Comidaventuras 3 - Colección educ.ar
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el mercado<br />
Ema Wolf<br />
Arreci<strong>ar</strong>on los coment<strong>ar</strong>ios. La cola de la verdulería defendió al verdulero. La cola de la<br />
c<strong>ar</strong>nicería se sintió en el deber de ser fiel al c<strong>ar</strong>nicero aunque la aldovranda no fuera santa<br />
de su devoción.<br />
Discutieron. Se juntó más gente, que tomaba p<strong>ar</strong>tido por uno u otro bando.<br />
—¡Hagan call<strong>ar</strong> a esa! —grit<strong>ar</strong>on los verdes apuntando a la planta.<br />
—¡La gente tiene derecho a opin<strong>ar</strong>! —retruc<strong>ar</strong>on los otros.<br />
A todo esto la aldovranda papaba moscas y aullaba:<br />
—¡INFELICES REMOLACHAS MANIATADAS, ALGÚN DÍA LES LLEGARÁ LA LIBERTAD!<br />
El verdulero avanzó como p<strong>ar</strong>a apret<strong>ar</strong>le el pescuezo. Lo sujet<strong>ar</strong>on entre v<strong>ar</strong>ios.<br />
—¡No se meta con mis clientas! —bramó el c<strong>ar</strong>nicero.<br />
—¡Vivan las proteínas! ¡Arriba el asado con cuero! —respondieron sus leales, y <strong>ar</strong>ranc<strong>ar</strong>on<br />
con un malambo.<br />
Una mujer contó a voz en cuello cómo se había hecho veget<strong>ar</strong>iana el día que soñó que<br />
comía una vaca viva entre dos rodajas de pan. Lloró a m<strong>ar</strong>es recordando cómo la miraba la<br />
vaca. Muchos la apoy<strong>ar</strong>on con gritos de “¡Aguante la fruta!”, “¡Vitaminas sí, otras no!”.<br />
La discusión se hizo tan violenta que algunos lleg<strong>ar</strong>on a las manos.<br />
La aldovranda vociferó:<br />
—¡PELADAS, CORTADAS, HERVIDAS Y APLASTADAS! ¡QUÉ DESTINO<br />
EL DE LAS PAPAS!<br />
Entonces se produjo el desbande.<br />
Unos se fueron a sus casas protestando porque cada vez que ap<strong>ar</strong>ecía la planta se <strong>ar</strong>maba el<br />
mismo pandemonium. Otros se qued<strong>ar</strong>on p<strong>ar</strong>a ver una vez más el gran duelo: el c<strong>ar</strong>nicero y<br />
el verdulero frente a frente, uno con la sierra de sep<strong>ar</strong><strong>ar</strong> costillas y el otro con la de cort<strong>ar</strong> zapallo.<br />
En medio del mercado, como dos gladiadores del futuro, qued<strong>ar</strong>on trenzados en combate feroz.<br />
El destello azul de las sierras al cruz<strong>ar</strong>se iluminaban la ganchera en la penumbra del at<strong>ar</strong>decer.<br />
Entre los al<strong>ar</strong>idos de los dos ninjas, se oyó la voz de la aldovranda:<br />
—¡HERMANAS VERDURAS, VOLVERÉ!<br />
Y se fue. Esta vez con una pierna de cordero porque a la noche tenía visitas.<br />
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