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Boletín N° 160 Junio de 1986 - Fundación Juan March

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t\ daba tan sólo esta conclusión:<br />

V «Por tanto, <strong>de</strong>beríamos tener el<br />

coraje <strong>de</strong> liberarnos <strong>de</strong>l todo <strong>de</strong>l<br />

concepto <strong>de</strong> 'reconstrucción' con<br />

el fatal parecido existente entre<br />

esta palabra y la <strong>de</strong> 'repetición',<br />

y pensar sola y exclusivamente<br />

en una nueva construcción y<br />

actuar conforme a ello».<br />

Las ciuda<strong>de</strong>s, en verdad, no<br />

se reconstruyeron con falta <strong>de</strong><br />

reflexión, pero se procedió con<br />

cierto <strong>de</strong>sasosiego. En lo esencial,<br />

siguieron respetándose los<br />

trazados y perfiles <strong>de</strong> las viejas<br />

ciuda<strong>de</strong>s. Pero el gran número<br />

<strong>de</strong> las <strong>de</strong>strucciones y también<br />

la prisa por proporcionar techo<br />

a las legiones <strong>de</strong> personas que<br />

se hallaban sin alojamiento -y<br />

consi<strong>de</strong>rando que ello quería<br />

hacerse con toda la rapi<strong>de</strong>z posi­<br />

ble, a la vez que se buscaba,<br />

asimismo, la mayor mo<strong>de</strong>rnidad<br />

posible-, exigía <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong><br />

la imaginación <strong>de</strong> urbanistas y<br />

arquitectos.<br />

Vida mo<strong>de</strong>rna<br />

Tras las visitas al Nuevo<br />

Mundo, que era en aquel entonces<br />

el indiscutido y admirado<br />

«país <strong>de</strong> las posibilida<strong>de</strong>s ilimitadas»<br />

-en lo material y aún<br />

en lo espiritual-, don<strong>de</strong> «el<br />

futuro había ya comenzado» y<br />

don<strong>de</strong> el automóvil era un fetiche,<br />

símbolo <strong>de</strong>l progreso, <strong>de</strong> la<br />

libertad personal y <strong>de</strong> la movilidad,<br />

he aquí que muchos planificadores<br />

se juraron no repetir<br />

en casa, <strong>de</strong> ninguna manera, las<br />

faltas allí observadas. Sin embargo,<br />

lo hicieron. Creyeron no<br />

po<strong>de</strong>r acudir al encuentro <strong>de</strong> la<br />

vida mo<strong>de</strong>rna (con sus síntomas<br />

concomitantes <strong>de</strong> la civilización)<br />

más que abriendo anchas autopistas,<br />

para las cuales, a su vez,<br />

sería menester trazar anchas vías<br />

<strong>de</strong> penetración en la vieja, «envejecida»<br />

, ciudad.<br />

«La amplitud -admite el profesor<br />

Hillebrecht- era entonces<br />

para nosotros una característica<br />

<strong>de</strong>finitoria <strong>de</strong> nuestras i<strong>de</strong>as <strong>de</strong><br />

la construcción. Entonces hablábamos<br />

siempre <strong>de</strong>l 'paisaje urba­<br />

Una vista <strong>de</strong> Frandort, Iras el bombar<strong>de</strong>o <strong>de</strong> 1944...<br />

20<br />

no'», <strong>de</strong> la ciudad articulada,<br />

aligerada, tal como estaba en la<br />

mente <strong>de</strong> los arquitectos <strong>de</strong> la<br />

«Nueva Construcción» en los<br />

años veinte, la ciudad por la<br />

que sopla un fresco viento,<br />

como asimismo un espíritu libre<br />

..., y así se puso en marcha<br />

su urbanismo; el tráfico se abrió<br />

camino estrepitosamente; comercio<br />

y administración, el «sector<br />

terciario», se expandieron por<br />

las «citvs» e hicieron imposible<br />

seguir habitando allí, tanto por<br />

razones higiénicas como económicas;<br />

subieron los precios <strong>de</strong>l<br />

suelo; los habitantes se traslada­

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