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Sonia Castrejón (2007) La modernización educativa y el trabajo docente.
México: Castellanos Editores.
pp. 256.
ISBN: 968-5573-12-5
Susan Street
CIESAS-Occidente
Agosto 4, 2008
Testimonios magisteriales que visibilizan el
trabajo docente cotidiano: ¿opiniones
individuales aisladas o voz colectiva
politizada?
En el libro La modernización educativa y el
trabajo docente, Sonia Castrejón nos lleva a
incursionar en dos ámbitos poco conocidos para
los que no trabajan en las escuelas primarias
mexicanas: las condiciones de trabajo de los
profesores de educación primaria y las
percepciones de los docentes sobre el impacto de la
política de modernización educativa en sus vidas y
en su trabajo. Quiero tener mucho cuidado con las
categorías que uso para describir la tarea que ha
emprendido la Maestra Castrejón, esto justamente
porque mucho se ha escrito sobre la práctica docente
en función del aprendizaje del alumno y algo
conocemos sobre la llamada resistencia al cambio de
los regímenes escolares a las políticas educativas
formuladas desde las oficinas centrales de la SEP.
Creo que el aporte de la autora es el doble
rescate, por un lado, del oficio docente como un
trabajo con condiciones de trabajo históricamente producidas y, por otro, del sentir y pensar del
docente como un sujeto cuya experiencia reflexionada condiciona ese trabajo docente. La
experiencia de los maestros es la categoría privilegiada con la que la autora aborda esta dialéctica
entre el trabajo y su trabajador. Son los testimonios de seis profesores de una escuela en el
Distrito Federal los que dan la pauta para el análisis de las maneras en que los profesores
pudieran estar interpretando la modernización educativa en tanto fenómeno de procesos de
globalización perneando los niveles macro y micro del sistema educativo nacional.
Uso a propósito el término rescate para llamar la atención a un silenciamiento, un
olvido, una invisibilización que ha operado la política educativa neoliberal en la medida en
que se ha ido construyendo un discurso único (como forma del pensamiento único) con

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respecto al papel modernizado (algunos dirían postmoderno) del nuevo rol docente. Al quedar
subordinado el trabajo en la relación con el capital (lo que se expresa en la pérdida del
poder sindical en muchos ámbitos nacionales y locales), la política neoliberal devalúa el
quehacer docente al minimizar—y no ver--el impacto de las reformas educativas y escolares
en las condiciones de trabajo de los profesores, no obstante y como remarca la autora, el
discurso de la reforma del 1992 hace protagonista al maestro de las reformas (claro,
siempre y cuando este maestro asuma su responsabilidad individual de profesionalizarse y de
adaptarse a las nuevas directivas oficiales.) “Se olvida” pues que esta política neoliberal se
monta sobre una medida de austeridad salarial desde la crisis fiscal del Estado mexicano en
1982 que ha afectado a todos los trabajadores asalariados al servicio del Estado. Y no hace
falta que yo destaque la tradicional falta de participación de los maestros en las reformas
escolares, curriculares y educativas, esto en gran medida debido al corporativismo
históricamente conformando el gremio magisterial, gracias a los acuerdos de cúpula, de la
élite partidista y burocrática, de los cuadros gubernamentales y sindicales, de la SEP y del
SNTE. Esta forma de silenciamiento histórico de las voces de las bases magisteriales para
la gestión sindical ha sido denunciada y reivindicada por el movimiento magisterial
democrático; ahora la Maestra Castrejón hace lo mismo para el ámbito olvidado por ese
sujeto empujando la democratización del sector desde hace ya treinta años, poniendo voz a
las maneras en que algunos profesores perciben y definen su materia de trabajo, sus
actividades en el aula en la escuela.
Sonia Castrejón nos dice que, a pesar de la modernización educativa y muy
probablemente por ella, a causa de ella, el maestro sigue pensando en su oficio como un
trabajo, sigue dependiendo de un salario que no alcanza, y se sigue concibiendo como un
trabajador atado de las manos para atender al grupo. Si esto parece una obviedad, no lo es
para los que han padecido la sobre-mistificación de su papel como civilizadores, como
misioneros, y la sobre-ideologización del papel transformador de estructuras (la desigualdad
en la distribución de recursos, la movilidad social, la emancipación humana) de la
educación moderna. Y es que el trabajo se padece o se goza--en él las personas
languidecen o florecen--dependiendo justamente de las condiciones de trabajo. Yo
interpreto el mensaje de estos testimonios de los profesores, ante las nuevas exigencias de
las reformas por ser otra cosa de lo que son y para lo que fueron preparados, como una especie de
grito de DEJANOS TRABAJAR A GUSTO. Es decir, estos profesores no han
descubierto la manera de involucrarse en las reformas que llegan a la escuela; no se sienten
interpelados por los retos que plantea la modernización educativa, justamente porque las
condiciones de trabajo (y de salario) juegan un papel mediador demasiado importante en
detrimento del aprovechamiento individual y colectivo de su experiencia, diría yo,
identitaria como sujeto gremial del magisterio.
La autora de este provocativo libro se empeña en elaborar las discusiones
académicas que ella juzga adecuadas para lograr reflejar tanto la complejidad del trabajo
docente cotidiano como las contradicciones y las frustraciones vividas por muchos
maestros que los desalientan a superar cierto cinismo y apatía ante otra reforma más que espera
todo de ellos sin retribuirles lo justo. Teóricamente, Castrejón se apoya en autores que conocen a
fondo la naturaleza del trabajo docente, como un ámbito escolar estructurante de prácticas
sociales y a la vez estructurado por relaciones de poder históricamente sedimentadas en
sistemas organizativos, autores como Elsie Rockwell, Jaumé Martínez Bonafé, J. Gimeno
Sacristán, Angel Díaz Barriga, y Patricia Medina. La autora remite a los lectores a muchos
estudiosos de la institucionalidad educativa de nuestro país; es muy cuidadosa en siempre
aclarar su terminología y explicar los usos conceptuales que apoya la discusión que va
tejiendo alrededor de los testimonios de los profesores sujetos de la investigación. Y es por
ello que los lectores estamos llevados de la mano hacia la comprensión de las elaboraciones
verbales de los maestros entrevistados (agregaría, casi casi llevados a sentir compasión);

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sentimos con ellos la pesadez de la jornada laboral, la preocupación por la falta de atención
individual a los alumnos en grupos de 50 niños, la desilusión ante las trabas de Carrera
Magisterial, el tedio de la burocratización de los tiempos pedagógicos, etc. etc.
Para los profesores de educación básica, este libro es un gran espejo, pues ellos se
verán reflejados, y algunas de sus creencias reforzadas, por las preguntas incisivas que
siembra la autora, preguntas que muy pocos investigadores se han atrevido a plantear. Son
preguntas que circulan en los pasillos y en los recreos pero que rara vez lleguen a
formularse como opinión pública, mucho menos aparecer en tinta y papel articuladas a
cuestionamientos fundamentados académicamente. Para los no docentes, el libro abre
ventanas a la complejidad escondida detrás de la frase mala calidad educativa con su supuesto
implícito de mala calidad del docente (frase que encierra otros juicios negativos, como por
ejemplo, la predominancia de la enseñanza tradicional, la debilidad de la formación
normalista, la caducidad de los métodos fabricados en la práctica, la incapacidad teórica de
los docentes, la corrupción implícita en la lucha por los espacios y los cotos de poder.)
Dicho todo esto en pos de celebrar la visibilización lograda por Castrejón de lo
sustancioso del trabajo docente tal como es percibido por maestros de educación primaria,
ahora quiero explicar el sentido del título de este comentario en el que planteo una
pregunta sobre si debemos tomar los testimonios recopilados por la autora como opiniones
individuales o como una voz colectiva. La autora dice realizar una investigación
interpretativa; desafortunadamente, no tenemos suficiente información sobre las condiciones
de producción de su investigación, tampoco sobre la postura que la autora adopta para
realizar la interpretación de sus datos (los testimonios), y tampoco encontramos aquí una
adecuada contextualización de los testimonios para poder apreciar los sentidos de los
profesores estudiados; todo ello afecta el rigor teórico-metodológico de la interpretación
etnográfica. Dicho de otro modo, echamos de menos más atención prestada a la
construcción de los contextos—la descripción densa del texto etnográfico según Geertz-en
los cuáles emergieron los testimonios y desde las cuales los sujetos dan significado a sus
palabras, participando o no en determinados discursos y prácticas. Digamos que la autora
dialoga con los profesores de su estudio dentro de un ámbito de sentido común magisterial
y escolar, al interior de una cultura política no problematizada ni explicada, sin dar a los
lectores suficientes elementos para poder trascender este sentido común y para poder situar
la relevancia de estos relatos para la diversidad tan tremenda de universos escolares y
educativos.
Si bien apreciamos conocer las opiniones de estos seis profesores, los detalles de
sus vidas que nos son proporcionados son pocos, sin que sepamos prácticamente nada
sobre la experiencia de la autora, quien no aclara expresamente ni su perspectiva de análisis,
ni tampoco los supuestos que definen su postura crítica. Aparecen referencias pasajeras al
movimiento magisterial democrático-- la CNTE se menciona una o dos veces—e intuimos
que la autora se ha formado políticamente en algunas de estas luchas por la
democratización, más no lo sabemos a ciencia cierta, ni cómo esta visión podría influir en
su análisis. A veces ella se asume como una maestra más, al citar su propia experiencia en
las notas a pie de página, a veces ella es observadora objetiva escribiendo en tercera
persona, y más raras veces se asume como parte de un nosotros desconocido (no sabemos si
habla por todo el magisterio, por los profesores del Distrito Federal, o por los de la zona
escolar). La ambigüedad de su voz de investigadora es lo que dificulta, creo, la plena
identificación de la estructura argumentativa del texto, más allá de la enumeración de los
hallazgos de su trabajo de campo en la escuela estudiada, con los profesores interrogados,
más allá de una intencionalidad denunciatoria que a veces se asoma en el texto.
Confío plenamente en que este libro circulará ampliamente y así se convertirá en
otra instancia importante de visibilización , es decir, de politización y de debate público de
los agendas implícitas y ocultas de la modernización educativa. Este libro debe motivar a

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los docentes a analizar ellos mismos estos testimonios para poder, no solamente dar en el
traste a años y décadas de veto a la discusión colectiva de estos temas sustantivos en las
escuelas, sino también debe llevarlos a vislumbrar los espacios y los tiempos para construir
una reflexión más teórica, más sustantiva, sobre su experiencia como docente, como
trabajador, una visión de su ser maestro donde no solamente se vive sujetado a
determinadas condiciones de trabajo, sino fundamentalmente se conciba productor y
transformador de esas condiciones y sus consecuencias para el acto educativo.
Acerca de la autora del libro Sonia Castrejón Profesora de primaria, e investigadora
crítica e independiente Egresada de la Escuela Nacional de Maestros, con 28 años de
servicio en educación primaria, trabajé como profesora frente a grupo en varias escuelas
urbanas de ambiente socioeconómico bajo y medio (delegaciones Tlalpan y Xochimilco del
D.F.) Tiene una licenciatura en economía (UNAM) Maestría en Desarrollo Educativo
(UPN-Ajusco, línea: Política Educativa y Formación Docente), Colaboro en el área de
investigación (UPN, C.A. Sujetos y procesos 2003-2005). Escribo en la revista 'Entre
Maestros' (UPN). Actualmente imparto investigación, en la maestría de Innovación
Educativa en la unidad 111 de la UPN (Guanajuato).
Acerca de la reseñadora: Susan Street, CIESAS-Occidente. Ha buscado articular los elementos
de una antropología política de la democracia (desde el sujeto magisterial) con otros provenientes
de un enfoque particular–y más expresamente local--de la etnografía escolar para poder rescatar y
desarrollar un campo problemático en torno a la categoría de “trabajo docente”. Esta tarea
representa una especie de síntesis de anteriores líneas de investigación, ya que relaciona las
transformaciones recientes en la escuela pública, con el sindicalismo docente, con las condiciones
de trabajo de los maestros, con las posibilidades de replantear la lucha por la democracia social. Y
se encuentra particularmente interesada en problematizar lo público de la escuela pública,
repensando sus fundamentos sociales y sus ejes de transformación desde perspectivas diversas de
los actores escolares. Esto porque, probablemente, se hará necesario apoyar una cruzada para
refundar la escuela pública moderna, dada los efectos de proceso paulatino de privatización
afectando el sector y dado los quiebres en los imaginarios sociales de la educación como resultado
de los avances en el proyecto educativo de las fuerzas conservadoras.
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