Don José Antonio Muñoz Rojas: El hidalgo andaluz
Don José Antonio Muñoz Rojas: El hidalgo andaluz
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Dn. <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong>: el <strong>hidalgo</strong> <strong>andaluz</strong> de la doble cultura<br />
Por Irma Emiliozzi<br />
Desde tu retiro campero, donde eres en parte ese fino <strong>hidalgo</strong> <strong>andaluz</strong> de la<br />
doble cultura –la de la tierra y la de los libros- te haces oír de vez en cuando por estas<br />
gentes de tertulias y asfalto con las que en el fondo tiene uno tan poco que ver.<br />
Fragmento de carta de Vicente Aleixandre a <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong>.<br />
2 de diciembre de 1943<br />
A partir de estas palabras de Vicente Aleixandre, uno de los grandes maestros y amigos<br />
de don <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong>, en esta conferencia he tratado de seguir-<br />
fundamentalmente al hilo de las cartas que el poeta mayor escribió a partir de 1929 a su<br />
joven amigo antequerano, y, como cierre, abordando el perfil de la gran “sombra” final<br />
de Ruy Díaz de <strong>Rojas</strong> que nuestro autor construye en su último relato, <strong>El</strong> Comendador-,<br />
esta figura de “fino <strong>hidalgo</strong> <strong>andaluz</strong>” que la centenaria figura de nuestro homenajeado<br />
ha acrecentado y confirmado con su larga vida y su obra: la del “fino <strong>hidalgo</strong> <strong>andaluz</strong> de<br />
la doble cultura”, la de la tierra y la de los libros.<br />
Quien ha leído y ha conocido a <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong> comprende inmediatamente<br />
la calificación de fino <strong>hidalgo</strong> <strong>andaluz</strong>: finura, elegancia, garbo, delicadeza, de este<br />
hijosdalgo, distinguido eslabón de la sucesiva cadena de la vida o de la tierra, y eslabón<br />
en la cadena de las voces o de los libros, de la doble cultura de la que habla Vicente<br />
Aleixandre.<br />
La cultura de los libros en la vida de <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong> podría resumirse en<br />
dos palabras: escritor y lector, aunque ya sabemos que no alcanzan, y, dejando al<br />
margen sus actividades como difusor y hasta editor de poesía – editor de cultura-, <strong>El</strong><br />
Comendador, nos afirma en esa faceta a veces disimulada con juego y aparentes<br />
distracciones, con tierna ironía, pero siempre presente en la obra de <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong>, que<br />
el autor ha querido amenguar, atenuar, y de alguna manera lo ha logrado si pensamos,<br />
por ejemplo, en <strong>El</strong> comendador. <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> es también el erudito, el bibliófilo amante<br />
de los papeles, de los libros, que son también los ríos de la historia, los ríos de la sangre<br />
o de la tierra.<br />
Porque, ¿es diferente la cultura de la tierra de la cultura de los libros?<br />
Al hilo de la lectura que Vicente Aleixandre hace de los libros de <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong><br />
<strong>Rojas</strong>, puede entreverse este tema de la doble cultura: libros-tierra. Y me baso, para ello,<br />
en las Cartas de Vicente Aleixandre a <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong> (1937-1984) que tuve<br />
el inmenso honor de editar (Pre-Textos, 2005). Los títulos más mencionados por<br />
Vicente Aleixandre en sus cartas al poeta antequerano pertenecen a los primeros libros<br />
de poesía del joven escritor y fundamentalmente, también a los primeros en prosa<br />
poética, Historias de familia y Las cosas del campo.<br />
Desde los comentarios a Abril del alma, aparecen los campos semánticos que<br />
abordamos: amor-gozo-mujer-naturaleza. Corazón asomado a las cosas. Dicha plena,<br />
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elleza. Poesía re-ligiosa, de re-ligare, de volver a ser en el uno que es todo. Poesía de<br />
alto contenido literal y simbólico.<br />
La admiración del poeta de Velintonia por la obra en prosa de <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong><br />
<strong>Rojas</strong> halla su climax en sus comentarios sobre Las cosas del campo. ¿Quién que ha<br />
leído Las cosas del campo puede dejar de suscribir las palabras que siguen?:"¡Cuántas<br />
gentes y cosas, y hierbas y vientezuelos, cuánta tierra trabajada y querida: amasada en la<br />
vida misma!", como dirá Vicente Aleixandre en la carta del 15-8-52. La tierra, el<br />
campo, sus gentes, sus historias.<br />
Dejaríamos en el olvido libros tan importantes, testimoniales unos, de homenaje otros,<br />
de memorias, ensayos, estudios y traducciones , es decir, nos olvidaríamos de la cultura<br />
del asfalto, de la ciudad, en la que también se ha aplicado <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong> si<br />
no mencionáramos, por ejemplo, a Antequera, norte de mi pluma (1998), Ensayos<br />
angloandaluces, Amigos y maestros, Dejado ir…<br />
La contemplación, entonces, del campo, de su campo, de sus gentes, sus historias y su<br />
paisaje, es avasallante. La voz de este “antequerano de cuerpo y alma”, como ha<br />
llamado Francisco López Estrada a <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong>, “arqueólogo de su<br />
tierra, y arqueólogo de su corazón”, es el <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong> más personal, inconfundible, el<br />
gran poeta en el que los libros y la tierra, la doble cultura, se confunden en una sola.<br />
Todo está sabiamente aprovechado o amasado en el entrañable y reciente relato que nos<br />
ha regalado <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong>: <strong>El</strong> comendador, escrito por un poeta, por un<br />
lector, y por un erudito amante de su tierra y de sus hombres, desde las anónimas<br />
sombras que la cruzan hasta las sombras de sus hombres más preclaros.<br />
Pero a las sombras hay que perseguirlas, son evanescentes, fantasmales, se pierden en el<br />
tiempo de la memoria: así, <strong>El</strong> Comendador, que bien podríamos inscribir también en la<br />
historia de la mejor literatura de homenaje de <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong>, es la búsqueda del esquivo<br />
perfil de Ruy Díaz de <strong>Rojas</strong>, o Lope Ruy Díaz de Narváez y <strong>Rojas</strong>, Comendador de<br />
Castilleja de la Cuesta, de la Orden de Santiago, Fiel Ejecutor de la Ciudad de<br />
Antequera, Capitán de su Majestad.<br />
Ruy Díaz es la gran sombra que nos entrega <strong>José</strong> <strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong> en su último<br />
libro, la sombra para cuya búsqueda se fue preparando año tras año, incluso libro tras<br />
libro (“Lo llamaban la tierra y la sangre, que es también la voz de la tierra”, dice el autor<br />
de su personaje en frase que bien podemos aplicar a él mismo). Entre los largos<br />
preparativos…, papeles y más papeles…., con la fruición que producen los papeles<br />
viejos cuando son retazos del laberinto por donde vagan las sombras, su sombra.<br />
Gozo de vivir, gozo de leer, gozo de saber.<br />
¿Es diferente la cultura de la tierra y la cultura de los libros? ¿Son diferentes las<br />
perspectivas del escritor, del lector y hasta del erudito? No, si están conjugadas,<br />
sumadas, fundidas, amasadas ha dicho Aleixandre, porque amorosas, verdaderas, o<br />
porque verdaderas, amorosas, como lo están en la vida y en la obra de nuestro <strong>José</strong><br />
<strong>Antonio</strong> <strong>Muñoz</strong> <strong>Rojas</strong>.<br />
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