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que pide lanzarse a la hoguera, sino que lo que pide es renunciarse,<br />
o sea, renunciar a nuestros privilegios, a nuestros gustos,<br />
a nuestro propio proyecto, a nuestros afectos desordenados, a<br />
nuestra propia libertad, pero no para perdernos en la mediocridad,<br />
sino para recuperar la vida, ahora en un nivel de mayor<br />
plenitud, en el nivel del Reino de Dios. "Porque quien pierda su<br />
vida por mí y por el Evangelio, la salvará". La única posibilidad<br />
de vivir sintonizado en la frecuencia de Jesús, en el gusto, gozo<br />
y plenitud, que es saberse poseído por Dios al estar invertido<br />
plenamente en el Reino, es perderse, renunciándose, desposeyéndose,<br />
para recuperarse siendo poseído por Dios.<br />
La dinámica propuesta por Jesús es la dinámica de renunciarse<br />
para recuperarse, pero no al mismo nivel, sino a un nivel<br />
mucho más divino y, por lo tanto, de mayor plenitud. Conocer a<br />
Jesús es conocer al Padre, ser poseído por el Padre, ser recuperado<br />
por Dios como su hijo pródigo y, por eso, predilecto. Es vivir<br />
la vida eterna. Requisito: renunciarse, desposeerse, dejarse<br />
poseer.<br />
Aquél que se aferra a su vida, que es incapaz de renunciarse,<br />
de negarse a sí mismo, de seguir las huellas del Maestro, nunca<br />
podrá acceder a ser poseído, a ser recuperado por Dios, a elevarse<br />
al nivel de la plenitud y la eternidad. "Porque quien quiera salvar<br />
su vida, la perderá".<br />
Esta dinámica se repite una y otra vez en la cotidianeidad de<br />
las relaciones humanas. Para que el apasionado amante sea<br />
plenamente poseído por la querida amada, tiene necesariamente<br />
que renunciarse, que dejarse a sí mismo para recuperarse en el<br />
gozo y la plenitud del amor. Si el amante es incapaz de dejarse,<br />
de renunciarse, nunca podrá ser poseído por la amada, ni se<br />
recuperará en el amor.<br />
Dios renuncia al hombre<br />
y lo invita amorosamente a recuperarse en El<br />
Ahora sí podemos abordar el problema planteado al principio del<br />
capítulo. Dios, el infinitamente presente y eternamente bondadoso,<br />
crea al hombre a su imagen y semejanza. El hombre se<br />
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