LA DESNUDEZ DE CRISTO

Fig. 4
“acaparación” monástica de
cualquier representación
artística religiosa, la humanidad
de Cristo es plasmada de forma
frecuente tanto en pinturas como
en esculturas. Con el humanismo
renacentista, y desaparecido
en buena parte el “temor
de Dios”, vuelve a resaltarse la
parte terrenal del Salvador, lo
que cristaliza en unas obras de
arte en las que el Enviado de los
cielos asume su humanidad con
todos sus atributos mortales.
Así las cosas, hay que reconocer
que, al menos en este
campo de las artes, prevalece
buena parte de la doctrina
arriana, que consideraba a
Jesús como una especie de
“dios menor” y, por tanto, más
cercano a la corporeidad
terrenal que a la evanescencia
celestial. Ni siquiera el concilio
de Nicea, que reafirmó la
divinidad de Cristo, pudo
desterrar del todo la idea
relativamente prosaica que pintores y escultores
tenían de él. Respecto a esta humanización, en el
caso concreto de los crucificados, hay una
justificación, digamos “anatómica”. Desde luego,
parece a todas luces más lógico representar el
sufrimiento corporal -y, por ende, el psicológicoatribuido
a un sujeto carnal y no a un ente
Fig. 5 Fig. 6
espiritual, al que se le supondría por encima de
estas servidumbres físicas. El mensaje, en toda su
dramática dimensión, llegará así en mayor medida
a un pueblo que secular y mayoritariamente se
hallaba instalado en el analfabetismo y que era
incapaz de asimilar y asumir conceptos demasiado
“ultraterrenales”.
Aunque la rígida Contrarreforma pretendió acabar
con la desnudez imperante en muchas creaciones
del manierismo y el barroco, no logró erradicarla
del todo. Famosas son sus intervenciones en
obras de arte como el Jesús del Juicio Final de la
Capilla Sixtina (fig. 3) o el Resucitado de Santa
María sopra Minerva (fig. 4), ambas de Miguel
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Ángel. En el primero
d e l o s c a s o s ,
Daniele da Volterra
fue el encargado de
ocultar la virilidad del
Hijo de Dios tras el
repinte de un velo, lo
que le valió para la
posteridad el apodo
de Braghettone (“ha-
cedor de panta -
lones”, según unos,
o “calzonazos”, se-
gún otros). En cuan-
to a la escultura
marmórea de la ro-
mana iglesia de
Minerva, un peri-
zoma de bronce es el encargado, hasta hoy
mismo, de cubrir las partes pudendas del
musculoso Redentor.
Para concluir, y como muestras de la desnudez de
Cristo en el arte a través de los tiempos, podríamos
también citar los notorios ejemplos de los
crucificados de Miguel Ángel y Cellini (Convento
Santo Espírito y El Escorial, respectivamente, figs.
5 y 6), este último hoy también cubierto por un
recatado paño, así como el entierro de Buonarrotti
(fig. 7) y hasta una curiosa escultura de El Greco
que representa a Cristo Resucitado (fig. 8),
destinada al retablo del Hospital de Tavera
(Toledo). Como dato anecdótico, apuntar la
existencia de una versión del crucificado
velazqueño, pergeñada por Erazuriz, artista
neoyorquino de origen chileno que pintó a Cristo
completamente desnudo, como forma de protesta
contra el excesivo uso del “scanner” en los
aeropuertos estadounidenses (fig. 9).
Existen, sin embargo, otras muchas muestras
artísticas de la desnudez de Jesús, tanto antiguas
como contemporáneas, que resultaría prolijo
detallar y que, sin duda, el lector interesado y
curioso podrá hallar por sus propios medios.
Fig. 8 Fig. 9
Fig. 7