Boletín 2009 - Hermandad del Gran Poder de Montellano

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BAJO EL SEÑOR
Desde que nací mi familia siempre ha estado muy vinculada a la Hermandad del Gran Poder. Para
todos nosotros el Señor del Gran Poder no es solo Dios, es un amigo un familiar más. La devoción
nos viene a todos por parte de mi abuelo; el fue un gran seguidor de la imagen de Jesús del Gran
Poder tanto de Montellano como de Sevilla. Apenas lo recuerdo porque murió cuando tan solo
tenía cumplido 2 años de edad. Yo desde pequeño siempre revoloteaba por la Casa Hermandad
junto a mi padre y a mi tío y me llamaba mucho la atención la imagen del Señor, era diferente a
todas, era especial… Recuerdo cuando lo restauraron que casi todas las tardes acompañaba a mi
padre al centro de Sevilla a verlo… lo vi de todas las formas posibles pero siempre con la cara de
dulzura que tiene.
Empecé a salir en la Hermandad de nazareno, con apenas 2 años, luego de canastita, monaguillo,
acolito… etc. Pero lo que realmente soñaba era que llegase el día que me pudiese meter bajo sus
trabajaderas; siempre jugueteaba bajo el paso del Señor mientras mi tío y Antonio se afanaban en
el montaje de los pasos…y en reñirme para que me saliese del mismo.
Hasta que al fin
llego ese día en
que mis padres
me firmaron una
autorización para
poder salir de
costalero, porque
apenas contaba
con 16 años. Esa
Cuaresma se me
pasó volando con
los ensayos, y
cuando me quise
dar cuenta, ya era Miércoles Santo. Salía el Señor, y yo iba ha hacer realidad uno de mis sueños de
infancia; poder sacarlo.
Esa misma mañana mi madre se esmeraba en plancharme la ropa, pero esta vez seria diferente, no
era una tunica de nazareno o un traje de monaguillo, era la ropa de un costalero. Poco a poco el
sueño estaba más cerca de cumplirse, apenas quedaban horas… y al filo de las nueve de la noche
entré en la Iglesia. Lo primero que hice fue acercarme al paso del Señor. Él estaba allí, esperándome,
para que yo pudiese cumplir mi sueño. Me adentré bajo el paso junto a mis compañeros, ya no me
metía para jugar, sino para sacarlo de verdad. El sueño poco a poco se iba cumpliendo hasta que al
fin sonó el martillo e hicimos la primera “levantá”, y en ese momento me sentí la persona más feliz
del mundo… los sentimientos que se viven bajo la trabajadera de un paso son diferentes, treinta y
cinco hombres que durante horas son solo uno, son sentimientos difícil de explicar que solo se
siente cuando estas abajo. El mundo del costal no solo me ha dado la posibilidad de cumplir un
sueño, sino también, la de hacer amigos bajo el peso de Dios, bajo el Señor.
Ángel Cano Álvarez
Hermano Costalero