................................... 113<br />

IV. RELATOS EXTRAVAGANTES<br />

El baúl de los artículos ................................. 119<br />

Vacía ............................................................ 123<br />

Un tenorio digital ......................................... 127


NAVIDAD DULCE NAVIDAD<br />

El duende de Navidad .................................. 139<br />

Ambiente Navideño ..................................... 143<br />

El efecto dos mil........................................... 147<br />

Para leer el día de Nochebuena .................... 153<br />

Regreso al presente ...................................... 157<br />

Carta de Nochevieja ..................................... 161<br />

El gran regalo ............................................... 165<br />

V. MI EMPALAGO POR SEVILLA<br />

Y Dios lo hizo .............................................. 173<br />

El vigía ......................................................... 177<br />

Pase directamente......................................... 181<br />

Mi Sevilla está en orden............................... 185<br />

Mi Semana Santa.......................................... 189<br />

El Mar........................................................... 195<br />

A MODO DE EPILOGO<br />

El proyecto de la vida................................... 203


Este libro se acabo de.....


PROLOGO...............................................................................9<br />

CAPITULO I: INTIMIDADES ......................... 15<br />

MI PRIMERA SALIDA......................................................17<br />

MI TREN DE ENTONCES ................................................23<br />

SE HA PERDIDO UN ANGEL..........................................27<br />

CARTA A UN PERITO INDUSTRIAL.............................31<br />

Sueños CONTIGO ..............................................................35<br />

MI COLUMNA...................................................................39<br />

CAPITULO II:................................................. 43<br />

TRIANA INTIMA ............................................ 43<br />

SANTA ANA ......................................................................45<br />

EL SUEÑO DE SANTA ANA ...........................................49<br />

EL CUENTO.......................................................................53<br />

MARISMAS DE PLATA ...................................................57<br />

LA COFRADIA ..................................................................61<br />

LA CASETA DEL ALTOZANO........................................65<br />

UNA VELÁ NOSTALGICA ..............................................75<br />

CAPITULO III:................................................ 79<br />

CRONICAS INTIMAS DE .............................. 79<br />

VERANEANTE .............................................. 79<br />

cómo IR DE VERANEO.....................................................81<br />

DE VACACIONES.............................................................85<br />

LA PUERTA .......................................................................89<br />

EL MERCADILLO.............................................................93<br />

OTRO MERCADILLO.......................................................97<br />

EL SUPER.........................................................................101<br />

ATARDECIA....................................................................105<br />

VOLVER A EMPEZAR ...................................................109<br />

SE ACABO EL VERANeo...............................................113<br />

SETIEMBRE.....................................................................117<br />

CAPITULO IV: ............................................. 121


RELATOS EXTRAVAGANTES................... 121<br />

EL BAUL DE LOS ARTICULOS....................................123<br />

VACIA ..............................................................................127<br />

un tenorio digital ...............................................................131<br />

CAPITULO V: .............................................. 141<br />

NAVIDAD DULCE NAVIDAD...................... 141<br />

EL DUENDE DE NAVIDAD...........................................143<br />

AMBIENTE NAVIDEÑO ................................................147<br />

EL EFECTO dos mil .........................................................151<br />

PARA LEER EL DIA DE NOCHEBUENA ....................157<br />

REGRESO AL PRESENTE..............................................161<br />

CARTA DE NOCHEVIEJA .............................................165<br />

EL GRAN REGALO.........................................................169<br />

CAPITULO VI: ............................................. 175<br />

MI EMPALAGO POR SEVILLA .................. 175<br />

Y DIOS LO HIZO.............................................................177<br />

EL VIGIA..........................................................................181<br />

PASE DIRECTAMENTE .................................................185<br />

MI SEVILLA ESTA EN ORDEN ....................................189<br />

MI SEMANA SANTA......................................................193<br />

EL MAR ............................................................................199<br />

A MODO DE EPILOGO............................... 205<br />

EL PROYECTO DE LA VIDA ........................................207

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