LATITUDES - Revista Qantati » SPLASH
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Ga br i e L a et c h e v e r ry<br />
de gente que llegaban desde las distintas oficinas salitreras.<br />
Nilda gobernaba la mula que usaba Amador para sacar agua<br />
del pozo y salían a venderla. A veces la despertaba a la una<br />
de la madrugada creyendo que era la luz del alba. “Perdone<br />
hija, me engañó la luna”, le explicaba, pero igual se quedaban<br />
trabajando a la par. El agua era el bien más preciado después<br />
del sucio dinero y la noria era el lugar predilecto de las may-<br />
ores para entretener al menor. Ya habían pasado seis meses del<br />
parto y Amalia no levantaba cabeza y el ver a su familia sumida<br />
en la miseria no hacía más que aumentar su depresión. El cielo<br />
raso de la salita era de una tela gruesa que empezaba a relajarse<br />
en algunas partes y la pobre Berta, que a estas alturas se creía<br />
la causante del cierre de las salitreras, de la guerra mundial, la<br />
Depresión y todos los males de la familia, lo golpeaba inútil-<br />
mente con la escoba, esperanzada de ver caer tesoros olvidados<br />
por los antiguos dueños. Mientras tanto, Nilda había descubi-<br />
erto que las tablas del piso estaban sueltas y con su hermana<br />
Ema se las arreglaban para arrastrar con un zuncho mone-<br />
das desparramadas por el suelo hasta dejarlas al alcance de la<br />
mano. Nadie más que el tendero de la esquina donde iban a<br />
comprar dulces parecía interesarse en las monedas y les hacía<br />
miles de preguntas.<br />
24<br />
Amalia tuvo su primer ataque al corazón cuando las may-<br />
ores llegaron a su cama con el cuerpo sin vida del bebé. Se les