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Libro de Microrrelatos - Bodegas Príncipe de Viana

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Alberto Lopez Perez De Urabayen<br />

La Cuesta<br />

Recuerdo un día <strong>de</strong> Mayo. No se el día exacto, que mas da…tal vez fuese Junio, ya no estoy<br />

seguro. No se porque entonces me vino a la cabeza, tal vez una foto, un pañuelo rojo, olor a<br />

vino, alguna figura <strong>de</strong> nuestro agote mas famoso, quizás fue solo esa pequeña vuelta, <strong>de</strong>ntro,<br />

muy <strong>de</strong>ntro, que se siente en la cuesta, tal vez en el cerebro, tal vez, en el corazón. Vuelvo a<br />

ver Ezkaba, el sol bañando toda la la<strong>de</strong>ra hasta el fuerte, a frenética persecución <strong>de</strong> las<br />

golondrinas, alborotando alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l Museo. \"No iré…este año no… es peligroso, si me<br />

pasa algo…esto es lo mas peligroso…no hay salida…solo pare<strong>de</strong>s…no, seguro, este año no<br />

voy…\" Cuando vuelvo a la realidad una sonrisa se dibuja en mi boca…\"dios, que cabeza<br />

misto… que no te vuelva a ver el la tele…corre en otro sitio…que tienes que <strong>de</strong>mostrar…ten<br />

cuidado…te quiero\". Me aparto para que pasen los chicos <strong>de</strong> la camiseta ver<strong>de</strong>. Canto sin<br />

mirar, canto para a<strong>de</strong>ntro. \"suerte…venga chavales…animo…no nos paramos…sube…va, va,<br />

va.\"<br />

Alberto Mario Martinena Cesca<br />

¿ Qué me sucedió en Pamplona....?<br />

Siendo abuelo conocí el terruño <strong>de</strong> mis mayores en el mes <strong>de</strong> los “Sanfermines”. Pamplona<br />

engalanaba sus calles liberando tradiciones centenarias; reconocía lugares por lo que nos<br />

contaba el “Aitona” Francisco acariciando el álbum fotográfico. Me ro<strong>de</strong>aban bullicios<br />

contagiosos don<strong>de</strong> el lenguaje apenas lo comprendía, a<strong>de</strong>más la música y las esperadas<br />

corridas taurinas me alzaban emociones. Veía interiormente las sobremesas <strong>de</strong> mis familiares<br />

vascos brindando por la lejanía y hume<strong>de</strong>ciendo sus ojos. Me distrajo alguien que agra<strong>de</strong>ció<br />

fuego para encen<strong>de</strong>r el cigarro. Sonriendo entre el humo <strong>de</strong>l habano me comentó: “Creo no<br />

equivocarme… ¿Eres argentino…? Ahora compren<strong>de</strong>rás que son estos festivos <strong>de</strong> coraje<br />

punteados por cornamentas <strong>de</strong> novillos, para <strong>de</strong>spués dar gracias a San Fermín. Sé que te lo<br />

narraron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que eras niño… Jamás olvidarás lo vivido un siete <strong>de</strong> julio, y no <strong>de</strong>jes <strong>de</strong><br />

acariciar la tierra <strong>de</strong> tus mayores… Estrechemos nuestras manos afectuosamente, y que Dios<br />

junto a nuestra comunidad te bendiga. Jamás olvi<strong>de</strong>s que te saludó el “Aitona” Francisco…” No<br />

supe que actitud tomar ante el anciano… Cuando reaccioné se había perdido entre la<br />

muchedumbre, solo persistía el aroma <strong>de</strong>l habano. La vida jamás me dio una respuesta <strong>de</strong> lo<br />

que me sucedió en Pamplona…<br />

Alberto Munguira Elizondo<br />

Barullo<br />

El calor y el ruido empezaban a ser agobiantes y las luces <strong>de</strong> colores <strong>de</strong>stellando en la<br />

oscuridad le producían ya dolor en los ojos. Tenía la ropa empapada <strong>de</strong> sudor y con<strong>de</strong>nsación,<br />

cerveza y roces y el último trago le había provocado una amarga arcada con regusto a<br />

ajoarriero. Salió a la plaza y se sentó en un bordillo, sucio, lleno <strong>de</strong> vasos <strong>de</strong> plástico<br />

pisoteados. Nubes rosas en el horizonte y una luz in<strong>de</strong>finida. ¡Coño está ya amaneciendo!<br />

¿Dón<strong>de</strong> estará la cuadrilla? ¿Todavía en el bar? Intentó recordar lo que había hecho durante<br />

toda la noche; había pasado <strong>de</strong>prisa y tenía amplias lagunas: se acordaba bien <strong>de</strong>l almuerzo y<br />

<strong>de</strong> ver el chupinazo en la tele <strong>de</strong> la peña; recordaba la paliza que se habían dado pateando<br />

todo lo Viejo, beber en muchos bares, <strong>de</strong> un bocata en el Oinez y <strong>de</strong> entrar, como todos los<br />

años, ya un rito, al bar <strong>de</strong> siempre y <strong>de</strong>sfasarse <strong>de</strong> cubatas…horas y horas. De repente le<br />

sobresaltó la explosión <strong>de</strong> un cohete. ¡Mierda! –pensó-. ¡Ya me he perdido el primer encierro!<br />

Una mano se posó en su hombro, era Xabier: -¿Qué “Baru”, nos vamos a los fuegos?

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