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Libro de Microrrelatos - Bodegas Príncipe de Viana

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Abelardo Martínez García<br />

Mis únicos Sanfermines<br />

Era a finales <strong>de</strong> Junio <strong>de</strong> 1981, tras un largo trayecto en trenes al fin llegamos a Pamplona; ese<br />

año al fin vería los Sanfermines, pero no como un turista más, si no como un soldado <strong>de</strong>stinado<br />

en Aizoain. El primer día <strong>de</strong> Sanfermines lo pasé en una garita <strong>de</strong>l Gobierno Militar, carcomido<br />

por la envidia <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>r disfrutar <strong>de</strong> la fiesta; oyendo los gritos, la algarabía <strong>de</strong>l gentío<br />

<strong>de</strong>ambulando <strong>de</strong> un sitio a otro, las charangas y las procesiones <strong>de</strong> trajes blancos y pañuelos<br />

rojos, justo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la garita que me tocaba cuidar; y yo sin po<strong>de</strong>r abandonar el fusil, sin<br />

po<strong>de</strong>r mezclarme entre las gentes y empaparme <strong>de</strong> la fiesta y <strong>de</strong> la magia <strong>de</strong> Pamplona. Al<br />

tercer día pu<strong>de</strong> salir, <strong>de</strong> paisano claro está, chateé por los bares <strong>de</strong> la calle estafeta, mezclado<br />

entre la gente, como cualquier otro turista o vecino <strong>de</strong> Pamplona; bebí, canté, bailé y reí; me<br />

mezclé entre las charangas, hice amigos y me sentí como en casa, nunca mejor dicho. Ya no<br />

recuerdo mucho más, tan solo el <strong>de</strong>spertarme en el calabozo <strong>de</strong>l cuartel; según me contaron<br />

volví <strong>de</strong> madrugada cantando ¡Viva San Fermín! algo indispuesto, pero feliz, muy feliz.<br />

África Álvarez Valero<br />

Mañana <strong>de</strong> julio<br />

Me he <strong>de</strong>spertado con el alba. Hoy es el primer encierro. Quedan pocos minutos para que esto<br />

empiece y la adrenalina va apo<strong>de</strong>rándose poco a poco <strong>de</strong> mis músculos. En la piel siento el frío<br />

irracional <strong>de</strong> una mañana <strong>de</strong> verano y en mis oidos penetra el eco <strong>de</strong> la gente, las tímidas<br />

voces que en un espontáneo crescendo se trasformarán en po<strong>de</strong>rosos gritos. En mi cabeza, un<br />

conjunto <strong>de</strong>forme <strong>de</strong> sensaciones contrapuestas: nervios, miedo, ilusión, esperanza, osadía,<br />

orgullo... Miro al suelo y temo que la humedad me juegue una mala pasada (bueno, todos<br />

estamos en igualdad <strong>de</strong> condiciones.) Ya, ya, se abren las puertas. Respiro hondo y miro al<br />

cielo... Intentaré llegar el primero... Intentaré no hacer daño a nadie...<br />

Ainhoa Arnaiz Tomé<br />

Camiseta<br />

¿Recuerdas el concurso <strong>de</strong>l cartel <strong>de</strong> fiestas al que te presentaste? Ya sé que estabas muy<br />

ilusionado con que tu diseño fuera llevado en las camisetas <strong>de</strong> la gente en un evento tan<br />

internacional. Tengo que <strong>de</strong>cirte que haberlo ganado no te hubiera hecho un diseñador más<br />

satisfecho, \"camisetareamente\" hablando. La realidad aquí es que la gente se monta su<br />

propia estampación en la camiseta, sin necesidad <strong>de</strong> una representación oficial. La camiseta,<br />

en principio blanca, no tarda en tornar multicolor, en enriquecerse y llegar a su máxima<br />

expresión artística. No te imaginas la intensidad que imprime la sangría; el rojizo <strong>de</strong>l vino y el<br />

naranja-amarillento <strong>de</strong> las frutas. Y los matices <strong>de</strong> color arena, orgullosos <strong>de</strong> tener origen en el<br />

revolcón <strong>de</strong> una vaquilla en la Plaza. Y ese ver<strong>de</strong> hierba rasgado, testigo <strong>de</strong> una pequeña<br />

cabezadita en la Vuelta <strong>de</strong>l Castillo. Y la suavidad <strong>de</strong>l rosado <strong>de</strong>steñido <strong>de</strong> la faja. Y el azul <strong>de</strong>l<br />

bolígrafo con que me escribieron su móvil dos australianas. Todavía me quedan un par <strong>de</strong> días<br />

que disfrutar en Pamplona, así que te escribo más a<strong>de</strong>lante. Voy a cambiarme <strong>de</strong> camiseta y a<br />

ver que me inspira hoy la fiesta.


Ainhoa Zuluaga Martín<br />

Las campanadas<br />

La canción <strong>de</strong> las campanadas horarias no para <strong>de</strong> sonar en una al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Navarra: “1 <strong>de</strong><br />

enero, 2 <strong>de</strong> febrero, 3 <strong>de</strong> marzo, 4 <strong>de</strong> abril…” todos los días, cada hora, durante 5 minutos<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el 14 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong>l pasado año. Fue una <strong>de</strong>cisión personal <strong>de</strong>l Alcal<strong>de</strong>, para soportar mejor<br />

la pena… La señora <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong> los escucha <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su casa mientras estira las sábanas <strong>de</strong> las<br />

camas. Pero esta vez es diferente, la canción suena ininterrumpidamente, y entonces se<br />

percata <strong>de</strong> que hoy es 14 <strong>de</strong> julio: “Maldita canción” piensa cerrando la ventana. Sale a la calle<br />

dirección a la iglesia y se sorpren<strong>de</strong> al escuchar los buenos días <strong>de</strong> sus vecinos. Hacía casi un<br />

año que no lo hacían. Cientos <strong>de</strong> veces le habían recriminado a su marido que la canción tenía<br />

que acabar con los Sanfermines… Abre la puerta <strong>de</strong> la iglesia inquieta: su marido cuelga con la<br />

soga al cuello <strong>de</strong> las campanas que pone en funcionamiento la canción. Corta la cuerda y para<br />

la canción. Piensa en el noticiario <strong>de</strong> mañana: “ el veterano corredor sufrió 23 violentos<br />

envites… los mismos que habitantes <strong>de</strong> la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la que era alcal<strong>de</strong>..”.<br />

Aitor Gonzalez Ostolaza<br />

Isiltasuna<br />

ISILTASUNA Etengabeko burrunbak bizi gaitu egunotan. Lau egunean amaigabeko festazirimola.<br />

Lau egun, lau gau, lau entzierro, lau korrikaldi.... Edariak, izotza, merienda... hartu eta<br />

bagoaz zezen-plazara bi<strong>de</strong>an. Bakerias txarangari irria eta festa dario, baina gaurkoa ez da<br />

ohiko doinua. Ate bat igaro, bestea ere bai, eta barruan gau<strong>de</strong> jada. Tendido Sieten gure betiko<br />

lekua hartuta, lehertzear dago lapikoa. Eguzkiak gogor jotzen du... Jandilla etxeko zezenak<br />

ditugu uztailaren 10 honetan. Badakit ondo, bai; gaur goizean euren artean ibili naiz eskapoan.<br />

Gaur goizeko korrikaldiko imajinak hartu du nire gogoa. ? Capuchino <strong>de</strong>abru gorria; zeure<br />

begirada izuarekin igaro nauzu ziztuan; odolak soilik ase ahal zuen zure grina... Eta patuak<br />

Daniel jarri du zure adarrartean...- Plazan gau<strong>de</strong>n arima oro tente jarri gara bat-batean. Los<br />

Incansables-ekoen El Silencio melodiak festa-urruma zurgatu du instantean. Minutu bat iraun<br />

du isilaldiak, eternitatearen al<strong>de</strong>ko harrabotsa bailitzan. Hitzik ez, xuxurlarik ez...; gorputzenborrak<br />

eta ileak zut, zurrun. Inor ez da ausartzen errespetuaren ereserkia hausten. Heriotzak<br />

dolua gor<strong>de</strong> nahi dio bizitzari. Melodia mutuak Danielen irudia marraztu du. Txalo-zaparrada<br />

batek mundutartu gaitu zapidunok, gomuta batek eta berak gure arimak ziztatu dituen heinean:<br />

isiltasunak soilik lortu du 20.000 nafarrok behingoz ados jartzea.<br />

Aitor Iragi Eraul<br />

Emociones<br />

Ocho menos tres <strong>de</strong> la mañana. La serpiente multicolor ya está camino <strong>de</strong> la Estafeta.<br />

Segundo cántico. El periódico en la mano, los nervios por todos lados. Un comentario jocoso,<br />

para disimular el miedo. Otra vez manos y prensa en alto. Es el último. La tensa espera. Cada<br />

cual se acerca a su lugar habitual. Todos en sus puestos, saltos, golpes con el periódico a la<br />

pared, todo vale para pasar esos segundos. El cohete. Los saltos, los toros que ya suben. La<br />

búsqueda <strong>de</strong>l hueco. La carrera. Miradas hacia a<strong>de</strong>lante y hacia atrás, buscas una salida, todo<br />

eso en sólo unos segundos, intensos. Muy intensos. Te retiras como pue<strong>de</strong>s, y ves pasar los<br />

toros a tu lado, inigualable momento. Ahí están y siempre hay uno que te mira, <strong>de</strong>safiante,<br />

sabiéndose superior. Por fortuna pasa <strong>de</strong> largo, sólo te ha avisado. No ha pasado nada grave,<br />

el reencuentro, los comentarios, las risas <strong>de</strong> ver a los guiris asustados con los cabestros <strong>de</strong><br />

cola, el almuerzo o la cama como siguiente objetivo. Mañana a la misma hora, quizás como<br />

colofón a la noche, o empezando una nueva jornada sanferminera. Distintos toros, parecidas<br />

emociones.


Albero Rodríguez Ferrero<br />

El teléfono movil al que llama...<br />

A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón… pero el Santo estaba fuera <strong>de</strong> cobertura y<br />

tuvieron que ir a buscarlo a casa.<br />

Alberto Chara Rosenber<br />

"A Pamplona hemos <strong>de</strong> ir"<br />

Dice Ignacio Baleztena Azcárate: \"Uno <strong>de</strong> enero, dos <strong>de</strong> febrero, tres <strong>de</strong> marzo, cuatro <strong>de</strong><br />

abril... cinco <strong>de</strong> mayo, seis <strong>de</strong> junio, siete <strong>de</strong> julio... San Fermín... A Pamplona hemos <strong>de</strong> ir...\" Y<br />

a Pamplona fueron Isabel y Pedro un siete <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> mil novecientos setenta a pasar la luna<br />

<strong>de</strong> miel y ahora, cuarenta años <strong>de</strong>spués y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la Argentina volverían a Pamplona, para<br />

renovar sus votos matrimoniales en la Catedral <strong>de</strong> Santa María. Aún recordaban con emoción<br />

las caminatas por Cal<strong>de</strong>rería, los Gigantes, el chupinazo, las corridas <strong>de</strong> toros, las ferias y las<br />

promesas <strong>de</strong> unión eterna. Isabel y Pedro tenían todo planeado, incluso lo que cenarían para<br />

festejar el acontecimiento... Cazuelicas <strong>de</strong> magras con tomate, Cor<strong>de</strong>ro al chilindrón, un<br />

exquisito vino clarete y <strong>de</strong> postre, los sabrosos canutillos. Solo faltaban cinco días para subirse<br />

a ese inmenso avión que los llevaría a vivir la magia i<strong>de</strong>alizada durante tantos años, solo<br />

faltaban cuatro días... solo faltaban tres días... solo faltaban dos días, solo faltaba uno... \"uno<br />

<strong>de</strong> enero, dos <strong>de</strong> febrero, tres <strong>de</strong> marzo, cuatro <strong>de</strong> abril... cinco <strong>de</strong> mayo, seis <strong>de</strong> junio, siete <strong>de</strong><br />

julio... San Fermín... A Pamplona hemos <strong>de</strong> ir...\"<br />

Alberto Eransus Antoñanzas<br />

Desayunando con la Ira<br />

Es pronto por la mañana. Todo es extraño, nada permanece igual. Imposible mantener la<br />

quietud, divisa <strong>de</strong> nuestra existencia; cornúpeta soy. No logro encontrar sonidos familiares, ya<br />

sentidos. Me habéis importunado al <strong>de</strong>spertarme, tan lejos <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>hesa, tan cerca <strong>de</strong> la<br />

vuestra. Intuyo el peligro, noto la electricidad que flota en el ambiente, huelo vuestra<br />

intranquilidad. Aun así, aquí permanezco pausado, hierático, gallardo, orgulloso. Vuestro<br />

nerviosismo espolea la ira que llevo acumulando estos últimos días. Sin duda, hoy tendréis<br />

motivos para rezar al santo, no os quepa duda. Tan sólo cabe esperar a que <strong>de</strong>scerrajen la<br />

puerta. Será entonces cuando, pobres hombres, notéis en su máximo estado, sin aditivos, qué<br />

es <strong>de</strong>sayunar miedo con temor. Fatuos seréis, atómico mi ser .Nací guerrero; hoy no hay<br />

tregua ni cuartel. Sin trampa ni cartón, en mi último día, creo obligado atrapar bajo mis astas a<br />

los impru<strong>de</strong>ntes, inexpertos <strong>de</strong> esta carrera, indigentes en la calle <strong>de</strong> la adrenalina. Quién sabe,<br />

quizás algún pasajero me acompañe en esta carrera que nunca retroce<strong>de</strong>; La barca <strong>de</strong> la<br />

señora quizás necesite voluntarios para bogar hacia otra dimensión Se me hace tar<strong>de</strong>, el aire<br />

acaba <strong>de</strong> rasgarse, y esto no ha hecho sino comenzar.¡¡¡¡<br />

Shhhhhhhhhiiiiiiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!!!!!!!!!!


Alberto Lopez Perez De Urabayen<br />

La Cuesta<br />

Recuerdo un día <strong>de</strong> Mayo. No se el día exacto, que mas da…tal vez fuese Junio, ya no estoy<br />

seguro. No se porque entonces me vino a la cabeza, tal vez una foto, un pañuelo rojo, olor a<br />

vino, alguna figura <strong>de</strong> nuestro agote mas famoso, quizás fue solo esa pequeña vuelta, <strong>de</strong>ntro,<br />

muy <strong>de</strong>ntro, que se siente en la cuesta, tal vez en el cerebro, tal vez, en el corazón. Vuelvo a<br />

ver Ezkaba, el sol bañando toda la la<strong>de</strong>ra hasta el fuerte, a frenética persecución <strong>de</strong> las<br />

golondrinas, alborotando alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l Museo. \"No iré…este año no… es peligroso, si me<br />

pasa algo…esto es lo mas peligroso…no hay salida…solo pare<strong>de</strong>s…no, seguro, este año no<br />

voy…\" Cuando vuelvo a la realidad una sonrisa se dibuja en mi boca…\"dios, que cabeza<br />

misto… que no te vuelva a ver el la tele…corre en otro sitio…que tienes que <strong>de</strong>mostrar…ten<br />

cuidado…te quiero\". Me aparto para que pasen los chicos <strong>de</strong> la camiseta ver<strong>de</strong>. Canto sin<br />

mirar, canto para a<strong>de</strong>ntro. \"suerte…venga chavales…animo…no nos paramos…sube…va, va,<br />

va.\"<br />

Alberto Mario Martinena Cesca<br />

¿ Qué me sucedió en Pamplona....?<br />

Siendo abuelo conocí el terruño <strong>de</strong> mis mayores en el mes <strong>de</strong> los “Sanfermines”. Pamplona<br />

engalanaba sus calles liberando tradiciones centenarias; reconocía lugares por lo que nos<br />

contaba el “Aitona” Francisco acariciando el álbum fotográfico. Me ro<strong>de</strong>aban bullicios<br />

contagiosos don<strong>de</strong> el lenguaje apenas lo comprendía, a<strong>de</strong>más la música y las esperadas<br />

corridas taurinas me alzaban emociones. Veía interiormente las sobremesas <strong>de</strong> mis familiares<br />

vascos brindando por la lejanía y hume<strong>de</strong>ciendo sus ojos. Me distrajo alguien que agra<strong>de</strong>ció<br />

fuego para encen<strong>de</strong>r el cigarro. Sonriendo entre el humo <strong>de</strong>l habano me comentó: “Creo no<br />

equivocarme… ¿Eres argentino…? Ahora compren<strong>de</strong>rás que son estos festivos <strong>de</strong> coraje<br />

punteados por cornamentas <strong>de</strong> novillos, para <strong>de</strong>spués dar gracias a San Fermín. Sé que te lo<br />

narraron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que eras niño… Jamás olvidarás lo vivido un siete <strong>de</strong> julio, y no <strong>de</strong>jes <strong>de</strong><br />

acariciar la tierra <strong>de</strong> tus mayores… Estrechemos nuestras manos afectuosamente, y que Dios<br />

junto a nuestra comunidad te bendiga. Jamás olvi<strong>de</strong>s que te saludó el “Aitona” Francisco…” No<br />

supe que actitud tomar ante el anciano… Cuando reaccioné se había perdido entre la<br />

muchedumbre, solo persistía el aroma <strong>de</strong>l habano. La vida jamás me dio una respuesta <strong>de</strong> lo<br />

que me sucedió en Pamplona…<br />

Alberto Munguira Elizondo<br />

Barullo<br />

El calor y el ruido empezaban a ser agobiantes y las luces <strong>de</strong> colores <strong>de</strong>stellando en la<br />

oscuridad le producían ya dolor en los ojos. Tenía la ropa empapada <strong>de</strong> sudor y con<strong>de</strong>nsación,<br />

cerveza y roces y el último trago le había provocado una amarga arcada con regusto a<br />

ajoarriero. Salió a la plaza y se sentó en un bordillo, sucio, lleno <strong>de</strong> vasos <strong>de</strong> plástico<br />

pisoteados. Nubes rosas en el horizonte y una luz in<strong>de</strong>finida. ¡Coño está ya amaneciendo!<br />

¿Dón<strong>de</strong> estará la cuadrilla? ¿Todavía en el bar? Intentó recordar lo que había hecho durante<br />

toda la noche; había pasado <strong>de</strong>prisa y tenía amplias lagunas: se acordaba bien <strong>de</strong>l almuerzo y<br />

<strong>de</strong> ver el chupinazo en la tele <strong>de</strong> la peña; recordaba la paliza que se habían dado pateando<br />

todo lo Viejo, beber en muchos bares, <strong>de</strong> un bocata en el Oinez y <strong>de</strong> entrar, como todos los<br />

años, ya un rito, al bar <strong>de</strong> siempre y <strong>de</strong>sfasarse <strong>de</strong> cubatas…horas y horas. De repente le<br />

sobresaltó la explosión <strong>de</strong> un cohete. ¡Mierda! –pensó-. ¡Ya me he perdido el primer encierro!<br />

Una mano se posó en su hombro, era Xabier: -¿Qué “Baru”, nos vamos a los fuegos?


Alejandro Megías Nardoni<br />

Pobre <strong>de</strong> mí<br />

Poco antes <strong>de</strong> medianoche la vi, hermosa, en el medio <strong>de</strong> la multitud pero sola, como en una<br />

nube. Miraba hacia arriba esperando la salida <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong>, entre todos solo a ella escuche<br />

gritar. ¡Gora San Fermín! Baje la vista un momento para sacarme el pañuelo <strong>de</strong> la muñeca y<br />

<strong>de</strong>sapareció. Durante todos los Sanfermines su sombra me persiguió y yo a ella, me pareció<br />

verla y per<strong>de</strong>rla muchas veces. Fui feliz allí en Pamplona, pero ni por un segundo olvi<strong>de</strong> sus<br />

ojos negros. Mientras bebíamos con amigos y extraños su recuerdo venia a mí. Silencioso y<br />

fatal como una flecha. El ultimo día llego, la tristeza <strong>de</strong>l fin acaso fue menor que la certeza <strong>de</strong><br />

no volver a verla jamás. Como una señal la cera caliente <strong>de</strong> una vela quemo mi mano y cuando<br />

alce la cabeza, allí estaba, entre la gente, igual que antes. Algo irreal había en su rostro, pensé<br />

en acércame y <strong>de</strong>círselo todo. De mis días si ella, <strong>de</strong> su imagen acechándome por la calles<br />

como un fantasma. Ella me miro y comprendí todo. Me <strong>de</strong>tuve, a lo lejos sus labios susurraron<br />

“pobre <strong>de</strong> mí”. La multitud se la llevo, esta ves para siempre.<br />

Alfredo Alvaro Igoa<br />

Hau faena<br />

Hau faena Dagoeneko erraza, oso erraza zen tronpeta, tronboi edota klarineteen aireak<br />

dantzatzea. Melodiak nitaz jabetzen ziren, erabat. Oinak gidatzen zizkidaten batetik bestera.<br />

Zaporeak ekartzen. Ajoarriero pase bat. Patxaran kitea. Magrak tomatearekin, buelta erdian.<br />

Katzu zahato hori!! Karakolak. Karakolak saltsan! Umm! Garagardoa. Garagardoa, goitik<br />

behera. E<strong>de</strong>rra faena. Espagetiak, ezari ezarian. Sangria. Ez dadila falta! Ban<strong>de</strong>rillak ozpinetan.<br />

- Eta postretarako? Meloiak!! Bi atzapar sendok ene bularrak zukutu zituzten. Hau mina!<br />

Belauna dantzan atera nuen. Libre nintzen. Lastozko txanoa eta betaurreko izugarri handiak<br />

airean sumatu nituen. Ingurukoen begiradak sastakatu ninduten. Bat-bateko oihua, behin eta<br />

berriz errepikatua, belarria lehertuz: - Torera! Torera! Torera! Zaldien patioan bukatu zuen<br />

berak. Ate nagusitik, sorbalda gainean atera ninduten. Mexikar txanoa jantzita, eskutan zahatoa<br />

trofeo modura.<br />

Alonso Carretero Caballero<br />

Ochocientos y pico caractéres para otros tantos<br />

Se reunieron en el canchal junto a un abreva<strong>de</strong>ro que les facilitó el brindis. Con el alba<br />

abandonarían la <strong>de</strong>hesa. A pocos metros, en las sombras <strong>de</strong>l encinar, los <strong>de</strong>spedían los<br />

cárabos con un ulular <strong>de</strong> vítores a san Fermín. Arriba, en el cielo, la luna les trazaba el camino<br />

iniciático. Hijos míos, les dijo Piconero –un semental indultado siete años atrás en la<br />

Monumental <strong>de</strong> Pamplona-, yo conocí la gloria y volví <strong>de</strong>l sueño <strong>de</strong> la muerte para contarlo.<br />

Mañana por la noche, esta misma luna, en los Corrales <strong>de</strong> la Cuesta <strong>de</strong> Santo Domingo, será<br />

la confi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los sueños <strong>de</strong>l hombre. Os hablará <strong>de</strong> algo mágico, <strong>de</strong> cosas que no<br />

sospecháis, pero que os elevará a nuestro Olimpo. Selene os hablará <strong>de</strong> los siete tramos que<br />

<strong>de</strong>beréis recorrer, <strong>de</strong>l peligro <strong>de</strong> la curva <strong>de</strong> Estafeta, <strong>de</strong> las pasiones y los retos <strong>de</strong>l hombre,<br />

<strong>de</strong> la Fiesta, con sus dos caras <strong>de</strong> Eros y Tanatos. Ya sois seis héroes, os dirá, porque,<br />

conociendo vuestro <strong>de</strong>stino vais a correr hacia la muerte; sólo porque os necesita el hombre<br />

para trascen<strong>de</strong>r. Yo conocí esa gloria. Mañana la conoceréis vosotros.


Álvaro Teijeira Sánchez<br />

Sydney-Pamplona-Sydney<br />

El día 1 <strong>de</strong> Junio Marcus McSimons natural <strong>de</strong> Sydney tomó un vuelo Sydney-Madrid vía Hong-<br />

Kong que llegó a la capital a las 15:00, hora local. Durante un mes visitó gran parte <strong>de</strong> la<br />

geografía española, incluyendo en su viaje <strong>de</strong>stinos tan dispares como Barcelona, Ibiza y<br />

Granada. El mediodía <strong>de</strong>l cinco <strong>de</strong> Julio se bajó <strong>de</strong> un autobús <strong>de</strong> línea en la estación <strong>de</strong><br />

autobuses <strong>de</strong> Pamplona. Hizo todo lo que hay que hacer en Sanfermines. Se emborrachó<br />

todos los días, fumó marihuana, tomó ácido lisérgico, éxtasis y cocaína. Durmió en el hierbín<br />

<strong>de</strong> la vuelta <strong>de</strong>l castillo con los labios coloreados <strong>de</strong> baba reseca. Le robaron la cartera, meó en<br />

la pared <strong>de</strong> San Lorenzo y le echaron <strong>de</strong>l recorrido <strong>de</strong>l encierro. Se estuvo enrollando con una<br />

americana con un aire a Cameron Díaz hasta que el tío <strong>de</strong>l chaleco naranja y la linterna les<br />

cortó todo el rollo y los echó <strong>de</strong> los fosos. El día 18 <strong>de</strong> Julio Marcus McSimons natural <strong>de</strong><br />

Sydney tomó el vuelo Madrid-Londres para tomar <strong>de</strong>spués el Londres-Sydney con escala en<br />

Bangkok y llegada prevista a las 21:30, hora local.<br />

Amaia Ojer Sánchez<br />

Mañana es 6 <strong>de</strong> julio<br />

Ya son las once y todavía no he planchado el pañuelo. Doy un trago apresurado a mi caña con<br />

limón y <strong>de</strong>jo el vaso a medias. “Chicas, me marcho. Mañana entonces a las nueve y media”. De<br />

camino a casa observo todo cuanto suce<strong>de</strong> a mi alre<strong>de</strong>dor, con la apasionada minuciosidad <strong>de</strong><br />

quien ve algo por primera vez. Mi marcha por las calles hoy no es silenciosa. El ambiente<br />

heterogéneo es inusual. Cruzo el puente <strong>de</strong> San Pedro entre carreras <strong>de</strong> camellos, sirenas y<br />

algodón <strong>de</strong> azúcar. Un grupo <strong>de</strong> australianos grita “¡guapa!” y yo oculto una sonrisa. Ya estoy<br />

en casa. Sobre la silla, doblados con cuidado, un pantalón y una camiseta blanca; y un pañuelo<br />

rojo, ahora sí, planchado. Creo que, un año más, hoy dormiré a trompicones. Mañana es 6 <strong>de</strong><br />

julio.<br />

Amaia Vega Díez<br />

Pognofobia<br />

Tuve que inventarme que me gustaba Hemingway para que el periódico me pagara el viaje a<br />

Pamplona. Les dije que iba a escribir una guía gastronómica <strong>de</strong> arquitectura efímera basada en<br />

la figura <strong>de</strong>l escritor; o sea, una guía <strong>de</strong> pintxos. Así es como conseguí vacaciones<br />

subvencionadas para encontrarme con mi novio Asisko, a quien había conocido cuando estuve<br />

<strong>de</strong> vacaciones en la Costa <strong>de</strong>l Sol. Lo que no existe, se crea, yo lo tenía muy claro. Durante<br />

siete días recorrimos cientos <strong>de</strong> bares y, cuando veía la oportunidad, le soplaba a los<br />

camareros con mi marcado acento americano que al día siguiente un periodista camuflado <strong>de</strong>l<br />

New York Times entraría en el local en busca <strong>de</strong> pintxos inspirados en la figura <strong>de</strong> Hemingway.<br />

No hay como correr un bulo. Así conseguí el libro que hoy tengo en mis manos y cuya<br />

fotografía <strong>de</strong> portada es El capote <strong>de</strong> Ernest, un corazón <strong>de</strong> alcachofa con sucedáneo <strong>de</strong> caviar<br />

y una lámina <strong>de</strong> tomate caramelizado. Cuando lo veo recuerdo a Asisko, a quien tuve que<br />

abandonar porque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una semana <strong>de</strong> fiesta su barba era más que inminente. Y yo<br />

siempre he odiado a los hombres con barba.


Amaya Vidaurre Lorenzo<br />

San Fermín <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el aire<br />

Mi madre nos <strong>de</strong>spertó antes <strong>de</strong> lo que yo me imaginaba. Me parecía que no había dormido<br />

nada. Oí campanas <strong>de</strong> madrugada, era <strong>de</strong> día, entonces el bullicio había cesado, sólo adiviné<br />

un camión que paraba una y otra vez y ruido <strong>de</strong> agua, ¿estaban regando? Me asomé, había<br />

nubes y hacía fresco pero no llovía. Siempre es así en esta época <strong>de</strong>l año. Hoy frío, mañana<br />

calor. Un cohete explotó lejano. Durante toda la noche el ruido había sido ensor<strong>de</strong>cedor, mi<br />

madre nos había prevenido, pero nunca imaginé que pudiera ser tan increíble y eso que según<br />

ella tenemos suerte porque tampoco vivimos tan cerca <strong>de</strong>l mogollón. San Ignacio, dice, es una<br />

calle relativamente tranquila estos días, dice que es más bien una zona <strong>de</strong> paso. Será <strong>de</strong> paso<br />

pero ¡qué gritos! Cuando pu<strong>de</strong> cerrar los ojos ya había salido el sol. Por eso a todos nos<br />

pesaban las legañas mientras <strong>de</strong>sayunábamos. Rápido, <strong>de</strong>cía, que si llegamos tar<strong>de</strong> no<br />

cogemos sitio y no vemos nada. Y comportaros como es <strong>de</strong>bido que es muy bonito. Volamos<br />

<strong>de</strong>prisa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> nuestra secuoya hasta el alero <strong>de</strong>l Palacio <strong>de</strong> Guendulain, estaba lleno. Cuando<br />

llegamos, sonaba \"...es la jota <strong>de</strong> tu Navarra...\"<br />

Ana García López<br />

La víspera <strong>de</strong> LA VÍSPERA<br />

No puedo esperar a mañana. Y es que hoy es la víspera <strong>de</strong> LA VÍSPERA. Queremos medir el<br />

tiempo, pero no se <strong>de</strong>ja, se estira y encoge al revés <strong>de</strong> lo que urgen nuestros <strong>de</strong>seos. ¡Son<br />

estos días previos tan perezosos, tan inmisericor<strong>de</strong>s en su lentitud…! ¡Ah, pero a partir <strong>de</strong><br />

mañana vendrá la dulce venganza contra las manecillas <strong>de</strong>l reloj! A las 12, puntualmente, la<br />

ciudad se <strong>de</strong>spojará <strong>de</strong> ese aire circunspecto <strong>de</strong> que hace gala el resto <strong>de</strong>l año. Sí, el cohete<br />

es la varita mágica que marca el antes y el <strong>de</strong>spués. Nosotros, los <strong>de</strong> entonces, ya no seremos<br />

los mismos y nos sentiremos poseídos por ese espíritu <strong>de</strong> vecindad universal, primitivo y<br />

auténtico, que <strong>de</strong> repente se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> todos. Los Sanfermines tienen ese insólito po<strong>de</strong>r.<br />

Atrapados en él, nos <strong>de</strong>jamos encandilar por su música, sus celebraciones, sus ritos… El<br />

escenario, las mismas calles <strong>de</strong> Pamplona; la gente, la protagonista. Bueno, no siempre es así,<br />

a veces algunos preferimos ser comparsa y ver los toros <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la barrera. ¡Nada <strong>de</strong> sentirlos<br />

por <strong>de</strong>trás! Mañana será el triunfo <strong>de</strong>l “Ya falta menos”. Pero eso será mañana.<br />

Ana Iturgaiz Rodríguez<br />

El golpe<br />

—¡Sube más arriba! ¿No ves que aquellas son las mejores? Llevaban tiempo preparando aquel<br />

golpe. Un año entero. Meses <strong>de</strong> conversaciones, horas <strong>de</strong> vigilancia y miles <strong>de</strong> minutos<br />

gastados en precisos dibujos. Y había llegado el momento. Su momento. —Cógelas —avisó la<br />

que se había encaramado a lo alto <strong>de</strong> la inusual escalera mientras <strong>de</strong>jaba caer un paquete que<br />

su compañera cogió con habilidad. —Sigue por aquellas. Son preciosas. —¿Éstas? —No, las<br />

rubí no, las doradas. Su cómplice le hizo caso y se movió hacia su <strong>de</strong>recha. —Las tengo. —<br />

Baja ya. Tenemos más <strong>de</strong> las que po<strong>de</strong>mos cargar. Cuando la ágil ladrona estuvo a su lado, se<br />

fundieron en un abrazo emocionado. Por fin, por fin lo habían logrado, por fin habían hecho<br />

realidad el sueño <strong>de</strong> su vida. Un sonido en el cuarto <strong>de</strong> al lado les aviso <strong>de</strong>l peligro. Llenaron<br />

sus brazos <strong>de</strong>l fruto <strong>de</strong> su atraco y salieron disparadas. Pero antes <strong>de</strong> que llegaran a la puerta,<br />

oyeron su grito. —¡Isabel Etxarren! ¡Maialen Santiago! Las personas que paseaban <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

la Iglesia <strong>de</strong> San Lorenzo se quedaron estupefactas cuando <strong>de</strong>scubrieron al viejo sacristán<br />

persiguiendo a dos niñas <strong>de</strong> unos diez años con los brazos repletos <strong>de</strong> flores.


Ana Murillo Martín<br />

Cuenta atrás<br />

09:00: revolviéndome entre las sábanas, <strong>de</strong>spertar, ya es día 6, porfín, llamadas, café. 11:00:<br />

nervios, sueño, no he dormido bien, champán, tortillas, txistorra, ¿lo tengo todo?, el pañuelo ya<br />

en la muñeca, energía, villavesas llenas, sudor, entusiasmo, esto ya parece el txupinazo.<br />

11:50: correr, saludar, balcón, televisión, animación, se nota se siente sanfemín está presente.<br />

11:59: excitación, abrazos, comer, brindar, gritar, euforia, calor. 12:00: explosión, felicidad,<br />

copas, exaltación, con una media y un calcetín, pasión, alegría. 12:30 nos vamos <strong>de</strong> peñas,<br />

gente y más gente, bailar, ¡no estamos todos falta Gure!, sol ardiente, ¿habrá intentado ir al<br />

baño?, vamos al siguiente. 16:00: comer, beber, gafas <strong>de</strong> sol, siesta en la hierba, estafeta,<br />

vinos, <strong>de</strong> pinchos, café copa y puro, ambiente en la calle, charanga, vuelta a bailar,<br />

atrevimiento, milagro. 19:00 - ¿ya es <strong>de</strong> día? ¿las 7? ¡mi madre me mata! 21:30 agotamiento,<br />

fuente, jarana, suciedad, tengo el culo negro y el pañuelo morado, vuelve Gure ¿ya han pasado<br />

7 horas?, fuegos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sarasate, cena, más vino, más brindis, más abrazos, más gente. 24:00:<br />

oscuridad, bares, gintonics, hablar. 02:00: reencuentros, alegría, verbenas, risas, feliz año a<br />

todos. 07:00: sueño, cansancio, espera, churros, andar, esfuerzo, ducha, cama, suavidad,<br />

satisfacción, sonrisa, dormir.<br />

Ana Patus Fernandino<br />

Mi momentico<br />

MI MOMENTICO Siete <strong>de</strong> Julio, 10´30h. Voy caminando por la calle Zapatería, la gente que ya<br />

me conoce, me saluda: “animo jotera”. Mi corazón palpita más rápido. Llego a la plaza <strong>de</strong>l<br />

Consejo, mis compañeros <strong>de</strong> la coral están ya subidos en el escenario, todo abarrotado, mas<br />

saludos, me animan cariñosamente, yo, me sigo acelerando….Se escucha cada vez más cerca<br />

a los gaiteros, llegan los Kilikis pegando <strong>de</strong> un lado a otro. Aparecen los gigantes, bailan y nos<br />

saludan majestuosamente. Representantes <strong>de</strong> peñas, labradores, hermandad <strong>de</strong> la pasión,…y<br />

nuestro morenico: San Fermín. Se hace un silencio total. Solo se oye el diapasón con las notas<br />

que marca el director: glo, glo, glo, glo….primeras, segundas, bajos y tenores. Glorioso San<br />

Fermín…., mi corazón se acelera mucho más, mi boca no tiene saliva, bebo agua, pienso que<br />

no me va a salir la voz. Siento un gusanillo que me recorre todo el cuerpo, al glorioso San<br />

Fermín…..miro a San Fermín, ¡ayúdame, dame fuerzas! …Es la jota <strong>de</strong> tu Navarra…..acabo la<br />

última estrofa y la emoción se <strong>de</strong>sborda, ¡cuántas veces he llorado! Mil aplausos y vivas a San<br />

Fermín. ¡Gracias San Fermín por po<strong>de</strong>rte cantar un año más!<br />

Andrea Silvana Picón Pertiñez<br />

Colores primarios<br />

Estaba <strong>de</strong>morado. Había sido una mañana complicada como pocas. Eran pasadas las 11 y<br />

tenía más <strong>de</strong> media hora hasta llegar al Ayuntamiento. Se mudó <strong>de</strong> ropa y <strong>de</strong>l primer cajón <strong>de</strong><br />

la cómoda sacó un pañuelo y lo guardó en el bolsillo, sin prestar <strong>de</strong>masiada atención. Al llegar<br />

apenas alcanzó a escuchar \"¡Gora San Fermín!\". Al menos no se había perdido el grito. Sacó<br />

entonces su pañuelo para atárselo al cuello y fue cuando se dio cuenta <strong>de</strong> la terrible<br />

equivocación. El pañuelo era… azul. Se quedó petrificado. También las personas que lo<br />

ro<strong>de</strong>aban. La expresión en la cara <strong>de</strong> todos era <strong>de</strong> estupefacción. Las cámaras <strong>de</strong> televisión y<br />

fotográficas rápidamente <strong>de</strong>tectaron la quietud en medio <strong>de</strong>l tumulto, y entonces se supo a<br />

nivel nacional. Su nombre y su imagen fueron difundidos en todos los medios periodísticos <strong>de</strong>l<br />

país en pocos minutos. Ante el pedido <strong>de</strong> las multitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ponerlo a correr en lugar <strong>de</strong> los<br />

toros, las autorida<strong>de</strong>s no tuvieron más remedio que <strong>de</strong>sterrarlo <strong>de</strong> Pamplona, para siempre. De<br />

nada sirvió que presentara su daltonismo como argumento <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa.


Ángel González Palenzuela<br />

Extrañeza<br />

El pasadizo contenía el instante inabarcable, el núcleo <strong>de</strong> la emoción, el presente absoluto. La<br />

avalancha <strong>de</strong> los que venían retándose a sí mismos me obligó a zambullirme en su inercia bajo<br />

un sordo estruendo; no podía orientarme, no sentía el cuerpo entre imágenes en ráfaga y<br />

olores violentos. Los animales, <strong>de</strong>sconcertados, se abrían camino embistiendo al aire y<br />

filtrando con el hocico el olor <strong>de</strong>l miedo. Un ejemplar, temible como todos, <strong>de</strong>tuvo su carrera,<br />

giró sobre sí mismo y encontró su señuelo: ajeno al alboroto, como absorto en un punto<br />

esencial, se quedó impasible frente a mí. “Este Teseo no está para Minotauros”, me dije, al<br />

mismo tiempo que, perplejo, me embriagaba por completo una serenidad ancestral, un<br />

entendimiento puro, una complicidad nueva distinta al tiempo, ajena a las especies. En el<br />

mismo instante la bestia se <strong>de</strong>jó arrastrar con <strong>de</strong>sgana por la turba <strong>de</strong>sbocada. Volvimos a<br />

nuestro tiempo, al misterio presente. En aquel rincón <strong>de</strong> Pamplona se quedó flotando un aliento<br />

<strong>de</strong> extrañeza acerca <strong>de</strong> quiénes somos realmente.<br />

Ángel Piedras Yegros<br />

RIAU-RIAU<br />

Intentando superar un largo período <strong>de</strong> bloqueo creativo, me lancé a la carretera con Fiesta<br />

bajo el brazo y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> imitar el recorrido aventurero-literario <strong>de</strong> su autor. Me recibió el<br />

estrepitoso sonido <strong>de</strong> cohetes, tambores y comparsas que acompañaban al santo, al que<br />

llevaban a cuestas en procesión. Ataviado con camisa blanca y pañoleta roja al cuello, me uní<br />

a la multitud que inauguraba, loca <strong>de</strong> contento, la fiesta gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> su ciudad. Y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

Ayuntamiento, una voz solemne: “Pamploneses, pamplonesas, ¡Viva San Fermín! ¡Gora San<br />

Fermín!” Las calles engalanadas cedían el protagonismo a charangas y pasodobles, para sacar<br />

a bailar a jóvenes y mayores, con tanta soltura que no <strong>de</strong>rramaban el vaso <strong>de</strong> vino. Me<br />

encontraba distraído en las danzas, cuando pasó a mi lado un cortejo <strong>de</strong> gigantes y cabezudos,<br />

representando las razas <strong>de</strong>l mundo, mientras los kilikis perseguían a los niños en ruidosa<br />

algarabía. Por fin llega el momento <strong>de</strong>l encierro: situado junto a otros valientes, nos<br />

disponemos a correr 849 metros <strong>de</strong> calles adoquinadas ante los toros. Emoción. Cinco, tres,<br />

uno: “A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su<br />

bendición. ¡Viva San Fermín! ¡Viva!”<br />

Antonio Casas Sanchez<br />

Soy un cabestro ¿ y qué?<br />

Mira que hacernos trabajar un dia como este, y tan temprano. ¿ Ya han abierto? Venga que<br />

ahora nos toca a nosotros. Una cuesta. La <strong>de</strong> Santo Domingo. Pues empezamos bien. Y este<br />

guiri por qué se me pone <strong>de</strong>lante. Vale que tenga un porte noble y unas buenas hechuras ¿<br />

pero no ves el cencerro? Que el cumplido se agra<strong>de</strong>ce, pero no estoy yo para envestir a nadie.<br />

Claro, que si me provocan mucho... Esta es Merca<strong>de</strong>res con Estafeta.¡¡ Chisss!! Ojito con esta<br />

curva hermanos que más <strong>de</strong> uno aquí se la pega. ¡Cuánto fotógrafo! ¡Esto si que es glamour!<br />

Uno que se ha quedado rezagado. Tu “tranqui” y vente con nosotros que somos profesionales.<br />

Uy, uy ese que te ha cogido <strong>de</strong>l rabo.¡Zas! Buen varazo que se ha llevado; que aquí hay que<br />

venirse con la lección aprendida. Ya veo el callejón. Un...dos...tres mozos por el suelo y una<br />

zapatilla. No os mováis que es peor. Un saltito y listo. La plaza llena hasta arriba. Lo veis,<br />

hermanos, lo veis. La arena, la música, el vino, la fiesta. Ahora vosotros a <strong>de</strong>scansar al corral<br />

que esta tar<strong>de</strong> tenéis lío, y nosotros...nosotros unos churros.


Antonio Díez Núñez<br />

Carreras y lágrimas<br />

El cielo lloró la mañana <strong>de</strong>l último encierro. Lozano te levantaste cumpliendo con el ritual <strong>de</strong><br />

vestirte para el culto en un sepulcral silencio. Concentrado saliste a la calle mirando al<br />

firmamento que, dando una tregua, permitió al sol atravesar negros nubarrones. Nunca<br />

olvidarás los rostros <strong>de</strong> tensión que advertirse en los <strong>de</strong>más, más jóvenes que tú, mientras<br />

calentabais esperando el sagrado momento. “A San Fermín…” Era el primer aviso. Tu mente<br />

viaja al tiempo <strong>de</strong> los albores <strong>de</strong> tu juventud evocando los encierros en los que participaste:<br />

carreras, caídas, cornadas... El estallido <strong>de</strong>l cohete te <strong>de</strong>volvió al presente. Era la señal. Ya<br />

escuchas el galope, ya sientes que el corazón te sale por la garganta, ya notas tu respiración<br />

acelerada; y <strong>de</strong>mostrando una mezcla <strong>de</strong> temor y osadía, esperas a los astados en el lugar<br />

acostumbrado. Abriéndote paso miras a los lados y tu cabeza corre más que tus piernas. En un<br />

momento levitas sobre el asfalto y un grito emerge en el ambiente al tiempo que te estampas<br />

contra el suelo. El sabor a cobre <strong>de</strong> la sangre te <strong>de</strong>vuelve a la vida y enjugándote los ojos,<br />

sabes que tu tiempo ha pasado. Y lentamente, comenzó a llover.<br />

Antonio J.L. Contreras Lerín<br />

LA HABITACIÓN 101<br />

21 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 2010. El sol señala el <strong>de</strong>clinar <strong>de</strong>l día. Al fondo <strong>de</strong>l pasillo se encuentra el<br />

reducido comedor <strong>de</strong> la primera planta. Ya terminó la cena. Junto a él, sonriente y sentada en<br />

una silla baja, se encuentra una <strong>de</strong> sus amigas; lo escucha con atención. \"La primera vez que<br />

acudí a los Sanfermines fue aprovechando un fin <strong>de</strong> semana. Fue por los años cincuenta. Un<br />

grupo <strong>de</strong> compañeros nos <strong>de</strong>splazamos hasta Pamplona…\" Al tiempo que él se expresaba,<br />

los temblorosos movimientos <strong>de</strong> sus manos, el semblante <strong>de</strong> su rostro y el tono <strong>de</strong> su voz<br />

acompañaban a sus complacientes evocaciones. Ella seguía sonriente, observando la vida que<br />

<strong>de</strong>positaban en él estas reminiscencias. \"…Otro año, también para los Sanfermines, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> La<br />

Mancha, con un 600 rojo y con un amigo, llegamos a la capital…\" Transcurrió una hora y<br />

media. Ella se levantó sin per<strong>de</strong>r su sonrisa, al tiempo que le comentaba: \"Posiblemente, esta<br />

noche sueñes con Pamplona\". En silencio y con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong>splazó la silla <strong>de</strong> ruedas hasta<br />

la cama <strong>de</strong> la habitación 101. Poco <strong>de</strong>spués, unas luces artificiales y algunos sueños<br />

iluminaban el pasillo <strong>de</strong> la resi<strong>de</strong>ncia para mayores.<br />

Antonio Remirez Remirez<br />

Amanece<br />

Amanece y un sol <strong>de</strong> justicia golpea sin piedad mi rostro. Permanezco sentado, sin atreverme a<br />

mover mi cuerpo, agotado. Unos tacones que se aproximan y se sientan junto a mí. Oigo que<br />

alguien susurra un hola; me esfuerzo y giro el cuerpo para respon<strong>de</strong>r y me enfrento, a pecho<br />

<strong>de</strong>scubierto, con una preciosa sonrisa. El dolor que recorre mi espalda y mi cuello retiene mi<br />

mirada unos segundos en su rostro. No parece tan mayor como aparenta pero viste muy<br />

formal: blusa cerrada, falda, zapatos <strong>de</strong> tacón. Tal vez trabaje en un banco, algunos abren en<br />

San Fermín. Ronda los cuarenta y aún es guapa, muy guapa. La sonrisa que me lanza no es<br />

<strong>de</strong> hoy, ni <strong>de</strong> ayer, esa sonrisa se formó hace años cuando era más joven y aún amanecía en<br />

una marquesina, como esta, exhausta y satisfecha. Quizá no hace tanto que, como yo,<br />

apuraba cada noche y cada vaso. Quizá no hace tanto que cruzó su mirada en un bar con<br />

alguien como yo para, más tar<strong>de</strong>, ser su sudor y su <strong>de</strong>seo. Llega la villavesa y ambos<br />

montamos. Mañana prometo amanecer en esta parada a esta misma hora. Quiero volver a<br />

verla.


Antonio Rodríguez Santos<br />

Alexandre<br />

Aquella noche buscó entre la multitud una razón para seguir viviendo. Alegría, vino… y el<br />

mismo uniforme formado por sonrisas, risas, camiseta blanca teñida <strong>de</strong> excesos… y pañuelo<br />

grana, más por tradición que por respeto. Mucha gente y sin embargo… soledad… Las nubes<br />

amanecieron rojizas aquel 11 <strong>de</strong> Junio. Alexandre no tenía razones para continuar su camino.<br />

Era su oportunidad… al menos alguien comentaría su muerte. Nadie lloraría, pero saldría en<br />

los periódicos… que ya era bastante. A la salida <strong>de</strong> la curva, por el exterior don<strong>de</strong> acaban los<br />

miuras más bravíos, y siempre bien perfilada interiormente por los buenos corredores,<br />

Alexandre paró en seco: miró al suelo <strong>de</strong> adoquines grisáceos; cerró los ojos. Escuchó los<br />

últimos gritos: temor, alegría y exhalación <strong>de</strong> los presentes. Los astados pasaron con fuerza,<br />

bramándole un “NO” mayúsculo y siguieron su juego. Alexandre quedó <strong>de</strong> pie, sólo, en silencio.<br />

Allí no se iba a caer <strong>de</strong>rrotado… ¡Nunca! Periódico en mano, un hombre <strong>de</strong> azul apartó a<br />

Alexandre. Estaba petrificado… impotente e incrédulo. -Aquí todo está en manos <strong>de</strong>l santo,<br />

amigo.- Le dijo sonriendo. La ansiedad <strong>de</strong> Alexandre había seguido corriendo con los toros, tal<br />

vez cobar<strong>de</strong>… mirando al cielo… Alexandre lloró una lágrima… ¡Gracias!<br />

Arantxa Goñi Muro<br />

Toca salir<br />

Hoy por fin salgo <strong>de</strong>l armario. Todo un año esperando a que la escalera llegue al 7 <strong>de</strong> julio.<br />

Primero tengo que ir doblado en un bolsillo blanco hasta que estalle el cohete que anuncia<br />

siete días <strong>de</strong> fiesta inigualable. A las doce me pondrán en el cuello, un lugar <strong>de</strong> honor <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

que divisaré carreras <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> toros bravos y <strong>de</strong> fuego, gritos por el miedo a los cabezudos,<br />

bailes cautivadores <strong>de</strong> gigantes, cantos emocionados al Santo, fuegos <strong>de</strong> colores en el cielo,<br />

música <strong>de</strong> las peñas hacia el coso y el riesgo <strong>de</strong> toreros que no ven el peligro. Un lugar <strong>de</strong>l que<br />

no me quitarán hasta el final <strong>de</strong> las fiestas, entre lágrimas y velas, cuando ya no podamos más<br />

<strong>de</strong> cansancio y tristeza por tener que esperar otro año más en el armario.<br />

Bárbara Castrillo Zulaica<br />

Despertar En San Fermín<br />

Guardo (Palencia): 6 <strong>de</strong> julio. 04:20 h. Despedida <strong>de</strong> soltero <strong>de</strong> El Neno. Tremenda trompa <strong>de</strong>l<br />

chaval. El Moru y yo no bebemos. 04:45 h. El Neno entra por fin en el reino <strong>de</strong> Catatonia.<br />

Puesta en marcha <strong>de</strong>l plan. Cambio <strong>de</strong> ropa y traslado <strong>de</strong>l cuerpo hasta el asiento trasero <strong>de</strong><br />

mi Passat. Chanete copilota. El Moru y otros cuatro nos siguen en su C-4. Burgos: 6 <strong>de</strong> julio.<br />

06:10 h. Alivio <strong>de</strong> esfínteres en área <strong>de</strong> servicio 24 horas. El Neno ronca por doquier.<br />

Pamplona (Plaza <strong>de</strong> la Ciuda<strong>de</strong>la): 6 <strong>de</strong> julio. 08:50 h. Traslado a mano <strong>de</strong> El Neno, aún en<br />

coma inducido, a un banco. El lugar está repleto <strong>de</strong> pamplonicas, guiris y otras especies <strong>de</strong><br />

difícil catalogación. Chorreo <strong>de</strong> tinto. Nos alejamos <strong>de</strong> la escena. 11:30 h. El homenajeado se<br />

mueve, alza la cabeza, mira a todos lados. Se toca la ropa. Se frota los ojos. Se observa las<br />

manos. Se echa a llorar. 11:35 h. Cuatro mozos se acercan a él. Hablan. Le pasan la bota.<br />

Deja <strong>de</strong> llorar. Se va con ellos. Los seguimos. Plaza Consistorial. 12:00 h. Chupinazo. El Neno<br />

salta y grita. Nos ve. Se ríe. Nos abraza. ¡Viva San Fermín!


Blanca Epifania Hernan<strong>de</strong>z Izquierdo<br />

Hasta el otro año<br />

El siempre acostumbrado sol <strong>de</strong> Julio; la misma alegre y entusiasta gente, el dulce vino vertido<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> una botella, todo aquello se irá… En una semana apenas que dura, el alma <strong>de</strong> esta<br />

tierra se marchará y sobretodo el lugar que es Pamplona misma, solo la esperanza <strong>de</strong> que el<br />

año que viene será igual, les permitirá vivir en paz. Las plazas volverán hacer las mismas; las<br />

aves seguirán volando tristemente, pero ya no tiene ese encanto que posee, cuando San<br />

Fermín, en su punto, emerge porque hasta la tierra tiembla. Las estrellas brillaran, el viento<br />

siempre seguirá soplando; pero la alegría <strong>de</strong> antaño, aquella que fue y durante toda esa<br />

semana <strong>de</strong> gloria, no volverá sino hasta el próximo año; en que San Fermín vuelva a hacer<br />

ansiado. Los toros esperarán ya ansiosos en sus establos; todo, todo para el próximo año;<br />

mientras el vino dulce tan esperado, ese que cada año se esta añejando; ese se preparará<br />

también para verterse, dulce y exquisito, como siempre, el próximo año… …Todo, todo el<br />

próximo año.<br />

Blanca Esther Ortiz Marqués<br />

Estampa al sol<br />

Hoy he tenido suerte, estoy en primera fila y empiezo a recibir los primeros rayos <strong>de</strong> sol. Un<br />

joven ojea las hojas <strong>de</strong> un periódico arrugado, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un café caliente, cuando llega un<br />

amigo y se fun<strong>de</strong>n en un abrazo. No <strong>de</strong>ja lugar a dudas. Se habían <strong>de</strong>spedido a media noche y<br />

ambos habían quedado en correr el encierro al día siguiente. “Ha habido suerte…”, comenta<br />

uno <strong>de</strong> ellos. A mi izquierda están sentados, semisentados, quizás ni eso, una cuadrilla en<br />

unas posturas poco saludables, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> vasos <strong>de</strong> licor a punto <strong>de</strong> hervir. A ellos también se<br />

les <strong>de</strong>lata. La noche ha sido larga. Mientras va fluyendo un río <strong>de</strong> personas con los más<br />

variados complementos <strong>de</strong> gorros, gafas y otros incatalogables, aunque siempre predomina el<br />

blanco y rojo. El blanco <strong>de</strong> la alegría <strong>de</strong>sbordada <strong>de</strong>l bullicio y la fiesta, y el rojo <strong>de</strong> la<br />

adrenalina y la sangre que ha discurrido en las carreras. Son más <strong>de</strong> las diez <strong>de</strong> la mañana en<br />

la Plaza <strong>de</strong>l Castillo y volveré a la tar<strong>de</strong> con mi cámara <strong>de</strong> fotos. La fiesta sigue, te contagia y te<br />

engancha. No hace falta reloj, las fotografías ya evi<strong>de</strong>ncian los tiempos. Espérame.<br />

Brenda Mispiasegui Valenti<br />

Tradiciones<br />

Des<strong>de</strong> el siglo XIII al XXI, personas y anécdotas mantienen el significado <strong>de</strong> una fiesta. De una<br />

tierra <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>res en reunión, en unión, surge el baile, surge el implorar a los santos la<br />

habilidad para hacer bien un trabajo. Se llenan las calles <strong>de</strong> color rojo y blanco, se llenan <strong>de</strong><br />

personas <strong>de</strong>l lugar y <strong>de</strong> lugares lejanos. Curiosos y ya experimentados disfrutan participando y<br />

reviviendo una tradición. Tradición, que es el conjunto <strong>de</strong> valores y creencias compartidas,<br />

heredadas <strong>de</strong> generación en generación, dándole contenido a una cultura que cobra sentido, al<br />

ser revivida a través <strong>de</strong>l tiempo . Cambian las construcciones, cambian las tecnologías hasta<br />

cambian los lenguajes pero se mantiene algo, ese algo que nos une como pueblo, que nos<br />

remite a un mismo lugar, y nos hace sentir parte. Compartiendo códigos, y una historia en<br />

común. Es lo que hace fuerte a un pueblo. Y aunque los gobernantes con sus leyes, puedan<br />

modificar fronteras, puedan prohibir o permitir, no tendrán nunca el suficiente po<strong>de</strong>r para<br />

cambiar las creencias arraigadas en los corazones <strong>de</strong> un pueblo.


Carina Castillo Peinado<br />

Sin Pareja<br />

Él escocés, ella <strong>de</strong> Pamplona. Tuvieron un romance en los Sanfermines <strong>de</strong>l 83, y no volvieron<br />

a saber el uno <strong>de</strong>l otro hasta las pasadas navida<strong>de</strong>s, a través <strong>de</strong> una red social. Uno <strong>de</strong><br />

enero…dos <strong>de</strong> febrero…contaban los días para verse <strong>de</strong> nuevo en las fiestas, pero ¿cómo se<br />

reconocerían entre la multitud? Ella llevaría una media y él un calcetín, como manda la<br />

canción. Des<strong>de</strong> que se divorció, por fin alguien se fijaría en sus piernas. Menos mal, pensó él,<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que enviudó tenía todos los pares <strong>de</strong> calcetines sueltos.<br />

Carlos Abraham Amasino<br />

Merca<strong>de</strong>res y Estafeta<br />

Éramos sólo él y yo. No había nadie más en el mundo. Y el duelo era a muerte. Ambos lo<br />

sabíamos (él, <strong>de</strong> forma oscura y brutal; yo, <strong>de</strong> un modo al que el pensamiento no ayudaba a<br />

suavizar). El pecho se me hundía a cada inhalación y mis piernas eran un único latido <strong>de</strong> dolor<br />

y <strong>de</strong> fatiga. Ante mis ojos pasaban imágenes borrosas: la cuesta <strong>de</strong> Santo Domingo, la plaza,<br />

la calle Merca<strong>de</strong>res... Pero eran sólo siluetas difusas, como las volutas que el humo <strong>de</strong>l<br />

cigarrillo teje en la noche. Lo único vívido y concreto era él, respirando tras <strong>de</strong> mí en broncos<br />

espasmos <strong>de</strong> su pecho po<strong>de</strong>roso. Como un trueno, como un antiguo dios pagano, el toro pasó<br />

retumbando a mi lado, perdonando mi vida en un inocente capricho <strong>de</strong> gran bestia oscura. Y un<br />

gozo profundo y visceral, <strong>de</strong> <strong>de</strong>ber cumplido y <strong>de</strong> sabor a vida, inundó mi alma.<br />

Carlos Campión Jimeno<br />

El fragor <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el silencio<br />

¡Dieve Mano!, los he perdido. Tenía la mochila azul <strong>de</strong> Silhven <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la nariz hace un<br />

segundo y ahora la marea blanca <strong>de</strong> personas me arrastra sin remedio. Como un río feliz,<br />

todos circulan en la misma dirección. Cientos <strong>de</strong> manos, pechos y hombros hacen tope<br />

conmigo. El aire huele a multitud. El río humano ha parado y yo con ellos. Todos están<br />

expectantes <strong>de</strong> cara a la fachada engalanada, en cuyo reloj están dando las 12. Des<strong>de</strong> un<br />

balcón, una estela <strong>de</strong> humo y fuego <strong>de</strong>nuncia a un artefacto pirotécnico que se pier<strong>de</strong> en el<br />

espacio y todo el mundo enloquece al mismo tiempo; la vibración es <strong>de</strong> terremoto y empieza a<br />

llover <strong>de</strong> todos los colores. Alguien me anuda al cuello un pañuelo rojo y me ofrece el morro <strong>de</strong><br />

una botella, una chica me besa y leo en sus labios ¡San Fermín, San Fermín! Me acoplo a la<br />

locura bailando entre dos brazos ajenos, que ni saben ni les importa que yo sea lituano y<br />

sordomudo.<br />

Carlos Eduardo Castro Pérez<br />

En la manada<br />

Corrí… corrí… <strong>de</strong>saforadamente por las calles adoquinadas, como un verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>mente,<br />

ro<strong>de</strong>ado por el encierro y al lado <strong>de</strong> mucha gente, sintiendo el viento silbar y el sudor rodando<br />

por mi cuerpo, sin po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>tenerme hasta llegar a la plaza, resultando afortunadamente ileso.<br />

Lástima tener que abandonar la fiesta y no seguir disfrutándola… ¡Qué pesar! No volver a<br />

escuchar los pasodobles que me emocionan tanto… Lástima al final <strong>de</strong> cuentas ser solamente<br />

un noble toro bocinero, ja<strong>de</strong>ante e inquieto, <strong>de</strong> nombre “Conversador” para más señas y no un<br />

humano, ágil e intrépido como todos esos ataviados <strong>de</strong> blanco y rojo, que van entonando a voz<br />

en cuello: ¡Viva San Fermín! ¡Viva! ¡Gora San Fermín! ¡Gora!


Carlos Escribano Muñoz<br />

Quién dijo fiesta…?<br />

Un cohete rompe el cielo <strong>de</strong> la mañana. Es la señal. El torilero, cancerbero <strong>de</strong> esta estampa<br />

mitológica, ve <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong>l portón a los mozos que rezan al Santo y, al otro lado, los toros<br />

que pasean su trapío. Se abre el portón. Una ola gigante <strong>de</strong> milenios <strong>de</strong> ímpetu y bravura corre<br />

por la cuesta arriba. Un paisaje <strong>de</strong> calles y plazas enlosadas canaliza la ola entre gritos <strong>de</strong><br />

pánico y voces <strong>de</strong> alerta. Una paleta <strong>de</strong> colores: blanco y rojo <strong>de</strong> los mozos, zaino, cár<strong>de</strong>no,<br />

albahío y mulato <strong>de</strong> las reses, y el azul <strong>de</strong>l cielo brillante <strong>de</strong> las nueve <strong>de</strong> la mañana se<br />

aparecen como en un tapiz que se teje y se <strong>de</strong>steje precipitadamente. El tiempo se hace largo<br />

presintiendo la tragedia. Juegan a la esgrima los toros con sus astas y los mozos con sus<br />

periódicos enrollados. Los <strong>de</strong>rrotes hacen pasar los pitones cerca, muy cerca <strong>de</strong> las carnes <strong>de</strong><br />

la vida <strong>de</strong> los mozos. La ola se remansa en el albero <strong>de</strong> la plaza mientras suenan músicas y<br />

carcajadas. Quién dijo fiesta…? Esto no es regocijo, es liturgia <strong>de</strong> vida o muerte bajo el cielo<br />

azul <strong>de</strong> la mañana.<br />

Carlos Lacunza Juangarcía<br />

Tic-Tac, tic-tac...<br />

Tic-tac, tic-tac… 7:56 <strong>de</strong> la mañana. Tic-tac, tic-tac… El tiempo parece <strong>de</strong>tenerse. Javier mira<br />

una y otra vez su reloj. Tic-tac, tic-tac…¡Maldita sea! ¡Este reloj se ha parado! Tic-tac, tic-tac…<br />

Por el contrario su corazón late <strong>de</strong>sbocado queriéndose abrir paso entre los botones <strong>de</strong> su<br />

camisa blanca. Tic-tac, tic-tac… Javier sólo espera que sus piernas respondan en apenas 3<br />

minutos tan rápido como lo hace ahora mismo su órgano vital. Tic-tac, tic-tac… Aprieta el puño<br />

arrugando el periódico. Trata <strong>de</strong> aliviar tensión pagándola con el papel. Tic-tac, tic-tac… Los<br />

mozos, unos a otros, se sonrien con sonrisa fingida, tratan como pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong> ocultar su miedo,<br />

pero sus ojos les <strong>de</strong>latan, tic-tac, tic-tac… El tiempo aunque a Javier no se lo parezca, corre,<br />

vaya que si lo hace, tic-tac, tic-tac… Un último canto al santo patrón, tic-tac, tic-tac… Ya no hay<br />

vuelta atrás, tic-tac tic-tac… últimos momentos <strong>de</strong> espera, tic-tac, tic-tac… ultimos rezos en la<br />

intimidad <strong>de</strong> cada uno, tic-tac, tic-tac… una mecha encendida, tic-tac, tic-tac… un cohete al<br />

aire, tic-tac, tic-tac una explosión <strong>de</strong> polvora y adrenalina, tic-tac, tic-tac… y las puertas, tic-tac,<br />

tic-tac… que al fin se abren, tic-tac, tic-tac…<br />

Carlos Navarrete Pablo-Romero<br />

Un día <strong>de</strong> Julio.<br />

Me levanto. Ducha. Pañuelo al cuello. Dianas. Compro el diario. ¡A San Fermín pedimos...! .<br />

Suerte, nos vemos luego. Bom-bom, bom-bom, 180 pulsaciones. Corro. ¡Abre toro, abre toro!<br />

Manada. Cabestros escoba. Abrazos, caldo y <strong>de</strong>sayuno. Baile. Gigantes. SAN FERMIN.<br />

Aperitivo. Comida y patxarán. Siesta. A los toros. Lololololololololololo. Langostino. Ban<strong>de</strong>rillas.<br />

Chica ye-ye. Oreja y vuelta al ruedo. Sangría. El Rey. Merienda. Escoces y gintonic. Salida <strong>de</strong><br />

las peñas. Mi caballo tira pa´lante, mi caballo tira pa´tras. Estafeta. Toro <strong>de</strong> fuego. Gintonic.<br />

Peñas. Cena. Peñas. La última. Ahora <strong>de</strong> verdad, la última. ¡Ojo! pedazo <strong>de</strong> guiri, ¿Arkansas?.<br />

Besos, uno rápido (mejor dos) y a dormir. Me levanto. Ducha. Pañuelo al cuello.....¡Pasa tan<br />

<strong>de</strong>prisa, que no da tiempo a vivir la fiesta!


Carlos Puig Ayestarán<br />

San Fermin<br />

Me duele la cabeza. Ayer llegué tar<strong>de</strong> y no te encontré. Estuve hablando con un chico <strong>de</strong><br />

Camerún y me dijo que no tenía trabajo. Le cambié el collar <strong>de</strong> conchas por un pañuelo rojo.<br />

Bajé las escaleras <strong>de</strong> ese bar que te gustaba y estaba R con M. R se ha vuelto a casar y M<br />

este año no ha ganado ningún premio. No sé que hora es. Con F salimos a la plaza. En la<br />

esquina toca un grupo heavy y al lado <strong>de</strong> la batería hay un hombre dormido <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l saco.<br />

Por la plaza los jóvenes corren <strong>de</strong> aquí para allá como si <strong>de</strong>scubrieran un nuevo continente.<br />

Compro un boleto en la tómbola. Una bicicleta. Estoy perdido. Voy a los bares <strong>de</strong> la cuesta... la<br />

canción <strong>de</strong>l verano. Me río con J, me dice que tenemos que vernos más. En el fondo <strong>de</strong>l bar<br />

me acuerdo <strong>de</strong> ti. Te habrás ido a la playa... pienso. Amanece... Un cabestro aplasta el pecho<br />

al chico <strong>de</strong> la camiseta azul. Me voy a la cama. El collar se ha roto, las conchas están tiradas<br />

por el suelo. No hay arena, no hay un mar en mi cuarto...<br />

Carlos Sanz Matesanz<br />

Futuro <strong>de</strong>l toro<br />

Diario holográfico <strong>de</strong> Navarra, 8 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 2045: POR PRIMERA VEZ SE CONSIGUEN<br />

TRADUCIR LOS PENSAMIENTOS DE UN TORO DE LIDIA Gracias a los cientos <strong>de</strong> nanochips<br />

implantados en su cerebro, se averiguó que Pamplonete, el toro elegido para el experimento,<br />

tuvo miedo <strong>de</strong> hacer daño a los mozos mientras corría el primer encierro <strong>de</strong> San Fermín’45;<br />

aunque la mayor sorpresa llegó en la corrida <strong>de</strong> toros vespertina. En el tercio <strong>de</strong> varas y<br />

durante unos segundos se negó a embestir al caballo porque, según sus propios<br />

pensamientos, \"el equino no le había hecho nada\", cambiando <strong>de</strong> opinión rápidamente al<br />

pensar: “no quiero <strong>de</strong>cepcionar a la gente; será mejor embestir a todo lo que me señalen”. Los<br />

sorpren<strong>de</strong>ntes datos resaltan la asombrosa bondad e inteligencia <strong>de</strong> estos animales <strong>de</strong> antiguo<br />

origen bravo, cualidad que se confirma que han ido perdiendo <strong>de</strong> forma evolutiva con el paso<br />

<strong>de</strong>l tiempo. También hay que <strong>de</strong>stacar que el estudio general muestra que el toro tuvo cuidado<br />

conscientemente, y en todo momento, <strong>de</strong> no herir al torero ni a los corredores, circunstancia<br />

que si también se confirma con el resto <strong>de</strong> sus semejantes podría significar que estuviéramos<br />

ante el más gran<strong>de</strong> animal <strong>de</strong> compañía.<br />

Carmen Portillo Garcia De Las Bayonas<br />

Mis amigos Pamplonicas<br />

Cuatro amigos estábamos en un pueblo <strong>de</strong> Burgos a las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> en un bar. Entró un<br />

amigo con cara triste porque tenía dos entradas para ir a los toros en San Fermín ese mismo<br />

día y no podía ir. En cuanto dijo si las queríamos, ya no las tenía en la mano. A suertes dos<br />

entrarían y dos no. Aún así nos arriesgamos. Tuve suerte y mi amiga también. Nos pusimos en<br />

marcha en ese mismo momento con lo puesto. ¡A Pamplona por San Fermín! Con dos<br />

entradas <strong>de</strong> toros al festín. En punto estábamos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la plaza. En un puesto nos<br />

compramos los pañuelos rojos, y nos fuimos corriendo a los toros. Los menos agraciados, se<br />

quedaron viviendo el ambiente <strong>de</strong>l exterior durante el tiempo que duró la corrida <strong>de</strong> toros. La<br />

fiesta había comenzado ya en las gradas y nosotras no tardamos un segundo en estar<br />

imbuidas en ella. En nuestras manos cayó una invitación <strong>de</strong> bota <strong>de</strong> vino y trozo <strong>de</strong> bocata <strong>de</strong><br />

las peñas que estaban junto a nosotras. Entre ole y ole, la alegría y los cánticos <strong>de</strong> la gente,<br />

nuestra voluntad ya estaba rendida a la gente pamplonica.


Carmen Ruiz <strong>de</strong> Erenchun Miqueleiz<br />

Por una guiri<br />

Añoro mi tierra. Mi ciudad. Hace tiempo que partí a otro continente. Estoy triste por ello.<br />

Todavía recuerdo el viaje. Qué suplicio. Más <strong>de</strong> 10 horas me costó llegar a lo que <strong>de</strong> momento<br />

es mi nueva casa. Todo es distinto. El clima es seco, apenas llueve. La gente habla raro. No<br />

entiendo nada. A<strong>de</strong>más le echo tanto <strong>de</strong> menos... Su sonrisa, su barba siempre recién afeitada,<br />

<strong>de</strong>jándole el cuello tan suave… Y su perfume. Qué bien olía siempre. A pesar <strong>de</strong> estar todas<br />

las tar<strong>de</strong>s a pleno sol, siempre olía a frescura. Le echo <strong>de</strong> menos. Aunque nunca le perdonaré<br />

aquello que hizo ese 14 <strong>de</strong> Julio <strong>de</strong> 1998. Me regaló como si fuera una flor, un objeto<br />

cualquiera. Me anudó al cuello <strong>de</strong> esta guiri... Samantha creo que se llama. Y todo por un<br />

simple beso. Maldigo aquel día. Pero estoy contento, porque sobre la mesilla hay una reserva<br />

<strong>de</strong> hotel en mi querida Pamplona, con fecha <strong>de</strong>l 5 al 14 <strong>de</strong> Julio. Aunque sea en el cuello <strong>de</strong><br />

esta rubia, volveré a teñir <strong>de</strong> rojo la plaza <strong>de</strong>l ayuntamiento y vibraré <strong>de</strong> nuevo a las 12 <strong>de</strong>l<br />

mediodía al son <strong>de</strong> ¡¡San Fermín, San Fermín!!<br />

Carmen Tejada Navarro<br />

Espaldas<br />

El cuarto encierro <strong>de</strong> San Fermín no ha tenido heridos. El recorrido se ha realizado en dos<br />

minutos treinta y cinco segundos. Ha sido una carrera limpia, don<strong>de</strong> los corredores habituales<br />

han podido <strong>de</strong>mostrar su <strong>de</strong>streza. La escena más reseñable la han protagonizado los<br />

antitaurinos. Esta vez, habían <strong>de</strong>cidido manifestarse boicoteando la salida <strong>de</strong> los astados. Para<br />

ello se han colocado frente a la barrera, encordados con una soga, <strong>de</strong>snudos y <strong>de</strong> espaldas al<br />

resto <strong>de</strong> los corredores. La policía ha procedido a su <strong>de</strong>salojo, mientras los asistentes les<br />

vitoreaban. Ellos, animados por los gritos, se han resistido como auténticos kamikaces. Aún<br />

así, su acto <strong>de</strong> valentía, ha quedado diezmado, tras saberse que los toros habían sido<br />

narcotizados. Afortunadamente el gana<strong>de</strong>ro ha conseguido sustituirlos por otros miuras más<br />

bravos y <strong>de</strong> mejor apostura. Los allí presentes han pedido a los policías que <strong>de</strong>jaran a los<br />

antitaurinos repetir su acto <strong>de</strong> protesta. Querían verles correr, <strong>de</strong> espaldas, en una carrera que<br />

se prometía emocionante y única en toda la historia <strong>de</strong> los encierros. No sabemos por qué,<br />

pero se han negado a salir.<br />

Carolina Navarro Diestre<br />

Chupinazo<br />

Tras mi primer chupinazo en Pamplona mi vida no fue la misma. Pero aquel año, aquella<br />

carrera... Todo fue diferente. Estalló el cohete a las ocho en punto, sin las cámaras <strong>de</strong> televisón<br />

<strong>de</strong> por medio. Los toros echaron a correr como posesos, la<strong>de</strong>ra abajo. Eran perseguidos en la<br />

<strong>de</strong>hesa por los cabestros, por seis mozos y por mi, el matarife <strong>de</strong>l pueblo. La carrera fue limpia.<br />

No hubo ni heridos ni muertos; no pudimos alcanzarlos.


César Rina Simón<br />

Sombras <strong>de</strong> un hotel en fiestas<br />

Te escribo a ti, sólo a ti. La soledad sigilosa siempre fiel a mis noches <strong>de</strong> hotel. A esa sombra<br />

que fija tu silueta sobre la colcha <strong>de</strong> la cama. La pluma es cómplice <strong>de</strong> la ventana secreta que<br />

nos comunica. En mi juventud soñé con la revolución –aquello que todos llaman <strong>de</strong>mocracia<br />

real-. Ahora afirmo como un muelle auto impulsado. El estilo neobarroco <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s y los<br />

marcos dorados no ocultan el rancio sabor <strong>de</strong>l silencio. Al menos las urracas aún revolotean<br />

entre las palmeras y los Hemingway abandonan el puritanismo. Hace un tiempo emprendí la<br />

carrera infinita <strong>de</strong> la gloria efímera. Esperé iluso que mis dones y tarjetas <strong>de</strong>spertaran tu pasión<br />

por el prestigio. Al final te convertiste en sombra <strong>de</strong> mi ego. Quizá no sepas que acaricio cada<br />

noche tus ca<strong>de</strong>ras imaginadas y beso tu frente pálida encarnada en un frío almohadón. Entre<br />

las estampas bucólicas <strong>de</strong> las estanterías arrojo las pocas letras que guardaba. Dormiré una<br />

vez más entre imágenes <strong>de</strong> aliento inalcanzable. Mañana, cuando el sol <strong>de</strong> julio rejuvenezca mi<br />

prepotencia, retomaré la primera persona <strong>de</strong>l singular en congresos culminados en aplausos.<br />

Aplausos, Penélope, a un muerto velado en restaurantes victorianos.<br />

Christian Odin Ayala Nava<br />

Suena el Chupinazo<br />

El chupinazo sale disparado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el balcón <strong>de</strong> la casa consistorial <strong>de</strong> pamplona y estalla en<br />

un cielo plomizo. La multitud lo escucha, animados, extasiados; saben lo que va a ocurrir. Los<br />

niños se arremolinan, pululan, escuchando los canticos. Algunos los han oido lo suficiente para<br />

no prestarles atención, otros ya forman parte <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los estribillos <strong>de</strong> los mismos. La gente<br />

sale <strong>de</strong> los bares y se reúne; toman una <strong>de</strong> las pieles <strong>de</strong> toro, <strong>de</strong> alguno <strong>de</strong> los percheros<br />

comunales, y, poco a poco, las usan como prenda. A partir <strong>de</strong> entonces, <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> ser solo<br />

hombres, ya forman parte <strong>de</strong> la celebración. Las aves <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n y toman formas <strong>de</strong><br />

ban<strong>de</strong>rines y a bellos adornos, bellos, agraciados. Una mujer baja la cabeza y mira rostros<br />

familiares en los adoquines. Pensarían que ha enloquecido, pero la ciudad vibra <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ella.<br />

Porque, a fin <strong>de</strong> cuentas, la ciudad se mueve como una sola entidad. Es un gigante que crece y<br />

cobra vida. Suena el chupinazo, pero, tan pronto inicia, parece que esta terminando.<br />

Clara Torres Redondo<br />

Mi legado<br />

A mi querido esposo le <strong>de</strong>jo todas mis posesiones materiales. Y a clara, mi hija le <strong>de</strong>jo lo mas<br />

valioso que he poseido: mis sueños mis vivencias, mis recuerdos y mi pañuelo rojo. Todo se<br />

encuentra en una pequeña caja que guardo en el cajon <strong>de</strong> mi armario. con ello podra hacer lo<br />

que mas <strong>de</strong>see , con mi diario podra leerlo o quemarlo, con mis fotos antiguas podra verlas o<br />

romperlas, con las cartas <strong>de</strong> amor podra tirarlas o darselas a su padre. Pero con el pañuelo<br />

rojo le <strong>de</strong>searia que hiciese lo que yo nunca hice, y es el ponerselo en el cuello coger su<br />

camiseta blanca y sus pantalones <strong>de</strong> igual color su fajin rojo y salir corriendo a los sanfermines.<br />

De esta vida me <strong>de</strong>spido habiendo echo casi todo lo que mas he <strong>de</strong>seado pero me voy<br />

insatisfecha ya que nunca fui a los sanfermines, es por lo que espero que mi hija no cometa el<br />

mismo error que yo cometi. Firmado en Córdoba a 6 <strong>de</strong> julio 2010


Daniel Heredia Gómez<br />

Escena De San Fermín<br />

Orfeo nevado <strong>de</strong> pañuelo azul corriendo hinche su gloria a cada paso <strong>de</strong> gigante traspasando<br />

los espejos puros <strong>de</strong> la piedra. Río blanco puesto en pie buscando la salida <strong>de</strong>l infierno, sin<br />

mirar atrás. La belleza <strong>de</strong> negra Eurídice solo a sus ojos se revela, y no pue<strong>de</strong> gozarla; mortal<br />

mirada <strong>de</strong> fuego que lo impulsa al mar, a salir <strong>de</strong>l laberinto engastado en sangre. Savia <strong>de</strong><br />

amor unida por las palabras <strong>de</strong> los sabios en pergaminos <strong>de</strong> salmón. Minerva humillada<br />

espoleando a la más bella fiera <strong>de</strong>l mundo. ¿Por qué miraste atrás, Orfeo? En el girar <strong>de</strong> tu rojo<br />

cuello late el hado fatal que irgue la piedra y te hace tropezar, bufón <strong>de</strong> la fortuna, hálito<br />

soterrado mientras el ebúrneo rayo helado rompe tu carrera. Tropel <strong>de</strong> gritos y <strong>de</strong> polvo y <strong>de</strong><br />

sangre y <strong>de</strong> espumas; por una mirada una eternidad con<strong>de</strong>nada. Héroe pisoteado sin atisbo <strong>de</strong><br />

lamento, sin remordimiento ni sollozo, consciente <strong>de</strong> la blancura manchada y <strong>de</strong>l fracaso<br />

repentino. ¡Renace el Fénix! Se levanta el Caupolicán <strong>de</strong>l nuevo milenio envuelto en polvo <strong>de</strong><br />

vino y solo una lágrima <strong>de</strong>ja caer en el empedrado: “volveré el próximo año”.<br />

Daniel Lana Gazpio<br />

El viaje <strong>de</strong> mi vida<br />

Llegamos temprano, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una larga y noctámbula jornada en carretera. Algo gran<strong>de</strong> se<br />

mascaba en el ambiente. Bien nos lo habían dicho los más longevos antes <strong>de</strong> partir: “El que va,<br />

es para quedarse” El blanco era, sin duda, el protagonista en la entrada a la ciudad, y<br />

<strong>de</strong>sconocidos aromas nos saludaban <strong>de</strong> camino a nuestra posada. Estábamos dando brincos<br />

con la nueva experiencia que nos aguardaba, pero lo sensato era <strong>de</strong>scansar. Entre algarabía y<br />

<strong>de</strong>svelo, hemos madrugado para correr lo que llaman “el encierro”. Es una experiencia<br />

apasionante, aunque un tanto angustiosa para el que está más hecho a la plácida vida rural.<br />

Por suerte, y a pesar <strong>de</strong> algunos resbalones a causa <strong>de</strong> la humedad <strong>de</strong>l pavimento, no ha<br />

habido que lamentar heridos. Pero lo mejor, sin duda, estaba todavía por llegar... ¡Qué sinfín <strong>de</strong><br />

emociones! La escandalera <strong>de</strong> charangas y sus cánticos hace que me tiemble hasta el aliento.<br />

Pero no hay tiempo para echarse atrás. ¡Éste es mi momento! Suena el cohete y la plaza<br />

abarrotada me recibe con aplausos. Incluso un galán aguarda en el centro para enfundarme<br />

una hermosa capa. ¡Verás cuando se lo cuente a mis nietos <strong>de</strong> vuelta a la <strong>de</strong>hesa…!<br />

David Álvarez Vormann<br />

El reencuentro con mi padre<br />

No había hecho yo más que curiosear por la zona <strong>de</strong> Jarauta. Tantos colores y tanta algarabía<br />

me llevaron a una inexplicable fascinación y encanto. —¡Tonto <strong>de</strong> mí —<strong>de</strong>cía —, apenas<br />

lanzado el chupinazo heme aquí farfullando palabras <strong>de</strong> asombro! Volteé para hablar con mi<br />

padre, y sólo la bullanguera multitud ataviada <strong>de</strong> blanco y rojo colmaba mi vista. Entonces me<br />

<strong>de</strong>sorienté, y <strong>de</strong>cidí que lo mejor sería ahuyentar al temor y disfrutar la parte vieja <strong>de</strong><br />

Pamplona, y me <strong>de</strong>jé llevar por el inevitable rego<strong>de</strong>o, que <strong>de</strong>tuve al ver a mi viejo corriendo<br />

<strong>de</strong>sesperado en medio <strong>de</strong>l gentío. Opté por esperarlo, justo en el inicio <strong>de</strong> la calle Estafeta. Sin<br />

embargo, cambié <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a y corrí como nunca antes lo había hecho. Mi padre y yo quedamos<br />

hombro a hombro, y en un momento nuestras miradas se cruzaron. Sólo eso bastó para sentir<br />

que éramos uno, y <strong>de</strong>trás, la estampida <strong>de</strong> toros que bufaba con furia. Cuando las bestias<br />

pasaron, abracé a mi viejo y solté lágrimas <strong>de</strong> felicidad. Pasaron los años, y hoy, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> algún<br />

balcón celestial, mi padre disfruta el inolvidable San Fermín, que ese día había mediado <strong>de</strong> la<br />

manera más extraña, como todo santo, supongo.


David Aznar Lafont<br />

A gloomy day<br />

I could not sleep at all, It doesn´t matter. I am nervous; I am looking forward to living the<br />

atmosphere, having fun without limits, feeling the best fiesta all over the world. I am ready, my<br />

red scarf, my white clothes, everything is OK. Only one minute for the rocket, but nobody in the<br />

streets, I don´t un<strong>de</strong>rstand. My heart is bumping, I have been expecting this moment for all the<br />

entirely year. It seems to me, I am the only one. Only five seconds, four, three, two, one, the<br />

rocket is launched, San Fermin begins. The Fiesta explo<strong>de</strong>s. No noise, nobody dancing, people<br />

don’t take over the streets, no music. It´s overnight although it´s already San Fermin. This year I<br />

am not in Pamplona, today will be a gloomy day.<br />

David Braña Fernán<strong>de</strong>z<br />

Sensaciones<br />

Estábamos en la habitación, solos ella y yo. Era <strong>de</strong> noche, la luz <strong>de</strong> las farolas filtraba por la<br />

persiana y su hermosa silueta parecía seducir a las sombras. Nos besamos, cuando probé sus<br />

cálidos y suaves labios se me aceleró el corazón y perdí el control. Caímos sobre la cama y la<br />

<strong>de</strong>snudé <strong>de</strong>spacio, recreándome en cada rincón <strong>de</strong> su perfecto cuerpo. Cuando terminamos,<br />

tumbados y bañados en sudor, ella me sonrió y yo supe que aquello era el paraíso y que no<br />

quería estar en otro lugar. -Vale... Oye, me parece genial que me cuentes el mejor polvo <strong>de</strong> tu<br />

vida. Pero yo te he preguntado qué tal te lo has pasado en los Sanfermines. ¿Qué tiene que<br />

ver una cosa con la otra? -Precisamente, es para que comprendas lo que he sentido estando<br />

allí.<br />

David Esquillor Roc<br />

Rojo<br />

Des<strong>de</strong> la soledad <strong>de</strong> mi encierro pienso en lo que me contó mi padre años atrás. Por una<br />

abertura en los tablones vislumbro a la gente, a la hermandad, al pueblo. Pasan abrazados,<br />

sonriendo y con pañuelos anudados al cuello. Veo calles y tabernas engalonadas con<br />

ban<strong>de</strong>ras. A lo lejos, la figura <strong>de</strong> un santo <strong>de</strong> hermoso manto. Sonidos <strong>de</strong> fiesta atraviesan mis<br />

oídos. Las voces <strong>de</strong> unas mujeres hablando en mil lenguas distintas rebotan por las esquinas<br />

que un día fueron refugio <strong>de</strong> un gran escritor. Todo lo que me ro<strong>de</strong>a se impregna <strong>de</strong> un solo<br />

color: rojo. Rojo <strong>de</strong> sangre, <strong>de</strong> vino y <strong>de</strong> fiesta, tal y como mi padre me lo <strong>de</strong>scribió. Resoplo<br />

mientras froto mis astas contra el suelo <strong>de</strong> arena. El chupinazo retumba en el cielo provocando<br />

una algarabía que jamás había escuchado. Debemos salir. Me impulso con energía y sigo a la<br />

gran masa roja que ante mi acelera llena <strong>de</strong> vida. Hay que llegar hasta la plaza, la misma que<br />

pisó mi padre y en la que yo me consagraré a la fiesta <strong>de</strong> un pueblo <strong>de</strong> tradiciones y<br />

costumbres, <strong>de</strong> camara<strong>de</strong>ría y hospitalidad, <strong>de</strong> blanco y rojo.


David Martínez Abárzuza<br />

Pura adrenalina<br />

Pablo se ha <strong>de</strong>spertado nervioso, sólo <strong>de</strong>sayuna dos galletas aunque la leche le sabe muy<br />

dulce. Su madre le viste el cuello con el pañuelico pero hoy no protesta, el nudo que tiene en el<br />

estómago es infinitamente mayor que el que adorna su garganta. Antes <strong>de</strong> salir a la calle Pablo<br />

se calza sus zapatillas <strong>de</strong> velcro <strong>de</strong> Spi<strong>de</strong>rman, sabe que hoy más que nunca serán sus fieles<br />

compañeras. El pequeño aguarda en lo alto <strong>de</strong> Chapitela dirigiendo su mirada ansiosa hacia<br />

una Plaza <strong>de</strong>l Castillo abarrotada, pero su corta estatura no le permite ver más allá <strong>de</strong> un ir y<br />

venir <strong>de</strong> rojo y blanco. La espera empieza a ser agobiante por el incómodo olor que se<br />

<strong>de</strong>spren<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> abajo. Huele a San Fermín. De repente se escucha una leve melodía <strong>de</strong><br />

txistu y gaitas, la adrenalina y la cabeza <strong>de</strong> Pablo empiezan a ascen<strong>de</strong>r y a lo lejos ve cómo la<br />

figura <strong>de</strong> su majestad europea se alza entre la multitud. Le tiemblan las piernas, le sudan las<br />

manos, \"ya están aquí\" piensa él. Un año esperando y por fin llega el momento; Caravinagre a<br />

la izquierda, Zaldiko a la <strong>de</strong>recha, ¡corre Pablo corre!<br />

David Villar Cembellín<br />

Des<strong>de</strong> La Barrera<br />

Tensión ante la hornacina <strong>de</strong> San Fermín. Atento, no te <strong>de</strong>spistes. Va a empezar… ¡ya! Se<br />

abre el portón y seis bestias azabaches enfilan Santo Domingo. Corre, me increpo. ¡Corre!<br />

Llego hasta el Ayuntamiento pegándome al vallado. Rompo a sudar, pero no me <strong>de</strong>tengo hasta<br />

Merca<strong>de</strong>res. Los toros me persiguen, la adrenalina me inunda. ¡Cuidado! ¡Es la curva <strong>de</strong><br />

Estafeta, un ángulo recto perfecto! La tomo por el interior, limpiamente, advirtiendo por el rabillo<br />

<strong>de</strong>l ojo a los toros <strong>de</strong>rrapando hacia las protecciones. Continúo por Estafeta, una gran recta<br />

que hago al sprint. La respiración se me acelera, me falta el aliento, boqueo en pos <strong>de</strong>l<br />

anhelado aire… alcanzo Telefónica. ¡Recela en este punto! Cuántas veces no se ha <strong>de</strong>tenido<br />

aquí un toro remolón. Ayudo a un rezagado con la punta <strong>de</strong>l periódico mientras un pastor le<br />

azuza por <strong>de</strong>trás. Hecho. Arribo al Callejón, pasillo <strong>de</strong> las temibles montoneras. Claustrofobia.<br />

¡Tres metros <strong>de</strong> anchura entre pare<strong>de</strong>s por don<strong>de</strong> pasar! Pero lo logro. Entro en la Plaza y giro.<br />

Hisopado <strong>de</strong> sudor. Satisfecho… Un día más he corrido el encierro completo. Me sirvo otra<br />

copa <strong>de</strong> vino, me la merezco. Recupero el pulso sobre el sofá. Apago la tele.<br />

Delma Gil Wilson<br />

…doliente res inmóvil”<br />

Vio al toro <strong>de</strong> frente por un instante que se volvió <strong>de</strong> piedra, y no supo si ese animal temible era<br />

el mismo que había imaginado allá en su cada vez más lejana Andalucía. Suspiró, y la<br />

nostalgia sorda se convirtió en un agudo dolor en los riñones. Hacía muchos años había leído<br />

por primera vez un verso <strong>de</strong> Lorca. Qué luna tan hermosa habría sido esa, pensó mientras<br />

miraba los cuernos <strong>de</strong> su res, que no era más doliente que el bramido en su costado, que su<br />

propia imagen en el espejo bruñido <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong>l animal. –Yo vi una vez, en Andalucía, una<br />

luna así <strong>de</strong> brillante. Sentado a la sombra <strong>de</strong> mí mismo, replegado contra un cielo que se hacía<br />

mar a mis espaldas, yo vi la luna, como rueda itinerante <strong>de</strong> fortuna. Un grito lo regresó a las<br />

calles <strong>de</strong> San Sebastián. La bestia lo miraba impasible, pero él no se movió. En ese momento<br />

in<strong>de</strong>finido en el que no sabía si se tocaba la carne con las manos, si respiraba por las narices<br />

profundas <strong>de</strong>l toro que lo espiaba, había rememorado otra sangre, un paredón y una muerte<br />

que no era la suya.


Diana Baidal Morell<br />

La sangre <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo<br />

En tus labios la sangre <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo y la inquietud <strong>de</strong> estar un año más cerca <strong>de</strong> la tierra que se<br />

viste <strong>de</strong> bastos llanos y montañas, que ro<strong>de</strong>a sus calles empedradas <strong>de</strong> mantos don<strong>de</strong> la<br />

diligencia <strong>de</strong>snuda <strong>de</strong> una pasión junta cada periodo a nuestra mejor gente. No anduve<br />

mirando otra cosa en todos esos dias que no fuesen tus ojos, con una belleza rusa enigmática<br />

y serena, enjuagando la fantasía <strong>de</strong> la estepa que te vió nacer, con tu acento español semi<br />

<strong>de</strong>snudo. Vestida con la entreverada propuesta <strong>de</strong> volver cada año. En los jardines llenos <strong>de</strong><br />

gente, el sol nos dió el calor para una mañana <strong>de</strong> sueño al aire libre don<strong>de</strong> en un colchon <strong>de</strong><br />

botellas nos abandonamos a la pasión exacta <strong>de</strong>l tiempo. Corro el riesgo que acepto, como<br />

cuando me pongo <strong>de</strong>lante junto a otra gente en los encierros,esperándote cada año para vivir<br />

esta Pamplona contigo. Nueve dias que son más intensos todavía teniendote cerca mientras<br />

lees a Hemingway <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el balcón <strong>de</strong> mi casa y miras como las luces se apagan don<strong>de</strong><br />

nuestra vida <strong>de</strong>scansada, y guarda el sueño siempre <strong>de</strong> querer volver.<br />

Diana Ruiz Lopez<br />

Riau Riau<br />

PERSONAJE 1: Hombre, qué pronto te levantaste hoy. No esperas a que suene el<br />

<strong>de</strong>spertador. PERSONAJE 2: Es que hoy es un día especial. Llevo una eternidad esperando el<br />

seis <strong>de</strong> julio y ¡¡Riau Riau!!!. PERSONAJE 1: No tienes edad <strong>de</strong> hacer esfuerzos. ¿De qué<br />

<strong>de</strong>monios estás hablando?. PERSONAJE 2: ¿No me notas algo diferente? (Dice<br />

contoneándose tanto como le permite su <strong>de</strong>macrado cuerpo). PERSONAJE 1: ¿Lo dices por el<br />

pañuelo rojo?. Haberlo dicho antes. De haberlo sabido… PERSONAJE 2: Aún hay tiempo <strong>de</strong><br />

que recojas tu pañuelo y vayamos juntos. PERSONAJE 1: ¡Ay pues!, no tengo. Se lo <strong>de</strong>jé a<br />

Florinda para sujetarse el codo. PERSONAJE 2: No importa, veamos. ¡Ah!, mira, cógele a<br />

Damián la banda <strong>de</strong> su corona. No es un pañuelo pero servirá. Anúdatela al cuello y vámonos<br />

al chupinazo ya mismo. Dos figuras enfundadas en rojo sobre sus huesudos cuellos llegan a la<br />

Plaza <strong>de</strong> la Casa Consistorial. Suena el chupinazo y los dos personajillos, sin pensar en las<br />

consecuencias que les podía acarrear el estruendo, pier<strong>de</strong>n uno a uno todos sus huesos,<br />

quedando un óseo conjunto variopinto <strong>de</strong> tibias, muñecas y vértebras. Ellos son los únicos que<br />

no <strong>de</strong>bían celebrar los San Fermines.<br />

Edgar Allan García Riva<strong>de</strong>neira<br />

El Encierro<br />

Aquel encierro lo ponía furioso. Aislado <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> los suyos, toda la noche se la había<br />

pasado dando vueltas en círculos y hasta topetazos contra la ma<strong>de</strong>ra. A medida que se<br />

acercaba la mañana, su cuerpo temblaba con una mezcla <strong>de</strong> rabia e impotencia. Por fin,<br />

cuando la primera garúa <strong>de</strong> luz empezó a inundar la oscuridad, su angustia cesó <strong>de</strong> pronto.<br />

Escuchó, poco más tar<strong>de</strong>, la invocación colectiva: \"A San Fermín pedimos, por ser nuestro<br />

patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición\". Aguardó y, por fin, cuando reventó el<br />

primer cohete, <strong>de</strong> un salto se lanzó a la calle. Había encontrado una forma <strong>de</strong> escabullirse <strong>de</strong>l<br />

encierro y ya nada, ni el miedo <strong>de</strong> sus padres ni el suyo propio, le impediría corre <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

los toros.


Eduardo Sanz Aguirre<br />

Esto empieza <strong>de</strong> blanco y rojo<br />

Que bien!! Mañana 6 <strong>de</strong> julio, voy a irme a la cama pronto para tener fuerzas mañana, vaya dia<br />

nos espera!! Estoy en la cama y no puedo dormir, doy vueltas para un lado y para el otro. No<br />

tenía esta sensación <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que mis padres me metian en la cama pronto porque iban a llegar<br />

los reyes magos, la misma ilusión, las mismas sensaciones, los mismos nervios. Me juntaré<br />

con mi gente y con todos aquellos que cada año nos saludamos en el mismo sitio y casi a la<br />

misma hora para <strong>de</strong>searnos felices fiestas. Almorzaremos en casa <strong>de</strong> mi amigo chuti,<br />

comeremos don<strong>de</strong> siempre los <strong>de</strong> siempre, que bien!! Un año más voy a disfrutar <strong>de</strong>l<br />

chupinazo <strong>de</strong> alegría que cada año nos recorre el cuerpo. Abrazos, besos, saludos, bailes y<br />

gestos que nos salen <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro todos maravillosos y nuestros. tengo toda la ropa preparada<br />

que acabo <strong>de</strong> sacar <strong>de</strong> la \"caja <strong>de</strong> san fermin\" <strong>de</strong>l armario <strong>de</strong> siempre. mi pantalón y mi<br />

camiseta blanca, mi pañuelo y mi faja roja, lo tengo todo. Bueno, me levanto a las ocho y solo<br />

me quedan seis horas par <strong>de</strong>scansar. mañana nos espera lo mejor <strong>de</strong>l año san fermín.<br />

Elena Marqués Núñez<br />

La muerte en el espejo<br />

Des<strong>de</strong> el café Iruña se oye el griterío. Ante el espejo <strong>de</strong> marcos dorados y el mármol impasible<br />

<strong>de</strong> la barra, imagino la carrera en Merca<strong>de</strong>res, la exagerada curva <strong>de</strong> Estafeta, el vallado con<br />

los mozos empinados, el balcón sobre Gutiérrez, don<strong>de</strong> lo vi hace un rato, <strong>de</strong>sgraciado, sin<br />

saber lo que le espera. Lleva su uniforme blanco inmaculado, su pañuelo rojo, su faja bien<br />

ceñida, su aire <strong>de</strong> hombre. Antes <strong>de</strong> salir, serían las seis y media, tomó un café ligero con los<br />

<strong>de</strong>más <strong>de</strong> LaVeleta, y bromearon como siempre, dándose golpecitos en el hombro y<br />

disputándose el puesto en el encierro. Alguno le dice que su sitio es con los cabestros,<br />

pastoreando, que ya está viejo para correr, y que a dón<strong>de</strong> va con esas alpargatas que le<br />

quedan gran<strong>de</strong>s. Él se habrá sonreído, pero la mueca no lo acompañaba justo en el momento<br />

en que me vio y entendió, y le falló el calzado, y, sintiéndose el resuello <strong>de</strong> la res a la altura <strong>de</strong><br />

los riñones, no tuvo tiempo <strong>de</strong> rectificar y tomar la curva por la <strong>de</strong>recha, y allá va ensartado y<br />

corneado mientras la gente grita y se <strong>de</strong>scompone.<br />

Elena Raquel Pulópulo<br />

Encierro <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino<br />

La Fiesta se avecinaba, el alboroto <strong>de</strong> la ciudad, el bullicio y la algarabía <strong>de</strong> todos los que<br />

correrían su suerte en estas calles era embriagador, mas mi suerte estaba echada, que hablo<br />

<strong>de</strong> suerte yo mismo trazaba mi <strong>de</strong>stino, al menos eso es lo que yo creía, vine a Pamplona a<br />

morir, y muriendo <strong>de</strong>scubrí la vida. Se palpitaba la estampida, en mi alma una mezcla <strong>de</strong><br />

euforia, temor, y <strong>de</strong>cisión; correría por mi muerte, porque mi vida se me había escapado hacía<br />

mucho tiempo. Un bramido y un griterío lo llenó todo y me vi corriendo arrastrado por la marea<br />

<strong>de</strong> gente, las bestias se escuchaban tan cerca que por un instante temblé, la hora había<br />

llegado, cuando el toro estuvo ante mi, mi vida entera recorrí por un instante y… vi mas allá,<br />

cuanto falta por amar aunque solo fuera un día mas, creo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces que tengo un ángel,<br />

porque solo tuve que retroce<strong>de</strong>r y la bestia pareció temerme, se alejo <strong>de</strong> mi. Mi <strong>de</strong>stino, mi<br />

suerte como quieran llamarla esta en manos <strong>de</strong> alguien más po<strong>de</strong>roso, y mi hora, ya no me<br />

importa, entendí: aun tengo mucho que amar, ese es mi <strong>de</strong>stino.


Elisabet Pereira Pérez<br />

Dos encierros<br />

La mañana amanece <strong>de</strong>spejada. El sol abrasa el asfalto mientras él se prepara para participar<br />

en sus primeros sanfermines. Sudor, excitación, nerviosismo, angustia e inquietud por hacer el<br />

recorrido correctamente. Sin errores, sin caídas, sin <strong>de</strong>sorientaciones. Las ocho menos diez <strong>de</strong><br />

la mañana, el minuto anhelado se acerca lentamente. *** Pasó la noche expectante, apenas sin<br />

dormir porque, 365 días <strong>de</strong>spués, volvían los encierros, las pasiones, la adrenalina en estado<br />

salvaje. Llevaba horas aguardando la salida. Sólo quedan diez minutos; tras los cánticos, el<br />

momento clave se aproxima pausadamente. *** Se abre la puerta y, por fin, toro y corredor se<br />

encaran. El toro está aún inquieto; el mozo es consciente <strong>de</strong>l riesgo. Cuando sus ojos se<br />

cruzan, ambos empren<strong>de</strong>n el recorrido con paso presuroso. El joven cae en la curva <strong>de</strong><br />

Merca<strong>de</strong>res con Estafeta. Instintivamente se tapa la cabeza y aguarda que la maraña <strong>de</strong><br />

participantes y la manada <strong>de</strong> reses pasen <strong>de</strong> largo. El toro se para frente a él, sin el ansia <strong>de</strong><br />

envestirle. Mira al mozo y lo <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ña. Su objetivo es acabar el encierro y no herir a ningún<br />

humano. Cuatro minutos <strong>de</strong>spués está ya en la Plaza <strong>de</strong> Toros <strong>de</strong> Pamplona.<br />

Elizabeth Quezada Jiménez<br />

La corrida <strong>de</strong> Toros<br />

Paula, inquieta, se meneaba <strong>de</strong> un lado para el otro con una angustia esbozada en su<br />

facciones, conocería al hombre que más cerca, a pesar <strong>de</strong> lo lejos, tuvo. Huérfana a <strong>de</strong>stiempo<br />

era muy solitaria. No se per<strong>de</strong>ría las festivida<strong>de</strong>s ni la oportunidad <strong>de</strong> conocer a José ángel, su<br />

cyber amor. Esa tar<strong>de</strong> bebió todo el vino que podía digerir…Devolvió obviamente su estómago<br />

y gracias a la confusión etílica olvidó como comenzó todo el flirteo. Lo único que tiene claro es<br />

que su amigo <strong>de</strong> re<strong>de</strong>s sociales la había invitado a Pamplona a disfrutar <strong>de</strong> las fiestas <strong>de</strong> San<br />

Fermín, y a las corridas <strong>de</strong> toros… Pues… se encontraron; fue amor a primera vista, es que se<br />

<strong>de</strong>snudaron <strong>de</strong> almas faltaba lo físico. No supo cómo pero en lo que José fue a buscar un<br />

agua, ella se encontraba metida en tremendo jolgorio, gente corriendo y varios toros<br />

apremiando. Fue tan ambiguo el espectáculo que resolvió echarse a huir y no <strong>de</strong>jarse<br />

aprehen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> esos audaces ejemplares… no fue muy larga la carrerilla; cuando se dio<br />

vuelta…cayó <strong>de</strong> su cama. Aturdida, se levantó exangüe buscó ja<strong>de</strong>ante,,, sudada, el<br />

calendario, faltaban doce días, una cuenta regresiva. ¡Qué pesadilla hijoeputa!<br />

Emma Perez Men<strong>de</strong>z<br />

Pon, pon, pon.<br />

Pon, pon, pon, martillean los latidos <strong>de</strong> mi corazón. La respiración se me acelera un punto a<br />

cada minuto. Trato <strong>de</strong> relajar mis brazos y mis piernas, <strong>de</strong> la evi<strong>de</strong>nte tensión a la que están<br />

sometidos. Pon, pon, pon, retumban incansables en mis oídos. Siento el rubor <strong>de</strong> la emoción<br />

ascen<strong>de</strong>r hasta mis mejillas ilusionadas. Mis ojos se cierran para tratar <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>rar mi<br />

nerviosismo. Pon, pon, pon, temo que el corazón no aguante tanta presión. La impoluta<br />

blancura <strong>de</strong> mi atuendo contrasta con el rojo pasión <strong>de</strong>l pañuelo, que reposa entre mis manos.<br />

Lo anudo entorno a mi cuello. Tomo el periódico enrollado y lo estrecho con fuerza. Pon, pon,<br />

pon, ya se acerca mi momento. El bullicio y la alegría me golpean en la cara al pisar las calles<br />

<strong>de</strong> Pamplona, don<strong>de</strong> cada año me siento en casa. Pon, pon, pon, mi voz en un himno<br />

emocionada se quiebra, pues hoy vuelvo, tras trescientos sesenta y cinco días, a cantarle a<br />

San Fermín.


Enrique Algora Perez<br />

Crónicas para el más allá<br />

Sucedió el primer día <strong>de</strong> encierro. Sonó el chupinazo. Los bravos remontaban la cuesta <strong>de</strong><br />

Santo Domingo arropados por los cabestros. Todos menos uno que, <strong>de</strong>scolgado <strong>de</strong> la manada,<br />

<strong>de</strong>rrotaba peligrosamente a uno y otro lado. En el encuentro <strong>de</strong> Santo Domingo con la Plaza<br />

<strong>de</strong>l Ayuntamiento el rezagado empitono a un corredor. El mozo quedó tendido en el suelo, la<br />

cogida revestía gravedad. El morlaco se <strong>de</strong>tuvo. Varios mozos le tentaban con diarios, atentos<br />

a la arrancada. Detrás, los gana<strong>de</strong>ros le ro<strong>de</strong>aban con sus varas. A medio metro <strong>de</strong>l animal,<br />

apoyado en el vallado, un hombre tomaba notas <strong>de</strong> lo que sucedía. Me sorprendió verlo ahí. El<br />

toro arrancó, se fue hacia él y pareció empitonarlo. Cuando la carrera <strong>de</strong>sapareció en dirección<br />

a Merca<strong>de</strong>res, le vi <strong>de</strong> nuevo. Se encontraba en la misma posición, sonriendo y con un vaso <strong>de</strong><br />

vino en la mano. Le reconocí, era el amigo americano <strong>de</strong> barba blanca. Durante las fiestas, le<br />

volví a ver por Pamplona mezclado entre la gente, completando su crónica <strong>de</strong> cada día.<br />

Enrique Cobos Urbina<br />

El mimo rojiblanco<br />

Una cuestión <strong>de</strong> fauna urbana Aquella mañana la plaza presentaba una algarabía especial.<br />

Entre el adoquinado corría un río <strong>de</strong> lava. Unas alpargatas suspendidas <strong>de</strong>l tendido eléctrico.<br />

¡Han puesto las ban<strong>de</strong>ras! Una luz intermitente. Balconadas, sonrisas, llantos, empujones,<br />

ratas, piratas, carreras, harina, encrucijadas, corridas, abrazos, sentimientos, carne <strong>de</strong> gallina,<br />

nostalgia, ¡Manolo!, caídas, levantadas, megáfono, champagne, payaso, marea, un pecho,<br />

sirenas, príncipes, el beso, ladrones, orquesta, el balón, Barcina, servilleta, rojo, ¡hachís!, rubio<br />

oxigenado, rojiblanco, canguros, mercenarios, ¡la pasma!, vencedores, vencidos, sueños,<br />

pañolada, Camacho, camachos, ¡ninonino…!, el vino, cristal, el cristalino, chimeneas, sangre,<br />

sudor y lágrimas. 12:00. ¡Libertad! ¡Pum! Una moneda <strong>de</strong> cobre cae sobre aquella taza <strong>de</strong><br />

hojalata. Así es el mimo en San Fermín. Las dos caras <strong>de</strong> la moneda. Forma parte <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>corado ¡pero con sentimientos,coño!<br />

Enrique Ortiz Aguirre<br />

Zartacos<br />

Cuando al fin llegaron los Sanfermines, aquel <strong>de</strong>sesperado padre <strong>de</strong> familia <strong>de</strong>cidió aprovechar<br />

la oportunidad única que la celebración le brindaría para llevar a cabo una venganza ejemplar<br />

contra aquel dichoso pequeño, que siempre traía las peores calificaciones imaginables, los<br />

informes más negativos por su conducta en el colegio y que hacía caso omiso tanto <strong>de</strong> las<br />

indicaciones <strong>de</strong> sus afligidos progenitores, como <strong>de</strong> las medidas sancionadoras que adoptaba<br />

regularmente el centro educativo. Quizás por eso entre la concurrencia se comentaba que<br />

aquel año Caravinagre, ante el estupor <strong>de</strong> gigantes y zaldikos, estuvo especialmente virulento<br />

e inexplicablemente encelado con un niño que, a pesar <strong>de</strong> correr y correr como un <strong>de</strong>scosido,<br />

no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> encajar vejigazos propinados <strong>de</strong> la peor <strong>de</strong> las maneras por un kiliki<br />

absolutamente <strong>de</strong>squiciado, y que por vez primera, cuando se contemplaba el rostro <strong>de</strong>l disfraz<br />

<strong>de</strong> Caravinagre, alineado con los restantes compañeros en la sala alicatada <strong>de</strong> un blanco que<br />

dañaba, éste no transmitía la eterna sensación <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>shabitado, <strong>de</strong> lo huérfano <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

siempre, <strong>de</strong> lo hueco sin alma sino que –junto a la vejiga, <strong>de</strong>smayada como una colmena<br />

enferma y <strong>de</strong>startalada- contagiaba un po<strong>de</strong>roso sentimiento <strong>de</strong> calma sobrevenida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

una agitadísima tempestad.


Ernesto Maruri Álber<br />

Un toro<br />

Suena el tercer ¡pum! y todos a correr menos yo. Me echan <strong>de</strong>l corralillo a varazos. Salgo<br />

bufando. Una figura <strong>de</strong> blanco y rojo me estira <strong>de</strong>l rabo. Me vuelvo, lo miro. Huye. Atravieso<br />

una plaza adoquinada y en una curva cerrada me estampo contra la valla. Caído, me manotean<br />

la testuz. Me hacen sentir amenazante. Añoro a mi madre, refugiado entre las ubres. Me<br />

levanto y enfilo una calle estrecha, larga, recta. Varios corredores caen <strong>de</strong>lante y piso una<br />

espalda. Otro va tan lento que el pitón lo ensarta por un hombro. Sacudo la cabeza hasta que<br />

lo lanzo contra un portal. Sangre <strong>de</strong>l cuerno me cae en los ojos. Mi meta: escapar, volver a mi<br />

origen. Retrocedo. Un muro <strong>de</strong> carne se interpone. No quiero matar, sólo abrirme paso. Madre<br />

me <strong>de</strong>cía: “Sé bueno. Ataca sólo para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rte”. Y mi padre: “Eres una fiera. No pienses. No<br />

sientas. Embiste. Cornea”. Se me doblan las rodillas. Me hacen un corro, me gritan. No me<br />

atrevo a levantarme. Un corredor me abraza por los cuernos y me susurra: “No seas cobar<strong>de</strong>”.<br />

Me incorporo. Él y yo vamos a cumplir con nuestro <strong>de</strong>stino.<br />

Ernesto Tubía Lan<strong>de</strong>ras<br />

Don<strong>de</strong> todo es posible<br />

Las calles <strong>de</strong> Pamplona parecían tener un color, un aroma, una textura diferente, mientras las<br />

recorría <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> mi hijo Ginés, con el calor <strong>de</strong> las fiestas <strong>de</strong> San Fermín, calando el<br />

corazón <strong>de</strong> la ciudad, <strong>de</strong> sus vecinos y <strong>de</strong> los foráneos que como yo, buscábamos un espíritu<br />

tan arraigado como querido. Los doctores me <strong>de</strong>cían que era imposible, mis amigos que me<br />

torturaba aferrándome a una ilusión, mi familia que <strong>de</strong>bía afrontar la realidad <strong>de</strong> que un niño<br />

autista, ni comprendía, ni respetaba, ni vivía los acontecimientos, la pasión y la alegría, tal y<br />

como los <strong>de</strong>más éramos capaz <strong>de</strong> vivirlos. Pero yo sabía que se equivocaban. Viendo a Ginés<br />

vestido <strong>de</strong> blanco, con la faja roja, con el pañuelo al cuello, recreando encierros imaginarios por<br />

“Estafeta”, compartiendo por primera vez junto a otros niños <strong>de</strong> su edad, la fiesta, juegos y<br />

sonrisas, sabía que se equivocaban. Lo que ninguno <strong>de</strong> ellos comprendía, es que era tal la<br />

pasión, la fiesta y el amor <strong>de</strong> una tierra y su gente por sus costumbres, que lo que resultaba<br />

imposible, era no contagiarse <strong>de</strong> su espíritu.<br />

Esteban Amigo Villaón<br />

Bos Taurus.<br />

El Chupinazo, marca el ¡vamos!, el medio día <strong>de</strong>l cantar <strong>de</strong>l gallo, dirigiéndonos como manada<br />

a los cánticos sobre la cuesta Santo Domingo don<strong>de</strong> la Jota cantara los rezos <strong>de</strong>l San Patronal,<br />

en riguroso horario oficial se <strong>de</strong>sempeñarán. Des<strong>de</strong> Jarauta al paseo <strong>de</strong> Sarasate listos<br />

millones vistiendo blanco marfil llevando fajas y pañoletas rojas. Hacen la fiesta, hombres,<br />

mujeres, niños y ancianos; repletan <strong>de</strong> emociones a la feria y componen la alegórica muestra<br />

popular. Batirán sus corazones llenos <strong>de</strong> sangre en un pulso <strong>de</strong> Encierro Taurino ventilado <strong>de</strong><br />

conmoción, agitando pañuelos también rojos entre saltos y carreras balbuceante <strong>de</strong> sentido,<br />

orientados solo por el sentimiento <strong>de</strong> San Fermín, quien cuidara <strong>de</strong> los fieles y <strong>de</strong> los no tanto.<br />

En Navarra, se finalizara con un “Pobre <strong>de</strong> Mi”, que se escucha mucho mejor que un “pobre <strong>de</strong><br />

nosotros” y <strong>de</strong>spidiendo el encuentro en la plaza <strong>de</strong> toros hasta otro nuevo año, se irán a<br />

<strong>de</strong>scansar, bestias y animales, hombres y mujeres, cánticos y flores. Contentos los vivos,<br />

mejores los muertos y felices todos.


Esteban Orizales Miranda<br />

En los toros<br />

Durante todo el año apenas salgo <strong>de</strong> casa, tan solo en tres o cuatro ocasiones. No me valgo<br />

sola, necesito que él me saque. El trabaja duro toda la semana, a mí no me hace caso. Antes<br />

los domingos bajábamos a ver a Osasuna. Des<strong>de</strong> hace unos años no me lleva, yo nunca le<br />

pregunto nada. Pero todo cambia en Sanfermines. Nos pasamos todo el día juntos, todo el día<br />

en la calle. Solo regresamos a casa a reponer fuerzas y <strong>de</strong>scansar un rato hasta la hora <strong>de</strong> los<br />

toros. Hace más <strong>de</strong> 15 años que no nos per<strong>de</strong>mos una corrida. Allí soy feliz y él lo sabe. Me<br />

gusta cuando me pone sus manos en la espalda. Una, acaricia suavemente mi piel hacia el<br />

cuello, y la otra, baja por mi cintura hasta el culo. Me mira, entonces mi sangre empieza a<br />

circular. Puedo notar su presión a punto <strong>de</strong> reventarme, me eleva y me da un largo beso, que<br />

termina con un gesto rápido y seco. No conozco una suerte mejor para una bota <strong>de</strong> vino que<br />

haber nacido en Pamplona.<br />

Esteban Torres Sagra<br />

La dama blanca<br />

La tela blanca <strong>de</strong> su camiseta, empapada en vino, esculpía en carne todo lo que veinticinco<br />

años acumulando imágenes <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sfiles <strong>de</strong> Victoria\'s Secret pue<strong>de</strong>n ofrecer como resumen.<br />

Estábamos admirándola en mitad <strong>de</strong> la algarabía cuando se fijó en nosotros, comenzó a<br />

acercarse, eludiendo a la multitud, y, sin mediar palabra, besó a mi amigo en la boca durante<br />

una eternidad, hasta que sonó el Chupinazo, ignorándome a mí por completo, como siempre<br />

me pasa con las mujeres. ¡Qué semana te espera por <strong>de</strong>lante hasta el Pobre <strong>de</strong> mí!, - suspiré<br />

en voz alta, ahíto <strong>de</strong> envidia. Al día siguiente por la mañana, en el primer encierro, cuando<br />

presencié su cogida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la valla <strong>de</strong> Estafeta, mortal <strong>de</strong> necesidad, entendí claramente quién<br />

era aquella muchacha onírica. Era la primera vez en mi vida que daba gracias a Dios por ser<br />

feo, por ser cojo.<br />

Ester Lorente Peñalva<br />

Andrés El Valiente<br />

Siempre pensé que mi muerte sería <strong>de</strong> esta manera, y prefiero morir así que <strong>de</strong> cualquier otra<br />

forma. Aquí, en Pamplona, en San Fermín, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> rojo, rojo <strong>de</strong> mi sangre, rojo <strong>de</strong>l color <strong>de</strong><br />

la fiesta. Hoy termina San Fermín, para mí para siempre. Uno <strong>de</strong> enero, dos <strong>de</strong> febrero, tres <strong>de</strong><br />

marzo… pero ya no podré volver el 7 <strong>de</strong> Julio. Miro a mi verdugo a los ojos, pero hay muchas<br />

luces que me <strong>de</strong>slumbran y tampoco consigo enfocar bien; sin embargo hay un sentimiento<br />

especial que se crea entre toro y hombre cuando te está quitando la vida. Él lo sabe, yo lo sé.<br />

El ruido es ensor<strong>de</strong>cedor, estoy algo <strong>de</strong>sorientado, siento que voy muriendo poco a poco, que<br />

pierdo el conocimiento. Pero nadie llora, todos aplau<strong>de</strong>n, ríen. Pobre <strong>de</strong> mí, pobre <strong>de</strong> mí,<br />

resuena esa tonadilla en mi cabeza. Quizás se <strong>de</strong>ba a que sólo soy un toro. Un toro muy<br />

valiente, todos lo <strong>de</strong>cían, pero un toro al fin y al cabo.


Eugenio Rey Huerta<br />

Dos manchas diminutas<br />

Des<strong>de</strong> aquel día, ya no volvió a ver más la luz <strong>de</strong>l sol. Dicen que, <strong>de</strong> la impresión, se quedó<br />

ciega... En cuanto supo que su hijo vivía, su alma se recobró enseguida <strong>de</strong>l susto. Pero sus<br />

ojos no. Ellos siempre recordarían aquella imagen <strong>de</strong> muerte. Años <strong>de</strong>spués, al ir a besarlos<br />

por última vez, su hijo vio en ellos dos manchas diminutas. Al acercarse más comprobó que<br />

una <strong>de</strong> ellas tenía la forma <strong>de</strong> un toro bravo. La otra… «¡¡La otra mancha soy yo!!», exclamó<br />

contemplando la figura <strong>de</strong> un chaval tendido boca arriba, como sin vida... Fijándose mejor,<br />

distinguió una manchita roja en su pecho. Justo en el corazón. «¡Mi pañuelo encarnado recién<br />

estrenado!», susurró. «¡Pobre madre! Des<strong>de</strong> el balcón creíste que era la sangre <strong>de</strong> tu hijo. ¿A<br />

que sí?...». Con la tranquilidad que da el sufrimiento, el hombre extrajo el pañuelo rojo <strong>de</strong> su<br />

faja, se secó sus lágrimas y lavó los ojos <strong>de</strong> su madre con el agua <strong>de</strong> su llanto. Al ir a<br />

cerrárselos para siempre, un chupinazo le hizo mirar al cielo. En la lejanía, alguien gritó<br />

“¡¡Vivan los san Fermines!!” Cuando bajó la vista, las dos manchas habían <strong>de</strong>saparecido.<br />

Eustaquio Uzqueda Prado<br />

La primera vez<br />

La primera vez. por Eustaquio Uzqueda Esa noche no pue<strong>de</strong> dormir, bueno o no me <strong>de</strong>jaron<br />

dormir. Era mi primera noche en ‘San Fermín’ y el día anterior había sido mi primer día. Para<br />

un mozalbete <strong>de</strong> capital <strong>de</strong> provincias como yo, era lo ‘máximo’ el po<strong>de</strong>r ir a ‘San Fermín’. Vivía<br />

en la capital <strong>de</strong> ‘<strong>de</strong>bajo’ <strong>de</strong> Pamplona. Yo ya había estado en ella varias veces. Mi padre tenía<br />

unos primos que vivían allí… eran militares <strong>de</strong> carrera y a<strong>de</strong>más ‘armeros’, en aquellos años, lo<br />

que intimidaba mucho. ‘Aquellos años’ son unos pocos <strong>de</strong>spués, no más <strong>de</strong> una docena, <strong>de</strong><br />

que Hemingway inmortalizara las fiestas <strong>de</strong> ‘San Fermín’. Había llegado la mañana anterior a<br />

Pamplona, en autobús, junto con un par <strong>de</strong> amigos <strong>de</strong> mi ciudad. A mis padres les dije que iba<br />

a casa <strong>de</strong> ‘los tíos’, pero mi intención era saludarlos y vivir la fiesta a mi aire, sobre todo por la<br />

noche. En mi ciudad, la fiesta se acababa por aquel entonces a las dos y media <strong>de</strong> la mañana<br />

o algo así. Cuando amaneció, nos compramos una botella <strong>de</strong> leche y unos churros y nos<br />

fuimos para el encierro. También aquel fue mi primer encierro.<br />

Fernando <strong>de</strong> Morais Castro Santos<br />

El novato<br />

Esa noche no había dormido. Aquellos eran los primeros Sanfermines en los que iba a<br />

participar. Ahí estaba yo, esperando a que asomase la manada. El reloj dio las 8 y pu<strong>de</strong> ver a<br />

los animales, mirando amenazantes. Me quedé inmóvil, sintiendo el corazón saliendo <strong>de</strong> mi<br />

pecho. Alguien me agarró <strong>de</strong>l brazo y me gritó: \"¡corre pasmado, que te cogen!\". Reaccioné<br />

inmediatamente y salí <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él. Corrí como alma que lleva el diablo, a<strong>de</strong>lantando y<br />

esquivando a los más rezagados. Llegaba al final <strong>de</strong> Merca<strong>de</strong>res cuando sentí que un cabestro<br />

se avalanzaba sobre mí. Con reflejos felinos lo esquivé metiéndome al interior, mientras el<br />

animal tropezaba y caía <strong>de</strong>l lado contrario. Sin per<strong>de</strong>r tiempo, aceleré el ritmo en dirección a la<br />

Plaza <strong>de</strong> Toros. Tal era mi ansia por llegar que no me fijé en la gente que nos aplaudía y<br />

fotografiaba. Llegué a la plaza y me <strong>de</strong>tuve a ver llegar a mis perseguidores. Solo habían<br />

pasado 4 minutos, pero para mí había sido toda una vida. Me giré y a mi lado reconocí a mi<br />

acompañante: \"¿Mañana a la misma hora?\". Mis labios se curvaron en una pícara sonrisa y<br />

sin dudarlo contesté: \"Por supuesto\".


Fernando López Permisán<br />

Añoranza<br />

Pamplona, ¿cuándo te volveré a ver? La melodía erraba por su cabeza en forma <strong>de</strong><br />

interrogante. Él extrañaba su ciudad. Vivía confinado en una provincia hermana, don<strong>de</strong> el<br />

<strong>de</strong>stino había querido que nacieran y pacieran, sus tres hijos, tres. Como remedio, cada año,<br />

puntualmente, los dos mayores recibían su vacuna sanferminera, en dosis <strong>de</strong> dos mañanas,<br />

dos tar<strong>de</strong>s y una noche. Mañanas <strong>de</strong> perseguir a los gigantes, perdiéndose <strong>de</strong> cuando en vez<br />

para agasajarse con unos vinos, unos néctares y unos fritos. Noche <strong>de</strong> fuegos <strong>de</strong> artificio.<br />

Tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mulillas, paseos con las peñas y visitas al Santo y a los huéspe<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los Corralillos<br />

<strong>de</strong>l Gas, eludiendo, cada julio con mayor afán, las cercanas tentaciones <strong>de</strong>l Runa. Parada y<br />

fonda en una terraza y presente para los txikis: Esther Arata para el <strong>de</strong> seis, Braulia para la <strong>de</strong><br />

cuatro, Sidi abd El Mohame para la primita <strong>de</strong> cinco. Adios Pamplona, Pamplona <strong>de</strong> mi querer.<br />

De vuelta en la provincia hermana, al <strong>de</strong> seis le cuesta conciliar el sueño. Abrazado a su reina<br />

asiática musita: ‘mañana quiero volver a Pamplona, y quedarme hasta que me muera’. Fue un<br />

instante <strong>de</strong> inmensa felicidad. También a él le costó dormir.<br />

Fernando Román Itoiz<br />

Pamplona 6 <strong>de</strong> julio<br />

Ya están <strong>de</strong> nuevo aquí, hoy es 6 <strong>de</strong> julio y al mediodía volverá a explotar el Txupinazo que da<br />

comienzo a las fiestas <strong>de</strong> San Fermín, los Sanfermines… ¡LA FIESTA! Tras almorzar con los<br />

amigos nos dirigimos al casco viejo, núcleo principal <strong>de</strong> la fiesta, ya toda la ciudad está<br />

inundada <strong>de</strong> trajes blancos y el pañuelo rojo esperando ser anudado al cuello tras el cohete.<br />

Emoción, alegría, nervios… una sensación que no hay palabra que la <strong>de</strong>scriba exactamente,<br />

que conocemos muy bien los pamplonicas y que difícilmente entien<strong>de</strong>n los foráneos; el inicio<br />

<strong>de</strong> la fiesta supone un cambio total <strong>de</strong> la ciudad, y sobretodo <strong>de</strong> sus gentes. ¡Viva San Fermín,<br />

gora! La fiesta estalla, emociones, bebida y música se mezclan por las calles <strong>de</strong> Pamplona,<br />

teniendo por <strong>de</strong>lante nueve días totalmente diferentes al resto <strong>de</strong>l año. Nos levantaremos (o<br />

acostaremos) con el encierro, viendo a los toros tomar por unos minutos nuestras atiborradas<br />

calles, los mismos que por la tar<strong>de</strong> serán toreados en la plaza, bailaremos con las peñas,<br />

fuegos, conciertos, gigantes y un sinfín <strong>de</strong> actos que durante nueve días cambian el gris <strong>de</strong> la<br />

ciudad por el rojo y el blanco. Viva San Fermín, gora!!!!!<br />

Francisco Barragan Larreta<br />

Miedo escenico<br />

Apoyado en el travesaño <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra miraba a lo alto el reloj <strong>de</strong>l Ayuntamiento mientras notaba<br />

como le estaban resbalando por la nuca la misma cantidad <strong>de</strong> gotas <strong>de</strong> sudor frío que cuando,<br />

unos años atrás, se veía acosado por Caravinagre y salía Estafeta abajo como alma que lleva<br />

el diablo. Tenía esa misma sensación <strong>de</strong> miedo y a<strong>de</strong>más, le parecía ver en las caras y los ojos<br />

<strong>de</strong> quienes le ro<strong>de</strong>aban un semblante parecido. Bueno, siempre había alguno que parecía<br />

mantener la calma ante cualquier adversidad. Le recordaban al empollón <strong>de</strong> Juanma, aquel<br />

listillo <strong>de</strong> su clase que nunca estudiaba y se reía <strong>de</strong> sus agobios en vísperas <strong>de</strong> los exámenes<br />

finales. Total, para acabar aburrido pasando nóminas en una asesoría. Intentaba no sentir<br />

pánico cuando, <strong>de</strong> repente, un estruendo brutal inundó el ambiente y le sacó bruscamente <strong>de</strong><br />

sus temerosos pensamientos: los toros ya estaban en la calle...Y fue entonces cuando se juró a<br />

si mismo que nunca más huiría como hizo con los kilikis. El año próximo, sin falta, intentaría<br />

entrar al recorrido y correr el encierro.


Francisco Castrillo Salvador<br />

Cronología <strong>de</strong> aquel San Fermín<br />

Guardo (Palencia): 7 <strong>de</strong> julio. 03:20 h. Despedida <strong>de</strong> soltero <strong>de</strong> El Neno. Tremenda trompa <strong>de</strong>l<br />

chaval. El Moru y yo no bebemos. 03:30 h. El Neno entra por fin en el reino <strong>de</strong> Catatonia.<br />

Puesta en marcha <strong>de</strong>l plan. Cambio <strong>de</strong> ropa y traslado <strong>de</strong>l cuerpo hasta el asiento trasero <strong>de</strong><br />

mi Passat. Chanete copilota. El Moru y otros cuatro nos siguen en su C-4. Burgos: 7 <strong>de</strong> julio.<br />

05:10 h. Alivio <strong>de</strong> esfínteres en área <strong>de</strong> servicio 24 horas. El Neno ronca por doquier.<br />

Pamplona (Plaza <strong>de</strong> la Ciuda<strong>de</strong>la): 7 <strong>de</strong> julio. 06:50 h. Traslado a mano <strong>de</strong> El Neno, aún en<br />

coma inducido, a un banco. El lugar está repleto <strong>de</strong> pamplonicas, guiris y otras especies <strong>de</strong><br />

difícil catalogación. Nos alejamos <strong>de</strong> la escena. 07:45 h. El homenajeado se mueve, alza la<br />

cabeza, mira a todos lados. Se toca la ropa. Se frota los ojos. Se observa las manos. Se echa a<br />

llorar. 07:50 h. Cuatro mozos se acercan a él. Hablan. Le pasan la bota. Deja <strong>de</strong> llorar. Se va<br />

con ellos. Le seguimos. Plaza Consistorial. 08:00 h. Chupinazo. El Neno salta y grita. Nos ve.<br />

Se ríe. Nos abraza. ¡Viva San Fermín!<br />

Francisco Cerda Moya<br />

La lucha contra el mundo<br />

Muchas veces la gente me para y me dice que parezco un idiota, que salir a la calle y participar<br />

en un encierro es una tontería. Para mi ellos se equivocan, o más bien no comparten mis<br />

i<strong>de</strong>ales. Es una sensación extraña estar en un encierro. No se muy bien como <strong>de</strong>cirlo, pero es<br />

como enfrentarse a todos los males <strong>de</strong> mi vida, es cierto que huyo <strong>de</strong>l toro, animal fuerte como<br />

el quemas, pero el ser capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar atrás a la bestia, es para mi como ser capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar<br />

atrás todos mis problemas, y ser libre. llego a la fiesta muy temprano, esperando a que tiren el<br />

chupinazo, hoy es un gran día, hoy me enfrento al mundo.<br />

Francisco Egaña Garcia<br />

Historia <strong>de</strong> un sentimiento<br />

Ayer al levantarme <strong>de</strong> la cama vi que había recibido un sms <strong>de</strong> mi amigo catalán Gerardo<br />

Vilar<strong>de</strong>ll haciéndome una pregunta un poco rara teniendo en cuenta las fechas a las que<br />

estamos. ¿Que se siente en San Fermín? me preguntaba. Me metí en la ducha pensando en el<br />

mensaje y al primer contacto con el agua fria, sigo con el termo roto ¡y ya van dos meses!,<br />

abrió mi cabeza a los sentimientos sanfermineros. Salí rápido, todavía con escalofríos y sin<br />

secarme <strong>de</strong>l todo empecé a teclear... Se siente afecto, emoción, calor, fe, ilusión, dolor <strong>de</strong><br />

cabeza, ansiedad, alegría, frío, ganas <strong>de</strong> disfrutar, amor, ternura, miedo, cariño... te sientes<br />

más abierto, con el corazón más gran<strong>de</strong>, con mucha sed, más nervioso y más pausado a la<br />

vez... se siente sueño, hambre, empacho, rabia, admiración, nervios, ganas <strong>de</strong> que se acaben,<br />

subidones <strong>de</strong> adrenalina, agobio, felicidad, valentía, <strong>de</strong>voción y un sinfin <strong>de</strong> sensaciones<br />

inhabituales un martes cualquiera, pero si te tengo que ser sincero querido Gerardo lo que más<br />

siento, y lo siento en el alma es haberme ido <strong>de</strong> Pamplona entre el 6 y el 14 <strong>de</strong> Julio algún año<br />

perdido, porque San Fermín es sentimiento por si mismo.


Gabriela Daroca da Costa<br />

Todos mienten<br />

-¿Vas a llamar ahora a tus padres?- le pregunta Nils a Niklas mientras le pasa una lata <strong>de</strong><br />

cerveza. –No, hay <strong>de</strong>masiado jolgorio, notarían que no estamos en una tranquila terraza en<br />

París-. Están sentados en un tablón <strong>de</strong>l vallado contemplando la salida <strong>de</strong> las peñas <strong>de</strong> la<br />

plaza <strong>de</strong> toros. La alegre música y la gente cantando hacen que tengan que hablar casi a gritos<br />

para enten<strong>de</strong>rse. –Ellos están en New York, en el congreso <strong>de</strong> medicina al que van todos los<br />

años por estas fechas. No entiendo por qué no querían que viniésemos a las fiestas <strong>de</strong><br />

sanfermín, nunca vi nada parecido en Suecia- prosigue Niklas. Pero Nils ya no le escucha, una<br />

preciosa chica morena vestida <strong>de</strong> blanco y con un pañuelo rojo anudado al cuello, como van<br />

vestidos la mayoría en la ciudad, le ha sacado a bailar y se unen a la animada multitud. No es<br />

difícil seguirlo con la vista, su cabeza rubia sobresale entre las <strong>de</strong>más. Ahora se acercan a un<br />

grupo con blusones color azul oscuro y con los puños y el cuello amarillos, que salta al ritmo<br />

<strong>de</strong>l bombo.<br />

Gerardo Egea <strong>de</strong> Esteban<br />

Mi primer encierro<br />

5:30 am. Deseoso, convencido, ilusionado… 6:30 am. Alterado, frenético, dubitativo… 7:00 am.<br />

Nervioso, aterrado, confuso… 7.59 am. Cardiaco, preocupado, envalentonado… 8.00 am. ...<br />

8.03 am. ... 8.04 am. Virtuoso, relajado, extasiado… sosegado, alucinado, seducido…<br />

<strong>de</strong>svariado, magullado, enamorado… 8.15 am. Los mejores churros <strong>de</strong> mi vida.<br />

Ginés Mulero Caparrós.<br />

¿Por quién doblarán esta vez las campanas?<br />

Consabido es el fervor <strong>de</strong> Fray Frascuelo por San Fermín <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los Carmelitas Descalzos.<br />

El abad, viéndolo moribundo en el jergón, conce<strong>de</strong> en sus orejas <strong>de</strong> soplillo un último <strong>de</strong>seo.<br />

“Correr los San-fer-mi-nes”, dice con un apócrifo hilillo <strong>de</strong> voz. Escandalizado el abad se<br />

santigua, parece escenificar con la mímica eclesiástica “Caerás <strong>de</strong>l guindo y per<strong>de</strong>rás la<br />

cabeza”. Fray Frascuelo ya en Estafeta recoge el guante <strong>de</strong> una bota y echándose un chorrito<br />

largo en la comisura <strong>de</strong> los labios <strong>de</strong>ja correr el zurracapote garganta abajo. Brinda al sol por el<br />

santo y comunica al generoso dador: “Esto sí que tiene argumento y no la mierda <strong>de</strong> tetrabrick<br />

<strong>de</strong>l mo-nas-te-rio”. Cargada su cuba, entra en la Plaza <strong>de</strong> Toros alisándose las sienes<br />

encanecidas con saliva etílica. Viendo entrar a los morlacos se alza los faldones <strong>de</strong>l hábito<br />

<strong>de</strong>jando su vergajo al pairo y, confundiendo churras con meninas –valga la metáfora-, a<br />

horcajadas, monta con temeridad a lomos <strong>de</strong> un manso. Una doble <strong>de</strong> Pamela An<strong>de</strong>rson,<br />

<strong>de</strong>snuda completamente, bamboleando sus globalida<strong>de</strong>s ingobernables, salta al ruedo, pero<br />

nadie repara; Sol y Sombra con pañuelos blancos al viento, también con risas vacilantes,<br />

reclaman… las dos orejas y el badajo <strong>de</strong> Fray Frascuelo.


Giovanni Anticona Alegre<br />

Una copa <strong>de</strong> San Fermín<br />

Dominica no concebía a la fiesta <strong>de</strong> Pamplona sin un San Fermín en las copas. Por ello, fiel a<br />

la exigencia <strong>de</strong> su paladar, salió <strong>de</strong> casa y enfiló por la calle Cervantes rumbo la tienda <strong>de</strong><br />

Rodrigo Villas. Al entrar, lo encontró <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l mostrador, en su postura enhiesta <strong>de</strong> siempre,<br />

leyendo un libro <strong>de</strong> páginas amarillentas. Antes <strong>de</strong> que Dominica abriera la boca, Rodrigo ya<br />

había adivinado lo que iba a <strong>de</strong>cir: como todos los años, ella quería comprar su San Fermín,<br />

ese <strong>de</strong>licioso brebaje que a él también le fascinaba. De inmediato, se <strong>de</strong>splazó hasta la<br />

<strong>de</strong>spensa y, segundos <strong>de</strong>spués, regresó con la anhelada botella entre manos. Acto seguido,<br />

<strong>de</strong>stapó el vino con un sacacorchos añejo y sirvió el fino líquido en dos copitas que sacó <strong>de</strong> un<br />

cajón <strong>de</strong>l mostrador. Rodrigo <strong>de</strong>positó una copa en la mano <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> Dominica y dijo: -<br />

Salud por nuestro amor, mi Dominiquita. - Salud, mi Rodriguito. - Y por los toros también. -<br />

Claro, aunque no hay mejor toro que tú. Mientras se regalaban miradas cómplices, bebieron <strong>de</strong><br />

las copas, felices como en cada inicio <strong>de</strong> la fiesta <strong>de</strong> Pamplona.<br />

Gonzalo García González<br />

Un día en las carreras<br />

Nervios, agitación, concentración. Salto, bailo y me muevo, los nervios se apo<strong>de</strong>ran <strong>de</strong> mi ser y<br />

no me <strong>de</strong>jan parar. Pum!! Es el tercero. Puertas que se abren, tensión en el ambiente, todo el<br />

mundo busca su sitio. De repente, negro bragado asoma su cara, es bonito, buenos pitones,<br />

ahora toca correr. No es tarea fácil, hay mucha gente, empujones, codazos, nervios y la vista<br />

siempre puesta atrás. Esto no es un maratón, tu vida está en juego. Busco el sitio. Un colorado<br />

sigue al bragado. Le busco la cara. La encuentro, me sitúo entre los pitones. Corro. Noto su<br />

aliento, giro la cabeza y compruebo que tengo distancia, no puedo relajarme pero me alivio con<br />

tal comprobación. Llega Santo Domingo, San Fermín me ampara a mí. En cuesta, la manada<br />

aprieta. Veo el pitón…, noto el pitón…, puedo tocarlo con mis manos cerca <strong>de</strong> mi cuerpo…, la<br />

adrenalina se dispara…veo hueco, «si salto puedo», no hay tiempo que per<strong>de</strong>r. Salto en<br />

plancha y acierto a pasar bajo la talanquera, miles <strong>de</strong> manos me ayudan. Me pongo en pie,<br />

tanteo mi cuerpo…y…por los pelos. Ha sido un carrerón, ahora a <strong>de</strong>scansar, mañana habrá<br />

otra carrera, distinta y preciosa carrera.<br />

Guillermo Uribe Zarrabeitia<br />

¿Fiesta?<br />

Rasgan las nubes un claro y Pamplona se me aparece rumbo norte sur, a dos leguas <strong>de</strong><br />

distancia. San Fermín <strong>de</strong> Amiens soy y aquí vuelvo, como cada año <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace cientos, para<br />

que celebren misas, ferias y toros en mi honor. Desciendo hacia la cuenca. Ya el horizonte se<br />

suaviza cuando <strong>de</strong>l oeste veo aproximarse la inconfundible figura <strong>de</strong> Ernest, el bardo <strong>de</strong> Illinois.<br />

Le tengo aprecio a este hombre <strong>de</strong>sesperado. Si mi cabeza fue cercenada para que rodara<br />

ejemplar por las calles <strong>de</strong> Amiens, él se la voló con la escopeta <strong>de</strong> cazar leones en África.<br />

Claro que nos distingue el oscuro foso <strong>de</strong>l suicidio, pero aun así intuyo que acabaremos<br />

haciendo buenas migas. Y si mojadas en vino pues mejor, que es abrazo <strong>de</strong>l bueno para la<br />

amistad <strong>de</strong> dos almas libres. Para mí la sangre <strong>de</strong> mi señor, para Ernest el señor <strong>de</strong> su sangre.<br />

Siendo hombre <strong>de</strong> acción, su vuelo es ágil y rápido. Se sitúa en paralelo y me guiña un ojo. Tan<br />

solo espero sus palabras, divertida como pocas. Palabras que caen al hilo <strong>de</strong> un cohete, sobre<br />

la vertical <strong>de</strong>l Ayuntamiento. - Qué, Fermín. ¿Fiesta?


Hernando Striedinger Cepeda<br />

Vivir el San Fermin pero con mi santa a mano<br />

Toca madrugar, apretujarse, sudar petróleo. Hasta llorar <strong>de</strong> cansancios para bailar, cantar y<br />

reír mejor. Con la diana soltaron el gran día <strong>de</strong> las fiestas <strong>de</strong> San Fermín en la música <strong>de</strong><br />

cascos <strong>de</strong> la manada <strong>de</strong> pelosos relámpagos negros <strong>de</strong> los encierros. Allí, confundidos entre la<br />

presurosa sangre y la hormigueante algarabía anhelosa <strong>de</strong>l gentío, vivimos para gozarlo<br />

muriendo en olores a pavorosa adrenalina y los <strong>de</strong> las estelas <strong>de</strong> vino tinto cosquilleando en<br />

sus botijuelas preñadas <strong>de</strong> felicidad. A las doce en un vals con Pamplona entera cruzada <strong>de</strong><br />

comparsas en éxtasis e iglesias. Encharcados <strong>de</strong> miradas trasnochadas sobre las camisas en<br />

blanco ornadas <strong>de</strong> pañuelicos rojos. Gritando más <strong>de</strong> lo imposible con los corazones<br />

empuñados a la locura colectiva. Y soñando <strong>de</strong>spiertos, paralelos al ruido absurdo <strong>de</strong> los<br />

cohetes eufóricos latigueando un tormentoso cielo <strong>de</strong>steñido. Metidos al adoquinado ruedo<br />

largo, don<strong>de</strong> yo me animo sin que nadie me <strong>de</strong>sanime, e intento pasos <strong>de</strong> imposible valentía.<br />

Estampado a las pupilas negras <strong>de</strong> un amor que me tachuela a flashes por los empellones.<br />

Una bella tan santa e inexistente que me salva <strong>de</strong>l pitón filoso que explota ahí mismo por<br />

don<strong>de</strong> mi corazón <strong>de</strong>safiante la saluda en su altar.<br />

Iban Fernán<strong>de</strong>z Ainziburu<br />

7 <strong>de</strong> julio por la tar<strong>de</strong><br />

Lorenzo aprieta. 31 grados a la sombra, y gracias. A los <strong>de</strong> la peña <strong>de</strong> al lado, digo, que<br />

a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> jaleo han traído una sombrilla gigante que nos tapa a todos. Bueno, a casi todos,<br />

porque hay un tipo más abajo que se está jugando el pellejo en la arena. Yo no podría, por<br />

mucho que me pagaran. Y menos si me pierdo la merienda. Después <strong>de</strong>l tercero siempre como<br />

algo. Por gula y por tradición. Hoy, bocata <strong>de</strong> magras. –Ufffff… qué salao está esto– dice uno<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong> la peña. –Haberlas hecho tú, ‘salao’– pienso. Pero tiene razón. Justo entonces oigo a<br />

lo lejos el clásico y salvador \"¡Ceeeeerveza, coca-cola, naranja y limón!\" A lo que<br />

respon<strong>de</strong>mos con un contun<strong>de</strong>nte: \"Eeeeeeh!\" Por fin una cervecita fresca. Aunque escasa,<br />

porque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l primer sorbo, ¡plac!, un meteorito redondo y <strong>de</strong> nombre Nivea cae <strong>de</strong>l cielo<br />

y tira mi cerveza. Graciosillos... Lo peor es que queda mucha tar<strong>de</strong> por <strong>de</strong>lante y, como<br />

Lorenzo insiste, parezco un guiri sin Aftersun. Así que voy a pegarme otro baño. El cuarto <strong>de</strong> la<br />

tar<strong>de</strong>. Y último, porque el año que viene yo no vuelvo. Ahí te quedas, Salou.<br />

Ignacio Navarro Otano<br />

Miedos<br />

-Mejor lo hacemos mañana, que es último día <strong>de</strong> fiestas, por si pasa algo… -Sí… Trago saliva<br />

y noto un nudo en la tripa. -¿Y si nos pi<strong>de</strong>n carné? Aún nos queda un año… -¡Si no pi<strong>de</strong>n a<br />

nadie! Y entre tanta gente, ni se enteran…A<strong>de</strong>más, ya lo hemos hecho en pueblos y ha ido<br />

bien ¿no? -Ya pero esto es Pamplona, no se pue<strong>de</strong> comparar, esto es a lo gran<strong>de</strong>…sin<br />

bromas. -Bueno, pero todos nuestros amigos ya lo han probado y dicen que es flipante. Eso sí,<br />

una vez que te pones, ya no pue<strong>de</strong>s escapar hasta que para todo… -¿Y si nos sacan en la<br />

tele? Menuda bronca en casa, a mi madre le da algo si me ve ahí. -¡Venga ya! Ahí van a estar<br />

las cámaras, enfocándote a ti…¿Te rajas? -¡Qué no es eso! Sólo digo que <strong>de</strong> fuera impresiona<br />

mucho y dan ganas, pero hay que atreverse… -Tú mismo. Yo voy a ir. Ya sabes la hora y el<br />

lugar. -Joé…venga, ya iré. Ya no me puedo echar atrás. Mañana va a ser mi primera vez. Si al<br />

menos mi padre me acompañara…pero ya está mayor...Hoy dormiré mal… Respiro hondo. La<br />

noria gigante me espera.


Ignacio Vicente Rodríguez<br />

Pobre <strong>de</strong> mí<br />

Cuando llamaron al timbre, ya se había <strong>de</strong>cantado por los barbitúricos con whisky y guardó la<br />

cuchilla <strong>de</strong> afeitar en el mueble <strong>de</strong>l lavabo. “¿El señor <strong>de</strong> la casa?”. Era un inglés borracho. “No<br />

hay”, y cerró la puerta. Quería ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el balcón si las astas <strong>de</strong>l morlaco al que dio <strong>de</strong> pacer<br />

en la ebria madrugada, le brindarían un compañero. Programó la llamada al 112 para cuatro<br />

minutos más tar<strong>de</strong>. Respetó las fiestas.<br />

Igor García Cueva<br />

El Sueño <strong>de</strong> San Fermín<br />

Heme aquí nuevamente, velando por vosotros, fieles incondicionales. ¡Que envidia sana os<br />

guardo, mozos pamplonicas! Si pudiera co<strong>de</strong>arme con vosotros… Recorrer a placer las calles<br />

<strong>de</strong> Pamplona. ¿Qué puedo hacer <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí? Aten<strong>de</strong>r vuestras plegarias. ¡Ah incautos!<br />

¿Acaso no conocéis su instinto primario? El toro embiste, implacable, con <strong>de</strong>nuedo. Cuanto me<br />

gustaría <strong>de</strong>jarme caer por la atestada Jarauta. Visitar sus peñas, fundirme con las charangas.<br />

Acudir al chupinazo. Jugar a la tómbola, pisar la Plaza <strong>de</strong>l Castillo. Desfilar entre gigantes<br />

eludiendo cabezudos. Alternar con dantzaris y txistularis. Personarme en La Procesión, con La<br />

Pamplonesa. Pasar <strong>de</strong>sapercibido en la misa solemne celebrada en mi honor. Regatear en los<br />

puestos <strong>de</strong> la polvorienta Taconera. Almorzar en Antoniutti. Cantar joticas. Sentir el tacto <strong>de</strong> un<br />

pañuelico. Degustar un ajoarriero en el tendido al sol. Probar fortuna en el en<strong>de</strong>moniado juego<br />

<strong>de</strong>l clavo y el tarugo. Deleitarme en la batalla <strong>de</strong> luminiscencias, pisándose entre ellas; <strong>de</strong>spués<br />

aspirar el tufillo a pólvora. Dormitar sobre un colchón <strong>de</strong> hierba pisoteada y <strong>de</strong>spertarme<br />

aturdido con la rosada encima. Y en Las Barracas, compartir sonrisas con niños entusiastas.<br />

¡Ojalá pudiera unirme al ambiente si Dios me concediese el permiso! Casi está convencido.<br />

Sea como fuere, tenéis mi bendición.<br />

Iker Jaka Arratibel<br />

Que extraño<br />

Que extraño es todo esto. Don<strong>de</strong> estoy. A don<strong>de</strong> voy. No entiendo nada. Que ruido. Quienes<br />

son estos que corren a mi alre<strong>de</strong>dor. Ya no les tengo miedo. Al principio me han asustado. Les<br />

he visto acercarse por los lados. Me he sentido amenazado, aunque, al girar la cabeza hacia<br />

ellos se han parado. He seguido corriendo. Que lugar mas extraño. Primero para arriba y luego<br />

hacia abajo. No conozco este lugar. Pero yo he seguido corriendo. Luego me he caído. Sigo<br />

corriendo. En la misma dirección. Sigo corriendo. Delante va mi compañero el cár<strong>de</strong>no. Le<br />

tengo respeto pues el otro día lastimo a otro compañero y este ya no esta con nosotros. Uno se<br />

me acerca por la izquierda. Otro mas. Ya no son una amenaza. Me ve. Veo sus ojos. Que<br />

extraño. Los veo enrojecidos. Sentirá dolor? Pue<strong>de</strong> ser pero no lo parece. Se me acerca y<br />

corre a la par. Parece que disfruta <strong>de</strong> mi compañía. Que extraño es todo esto.


Inés Beperet Arive<br />

Mi cumpleaños<br />

Aunque este año había sido diferente, la sensación al volver a salir a la calle volvía a ser la<br />

misma. Debía ocultar mi emoción al reencontrarme con todos mis amigos y aparentar que<br />

estaba tranquilo. La verdad es que en eso tenía ya práctica y mi semblante serio ayudaba<br />

bastante. En realidad, muchos <strong>de</strong> ellos ni se daban cuenta <strong>de</strong>l cariño que nos unía y llegaban a<br />

confundir mi amor con indiferencia. Y allí me encontraba otro 6 <strong>de</strong> julio, con un agujero en el<br />

estómago antes <strong>de</strong> volver a ver a los pequeños niños vestidos <strong>de</strong> pamplonicas, tan ansiosos <strong>de</strong><br />

vernos como asustados. En estos 150 años, había cambiado ya hasta <strong>de</strong> casa. Es inigualable<br />

la alegría <strong>de</strong> ver cómo, quienes en un primer momento se asustaban, se hacían ahora los<br />

valientes con sus hijos engañándoles para <strong>de</strong>jar sus chupetes a mi esposa. La verdad es que<br />

Joshepamunda estaba bastante contenta con esta nueva tradición. Un minuto antes <strong>de</strong> las<br />

cinco <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, le miré, podía ver lágrimas en sus ojos. “Munda, un año más ha llegado el<br />

momento. Estos días son <strong>de</strong> todos ellos. ¡Viva San Fermín!” Y tras este grito, comenzamos a<br />

bailar una vez más.<br />

Iñaki Azcárate Diez<br />

Por tantos y tantos<br />

Al sacar el pañuelo <strong>de</strong>l bolsillo sintió que se le erizaba el vello <strong>de</strong> la nuca, y un escalofrío lo<br />

estremeció <strong>de</strong> arriba a abajo. Allá en el balcón, los encargados <strong>de</strong> dar comienzo a la algarabía<br />

ya estaban preparados, mirando a un lado y a otro, con la sonrisa emocionada y nerviosa que<br />

lucían, año tras año, todos aquellos que se encontraban en su misma situación. La inquietud<br />

que lo envolvía le hizo sentirse incómodo, con el corazón en la garganta, maldiciendo los<br />

segundos que faltaban como barreras infranqueables que <strong>de</strong>rribar. De repente, una voz acalló<br />

a la multitud con aquellas palabras que, en castellano y en euskera, pareciesen amansar a las<br />

fieras para luego liberarlas <strong>de</strong> sus jaulas y hacer saltar los corchos <strong>de</strong>l champán por encima <strong>de</strong><br />

sus cabezas. Los pañuelos bajaron al tiempo que subían los géiseres <strong>de</strong>l espumoso. Anudó<br />

dos veces el suyo, se abrazó con los que le ro<strong>de</strong>aban, y notó que tantas lágrimas como nudos<br />

le corrían por las mejillas. Eran ya <strong>de</strong>masiados los años en los que le tocaba vivir su fiesta a<br />

cientos <strong>de</strong> kilómetros <strong>de</strong> casa, por un televisor, y las lágrimas brotaron con más fuerza.<br />

Iñaki Garralda Vidaurre<br />

Chupete sanferminero<br />

Llevaba una temporada larga colgado <strong>de</strong>l cuello <strong>de</strong>l pequeño Iker, aunque algo me <strong>de</strong>cía que<br />

me quedaba poco tiempo junto a él. Me sentía <strong>de</strong>sgastado y usado y mi morfología se<br />

<strong>de</strong>terioraba sin remedio. No tuve tiempo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> él como a mí me hubiera gustado.<br />

Era muy gran<strong>de</strong>, pero a su vez frío, no se movía, ni siquiera pestañeaba, aunque reconozco<br />

que su majestuosidad me <strong>de</strong>jó sin palabras. Mi sorpresa fue inmensa al encontrarme a otros<br />

colegas en manos <strong>de</strong> semejante mole. En todos ellos noté cierto optimismo, como si hubieran<br />

comenzado una nueva etapa en sus vidas. Estaba algo confuso. De repente se hizo la música<br />

<strong>de</strong> los tambores y las dulzainas, alegre, jovial, divertida, al tiempo que la gente se apartaba, y<br />

comenzó un baile lleno <strong>de</strong> ritmo y giros, una sensación alucinante. Por primera vez en mi vida<br />

había pasado <strong>de</strong> ser un objeto intranscen<strong>de</strong>nte a vivir un espectáculo <strong>de</strong> semejante magnitud<br />

en primera persona, un privilegio. Por un instante, me pareció escuchar su llanto. Aquella fue la<br />

última vez logre ver la cara <strong>de</strong>l pequeño Iker.


Iñaki Pérez Armendia<br />

trakatrán-trakatrán<br />

Tengo buen porte. Y ella me sonreía. Me dijo que por mí, si estuviésemos en su país, se<br />

saltaría hasta los <strong>de</strong>sfiles <strong>de</strong>l 4 <strong>de</strong> Julio. Aquello me hizo retroce<strong>de</strong>r. Coño, pensé, ésta va en<br />

serio. Activé toda mi maquinaria <strong>de</strong> pensar y le contesté. - Mira, moza,le dije,el 4 <strong>de</strong> julio será<br />

importante en tu país, pero el encierro para mí es sagrado. Hablábamos casi sin enten<strong>de</strong>rnos,<br />

entre las gentes que en la plaza esperaban a que el encierro comenzara. -¿Seigreidou?-<br />

dijo,haciendo un mohín inocente que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser muy popular en las tierras pantanosas <strong>de</strong> las<br />

que ella venía.(Y no sé en razón <strong>de</strong> qué pensé esto) -Bueno, sacred, para que me entiendas;<br />

que este día es muy importante y por nada <strong>de</strong>l mundo me lo per<strong>de</strong>ría. Pero cuando acabe<br />

po<strong>de</strong>mos vernos. Hizo un gesto afirmativo con la cabeza y dijo que allí mismo estaría <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

una hora. Tenía buen porte. Y yo le sonreía. Pero lo que dije no la hizo retroce<strong>de</strong>r. Al contrario.<br />

Supongo que pensaría que lo nuestro podría ir en serio. El quinto toro-DESESPERADO-se la<br />

llevó por <strong>de</strong>lante. Una hora <strong>de</strong>spués la tele dijo que se llamaba C.P.W. Trakatrán-trakatrán, ahí<br />

vienen <strong>de</strong> nuevo.<br />

Iñigo Barberena Ramírez<br />

San Fermín Extrem<br />

Amanece,al salir <strong>de</strong>l céntrico hotel. El sol promete un día claro. Sorteando a gente que está sin<br />

dormir, <strong>de</strong>scubrimos un sitio para ver el primer encierro <strong>de</strong>l año. Expectantes, encaramados en<br />

el laberíntico vallado, vemos fugazmente los negros toros, incisivos entre la oscilante,<br />

chispeante, marea blanca y roja. Ésta nos envuelve, engulléndonos, y nos arrastra,<br />

bamboleante, por la histórica ciudad. Navegamos rítmicamente, entre apretados empujones;<br />

atrapados en un atrayente bicolor, hipnotizante, exhuberante <strong>de</strong> vida, balanceados por la<br />

omnipresente música. Surgen <strong>de</strong> la multitud unos enormes muñecos diversamente ataviados,<br />

danzando unos pegadizos compases. Es el oasis <strong>de</strong> la fiesta, como si las gigantescas<br />

marionetas infundieran respeto, temor, al díscolo. Des<strong>de</strong> los balcones riegan a la marea con<br />

cubos, botas <strong>de</strong> vino, mangueras,... La camara<strong>de</strong>ría es total. Hablas <strong>de</strong> todo y <strong>de</strong> nada con<br />

perfectos <strong>de</strong>sconocidos; brota una alegría instintiva, una euforia pura, natural. Entre pinchos,<br />

poteos y bailoteos llegamos, bajo el flamear <strong>de</strong> las enseñas peñeras, al coso taurino; como si<br />

entráramos en un castillo, en día <strong>de</strong> homenaje, al acto central <strong>de</strong> la fiesta. Comemos,<br />

bebemos, cantamos, reímos, bailamos, tiramos cosas,...<strong>de</strong> todo, salvo ver la corrida. La marea<br />

nos encumbra mientras anochece. ¡¿Ya?!. ¡Pues que viva San Fermín!.<br />

Irati Ugarteburu Uncetabarrenechea<br />

Aurrera darrait<br />

Iritsi da ordua. Urduri nago, oso urduri. Hankek edozein momentutan huts egingo didatenaren<br />

sentsazioa gainetik kendu ezinik. Ingurura begiratu dut berriz ere. Jen<strong>de</strong>a hara eta hona dabil,<br />

kirioak dantzan, erlojuaren orratzak momentu zehatza noiz adieraziko zain. Zirrara nabarmena<br />

da <strong>de</strong>nen aurpegietan, begiak disdiratsu, ezpainak estututa, arnasa sakonki hartuz. Adin<br />

ezberdinetako jen<strong>de</strong>a dago hemen, gizonak gehienak. Gutxi batzuk ondo ezagutzen dituzte<br />

berton egotearen arriskuak, ondorioak beraien azaletan izango dituzte betirako. Baina urtero<br />

bezala hemen dira berriz ere. Beste batzuen aurpegiak beldurrak ferekatzen ditu, errespetuak.<br />

Berriz ere zangoak mugitzen ditut, belaunak tolestuz. Ez nago prest, ez dakit zein momentutan<br />

bururatu zitzaidan hona etortzea. Zer egiten dut nik hemen? Ihesi irteteko sentimendua<br />

emozioari gainjartzen hasi zaio, egurrezko oholen atzean dagoen jen<strong>de</strong>aren artera salto egitea<br />

pentsatu dut. Bat-batean, zarata batek i<strong>de</strong>ia guzti horiek baztertzera eraman nau. Hasi da. Hasi<br />

da entzierroa. Inguru zuri-gorria saltoka hasi da, aurrerantz mugituaz. Hotzikara batek<br />

zeharkatu du nire gorputza. Malkoak ere beraien tokia eskatu dute eszenan. Bagoaz. Banoa.<br />

Han atzean, nigana hurbilduz, zezen koadrila bat. Badatoz. Azkenean bete da nire txikitako<br />

ametsa.Telebistan lehen entzierroa ikusi nuenetik, esperientzia hau bizitzea izan da helburua.<br />

Eta hemen nago, noizean behin atzera begiratuaz, adarrek nire azala igurtzi ez <strong>de</strong>zaten. Nik<br />

aurrera darrait.


Irene Garcia Diaz <strong>de</strong> Cerio<br />

La magia <strong>de</strong> San Fermín<br />

Fiestas <strong>de</strong> San Fermín: cada rincón pamplonica colapsado por gentes <strong>de</strong> diversos puntos <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> la geografía española. Con el pañuelo rojo anudado al cuello,disfruto <strong>de</strong> cada<br />

momento, sin saber a ciencia cierta su razón <strong>de</strong> ser: ligado al Voto <strong>de</strong> las Cinco llagas y<br />

martirio <strong>de</strong>l santo o simplemente forma <strong>de</strong> retar al morlaco. Cuesta <strong>de</strong> San Domingo hasta la<br />

plaza <strong>de</strong>l Ayuntamiento, con escasos refugios para retirarse o una hornacina con la imagen <strong>de</strong><br />

San Fermín son hechos que perduran en mi mente. Toros agrupados en manadas en busca <strong>de</strong><br />

la embestida frente a valientes corredores evitando peligrosos <strong>de</strong>rrotes con un servidor<br />

expectante y <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> no tener que lamentar víctimas. Sirvan estas líneas como muestra <strong>de</strong>l<br />

sentir hacia una ciudad y tradición que diez años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi primera visita me sigue<br />

llamando a gritos.<br />

Irma Gabriela Chávez Rodríguez<br />

El chupitazo<br />

Un mar <strong>de</strong> blanco y rojo. Des<strong>de</strong> lo alto se ve como la ola viene y va. Miles <strong>de</strong> voces unidas en<br />

un canto. La alegría lo inva<strong>de</strong> todo, la piel se eriza. No hay dolor, ni tristeza. Una pequeña niña<br />

danza al paso <strong>de</strong> su madre. La observa, la imita tratando <strong>de</strong> seguir su ritmo, intentado captar lo<br />

que suce<strong>de</strong> a su alre<strong>de</strong>dor. Está feliz pero aún no entien<strong>de</strong> por qué. Nadie lo entien<strong>de</strong>, porque<br />

no es algo que pueda razonarse. Se siente, se contagia. La niña pregunta: Madre ¿Qué<br />

celebramos? Y ésta respon<strong>de</strong>: Los Sanfermines. Se escucha un sonido atronador y el mar <strong>de</strong><br />

gente aclama porque por un instante todo es una fiesta, en don<strong>de</strong> se celebra el valor <strong>de</strong> la vida<br />

pero también la cercanía <strong>de</strong> la muerte.<br />

Ismael García-Gil Velilla<br />

Ojala siempre fuera San Fermín<br />

Me llamo Naryis, soy reportera en la India y me enviaron a Pamplona para hacer un reportaje<br />

sobre la fiesta <strong>de</strong> San Fermín. Al poco <strong>de</strong> llegar me di cuenta que no todo eran toros, que lo<br />

más importante era la gente y su forma <strong>de</strong> actuar todos parecían amigos. Eran miles <strong>de</strong><br />

personas que se gastaban bromas y cantaban a coro como una gran familia, fue la primera vez<br />

que nada más llegar a un país nuevo me siento como una más. Siento una sensación extraña<br />

en mi interior, una subida <strong>de</strong> adrenalina, era el espíritu <strong>de</strong> la fiesta. Al segundo día, quería ver<br />

los famosos encierros en persona, para mi sorpresa la gente no gritaba ya, parecían todos<br />

concentrados. Pensaba encontrarme locos e inconscientes, pero allí solo vi a gente muy<br />

normal que sabía lo que hacía, ahora sí que ya no entendía nada. El ambiente <strong>de</strong> emoción<br />

impresionaba y los toros a su paso levantaban a la gente, entonces empecé a enten<strong>de</strong>r y<br />

acabe <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rlo cuando vi a un joven jugándose la vida por salvar la <strong>de</strong> otro mozo. Todos<br />

eran uno, entonces pensé que bonito seria el mundo si todos los días fuera San Fermín.


Isolina Cerdá Casado<br />

Palpitaciones<br />

Sentía un palpitar cercano. El señor que estaba sentado en el caballo <strong>de</strong> bronce tenía<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su cuello un pañuelo rojo, indumentaria poco corriente para el rey <strong>de</strong> la calle<br />

navarra. Pero me limité a respetar la estética rompedora <strong>de</strong> un hombre cuyo caballo había sido<br />

inmovilizado en medio <strong>de</strong> una rotonda sin más aspiración que la <strong>de</strong> contar los coches que la<br />

circunvalaban. Todo el día estuve dándole vueltas al misterioso asunto, podía tratarse <strong>de</strong> una<br />

chiquillada; algún gamberro aburrido <strong>de</strong> la monotonía. Pero, ¿y si no fuera así? ¿tal vez,<br />

añorando emociones reales, se colocó él mismo el pañuelo para imaginarse corredor <strong>de</strong> los<br />

Sanfermines? Y así fue como <strong>de</strong>scubrió que los coches no tenían cuatro ruedas, sino cuatro<br />

patas; y sus espejos retrovisores se convertían en respetables cuernos y ese palpitar era la<br />

manifestación sonora <strong>de</strong> su emoción al llegar a la plaza. Me di cuenta entonces; apenas<br />

quedaba nada para el chupinazo. Puerta abierta; olor a fiesta; color <strong>de</strong> blanco pureza, rojo <strong>de</strong><br />

fuego, sangre y vino; encierros rebosantes <strong>de</strong> adrenalina. Se trataba <strong>de</strong> eso: la fiesta <strong>de</strong> San<br />

Fermín traspasando fronteras y a<strong>de</strong>ntrándose en el corazón <strong>de</strong> las estatuas callejeras.<br />

Ivone Chocarro Losantos<br />

Imagina<br />

Y una nueva conexión se materializó en el centro <strong>de</strong> aquella marea humana que nos quitaba el<br />

aliento y subía nuestra temperatura, como una fiebre. De pronto, el tiempo se partió. Se oyó<br />

tronar encima <strong>de</strong> nuestras cabezas y <strong>de</strong>spués comenzó a llover. Una lluvia dulce. A partir <strong>de</strong><br />

ese momento, nos <strong>de</strong>jamos arrastrar por una pasión que no entendía <strong>de</strong> horarios. Una pasión<br />

salvaje, una bestia que bufaba tan cerca <strong>de</strong> nuestra piel que podíamos sentir su calor húmedo.<br />

Algunas mañanas <strong>de</strong> interminables noches <strong>de</strong>sayunábamos chocolate con churros, acunados<br />

por el sonido <strong>de</strong> las gaitas. Nos enfrentábamos a las horas con veladuras color fucsia <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> nuestros ojos, <strong>de</strong>safiando a la muerte negra que nos cercaba en un círculo <strong>de</strong> sangre y<br />

arena. Mas no todo eran horarios <strong>de</strong>spreocupados. El día <strong>de</strong>l calendario marcado en rojo,<br />

planchábamos la raya <strong>de</strong> los pantalones y nos lanzábamos fervorosos a la calle: procesión y<br />

misa. Otras mañanas, jugábamos a que nos perseguían gigantes, <strong>de</strong>masiado inofensivos a<br />

pesar <strong>de</strong> su tamaño. Después llegaron las <strong>de</strong>spedidas a la luz <strong>de</strong> las velas. Nos volvemos a<br />

ver. El año que viene.<br />

J. Zebensui <strong>de</strong> La Guardia Delgado<br />

Cónclave<br />

Unos dioses, un <strong>de</strong>monio y un grupo <strong>de</strong> humanos se encontraban congregados en el Limbo. El<br />

<strong>de</strong>monio había llamado a la cohorte divina al reclamar por justicia universal, por El Equilibrio<br />

que los hados guardaban, las almas eternas <strong>de</strong> los humanos cautivos. Pues los <strong>de</strong>monios<br />

podían martirizar con mil tormentos los espíritus humanos pero sus almas al ser eternas no<br />

podían ser llevadas al Infierno sin permiso divino. Así <strong>de</strong>cían los hados. Si hubiera algún<br />

<strong>de</strong>sequilibrio en el Universo por error divino lo pagarían eternamente los dioses. Los únicos que<br />

pue<strong>de</strong>n acompañar tal sufrir en tal eternidad. Pues eternas son las almas. El <strong>de</strong>monio <strong>de</strong>clamó<br />

y expuso la maldad <strong>de</strong> los humanos elogiando su crueldad. Describió sus atrocida<strong>de</strong>s con<br />

<strong>de</strong>leite y habló admirado <strong>de</strong> sus oscuras ánimas. Sin embargo, los dioses no fueron <strong>de</strong> su<br />

opinión y vetaron su propuesta. El <strong>de</strong>monio miró a los humanos, sonriente y con la mirada en<br />

llamas, y les dijo que pronto les vería. Cada día <strong>de</strong> sus humanas vidas pues estaban<br />

corrompidos. Mas los dioses censuraron al <strong>de</strong>monio y éste dijo la verdad. “Cada día hasta que<br />

aprendáis…”, aclaró el <strong>de</strong>monio, “…y apren<strong>de</strong>réis por el miedo.” Y los dioses le dieron la razón.


Javier Castrillo Salvador<br />

Cronología <strong>de</strong> aquel San Fermín<br />

Guardo (Palencia): 7 <strong>de</strong> julio. 03:20 h. Despedida <strong>de</strong> soltero <strong>de</strong> El Neno. Tremenda trompa <strong>de</strong>l<br />

chaval. El Moru y yo no bebemos. 03:30 h. El Neno entra por fin en el reino <strong>de</strong> Catatonia.<br />

Puesta en marcha <strong>de</strong>l plan. Cambio <strong>de</strong> ropa y traslado <strong>de</strong>l cuerpo hasta el asiento trasero <strong>de</strong><br />

mi Passat. Chanete copilota. El Moru y otros cuatro nos siguen en su C-4. Burgos: 7 <strong>de</strong> julio.<br />

05:10 h. Alivio <strong>de</strong> esfínteres en área <strong>de</strong> servicio 24 horas. El Neno ronca por doquier.<br />

Pamplona (Plaza <strong>de</strong> la Ciuda<strong>de</strong>la): 7 <strong>de</strong> julio. 06:50 h. Traslado a mano <strong>de</strong> El Neno, aún en<br />

coma inducido, a un banco. El lugar está repleto <strong>de</strong> pamplonicas, guiris y otras especies <strong>de</strong><br />

difícil catalogación. Nos alejamos <strong>de</strong> la escena. 07:45 h. El homenajeado se mueve, alza la<br />

cabeza, mira a todos lados. Se toca la ropa. Se frota los ojos. Se observa las manos. Se echa a<br />

llorar. 07:50 h. Cuatro mozos se acercan a él. Hablan. Le pasan la bota. Deja <strong>de</strong> llorar. Se va<br />

con ellos. Le seguimos. Plaza Consistorial. 08:00 h. Chupinazo. El Neno salta y grita. Nos ve.<br />

Se ríe. Nos abraza. ¡Viva San Fermín!<br />

Javier García García<br />

A y cuarto un año más<br />

Mike llegó el primero, a las 7.10. Habían quedado a y cuarto como todos los años, en la estatua<br />

<strong>de</strong> aquel hombre barbudo que, aunque ellos no lo sabían fue el culpable <strong>de</strong> que tantos <strong>de</strong> los<br />

suyos estuvieran allí a esas horas. A y dieciséis apareció Jason con su ropa impecable blanca,<br />

andando a zancadas mientras se anudaba el pañuelo. Corrían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace ya cinco años,<br />

todos los 7 <strong>de</strong> julio, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mitad <strong>de</strong> estafeta hasta llegar a la plaza y, aunque no lo reconocían,<br />

jamás habían llegado a ver a un toro realmente cerca. Casi daban y media y John seguía sin<br />

aparecer. Jason y Mike se miraron. Probablemente su amigo todavía no se habría acostado.<br />

Los dos supieron que un año más les tocaría correr solos.<br />

Javier Jimenez Ferreres<br />

Globalización<br />

El mozo, por primera vez, rasca el fósforo, ve la llama y dice “baaaaatt”, es un bat <strong>de</strong> emoción,<br />

prolongado en la aaaaa mientras pren<strong>de</strong> el cohete. El veterano ha pactado con el Santo y con<br />

su cáncer y ahora espera su último encierro, rezando con la misma fuerza <strong>de</strong> los noventa y<br />

nueve anteriores. Cuando oye el silbido <strong>de</strong>l cohete, sisea un uuuno, un uno que traba en la<br />

uuuuu, con los ojos cerrados. El ingles vive su sueño. Madrugada, caldo, un periódico. Mientras<br />

trota escucha el cohete y musita “onnnnne” rabiando triunfalmente la “n” final. El mozo abre el<br />

portón y arropa la salida <strong>de</strong> las reses acompasándolas con un “irueetaaaaa”. El abuelo salta<br />

con los mozos y en lo más alto, con cada brinco, animando al ganado a subir, acabando su<br />

ultima cuenta, está gritando recio un “dooosyyyyyy” El ingles no piensa moverse hasta ver las<br />

astas. Espera gritando un “twooooandddd” que acaba en pánico cuando todos los mozos<br />

empiezan a sortearle <strong>de</strong>spavoridos. Entonces, cuando subió el segundo cohete, y las rodillas<br />

crujieron y aparecieron las astas, al unísono, a lo largo <strong>de</strong> todo el encierro, en todo el mundo,<br />

se oyó: Y tres


Javier Lasa Calle<br />

José Tomás<br />

Los tres primeros toros habían dado buen juego a los diestros y la plaza lo estaba jaleando.<br />

Llegaba la hora <strong>de</strong> la merienda. Esta vez me había tocado a mí llevar la comida. Quería<br />

sorpren<strong>de</strong>r a toda la cuadrilla: cangrejos <strong>de</strong> río, magras con tomate, ajoarriero y un sorbete <strong>de</strong><br />

champán que todavía se conservaba frío abrazado a los hielos <strong>de</strong>l cubo. Estábamos<br />

disfrutando <strong>de</strong>l momentico, cuando pasó por <strong>de</strong>lante nuestra una rubia que quitaba el hipo.<br />

Alta, <strong>de</strong> metro setenta por lo menos, carita fina, encantos bien <strong>de</strong>finidos... La mujer <strong>de</strong> mi vida.<br />

Me levanté y, con aplomo, me atreví a invitarle a <strong>de</strong>gustar las viandas con nosotros. Me puse a<br />

hablar con ella, en inglés, y veía que mis cinco años <strong>de</strong> aca<strong>de</strong>mia no habían sido en bal<strong>de</strong>. Mis<br />

amigos, mientras, volvieron al albero. Pasaron unos minutos. Le miré a sus ojos, <strong>de</strong> color cielo,<br />

su boca, colorada como mi pañuelico. Estaba a punto <strong>de</strong> besarla y <strong>de</strong> repente un nombre me<br />

vino a la cabeza: ¡José Tomás! Salí disparado hacia la plaza y mis amigos me confirmaron lo<br />

que me temía, “Te has perdido el mejor toro <strong>de</strong> la feria ¡dos orejas y el rabo!”.<br />

Javier Llorente Yoldi<br />

Flight cancelled<br />

Thomas Lindqvist estaba <strong>de</strong>squiciado. Llevaba un día entero en el aeropuerto <strong>de</strong> Estocolmo y<br />

no sabía si su avión partiría finalmente hacia España. El volcán Eyjafjalla estaba haciendo otra<br />

<strong>de</strong> las suyas. Ya tenía todo atado. Su viaje Madrid-Pamplona, el abono <strong>de</strong> los toros como socio<br />

<strong>de</strong> la peña ‘Los Suecos’, la faja, el pañuelico, las alpargatas… Incluso había acudido a la<br />

terminal vestido <strong>de</strong> blanco y con una txapela roja. El letrero electrónico le confirmó sus peores<br />

augurios: el avión no iba a <strong>de</strong>spegar. Thomas no se rindió. No quería per<strong>de</strong>rse el mejor<br />

momento <strong>de</strong>l año. Llamó a los <strong>de</strong>más socios <strong>de</strong> la peña, compraron varias botellas <strong>de</strong><br />

champán en el ‘duty free’ y, en el aparcamiento <strong>de</strong>l aeropuerto, y con sus ojos puestos en un<br />

or<strong>de</strong>nador conectado por wifi a Internet, gritaron “¡Viva San Fermín!” a la vez que se anudaban<br />

los pañuelos rojos, saltaban, festejaban y se regaban con el cava. Otros pasajeros, los<br />

empleados <strong>de</strong>l aeropuerto y varias azafatas se unieron a la fiesta. Montaron tal revuelo en la<br />

terminal que una televisión local les grabó y transmitió sus imágenes a medio mundo. Thomas<br />

Lindqvist no sabía que acababa <strong>de</strong> inaugurar el primer txupinazo <strong>de</strong> Estocolmo.<br />

Javier Manero Martinez<br />

En marcha<br />

No vienen en el programa <strong>de</strong> fiestas, pero son unas horas muy importantes en el sprint final <strong>de</strong><br />

llegada al seis <strong>de</strong> julio. Se pasan cargadas <strong>de</strong> ilusión como <strong>de</strong> noche <strong>de</strong> reyes Amanece en<br />

Pamplona y clarea pronto, la ciudad ha mudado <strong>de</strong> ropa y <strong>de</strong> color. No cuesta levantarse <strong>de</strong> la<br />

cama ni salir a la calle a ver caras cómplices que te dicen que si, que no te has equivocado que<br />

ya está aquí. Lo que empieza siendo un goteo <strong>de</strong> gente que se dirige hacia el casco antiguo<br />

buscando la plaza <strong>de</strong>l ayuntamiento se va convirtiendo en torrente según se acerca la hora.<br />

Nervios <strong>de</strong>l que llega tar<strong>de</strong>, nervios <strong>de</strong>l que llega pronto. El pañuelo todavía sin anudar al<br />

cuello. Almuerzos, risas nerviosas, repaso <strong>de</strong> planes, buenas intenciones, reencuentros,<br />

ilusión, mucha ilusión que es la gasolina <strong>de</strong> la vida. ¡Dios mío toda la fiesta sin consumir!<br />

Hemos conseguido llegar otra vez. El concejal <strong>de</strong> turno se asoma al balcón y contempla la<br />

mancha blanca y roja que se constriñe y ondula como si tuviera vida propia. Pren<strong>de</strong> la mecha y<br />

grita al cielo cuando dan las doce:¡Pamploneses………


Javier Mtz. Aznal<br />

Rojo<br />

Aquella mañana me <strong>de</strong>sperté febril, ávido <strong>de</strong> sabores, olores y sensaciones in<strong>de</strong>scriptibles<br />

durante el resto <strong>de</strong>l año. Aquella mañana abrí los ojos y me visión había cambiado. La vida me<br />

había puesto un prisma <strong>de</strong> cristales rojos, unas lentillas que me hacían ver todo rojo. Mi<br />

habitación era roja, <strong>de</strong> un rojo vino clarete, mi cama era roja, <strong>de</strong> un intenso rojo rubí, la mesilla<br />

me recordaba a un “gran reserva” y la alfombra era roja cereza. Al principio me asusté<br />

bastante, ver el mundo a través <strong>de</strong> un prisma rojo no es que sea muy agradable pero no era la<br />

primera vez que esto me pasaba. El año anterior me había ocurrido lo mismo. Me vestí y bajé a<br />

la calle con mi nueva forma <strong>de</strong> ver las cosas. No me preocupaba mucho, en el almuerzo seguro<br />

que se me pasaba. Pero este año algo era distinto. Las personas las veía blancas, algunas<br />

blanco nube, otras blanco nata, blanco pálido… Todos los años este día me pasaba algo raro.<br />

Sólo veía rojo y blanco, rojo y blanco. Mi obsesión por San Fermín se acrecentaba. No me<br />

preocupaba mucho seguro que luego en el chupinazo se me pasaba.<br />

Javier Muñoz Fernan<strong>de</strong>z<br />

¿Te gusta bailar?<br />

Sus pasos eran torpes, pero ellos parecían flotar en otra parte. Quiero <strong>de</strong>cir que estaban y no<br />

estaban allí. O estaban allí y en otro espacio, en otra vida. Él apoyaba la barbilla sobre su<br />

hombro, apenas rozándolo. Ella cerraba los ojos con fuerza. Él tenía el cabello blanco y<br />

encrespado; ella, todo recogido en un moño plateado y redondo. Él, <strong>de</strong> rostro enjuto; ella,<br />

queriendo sonreír o llorar, o las dos cosas. Ninguno <strong>de</strong> los dos iba <strong>de</strong> blanco; ninguno <strong>de</strong> los<br />

dos llevaba pañuelo: Él, camisa a cuadros y jersey azul marino; pantalones <strong>de</strong> tergal, zapatos<br />

negros <strong>de</strong> verano. Ella, vestido ver<strong>de</strong> hasta las rodillas, chaqueta negra sobre los hombros, las<br />

piernas al aire y unas zapatillas rojas <strong>de</strong> andar por casa. Ahora, él miraba al frente, flaquito; los<br />

ojos le brillaban a través <strong>de</strong> las gafas. Ella se sumía en algún lugar con los párpados cerrados:<br />

no los abriría jamás. ¿Te acuerdas? Allí estaban, ahora, hace sesenta años. Hacía calor y eran<br />

las nueve casi. Un joven apuesto, una linda muchacha. Allí estaban mirándose apenas, <strong>de</strong> rojo<br />

y blanco; Él, cogiéndola <strong>de</strong> la mano y ella, <strong>de</strong>jándose hacer mientras cerraba los ojos: ¿Te<br />

gusta bailar?<br />

Javier Saralegui Olite<br />

Tus primeros Sanfermines<br />

Este año aún no estás, pero el que viene empezarás a verlo. Oír ya pue<strong>de</strong>s así que atento al<br />

cohete, ¿eh? Es un ruido fuerte y seco superpuesto a un griterío feliz. Ya irás, ya. Pero no me<br />

vengas un día rebozado en harina, haz el favor. El día seis tu madre y yo iremos a los rejones.<br />

Quince sanfermines <strong>de</strong> adultos y aún no hemos vibrado con el maestro <strong>de</strong> Estella. Bueno, es<br />

que <strong>de</strong> eso se trata, hay muchas fiestas por vivir y cada una tiene su tiempo, o varios tiempos.<br />

Pasa con los gigantes, que te encantarán: te impresionan <strong>de</strong> pequeño, traicionas tu relación<br />

con ellos en esa adolescencia nocturna <strong>de</strong> la que no pue<strong>de</strong>s escapar, los re<strong>de</strong>scubres cuando<br />

ya tomas el vermú y acabas conociendo hasta el color <strong>de</strong>l carcaj <strong>de</strong> Toko-toko. Si vas a correr<br />

el encierro apren<strong>de</strong> más que yo, que salí un par <strong>de</strong> veces y no olí a toro. Parece fácil <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un<br />

balcón. Igual lo intentamos juntos un día. Vendrás a la Plaza <strong>de</strong> la Cruz a pedirme paga para<br />

las barracas y ligarás en las verbenas <strong>de</strong> Antoniutti... Te van a gustar los sanfermines. Aquí te<br />

esperamos.


Jesús Andrés Pico Rebollo<br />

Bajo el sol <strong>de</strong> julio<br />

Bajo el sol <strong>de</strong> julio, el mismo sol que en la mañana se alzó sobre montes sin verdor,<br />

<strong>de</strong>slizándose luego por extraños árboles <strong>de</strong>shojados, para caer -con todo el ímpetu <strong>de</strong> este<br />

cuarto verano tan distinto a los anteriores- lustrando pieles y alejando sueños, al recinto <strong>de</strong> los<br />

corrales. Ese sol invitando a <strong>de</strong>sperezarse, amagar embestidas y estirar extremida<strong>de</strong>s en el<br />

recinto que sustituyó al estrecho y asfixiante cajón don<strong>de</strong> confinaron bruscamente ilusiones y<br />

bravura, quebrando el mundo feliz <strong>de</strong> la <strong>de</strong>hesa. Ese sol que vio ascen<strong>de</strong>r por el aire <strong>de</strong>spierto<br />

la tibia estela <strong>de</strong> humo blanco tras el chupinazo a cuyo resonante mandato se abrieron las<br />

puertas y la inquieta manada enfiló la cuesta <strong>de</strong> Santo Domingo con el griterío blanco y rojo<br />

abriéndose a su paso, envolviéndola como un Jordán festivo, mientras las astas apuntaban a<br />

un incierto <strong>de</strong>stino. El mismo sol que doró, premonitorio, la arena <strong>de</strong>l redon<strong>de</strong>l entre ascen<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> gritos y on<strong>de</strong>ar <strong>de</strong> capotes para <strong>de</strong>saparecer por un breve instante y reaparecer <strong>de</strong> nuevo<br />

en este encierro don<strong>de</strong> ahora brilla alto y <strong>de</strong>safiante, clavándose como un rejón <strong>de</strong> luz sobre<br />

los lomos… Bajo este sol <strong>de</strong> julio espero la libertad o la muerte.<br />

Joaquín González Málaga<br />

Tar<strong>de</strong> equivocada<br />

Ninguno <strong>de</strong> los míos sabe <strong>de</strong>cir dón<strong>de</strong> estamos. La llegada a este extraño lugar fue ayer, casi a<br />

lo oscurecido, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un largo y fatigoso viaje. Algunos han sufrido mareos durante el<br />

trayecto. Ya por la mañana, bien temprano, con ininterrumpida cohetería <strong>de</strong> fondo, nos han<br />

conducido <strong>de</strong> forma atropellada calle abajo unos mozos <strong>de</strong> lo más variopinto, a base <strong>de</strong><br />

fustigarnos en el trasero con las noticias más duras <strong>de</strong> la prensa diaria. He logrado distinguir<br />

varias camisetas <strong>de</strong> Osasuna y <strong>de</strong>l Athletic entre el gentío, pero ni una sola <strong>de</strong>l Extremadura,<br />

que es <strong>de</strong> don<strong>de</strong> procedo. Sin previo aviso venimos a <strong>de</strong>sembocar en una regia y soleada<br />

plaza <strong>de</strong> toros. Fuera y casi <strong>de</strong> refilón, todavía me ha dado tiempo <strong>de</strong> leer en un cartel a todo<br />

color cómo anuncian \"La Corrida <strong>de</strong>l Año\", y tres nombres que me han parecido que <strong>de</strong>cían:<br />

, José y Tomás. Así que lo que prometía tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> fútbol, se va a convertir en un gran festival<br />

taurino. Mira por don<strong>de</strong>, el primero que voy a presenciar, a mis cuatro años <strong>de</strong> vida y a los<br />

quinientos cuarenta <strong>de</strong> peso. ¡Ya era hora!<br />

Joaquín Perales Bocanegra<br />

Otra vez<br />

Otra vez me encuentro en la misma situación. Se acerca la hora y no tengo nada preparado.<br />

Ya lo sé, toda la culpa es mía, pero nací así <strong>de</strong> <strong>de</strong>jado, ya me conoces. Me gusta <strong>de</strong>jar todo<br />

para el final y hoy, como cada año, me va a pillar el toro, y espero que sólo sea una frase<br />

hecha. En unos minutos llega Miguel y tengo la mochila a medias. Un par <strong>de</strong> camisetas, unos<br />

pantalones y algo <strong>de</strong> ropa <strong>de</strong> interior, todo lo necesario para pasar un par <strong>de</strong> días en<br />

Pamplona. Mi ropa blanca y el pañuelo llevan preparados 365 días. Tengo el estómago<br />

revuelto, los nervios comienzan a afectarme, y en un breve lapso <strong>de</strong> tiempo nos pondremos<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los pitones, recordando aquella mañana trágica en la que nos abandonaste. Era tu<br />

ilusión <strong>de</strong>s<strong>de</strong> pequeño y un maldito resbalón, en la curva Estafeta, te apartó <strong>de</strong> nuestro lado<br />

para siempre. No pudiste completar la carrera. Prometí a San Fermín, mientras viajaba con<br />

Miguel y mamá <strong>de</strong>stino al hospital, honrar tu memoria cada 8 <strong>de</strong> julio. Me voy que llego tar<strong>de</strong><br />

papá, hasta el jueves…


Johny Mendoza Navarrete<br />

Ferminenses<br />

Esos toros que, con mirar causan miedos, esos que cada año tres minutos no más. Se me<br />

hicieron una eternidad, esperando la calma y mi salvación. Mientras corría recordaba el<br />

chupinazo, la procesión, los alguacillos, las milillas, a kilikis, a zaldikos, a los gaiteros y<br />

txistularis. En esos 849 metros recorrí mi vida. Los encantos <strong>de</strong> los canticos me <strong>de</strong>slumbran los<br />

recuerdos, las vaquillas <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong> toros, esas voces entonando \"Pobre <strong>de</strong> Mí\" esas almas<br />

que añoraban el Rian Rian. Cuando la eternidad me <strong>de</strong> la calma en el último segundo entre la<br />

tierra y el cielo ahi lejos enviaré bezos <strong>de</strong> luz a Panplona-Navarra, sera una forma <strong>de</strong><br />

agra<strong>de</strong>cer los ocho días <strong>de</strong> mis sueños, pues en San Fermin, los sueños como sueños son<br />

verda<strong>de</strong>s.<br />

Jorge Armando Cruz Patiño<br />

El Encierro<br />

El toro embistio a jorge Carranza. La multitud corre, siente un miedo terrible, y, a unos pasos,<br />

los toros vienen pisandoles los talones. los cascos resuenan en el asfalto, y uno <strong>de</strong> los toros<br />

clava uno <strong>de</strong> los cuernos en el costado <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> sus colegas.Pero apenas se han dado<br />

cuenta <strong>de</strong> ello. Siguen corriendo los toros, y la gente mira el espectaculo sorprendidos,<br />

silenciosos, temiendo y esperando lo peor. -¿que es lo peor?-pregunta una chica nadie sabe<br />

como respon<strong>de</strong>rle. Un toro atravieza, con uno <strong>de</strong> sus cuernos, el corazon <strong>de</strong> Jorge Carranza,<br />

pero él nop siente ningún tipo <strong>de</strong> tristeza o remordimiento. Sabe que volvera el proximo año, tal<br />

vez en una silla <strong>de</strong> ruedas, o quizas solo le toque ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una <strong>de</strong> las estrellas que corona el<br />

cielo. Como sea, el sabe que volver\'a.<br />

José Alberto Retamosa Gámez<br />

Trayecto final<br />

Mi corazón estaba a punto <strong>de</strong> estallar, pues cada latido era más potente que el anterior, y su<br />

rápido ritmo no hacía más que seguir al <strong>de</strong> mi agitada respiración. Izquierda. Derecha. Nada,<br />

no había salida. La única opción era correr hacia el frente. ¿Y hacia atrás? Ni loco lo hubiera<br />

hecho, no sabiendo que tras mis pisadas se abalanzaban aquellas bestias <strong>de</strong> fuerte<br />

cornamenta e incansable carrera. Cada vez éramos menos los que corríamos calle abajo con<br />

todo el cuerpo en tensión y con la emoción <strong>de</strong> protagonizar aquel momento. No sabía qué le<br />

había pasado a Sebastián, al que perdí <strong>de</strong> vista hacía rato, y mientras mis piernas luchaban<br />

por seguir moviéndose rezaba para que no le hubiera ocurrido nada. Miré hacia atrás y los vi<br />

allí, babeando con su rápido trote, preparados para envestir a todo aquel que se cruzase en su<br />

camino, y volví la cabeza hacia el frente. ¡Allí estaba! ¡La plaza, por fin! Cerré mis ojos para<br />

correr la última recta y tras unos segundos eternos logré entrar.Los Aplausos, los gritos, el<br />

albero bajo mis pies... todo era gloria y victoria que señalaban el final <strong>de</strong> mi sueño ya cumplido,<br />

y <strong>de</strong> una pieza...


Jose Angel Sillero Perez <strong>de</strong> Albeniz<br />

No te vayas <strong>de</strong> Navarra<br />

Estaban a punto <strong>de</strong> llegar las fiestas <strong>de</strong> Sanfermín y la alcal<strong>de</strong>sa prohibió la exhibición <strong>de</strong><br />

ikurriña alguna en las calles <strong>de</strong> Pamplona. “Han sido los sanfermines más divertidos <strong>de</strong> la<br />

historia”, <strong>de</strong>claró el portavoz <strong>de</strong> las peñas sanfermineras. El nudismo se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> calles,<br />

tabernas, plazas y parques. La prensa internacional se hizo eco <strong>de</strong> la noticia, millares <strong>de</strong><br />

extranjeros inundaron las calles con tan solo un pañuelico rojo al cuello. Varias asociaciones<br />

naturistas alabaron el progresismo <strong>de</strong> los gobernantes por esta iniciativa, <strong>de</strong>jando <strong>de</strong> lado sus<br />

reivindicaciones antitaurinas. “Estas fiestas son un ejemplo para la humanidad, se ha<br />

conseguido integrar en torno a un objetivo común a todos los ámbitos <strong>de</strong> la sociedad, <strong>de</strong>jando<br />

atrás modas discriminatorias, prejuicios morales y tabúes que son más propios <strong>de</strong> siglos<br />

pasados”. El éxito <strong>de</strong> la iniciativa se ha <strong>de</strong>jado ver en los encierros, con carreras más limpias y<br />

mucha facilidad para los servicios sanitarios a la hora <strong>de</strong> tratar a los heridos. La alcal<strong>de</strong>sa no<br />

quiso hacer <strong>de</strong>claraciones, en su lugar lo hizo con gran simpatía la concejala <strong>de</strong> turismo tras la<br />

matinal <strong>de</strong> jotas navarras <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong>l castillo, en la que participó “como dios la trajo al<br />

mundo”.<br />

José Antonio Cruz Martínez<br />

San Fermin, no coment<br />

Sanfermines son un monumento al libre albedrío. Todo cambia. La casa es la calle, la calle es<br />

la casa, los amigos son la familia, los conocidos son los amigos, los toros nos están en el<br />

campo, están en la calle, los periódicos no se leen, se agitan… Hay mucha gente que lo pasa<br />

muy bien, otros que se van más que nada por el ruido, dicen. Y también se pue<strong>de</strong> ver a alguna<br />

persona, generalmente <strong>de</strong> fuera, que es el paradigma <strong>de</strong> la infante inocencia. – Mira Borja, hay<br />

un señor tirado en el suelo y no se mueve. No sé, quizás no sea nada, pero como no se<br />

mueve… – Sofía, haz el favor <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar al señor, que en Sanfermines pasan estas cosas… –<br />

Pero es que no se mueve Borja. – Chica, es el vino, la carreras, y el no dormir… la juerga. – Yo<br />

voy a llamar a aquel municipal, para que hagan algo Borja. Si no está mal, no pasará nada, y si<br />

no está bien pues le llevarán al hospital. – Agente, ese señor que está en suelo no se mueve<br />

¿estará mal? ¡Borja! ¡Borja! ¡a dón<strong>de</strong> vas? – A per<strong>de</strong>rme<br />

José Antonio Fernán<strong>de</strong>z Senovilla<br />

Momenticos Sanfermineros<br />

Llegó al fin la mañana soñada en casa preparamos la ropa ropa blanca y roja para la jornada.<br />

Seis <strong>de</strong> Julio amanece discreto un tibio bullicio ronda en el asfalto vamos todos <strong>de</strong> blanco aún<br />

sin pañuelo es el trasnochado encuentro con lo <strong>de</strong>seado. La plaza está llena, petada por la<br />

fiesta estruendo marca este momento casi sin aliento, anudo mi pañuelo es el <strong>de</strong>senfreno que<br />

cada año me atrapa. Esclavo libre <strong>de</strong> tan bello tormento en la calle vivo, convivo y habito con<br />

vino, toros, encierros y fuego. Pobre <strong>de</strong> mí, llega todo a su final esta noche es la <strong>de</strong>spedida<br />

gozada, apasionada, sí, esperada. Suelto mi pañuelo con tristeza, <strong>de</strong>l cuello, cantando sin<br />

lamento, hoy volverán a emerger los sueños anunciando que pronto la fiesta volverá. Quedan<br />

en la profundidad <strong>de</strong> mis retinas cabezones bailando y bebiendo vino, fuegos artificiales<br />

comiendo bocadillos noches eternas <strong>de</strong> música charanguera. Hoy lo relato <strong>de</strong> nuevo siendo<br />

viejo viejo este cuento, la Fiesta es Historia historia eterna <strong>de</strong> un Sanferminero.


Jose Daniel<br />

ViVa La Pamplonidad<br />

Un sonido fuerte en el cielo <strong>de</strong> un chupinazo indica la llegada <strong>de</strong> una celebración en la<br />

humanidad, el aire <strong>de</strong>ja su silencio para dar paso al grito <strong>de</strong> un hombre que lleva un mensaje<br />

<strong>de</strong> felicidad, se pren<strong>de</strong> la mecha <strong>de</strong> bienestar y júbilo en los corazones <strong>de</strong> las personas <strong>de</strong> tan<br />

respetable ciudad. El ambiente se inunda <strong>de</strong> átomos <strong>de</strong> prosperidad que contagian a cada<br />

personalidad, la sangre <strong>de</strong> cada ciudadano palpita al ritmo <strong>de</strong> la pamplonidad, cultura que se<br />

<strong>de</strong>staca por su progreso y vigorosidad. Las calles se vistieron <strong>de</strong> gala para saludar a cada<br />

persona por su valentía y coraje en la construcción <strong>de</strong> tan hermosa capital, don<strong>de</strong><br />

pamploneses y extranjeros participan con todo respeto en las activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> integración<br />

cultural, cuyo principio es promover la paz, el amor y la igualdad, valores que conforman las<br />

bases <strong>de</strong> toda sociedad. Cada mañana <strong>de</strong>l seis <strong>de</strong> Julio puedo escuchar las voces <strong>de</strong> las<br />

señoritas <strong>de</strong> mi vecindad, al mirar por la ventana veo la sonrisa <strong>de</strong> los niños al jugar con<br />

libertad y al mismo tiempo observo a un abuelo que dice: ¡ Viva La Pamplonidad !.<br />

José <strong>de</strong>l Arco Moreno<br />

Ella<br />

Cansado <strong>de</strong>l viaje, con sueño añejo y <strong>de</strong>masiados calimochos, intenté concentrarme en mis<br />

vivencias recorriendo el pasado más cercano. Me eché sobre el césped recién cortado <strong>de</strong> La<br />

Ciuda<strong>de</strong>la, y con aquella frescura llegada a mi cuerpo, fijé la atención en el rumor creciente <strong>de</strong>l<br />

gentío blanco y rojo, que en gran<strong>de</strong>s grupos bullían disfrutando <strong>de</strong> aquella maravillosa<br />

algarabía. Una gran fiesta, a la que me habría gustado engancharme para enterrar mi soledad.<br />

Absorto en mis pensamientos, pretendía concentrarme en recorrer mi vida y mi existencia. No<br />

fue así; quedé impávido por el sofoco <strong>de</strong> sentir dos manos sobre mis ojos, que en su presión,<br />

pretendí reconocer. No quise apresurarme por temor a errar… ¿Era ella? Mi referente, mi<br />

bálsamo, mi consuelo en la <strong>de</strong>sesperanza, mi aliento en el ahogo… ¿Mi vida? Era el tercer año<br />

<strong>de</strong> espera. Mismo lugar, misma fecha y misma rogativa al Santo: Permítenos volver y<br />

protégenos. El amanecer y las dianas <strong>de</strong> las peñas me aliviaron <strong>de</strong>l sopor en el <strong>de</strong>spertar. Y<br />

con el corazón hecho jirones, pensé, otro San Fermín, otros encierros, más calimochos. ¡Y ella¡<br />

Jose Emilio Casbas Jimenez<br />

La inmensidad <strong>de</strong> las nubes<br />

Se asomó por la ventana, parecía que las nubes más blancas <strong>de</strong>l cielo habían <strong>de</strong>scendido a las<br />

calles <strong>de</strong> su barrio -vaticinando lo que estaba a punto <strong>de</strong> llegar-. Un escalofrío recorrió todo su<br />

cuerpo. Eran las 10 <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong> un 6 <strong>de</strong> Julio <strong>de</strong> un año cualquiera. Sentimientos <strong>de</strong><br />

alegría, amistad, libertad e incertidumbre le invadían. Un paréntesis <strong>de</strong> 8 días en su previsible<br />

vida. Se acerco al armario y buscó esa ropa para unirse a la sorpren<strong>de</strong>nte marea <strong>de</strong> nubes que<br />

habían bajado a la tierra. Se unió y, con precisión geométrica, se dirigieron al mismo <strong>de</strong>stino,<br />

con el mismo objetivo. Se preguntó qué habría más allá <strong>de</strong> las 12 <strong>de</strong>l mediodía.


José Francisco Alenza García<br />

Johnny <strong>de</strong>jó su fusil<br />

Johnny era un héroe veterano <strong>de</strong> Irak. Pero tuvo que retirarse <strong>de</strong>l Ejército por “stress-posttraumático”.<br />

Cada noche se <strong>de</strong>spertaba aterrorizado gritando contra Sadam. Se sometió a los<br />

tratamientos que un psicólogo había diseñado basándose en las novelas <strong>de</strong> Hemingway. La <strong>de</strong><br />

pescar un gran pez en solitario solía ser <strong>de</strong>finitiva. Con Johnny no funcionó. Así que pasó al<br />

método “Fiesta”. Nadie prestó atención a los gritos <strong>de</strong> Johnny en el chupinazo. Cada <strong>de</strong>scorche<br />

<strong>de</strong> champán le parecían morteros. Cada avalancha <strong>de</strong>l gentío, cargas <strong>de</strong> los blindados<br />

iraquíes. Fue angustioso pero lo superó. La procesión <strong>de</strong>l santo le calmó. Ver los toros en sol le<br />

animó. La sangría y los kalimotxos ayudaron mucho. Pasó su primera noche a <strong>de</strong>scubierto<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> Afganistán durmiendo como un bebé en la Taconera. Mejoraba <strong>de</strong> sus terrores cada día.<br />

El tratamiento hubiera triunfado si Johnny se hubiera informado sobre “runningthebulls”. Jamás<br />

<strong>de</strong>bió pararse en la curva <strong>de</strong> Merca<strong>de</strong>res. No tuvo ni un rasguño. Pero los doce pitones que<br />

rozaron su rostro arruinaron <strong>de</strong>finitivamente al héroe. Ahora ya no se <strong>de</strong>spierta en mitad <strong>de</strong> la<br />

noche. Lo hace a las ocho <strong>de</strong> la mañana tarareando algo que su mujer no entien<strong>de</strong>: ¡Que<br />

vienen, que vienen, chis, chis!<br />

José Ignacio Alonso<br />

La celda <strong>de</strong> Amiens<br />

En una ínfima abertura <strong>de</strong> la piedra maciza miro por última vez a la luna. En todas las cosas<br />

veo los <strong>de</strong>signios <strong>de</strong> Dios y eso, <strong>de</strong> algún modo, me alivia. Pienso en el sen<strong>de</strong>ro que me trajo<br />

hasta este oscuro claustro: los padres que adoraron dioses ajenos, un agradable hombre que<br />

me enseñó los secretos <strong>de</strong>l mundo, la prédica insensata <strong>de</strong> mi espíritu. No reprocharé el<br />

camino que prefijó Dios para mí. Después <strong>de</strong> errar por muchos pueblos, puedo afirmar que no<br />

hay mejor salvación que la muerte. Todo lo hice para llegar a este día; la ardua tarea que<br />

profesé, alcanza hoy su fin. Creo escuchar a mis verdugos caminar temerosamente por las<br />

escaleras. No están convencidos <strong>de</strong> su or<strong>de</strong>n, pero yo <strong>de</strong>seo que sean implacables. Ya percibo<br />

las sombras: sus huesos tiemblan y sus dientes rechinan. No mirarán mis ojos mientras ultimen<br />

mi carne. No los culpo. Ya llegan, ya están aquí. En el íntimo segundo <strong>de</strong> la muerte, veo mi<br />

santidad, veo la arremetida <strong>de</strong> un toro, veo el culto y veo una fiesta.<br />

José Ignacio Señán Cano<br />

Estarás ocupado<br />

San Fermín, oye, no sé si me pue<strong>de</strong>s oír con tanto ruido que hay en la calle. Verás, es que<br />

tengo un problema y vengo a verte por si me pue<strong>de</strong>s ayudar. Ya sé que estos días estás<br />

<strong>de</strong>masiado ocupado, pero mira a ver si encuentras un ratillo para echarme un cable. Ya sabes<br />

que el viejo se ha quedado sin trabajo y anda el hombre que no levanta cabeza. Supongo que<br />

habrá mucha gente que te pida cosas <strong>de</strong> enfermeda<strong>de</strong>s y otras historias, pero si pudieras<br />

encontrarme un trabajo para po<strong>de</strong>r llevar algo <strong>de</strong> dinero a casa… No te pido nada especial, que<br />

ya sé que las cosas están como están, pero no sé…, sería suficiente un contratillo <strong>de</strong> seis<br />

meses hasta que todo esto mejore un poco y el viejo vuelva a tener curro. Tío, sabes que si no<br />

me hiciera falta <strong>de</strong> verdad no te lo pediría… Gorka, ¿Qué haces ahí sentado, tío? Van a dar las<br />

ocho y todavía no hemos calentado. Ah, me ha dicho mi jefe que ha quedado un hueco en la<br />

fábrica y que te presentes el lunes <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las fiestas. Gorkaaaaa, ¿pero adón<strong>de</strong> vas<br />

dando esos saltos…?


Jose Javier Campion Ilundain<br />

En San Cernin... las ocho<br />

Las manos en los bolsillos. Poco a poco, bajo \"la Cuesta\", ensimismado en mis miedos, en<br />

mis dimes y diretes, hasta llegar sin prisa, frente a la hornacina, don<strong>de</strong> Mariví, con cuidado y<br />

cariño, ha colocado a Ferminico. Balcones llenos <strong>de</strong> nervios, <strong>de</strong> sueño, <strong>de</strong> dudas. En la<br />

explanada <strong>de</strong>l Museo, no entra ni un alma. Vallado... perfecto. Pastores, cohete, castrados y<br />

bravos... bien. Saludo a Antonio, el médico <strong>de</strong> \"la Cuesta\". Subido en aquel poste, preparado<br />

para lo peor, pero pidiéndole al Santo, lo mejor. - ¡Suerte mozo!. - Gracias Antonio. Verlo ahí<br />

cada mañana, hace que me invada una milésima <strong>de</strong> tranquilidad. ¡Todo esto, me emociona! -<br />

¡Venga chavales! Bat, bi eta hiru. \"Entzun arren San Fermin...\" La Cuesta, se llena <strong>de</strong> miedo.<br />

Vamos a por el segundo: \"Entzun arren San Fermin...\" Cuanta pali<strong>de</strong>z y cuanta intimidad.<br />

¡Qué felicidad! Y ya el tercero: \"Entzun arren San Fermin...\" ¡Uf! Esto ya no hay quien lo pare.<br />

Besos a Imanol, Mintxo, Izco... - Suerte chavales y a disfrutar. ¡Eh! Con cuidado. Y volamos<br />

Santo Domingo arriba. Ya ha pasado. ¿Todos bien? ¿Todos amigos? Como dice Antonio: \"y<br />

hasta mañana\".<br />

José L. Baños Vegas<br />

Retorno a los orígenes<br />

Aunque todavía hoy lo hago a una distancia pru<strong>de</strong>ncial, reconozco que ya no tengo edad para<br />

correr <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los bravos astados. Al igual que Hemingway, creo pertenecer a una<br />

generación perdida que, entre otras cosas, se caracteriza por tener incrustada en el tuétano la<br />

daga <strong>de</strong> la tradición. Quizá por eso, en los Sanfermines <strong>de</strong> este año me convertiré en Santiago,<br />

el entrañable protagonista <strong>de</strong> “El viejo y el mar”, y durante esos días cambiaré el monótono<br />

azul <strong>de</strong>l mar por esa marea blanca y roja <strong>de</strong> personas que, venidas <strong>de</strong> todos los rincones <strong>de</strong>l<br />

mundo, colman <strong>de</strong> alegría y bullicio las calles <strong>de</strong> Pompaelo. También caminaré junto a kilikis,<br />

zaldikos, gaiteros y txistularis; siendo una parte infinitesimal <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong> los gigantes que, hoy<br />

más que nunca, necesitan hermanar las razas <strong>de</strong>l mundo. Y volveré a los lugares don<strong>de</strong> tal vez<br />

comenzaron a engendrarme, el bar Txoko, el hotel La Perla, el café Iruña; y, por qué no,<br />

también el hotel Quintana, el café Suizo y la Casa Marceliano, lugar en el que, al son <strong>de</strong>l riauriau,<br />

<strong>de</strong>gustaré el exquisito ajoarriero con gambas. Todo ello, claro está, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pedirle al<br />

santo patrón que me dé su bendición.<br />

José Luis Castellanos Segura<br />

Recorrido<br />

No veían nada. Solo oían un griterío in<strong>de</strong>scriptible. En las <strong>de</strong>hesas en las que hasta ahora<br />

habían pastado, nunca habían escuchado nada semejante. Era una mezcla <strong>de</strong> miedo,<br />

impaciencia y alborozo y, por supuesto, no podían ni imaginarse que eran ellos la causa <strong>de</strong><br />

todo el estruendo. De repente se vieron empujados hacia la luz y allí todo se precipitó: se<br />

cegaron por el sol matutino y empezaron a correr, presa <strong>de</strong>l pánico <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una masa <strong>de</strong><br />

gente que también corría. Pero uno comprendió y se <strong>de</strong>tuvo. El pavor se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> todos los<br />

que iban <strong>de</strong>trás y el aparente or<strong>de</strong>n anterior se convirtió en caos. El toro entonces, orgulloso y<br />

convencido <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r emprendió <strong>de</strong> nuevo la marcha hasta llegar a la plaza don<strong>de</strong> fue<br />

recibido como lo que era: el rey <strong>de</strong> la fiesta.


José Luis Najenson Topolevsky<br />

Encuentro en la Encerrona<br />

Hemingway y Borges se encontraron casualmente en Pamplona, años ha. Luego <strong>de</strong>l<br />

“chupinazo”, los toritos arrasaban por la calzada <strong>de</strong> Santo Domingo. - ¿Cómo está, Don<br />

Ernesto? Soy yo, Borges.¿Le gusta la Encerrona? - Amo el peligro, aroma <strong>de</strong>l miedo. - Yo vivo<br />

“encerrado” en las bibliotecas. Pero intuyo que sólo es valiente quien ha tenido miedo. - No lo<br />

creo. Se es valeroso o cobar<strong>de</strong>, sin términos medios. - Sólo dije que para ser valiente hay que<br />

haber sentido, antes, miedo. Caras <strong>de</strong> una misma moneda, como <strong>de</strong>cían los herméticos. - Yo<br />

nunca tuve miedo, ni siquiera a la muerte. Y diciendo esto, se lanzó a correr con los toros a sus<br />

talones. Entonces, un novillo rezagado tumbó el cerco tras el cual estaba Borges. La gente<br />

huyó y Borges se quedó allí, tieso, solo y sobrecogido por el temor. Después, sin saber <strong>de</strong><br />

dón<strong>de</strong> le venía el coraje, marchó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l torito, mientras éste lo seguía como un cor<strong>de</strong>ro<br />

manso. Hemingway, que regresaba y había visto toda la escena, le dijo: - Parecía Ud.un mago,<br />

un taumaturgo.¿Tuvo miedo, Sr. Borges? - Sí, gracias a Dios -repuso Borges sonriendo- tuve<br />

tanto miedo, también por Usted, que me dio coraje...<br />

José María Domench García<br />

San Fermín<br />

San Fermín, fiesta, explosión, juerga, cohete, timbales, txistu, siete <strong>de</strong> julio, txistorra, rojo,<br />

gigantes, tómbola, zaldikos, txuri ta beltz, caravinagre, casa larumbe, cabezudos, pañuelo,<br />

chupinazo, seis <strong>de</strong> junio, toro, fuegos artificiales, barracas, charanga, la servicial vinícola, teatro<br />

gayarre, la pamplonesa, yoldi, encierro, vino, estofado <strong>de</strong> toro, tiovivo, pastores, corrales, cinco<br />

<strong>de</strong> mayo, mozos, plaza <strong>de</strong> toros, ayuntamiento, cabildo, chistera, sangría, harina, hemingway,<br />

cohete, urabayen, champán, alcal<strong>de</strong>sa, garcía serrano, cuatro <strong>de</strong> abril, caballitos, ajoarriero,<br />

verga, pochas, aliento, carrera, maisonnave, recena, casino, festival, pelota, baile <strong>de</strong> la<br />

alpargata, ronda, chocolate con churros, tres <strong>de</strong> marzo, vísperas, dantzaris, octava, momentico,<br />

pancarta, procesión, dianas, magras con tomate, divinos, chistera, tamboril, dantzas, huevos,<br />

cogorza, dos <strong>de</strong> febrero, ligue, faja, caballo, manos <strong>de</strong> ministro, zapatillas, napoleón, relleno,<br />

kalimotxo, coral <strong>de</strong> cámara, frac, naranjitos, revuelto, la mañueta, mistela, rabo, cuerno,<br />

estoque, peñas, muleta, autos <strong>de</strong> choque, verónica, reyes, chicuelina, pulpo, natural, cuba libre,<br />

el guti, orfeón pamplonés, caña, mal cuerpo, mojito, kukuxumusu, uno <strong>de</strong> enero, chupito,<br />

callejón, izu, telefónica, oroz, estafeta, lechezuelas, merca<strong>de</strong>res, escalera, picador, corralillos,<br />

niza, festival, circo, alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> sol, tiro al blanco, concejales, criadillas, siesta, canónigos,<br />

cofradías, coco, verduguillo, iriberri, capote, cuesta <strong>de</strong> santo domingo, revolcón, recorte, puya,<br />

pobre <strong>de</strong> mí, ya falta menos.<br />

Jose Maria Paños Pascual<br />

La carrera<br />

Sabes que todo <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> ti. Aunque miles <strong>de</strong> piernas se crucen en tu camino, eres tú y él.<br />

En noble lucha, tú con tus manos <strong>de</strong>snudas y él con los pitones por lanzas. Solo tus piernas<br />

pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>cidir el <strong>de</strong>senlace. El más rápido ganará. Corres con tensión, con adrenalina,<br />

histérico porque crees que vas <strong>de</strong>masiado lento. La plaza se te antoja lejos, muy lejos y ayer<br />

estaba cerca tan cerca cuando paseabas sin prisas. Cuerpos que caen a tu alre<strong>de</strong>dor, gritos <strong>de</strong><br />

angustia, polvo, sudor resbalándote por la cara, el miedo atenazando tus músculos. Pero<br />

sigues, <strong>de</strong>bes llegar. Entonces lo percibes a tu espalda. Toneladas <strong>de</strong> carne brava lanzadas a<br />

cien por hora, la cabeza gacha, los pitones en alerta, buscando presas fáciles.Lo tienes a tocar,<br />

seguro. Debes <strong>de</strong>cidir, en milésimas <strong>de</strong> segundo, no pue<strong>de</strong>s vacilar. Miras atrás. ¡Dios!, es<br />

enorme, y viene directo hacia ti, no pue<strong>de</strong>s ganarlo, te va a arrollar y entonces oyes un grito: -<br />

¡A la izquierda, chaval, a la izquierda, jo<strong>de</strong>r!- Y haces caso, te apartas. Aquella bestia pasa<br />

lanzada, pero se olvida <strong>de</strong> ti. Miras aquel hombre. Un corredor veterano. Te saluda. Devuelves<br />

el saludo agra<strong>de</strong>cido. Pero, ¡volverás!


José Miguel García Avilés<br />

Pobre <strong>de</strong> mí<br />

Bebí los mejores caldos, comí las tapas más exquisitas, conocí una ciudad increible y hablé<br />

con sus habitantes, hice millones <strong>de</strong> amigos <strong>de</strong> distintas nacionalida<strong>de</strong>s (aunque allí eramos<br />

todos pamploneses por unos días), corrí <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros (e incluso a veces <strong>de</strong>trás) y en<br />

<strong>de</strong>finitiva, disfruté <strong>de</strong> todas y cada una <strong>de</strong> las posibilida<strong>de</strong>s que me brindó la fiesta más<br />

fascinante <strong>de</strong> cuantas he conocido. El último día <strong>de</strong> las fiestas, muy cansado por los efectos<br />

secundarios <strong>de</strong> los excesos a los que invitaba un ambiente tan alegre y festivo, mi cuerpo dijo<br />

basta y me <strong>de</strong>rrumbé en una esquina que me pareció entonces el lugar más cómodo <strong>de</strong>l<br />

mundo. A<strong>de</strong>más, las fiestas tocaban a su fin y era el momento <strong>de</strong> relajarse. Allí acostado, me<br />

sentía tan bien, que pensé que no habría nada ni nadie (bueno, a lo mejor una grua), que<br />

hiciera que me incorporase. Cuando <strong>de</strong> pronto, oí como la gente empezaba a entonar el<br />

\"pobre <strong>de</strong> mí\" e impulsado como por un muelle me incorporé y me uní a aquel coro <strong>de</strong> voces<br />

dispuesto a disfrutar hasta el último segundo, <strong>de</strong> sin duda, la mejor fiesta <strong>de</strong>l mundo.<br />

José Mosquera García<br />

Traspaso <strong>de</strong> tradiciones<br />

-¡José! ¡Arriba, que ya empiezan! Y yo me levanto. Trastabillando, y cabeceando <strong>de</strong> sueño,<br />

recorro <strong>de</strong> memoria, con los ojos cerrados, la distancia que separa mi habitación <strong>de</strong>l salón,<br />

siguiendo a mi madre para ver otro encierro en directo por la televisión. Otro día más, otro año<br />

más. Me siento en el sofá, entreabro los ojos y ahí están los mozos agitando sus periódicos y<br />

cantándole a San Fermín. Encien<strong>de</strong>n el cohete, explota, y salen los toros. Los sonidos en<br />

directo, los gritos <strong>de</strong> la gente, y las palabras <strong>de</strong>l comentarista se entremezclan con las<br />

expresiones <strong>de</strong> mi madre en cada momento <strong>de</strong> peligro: -¡Ah! ... ¡Dios mío! ... ¿Pero qué hace<br />

ese loco? ... ¡Una cogida, qué horror! ... Yo me espabilo <strong>de</strong> todo, y, a cientos <strong>de</strong> kilómetros <strong>de</strong><br />

distancia <strong>de</strong> Pamplona, me siento sobrecogido por el valor y saber estar que <strong>de</strong>muestran esos<br />

mozos alegres y <strong>de</strong>spreocupados que corren <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> esos enormes y bravos animales. La<br />

situación se repite año tras año, y hoy, casi treinta años <strong>de</strong>spués, a las ocho menos cinco <strong>de</strong> la<br />

mañana,<br />

Jose Ochoa Diaz<br />

Ocaso<br />

La tar<strong>de</strong> caía lentamente sobre el horizonte, mientras las golondrinas abrazaban con frenesí los<br />

primeros intentos <strong>de</strong> la noche que se asomaba con timi<strong>de</strong>z. Antonio bebió con parsimonia la<br />

botella <strong>de</strong> vino que su padre le había regalado el invierno pasado, y se dispuso a dormir. El<br />

amanecer no se hizo esperar; la gente se dirigía a prisa al encuentro anual en aquella calle <strong>de</strong><br />

aire festivo, pero, que por otro lado, guardaba también en sus entrañas algún lamento<br />

moribundo. Tuve una leve sensación <strong>de</strong> tristeza que luego tomó forma <strong>de</strong> preocupación, y más<br />

que eso, <strong>de</strong> cierto temor. Recordé entonces el sueño <strong>de</strong> la noche anterior y contemplé mis<br />

manos nuevamente vestidas <strong>de</strong> púrpura. La alegría fue creciendo, y con ella el canto <strong>de</strong> los<br />

mozos. Antonio se veía imponente, como un dios guerrero dispuesto a enfrentar a los<br />

guardianes <strong>de</strong> los Corrales <strong>de</strong> la cuesta <strong>de</strong> Santo Domingo. Todo transcurrió en instantes, sin<br />

<strong>de</strong>jar lugar a la sorprendida imaginación; allí estaban mirándole ahora cientos <strong>de</strong> ojos que él<br />

nunca vería; miles <strong>de</strong> voces confundidas en un quejumbroso “pobre <strong>de</strong> mí” que tampoco<br />

escucharía. Entretanto, la tar<strong>de</strong> comenzaba a <strong>de</strong>spedirse en un agónico tic tac.


Jose Oscar Rodríguez Zarraluqui<br />

Por la puerta gran<strong>de</strong><br />

La plaza estaba abarrotada. El ruido <strong>de</strong>l gentío se mezclaba armoniosamente, con el sonar <strong>de</strong><br />

saxofones, trompetas y los mas variopintos instrumentos que te puedas imaginar. Habíamos<br />

conseguido entradas <strong>de</strong> sol , y allá, en el sol, cualquier espectador se atrevía a componer su<br />

propia música. El alcohol corría por las gargantas <strong>de</strong>l público allá congregado y bajaba por el<br />

gra<strong>de</strong>río, como pequeñas cascadas a punto <strong>de</strong> salirse <strong>de</strong> su estrecho cauce. El traje tan<br />

inmaculado, tan blanco, y que tan cuidadosamente había estado planchado aquella mañana, a<br />

las primeras <strong>de</strong> cambio comenzaba a hacer juego con el pañuelico rojo que llevaba anudado al<br />

cuello. A medida que iba transcurriendo la faena, la sensación <strong>de</strong> mareo era más que evi<strong>de</strong>nte.<br />

Por mi <strong>de</strong>recha aparecieron, dando la vuelta al ruedo, dos personajes estrafalarios cubiertos <strong>de</strong><br />

innumerables cachibaches, portando un bidón <strong>de</strong> lo que aqui llaman zurracapote, y <strong>de</strong>l que me<br />

he hice muy buen amigo. ¿La corrida?. Bien, gracias. Solo recuerdo que una vez finalizada,<br />

salte a la arena <strong>de</strong> la plaza, y acabe saliendo, como los gran<strong>de</strong>s toreros, por la puerta gran<strong>de</strong>.<br />

Eso si, bailando al son <strong>de</strong> una charanga.<br />

José Otondo Arraztio<br />

Invitación a la reina<br />

Somos un grupo <strong>de</strong> chilenos que llegamos a Pamplona para San Fermín. Y te vimos bailar<br />

junto a los otros gigantes. Cuando todo termine queremos invitarte a nuestro país. Te<br />

mostraremos los bosques y los lagos. Correrás jugando por el árido <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>l norte. Luego te<br />

refrescarás en las aguas <strong>de</strong>l Pacífico. Antes <strong>de</strong> volver, en el silencio <strong>de</strong> la cordillera <strong>de</strong> Los<br />

An<strong>de</strong>s, observarás el vuelo majestuoso <strong>de</strong> los cóndores. Y regresarás a tu tierra envuelta en el<br />

cariño <strong>de</strong> tantos emigrantes navarros que atravesaron el océano trayendo con ellos el amor a<br />

su música y sus bailes. E igual que en los cuentos te quedarás dormida hasta el próximo año.<br />

Pero no será el beso <strong>de</strong> un príncipe el que te <strong>de</strong>spierte sino un mágico chupinazo y el<br />

estruendo <strong>de</strong> clarines y timbales. Y ocuparás nuevamente tu lugar entre los gigantes. En ese<br />

momento, en cada rincón <strong>de</strong> América, recordaremos que en Pamplona tenemos una Reina. Y<br />

que nos está esperando...<br />

José Ramón Alonso Peña<br />

El examen<br />

Una escuela <strong>de</strong> Pamplona. Cerca ya <strong>de</strong> las vacaciones. El maestro reparte a los muchachos <strong>de</strong><br />

primero <strong>de</strong> bachillerato un papel con la siguiente lista: Toros, siete <strong>de</strong> julio, encierros, pañuelo,<br />

champán, Agur Jaunak, txupinazo, mozos, Pamplona, San Fermín, periódico, la Plaza <strong>de</strong>l<br />

Castillo, vino, Hemingway, Navarra, Riau-Riau, toros, kalimotxo, Estafeta, gigantes, los fuegos<br />

artificiales, cornada, Rioja, peñas, mulillas, kilikis, el Gayarre, bares, encierro, Jarauta, bacalao,<br />

policía, gana<strong>de</strong>ría, pastores, cerveza, Ciuda<strong>de</strong>la, encierro, Corporación, fiesta, Fiesta, caídas,<br />

cabestro, julio, “Pobre <strong>de</strong> mí”, Osasuna, vals <strong>de</strong> Astráin, santo patrón, merienda, chicas,<br />

charanga y más toros. Cuando termina <strong>de</strong> repartirles las hojas, les dice - “Háganme una<br />

redacción sobre los Sanfermines sin usar ninguna <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong> esa lista” Uno <strong>de</strong> los<br />

muchachos tras dar un vistazo rápido a la hoja y con una mirada <strong>de</strong> estupor, balbucea: - “Pero<br />

esto es imposible”. El maestro sonríe, le mira y dice: - “Usted no ha entendido nada. Lo<br />

importante no está ahí. Pónganse todos a la tarea”.


Josu Flamarique Lizarbe<br />

Vampiros<br />

Otra vez puntual. Sin terminar <strong>de</strong> conciliar el sueño, con los ojos acartonados, pudo ver un<br />

rítmico crujir <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s. Ni los tapones <strong>de</strong> gomaespuma lograban parar ese infierno en su<br />

cabeza. Tras adivinar con sus oídos “la cucaracha” y una versión acelerada <strong>de</strong> la “intro” <strong>de</strong> los<br />

Blues Brothers, <strong>de</strong> un salto, escapó <strong>de</strong> su mortaja. Temeroso <strong>de</strong>l sol, bajó la persiana, no sin<br />

antes mirar con odio, el jolgorio teñido <strong>de</strong> blusones, pancartas on<strong>de</strong>antes <strong>de</strong> caracteres<br />

inteligibles y charangas al uso. Se tumbó <strong>de</strong> nuevo en su ataúd con olor a noches pasadas, y<br />

mirando la hora digital <strong>de</strong> su radio-<strong>de</strong>spertador, susurró un lúgubre “mañana…”. Pasaron varias<br />

noches, en las que saciaba su sed entre licántropos, zombis, y <strong>de</strong>más criaturas venidas <strong>de</strong><br />

todos los confines <strong>de</strong>l mundo. Por el día guardaba sus colmillos, y buscaba su <strong>de</strong>scanso en<br />

medio <strong>de</strong> esos ritmos rutinarios. Otro emplazamiento a ese “mañana” que nunca llegaba. Dicen<br />

que un día, los vampiros se retiran <strong>de</strong> la luz <strong>de</strong> la luna, y llegan a su “mañana”. Ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong><br />

sus crías, miran directamente al sol y <strong>de</strong>scubren nuevos placeres, e incluso himnos antes<br />

odiados, suenan en sus cabezas <strong>de</strong>liciosos y emocionantes.<br />

Juan Antonio Galera López<br />

Sueño<br />

Los primeros rayos <strong>de</strong> sol zaran<strong>de</strong>aron sus ojos. Despertó sobresaltado mirando a su alre<strong>de</strong>dor<br />

con cierta perplejidad. .¿Fue un sueño?.Una extraña sensación en la boca y un cansancio<br />

<strong>de</strong>sconocido le hizo dudar. Intentó or<strong>de</strong>nar sus vagos recuerdos que comenzaban 24 horas<br />

antes, en el césped. Evocó la dificultad <strong>de</strong> ponerse en pie; unos pasos, <strong>de</strong>sorientación y un<br />

brazo <strong>de</strong>sconocido por encima <strong>de</strong> su hombro. A partir <strong>de</strong> ese momento, la razón <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> existir.<br />

Sabores, olores, música, besos, bailes, beber, comer, reír, cantar, contar, mirar, correr,<br />

<strong>de</strong>scansar....... Concluyó que no pudo ser un sueño. Es imposible imaginar algo así. Sonrió,<br />

agra<strong>de</strong>cido por haberlo vivido Con la parsimonia que dan 648 kilos, se incorporó. La carrera<br />

comenzaría en breve. San Fermín cumplió su palabra.<br />

Juan Carlos Perez Lopez<br />

Chupinazo<br />

Tras mi primer chupinazo en Pamplona mi vida no fue la misma. Pero aquel año, aquella<br />

carrera... Todo fue diferente. Estalló el cohete a las ocho en punto, sin las cámaras <strong>de</strong> televisón<br />

<strong>de</strong> por medio. Los toros echaron a correr como posesos, la<strong>de</strong>ra abajo. Eran perseguidos en la<br />

<strong>de</strong>hesa por los cabestros, por seis mozos y por mi, el matarife <strong>de</strong>l pueblo. La carrera fue limpia.<br />

No hubo ni heridos ni muertos; no pudimos alcanzarlos.


Juan Carlos Somoza García<br />

Mi buen amigo<br />

Perdido estaba yo, pero encontré al taumaturgo <strong>de</strong> capotico y sonrisa cómplice. —Quizá me<br />

puedas contar algo sobre los sanfermines —le pregunté. El sol iniciaba una brillante danza en<br />

los tejados cuando aprecié un reflejo <strong>de</strong> sabiduría colgado <strong>de</strong> sus ojos. Me contestó: —Lo que<br />

yo pudiera relatarte sería como atrapar la vida en una foto. Pregunta a la gente <strong>de</strong> estos<br />

caminos, que huelen a recuerdo, te contarán sobre la trágica carrera <strong>de</strong> “Semillero”, el quiebro<br />

<strong>de</strong>l pastor navarro, “La Única” peña, el primer cohete <strong>de</strong> Joaquín, la “Fiesta” <strong>de</strong> Hemingway; te<br />

hablarán <strong>de</strong>l perro “Ortega” y su latido dominando el bramido <strong>de</strong>l astado, <strong>de</strong> quienes habitan<br />

conmigo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Esteban a Matthew hasta la sangre <strong>de</strong> Anne. Conocerás la senda recorrida <strong>de</strong><br />

“entrada” a “encierro”, los ocho reyes <strong>de</strong> la Tierra, los vinos tranquilos que reposan en barrica<br />

<strong>de</strong> roble y las buenas compañías. Oirás el disparo al cielo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los corralillos <strong>de</strong> Santo<br />

Domingo… Noté una brisa norteña acariciándome el rostro. Después, siguiendo los dictados <strong>de</strong><br />

mi imaginación, le rogué que me acompañara. Respondió con tono apacible: —No puedo,<br />

amigo mío, nada es más po<strong>de</strong>roso que la fe y a mí me esperan en Amiens pero… protegerte…<br />

¡Pregunta!...<br />

Juan Durán Velasco<br />

Protagonistas<br />

Concursé y no gané en San Fermín, una experiencia. Me siento bien. “Dormí con los toros;<br />

pero no aprendí nada”. Los toros no admitirían hablar con quién no fue ganador <strong>de</strong> ese<br />

concurso, ¿cómo van a querer hablar conmigo <strong>de</strong> igual a igual, siendo tan orgullosos y<br />

pacíficos como son? Por eso mando a mi onírico qué sí pue<strong>de</strong>, cuando esperan la llegada <strong>de</strong>l<br />

día siguiente para entrar en combate, pedirles que digan lo que consi<strong>de</strong>ren en relación con su<br />

fiesta. En la noche <strong>de</strong>l seis al siete <strong>de</strong> Julio, los toros se vieron sorprendidos por un intruso que<br />

los interrogó sobre como se sentían al ser los protagonistas <strong>de</strong> una fiesta que los que bailaban<br />

eran otros. Miles llenos <strong>de</strong> alegría, que coreaban el momento álgido <strong>de</strong> correrlos a lo largo <strong>de</strong><br />

las calles que acumulaban tantas historias <strong>de</strong> resultados a veces trágicos, pero que llenaron <strong>de</strong><br />

emoción los pechos <strong>de</strong> los participantes. No negaban, que en algunos instantes, hicieron daño<br />

aunque no estaba en su animo hacerlo, para ellos se trataba <strong>de</strong> divertir, aunque eso sí,<br />

sabiendo que era la antesala <strong>de</strong> su muerte que daban con cariño a todos los fieles seguidores<br />

que los jaleaban.<br />

Juan Herranz Pérez<br />

Nuevos teseos<br />

Teseo ya no adora a dioses paganos, recibe la bendición <strong>de</strong>l Santo Patrón. Teseo ya no es<br />

uno, sino que revive en el corazón <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> héroes que cantan a pecho henchido, justo<br />

antes <strong>de</strong>l encuentro atávico entre humanos y fieras. Estalla la pólvora en el cielo y los Teseos<br />

se lanzan a la carrera, a lo largo <strong>de</strong>l fascinante laberinto <strong>de</strong> las calles <strong>de</strong> Pamplona, don<strong>de</strong><br />

perduran ecos propios <strong>de</strong>l ímpetu <strong>de</strong> los mozos héroes, y <strong>de</strong> los bufidos <strong>de</strong> los toros. Otros<br />

ecos también propagan la leyenda, sobre todo en la voz <strong>de</strong> un conocido Homero <strong>de</strong> nuestros<br />

tiempos, que re<strong>de</strong>scubrió esta Odisea imperece<strong>de</strong>ra. Y para más gloria <strong>de</strong> la leyenda, Teseo<br />

ya no tiene que vencer al bravo minotauro. Sabe que el verda<strong>de</strong>ro valor <strong>de</strong>l héroe es correr<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las bestias, acompañarlas en su recorrido. Y cuando las fuerzas menguan, el héroe<br />

asume que ha llegado el momento <strong>de</strong> sortearlas a un lado. Podrá volver a hacerlo al siguiente<br />

año, la semana <strong>de</strong>l siete <strong>de</strong> julio, cuando la realidad se torna leyenda.


Juan Herrera Perdomo<br />

Maldito Hemingway<br />

Mentira, Hemingway no corrió aquel encierro <strong>de</strong> 1924. Lo sé porque aún puedo sentir cómo<br />

late la cornada que me dió el toro cuando levanté la cabeza en pleno encierro y vi al maldito<br />

hombre barbudo. Parece extraño, pero mientras el toro me corneaba, mientras su cuerno<br />

entraba como mantequilla en mi muslo para luego lanzarme por encima <strong>de</strong> las protecciones,<br />

sólo pensaba en que si el viejo escritor me estba mirando. Ahora le digo a mis nietos que una<br />

vez estuve por encima <strong>de</strong> un Premio Nobel.<br />

Juan Jesús Amo Ochoa<br />

Sagrado Señor Rey <strong>de</strong> Tartessos<br />

Sagrado Señor: En estos territorios <strong>de</strong>l Norte, la comarca que en vuestro nombre he visitado es<br />

una <strong>de</strong> las más hermosas, feraces y apacibles que pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>searse. Profundos bosques<br />

murmuran en valles nublados en los que se abren laberínticas cavernas oscuras. Las casas y<br />

las granjas, blancas, cuidadas, se adornan con flores rojas. Los dioses son benévolos con el<br />

ganado, que se cría sano, lustroso y fértil, y con los cultivos, pues tras <strong>de</strong>jar atrás comarcas<br />

mucho más hostiles, como si volviésemos al Sur se encuentran en abundancia las frutas y las<br />

uvas, <strong>de</strong> las que se elaboran vinos sabrosos, púrpura <strong>de</strong> <strong>de</strong>nso aroma. Tal vez por ello, tal y<br />

como se nos contó y yo mismo he podido ver con mis ojos asombrados, estas gentes tienen un<br />

rito, un sacrificio tremendo que celebran todos los años en el comienzo <strong>de</strong>l verano. En él,<br />

gran<strong>de</strong>s y chicos, hombres y mujeres, a la manera <strong>de</strong> los cretenses, ponen a prueba su coraje<br />

y se lanzan corriendo por un angosto laberinto, en medio <strong>de</strong> una manada <strong>de</strong> bestias salvajes,<br />

terribles astados oscuros y pardos, enormes como montañas. Dicen que celebran este<br />

Agra<strong>de</strong>cimiento <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tiempos inmemoriales. Y dicen que lo harán para siempre.<br />

Juan José Baztán Ayesa<br />

Chupinazo<br />

Faltan cinco minutos. Ya estamos aquí, otra vez, frente al Ayuntamiento. La plaza rebosante,<br />

en la que se mezclan los cuerpos, la alegría, la risa, y el canto. El sol, expectante, se ha parado<br />

para mirar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo más alto. Hoy me he vestido <strong>de</strong> blanco, todos nos hemos vestido <strong>de</strong><br />

blanco. El blanco que nos unirá con el rojo <strong>de</strong>l pañuelo. El rojo que nos une con la tierra, la<br />

sangre y el fuego. Nos hemos <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> lo anterior para asistir a la catarsis colectiva <strong>de</strong> la<br />

fiesta. El fuego encien<strong>de</strong> la mecha, el mismo que quema en mi pecho y que a mi corazón<br />

acelera. Sube el cohete y explota a la vez que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi garganta, surge un grito que a los<br />

cuatro vientos lanza: ¡Viva San Fermín!<br />

Juan Ramón García Gila<br />

A red wine, please<br />

Pues sí que es gran<strong>de</strong> esta calle. Estafeta. ¿Qué querrá <strong>de</strong>cir? En la tele parece más gran<strong>de</strong>.<br />

Pues sí que hay gente. Y yo sin pañuelo. Y con una camiseta marrón. Sí, menudo marrón. Sólo<br />

a mi se me ocurre venir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 300 kilómetros para ver a Ione. Ya me lo <strong>de</strong>cía mi madre. Que<br />

sólo la conoces <strong>de</strong> interneeet... Que en los sanfermines hay mucha genteeee... Que no me<br />

pasará nada, mamá. Madre, cuánta gente. A lo mejor tenía razón Paquito y Ione no se ha<br />

conectado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace 15 días porque en sanfermines no quiere compromisos. Que se liga<br />

mucho con los guiris. - Five red wines, please. Hay que ser tontos estos guiris. Con el calor que<br />

hace y pidiendo vino tinto a las 5 <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Menuda clavada. Otra charanga. Claro, será la<br />

hora <strong>de</strong> los toros. - Que no, que no soy guiri... ¿De verdad me das el pañuelo? Gracias. Mua,<br />

mua. Qué maja esta pamplonica. A lo mejor no encuentro a Ione. - Que qué quiero tomar...<br />

Pues... Un vino tinto. Y si es <strong>de</strong> Navarra, mejor.


Juanjo López Zurbano<br />

El Jardín <strong>de</strong> Sanfermín<br />

Un jardín era la aurora <strong>de</strong>l momento esperado. Meteoro <strong>de</strong> fuego silbante que prece<strong>de</strong> al<br />

estruendo que va a marcar el antes y el <strong>de</strong>spués. Flores nativas, dispuestas a dar cobijo, flores<br />

exóticas traídas por el viento, con el mismo <strong>de</strong>seo que el girasol. Juntas tiñen <strong>de</strong> rojo los<br />

campos y la ciudad, por <strong>de</strong>ntro y por fuera. Flores con semblante <strong>de</strong> luna, como lluvia que<br />

canta sobre campo sembrado, como lámparas apagadas que <strong>de</strong>jan paso a esos sueños que<br />

permiten bañarse en las aguas tranquilas <strong>de</strong>l tiempo y seducirlo y navegar por las aguas<br />

antaño espejo <strong>de</strong> Ninfas. Para algunas, presencia obligada en un encierro, don<strong>de</strong>, el cálculo <strong>de</strong><br />

probabilida<strong>de</strong>s separa en milímetros la vida y la muerte, corriendo para que el silencio <strong>de</strong> la<br />

vida no las atrape. Pero este, cabalga directo hacia el <strong>de</strong>stino que su amo le ha preparado, a<br />

darse un baño <strong>de</strong> arena que acabará mal <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> un loco guardagujas dispuesto a hacer<br />

<strong>de</strong>scarrilar el tren. Y todo acaba, y en el ocaso, la plaza <strong>de</strong>scansa taciturna, y la ciudad baja el<br />

telón y se oculta como un pájaro tras su propia sombra.<br />

Julia Tobajas Lainez<br />

Contradiccion<br />

Siento pena cuando se acercan los Sanfermines,porque tengo que preparar mi viaje y<br />

\"escapar\" <strong>de</strong> mi querida y vieja Iruña.Antes,hace tiempo,jamàs falte a la cita,pero ahora,mi<br />

conciencia envejecida,no me permite vivir esta fiesta tan <strong>de</strong> cerca. No puedo concebir unos<br />

Sanfermines,sin encierros y corridas <strong>de</strong> toros.Por otro lado,siento pena,por la forma en que<br />

acaban estos animales.Mi corazòn se parte en estas fechas,por eso,los ùltimos años ,me<br />

marcho <strong>de</strong> aquì. Todo el sufrimiento interior,lo paso,en una playa abarrotada.Allì,se mezclan<br />

mis sentimientos y mi añoranza,mi pasiòn y mi sensibilidad.No consigo olvidarme <strong>de</strong>l<br />

chupinazo,el jolgorio,los gigantes,la procesiòn...Dentro <strong>de</strong> mì,se forma un nudo en el<br />

estòmago,como cuando era joven y esperaba oìr el cohete anunciando la salida <strong>de</strong> la<br />

manada.Llegado el mediodìa,al fìn,duermo una siesta.Las noches,acompañadas siempre <strong>de</strong><br />

sueños \"sanfermineros\" dan paso a un nuevo dìa,continuando mi tortura memorial,la cual<br />

termina,el dìa catorce,con el pobre <strong>de</strong> mì entonàndolo mientras regreso. La ciudad està<br />

<strong>de</strong>sierta,cansada,sucia...Alo lejos,aùn escucho a personas gritar:\"Ya falta menos\"<br />

Julio Larruga Mengibar<br />

Los últimos tres segundos<br />

Parecía que nunca llegaría su momento. Toda la vida preparándose para una única y triunfal<br />

carrera. Des<strong>de</strong> que empezó a soñar, tenía claro que sería en Pamplona, don<strong>de</strong> los nombres <strong>de</strong><br />

cada calle y cada curva están ya mitificados. Repasó mentalmente el recorrido, tendría una<br />

sola oportunidad. A<strong>de</strong>más la larga tradición familiar no aceptaría el más mínimo fallo.<br />

Quedaban solo tres segundos para comenzar el encierro. Notó un intenso calor en su interior<br />

que le anunció que no había vuelta atrás. Ascendió al cielo, y al escuchar el sonido <strong>de</strong> su<br />

propia muerte, comprendió que había cumplido con su misión: Cohete en Pamplona.


Kattalin Zuluaga Martin<br />

El respeto<br />

Mi vida es sencilla, hago lo que hacemos todos: dormir todo lo que puedo, comer bien,<br />

entretenerme y <strong>de</strong>jarme querer. Cuando era pequeño me gustaba jugar con los bichos, los<br />

perseguía y los aplastaba sin piedad. Creo que me ha quedado algo <strong>de</strong> eso, porque todavía las<br />

persigo, pero ahora es diferente. Ahora les tengo respeto, aunque reconozco que mi forma <strong>de</strong><br />

expresarlo no guste a todos. Me encantan las hormigas, las persigo durante horas y al<br />

atar<strong>de</strong>cer, si se han ganado mi respeto, las aplasto. Tengo una sola norma: tienen que haber<br />

trabajando sin <strong>de</strong>scanso. Yo soy muy vago, ¿saben? A veces me pego un buen banquete <strong>de</strong><br />

bichos, no lo voy a negar, me gusta como crujen en mis dientes, y a<strong>de</strong>más, que también hay<br />

<strong>de</strong>jar crecer a la hierba, ¿o es que no tiene también <strong>de</strong>recho la hierva a crecer? Pero procuro<br />

que no se me cuele en el almuerzo ninguna <strong>de</strong> mis amigas. Ya sé que la verja está abierta. Si<br />

fuera pájaro me marchaba, pero a mí me espera otro <strong>de</strong>stino. Cuando llegue mi día solo espero<br />

que me <strong>de</strong>jen, por una última vez, hacer lo que me gusta: Perseguir a mis hormigas y<br />

aplastarlas.<br />

Kike Balenzategui Arbizu<br />

14 <strong>de</strong> julio<br />

Después <strong>de</strong> 11 años sin ocurrirle, este 14 <strong>de</strong> julio el sol le pilló en la calle. Se sintió con fuerzas<br />

y fue cuesta abajo a cantarle mientras besaba una y otra vez la medalla que llevaba al cuello,<br />

casi <strong>de</strong>sgastándola. Sentía lo mismo que hace una década larga, eso no cambia, es siempre<br />

igual: un cúmulo <strong>de</strong> sentimientos protegidos por una niebla <strong>de</strong> M.I.E.D.O. que cala hasta los<br />

huesos. El ritual... los gestos... los ausentes… las caras <strong>de</strong>sencajadas, tímidamente<br />

maquilladas <strong>de</strong> sonrisas nerviosas. Segundo y para arriba, a su sitio. El tercero lo presiente. Un<br />

chispún cercano agita las avispas <strong>de</strong> sus tripas hasta hacerlas casi doler. No hay marcha atrás:<br />

Un esfuerzo, un aliento, un suspiro y… Más vivo, más intenso… Agarrándose al penúltimo<br />

peldaño <strong>de</strong> bajada, <strong>de</strong>jándose más que en el adoquín <strong>de</strong> Santo Domingo, el último en salir <strong>de</strong><br />

andanada, camina en una larga travesía hacia “su primer día <strong>de</strong>l año: el 6 <strong>de</strong> julio” …menos<br />

vida, más muerto.<br />

Kuko Aramendia<br />

Good Morning, Vuelta <strong>de</strong>l Castillo<br />

Despertó sobresaltado. Su cuerpo yacía en un jardín que se asemejaba a un vasto espacio<br />

lunar. Miles <strong>de</strong> plásticos blancos salpicaban la enorme superficie <strong>de</strong> pasto que lo circundaba.<br />

Andrés no alcanzaba a discernir qué <strong>de</strong>monios pintaba ahí, tumbado, en medio <strong>de</strong> la nada, con<br />

una chirriante banda <strong>de</strong> gaiteros a dos pasos. Sólo recordaba haber tomado el tren en Reus,<br />

junto al hermano <strong>de</strong> su futura esposa y otros tres amigos, camino a su <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> soltero.<br />

Sintió una necesidad acuciante <strong>de</strong> beber agua. La ropa apestaba. Bebió y se refrescó la cara<br />

ante la mirada atenta <strong>de</strong> un león ver<strong>de</strong> que <strong>de</strong>cía ‘o’. Palpó sus bolsillos en busca <strong>de</strong>l móvil.<br />

Ávido, lo encendió: Tiene 30 mensajes nuevos. Al rato, sintió que todo se <strong>de</strong>rrumbaba a su<br />

alre<strong>de</strong>dor. Raquel, su novia, lo mandaba, literalmente, a la mierda: -¡¿Cómo me has podido<br />

hacer esto, <strong>de</strong>sgraciado?! Agachó la cabeza y, mientras su mirada se precipitaba al interior <strong>de</strong><br />

un abismo sepulcral, sintió que una mano se posaba, cual mariposa, en su espalda. Una<br />

energía especial lo invadió, una sensación <strong>de</strong>sconocida, una voz femenina que susurraba: -<br />

Andrés, vamos, te invito a <strong>de</strong>sayunar a mi casa.


Leire Echeverria Nanclares<br />

Toro<br />

Crisol <strong>de</strong> culturas, todo el mundo es bienvenido, no hay fronteras. El idioma no es un problema,<br />

distintas formas <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r y vivir una celebración reunidas cada mañana a las 8.00.<br />

Expectación y nervios a flor <strong>de</strong> piel, esperando ese sonido representativo, tras los cánticos al<br />

protector y patrón San Fermín, el cohete que indica que empieza la carrera más importante <strong>de</strong><br />

su vida. Pensamientos confusos, emociones encontradas, excitación, <strong>de</strong>voción, miedo. Un<br />

último vistazo al recorrido. Ya llegan los toros. Todo un año preparándose física y mentalmente<br />

para ese momento. Dos minutos o menos en los que sentir el aliento <strong>de</strong> un \"Miura\" en la<br />

espalda, resollando. Correr, esquivar a los mozos caídos, mirar hacia <strong>de</strong>lante, buscar el hueco<br />

apropiado, luchar con el <strong>de</strong> al lado para mantener la posición, notar el asta que pincha. Pocos<br />

metros quedan ya para finalizar. Acompañarlo hasta toriles mientras uno se contagia <strong>de</strong> su<br />

po<strong>de</strong>río, su fuerza, su empuje. Un animal tan soberbio y que infun<strong>de</strong> tanto respeto. El<br />

verda<strong>de</strong>ro protagonista <strong>de</strong> la fiesta. Volver a casa con sentimiento <strong>de</strong> orgullo y trabajo bien<br />

hecho, sano y salvo. Fijado el próximo objetivo, iniciar a su hijo como lo hizo su padre.<br />

Lila Fabiana Ferrari Triay<br />

Una historia en San Fermín<br />

Corro seguido por otros que, junto a mí, se trasladan agitados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los corralillos <strong>de</strong> la cuesta<br />

<strong>de</strong> Santo Domingo, pasando por la Plaza <strong>de</strong>l Ayuntamiento y girando agolpados por la calle<br />

Merca<strong>de</strong>res, para acce<strong>de</strong>r a la calle Estafeta que nos conduce finalmente por el tramo <strong>de</strong><br />

Telefónica hasta el callejón que entra a la Plaza <strong>de</strong> Toros. Escucho a lo lejos cánticos en honor<br />

a San Fermín que retumban en mis oídos, me distraen y se mezclan con el parloteo <strong>de</strong> los<br />

presentes… \"A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos<br />

su bendición Como hace siglos, en la edad media, me encuentro en Pamplona, capital <strong>de</strong> la<br />

Comunidad Foral <strong>de</strong> Navarra, al norte <strong>de</strong> España. Año a año vuelvo aquí preso <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>stino.<br />

Mi espíritu se encuentra atrapado en el tiempo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese primer encierro en don<strong>de</strong> por<br />

<strong>de</strong>scuido aminoré mi marcha y cerré mis ojos. En un instante miro a mi alre<strong>de</strong>dor y vuelvo a<br />

verme entre la gente que me grita -¡ole el toro! y mi cuerpo cae entre la muchedumbre ya sin<br />

vida y mi alma solitaria sigue rondando hasta la próxima fiesta <strong>de</strong> San Fermín.<br />

Lionel Fernan<strong>de</strong>z<br />

849<br />

La respiración aumenta, el corazón se <strong>de</strong>sgarra, la sangre se torna azul y el cielo rojo, las<br />

almas curiosas se acumulan en largas filas sin final. Las bestias empiezan a correr sin mirar<br />

atrás, los corridos empiezan a mirar sin correr a las bestias, un tropezón y la tensión sube, las<br />

bestias se acercan, los corridos siguen corriendo. Treinta segundos y la ciudad se <strong>de</strong>smorona,<br />

el camino ya no es tal, la furia vibra el piso, un pequeño apoya su cabeza en el duro asfalto y<br />

como un tren, sabe que ya vienen. Los pasos suenan como corazones, o los corazones suenan<br />

como pasos, no sé. El primer cuerno se <strong>de</strong>ja ver a lo lejos y los que antes eran 849 metros<br />

ahora son menos <strong>de</strong> la mitad, ya no importa si es Julio o Agosto, importa si es hoy, y ahora. En<br />

puntas <strong>de</strong> pie se corre mas rápido se escucha murmurar entre los que miran sin arriesgar. Y<br />

ahí vienen, como traídos por un tornado, como si el viento los <strong>de</strong>splazara por las calles <strong>de</strong><br />

Pamplona, las bestias, y muy poco <strong>de</strong>trás los toros furiosos que con saña solo intentan a<br />

alguien po<strong>de</strong>r alcanzar. Fin.


Lorea Etxarri Urtasun<br />

Sanferminak horretarako dira...<br />

Miren goizean-goiz esnatu zen zortzietako entzierroa telebistan ikusteko. Egun horretan<br />

gogotsu sentitzen zen, kanpora ateratzeko irrika antzeko batekin. Galtza eta kamiseta txuriak<br />

jantzi, baita gerriko eta zapi gorria ere, eta Iruñeko erdigunerantz abiatu zen: “uztailaren 10a da<br />

gaur, kaleak bizirik egongo dira oso goiz <strong>de</strong>n arren”. Ez zirudien Aitorrek etxera agertzeko presa<br />

handirik zuenik. Aurreko eguneko arratsal<strong>de</strong>ko zazpietatik zebilen hain ongi ezagutzen zuen<br />

hiriaren –bere hiri maitearen- kale eta tabernetan zehar. Lagunekin hizketan, ezezagunekin<br />

dantzan; lagunekin dantzan, ezezagunekin hizketan. Hari zer axola? Sanferminak horretarako<br />

dira! Lagunak, hala ere, nekatuak zeu<strong>de</strong>n ordurako eta etxeruntz abiatzea erabaki zuten.<br />

Josebak, zer egin ezean, bi<strong>de</strong>an lagundu zituen. Sarasate Pasealekutik zihoazela, azkeneko<br />

“esfortzu” bat egitea erabaki zuten lotara joan aurretik, tonbolara joatea. Lehengo urteko<br />

sanferminetan eltxitxu eta entsalada ontzi bat irabazi zuten eta ezin zuten horrelako al<strong>de</strong>ko<br />

bolada bat bukatzen utzi! Oraingoan, aldiz, irabazia ez zen hainbestekoa izan (kontserba pote<br />

bat eta reúna horietako batzuk); ez ondoko neskak bezala, urdaiazpiko e<strong>de</strong>r bat lortu zuen<br />

honek! - Miren! - Aitor! Zer egiten duzu hemen? Urteak ziren elkar ikusten ez zutela; urteak<br />

ziren ere elkarri hitz egiteari utzi ziotela. Mirenek kalean egon nahi zuen, Aitorrek ez zuen<br />

etxera joateko gogorik.<br />

Luis Álvarez Atarés<br />

Los ojos <strong>de</strong> Fermín<br />

Han pasado ya 1738 años... y cuánto ha cambiado mi Pompaelo natal. Sobre todo <strong>de</strong> un<br />

tiempo a esta parte, pero no voy a negar que me gusta que se honre mi memoria. A pesar <strong>de</strong><br />

que muchos olvi<strong>de</strong>n <strong>de</strong> qué va esto. Cada 5 <strong>de</strong> julio se me estiran las comisuras hacia el cielo<br />

al escuchar el murmullo festivo <strong>de</strong> la gente, el caminar acelerado <strong>de</strong> los rezagados con los<br />

preparativos y el vaivén <strong>de</strong> los muchos visitantes. El estruendo <strong>de</strong>l chupinazo tambalea los<br />

cimientos <strong>de</strong>l Casco Viejo. Y un sudor frío me recorre hasta la mitra. El jolgorio se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong><br />

la ciudad. El nuevo Riau Riau –qué recuerdos los <strong>de</strong> antaño- canaliza la fiesta hasta mi puerta:<br />

las Vísperas dan una tregua a todos. Esto no ha hecho más que empezar. La parte más dura<br />

es la <strong>de</strong> cubrir con el capote –¡que no es tan gran<strong>de</strong>!- a tantos inconscientes que creen que<br />

correr el encierro no es más que un escaparate; el gusto <strong>de</strong> los pocos que pue<strong>de</strong>n gozar la<br />

carrera, lo compensa. Las salidas con mayores y niños me emociona. Pero lo que me supera,<br />

año tras año, es el rezo \"al Glorioso San Fermín\".<br />

Luis Antonio Aranda Gallegos<br />

El goce<br />

Hermosa tú, lozano yo; aquel mediodía <strong>de</strong>l 6 <strong>de</strong> julio, abrazados presenciamos como <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

balcón <strong>de</strong>l Ayuntamiento, lanzaron el chupitazo. Estábamos felices, como lo estuvo Hemingway<br />

cuando disfrutó los encierros, los kilikis y zaldikos. “Te amo”, me dijiste tierna. Te confesé que<br />

estaba perdidamente enamorado <strong>de</strong> ti. Me miré en tus ojos <strong>de</strong> miel. Te tomé <strong>de</strong> la cintura y te<br />

atraje hacía mí. Luego, platicamos simplezas y nos reímos <strong>de</strong> ellas. Te envolví en mis brazos,<br />

suspirabas y musitabas al oído mi nombre. Tal vez para los <strong>de</strong>más no era nadie, pero para ti<br />

era todo. Habíamos comprendido que la vida era una valija <strong>de</strong> experiencias para regocijarse,<br />

no para sobrevivir. Sin importarnos el tumulto, nos fundimos en un ardiente beso. Sin saber<br />

cuánto tiempo duré con la mirada perdida, los gritos <strong>de</strong> una ven<strong>de</strong>dora <strong>de</strong> flores me regresó a<br />

la realidad, le hice una seña, ella acudió a mí, compré dos ramitos y le murmuré: “Dame uno y<br />

llévale el otro a esa pareja que está besándose”. Presuroso, caminé para Roncesvalles. Quizá<br />

vuelva a encontrarlos al final <strong>de</strong> las fiestas cuando cante con ellos el “Pobre <strong>de</strong> mí”.


Luis Enrique Maciel Delmás<br />

Reencarnación<br />

Pamplona. Me <strong>de</strong>sperté viendo todo rojo. Encierro. Había mucho ruido y alboroto. Todo era<br />

confuso. Me sentía pesado y fuerte. Capaz <strong>de</strong> mover montañas. Delante <strong>de</strong> mí corrían varias<br />

personas. Algunos me eran conocidos. Intenté preguntarles porqué corrían pero me salió un<br />

extraño bufido. Estaban Gorka, Iñaki e Iván, el que siempre me tomaba el pelo. Últimamente,<br />

me veía y me gritaba: ¡Eh, Martín estás hecho un toro... y no por lo fuerte, sino por los cuernos!<br />

Des<strong>de</strong> la escuela siempre me había ridiculizado, pero burlarse <strong>de</strong> la infi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> mi esposa<br />

era <strong>de</strong>masiado. Todo el pueblo lo sabía, gracias a sus comentarios. Y para peor, unos meses<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi muerte inició un romance con ella. Así que <strong>de</strong>cidí ir a por él. Su bromita se<br />

había vuelto realidad. Ahora sí, era un toro <strong>de</strong> verdad e iba a probar mis cuernos. Mi objetivo<br />

era darle una cornada en los testículos, como forma <strong>de</strong> vengarme <strong>de</strong> su malicia. Sabía que<br />

sería fácil <strong>de</strong> alcanzar, San Fermín no lo salvaría, estaba muy ocupado protegiendo a los<br />

borrachos y a los <strong>de</strong>sentrenados. Porque en la vida siempre hubo revanchas, pero en la<br />

reencarnación había muchas más.<br />

Luis Maria San Martin Urabayen<br />

Los Sanfermines palabra por palabra<br />

Uno <strong>de</strong> enero, dos <strong>de</strong> febrero, tres <strong>de</strong> marzo, cuatro <strong>de</strong> abril... A PAMPLONA HEMOS DE IR. 6<br />

<strong>de</strong> julio: ansiedad, ilusión, ROPA BLANCA, niños y mayores, presentes y ausentes, <strong>de</strong> cerca y<br />

<strong>de</strong> lejos, <strong>de</strong>l MUNDO ENTERO. Mediodía, el tiempo se para y suena el cohete, el BIG BANG<br />

<strong>de</strong> la fiesta. Júbilo y alegría, PAÑUELO ROJO en el cuello. En todos los idiomas, dos únicas<br />

palabras: SAN FERMÍN. 7 <strong>de</strong> julio: procesión, DEVOCIÓN, respeto y TRADICIÓN, colorido,<br />

GIGANTES, CABEZUDOS, lágrimas <strong>de</strong> fervor, recuerdos, perdones, SENTIMIENTOS,<br />

momentos ÚNICOS, música vestida <strong>de</strong> blanco, jotas al SANTO. 7 al 14: noche y día, calles y<br />

plazas, jardines y murallas, buenos AMIGOS, sentirse COMO EN CASA. ENCIERROS para<br />

valientes, hombre y toro CUERPO A CUERPO, adrenalina, PELIGRO, compañerismo.<br />

Espectáculos taurinos, música <strong>de</strong> PASODOBLE, <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> mulillas, sol y sombra, trajes <strong>de</strong><br />

luces, TRIUNFO y TRAGEDIA. Pamplona cruce <strong>de</strong> caminos, fusión <strong>de</strong> CULTURAS, <strong>de</strong>porte y<br />

GASTRONOMÍA, artesanía e HISTORIA, ciudad MILENARIA. Fuegos artificiales, músicas <strong>de</strong>l<br />

mundo, para TODOS LOS GUSTOS, en BLANCO y ROJO, mujeres y hombres, SIN<br />

DISTINCIONES. 14 <strong>de</strong> julio: POBRE DE MÍ, sentimientos encontrados, ÚLTIMAS<br />

OPORTUNIDADES, <strong>de</strong>spedidas, últimos sorbos, velas y cánticos: TODOS QUEREMOS MÁS.<br />

Por suerte, YA FALTA MENOS.<br />

Luz Elena Agu<strong>de</strong>lo Berrio<br />

Un Nuevo Dia<br />

Aquel siete <strong>de</strong> Julio tal vez hubiera preferido no <strong>de</strong>spertar. Sin embargo entre la claridad <strong>de</strong> la<br />

mañana y las ansias <strong>de</strong> mi lengua por algo <strong>de</strong> beber finalmente tuve que abrir mis ojos.<br />

Cuando trate <strong>de</strong> levantarme mi cuerpo pesaba tanto que apuradamente podía respirar. Trate<br />

<strong>de</strong> gritar: Ayuda! Pero ningún sonido salio <strong>de</strong> mi garganta. Así que cerré nuevamente mis ojos<br />

abandonando toda esperanza. Horas o tal vez segundos pasaron cuando una fresca brisa me<br />

beso el rostro. Abrí mis ojos por segunda vez y como si fuera una visión pu<strong>de</strong> ver las manos <strong>de</strong><br />

un noble señor brindándome un poco agua. Quise darle las gracias, pero mi voz no me<br />

respondía. Sonriendo el me miro a los ojos y sin emitir sonido alguno me invito a seguirlo.<br />

Repentinamente mi vista se nublo. No pu<strong>de</strong> ver cuando el partió porque cientos <strong>de</strong> lagrimas<br />

rodaban por mis mejillas. Poco a poco pu<strong>de</strong> ponerme en pie para buscarlo por aquellas calles<br />

empedradas. A lo lejos pu<strong>de</strong> reconocerlo. Estaba completamente ro<strong>de</strong>ado por personas<br />

vestidas <strong>de</strong> blanco y rojo. Corrí hacia el para darle las gracias, solo para darme cuenta que era<br />

su imagen la que llevaban los cargueros en los hombros.


Mª Amaya Carro Alzueta<br />

Carta al editor<br />

Des<strong>de</strong> la habitación <strong>de</strong> un hotel <strong>de</strong> una pequeña ciudad, un americano <strong>de</strong> barba canosa<br />

escribía: “Querido editor: Ya sé que prefieres que centre la novela en mis experiencias, sobre<br />

todo con las mujeres y el vino; pero <strong>de</strong>bes saber que estas fiestas son mucho más. No podrías<br />

imaginar como en unos segundos, la ciudad tranquila se transforma en un espectáculo <strong>de</strong><br />

alegría, <strong>de</strong> pasión, <strong>de</strong> amor por la vida y duelo a la muerte. Las mujeres recatadas <strong>de</strong>l día<br />

anterior, son ahora jovencitas traviesas que se <strong>de</strong>jan cortejar por los mozos. Aquí hay sitio para<br />

todos, niños, jóvenes y viejos; <strong>de</strong> aquí o <strong>de</strong> allá. Hay momentos en el día para el regocijo, la<br />

buena mesa y el buen vino; pero también para la <strong>de</strong>voción. Hay reyes <strong>de</strong> tamaño colosal que<br />

bailan girando sobre su eje y monstruos <strong>de</strong> enormes cabezas que persiguen a niños<br />

regocijados a la par que asustados. Sé que quieres que mi relato llegue al público americano y<br />

que tendré que omitir vivencias que no sería capaz <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rlas quien no pudiera vivirlas por<br />

sí mismo. Quizá invitarles a venir sea nuestra labor. Se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Pamplona, a 13 <strong>de</strong> julio<br />

<strong>de</strong> 1925, Ernest”<br />

Mª Angeles Garbayo Sanz<br />

Desfile<br />

Había sido invitado en una única ocasión a participar en los sanfermines, la fiesta encerraba<br />

emoción por todos los puntos cardinales. Hizo el trayecto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ciudad rodrigo con algunos<br />

vecinos más. Al llegar a pamplona fue muy bien recibido, le alimentaron y le dieron <strong>de</strong> beber<br />

abundantemente... Por la noche recorrió algunas calles <strong>de</strong>l casco viejo, le observaban, su<br />

moreno azabache y su porte bien estructurado llamaban la atención. A las ocho <strong>de</strong> la mañana,<br />

junto con sus compañeros se preparó para intervenir en el espectáculo estrella <strong>de</strong> los<br />

sanfermines,¡el encierro…! Agitación, riesgo y curiosidad… Se oyen los cánticos a san fermín,<br />

se encien<strong>de</strong> la mecha, suena el cohete anunciador… ¡pum!... Se echó a la calle a correr…<br />

Hacía fresco, corría apretado entre los mozos para recibir su calor, mirada al frente, corazón a<br />

cien, la carrera era corta pero acelerada, tres minutos más menos, 850 metros a veinticinco por<br />

hora, …Al fin llegó hasta la plaza ja<strong>de</strong>ando, hizo la entrada al coso taurino, miró hacia el<br />

corralón, se <strong>de</strong>tuvo… De ahí, aquella tar<strong>de</strong> saldría arrastrado por las mulillas, aquel había sido<br />

su último <strong>de</strong>sfile.<br />

Mª De Gracia Pérez Cortés<br />

Un sentimiento<br />

Todo comienza con el chupinazo, aquel que indica el comienzo <strong>de</strong>l encierro. Antes nos hemos<br />

postrado ante nuestro patrón, solocitándole con un hermoso cántico su bendición. San Fermín,<br />

aquel que siglos atrás fue martirizado y <strong>de</strong>capitado. Tiempo <strong>de</strong>spués sus reliquias buscaron<br />

reposo en su tierra natal, convirtiéndose <strong>de</strong> esa manera en el patrón <strong>de</strong> Pamplona. A<br />

continuación los nervios se mezclan con la emoción, ya no hay preguntas, no hay<br />

pensamientos que entorpezcan tu cerebro. Estas tú y los toros, corres sintiendo su aliento, su<br />

peculiar olor inva<strong>de</strong> tus fosas nasales, la adrenalina bombea vigorosamente tus venas. Los<br />

oyes llegar por la cuesta <strong>de</strong> san Domingo, corres hasta <strong>de</strong>jar el alma. Pasamos por la plaza <strong>de</strong>l<br />

ayutamiento, la calle merca<strong>de</strong>res, estafeta,teléfonica, el callejón y por fin la plaza <strong>de</strong> toros. Allí<br />

se acaba el encierro, sudado, excitado, con lágrimas <strong>de</strong> emoción que pugnan por salir <strong>de</strong> tus<br />

ojos. Lo más triste <strong>de</strong>l encierro, son las cogidas, aquellas que con su sangre roja, como<br />

nuestros pañuelos tiñen las calles <strong>de</strong> pamplona. Pero a pesar <strong>de</strong> ser conscientes <strong>de</strong> ello, <strong>de</strong><br />

que mañana puedo ser yo. Los encierros <strong>de</strong> San Fermín se llevan en el corazón, correr en ellos<br />

es una bendición.


Mª Del Pilar Gorricho Del Castillo<br />

La eternidad <strong>de</strong>l instante<br />

Una estela <strong>de</strong>l incipiente y mágico sol perfilando la calle Estafeta sucumbía al filtro solar <strong>de</strong> las<br />

gafas que coronaban el regio semblante <strong>de</strong> Henry. Con su cámara y la adrenalina amamantado<br />

esta solemne alborada <strong>de</strong>l siete <strong>de</strong> julio, se disponía a librar la más dura contienda que<br />

mantiene un reportero gráfico <strong>de</strong> flema británica y alma pamplonica. Como quien intenta adular<br />

la inmensidad <strong>de</strong>l océano en un barreño ,así iba a capturar la magnitud <strong>de</strong> la fiesta en<br />

imágenes. Con su pecho estrangulado en el jubiloso entorno, tomó posiciones en el vallado <strong>de</strong><br />

merca<strong>de</strong>res entre el gentío agolpado en <strong>de</strong>rredor ,<strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> rojo y albar. En la lejanía, el<br />

disparo <strong>de</strong>l cohete…preludio <strong>de</strong>l momento, y sus ojos reflejo <strong>de</strong> la soberanía <strong>de</strong>l toro li<strong>de</strong>rando<br />

el acuoso asfalto. Henry, surcando la plenitud, en avarienta gula congelaba el instante<br />

buscando el ángulo <strong>de</strong> inci<strong>de</strong>ncia perfecto. Al terminar, sonreía aliviado contemplando las<br />

imágenes como alguien en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l secreto cósmico. Pletórico, complacido, cargó la esencia<br />

<strong>de</strong>l festejo en sus hombros para mostrar al mundo su vastedad. ¿Quién dijo que la inmensidad<br />

<strong>de</strong>l sutil instante, no se pue<strong>de</strong> capturar tal como el agua salada <strong>de</strong>l barreño nos acerca un poco<br />

más al mar?<br />

Mª Elisabe Ugarte Echeverría<br />

De nuevo aquí<br />

Es día 7 <strong>de</strong> Julio. Llevo mis mejores galas. Un rojo intenso <strong>de</strong>staca en mí. Por la mañana<br />

temprano asomo a la calle. Hay un gentío. Me va a costar llegar. No importa, no tengo prisa,<br />

<strong>de</strong>seo disfrutar mi camino. Brilla el sol, la temperatura es agradable, pero yo siempre llevo mi<br />

abrigo, la mañana pamplonesa suele ser fresca, <strong>de</strong> aires puros y limpios. Comienza mi paseo.<br />

Todos se empujan, pero nadie se queja, todos se ríen, todos sonríen. Aplau<strong>de</strong>n. Niños, adultos,<br />

ancianos todos disfrutan, en familia, en cuadrilla, en pareja, todos en la calle. Llego a la plaza,<br />

la plaza <strong>de</strong>l Concejo otra vez. Espero un momentico, mi momentico. La gente está<br />

emocionada, sonríen, ríen. Me miran, se emocionan, lloran. Se hace el silencio. Alguien me<br />

mira y me canta. De nuevo mi querida jota, la jota <strong>de</strong> mi Navarra. Las mejillas <strong>de</strong> los mayores<br />

se empañan, los ojos <strong>de</strong> los jóvenes me apuntan con admiración mientras se vuelven cada vez<br />

más cristalinos, el asombro <strong>de</strong> los niños enternece. Se rompe el silencio, Pamplona entera me<br />

aclama. ‘Viva San Fermín’, me dicen. Mi momentico pasó, disfrutad, os presto mi capote, yo<br />

volveré.<br />

Mª Jesús Gama Rodríguez<br />

PamPlona<br />

Preámbulo: Pregón. Petardazo.Pañuelos. Pitidos. Patadas. Pasión. Posteriormente, procesión.<br />

Personalida<strong>de</strong>s, parias. Pisotones, plegarias... Prolongación: Polifónicos para patrón. Pitones.<br />

Persecución. Pedregosos, pavimentos ¡precaución! Prestezas, pe<strong>de</strong>stres proezas. Pelotones.<br />

Primitivas pasiones... Placentera pitanza. Pinchos, piquillos, panceta, pacharán... ¡Pobre<br />

panza! Paseíllo. Plaza. Polvoroso platillo. Pajizos, peceños, perlinos, paletos... Palitroques,<br />

paleo. Pantagruélico papeo. Pases, picadores, palmas...Pingües pedigüeños pastan.<br />

Pasacalles. Peñas. Populares pancartas. Pública parranda. Pasodobles. Pachanga. Parejas,<br />

pandillas, punkis, poperos, poligoneros, pibes, pijos, pandas...pernoctan por parquins, por<br />

parques, por plazas. Poliglóticos parlantes-porfa, pliis, pues, pardón- Pirotecnia proyecta<br />

perennes poemas por partes. Póstuma posición: Penas paseantes. Pábilos pendulantes.<br />

Partidas,promesas, petates, portantes. .Pamplona. ¡P’alante!


Magdalena Luna García-Mina<br />

Pamplona amanece, blanca y roja<br />

Risas, besos, se notan los nervios. Último día con camisetas <strong>de</strong> colores.¡Ya estamos en<br />

Pamplona! Mañana todos <strong>de</strong> blanco, impecables. Los nuevos, preguntan, ¿seguro? Nunca me<br />

pongo <strong>de</strong> blanco... En Sanfermín sí, hazme caso. A las 9, suenan <strong>de</strong>spertadores. Ya vestidos,<br />

nos sonreimos. En los bolsillos: dni,llaves, el \"fondo\". LOs pequeños pi<strong>de</strong>n ayuda para<br />

colocarse la faja. Los pañuelos atados en las muñecas. A la vez, se abren portales cercanos.<br />

Nos unimos, cruzando la Ciuda<strong>de</strong>la. Pamplona amanece, blanca y roja. Cafés,zumos, bollos y<br />

abrazos. La abuela, cuidadoras.Los nueve niños, se entrelazan excitados. Y nosotros. Los que<br />

no queremos envejecer...Para nunca <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> beber, cantar y bailar Sanfermín, en ésta<br />

mañana <strong>de</strong>l día 6. Entramos en la Parte Vieja, ya retumba, ya huele. Ahora todos <strong>de</strong> la mano,<br />

ya estamos en el Ayuntamiento. Lluvia <strong>de</strong> tinto, cava y cerveza. Nos abren la puerta. ¡ A los<br />

balcones! Los chicos, ¡no tan chicos, ya!, siguen queriendo estar, entre la marea <strong>de</strong> pañuelos,<br />

que a las doce en punto, va a mirar, al cielo pamplonica. Mientras, nosotras, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el balcón,<br />

con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta, gritamos con todas nustras fuerzas ¡ Viva<br />

San Fermín!<br />

Maitane Cabo<strong>de</strong>villa Amadoz<br />

Un Nuevo San Fermín<br />

La ciudad se ha teñido <strong>de</strong> blanco y rojo. Un radiante sol cubre todo el cielo, los brillantes rayos<br />

caen como una estela sobre toda la ciudad, un suave viento hace bailar los ojos <strong>de</strong> los árboles.<br />

El ensor<strong>de</strong>cedor ruido, y la conocida sensación <strong>de</strong> tener un nudo en el estomago inva<strong>de</strong>n mi<br />

mente durante un solo instante. Instante en el que imágenes <strong>de</strong> recuerdos aparecen ante mis<br />

ojos: aquel teatro <strong>de</strong> marionetas don<strong>de</strong> Gorgorito vivía sus aventuras, los gigantes, las<br />

barracas, el sonido <strong>de</strong> las gaitas, txistus y tambores, los vivos colores <strong>de</strong> los fuegos artificiales,<br />

el dulce olor <strong>de</strong>l algodón <strong>de</strong> azúcar… Todos aquellos San Fermines vividos, todos tan<br />

diferentes y aun así todos tan especiales. Faltan apenas 2 minutos para las doce. La sensación<br />

<strong>de</strong> vacío cada vez es más fuerte, la gente esta cada vez más inquieta. A mi alre<strong>de</strong>dor caras<br />

sonrientes, miradas nerviosas y expectantes esperando el comienzo <strong>de</strong> tan ansiadas fiestas.<br />

De repente silencio. “Pamploneses, pamplonesas. ¡Viva San Fermín! ¡Viva! Gora San Fermín!<br />

¡Gora!” Estallido <strong>de</strong> alegría.<br />

Maite García <strong>de</strong> Vicuña Aranguren<br />

Fiesta<br />

Ya suenan los primeros cánticos. La plaza, efervescente, espera el chupinazo que <strong>de</strong> rienda<br />

suelta a los sentimientos más intensos. A mi lado, un hombre con la mirada excitada grita con<br />

un marcado acento extranjero ¡¡VIVA SAN FERMIN!! Es uno más <strong>de</strong> los muchos que <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n<br />

no per<strong>de</strong>rse la FIESTA con mayúsculas. En ese momento me echa la mano al hombro en<br />

espontánea camara<strong>de</strong>ría, y me <strong>de</strong>jo contagiar por su admiración al Santo ¡¡VIVA!! respondo yo.<br />

Me sonríe, como si echara todo esto <strong>de</strong> menos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace tiempo. Su rostro no me es <strong>de</strong>l todo<br />

<strong>de</strong>sconocido y su anticuado atuendo me intriga. Es periodista americano, <strong>de</strong>l Toronto Star, me<br />

cuenta. Y se aloja en el Quintana, el hotel <strong>de</strong> su gran amigo Juanito. Cierro un momento los<br />

ojos tratando <strong>de</strong> pensar dón<strong>de</strong> le he visto antes, y recuerdo que hace ya más <strong>de</strong> 65 años que el<br />

Quintana no existe. Al abrirlos sólo oigo el estruendo <strong>de</strong> los cohetes y el tumulto cantando al<br />

unísono. Don<strong>de</strong> antes estaba aquel hombre, ahora queda un hueco vacío, y en lo alto unas<br />

campanas que doblan, tal vez lo hagan por él.


Manuel David Arce Martino<br />

El abuelo Fermín<br />

-Pobre <strong>de</strong> mí, pobre <strong>de</strong> mí- tararea un niño <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mi ventana. Lentamente me levanto y me<br />

entusiasmo al escuchar a mi nieto cantar. Afuera el sol impregna el aire <strong>de</strong> amarillo, mi vista se<br />

nubla y recuerdo emocionado cuando casi a la misma edad <strong>de</strong> mi nieto, yo era levantado por<br />

mi abuelo Fermín sobre sus hombros y veía palpitante el baile <strong>de</strong> los gigantes cabezudos sobre<br />

un mar ondulante <strong>de</strong> pañuelos rojos. No sé porqué recuerdo el olor <strong>de</strong> tabaco <strong>de</strong> sus manos<br />

que me aferraban con cariño. Él tosía mucho, como ahora yo lo hago, y aún así tenía fuerzas<br />

para cargarme sobre la multitud. Y en mi memoria quedó grabada aquella promesa: “Nunca les<br />

estropearé la fiesta, por más malo que me ponga, nunca moriré durante las fiestas, esperaré<br />

hasta que pasen”. Y así lo hizo al año siguiente. Se quedó tosiendo en su cuarto. Y recuerdo<br />

nítida la tar<strong>de</strong> reluciente en que yo regresaba cantando: Pobre <strong>de</strong> mí, para contarle los <strong>de</strong>talles<br />

<strong>de</strong> la fiesta y lo encontré durmiendo.<br />

Manuel Laespada Vizcaíno<br />

Estaba cantado<br />

Era noche, una noche próxima a la noche <strong>de</strong> las noches, a la noche total. Hemingway, Estafeta<br />

arriba, se mesó la barba cana, tomó aire, cerró los ojos, y empezó a trotar, <strong>de</strong>spacio,<br />

acelerando progresivamente. Eran <strong>de</strong>masiados años ya. Era como un sueño, quería presentir<br />

el oscuro placer <strong>de</strong> los hálitos amenazadores <strong>de</strong> unos Mihuras a su espalda. Fue en vano,<br />

estaba solo; no llegó a sentir el ímpetu, la adrenalina: le faltaba el aire, la faltaban las fuerzas,<br />

le sobraban eda<strong>de</strong>s y <strong>de</strong>cepciones... Buscó el refugio entonces en el tacto aterciopelado <strong>de</strong><br />

una copa <strong>de</strong> vino. El vino, su amigo <strong>de</strong> siempre, su mejor amigo, acaso, ahora que la<br />

enfermedad le llevaba <strong>de</strong>l brazo. Aspiró sus aromas, saboreó su paladar fraterno, se miró en<br />

sus azogues bur<strong>de</strong>os. Pero apenas el vino llegó a su estómago los arañazos <strong>de</strong>l dolor le<br />

hicieron renunciar a continuar con ese placer. Su vino, sus toros, tan lejanos... Rompió la copa.<br />

Se le rompieron tantas cosas... Vencido, viajó a Ketchum. El final ya lo sabemos, estaba<br />

cantado.<br />

Manuel Pascual Fuentes<br />

Embestida<br />

- \"Cuando por fin pu<strong>de</strong> verlo, era <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. De pronto, en un momento ya volaba por<br />

los aires, impulsado por una fuerza ajena y <strong>de</strong>scomunalmente superior a todo lo conocido por<br />

mí hasta entonces. Por supuesto que dolió… nunca había sentido nada parecido… yo sentí<br />

aquello hasta el mismo centro <strong>de</strong> mis huesos… Siempre fuimos muchos en el camino; yo tuve<br />

la dicha <strong>de</strong> ser uno <strong>de</strong> los pocos elegidos. Sí… aquello siempre estuvo pre<strong>de</strong>stinado a unos<br />

pocos y hoy agra<strong>de</strong>zco haber tenido el honor <strong>de</strong> ser uno <strong>de</strong> ellos. La vida me supo luego tan<br />

distinta… conocí, para siempre, el brillo intenso <strong>de</strong> los colores, que esta historia realmente es<br />

muy corta y que estos días son nuestros… que todo <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> nosotros. Lo<br />

perseguí sin saber cómo, sin saber qué iba a encontrar realmente. Abandonarse luego a lo<br />

irresistible, solo sentir y ser parte <strong>de</strong> la fiesta, <strong>de</strong> esta fiesta hermosa que es estar vivo. Gracias<br />

por estar aquí; brindo por todos uste<strong>de</strong>s y por toda esta experiencia maravillosa. ¡Salud!”<br />

¡Salud!, respon<strong>de</strong>mo


Marco Antonio Beltrán Robaina<br />

Des<strong>de</strong> el corazón<br />

A veces sueño, a veces imagino. Soñar e imaginar no es lo mismo pero es parecido; rojo y<br />

valentía no es lo mismo pero es parecido. Sueño con ir algún día a los Sanfermines, imagino<br />

que intentaré ser valiente para ver los toros <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la barrera. No sueño con correr pero sí<br />

imagino a otros corriendo. Siento el chupinazo en el fondo <strong>de</strong> mi alma todos los años. Luego<br />

todos los días veo la tele, me pongo un pañuelo rojo al cuello y rezo para que todos los mozos<br />

terminen sanos y salvos el encierro. ¡Vete a la <strong>de</strong>recha, no te muevas, quítate <strong>de</strong> ahí…! Grito a<br />

unos y a otros aunque sé que no me oyen. Sueño con ir algún día a los Sanfermines. Dicen<br />

que es una fiesta y tiene que ser verdad porque yo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la distancia, me contagio<br />

<strong>de</strong> alegría y <strong>de</strong> emoción. Me imagino bebiendo buen vino <strong>de</strong> la bota <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sconocido que se<br />

convierte <strong>de</strong> repente en un amigo. Muchos creen que no se pue<strong>de</strong> sentir lo mismo si no vas a<br />

los Sanfermines. Pero no es así, yo siento porque mi corazón está allí.<br />

Marcos Dios Almeida<br />

Septuagenarius<br />

Eché la vista atrás con nostalgia... sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> correr... Mis años mozos se me pasaron en un<br />

segundo por una memoria repleta <strong>de</strong> sensaciones inolvidables: mi primer beso, las camisas<br />

blancas, el rojo <strong>de</strong>l pañuelo... Pero la mirada <strong>de</strong> aquel morlaco tan falsario como pintojo me<br />

<strong>de</strong>volvió a la realidad. ¡Se me echaba encima el cornúpeta, con esas pintas que le conferían el<br />

aspecto <strong>de</strong> una vaca lechera feroz! Ya no tengo la agilidad <strong>de</strong> antaño, pero sí experiencia, así<br />

que sin miedo me <strong>de</strong>jé llevar por la turba hasta la plazuela. -¡Refugiémonos en el burla<strong>de</strong>ro,<br />

abuelo! ¡No te la juegues! -¡La vida hay que vivirla al máximo, muchacho! -Ahora comprendo<br />

porque papá <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> acompañarte a los Sanfermines... -rezongó mi sucesor. Acabada la faena<br />

se me acercó un periodista. -¡Y he aquí al más veterano! ¿Cómo hace para seguir corriendo<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros a su edad? -Siendo un crío me colaba por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las barreras para salir<br />

en estampida antes <strong>de</strong> que me lo impidiesen... ¡Es pura pasión! El secreto está en ser liviano<br />

cual brisa mañanera, porque lo importante es regresar <strong>de</strong> una pieza al año siguiente para<br />

revivirlo; para no <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> soñar...<br />

Margarita Muro Lasheras<br />

Entre bambalinas tambien San Fermin<br />

Des<strong>de</strong> niña habia escuchado en casa hablar <strong>de</strong> los sanfermines, y esperé con ansia a tener<br />

edad suficiente para po<strong>de</strong>r disfrutarlos yo sola. Y por fin la espera llegó a su fin. ¿Como <strong>de</strong>finir<br />

lo que el alma siente cuando el cohete anunciador surca el cielo <strong>de</strong> pamplona?, el vello se eriza<br />

y sin saber como, los ojos se inundan con lagrimas <strong>de</strong> emocion y alegria. ¿Y los encierros, que<br />

<strong>de</strong>cir <strong>de</strong> los encierros? Habia visto infinidad <strong>de</strong> ellos durante años por la televisión, pero me<br />

sorprendió todo el preparativo anterior que eso conlleva. Las cuadrillas <strong>de</strong> limpieza <strong>de</strong>jando las<br />

calles <strong>de</strong>l recorrido impolutas, la policia <strong>de</strong>salojando a los mozos para no obstaculizar esa labor<br />

<strong>de</strong> limpieza, los pastores vara en mano y como si <strong>de</strong> una procesión se tratara, entre aplausos<br />

haciendo el paseillo por todo el recorrido hasta el punto <strong>de</strong> inicio, los jóvenes calentando<br />

piernas e intentando burlar a la policia local y saltar al recorrido antes <strong>de</strong> lo estipulado.<br />

Increíble,realmente increible, <strong>de</strong> no verlo imposible imaginarlo. Es como una precisa<br />

maquinaria. Me maravilló toda esa parafernalia que <strong>de</strong>sconocia, pues eso no se retrasmite. Es,<br />

simulando una obra <strong>de</strong> teatro, lo que queda entre bambalinas.


Mari Carmen Apezteguía García<br />

Por tí<br />

Sujeto con fuerza y una tibia mezcla <strong>de</strong> gozo y rabia, el pañuelo rojo. Rojo, como la pasión que<br />

llenaba tu cuerpo ribero. Tantos recuerdos, intensos momentos que acu<strong>de</strong>n a mi mente… El<br />

chupinazo transformaba tu vida… y tú transformabas la nuestra. Juerga, marcha, cantar, bailar,<br />

tus risas, tus chascarrillos, los almuercicos <strong>de</strong> huevos fritos con chistorra, bien regados con el<br />

tinto <strong>de</strong> la casa, recio, como tu corazón. El maldito cáncer te llevó, como a tantos otros, cuando<br />

la ilusión y las ganas <strong>de</strong> vivir suplicaban a gritos una prórroga a tu maltrecho cuerpo. Son las<br />

12. La explosión <strong>de</strong> júbilo me ro<strong>de</strong>a, pero yo solo escucho, con lágrimas en los ojos, el roce <strong>de</strong>l<br />

pañuelo mientras lo anudas a mi cuello…<br />

Maria Del Mar Ruiz Fernan<strong>de</strong>z<br />

Por El Padre Kindin, Gora San Fermín!<br />

Des<strong>de</strong> pequeño Dembo había oído hablar al Padre Kindin <strong>de</strong> los Sanfermines. Salió <strong>de</strong> Ba<br />

Kun<strong>de</strong> en Gambia, llevando en su maleta <strong>de</strong> tela el traje pamplonico <strong>de</strong>l misionero. Un viaje<br />

largo, duro…que mereció la pena. Pamplona, allí estaba el. Dembo tan negro y tan <strong>de</strong> blanco,<br />

cantando antes <strong>de</strong>l encierro -\"A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guíe en el<br />

encierro dándonos su bendición. Entzun, arren, San Fermin zu zaitugu patroi, zuzendu gure<br />

oinak entzierro hontan otoi. Viva San Fermín! Viva! Gora San Fermin! Gora!\"- El txupinazo. La<br />

adrenalina corriendo por sus venas. Todo transcurría muy rápido. Su primer encierro. Una<br />

forma diferente <strong>de</strong> pasar a la madurez, <strong>de</strong> hacerse hombre en esta tribu. Por un momento lo<br />

sintió. El aliento le rozaba la piel, los pitones amenazaban con engarzarlo, el sudor empezó a<br />

brotar con mayor intensidad y sus pulsaciones ya no eran <strong>de</strong> la carrera en si, sino <strong>de</strong>l peligro<br />

que le acechaba a sus espaldas.- Morir haciendo su sueño realidad- pensó. Sólo fue un<br />

instante, otro corredor le golpeó afortunadamente sacándolo <strong>de</strong> la trayectoria <strong>de</strong>l toro. Dembo<br />

siguió corriendo, llegó a la plaza y grito - Por el Padre Kindin! Gora San Fermín! Gora!<br />

Maria Dolores Moya Gomez<br />

Una fuerza sobrehumana<br />

Llevo corriendo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> tres toros a todo gas por lo menos 500 metros y están a punto <strong>de</strong><br />

alcanzarme, busco algún hueco don<strong>de</strong> escon<strong>de</strong>rme o alguna reja en la que subirme pero hoy<br />

estoy muy torpe, y voy tan rápido que no consigo <strong>de</strong>cidirme dón<strong>de</strong> hacerlo. Justo cuando me<br />

lanzo para agarrarme a unos barrotes, siento cómo me lanzan hacia arriba para, enseguida,<br />

estrellarme contra el suelo; una <strong>de</strong> las tres bestias me está haciendo rodar como si fuera una<br />

pelota. Como termino quedándome boca abajo no puedo ver al animal, pero noto su<br />

respiración muy cerca <strong>de</strong> mi cabeza. Intento convertirme en un ovillo para sentirme algo<br />

seguro, por lo menos que no me <strong>de</strong> ni en la cabeza ni en...De repente, alguna fuerza<br />

sobrehumana hace que me levante y me enfrente al bicharraco... Me <strong>de</strong>spierto y veo frente a<br />

mí una mosqueante luz blanca. Cuando intento incorporarme <strong>de</strong>scubro que acaban <strong>de</strong><br />

operarme, al final ahí, precisamente ahí. Lo más bochornoso ha sido cuando me han explicado<br />

que el culpable no ha sido el toro, sino mi fiel compañera <strong>de</strong> fiestas; por no querer soltarla en<br />

ningún momento, al caer <strong>de</strong>splomado, me clavé gran parte <strong>de</strong> ella.


Maria Eugenia Aspiazu Nebel<br />

Mientras Velo tu Sueño<br />

Ahora que tu camisa y pantalón han quedado inmaculadamente blancos y planchados<br />

doblados sobre tu silla, el pañuelo rojo que los acompaña parece una mancha brillante <strong>de</strong><br />

sangre. Me persigno y pienso en otra cosa. Te miro dormir, tranquilo, con la seguridad <strong>de</strong> los<br />

generales que anticipan la victoria al día siguiente, con la responsabilidad <strong>de</strong> quien se jugará la<br />

vida, y no veo ni a un guerrero ni a un mozo fuerte en cuyo rostro ha vuelto a crecer durante la<br />

noche la sobra oscura que <strong>de</strong>nota su madurez. Veo a mi niño; el <strong>de</strong> las pupas en las rodillas, el<br />

<strong>de</strong> los besos con mermelada, el que me traía ramos <strong>de</strong> amapolas en primavera… Pero mi niño<br />

creció y velo su sueño más para espantar mis pesadillas que las suyas y el sueño que tú no<br />

sientes y yo siento por los dos. La vela que encendí en la iglesia lo mismo te proteja <strong>de</strong>l toro,<br />

<strong>de</strong> un coche, <strong>de</strong> la mala gente, <strong>de</strong> los dolores, <strong>de</strong> los problemas. Yo no puedo. Yo sólo velo<br />

intranquila tu sueño tranquilo y rezo.<br />

Maria Francisca Cubas Diaz<br />

San Fermin <strong>de</strong> mis amores<br />

Imagina una plaza hermosa y elegante en don<strong>de</strong> en multicolor <strong>de</strong> atuendos se han juntado allí<br />

y por miles, una muchedumbre entera <strong>de</strong> personas bajo la consigna tradicional y costumbrista<br />

<strong>de</strong> una sola ban<strong>de</strong>ra: don<strong>de</strong> se enarbola la fiesta <strong>de</strong> San Fermín. Imagina un mar <strong>de</strong> cabezas<br />

todas bajo el sol <strong>de</strong>l tibio julio y todos alegres cual hermanos enarbolando en el seguro pero<br />

sincero brazo, el dulce sabor <strong>de</strong> una botella vertido en un exquisito liquido llamado vino y aun<br />

asi estoy seguro no adivinan bien <strong>de</strong> qué lugar estoy hablando sino <strong>de</strong> Pamplona <strong>de</strong> España,<br />

<strong>de</strong> la España querida, que tiene su fiesta y en ella se olvidan las penas. Imagina y recrea por<br />

ello un Rio <strong>de</strong> Janeiro pero sin mujeres <strong>de</strong>snudas; una grata celebración, solo <strong>de</strong> amistad y<br />

alegría pura; una energía que llama a volver a todo aquel que aunque sea por curiosidad ha<br />

venido, y un espectáculo vital <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros que es la fresa en el helado <strong>de</strong> esta tradición<br />

divina; en una corrida taurina, húmeda en el vino exquisito <strong>de</strong> su historia, en una fiesta solo<br />

reunida, que es esta y como ella, ninguna; San Fermín, San Fermín <strong>de</strong> mis amores.<br />

María Garcés Pérez<br />

El primer día<br />

Hoy es un día especial. Me levanto <strong>de</strong> un salto, corro a la ducha y me visto <strong>de</strong> pamplonica. Son<br />

casi las doce <strong>de</strong>l mediodía, entre la multitud <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong>scorcho la botella <strong>de</strong> champán, no<br />

aguanto más. Este es el mejor momento <strong>de</strong> las fiestas. La adrenalina empieza a subir a niveles<br />

in<strong>de</strong>scriptibles. Suena el Chupinazo. Gritos, cantos, y risas. Nos felicitamos los unos con los<br />

otros como si nos conociéramos toda la vida. Cierro los ojos y pienso en las corridas <strong>de</strong> toros a<br />

pleno sol, el calor, la sangría, las meriendas en el cuarto toro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, esa salida con la<br />

peña al terminar. Ir al apartado, al baile <strong>de</strong> la alpargata, los fuegos artificiales y a las ocho <strong>de</strong> la<br />

mañana ver los encierros. Al final, <strong>de</strong>spediré a los gigantes y prepararé la vela <strong>de</strong>l pobre <strong>de</strong> mi.<br />

¡Vale <strong>de</strong> pensar! Voy a disfrutar <strong>de</strong>l primer día y como cada año el guión es el mismo pero<br />

nunca salen las cosas como las planificas, eso es lo maravilloso, pue<strong>de</strong>s improvisar lo que<br />

quieras, como quieras y con quien quieras pero el lugar y la esencia <strong>de</strong> las fiestas nunca se<br />

improvisan. ¡Viva San Fermín!


Maria Iranzu Pueyo Urroz<br />

Y vuelta a empezar... Por fin<br />

1 <strong>de</strong> Enero, 2 <strong>de</strong> Febrero, 3 <strong>de</strong> Marzo, 4 <strong>de</strong> Abril, 5 <strong>de</strong> Mayo, 6 <strong>de</strong> Junio, 7 <strong>de</strong> Julio... Por fin...<br />

11:50... Plaza <strong>de</strong>l Ayuntamiento... todo un año esperando para.... <strong>de</strong> nuevo apretarnos unos<br />

con a otros, calor, empujones, no se pue<strong>de</strong> respirar, bolas gigantes <strong>de</strong> un lado para otro por<br />

encima todos (¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> han salido?) cubos <strong>de</strong> agua <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los balcones... ummmm que<br />

fresquico, ¿dón<strong>de</strong> está mi cuadrilla? ¿cómo he llagado hasta aquí si estaba en la otra punta <strong>de</strong><br />

la plaza?, aagghhh ¿qué es esto? ¡¡ah, harina!!.... ¡qué pegajosa me estoy poniendo!......<br />

pañuelos en alto agarrados con ambas manos formando una alfombra roja en espera <strong>de</strong>l...<br />

“Pamploneses, Pamplonesas, ¡¡VIVA SANFERMIN!!”... Y el ssssssssshhhhhhhhh pum. El rojo<br />

y el blanco juntos... pañuelicos al cuello, saltos, alegría, más empujones, bebida para a<strong>de</strong>ntro<br />

para celebrarlo, bebida por fuera para celebrarlo (y <strong>de</strong> paso me lavo un poquico...). Parece que<br />

nos ha tocado la lotería a todos, abrazos, besos..¿quién es éste?, da igual... Por fin a<br />

empezado <strong>de</strong> nuevo y durante 9 días ¡viva el rojo, viva el blanco, los zapatos cómodos y... una<br />

chaquetica (por si refresca...que nunca sobra)!. ¡¡Aupa la lejía!!<br />

Maria Jose Clemente Madrid<br />

La emoción también se vive lejos<br />

De nuevo me <strong>de</strong>spierto a las 7 y media <strong>de</strong> la mañana, nada me retiene ya en la cama. Falta<br />

muy poco para que empiece la emoción. Me <strong>de</strong>shago <strong>de</strong> la pesada sábana y salto eufórica, se<br />

que ya se nota el calor en la cuesta <strong>de</strong> Santo Domingo, ya se oyen los murmullos nerviosos <strong>de</strong><br />

los jóvenes y no tan jóvenes que se amontonan frente a la salida. Todo está teñido <strong>de</strong> blanco y<br />

rojo. A mi mente acu<strong>de</strong> el chupinazo, el primer día, el primer encierro. Enciendo la televisión<br />

expectante y subo el volumen, ante mí una panorámica <strong>de</strong> las calles que recorrerán los<br />

valientes. Mis ojos saltan embelesados <strong>de</strong> un <strong>de</strong>talle a otro, junto las manos, inclinándome. Ya<br />

va a empezar. Suenan los últimos cánticos, la bendición ya está pedida. Cierro los ojos para<br />

sumarme a las voces <strong>de</strong> todo el mundo que pi<strong>de</strong>n al patrón <strong>de</strong> Pamplona. Se abren las<br />

puertas, ya asoman los astados, abro los ojos y mi conciencia se junta con las <strong>de</strong> todos los que<br />

van a correr. Allá vamos San Fermín.<br />

María José Leblic Ruiz <strong>de</strong> Alarcón<br />

Siete <strong>de</strong> Julio<br />

Me vestí como todos los días, con aquella especie <strong>de</strong> túnica. Y salí cómo todos los días a<br />

pasear por aquellos <strong>de</strong>scampados yermos. Aún era una adolescente sin saber y conocer lo que<br />

era una flor. Me contaron que hubo un mundo, don<strong>de</strong> los hombre tenían jardines que regaban y<br />

cuidaban… En mi paseo <strong>de</strong>scubrí unas piedras en la lejanía, piedras <strong>de</strong> todos los colores. Me<br />

acerqué y eran hermosisimas: Naranjas, <strong>de</strong>l color <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer, azules y grises, como el cielo;<br />

ver<strong>de</strong>s, como mis ojos…y una roja transparente con unas iniciales: una P y una SF juntas…me<br />

atreví a cogerla y se partió en dos. Y <strong>de</strong> pronto me encontré en una ciudad roja y blanca, gente<br />

gritando y corriendo al paso <strong>de</strong> unos animales gran<strong>de</strong>s negros con cuernos, todo bajo la mirada<br />

serena <strong>de</strong> una imagen, que me emocionó. Me dirigí a mi casa absorta, sorprendida y alucinada.<br />

No me atreví a <strong>de</strong>cirle nada a mis padres y fui corriendo a la pared <strong>de</strong> mi habitáculo a poner la<br />

fecha <strong>de</strong> ese día para que no se me olvidara : siete <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 9.242


Maria Teresa Solana Blachon<br />

Huida<br />

Querida mamá: No me busques, he <strong>de</strong>cidido no escucharte e irme a correr <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros<br />

y allí estaré en medio <strong>de</strong> la muchedumbre. Sí ¡ya sé! Estoy loca, soy una impru<strong>de</strong>nte y me<br />

porto como un chico y tú preferirías que viera el espectáculo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el balcón <strong>de</strong> la abuela<br />

¡pues no! Yo quiero vivir esta experiencia, correr, sudar, sentir el corazón acelerado y toda mi<br />

energía a tope. Quiero estar segura <strong>de</strong> que soy capaz <strong>de</strong> hacerlo, <strong>de</strong>mostrarme que soy<br />

valiente. No te preocupes por mí y no te enfa<strong>de</strong>s ¡siéntete orgullosa! ¡ a lo mejor me ves por la<br />

tele! Te quiero mucho Arantxa Esta carta fue <strong>de</strong>scubierta encima <strong>de</strong> la cama <strong>de</strong> Arantxa L., una<br />

joven pamplonica <strong>de</strong> 20 años, que estaba en un centro <strong>de</strong> rehabilitación para jóvenes<br />

discapacitados motores como consecuencia <strong>de</strong> un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> coche en el que murió su<br />

madre. Des<strong>de</strong> pequeña, su pasión eran los Sanfermines y su ilusión participar en las fiestas,<br />

aunque su madre no aprobara la i<strong>de</strong>a, por eso le escribe y cada año en la misma fecha “se<br />

fuga”.<br />

María Victoria Mancera Carnero<br />

Como todos los años<br />

A San Fermín pedimos… Me ato cuidadosamente las zapatillas, aprieto fuerte, dos nudos. Me<br />

miro <strong>de</strong> reojo en el espejo y me estiro la camiseta, la <strong>de</strong> siempre, la <strong>de</strong> hace cuatro años. …por<br />

ser nuestro patrón… Me ajusto el pañuelo y le echo un vistazo a la hora. Siete cuarenta y ocho.<br />

…nos guíe en este encierro… Cojo el periódico. El <strong>de</strong> hoy. Martes 7 <strong>de</strong> julio, Maite se ha<br />

levantado temprano para traérmelo. Lo extiendo sobre la mesa y lo enrollo como me enseñó mi<br />

padre. ...dándonos su bendición. Y me asomo al balcón <strong>de</strong> calle Estafeta, como todos los años.<br />

¡Viva San Fermín! Algún día bajaré. Me mezclaré entre la multitud. Saltaré <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l santo.<br />

Tocaré pelo. Algún día. ¡Gora San Fermín!<br />

Marianela Blanco Werner<br />

Rojo y Blanco<br />

Las tres <strong>de</strong> la madrugada me <strong>de</strong>scubre por el rabillo <strong>de</strong>l ojo, y me reprocha con cansancio. Mis<br />

pupilas brillantes se escon<strong>de</strong>n y aparecen <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unos párpados pintados <strong>de</strong> color azul. Al<br />

interior <strong>de</strong> la curva, el suelo resbaladizo te juega una mala pasada y sales disparado como el<br />

chupinazo, golpeando con toda tu masa contra el vallado, mientras la manada se dispersa<br />

agitada en medio <strong>de</strong> tan confusa situación. No se sabe si fue dolor, jolgorio o aturdimiento, sólo<br />

sé que un grito me sacudió… y ahora estoy aquí con tu rabo entre las manos. Revientan mis<br />

pensamientos... y bebo <strong>de</strong>l fondo hasta el éxtasis profundo <strong>de</strong> la inconsciencia, <strong>de</strong>scargando<br />

mi rabia contra el vaso, don<strong>de</strong> rebota en recuerdos una lágrima, mientras en los locales <strong>de</strong> las<br />

peñas la juerga sigue hasta el alba.


Mariano Pascal Lizarraga<br />

Memento Mori<br />

Veinte años <strong>de</strong>spués todavía lo recordaba. La vuelta al ruedo, aquella euforia <strong>de</strong> gritos y<br />

cánticos en el tendido y los olores que se mezclaban en la arena mientras atar<strong>de</strong>cía en el<br />

penúltimo día <strong>de</strong> San Fermín. Cuando sus <strong>de</strong>monios le daban una tregua, se atrevía a ojear las<br />

fotos <strong>de</strong> aquel triunfo. Las fotos que le <strong>de</strong>volvían una imagen <strong>de</strong> joven brillante, imberbe y<br />

arrebatador, con aquel vestido gris perla que más tar<strong>de</strong> acabó en una vitrina. Y aunque todo el<br />

mundo recordase las faenas, aquellos muletazos por bajo o la trincherilla al sexto, él siempre<br />

recordaba el momento en que fue alzado a hombros. Porque en ese momento no se hubiese<br />

cambiado por un emperador, tras ganar la partida a los toros, al público, a la razón misma y<br />

conquistar la Plaza <strong>de</strong> Pamplona. Más tar<strong>de</strong>, cerraba el álbum violentado. Su corazón le <strong>de</strong>cía<br />

que allí, en volandas, sus pies se alejaron <strong>de</strong>l suelo por mucho tiempo. Hasta llevarlo al<br />

fracaso. Quizá todo lo que <strong>de</strong>jó ir <strong>de</strong>spués, hubiese podido conservarlo <strong>de</strong> haber hecho caso a<br />

aquella voz que le susurró: recuerda que eres mortal. Pero en ese momento estaba cerca <strong>de</strong><br />

los dioses. Memento Mori.<br />

Maritza Faun<strong>de</strong>z Gomez<br />

Diario <strong>de</strong> un " Macho"<br />

A las 8 <strong>de</strong> la mañana me vienen a buscar para empezar a correr por esos pasillos estrechos <strong>de</strong><br />

Pamplona, espero que me <strong>de</strong>n una buena comida y pueda ver <strong>de</strong> paso a la \" Matilda \", o a mi<br />

hijita \" Sofi\".... a \" Bruno \" siempre le toca a mi lado, el es agresivo, no se parece a mi y eso<br />

que soy su padre, a el le encanta atrapar gente, ojala que nunca le hagan daño, quiero que<br />

estemos siempre juntos, que seamos una familia feliz, espero que Dios nos proteja , porque<br />

tambien es Dios <strong>de</strong> nosotros... o no ?, yo creo que si. Recuerdo que la corrida pasada el loco<br />

Roni se cayo y se fracturo, yo me acerque a darle fuerza , pero se lo llevaron y no lo volvi a ver<br />

mas. Asi es nuestra vida, somos nacidos para servir , pero jamas servidos, sueño con un<br />

mundo mejor, don<strong>de</strong> no exista maldad ni abusos.... bueno, mejor me duermo porque sino<br />

estare cansado para la fiesta <strong>de</strong> San Fermin , y no puedo fallar, porque soy un toro bien \"<br />

Macho \", como lo dice mi nombre.Buenas noches querido diario, <strong>de</strong>seame suerte....<br />

Martín Zulaica Benevento<br />

Fiesta <strong>de</strong> Gigantes<br />

11 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 2010. Argentina campeón <strong>de</strong>l mundo en Sudáfrica. “El Diego” y sus 22<br />

gladiadores preparan su regreso triunfal, a ¿Buenos Aires? No, a Pamplona. Este año los<br />

gauchos <strong>de</strong> la pampa cambian el albiceleste en el obelisco por el rojo y el blanco en la Plaza<br />

<strong>de</strong>l Castillo. Aparcan “sus trapos futboleros” para enarbolar con orgullo el pañuelico. Dejan por<br />

un instante el asado y las empanadas y van a por el ajoarriero y las magras con tomate.<br />

Abandonan el <strong>de</strong>sfile victorioso por la avenida mas ancha <strong>de</strong>l mundo y, entre toro y toro,<br />

recorren la cuesta <strong>de</strong> Santo Domingo, Ayuntamiento, Merca<strong>de</strong>res, Estafeta y Telefónica. Ya en<br />

1986 “el Diego” campeón pudo, entre regate y regate, con seis ingleses en menos <strong>de</strong> diez<br />

segundos; hoy repite su gesta en Pamplona para, entre miura y miura, coronarse en los 850<br />

metros más exigentes <strong>de</strong>l escenario mundial…y a San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón,<br />

podamos ser testigos <strong>de</strong> esta consagración.


Merce<strong>de</strong>s Escu<strong>de</strong>ro Peinador<br />

Sanfermines<br />

En Pamplona, <strong>de</strong> hermosa campiña y famosa por los vinos exquisitos que en ella se elaboran,<br />

vive una preciosa chiquilla a quien llaman Carmen. Lucía su arte para cantar y bailar pues su<br />

hermosa voz, acompañaba a su exquisita y grácil figura. Sobresalían un par <strong>de</strong> rasgados ojos,<br />

y una ensortijada cabellera. Y cuando bailaba sus pies se movían ágilmente sobre el<br />

entarimado, con ese par <strong>de</strong> piernas largas y esbeltas que completaban el maravilloso físico <strong>de</strong><br />

la niña más hermosa <strong>de</strong>l lugar. ¡Festival <strong>de</strong>l vino! ¡Fiesta Patronal! ¡Sanfermines! A la corrida<br />

<strong>de</strong> toros han acudido un grupo <strong>de</strong> jóvenes diestros buscando la gloria en estos cotos. Y entre<br />

tanta flor, <strong>de</strong>staca Carmen, el corazón le da un vuelco, asaeteada por la mirada <strong>de</strong> un par <strong>de</strong><br />

ojos ver<strong>de</strong>s que se rin<strong>de</strong>n <strong>de</strong> admiración ante su belleza. Gerardo sale a la plaza garboso y<br />

valiente, vestido <strong>de</strong> azul y sueños, le brinda el toro a su amada. Se pone <strong>de</strong> rodillas frente al<br />

toro y da dos pases <strong>de</strong> muleta. ¡Olé, Olé. El público <strong>de</strong> pie premia su arte. Le roza el toro. ¡Ay!<br />

El torero sale a hombros. Carmen y Gerardo, con abrazos y juramentos sellan su amor.<br />

Merce<strong>de</strong>s Sáenz Blasco<br />

Sugerencia<br />

Estimado Señor Alcal<strong>de</strong>: Ante la proximidad <strong>de</strong> las Fiestas en honor a nuestro Santo Patrón,<br />

agra<strong>de</strong>cería tuviera a bien consi<strong>de</strong>rar la siguiente sugerencia. Verá, yo creo que lo suyo sería<br />

poner unos semáforos en la Calle Estafeta, <strong>de</strong> manera que el tráfico estuviera mejor regulado,<br />

porque no son <strong>de</strong> recibo los guirigáis que se montan cada mañana en cuanto suena el<br />

chupinazo, que aquello parece el Corte Inglés el primer día <strong>de</strong> rebajas. En caso <strong>de</strong> que los<br />

semáforos resulten <strong>de</strong>masiado caros, y dado que estamos en tiempo <strong>de</strong> crisis, tal vez sería<br />

suficiente marcar en el pavimento un carril-toro, <strong>de</strong> modo que cada uno tuviera muy claro por<br />

dón<strong>de</strong> <strong>de</strong>be transitar, evitándonos así un montón <strong>de</strong> sobresaltos. Yo, esto, se lo digo sin ningún<br />

tipo <strong>de</strong> acritud, pero ya sabe, quien avisa… Atentamente. Avispado<br />

Mertxe Labrador Otamendi<br />

Tras la barra <strong>de</strong> un bar<br />

Noches <strong>de</strong> alegría, bullicio, color, <strong>de</strong>sinhibición…durante nueve días. Días explosivos, para mí,<br />

tras la barra <strong>de</strong> un bar. Bar infestado <strong>de</strong> seres <strong>de</strong> blanco y rojo bailando, cantando ,<br />

cortejando…, don<strong>de</strong> mi nostálgica mirada se ubica en cada mozo y moza presente aquí .Aquí<br />

evoco esos Sanfermines que saboreé, celebré y compartí. Compartí con aquel hombre que,<br />

durante meses, he sufrido una turbulenta separación. Separación que me obliga a trabajar en<br />

estas fiestas para sobrevivir. Sobrevivir económica y moralmente. Moralmente intentaré<br />

alimentarme <strong>de</strong>l disfrute, <strong>de</strong>l diálogo, <strong>de</strong> la cordialidad que fluyen <strong>de</strong> las dispares gentes que<br />

visitan éste y <strong>de</strong>más bares <strong>de</strong> mi gloriosa ciudad .Ciudad enfundada <strong>de</strong>l colorido y estruendo<br />

<strong>de</strong> los fuegos artificiales. Artificiales pregoneros <strong>de</strong> la nocturna y jovial fiesta. Fiesta que<br />

prosigue con las matinales dianas , los restauradores “caldicos”, los ansiados encierros, los<br />

“Mañueteros” churros , la procesión <strong>de</strong>l “Morenico”, los gigantes y cabezudos, el “Estafetero”<br />

aperitivo, las exhibiciones rurales, las particulares corridas , la salida <strong>de</strong> las peñas, la cena <strong>de</strong><br />

las cuadrillas, las barracas… y la diversa música que ameniza plazas y parques <strong>de</strong> esta<br />

multicultural ciudad. Ciudad que recorreré camino a casa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nueve noches tras la<br />

barra este bar.


Miguel Alfredo Quispe Perez<br />

El Milagro<br />

Que lindo entonces estaba mi Negro; él, que siempre estaba en el campo, ahora que no está;<br />

lo extraño tanto; si algo en el paisaje hace falta, es el punto oscuro <strong>de</strong> su brillante pelaje que<br />

rutilaba ante el sol <strong>de</strong> esta Pamplona, que parece cada vez más <strong>de</strong> fantasía. Lo vi por ultima<br />

vez ese dia, pero <strong>de</strong>spues una vez muerto ya por una fiebre, lo volví a ver otra vez; esta vez<br />

energico y po<strong>de</strong>roso tras los valientes que arriesgan sus vidas aqui en la plaza en la corrida <strong>de</strong><br />

esta fiesta que llamán tan divina, la <strong>de</strong> San fermín. Mi abuela <strong>de</strong>cia que suce<strong>de</strong>n milagros en<br />

esta algarabía, pero yo jamas lo creí hasta que volví a ver a Negro alli entre los toros que<br />

corrian; o era el vino tan exquisito que habia tomado y mi anhelo por verle, o ciertamente esta<br />

fiesta es tán gloriosa que hasta las almas que se han ido al oír tanta alegría tambien salen<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> estan y celebran como todos aqui felices, como yo igual, este San Fermín divino;<br />

este San Fermín glorioso, en que volví a ver, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre entonces, a mi Negro; mi buen<br />

Negro...<br />

Miguel Ángel Giral <strong>de</strong> Lamo<br />

Respeto<br />

Había amanecido en Pamplona. Eran las ocho <strong>de</strong> la mañana y Jorge se encontraba algo<br />

mareado por el exceso <strong>de</strong> alcohol <strong>de</strong> la noche anterior. Se oyó el chupinazo y él corrió hacia la<br />

calle Estafeta. Quería ver pasar a los astados. Se asomó por entre las ma<strong>de</strong>ras que daban<br />

acceso a la calzada. Lo vió venir, era gran<strong>de</strong> y negro y le miraba fijamente. Jorge se sintió<br />

atraído por esa bestia, retado por ese monstruo <strong>de</strong> más <strong>de</strong> quinientos kilos que bajaba<br />

<strong>de</strong>safiante. Un instinto ancestral <strong>de</strong> competencia con el animal le arrojó a la calle. Corrió y<br />

corrió hasta que no le quedó aliento, hasta que sus venas se hincharon por el esfuerzo y sus<br />

músculos se tensaron haciendo que le dolieran las piernas. Pero el animal era más rapido y le<br />

alcanzó en unos pocos segundos. Se mirarón durante unas décimas <strong>de</strong> segundo. Jorge<br />

comprendió, el animal pareció también compren<strong>de</strong>r. Y Jorge por un instante, antes <strong>de</strong> buscar<br />

refugio en un portal <strong>de</strong> la calle entendió perfectamente cuál era esa realción arraigada en el<br />

naturaleza, genética, entre el hombre y la bestia. Empezó a respetar al animal<br />

Miguel Angel Molina Jiménez<br />

La australiana<br />

Mezclé mis ilusiones entre la muchedumbre ansiosa y enar<strong>de</strong>cida que preñaba la plaza <strong>de</strong>l<br />

Ayuntamiento. Huevos, harina y cánticos acompañaron mi búsqueda hasta que el cohete hizo<br />

\"Ziuuuu……………Pum\". Luego el champán me ayudó a soportar su ausencia. Al día<br />

siguiente, era el primero en el vallado. Como un príncipe <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su atalaya, esperaba verla<br />

correr como lo había hecho un año antes, con aquella inconsciente <strong>de</strong>spreocupación <strong>de</strong>l<br />

foráneo. Luego los claretes engañaron mi <strong>de</strong>cepción. Más tar<strong>de</strong>, quise hacerme \"cabezudo\"<br />

para atraer la atención. La <strong>de</strong>l visitante, la <strong>de</strong>l que regresa; y \"gigante\", visible <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cualquier<br />

punto <strong>de</strong> la ciudad. Desesperado por la incertidumbre y el abandono, imaginé ser un \"kiliki\"<br />

arremetiendo contra todo y contra todos. Luego el calimocho aplacó tan cruel <strong>de</strong>sasosiego.<br />

Recorrí \"lo viejo\" entre el mocerío inquieto y festivo. Me sumergí en sus bares, peñas y cafés.<br />

Ya <strong>de</strong>rrotado y abatido, llegué hasta Navarrería. Allí, en lo alto <strong>de</strong> la fuente, como una diosa<br />

sobre su pe<strong>de</strong>stal, estaba la australiana. Sí, mi australiana. Corrí. Corrí como nunca lo había<br />

hecho en un encierro, lanzándome a por ella con los brazos extendidos. Al verme llegar, sonrió.<br />

Justo antes <strong>de</strong> impactar contra el suelo.


Miguel Ángel Moreno Cañizares<br />

Desplumada<br />

Aprovechando los sanfermines, <strong>de</strong>cidí darme una alegría. Me compré un disfraz <strong>de</strong> plumas<br />

rojas y provoqué una cita con el posible hombre <strong>de</strong> mis sueños. Cada centímetro <strong>de</strong> mi cuerpo<br />

festivalero estaba cubierto por el plumífero a<strong>de</strong>rezo. Para preservar mi i<strong>de</strong>ntidad, un enorme<br />

penacho cubría mi rostro. Parada en medio <strong>de</strong> la habitación, frente a la cama, me asemejaba a<br />

un pavo real <strong>de</strong> ardiente <strong>de</strong>seo. Excitado, él se quitó la ropa y se acercó con afán <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>splumarme, complacido con el juego que le proponía. La moqueta recibió una nevada <strong>de</strong><br />

peñolas coloradas. Sus manos trabajaban febriles y, sin embargo, no daban abasto para llegar<br />

a su fin. Cuanto más <strong>de</strong>splumaba, más parecía haber. Unas enormes gotas <strong>de</strong> sudor<br />

empezaron a correr por el cuerpo <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong>l individuo, algo entrado ya en años. Inasequible<br />

al <strong>de</strong>saliento, siguió arrancando con la esperanza <strong>de</strong> llegar a la fantasía que su reina tanto<br />

ocultaba. La noche avanzó inexorable y la luz <strong>de</strong>l sol le ganó la batalla. El chupinazo <strong>de</strong>l primer<br />

encierro nos sobresaltó. Miré a mi izquierda y le vi envuelto en una enorme bola roja. Me vestí<br />

y encaminé mis pasos hacia la calle <strong>de</strong> la Estafeta.<br />

Miguel Ángel Recio Romero<br />

Un magnífico animal<br />

Estaba muy cerca, casi podía sentir su calor, solamente separados por un vallado <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />

Tenía una estampa tan bella; astifino, zancudo, ojalado, con ese pelaje cár<strong>de</strong>no tan llamativo.<br />

Le causaba tanta pesadumbre saber que esa tar<strong>de</strong> moriría en la plaza; un animal tan po<strong>de</strong>roso,<br />

tan majestuoso y templado. Mientras escuchaba su acompasada respiración recordaba el<br />

encierro <strong>de</strong> la mañana, cuando, en un instante casi imperceptible, se habían rozado, piel contra<br />

piel, y la adrenalina había recorrido <strong>de</strong>sbocada su cuerpo. El mundo se había parado. ¡Que<br />

momento tan sublime! No quería angustiarse, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo mañana habría un nuevo<br />

encierro, y quizás otro toro extraordinario, así que, se dio media vuelta, y con un alegre<br />

trotecillo y moviendo el cuello para hacer sonar el cencerro, se acerco a sus hermanos<br />

cabestros.<br />

Miguel Leonardo Agu<strong>de</strong>lo Berrio<br />

Alma, sudor y vino<br />

Cada cosa en su lugar, ¡eso creo!, este día será memorable y nada podrá salir mal, porque<br />

nada podrá superarlo. El traje <strong>de</strong> pamplonica listo, !veamos <strong>de</strong> nuevo!, llevo mis pantalones<br />

blancos <strong>de</strong> algodón a la medida, una hermosa camisa blanca <strong>de</strong> lino, mi pañoleta roja con el<br />

nombre <strong>de</strong> las fiestas bordado, la faja roja en la cintura, las zapatillas probadas que no<br />

resbalaran, todo esta perfecto. El <strong>de</strong>sayuno continental fue genial, una copa <strong>de</strong> vino para la<br />

suerte, y mi propio toque; la imagen <strong>de</strong>l santo celebrado en el bolsillo <strong>de</strong>recho. Casi me<br />

engañan con lo <strong>de</strong>l himno, pero ya me aprendí el verda<strong>de</strong>ro, “San Fermín<br />

venimos……dándonos su bendición”. ¡Ay, por dios, mi periódico!, ¡se me olvidaba! Este es mi<br />

momento histórico, mi momento literario, ¡que las musas me acompañen!, ¡ahh!, espérenme,<br />

no me <strong>de</strong>ben solo con estas hermosas bestias al lado, ¡ahhh!, fue hermoso, sublime, ¡algo para<br />

no olvidar jamás!, algo para seducir mujeres sedientas <strong>de</strong> aventureros, o arrullar el sueño <strong>de</strong><br />

mis futuros nietos, ¡Ah!, ya me asegure <strong>de</strong> todo, la emoción, las imágenes, las palabras<br />

mínimas que encen<strong>de</strong>rán el relato. ¡Como sudo por dios!, !Ahh! Gracias San Fermín por Existir,<br />

¡gracias!


Miguel Sánchez Martínez<br />

La huída<br />

Sus pasos cortos y lentos y su mirar distraído, los percibió Joaquín como la señal <strong>de</strong> ser la<br />

presa perfecta. Caminó tras <strong>de</strong> ella sobre la Plaza Consistorial, acechando, cuando ésta volvió<br />

la vista hacia su izquierda, Joaquín se abalanzó hacia el bolso que colgaba <strong>de</strong>l hombro<br />

<strong>de</strong>recho. En un santiamén tomó ventaja <strong>de</strong> varios metros, <strong>de</strong>jando atrás agudos gritos<br />

femeninos; enseguida se escuchó el silbato <strong>de</strong> un policía seguido <strong>de</strong>l estallido <strong>de</strong> un cohete. Al<br />

voltear vio el remanente <strong>de</strong> luces artificiales producto <strong>de</strong>l chupinazo caer sobre un policía que<br />

azuzaba una manada <strong>de</strong> toros. Durante su huída se topó con vallados en las calles, que lo<br />

obligaron a seguir por Merca<strong>de</strong>res. En la esquina con Estafeta fue captado por varias cámaras<br />

fotográficas <strong>de</strong> reporteros que cubrían la nota roja. Un resbalón lo llevó a caer <strong>de</strong> bruces. Con<br />

los ojos cerrados y las manos en la nuca, olía las piernas <strong>de</strong> los toros que pisaban muy cerca<br />

<strong>de</strong> su cabeza. El hocico <strong>de</strong> un astado lo hizo rodar. Repentinamente fue cargado por varios<br />

jóvenes. Ya fuera <strong>de</strong> peligro, al intentar estrechar la mano <strong>de</strong> sus salvadores, fue sujetado con<br />

unas esposas y conducido a la estación <strong>de</strong> policía.<br />

Mireya Zulaica Garamonte<br />

Más allá <strong>de</strong> la memoria<br />

Ella le viste lentamente. Pone tanto cuidado. Él quiere ayudar en la faena, pero sólo acierta a<br />

mirar, a <strong>de</strong>jarse hacer, que no es poco. Empieza por la blusa, blanca impoluta, con el escudo<br />

<strong>de</strong> la Peña en el bolsillo, que ya no lleva el tabaco. Los pantalones <strong>de</strong>spués, primero una<br />

pierna, luego la otra. La faja roja anudada en el punto justo, con el sobrante colgando por la<br />

izquierda, como lo ha llevado siempre. Alpargatas nuevas. Es costumbre, aunque ya no se<br />

corra. Le entrelaza las cintas dulcemente. Y por último el pañuelo, bordado con la imagen <strong>de</strong>l<br />

patrón. Él intenta <strong>de</strong>cir algo, agita las manos… siente. Ahora lo coge por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> los<br />

hombros y lo encaja <strong>de</strong>licadamente en la silla <strong>de</strong> ruedas. Pasillo, rellano, ascensor, rampa. El<br />

rumor <strong>de</strong>l bullicio se adivina en la calle. Paran junto a la puerta. Ella se agacha frente a él para<br />

ponerse a la altura <strong>de</strong> sus ojos. ¡Hay que animarse! le dice antes <strong>de</strong> darle un beso. Saca la<br />

bota, echa un trago y, con un pequeño chorro, hume<strong>de</strong>ce los labios <strong>de</strong> su padre. Unas gotas <strong>de</strong><br />

tinto caen sobre el pecho <strong>de</strong>l anciano. La fiesta acaba <strong>de</strong> empezar.<br />

Mónica Boix De Ciurana<br />

Pobre Fermín<br />

- ¿ me ayudaras, Fermín ? - Y como … ¿no?. Me diste <strong>de</strong> mamar … Así me llamo, … y no<br />

habrá sido por fe. Como cada 7 <strong>de</strong> julio, me arrepiento <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que sí. Aún resuena: -!Viva<br />

San Fermín!, en mi cabeza … Ayer, como no,… me perdí en la plaza, selvática <strong>de</strong> alcohol y<br />

encontronazos, transmutada en cuanto estallo el txupinazo... Allí perdí mi pañuelo rojo, que<br />

atado en mi muñeca levante unos “Goras” antes. Corro o llego tar<strong>de</strong>; a cantarle a la<br />

“hornacina“. Mientras corro, feti<strong>de</strong>z <strong>de</strong> calles gorrinas - una constante brisa provenientes <strong>de</strong> mis<br />

ropas se unen formando parte <strong>de</strong> la gracia. Era el arranque <strong>de</strong> nueve jornadas <strong>de</strong> juerga<br />

enguarrándose a todo trapo, sin interrupción. En cuanto canté, sprinté, y sin mirar atrás, lidié<br />

los 100 metros que se abrían hacia la “Barnicería” <strong>de</strong> mi madre. Entré justo a tiempo. - !Por fin<br />

vino Fermín!.- !Marchando dos <strong>de</strong> vino!. No sé porqué vine, pensé. Sin recuperarme <strong>de</strong> los<br />

riesgos que conllevaban las astas finas , empecé a servir vino como un loco, esperando po<strong>de</strong>r<br />

llegar a cantar “el pobre <strong>de</strong> mí“.


Myriam Díez Fernán<strong>de</strong>z<br />

Siente<br />

El frescor <strong>de</strong> la mañana hume<strong>de</strong>cía mi ropa.Cerré los ojos encomendándome al Santo mientras<br />

mis oídos se cerraban al mundo exterior para mostrarme el pulso en cada latido.Inspiré y me<br />

encontré con un olor familiar incrustado a base <strong>de</strong> años.Comencé a <strong>de</strong>sentumecer los huesos<br />

mientras centraba mi mente en la carrera.Abrí los ojos. Ante mí tenía una alfombra <strong>de</strong> boinas<br />

rojas.Reconocí algunas entre gente extraña e inexperta que <strong>de</strong>bía evitar para no correr<br />

<strong>de</strong>masiados riesgos.Tampoco me importó <strong>de</strong>masiado, me sabía el trayecto <strong>de</strong><br />

memoria.Recordé cuando, <strong>de</strong> niño,escondido entre los barrotes <strong>de</strong> un balcón próximo a<br />

Estafeta,podía contemplar como se lucían los mozos,también cómo me invadía el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong><br />

estar algún día en la arena como uno más. Tras el canto al Santo el toril se abrió.Salió la<br />

manada y comenzó la carrera.Me sentí como aquél muchacho que hacía muchos ayudaba a su<br />

padre a llevar el ganado arriba y abajo guiando a los astados por caminos y cañadas, libre,<strong>de</strong><br />

nuevo libre. Sin penas ni odios, sin lastres,con el alma <strong>de</strong>snuda y la inocencia <strong>de</strong>l disfrute <strong>de</strong> un<br />

niño en un nuevo renacer.Cuando me preguntan porqué corro sólo puedo respon<strong>de</strong>r: \"siente\".<br />

Nélsido Paulino Cerda<br />

Flores tempranas<br />

Lo había leído alguna diez veces, pero nunca imaginé que esa vez sería la última. \"AT noon of<br />

Sunday, the 6th of July, the fiesta explo<strong>de</strong>d\". Des<strong>de</strong> que leí el libro por primera vez, en cada<br />

lectura, las palabras <strong>de</strong> Hemingway se adueñaban con fuerza <strong>de</strong> mis sentidos, recorrían todo<br />

mi cuerpo, explotaban en mi cerebro y me hacían soñar, hasta la obsesión, con tener edad<br />

suficiente para disfrutar <strong>de</strong> \"la fiesta\" en su máxima expresión. Todos los años y con cada<br />

celebración, mi <strong>de</strong>seo crecía <strong>de</strong> manera incontrolable y <strong>de</strong>sproporcionada. Yo todavía era muy<br />

joven, pero esta vez sería diferente. Con julio llegó la fiesta y con la fiesta, el encierro; Ella llegó<br />

con los toros y yo me fui con Ella. Mi madre lloró. Hubo flores...<br />

Néstor Rodolfo Araujo Horna<br />

Pobre <strong>de</strong> mí<br />

Cuando llamaron al timbre, ya se había <strong>de</strong>cantado por los barbitúricos con whisky y guardó la<br />

cuchilla <strong>de</strong> afeitar en el mueble <strong>de</strong>l lavabo. “¿El señor <strong>de</strong> la casa?”. Era un inglés borracho. “No<br />

hay”, y cerró la puerta. Quería ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el balcón si las astas <strong>de</strong>l morlaco al que dio <strong>de</strong> pacer<br />

en la ebria madrugada, le brindarían un compañero. Programó la llamada al 112 para cuatro<br />

minutos más tar<strong>de</strong>. Respetó las fiestas.<br />

Nicolas Esposito Che<strong>de</strong>l<br />

Morir dos veces para <strong>de</strong>scansar<br />

El sol se <strong>de</strong>svanecía sobre la monumental, un público inconcluso comenzaba a pitar, y el que<br />

por la mañana empitonara <strong>de</strong>sfallecía con la estocada final. Fue el fulgor el que apaciguó a la<br />

más primitiva <strong>de</strong> las simbiosis, porque uno no es sin el otro y por tal motivo en la fiesta murió el<br />

hombre y murió el toro. Apolodoro propuso en su biblioteca mitológica que Teseo acabó con el<br />

Minotauro, pero olvidó que mató a la mitad toro <strong>de</strong>jando <strong>de</strong>samparada a la mitad humana. Los<br />

dividió en el espacio pero no pudo en el tiempo. Tiempo que es purgatorio cuando es<br />

in<strong>de</strong>finible. Miles <strong>de</strong> años pasaron y advino la oportunidad. El habitante <strong>de</strong>l laberinto estipuló<br />

esta vez el <strong>de</strong>senlace, y exigió <strong>de</strong> este modo al <strong>de</strong>stino: ‹‹Historiarás que al Minotauro como a<br />

Cappuccino lo distinguirán, como a Daniel Jimeno a Asterión recordarán, y como a David<br />

Fandila a Teseo perpetuarán. Igual que en Cnosos, salvo que esta vez a mi mitad humana yo<br />

mismo suicidaré. Mi mitad toro esperará a que Teseo como bestia, me vuelva a sacrificar. Sólo<br />

entonces podré marcharme, amigo <strong>de</strong>stino; para que los que hemos sido uno en la fatídica<br />

curva pamplonesa, podamos <strong>de</strong>scansar.››


Nicolás Medina Cabrera<br />

El significado <strong>de</strong> correr<br />

Mi abuelo llegó a Chile rozando el triste ombligo <strong>de</strong>l siglo veinte. Un par <strong>de</strong> zapatos zurcidos,<br />

dos pantalones andrajosos, tres camisas y una cruz en el pecho fueron los únicos objetos que<br />

trajo <strong>de</strong> la península. Pero a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l pecho, arraigado en dulces espinas, entre el chupinazo<br />

y la última gota <strong>de</strong> miedo surcándole la frente, traía un febril y eterno recuerdo <strong>de</strong> Pamplona.<br />

¡Los toros!, gritaba como con<strong>de</strong>nado en mis carreras escolares, ¡Los toros! ¡Imagínate a los<br />

toros tras <strong>de</strong> ti muchacho! Yo hacía caso omiso, no lo escuchaba. Escapar <strong>de</strong> un toro, bah,<br />

este viejo está <strong>de</strong>mente. De todas maneras jamás perdí. Al final <strong>de</strong> cada carrera terminaba<br />

invicto, fresco y seco. Ni una gota <strong>de</strong> sudor. Pero mi abuelo nunca me felicitaba por la victoria y<br />

siempre, aplomado, me advertía: triunfaste sin esfuerzo, no sabéis lo que es correr y jamás lo<br />

sabrás hasta que escapes <strong>de</strong> los toros. Fui a San Fermín el año pasado y ahí supe que mucha<br />

razón <strong>de</strong>scansa bajo su lápida enmohecida. En callejuelas estrechas dón<strong>de</strong> la sangre se hace<br />

espesa y el clamor parece azuzar a las bestias, cada zancada es la vida: así se <strong>de</strong>scubre el<br />

significado <strong>de</strong> correr.<br />

Noelia Marcos Ispierto<br />

Salto a la calle Estafeta<br />

Salto a la calle Estafeta. Resbalo. Sudoroso no soy capaz <strong>de</strong> agarrarme a nada. Caigo <strong>de</strong> lado<br />

y nadie parece verme. No pasa nada –pienso– aún tengo tiempo. Intento incorporarme, alguien<br />

me agarra gritando. Ni me <strong>de</strong>ja, ni le <strong>de</strong>jo. Siento los gritos y el ajetreo y cómo corren y me<br />

sobrepasan. Sigo en el suelo, incapaz <strong>de</strong> mover ni un músculo. Me vuelven a agarrar y me<br />

empujan, me suelto <strong>de</strong> nuevo y resbalo. No sé qué hacer, estoy paralizado. Me empujan, me<br />

pisan, me gritan. Ni grito ni empujo, espero. Noto los bufidos y el latir <strong>de</strong>l asfalto. Me duele<br />

todo, ansío estar lejos. Movimientos bruscos, rojos, blancos y negros, sudor, gritos, sangre, un<br />

collage abrumador me <strong>de</strong>splaza pegajoso y siento cómo se contagia mi lengua, se contraen<br />

mis músculos, me levanto y corro. ¿Dón<strong>de</strong> estáis amigos? Me han <strong>de</strong>jado solo. Sigo corriendo<br />

y veo cómo a mi lado cruzan y me acompañan esos rojos y blancos que me zaran<strong>de</strong>an. Por fin<br />

llego a la plaza. Quiero huir, necesito agua y sombra. Veo una puerta. Ya nos veremos<br />

<strong>de</strong>spués amigos, cuando haya <strong>de</strong>scansado.<br />

Nora Susana Astudillo- Zamponi<br />

Parecía una pesadilla<br />

Se acercaba la fiesta <strong>de</strong> San Fermín, con sus esperadas corridas <strong>de</strong> toros. No era necesario<br />

que se lo recordara a Mauricio, en la misa <strong>de</strong> los domingos. Este año, prefirió no hacerse<br />

ilusiones, pues pasó a convertirse en un <strong>de</strong>socupado más. Juan, su amigo llegaba para<br />

ofrecerle un tarea temporaria: controlar el tránsito en la calles en la corrida <strong>de</strong> toros. Camino a<br />

la reunión para organizar la celebración, le cerró el paso una manifestación,que solicitaba<br />

trabajo. Entre tironeo y tironeo para po<strong>de</strong>r avanzar, busco su celular para avisar <strong>de</strong> la tardanza;<br />

más no lo hallo. Revisó su bolsillo, pero su billetera había <strong>de</strong>saparecido. ¡La suerte no parecía<br />

estar <strong>de</strong> su lado, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía tiempo! A esta altura, no sabía que hacer, si radicar la <strong>de</strong>nuncia<br />

o posponer la reunión. Rumiando su bronca, regresó a su hogar. Sin embargo, no todo estaba<br />

perdido.En el trayecto, se cruzó al sacerdote <strong>de</strong> su congregación, quien llegó como camino <strong>de</strong>l<br />

cielo, ofreciéndole algunas tareas; entre las que se encontraba trasladar la imagen <strong>de</strong> San<br />

Fermín por las calles <strong>de</strong> la ciudad.


Nuria Reina Bachot<br />

De cuajo<br />

A Elena se le salía el corazón por la boca. Apenas unos metros <strong>de</strong> carrera y Zenón,un<br />

ensabanado que las mataba callando,ya la tenía acorralada.De puro reflejo, Elena lo atrapó por<br />

los cuernos. Zenón se <strong>de</strong>fendió clavándole sus pupilas.Y <strong>de</strong> ellas cuentan que surgió un<br />

huracán invisible, el cual atravesó a la joven candorosa hasta apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> su raíz. Luego,la<br />

anciana resultante subió a sus lomos y juntos se perdieron entre un río <strong>de</strong> gente.<br />

Oihane Andueza Imirizaldu<br />

San Ferminetako bazka Izan dira, izan, zirri-mirriak aurretik eta orain dira 12ak.<br />

“ZZZZZZZZZZ………PUM!” Entzun eta hasi dira algara, ohiu eta irriak. Festa giroan zalaparta,<br />

zuri-gorrian jantzia da jaia. Hor non nahi musika dario kaleei eta txanpainarik ez da falta.<br />

Goizargian bada banda, tarran-tarran, papa-papa. Atzokoak gaur, biharkoak irrintzika.<br />

Pamplonesa. Eskutan egunkaria, oinak bizi, bihotza taupadaka. Tradizioaren atzetik zezena,<br />

korrika eta adarkada. Ni-no, ni-no, ni-no anbulantzia. Santo Domingo aldapa, Estafeta. Iritsi dira<br />

enbutu ittotik arnas zabalera. “Gaurkoan salbu gau<strong>de</strong>, bada!” Dirdira begietan, erraldoiak ninien<br />

isladan. Ahoak zabalik, hurbildu nahi eta beldurrak ikara. Urte guztia gogoan, Caravinagre eta<br />

Berrugas. “Amatxo… aupaaa!” Arratsal<strong>de</strong>an eltze borobila bor-borrean. Tronpeta, katxia, belarri<br />

eta isatsa. Itzalerago, erdian begirada, “atzokoa hobea, hala?”. Airea mozten du pankartak.<br />

Txaranga, lepotik helduta, zalaparta. “Nahi al duzu nirekin dantza, potxola? Halako begi eta<br />

irribarra…” Ipurdi eta titiak...alajaina! Pil-pilean arratsa. Iji-aja, dantza eta kanta. “Calle-Kalea<br />

non ote da?”, Txano eta peluka, Tekno, rock, Zortziko, jota, Blues, jazz, Bolero eta saltsa.<br />

Saltsa galanta! San Ferminak piper, perrexil eta gatza. Hau da hau, gozamenerako plater<br />

galanta!<br />

Olaia Rueda Barriuso<br />

Des<strong>de</strong> el vallado<br />

Apenas falta una hora para el estallido <strong>de</strong>l cohete. Vamos hacia Merca<strong>de</strong>res; mis amigos<br />

quieren coger buen sitio.Yo, a lo mío. ¡Vaya! Mi camiseta no está tan blanca como me hubiese<br />

gustado para la ocasión. Ni mis pantalones… Periódico en mano, paso el vallado. Me golpeo<br />

con una <strong>de</strong> las tablas. No pasa nada, no me duele. Tengo que estirar, <strong>de</strong> tobillos a cabeza. No<br />

sé... Parece que ese cóctel perfecto <strong>de</strong> miedo, respeto y adrenalina ha disminuido. Eso sí:<br />

¡confío en mí más que nunca! Estoy en buena forma física y me sé la teoría. Lo voy a hacer<br />

bien. Sólo unos metros. Lo justo y necesario. Sin estorbar al resto <strong>de</strong> los mozos y sin tocar a<br />

los astados. ¡Eh! ¿Qué pasa? ¿Por qué me sacáis <strong>de</strong> aquí? ¡Mis propios amigos preten<strong>de</strong>n<br />

truncar mi <strong>de</strong>but! Me resisto. Insisten. A escasos diez minutos <strong>de</strong>l comienzo <strong>de</strong>l encierro me<br />

veo fuera <strong>de</strong>l recorrido. ¡No pue<strong>de</strong> ser!... …Soy afortunado. Ese primer pacharán, ese “uno y<br />

me voy pa´casa”, se convirtió en el inicio <strong>de</strong> una gran noche <strong>de</strong> fiesta, intensidad, alboroto y…<br />

la mejor <strong>de</strong> mis carreras: <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el vallado. Me quedé sin correr, pero volveré. Otros no tuvieron<br />

tanta suerte.


Olga Laguarta Abaurre<br />

Jota a San Fermín<br />

El momento más emotivo <strong>de</strong> las fiestas, tiene lugar el 7 <strong>de</strong> julio durante la procesión en honor a<br />

San Fermín. Es cuando los navarricos, orgullosos <strong>de</strong> nuestro santo, a través <strong>de</strong> una preciosa<br />

jota, le cantamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo más profundo <strong>de</strong> nuestros corazones. Sé que pue<strong>de</strong> resultar extraño<br />

el <strong>de</strong>stacar algo tan poco festivo, pero no tenemos que olvidar en honor a quién son dichas<br />

fiestas. Por lo que está más que justificado que el momento más emotivo y entrañable, sea el<br />

que le <strong>de</strong>dicamos a San Fermín ¿no os parece? Es un paréntesis entre tanta juerga. Un<br />

instante para la emoción y la <strong>de</strong>voción al santo. Los asistentes, mayoritariamente <strong>de</strong> blanco y<br />

rojo, son <strong>de</strong> lo más heterogéneo...; resacosos con gafas <strong>de</strong> sol tratando <strong>de</strong> ocultar las huellas<br />

<strong>de</strong> una noche <strong>de</strong> juerga, gente que apenas ha dormido un par <strong>de</strong> horas en el mejor <strong>de</strong> los<br />

casos, familias con niños pequeños, parejas, jóvenes, etc. No sé qué es lo que tiene, pero lo<br />

que sí sé, es que consigue poner la piel <strong>de</strong> gallina a todo navarro que se tercie. Es, sin duda, el<br />

mejor momento <strong>de</strong> la fiesta. Y..., ya falta menos para vivirlo <strong>de</strong> nuevo.<br />

Omar Quintero Parra<br />

El <strong>de</strong>sgraciado inmortal<br />

Manuel, hombre humil<strong>de</strong>, se la pasa siempre borracho,y dice que borracho se siente “Inmortal”.<br />

Pareciera ser cierta esta afirmación, pues en más <strong>de</strong> un ocasión así lo ha <strong>de</strong>mostrado. Carpían<br />

su colega <strong>de</strong> juerga, dice que en medio <strong>de</strong> su borrachera, le entra la melancolía <strong>de</strong> los<br />

Sanfermines. Siendo capaz <strong>de</strong> enfrentar estampidas <strong>de</strong> autos en pleno movimiento como si<br />

fueran toros, gritando: ¡Soy inmortal, todavía no puedo morir, tengo una misión que cumplir!...<br />

Si no es por Carpían que siempre lo aparta para un lado ya hubiera estado bien enterrado el<br />

pobre Manuel. El verda<strong>de</strong>ro encierro en Pamplona llegó. Manuel ya iba en la <strong>de</strong>cimosegunda<br />

botella <strong>de</strong> vino, se encontraba listo en plena calle <strong>de</strong> San Nicolás, esperando a los verda<strong>de</strong>ros<br />

toros, su amigo y salvador Carpían no llegaba. De pronto se vio venir la caótica estampida <strong>de</strong><br />

fieras y hombres, tan pronto pasan los hombres, Manuel arremete con valentía y estupi<strong>de</strong>z a la<br />

manada <strong>de</strong> fieras, gritando: ¡Soy inmortal, todavía no puedo morir, tengo una misión que<br />

cumplir!... Estando Manuel a cinco metros <strong>de</strong> los toros, aparece su esposa lo aparta y le dice:<br />

“Claro <strong>de</strong>sgraciado, no te pue<strong>de</strong>s morir todavía, tienes que cumplir con el hogar\".<br />

Pablo García Martínez<br />

Una misma alma<br />

Moro veteado si es que los hay. El hombre, prolijo en su humil<strong>de</strong> camisa blanca; impecable en<br />

su humildad; dispuesto, valiente. Cascos pegando sobre los adoquines en retumbos nobles,<br />

como ecos <strong>de</strong> otras corridas mil veces más sangrientas y terribles, las corridas <strong>de</strong>l hombre que<br />

corre al hombre. Van el uno y el otro; aquel <strong>de</strong>sorientado entre empalizadas y empedrados,<br />

azuzado por los gritos y las manos en alto, cabeceando a diestra y siniestra como buscando la<br />

salida a su pesar; ¡es tan distinto todo en los prados, tan serenas las tar<strong>de</strong>s, tan rebosantes <strong>de</strong><br />

sosiego! Entre boinas enjutas y pintonas, como quien se sabe vencedor, el hombre se lanza a<br />

la carrera <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la tropilla, intentando ben<strong>de</strong>cir en la crisma al mismo diablo. Buscan sus<br />

yemas apoyarse entre los estiletes curvos <strong>de</strong> los cuernos algo bizcos. Buscan sus ojos los <strong>de</strong><br />

la bestia para amalgamar sus miedos; para confesar su temor sólo ante la <strong>de</strong>sesperada mirada<br />

<strong>de</strong>l toro. Y corren en ese amasijo <strong>de</strong> minotauros que escapan y tropiezan <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadamente,<br />

se atolondran en el remolino <strong>de</strong> gritos y mugidos <strong>de</strong>safinados que es el encierro. Toro y<br />

hombre perdidos en el callejón, como si los atravesara una misma alma.


Pablo Roncal Los Arcos<br />

La fiesta en un pañuelo<br />

El amanecer te sorpren<strong>de</strong> solo, olvidado, anudado en un banco. Todos te miran al pasar, y<br />

nadie se acerca. Arrugado, sucio y trasnochado, sé que tienes mil historias que contar. Recojo<br />

tus palabras. Días atrás, almidonado como nunca, el sol <strong>de</strong>l mediodía te ve agitarte en una<br />

nube <strong>de</strong> pólvora y alegría. Y <strong>de</strong> una mano te haces rosca en el cuello, y <strong>de</strong> otra mano te<br />

cuelgas <strong>de</strong> la pechera como una medalla, orgulloso, símbolo <strong>de</strong> la Pamplona en éxtasis.<br />

Empapado <strong>de</strong> todo, vives la fiesta muy cerquita <strong>de</strong>l corazón. Por las noches, <strong>de</strong>stiñes caricias<br />

<strong>de</strong>l rojo que todo lo inunda. Bajito, muy bajito, oyes palabras <strong>de</strong> amor entre <strong>de</strong>sconocidos. Y<br />

tapado sólo con el manto <strong>de</strong> las estrellas, te <strong>de</strong>rrites entre dos cuerpos ávidos <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo, sin<br />

<strong>de</strong>jar nada para mañana. Al alba, el miedo cosido en el cuerpo, entonas gargantas que cantan<br />

al santo. Y cuando el pavor corre <strong>de</strong>sbocado por el empedrado, cierras los ojos y, a veces,<br />

sientes la muerte a tus espaldas. Otrora icono <strong>de</strong> la fiesta, vives las horas más bajas<br />

maldiciendo tu soledad, enfilando sin remedio el ‘pobre <strong>de</strong> mí’. En mi bolsillo, lloras la<br />

<strong>de</strong>spedida... pero ya falta menos. San Fermín.<br />

Paloma Catalán Quijada<br />

Siete<br />

Alba. Cama. Sueño. ¡Tar<strong>de</strong>! Prisa. Hora. Siete. Ducha. Blanco. Rojo. Calle. Gente. Patxi.<br />

Juanma. ¿Karlos? Karlos. Todos. Pasos. Tiempo. ¡Vienen! Toros. Toros. Toros. Toros. Toros.<br />

Toros. Corro. Gente. Corro. Ansia. Corro. Huída. Corro. Miedo. Corro. Maña. Corro. Vivo.<br />

Corro. Calma. ¿Karlos? Karlos. ¿Juanma? Juanma. ¿Patxi? Patxi. Risas. Charlas. Vino. Bota.<br />

Tapas. Fiesta. Blanco. Rojo. Julio. Siete.<br />

Paloma Diez Temprano<br />

Destinos <strong>de</strong> arena<br />

Debía ser el único que no llevaba un pañuelo rojo en la ciudad. El chupinazo me <strong>de</strong>spertó <strong>de</strong><br />

mi ensoñación. __ Aquí, en Pamplona, en realidad ¿por qué corréis?__ le pregunté. Echando<br />

un trago se empezó a reír y su burla me enfureció. Se sentó a mi lado, olía a tabaco y a vino.<br />

Me enloquecía su <strong>de</strong>spreocupación. Descubrí que San Fermín era un paréntesis: los invitados,<br />

los extranjeros y los <strong>de</strong> la tierra, uniformados <strong>de</strong> fiesta, todos iguales, bajo la atenta mirada <strong>de</strong>l<br />

santo, se olvidaban <strong>de</strong> sus rutinas en la carrera hacia la arena. __ ¿Y tú no llevas el pañuelo?<br />

___Lo perdí. Bajó la cabeza y enseguida me miró <strong>de</strong> nuevo. Me aturdía su mirada o el humo<br />

<strong>de</strong>l bar, quizá era el cansancio, la alegría y las ganas <strong>de</strong> besarlo. Me acerqué más a él. __No<br />

me beses__ dijo al salir. Después le encontré cerca <strong>de</strong> la Casa Consistorial, abatido y con<br />

heridas en la piel, superficiales. Llevaba el pañuelo rojo en la mano. __No entiendo <strong>de</strong> verdad<br />

por qué corréis. __le dije anudándole el pañuelo en el cuello. __ Huimos <strong>de</strong> la muerte. Como<br />

todos, pensé. __Ya me pue<strong>de</strong>s besar __dijo él.


Pastor Orduz Cabrera<br />

El eco vigoroso<br />

La bruma es el anticipo <strong>de</strong> la vida en el chupinazo, pero aquí es el dolor por la ausencia <strong>de</strong> este<br />

año. Él, viejo y ya sin mar, me llama y me hermana en su historia: -Criollito, ya es suficiente mi<br />

sangre en las hojas que <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> ser blancas, en mi agonía sólo me anima el continuo<br />

renacer <strong>de</strong> San Fermines... Le insisto que vuelva a Pamplona, así sea el postrero <strong>de</strong> sus ecos<br />

vigorosos, pero la <strong>de</strong>cisión está en la bondad <strong>de</strong> sus palabras: -Es mejor que uno muera por la<br />

vía personal, y no que vean la <strong>de</strong>crepitud más dolorosa en la soledad <strong>de</strong> mis honores... Quise<br />

<strong>de</strong>spojarle <strong>de</strong> su rifle pero su mirada y su barba <strong>de</strong> peregrino me frenaron. Me pidió el silencio<br />

<strong>de</strong> los viajeros sin Caronte. Me pidió que enviara el mensaje al mesón <strong>de</strong> anteriores visitas<br />

suyas. Entonces, respiró hondo y brindó con whiskey y dijo: -Por el vino allen<strong>de</strong> este bosque <strong>de</strong><br />

robles. Y fue cuando su voz sonó más que el disparo certero y resonó bajo el chupinazo, como<br />

eco <strong>de</strong>l amigo ausente. No tuve valor para enviar su mensaje.En él pedía la vida y los amigos<br />

<strong>de</strong> siempre.<br />

Pedro De Andrés Ventosa<br />

Corpus y Joaquina.Mis abuelos 12 <strong>de</strong> julio<br />

En Merca<strong>de</strong>res hace una mañana fria, cuando faltan escasos minutos para el encierro. Javier<br />

se aparta unos metros <strong>de</strong> su cuadrilla, y piensa en sus abuelos que,orgullosos y<br />

preocupados,por el primer encierro, esperan en Telefonica. Recuerda, como le han inculcado el<br />

amor a sus tradiciones,al mantenimiento <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>rechos y a la libertad <strong>de</strong> ser, sentir y pensar<br />

propias. Con una sonrisa piensa en los encierros con sus amigos en el atrio <strong>de</strong> la<br />

iglesia,orgullosos ante los mayores. Mira a sus amigos con cariño, recordando las escapadas<br />

para correr las vaquillas y las riñas <strong>de</strong> las familias. Ahora,Javier se encomienda a San Fermin<br />

con la oracion <strong>de</strong> sus abuelos: A SAN FERMIN QUE ES TAN MAJO,LE PEDIMOS CADA<br />

DIA,QUE NO NOS FALTE EL TRABAJO CON BUEN HUMOR Y ALEGRIA !!SUENA EL<br />

COHETE,mi cuadrilla me llama, viene la manada y corremos<br />

Merca<strong>de</strong>rs,Estafeta,Telefonica(veo a mis abuelos orgullosos) y llegamos al plaza felicesy<br />

nerviosos por nuestro primer encierro. Ahora se por que mi abuelo me <strong>de</strong>cia que mientras haya<br />

un navarro habra Fiestas en honor <strong>de</strong> San FERMIN. !!VIVA SAN FERMIN!! !! GORA SAN<br />

FERMIN<br />

Rafael Bailón Ruiz<br />

La magia <strong>de</strong> San Fermín<br />

Fiestas <strong>de</strong> San Fermín:cada rincón pamplonica colapsado por gentes <strong>de</strong> diversos puntos <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> la geografía española. Con el pañuelo rojo anudado al cuello,disfruto <strong>de</strong> cada<br />

momento, sin saber a ciencia cierta su razón <strong>de</strong> ser: ligado al Voto <strong>de</strong> las Cinco llagas y<br />

martirio <strong>de</strong>l santo o simplemente forma <strong>de</strong> retar al morlaco. Cuesta <strong>de</strong> San Domingo hasta la<br />

plaza <strong>de</strong>l Ayuntamiento, con escasos refugios para retirarse o una hornacina con la imagen <strong>de</strong><br />

San Fermín son hechos que perduran en mi mente. Toros agrupados en manadas en busca <strong>de</strong><br />

la embestida frente a valientes corredores evitando peligrosos <strong>de</strong>rrotes con un servidor<br />

expectante y <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> no tener que lamentar víctimas. Sirvan estas líneas como muestra <strong>de</strong>l<br />

sentir hacia una ciudad y tradición que diez años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi primera visita me sigue<br />

llamando a gritos.


Rafael González Casero<br />

Sentir un sinsentido<br />

, es lo que me dijo Nacho durante la cena <strong>de</strong> aquél 6 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 2004.Sin ser pamplonica ni<br />

siéndolo, me dije para mis a<strong>de</strong>ntros, pues no es posible que racionalmente alguien pueda no<br />

sólo disfrutar, sino meramente justificar que el sufrimiento <strong>de</strong> un animal sirva <strong>de</strong> diversión para<br />

las personas. Ni el haber acompañado a mi padre a las corridas <strong>de</strong> la Ventas y verme ro<strong>de</strong>ado<br />

<strong>de</strong> casi treinta mil espectadores había cambiado mi forma <strong>de</strong> razonar y <strong>de</strong> sentir respecto a<br />

todo lo relacionado con los toros. San Fermín no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> ser para mí una fiesta convertida en<br />

internacional por el cachon<strong>de</strong>o que allí se vivía; el hecho <strong>de</strong> que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> al<br />

lado hasta los llegados <strong>de</strong> las antípodas se congregasen en Pamplona unos dias <strong>de</strong> julio, no<br />

tenía nada que ver con que allí se pudiese vivir algo especial en torno al toro. Sin esperarlo, sin<br />

creerlo, comencé a sentir primero aquello, a intentar razonarlo <strong>de</strong>spués. No me pregunten por<br />

qué,pero algo se alteró en mi aquél verano. Des<strong>de</strong> entonces, no me toquen San Fermín.<br />

Ramón Santana González<br />

El catorce ocho mil<br />

Fritz teme una noche que sabe va a ser muy larga. La tienda parece <strong>de</strong> papel a cuarenta<br />

grados bajo cero. Los ojos se cierran y en <strong>de</strong>fensa propia recuerda una calida noche <strong>de</strong>l 10 <strong>de</strong><br />

julio. Han cenado bien, ahora el pacharán ha <strong>de</strong>samorzado su torpe lengua suiza y conversa<br />

con Olatz sobre los pormenores <strong>de</strong>l encierro <strong>de</strong> mañana. Olatz ha corrido en trece ocasiones, y<br />

salvo algún tropezón, siempre salío in<strong>de</strong>nne. - La curva <strong>de</strong> estafeta. ten cuidado con la curva<br />

<strong>de</strong> estafeta. La carrera es limpia. - En la curva cuando el último toro pasó tan cerca me pareció<br />

<strong>de</strong> hielo. Hace frío, <strong>de</strong>masiado frío y la noche aún está empezando. Fritz quiere volver al sueño<br />

pero el toro <strong>de</strong> hielo le muer<strong>de</strong> los pies. la curva <strong>de</strong> estafeta está en el Annapurna.<br />

Ramón Zarragoitia Mezo<br />

En la curva <strong>de</strong> Estafeta<br />

Jeremy no pue<strong>de</strong> moverse ni recordar. Está tumbado en la curva <strong>de</strong> Estafeta bajo una inmensa<br />

barrera gravada con la imagen <strong>de</strong> San Fermín. Mira hacia Merca<strong>de</strong>res. “Oh, God”, suspira.<br />

Teme apurar sus últimos instantes en este mundo. De entre la multitud que se aproxima<br />

enfebrecida escoge al cabeza <strong>de</strong> manada: seiscientos kilos, ojos <strong>de</strong>sorbitados, astifino,<br />

espuma por los ollares. “The Killer”, piensa el joven <strong>de</strong> Newcastle. Daisy lo convenció para<br />

viajar a Pamplona. Hemingway, Fiesta, vino... y los malditos TOROS. “You, Bitch!”, le <strong>de</strong>dica.<br />

Comienza a asumir que morirá pasadas las ocho <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong> este nueve <strong>de</strong> julio. Solo.<br />

Corneado contra el pavimento. “Why me?”, se lamenta. Toca encarar el triste final. Jerry se<br />

recuesta dignamente a los pies <strong>de</strong>l Patrón y dice adiós a todos y a todo... Pero una soga cae<br />

<strong>de</strong> pronto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un balcón. Dos ángeles con pañuelico le hacen señas para que se aferre; ellos<br />

lo sacarán <strong>de</strong>l apuro. Jeremy apenas pue<strong>de</strong> creerlo. Ha oído hablar <strong>de</strong> la otra cara <strong>de</strong><br />

Sanfermines: la <strong>de</strong> la Solidaridad. Ahora compren<strong>de</strong>. No se lo piensa <strong>de</strong>masiado; tampoco<br />

queda tiempo. Atrapa con ansia la cuerda <strong>de</strong> vida y aprovecha su segunda oportunidad.


Raquel María Saralegui Sticco<br />

Pañuelo rojo<br />

Camino las callejuelas <strong>de</strong>l casco antiguo por primera vez; respiro ancho, profundo, las vísperas<br />

<strong>de</strong> los Sanfermines en las vidrieras, en el cielo <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>rines, en las pizarras <strong>de</strong> las tabernas.<br />

Voy tarareando los versos que aprendí <strong>de</strong> chico, en mi casa <strong>de</strong> la Argentina: “A Pamplona<br />

hemos <strong>de</strong> ir”. A una cuadra <strong>de</strong> andar, le digo a mi mujer que espere, entro en un negocio.<br />

Salgo con un pañuelo rojo como el que usaba papá cuando veíamos los encierros por<br />

televisión. “Ya tengo todo”, le digo poniéndomelo al cuello. Ella lo anuda, que me queda pintado<br />

dice dándome un beso, y entra a comprar otros para llevarles a los chicos. El abrazo que me<br />

da al salir, supongo, es porque ve algo cruzado en mis ojos: que papá sin conocer la tierra <strong>de</strong><br />

sus padres, y ser yo el que corra por las calles que corrió, <strong>de</strong> joven, un abuelo que no conocí.<br />

“¿Y qué más?”, pregunta ella. “Que los chicos crecen tan rápido”, le digo ajustándome el<br />

pañuelo.<br />

Raúl Lasa Calle<br />

De la mano <strong>de</strong> un Gigante<br />

Las figuras danzaban al son <strong>de</strong> los gaiteros. La Reina africana flirteaba con el Rey europeo; el<br />

Rey asiático invitaba a bailar a la Reina americana; y la Reina europea, celosa <strong>de</strong> su marido,<br />

ponía ojitos al barbudo Rey africano. A dos metros <strong>de</strong> sus cabezas, Caravinagre la emprendía<br />

con una niña <strong>de</strong> coletas que se escondía tras la pierna <strong>de</strong> su abuelo y Napoleón guiaba a sus<br />

compañeros tras un grupo <strong>de</strong> mocosos rebel<strong>de</strong>s. Era el día 14 al mediodía. Un año más,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> siglo y medio, los Gigantes y su séquito <strong>de</strong> Zaldikos y Kilikis iban a ocultarse otra<br />

vez tras las puertas <strong>de</strong> su flamante hogar, estrenado hace menos <strong>de</strong> tres años. El espectáculo<br />

llegaba a su fin. Miguelito lo observaba todo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su silleta y pensó que era su momento. Se<br />

bajó <strong>de</strong> su silla, corrió todo lo que le permitieron sus cortas piernas y alcanzó su objetivo. Se<br />

echó la mano a la boca, tiró <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>nita y colgó su chupete en la mano <strong>de</strong>l Rey europeo<br />

cuando éste paró para <strong>de</strong>scansar. Luego, con una mirada traviesa, miró a su papi, orgulloso <strong>de</strong><br />

haber sido capaz él solito <strong>de</strong> quitarse el ‘tete’.<br />

Raul uriszar-aldaca ordiales<br />

Mi particular San Fermín<br />

Son las 8 <strong>de</strong> la mañana. Es domingo. La calle Estafeta esta a rebosar. Hace un ratito que sonó<br />

el chupinazo indicando que vienen las bestias a la carrera. Me late el corazón a 200 por hora.<br />

Doy unos saltitos intentando estirar los músculos para el momento apropiado. Me empujan. No<br />

me amedrento y me abro hueco <strong>de</strong> nuevo. Es vital que este al tanto. Pasan legiones <strong>de</strong><br />

personas corriendo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí. No consigo ver a la manada <strong>de</strong> bichos <strong>de</strong> color azabache<br />

aproximándose. ¡¡¡Hay están!!!. Respiro profundo. Me preparo para el momento. Mi corazón se<br />

<strong>de</strong>sboca y el sudor inunda mi frente. Pasan como una exhalación… Veo a un tipo menudo caer<br />

<strong>de</strong> bruces contra el empedrado. Alargo mi brazo por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la talanquera y tiro <strong>de</strong> el hacia la<br />

protección en la que estoy. Enseguida algunos compañeros acu<strong>de</strong>n en mi ayuda. Tras un<br />

primer examen, nada grave. Golpes, alguna pequeña cicatriz en la cara y un diente perdido.<br />

Tras asistirle, se levanta emocionado y me abraza, para per<strong>de</strong>rse en la lejanía entre la multitud.<br />

Recojo el equipo medico. Me quito la chaqueta <strong>de</strong> la Cruz Roja. Por hoy se ha terminado mi<br />

particular San Fermín…


Rebeca Jabonero Avilés<br />

Que te pilla el toro<br />

Me parece imposible estar aquí ahora. Y sentirme como me siento. Mis pulmones se han<br />

fundido con el latir <strong>de</strong> mi corazón y el oxígeno es tan solo una burbuja <strong>de</strong> aire en mi falta <strong>de</strong><br />

aliento. Mis músculos apenas pue<strong>de</strong>n seguir el ritmo <strong>de</strong> mi respiración, y las piernas se me<br />

mueven por inercia…sin rumbo fijo ni dirección. Los ojos <strong>de</strong> la bestia me <strong>de</strong>safían contándome<br />

toda su historia. Apenas puedo fijar mis pupilas en su rostro que parece gritar auxilio y<br />

venganza. Solo quiero seguir corriendo sin <strong>de</strong>tenerme a mirar nada, a escuchar nada…quiero<br />

que mis brazos sean mis piernas, y como un animal, po<strong>de</strong>r correr eternamente, sin <strong>de</strong>tenerme,<br />

sin observar… La arena se está comiendo mis pies como si fueran goma gastada <strong>de</strong> una rueda<br />

<strong>de</strong>masiado vieja. Y mi corazón se ha lanzado al vacío <strong>de</strong> mi estómago cerrado para avisarme<br />

<strong>de</strong> que ya es <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. La sangre emana <strong>de</strong> estos ojos que no volverán a llorar nunca<br />

en esta arena; mientras el novillero me avisa con su sonrisa que la tar<strong>de</strong> ha sido un éxito. Me<br />

parece imposible estar aquí. Me parece imposible tener que morir.<br />

Ricardo Izquierdo García<br />

Un sueño infinito<br />

Son las diez y media <strong>de</strong> la mañana y acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar. El sol ya ha salido por don<strong>de</strong> nos<br />

tiene acostumbrados, pero intuyo que hoy no es un amanecer cualquiera. Mientras trato <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sperezarme, miro por la ventana y veo gente pasar por mi querida Calle Estafeta.Veo gente<br />

con la alegría grabada en su rostro, con un caminar seguro <strong>de</strong>l que se conoce el rumbo,<br />

caminan firmes hacia el principio <strong>de</strong> un sueño infinito, un sueño teñido <strong>de</strong> blanco y rojo que<br />

siempre se hace realidad y <strong>de</strong>l que nadie quisiera <strong>de</strong>spertar nunca. Me quiero unir a ese sueño.<br />

Somos riadas <strong>de</strong> gente que canta y baila sin parar. Me siento como una pieza más <strong>de</strong> un<br />

puzzle, piezas que <strong>de</strong>ben ser encajadas perfectamente para crear algo sublime: Alegría. Me<br />

acerco al Ayuntamiento y huele a fiesta. De repente, una gran explosión. Pamplona se ha<br />

convertido en el centro <strong>de</strong>l Universo. Todas las piezas encajan. Son las doce y un minuto; no<br />

me quiero <strong>de</strong>spertar nunca.<br />

Roberto San Martín San Julián<br />

Sanferbook<br />

Sanfermines 2010: Quedan 30 días Fermín Lizaso asistirá a cena 6º escalón A Fermín Lizaso<br />

le gusta yo también tengo un hueco en el armario para la ropa <strong>de</strong> San Fermín; Mamáaaaa,<br />

¿dón<strong>de</strong> está el pañuelo que no lo encuentro? Fermín Lizaso se ha unido al grupo Cómprate<br />

algo para encima que por las noches en San Fermín refresca; Yo quiero que Caravinagre tire el<br />

chupinazo. Fermín Lizaso asistirá al Chupinazo. A Fermín Lizaso le gusta A mí también me han<br />

incautado los huevos; El Riau-Riau no existe son los padres; Yo también he comprado objetos<br />

brillantes en los fuegos; Los guiris en Pamplona brotan <strong>de</strong> los jardines en julio; yo mezclo los<br />

kubatas en la bota. Sanfermines 2010: Felices fiestas. Fermín Lizaso se ha unido al grupo:<br />

Colecta para comprar una verga al cabezudo japonés; Yo también llevo la faja por fuera <strong>de</strong>l<br />

coche; Ya no canto El rey en la plaza por si me cobra la SGAE; A mí también me ha tocado<br />

una lata <strong>de</strong> melocotón en la tómbola. A Fermín Lizaso le gusta: Yo he salido vestido <strong>de</strong> blanco<br />

el día 15; Señoras que corren el encierro <strong>de</strong> la villavesa. Sanfermines 2011: Ya queda menos


Roberto Vidaurre Lorenzo<br />

6 <strong>de</strong> Junio. El dia D.<br />

Me <strong>de</strong>spierto sobresaltado. Miro el reloj <strong>de</strong> la mesilla, las 6 y media <strong>de</strong> la mañana. Es extraño.<br />

Ayer apenas podía conciliar el sueño y hoy me <strong>de</strong>spierto 45 minutos antes <strong>de</strong> que suene el<br />

<strong>de</strong>spertador. Rápidamente miro por la ventana, sol y nubes… Para variar. Tras pasar unos<br />

minutos mirando, comienzo a experimentar la misma sensación que hace un año. Ese<br />

cosquilleo intenso, unas inexplicables ganas <strong>de</strong> gritar al cielo, <strong>de</strong> saltar y abrazar a todo el<br />

mundo... Entonces, oigo un suspiro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cama. –“Es pronto, ¿Ya no aguantas más?” Es la<br />

primera vez que me ve así ya que nos conocimos hace casi un año… De hecho, sólo faltan 3<br />

días para hacer un año juntos. Sólo puedo sonreírle con complicidad. Voy a ducharme. Hasta<br />

este acto rutinario se convierte en nuevo y especial. Antes, busco entre mis discos. Aparto el<br />

polvo que lo cubre y le doy al “play”. Subo el volumen a pesar <strong>de</strong> las posibles consecuencias.<br />

Todo el bello <strong>de</strong> mi cuerpo se eriza con el primer acor<strong>de</strong>. Suena <strong>de</strong> fondo El Clarín <strong>de</strong> Fiestas.<br />

Miro la ropa. Blanca, inmaculada. Ahí está el pañuelo. En ese momento, pienso: ¡¡No falta<br />

nada!!<br />

Rodrigo Esteban Gonzalez Reyes<br />

El juicio <strong>de</strong> San Fermín<br />

Mis ojos están posados con firmeza en los corralillos. “A San Fermín pedimos por ser nuestro<br />

patrón, nos guie en el encierro, dándonos su bendición. Viva San Fermín! Viva!”. La mañana es<br />

clara, el rojo y el blanco <strong>de</strong> los corredores estallan a mí alre<strong>de</strong>dor. Puedo escuchar el golpeteo<br />

<strong>de</strong> los pies sobre los adoquines, y <strong>de</strong>trás, como un metrónomo gigantesco, los cascos<br />

furibundos marcando el ritmo <strong>de</strong> mis latidos afanados mientras mis piernas <strong>de</strong>safían la cuesta.<br />

Sus resoplidos me hallan en Merca<strong>de</strong>res. Pasan todos menos uno. Me alejo hacia el vallado y<br />

justo allí, cuando siento los ma<strong>de</strong>ros en mis manos, lo veo venir. Negro, enorme, parece nacido<br />

<strong>de</strong> tierra fértil, una aparición <strong>de</strong> una noche sin estrellas. Intempestivamente se gira y se planta<br />

frente a mí. Estoy atrapado! Su cara se posa en la mía, sus ojos profundos me traspasan,<br />

siento que pue<strong>de</strong> leer en mi alma. Su aliento me cubre y por un instante puedo sentir su fuerza,<br />

su po<strong>de</strong>r, su orgullo. Gira su cabeza, veo el pitón, el arma <strong>de</strong>l juicio. Pero la suerte ya está<br />

echada. Con una última mirada ausente, se retira. Sigue su carrera. Sigue el encierro. Ay San<br />

Fermín!<br />

Rogelio Salazar <strong>de</strong> León<br />

El riesgo<br />

Decantarse por los mensajes enviados por el carpintero <strong>de</strong> Nazaret y ser hijo <strong>de</strong> un cónsul <strong>de</strong><br />

Roma durante la época <strong>de</strong> Diocleciano, ya pue<strong>de</strong>n ser algunas señas <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad, si a eso se<br />

agrega que se ostenta por nombre la Firmeza, se tiene el diseño completo <strong>de</strong> un <strong>de</strong>stino que<br />

se avecina a la catástrofe. Entonces, partir a Francia era partir a la Galia, provincia que por<br />

aquellos días no había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ser un afilado tumulto, sumar a esto el filo <strong>de</strong> una lengua<br />

capaz <strong>de</strong> provocar, capaz <strong>de</strong> pinchar, capaz <strong>de</strong> seducir no es un acto que haya <strong>de</strong> quedar sin<br />

pagar un precio recargado y gravoso. De aquel viaje a través <strong>de</strong>l Pirineo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> los rigores<br />

normales, cabe imaginar algunas escenas que pudieron ser frecuentes y hasta reiteradas, una<br />

<strong>de</strong> ellas bien pudo ser <strong>de</strong> índole pastoril, y que enmarque al Firme peregrino atravesando una<br />

pra<strong>de</strong>ra empeñado en una marcha inquebrantable y equipado <strong>de</strong> un ánimo imperturbable,<br />

ro<strong>de</strong>ado por robustos bovinos <strong>de</strong> aspas finas y <strong>de</strong>smedidas; el lance pudo suce<strong>de</strong>r sin que<br />

fuese buscado por el hombre ni por el animal, lo cual no impi<strong>de</strong> que sea un presagio <strong>de</strong> lo que<br />

convoca.


Rosana Alonso F<strong>de</strong>z-García<br />

La foto<br />

Después <strong>de</strong> evitarlo durante todo este tiempo, ahora he <strong>de</strong>cidido or<strong>de</strong>nar las fotografías y<br />

colocarlas en los álbumes que compré antes <strong>de</strong> que las cámaras digitales los volvieran<br />

obsoletos, como mi vieja reflex. Creo que te gustaría, las he clasificado por año, mes y lugar.<br />

Mientras veía las imágenes que tomé aquellos San Fermines, tú cantando con un grupo <strong>de</strong><br />

americanos, tú bebiendo, tú sonriendo a la cámara con la inocencia absoluta <strong>de</strong> no saber, se<br />

ha caído al suelo una fotografía que no recordaba, creo que yo no capté esa instantánea, la<br />

calidad es baja y está movida. Apareces corriendo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un toro, sé que es un toro, pero,<br />

por un instante, he visto una sombra negra <strong>de</strong> la que huías. El toro no te atrapó pero a ella no<br />

pudimos engañarla.<br />

Ruben Coiras Soto<br />

Alegría concentrada<br />

Se hacía tar<strong>de</strong> para partir, abajo esperaban mis amigos con el coche, <strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> hacer <strong>de</strong><br />

nuevo esos kilometros para llegar a ese lugar mágico. Tras el portazo, una voz; \"Tened<br />

cuidado\", remarcaba mi madre una vez mas. Dentro <strong>de</strong>l coche, ya en ruta, nos contagiabamos<br />

los unos a los otros la alegría concentrada, y broma tras broma haciamos que el viaje no<br />

pesara tanto. En esta situación siempre se repetía lo mismo, siempre hablamos <strong>de</strong> la<br />

experiencia <strong>de</strong>l año anterior, <strong>de</strong> los ligues, <strong>de</strong> lo bien que comimos en aquel sitio. Era una<br />

sensación homogénea y correspondida, era la ilusión <strong>de</strong> cada año. Una ilusión que iba mas allá<br />

<strong>de</strong> un simple viaje. Son <strong>de</strong> esos momentos que no cambias por nada. Risas y diálogos que<br />

quedan forjados en cada uno <strong>de</strong> nosotros año tras año. Tuvimos esta i<strong>de</strong>a hace ya unos siete<br />

años, cuando se propuso todos o casi todos dudabamos, hoy en día hasta pedimos vacaciones<br />

en el trabajo para no faltar a la cita. Digamos que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> nosotros existe ese<br />

magnetismo que a principios <strong>de</strong> Julio nos lleva y nos conduce por esas calles, por esas plazas.<br />

Tan apreciadas y tan queridas.<br />

Sagrario Loinaz Huarte<br />

La espera<br />

El aroma a café recién hecho inunda la habitación. La señora María, termina <strong>de</strong> planchar el<br />

pañuelo y lo <strong>de</strong>ja al lado <strong>de</strong>l pantalón y la camisa blanca. Seguidamente, sale al viejo balcón<br />

que da a la calle Estafeta y, apoyada en la barandilla, mira el ambiente sanferminero, mientras<br />

espera a que su hijo llegue para cambiarse <strong>de</strong> ropa y participar en el primer encierro. Tras una<br />

impaciente espera… Comienzan a limpiar las calles… Retiran a los no aptos para correr… La<br />

alcal<strong>de</strong>sa hace su paseo… Tercer cántico a San Fermín… Suena el cohete… Pasan los mozos<br />

corriendo… El último toro entra a la plaza… ¡Final <strong>de</strong>l encierro! —Hoy no ha podido venir —se<br />

dice María a sí misma, con los ojos hume<strong>de</strong>cidos y el rostro afligido. Se retira <strong>de</strong>l balcón y<br />

espera con vehemente ilusión la jornada siguiente. Y así cada día hasta el 14 que, una vez<br />

acabado el encierro, María dobla la ropa cuidadosamente y la guarda en el armario, entre<br />

nectarinas, hasta los próximos Sanfermines. Sobre el pañuelo rojo, coloca la foto <strong>de</strong> su hijo y<br />

un amarillento recorte <strong>de</strong> periódico: ´´ Un corredor muere aplastado por un toro en la curva <strong>de</strong><br />

Estafeta´´


Salvador Robles Miras<br />

El toro <strong>de</strong> San Fermín<br />

‘Revoltoso’ se remueve inquieto en los toriles minutos antes <strong>de</strong> que comience la primera<br />

corrida <strong>de</strong> los Sanfermines. Él no es un toro cualquiera, no sólo por haber sido escogido para<br />

ser lidiado en un coso como el <strong>de</strong> Pamplona, sino porque es un animal dotado <strong>de</strong> una facilidad<br />

pasmosa para apren<strong>de</strong>r. Sin ir más lejos, en los últimos días ha aprendido cómo vencer a su<br />

enemigo. Su colega <strong>de</strong> la <strong>de</strong>hesa, ‘Valiente’, quien increíblemente salvó la vida por su bravura<br />

en una memorable contienda con el torero que le toreará hoy a él, le ha aleccionado<br />

convenientemente: “Cuando da el pase <strong>de</strong> pecho, siempre <strong>de</strong>scubre el costado <strong>de</strong>recho.<br />

Cornéale entonces”. Comienza la corrida. En los siguientes minutos, entre los olés <strong>de</strong>l público,<br />

‘Revoltoso’ soporta con valentía el castigo y los muletazos. Se aproxima el momento <strong>de</strong>cisivo.<br />

El torero da el pase <strong>de</strong> pecho, y <strong>de</strong>ja el flanco <strong>de</strong>scubierto, pero ‘Revoltoso’ <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> no<br />

cornearle. Si lo hiciera, moriría con <strong>de</strong>shonor, y como proclama Tauro: “Es más noble morir que<br />

matar”. Morirá. Es más noble. ‘Revoltoso’, con la testuz inclinada, se dispone a recibir la<br />

estocada final. San Fermín jamás olvidará a un toro como él.<br />

Sandra Cecilia Bolatti Beltramo<br />

No fue sin querer<br />

Ella era niña, sabía que algo <strong>de</strong> su sombra, y algo <strong>de</strong> su ser, tenían un significado. No quiso<br />

que el verbo <strong>de</strong>jara color en su cabello. Sentía miedo cuando atravesaba veredas <strong>de</strong> sinceridad<br />

en alta velocidad. Y cada siete <strong>de</strong> julio creía que <strong>de</strong>saparecería, que cada segundo <strong>de</strong> ese día<br />

le traería algo a su vida que ella no quería, lloró amargamente sin darse cuenta que su nombre<br />

era Rita Fermina.<br />

Santiago Navascués Ladrón<br />

¡Soy un toro!<br />

Una explosión rasga el cielo. Se abren las puertas. Me a<strong>de</strong>lanto a mis hermanos. Cientos <strong>de</strong><br />

cuerpos ascien<strong>de</strong>n calle arriba, buscándome con la mirada. Les doy alcance. No tienen nada<br />

que hacer frente a mí. Nosotros somos fuertes, po<strong>de</strong>rosos, veloces, bravos, valientes…<br />

¡Somos toros! Algunos se interponen en mi recorrido. Aprieto los riñones, prenso mis dientes,<br />

pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> mi boca espumarajos albos. Sienten mis pitones en sus espaldas, siento su miedo<br />

empapado en sudor. Se apartan. Tropiezan. Caen al suelo. Alguien osa tocar mi cuello. Derroto<br />

a mi izquierda. Rápido, seco, certero. Atravieso un muslo. Entintado mi pitón grana. ¡Soy un<br />

toro! Desciendo hacia un callejón angosto. Un inmenso ruedo nos recibe. Cientos <strong>de</strong> humanos<br />

me ro<strong>de</strong>an. Me revuelvo. Amenazo con atravesarlos. Puedo con todos. Uno <strong>de</strong> ellos me cita<br />

con un trapo. Pisa mi terreno. Le consiento todo salvo eso. Arremeto furioso contra él. Se<br />

interna en un callejón oscuro. Desaparece. Ansío <strong>de</strong>strozarlo. ¡Soy un toro! Llego a un corral<br />

espacioso, algún árbol en su interior. Pronto aparecen mis hermanos, sudorosos. Estamos<br />

solos, nadie molesta. Éste será nuestro lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso. Pobre <strong>de</strong> aquel que se atreva a<br />

encararme nuevamente. Será su vida o la mía. ¡Soy un toro!


Sergio De La Marta Cienfuegos<br />

To Saint Fermín We Ask For<br />

Había pasado <strong>de</strong>masiado tiempo y no estaba dispuesto a faltar <strong>de</strong> nuevo a una cita que la<br />

distancia le había obligado a posponer año tras año hasta sumar veinte. La noche la pasó<br />

inquieto. Logró aplacar los nervios durante el ritual <strong>de</strong> vestirse <strong>de</strong> blanco, ceremonioso como<br />

un diestro en su tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> alternativa. En la calle, compró la primera edición <strong>de</strong>l periódico en un<br />

quiosco <strong>de</strong> prensa cerca <strong>de</strong> casa y se perdió entre la muchedumbre. En el recorrido, a falta <strong>de</strong><br />

unos segundos para empezar a correr, se hizo un hueco dando saltitos entre el resto <strong>de</strong> la<br />

gente. A las ocho en punto, se aferró al New York Times que tenía enrollado en su mano<br />

<strong>de</strong>recha, y cuando el semáforo se puso en ver<strong>de</strong> echó a correr por la Quinta Avenida<br />

perseguido por una marea <strong>de</strong> furiosos taxis amarillos, ante la incrédula mirada <strong>de</strong> una multitud<br />

incapaz <strong>de</strong> encontrar explicación a aquella carrera.<br />

Silvia Hual<strong>de</strong> Arana<br />

Sentimientos en blanco y rojo<br />

NERVIOS, que ya se acerca el día… Hay que preparar la ropa, el parné, el cuerpo… ¿y las<br />

ganas?… no hace falta… ¡¡¡porque sobran!!! JÚBILO, ¡que ya empieza la juerga! Todos saltan,<br />

ríen, bailan. ¡Abrazos, besos, alegría! AGOBIO, que aquí no cabe un alfiler, pero no importa,<br />

dale un sorbo más a ese katxi que llevas entre las manos. RESPETO, que ya sacan al Santo<br />

en procesión acompañado por la música que no falta en estos días. HERMANDAD, que vengas<br />

<strong>de</strong> don<strong>de</strong> vengas aquí hay sitio para todos y el buen rollo nunca va a faltar. AMOR, que<br />

muchos saben lo que es enamorarse en estas fiestas. Es mágico, divertido y saludable. Y si<br />

bien no suele ser para siempre, ¡¡¡que nos quiten lo bailao!!! ILUSIÓN, en las barracas, los<br />

fuegos, los conciertos, los juegos, la tómbola, las txarangas… ADRENALINA, ¡corre en el<br />

encierro y lo sabrás! Un buen concierto en la plaza <strong>de</strong> los Fueros también te pone las pilas. Y<br />

por las tar<strong>de</strong>s, métete por la estafeta a la salida <strong>de</strong> las peñas, ¡verás qué subidón! TRISTEZA,<br />

que ya llega el final, pero… ¡No pasa nada! ¡Vuelve el año que viene a SENTIR los SAN<br />

FERMINES!<br />

Soledad Gallardo Lucena<br />

Tomar y compartir<br />

Los camareros se <strong>de</strong>sfogan en una <strong>de</strong> las calles…, una imagen al azar que se repite en varios<br />

rincones a lo largo <strong>de</strong> la noche. Botan, cantan y bailan ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> amigos, conocidos,<br />

turistas, feriantes o enamorados <strong>de</strong> las fiestas con pañuelo rojo. A tres metros <strong>de</strong>scansa<br />

abrazada, inmóvil y exhausta, una pareja como estatua sagrada; ambos jóvenes reposan muy<br />

juntos sobre las mochilas y sus sacos. Los restauradores transmiten alegría <strong>de</strong>sbordante y la<br />

pareja -muy digna sobre el suelo- ternura contagiosa. Aquí en perfecta armonía confluyen el<br />

sueño y la vigilia, el reposo y el <strong>de</strong>senfreno, como nunca en una fiesta <strong>de</strong>l todo popular. Dentro<br />

<strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s y pequeñas tascas reina idéntico espíritu libre y los llenos nunca lo son <strong>de</strong>l todo,<br />

siempre surge el hueco don<strong>de</strong> reina la voluntad <strong>de</strong> agradar y compartir. Cualquier interesado<br />

alcanza la barra para elegir un <strong>Príncipe</strong> <strong>de</strong> <strong>Viana</strong> y el abrazo <strong>de</strong>l primo o la amiga apostada al<br />

fondo <strong>de</strong>l local. Un cliente <strong>de</strong> cada peña <strong>de</strong>sembucha el importe marcado con tiza en la pizarra<br />

negra mientras vuelan los calimochos, los minis, los bocatas <strong>de</strong> chistorra o <strong>de</strong> chorizo <strong>de</strong><br />

Pamplona. La caja sube y… “¿los camareros?” Fuera, es San Fermín.


Sonia González Rúa<br />

Esperando está la plaza<br />

De rojo tiñen tus calles fajines y pañuelos, rojo <strong>de</strong> vino tinto, <strong>de</strong> chistorra y ajoarriero. Culturas<br />

<strong>de</strong> otros mundos, <strong>de</strong> otras razas y otros pueblos, en tus plazas se aúnan juntos para festejar al<br />

santo moreno. Los brazos enternecidos <strong>de</strong> esta madre pamplonesa acogen en su seno chico a<br />

hijos <strong>de</strong> otras tierras. Ya se acerca la hora gran<strong>de</strong>, <strong>de</strong>l encierro resuenan ecos, Pies y patas<br />

expectantes, el aire llenarán <strong>de</strong> truenos. Tres cantos el alba rasgan, mil voces en un solo grito,<br />

silencio roto por manos con dagas <strong>de</strong> papel escrito. A tu imagen se encomiendan y ante tu<br />

hornacina rezan, para que las calles no se bañen con el rojo <strong>de</strong> sus venas. Des<strong>de</strong> Santo<br />

Domingo seis astados, a la llamada <strong>de</strong> la pólvora, sembrarán los empedrados <strong>de</strong> carreras a la<br />

aurora. Mansos cabestros les guían cencerreando sus gargantas, protegiendo la manada <strong>de</strong><br />

ilusiones malogradas. Por Merca<strong>de</strong>res asoman pastoreando a los mozos, barriendo los últimos<br />

bueyes a los toros perezosos. Des<strong>de</strong> Estafeta a Telefónica ruge el mar bravío rompen en las<br />

piedras navarras olas <strong>de</strong> toro y gentío. En el coso las miradas en puerta y cielo esperando que<br />

San Fermín no <strong>de</strong>je hoy ninguna madre llorando<br />

Sonia Goyeneche Alonso<br />

Un brindis<br />

Que se pare el mundo, que los <strong>de</strong> Pamplona, ¡nos bajamos! Abrimos un parentesis a nuestras<br />

vidas, <strong>de</strong>jamos fuera la dichosa crisis... y <strong>de</strong> frente tenemos 8 días <strong>de</strong> fiesta sin igual. Para los<br />

que somos <strong>de</strong> aqui, y para todo el que quiera acercarse. Porque seamos gran<strong>de</strong>s o pequeños;<br />

nos gueste acompañar a los gigantes o correr <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> cara vinagre, o cantar una jotica a<br />

nuestro patrón, o madrugar cada día para correr el encierro; o seamos <strong>de</strong> los que disfrutamos<br />

<strong>de</strong> la txaranga o <strong>de</strong> una buena orquesta... o seamos <strong>de</strong> los que disfrutamos <strong>de</strong> los fuegos con<br />

un buen bocata.. o incluso si somos <strong>de</strong> los que nos escapamos en busca <strong>de</strong> soy y playa.. para<br />

todos empiezan las fiestas. Porque aun sin quererlo, en estos días <strong>de</strong> julio,al oir un cohete, al<br />

anudar a nuestro cuello un pañuelico rojo o al oir la música <strong>de</strong> las charangas, algo nos baila por<br />

<strong>de</strong>ntro... incluso a mi abuela con 88 años, se le alegran los ojillos... porque mañana es ¡san<br />

fermin!... Levantemos la copa y brin<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>seandonos a todos, ¡felices fiestas!<br />

Sonia Rico Trujillo<br />

Descubrimiento<br />

Emoción, Peligro, Tumulto, Confusión, Incertidumbre y Sentimiento subieron mi adrenalina<br />

.Acabó el encierro y me hice a un lado para recuperarme con la respiración entrecortada,<br />

oteando, en busca <strong>de</strong> mis compañeros, sin éxito. En ese torbellino di con sus ojos coronados<br />

por un flequillo negro, sus ojos oscuros me sonrieron y toqué el cielo, mi corazón se <strong>de</strong>sbocó<br />

más si cabe, el vello se me erizó…avancé hacia ella seguro y me recibió a su lado con una<br />

sonrisa cálida, entonces lo entendí todo: sabía que allí empezaba el resto <strong>de</strong> mi vida, que ya<br />

nada sería igual. Sentí mis instintos más cerca que nunca <strong>de</strong> mí, me sentí tan cerca <strong>de</strong> mí<br />

como nunca , como si acabara <strong>de</strong> conocerme; esta era la verdad , este era yo , sin tapujos , la<br />

fiesta me hizo <strong>de</strong>scubrirme y ya nada volvería a ser igual <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esa intensa emoción :<br />

para siempre en mi corazón , tú Irene y los San Fermines.


Teresa Majeroni Sánchez<br />

La extremaunción<br />

Podía <strong>de</strong>cirse que sólo vivía siete días al año. El resto, dormitaba, aletargado, cumpliendo el<br />

ritual <strong>de</strong> su trabajo diario. Madrugar –hasta la “extremaunción”, como su cuerpo <strong>de</strong>cía–,<br />

empuñar su carro y barrer. Botellas, latas y otras cosas salían gracias a él <strong>de</strong> las vidas <strong>de</strong><br />

tantos viandantes. Pero llegaba el 7 <strong>de</strong> julio y todo cambiaba. Pedía días libres, cogía el tren y<br />

se acercaba a Pamplona. Como un torero se vestía primorosamente, con parsimonia y<br />

seriedad. Sacaba <strong>de</strong> una caja que sólo abría siete veces al año unos pantalones y una camisa<br />

inmaculados que guardaba religiosamente. Se armaba con un periódico que había elegido<br />

durante el año, para correr con un objetivo señalado, y aguardaba al cohete. Tensión, el pisar<br />

<strong>de</strong> la manada, la lengua seca, sus latidos, ese inconfundible olor –era increíble, pero los olía–,<br />

la luz <strong>de</strong>l sol en la entrada al callejón, la sombra <strong>de</strong> unos pitones... el miedo. Todos estos<br />

sentidos eran sus compañeros. Nunca se lo había confesado a nadie, pero en el fondo soñaba<br />

con su minuto <strong>de</strong> gloria. Un titular <strong>de</strong> un periódico, la apertura <strong>de</strong> un informativo… Aunque<br />

fuera por una cogida mortal.<br />

Thaïs Aragó Vilaró<br />

Fin <strong>de</strong> semana entre el coche y Estafeta<br />

Era fácil reconocer a los autóctonos. Eran los únicos que salían a las calles, a media tar<strong>de</strong>, con<br />

camisas y pantalones blancos y perfectamente planchados. Los forasteros llevábamos<br />

vaqueros. Por lo <strong>de</strong>más, íbamos pertrechados con el atuendo que te hacía sentir parte <strong>de</strong> la<br />

fiesta. Por suerte, las manchas <strong>de</strong> vino iban a juego con el color <strong>de</strong>l ambiente. El viernes había<br />

sido un día largo: 8 horas <strong>de</strong> trabajo, 6 <strong>de</strong> viaje en coche y otras tantas <strong>de</strong> fiesta por las<br />

abarrotadas calles <strong>de</strong>l centro histórico. Sus nombres me resultaban familiares y en apenas un<br />

par <strong>de</strong> horas ya me sentía como en mi propia ciudad. Estábamos cansados, pero dormir no era<br />

fácil. El calor era acusado y el espacio reducido. Por eso la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l sábado invitaba a<br />

refugiarse en algún parque, cobijado bajo la sombra <strong>de</strong> unos árboles, a reponer fuerzas para<br />

afrontar la segunda noche sanferminera. La temperatura era cada vez más agradable. Caía la<br />

noche con la gente en las calles. En pocas horas, el encierro y un buen <strong>de</strong>sayuno. Era hora <strong>de</strong><br />

volver a la carretera, aunque una parte <strong>de</strong> mí se había quedado para siempre en un rincón <strong>de</strong><br />

la Plaza <strong>de</strong>l Castillo.<br />

Urbano Antonio Durán<br />

Origen fabuloso <strong>de</strong>l chupinazo<br />

La víspera <strong>de</strong>l séptimo día <strong>de</strong>l séptimo mes <strong>de</strong>l año tres veces séptimo, con el sol en lo más<br />

alto, el cielo será avisado con una lanza <strong>de</strong> ruido. Así rezaba la profecía conocida en toda<br />

Pamplona <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el siglo XIV. Y hoy era 6 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1777. “Debo llegar”, murmuró el hombre<br />

<strong>de</strong> camisa blanca y pañuelo rojo al cuello. Tres días ha que jinete y caballo <strong>de</strong>voran leguas<br />

para cumplir con el <strong>de</strong>signio. La Plaza <strong>de</strong>l Castillo aún estaba lejos. Pronto sería mediodía.<br />

Exigió a su cabalgadura, que apuró un poco el extenuante paso..., y cayó, reventada. Bajo el<br />

calor agobiante, el Designado siguió su marcha. La campiña amarilleaba como un mar <strong>de</strong> luz.<br />

El paquete iba envuelto en una piel <strong>de</strong> cerdo, protegido contra intemperancias climáticas.<br />

“Pue<strong>de</strong> que todavía sea tiempo”. Apuró el último trago <strong>de</strong> la bota. Llegó a la Plaza Consistorial.<br />

Le ayudaron a subir al balcón <strong>de</strong>l ayuntamiento. “¿La hora?” Mediodía, alcanzó a oír, y<br />

entonces <strong>de</strong>senvolvió el petardo volador que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces y para siempre señalaría el inicio<br />

<strong>de</strong> las fiestas Sanfermines. Antes <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>rlo, agotó su último aliento: —¡Pamploneses,<br />

Pamplonesas: Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín! Y se <strong>de</strong>splomó, sonriente, muerto.


Verónica Díaz Álvarez<br />

La nota <strong>de</strong> color<br />

Recuerdo mi primer chupinazo, el gusanillo <strong>de</strong> la impaciencia y la imprevisibilidad. El momento<br />

en el que estalló la fiesta y me encontré sumergido en una marea <strong>de</strong> emoción, excitación y un<br />

poco <strong>de</strong> locura transitoria, para qué engañarnos. Recuerdo que volé literalmente por los aires y<br />

me dí un baño <strong>de</strong> cava, que no estaba la cosa como para <strong>de</strong>rrochar champagne. Al principio<br />

estaba alucinando, pero en seguida el ambiente me envolvió y me transportó hacia una<br />

sensación <strong>de</strong>sconocida, difícil <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir con palabras, sólo se pue<strong>de</strong> vivir; la gente ríe, canta<br />

y te empuja a disfrutar <strong>de</strong> la fiesta, una fiesta en la que todas las personas sin distinción <strong>de</strong><br />

edad, sexo, i<strong>de</strong>ología o lugar <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>ncia, tienen cabida y forman parte <strong>de</strong>l ambiente.<br />

Des<strong>de</strong> aquella experiencia ningún 6 <strong>de</strong> julio he faltado a la cita y siempre espero con ilusión el<br />

momento en el que me saca <strong>de</strong>l cajón y me anuda alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su cuello cuando el cohete<br />

anuncia el inicio <strong>de</strong> la fiesta. Y es que me encanta ser la nota <strong>de</strong> color, el rojo, el optimista, el<br />

que el último día <strong>de</strong> las fiestas piensa…“Ya queda menos para los Sanfermines <strong>de</strong>l año que<br />

viene”.<br />

Verónica García Peña<br />

"Bragado"<br />

Cinco <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Tres gran<strong>de</strong>s figuras iban a luchar por salir por la puerta gran<strong>de</strong>. Tras el<br />

paseíllo saltó a la arena José Cantera, “El Bravío”. Un gaditano firme y templado. El primero <strong>de</strong><br />

su lote era “Bragado”, un toro colorao <strong>de</strong> 650 kilos. La faena trascurría con normalidad cuando<br />

la puerta <strong>de</strong>l albero se abrió. Una muchedumbre <strong>de</strong>snuda entró en el ruedo. “Bragado”,<br />

asustado, echó a correr y huyó <strong>de</strong> la plaza. Mientras caminaba por las calles <strong>de</strong> Pamplona<br />

divisó, a lo lejos, una gran zona ver<strong>de</strong>. Decidido, se fue hacia allí. -¡Parece que lo han visto en<br />

La Ciuda<strong>de</strong>la!- comentó el mayoral. Era cierto. En lo alto <strong>de</strong> la muralla había un toro. Se<br />

acercaron <strong>de</strong>spacio. Cuando llegaron se quedaron sin palabras. No era “Bragado”. Era un<br />

cartel con su forma. ¿Cómo era posible? Nunca se supo que ocurrió. Hoy, la leyenda sobre<br />

esta historia viaja <strong>de</strong> boca en boca y se dice que “Bragado”, toro noble y hermoso, es ahora un<br />

pamplonica más. De hecho, hay quien asegura que en algunos encierros, la manada <strong>de</strong> bravos<br />

la forman siete ejemplares y que “Bragado” guía con su señorío a los toros nobles por sus<br />

estrechas calles.<br />

Victor Carlos Larrosa Segovia<br />

Esperandolos<br />

Esperándolos No importa <strong>de</strong> que lado <strong>de</strong> la puerta estuviese.Cada ves que empujaba el<br />

picaporte hacia abajo la abría para salir.Se volvía, lo accionaba <strong>de</strong> nuevo y ahí estaba, <strong>de</strong><br />

nuevo en la calle con sus adoquines geométricos y lustrosos esperándola. Cascos a doble duo<br />

bajaban tronando, y ella no podia evitar siempre salir, <strong>de</strong>scalza como estaba el calor <strong>de</strong> la<br />

acera entraba por uno <strong>de</strong> sus pies, mientras el frio lo hacía por el otro.


Víctor Lorenzo Cinca<br />

Ritos iniciáticos<br />

Duerme bien la noche anterior, <strong>de</strong>scansa, es esencial para hacer una buena carrera; aunque<br />

no lo parezca, la cuesta <strong>de</strong> San Antonio se hace muy larga a los que os sobran unos quilos, así<br />

que no fuerces; ten mucho cuidado en la curva <strong>de</strong> Merca<strong>de</strong>res y Estafeta, que el suelo es muy<br />

resbaladizo y una caída pue<strong>de</strong> resultar fatal; vigila en la puerta <strong>de</strong> entrada a la plaza porque<br />

suelen formarse embudos y tapones... Uno a uno voy recordando todos los consejos que me<br />

dieron antes <strong>de</strong> venir a Pamplona para correr mi primer encierro, consciente <strong>de</strong> que los olvidaré<br />

a la primera zancada. Ni yo ni los que me acompañan –cuando apenas falta nada para que<br />

sean las ocho- po<strong>de</strong>mos reprimir los nervios y el miedo. Ahora sólo vale el instinto. Correr. Y<br />

disfrutar <strong>de</strong> este momento, con toda seguridad irrepetible. Lanzan el cohete, abren las puertas<br />

y empiezo a perseguir como un loco a todos esos tipos vestidos <strong>de</strong> blanco con pañoleta roja.<br />

William Daniel Teixeira Correa<br />

Toros taurinos<br />

-¿Pero no crees tú que pueda resultar peligroso? -¿Peligroso? ¡Pero tú siempre con tonterías!<br />

Que te digo yo que nos vamos a divertir <strong>de</strong> lo lindo engañando a todos esos. Tú sólo corre<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí y ten cuidado con el pavimento, que en la madrugada ha llovido y está<br />

especialmente resbaladizo. Al llegar a la plaza, antes <strong>de</strong> que la cosa se ponga fea, nos<br />

quitamos el primer disfraz y listo. ¡Venga, ponte esos disfraces ya que se nos hace tar<strong>de</strong>! -<br />

¿Pero cuál va primero: éste o este otro? -¡Jo<strong>de</strong>r, tío, pero si serás bruto!: arriba <strong>de</strong>l todo va el<br />

disfraz <strong>de</strong> toro, y <strong>de</strong>bajo, el <strong>de</strong> hombre.<br />

Xabier Luna Berango<br />

Los kilikis también vuelan<br />

El astronauta miraba hacia al fondo <strong>de</strong> la nave, abrazaba la posibilidad <strong>de</strong> cumplir la promesa<br />

contenida en la misteriosa caja anclada a la pared. Los astronautas respiraban profundo<br />

conforme la cuenta atrás sonaba por los altavoces. El cero atronador ponía el cohete en el cielo<br />

dirección al espacio. La gravedad aplastaba al astronauta en el asiento, esforzado en el intento<br />

<strong>de</strong> atarse un pañuelo rojo en la muñeca <strong>de</strong> un traje blanco espacial. Sus compañeros<br />

comprendían el gesto <strong>de</strong> la nostalgia, reían y brindaban con la mirada el comienzo <strong>de</strong> un viaje<br />

simultáneo. La nave ya flotaba ajena <strong>de</strong> atracciones planetarias, bailaba solitaria acompasada<br />

al murmullo si<strong>de</strong>ral. La compuerta se abría expulsando al astronauta y su caja. Des<strong>de</strong> la<br />

escafandra visualizaba a sus colegas observándole <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> cristal. Des<strong>de</strong> la nave<br />

observaban al astronauta colocarse una gran cabeza sobré el casco, una constelación <strong>de</strong><br />

cenizas saliendo <strong>de</strong> la urna casi vacía, la <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> un hijo, el pañuelo rojo lejos <strong>de</strong> su<br />

muñeca, y a Cara Vinagre, quien sabe si esta vez amagando una sonrisa escondida bajo ese<br />

armazón <strong>de</strong> cartón pintado <strong>de</strong> fiesta.


Yemila Saleh Fraile<br />

Alizan fallida<br />

Aquel año, las fiestas fueron muy extrañas. Comenzaron una semana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo habitual, y<br />

con un txupinazo estrafalario: <strong>de</strong>l cohete surgió un empalagoso humo rosado salpimentado <strong>de</strong><br />

purpurina que <strong>de</strong>jó sin habla al gentío. Luego, fueron los encierros los que sufrieron las<br />

rarezas: los que corrían <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los toros no eran los habituales intrépidos mozos vestidos<br />

<strong>de</strong> blanco con pañuelos rojos, sino parejas <strong>de</strong> enamorados cogidos <strong>de</strong> la mano dando<br />

brinquitos. Iban <strong>de</strong> blanco, sí, pero con pañuelos <strong>de</strong> color fucsia…Y, sorpren<strong>de</strong>ntemente, no<br />

hubo ningún inci<strong>de</strong>nte. Durante la noche, los locales estaban inundados <strong>de</strong> parejitas bailando<br />

baladas y regalándose toros <strong>de</strong> chocolate y medallitas <strong>de</strong> oro en forma <strong>de</strong> toro. Y cuando al fin<br />

terminaron aquellos San Fermines <strong>de</strong> pesadilla, el “Pobre <strong>de</strong> mí” fue sustituido por el tema<br />

principal <strong>de</strong> la película “El guardaespaldas”. Por todo esto, los asistentes a los San Fermines<br />

<strong>de</strong> aquel año montaron en cólera y amenazaron con no volver a celebrarlos si las cosas no<br />

volvían a su cauce. Ese fue el motivo <strong>de</strong> que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su sala <strong>de</strong> reuniones celestial, San Fermín<br />

y San Valentín <strong>de</strong>cidieran romper su alianza. Estaba claro que no todas las mezclas <strong>de</strong> dos<br />

cosas buenas funcionan…<br />

Javier De Prada Pérez<br />

7 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 2042: San Fermín<br />

Llegó a Pamplona con la intención <strong>de</strong> participar en el único espectáculo taurino que indultaron<br />

las leyes abolicionistas <strong>de</strong> los años treinta: el ‘encierro’. Una carrera por la ciudad en la que<br />

seis toros bravos persiguen a un grupo <strong>de</strong> jóvenes hasta una antigua plaza <strong>de</strong> toros, hoy en<br />

ruinas.<br />

La calle se tapiza con materiales que absorben los impactos y evitan traumatismos graves.<br />

Varias lanza<strong>de</strong>ras médicas sobrevuelan el recorrido a pocos metros <strong>de</strong>l suelo. Analizan cada<br />

inci<strong>de</strong>ncia, en pocos segundos recogen a quien resulta herido y efectúan una intervención<br />

quirúrgica inmediata. El acceso está restringido y en cabinas se somete a cada participante a<br />

un escáner antropométrico y a un test <strong>de</strong> secuenciación genética. Sólo acce<strong>de</strong>n los ‘aptos’ y se<br />

les facilita una indumentaria blanca que protege los órganos vitales <strong>de</strong> las cornadas.<br />

Era consciente <strong>de</strong>l peligro. Su ADN le pre<strong>de</strong>stinaba a una eventual muerte súbita. Sin embargo,<br />

superó todos los controles y consiguió correr unos metros <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un toro colorado.<br />

Después <strong>de</strong> unos pasos vacilantes, se <strong>de</strong>splomó en mitad <strong>de</strong> la calle Estafeta.<br />

Las protestas por su muerte obligaron a la prohibición <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> ese bárbaro festejo.<br />

Sin embargo, él se había sentido más vivo que nunca.<br />

José Luis González Martínez<br />

Solo ante el chupinazo (Gary Cooper que estás en la vieja Iruña)<br />

“Uno <strong>de</strong> enero, dos <strong>de</strong>”…, prensa para el sobaco y el pañuelico evocador. Las once. A las<br />

doce…, el ritual. Todavía no veo el ayuntamiento, ni el clarín o las estatuas. Me entretiene un<br />

tipo con una salchicha y la botella <strong>de</strong> cava en la boca. Lleva vino hasta en las alpargatas.<br />

Fanfarronea. Avanzo. Retrocedo evitando asfixiarme. Colisiono contra el blanco y rojo. Enseño<br />

mis cre<strong>de</strong>nciales, el periódico <strong>de</strong> corredor y la manga ya avinagrada. Avanzo algo hacia<br />

<strong>de</strong>lante y un montón hacia la <strong>de</strong>recha, como el mundo. Llego a unos soportales. Me empuja<br />

una charanga. Me dan un codazo. Me cantan algo <strong>de</strong> unas vacas al oído. Gritan. Las doce.<br />

Solo veo pañuelos rojos. Huelo la fiesta y noto una punzada. Oigo el cohete y el “viva San<br />

Fermín”. Lo tengo…, una marea <strong>de</strong> pañuelos rojos. Alzo el mío en un vuelo fatídico.<br />

Desaparece. Bebo kalimotxo a morro, cava en vaso…, y <strong>de</strong> pronto la fiesta duplicada, como en<br />

la tele. Veo una pantalla enorme. Convoco al GPS que me diga la situación. “Antoniutti park”,<br />

dice, babeando cerveza. “Hostia, que juerga”, digo, hurgándome la nariz con el índice. “Me<br />

cagüen la maldita crisis…, me voy pal encierro ya, jo<strong>de</strong>r”.


José María Castaño Hervás<br />

Carrera <strong>de</strong> libertad<br />

Cuando ya su vida se había convertido en la triste rutina <strong>de</strong> ir <strong>de</strong> casa al hospital y las tar<strong>de</strong>s se<br />

<strong>de</strong>splomaban cobrizas e iguales tras la ventana, Braulio <strong>de</strong>cidió tomar parte en la carrera <strong>de</strong><br />

aquel mes <strong>de</strong> julio que ya sólo era jubiloso tras el cristal. Aquella mañana, frente al espejo, le<br />

costó reconocer a aquel mozo que quebraba al aire y las cornadas como un blanco junco<br />

trasplantado en la Cuesta <strong>de</strong> Santo Domingo. Pese a la <strong>de</strong>crepitud <strong>de</strong> sus horas y<br />

<strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>ciendo cuantas recomendaciones médicas le remitían, Braulio retó al tiempo y la<br />

muerte pañuelo rojo al cuello. Tenía la experiencia acumulada <strong>de</strong> muchos años pero sus<br />

fuerzas eran un pequeño hilo <strong>de</strong>sma<strong>de</strong>jado para afrontar la ofrenda. Los juampedros habían<br />

tomado Merca<strong>de</strong>res raudos y peligrosos mientras él exhalaba sus últimos alientos cogiendo la<br />

curva por <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la calle. Por calle Estafeta fue rebasado por cinco <strong>de</strong> los astados pero<br />

siguió corriendo, como pudo, atento al peligroso rezagado que había vuelto hacia atrás. Lo<br />

llamó en Telefónica a punta <strong>de</strong> periódico y lo llevó a la entrada <strong>de</strong>l Callejón don<strong>de</strong> quedó a<br />

merced <strong>de</strong> la mortal cornada. En su cintura llevaba una oración <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida dando gracias a<br />

San Fermín por guiarlo hasta la plaza <strong>de</strong> la gloria.<br />

María Arlabán Mateos<br />

Roja y blanca sinfonía<br />

Roja y blanca sinfonía en do <strong>de</strong> pechos que vibrantes y arrebatados cantan o gritan. Se acerca<br />

el momento mágico: el famoso txupinazo! Un mar cuyas olas, hechas <strong>de</strong> brazos barnizados <strong>de</strong><br />

sudor y alegres gargantas regadas <strong>de</strong> kalimotxo y champan me van empujando bajo el manto<br />

<strong>de</strong> nuestra ikurriña, hacia el Ayuntamiento.<br />

Me <strong>de</strong>jo envolver por ellas, arrastrada por este auténtico tsunami humano. Todas las miradas,<br />

ebrias <strong>de</strong> emoción, convergen en un balcón, don<strong>de</strong> unas manos trémulas por los nervios <strong>de</strong>l<br />

momento pren<strong>de</strong>n la mecha.<br />

Al grito: Viva San Fermín!, Gora San Fermín!, se abren los cielos, perseguidos por uno, dos,<br />

tres cohetes sucesivamente.<br />

Es el <strong>de</strong>lirio, la maravilla <strong>de</strong> como gentes <strong>de</strong> la vieja Iruña, pero tambien venidas <strong>de</strong> todos los<br />

paises <strong>de</strong>l mundo, muchas <strong>de</strong> las cuales no se conocían, bailan y cantan juntas, perdidas en<br />

ese anonimato don<strong>de</strong> no hay ricos ni pobres, raza o credo, que pueda con la pasión por vivir<br />

unas fiestas que han estallado, cegadoras, disolviendo las penas, triunfando sobre el dolor!<br />

Graeme Galloway<br />

The Crush<br />

11.36 am on the 6 th July and it’s that “I am going to die” moment. I think “I’m too old for this<br />

shit!”. Running with the bulls; no worries, but his is the Txupinazo and yet again I am in the<br />

middle of the biggest crush of people imaginable.<br />

The ground is scattered with broken bottles and the crowd is pressing in on my chest. Every few<br />

seconds the crowd lurches si<strong>de</strong>ways and it is a battle to stay on my feet. Sud<strong>de</strong>nly one of the<br />

girls is pushed to the ground; without thinking I drop down to rescue her from being stomped. I<br />

quickly pick her up and the relief on her face is obvious. “What the fuck am I doing here?” she<br />

asks. It’s what I ask myself every year.<br />

As it gets closer to midday, the pressure eases and I am vaguely aware that my knee is cut to<br />

ribbons from the rescue. I turn to my friends who have started to smile again with the danger<br />

having past and we know that we will be in the same spot next year. In fact I cannot think of<br />

being anywhere else on the 6 th July.


Juan Durán Velasco<br />

Protagonistas<br />

Concursé y no gané en San Fermín, una experiencia. Me siento bien.<br />

“Dormí con los toros; pero no aprendí nada”.<br />

Los toros no admitirían hablar con quién no fue ganador <strong>de</strong> ese concurso, ¿cómo van a querer<br />

hablar conmigo <strong>de</strong> igual a igual, siendo tan orgullosos y pacíficos como son?<br />

Por eso mando a mi onírico qué sí pue<strong>de</strong>, cuando esperan la llegada <strong>de</strong>l día siguiente para<br />

entrar en combate, pedirles que digan lo que consi<strong>de</strong>ren en relación con su fiesta.<br />

En la noche <strong>de</strong>l seis al siete <strong>de</strong> Julio, los toros se vieron sorprendidos por un intruso que los<br />

interrogó sobre como se sentían al ser los protagonistas <strong>de</strong> una fiesta que los que bailaban<br />

eran otros. Miles llenos <strong>de</strong> alegría, que coreaban el momento álgido <strong>de</strong> correrlos a lo largo <strong>de</strong><br />

las calles que acumulaban tantas historias <strong>de</strong> resultados a veces trágicos, pero que llenaron <strong>de</strong><br />

emoción los pechos <strong>de</strong> los participantes.<br />

No negaban, que en algunos instantes, hicieron daño aunque no estaba en su animo hacerlo,<br />

para ellos se trataba <strong>de</strong> divertir, aunque eso sí, sabiendo que era la antesala <strong>de</strong> su muerte que<br />

daban con cariño a todos los fieles seguidores que los jaleaban.<br />

Elena Burguete Mira<br />

San Fermín. Julio. Fiesta. Tradición. Devoción<br />

SEIS.<br />

Bienvenida, mediodía, blanco, rojo, alegría, txupinazo, explosión, pañuelo, champán, euforia,<br />

música, abrazos, multitud.<br />

Navarrería, fuente, saltos, extranjeros, caídas, peligro, tradición.<br />

Riau-riau, Pamplonesa, vals, Astrain, aglomeración, aplausos, Vísperas, corporación.<br />

SIETE. CATORCE<br />

Procesión, Patrón, <strong>de</strong>voción, emoción, lágrimas, silencio, vítores, solemnidad, jota,<br />

“momentico”.<br />

Encierro, toro, cabestro, pastor, corredor, valientes, impru<strong>de</strong>ntes, aficionados, distancia,<br />

masificación, miedo, respeto, asta, adrenalina, periódico, velocidad, carrera, empujones,<br />

codazos, caídas, balcón, callejón, plaza.<br />

Mulillas, corrida, torero, calor, sol, gorro, toalla, sombra, abanico, bebida, merienda, música,<br />

peñas, escudos, pancartas, amistad, blusas, almohadillas, orejas, rabos, aplausos, pitos,<br />

vibración.<br />

Niños, ofrenda, flores, ilusión, gigantes, cabezudos, kilikis, zaldikos, gaita, tamboril, verga,<br />

carreras, sustos, gritos, provocación, besos, fotos, barracas, tómbola, churros, marionetas.<br />

Mayores, abuelos, misa, jotas, experiencia, bailables, paso doble, <strong>de</strong>porte rural.<br />

Hemingway, nobel, homenaje, “Fiesta”.<br />

Struendo, tambores, bombos, platillos, ruido, niños, mayores.<br />

Encierrillo, toros, cabestros, silencio, nocturnidad.<br />

Recortadores, anillas, vacas, novillos, espectáculo, saltos, piruetas, aplausos, sustos, ilusión.<br />

Regionales, casas, comida, bebida, folklore.<br />

Fuegos, luz, color, ruido, magia, verbena, música, conciertos, borrachera, juerga, amor, sexo,<br />

<strong>de</strong>senfreno, locura, suciedad, peleas, ruptura, reconciliación, resaca, cansancio, sueño.<br />

CATORCE.<br />

Octava, corporación, gigantes, cabezudos, <strong>de</strong>spedida, chupetes, abrazos, lloros.<br />

Pobre <strong>de</strong> mí, vela, tristeza, lágrimas, cohete, medianoche, <strong>de</strong>spedida.


Paulina Fernán<strong>de</strong>z (Pseudónimo El Millón)<br />

Sin título<br />

Arratsal<strong>de</strong> on <strong>de</strong>noi, buenas tar<strong>de</strong>s a todos:<br />

¿Qué tienen los Sanfermines para una persona <strong>de</strong> 87 años y que todos esos años los ha vivido<br />

en el casco viejo <strong>de</strong> Pamplona?<br />

Los recuerdos se saborean, porque “recordar es vivir”. El disfrute es distinto, porque las<br />

costumbres, llamémoslas “modas”, han cambiado. No seré yo, quien juzgue si las fiestas son<br />

mejor o peor.<br />

Por ejemplo: ¿saben uste<strong>de</strong>s que en el verano…puntos suspensivos <strong>de</strong>l año… puntos<br />

suspensivos, el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Pamplona, prohibió a los hombres ir por la ciudad en mangas <strong>de</strong><br />

camisa, hasta salir a “Fuera puertas”, es <strong>de</strong>cir, a la Vuelta <strong>de</strong>l Castillo?<br />

En mi adolescencia, estando <strong>de</strong> moda “La Conga”, ¿se acuerdan?, un tío mío y yo bajábamos<br />

por la calle Chapitela cogidos <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una peña bailando y, ¡apunten! vino un<br />

municipal a llamarnos la atención.<br />

Estos recuerdos, los <strong>de</strong>dico a mis nietos (incluyendo nietos y nietas y a mi biznieta).<br />

Pero, a pesar <strong>de</strong> todo, sigo emocionándome y soltando alguna lágrima por recuerdos que no se<br />

olvidan. ¿Cómo voy a olvidar, si siguen los gigantes alegrándonos, la Pamplonesa con sus<br />

dianas, y las Peñas haciendo que los Sanfermines se mantengan<br />

¡Gora San Fermin! ¡Viva San Fermín!<br />

David Vital<br />

Aerolíneas Sanfermineras<br />

ara ellos era como un retiro espiritual, una tradición rocambolesca que les abrigaba <strong>de</strong> energía<br />

para el resto <strong>de</strong>l año. Llevaban treinta años repitiéndola escrupulosamente. El santo les había<br />

absorbido su sangre color “Yankee”. No lo dudaban, pero este año tenían que hacer<br />

malabares ya que la crisis podía cercenar su peregrinación. ¿Vamos los cuatro, o solo tú y<br />

yo? -Aunque tengamos que ven<strong>de</strong>r la “ jeepeta” vamos los cuatro. Sabes que sin este chute<br />

<strong>de</strong> adrenalina mi cuerpo se diluye en la rutina anual.<br />

Embarcaron en el JFK rumbo a la vieja Iruña. En el avión, sus pasajes entonaban<br />

solfas como… “Uno <strong>de</strong> enero...”, “El vals <strong>de</strong> Astraín” y su favorita “A Pamplona por San...”.<br />

Los <strong>de</strong>más pasajeros girados hacia atrás con asombro y miradas agrias. De sus ceños<br />

emananaban las típicas carantoñas <strong>de</strong> infelicidad que produce el “business”. Por suerte el<br />

“Morenico” había suprimido <strong>de</strong> sus mentes esa aburrida miseria. De repente y cuando sonaba<br />

en la rota voz <strong>de</strong> Bill “nos guíe en el camino…” comenzaron las turbulencias, su avión nunca<br />

llegó, nunca aparecieron sus cuerpos. Sólo se recuperaron divagando entre el azul salino y los<br />

<strong>de</strong>tritos <strong>de</strong>l avión, sus pañuelos, sus fajas y su blanca ropa.

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