Miguel Murillo - Caja de Badajoz

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Murillo ha hecho del teatro su vida, no solo como
dramaturgo, sino también como director del "López de
Ayala" de Badajoz.
supuesto, en España, un actor o una actriz puede
ganarse la vida con su trabajo. No puedo ser pesimista
porque, si bien las cosas están difíciles actualmente,
antes, hace menos de treinta años, no existía
nada de lo que estoy enumerando. Ahora bien, ser
optimista no es sinónimo de ser gilipollas, ni estar
anestesiado con el mejor de los mundos.
OPTIMISMO MILITANTE
P.- Entonces, ¿qué tipo de optimismo propugna
usted?
R.- El optimismo militante, no el contemplativo,
que es el que tiene que sacudir a los pesimistas que
puedan caer en la tentación de la parálisis por el “no
hay solución”. Debe ser un optimismo agitador que,
reconociendo la situación actual de forma realista,
propague la idea de que “no debemos permitir jamás
que esto que se ha conquistado se pierda”. Creo que
estamos en esa tesitura. El ciudadano o ciudadana
con acceso a la Cultura tiene que realizar un primer y
esencial acto cultural: valorar lo que tiene. En ese momento
se pondrá en marcha un mecanismo de identificación
con la oferta cultural y quienes la propician,
que detendrá cualquier tentación de eliminación o
desaparición de logros. Hemos tenido ejemplos recientes,
uno de ellos atañe a la Orquesta de Extremadura
que ha atravesado y atraviesa momentos difíciles
y que, pienso yo, sigue en pie, sigue sostenida por sus
Patronos e Instituciones porque hay una masa de ciudadanos
que reivindican este logro. ¿Qué ocurriría si
mañana anuncian la desaparición de un Centro de
Salud? Lo magnífico de todo esto, lo que llena de optimismo
es comprobar cómo en pocos años, la identificación
ciudadana con el hecho cultural se ha reforzado
hasta el extremo de poder vivir algo con lo que
muchos soñábamos hace menos de treinta años: el
pueblo extremeño casi en su mayoría, reivindicando la
permanencia de una Orquesta Sinfónica que considera
suya. ¿Qué ocurriría si mañana se anunciara el cierre
o derribo del López de Ayala? Puedo apostar por
que no se repetiría ese silencio terrible que ensombreció
a la vida cultural de Badajoz durante casi diez
años, mientras se rehabilitaba, en un tiempo que no
tiene justificación por su lentitud, el Teatro.
P.- Sin embargo, el logro se alcanzó y, tal vez lo
más importante, se ha conseguido atraer al público.
¿Costó mucho conseguirlo?
R.- Costó atraer al público, mucho. Pero fue un
esfuerzo que mereció la pena hoy los pacenses
saben donde está el “López de Ayala”.
P.- ¿Y lo que se ha conseguido con el “López de
Ayala”, por qué no se ha logrado con otros espacios
dramáticos extremeños, como el Teatro Romano de
Mérida y su festival?
R.- Opino que lo que ocurre ahí no todo se debe
a la mala gestión económica, ni al acierto o no en lo
que se programa. A mí que no me vengan a convencer
que en los años sesenta lo que hacía acudir en
masa al Teatro Romano de Mérida era su programación
o la calidad de la misma. Respetando a actores
y actrices sublimes que actuaron, y a directores como
Tamayo, creo que aquellos montajes firmados por
Pemán una y otra vez, el mismo que firmaba expedientes
para depurar maestros de escuela, están a
años luz en calidad, compromiso e interés de los que
se llevan a cabo desde hace casi treinta años hasta
ahora. Ha habido pifias, lo sé; ha habido cosas injustificables,
también; pero nada que ver en calidad y
altura artística. ¿Entonces, qué pasa? Creo que algo
muy sencillo: que la identificación entre el público y
el Festival se ha ido perdiendo. ¿Y por qué? Porque
ve ese público cómo el Festival no es suyo, no está,
en muchas ocasiones, pensado para lo que debe
estar pensada toda acción cultural. Porque el Festival
de Mérida en demasiadas ocasiones ha servido lo
mismo para un roto que para un descosido. Creo
que en el Festival de Mérida se ha espantado a más
público utilizando mal el palco de autoridades que
gestionando sus cuentas o confeccionando sus carteles
-Evidentemente no hablo de las etapas franquistas,
cuando el palco de autoridades no se usaba
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