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los escandalizados hombres que, despreciando a la caída muchacha<br />
se apresuraban a maltratarla, le contestó: "Pues precisamente<br />
porque eres la última, la más despreciada, pobre, discriminada y<br />
ofendida, tú vas delante en el Reino del Dios bueno de estos<br />
hombres que la sociedad considera tan edificantes". Qué sonrisa<br />
de gusto se dibujó en el rostro de la muchacha cuando se supo<br />
privilegiada.<br />
Muy consolado y contento se recostó en su catre y, como aún<br />
estaba emocionado, decidió leer otro ratito. Sí que le gustaba la<br />
enseñanza del Evangelio, más cuando la entendía tan bien.<br />
Leyó dos veces la narración de la multiplicación de los panes<br />
y los peces. Se imaginaba qué bonito sería ver que todos comían,<br />
platicaban y se contaban chistes. Pero lo más emocionante era<br />
que nadie se arrebataba el pan o le pegaba al vecino para<br />
quedarse con su pedazo de pescado. Es más, todos comieron y<br />
hasta sobró en abundancia.<br />
Después de un rato apagó la luz y quiso dormir, pero como no<br />
tenía sueño, volvió a levantarse, prendió la luz y esta vez leyó,<br />
en el Evangelio de Lucas, la aventura de los caminantes de<br />
Emaús.<br />
Una y otra vez se imaginaba la emoción que sentirían los<br />
caminantes cuando, al partir y compartir el pan reconocieron a<br />
Jesús. ¡Qué sorpresa sería, qué gusto tan inmenso sentirían! Partir<br />
el pan, compartir la vida. Cada vez que reconstruía la escena y<br />
veía a Jesús repartiendo los pedazos de pan, se imaginaba<br />
caminante y se le enchinaba el cuerpo, porque se le abrían los<br />
ojos y se sabía privilegiado al reconocer al Maestro.<br />
¡Ojalá que este momento no pasara, que la noche no se<br />
acabara, porque qué cerca del Reino se sentía!<br />
Ya muy entrada la madrugada, cuando los primeros rayos de<br />
sol empezaron a penetrar por los agujeros de la garra que cubría<br />
la ventana, se sentó nuevamente en su catre para recordar la<br />
alegría. Dio gracias a Dios y se preparó para la faena del nuevo<br />
día. - Buenos días, don Nativitas -, le saluda la vecina cuando lo<br />
ve salir de su jacal.<br />
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